RESUMEN
El artículo trata sobre el sitio rupestre precolombino de Pumawasi, comunidad de Parccotica, registrado
hace una década por la arqueóloga Silvia Flores Delgado en el marco del Proyecto Qhapaq Ñan. Tras
presentar resumidamente el distrito de Chinchaypucyo, el contexto geográfico y arqueológico de la
cueva de Pumawasi y su emplazamiento, se describe en detalle las pinturas rupestres que se concentran
en cinco paneles en una de las paredes laterales de la cueva. Entre los motivos figurativos destacan una
serpiente punteada de cabeza redonda y dos figuras humanas, una vestida con túnica rayada (unku) y
otra armada con dardos y una probable estólica, evidenciando el uso tardío de este antiguo instrumento
de caza y guerra en la región del Cusco.
Abstract
This article deals with the pre-Columbian rock-art site of Pumawasi in the community of Parccotica, first
recorded a decade ago by archaeologist Silvia Delgado Flores in the context of the Qhapac Ñan project.
After a brief presentation of the Chinchaypucyo district and the geographical and archaeological setting
of the Pumawasi cave, follows a detailed description of the paintings, which are distributed in five
panels on one of the walls of the cave. Among the figurative motifs stand out a spotted snake with a
round head, and two human figures, the first dressed in a striped tunic (unku), and the other armed with
darts and what appears to be a spear-thrower (atlatl), evidencing the use of this ancient hunting
instrument and weapon in late pre-Colombian times in the region of Cusco.
Fig. 1: Panorámica del pueblo de Chinchaypucyo con la carretera que baja al río Apurímac
y articula el departamento del Cusco con la provincia apurimeña de Cotabambas
Durante el incanato, Chinchaypucyo formaba parte del Chinchasuyo y era atravesado por varios caminos
secundarios del sistema vial inca, de los que aún quedan algunos restos. En la época colonial perteneció
al Corregimiento de Abancay. En 1570, con las reducciones toledanas, los antiguos ayllus fueron
agrupados en tres pueblos: Chinchaypucyo, Sumaro y Pantipata. En 1839, el distrito fue integrado en la
recién creada provincia de Anta. Al crearse en 1873 el nuevo departamento de Apurímac, la provincia de
Abancay fue separada del Cusco que se quedó con la provincia de Anta y el distrito de Chinchaypucyo.
En 2012 apareció en los anaqueles de las librerías del Cusco un pequeño libro ricamente ilustrado sobre
1)
Chinchaypucyo , coeditado por el Gobierno Municipal y el Centro Bartolomé de las Casas. Sus 150
páginas presentan la riqueza del patrimonio cultural y natural de este pequeño distrito cusqueño,
ubicado entre la margen derecha del río Apurímac y las montañas que flanquean el lado suroeste de la
Pampa de Anta.
Entre los lugares de interés mencionados en el libro atrajeron mi atención el complejo arqueológico de
Colmay, las pequeñas iglesias coloniales de Ivin y Pantipata y sobre todo las pinturas rupestres de
Pumawasi.
2)
El primero de mis cuatro viajes al distrito realizados entre abril y septiembre de 2013 tuvo como
destino Colmay (o Qollmay), un centro administrativo y religioso inca ubicado en la comunidad de
Sumaro, a pocos kilómetros de la capital del distrito, construido sobre un espolón de roca volcánica, La
parte más importante del complejo es el muro de aparejo poligonal almohadillado de factura inca
imperial y con portada trapezoidal que da acceso a una cavidad natural de la roca. Esta pequeña cueva
debió conformar el núcleo sagrado del centro donde se realizaban las ceremonias religiosas. Las rocas
en el interior tienen talladuras (figs. 2 y 3), entre ellas una cruz cristiana. Qollmay fue excavado en 1905
por Max Uhle durante su estadía en el departamento de Cusco (Valencia 1979:18-19).
En un segundo viaje (julio 2013) conocí los pequeños pueblos de Sumaro y Pantipata, mencionados en la
descripción de la provincia de Abancay de Niculoso de Furnee (1965) del año 1586. En Pantipata,
ubicado en el extremo oeste del territorio distrital, pude registrar los litograbados en forma de espiral, el
juego de la leonera y un cruz enmarcada, situados en los peldaños de la cruz misional, en las gradas y en
el muro de la entrada al atrio de la iglesia colonial (figs. 5 al 7). En la plaza frente a la iglesia se conserva
el llamado huanca, una piedra cilíndrica de carácter sagrado, que se sigue manteniendo en la plaza de
muchos pueblos de Paruro, Cotabambas y Chumbivilcas, no obstante las frecuentes remodelaciones que
estos espacios sufren en las últimas décadas.
Fig. 4: Iglesia y cruz misional de Sumaro Fig. 5: Iglesia colonial de Pantipata con el “rollo”
y la cruz misional en la plaza del pueblo
En el mes de agosto del 2013 llevé a cabo la primera visita a la comunidad de Parccotica y la cueva de
Pumawasi.
En el anexo Paro fuimos atendidos por el señor Adolfo Chávez, agricultor y actual presidente del
poblado. Sus dos hijas -Sonia de 17 y Julis de 6 años- tuvieron la gentileza de guiarnos a Pumawasi
siguiendo las indicaciones de su padre. La última visita al sitio la realicé a fines de septiembre,
acompañado por el geólogo Raúl Carreño, con el objeto de recabar información sobre el contexto
geológico y mineralógico de la zona.
UBICACIÓN Y ACCESO
ANTECEDENTES
A pesar de ser promocionada como atractivo turístico por la MDCH, la cueva de Pumawasi sigue siendo
prácticamente desconocida. Fue mencionada en el informe de la arqueóloga cusqueña Silvia Flores
Delgado (2004) sobre el registro arqueológico de las provincias de Cusco y Anta realizado en el marco
del proyecto Qhapaq Ñan. Flores se refiere a la presencia de tres paneles con pinturas y hace una
descripción somera de ellas. Aparte de Pumawasi registró en Parccotica también otro abrigo rocoso con
pinturas rupestres llamado Mandormachay. En la fotografía inserta en la ficha de registro, se distingue
varios conjuntos de líneas paralelas, interpretadas por Flores como elementos de contabilidad.
En el libro sobre Chinchaypucyo (MDCH/CBC 2012:121) las pinturas de Pumawasi son descritas como
“figuras de personas, manos, un amaro (serpiente mitológica) y formas de tejidos”. El breve texto sobre
el sitio es ilustrado mediante una foto (2012: 108) que muestra motivos del panel mejor conservado.
La cueva de Pumawasi está ubicada en la base de la loma, llamada Toqasa. en el piso ecológico suni. En
los puntos húmedos del interior de la cueva crecen algunos arbustos, helechos y ortigas. A ambos lados
del riachuelovecino existe una cobertura arbórea y arbustiva densa de especies características para este
piso ecológico. El agua del vecino riachuelo permanente discurre subterráneamente desde unos 50 m
del cañón obstruido por un derrumbe, para reaparecer a unos 200 m más abajo. Durante la época de
lluvias, el caudal crece notablemente, formándose una bella cascada al interior del cañón.
Geológicamente la zona pertenece al Grupo Tacaza, que abarca desde el Eoceno hasta inicios del
Mioceno (Marocco, 1975:29). En la cueva y alrededores afloran brechas volcánicas y tobas soldadas, es
decir material piroclástico y derrubios producto de erupciones que tuvieron lugar hace unos 30 millones
de años. En parte de la pared de la cueva se observa un espejo de falla con una delgada costra de
milonita (menos de un centímetro de grosor) que muestra el característico pulido con estrías lineales y
paralelas. El pulido y la milonita son resultado de la fricción causada por el movimiento diferencial de los
bloques rocosos durante el proceso de fallamiento. Buena parte de las pinturas rupestres fueron hechas
sobre esta costra milonítica o espejo de falla (Com. pers. del geólogo Raúl Carreño, compañero del
último viaje a Pumawasi).
Bajando por la cresta se llega al asentamiento precolombino fortificado de K’umur (fig. 10), que ocupa la
cima de una loma que se conecta con la de Toqasa. En el lado norte quedan restos de un muro
perimétrico de defensa y la base de una construcción circular junto al precipicio que limita el cerro hacia
el oeste. En el cerro subsisten restos de 12 construcciones rectangulares con muros incaicos, cubiertos
por vegetación arbustiva y arbórea (MDCH/CBC 2012:121).
Pumawasi es el nombre de una enorme cavidad rocosa que por sus dimensiones y forma debió
impresionar e infundir respeto a los antiguos pobladores de la zona (fig. 11). La cueva es de planta
aproximadamente trapezoidal; mide unos 22 m de profundidad, 30 m de ancho en la boca y 19 m de
alto máximo en la línea de gotera. El fondo de la cueva lo forma una pared rocosa de 4.4 m de alto. En
la base de la pared derecha se nota mayor humedad en el suelo que en el lado opuesto, donde existen
restos de entierros (fig. 13).
Fig. 11: La cueva de Pumawasi Fig. 14: Bosque natural mixto en la margen
izquierda de la quebrada
En el piso de la cueva, que tiene un ligero declive hacia afuera, se ha acumulado gran cantidad de
estiércol de ganado vacuno que usa el lugar como refugio. Con sus patas, el ganado ha disturbado los
contextos arqueológicos en el piso de la cueva, lo que explicaría la presencia de gran cantidad de
fragmentos de cerámica en la superficie. La cercanía de agua durante todo el año es otro factor que
atrae al ganado y, en consecuencia, también al puma, que, según los comentarios de un anciano
comunero de Paro, usaba la cueva como madriguera y atacaba desde allí a los caballos de la ex-hacienda
Paro (MDCH/CBC 2012:116).
En tiempos precolombinos tardíos (Período Intermedio Tardío y Horizonte Tardío), la cueva fue usada
para fines funerarios y la realización de ceremonias y ritos asociados a los muertos. En la base de la
pared lateral izquierda (mirando hacia el interior) existen numerosas osamentas humanas, pero las
estructuras funerarias que las albergaban han desaparecido por completo. Llama la atención la gran
cantidad de fragmentos de cerámica roja y negra tanto utilitaria como fina en el suelo de la cueva,
mezclada con bosta de ganado. Algunos de los tiestos de engobe rojo o anaranjado tienen diseños
geométricos sencillos en forma de bandas paralelas o reticuladas de color ocre (fig. 16). Según el
arqueólogo Jorge Aching (com. personal) pertenecerían “a una manifestación local del Intermedio
Tardío para la zona de Anta”. El reticulado recuerda a diseños de la cerámica killke (1000 a 1400 d.C.),
cuyo rango de distribución se extiendo sobre más de 60 km áereos desde el valle del Cusco (Bauer
2001:62).
Las pinturas rupestres se encuentran repartidas en cuatro paneles en la pared lateral izquierda del
abrigo (fig. 17), donde estaban adosadas las tumbas prehispánicas. Enumerando los paneles de 1 a 4
encontramos el primer panel muy cerca de la pared de fondo de la cueva. El segundo a una distancia de
4.6 m, el tercero y cuarto en el extremo izquierdo de la boca de la cueva.
Fig. 17: Croquis de la planta de la cueva de Pumawasi,
con indicación de los paneles.
Panel 1
Está compuesto por pinturas muy deterioradas que fueron aplicadas sobre la mencionada costra
milonítica. Solo se distingue, en la parte superior, el fragmento de un motivo compuesto por puntos
rojos junto a otro motivo geométrico de color anaranjado remarcado con una línea roja. Hacia abajo se
prolonga una nube de puntos rojos seguida por una mancha roja. El mejoramiento digital de las
imágenes permitió reconocer dos figuras antropomorfas al lado de la composición geométrica (figs. 18a
y b, figs. 19a y b).
Fig. 18a: Restos de pinturas del panel Fig. 18b: Con mejoramiento digital
1 (D’Stretch, canal “ire”)
Panel 2
Ubicado a solo 1.5 m de distancia del primer panel, este contiene una mayor concentración de pinturas
que el anterior, aunque también muy deterioradas, habiéndose perdido parte de ellas por el
desprendimiento de la costra que cubre la pared (fig. 20). Otras se han borrado por el escurrimiento de
un líquido lechoso, producto de la disolución de minerales de alteración de las tobas riolíticas. Queda
reconocible en el lado derecho un motivo rectangular con doble línea de contorno, dividido en dos
partes (figs. 21a-c). En el interior de cada compartimiento fue dibujado un pequeño círculo. Alrededor
de este motivo hay una nube de puntos, círculos y trazos cortos en forma de ganchos. En el lado
izquierdo del panel, a una altura de 1.6 m desde el suelo, se observa un grupo de pinturas compuestas
por pequeñas figuras humanas y una figura sauriforme, de forma geometrizada (figs. 22a-c), que mide
25 cm de alto, tiene extremidades delanteras muy largas, una pequeña cabeza redonda, sin cuello, y una
cola. A su lado se logró identificar tres figuras antropomorfas en distintas posiciones, dos de tamaño
pequeño (4.2 cm) y la tercera, de estilo lineal, tres veces más grande (12 cm). El panel está remata en su
extremo izquierdo por un círculo deformado de 18 cm de diámetro máximo con un punto concéntrico.
Fig. 20: Sonia Chávez, de Parco, colocando la escala para el registro fotográfico del primer panel de pinturas
Fig. 21a: Parte superior derecha del panel 2, con el rectángulo Fig. 21b: Foto anterior con mejoramiento digital
compartimentado (D’Stretch, canal “lds”)
Paneles 3 y 4
El panel 3, a una distancia de 3 m del anterior, contiene manchas rojas y restos de figuras irreconocibles
en piedras salientes de la pared. A pocos metros del panel principal en la pared de la entrada y a 17 m
desde el fondo de la cueva se encuentra un cuarto panel con pinturas en forma de pequeños trazos
verticales de color rojo.
Panel 5
Es el panel más extenso, mejor conservado e iconográficamente más interesante. Está compuesto por
un total de 13 motivos figurativos y no figurativos pintados en dos tonalidades de rojo. No existe una
relación visible entre los motivos (figs. 23a-c).
De lejos llaman la atención tres conjuntos de trazos rectos de color rojo oscuro, más o menos paralelos;
dos de ellos (1 y 11) se encuentran unidos en el extremo superior e inferior por una línea horizontal
(figs. 24, 26, 27). Debajo del motivo 1 se encuentra una serie de puntos dispuestos en dos hileras
paralelas (2).
La parte céntrica del panel está ocupada por la figura de una gran serpiente (8) de 57 cm de largo, en
posición vertical y que se desliza hacia arriba (figs. 29a y b). A su izquierda hay una figura sauriforme (5)
con una cola prominente (figs. 30a y b), y encima se observa un abanico de trazos perpendiculares
paralelos (6). A la derecha del ofidio se observan dos figuras humanas yuxtapuestas, la de arriba (10),
dibujada en posición frontal, tiene 23.5 cm de alto (figs. 31a y b), está vestida con una túnica decorada
con listones verticales y tiene los brazos extendidos, ligeramente flexionados; el derecho termina en una
mano. Las piernas están separadas y terminan en pies orientados hacia afuera.
Pocos centímetros más abajo se encuentra la segunda figura antropomorfa (9) que mide 19 cm de alto y
tiene los pies orientados hacia la izquierda, sostiene un haz de tres dardos en una de sus manos ,
mientras que en la otra porta un dardo o estólica, también con el brazo en alto (figs. 32a y b). En la
cabeza parece llevar un tocado. Es posible que represente un guerrero o cazador. En caso de estar
representado de frente, se trataría de un individuo zurdo que usa la mano izquierda para lanzar el
dardo. No se puede descartar la intención del pintor de representar la figura de espaldas, con lo que el
brazo que porta el dardo, sería el derecho.
Entre las figuras de la parte central destaca una gran serpiente que mide medio metro de largo, cuyo
cuerpo ondulante está decorado con una fila de puntos. De cada lado de su redonda surgen tres
apéndices enroscadas. Por los trazos al interior de la cabeza pareciera que el artista hubiese dotado la
cara de la serpiente con rasgos faciales como ojos, nariz y boca, pero el mal estado de conservación de
esta parte de la pintura no permite tener certeza sobre estos detalles.
A la izquierda del ofidio fue pintada una línea entre ondulada y quebrada (7). En el extremo derecho del
panel se distingue un motivo geométrico (12) de forma cuadrada con una raya vertical en el interior
(figs. 28a y b) y en el límite superior derecho del panel, el mejoramiento digital de la foto reveló la
presencia de una pequeña figura antropomorfa (13).
Las figuras del centro y de la derecha se diferencian de las del lado izquierdo (motivo sauriforme, hileras
de puntos, conjuntos de trazos verticales) por ser de color rojo más claro. Al no existir superposiciones
en el panel, no sabemos si existen diferencias cronológicas entre las dos tonalidades de rojo.
Sólo una de las figuras (motivo sauriforme) ha sufrido daños antrópicos al haber sido rayada o raspada
con la consiguiente pérdida de parte de la pintura. Hay evidencias de rotura de la roca encima del
motivo 11, donde se desprendió una laja encima del trazo horizontal por lo que no sabemos si el motivo
está completo.
Fig. 23a: El panel 5 en la entrada de la cueva
Fig. 24: Detalle de los motivos 1 y 2 Fig. 25: Motivo 3 en forma de furca o “Y”
Fig. 26: Detalle del motivo 4 Fig. 27: Detalle del motivo 11
Fig. 28a: Detalle del motivo 12 Fig. 28b: Foto mejorada digitalmente
(D’Stretch, canal “crgb”)
Fig. 29a: Detalle de los motivos 7 y 8 Fig. 29b: El mismo motivo con
mejoramiento digital
(D’Stretch, canal “ire”)
Fig. 30a: Detalle del motivo sauriforme Fig. 30b: El motivo 5 con
mejoramiento digital
(D’Stretch canal “lds”)
Fig. 31a: Detalle del motivo 10 Fig. 31b: El mismo motivo con
mejoramiento digital
(D’Stretch, canal “ire”)
Fig. 32a: Detalle del motivo 9 Fig. 32b: El mismo motivo con
mejoramiento digital
(D’Stretch, canal “ire”)
CONCLUSIONES
Lo que se ha salvado parcialmente de la depredación y del deterioro natural son tres conjuntos de
pinturas rupestres que, por su ubicación, en la pared lateral de la cueva debieron estar relacionados con
los entierros situados al pie; es probable que su elaboración haya formado parte del ritual mortuorio.
Por los fragmentos de cerámica hallados en la superficie de la cueva se infiere que fue usada para fines
funerarios principalmente durante el Intermedio Tardío. Tomando en cuenta los comentarios de Flores
(2004) sobre el hallazgo de fragmentos de cerámica de filiación Wari e Inca durante su visita del 2004, se
podría pensar que la cueva habría comenzado a ser usada desde siglos antes, durante el Horizonte
Medio, continuando hasta el Horizonte Tardío.
Existen diferencias iconográficas notables entre los motivos de los dos primeros y el último panel de
pinturas. Es posible que los paneles 1 y 2 sean más antiguos, quizás pertenecientes al Horizonte Medio,
por la predominancia de motivos abstractos y geométricos, mientras que las pinturas prioritariamente
figurativas del quinto panel parecen ser de una época posterior. Estas, aparte de representar íconos
marcadamente diferentes comparadas con las demás pinturas de la cueva, se encuentran también
mucho mejor conservadas a pesar de estar expuestas al intemperismo derivado de la insolación, el
viento y la humedad.
Llaman particularmente la atención dos figuras de este último panel: la gran serpiente punteada de
cabeza redonda y el guerrero o cazador armado con dardos. Es rara esta forma de presentación de la
serpiente en el arte rupestre de la región. Por su tamaño y por detalles de la cabeza con los tres
apéndices curvos en cada lado, recuerda a ofidios representados en petroglifos de la costa peruana
(Nuñez 1986:477-479; Guffroy 1999:112-113). Figuras serpentiformes con cabeza redondeada
(antropomorfa o de otro animal como el felino) también son conocidas de otros sitios rupestres y se
encuentran tallados en varios monolitos de la cultura pucara. La serpiente (machaqway) es un animal
mitológico relacionado con el rayo, el agua de la lluvia y la fecundidad; su representación en diversos
soportes y en sus diferentes estados de metamorfosis es de larga tradición en el ámbito andino.
Con relación a la figura antropomorfa armada con dardos y una posible estólica, podemos afirmar que, a
nivel regional, es la primera representación de esta arma encontrada en un contexto rupestre
precolombino relativamente tardío y donde este instrumento no está asociado a una escena de caza.
Las figuras que fueron interpretadas como “huellas dactilares”, “manos” y “tablas estadísticas”
(MDCH/CBC 2012, Flores 2004) son en realidad simples trazos verticales independientes o unidos por
líneas horizontales (similar al unku de la figura humana), pero cuyo significado desconocemos. Se
repiten en las pinturas rupestres del abrigo rocoso de Mandormachay, registrado por Flores (2004:65) al
noroeste de la comunidad de Parccotica.
AGRADECIMIENTOS
Al señor Adolfo Chávez de Parccotica y sus hijas por su hospitalidad y apoyo en la visita de Pumawasi.
Estoy particularmente agradecido a Raúl Carreño por la revisión crítica y corrección meticulosa del texto.
A mi hija Zunilda por la corrección del primer borrador. Y a Jorge Aching por sus comentarios sobre la
posible filiación temporal de los fragmentos de cerámica hallados en la superficie de la cueva.
NOTAS
BIBLIOGRAFIA
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1999 El arte rupestre del antiguo Perú. IFEA, IRD, Lima
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