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INDICE
CAPITULO I ........................................................................................................... 4
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INTRODUCCION
El primer acercamiento con relación a la palabra nos revela de que fuerons los
griegos quienes acuñaron la palabra y la practicaron mediante y enfocándonos
en lo que representa y significa a la fecha se evidencia que ha evolucionado,
este significado que aun que así haya sido, prevalece su nominación,
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CAPITULO I
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La formas de gobierno de las culturas asiáticas, europeas y americanas
se caracterizaron por ser autocráticas (nobleza de sangre, reyes,
emperadores, incas) y teocráticas (poder absoluto o casi absoluto, eran
divinidades, dioses, semidioses o hijos de dioses, u hombres especiales
que habían recibido el poder de una divinidad). La forma de gobierno
autocrático y su correspondiente justificación teocrática han sido propias
de las culturas egipcia, babilónica, asiria, persa, griega; durante la época
de los reyes, romana (período antiguo e Imperio). En los imperios inca y
azteca. Durante el período Han y Ching en la China y en varios estados
de la India, especialmente entre los Gupta y Maurya. También la tuvieron
los bizantinos, mongoles, árabes y turcos. Muchas de las características
del autocratismo y de la democracia continuaron en la Edad Media.
Estos elementos se pueden reconocer con cierta 'nitidez durante el
Sacro Imperio Romano-Germánico, continuando hasta la caída del
Absolutismo en Europa. Sin duda, es la forma de gobierno más antigua y
la que más ha durado en la historia.
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Pero, tal como hemos señalado, al lado de las tendencias aristocrática y
teocrática coexistieron esporádicamente otras formas de gobierno; que,
aún estando muy lejos de lo que el hombre moderno conoce como
democracia, tuvieron algunos elementos que les son propios, como la
elección de las autoridades políticas o el debate público en las
asambleas, que bien pueden considerarse prácticas "democráticas",
aunque desde luego limitadas en su naturaleza por la rígida
estratificación social que hemos mencionado.
Al parecer, esta forma de gobierno que, como hemos visto, los griegos
llamaron democracia, existió no sólo en Atenas y en cierta medida en
Esparta s . y en Roma durante la República; pues la vemos funcionar
entre Ios antiguos germanos, en los Can tones suizos a partir del siglo
XIII, y en la Francia del siglo XIV (Estados Generales); así como en la
cultura andina, en donde recibió el nombre de Camachico.
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Los Tribuni Militum Consulari Potestate y los Censores con potestad
consular fueron una magistratura creada por presión de los plebeyos y
manejada por ellos. Reemplazaron al consulado durante sesenta
años.
C. La asamblea Germana
D. El Camachico Peruano
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Valcárcel, L. (1964), precisó que en el Estado inca funcionaba la
institución del Camachico: es decir, la asamblea integrada por
hombres y mujeres mayores de edad que se reunían para ocuparse
de los asuntos propios del grupo, cuyos acuerdos guiaban la acción
del curaca".
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Asimismo, la estructura de su funcionamiento fue normada por el
"Estatuto de las Comunidades Indígenas del Perú", del 2 de Junio de
1962, derogado por el Decreto Ley. 17716, Ley de Reforma Agraria
que, en su Título V, Capítulo 1, se refiere a los "órganos de
administración"; y en su Capítulo II, trata de la "Asamblea General".
Cabe agregar que este dispositivo obedece a una "occidentalización"
en lo que se refiere a la estructura gubernamental de las actuales
comunidades .campesinas y nativas; pero, en todo caso, ha
significado el reconocimiento normativo de una de las prácticas más
tradicionales de los antiguos peruanos, basada en lo que ahora
podemos llamar "democracia directa", producto de una organización
peculiar, la del Ayllu, cuyo fundamento social y económico se sustentó
en el colectivismo.
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parece a la mayoría, en tanto que la oligarquía es lo que parece tal a la
mayor riqueza, si la minoría ha de prevalecer en todo caso, el resultado
ha de ser la tiranía, pero si ha de prevalecer la mayoría numérica, éstos
cometerán injusticia al confiscar los bienes de los ricos que son en
número menor. así como los débiles están siempre buscando la igualdad
y la justicia, los fuertes, por su parte, no se ocupan de estas cosas.
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felicidad es patrimonio de los corazones más puros y de las inteligencias
más distinguidas, siendo por lo tanto el estado más perfecto, el más
dichoso y más próspero. La felicidad nunca puede estar acompañada del
vicio, porque tanto el Estado como el hombre no prosperan sino a
condición de ser virtuosos y prudentes, transformándose en el fin
esencial de la vida de ambos el alcanzar este grado de virtud y hacer
todo lo que ella ordene.
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esclavos, no debiéndose tener por dichoso a un Estado ni por muy hábil
a un legislador cuando sólo se ha fijado en los peligrosos trabajos de la
conquista, puesto que con tan deplorables principios cada ciudadano
pensará sólo en usurpar el poder absoluto en su propia patria lo más
pronto posible.
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procesos de decisiones públicas que afectan a la colectividad y con las
múltiples formas en que el poder político se expresa, sea como
dominación, Estado, influencia o autoridad.
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actividades grupales (partidos políticos, grupos de presión) y en formas
de gobierno que establecen medidas de interés para el conglomerado
social.
En Easton siempre encontraremos una identificación de la política con la
autoridad, al sostener que "se hace política o luchan los diferentes
grupos para influir en el tipo de medidas de carácter autoritario". Luego,
a este concepto agrega lo siguiente. "Si fuera a resumir el concepto de
política inspirado en nuestro sentido común, probablemente tendría la
siguiente forma: la vida política se refiere a toda actividad que int1uye de
manera importante en el tipo de medida autoritaria que acop- ta una
sociedad y la forma en que la pone en práctica" (19). Para David Easton
"la vida política es un sistema de con- ducta incorporado a un ambiente a
cuyas influencias está ex- puesto el sistema político mismo, que a su
turno reacciona frente a ellas".
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Distinto concepto el anterior comparado con lo que piensa Deutsch, Karl
(1976) "Un sistema político es cualquier modelo persistente de relación
humana que engloba, en un significado extenso, 'el poder, la regla y la
autoridad" (Robert Dahl). "La política es la toma de decisiones por
medios públicos"
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La política una ciencia revolucionaria orientada a los cambios profundos
de la sociedad. Sostiene Mihailo Markovic que la política es la
"realización cie todas aquellas actividades y la toma de todas aquellas
decisiones mediante las cuales son regulados y dirigidos los procesos
sociales públicos esenciales".
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El planteamiento de Floria nos parece correcto. Las posiciones apolíticas
son políticas en la medida en que evitan el desenvolvimiento dinámico
de la política y contribuyen al mantenimiento de las injusticias sociales
en un sistema. Esta posición "apolítica" tiene las características propias.
del pensamiento y conducta totalitarios y reaccionarios que intentan
encapsular la vida política dentro de marcos institucionales y categorías
ideológicas consideradas inmutables. Las posiciones apolíticas
contribuyen al mantenimiento del sistema y en tal sentido son
conservadoras.
Estas lealtades pueden' ser hacia las ideas, hada los hombres o hacia
los intereses. Para que la política funcione bien, estas tres lealtades
deben interrelacionarse: pues de no ser así se' produciría el descalabro.
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1.5. Concepto de política
Señalando que todo lo que se ha dicho hasta ahora sobre las tentativas
que se realizan para acercar los estudios políticos al modelo de las
ciencias empíricas no debe esconderse las enormes y peculiares
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dificultades que se interpone en a la consecución del objetivo ya que en
lo que se refiere a la clasificación de la ciencia en base a la complejidad
creciente, la ciencia política ocupó uno de los últimos puestos: en cuanto
sistema político es un subsistema del sistema social general, la ciencia
política presupone la ciencia general de la sociedad (un partido político,
antes de ser una asociación política, es una asociación); en cuanto
subsistema político tiene la función primaria de permitir la estabilización
del desarrollo de un determinado subsistema económico.
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hasta las esferas de la ética, de la economía y de lo político-social se
mantuvieron unidas y no ocasionaron diferenciaciones estructurales.
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En resumen, la palabra política respecto a su significado se ha
transformado con el correr del tiempo, por un lado la política sé
jurídiza con el derecho romano, la doctrina del derecho natural
resume la normatividad jurídica y la moral. En estos sentidos, la
política no se configura en su especificidad y autonomía hasta
Maquiavelo.
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política. Las masas que siempre estuvieron alejadas de la
política, ahora entran en la política con la intención de quedarse.
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Filosofía, ciencia y teoría.- Aunque todas las ciencias nacen merced a la
separación de la filosofía, la pregunta es que diferencia a ésta, de la
filosofía política de la ciencia política. La filosofía puede ser vista como
un contenido del saber, o como un método de adquisición del saber, y es
válido a partir de la individualización de los contenidos que se repiten y
caracterizan al filosofar. Es la vía seguida por Norberto Bobbio cuando
reduce la filosofía política a cuatro temas de reflexión:
Pero el discurso no termina aquí, si los temas del filósofo son diferentes
a los temas del politólogo es porque uno mira hacia donde el otro no ve,
es decir, porque los criterios y objetivos del primero no son los del
segundo, la línea divisoria reside en el tratamiento y en este sentido, en
el método la ciencia se divide en una pluralidad ordenada, en cambio, la
filosofía también es una pluralidad pero esta se presenta como un orden
disperso. Si bien hay una filosofía que rigurosamente es lógica y
deductiva; pero también hay una filosofía que se basa en metáforas y en
asonancias.
1) deducción lógica;
2) justificación;
3) valoración normativa;
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4) universalidad y fundamentalidad;
5) metafísica de esencia y
6) inaplicabilidad.
1) comprobación empírica;
2) explicación descriptiva;
3) no-valoración;
4) particularidades y acumulabilidad;
5) relevancia de existencia y
6) operatividad.
En política se dice con frecuencia que lo que está por debajo de la teoría
es la doctrina. Una doctrina política tiene una menor categoría intelectual
que una teoría política, ello es porque la doctrina suele referirse a
propuestas o programas y lo que importa menos es el fundamento
teórico que el proyecto concreto, pero la doctrina posee un rango
intelectual, de lo que se deduce que la doctrina está por encima, por una
parte de las meras opiniones y por otra de la ideología,
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caracterizadas ambas por su falta de valor cognoscitivo. De tal modo,
podemos definir la teoría política como el modo de ver la política en su
propia autonomía.
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representa. Una división de fondo entre la filosofía y la ciencia se aprecia
en la diferencia entre los conceptos con respecto a la percepción.
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“si...entonces” que constituyen su comprobación y su dimensión
operativa. La comprobación del acierto o el error puede efectuarse de
cuatro formas: el experimento, el control estadístico, el control
comparado y el control histórico. No parece necesario explicar porqué el
método del control más eficaz es el experimento, resulta casi inaccesible
para todas las ciencias del hombre, con excepción de la psicología, el
control estadístico se utiliza ampliamente en economía y en menos
medida en la sociología, también la ciencia política recurre al tratamiento
estadístico, pero los datos cuantificados de que se dispone suelen ser
insuficientes y a menudo de dudosa validez, se infiere de ello que en la
mayoría de las ocasiones el politólogo no tiene opción, debe recurrir
al control comparado y como hipótesis subordinada al control
histórico.
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Un balance.- La mayoría se lamenta que la ciencia política no sea
muy científica, pero es importante preguntarse qué se ha ganado con
la cientificación en la política, hay que recordar que el behaviorismo,
es en su origen un movimiento interdisciplinario, es decir, un método
común de todas las ciencias del hombre, así pues el behaviorismo es
la ciencia común que aporta sus preceptos, los métodos y técnicas
de indagación son por definición un patrimonio interdisciplinario en
medida que resulten idóneos y utilizables, el problema reside en
determinar si esta unidad metodológica de las ciencias
comportamentalistas deben entenderse como una superación de la
división del trabajo cognoscitivo, y por consiguiente de las
especializaciones disciplinarias.
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1.8. La lucha política como parte de una lucha moral
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mecanismos son capaces de asegurar más eficazmente su legitimidad y
estabilidad.
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tarea humana: contribuir a la formación de un orden de convivencia
pacífica, estable y creadora para la comunidad. Detrás de las más
relevantes filosofías políticas se encuentra usualmente, de manera
explícita o implícita, un determinado punto de vista sobre la naturaleza
humana. Para los pesimistas, el hombre es malo, "a menos" -
como escribe Maquiavelo- "que la necesidad le obligue a ser bueno". (4)
Los optimistas, al contrario, depositan su fe en la razón humana, en
nuestra capacidad para aprender de nuestros errores y de progresar
moralmente como especie. Ambos grupos, los optimistas y los
pesimistas, pueden hallar en la historia evidencias que sustenten sus
posiciones, pues la naturaleza humana tiene el potencial, como
apuntaba antes, tanto para la más elevada bondad como para la más
aborrecible maldad, para la santidad y para la crueldad más
extrema.
Existe, sin embargo, una tercera alternativa, que en lugar de asumir una
naturaleza humana rígida, eternamente fija e inconmovible, bien sea
buena o mala, considera que no se puede razonablemente hacer
aseveraciones definitivas, universales y eternamente válidas sobre la
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naturaleza humana, excepto la afirmación (básicamente negativa) de
que nuestra naturaleza está regida por un infinito proceso de cambios
caracterizados por la incertidumbre, la apertura al futuro, lo impredecible.
Dicho de otro modo, podemos avanzar -y retroceder- en muchas
direcciones; no podemos anticipar y circunscribir el ámbito de nuestras
necesidades y su prioridad, excepto en términos estrictamente biológicos
y físicos, y no podemos conocer por adelantado lo que nuestros
temperamentos y mentes pueden llegar a ser como resultado de
nuestros continuos, a veces fascinantes, y en ocasiones tenebrosos
experimentos con nosotros mismos. En consecuencia, "si la naturaleza
humana es siempre indeterminada y siempre está en proceso de
formación, y si no somos capaces de saber en qué pueden
transformarse y qué pueden llegar a ser nuestras potencialidades y
requerimientos, no existe causa para que intentemos planear un futuro
perfecto o tratemos de detener y paralizar el desarrollo humano a un
determinado nivel".
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El punto de vista de un exagerado pesimismo, por otro lado,
bloquea también el espíritu humano y lo restringe a un marco estrecho,
que sólo revela un aspecto de nuestra realidad. Así como las posiciones
netamente optimistas corren el riesgo de degenerar en cruzadas
signadas por la violencia, las perspectivas radicalmente pesimistas no
toman en cuenta suficientemente nuestra vocación de superación, y el
impulso perenne que da a la política, así como a numerosas
manifestaciones humanas, la energía para no conformarse con una
realidad insatisfactoria, y para extender el horizonte de la existencia.
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pues no podremos dejar de ser imperfectos, pero no debemos sucumbir
a nuestras vulnerabilidades y limitaciones.
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Fue Maquiavelo, en El Príncipe, quien posiblemente enfatizó en primer
término, y con la necesaria fuerza, que en política, muchas veces, las
mejores intenciones -puestas en práctica- se transforman en lo contrario
de lo que sus promotores querían y llevan a resultados opuestos de los
que se esperaban. Propósitos que parecían excelentes de pronto llevan
a la ruina, y otros que en principio lucían mal pueden desembocar en
realidades positivas para la sociedad. La idea tiene enormes
implicaciones, pues cuando se estudia la historia no es difícil caer en
cuenta que numerosas tragedias han sido desencadenadas con los más
loables objetivos en mente. Las revoluciones de nuestro tiempo son un
ejemplo típico: su origen ha sido generalmente una voluntad de
superación y liberación humanas; sus productos, sin embargo, han sido
el totalitarismo y la opresión llevados a un más elevado nivel de
refinamiento. Esa es "la ironía de la política", el choque entre las
intenciones y los resultados, la contradicción entre los deseos y las
consecuencias de los actos.
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Semejante constatación plantea un problema ético fundamental, con
indudable relevancia para la política práctica: ¿es la presunta bondad de
las intenciones criterio suficiente para juzgar la acción política?, ¿no es
acaso necesario tomar también en cuenta las consecuencias de la
acción?
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pasado y una previsión del futuro. Se basa en una interpretación de la
historia que considera al hombre caminando lentamente en una
dirección definida y deseable, e infiere que este progreso continuará
indefinidamente. Ello implica que, al ser el fin del problema máximo de la
tierra, se llegará a alcanzar algún día una condición de felicidad que
justificará el progreso total de la civilización". Sin duda, la esperanza es
una dimensión fundamental de la existencia humana, y la esperanza en
el progreso de la comunidad a que se pertenece es un ingrediente clave
de las luchas políticas en lo que de más noble pueden tener. Sin
esperanza, sería imposible "la creencia de que frente a la situación del
presente cabe otra más acorde con uno mismo y, por tanto, significaría
la negación de la tendencia del hombre hacia la felicidad". (3) No
obstante, como se intentará mostrar en lo que sigue, es crucial distinguir
entre, por un lado, la legítima esperanza sustentada en un sentido de los
límites y potencialidades del ser humano, y, por otro lado, las visiones
utópicas dirigidas a establecer un "Estado ideal" sobre la tierra, visiones
que -las más de las veces- encierran el germen de la opresión justificada
con base en un presunto "imperativo histórico".
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Al igual que en el caso de los fundadores del marxismo -y de manera
paradójica- el Estado o sociedad ideal que presenta Platón en La
República se caracteriza por la supresión de un aspecto central de
la política, es decir, del conflicto, como una parte o dimensión central
de la existencia humana.
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suprimir el conflicto y de construir la perfección conduce a
consecuencias totalitarias, el intento de eliminar la lucha en lugar de
moderarla, equilibrarla y someterla a reglas que concilien en vez de
asfixiar artificialmente los conflictos, culmina en el entronizamiento de un
poder absoluto. En palabras de Wolin: "Hay implícito en la actividad
política conciliatoria un concepto del orden que difiere profundamente del
sostenido por Platón. Si la conciliación es una tarea permanente de
quienes gobiernan... el orden no es un patrón fijo, sino algo semejante a
un equilibrio precario, una condición que exige buena voluntad para
aceptar soluciones parciales. Para Platón, en cambio, la índole del orden
era la de un molde cuya forma correspondía a la de un modelo
(supremo); un concepto que se debía utilizar para fijar la sociedad en
una imagen definida. Pero "¿qué clase de orden podía resultar de una
(actividad) política dedicada... a erradicar el conflicto, es decir, a eliminar
la actividad política?" Si se piensa que el orden político equivale a la
inexistencia de los antagonismos y los conflictos, se está hablando
entonces de un orden celestial, pero no "político". En realidad,
siempre, los que pretenden suprimir el conflicto lo que logran es tan
sólo acallarlo o minimizarlo transitoriamente.
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solamente la tarea de construir el orden sino también la misión de
señalar el rumbo de la vida buena.
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gobernado- consiste en una relación entre la virtud propia y la virtud de
los demás; es en este sentido, referente al carácter mutuo de la virtud,
que sólo el hombre político puede verdaderamente ser un hombre
bueno. Si bien Aristóteles no pretendió prescribir un Estado ideal a la
manera de Platón, su obra ciertamente esboza un tipo de organización
política a la que se concede un rango ético superior, y es aquélla que
hace posible la distribución de responsabilidades en la toma de
decisiones, de tal forma que cada ciudadano dirija su actividad y la de
los otros -quienes a su vez dirigen la suya-hacia el bien común,
sometidos en conjunto a la autoridad de todos, de la cual cada individuo
participa. Las ideas de Aristóteles, que han tenido un impacto profundo
en la historia de la filosofía política de Occidente, y en particular en
la teoría y la práctica democráticas, cubren -entre otros- tres asuntos
en extremo complejos y controversiales: El primero tiene que ver con la
relación entre actividad política y virtud en el sentido moral; dicho en
otras palabras, ¿en qué medida puede la política, y más particularmente
la vida política en una república democrática de ciudadanos libres, hacer
a los individuos más virtuosos? En segundo lugar, encontramos el tema
de la participación ciudadana en la toma de decisiones, y del profundo
cambio en las condiciones prevalecientes en la Grecia clásica (donde las
comunidades políticas estaban compuestas de apenas unos cuantos
miles de ciudadanos aptos para la toma de decisiones), y las actuales
circunstancias, en las que hallamos comunidades de centenares de
millones de ciudadanos: ¿cómo promover y canalizar su participación, y
cómo superar las inevitables limitaciones que la masificación y la enorme
complejidad de los problemas públicos imponen sobre el individuo
privado, sobre ciudadanos que además se mueven en ámbitos
necesariamente limitados por la división del trabajo? Por último, la
tradición del humanismo cívico asume con excesiva ligereza, las severas
dificultades que se presentan a cualquier intento para determinar de
manera unívoca ese "bien común", que funciona como norte de la
participación ciudadana. La tradición aristotélica también minimiza las
agudas diferencias de opinión que surgen siempre que una comunidad
de cierto tamaño se enfrenta al imperativo de escoger entre diferentes
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"bienes", pues lo que un individuo piensa que es "bueno" para él las más
de las veces choca con las opiniones de otros.
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BIBLIOGRAFÍA
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16. Karl Popper: The Open Society and Its Enemies, Vol. 1, Routledge &
Kegan Paúl, London, 1962, p. 155.
17. Wolin: Ob. cit, pp. 53-54.
18. J. G. A. Pocock: The Machiavellian Moment, Princeton University Press,
Princeton, 1975, pp. 66-67.
19. Aristóteles: The Politics of Aristotle, Clarendon Press, Oxford, 1960, p. 1.
Ibid., p. 326.
20. J. G. A. Pocock: Politics, Language, and Time, The University of Chicago
Press, Chicago, 1989, p. 86.
21. Pocock: The Machiavellian Moment, p. 74.
22. Pocock: Politics, Language, and Time, pp. 86-87.
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