Libre
Por
Haidemar Espinoza
Dedicatoria
Lo dedico a mi papá
A los tantos que nos han dejado en esta década
A los que quedamos
A las almas libres
A los que enfrentan la vida sonriéndole
A la tierra de frío y a Venezuela
ESE DÍA – YO
¿EXISTIR? – ÉL
Suena la alarma, son las cinco de la mañana, lo mismo de todos los días,
no sé para que la pongo si no logro concebir el sueño una noche entera desde
hacía tanto, quizás es la necesidad de apegarme a una rutina donde el
despertador suena y “el que madruga Dios lo ayuda”. Otro día más de esta
desgraciada existencia, no me hallo en ningún lado, no quiero que Haide se
vaya y me deje solo. Mejor dicho, no quiero irme y dejarlos solos, estar sin
ella y sin mis hijos. Desde que el infeliz que tomo el poder hace más de quince
años no ha habido más que desdicha, rata humana. Ese maldito se debe estar
quemando en el profundo infierno por todo el mal que hizo.
Aún recuerdo las épocas más felices, conocer a la señora Rose Marie fue
una fortuna pero a la vez algo difícil de llevar, pero bueno ¿no es acaso así la
vida? ¿No se trata de polos opuestos? ¿Acaso no aceptamos todo tomando
ventajas y considerando sus desvirtudes y consecuencias? Eso es la misma
vida, puedo existir hoy sin embargo mañana puedo decidir lo contrario.
Gramoxone. Esa mujer me abrió el paso al turismo internacional y el universo
del dólar, que días tan esplendidos y dorados, sin pensar que caeríamos en esta
maldición de gobierno hijo de puta, tiempos donde mi calidad de vida era
mejor. Y mis carros ¡Por Dios toda la vida con un carro, desde que tengo
memoria sobre las ruedas! Podía darme el lujo de cambiarlo por año ¿y ahora?
Ahora ni siquiera lo tengo, hace un mes que mi camioneta esta en reparación
indefinida, no tengo nada que limpiar y pulir en las mañanas, no tengo nada
que lavar y lustrar, si no tengo mi carro no tengo vida, no tengo provisión
¿Qué clase de padre seré? Solo un estorbo, para ser un estorbo prefiero
simplemente no ser.
Hace días lo vi, lo busque en internet y hasta lo compre, Gramoxone. Un
veneno herbicida, al parecer una especie de amonio, según Wikipedia. “La
intoxicación por pesticidas, especialmente con fines suicidas, continúa siendo
un importante problema terapéutico”, ahora resulta que necesito terapia, me
niego a asistir con uno de esos buenos para nada, no estoy loco me oyen ¡NO
ESTOY LOCO! ¿O sí? ¡Dios mío –tomo mi cabeza- estoy loco! Pero ¿Qué
más tengo en esta vida? Estoy pronto a cumplir 63 años ¿Quién va a querer
darle trabajo a un viejo? Nadie. Estar fuera de este país, me aterra. Me
levantare de la cama, hay que cumplir la rutina.
Siempre se tardan, todos hacen lo que quieren en esta casa y no respetan
los horarios, encenderé la computadora, monótonamente para ver qué ocurre
en el día, darle un último vistazo a la realidad nacional, al océano de
información que nos arropa atroz y ferozmente, nos bombardean. <<La niña
esta lista>> apenas oigo decir, lejos, lejos de mí. Continuo, en silencio me
levanto, es la última vez que llevare a mi hija a la parada. Y en el trascurso
solo hay silencio ¿debo decirle algo? ¿La abrazo? No sé qué hacer. ¿Tendré
bolas para hacer esto? No pienso vivir más esta vida que me ha tocado, nadie
sabe ni sabrá.
-Se están yendo ya –soy un cobarde, es lo único que puedo decir. Que
estúpido bruto.
- Si, pero aún no, bendición papá –se despide, huye prácticamente, siempre
lo hace. Quizás me tenga arrechera, quizás nunca fui un buen padre, pero ella,
ella siempre era mi luz. No le respondí, me quedé viendo a la nada, pensando.
Estará mejor sin mí, solo quiero que termine, que se gradué, que sea
profesional, que sea alguien en la vida y no una marginal viviendo desgracias.
Aun recuerdo cuando se graduó de bachiller, me contente tanto. Ella siempre
hacia tantas cosas y era la mejor en todo, saco la nota máxima de toda la
promoción y verla dar el discurso del acto fue apremiante. Me quedo en el
silencio de la camioneta y en el caos de pensamientos, solo esperare que se
vaya su bus, mientras la observo sentada en la ventana, es la última vez que la
veré.
Es hora, ya es la hora. Estaciono la camioneta ¿Qué estoy haciendo? ¿Soy
valiente por atentar contra mi o cobarde por huir de la vida? Escabullirme
entre el dolor y la soledad. No importa cuántos estén, me siento solo todo el
tiempo. Dios, Dios perdóname. Halo. No le harás falta a nadie. Nadie te quiere
¿no lo ves? Eres un bruto y un inútil, no pudiste ni terminar la escuela y ya
estás viejo, es tarde, el tren paso y te dejo botado porque eres la pieza del
rompecabezas que no encaja ni encajará jamás. Me imagino el futuro si me
voy ¿aún hay oportunidad? Puedo hacer jabones, tener mi propio taller.
Anoche se lo comente a todos pero nadie me escucha, siento que se burlan.
Busco el pote, ya no hay marcha atrás, me lo bebo todo.
El olor me comienza a penetrar las fosas nasales, siento un ardor pero no es
mayor que el que me recorre la garganta, un líquido espeso y nauseabundo,
que pesa en la boca, me quema y siento que me revienta los poros internos
hasta mi estómago, soy un hombre, soy un hombre carajo. Chivo que se
devuelve se desnuca. Se me escurre algo por la nariz y siento que es sangre, a
eso huele.
Me mareo, todo da vueltas, a tientas puedo caminar hasta la puerta para
abrirla, el dolor, el ardor, maldición no puedo ni pensar, solo me voy…
-Alfredo ¿Qué paso? –me dice alguien, no sé quién es, todo me da vueltas
y se vuelve oscuro, luego blanco, se transparenta, todo parece envolverse por
manchas ambiguas y sin forma, siento querer vomitar –Silvino, Silvino es
Haide ¿me oyes? ¿Qué hiciste?
No puedo contestar, casi me arrastro, ella me lleva, me conduce al cuarto.
Comienza el mar de vomito, me arden los ojos y la cabeza me palpita
abruptamente, el vómito me arde en la garganta y la nariz, parezco una pila
que se abre luego de no haber agua una semana, no puedo ni sostenerme en mi
propio peso, me dejo caer, no tengo fuerzas. Levanto la mirada y puedo verla,
es ella. ¿Qué ha hecho para merecer esto? me mira, tiene esa mirada llena de
compasión y amor ¡NO! ¡No me mires! Que desgracia que me veas así.
Perdóname, escucho risas, burlonas, malévolas.
Ayúdame… -suspiro y suelto en un gemido casi inaudible, estoy a punto de
dejarme ir y oigo otra voz, un hombre.
-¿Qué coño hiciste? Qué raro tu haciendo show sabiendo que uno está
ocupado, párate –arrastra las palabras. Sí, es mi hijo, el mayor, quien quise
fuese mi mejor orgullo pero ¿Por qué? ¿Por qué pediste la baja? ¿Por qué no
seguiste? Tu vida sería otra, quizás siendo un general a bordo de un barco
rumbo a Italia o qué sé yo. Ahora si me dejo ir, el ardor perturba mis
pensamientos.
MIRADA PÉRDIDA- YO
INFIERNO INTERIOR – ÉL
MI DESPEDIDA – YO
Me siento bien, me había despedido por ese día. Me voy a casa con
Giulianna y después de media hora vibra mi celular.
-Hola mamá –el corazón se me sale por la boca, me acelero.
-Haidemar, hay que ir haciendo unos trámites porque ya aquí no se puede
hacer nada. Hija su papá falleció, debemos esperar mañana para que nos den el
cuerpo y José hará los trámites para velarlo y cremarlo –expreso serenamente,
mamá tenía esa facultad en sí misma, el mundo podía caerse en pedazos pero
ella mantenía la calma y su voz siempre era como curativa. Cuando dijo la
palabra “falleció” mi alma se envolvió en tristeza y nostalgia. Una simple
palabra encierra una sensación extraña, desconocida para mí, no soy buena
con sentimientos negativos; es como estar en este mundo y a la vez estar en
uno paralelo ajeno a tu cuerpo mientras observas como éste se desquebraja.
-Esta bien –solté y colgué.
Papá había muerto quince minutos después de que me despedí de él. Hasta
aquí nos llegó el viaje papá, ahora debo continuar sola. Realmente esto no dio
“fin” a algo, sino le dio un “comienzo”. No es algo que haya dejado preguntas,
dudas o misterios, más bien dejo una gran respuesta, un resultado, una verdad.
Donde la muerte hace acto de presencia le prosigue el renacimiento, este era
mi renacimiento en la realidad y crueldad del mundo, no como cuando mi
mama me dio a luz, que era pequeña, indefensa, ignorante e inocente, expuesta
a un mundo desconocido por descubrir, ahora yo respiraba un mundo
diferente, uno sobrepasado de conocimientos y saberes, de desdichas y
felicidad, un mundo tan conocido que a veces prefieres huir de él pero que al
final del día te das cuenta que debes vivirlo y enfrentarte a él hasta el día que
la misma vida decida que el viaje se ha acabado.
Solté el teléfono y aún estaba en el suelo, sintiendo que el suelo me
arrancaba el alma, Giulianna se acercó y me puso la mano en la espalda, lloró.
Lloramos juntas, me abrazó y me ayudó a levantarme. De pronto todos
estábamos en el cuarto, Giulianna, Fabricio, el señor Manuel con su yeso y la
señora Mary junto a nosotras. Sus papás lloraban, lo hacían con nosotras.
Estuvimos hablando durante un largo rato, sobre la vida, la muerte, sobre
mí y mi papá, sobre la familia. La noche se hizo vieja y tocó dormir porque al
día siguiente era el velatorio y el entierro. A mi papá lo cremarían, era algo
que quería y había manifestado en vida. Entre ese “intento” de dormir, volví a
tener recuerdos, esta vez, sobre todas las veces que me busco en el terminal.
Que largo es este viaje, doce horas en una caja de metal encerrada con 28
alientos y sudores, ya son las 6:20 y estamos llegando, menos mal que mi papá
es medio sonámbulo, eso ayuda a que este pendiente del celular y venga a
tiempo a buscarme. ¿Será que le pegará mi ausencia? Aunque solo me voy dos
o tres días. Peor ¿Será que sabe realmente que es lo que voy a hacer a Mérida?
¿Será que sabe de él? Yo creo que sí, me ha tocado el tema varias veces pero
sin incluirnos, me ha hablado de que mis hijos pueden salir enfermos.
En fin, ya abren el bus, al fin aire fresco, todavía tengo mi suéter rojo del
Real Madrid, huelo horrible y mi cabello está asqueroso. Al bajar busco mi
maleta rápido y mientras espero, diviso la camioneta roja de mi papá, entonces
lo veo a él. Camino con suavidad hacia allá, subo mis cosas, lo saludo con un
abrazo y un beso en la mejilla, hablamos del viaje, pero políticamente, que fue
largo, que hace frío, que salí tarde la noche anterior, que todos están bien y
hasta ahí. Yo sé que él sabe. Cuando lo veo en el terminal en cada viaje, se me
llena el alma de amor y nostalgia.
Al despertar, aún me costaba asimilar la noticia, sabía que debía ir a la
funeraria a firmar unos papeles, Giuli y Fabri me llevaron y me dejaron allá,
José ya había llegado. Mi hermano y yo jamás fuimos unidos pero fue porque
él puso una pared agresiva siempre, nunca considere que me quisiera. Sin
embargo, mi naturaleza me llevo a abrazarlo en cuanto lo vi, porque es mi
hermano porque compartimos la sangre del difunto, fue entonces cuando
rompió a llorar en mi hombro, me había recibido el abrazo, era la segunda vez
en mis veinte años de vida que él me abrazaba y lloraba, la primera vez había
sucedido unos 5 años antes, cuando me pidió perdón por tantos maltratos.
Después de llorar cuando recibí la noticia, no lloré más. Estuvimos en la
funeraria, con los familiares, el ataúd, el olor a formol, algunas amistades,
todo muy íntimo, aún no lloraba. Al final, solo quedé en estado de shock por
algunos largos minutos. En ese letargo congelado, divise más recuerdos, de
unos 5 meses atrás.
Dios mío, no quiero ir, no me obligues ¿un retiro? ¿para qué? Algo dentro
de mí me detiene, aunque sé que debería ir porque es parte de mi crecimiento
en la fe. Termine yendo, lo que no me imagine es lo habría de pasar. Desde la
llegada hasta la partida estábamos en el pequeño púlpito, incluso nos querían
quitar el celular, una líder me dijo que, si desobedecía, Dios no me daría su
bendición. Pamplinas, la bendición que me dio se volvió incomparable,
inagotable, inexplicable y perfecta. Por alguna razón, cada vez que oraban por
mí o Dios me ministraba, lo hacía encaminado al perdón ¿Por qué? Yo no odio
a nadie o eso quería creer.
Mientras las horas transcurrían, pensé en mi papá, tenía dudas, es decir,
bueno, él no es el hombre perfecto, es tosco y muchas veces ofensivo, recibí
algunos maltratos, trataba de amarlo, de honrarlo porque es un mandamiento,
era una ley que cumplir, aunque en mi alma poco me nacía, incluso deje de
pedirle la bendición hace tiempo, programa mi mente para procurar
obedecerlo y respetarlo. No entendía ni media papa, quería entender, quería
que Dios me diera la respuesta. Mientras nadaba entre todo esto en mi mente,
la pastora se acercó a mí, me abrazó y me dijo al oído: Dios sabe que no
entiendes y también que quieres entender, pero Él te dice hoy que tienes que
tomar la llave del perdón, tienes que perdonarlo.
¿Perdonarlo? ¿Cómo sabía ella que yo estaba pensando eso? Ella no sabía,
Dios lo sabía, no era ella, era Dios. No pude evitar llorar. Quizás sí, era así y
no quería aceptarlo, pero esta experiencia marco mi existencia. Ella oró para
mí, junto a otros tres líderes. Recordé lo que dice la biblia “ante su presencia
tiembla la tierra”, era literal, mi cuerpo temblaba en ese momento, tantas
oraciones, yo no las oía pero sentía un estruendo que mi cuerpo inútil y mortal
no podía soportar, grité, grité con todas mis fuerzas, grité como loca, sentía
que me arrancaban algo del alma, era algo pesado y sumamente pegado, algo
que tenía desde hace años y había hecho nido ahí, algo que se estaba
pudriendo, una raíz, algo indescriptible, sentí como me lo iban arrancando,
poco a poco pero me aliviaba, cuando por fin salió todo, regrese en mí, pude
abrir los ojos, me desorienté pero ya no gritaba. Me arrodille, todo era suave,
era bonanza, me abrazaron, me abrace a mí misma por dentro. Entonces pensé
en él.
No podía esperar a llegar a casa, desde Barquisimeto hasta Valencia había
tres horas, pero yo quería estar allá y verlo, ver que había pasado, tenía miedo.
Pero cuando llegué, lo supe. Al verlo, solo sentí que mi corazón saltaba de
alegría y de felicidad, le pedí la bendición después de tanto y lo abrace, era un
nuevo comienzo, así lo fue para ambos, porque él no había cambiado, la que
había cambiado era yo, por eso fue que vi todo diferente y pude disfrutar de mi
papá el tiempo que quedaba, era mi tiempo de sanar y amar, mi tiempo de
comprender y perdonar, era el tiempo de unir los lazos.
No sé qué sería de mí si eso no fuese sucedido, si Dios no me fuese
abrazado con la oportunidad de ese tiempo. Mi vida sería distinta, estaría
perdida quizás. Al pasar dos días ya estábamos en Mérida, para esparcir las
cenizas, se supone que la dejaríamos en el cementerio, pero al final decidieron
echarlas en la Laguna de Mucubají, José nos excluyó, a Selimar y a mí. No
nos enteramos sino horas después cuando ya había pasado. Gracias a eso,
algunas tías dejaron de hablarme, me odiaron, porque para ellas yo no fui
porque no quise, la realidad es que nunca se me dijo nada.
Para la sorpresa de todos, mi mamá decidió quedarse en Mucuchíes ese
mismo fin de semana, Selimar con doce años debía quedarse con ella pero ¿y
yo? Yo debía volver a Valencia, apenas estaba en el sexto semestre de la
universidad, tenía que culminar mi carrera, entonces tomé una decisión que
trascendería mi vida: me regrese a Valencia sin ellas. Lógico que no me viviría
en ese sitio, esa casa que tanto daño nos hizo, mi mama consiguió donde
mudarme al norte de la ciudad, en Tazajal con una señora mayor y que con dos
meses era suficiente para descubrir que estaba mal de la cabeza.
El problema de que un ser querido muera, no es la partida lo que cambia
todo, es la ausencia de él lo que hace diferentes los días, en mi caso personal,
mi papá lo hacia todo para mí, igual que mi mamá y es que así son los padres,
hacen todo por uno, por nuestro bienestar, se quitan la comida de la boca para
dárnosla. Pero ahora, si tenía un rollo o necesitaba algo, tenía que resolverlo
yo sola.
Todos supieron de la muerte de mi papá, aunque no muchos conocían la
causa, en la familia era deshonroso decir el porqué. Sinceramente yo no tenía
problemas, no me avergonzaba decir lo que él había hecho, tampoco buscaba
la lástima de otros, acepte condolencias y abrazos de un gentío, todo era parte
de la vida y todos nosotros vivíamos dentro de ella, hay que vivirla con sus
amores y sus dolores, con sus alegrías y sus sinsabores, conocer su significado
pero también su fin.
Entonces, mi destino era Valencia. Tengo que reconocer que en medio del
desierto que vive este país, esos 17 meses sola, fueron los mejores y los peores
hasta ahora, viví experiencias nuevas y e increíbles, en mi vida y en mi
carrera, la gente bonita que conocí, siempre dicen que vivir con otros
inquilinos en un mismo espacio es complicado pero no para mí, Daniela,
Nohemi, María José, Deicy y la señora Gladys, fueron personas increíbles con
las que hice hogares después dejar el mío. Sin contar los grandes con los que
pude trabajar, Randolfo Blanco de Venevisión, Liliana Trías de Éxitos Unión
Radio, Licida Parra de Suinacero, son personas que marcaron mi visión y
pensamiento, marcaron mi vida.
Pero, descubrí la dura realidad de los independientes asalariados en
Venezuela, bueno aunque yo no tenía un salario, no trabajaba para nadie,
trabajaba por mi cuenta utilizando los talentos que me habían regalado en mi
destino. Lo peor de ese tiempo fue la traición de mi mejor amiga, primero
compartes la vida con ella como tu gemela perdida literalmente y luego ella se
comporta como una infeliz y te abandona, no estoy hablando de algo retórico,
realmente me dijo tantas cosas donde al final metió lo de mi papá y fue la gota
que derramó el vaso. Nadie que se llame tu mejor amiga se mete con tu papá
muerto.
Otro detalle de las muertes es que en el tiempo de la ausencia empiezan a
drenar esos sentimientos de las etapas del duelo, te hacen pasar pena en
cualquier lugar, había pasado meses y yo lloraba mientras hacia las arepas de
trigo, sin ningún motivo, de repente iba en el bus, parada y apretujada de
gente, doble fila en el pasillo y agarrada del pasamano me ponía a llorar, de la
nada. Me hacía falta su presencia y sus regaños inagotables.
En el camino supe que todas las reglas funcionaron, esa sobreprotección y
principios duros, me hizo la mujer que soy hoy. Una joven pasa de la burbuja a
estar sola en una ciudad, puede prestarse para pensar que al fin es un alma
libre, puede recurrir a enloquecer de todo lo que ofrece la vida pero eso no me
paso a mí. Mantuve esos mismos principios cada día y jamás me dejé
influenciar, ni siquiera cuando me ofrecían fumar hierba. Mi voluntad fuerte se
formó de la mano de ese hombre que me dio la vida.
EL DESPUÉS – YO
UN PRÓLOGO: LA RAZÓN
Soy de esas que escribe lo que le pasa, tengo complejos de escritora, pero
también de periodista (es lo que soy), de actriz, de bailarina, de cocinera, de
todo. En resumen, soy mujer y así somos nosotras, sentimentales,
polifacéticas, melodramáticas, tercas y complicadas. En fin, muchos lo hacen,
bloguean su vida y yo soy igual pero diferente, siento la necesidad de
compartir mis experiencias y mi vida, de transmitir a otros que no están solos.
No escribí ficción, escribí una crónica real.
Es una locura pensarnos como los únicos que tienen pruebas en el camino,
los únicos que atraviesan desiertos, que atraviesan el valle de lágrimas porque
eso solo son pensamientos egoístas y centrados en su mismidad. Todo ser
humano se atribula de algo sino no estaría vivo, todos pasamos complejidades,
muertes, enfermedades, rencores, reconciliaciones, amores, decepciones y por
ahí va la lista. Cada vez que escucho “tú no sabes lo que estoy pasando” solo
pienso pues no, no lo sé, tú tampoco sabes que esconde mi rostro, pero es
normal todos estamos en un mismo plano, después de oír eso simplemente
quiero huir de esa presencia.
En esta oportunidad, aprecio más el aire de mis pulmones que ayer, por eso
me provoca compartir esto, una crónica totalmente real que cuenta de manera
fiel el curso de los acontecimientos, sólo los capítulos del YO, porque los de
ÉL si fueron productos imaginarios que no podría alcanzar aunque quisiera,
todo con el fin de producir algo en el lector.
También lo quise hacer porque le temo al olvido, me asusta olvidar en la
vida, las palabras, los sucesos, los amores, los besos, las miradas, las muertes,
las lágrimas y mis propios pensamientos. Algo tan determinante en mi vida, no
podría olvidarlo, así que me encuentro en el deber de escribirlo.
¿Alguien habrá pensado en el significado de la muerte? Para algunos es
una tragedia que se espera, otros la piensan como el fin de la existencia, unos
cuantos la ven como un evento muy lejano, mientras que otros la creen como
un paso de libertad, el final de los dolores y turbulencias que ahogan la vida, el
principio de la libertad ¿Actos valientes o cobardes? La muerte en todas sus
presentaciones es el pan diario en Venezuela. No hay comida, no hay
medicinas, abunda la emigración, uno de los éxodos latinoamericanos más
grandes, unos son luchadores y otros desertores. Este es el final de un hombre,
por allá en julio de 2016.