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Alma

Libre

Por

Haidemar Espinoza


Dedicatoria
Lo dedico a mi papá
A los tantos que nos han dejado en esta década
A los que quedamos
A las almas libres
A los que enfrentan la vida sonriéndole
A la tierra de frío y a Venezuela

Siempre discuten, ellos son tan incompatibles, gracias a


eso tengo que dormirme o más bien hacerme la dormida,
hacer que no escucho nada cuando si lo hago, en mi cama
protegida por la pequeña pared que forma la cuna de mi
hermanita, ella tiene un año apenas, trato de imaginar
porqué hay necesidad de pelear, bueno solo mi papá porque
mi mamá es la mujer más tranquila que he conocido.
-Bueno si tu no quieres que te diga nada, si yo lo que
hago es joder entonces no debería ni estar aquí -gritó mi
papá- es más hasta hoy, tranquila que ya no me verás más,
eso quieres bueno, pero esto va a ser culpa tuya -empezó a
bajar la voz como si hablara con si mismo- eres la
responsable de lo que pasará, eso debo hacer eso haré...
Ya casi no le entendí al final, mi mamá no hablaba,
acababa de acostar a mi hermana y solo se quedó ahí
sentada inmóvil. Vi a mi papá salir del cuarto, me levante y
lo seguí en silencio, sugería que se quitaría la vida, aunque
me preguntaba si era de verdad y cómo la haría. Pensé que
pasaría con nosotras, qué pasaría conmigo, solo tenía nueve
años y me tendría que convertir en una mujer responsable,
era caótico, anormal pero ya me imaginaba una vida así,
aceptando lo que podría pasar. Entreabrí la puerta y lo vi.
Caminaba de un lado a otro, quizás se le entrecortaba la
respiración. Sentí un hueco en el alma y me quité, me fui a
la cama, quería dormir, desaparecer y olvidar. Cuando
estaba acostada, se me aceleró el corazón y entonces
escuche... alguien había entrado al cuarto, atravesó el
umbral y se sentó en mi cama, me hizo levantarme. Lo mire
a los ojos, oscuros, rojos y cansados.
-Iba a hacer algo, pero no lo haré por ti, porque eres mi
hija, porque pensé que sería de ti sin que yo estuviera para
cuidarte, eres mi única razón para estar con vida -me
susurro mientras me abrazaba y me dejo acostarme de
nuevo.

ESE DÍA – YO

6:00 am. Escucho ruidos y pisadas de un cuarto a otro, seguramente papá


está moviéndose, él siempre anda despertando temprano o no durmiendo nada,
mamá debe estar por mover mi cama, tengo que levantarme o llegare tarde.
Apenas puedo abrir el ojo, rápido me visto y tomo mi mochila, paso al otro
cuarto pero mamá está en la silla y tiene otra vez ese dolor, papá encendió el
computador, << ¿en serio? Es muy temprano, pareces adicto a la tecnología>>,
pienso. Voy tarde.
-Estoy lista –dije a mamá mientras miro a papá.
-La niña esta lista –repite mamá.
Papá se levanta en silencio y baja, sólo él y yo saldremos, tengo que abrir y
cerrar el portón, siento que está molesto y no sé la razón. En fin, siempre lo
esta y jamás sé por qué. Me subo a la vans para ir a la parada y me sumerjo en
mi cabeza hasta llegar a La Isabelica.
-Se están yendo ya –observa el gentío alrededor del bus.
-Si, pero aún no, bendición papá –respondo arrastrando palabras mientras
bajo como bala a entregar mi carnet y rogar que me tocara un puesto y sí, uno
muy bueno me toco.
Me senté pensado en él, papá el día anterior estaba contando su idea de
hacer jabones artesanales, hace dos meses que se quedó sin carro y por ende
sin trabajo, después de toda una vida trabajando de ese modo, ya no había
dinero, estaba hasta el cuello; siempre es muy inventor, como Einstein, hasta
parecía un loquito como él y se le ocurría cada cosa. La idea del jabón
artesanal en medio de esta escasez no era un problema, estaba excelente y eso
era lo de menos; el problema es que necesitamos una salida rápida, una
solución efectiva para no morir de hambre. Lejano a la realidad, me puse a
pensar en lo lindo que sonaba, en su entusiasmo infantil mientras nos mostraba
su libretita de anotaciones, siempre anota todo, ya tenía hasta tutoriales en el
computador. Por un momento analizo que mis habilidades artísticas y mi
creatividad las heredé de él, el mismo instinto por construir, crear, inventar y
siempre reciclar; incluso más allá de eso, soy tan soñadora como él, siempre
imaginando ideas que para muchos sonaría a locura. El bus aún no arranca,
cuando giró mi cabeza, él está estacionado al lado observando el bus, papá
siempre se queda hasta que mi bus sale y luego se marcha. No imagine que
sería el último color de papá.
El día sería largo, conversador como siempre, la conversación era lo
interesante en medio de secretaria de la redacción y producción de cine. Es
jueves así que debo ir a odontología a que Michel me chequee y me haga el
bendito informe. Se hacen las dos y ella es lenta. Tomo mi celular para
distraerme y había un mensaje: <<tu papá está hospitalizado>>
¿hospitalizado? Pero ¿cómo? Enseguida marque al número.
-Mamá ¿qué paso? –exijo enseguida.
-Tu papa está hospitalizado por algo que se tomó, tienes que ir a casa –me
responde. Qué desgracia. Otra vez. De nuevo con esto.
-Pero cómo fue y qué se tomó –digo confundida y cansada.
-No sabemos, él llego a la casa y después de un rato comenzó a vomitar, lo
llevamos al hospital como a las dos de la tarde –explica. Papá tiene por
costumbre estas cosas, jamás le pasa nada, es como Superman. Aunque sin él
¿cómo haría con mi día a día?
Tardamos una hora en salir de la ciudad del caos y llegue a casa tocando
las cinco de la tarde. Mi papá no era agradable para algunos de mi familia de
parte de mamá, cuando llegué una de mis tías se burlaba, decía que mi papá
estaba loco, siempre tuvo problemas mentales, simplemente me fui a mi
cuarto. Estuve pacientemente esperando cualquier novedad hasta que se hizo
las ocho. Limpie el vómito del suelo con Mistolin pero el cemento se había
blanqueado y por más que pase el coleto las manchas permanecieron ahí.
Mientras hablo con Gerardo recibo una llamada de mi mamá a mi celular y
contesto agitadamente, la conversación con Gerardo me tiene alterada de los
nervios.
-Hola mamá ¿qué paso? –voy directo al punto, no tengo ganas de poner
empeño en la conversa.
-Ya los médicos revisaron a tu papá, si estado es crítico, ellos hablaron
conmigo y me dijeron que al parecer tu papa no va a despertar, váyanse
preparando –soltó simple, sin compliques ni palabrerías. Mis oídos atajaron las
palabras como un hit de las grandes ligas, retumbaban con eco dentro de mi
cabeza y las escuche claramente, pero al mismo tiempo sentía que lo había
imaginado. Incluso ahora imagino a papá en una cama, como las clínicas que
pasan en las películas. Nunca he visitado un hospital y no me dejarán ir. Me
fijo que no es mi imaginación, es real y la respiración me comienza a acelerar,
algo se me escurre del alma, como un líquido frío y pesado, mi corazón
colapsa, papá esta desorbitado.
-Ah okey –cuelgo de una vez. Estoy arrodillada en mi cama aún con el otro
teléfono en la oreja.
-¡No va a despertar! ¡Mi papá no despertará! –sollozo mientras bajo mi
cara hasta la cama. <<Espera amor, qué paso preciosa, qué está pasando>> se
oye al otro lado de la línea, con tono preocupado y suplicante no deja de
repetir <<preciosa>>. Recordé que han pasado varios años desde que él
intento atentarse, pero supongo que nuestros demonios siempre vuelven,
siempre lo harán.

¿EXISTIR? – ÉL

Suena la alarma, son las cinco de la mañana, lo mismo de todos los días,
no sé para que la pongo si no logro concebir el sueño una noche entera desde
hacía tanto, quizás es la necesidad de apegarme a una rutina donde el
despertador suena y “el que madruga Dios lo ayuda”. Otro día más de esta
desgraciada existencia, no me hallo en ningún lado, no quiero que Haide se
vaya y me deje solo. Mejor dicho, no quiero irme y dejarlos solos, estar sin
ella y sin mis hijos. Desde que el infeliz que tomo el poder hace más de quince
años no ha habido más que desdicha, rata humana. Ese maldito se debe estar
quemando en el profundo infierno por todo el mal que hizo.
Aún recuerdo las épocas más felices, conocer a la señora Rose Marie fue
una fortuna pero a la vez algo difícil de llevar, pero bueno ¿no es acaso así la
vida? ¿No se trata de polos opuestos? ¿Acaso no aceptamos todo tomando
ventajas y considerando sus desvirtudes y consecuencias? Eso es la misma
vida, puedo existir hoy sin embargo mañana puedo decidir lo contrario.
Gramoxone. Esa mujer me abrió el paso al turismo internacional y el universo
del dólar, que días tan esplendidos y dorados, sin pensar que caeríamos en esta
maldición de gobierno hijo de puta, tiempos donde mi calidad de vida era
mejor. Y mis carros ¡Por Dios toda la vida con un carro, desde que tengo
memoria sobre las ruedas! Podía darme el lujo de cambiarlo por año ¿y ahora?
Ahora ni siquiera lo tengo, hace un mes que mi camioneta esta en reparación
indefinida, no tengo nada que limpiar y pulir en las mañanas, no tengo nada
que lavar y lustrar, si no tengo mi carro no tengo vida, no tengo provisión
¿Qué clase de padre seré? Solo un estorbo, para ser un estorbo prefiero
simplemente no ser.
Hace días lo vi, lo busque en internet y hasta lo compre, Gramoxone. Un
veneno herbicida, al parecer una especie de amonio, según Wikipedia. “La
intoxicación por pesticidas, especialmente con fines suicidas, continúa siendo
un importante problema terapéutico”, ahora resulta que necesito terapia, me
niego a asistir con uno de esos buenos para nada, no estoy loco me oyen ¡NO
ESTOY LOCO! ¿O sí? ¡Dios mío –tomo mi cabeza- estoy loco! Pero ¿Qué
más tengo en esta vida? Estoy pronto a cumplir 63 años ¿Quién va a querer
darle trabajo a un viejo? Nadie. Estar fuera de este país, me aterra. Me
levantare de la cama, hay que cumplir la rutina.
Siempre se tardan, todos hacen lo que quieren en esta casa y no respetan
los horarios, encenderé la computadora, monótonamente para ver qué ocurre
en el día, darle un último vistazo a la realidad nacional, al océano de
información que nos arropa atroz y ferozmente, nos bombardean. <<La niña
esta lista>> apenas oigo decir, lejos, lejos de mí. Continuo, en silencio me
levanto, es la última vez que llevare a mi hija a la parada. Y en el trascurso
solo hay silencio ¿debo decirle algo? ¿La abrazo? No sé qué hacer. ¿Tendré
bolas para hacer esto? No pienso vivir más esta vida que me ha tocado, nadie
sabe ni sabrá.
-Se están yendo ya –soy un cobarde, es lo único que puedo decir. Que
estúpido bruto.
- Si, pero aún no, bendición papá –se despide, huye prácticamente, siempre
lo hace. Quizás me tenga arrechera, quizás nunca fui un buen padre, pero ella,
ella siempre era mi luz. No le respondí, me quedé viendo a la nada, pensando.
Estará mejor sin mí, solo quiero que termine, que se gradué, que sea
profesional, que sea alguien en la vida y no una marginal viviendo desgracias.
Aun recuerdo cuando se graduó de bachiller, me contente tanto. Ella siempre
hacia tantas cosas y era la mejor en todo, saco la nota máxima de toda la
promoción y verla dar el discurso del acto fue apremiante. Me quedo en el
silencio de la camioneta y en el caos de pensamientos, solo esperare que se
vaya su bus, mientras la observo sentada en la ventana, es la última vez que la
veré.
Es hora, ya es la hora. Estaciono la camioneta ¿Qué estoy haciendo? ¿Soy
valiente por atentar contra mi o cobarde por huir de la vida? Escabullirme
entre el dolor y la soledad. No importa cuántos estén, me siento solo todo el
tiempo. Dios, Dios perdóname. Halo. No le harás falta a nadie. Nadie te quiere
¿no lo ves? Eres un bruto y un inútil, no pudiste ni terminar la escuela y ya
estás viejo, es tarde, el tren paso y te dejo botado porque eres la pieza del
rompecabezas que no encaja ni encajará jamás. Me imagino el futuro si me
voy ¿aún hay oportunidad? Puedo hacer jabones, tener mi propio taller.
Anoche se lo comente a todos pero nadie me escucha, siento que se burlan.
Busco el pote, ya no hay marcha atrás, me lo bebo todo.
El olor me comienza a penetrar las fosas nasales, siento un ardor pero no es
mayor que el que me recorre la garganta, un líquido espeso y nauseabundo,
que pesa en la boca, me quema y siento que me revienta los poros internos
hasta mi estómago, soy un hombre, soy un hombre carajo. Chivo que se
devuelve se desnuca. Se me escurre algo por la nariz y siento que es sangre, a
eso huele.
Me mareo, todo da vueltas, a tientas puedo caminar hasta la puerta para
abrirla, el dolor, el ardor, maldición no puedo ni pensar, solo me voy…
-Alfredo ¿Qué paso? –me dice alguien, no sé quién es, todo me da vueltas
y se vuelve oscuro, luego blanco, se transparenta, todo parece envolverse por
manchas ambiguas y sin forma, siento querer vomitar –Silvino, Silvino es
Haide ¿me oyes? ¿Qué hiciste?
No puedo contestar, casi me arrastro, ella me lleva, me conduce al cuarto.
Comienza el mar de vomito, me arden los ojos y la cabeza me palpita
abruptamente, el vómito me arde en la garganta y la nariz, parezco una pila
que se abre luego de no haber agua una semana, no puedo ni sostenerme en mi
propio peso, me dejo caer, no tengo fuerzas. Levanto la mirada y puedo verla,
es ella. ¿Qué ha hecho para merecer esto? me mira, tiene esa mirada llena de
compasión y amor ¡NO! ¡No me mires! Que desgracia que me veas así.
Perdóname, escucho risas, burlonas, malévolas.
Ayúdame… -suspiro y suelto en un gemido casi inaudible, estoy a punto de
dejarme ir y oigo otra voz, un hombre.
-¿Qué coño hiciste? Qué raro tu haciendo show sabiendo que uno está
ocupado, párate –arrastra las palabras. Sí, es mi hijo, el mayor, quien quise
fuese mi mejor orgullo pero ¿Por qué? ¿Por qué pediste la baja? ¿Por qué no
seguiste? Tu vida sería otra, quizás siendo un general a bordo de un barco
rumbo a Italia o qué sé yo. Ahora si me dejo ir, el ardor perturba mis
pensamientos.

MIRADA PÉRDIDA- YO

Gerardo siempre me dice así <<preciosa>>. Entonces, le explico la


situación, logró levantarme y rodear la cama pero no puedo estar de pie, caigo
lentamente al borde, el suelo está frío, mi hermana pequeña camina histérica
de un lado a otro como si tuviese un ataque de asma, siento mi cuerpo como
una gelatina y me voy derritiendo hasta una posición fetal aún con el teléfono
en la oreja. El celular suena cada quince minutos y tengo que dar las
novedades; una última llamada: Giulianna, mi mejor amiga; se queda sin
palabras <<voy a buscarte ya>> vocifera y luego cuelga. Mi primera visita a
emergencias de la CHET es para ver al señor que me trajo a este mundo.
Me subo al carro sin saber que decir, todos quedamos en silencio con
algunas lágrimas; vamos hacia el sur de la ciudad a otra mini ciudad del caos e
inhumanidad. Fabricio conduce a la entrada de emergencias, es una reja blanca
con la pintura desconchada; son casi las diez, hay mucha gente parada, otra
esta acostada en el piso alrededor, hay vendedores y buhoneros, mi familia
está cerca de la puerta: mi mamá, José Alfredo, tío Victorino y ahora nosotros.
El aire huele a muerte. Los rostros trasmiten desolación. Tanto evitar estos
sitios, tanto para que al final terminara viniendo por una causa horrible ¿Quién
lo diría? Aun recuerdo cuando me enfermaba, mi mama me atendía lo
necesario pero mi papa, era excesivamente atento y preocupado, hasta el agua
me podía hacer daño.

Nunca me habían operado, aunque esto no es una “operación”, o sea me


sacaron las cordales (las cuatro) y no me habían salido aún, me pusieron una
vía intravenosa y anestesia local, abrieron pequeñas incisiones en mi encía,
pero solo eso. Mis papas estaban en la sala de espera y salir dando vueltas
como borracha, la anestesióloga me hace reír
-Tranquila mi amor, más o menos eso vas a sentir cuando te eches los
palios por primera vez –bromeo la doctora. Me reí como enferma drogadicta,
mama río, ella río, todos ríen.
El camino a casa se fue haciendo más sobrio y apenas pise la casa no
tardaron en envolverme en una burbuja “anti gente”. Me arrastraron directo a
la cama, me dieron mis pepas y papá se sentó en el regazo de la cama.
-Ya sabes, guarda reposo, no te levantes, no lleves sol, llama a tu mamá si
vas a querer algo o me llamas a mí –se me acerca aún más- haga caso, te voy a
traer unos helados, me dices de que sabor.
Helado, Dios mío necesito kilos de helado, esta es mi oportunidad para
atragantarme de helado. La semana transcurre y no sé cuántos helados me
trajeron. Mi papa interrumpía su día de trabajo y buscada cualquier excusa
para acercarse a la casa y preguntarme como me sentía y si me dolía algo. No
podía mentir, me dolía la cara, parecía una enorme pera y mamá se reía de mí,
por mi aspecto y por mi olor, no pude bañarme ni lavarme los dientes en toda
la semana. A papa no le importaba, siempre se puso muy cerca para decirme
“chiquirritín” así me dice desde que tengo memoria.
*
La noche es cerrada y oscura, mi mamá me dice que entre a verlo antes de
irme pero lo pienso repetidamente en mi cabeza, aún así asiento y camino
lentamente a la entrada con ella. Atravieso el umbral con curiosidad y siento el
aire helado y pesado, las paredes azules se veían descuidadas y sucias,
cruzamos a un pasillo largo con varias habitaciones laterales y camillas,
entramos a la segunda habitación que tiene un letrero que dice
OBSERVACIÓN. Hay varias camas con pacientes, una al lado de la otra,
huele a medicina y orine. Hay silencio excepto por un ronquido tosco y
extraño que atravesaba violentamente el aire de silencio, un ronquido
intermitente; doy cuatro pasos y lo veo: estaba en una cama que no está a la
vista al entrar, hay que cruzar a la derecha para acercarse; papa está
inconsciente, sus ojos no tienen órbita, la cabeza la tiene hacia atrás y los
brazos yacen torpemente a los lados de la cama, su piel es yeso y papel de
arroz: blanquecina, con los vasitos morados visibles en la nariz, la respiración
intermitente y fuerte es de él, te da un sobresalto escucharlo. Acaricio su
cabeza, esta sudando. <<Qué fue lo que hiciste, papá>> le susurro, <<te amo
viejo>> pienso para mí misma. Y luego huyo, con Giulianna que me sacará de
esta pesadilla de lugar. Me voy con ella porque en casa no me puedo quedar, el
ácido que ingirió aún penetra en el ambiente aunque cuando estuve allá casi no
le preste atención, huele como al químico que las mujeres nos aplicamos en el
cabello para alisarlo pero en una escala mayor. Así que mi noche será con mi
mejor amiga hasta la mañana devuelta al hospital.
Mi hermana pequeña casi no puede dormir, la noche me parece eterna y me
levanto al baño a cada momento, pronto se hacen las nueve de la mañana y ya
hay que irnos. Fabricio llega y salimos todos hacía allá vestidos con monos y
sweaters porque está el día lluvioso y nublado. La gente en el hospital ya
despertó, hay más que el día anterior. Estuvimos allí parados afuera por horas,
Giulianna se fue y me quede con mamá, José y Kelly que pasaron la noche
ahí, Selimar y yo nos unimos al grupo. Casi a medio día se manifestó un
especialista.
Cherry, un viejo amigo de mi hermano, se estacionó frente a nosotras, José
está de parrillero pero está llorando ¿qué pasaría? Mamá sale. Estamos muy
cerca de la puerta.
-El toxicólogo evaluó a su papá, le da 24 horas como máximo, que nos
tomemos el tiempo de despedirnos, él despertó, puede ver y escuchar pero no
puede hablar, el ácido le quemo en esófago y la lengua –nos informa con una
fuerza reconocible, ella siempre ha sido una guerrera como de ejércitos
antiguos. Selimar estalla a llorar, todos lloran, tío llora, yo miro al horizonte
con una mirada pérdida, esta vez no lloró y quiero pasar ya a verlo, tomarme
un tiempo y decir lo que pueda.
Con el valor suficiente en los ovarios, entro midiendo las palabras
correctas. Lo veo despierto pero se retuerce de un lado al otro con dolor y
dificultad, no encuentra una posición cómoda y apenas puede estarse cuatro
segundos en un lado de la cama antes de cambiarse al otro.
-Quiero que sepas que a pesar de todo, te amo. Y para mi eres un genio,
eres un héroe, eres mi héroe –reacciona a mi voz pero enseguida se voltea-
Quiero decirte que mi título es tuyo, el que voy a tener el año que viene, te lo
dedico, -se voltea de nuevo ¿no querrá oírme? No, no soporta su existencia en
este momento, sus órganos carbonizándose lentamente- lo haré por ti, tu
siempre serás mi favorito. Pero quiero que hagas algo por mí, que dentro de ti
mires hacia arriba y te reconcilies con Dios –se gira, bruscamente- te pido que
hagas eso por mi para poder vernos de nuevo. Te amo papa –apenas pueden
salirme las palabras, una a una, lentamente, con paciencia, con amor. Todo lo
que él pudo haber sido, se esfumó de mi cabeza; sólo quería apretujarlo y
llenarlo de mi energía. Lo observo y se me acerca una enfermera, la visita ha
terminado.
Ahora soy yo la preocupada y expectante, aunque sin perder la
compostura, eso lo herede de mamá, papá era más susceptible a ataques
nerviosos que lo hacían perder la voz y la cordura, el sentido lógico de la
tranquilidad (si existía), eso trae a mi mente la primera vez que me robaron,
papá acudió de inmediato con un episodio de pánico peor que el mío.
<<Dios mío ayúdame, nadie puede tocarme porque tú estás conmigo, esto
debe parar en tu nombre>> de pronto se habían ido, ya no escuchaba risas
malvadas y no había dedos jorungando dentro de mí ¿Dónde está mi ropa? Me
levanto desorientada, todo paso tan rápido, tengo que vestirme, estoy desnuda
ante toda esta gente.
-Ay hija perdóneme, verga, coño e´ la madre, perdóname –se le quiebra
todo al dueño de la panadería, está descalzo, solo le quitaron los zapatos,
ignoro lo que dice, solo quiero salir de ahí.
Corro llorando a FundaUC alguien me ayudará, alguno de mis profesores.
Veo a Alejandra y no tardo en pedirle el teléfono mientras le explico muy
rápido. Repica, una, dos veces.
-Alo –me contesta de golpe.
-Papá, papá por favor ven por mí, me robaron –sollozo como una niña
indefensa.
-¡¿Qué?! ¿Cómo así? ¿Dónde estás? –se exalto de repente, desesperado.
-Estoy donde veo los cursos de inglés –estoy realmente alterada o más bien
indignada.
Papá llega corriendo, apurado, atropellando la puerta.
-Hija ¿Qué paso? –casi solloza, se le quiebra la voz, se le nota, toda su
rudeza se quedó en el carro cuando él se bajó a buscarme.
-Papá fue horrible, me quitaron el bolso, me desnudaron, me tocaron –no
pude contener la impotencia y el terror psicológico que me produjo la
situación, eran tan feos, horribles, dos negros con lipas cerveceras y un catire
enano con sonrisa de Guasón, no se conformaron con mis cosas sino que me
mandaron a quitar la ropa, nadie me había visto desnuda, ningún hombre,
tenían que ser estos tres infelices y asquerosos, de paso tocarme con sus dedos
fríos y sucios, manoseando vulgarmente mi virginidad.
-¡Por Dios! –papá desnudo sus sentimientos, me abrazo, me envolvió y me
enjuago las lágrimas- ya paso, ya estoy aquí –beso la coronilla de mi cabeza y
mi frente, sus bigotes me picaban la piel- vámonos –me siguió abrazando
hasta el carro.
*
Estuve horas ahí mientras llegaba Mariangela y Audymar, unas muy
buenas amigas, las mejores. Mariangela paso conmigo y papá estaba de lado,
se veía delgado como si fuese perdido muchos kilos en menos de un día.
-Hola señor Silvino –susurra Mariangela buscando sus ojos. Él reacciona e
intenta abrirlos, se mueve y busco su mano. Se le quemaron las fosas nasales
así que respiraba por la boca todo el tiempo, su lengua estaba quemada, se veía
como un pedazo de carne asado cuando lo dejas mucho tiempo en la plancha.
-Estoy aquí, voy a estar contigo –trato de captar su atención, apenas puede
concentrarse unos segundos e intenta levantar el brazo. Ojalá pueda seguir
entrando antes de que llegue la familia de Mérida, la ciudad más hermosa de
Venezuela, mi papá es de un pueblito del Páramo llamado Mucuchíes, donde
estaba el perro nevado que le dieron a Simón Bolívar.
El día era interminable, mi hermana no pudo pasar, bueno si paso pero no
pudo contener el aire ni los nervios, tuvo que irse sin despedirse. Se hacía todo
en cuanto estaba a nuestro alcance, todo lo que pedían lo comprábamos sin
perder tiempo pero no lo conseguíamos en las farmacias cercanas sino en los
buhoneros, desde los guantes de látex que debían usar, los vasos con hielo para
las muestras de sangre; hasta todo tipo de ampollas, cuatro y cinco veces más
del precio oficial. Mientras cerraba la noche, ya mis tías y algunos primos
habían llegado pero no pensaba quedarme ahí con el gentío y dormir en el
suelo, pronto llega Giulianna y estuvo conmigo como hasta las diez que nos
teníamos que ir pero yo me quería despedir primero.
Quiero pasar pero no me dejan, a papá le están poniendo carbón líquido
por la boca, me colé clandestinamente y había personas a su alrededor, un
envase de Minalba de un litro lleno de un líquido oscuro color negro, el
enfermero (que se veía pasante en su primera noche) está colocando la
sustancia con una jeringa enorme como el cilindro del papel toilette en la boca
de papá. El proceso tardaría una hora y yo necesitaba irme.
-Será que pueden darme un chance para despedirme –le dije al primer
enfermero que vi.
-No creo, está en medio de un tratamiento y él no te va a entender porque
tiene una alteración cerebral por el líquido que se tomó –me escupió
calculador y fríamente, da media vuelta y se sienta en el escritorio. Giulianna
estaba conmigo, lo fulminó con la mirada.
-Pero déjala que le hable, quizás reaccione cuando escuche a su hija –le
responde inclinándose en la mesa donde se había sentado. Él asienta.
Me acerco y le digo al pasante que me permita un momento, me acerco lo
suficiente para que nadie escuche, alrededor de su boca había residuos negros.
-No te puedes acercar mucho porque las toxinas del veneno salen por su
boca y... –comenzó diciendo.
-...me puede hacer daño –término la frase y él asiente. Me concentró en
papá y busco su atención.
-Papa ya me voy pero mañana regreso otra vez –le digo con toda la dulzura
que tengo. Capte su atención de inmediato. El pañal desechable se le había
soltado.
-Él te está entendiendo –me mira el enfermero y puedo ver una sonrisa a
través de la mascarilla. Sin duda era un chico nuevo. Era distinto a otros, sin
ese semblante de robot de titanio.
-Estaré aquí contigo, no te voy a dejar sólo –me fijo en sus ojos, me está
mirando con su mirada aguarapada, ese color que sacó mi hermano y yo me
conforme con ojos color café; me perdí en ellos unos segundos hasta que se
giró- Te amo mucho.
-Todos estamos aquí para usted señor Silvino, es Giulianna –alentó el
momento antes de salir, mientras observaba impactada el panorama. A ella le
había tocado vivir esto conmigo, un proceso duro al verse en un contexto tan
triste, pero ella (al igual que Mariangela) formaban parte de la familia, mi
familia. Eran las únicas de las cuales mi papa recordaba el nombre, incluso
estuvieron en mi último cumpleaños.
Noviembre es el mes de la gente linda, papá prometió llevarme a cenar con
mis amigas a pesar de que la situación económica no es la misma de antes,
iríamos a donde yo quisiera y había elegido Rico Ricón, además de eso me
había regalado un backpag preciosísimo de Balú, desde que lo vi me enamore
y él me lo dio por mi cumpleaños número veinte. Espero que llegue y todos
nos ponemos muy monos, tenemos que buscar a Giulianna y luego Mariangela
se llegaría con Tiffany. Era una velada espectacular, todos reíamos y
disfrutábamos del show de la noche, hablábamos y papá bromeaba con las
chicas, siempre es así, pedimos parrillas y unas limonadas,
Giulianna me dijo que pidiera una cerveza pero estaba loca al pensar que
haría eso con mi papá al frente, ella como que se le olvidaba lo estricto, duro y
tajante con cosas inapropiadas. Ya estaban cerca de las doce y sería 27 de
noviembre, ya había subido a la tarima a ser parte del show, ya habíamos
hablado, comido y reído, ésta sería la primera vez que me reunía con mi
familia y amigos por mi cumpleaños. Cuando se hizo la hora un mesonero me
trajo un brownie con una velita.
-¿Y esto? –dije sorprendida.
-Feliz cumpleaños –me comenzaron a decir todos. Seguido del tradicional
cántico del cumpleaños. Todos me abrazaron. Al final, repartí porciones
microscopias de mi brownie porque me veía en la necesidad de compartir.
Papá está al lado de mí, me mira y me hace una seña con la cabeza para que
me acerque, en medio de la bulla y la cantidad de ruidos que había en ese sitio
apenas pude oírle.
-Feliz cumpleaños –me dio unas palmaditas en la pierna y luego me abrazo
–te quiero mucho.
Giulianna en el fondo me miraba con ojos desorbitados. Era la primera vez
que veían algo así, porque era primera vez que papá lo hacía.

INFIERNO INTERIOR – ÉL

No siento nada y a la vez siento todo, ¿Quién me encendió fuego? ¿Estoy


en el infierno? Alguien me está quemando la piel, alguien me abrió el tórax y
está pasando hierro caliente en todos mis órganos, que alguien lo detenga por
favor. Ese olor, es asqueroso, huele a quemado, algo se quema. ¿Dónde estoy?
Alo, ¿hay alguien? Trato de hablar pero no sale sonido alguno por mi boca.
Me arde la garganta infernalmente. Hay enfermeras, ¿Por cuánto he estado
aquí? ¿Dónde está Haide? Tengo que buscarla, tengo que hacerlo.
-Hey, hey señor Silvino tranquilo, no se levante por favor –se acerca una
mujer de blanco, me toma las manos- no se quite eso que estamos tratando de
ayudarlo. Eva por favor ven, ayúdame, Richard por favor, no podemos dejarlo
pararse y quitarse las vías –expresa a otras personas.
Me quejo, no puedo hablar, intento pero solo salen gruñidos sin forma, no
me dejan salir y ahora me amarran con las sabanas. Escucho una voz familiar.
-Silvino, no te puedes quitar las vías, me oyes, me entiendes, tienes que
quedarte quieto, estoy aquí contigo –casi grita, entonando fuerte cada
expresión, piensa quizás que yo no la escucho. Pero basta de luchar, solo me
giro a seguir escuchándola. Cierro los ojos.
Despierto, ¿Cuántas horas han pasado? ¿Y Haide? No puedo levantarme,
se acerca un carajito con una mascarilla, viene hacia mí con una enorme
botella negra ¿Qué coño es eso?
-Hola señor Silvino, soy Richard, voy a ayudarlo y necesito que usted me
ayude también y colabore, voy a introducir esta jeringa con esto, carbono
líquido en su boca para que absorba lo que se tomó –explica con simpleza
mecánica y procede.
¡Dios mío! Me voy a engullir con esto, que horrible, se me ahoga la vida
con este líquido pesado y desagradable, siento que me iré en vomito de nuevo,
tengo arcadas. Por favor ya basta, se lo suplico, no haga esto. ¡Maldita sea no
puedo decir ni una palabra! Me esfuerzo pero me arde la vida como el
demonio mismo. Miro a ese carajito pero no entiende.
-Lo hace muy bien, usted puede señor Silvino, vamos otra vez –anima el
esquincle de unos veinte y tantos años. No quiero intentarlo, por favor, por
favor, por favor, entonces la escucho…
-Papá…-apenas se le escuchó.
--No te puedes acercar mucho porque las toxinas del veneno salen por su
boca y... –la corto el enfermero. ¡No! Hija no me veas así. Sal de aquí. Pero no
puedo dejar de mirarla, está ahí, al pie de la camilla, viéndome con ojos
suplicantes.
-...me puede hacer daño –ella completo lo que estaba diciendo este niño.
-Papa ya me voy pero mañana regreso otra vez –comenzó con una voz que
no parecía estar molesta, no era de reproche, éste viejo merece que le caigan
encima pero ella no lo hace, su alma siempre fue como la de su madre.
-Él te está entendiendo –le dice el novato enfermero, pero no puedo verlo,
solo puedo ver el rostro de mi hija. Cuánto te falta por vivir, quiero con tanto
deseo que te gradúes, que alcances tu meta y seas toda una profesional,
siempre terminas lo que empiezas, siempre tan mandona y a veces hasta
grosera pero ¿Qué puedo hacer? Eres altanera como tu padre y yo te di esos
genes junto a una pasión por la justicia, la verdad y los derechos.
Por un momento que se detuvo, solo la miré, no me moví siquiera, puse
toda mi concentración en ella, ignorando mi infierno interno. Era mi hija
mayor, la primera, la que ame profunda y fervientemente, odiaba pensar que
hay un mundo lleno de maldad que puede hacerle daño, moriría primero, me
mataría primero antes de verla sufrir.
-Estaré aquí contigo, no te voy a dejar sólo –medito en sus palabras, ¡ay
hija mía! ¡Perdóname! Ahora él que te va a dejar sola seré yo, que Dios me
perdone, ¡perdóname!- Mañana regreso. Te amo mucho –expreso con enorme
amor, un amor decisivo, un amor curativo, sanador.
-Todos estamos aquí para usted señor Silvino, es Giulianna –dice la chica a
su lado, es la catira, como es… Giulianna, la maracucha de Centro Norte.
Gracias por estar con ella. Aunque no se sale de que me vean en este estado.
¡Dios mío! Peque llamando a la muerte hacia mí mismo, lamento tanto
todo esto, perdóname y acéptame. Es mi única esperanza y acompaña a mi hija
ahora que ya no estaré. He visto tantas cosas hoy, he oído tantas voces.
Aunque mi cuerpo se esté pudriendo y desmoronando entre un ácido
putrefacto y mortal, mi alma se reconforta en el amor de Haide y de mis hijos,
en saber que no me odian, que no me reprochan, que solo están aquí conmigo.
Quisiera abrazarlos también ¡decirles cuanto los amo! ¡Que son mi vida! Pero
no me puedo levantar, ya no puedo. Solo Dios me sostendrá ahora. Haberla
visto y escuchado, saber que su amor sobrepasa quien fui y lo que hice me
llena de paz, será una gran mujer, una mujer valiente y decidida, ella hará lo
que yo no hice: vivir, vivir intensamente sin miedos ni excusas. Ahora mi
lucha llego a su fin, no puedo mantenerme estable ni quieto por un segundo
más, en cuestión de horas tuve que vivir la transformación de mi vida en
medio de la agonía de mi muerte, gracias al amor divino, al amor de los
míos…

MI DESPEDIDA – YO

Me siento bien, me había despedido por ese día. Me voy a casa con
Giulianna y después de media hora vibra mi celular.
-Hola mamá –el corazón se me sale por la boca, me acelero.
-Haidemar, hay que ir haciendo unos trámites porque ya aquí no se puede
hacer nada. Hija su papá falleció, debemos esperar mañana para que nos den el
cuerpo y José hará los trámites para velarlo y cremarlo –expreso serenamente,
mamá tenía esa facultad en sí misma, el mundo podía caerse en pedazos pero
ella mantenía la calma y su voz siempre era como curativa. Cuando dijo la
palabra “falleció” mi alma se envolvió en tristeza y nostalgia. Una simple
palabra encierra una sensación extraña, desconocida para mí, no soy buena
con sentimientos negativos; es como estar en este mundo y a la vez estar en
uno paralelo ajeno a tu cuerpo mientras observas como éste se desquebraja.
-Esta bien –solté y colgué.
Papá había muerto quince minutos después de que me despedí de él. Hasta
aquí nos llegó el viaje papá, ahora debo continuar sola. Realmente esto no dio
“fin” a algo, sino le dio un “comienzo”. No es algo que haya dejado preguntas,
dudas o misterios, más bien dejo una gran respuesta, un resultado, una verdad.
Donde la muerte hace acto de presencia le prosigue el renacimiento, este era
mi renacimiento en la realidad y crueldad del mundo, no como cuando mi
mama me dio a luz, que era pequeña, indefensa, ignorante e inocente, expuesta
a un mundo desconocido por descubrir, ahora yo respiraba un mundo
diferente, uno sobrepasado de conocimientos y saberes, de desdichas y
felicidad, un mundo tan conocido que a veces prefieres huir de él pero que al
final del día te das cuenta que debes vivirlo y enfrentarte a él hasta el día que
la misma vida decida que el viaje se ha acabado.
Solté el teléfono y aún estaba en el suelo, sintiendo que el suelo me
arrancaba el alma, Giulianna se acercó y me puso la mano en la espalda, lloró.
Lloramos juntas, me abrazó y me ayudó a levantarme. De pronto todos
estábamos en el cuarto, Giulianna, Fabricio, el señor Manuel con su yeso y la
señora Mary junto a nosotras. Sus papás lloraban, lo hacían con nosotras.
Estuvimos hablando durante un largo rato, sobre la vida, la muerte, sobre
mí y mi papá, sobre la familia. La noche se hizo vieja y tocó dormir porque al
día siguiente era el velatorio y el entierro. A mi papá lo cremarían, era algo
que quería y había manifestado en vida. Entre ese “intento” de dormir, volví a
tener recuerdos, esta vez, sobre todas las veces que me busco en el terminal.
Que largo es este viaje, doce horas en una caja de metal encerrada con 28
alientos y sudores, ya son las 6:20 y estamos llegando, menos mal que mi papá
es medio sonámbulo, eso ayuda a que este pendiente del celular y venga a
tiempo a buscarme. ¿Será que le pegará mi ausencia? Aunque solo me voy dos
o tres días. Peor ¿Será que sabe realmente que es lo que voy a hacer a Mérida?
¿Será que sabe de él? Yo creo que sí, me ha tocado el tema varias veces pero
sin incluirnos, me ha hablado de que mis hijos pueden salir enfermos.
En fin, ya abren el bus, al fin aire fresco, todavía tengo mi suéter rojo del
Real Madrid, huelo horrible y mi cabello está asqueroso. Al bajar busco mi
maleta rápido y mientras espero, diviso la camioneta roja de mi papá, entonces
lo veo a él. Camino con suavidad hacia allá, subo mis cosas, lo saludo con un
abrazo y un beso en la mejilla, hablamos del viaje, pero políticamente, que fue
largo, que hace frío, que salí tarde la noche anterior, que todos están bien y
hasta ahí. Yo sé que él sabe. Cuando lo veo en el terminal en cada viaje, se me
llena el alma de amor y nostalgia.
Al despertar, aún me costaba asimilar la noticia, sabía que debía ir a la
funeraria a firmar unos papeles, Giuli y Fabri me llevaron y me dejaron allá,
José ya había llegado. Mi hermano y yo jamás fuimos unidos pero fue porque
él puso una pared agresiva siempre, nunca considere que me quisiera. Sin
embargo, mi naturaleza me llevo a abrazarlo en cuanto lo vi, porque es mi
hermano porque compartimos la sangre del difunto, fue entonces cuando
rompió a llorar en mi hombro, me había recibido el abrazo, era la segunda vez
en mis veinte años de vida que él me abrazaba y lloraba, la primera vez había
sucedido unos 5 años antes, cuando me pidió perdón por tantos maltratos.
Después de llorar cuando recibí la noticia, no lloré más. Estuvimos en la
funeraria, con los familiares, el ataúd, el olor a formol, algunas amistades,
todo muy íntimo, aún no lloraba. Al final, solo quedé en estado de shock por
algunos largos minutos. En ese letargo congelado, divise más recuerdos, de
unos 5 meses atrás.
Dios mío, no quiero ir, no me obligues ¿un retiro? ¿para qué? Algo dentro
de mí me detiene, aunque sé que debería ir porque es parte de mi crecimiento
en la fe. Termine yendo, lo que no me imagine es lo habría de pasar. Desde la
llegada hasta la partida estábamos en el pequeño púlpito, incluso nos querían
quitar el celular, una líder me dijo que, si desobedecía, Dios no me daría su
bendición. Pamplinas, la bendición que me dio se volvió incomparable,
inagotable, inexplicable y perfecta. Por alguna razón, cada vez que oraban por
mí o Dios me ministraba, lo hacía encaminado al perdón ¿Por qué? Yo no odio
a nadie o eso quería creer.
Mientras las horas transcurrían, pensé en mi papá, tenía dudas, es decir,
bueno, él no es el hombre perfecto, es tosco y muchas veces ofensivo, recibí
algunos maltratos, trataba de amarlo, de honrarlo porque es un mandamiento,
era una ley que cumplir, aunque en mi alma poco me nacía, incluso deje de
pedirle la bendición hace tiempo, programa mi mente para procurar
obedecerlo y respetarlo. No entendía ni media papa, quería entender, quería
que Dios me diera la respuesta. Mientras nadaba entre todo esto en mi mente,
la pastora se acercó a mí, me abrazó y me dijo al oído: Dios sabe que no
entiendes y también que quieres entender, pero Él te dice hoy que tienes que
tomar la llave del perdón, tienes que perdonarlo.
¿Perdonarlo? ¿Cómo sabía ella que yo estaba pensando eso? Ella no sabía,
Dios lo sabía, no era ella, era Dios. No pude evitar llorar. Quizás sí, era así y
no quería aceptarlo, pero esta experiencia marco mi existencia. Ella oró para
mí, junto a otros tres líderes. Recordé lo que dice la biblia “ante su presencia
tiembla la tierra”, era literal, mi cuerpo temblaba en ese momento, tantas
oraciones, yo no las oía pero sentía un estruendo que mi cuerpo inútil y mortal
no podía soportar, grité, grité con todas mis fuerzas, grité como loca, sentía
que me arrancaban algo del alma, era algo pesado y sumamente pegado, algo
que tenía desde hace años y había hecho nido ahí, algo que se estaba
pudriendo, una raíz, algo indescriptible, sentí como me lo iban arrancando,
poco a poco pero me aliviaba, cuando por fin salió todo, regrese en mí, pude
abrir los ojos, me desorienté pero ya no gritaba. Me arrodille, todo era suave,
era bonanza, me abrazaron, me abrace a mí misma por dentro. Entonces pensé
en él.
No podía esperar a llegar a casa, desde Barquisimeto hasta Valencia había
tres horas, pero yo quería estar allá y verlo, ver que había pasado, tenía miedo.
Pero cuando llegué, lo supe. Al verlo, solo sentí que mi corazón saltaba de
alegría y de felicidad, le pedí la bendición después de tanto y lo abrace, era un
nuevo comienzo, así lo fue para ambos, porque él no había cambiado, la que
había cambiado era yo, por eso fue que vi todo diferente y pude disfrutar de mi
papá el tiempo que quedaba, era mi tiempo de sanar y amar, mi tiempo de
comprender y perdonar, era el tiempo de unir los lazos.
No sé qué sería de mí si eso no fuese sucedido, si Dios no me fuese
abrazado con la oportunidad de ese tiempo. Mi vida sería distinta, estaría
perdida quizás. Al pasar dos días ya estábamos en Mérida, para esparcir las
cenizas, se supone que la dejaríamos en el cementerio, pero al final decidieron
echarlas en la Laguna de Mucubají, José nos excluyó, a Selimar y a mí. No
nos enteramos sino horas después cuando ya había pasado. Gracias a eso,
algunas tías dejaron de hablarme, me odiaron, porque para ellas yo no fui
porque no quise, la realidad es que nunca se me dijo nada.
Para la sorpresa de todos, mi mamá decidió quedarse en Mucuchíes ese
mismo fin de semana, Selimar con doce años debía quedarse con ella pero ¿y
yo? Yo debía volver a Valencia, apenas estaba en el sexto semestre de la
universidad, tenía que culminar mi carrera, entonces tomé una decisión que
trascendería mi vida: me regrese a Valencia sin ellas. Lógico que no me viviría
en ese sitio, esa casa que tanto daño nos hizo, mi mama consiguió donde
mudarme al norte de la ciudad, en Tazajal con una señora mayor y que con dos
meses era suficiente para descubrir que estaba mal de la cabeza.
El problema de que un ser querido muera, no es la partida lo que cambia
todo, es la ausencia de él lo que hace diferentes los días, en mi caso personal,
mi papá lo hacia todo para mí, igual que mi mamá y es que así son los padres,
hacen todo por uno, por nuestro bienestar, se quitan la comida de la boca para
dárnosla. Pero ahora, si tenía un rollo o necesitaba algo, tenía que resolverlo
yo sola.
Todos supieron de la muerte de mi papá, aunque no muchos conocían la
causa, en la familia era deshonroso decir el porqué. Sinceramente yo no tenía
problemas, no me avergonzaba decir lo que él había hecho, tampoco buscaba
la lástima de otros, acepte condolencias y abrazos de un gentío, todo era parte
de la vida y todos nosotros vivíamos dentro de ella, hay que vivirla con sus
amores y sus dolores, con sus alegrías y sus sinsabores, conocer su significado
pero también su fin.
Entonces, mi destino era Valencia. Tengo que reconocer que en medio del
desierto que vive este país, esos 17 meses sola, fueron los mejores y los peores
hasta ahora, viví experiencias nuevas y e increíbles, en mi vida y en mi
carrera, la gente bonita que conocí, siempre dicen que vivir con otros
inquilinos en un mismo espacio es complicado pero no para mí, Daniela,
Nohemi, María José, Deicy y la señora Gladys, fueron personas increíbles con
las que hice hogares después dejar el mío. Sin contar los grandes con los que
pude trabajar, Randolfo Blanco de Venevisión, Liliana Trías de Éxitos Unión
Radio, Licida Parra de Suinacero, son personas que marcaron mi visión y
pensamiento, marcaron mi vida.
Pero, descubrí la dura realidad de los independientes asalariados en
Venezuela, bueno aunque yo no tenía un salario, no trabajaba para nadie,
trabajaba por mi cuenta utilizando los talentos que me habían regalado en mi
destino. Lo peor de ese tiempo fue la traición de mi mejor amiga, primero
compartes la vida con ella como tu gemela perdida literalmente y luego ella se
comporta como una infeliz y te abandona, no estoy hablando de algo retórico,
realmente me dijo tantas cosas donde al final metió lo de mi papá y fue la gota
que derramó el vaso. Nadie que se llame tu mejor amiga se mete con tu papá
muerto.
Otro detalle de las muertes es que en el tiempo de la ausencia empiezan a
drenar esos sentimientos de las etapas del duelo, te hacen pasar pena en
cualquier lugar, había pasado meses y yo lloraba mientras hacia las arepas de
trigo, sin ningún motivo, de repente iba en el bus, parada y apretujada de
gente, doble fila en el pasillo y agarrada del pasamano me ponía a llorar, de la
nada. Me hacía falta su presencia y sus regaños inagotables.
En el camino supe que todas las reglas funcionaron, esa sobreprotección y
principios duros, me hizo la mujer que soy hoy. Una joven pasa de la burbuja a
estar sola en una ciudad, puede prestarse para pensar que al fin es un alma
libre, puede recurrir a enloquecer de todo lo que ofrece la vida pero eso no me
paso a mí. Mantuve esos mismos principios cada día y jamás me dejé
influenciar, ni siquiera cuando me ofrecían fumar hierba. Mi voluntad fuerte se
formó de la mano de ese hombre que me dio la vida.

EL DESPUÉS – YO

Cuando pierdes a uno de tus padres, tu vida se divide en dos: el antes y el


después. El antes, ya se debió haber deducido pero el después siempre es
diferente, es drástico, radical, en el buen pero también en el mal sentido, todo
depende de la visión y la percepción de cada uno.
Cuando llegas a ese punto, recuerdas con cariño los regaños por dejar la
ropa tirada y de paso sucia, por tomar agua directo de la jarra, por dejar el
televisor prendido sin usarlo, por no pararte a tiempo para llegar temprano a la
escuela y la verdad es que por todo, porque los padres quieren que sigamos el
camino de la rectitud perfecta, al menos en mi caso.
Después de los cuatro semestres que me faltaban, los más importantes
porque eran los finales, los de la mención. Ya podía oler la toga, el birrete y la
estola, ese día llegaría para mí.
Mis mejores años universitarios terminaron, presente mi trabajo de grado
con orgullo, obtuve mi mención excelencia con el mejor compañero y amigo
que pude tener, después de Giulianna, Vaca era mi amigo del alma. Ya nada
me ataba a Valencia, ni lo haría nunca más. Después que mi mamá sufrió un
ACV ese enero, partí a mi nuevo destino: Mucuchíes.
Aunque ya era la tesis, faltaba el acto oficial, sería en julio o agosto de ese
año, a pesar que mi papá no estaría ni mi mamá tampoco porque estaba en
Mérida con una situación de salud, yo estaba feliz porque el logro era para mí
pero también para ellos donde fuera que estuviesen, a todos nos conecta el
alma.
Con mi mamá había pasado otro de esos sucesos que te cambia la vida, no
es que yo amara Valencia pero allí estaba formando una carrera, en la radio, en
la empresa, en la vida social, renuncie a todo porque después de todo ¿quién
debe cuidar a los padres? Nosotros. Aunque nunca pensé que bañaría y le
pondría pañales a mi mamá tan temprano, los 50 son los nuevos 40. Pero sí,
tenía que y lo hice con todo el gusto y el amor del mundo. Fue una aventura
enseñar a mi mamá a comer, cepillarse, bañarse y demás, al ser ella quien me
había enseñado hace veinte años atrás.
Desde mis veinte y mis veintitrés fueron los peores y los mejores años por
esos sucesos que te voltean el mundo y la manera de apreciarlo, más tarde en
febrero asesinaron a un gran amigo mío, me llamaron desde Valencia para
darme la noticia. Ese hecho me hizo pensar en los presentimientos ¿Podrá el
ser humano presentir el mal augurio? Lo digo porque esa madrugada la
recuerdo claramente, no pude dormir, en Mucuchíes estábamos casi a 4° pero
yo sudaba frío entre las sábanas, sentía una incomodidad en el fondo de mi ser,
algo me perturbaba, desperté un poco después de las tres de la mañana, no
podía respirar, sentía que me asfixiaba, volví a despertar a las cinco.
Finalmente a las nueve de la mañana me informaron de lo sucedido, a él lo
habían asesinado entre las tres y las cuatro de la mañana.
Me puse a pensar en esas corazonadas, las que te hacen presentir los males
de la vida, fuera de mi incómoda madrugada, una de nuestras jefas tuvo un
sueño esa misma madrugada, soñó que mi amigo moría, una premonición que
me asustaría tener en cualquier situación, no son tan supersticiosa pero tengo
que reconocer que eran coincidencias misteriosas.
Eran malas noticias unas tras otras pero en medio de esa programación
siempre había pequeños comerciales de felicidad que me ayudaron a amar más
la vida y conservar las amistades. Luego Vaca se fue a vivir a España, me
quedaba Giulianna aunque ya estaba formando un hogar con Fabricio y
Thiago quien estaba en camino, ella entraba en un contexto adulto donde aún
yo no estaba, ni quería estar por los momentos. Ella siempre fue muy valiente,
desde los quince años se había convertido en mi familia.
Reflexioné. La crisis en Venezuela, entre la corrupción y la delincuencia,
ocasionaron la disminución del turismo, mi papá se dedicaba a eso así que se
había quedado sin trabajo pero ¿Cuántos más también se quedaron sin su
sustento? ¿Cuántos han sido los que desertaron y huyeron a los países
hermanos incluso europeos? El alto costo automotriz por la inflación constante
no permitió que le hicieran un nuevo motor a la camioneta ¿Cuánto ha bajado
la afluencia de vehículos en las grandes ciudades? Luego está el estado de los
hospitales y sus médicos, mi papá era un caso muy delicado y estaba a cargo
de un pasante de la escuela de medicina ¿Habrá muertes por negligencia en
Venezuela? ¿Por contaminación o deterioro de las áreas hospitalarias?
Los venezolanos solo se van, dejan su patria, sus familias y sus potenciales
talentos. La Venezuela de la cuarta república desapareció hace años, La
emigración se esparció como un virus y corre por las venas de todos, como el
cáncer, se activa a un tiempo indefinido e inesperado. Hace unos días hable
con Daniela, una vecina que tenía morochos de seis años, me contó que
Jimena se acercó a ella en esos días con un diccionario de español que tenía
todas las banderas del mundo, la niña le pregunto sobre cada bandera y el país
al que correspondía, porque ella quería elegir a que país se iría cuando tuviese
mayor edad. Por un momento me reí, pero después pensé en esas palabras que
se dirigen a desertar en una niña de seis años, estábamos cada día más graves.
El mundo tiene una remota idea de la situación venezolana pero nada
parecido a vivirla en carne propia, digo remota porque la dictadura ha
maquillado la cifra real de muertes en toda esta revolución. Pérdidas humanas,
centenares pero nadie hace nada para impedirlo, para remediarlo, las familias
se rompen y se quedan rotas en pedazos, esparcidas alrededor del mundo. Esta
carga la llevamos nosotros, los jóvenes de este siglo, los que no votaron en los
90' porque éramos unos pelaos, los que no sabíamos nada de política y sus
partidos, somos los que hoy estudiamos, luchamos y vivimos la Venezuela del
siglo XXI.
Así como a mí ¿cuántos más quedaron huérfanos en estos años? ¿Quién
vela por ellos? Velamos nosotros mismos por nosotros.
De alguna manera todo vuelve a su lugar, hace casi medio siglo mi papá
huyo de este pueblo parameño, ahora sus descendientes regresan a un lugar
que nunca les perteneció directamente, pero vuelven, vuelven a vivir en estas
calles heladas y solitarias, a disfrutar de una de las partes más altas y hermosas
de Venezuela, no nos arrepentimos, al contrario, es un ciclo que debemos vivir
y cerrar.
“Mucuchíes es tierra de frío y del frailejón” como dice su himno,
ciertamente, pero también es tierra de hombres machistas y mujeres sometidas,
es tierra de riquezas en la agricultura (además del bolsillo) y una pizca de
pobreza en la mente. Es una tierra bendecida que produce harina de trigo,
papa, zanahoria, acelga, brocolí, coliflor, ajo, fresas, moras y duraznos. Hay
tierras y tierras por todos lados, mangueras de riego, bueyes y caballos, es
normal ver jóvenes de 15 años con enormes camionetas del año. Aún así, la
zona del Páramo tiene los índices de suicidio más altos en toda Venezuela,
cifras que muy pocas personas conocen, no solo es suicidio también hay
homicidios. Hace un par de semanas me entere de una joven de quince años,
dio a luz en su casa y asesinó a su bebe, una tragedia en pleno 2018 a tan solo
diez minutos del pueblo de Mucuchíes.
Tengo 23 años, soy venezolana y valenciana de nacimiento, maracucha y
merideña del alma. Estoy a cargo de mi mami y de mi hermana menor, soy
independiente del sistema, podría decirse que soy un alma libre, quizás todos
los somos, todos somos parte de un todo pero siendo puntos separados, los que
se quedan pero también los que se van, son más libres que nosotros los vivos,
salen de las garras de la mortalidad carnal para convertirse en espíritus
inmortales, en almas libres. La vida no lo es tanto pero sigue siendo igual
bella.

UN PRÓLOGO: LA RAZÓN

Soy de esas que escribe lo que le pasa, tengo complejos de escritora, pero
también de periodista (es lo que soy), de actriz, de bailarina, de cocinera, de
todo. En resumen, soy mujer y así somos nosotras, sentimentales,
polifacéticas, melodramáticas, tercas y complicadas. En fin, muchos lo hacen,
bloguean su vida y yo soy igual pero diferente, siento la necesidad de
compartir mis experiencias y mi vida, de transmitir a otros que no están solos.
No escribí ficción, escribí una crónica real.
Es una locura pensarnos como los únicos que tienen pruebas en el camino,
los únicos que atraviesan desiertos, que atraviesan el valle de lágrimas porque
eso solo son pensamientos egoístas y centrados en su mismidad. Todo ser
humano se atribula de algo sino no estaría vivo, todos pasamos complejidades,
muertes, enfermedades, rencores, reconciliaciones, amores, decepciones y por
ahí va la lista. Cada vez que escucho “tú no sabes lo que estoy pasando” solo
pienso pues no, no lo sé, tú tampoco sabes que esconde mi rostro, pero es
normal todos estamos en un mismo plano, después de oír eso simplemente
quiero huir de esa presencia.
En esta oportunidad, aprecio más el aire de mis pulmones que ayer, por eso
me provoca compartir esto, una crónica totalmente real que cuenta de manera
fiel el curso de los acontecimientos, sólo los capítulos del YO, porque los de
ÉL si fueron productos imaginarios que no podría alcanzar aunque quisiera,
todo con el fin de producir algo en el lector.
También lo quise hacer porque le temo al olvido, me asusta olvidar en la
vida, las palabras, los sucesos, los amores, los besos, las miradas, las muertes,
las lágrimas y mis propios pensamientos. Algo tan determinante en mi vida, no
podría olvidarlo, así que me encuentro en el deber de escribirlo.
¿Alguien habrá pensado en el significado de la muerte? Para algunos es
una tragedia que se espera, otros la piensan como el fin de la existencia, unos
cuantos la ven como un evento muy lejano, mientras que otros la creen como
un paso de libertad, el final de los dolores y turbulencias que ahogan la vida, el
principio de la libertad ¿Actos valientes o cobardes? La muerte en todas sus
presentaciones es el pan diario en Venezuela. No hay comida, no hay
medicinas, abunda la emigración, uno de los éxodos latinoamericanos más
grandes, unos son luchadores y otros desertores. Este es el final de un hombre,
por allá en julio de 2016.

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