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Saludo Micky

Saludo yolas

Micky pregunta sobre la espiritualidad

Quisiera que Micky y los oyentes se imaginen:

Cierro los ojos y me arrodillo a orar, a adorar Dios en su presencia. Una suave música con voces
celestes me acompaña y me dispongo a que Dios me hable… tal vez, incluso, a través de un ángel.
¡Cuánta espiritualidad! ¡Qué adoración tan profunda! ¡Qué momento tan sublime!… De repente,
segundos después y sorpresivamente escucho un ruidazo ¡Bum!

El gato de la vecina viene saltando cerca de mi ventana, tal vez huyendo de otro animal, mientras
el olor a quemado invade mi cuarto y recuerdo que dejé el horno prendido con una tarta adentro.
Salgo corriendo. ¿Qué pasa Miguel?

Respuesta Miki

Adiós espiritualidad, adiós adoración. Adiós ángel celestial. Esto suele pasar, pero podemos
aprender una nueva manera de afrontarlo, hemos aprendido que no necesito decirle adiós a la
espiritualidad para seguir siendo humano. Que esta espiritualidad puede estar empapada de
humanidad y tener manos y pies para ser practicada cotidianamente. Pero ¿Cómo bajamos los
coros celestiales a nuestra vida cotidiana?

deberíamos empezar definiendo (o redefiniendo) nuestro concepto de espiritualidad cristiana.


Para esto, una noción básica que quiero compartir es la que presenta el Dr. Roberto Suderman,
quien en su libro “Tengan valor: yo he vencido al mundo” nos muestra lo siguiente: “No hay nada
en la experiencia humana que esté fuera del ámbito del Espíritu de Dios, dado que toda la
creación es fruto de Él. Hablar de espiritualidad entonces, es hablar de la experiencia humana
con la creación de Dios”.

Teniendo esto en cuenta, quisiera presentar dos conceptos básicos que pueden ayudarnos a
poner pies a nuestra espiritualidad.

1. El divorcio espiritual-material
El Espíritu de Dios no se limita a las cuestiones que catalogamos como “espirituales”. Él va mucho
más allá que nuestras disciplinas espirituales como la oración o el ayuno. Dios quiere ser parte
de todo lo que hacemos en nuestra vida cotidiana.

La forma en la que tratamos a nuestros semejantes o como cuidamos los bienes que Dios nos ha
dado, por ejemplo, son cuestiones en las que se reflejan si realmente somos personas
“espirituales”.
En particular, considero que un pecado del cual somos muy culpables los cristianos evangélicos
es separar nuestra vida espiritual de nuestra vida material. Así, se nos hace muy fácil adorar a
Jesús los domingos y vivir para nosotros mismos en la semana.

2. El camino de la encarnación:
Experiencia de Valeria… En un campamento misionero había escuchado algo sobre la fe
musulmana que me llamó bastante la atención. Me hicieron saber que “Alá revela su voluntad,
pero no se revela a sí mismo” y ante esto, mi primera reacción fue aceptarlo como una diferencia
más.

Más tarde, con un poco más de reflexión, me di cuenta de cuán dolorosa esta afirmación podría
ser, sí la aplicamos a nuestro Dios. Sin embargo, Dios no sólo revela su voluntad, sino que se
revela a sí mismo. Y más aún, haciéndose humano, pues “la Palabra (Jesús) se hizo carne y habitó
entre nosotros” (Juan 1:14).

Así este Él no es lejano e inalcanzable. Al contrario, Dios es cercano y accesible. Hasta el punto
de tomar forma humana para que podamos estar con él.

De esta manera, este es “El Dios quien viene a nuestro encuentro y lo hace de tal forma que
irrumpe nuestro mundo y superpone o fusiona la dimensión espiritual y material” (Zaracho,
2017, pág. 59). Es el Dios que se hizo hombre. Habitó como y entre nosotros y nos rescató de
nuestra deplorable situación.

La comprensión de esta sencilla, pero profunda verdad teológica no nos puede llevar a más que
vivir una vida que encarna su espiritualidad en cada aspecto de la vida. Aún en lo que parece más
vano y secular.

Sentarse y compartir una mesa con personas a quienes amamos, en un ambiente de perdón y
unidad es espiritual. Cuidar el medioambiente y tirar nuestros desechos en donde corresponden
es espiritual. Tomarse el tiempo de preguntar a alguien como está, es espiritual.

Ser espiritual es volver a ser humanos y encarnar a nuestro Dios también en lo material.

Conclusión

Con todo esto, lo último que quiero transmitir es que dejemos de practicar las llamadas
disciplinas espirituales como la oración, la soledad o el ayuno. Es más, animo muy fuertemente a
practicar estas disciplinas que fortalecen nuestro espíritu.

No obstante, animémonos también a abrir los ojos, levantarnos de nuestras rodillas y adorar a
Dios en todo lo que hacemos después de la oración. En amar y hacer justicia, poniendo pies a
nuestra espiritualidad y encarnando a nuestro Dios en la vida cotidiana.

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