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Al igual que el principal músculo humano, el motor da vida, sin él no hay

movimiento y, por tanto, no hay coche. Se trata de una fuente de energía


mecánica que todo vehículo necesita para poder moverse y que se obtiene
mediante una transformación de otros tipos de energía dentro del motor:
eléctrica, de combustión o la combinación de ambas. Esta conversión permite
generar un continuo impulso mecánico cuya fuerza hace girar las ruedas y
pone el vehículo en marcha.
En función de la energía base, se distinguen tres principales tipos del motor: de
combustión interna, eléctrico y combinado (de propulsión híbrida). Un motor de
combustión interna transforma el calor generado por el combustible, ya sea
diésel o gasolina, en movimiento mecánico del coche. Durante este proceso el
oxigeno del aire se mezcla con el combustible y hace que este último explote
(en el caso de la gasolina) o llegue a la autoignición (en el caso del diésel),
generando gases cuya fuerza de expansión térmica acciona sobre el pistón
que, a su vez, empuja el cigüeñal y hace que este ponga en movimiento las
ruedas del coche.
En un motor eléctrico, el combustible es electricidad que se convierte en
energía mecánica a través de los campos magnéticos producidos por dos
imanes -uno móvil (rotor) y otro fijo (estátor)- y un circuito eléctrico ubicado
entre ambos, que genera su propio campo electromagnético. Descubierto en
1821 por el físico inglés Michael Faraday, el principio básico de este motor del
automóvil es muy sencillo y consiste en una interacción entre los campos
magnéticos opuestos generados por imanes y un conductor de electricidad:
debido a una constante atracción y repulsión magnética entre ellos, se produce
una rotación continua dentro del motor generando energía necesaria para el
movimiento del vehículo.
A su vez, un motor híbrido combina diferentes vías para conseguir la
producción de energía mecánica: propulsores eléctricos y combustión interna a
base de gasolina, en la mayoría de los casos, o diésel. Las dos partes del
motor pueden funcionar a la vez o por separado y se controlan por un
ordenador que distribuye la carga entre ambas en función de las condiciones
de conducción. Así, en carreteras interurbanas, donde la potencia juega un
papel importante, la parte del motor que más trabaja es la de combustión,
mientras que en la cuidad le toma la revancha el componente eléctrico por ser
más ecológico y también más barato.
Motores de gasolina
Hoy en día los motores de gasolina son los que más se utilizan en todo tipo de
vehículos. Son máquinas de combustión interna formadas por distintos
mecanismos fijos y móviles, como válvulas de admisión, cilindros o pistones,
estos últimos considerados el corazón del motor coche. Existen dos clases de
motores de gasolina, de 2 y 4 tiempos. La estructura del primero es más ligera
y sencilla, y su funcionamiento se basa únicamente en dos movimientos del
pistón, distribuidos entre admisión y comprensión -primer paso- y explosión y
expulsión -segundo paso-, mientras que en el motor de 4 tiempos todos estos
procesos se llevan a cabo en cuatro etapas. Es decir, en un motor de 2 tiempos
se produce una explosión de combustible por cada vuelta de cigüeñal, mientras
que en uno de 4 tiempos esto ocurre una vez por cada dos vueltas de cigüeñal.
Por lo tanto, con la misma cilindrada, un motor de 2 tiempos genera más
potencia, pero también un mayor consumo de combustible y produce más
contaminación que su equivalente de 4 tiempos. Precisamente por ser
demasiado contaminantes, en los últimos años los motores de 2 tiempos se
han ido sustituyendo por los de 4 tiempos que resultan muc

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