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Afinidades biológicas y dinámicas poblacionales entre los an guos mayas.

Una visión mul disciplinaria

Andrea Cucina
Editor
Andrea Cucina
Editor

AFINIDADES BIOLÓGICAS Y DINÁMICAS


POBLACIONALES ENTRE LOS ANTIGUOS MAYAS.
UNA VISIÓN MULTIDISCIPLINARIA

Universidad Autónoma de Yucatán


Mérida, Yucatán, México
2013
D.R. © UNIVERSIDAD AUTÓNOMA
DE YUCATÁN, 2013

Prohibida la reproducción total


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Impreso en Yucatán, México


Printed in Yucatan, Mexico

ISBN: 978-607-8191-56-7

F Afinidades biológicas y dinámicas poblacionales entre los


1435.3 an guos mayas: una visión mul disciplinaria / Andrea Cucina,
.A56 editor.-- Mérida, Yuc. : UADY. 2013.
.A44
2013 281 p. : il.

1. Mayas--Antropometría. 2. Mayas--Migraciones. 3. Mayas-Vida


social y costumbres. 4. Mayas--Materia cultural. 5. Mayas--Migracio-
nes. 6. Arqueología demográfica--América Central- I. Cucina Andrea.
1966-
ISBN: 978-607-8191-56-7
Lib-UADY
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN
Jorge Gómez-Valdés / Andrea Cucina • 11

ANTROPOLOGÍA DENTAL

1
LOS ENTIERROS DE LA FASE BUK EN BELICE: COMPROBANDO
LAS RELACIONES GENÉTICAS ENTRE GRUPOS DEL POSCLÁSICO
TEMPRANO EN BELICE A TRAVÉS DE LA MORFOLOGÍA DENTAL
Gabriel Wrobel / Elizabeth Graham • 19

2
INVESTIGACIÓN BIOARQUEOLÓGICA DE LA ANTIGUA
POBLACIÓN DE MAYAPÁN
Stanley Serafin / Carlos Peraza Lope / Andrea Cucina • 39

3
MOVILIDAD E HISTORIA DE POBLACIÓN EN TIKAL, GUATEMALA:
PERSPECTIVAS DESDE LA BIODISTANCIA Y EL ANÁLISIS
DE ISÓTOPOS DE ESTRONCIO
Andrew K. Scherer / Lori E. Wright • 57

4
VARIABILIDAD BIOLÓGICA EN EL ÁREA MAYA DURANTE EL CLÁSICO
Y POSCLÁSICO A PARTIR DE LA MORFOLOGÍA DENTAL
Andrea Cucina • 73

BIOARQUEOLOGÍA

5
FORMAS CEFÁLICAS ARTIFICIALES, POBLACIÓN Y ETNICIDAD
ENTRE LOS MAYAS DEL PERIODO POSCLÁSICO
Vera Tiesler • 93
6
LOS ISÓTOPOS DEL ESTRONCIO EN EL ESTUDIO
DE LA MOBILIDAD ENTRE LOS ANTIGUOS MAYAS
T. Douglas Price / James H. Burton / Paul D. Fullagar / Lori E. Wright /
Jane E. Buikstra / Vera Tiesler • 111

7
BASES TEÓRICO METODOLÓGICAS PARA ESTUDIAR LOS MOVIMIENTOS POBLACIONALES
DESDE LA PALEO Y ARQUEOLOGÍA DEMOGRÁFICA
Allan Ortega Muñoz • 129

ARQUEOLOGÍA REGIONAL

8
PRESENCIA HISTÓRICA DE ITZÁES, PUTUNES Y TOLTECAS
EN LAS TIERRAS BAJAS MAYAS A FINES DEL CLÁSICO Y POSCLÁSICO
Rafael Cobos • 155

9
XCAMBÓ Y SU DINÁMICA COMERCIAL EN EL MARCO DEL ÁREA MAYA
Thelma N. Sierra Sosa • 169

10
CALAKMUL: PODER, PERSEVERANCIA Y PERSISTENCIA
William J. Folan / María del Rosario Domínguez Carrasco /
Joel D. Gunn / Abel Morales / Raymundo González /
Gerardo Villanueva / Nuria Torrescano • 187

11
LAS TRADICIONES CERÁMICAS: UN INDICADOR DE MOVIMIENTOS
POBLACIONALES EN LA REGIÓN DE CALAKMUL, CAMPECHE
María del Rosario Domínguez Carrasco / William J. Folan •213

12
INTERCAMBIOS CULTURALES DE DISTRIBUCIÓN DE LA PASTA FINA
EN LAS SOCIEDADES RIBEREÑAS DE LA CUENCA MEDIA Y BAJA
DEL USUMACINTA DE CHIAPAS TABASCO Y LAS COMUNIDADES
COSTERAS DE LA COSTA DEL GOLFO
Socorro del Pilar Jiménez Álvarez • 227
HISTORIA

13
LA PRESENCIA MEXICA EN TIERRA MAYA. UNA MIRADA ETNOHISTÓRICA
Pascale Villegas • 247

14
DINÁMICAS POBLACIONALES Y RESTRUCTURACIÓN DEL ESPACIO
EN YUCATÁN EN LOS PRIMEROS SIGLOS DE LA COLONIA
Pilar Zabala Aguirre • 259
INTRODUCCIÓN

Jorge A. Gómez-Valdés / Andrea Cucina

La presente obra nace del Primer Simposio Internacional de Bioarqueología en Área Maya, el
cual se celebró en Mérida en noviembre de 2010. La finalidad del Encuentro era (y sigue siendo
para los diferentes tópicos) reunir inves gadores de diferentes disciplinas para que compar e-
ran y discu eran sus experiencias en determinadas temá cas a par r de sus propios campos de
inves gación, eso en un foro de discusión abierta y dinámica. Debido a la amplia gama de temas
abarcados por la bioarqueología, en su acercamiento biocultural hacia la reconstrucción de los
procesos biológicos y culturales que atañen a las sociedades pretéritas, en esta primera ocasión
se decidió que la temá ca guía del encuentro fuesen las afinidades biológicas y las dinámicas
poblacionales. Este volumen refleja en su totalidad el espíritu del evento.
La decisión de iniciar con la temá ca de afinidades biológicas y patrones migratorios surgió de
las inquietudes que quien edita esta obra ene sobre la complejidad de las relaciones biológicas
hasta ahora encontradas a par r de su propia inves gación de la morfología dental, aunadas a
la falta de un reconocimiento claro por parte de la comunidad académica (mayista en este caso
específico, aunque no solo mayista) que los fenómenos estudiados desde diferentes perspec vas
tema cas (comercio, distribución de bienes materiales, presencia de arquitectura foránea etc.)
son (o pueden ser) indica vos de un intercambio no solo cultural, sino también biológico. Conver-
samente, la presencia de evidencias culturales foráneas no siempre se encuentra relacionada con
movimientos migratorios ac vos (véase, por ejemplo, la discusión de Cobos en este volumen).
En el ámbito de la antropología sica, los estudios de afinidades biológicas se basan en la apli-
cación de métodos y teorías sobre gené ca poblacional, en miras de caracterizar cada población
mediante la expresión morfológica y morfométrica de un determinado número de elementos
o de rasgos esquelé cos y dentales, reconocidos por su elevado componente gené co. Úl ma-
mente, como se detalla más adelante, los rasgos morfológicos del esqueleto y los morfométri-
cos craneanos y dentales han perdido paula namente su importancia en estudios de este po
debido al fuerte componente ambiental que oculta su base gené ca. Por ello, actualmente, en

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J G -V /A C

espera de que los estudios propiamente gené cos de ADN o de polimorfismos gené cos sean
realmente viables, el análisis de los rasgos morfológicos dentales es la herramienta más común-
mente u lizada para medir distancias biológicas. No es fortuito que los primeros capítulos de
este libro abarquen este asunto.
Sin embargo, desde una visión exclusivamente bioarqueológica, no es posible entender temá cas
tan intricadas como las dinámicas poblacionales pretéritas, sobre todo en un contexto complejo como
Mesoamérica, sin tener en cuenta integralmente el entorno arqueológico, histórico y lingüís co. El
movimiento de individuos o grupos humanos enteros es el resultado de complejos procesos económi-
cos, polí cos, sociales, dentro de una región y está a su vez insertada en el ámbito panregional, sin que
estos procesos siempre sean visibles en los ves gios materiales o esquelé cos.

Antecedentes históricos
En el campo de estudio de la antropología sica se han aplicado dis ntos diseños metodológicos
para registrar colecciones de caracteres cuan ta vos: a) con nuos en cráneo, mandíbula y dien-
tes y b) discon nuos tanto craneales como dentales. En la bibliogra a especializada producida
en nuestro país se cuentan trabajos sobre craneometría, odontometría, caracteres morfológicos
craneales y dentales. La técnica craneométrica era considerada la principal herramienta de aná-
lisis de la antropología sica, no obstante, a par r de los años ochentas la antropología dental ha
tejido un papel importante en el estudio de poblaciones mesoamericanas (Figura 1).

Cráneo
con nuo

Cráneo
discon nuo

Dientes
con nuo

Dientes
discon nuo

PERIODO PERIODO PERIODO


FORMATIVO MODERNO CONTEMPORÁNEO
(CONSOLIDACIÓN) (DIVERSIFICACIÓN)

Figura 1. Esquema de las técnicas osteológicas de la antropología sica. Cráneometría, análisis de caracteres craneales no-métricos,
odontometría y variables morfológicas dentales no-métricas. Se esquema za la implementación de las técnicas de acuerdo con los
periodos de desarrollo de la antropología sica mexicana. Nótese el desarrollo de la antropología dental a par r del periodo con-
temporáneo o de diversificación de la antropología (años sesentas y ochentas del siglo XX). En ámbitos como la antropología dental,
perspec vas compara vas y no clasificatorias son tomadas en cuenta desde su implementación hasta la actualidad. Con nuo y dis-
con nuo se refiere a la manera de medirse en unidades decimales o como observaciones merís cas.

12 A .U
I

Existen antecedentes de finales del siglo XIX donde se estudian rasgos o variantes normales
de la den ción. Entre estos se encuentran Riva Palacio y Nicolás León, quienes sostenían que los
indígenas de América presentan ausencia del tercer molar (Pompa 1990).
A principios del siglo XX aún se realizan trabajos sobre antropología dental en México. Pompa
(1990) menciona un trabajo hecho por el Dr. Howard Thompson, en el que trata signos especia-
les de los dientes de la raza mongólica y, también, el trabajo de Clark Wissler (1931), quien, en
su análisis sobre una población indígena del noroeste de México (yaqui-pima), menciona que a
través de la den ción es posible estudiar las relaciones entre América del Norte y Asia. Sin embar-
go, estos trabajos primordiales (en México) son el producto de la difusión de la obra que Hrdlicka
publica en 1920 y que representa uno de los más importantes trabajos sobre antropología dental,
marcando el auge de esta disciplina y el comienzo de su consolidación metodológica.
Por otra parte, uno de los trabajos que demarca la madurez de la antropología dental es el
realizado por Snyder y colaboradores (1969) en la población tarahumara de Chihuahua. Poste-
riormente, Pompa (1986) analiza poblaciones de Baja California Sur (pericues) y los compara
con otras series osteológicas de si os arqueológicos del occidente y sureste de Mesoamérica.
En la segunda mitad de los años setentas, Crawford (1976) y Baume y Crawford (1980) analizan
la den ción de cuatro poblaciones tlaxcaltecas; tres del estado de Tlaxcala (Cuanalan, San Pa-
blo del Monte y Ciudad Tlaxcala) y una que fue desplazada durante el proceso de conquista al
estado de Coahuila (Sal llo). Turner, en 1979, estudia cuatro poblaciones de México (Coahuila,
Tlatelolco, Cuicuilco y Chichén Itzá); posteriormente, Hydenblit (1996) enfoca su inves gación
en cuatro poblaciones mesoamericanas (Tla lco, Cuicuilco, Monte Albán y Cholula) aplicando el
diseño metodológico propuesto por Turner et al. (1991). En fechas recientes, Cucina y colegas
publicaron, entre otros, un estudio sobre afinidades biológicas y dinámicas poblacionales de gru-
pos mayas del Preclásico y hasta el Colonial (Cucina et al. 2005). En los úl mos años, la aplicación
de la antropología dental en poblaciones mesoamericanas se ha diversificado y ampliado en su
campo de estudio (Aubry 2009; Flores 2007; Gómez-Valdés 2008; Scherer 2007; Wrobel 2003).
Los resultados de estas inves gaciones han proporcionado evidencias de componentes po-
blacionales, han permi do conocer relaciones entre grupos, iden ficar migraciones y detectar
reemplazos poblacionales. Sin embargo, al mismo empo, en algunos casos han evidenciado la
dificultad de reconocer patrones, muchas veces por cues ones fác cas tal como las condiciones,
origen y tamaño de las muestras; en otros casos, porque determinados patrones no llegan a ser
visibles en el esqueleto y en los dientes.
Sabemos que la conceptualización de la diversidad biológica de las poblaciones humanas
ha seguido diversos senderos, pasando desde el reduccionismo teórico hasta las perspec-
tivas holísticas comparativas; es decir, desde las perspectivas raciologistas y biotipológicas

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J G -V /A C

hasta la construcción de un paradigma evolucionista genético-poblacional. Es exactamente


en este marco de referencias que se ha desarrollado y se está llevando a cabo actualmente
este tipo de investigación.

Afinidades biológicas y dinámicas poblacionales


La presente obra: Afinidades biológicas y dinámicas poblacionales entre los an guos mayas. Una
visión mul disciplinaria, representa un claro ejemplo de la vitalidad y renovación de la antropo-
logía en el estudio de poblaciones mesoamericanas. Una obra que quiere conjuntar disciplinas
como la arqueología, mediante el estudio de indicadores de comercio o invasiones, los estudios
sico-químicos, como los estudios de isótopos que permiten tener parámetros para el estudio
de las dinámicas poblacionales, hasta la bioarqueología con estudios de patrones de etnicidad y,
por úl mo, una visión histórica y arqueodemográfica.
Conocer la historia y estructura biológica de las poblaciones desaparecidas, representa un reto
importante para las disciplinas antropológicas. En esta obra se ha dado un cuidado especial a la
información de la arqueología del área maya, prestando atención a datos valiosos que permiten
contextualizar el rol que enen los sistemas de intercambio, los movimientos poblacionales y la
evolución social de los grupos humanos. Por su parte, desde la perspec va de la bioarqueología
se ha presentado el uso de las modificaciones corporales como indicadores de etnicidad y se ha
desarrollado un marco conceptual para comprender la demogra a de las poblaciones pretéritas.
La ar culación de todos estos elementos permite conceptualizar la diversidad, evolución, his-
toria y estructura de las poblaciones que habitaron el área maya en el pasado. Valga recordar que
los métodos numéricos y estadís cos dejan la puerta abierta a una aproximación al estudio de las
estructuras morfológicas fundamentada sólidamente en la teoría gené co-poblacional, aunque
en un marco socio-polí co, económico y cultural en con nua evolución. La importancia de estos
avances radica en que se tratan de cambios conceptuales y no necesariamente tecnológicos.

Así, las mediciones y observaciones tradicionales que se pueden realizar sobre una muestra esquelé ca son
ahora u lizadas no como una mera búsqueda de pos raciales definidos con fines clasificatorios, sino como una
herramienta para es mar el parentesco entre las poblaciones y comparar niveles de variabilidad. Esto cons -
tuye un cambio de paradigma per-se, y aún cuando el objeto de estudio es el mismo, lo que ha cambiado es la
interpretación del inves gador frente a él (González-José, 2006:134).

Por úl mo, es importante considerar que en la presente obra se han reunido una serie de
abordajes que, además de cimentar bases claras para el desarrollo metodológico de los estudios
de biodistancias y dinámicas poblacionales, a su vez representa un ejemplo de la construcción
heurís ca que suele darse como consecuencia natural de la mul disciplinariedad.

14 A .U
I

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aubry, S. 2009. Popula on structure and interregional interac on in prehispanic Mesoamerica: A biodis-
tance study. Tesis de Doctorado, Ohio State University, Columbus.

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Crawford, M. 1976. The Tlaxcaltecans Prehistory, Demography, Morphology and Gene cs. University of
Kansas Publica ons in Anthropology, No. 7, Lawrence,

Cucina, A., V. Tiesler y G. Wrobel. 2005. Afinidades biológicas y dinámicas poblacionales mayas desde el
Preclásico hasta el periodo Colonial. Los Inves gadores de la Cultura Maya 13:559-567. Universi-
dad Autónoma de Campeche, Campeche.

Flores Serrano, A. 2007. Morfología dental y mes zaje en una población contemporánea de Zimapán,
Hidalgo. Tesis de Licenciatura en Antropología Física, Escuela Nacional de Antropología e Historia,
México, D.F.

Gómez-Valdés, J.A. 2008. Antropología dental en poblaciones del occidente de Mesoamérica. Colección
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Gonzáles-José, R. 2006. Aproximación a la historia y la estructura de las poblaciones a par r de la va-


riabilidad en la morfología del cráneo. Historia Biológica del Hombre en América, editado por A.
Gonzáles-Mar , pp. 131-166. Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México.

Hrdlicka, A. 1920. Shovel-shaped teeth. American Journal of Physical Anthropology 3:429-465.

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Physical Anthropology 100:225-246.

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tría, Escuela Nacional de Antropología e Historia/SEP, México D.F.

Pompa y Padilla, J.A. 1990. Antropología dental: aplicación en poblaciones prehispánicas. Colección Cien-
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Snyder, R., A. Dahlberg, C. Snow y T. Dahlberg. 1969. Trait analysis of the den on of the Tarahumara
Indians y mes zos of the Sierra Madre Occidental, México. American Journal of Physical Anthropo-
logy 31:65-76.

A 15
J G -V /A C

Turner, C.G., C. Nichol y R.G. Sco . 1991. Scoring procedures for key morphological traits of the permanent
den on: The Arizona State University dental anthropology system. Advances in Dental Anthropo-
logy editado por M. Kelly y C. Larsen, pp. 13-31. Wiley-Liss, New York.

Wrobel, G.D. 2003. Metric and nonmetric dental varia on among the ancient Maya of northern Belize.
Tesis de Doctorado, University of Indiana, Bloomington.

16 A .U
ANTROPOLOGÍA DENTAL
1
LOS ENTIERROS DE LA FASE BUK EN BELICE: COMPROBANDO
LAS RELACIONES GENÉTICAS ENTRE GRUPOS DEL POSCLÁSICO TEMPRANO
EN BELICE A TRAVÉS DE LA MORFOLOGÍA DENTAL

Gabriel Wrobel / Elizabeth Graham

Lamanai, ubicado en el norte de Belice, cuenta con evidencia de ocupación maya durante más
de dos milenios. Los estudios realizados en el si o se han centrado en iden ficar las pautas que
dieron pie a la larga longevidad de la comunidad. Cabe mencionar que Lamanai sobrellevó la
transición del Clásico al Posclásico, periodo que cobró el abandono de varios centros importantes,
par cularmente en las Tierras Bajas Centrales. Las explicaciones que se han dado en referencia a
la resistencia que manifestó Lamanai hacen referencia muchas veces a su posición geográfica a la
orilla del lago de donde se origina el río Nuevo, que permi ó el acceso a las diversas rutas fluviales
y costeras que se volvieron cada vez más importantes en la economía y polí ca maya durante el
Posclásico. La cultura cosmopolita de Lamanai parece haber facilitado el acceso a estas rutas. El
obje vo del presente capítulo radica en analizar si los cambios culturales del Posclásico Tempra-
no, reflejados en la aparición de la cerámica Zakpah durante la fase Buk, están relacionados con la
afluencia de gente foránea al área. El método de inves gación consiste en el análisis morfológico
dental realizado por el primer autor (G.W.) en los individuos inhumados junto con cerámica de
po Zakpah. Primeramente se reportarán los resultados y posteriormente se discu rán las limita-
ciones del análisis, así como algunas de las maneras para aprovechar al máximo la muestra.

LA FASE BUK DEL POSCLÁSICO TEMPRANO EN LAMANAI

En su síntesis, Pendergast (1981) proporciona los resultados obtenidos en las excavaciones de


1974 a 1980. A manera de discusión menciona la evidencia recuperada que concierne la ac vidad

A 19
G W /E G

registrada durante el Clásico Terminal y el Posclásico Temprano, la cual fue recuperada dentro y
alrededor de varias estructuras que formaron al menos tres grupos de plazas en la parte sur de
lo que fue el área central durante el Clásico (Figura 1). Estas son N10[2], conocida como N10-9 o
el grupo Templo Jaguar; Grupo N10[3] o el Grupo O awa; y N10[1], el grupo cercano a la costa
de la laguna, conteniente las estructuras N10-2, N10-1, y N10-4. Los datos obtenidos de estas
excavaciones y aquellas que posteriormente fueron llevadas a cabo por Graham (2004) revela-
ron tanto con nuidad como cambios desde los empos del Clásico. Sería de suma importancia
realizar inves gaciones adicionales para llegar a conocer cómo Lamanai mantuvo su estabilidad
económica y social mientras su cultura material sufría cambios significa vos.

Figura 1.
Mapa del precinto
central de Lamanai.

20 A .U
L B B :
P T B

Se cuenta con evidencia contundente para indicar que los cambios en Lamanai iniciaron a fi-
nales del siglo X, principios del siglo XI y, posteriormente, culminaron para 1100 d.C. en un reper-
torio cerámico eli sta que contaba con atributos es lís cos —engobe monócromo naranja-rojo,
con decoraciones incisas en el exterior de las vasijas, nuevas formas y mo vos aplicados— dis-
ntos a la cerámica polícroma de la elite durante el Clásico (Figura 2). Con base en la estra gra a
rela va, este periodo de uso se ha conceptualizado como una “fase” y se le ha asignado el nom-
bre “Buk”. Las fechas absolutas datan para fines del siglo X hasta, aproximadamente, 1200/1250
d.C., lo cual ubica a la fase Buk dentro del Posclásico Temprano. Aunque se ene con nuidad
con la anterior fase Terclerp y hasta la fase siguiente Cib (Graham 1987), hay rasgos es lís cos
muy notables que dis nguen la cerámica eli sta de la fase Buk. También se recuperó cerámica
con engobe de este po en Cerros y, con base en el sistema clasificatorio de po-variedad, se
considera como Zakpah Naranja-rojo y Zalal Gubiado-inciso (Walker 1990). Para facilitar la com-
prensión, haremos referencia al grupo Zakpah, el cual incluye tanto a Zakpah Naranja-rojo como
a pos Zalal Gubiado-inciso (Aimers, 2009:250).
La decoración incisa y Gubiada-incisa del grupo Zakpah ene raíces que se sitúan en el Clási-
co maya; sin embargo, no es hasta el Posclásico que la decoración incisa llega a ser dominante,
a expensas de la tradición polícroma pintada. John (2008) señala que los mo vos Buk son de
carácter claramente maya, pero el rango de mo vos en uso es selec vo en comparación con
los empos del Clásico. Es posible que la Naranja Fina haya cobrado influencia en el desarrollo

Figura 2.
Cerámica pica del
Posclásico (del X y XI
siglo d.C.) en Lamanai.

A 21
G W /E G

de las tradiciones cerámicas del Posclásico en Lamanai, lo cual no sería sorprendente dado el
papel que Lamanai tenía en el comercio marí mo y fluvial, que otorgaba acceso hasta la costa
del Golfo. Los “chalices” Zakpah y los platos hondos con bases de pedestal enen antecedentes
en el Clásico Terminal y las ollas y platos hondos con decoración esculpida protuberante, al igual
que los bordes protuberantes segmentados, podrían verse como los precursores de la cerámica
que caracterizaría a Mayapan (Graham 1987:82; Pendergast 1981:48); sin embargo, no hay otra
similitud paralela que corresponda a la cerámica Zakpah de la fase Buk.
Además, aunque Lamanai interactuaba con otras partes de las Tierras Bajas mayas desde
el Preclásico (Howie 2005), algunos rasgos arquitectónicos del Posclásico (Graham 2004 en re-
ferencia a N10-77, y Pendergast 1981:44-46 en referencia a N10-2) sugieren que se desarrolló
mayor interés en los nexos con las Tierras Bajas del norte así como con la costa del Golfo, probable
resultado de la inestabilidad que sufrieron las redes de comercio del Petén durante el colapso. Por
fin, los en erros asociados a la cerámica Zakpah de la fase Buk son dis n vos (Figura 3). En com-
paración con otros si os del Clásico, las estructuras cívico-ceremoniales del Posclásico Temprano
en Lamanai, y las del si o cercano de Chau Hiix, contaban con un mayor número de en erros
(Pendergast 1981). Varios de los en erros Buk de Lamanai estaban muy bien ataviados, incluían
artefactos de oro y bronce, los cuales corroboran la existencia de nexos con el intercambio a
larga distancia (Pendergast 1981:48; Simmons y Shugar 2008). Los cráneos picamente exhibían
modificación tabular erecta u oblicua con surcos poscoronales y abultamiento biparietal (White
1996:400). Adicionalmente, se encontró que varios de los individuos manifestaban un cierre
prematuro en el surco sagital, probablemente debido a la modificación craneana. Este es lo no
era pico en en erros contemporáneos que no presentaban cerámica Zakpah. La mayoría de los
en erros Buk fueron depositados en posición ventral, con las piernas flexionadas (Donis et al.
2011), por lo que los individuos miraban hacía el suelo con sus rodillas completamente flexiona-
das, ocasionando que sus pies descansaran sobre sus caderas. Es casi seguro que para mantener
esta posición el cuerpo debió haber estado atado de algún modo. Se encontró mayor variabili-
dad en la posición de los brazos, algunos flexionados y otros no. Los en erros principales en cada
estructura (en erro 10 en la estructura N10/2 y el en erro 46 en la N10/4) fueron iden ficados
con base en la abundancia rela va de objetos encontrados en las tumbas, así como por el haber
sido enterrados en posición sedente, que se considera un signo de pertenencia a la elite o de
poder (McAnany 1998:276-277).
Aunque la asociación de las vasijas del grupo Zakpah, con par culares prác cas de inhuma-
ción (sedente, ventral, urnas), no es concluyente, la frecuencia de en erros dentro de estructu-
ras asociadas con ac vidades de la elite, la modificación craneana consistente y la can dad de
objetos asociados, parecen ser elementos restringidos a un grupo corpora vo de la elite. Sin

22 A .U
L B B :
P T B

embargo, la naturaleza de ese grupo aún no es muy clara. Los atributos cerámicos y mortuorios
asociados con la fase Buk iden ficada en Lamanai, al igual que en varios otros si os de Belice,
proporcionan una oportunidad para poner a prueba la hipótesis que concierne el origen cultural
de estos elementos y los individuos con los cuales están asociados.

Figura 3.
En erro N9-56-1
asociado a la cerámica
Zakpah de la fase Buk.

EXPLICANDO LAS INFLUENCIAS CULTURALES DE LA FASE BUK

Varios de los atributos culturales previamente mencionados, que estaban asociados con la fase
Buk en Lamanai, se encuentran en can dades muy limitadas en si os beliceños del Posclásico
Temprano ubicados a lo largo de las rutas fluviales y costeras. Con base en las similitudes cerá-
micas, los nexos más fuertes de Lamanai durante el Posclásico Temprano parecen ligarse con
comunidades costeras como Marco González (Graham y Pendergast 1989; Howie et al. 2010).

A 23
G W /E G

Curiosamente, los en erros en posición ventral con piernas flexionadas (aunque ocasionalmen-
te supinos) son comunes en Marco González durante el del Clásico Terminal (Graham 1989), en
asociación con un rango de vasijas, por ejemplo, plomiza, Naranja Fina y, posiblemente, Teabo
Rojo; por consiguiente su frecuencia en la costa predata la fase Buk que aparece en Lamanai. De
manera similar, en el informe presentado por Willey et al. (1965) sobre Barton Ramie se iden fi-
can numerosos en erros ventrales que datan la fase “Spanish lookout” del Clásico Terminal. En
cambio, los grupos cerámicos Zakpah son prác camente ausentes en el si o, con excepción de
un solo fragmento (Gifford 1976:311).
Además, aunque se ene una gran can dad de cerámica es lo Buk o del grupo Zakpah en
Marco González (Graham y Pendergast 1989), ninguna ha sido recuperada de depósitos prima-
rios. La mayoría de la cerámica es lo Buk de Marco González proviene de las plataformas nu-
cleares que en algún momento fueron soportes de edificios u otros rasgos. De todas formas, la
ejecución dis n va sugiere que el grupo cerámico Zakpah de Marco González no fue manufac-
turado únicamente en Lamanai, sino también en otras áreas.
A lo largo de la costa norte de Belice, el si o clásico de Saktunja al parecer fue repoblado du-
rante el Posclásico Temprano (1100 d.C.) por grupos que portaban cerámica dis n va con engobe
rojo, que interrumpía las tradiciones previas y a su vez mostraba claras influencias del norte de
Yucatán (Mock 2005:434). Mock (2005:434) iden ficó un solo en erro de una mujer en posición
ventral y con las piernas flexionadas, que fue datada mediante el radiocarbono al 1300 d.C., y que
incluía un plato hondo rojo es lo Zakpah con decoraciones incisas y un surco amplio con el borde
de la base indentado. Mckillop (comunicación personal, 2011) reporta la presencia del grupo ce-
rámico Zakpah y en erros ventrales con piernas flexionadas en Wild Cane Caye, al sur de Belice.
Adicionalmente, se ha iden ficado cerámica es lo Zakpah en Moho Caye (Mckillop 1980: fig.
62) y en la Isla Turneffe (MacKie 1963: fig. 651). En erros en posición ventral con piernas flexio-
nadas también se hallaron en San Pedro, pero sin asociación al grupo cerámico Zakpah, el cual
probablemente data del Posclásico Tardío. Cabe señalar que estos fueron excavados en contexto
de salvamento, por lo que proporcionan datos menos confiables (Graham y Pendergast 1994;
Pendergast y Graham 1991).
El si o adyacente de Chau Hiix ha revelado a diez individuos asociados con cerámica Zakpah
y a veces también en posición ventral con piernas flexionadas; todos fueron inhumados dentro
de las estructuras (aparentemente contemporáneas) ubicadas en el centro del si o. Chau Hiix se
ubica en la Laguna del Oeste, y cuenta con conexiones fluviales que dan hacia Lamanai a través del
río Nuevo y de una serie de pequeños arroyos (Pyburn 2003). En lo que respecta a la arquitectura
del Clásico, el patrón de mantenimiento y renovación es similar a las ac vidades contemporá-
neas en Lamanai, pero a una escala considerablemente menor (Anderson y Pyburn 2004:408).

24 A .U
L B B :
P T B

Siete de estos en erros Buk fueron encontrados en pozos intrusivos sencillos, ubicados dentro
de las estructuras residenciales; dos fueron inhumados dentro de un relicario Posclásico; otro
fue depositado en una gran urna Zakpah dentro de la fachada deteriorada del templo piramidal
principal (Andres y Pyburn 2004:419). Los individuos presentaban modificaciones craneanas si-
milares a las que fueron descritas anteriormente en los individuos de Lamanai.
La presencia de la cerámica dis n va Zakpah, así como la posición ventral de los en erros en
si os costeros y fluviales, establece un nexo entre estas comunidades y la elite de Lamanai, lo
cual señala la existencia de lazos económicos al igual que una de sus probables fuentes de poder
y estatus (por ejemplo, comercio). Cabe mencionar que la cerámica Zakpah y la posición ventral
en los en erros también se presentan en si os alejados de la costa que no se conectan de manera
tan directa con las rutas comerciales costeras y fluviales; en algunos, casos los si os parecen ha-
ber sido abandonados y u lizados únicamente para peregrinaciones. En estos casos, la cerámica
Zakpah y los contextos en los que fueron depositados podrían arrojar nueva luz sobre los pos de
ac vidades rituales de la elite, así como su significado. Por ejemplo, los en erros Buk comúnmen-
te con enen un gran número de vasijas rotas, de ellas suele faltar al menos un fragmento, lo que
sugiere que las piezas fueron retenidas por parientes u otros personas para usos desconocidos
(Pendergast 1988:41). Además de ser incluidos en los caches y en erros en Lamanai, fragmentos
cerámicos Zakaph también se encuentran en grandes basureros sobre o cerca de las estructuras
del Recinto Central (Estr. N10-2, N10-27). El tamaño, composición y la ubicación de estos depó-
sitos no coinciden con los basureros residenciales, por ello se presume que estos depósitos se
asocian a rituales. (Howie et al. 2010). Mientras que Chau Hiix fue un centro de ac vidades ritua-
les durante el Periodo Colonial (Wrobel 2012), se evidencia un disminución poblacional durante
el Posclásico Temprano; después de este se carece de evidencia contundente para afirmar sobre
la presencia de una población permanente. Además de su asociación con en erros intrusivos
en la arquitectura del Clásico, la cerámica de la fase Buk en Chau Hiix generalmente se limita a
los depósitos de superficie y los caches que apuntan a “rotura y dispersión” (Andres y Pyburn
2004:418). De la misma manera, los fragmentos de ollas y cálices de la fase Buk (Zakpah) se han
encontrado sobre las estructuras abandonadas del Clásico en Altun Ha (Pendergast 1982:140),
Mayflower (Graham 1985:222) y en el núcleo construc vo de Negroman-Tipu (Graham 1987:86).
Adicionalmente, se encontró que una urna Buk fue depositada en Actun Yaxteel Ahau, una cueva
en el oeste de Belice (Awe y Helmke 2000). Se sugiere que la deposición de este grupo de cerámi-
ca Zakpah (y quizá también en erros, como en el caso de Chau Hiix) en puntos importantes a lo
largo del territorio es consistente con el comportamiento ritual relacionado con la peregrinación.
Se desconoce el origen de los peregrinos, aunque existe la posibilidad de que sean grupos y/o
individuos de las comunidades de Lamanai y Marco González.

A 25
G W /E G

Los datos de la cerámica y de los en erros Buk indican la existencia de fuertes lazos en-
tre si os beliceños durante el Posclásico Temprano. Sin embargo, como ya se demostró ante-
riormente, la cerámica Zakpah parece estar asociada con comunidades que evidencian fuertes
vínculos con el comercio costero, lo cual nos deja con varias preguntas sobre la naturaleza de
las conexiones culturales con poblaciones no locales. En Lamanai, evaluaciones puntuales de la
cerámica Buk suelen corroborar la postura del modelo en el cual “la cerámica exó ca o foránea”
equivale a estatus o ideología, sin la necesidad de migraciones sustanciales que la expliquen
(Aimers 2008:120). Aimers (2008:120), al igual que John (2008), enfa za el uso de símbolos en
la cerámica Buk (específicamente los de serpientes) que desde el Clásico Temprano han tenido
una larga tradición de circulación y exposición en Lamanai, en contraposición a la ausencia sos-
pechosa de importantes rasgos Itzáes. En contraste, Mock (2005) especula, de manera tenta va,
que la nueva cerámica Saktunja podría señalar ac vidad militarista vinculada con la expansión
del culto a Quetzalcóatl/Kukulkán en la parte norte de Yucatán (Ringle et al. 1998), aunque la
autora deja abierta la posibilidad de que los locales simplemente empleaban mo vos foráneos
para legi mar su poder dentro de un nuevo contexto polí co.
Un estudio reciente de cerámica e isótopos en hueso de los en erros del Clásico Terminal y
Posclásico, realizado por Howie et al. (2010), exploró cómo el uso de comida y vasijas de cerá-
mica señala la iden dad de grupos sociales. De manera específica, se puso a prueba si el cambio
cultural resultó de la llegada de gente nueva (por ejemplo, inmigrantes) a la comunidad (Howie
et al. 2010:376). Los análisis de la composición cerámica Zakpah indican que la mayoría fue ma-
nufacturada localmente (Howie et al. 2010:391). Las únicas tres excepciones con enen materias
primas picamente encontradas alrededor de la costa norte de Belice y el sur de Yucatán. Estas
vasijas también muestran algunas formas que son raras en Lamanai, como son un tambor ovoide
y patas de soporte dis n vas en un plato hondo, lo que probablemente indique que la tradición
es lís ca variaba localmente. El análisis de isótopos de oxígeno en dientes y restos óseos, rea-
lizado por Howie y colegas (2010:392), iden ficó a cinco individuos que parecen haber migrado
a Lamanai después del nacimiento. El análisis de isótopos de carbón mostró que los individuos
exhibían mayor variedad en su dieta que otros grupos residenciales Posclásicos en el si o, lo cual
podría indicar la presencia de una diversidad étnica entre este grupo par cular de la elite.
En un estudio isotópico anterior realizado por Metcalf y colegas (2009), se analizó la varia-
ción isotópica de la dieta; para ello se llevó a cabo una comparación en- y entre si os de valo-
res de carbono-13 en individuos del Posclásico Temprano en Lamanai y Chau Hiix e individuos
del Clásico Terminal en Marco González. Se revelaron patrones interesantes que parecen ser
importantes para llegar a comprender las relaciones entre los grupos de la fase Buk de dis-
ntos si os. En Chau Hiix, los diez individuos analizados de la fase Buk mostraron una fuerte

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P T B

dependencia de peces de arrecifes, los cuales coincidían con la muestra de valores obtenidos
del si o costero de Marco González. La única excepción fue el en erro en urna de Chau Hiix,
en el que los valores isotópicos coincidían con los de individuos de Lamanai. En Lamanai, to-
dos los individuos del Posclásico Temprano tendían a mostrar valores similares, que indicaba
una fuerte dependencia de maíz y proteínas de origen terrestre. No es sorprendente que esta
variación indique que la dieta está relacionada con el ambiente. Sin embargo, las diferencias
entre Chau Hiix y Lamanai son un tanto inesperadas sobre todo si uno considera la cercanía
entre los si os. Estos datos sugieren que la mayoría de los individuos de la fase Buk en Chau
Hiix eran de la costa, y que quizá sus restos fueron depositados con cerámica dispersa como
parte de los ritos de las peregrinaciones.
En breve, la etapa transi va hacia el Posclásico en Lamanai fue acompañado por cambios
en las prác cas rituales, que parecen señalar un cambio cultural significante. La renovación de
estructuras rituales, cívicas y residenciales, y hasta de la riqueza de los en erros, ates gua el
éxito económico de la elite. La naturaleza exó ca de algunas ofrendas de los en erros (cascabe-
les de cobre) y fuertes vínculos con las comunidades costeras, como Marco González, sugieren
que la integración de redes lejanas de comercio fue clave para su éxito. También la aparición del
dis n vo grupo cerámico Zakpah ocurre en este periodo de transición, al no tener atributos del
Clásico, y parece estar asociado con ritos mortuorios de la elite, al igual que a rituales relacio-
nados con la arquitectura abandonada del Clásico. Generalmente, en ambos pos de contextos
la cerámica rota y dispersa puede ser considerada como comportamiento caracterís co de los
rituales del Clásico (y hasta el Clásico Terminal). Pese a que algunos de los rasgos en las vasijas
no son de origen local, estas fueron manufacturadas localmente. En este estudio nos ponemos al
corriente con las inves gaciones mencionadas anteriormente para explorar la naturaleza de los
rasgos diferenciadores de la elite del Posclásico Temprano en Lamanai. Se emplearon los rasgos
epigené cos dentales para poner a prueba si la elite de la fase Buk en Lamanai es morfológica-
mente (y por ende, gené camente) dis nta a los otros grupos de la elite más tempranos que
vivieron en el si o.

ANÁLISIS DENTAL

Con la finalidad de comprobar si los individuos de la elite Buk representaban variaciones dentro
de la población local de esta área, o dis nciones étnicas entre grupos locales y no locales, se
compararon las variaciones de los rasgos métricos y nométricos dentales. Los 44 en erros que
componían la muestra de la elite Buk en Lamanai se iden ficaron: 1) con base en su ubicación

A 27
G W /E G

estra gráfica dentro de las estructuras, todas en el Cuadrado N10, con excepción de al menos
tres grupos de plazas que exhibían una secuencia ocupacional y construc va que corría del
Clásico al Posclásico; y 2) con base en la presencia de cerámica Zakpah en los en erros. La idea
es poner a prueba si el grupo de la elite del Posclásico Temprano es gené camente dis nto
a grupos previos. Por cues ones de comparación, incluimos una muestra del Clásico Tardío-
Terminal. Debido a que en los grupos de la plaza donde se hallaron los en erros Buk fueron
recuperados muy pocos en erros (n=5) que se iden ficaron con certeza como pertenecientes
al Clásico Tardío-Terminal, se complementó la base de datos con en erros obtenidos de si os
adyacentes cuya temporalidad fue establecida de manera confiable; estos incluían un grupo
de 42 individuos de Chau Hiix, otro de 33 individuos de Altun Ha y 8 individuos del grupo Buk
de Chau Hiix. De esta manera, la muestra del Clásico Tardío-Terminal está compuesta de 80
individuos y la muestra Buk de 52 individuos. Aunque la inclusión de datos provenientes de
otros si os no es ideal, las estrechas relaciones sociales, económicas y polí cas de estos si os
con Lamanai durante el Clásico podrían indicar que sus poblaciones estuvieron altamente in-
tegradas y que posiblemente habrían formado un acervo gené co regional. Estudios a futuro
se centrarán en la incorporación de una amplia muestra compara va de Lamanai.
Para cada conjunto de datos (métricos y no métricos), las comparaciones estadís cas básicas
de los promedios acertaron si exis an o no diferencias morfológicas entre los grupos Buk y Clá-
sico Tardío-Terminal. Después, mediciones estadís cas de distancia proporcionaron una medida
rela va entre la can dad de disimilitud entre los grupos. Mayores diferencias morfológicas se
traducen en mayores distancias, mientras que valores de distancia menor denotan una mor-
fología similar. La cuan ficación de similitud feno pica generalmente se interpreta como una
medida de similitud gené ca. El uso de la estadís ca de distancia fue empleada con la finalidad
de comprobar o descartar si los grupos Buk exhibían con nuidad gené ca con grupos anteriores
y posteriores a ellos que vivían en el área. Para facilitar estos análisis, se empleó una muestra
Colonial externa de Lamanai (n=89).

Comparaciones métricas
Bajo los estándares de Moorrees (1957), se u lizó un vernier Mitutoyo calibrado a .05mm para
medir los diámetros buco-linguales y mesio-distales de la corona de cada diente permanente. Para
cada diente se midió, en primer lugar, el diámetro mesio-distal debido a que su determinación es
más fácil; solo entonces se registró el diámetro buco-lingual posicionando las puntas del vernier
en un ángulo perpendicular al plano medio-distal. Debido a que la mayoría de los dientes no
estaban bien fijos en el alvéolo, se procedió con mucha cautela para observar el plano oclusal

28 A .U
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P T B

durante la medición. Los datos fueron registrados en una cédula cartácea y después transferidos
a una hoja de Excel. Los datos fueron some dos a varias pruebas para establecer la presencia de
sesgos relacionados con el sexo, la edad y el error del mismo observados; ninguno de estos dio
resultados significa vos.
Las comparaciones se centraron en los diámetros individuales y el área de la corona, que
fue calculada para cada diente mul plicando los diámetros buco-linguales y mesio-distales.
En un principio se analizó la presencia y el grado de las diferencias entre los grupos a través
de pruebas “t” univariadas para comparar el promedio y las variaciones de cada una de las
medidas. Las pruebas “t” no proveen medidas rela vas de distancia, más bien comparan los
promedios y la variabilidad de los grupos para determinar si son lo estadís camente dis ntos
el uno del otro.
El segundo análisis de conjuntos de datos métricos se realizó bajo el método estadís co de
forma de Penrose, lo que proporcionó una medida rela vamente básica de distancia gené ca.
Penrose (1954) propuso dividir la distancia cuadrada promedio en dos, uno para la “forma” y
el otro para “el tamaño”, debido a que estos dos factores contribuyen a la distancia gené ca
de dis ntas maneras. El presente estudio únicamente u lizó la estadís ca de Penrose, la cual
refleja las proporciones en vez del tamaño en sí, debido a que es más confiable para la repro-
ducción de las relaciones gené cas conocidas entre poblaciones estrechamente relacionadas
(Harris y Nweeia 1980).

Resultados métricos
En las comparaciones de 32 diámetros y 16 áreas de superficie oclusal entre los grupos Buk
y Clásico Tardío-Terminal se encontraron siete comparaciones significa vamente dis ntas al
nivel .05, y cuatro más al nivel .10 (Tabla 1). Aunque de manera tenta va, esto avalaría la hi-
pótesis que sugiere que estos grupos son dis ntos gené camente; sin embargo, siete de estas
comparaciones consis eron de muestras rela vamente pequeñas (al menos un grupo con 20
medidas o menos), lo cual pudo haber influido en la estadís ca. Ocho de estas medidas signifi-
ca vas se tomaron de los incisivos, cuya variación puede ser afectada por patrones de desgas-
te. Al compararse con otros dientes, los puntos de contacto para medidas mesio-distales están
rela vamente cerca al borde incisial, lo que ocasiona que las medidas sean poco confiables en
todos aquellos dientes que presenten desgaste.

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G W /E G

Tabla 1. Medidas que mostraron diferencias significa vas entre los grupos Clásico Tardío-Terminal (CTT) y Buk.
Diente* Tamaño muestra CTT Tamaño muestra Buk Medición P
I1 sup 34 20 MD .049
I2 sup 27 17 MD .036
I2 sup 32 23 BL .020
I2 inf 25 27 MD .040
M3 inf 32 21 MD **.069
I1 sup 28 14 Área oclusal .018
I2 sup 23 14 Área oclusal .000
I1 inf 17 10 Área oclusal **.052
I2 inf 18 13 Área oclusal **.087
M3 inf 31 21 Área oclusal .047

* sup = superiores; inf = inferiores

**significa vo a nivel de p ≤ .10

La comparación de forma de Penrose se calculó de tres maneras. La Tabla 2 muestra los re-
sultados empleando: a) los 32 diámetros mesio-diatales (M-D) y buco-linguales (B-L), b) única-
mente el área de la superficie oclusal de los M1 y M2 superiores e inferiores y, por úl mo c) los
diámetros únicamente de los “dientes clave” (I2, C, P1 y M1). Los cálculos de cada tabla arrojan
en general resultados contrastantes. En las Tablas 2a y 2c, las comparaciones entre el Clásico
Tardío-Terminal y el Colonial, y entre el grupo Buk y el Colonial arrojan solo diferencias mínimas,
lo que sugiere que el grupo colonial es diferente tanto del grupo Buk como del grupo del Clá-
sico Tardío-Terminal. En cambio, en la Tabla 2b estos dos grupos manifiestan mayor diferencia.
Las Tablas 2b y 2c señalan que el grupo Colonial es igual de disimilar a los grupos Buk y Clásico
Tardío-Terminal, mientras que la Tabla 2a señala que el grupo Clásico Tardío-Terminal está más
relacionado con el grupo Colonial que con el grupo Buk. Es evidente que los resultados del aná-
lisis de Penrose no son confiables y deben ser considerados con cuidado.

Tabla 2. Medidas rela vas de distancias gené cas calculadas con el modelo estadís co de forma de Penrose empleando varias com-
binaciones de datos (señalados en la tabla). En paréntesis el tamaño de las muestras rela vas.
a.) Todos los diámetros M-D y B-L Buk Lamanai Colonial (n=1121)
Clásico Tardío-Terminal (n=1245) 3.037 6.333
Buk (n=862) 11.12
b.) Áreas combinadas de las superficies oclusales de los M1 y Buk Lamanai colonial (n=78)
M2 maxilares y mandibulares
Clásico Tardío-Terminal (n=69) 8.338 2.403
Buk (n=46) 2.271
c.) Únicamente las áreas de los dientes claves (I2, C, P1, y M1) Buk Lamanai colonial (n=250)
Clásico Tardío-Terminal (n=298) 1.974 4.171
Buk (n=200) 4.238

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P T B

COMPARACIONES DE RASGOS NO MÉTRICOS


Los rasgos no métricos se registraron empleando el sistema antropológico dental de la Arizona
State University (ASU), aunque se aplicaron algunas modificaciones a las cédulas para algunos
rasgos sugeridos por Jacobi (2000). Varios de los rasgos del sistema ASU fueron eliminados de-
bido a que exhibían un alto grado de errores entre observadores (lo que sugiere que sus valores
no se obtuvieron de una manera confiable), a su vez fueron eliminándose de la lista los rasgos
que no variaban, dejando un total de 63 variables disponibles para el análisis. Primeramente, se
calculó una chi-cuadrada (χ2) para determinar si las diferencias en la prevalencia de los rasgos en-
tre los grupos Buk y Clásico Tardío-Terminal eran suficientes para indicar variabilidad morfológica
significa va entre ambos grupos. La chi cuadrada es una prueba no paramétrica que determina
si las diferencias entre los valores esperados y aquellos observados se atribuyen a una verdadera
diferencia entre los grupos, o si esta diferenciación se debe a factores aleatorios.
El segundo acercamiento emplea la Medición Media Estandarizada de Divergencia (SMMD –
Standardized Mean Measure of Divergence), la cual mide la distancia gené ca entre los grupos
a través de cálculos rela vos de medidas de desigualdad basadas en las diferencias en las pro-
porciones de múl ples rasgos (Buikstra 1976:54). Para esta parte del análisis, los problemas rela-
cionados con la redundancia de los datos fueron atendidos poniendo a prueba las correlaciones
entre pares de rasgos, empleando correlaciones no paramétrica de rho de Spearman y el orden
de rango tau de Kendall. Debido a ello, fueron eliminados algunos de los rasgos correlacionados,
hasta que no quedaran correlaciones significa vas, reduciendo aún más la lista de rasgos, que
sumó un total de17 atributos dentales.

Resultados no métricos
De los 67 atributos no métricos empleados en la comparación de las frecuencias de los rasgos
entre los individuos Buk y Clásico Tardío-Terminal, 17 resultados de la chi-cuadrada fueron sig-
nifica vos al nivel de 0.10, y 11 de estos están dentro del nivel 0.05 (Tabla 3). Este número es
mucho más alto de lo esperado para que sea el producto de variaciones aleatorias. Con base en
estas comparaciones, parece que ambos grupos manifiestan diferencias morfológicas significa -
vas entre ellos, las cuales podrían ser interpretadas como diferencias gené cas.

Tabla 3. Comparaciones de chi cuadrada entre los grupos Buk y Clásico Tardío-Terminal que muestran diferencias significa vas (p< .1).
Rasgo Diente Tamaño muestra CTT Buk Valor de χ2 p
Extensión del esmalte M1 sup 31 20 8.37 .00
Hipocono M2 sup 41 27 6.25 .01
Cúspide 5 M3 inf 29 18 6.12 .01

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Pala I2 sup 38 25 5.99 .01


Patrón de surcos M3 inf 33 20 5.71 .02
Doble Pala P1 sup 47 28 5.25 .02
Número de cúspides M2 inf 35 27 5.12 .02
Protos lido M1 inf 55 36 4.23 .04
Pala I1 sup 46 30 4.01 .05
Fovea anterior M1 inf 44 32 3.97 .05
Paras lo M1 sup 51 30 3.81 .05
Doble pala C sup 49 28 3.54 .06
Pliegue acodado M1 inf 45 31 2.96 .09
Número de raíces P1 sup 37 25 2.89 .09
Pala I1 inf 46 36 2.82 .09
Protos lido M2 inf 46 31 2.72 .10
Cúspide 7 M1 inf 57 36 2.64 .10

En los análisis de distancia gené ca, la estadís ca SMMD se calculó de dos maneras: emplean-
do todos los rasgos en los cálculos (n=67) y usando únicamente la lista modificada de rasgos no
correlacionados (n=17). En ambas instancias, los grupos Buk y Lamanai Colonial mostraron la
menor distancia gené ca, aunque la relación rela va entre el grupo Clásico Tardío-Terminal de
Lamanai y los otros grupos fue dis nta. Los resultados de los dos análisis producen diferentes
relaciones entre los grupos. Al emplear todos los rasgos juntos (Tabla 4a), los resultados sugieren
que el grupo Clásico Tardío-Terminal era rela vamente disimilar al grupo Buk. La población colo-
nial de Lamanai parece estar ligeramente más relacionada con el grupo Buk. Si solo se considera
la lista modificada de 17 rasgos (Tabla 4b), parece ser que el grupo Buk está estrechamente conec-
tado con la población colonial de Lamanai, y menos vinculada con los habitantes más tempranos
del norte de Belice. Nuevamente, como las medidas de distancia gené ca que emplearon datos
métricos dependen de las variables empleadas, los resultados varían de manera significa va y se
reduce la confiabilidad de los datos que conciernen a las relaciones an guas.

Tabla 4. Resultados de la SMMD, calculados empleando varias combinaciones de datos (señaladas en la Tabla). En parentesis el nú-
mero total de observaciones para cada muestra y el número total de rasgos incluidos en cada comparación.
a.) Todos los rasgos (n=67) Buk Lamanai Colonial (n=2393)

Clásico Tardío-Terminal (n=2638) 0.094 0.072

Buk (n=1766) 0.061

b.) Rasgos seleccionados (n=17) Buk Lamanai colonial (n=613)

Clásico Tardío-Terminal (n=701) 0.113 0.140

Buk (n=467) 0.015

32 A .U
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DISCUSIÓN

Los datos epigené cos representan una fuente invaluable de información para los estudios ar-
queológicos que buscan iden ficar las fuentes de diversidad étnica (por ejemplo, cultural). Aun-
que los análisis isotópicos se han vuelto más importantes para el reconocimiento de presencia
foránea (véase Price et al. y Wright y Scherer en este volumen), estos datos solo funcionan para
migrantes de la primera generación; posterior a ellos, sus descendientes tendrán huellas isotó-
picas locales. En cambio, grupos étnicamente dis ntos debieron de mantener sus diferencias
gené cas por al menos algunas generaciones, hasta que finalmente el flujo génico borrara esta
diferencia. Actualmente, aplicaciones de ADN an guo han sido obstaculizadas en las Tierras Ba-
jas mayas, principalmente a causa de la mala preservación, que es común en climas tropicales.
Por ello, el uso de datos feno picos métricos y no métricos proporciona el mejor acercamiento
para elucidar las relaciones gené cas pretéritas entre estos grupos.
Los resultados de las comparaciones dentales del norte de Belice arrojan resultados un tanto
conflic vos y confusos. Ambas comparaciones estadís cas básicas de los datos de las frecuen-
cias métricas (prueba t) y no métricas (chi cuadrado) muestran diferencias más significa vas de
lo que se podría esperar en una ocurrencia aleatoria. Aunque señalamos algunos problemas
intrínsecos en el uso de este po de base de datos que pueden sesgar los resultados, lo que esto
aún implica es que los grupos son morfológicamente y, por ende en teoría, gené camente dis-
ntos los unos de los otros. De ser así no coincide con los resultados de Aimers (2008), basados
en su análisis cerámico; en cambio, como se infiere tenta vamente en los análisis isotópicos y
los datos de modificación cultural de Howie y colegas (2010), se sugiere que al menos algunos
individuos de la elite Buk de Lamanai no fueron de origen local. Estos datos enen implicaciones
significa vas para explicar la naturaleza de los nexos de comercio con grupos no locales, quizá
originarios del norte de Yucatán.
Sin embargo, los análisis de distancia gené ca son un tanto más di ciles de interpretar, en
primer lugar porque el uso de combinaciones de datos ha producido relaciones muy dis ntas
entre los grupos. Los resultados disparados de los cálculos de distancia gené ca podrían atri-
buirse a la estadís ca o a la naturaleza de los datos. Primeramente, existe la posibilidad de que
la estadís ca no refleje de manera adecuada el nivel de variabilidad necesario para dis nguir
los grupos. Por ejemplo, el SMMD y la estadís ca de Penrose son menos adecuados que varias
otras medidas mul variadas que consideran correlaciones entre rasgos en vez de la prevalen-
cia independiente de cada rasgo. No obstante, frecuentemente se prefieren los métodos más
simples en contextos arqueológicos debido a que no son obstaculizados por datos faltantes. Los
datos faltantes son par cularmente problemá cos cuando se estudian grupos mayas, en los

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G W /E G

que alrededor de 40-60% de los rasgos o medidas dentales son frecuentemente cubiertos o han
sido obliterados por caries, sarro, desgaste, modificaciones culturales, mala preservación, pérdi-
da dental ante-mortem, o dientes que se pierden durante prác cas mortuorias secundarias. Es
poco frecuente que los inves gadores tengan la posibilidad de recuperar el conjunto completo
de observaciones para cada individuo. En consecuencia, los métodos mul variables dependen
de cálculos de reemplazo de datos, lo cual no es recomendable para los conjuntos de datos con
más de 5% de variables ausentes.
Otro po de problemas potenciales que surgen en los análisis de distancia se relacionan con
la naturaleza del conjunto de datos y cómo las expecta vas que se tenían de ellos se ven refle-
jadas en el análisis. Gomila (1972) advir ó de los problemas inherentes a la interpretación de
distancias gené cas que se basan en muestras de población, y mostró efec vamente cómo el
manejo de subgrupos, en vez de una muestra aleatoria de la población, podría alterar gravemen-
te la distancia calculada. Seguramente esto será un grave problema para los análisis esquelé cos
de colecciones mayas prehistóricas, todas las cuales mostrarán un grado de parcialidad o sesgo
en las muestras, resultado de la combinación de prác cas mortuorias y estrategias de excava-
ción. Por ejemplo, la mayoría de los esqueletos provenientes de si os como Lamanai y Chau
Hiix fueron encontrados en pequeños grupos dentro de las estructuras ubicadas en las plazas.
Antecedentes etnohistóricos de prác cas mortuorias mayas sugerirían que, al menos los indi-
viduos contemporáneos a cada estructura, fueron parte de la misma unidad habitacional; por
ello es probable que varios hayan estado estrechamente relacionados entre sí (Landa 1941). De
manera general, es probable que las “muestras” del norte de Belice no sean tan representa vas
de la población general, lo cual se debe a la naturaleza de las excavaciones que se han enfocado
en las estructuras monumentales (de la elite). Este acercamiento puede resultar en una colec-
ción esquelé ca restringida y dominada por unas cuantas familias de la elite, que podría tener
flujo génico limitado dentro de la población general. Es concebible que la elite fuera más dada
a seleccionar sus parejas entre otros grupos eli stas de si os cercanos, reduciendo la distancia
que se observa entre las muestras de dis ntos si os. El problema de la parcialidad de las mues-
tras también afecta estudios como estos, que intentan comparar subgrupos. El problema surge
a raíz de que en la actualidad no hay estudios que definan ni la can dad ni el po de variación
esperada que puedan diferenciar entre varios niveles de organización social. En otras palabras,
se esperaría que la variabilidad gené ca entre los grupos incremente conforme el nivel de aná-
lisis se expanda de menor (comunidades) a mayor (ciudades estados). Sin embargo, debido a
la disponibilidad de conjuntos de datos sesgados y limitados, actualmente no se ene ninguna
solución que responda a cuánta variabilidad debe esperarse en cada nivel de organización. Aun
sí la variabilidad fuese iden ficada entre los grupos Zakpah y no Zakpah, no se tendría certeza si
la variabilidad estaría representando dis nciones en o entre grupos.

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CONCLUSIÓN

Desde una perspec va arqueológica, los en erros de la fase Buk de Lamanai son un subgru-
po interesante. Su patrón dis n vo de tratamiento mortuorio —elaborados atavíos, mani-
festaciones inusuales de modificaciones dentales y craneanas, y su asociación con cerámica
Zakpah— los dis ngue de otros en erros Posclásicos del si o (Pendergast 1981). De cierta ma-
nera, la cerámica Zakpah deriva de la cerámica local; sin embargo, esta también se caracteriza
por atributos no locales, o al menos atributos que no eran comunes durante el Clásico dentro
del si o. Generalmente, la cerámica Zakpah se asocia con comunidades, como Lamanai, que
enen fuertes nexos con redes de comercio peninsular periférico, aunque la mayoría de las
vasijas cerámicas parecen haber sido fabricadas de materiales locales (Howie et al. 2010).
Aunque parece que durante el Posclásico nuevas elites emergían con nuevos estatus jerárqui-
cos que dependían del comercio e intercambio, ninguno de los datos arqueológicos iden fican
de manera confiable como foráneo o local el origen de la elite de la fase Buk. La dificultad de
detectar local vs. no local sugiere que hay una medida de con nuidad en los cambios de poder
que marcaron la transición al Posclásico.
Con el fin de inves gar más a fondo la naturaleza de la sociedad posclásica en el norte de
Belice, se empleó la morfología dental para poner a prueba si este grupo social restringido de
la elite Buk fue morfológicamente dis nto a grupos más tempranos. Teóricamente, diferencias
sustanciales implicarían que la elite Buk derivó de otra población no local, mientras que las simi-
litudes sugerirían que descendió de grupos locales, quienes simplemente incorporaron es los
foráneos. El estudio actual no logró resolver esta cues ón de manera defini va; sin embargo,
las comparaciones de la elite del Posclásico Temprano con grupos del Clásico Tardío-Terminal
mostraron diferencias significa vas, implicando que la gente que empleaba cerámica de la fase
Buk podría no tener orígenes locales recientes, o ser el producto de una elite no local que se casó
con familias locales. A pesar de todo, parece ser que los resultados de la estadís ca de gené ca
de distancia variaron de manera un tanto aleatoria, y arrojaron dudas en cuanto a su u lidad
para este estudio. Como se mencionó anteriormente, algunos de los problemas se deben a la
parcialidad de las muestras. Estudios futuros de este po se beneficiarán de la resolución de las
dudas que ciñen la cronología de los en erros en Lamanai a través de la incorporación de mues-
tras locales de individuos del Clásico Tardío y Terminal. Es importante atender a la necesidad de
incorporar otros grupos para proveer comparaciones, como, por ejemplo, grupos del Posclásico
Temprano no pertenecientes a la elite. Se requieren más estudios dentales enfocados a varia-
bles específicas para dis nguir mejor entre los grupos mayas (véase Cucina en este volumen).
Finalmente, el estudio isotópico de Howie et al. (2010) proporcionó un modelo excelente, bajo

A 35
G W /E G

el cual es posible poner a prueba el significado contextual de los datos que señalen influencia no
local. A pesar de que los estudios podrían ampliar sus parámetros para facilitar la iden ficación
de foráneos, es importante señalar que lo “foráneo” podría aplicarse a sociedades rivales y no
solo a ciudades lejanas en México, y el movimiento de una región a otra de familias o de grupos
relacionados es un elemento muy arraigado en el área maya.

Agradecimientos. Expresamos nuestra gra tud a David Pendergast por su apoyo con la organiza-
ción de sus datos de la excavación de Lamanai. Por la asistencia y los consejos de Anne Pyburn,
Robert Fry, Della Cook, Christopher Andres, Pa Cook, Thomas Cuddy, todo el equipo, estudian-
tes y trabajadores que contribuyeron al proyecto, sin quienes no tendríamos al alcance los datos
de Chau Hiix, muchas gracias. Los autores agradecen a los pueblos Crooked Tree, Indian Church
y San Pedro. Extendemos también nuestra gra tud a Vera Tiesler y Andrea Cucina por su apoyo
editorial y a Alejandra Navarro por la traducción al español del manuscrito.

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38 A .U
2

INVESTIGACIÓN BIOARQUEOLÓGICA DE LA ANTIGUA


POBLACIÓN DE MAYAPÁN

Stanley Serafin / Carlos Peraza Lope / Andrea Cucina

El presente estudio ene como obje vo la inves gación, por medio del análisis de los rasgos no
métricos dentales, de las dinámicas poblacionales internas de Mayapán, la ciudad maya más
grande del Posclásico Tardío. Descripciones coloniales de las migraciones, guerras y rebeldes
de los grupos elites de esta ciudad capital han es mulado numerosos estudios de esta an gua
población. Descubrimientos recientes de esqueletos de posibles víc mas de violencia han dado
esperanzas de recuperar las huellas de eventos históricos. Los análisis tafonómicos anteriores
de estos restos óseos humanos han iden ficado, en algunos de ellos, evidencia de violencia pe-
rimortem y manipulación postmortem (Serafin 2010; Serafin y Peraza Lope 2007). Por medio de
un análisis de la morfología dental, en el presente trabajo se intenta evaluar si los individuos de
la elite enen un origen supuestamente foráneo, así como determinar si los restos mortales de
víc mas de violencia provienen de individuos pertenecientes a la elite.
Como también ya mencionan en este volumen tanto Wrobel y Graham, así como Cucina, los
rasgos no métricos dentales enen un elevado componente heredable y son de gran u lidad en el
análisis de las relaciones gené cas entre poblaciones, subgrupos y, en algunos casos, hasta el nivel
de la familia (Alt y Vach 1998; Ricaut et al. 2010). Los dientes frecuentemente se encuentran bien
preservados en el área maya, a pesar del pobre estado de conservación de los huesos. Los cráneos
normalmente están muy fragmentados y presentan modelación ar ficial (Tiesler 1998), como es el
caso en Mayapán. Los cambios diagené cos frecuentemente afectan la conservación del ADN en
esta zona subtropical (Merriwether et al. 1997). Dado lo anterior, los rasgos morfológicos dentales
son la mejor fuente de información sobre relaciones biológicas entre los an guos mayas.
Estudios de la morfología dental en el área maya no son comunes, a pesar del potencial de este
po de análisis. Sin embargo, cada vez más antropólogos sicos siguen esta línea de inves gación

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S S /C P L /A C

(Aus n 1978; Cucina et al. 2003, 2005, 2008, 2010; Cucina y Tiesler 2004; el Angel 1993; Duncan
2005; Jacobi 2000; Lang 1990; Pompa y Padilla 1984, 1990; Rhoads 1998; Scherer 2004; Serafin
2010; Wrobel 2003). Este capítulo contribuye a esta tendencia y demuestra la u lidad de este
enfoque para aportar nuevas evidencias sobre la an gua población de Mayapán.

ANTECEDENTES ARQUEOLÓGICOS, POTENCIAL Y LIMITACIONES


PARA LA RECONSTRUCCIÓN DE LA ANTIGUA POBLACIÓN DE MAYAPAN

La etnicidad e iden dad son temas de gran interés en estudios arqueológicos recientes (Jones
1997). Los arqueólogos han intentado iden ficar fronteras entre grupos sociales con base en los
es los de artefactos, arquitectura, modificación del cráneo y de los dientes, origen geográfico
y relaciones biológicas. En Teo huacan, estudios del material cultural y de los isótopos del es-
troncio concuerdan en la iden ficación del barrio oaxaqueño (Price et al. 2000). Sin embargo,
inves gaciones de este po en el área maya han logrado pocas pruebas concluyentes. Como
resultado, todavía queda por comprobar cómo los an guos mayas construyeron y mantuvieron
sus fronteras sociales.
En Mayapán, los inves gadores han propuesto varias hipótesis que asocian conjuntos arqui-
tectónicos específicos con grupos sociales mencionados en las fuentes coloniales. Los templos
con columnas serpen nas y otra arquitectura es lo Chichén Itzá se han asociado a los Cocom
(Milbrath y Peraza Lope 2009; Ringle y Bey 2001). Los grupos ceremoniales básicos y los cultos
dedicados a las estelas y al dios Chaac se han relacionado con los tutul xiu (Milbrath y Peraza
Lope 2009; Ringle y Bey 2001). El conjunto arquitectónico Itzmal Chen, que se ubica en el extre-
mo noreste del si o, se ha vinculado con los Kowoj, debido a la descripción en El Chilam Balam
de Chumayel del guardián de la puerta este del si o, además de nueva evidencia arquitectónica
registrada en la región del Lago Petén-Itzá, en Guatemala (Edmonson 1986; Pugh 2003). Esta
concentración de estructuras administra vas y rituales es la segunda más grande del si o. El
número de salas columnadas se aproxima al número de provincias que posiblemente estuvieron
bajo el control de Mayapán. Como resultado, estos edificios se han asociado a los linajes princi-
pales (Proskouriakoff 1962; Ringle y Bey 2001).
A pesar de la perspectiva de poder identificar elites mencionadas en fuentes coloniales,
todavía carecemos de una prueba concluyente. El análisis de los artefactos recientemente
excavados ha encontrado estilos diversos; sin embargo, las distribuciones espaciales son
dispersas, dificultando la identificación de barrios étnicos o grupos distintos (Masson y Pe-
raza Lope 2010). En cambio, existe la posibilidad de que la elite foránea, después de migrar

40 A .U
I M

a Mayapán, se casara con la gente local para forjar alianzas, lo que habría resultado supuesta-
mente en una iden dad social basada más en la en dad polí ca que en la etnicidad (Masson
y Peraza Lope 2010:102).
La filiación a un grupo social puede reflejarse también en la presencia de actos de violencia.
Varios en erros múl ples con posibles víc mas de violencia fueron excavados por el Ins tuto
Carnegie de Washington a principios de los años cincuenta. En la actualidad, únicamente se
conserva una pequeña parte de los en erros excavados en esa década; afortunadamente, en
las excavaciones recientes se ha recuperado una muestra de aproximadamente 200 individuos,
entre los cuales también se contabilizan varios en erros de posibles víc mas de violencia. Tres
de ellos se encontraron en el núcleo central del si o. Uno se localizó directamente al este de la
alfarda de la escalinata norte del Templo de Kukulcán, la estructura Q-162. Otro se halló al norte
y al oeste de la estructura Q-79 y cerca de la entrada a la Plaza Principal. El tercero se encontró
en el pasillo formado por el muro este del basamento del Templo Redondo, la estructura Q-152.
En este en erro se recuperaron pocos dientes. Un cuarto en erro múl ple, de posibles víc mas
de violencia, se descubrió al suroeste de la plataforma del grupo Itzmal Chen, en el noreste del
si o (Masson y Peraza Lope 2007; Peraza Lope et al. 2006). No omi mos señalar que depósitos
similares se han descubierto en la región del Lago Petén Itzá, controlada por los kowoj (Duncan
2009a). Es más, recientemente se ha propuesto una filiación entre los kowoj y los tutul xiu (Rice
2009), estos úl mos supuestamente ins garon la revuelta que causó la caída del si o.
Antes de plantear las hipótesis, primero hay que considerar las limitaciones inherentes a
un estudio de este po. Aunque sería deseable lograr iden ficar los en erros funerarios de los
familiares de las víc mas de violencia, ninguno de los en erros son de tamaño adecuado para
este po de análisis. El análisis interindividual es una posible solución; sin embargo, no se pue-
de hacer con pocos restos dentales aislados (Duncan 2005, 2009b). Dada la alta frecuencia de
en erros secundarios en Mayapán, este po de análisis excluiría gran parte de la muestra. Para
aprovechar y maximizar el tamaño de la muestra, se u lizó la Medición Media de Divergencia
(MMD) porque ésta estadís ca permite la inclusión de datos de dientes aislados. La MMD se cal-
cula entre dos grupos de en erros por vez. El valor de la MMD representa la distancia biológica
entre los dos grupos comparados. Comparaciones que producen valores altos indican relaciones
gené cas más lejanas entre los grupos comparados, mientras que valores menores reflejan un
mayor grado de ascendencia común o flujo gené co. La colección de Mayapán es suficiente
grande para dividirla en tres muestras. Se clasificaron los en erros basándose en datos contex-
tuales relacionados con el estatus social y el tratamiento mortuorio. Las tres muestras fueron
clasificadas como Estatus Bajo, Estatus Elevado y Extra-Funerario, la úl ma de estas representa
a las víc mas de violencia. Cabe mencionar que el patrón de distribución de los marcadores del

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S S /C P L /A C

estatus en el si o es disperso (Chase 1992; Masson et al. 2010). Además, las dis nciones del
estatus se habían reducido en el Posclásico (Metcalfe et al. 2009; Pugh 2003), dificultando su
iden ficación. Sin embargo, esta clasificación se considera un punto de par da ú l para inves -
gar la diversidad social en Mayapán.
La primera hipótesis plantea que la mayoría de las víc mas de violencia provienen de la po-
blación de Mayapan. Si ese fuera el caso, esperaríamos obtener las distancias más pequeñas
para comparaciones entre el grupo Extra-Funerario y los otros dos grupos. Cabe mencionar que
el análisis de los isótopos del estroncio y oxígeno de los trofeos y de las víc mas de sacrificio
fechados para el Clásico ha determinado que muchos de ellos pertenecen a individuos foráneos
(Price et al. 2007; Spence et al. 2004; Tiesler et al. 2010; White 2007). Sin embargo, este patrón
aún necesita ser comprobado para el Posclásico. Aunque las fuentes coloniales mencionan que
Mayapán hizo campañas militares externas, mismas que probablemente dieron como resultado
el sacrificio de cau vos foráneos, predominan las descripciones de violencia interna, como son
la opresión y los rebeldes.
La segunda hipótesis plantea que la mayoría de las víc mas de violencia procede de los grupos
elites de Mayapán. Si eso fue así, esperaríamos obtener una biodistancia más pequeña entre las
muestras Extra-Funerario y Estatus Elevado que entre las muestras Extra-Funerario y Estatus Bajo.
La tercera hipótesis plantea que las elites de Mayapán son de origen foráneo. Si así fuera,
entonces esperaríamos obtener biodistancias mayores en las comparaciones que interesan en
grupo Estatus Elevado.
Una posible limitación del presente estudio es la homogeneidad gené ca que aparentemente
caracteriza a los mayas (Ibarra-Rivera et al. 2008; Scherer 2007; véase también Cucina, Scherer
y Wright, y Wrobel y Grahamen en este volumen). Sin embargo, un análisis gené co de grupos
mayas actuales encontró mayor diversidad gené ca en el norte de Yucatán que en los quiché o
k’aqchikel de los altos de Guatemala (Ibarra-Rivera et al. 2008). Como resultado, es posible que
exis era suficiente variabilidad gené ca en Mayapán para detectar diferencias intrapoblaciona-
les por medio del análisis de biodistancia.

MATERIALES Y MÉTODOS

La recolección de datos se basó en el sistema denominado Arizona State University Dental


Anthropology System (ASUDAS; Turner et al. 1991) con las modificaciones de Jacobi (2000). Se
u lizó el programa estadís co SPSS para la entrada y preparación de los datos. Se aplicó el aná-
lisis estadís co mul variado de la Medición Media de Divergencia (MMD).

42 A .U
I M

La colección analizada consta de los dientes de 95 individuos, todos fechados para el Posclási-
co Tardío (Figura 1). Para poder comprobar las hipótesis planteadas arriba, se dividió la colección
en las tres muestras mencionadas líneas atrás. La muestra denominada Estatus Bajo consiste
generalmente en los dientes de en erros sencillos, primarios, directos y sin artefactos asociados
(Brown 1999; Peraza Lope et al. 1997, 1998, 1999, 2001, 2002, 2003a,b). Estos contextos se ubi-
can en varias partes del si o. El único contexto con arquitectura mortuoria consiste en una cista
rectangular elaborada con piedras burdas en la pequeña residencia Q-94. En la muestra Estatus
Bajo no se encontró evidencia de violencia en forma de traumas esquelé cos (Serafin 2010).

Figura 1.
Ubicación de los
en erros analizados en
este estudio en
el contexto del si o
de Mayapán.

La muestra denominada Estatus Elevado consta de los dientes de en erros excavados en


residencias grandes ubicadas al este o sureste del centro y en las salas columnadas o santuarios
del centro (Peraza Lope et al. 1997, 1998, 1999, 2001, 2002, 2003a,b). Algunos de los en erros
de santuarios toman la forma de cista-osario. La mayoría de estos restos son secundarios y no
presentan evidencia de violencia perimortem. En esta muestra hay evidencia de manipulación
postmortem en dos casos: serrado en el hueso temporal izquierdo de un subadulto del santua-
rio Q-88c y un corte de hueso en la diáfisis de un radio de la cista-osario en el santuario Q-90.
Compar mos la interpretación de Smith (1962) y de Thompson y Thompson (1955), que los en-
erros de santuarios representan contextos funerarios, en par cular un culto hacia los ancestros
prac cado por la elite (Serafin y Peraza Lope 2007). Los restos de familiares difuntos importantes

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S S /C P L /A C

quedaron accesibles para darles ofrendas y hacer pe ciones (Lorenzen 2005). Esta interacción
fue con nua y produjo los depósitos secundarios encontrados en santuarios.
La muestra denominada Extra-Funerario consiste en los dientes de depósitos múl ples, pro-
venientes del núcleo central, además de un depósito del grupo Itzmal Chen en el extremo no-
reste del si o (Masson y Peraza Lope 2007; Peraza Lope et al. 1997, 1998, 1999, 2001, 2002,
2003a,b, 2006). Algunos de ellos con enen huesos con evidencia de rotura, mientras que otros
con enen esqueletos completos. Evidencia de violencia perimortem únicamente se encontró en
estos depósitos; las concentraciones mayores muestran marcas postmortem de herramientas
(Serafin 2010; Serafin y Peraza Lope 2007). Basados en la evidencia tafonómica y arqueológica,
pensamos que estos restos pueden representar víc mas de sacrificio o guerra (Masson y Peraza
Lope 2007; Peraza Lope et al. 2006).

Preparación de los datos


Antes de analizar los datos, primero fue necesario controlar los errores y factores de confu-
sión. Se verificó que no se les asignara valores fuera de los rangos posibles. Para maximizar el
tamaño de la muestra se combinaron los valores de an meros del mismo individuo u lizando
el método de cómputo individual (Turner y Sco 1977), es decir, se empleó el valor máximo
observado, ya sea del diente izquierdo o del derecho. Este método ene la suposición de que la
asimetría bilateral es al azar.
Se u lizó la metodología de Nichol y Turner (1986) para calcular el error entre observadores.
Se tomó en consideración una submuestra de dientes en dos ocasiones separadas y distantes
por lo menos una semana la una de la otra. Eso permi ó el cálculo, para cada rasgo, del porcen-
taje de observaciones que difirieron por más de un grado de expresión (Nichol y Turner 1986).
Los rasgos con porcentajes mayores de 10 % fueron eliminados. También se calculó para cada
rasgo la diferencia promedio entre la primera y la segunda observación. Asimismo, se iden fica-
ron las diferencias significa vas entre las dos observaciones por medio de la prueba estadís ca t
de Student (Nichol y Turner 1986).
De esta manera, se determinó que cuatro rasgos morfológicos dentales enen altas frecuen-
cias de error entre observadores y, como resultado, se eliminaron la doble pala del canino supe-
rior, el tubérculo de Carabelli en el primer molar superior y el protos lido en el primer y segundo
molar inferior.
Un requisito de la estadís ca MMD es que las variables sean dicotómicas. Como resultado,
fue necesario dicotomizar los rasgos que enen más de dos grados de expresión. Se escogió
un punto de interrupción por cada rasgo para conver r los valores a presencia o ausencia. Para

44 A .U
I M

maximizar la variabilidad entre las muestras, se desarrolló un esquema propio de dicotomiza-


ción para Mayapán, según la metodología de Nichol (1990) y Scherer (2004). En primer lugar, se
dividieron los datos de acuerdo con las tres muestras, y sucesivamente se calculó la frecuencia
de cada rasgo para todos los grados de expresión. El grado de un rasgo que produjo la mayor
diferencia entre las tres muestras fue escogido como el punto de dicotomización. En las Tablas 1
y 2 se puede ver el punto de interrupción determinado para cada rasgo.

Tabla 1. Puntos de dicotomización para los rasgos no métricos de los dientes superiores.
Rasgo Diente Rasgo Diente
Torsión mesiopalatal I1 0/1-3 C5 (hipoconulo) M2 0/1-5
Curvatura labial I1 0/1-4 C5 (hipoconulo) M3 0/1-5
Pala I1 0-3/4-6 Carabelli M1 0/1-7
Pala I2 0-3/4-7 Carabelli M2 0/1-7
Pala C 0-1/2-6 Carabelli M3 0/1-7
Doble pala I1 0-2/3-6 Paras lo M1 0/1-6
Doble pala I2 0-1/2-6 Paras lo M2 0/1-6
Doble pala C 0-1/2-6 Paras lo M3 0/1-6
Surco de interrupción I1 0/1-4 Clavija I2 0/1-2
Surco de interrupción I2 0/1-4 Clavija M3 0/1-2
Surco labial I1 0/1 Ausencia congénita I2 0/1
Surco labial I2 0/1 Ausencia congénita P2 0/1
Surco labial C 0/1 Ausencia congénita M3 0/1
Tubérculo lingual I1 0-1/2-6 Extensión del esmalte P1 0/1-3
Tubérculo lingual I2 0-2/3-6 Extensión del esmalte P2 0/1-3
Tubérculo lingual C 0/1-6 Extensión del esmalte M1 0/1-3
Cresta distal accesoria C 0-2/3-6 Extensión del esmalte M2 0/1-3
Tubérculos accesorios P1 0/1 Extensión del esmalte M3 0/1-3
Tubérculos accesorios P2 0/1 Número de raíces P1 1/2
Cresta disto-sagital P1 0/1-2 Número de raíces P2 1/2
Cresta disto-sagital P2 0/1-2 Número de raíces M1 1-2/3
Odontoma P1 0/1 número de raíces M2 1-2/3
Odontoma P2 0/1 número de raíces M3 1-2/3
Metacono M1 0-4/5-6 Número de radicales I2 1/2
Metacono M2 0-4/5-6 Número de radicales C 1/2
Metacono M3 0-4/5-6 Número de radicales P1 1/2
Hipocono M1 0-4/5-6 Número de radicales P2 1/2
Hipocono M2 0-3/4-6 Número de radicales M1 1-4/5-6
Hipocono M3 0-2/3-6 Número de radicales M2 1-3/4-6
C5 (hipoconulo) 1 0/1-5 Número de radicales M3 1-2/3-6

A 45
S S /C P L /A C

Tabla 2. Puntos de dicotomización para los rasgos no métricos de los dientes inferiores.
Rasgo Diente Rasgo Diente
Pala I 0-1/2-3 Número de cúspides M1 4/5-6
Cresta distal accesoria C 0-1/2-5 Número de cúspides M2 4/5-6
Odontoma P1 0/1 Número de cúspides M3 4/5-6
Odontoma P2 0/1 Cresta desviada M1 0-1/2-3
Cúspides linguales P1 0-1/2-9 Cresta desviada M2 0-1/2-3
Cúspides linguales P2 0-1/2-9 Cresta desviada M3 0-1/2-3
Número de radicales I1 1/2-3 Cresta desviada m2 0-1/2-3
Número de radicales I2 1/2-3 Cresta distal trig. M1 0/1
Número de radicales C 1/2-3 Cresta distal trig. M2 0/1
Número de radicales P1 1/2-3 Cresta distal trig. M3 0/1
Número de radicales P2 1/2-3 Cresta distal trig. m2 0/1
Número de radicales M1 2-3/4-6 Protos lido M1 0-2/3-7
Número de radicales M2 2/3-4 Protos lido M2 0/1-7
Número de radicales M3 2/3-4 Protos lido M3 0-3/4-7
Raíz de Tomes P1 0/1-5 C5 (hipoconúlido) M1 0-3/4-6
Número de raíces C 1/2 C5 (hipoconúlido) M2 0-2/3-6
Número de raíces P1 1/2 C5 (hipoconúlido) M3 0-4/5-6
Número de raíces P2 1/2 C6 (entoconúlido) M1 0/1-6
Número de raíces M1 1-2/3 C6 (entoconúlido) M2 0/1-6
Número de raíces M2 2-3/1 C6 (entoconúlido) M3 0/1-6
Número de raíces M3 1-2/3 C7 (metaconúlido) M1 0-1/2-4
Ausencia congénita I1 0/1 C7 (metaconúlido) M2 0-1/2-4
Ausencia congénita P2 0/1 C7 (metaconúlido) M3 0-1/2-4
Ausencia congénita M3 0/1 Extensión esmalte P1 0/1-3
Fóvea anterior M1 0-2/3-4 Extensión esmalte P2 0/1-3
Cresta med. trig. M1 0/1-2 Extensión esmalte M1 0/1-3
Cresta med. trig. M2 0/1-2 Extensión esmalte M2 0/1-3
Cresta med. trig. M3 0/1-2 Extensión esmalte M3 0/1-3
Cresta med. trig. m2 0/1-2

Para poder combinar los datos masculinos y femeninos, primero hay que verificar que no
haya asociaciones con el sexo. Esto se determinó con la prueba χ2. De esta manera se calculó que
la diferencia entre los sexos en la frecuencia de la ausencia congénita del tercer molar difiere
significa vamente, siendo más común en los masculinos. Como resultado, se excluyó este rasgo
del análisis mul variado.
También se verificó que no hay una asociación entre los datos y la edad, la cual pudo haber
resultado por el desgaste del esmalte. Ningunos de los rasgos exhiben asociaciones significa vas
con la edad.

46 A .U
I M

RESULTADOS

Las frecuencias de los rasgos dicotomizados se presentan en las Tablas 3 y 4 para los dientes
maxilares superiores e inferiores, respec vamente. Las frecuencias moderadas para la mayoría
de los rasgos es lo esperado, debido al uso de un esquema de dicotomización específicamente
creado para Mayapán (Scherer 2004:118).

Tabla 3. Frecuencias dicotomizadas de rasgos no métricos de los dientes superiores.


Rasgo Diente % Rasgo Diente %
Torsión mesiopalatal I1 15.4 C5 (hipoconulo) M2 5.1
Curvatura labial I1 48.1 C5 (hipoconulo) M3 15.0
Pala I1 65.6 Carabelli M1 78.9
Pala I2 54.3 Carabelli M2 31.6
Pala C 54.5 Carabelli M3 22.2
Doble pala I1 51.2 Paras lo M1 32.7
Doble pala I2 61.9 Paras lo M2 11.4
Doble pala C 62.7 Paras lo M3 3.1
Surco de interrupción I1 2.6 Clavija I2 3.6
Surco de interrupción I2 26.8 Clavija M3 7.8
Surco labial I1 6.8 Ausencia congénita I2 0.0
Surco labial I2 2.3 Ausencia congénita P2 1.7
Surco labial C 0.0 Ausencia congénita M3 7.5
Tubérculo lingual I1 53.6 Extensión esmalte P1 0.0
Tubérculo lingual I2 37.0 Extensión esmalte P2 0.0
Tubérculo lingual C 64.7 Extensión esmalte M1 67.6
Cresta distal accesoria C 39.3 Extensión esmalte M2 78.3
Tubérculos accesorios P1 6.1 Extensión esmalte M3 61.5
Tubérculos accesorios P2 6.1 Número de raíces P1 7.7
Cresta disto-sagital P1 1.8 Número de raíces P2 0.0
Cresta disto-sagital P2 0.0 Número de raíces M1 91.7
Odontoma P1 0.0 Número de raíces M2 47.6
Odontoma P2 2.2 Número de raíces M3 19.4
Metacono M1 98.5 Número de radicales I2 31.4
Metacono M2 95.0 Número de radicales C 72.5
Metacono M3 56.1 Número de radicales P1 100.0
Hipocono M1 88.2 Número de radicales P2 96.8
Hipocono M2 53.7 Número de radicales M1 70.4
Hipocono M3 55.0 Número de radicales M2 38.9
C5 (hipoconulo) M1 20.0 Número de radicales M3 74.2

A 47
S S /C P L /A C

Tabla 4. Frecuencias dicotomizadas de rasgos no métricos de los dientes inferiores.


Rasgo Diente % Rasgo Diente %
Pala I1 58.8 Número cúspides M1 98.4
Cresta distal accesoria C 41.9 Número cúspides M2 54.1
Odontoma P1 1.9 Número cúspides M3 82.8
Odontoma P2 0.0 Cresta desviada M1 58.3
Cúspides linguales P1 15.0 Cresta desviada M2 5.3
Cúspides linguales P2 25.9 Cresta desviada M3 0.0
Número de radicales I1 83.9 Cresta desviada m2 63.2
Número de radicales I2 92.9 Cresta distal trig. M1 7.8
Número de radicales C 92.5 Cresta distal trig. M2 0.0
Número de radicales P1 65.9 Cresta distal trig. M3 0.0
Número de radicales P2 24.1 Cresta distal trig. m2 35.0
Número de radicales M1 41.4 Protos lido M1 18.8
Número de radicales M2 63.3 Protos lido M2 89.1
Número de radicales M3 33.3 Protos lido M3 34.5
Raíz de Tomes P1 50.0 C5 (hipoconúlido) M1 82.3
Número de raíces C 0.0 C5 (hipoconúlido) M2 47.1
Número de raíces P1 2.1 C5 (hipoconúlido) M3 36.0
Número de raíces P2 0.0 C6 (metaconúlido) M1 9.3
Número de raíces M1 2.9 C6 (metaconúlido) M2 12.1
Número de raíces M2 24.3 C6 (metaconúlido) M3 27.6
Número de raíces M3 15.0 C7 (entoconúlido) M1 5.0
Ausencia congénita I1 0.0 C7 (entoconúlido) M2 2.2
Ausencia congénita P2 0.0 C7 (entoconúlido) M3 7.1
Ausencia congénita M3 17.8 Extensión esmalte P1 0.0
Fóvea anterior M1 48.1 Extensión esmalte P2 2.8
Cresta med. trig. M1 23.7 Extensión esmalte M1 72.9
Cresta med. trig. M2 13.9 Extensión esmalte M2 93.5
Cresta med. trig. M3 20.0 Extensión esmalte M3 71.4
Cresta med. trig. m2 40.0

A con nuación se iden ficaron mediante la prueba χ2 los rasgos discretos que varían sig-
nifica vamente entre las muestras de Estatus Elevado, Estatus Bajo y Extra-Funerario (Su er
y Cortez 2005). Solamente los rasgos que produjeron al menos una diferencia significa va (p<
.05) entre estas muestras fueron incluidos en el análisis mul variado. De los 117 rasgos inves -
gados, 12 varían significa vamente entre al menos dos muestras. Se eliminaron los 105 rasgos
restantes. La comparación entre las muestras Estatus Elevado y Estatus Bajo resultó en el mayor
número de rasgos (nueve) que varían significa vamente. La comparación entre Estatus Elevado y
Extra-Funerario produjo siete rasgos que varían significa vamente, mientras que la comparación
entre Estatus Bajo y Extra-Funerario tenía solo dos.

48 A .U
I M

Para el análisis mul variado, hay que asegurarse que no más de un diente por po esté in-
cluido para cada rasgo (Sco y Turner 1997; Turner et al. 1991). Por ejemplo, la expresión de la
pala de los incisivos centrales y laterales está controlada por los mismos factores gené cos, e
incluir ambos en el análisis mul variado exageraría su influencia. Se iden ficaron los rasgos co-
rrelacionados por medio del coeficiente de correlación de Pearson. Los rasgos significa vamente
correlacionados (p< .05) fueron excluidos. Además, solo incluimos rasgos con tamaños de las
muestras de 10 o más casos.
La Medición Media de Divergencia es la estadís ca más común para medir las biodistancias
con datos no métricos. Se calcularon los valores de MMD con la transformación seno inver-
so de Freeman-Tukey (Green y Suchey 1976; Sjøvold 1977). De los 117 rasgos observados,
se u lizaron seis en el cálculo final. En la Tabla 5 se pueden ver los seis rasgos morfológicos
empleados, además del tamaño de la muestra y la frecuencia para cada uno. Se logró una
significancia estadís ca (p< .05) cuando el valor de MMD, dividido por su desviación estándar,
resultó mayor que 2.0 (Sjøvold 1973).

Tabla 5. Frecuencia y tamaño de la muestra de los rasgos empleados en el cálculo de la MMD.


Estatus Elevado Estatus Bajo Extra-funerario
Rasgo Diente n N n N n N
Doble espatulación I2 sup 8 13 8 17 10 12
Tubérculos accesorios P1 sup 0 22 1 15 2 12
Carabelli M3 sup 0 13 4 11 4 12
Protos lido M2 inf 11 16 14 14 16 16
C5 (hipoconúlido) M1 inf 12 18 19 21 19 22
Extensión del esmalte M1 inf 10 14 13 13 11 20

En la Tabla 6 se pueden ver los resultados del análisis de la MMD. Todas las tres comparacio-
nes produjeron resultados estadís camente significa vos. La muestra Extra-Funerario exhibe las
distancias más pequeñas, de acuerdo con la primera hipótesis planteada de que gran parte de
las víc mas de violencia provienen de la sociedad de Mayapán.

Tabla 6. Valores de la MMD.


Estatus Elevado Estatus Bajo Extra-funerario
Estatus Elevado 0.427296* 0.353299*
Estatus Bajo 0.075419 0.213748*
Extra-funerario 0.074990 0.077360

Nota: Los valores arriba a la derecha son las distancias, los valores abajo a la izquierda son las desviaciones estándares
*p< .05

A 49
S S /C P L /A C

A diferencia de la segunda hipótesis, la distancia entre las muestras Extra-Funerario y Estatus


Elevado es mayor que la distancia entre Extra-Funerario y Estatus Bajo. La muestra Estatus Ele-
vado exhibe las mayores distancias, de acuerdo con la tercera hipótesis.
Concentraciones de rasgos morfológicos, que generalmente ocurren en bajos porcentajes,
pueden iden ficar parientes cercanos (Jacobi 2000), una caracterís ca muy ú l cuando los gru-
pos de interés son pequeños. Los rasgos menos frecuentes son el premolar “uto-azteco” y el
odontoma, los cuales ocurren en en erros múl ples con evidencia de reingreso en los palacios
R-106 y R-183b, respec vamente. Desafortunadamente, estos rasgos ocurren en un solo indi-
viduo cada uno, y como resultado son demasiados infrecuentes para ser ú les. En cambio, los
incisivos laterales en forma de clavija se presentan en dos en erros cercanos. Los en erros 53 y
54 son sencillos, directos y fueron enterrados cerca de la pequeña residencia Q-67 (Peraza Lope
et al. 2003). Ambos fueron agrupados en la muestra Estatus Bajo. La totalidad de la evidencia
sugiere que estos dos individuos eran parientes cercanos.

DISCUSIÓN

El análisis mul variado de los rasgos no-métricos dentales produjo el valor mayor de MMD en
la comparación entre las muestras denominadas Estatus Elevado y Estatus Bajo. Eso propone un
cierto grado de endogamia por clase social. Este resultado es sorprendente, dada la distribución
dispersa de los marcadores de alto estatus en el si o (Chase 1992). También discrepa con la
evidencia encontrada por Rhoads (1998) en Copán, donde la endogamia por clase social única-
mente exis ó entre la familia real, en comparación con el resto de la población.
Otra posibilidad es que la mayor diferencia entre las muestras Estatus Elevado y Estatus Bajo
refleja los orígenes foráneos de las elites. De acuerdo con esta interpretación, la muestra Estatus
Elevado exhibe las mayores distancias. Cabe señalar que en un análisis de biodistancia anterior,
una submuestra de Mayapán constantemente se clasificó con Jaina y lejos de otros si os pos-
clásicos, sugiriendo una con nuidad biológica en el noroeste de Yucatán (Cucina et al. 2010). En
cambio, los resultados actuales indican que la población tenía orígenes diversos. El análisis an-
terior no incluía en erros del núcleo central y, como resultado, puede representar un segmento
de la población más homogénea. La comparación con los datos morfológicos dentales publicados
para el si o colonial de Tipu, en Belice, aporta resultados relevantes (Jacobi 2000). La inclusión
de estos datos en el análisis mul variado produjo el valor mayor de MMD en la comparación
entre Tipu y la muestra denominada Estatus Bajo (1.223651), mientras que la comparación entre
Tipu y Estatus Elevado produjo el valor menor (0.354169). Tomados en conjunto, estos resultados

50 A .U
I M

revelan que la población de Mayapán estaba compuesta por gente local, así como por elites de
fuera del noroeste de Yucatán. Cabe notar que la mayoría de los santuarios se encuentran en el
centro del si o. Aunque no se puede equiparar una cultura material con un pueblo, el patrón de
distribución de santuario-osarios sugiere una fuerte interacción entre ciertas elites en Mayapán
y poblaciones costeras durante el Posclásico Tardío. Los santuario-osarios se encuentran en va-
rios si os costeros como, por ejemplo, El Naranjal (Lorenzen 2005) y Tulum (Vargas Pacheco y
San llán 1990), en Quintana Roo, y Quiahuiztlan en Veracruz, pero no en Zacpetén, en la región
del Lago Petén Itzá (Pugh 2004).
Un resultado no esperado es que la distancia entre las muestras Extra-Funerario y Estatus
Elevado es mayor que la biodistancia entre Extra-Funerario y Estatus Bajo. Esto apunta a que
las víc mas de violencia incluyeron no solo miembros de elites, sino también a individuos de
otras clases sociales. Según Landa, la clase de esclavos estaba compuesta por cau vos de guerra,
ladrones y huérfanos, y que algunos de ellos fueron sacrificados (Tozzer 1941). Es más, existe
la posibilidad de que algunos de los individuos de bajo estatus, representados en la muestra
esquelé ca de Mayapán, eran esclavos. Eso podría explicar en parte la distribución dispersa de
marcadores de estatus en el si o, en par cular la presencia de dos concentraciones de en erros
directos sin ofrenda cerca de casas pequeñas en el núcleo central. En una de estas concentracio-
nes, mencionada arriba, encontramos dos en erros de posibles parientes cercanos.

CONCLUSIÓN

El presente estudio representa el primer análisis de afinidad biológica de la muestra dental com-
pleta de Mayapán. Se inves gó la variabilidad en los rasgos morfológicos dentales con el fin de
reconstruir las dinámicas poblacionales en esta ciudad-capital del Posclásico Tardío. Se calculó
la Medición Media de Divergencia para evaluar los orígenes supuestamente foráneos de la elite.
También se determinó si los ves gios de víc mas de violencia provienen generalmente de la
elite. Nuestros resultados apoyan la primera suposición, pero no la segunda. Además, se iden -
ficaron dos posibles parientes cercanos que comparten un rasgo morfológico poco común.
Un factor limitante de este estudio, y en los estudios bioarqueológicos en el área maya en
general, es el tamaño de la muestra. Sin embargo, la muestra de Mayapán es rela vamente
grande y la mejor preservada. En adición, la muestra crece con nuamente, gracias a las exca-
vaciones que siguen hasta la fecha. Análisis futuros se enfocarán en mejorar nuestro entendi-
miento de las dinámicas poblacionales de este si o importante y en esclarecer su papel en la
historia del pueblo maya.

A 51
S S /C P L /A C

Agradecimientos. A los habitantes de Telchaquillo, a los integrantes de los Proyectos Mayapán


del INAH y Los Fundamentos del Poder Económico de Mayapán de la Universidad de SUNY-
Albany, en par cular Pedro Delgado Kú, Bárbara Escamilla Ojeda, Miguel Delgado Kú, Wilberth
Cruz Alvarado, Luis Flores Cobá, Bradley Russell, Elizabeth Paris y Robert Hutchinson. Los si-
guientes inves gadores amablemente proveyeron permiso para estudiar sus materiales: Marilyn
Masson, Clifford Brown y José Manuel Arias. Se obtuvieron fondos para este estudio de la Foun-
da on for the Advancement of Mesoamerican Studies, Inc. (FAMSI beca #05033) y el Middle
American Research Ins tute (MARI) de la Universidad de Tulane

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MOVILIDAD E HISTORIA DE POBLACIÓN EN TIKAL,


GUATEMALA: PERSPECTIVAS DESDE LA BIODISTANCIA
Y EL ANÁLISIS DE ISÓTOPOS DE ESTRONCIO

Andrew K. Scherer / Lori E. Wright

En este capítulo exploramos la evidencia de movilidad de población en el centro Clásico maya


de Tikal, Guatemala, a través del análisis de los restos humanos excavados en el si o. Para este
trabajo integramos los resultados del estudio morfométrico dental de Scherer con el análisis en
curso de Wright sobre los isótopos estables de estroncio en el esmalte dental humano. Ambos
estudios abarcan los temas de movilidad e inmigración, y se basan en el análisis de muchas de
las osamentas de Tikal, aunque difieren en metodología. Como demostraremos aquí, ambos
acercamientos enen sus limitaciones en cuanto al tratamiento de las an guas migraciones. Sin
embargo, sugerimos que cuando los dos métodos se integran, emerge una mejor percepción
de la movilidad de población. Nuestros resultados enen implicaciones no solo para nuestra
comprensión de la historia de la población en Tikal, sino también para el estudio de la movilidad
en los mayas del Clásico. Algunos aspectos del análisis dental, como también algunos de los da-
tos de isótopos, han sido presentados anteriormente (Scherer 2006, 2007; Wright 2005a,b); sin
embargo, esta es la primera vez que integramos ambas informaciones en un análisis combinado
sobre la movilidad de población durante el Clásico en Tikal.

TIKAL Y EL TEMA DE LA MOVILIDAD

Durante el punto máximo de su poder, Tikal era un gigante que imponía su gran sombra so-
bre el mundo maya (Harrison 1999; Mar n y Grube 2008:54-67; Sabloff 2003). Las raíces del
asentamiento de Tikal se remontan hacia el Preclásico Medio, teniendo evidencia de cerámica

A 57
A K. S /L E. W

Pre-Mamom (Fase Eb), fechada aproximadamente entre el 800 a.C. y el 600 a.C. La evidencia
temprana de ocupación en Tikal es aislada y dispersa, en parte porque los materiales preclá-
sicos quedaron enterrados profundamente por las ocupaciones más tardías (Culbert 2003:53-
54). Después de este asentamiento inicial, la ocupación de Tikal floreció por casi dos mil años,
para luego terminar en pequeños grupos aislados de asentamiento durante el Posclásico Tem-
prano (950-1200 d.C.?) (Culbert 2003:62-63). El punto máximo de asentamiento fue durante
el Clásico Tardío. Según la cuenta de William Haviland (2003), unos 45,000 individuos residían
en el centro urbano del si o hacia el 700 d.C., en tanto que Culbert y colegas (1990) calculan
una población de 62,000.
Siendo un si o con una historia tan profunda de ocupación e influencia socio-polí ca domi-
nante a lo largo de las Tierras Bajas mayas, hay muchas preguntas enfocados al asunto de la mo-
vilidad, entre estos: ¿cómo entendemos la historia general de la población de Tikal?; ¿su masiva
población del Clásico Tardío fue simplemente el producto de una población fecunda, con un sano
ape to por reproducirse? o, como tantos centros urbanos del mundo moderno, ¿la población de
Tikal fue alimentada por la inmigración? o de otro modo, ¿la población de Tikal fue estable a lo
largo de su historia?
Como en cualquier estudio arqueológico, las preguntas que podemos hacer están limi-
tadas por el material accesible para el análisis. Más de 410 entierros fueron excavados en
Tikal, con restos humanos adicionales provenientes de escondites y depósitos problemáti-
cos. Estos entierros fueron excavados principalmente por el proyecto de la Universidad de
Pensilvania, bajo la dirección de William Coe; el Proyecto Nacional Tikal, bajo la dirección
de Juan Pedro Laporte, y por proyectos de restauración como por ejemplo, de la Agencia
Española de Cooperación Internacional en los Templos I y V. De esos entierros, sólo 5.4%
(22/410) se fechan para el Preclásico. La gran mayoría de los entierros se fechan para el
Clásico. Además, la muestra está enfocada hacia el centro urbano del sitio, como la mayoría
de las muestras de entierros mayas, dado el interés arqueológico en los contextos de elite.
También debemos tener en cuenta que mientras algunos de los entierros proporcionaron
varias osamentas para el análisis, otros entierros tenían restos en muy mal estado de pre-
servación y no fueron conservados por los arqueólogos, así que no contribuyen al análisis.
También hay una cantidad considerable de restos humanos recuperados en contextos no
funerarios. Así que el número de entierros excavados en Tikal es solo una aproximación al
número de individuos representados en la muestra de osamentas humanas.

58 A .U
M T ,G : P

LA MOVILIDAD MAYA: EL PANORAMA REGIONAL

Entre los estudiosos mayistas hay una tendencia inconsciente de asumir que las poblaciones ma-
yas eran estables y estacionarias. La movilidad es tratada como un evento raro, restringido a las
instancias de intercambio marital de novias reales o cau vos de guerras. Desde este punto de
vista, el crecimiento de población es atribuido mayoritariamente a la fecundidad de poblaciones
estacionarias. En cambio, el abandono del si o, especialmente el llamado colapso del siglo IX, es un
proceso misterioso a través del cual millones de personas “desaparecieron” (Gill et al. 2007:283).
Sin embargo, Robert Fry (1990) indicó hace unos años que el perfil demográfico de Tikal y
de una serie de si os mayas —inferido de la construcción arquitectónica— no parece haber
sido de un crecimiento con nuo, sino de ciclos disyun vos de crecimiento y ciclos ocasionales
de declive (Figura 1).
Fry se opuso a especular sobre las causas de los patrones demográficos que observó, qui-
zás por los muchos obstáculos metodológicos para reconstruir la población diacrónica del área
maya. De una forma similar, tanto Joyce Marcus (Marcus 1992, 1998) como Robert Sharer (1991)
y Arthur Demarest (1992) han apuntado hacia el ciclo dinámico de las en dades polí cas mayas
del Clásico; que el poder y tamaño de cada en dad polí ca fluctuaban, muchas veces dramá -
camente, en el curso de la historia de cada una de ellas. Para ellos, el “tamaño” se refería a la
extensión territorial de las en dades polí cas o el tamaño de la ocupación de un determinado
centro, con poca referencia explícita a la potencial movilidad de poblaciones como parte de es-
tos ciclos polí cos de auge y caída.

Figura 1.
Perfiles demográficos
de Tikal central
(cuadros) y Tikal
periferia (triángulos)
(modificado desde Fry
1990: fig. 14.1).

A 59
A K. S /L E. W

Más recientemente, Takeshi Inomata (2004) abordó directamente la cues ón de la movili-


dad en las poblaciones mayas, específicamente en las no-elites que componían la mayor parte
de la sociedad maya. Según Inomata, los ciclos dramá cos de crecimiento rápido y precipitoso
declive de las poblaciones del Clásico en la región del Petexbatún en Guatemala, demuestran
un ciclo de agregación y disolución de población alrededor de diferentes cortes reales y otros
cuerpos de gobernantes de elite a través del Clásico. El trabajo paleodemográfico de Whi -
ington (1989:379), con la muestra esquelé ca de gente común (no-elite) de Copán, sugiere la
importancia de la inmigración en el crecimiento de la población del si o en el Clásico Tardío.
Después de todo, si consideramos la evidencia arqueológica y etnohistórica del Posclásico Tar-
dío y de los períodos coloniales tempranos, la migración era una realidad co diana para los
mayas. Por ejemplo, la úl ma parte del Popol Vuh detalla las migraciones quiché y la fundación
y el abandono de tres dis ntos asentamientos, el final siendo Cumarcah, mejor conocido como
Utatlan, la capital de los quichés en el empo de la conquista (Christenson 2007). Las migracio-
nes del Posclásico Tardío también están bien establecidas para los kaqchikel del al plano (Borg
2003), como también para los itzá y kowoj de la región de los lagos del Petén de Guatemala
(Jones 1998, 2009). De esta manera, al contrario de la perspec va de las poblaciones mayas
está cas y estacionarias, la evidencia arqueológica y etnohistórica sugiere lo contrario: que las
poblaciones mayas pudieron ser bastante móviles. Si ese fue el caso, debió quedar una huella
de esa movilidad en su estructura biológica.
Scherer encontró evidencia de esa movilidad en su análisis métrico de los dientes a lo largo
del área maya (Scherer 2006, 2007). El autor registró las medidas dentales para 827 osamentas
de 12 si os arqueológicos en Guatemala, México, Belice y Honduras, siguiendo métodos osteo-
lógicos estandarizados (Buikstra y Ubelaker 1994). Dado que mucho del estudio se basó en las
estadís cas derivadas de matrices covariantes, es necesario usar la información completa para
cada individuo dentro del análisis, algo muy di cil con restos mayas. Por tal razón, el grupo de
datos original fue reducido a un subgrupo de nueve medidas dentales de 321 individuos y el res-
to de los datos faltantes fue calculado usando el programa estadís co NORM (Schafer 1999a, b).
Los datos fueron analizados usando el análisis de la matriz R para datos cuan ta vos (Relethford
y Blangero 1990).
Inicialmente, el obje vo de este estudio fue encontrar evidencia de “interacción” a través
del estudio de la distancia biológica. Aunque el análisis de la distancia biológica puede detectar
evidencia de flujo gené co y ascendencia compar da, estos estudios producen resultados más
sólidos cuando existen diferencias gené cas rela vamente sustanciales en la población que se
está estudiando. Generalmente, estudios de distancia biológica en la zona maya enen más éxi-
to mostrando diferencias feno picas entre si os separados por largas distancia que entre si os

60 A .U
M T ,G : P

geográficamente más cercanos (Aubry 2009; Cucina y Tiesler 2004; Wrobel 2003). En general, los
resultados del estudio métrico indicaron que el área maya no exhibe mucha variabilidad gené -
ca en las diferentes poblaciones de la región en comparación con el nivel de variación feno pica
que existe en otras regiones del mundo.
FST es una medida ampliamente usada de variación interna al grupo en la gené ca de poblacio-
nes (Wright 1951). En el estudio de Scherer (2007), los mayas muestran un FST de 0.018, el cual es
bastante bajo. Cuando el si o del al plano de Kaminaljuyu está excluido en el análisis, ese valor
baja aún más a 0.012. Para poder entender mejor este valor, es ú l ponerlo en un contexto com-
para vo. Los mayas se clasificaron entre los más bajos en FST, en comparación con los valores de
FST obtenidos en estudios antropométricos de otras partes del mundo, indicando poca diferencia-
ción gené ca (Tabla 1). En otras palabras, las migraciones individuales y movimientos grandes de
población, al parecer fueron fenómenos que ocurrían regularmente durante el Clásico. De hecho,
esta fue la misma conclusión hallada en un estudio reciente de variabilidad de ADN nuclear en los
mayas contemporáneos en México y Guatemala. Lisa Ibarra-Rivera y colegas (2008) encontraron
que los pueblos mayas modernos exhiben muy poca variabilidad gené ca en general en compa-
ración con otros grupos étnicos de Mesoamérica, y sugieren que la falta de variabilidad gené ca
moderna se debe a una historia profunda de flujo gené co en las poblaciones mayas.

Tabla 1. Comparación de FST en varias poblaciones mundiales basados en datos antropométricos.


Región y Época FST Fuente
Pacifico noroeste, siglo 19 0.109 (Ousley 1995)
Valle del río Ohio, antiguo 0.078 (Tatarek y Sciulli 2000)
Grupo lingüístico algonquiano, siglo 19 0.055 (Jantz y Meadows 1995)
Iroqués, siglo 19 0.053 (Langdon 1995)
Valle del río Illinois, antiguo tardío 0.028 (Steadman 2001)
Irlanda, siglos 19 y 20 0.027 (Relethford y Blangero 1990)
Maya, Clásico Tardío 0.018 (Scherer 2007)
Jirel, Nepal, contemporáneo 0.010 (Williams-Blangero 1989)
Costa de Georgia, EE.UU., antiguo 0.008 (Stojanowski 2004)

MOVILIDAD DE TIKAL: EL PANORAMA LOCAL

Debido a la reducida variación gené ca en las poblaciones mayas, se hace patente la dificultad
de detectar episodios específicos de “interacción” usando los abordajes de la distancia biológica.
Esto no significa que hay poco valor para el análisis morfométrico. Incluso el estudio de variabi-
lidad dentro de un solo si o puede ser revelador. Por ejemplo, cuando crecen las poblaciones

A 61
A K. S /L E. W

como resultado de inmigración, ese flujo gené co aumenta la variabilidad gené ca de la comu-
nidad. Similarmente, cuando una población pasa por un declive demográfico rápido como resul-
tado de la emigración, catástrofe o bajas tasas reproduc vas, la variabilidad gené ca decrece.
De esta manera, al analizar las diferencias diacrónicas en la variabilidad de la población en Tikal,
podemos hacer inferencias acerca de esos ciclos de crecimiento y declive sugeridos primera-
mente por Fry (1990), Marcus (1992, 1998) y Sharer (1991).
El presente análisis se basa en las mismas nueve medidas de los esqueletos del Clásico en
Tikal usados en el estudio anterior de Scherer (2006, 2007), aunque ahora se han incluido los
datos del Preclásico. Estas medidas son las longitudes máximas mesiodistal (Max M1, Mand P3,
Mand M1, y Mand M2) y anchos máximos ves bular-lingual (Max P3, Max M2, Mand P4, Mand
M1, y Mand M2) de las coronas. Todas las medidas fueron obtenidas usando metodologías es-
tándares en bioarqueología (Buikstra y Ubelaker 1994). Solamente los dientes con un mínimo ni-
vel de desgaste son incluidos en este análisis. Nuevamente, los datos faltantes fueron es mados
por imputación múl ple (Schafer 1999a, b) para poder calcular las matrices covariantes. Como
en su estudio anterior, todos los individuos de los cuales faltaba más de un tercio de las medidas
fueron excluidos. De los 1,107 puntos de datos usados en el análisis estadís co, 161 (15.0%)
fueron generados por imputación múl ple en este estudio.
Dividimos los datos de Tikal con base en los periodos temporales, en muestras del Preclásico
(n=9), Clásico Temprano (n=46), Clásico Tardío (n=57) y Clásico Terminal (n=11). Luego subdivi-
dimos las osamentas del Clásico Temprano en dos grupos, diferenciando si estas fueron recupe-
radas de contextos funerarios (n=22) o no funerarios (n=24), debido a la gran can dad de restos
humanos pertenecientes a este periodo que fueron hallados en contextos no funerarios. Los
contextos funerarios consisten en depósitos de un solo cuerpo o grupo de individuos colec va-
mente enterrados en un espacio mortuorio compar do. En contraste, la muestra no funeraria
representa aquellos restos atribuidos a individuos que no murieron bajo circunstancias “norma-
les” o fueron sujetos a tratamientos funerarios irregulares, esto incluye las víc mas de sacrificio
dentro de tumbas reales, depósitos de restos humanos mezclados que pueden reflejar ac vida-
des de sacrificio (la más notable de las cuales es un depósito mayor excavado en el complejo de
Mundo Perdido), en erros secundarios, como también elementos humanos aislados recupera-
dos afuera de un contexto pico de enterramiento. En otras palabras, este grupo no funerario
consiste en restos de individuos cuya iden dad como an guos habitantes de Tikal es incierta.
Debido a su tamaño reducido, la muestra del Clásico Terminal es una mezcla de en erros junto
con restos humanos de contextos no funerarios combinados.
Para este estudio adoptamos el acercamiento propuesto por Hans Petersen (2000), en el que
la proporción de los determinantes de las matrices de covarianza son usados para comprobar la

62 A .U
M T ,G : P

hipótesis nula que la variabilidad en una muestra ósea es menor o igual que la variabilidad en la
segunda muestra. En esta metodología, la variabilidad feno pica es reducida a una sola medida
univariada (el determinante) en una muestra compara va, │H│, que luego puede ser compara-
da a la misma medida de variabilidad en una muestra de referencia, │W│, como la proporción
│H│/│W│. Tres métodos son usados para comprobar diferencias estadís camente significa vas
en los determinantes: la proporción F de Zhivotovsky, una bootstrap paramétrica, basada en las
matrices de Wishart, y una bootstrap no paramétrica (Petersen 2000). ). La proporción F de Zhi-
votovsky y la bootstrap paramétrica de Wishart asumen normalidad mul variada. Los datos usa-
dos en el análisis muestran normalidad mul variada. Sin embargo, la estructura de los datos es
posiblemente un artefacto de la metodología u lizada en la es mación de las medidas (NORM),
la cual es basada en un modelo de normalidad mul variada. Todos los análisis estadís cos fue-
ron realizados en R (R Development Core Team 2008).

Preclásico Tardío a Clásico Temprano


Comenzamos con la hipótesis nula de que la variabilidad en la muestra (H) del Preclásico Tardío
era menor o igual a la variabilidad en la muestra (W) del Clásico Temprano. Al hacer esto, pode-
mos poner a prueba si el establecimiento del estado dinás co en Tikal resultó en inmigración
sustan va al si o.

Proporción del determinante: 5.412 x 10-17


Proporción F de Zhivotsky, valor p: No disponible
Bootstrap de Wishart, valor p: 0.394
Bootstrap no paramétrico, valor p: 0.389

Dado el tamaño extremadamente pequeño de la determinante, la prueba estadís ca y el valor p,


no fue posible calcular la proporción F de Zhivotsky. Sin embargo, ambos análisis de bootstrap, tanto
el de Wishart, como el no paramétrico, fallaron en rechazar la hipótesis nula. La proporción extre-
madamente pequeña indica muy poca variabilidad en la muestra del Preclásico Tardío en compa-
ración con la muestra del Clásico Temprano. En otras palabras, la variabilidad feno pica aumentó
sustancialmente en Tikal durante el Clásico Temprano, presumidamente reflejando un aumento en
la inmigración y un cambio fundamental en la ciudad. Ya que todos indicios señalan la presencia de
un estado real en Tikal durante el Preclásico Tardío, el carácter de la comunidad cambió en alguna
manera fundamental al inicio del Clásico, junto con el inicio de la escritura jeroglífica. Aparente-
mente, la inmigración fue un componente de estos cambios sociales.

A 63
A K. S /L E. W

Clásico Temprano: En erros de contextos no funerarios


Para explorar si los elementos óseos en los contextos no funerarios del Clásico Temprano son
los restos de individuos originalmente ajenos al pueblo de Tikal, examinamos la posibilidad
que esta muestra exhibe un mayor grado de variabilidad que la muestra contemporánea de
en erros. De esta manera, pusimos a prueba la hipótesis nula de que la variabilidad en los res-
tos de contextos no funerarios (H) era menor o igual a la variabilidad en la muestra funeraria
del Clásico Temprano (W).

Proporción del determinante: 0.215


Proporción F de Zhivotsky, valor p: 0.819, 0.890
Bootstrap de Wishart, valor p: 0.889
Bootstrap no paramétrico, valor p: 0.836

La hipótesis nula no pudo ser rechazada, hay igual o quizás menor variabilidad en la muestra
del contexto no funerario. Claramente, la pequeña proporción del determinante indica una va-
riabilidad feno pica menor en los restos recolectados de los contextos no funerarios. Es di cil
decir qué se puede concluir de este análisis. Esencialmente, la muestra de los contextos no-
funerarios aparece menos diversa que la muestra funeraria; sin embargo, existen numerosas-
posibilidades que podrán explicar esta diferencia. Por ejemplo, pueden pertenecer a individuos
ajenos de un área restringida, o pueden ser depósitos secundarios de una parte limitada de la
misma población local, etc. No obstante, los resultados subrayan la variabilidad sustancial pre-
sente en los habitantes de Tikal durante el Clásico Temprano, como representado en la muestra
del contexto funerario.

Períodos Clásico Temprano al Clásico Tardío


Para poner a prueba si el aumento de la población del Clásico Tardío en Tikal puede ser atribui-
do a la inmigración, pusimos a prueba la hipótesis nula de que la variabilidad de la población
en el Clásico Tardío (H) era menor o igual que la variabilidad de la población durante el Clásico
Temprano (W).

Proporción del determinante: 10.839


Proporción F de Zhivotsky, valor p: 1.083, 0.288
Bootstrap de Wishart, valor p: 0.496
Bootstrap no paramétrico, valor p: 0.412

64 A .U
M T ,G : P

Con base en el análisis, no hay un aumento estadís co significa vo en la variabilidad feno pi-
ca en el Clásico Tardío en comparación con el Clásico Temprano. La gran proporción del determi-
nante efec vamente sugiere una mayor variabilidad en la muestra del Clásico Tardío, aunque esa
diferencia no es estadís camente significa va, quizás debido a las proporciones pequeñas de las
muestras. En otras palabras, el Clásico Tardío demuestra variabilidad sustancial, tanto como la
muestra del Clásico Temprano.

Períodos Clásico Tardío a Clásico Terminal


Para explorar si exis ó mayor variabilidad feno pica en la muestra del Clásico Tardío comparado
con el Clásico Terminal, pusimos a prueba la hipótesis nula de que el Clásico Tardío (H) exhibe
menos o igual variabilidad que el período Clásico Terminal (W).

Proporción del determinante: 20,766.710


Proporción F de Zhivotsky, valor p: 1.448, 0.097
Bootstrap de Wishart, valor p: 0.091
Bootstrap no paramétrico, valor p: 0.265

La prueba demuestra una diferencia estadís camente significa va en la variabilidad a nivel


de 0.10 de la proporción F y por el bootstrap de Wishart. La muestra del Clásico Tardío exhibe
significa vamente más variabilidad que el Clásico Terminal. Esto posiblemente refleja una varia-
bilidad gené ca reducida en Tikal durante los años después del colapso de la dinas a de Tikal,
quizás por medio de la emigración de determinados sectores de la población.

Resumen de la morfometría de Tikal


Los resultados de este análisis de distancia biológica apuntan a un incremento general en la
variabilidad de la población en el transcurso del Clásico en general, seguido por una pérdida de
variabilidad en el Clásico Terminal. El incremento más significa vo en la variabilidad gené ca
de la población parece haber ocurrido durante la transición del Preclásico al Clásico Temprano,
ya que la población se volvió más variable, presumiblemente por la inmigración. Por supuesto,
debemos ser cautelosos al interpretar estos resultados, especialmente en vista del tamaño dimi-
nuto de las muestras para el Preclásico y Clásico Terminal. La ausencia de variabilidad feno pica
puede ser en parte un producto de la muestra restringida del Preclásico, la cual probablemente
no refleja la completa variabilidad que pudo haber exis do en ese empo. De todas maneras,

A 65
A K. S /L E. W

una pérdida de variabilidad durante el Clásico Terminal es, ciertamente, el resultado esperado
del colapso demográfico del si o.

Isótopos de estroncio de Tikal


Para examinar la fortaleza de nuestras conclusiones del análisis morfométrico —que Tikal de-
muestra variabilidad feno pica significa va en el Clásico a causa de la inmigración, especialmen-
te la inmigración del Clásico Temprano—, se puede considerar el análisis de isótopos estables
de estroncio como una vía para evaluar estas conclusiones. Estudios anteriores indican que el
análisis morfométrico de los dientes y de los isótopos estables de estroncio pueden ser usado en
conjuntos para obtener una perspec va más robusta de los patrones gené cos en la an güedad
(McClelland 2003).
La proporción de los dos isótopos estables de estroncio (87Sr/86Sr) en tejidos esquelé cos es
determinada por la proporción isotópica del estroncio ingerido durante el período en que se
formó dicho tejido. Las proporciones isotópicas de estroncio de plantas cul vadas y recolectadas
reflejan las de los suelos y sustrato rocoso en los cuales crecieron. El 86Sr no es radiogénico; sin
embargo, el 87Sr es producido por la descomposición de rubidio (Rb), el cual se encuentra sola-
mente en la corteza terrestre. De esta manera, las piedras metamórficas an guas han acumula-
do 87Sr y presentan un alto 87Sr/86Sr, mientras que las piedras ígneas muestran un bajo 87Sr/86Sr.
Las piedras sedimentarias muestran valores intermedios que reflejan 87Sr/86Sr del mar desde el
empo en que fueron depositadas (Dasch 1969; Faure y Powell 1972; Palmer y Elderfield 1985).
De esta manera, hay variabilidad considerable de 87Sr/86Sr a lo largo de Mesoamérica. Los valores
de estroncio en los animales, incluyendo a los humanos, reflejan el estroncio de las plantas y el
agua consumidas, como también el de cualquier otro mineral que hayan ingerido. Los mayas
pudieron haber consumido el estroncio de las plantas y los tejidos de animales, como también
de la cal usada para procesar el maíz y la sal usada para preparar la comida. Estudios de muestras
de plantas y rocas recolectadas a lo largo del área maya (Hodell et al. 2004), como también los
análisis de la fauna moderna y arqueológica junto con los restos humanos arqueológicos (Price
et al. 2008), proveen una base esencial de datos compara vos para el área maya que nos permi-
te iden ficar a migrantes (ver Price et al. en este volumen).
Los isótopos de estroncio son mejor estudiados en el esmalte dental por dos razones: el
esmalte dental es muy resistente a los cambios diagené cos, a diferencia del hueso (Budd et
al. 2000; Montgomery et al. 1999), y el esmalte dental registra la dieta desde la niñez, lo que
nos permite aproximarnos al lugar donde nació el individuo. Se pueden detectar individuos que
inmigraron a un si o cuando los valores de 87Sr/86Sr del esmalte difieren del valor de la región

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M T ,G : P

en la que el individuo fue enterrado. La fortaleza de este método es que puede ser usado para
iden ficar migrantes individuales. Entre las debilidades del análisis isotópico de estroncio está la
incapacidad de detectar episodios locales de migración cuando el movimiento ocurre de un área
que presenta una semejante proporción 87Sr/86Sr.
Wright muestreó el esmalte dental de 97 osamentas de todos los periodos de Tikal (Preclásico,
n=7; Clásico Temprano, n=40; Clásico Tardío, n=43; Clásico Terminal, n=7) para poder iden ficar a
los individuos que pasaron parte de su niñez fuera del Petén central (Wright 2005a). De estos 97
individuos muestreados, 52 (53.1%) están representados también en la muestra de métrica den-
tal que fue u lizada para los análisis mul variados. La mayoría de los dientes muestreados fueron
caninos o terceros molares. Estudios de la formación de esmalte en poblaciones amerindias in-
dican que los caninos se forman entre los seis meses y los cuatro años de vida y la formación de
esmalte de los terceros molares ocurre entre las edades de 9 y 12 años (Ubelaker 1999).
De los 97 individuos some dos al análisis de estroncio, 11 (11%) presentan valores isotópicos
de estroncio no local (Figura 2). Aunque es posible que algunos de estos individuos hayan nacido
en Tikal, que hayan pasado la mayor parte de su niñez en otra región, y luego hayan regresado
al si o, la interpretación más cuidadosa es que los individuos con valores no locales eran na vos
de otra parte de Mesoamérica y migraron a Tikal en algún momento después de su niñez. Por un
lado, los resultados del análisis isotópico en Tikal pueden crear una imagen inflada de la presencia
general de individuos foráneos, dado que las osamentas muestreadas fueron sacadas despropor-
cionadamente del centro urbano del si o y de contextos probablemente de elite. Dentro del cen-
tro del si o podríamos esperar encontrar un mayor número de restos humanos atribuibles a es-
posas nacidas en otras regiones, víc mas de sacrificio o restos de trofeos. Por otro lado, también
debemos considerar que el análisis isotópico de estroncio en Tikal solo puede detectar individuos
que emigraron desde regiones geoquímicas distantes, bastante fuera de Petén. En este respecto,
es probable que estemos subes mando el número de individuos foráneos en Tikal. Cualquiera
que sea el caso, si tomamos la cifra obtenida de este análisis isotópico —que aproximadamente
11% de los habitantes de Tikal nacieron fuera de la región—, estos datos indican una alta tasa
para el Clásico maya. Como elemento crudo de comparación de 6 a 8% de la población de Roma
nació en el extranjero durante el empo de Augustus, excluyendo los esclavos (Morley 1996:38).
De cualquier modo, estos datos sirven para iluminar la observación básica de que las poblaciones
mayas eran móviles, comparables a algunas poblaciones del Mediterráneo en la an güedad. Más
aún, los resultados del análisis isotópico confirma el estudio morfométrico anterior: las poblacio-
nes mayas eran móviles y el flujo gené co ocurría regularmente a lo largo de la región.
De los 11 individuos foráneos iden ficados en el análisis isotópico, siete pertenecen al
Clásico Temprano (7/40; 17.5%), tres al Clásico Tardío (3/43; 7.0%), y uno al Clásico Terminal

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o Posclásico (1/7; 14.3%). De las siete osamentas del Preclásico muestreadas, ninguna exhi-
bía valores no locales de 87Sr/86Sr. A par r del análisis isotópico, aparece que la inmigración
ocurrió en mayor medida durante el Clásico Temprano. Este hallazgo está de acuerdo con el
análisis morfométrico, el cual encontró un incremento sustancial en la variabilidad feno pica
durante el Clásico Temprano, marcando un flujo de migrantes a la ciudad durante ese periodo.

Figura 2. Nube de puntos de 87Sr/86Sr en esmalte humano de la muestra de Tikal; las barras grises y blancas delimitan los rangos de
agregados regionales definido por Hodell y colegas (2004).

Aunque la exploración de los orígenes de cada uno de estos migrantes nacidos en el extran-
jero es el sujeto de otro estudio (Wright 2012), vale la pena anotar que estos individuos no son
originarios de un solo lugar. Más bien, el análisis de Wright iden ficó a individuos nacidos en las
Tierras Bajas del norte o el valle del río Belice, la periferia sureste (probablemente Copán), las
Tierras Bajas cretáceas del sur de Petén y el al plano guatemalteco. Incluso se iden ficaron mi-
grantes entre los individuos tanto en los contextos funerarios como en los no funerarios de Tikal.
Otra vez, estos resultados muestran la naturaleza dinámica de las poblaciones mayas clásicas.

68 A .U
M T ,G : P

CONCLUSIÓN

Este estudio de la población de Tikal muestra evidencia sustancial de movilidad de las personas
durante todo el Clásico. A raíz de los niveles altos de flujo gené co sobre el curso del periodo, es
muy di cil detectar eventos específicos de migración entre un si o maya y otro con metodolo-
gías de biodistancia. Los acercamientos morfogené cos óseos y dentales pueden, sin embargo,
ser usados como una sólida herramienta para examinar los cambios en la estructura poblacional
que pueden ser correlacionados a procesos sociales detectables en el registro arqueológico. La
solidez de este acercamiento es subrayada por la comparación presentada en este estudio entre
los datos morfométricos e isotópicos y la movilidad de población. En los resultados de ambos
análisis encontramos que Tikal vivió un importante proceso migratorio, especialmente durante
el Clásico Temprano y con nuó en el Clásico Tardío. De la misma manera, cuando la fortuna del
si o disminuyó durante el Clásico Terminal, la variabilidad feno pica decreció, mientras que los
kaleños emigraban a nuevas áreas aledañas. Además de demostrar el valor de ambos acerca-
mientos morfométricos e isotópicos, sugerimos que el resultado más significa vo de este análisis
es la evidencia emergente de la movilidad en las poblaciones mayas. Coincidimos profundamente
con Inomata (2004) y sugerimos que los académicos mayistas deben poner más atención en la
evidencia de que las poblaciones mayas no eran estacionarias. La evidencia de la movilidad de
las poblaciones mayas ene implicaciones en una serie de temas, desde nuestro tratamiento de
las muestras óseas como representantes de la población estacionaria en nuestros estudios bioar-
queológicos (ver Wood et al. 1992), hasta como entendemos el llamado “auge y caída” de las en-
dades polí cas mayas clásicas. En lugar de hacer afirmaciones drás cas y sin sen do como que
“durante el 760 d.C. y 930 d.C. millones de mayas desaparecieron de la Tierra” (traducido de Gill et
al. 2007:283), debemos, en cambio, reconocer el abandono del si o de Tikal como una evidencia
importante que sustenta el proceso de movilidad de las poblaciones mayas.

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72 A .U
4

VARIABILIDAD BIOLÓGICA EN EL ÁREA MAYA DURANTE EL CLÁSICO


Y POSCLÁSICO A PARTIR DE LA MORFOLOGÍA DENTAL

Andrea Cucina

Los grupos humanos se han desplazado a lo largo del territorio desde el principio de su existen-
cia. Las formas de movilidad o de migraciones pueden ser muy dis ntas y dependen de necesida-
des individuales, familiares y grupales. En algunos casos responden directamente a cambios en
las esferas de influencia polí ca o desplazamientos por fuerza militar (Manning 2005). A su vez,
los fenómenos migratorios dan pie a procesos microevolu vos que moldean las caracterís cas
morfológicas de una población en su contexto social, cronológico y geográfico. Este concepto es
muy relevante también para el estudio y la interpretación de aquellas poblaciones prehispánicas
que una vez integraron la geogra a cultural de Mesoamérica y, más recientemente, convivieron
en los territorios de la Nueva España durante la Colonia y en el México de la era moderna.
En la arqueología, tal como ates guan varios capítulos de este libro, las evidencias tangibles
de las an guas sociedades han permi do evidenciar intercambios comerciales y polí cos a tra-
vés del patrón de distribución de los ves gios arquitectónicos, epigra a e iconogra a y los estu-
dios de su procedencia, es lo o filiación lingüís ca. Pese a esto, el análisis de la cultura material
no permite vislumbrar sobre todo los procesos migratorios reales de los individuos que en su
empo forjaron la cultura que se estudia. Ahora bien, los enfoques propios de la bioarqueología
analizan la movilidad individual o grupal de personas desde sus restos esquelé cos, aplicando
estudios directos de procedencia como, por ejemplo, los estudios isotópicos de estroncio (Price
et al. 2000, 2002, 2006. Véase también Scherer y Wright en este volumen) que han permi do
detectar la presencia de individuos migrantes (que no nacieron en el lugar donde fueron ente-
rrados finalmente). De igual manera, los estudios gené cos de restos humanos pueden expresar
patrones migratorios y, de allí, reconstruir fenómenos microevolu vos como cuellos de botella,
deriva génica, eso a través de la iden ficación de haplo pos presentes en el ADN mitocondrial de

A 73
A C

los individuos y grupos asentados en determinadas regiones (González-Oliver et al. 2001, Horai
et al. 1993; Lonrenz y Smith 1996; Merriwether et al. 1997). Sin embargo, estas técnicas, muy
precisas y puntuales y, sin duda, de gran u lidad para la inves gación bioarqueológica y arqueo-
lógica en general, requieren de una infraestructura costosa, son destruc vas y tardadas y son,
por tanto, de aplicación limitada para resolver cues ones poblacionales más generales o para el
examen de grandes colecciones esquelé cas. Las técnicas, además, sufren las mismas limitantes
intrínsecas que todo acercamiento analí co al conocimiento de las dinámicas en poblaciones
pretéritas (representa vidad, falta de conservación y registro incompleto, etc.).
En cambio, el estudio de la afinidad entre poblaciones pretéritas, a través de la morfo-
logía dental u de otros indicadores morfológicos o morfométricos, permite responder de
manera más directa a las interrogantes sobre las afinidades biológicas y la integración sica
de un grupo, del si o, o de la región, al permi r rastrear las dinámicas poblacionales que en su
empo acompañaron su geogra a polí ca, su desenvolvimiento sociocultural y étnico (Sco
y Turner 1997). Al igual que los estudios de distancias propiamente gené cas (Cavalli Sforza
et al. 1994; Fix 1999), los análisis de afinidad feno pica, que se fundamentan en el estudio
óseo y dental, se basan en una serie de conceptos microevolu vos como son la migración, el
desarrollo autóctono y los procesos tendientes al reemplazo poblacional (Sco y Turner 1997;
Turner 1987, 1990).
Par cularmente en los campos de la bioarqueología y la biología del esqueleto, los ras-
gos morfológicos dentales se han establecido ahora como una herramienta indispensable al
contribuir con valiosa información al estudio de las caracterís cas poblacionales de un grupo
(Sco y Turner 1997). A diferencia de otras vías de determinación de las relaciones biológicas
entre grupos humanos, como, por ejemplo, los análisis del ADN, el poder discriminatorio de
los rasgos dentales deriva del elevado número de atributos relevantes (Sco y Turner 1997).
Otra caracterís ca reside en la reducida tasa de cambio evolu vo, un aspecto que permite
abarcar escalas temporales amplias (Turner 1987). Al lado de su fuerte componente heredi-
tario (Harris 1977; Larsen y Kelley 1991; Nichol 1989; Sco 1973; Townsend y Mar n 1992;
Townsend et al. 1988, 1992, 1994), los factores ambientales influyen de manera limitada en la
manifestación de los rasgos dentales (con la sola excepción del desgaste), en comparación con
otros tejidos (Dahlberg 1971; Larsen y Kelley 1991). Es maciones sobre el grado de herencia
sugieren que la influencia gené ca puede llegar hasta el 60% (Berry 1978; Harris y Bailit 1980).
Trabajos recientes han aplicado con éxito los rasgos morfológicos dentales para responder a
preguntas de inves gación sobre el desarrollo de la humanidad moderna (Irish 1998a; Sco y
Turner 1997), y el poblamiento de África, las Américas, Asia y Europa (Coppa et al. 1998, 2007;
Cucina et al. 1999; Irish 1993, 1997, 1998b, 2000).

74 A .U
V C P

Junto con la caracterís ca intrínseca de su elevada resistencia a la degradación ambiental, es-


tos factores permiten un aprovechamiento máximo del material disponible, lo cual redunda en la
reducción de posibles sesgos por el tamaño de las muestras. En las Tierras Bajas mayas, así como
en todos los contextos caracterizados por un elevado nivel de erosión ambiental, estas ventajas
se traducen en la posibilidad de estudiar muestras resistentes y abundantes, lo que representa la
diferencia entre poder o no poder llevar a cabo una inves gación confiable. A las ventajas materia-
les se suma el hecho de que los análisis dentales pueden llevarse a cabo in situ, sin necesidad de
desarrollar una infraestructura par cular o de transportar, preparar o destruir las piezas.

ANTECEDENTES DEL ÁREA MAYA EN EL CONTEXTO DE MESOAMÉRICA

Cada población está caracterizada por un determinado número de rasgos que se presentan con
frecuencias elevadas o están ausentes. El área maya no es la excepción, al ser muy comunes
algunos rasgos en todos los grupos y las épocas, lo que limita su uso en la medición de distan-
cias o afinidades biológicas internas. Lógicamente, mediciones de este po en grupos humanos
tan cercanos geográfica y cronológicamente sufren por factores introducidos por la variabilidad
poblacional. Así como la mayoría de las poblaciones en Mesoamérica, los pobladores indígenas
mayas durante el Clásico y Posclásico presentaban al simas frecuencias de varios rasgos, tal es
como, entre otros, el diente de pala en los incisivos superiores, el pliegue acosado en el primer
molar inferior, o la ausencia total de otros atributos dentales como los primeros molares infe-
riores con solo cuatro cúspides o las raíces de los dientes posteriores (incluyendo el canino) que
raramente presentan una numeración anómala.
No debemos olvidar que los rasgos morfológicos dentales (con algunas excepciones) no son
rasgos mendelianos a herencia simple, más bien se expresan de acuerdo con una escala con -
nua desde ausente hasta la expresión máxima del mismo rasgo. Esta expresión con nua viene
transformada en dicotómica (ausente/presente), estableciendo un nivel mínimo de expresión de
cada atributo, por lo que se considera ausente cualquier nivel de expresión menor al valor esta-
blecido, y presentes los que están por encima del nivel dicotómico, lo que de alguna manera los
transforma (aunque no sea así) en rasgos mendelianos (véase, por ejemplo, Serafin et al. en este
volumen). Obviamente, las frecuencias rela vas varían dependiendo del nivel seleccionado. Por
esta razón, la elección de los rasgos a analizar y los niveles dicotómicos aplicados pueden producir
resultados diferentes. Aun así, determinadas asociaciones o cercanías (o también distancias) en-
den a seguir manifestándose pese a cómo se manejan las variables, indicando que el resultado
refleja condiciones reales y no aleatorias o dependientes de la elaboración estadís ca empleada.

A 75
A C

En el área maya, la inves gación centrada en las distancias biológicas ha permi do recons-
truir algunas relaciones poblacionales y afinidades en el ámbito local (Aus n 1978; Lang 1990;
Scherer 2004; Walper 1999; Wrobel 2003, véase también Serafin et al.; Wrobel y Graham; y
Scherer y Wright en este volumen), dinámicas grupales internas (Cucina y Tiesler 2012; Cucina
et al. 2003, 2005, 2010; Jacobi 2000; Rhoads 2002) así como patrones migratorios y de pro-
cedencia (Pompa 1990). Todos estos trabajos se han enfocado en poblaciones arqueológicas
correspondientes principalmente al Clásico y Posclásico. Aun así, la mayoría de estos estudios
morfológicos ha sido limitada a marcos geográficos y cronológicos confinados. Más específi-
camente, Aus n (1978) se centró en pocos si os de Guatemala, Lang (1990) en dos si os de
Belice, Walper (1999) en dos si os (Marco González y San Pedro), Scherer (2004) analizó varios
si os en Guatemala y Wrobel (2003) abarcó numerosos si os de Belice. Similmente, Jacobi
(2000) centró todo su trabajo en la colección de Tipu (Belice), Rhoads (2002) en un sector de
la ciudad de Copán y Pompa (1984) en tres si os y u lizando solo algunos de los numerosos
rasgos hoy en día registrados.
Más allá del área maya, en el al plano, Haydenblit (1996) analizó un número limitado de
rasgos en cuatro contextos (Cuicuilco, Tla lco, Monte Albán y Cholula), cronológicamente dis-
persos, y sin que su trabajo se extendiera hacia otras regiones y pudiera así proporcionar una
visión sobre dinámicas poblacionales más amplias e incluyentes que rebasaran los límites geo-
gráficos del al plano. Aubry (2009) llevó a cabo un análisis más amplio, incorporando muestras
del contexto Mesoamericano no maya, y calculó, a través de los datos métricos dentales, los
coeficientes de heterocigosidad gené ca de los grupos. Igualmente, Valdez (2008) consideró un
área muy amplia en el occidente de México al desarrollar mapas gené cos y geográficos de nu-
merosas poblaciones repar das entre el periodo Temprano y el Tardío. Su inves gación muestra
un aislamiento poblacional rela vo en el primer periodo y, en cambio, una falta de barreras en
el periodo Tardío al evidenciar movimientos poblacionales mul direccionales.
El problema en el uso de los datos biológicos para reconstruir patrones de afinidades bioló-
gicas en el área maya se aprecia en las dificultades intrínsecas existentes en el manejo de este
po de datos y en la complejidad para reconstruir patrones migratorios producto de dinámi-
cas complejas, diferentes entre si os, y que no siempre quedan patentes en el registro (bio)
arqueológico.
Entre los que manejaron un número amplio de contextos, Wrobel (2003), por ejemplo, ana-
lizó un conjunto de si os en Belice, que abarcaban desde el Preclásico hasta el Posclásico. En la
comparación regional, los resultados presentan una población homogénea, lo que es de espe-
rarse debido a la cercanía geográfica. En algún caso, el tamaño reducido de las muestras obligó
el autor a agrupar individuos del mismo si o, pero de diferentes horizontes cronológicos. Pese

76 A .U
V C P

a esto, al autor logra revelar interesantes patrones, sobre todo en relación con regiones
guatemaltecas. En cambio, Aubry (2009) se interesa en un contexto geográfico más am-
plio, seleccionando sitios muy específicos, y de esta manera evita enfrentarse a los proble-
mas generados por la comparación de sitios geográficamente cercanos. El autor ejecuta
un interesante trabajo metodológico al analizar tanto la información morfológica como la
morfométrica, aunque, por lo que concierne a la base de datos de morfología dental, esta
se queda limitada a solo ocho rasgos. Sin embargo, pese a una similitud entre resultados
morfológicos y morfométricos, que es el elemento sobresaliente del trabajo, el autor ter-
mina con una discusión que no explora en profundidad las causas reales de las cercanías o
distancia biológica entre los sitios. El hecho de que los resultados de Aubry (2009) difieran
de los de Scherer (2004) se debe probablemente a un diferente acercamiento metodológi-
co en la medición de los rasgos morfométricos de los dientes.
Este trabajo no quiere presentar ulteriores series de mediciones de distancia, mismas que
ya han sido propuestas en los estudios anteriormente mencionados y calculadas por medio
de diferentes algoritmos estadís cos (Medición Media de Divergencia, Análisis de Conglome-
rados, Componentes Principales etc.). En este caso, se quiere manejar los datos morfológicos
a par r de lo que ellos pueden expresar en términos de variabilidad interna al grupo. Aunque
la variabilidad no mide cercanías o distancias, permite trazar un cuadro del (o de los) grupo(s)
bajo estudio en términos de parámetros indica vos de una abertura biológica expresable en
términos de exogamia (migraciones, intercambio poblacional etc.) o, en cambio, de una clau-
sura biológica hacia otros grupos (endogamia). Ambos factores se deben relacionar con la
extensión del si o (grandes ciudades en comparación a pequeños contextos), patrones de
comercio, ubicación en el territorio en relación con las dinámicas comerciales, o cualquier
otro factor que haya actuado como elemento de cohesión interna o de apertura hacia grupos
territorialmente alóctonos.

MATERIALES Y MÉTODOS

Los rasgos morfológicos dentales han sido registrados por el autor en todos los dientes perma-
nentes de las 24 colecciones u lizadas en este estudio, y pertenecen al Clásico y al Posclásico,
(Tabla 1). En total, se han registrado 79 rasgos morfológicos con base en el sistema de placas de
referencia ASUDAS (Sco y Turner 1997).

A 77
A C

Tabla 1. Listado de las colecciones analizadas, ubicación geográfica y periodo cronológico.


SITIO ESTADO CRONOLOGÍA
Altar de Sacrificios Guatemala Clásico
Baking Pot Belice Clásico
Barton Ramie Belice Clásico
Chichén Cenote Sagrado Yucatán Posclásico
Calakmul Campeche Clásico
Chichén Itzá Yucatán Clásico
(Las Monjas y El Caracol)
Cozumel Quintana Roo Posclásico
Champotón Campeche Posclásico
Dzibanché Quintana Roo Clásico
Jaina Campeche Clásico
Kohunlich 27 Escalones Quintana Roo Clásico
Kohunlich Quintana Roo Clásico
Mayapán Yucatán Clásico
El Meco Quintana Roo Posclásico
Noh Bec Yucatán Clásico
Palenque Chiapas Clásico
Petén Tardío Guatemala Clásico
Petén Temprano Guatemala Clásico
Puuc Yucatán Clásico
El Rey Quintana Roo Posclásico
Seibal Guatemala Clásico
Tulum Quintana Roo Posclásico
Toniná Chiapas Clásico
Xcambó Yucatán Clásico

La varianza feno pica Vp es el producto de la suma de la varianza gené ca (Vg) y de la varianza am-
biental (Ve – donde “e” deriva del término inglés “environmental” o sea “ambiental”) (Byers 2008)

Vp = V g + V e (i)

Para muchos rasgos morfológicos dentales, el grado de hereditabilidad “h”, que corresponde
a la proporción entre varianza gené ca y varianza feno pica, se sitúa entre 0.5 y 0.9 (Boraas et
al. 1988; Hanihara 2008; Mizoguchi 1977; Townsend y Mar n 1992; Townsend et al. 2009). Pese
a esto, en una comparación entre grupos, si a todas las muestras se les aplica el mismo valor de
Vg (cualquier que sea este valor), la comparación directa entre los grupos no cambia. Aunque la
hereditabilidad de un rasgo es fundamental para poder establecer la importancia evolu va de
un rasgo feno pico, en una comparación directa entre si os, finalizada a cuan ficar la variabili-
dad interna de cada uno independientemente de los demás, tomar en consideración los factores
gené cos y ambientales (cuyos valores serían iguales para todos al no poder cuan ficar la varia-
bilidad ambiental específica de cada uno) no es relevante en la prác ca.

78 A .U
V C P

En un contexto de datos cualita vos dicotómicos (presencia/ausencia), la máxima variabili-


dad se ob ene cuando la frecuencia de cada rasgo equivale al 50%. De esta manera, consideran-
do la presencia de numerosos rasgos, el promedio de la variabilidad total daría una información
por lo menos general del tamaño de la variabilidad intrínseca de cada grupo. Sin embargo, el
promedio resulta afectado cuando un rasgo rebasa el valor de frecuencia de 0.5. Por ejemplo, la
frecuencia de 0.8 de presencia de un rasgo xi, y la frecuencia de 0.2 para la presencia de un rasgo
yi indican el mismo nivel de variabilidad interna (0.8 presencia y 0.2 ausencia es igual en térmi-
nos de variablidad a 0.2 presencia y 0.8 ausencia), pero en el momento de calcular el promedio
entre varios rasgos, 0.8 pesa cuatro veces más de 0.2, pese a expresar la misma variabilidad.
El equilibrio de Hardy-Weinberg nos explica que, para rasgos dicotómicos presente/ausente,
la frecuencia del alelo dominante (p) y del alelo recesivo (q) están relacionadas por la ecuación
(p+q)2 = 1. Resolviendo la ecuación, obtenemos que p2 + 2pq + q2 = 1, donde 2pq es la frecuencia
feno pica del heterocigoto. En el caso de los rasgos morfológicos dentales, lo que se expresa
macroscópicamente es la frecuencia feno pica, no la geno pica (que es desconocida), por lo
que la frecuencia álelica (p y q) real no se conoce. Sin embargo, si consideramos las frecuencias
feno picas a la par de las frecuencias alélicas (presencia del rasgo = xi; ausencia del rasgo = yi),
entonces mul plicando 2xiyi (que corresponde a la frecuencia de los heterocigotos de acuerdo
con el equilibrio de Hardy-Weinberg), obtenemos un valor que refleja la variabilidad indepen-
dientemente si estamos considerando en el cálculo del promedio la presencia o la ausencia.
Considerando xi = 0.5 (y por ende q = 0.5 debido a que xi + yi =1), entonces 2xiyi = 2*0.5*0.5 = 0.5,
que significa máxima variabilidad.
De acuerdo con Weir (1996), el índice de heterocigosidad para múl ples loci (en este caso
para múl ples rasgos) se calcula como el promedio

∑2xiyi/N (ii)
[donde 2xiyi corresponde a 1-(p +q )]
2 2

mientras que:

- i es el rasgo individual,
- xi es la frecuencia de presencia del rasgo i;
- yi es la frecuencia de ausencia del rasgo i (1-xi);
- N es el total de los rasgos (que en el caso de los atributos dentales considerados en este estu-
dio corresponde a 79).

A 79
A C

La misma fórmula se puede encontrar expresada como: 1-1/N∑∑pi2, donde ∑pi2 es igual a
pi2+qi2 (Weir 1996).
En cambio, si consideramos los rasgos morfológicos dentales como rasgos puramente men-
delianos cuya expresión no es condicionada por factores ambientales [es decir, asumiendo
que la expresión morfológica sea únicamente el producto de la acción del geno po-ecuación
(i)], entonces las frecuencias de presencia (y sobre todo de ausencia) de cada rasgo represen-
tan el valor feno pico. Sabemos, por el equilibrio de Hardy-Weinberg, que la frecuencia feno-
pica del rasgo dominante deriva de “p2+2pq”, mientras que la frecuencia del rasgo recesivo
(que se manifiesta solo cuando ambos alelos son recesivos) corresponde a “q2”. Siguiendo
esta condición, Hartl y Clark (2007:63) proponen, en el caso del grupo sanguíneo Rh, que, de
conocer solo la frecuencia feno pica del grupo sanguíneo Rh(-) (recesivo), y asumiendo que
exista un aparejamiento aleatorio (random ma ng), podemos considerar la frecuencia de Rh(-
) (feno po) en la población como representa va del valor de “q2”. En este caso, q (la frecuen-
cia del alelo recesivo) equivale a la raíz cuadrada de q2 (√q2). Si aplicamos el mismo concepto
a los rasgos morfológicos dentales que, en su dicotomización presente/ausente pueden ser
equiparados a rasgos mendelianos, la frecuencia de ausencia de un rasgo puede considerarse
equivalente a q2. De esta manera,
q = √q2 (iii)

por lo que, por el equilibrio de Hardy-Weinberg, p = (1-q) y, de acuerdo con el mismo equili-
brio, el valor de heterocigosidad corresponde a
2pq (iv)

En este caso, la máxima variabilidad para cada rasgo se da cuando q2 (la frecuencia de ausen-
cia) corresponde a 0.25 porque √0.25 = 0.5 así que 2*0.5*0.5 = 0.5 (máxima variabilidad gené-
ca). Claramente, los resultados varían si en lugar de calcular “q2”, a par r de la frecuencia de
ausencia se considera como “q2”la frecuencia de presencia del rasgo. Aun así, sabemos que esto
no cuan fica la frecuencia real (esperada) de los heterocigotos, solo proporciona un es mado
de qué tan variable es intrínsecamente una muestra a par r de los rasgos morfológicos dentales.
Cabe mencionar que esta aplicación no toma en cuenta las potenciales tasas de mutaciones, así
como los patrones de difusión individual.
Como se mencionó anteriormente, los análisis estadís cos eligen un determinado número
de rasgos para mediciones de distancias (Sco y Turner 1997), debido a que el uso de rasgos
correlacionados (esto es, el mismo rasgo registrado en más dientes del mismo po, como por
ejemplo, la pala en el I1 y en el I2 superior) puede sesgar el resultado. Pese a que el uso de rasgos

80 A .U
V C P

correlacionados, cuando se aplica a todos los grupos bajo análisis, no altera significa vamente
las relaciones de distancias, considero que no es este capítulo el lugar adecuado para presentar
al lector una discusión sobre esta problemá ca; además ya ha sido brevemente discu da por
Serafin et al. (en este volumen). En este caso, la decisión de calcular los valores de variabilidad
en cada grupo a par r de los 79 rasgos analizados (véase las fórmulas), reside en la necesidad
de obtener un dato obje vo, que sea repe ble, único, y que caracterice cada grupo. En cambio,
el valor de heterocigosidad calculado solo con base en los rasgos seleccionados para los análisis
de distancias morfológicas cambia cada vez que se escogen rasgos diferentes. Además, mientras
que los estudios de distancia enden a resaltar las diferencias entre los grupos, y por esta razón
escogen los rasgos más variables, un análisis de variabilidad se enfoca en todos los indicadores
que caracterizan el grupo, sean estos con alta o baja variabilidad.
La Tabla 2 presenta los valores de heterocigosidad calculados a par r de las dos fórmulas.
Como podemos apreciar, algunos grupos cambian de posición debido a su tamaño rela vo,
como, por ejemplo, Jaina, que presenta un valor de 0.2410, con una fórmula, y 0-1962 con la
otra. Es interesante notar cómo Kohunlich no cambia de posición y se ubica siempre en el lugar
con menor variabilidad (18.22%), mientras que grupos como Xcambó, Cozumel y el Petén siem-
pre se ubican entre los que cuentan con valores más altos en ambas fórmulas.

Tabla 2. Valores promedios del índice de variabilidad morfológica calculados a par r de las dos fórmulas: ∑2 xiyi/N (equación ii) y
∑2piqi/N (equación iv) [donde en la fórmula (iv) “q” equivale a la raíz cuadrada de la frecuencia de ausencia].

SITIO (ii) (iv)


Kohunlich 0.1822 0.1748
Tulum 0.2237 0.1797
Palenque 0.2292 0.1960
Jaina 0.2410 0.1962
Champotón 0.2163 0.1971
Kohunlich 27 Escalones 0.2036 0.1971
Noh Bec 0.2212 0.1976
Chichén (Las Monjas y El Caracol) 0.2240 0.2043
Mayapán 0.2343 0.2046
Baking Pot 0.2405 0.2054
Toniná 0.2395 0.2059
Puuc 0.2179 0.2061
El Meco 0.2300 0.2061
El Rey 0.2491 0.2148
Chichén Cenote Sagrado 0.2467 0.2148
Dzibanché 0.2299 0.2219
Calakmul 0.2534 0.2301
Seibal 0.2670 0.2317
Altar de Sacrificios 0.2548 0.2322
Barton Ramie 0.2579 0.2383

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A C

Petén Temprano 0.2699 0.2386


Xcambó 0.2556 0.2396
Cozumel 0.2552 0.2418
Petén Tardío 0.2584 0.2474
Total 0.2670 0.2457

DISCUSIÓN

La entrada de nuevos individuos en una comunidad aumenta la variabilidad interna de la misma,


mientras que las diferencias entre grupos enden a reducirse, y el intercambio bidireccional
hace que al final ambos grupos presenten distribuciones parecidas de rasgos. Por esta razón,
mediciones de distancias (o afinidad) distribuyen los grupos de acuerdo con su nivel de seme-
janza o diferencia (Coppa et al. 1998, 2007; Cucina et al. 2005; 2010; Irish 1998b). En cambio,
el nivel de variabilidad interno al grupo no manifiesta patrones de afinidades con otros grupos;
solo funge como indicador de lo heterogéneo que es el grupo mismo, independientemente de
sus afinidades con los demás. Sin embargo, manifiesta directa o indirectamente dinámicas po-
blacionales intrínsecas de la población, los cuales son procesos exo- o endogámicos o inmigra-
ciones (Cavalli Sforza et al. 1994).
En la interpretación de los datos es necesario subrayar que, en cualquier estudio bioarqueo-
lógico, la muestra esquelé ca y dental a analizar puede sesgar los resultados. En muchos casos,
las colecciones analizables pueden no ser representa vas de la población real, al proceder de
contextos limitados espacial o socialmente, o al representar contextos familiares o residenciales.
En estos casos, que retomaré más adelante, los resultados deben ser discu dos con base en el
po de muestra disponible.
No es extraño que los grupos del Petén guatemalteco presenten valores elevados de he-
terogeneidad interna, al ser representa vos de una amplia región geográfica, más que de un
si o específico. Si tomamos en cuenta los valores obtenidos a par r de las dos fórmulas (Hartl
y Clark 2007; Weir 1996), ambos grupos del Petén muestran valores muy cercanos y caen entre
los más altos, al indicar intensas dinámicas poblacionales que no han cambiado a lo largo del
empo. Además, esta región representa un corredor de las rutas comerciales que, en el interior
de la península llevan hacía el centro de las Tierras Bajas (el Petén guatemalteco y mexicano) y
de allá hacia la costa caribeña, en lo que es hoy la bahía de Chetumal. Sharer (2006) menciona
que durante el Preclásico El Mirador representó un importante centro de control del comercio
trans-Petén, mismo que fue tomado sucesivamente por Tikal. Al caer Tikal en el Clásico Medio, el
control sería tomado por otros centros, entre los cuales Calakmul predominó muy probablemen-
te. Estas dinámicas que pueden haber alcanzado la región de Calakmul, en el Petén mexicano,

82 A .U
V C P

se aprecian en estudios anteriores sobre distancias biológicas, que muestran cómo Calakmul
presenta afinidades con la región del Petén (Cucina y Tiesler 2008, 2012). Calakmul era además
un centro grande, una ciudad-Estado que dominaba sobre una vasta región, y como tal estaba
comunicada con otros si os y controlaba las redes comerciales bajo su influencia (Sharer 2006).
Esto la colocaba en una posición par cular, al estar expuesta al movimiento migratorio por parte
de la población de la región hacia las grandes ciudades. Sin embargo, el valor de Calakmul no
aparece entre los más elevados debido a que la colección deriva de la acrópolis central y, por
esta razón, ende a representar más bien solo una porción de la población, caracterizada por un
cierto nivel socio-económico. En cambio, no se han encontrado colecciones representa vas de
las áreas residenciales de la ciudad.
Resulta interesante la posición de Seibal, que en un caso se posiciona como la colección con
la más alta variabilidad interna (Tabla 2). Aus n (1978) menciona que con mucha probabilidad
esta muestra, al igual que la de Altar de Sacrificios que él estudió, es producto de excavaciones
realizadas en sectores arquitectónicos específicos. El resultado del análisis dental efectuado por el
autor, revela un cambio “biológico” en la estructura poblacional de Seibal alrededor del 800 d.C.,
mientras que Altar de Sacrificios man ene constante sus caracterís cas a lo largo de su ocupación
(Aus n 1978). El autor interpreta el cambio poblacional en Seibal como producto de un proceso
migratorio en la ciudad debido a su gran importancia como centro de poder en el área durante el
Clásico Terminal, sobre todo a lo largo del río Usumacinta, que representaba un corredor fluvial
de extrema importancia en las relaciones comerciales entre las Tierras Altas y las Tierras Bajas
del sur. Wrobel (2003) reporta que la mayoría de los individuos que forman la muestra de Sei-
bal pertenecen al periodo Terminal, momento durante el cual se vieron los efectos del proceso
migratorio y, por esta razón, la muestra resulta ser heterogénea. Esta heterogeneidad podría
explicar el posicionamiento entre las colecciones con mayor variabilidad morfológica. En cambio,
Altar de Sacrificios, que man ene constante su ocupación a lo largo de su existencia, presenta
valores menores de variabilidad, aunque posicionándose entre los grupos con alta variabilidad
debido a su importancia como centro de poder durante el Clásico.
Un patrón semejante a Seibal lo presenta Barton Ramie, que también se ubica siempre en las
posiciones más altas en ambas mediciones (Tabla 2). La colección procede de la excavación de
las áreas residenciales no eli stas del si o (Sharer 2006), lo que implica ser representa va de la
población en vez de solo algunas clases sociales, así como de restos esquelé cos procedentes de
otras partes de la región, lo que puede aumenta el nivel de variabilidad.
La variabilidad ligada al movimiento poblacional, relacionado con el comercio y la economía
de producción, es la que se aprecia en el si o de Xcambó que, aunque muy pequeño y rela va-
mente lejos de si os importantes, fungió como centro para la administración y producción de

A 83
A C

la sal, sobre todo durante el Clásico Tardío (Sierra Sosa 2004). La presencia de cerámicas de mu-
chas partes del área maya indica intensas ac vidades comerciales (Sierra Sosa 2004). Asimismo,
estudios químicos (Cucina et al. 2011) han evidenciado la presencia de un elevado porcentaje
de individuos foráneos en el si o, todos fechados para el Clásico Tardío. Consecuentemente, los
altos valores de variabilidad encontrados en el si o de Xcambó, en muchos casos más elevados
que los que se han registrado en ciudades más grandes, tal como la misma Calakmul, Toniná,
Palenque y otras, refleja una intensa dinámica poblacional, caracterizada por movimientos de
bienes materiales y de personas. Cabe mencionar que, en este caso, Xcambó se ha considerado
en su totalidad, sin separar el Clásico Temprano del Clásico Tardío, debido al tamaño reducido de
la muestra durante el primer periodo.
Cozumel, con valores prác camente iguales a Xcambó, y Jaina con una variabilidad alta, aun-
que mucho menor a los otros dos si os, se comportan de una manera similar a la colección
xcamboense. Ambas son islas, una al occidente y otra al oriente de la península de Yucatán. Jaina
pertenece al Clásico, mientras San Gervasio (Cozumel) es principalmente del Posclásico. No hay
a la fecha información química sobre los restos esquelé cos desenterrados en las islas; sin em-
bargo, la gran can dad de cerámicas y figurillas alóctonas y la posición de ambas como puntos
nodales en el comercio marí mo a lo largo de la península, indicarían también para estos si os
un tránsito de personas con consecuente variabilidad interna. Desafortunadamente, la presen-
cia de osarios en Cozumel, o la falta de documentación arqueológica para los restos de Jaina,
limitan la posibilidad de entender y contextualizar plenamente ambas colecciones.
Una posición rela vamente alta en la lista de valores la cubre la muestra del Cenote Sagrado
de Chichén Itzá, formada por material totalmente descontextualizado, recuperado desde el fon-
do del cenote. Los restos óseos del cenote, que fungió como importante centro de peregrinación
(De Anda 2007), se han acumulado a lo largo del Clásico Terminal y del Posclásico hasta el pe-
riodo de la Colonia, por lo que deberían ser (supuestamente) heterogéneos. La peculiaridad del
cenote hace que este pozo natural recibiera tanto contextos funerarios como procedentes de sa-
crificio (De Anda 2007), pues algunos cuerpos eran transportados desde muchos kilómetros para
ser arrojados en el cenote. Estos dos factores juntos ( empo de uso del cenote y procedencia de
los que allá fueron arrojados) inciden en la variabilidad de la muestra. No así, la otra colección
del si o, cons tuida por la colección de Las Monjas y del Caracol, ambas funerarias procedentes
de estructuras, que presentan valores de variabilidad morfológica marcadamente menores a los
calculados para la muestra del cenote.
La composición de la muestra, cuando esta es representa va de grupos familiares o de in-
dividuos relacionados entre sí, puede introducir un factor (la deriva génica) que reduce el nivel
de variabilidad (Cavalli Sforza et al. 1994). Es posible creer que este sea el caso de la muestra

84 A .U
V C P

de Tulum, recuperada en el interior de la ciudad amurallada. Vargas Pacheco (1997) propone


que Tulum fungió como enclave estratégico en el contexto comercial a lo largo de la costa
caribeña de la península de Yucatán, y que era gobernada por miembros de una elite del occi-
dente del área maya e independiente de las confederaciones costeras del oriente. La reducida
variabilidad de Tulum induce a considerar que la muestra analizada no sea representa va de
la población de la ciudad, además de que esta muestra dental no se acerca morfológicamente
a las de si os costeros orientales como El Meco o El Rey, y más bien se asocie a Champotón,
en la costa occidental (Cucina et al. 2008).
Dejando a un lado las colecciones que presentan valores centrales de índice de heterocigo-
sidad, y que pueden ser indica vos de dinámicas poblacionales no par cularmente ac vas o,
al mismo empo, de problemas vinculados con la composición de la muestra, una breve des-
cripción merecen las dos muestras procedentes del si o de Kohunlich. Ambas colecciones se
ubican siempre entre las de menor variabilidad absoluta. Kohunlich 27 es la muestra hallada en
la estructura denominada “27 Escalones”, lo que puede significar que la muestra sea estructu-
ralmente endogámica (y de allá la reducida variabilidad), al representar un sector muy par cular
de la sociedad kohunlichense, a la par de la colección de Tulum. Sin embargo, la otra muestra del
si o (denominada Kohunlich) procede de otras áreas del lugar y presenta valores aún más bajos.
En este caso, es di cil pensar a efectos de deriva génica o del fundador.
Kohunlich y Kohunlich 27 Escalones no se mezclan con los si os del Petén y de Calakmul y
Dzibanché (Cucina 2007) al elaborar análisis de agrupación, ya que indican probable lejanía
biológica, que podría deberse al aislamiento de estos si os kohunlichenses de las dinámicas
poblacionales más ac vas y vibrantes que se daban en la región, en la época.
En conclusión, el análisis de la variabilidad morfológica interna a cada colección nos per-
mite dibujar un cuadro de la compleja dinámica poblacional que ha caracterizado la región
maya durante el Clásico y Posclásico. Elevados valores presentados por si os aparentemente
pequeños (como por ejemplo, Xcambó) se contraponen a valores más modestos también en
ciudades grandes (como por ejemplo, Palenque). Esto nos da pautas para entender mejor o re-
considerar cada si o en el ámbito de las complejas esferas de interacción polí co-económica
y comercial de la región.

Agradecimientos. Los datos presentados han podido ser recolectados gracias a la disponibilidad
de colegas e ins tuciones que han permi do el acceso a los materiales. Agradezco a la Dra.
Thelma Sierra Sosa por el si o de Xcambó, al Mtro. Agus n Peña por Noh Bec, al Mtro. Antonio
Pompa y Padilla (director de la DAF) por las colecciones de Chichén, Jaina, Palenque, Cozumel,
Toniná, al Mtro. Arturo Romano por el acceso a la colección de Toniná, al Mtro. Carlos Peraza

A 85
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Lope y al Dr. Stanley Serafin por la muestra de Mayapán, al Dr. William Folan por su colección de
Calakmul y Champotón, al Arqgo. Ramón Carrasco por Calakmul, al Dr. Juan Pedro Laporte por
las colecciones del Petén guatemalteco, al Dr. Enrique Nalda por Kohunlich y Dzibanché, al Dr.
Allan Ortega por Tulum, El Meco y El Rey, a la Dra. Michelle Morgan (Peabody Museum) por las
colecciones de Altar de Sacrificios, Barton Ramie, Baking Pot y Seibal.

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BIOARQUEOLOGÍA
5

FORMAS CEFÁLICAS ARTIFICIALES, POBLACIÓN Y ETNICIDAD


ENTRE LOS MAYAS DEL PERIODO POSCLÁSICO

Vera Tiesler

En este trabajo deseo compar r algunas ideas y resultados sobre las dinámicas de integración
cultural y distribución poblacional de grupos mayances prehispánicos del Clásico y Posclásico. Al
efecto, me propuse revisar la diversidad en las formas ar ficiales de la cabeza durante los siglos
que enmarcan este horizonte. Estos dan cuenta de la arraigada tradición maya prehispánica de
comprimir la calota de los bebés con cunas o aparatos cefálicos, almohadillas y vendas, conce-
diéndole un contorno ar ficial que quedaría impreso de por vida (Duncan 2009; Romano 1974;
Tiesler 1998, 1999, 2011, 2012). Para los propósitos de este estudio analizaré las preferencias en
técnicas y formas cefálicas en colecciones esquelé cas mayas que datan del Clásico Terminal y
del Posclásico, dando con nuidad a un estudio general sobre portes cefálicos mayas de empos
más an guos (Tiesler 2010, 2012; Tiesler y Cucina 2010; Tiesler et al. 2010).
Considero que el estudio de las modificaciones ar ficiales mayas de la cabeza se enfila en el tema
central de la presente compilación, siendo las afinidades culturales y distancias biológicas mayances;
eso, a sabiendas de que la modificación cefálica cons tuía una tradición muy arraigada y casi ge-
neralizada en el área, donde sus resultados morfológicos podían ser bastante variados, sobre todo
durante los primeros dos horizontes de su desenvolvimiento cultural. De hecho, ahí, los orígenes
de la prác ca compresora deben haber iniciado durante o incluso antes del Preclásico. Ya hacia el
Preclásico Medio, la prác ca modeladora había adquirido importancia como medida protectora y
como ritual co diano que preparaba al bebé para su futura integración social (Tiesler 2010).
Los mismos contornos que las prensas imprimían en las cabezas infan les llegaron a comunicar
visiblemente la pertenencia cultural de sus portadores e incluso su iden ficación religiosa al emu-
lar la imaginaria sacra antropomorfa del panteón de los dioses mayas (García y Tiesler 2011; Tiesler
2011, 2012). Tal asociación la evocan los aplanamientos superiores de la calota (aplanamientos

B 93
V T

obélicos o variantes paralelepípedos) que asemejan sorprendentemente la silueta del dios de los
comerciantes o Dios L (Tiesler et al. 2010). El primer descubrimiento en el si o veracruzano de El
Zapotal corre por cuenta del reconocido antropólogo mexicano Arturo Romano (1977). Al estudio
primicial ahora se suman casi cien cráneos más que hablan de la adopción de esta forma a par r
del Clásico Medio en los territorios ístmicos vecinos y a lo largo de la costa peninsular maya y áreas
conexas (Tiesler 2012; Tiesler et al. 2010). Otros portes cefálicos, más difundidos y mucho más
tempranos que los aplanamientos superiores, corresponden a los semblantes reclinados y tubula-
res que durante el Clásico emulaban la forma cefálica del dios del maíz (García y Tiesler 2011; Hous-
ton et al. 2006). Y otras morfologías ar ficiales más de la calota, cortas, altas y anchas, parecen
atenerse a la convención de retratar a los dioses mayas viejos de la imaginaria sacra, estableciendo
la imitación visible de entes sacros como un poderoso mo vo que da cuenta del significado y de la
diversidad en las formas cefálicas que las manos femeninas recreaban en sus pequeños.
Con lo asentado, queda claro que la mirada concedida por los ar ficios cefálicos es apta para
iluminar áreas culturales y dinámicas poblacionales, cambios regionales e iden ficaciones étni-
cas entre sus integrantes humanos. La “etnicidad” sigue siendo un tema discu do en la arqueo-
logía por su di cil delimitación conceptual y también por su problemá co reconocimiento en
el registro material, por lo que conviene aclarar el uso del término en este trabajo. Aquí u lizo
“etnicidad” para designar la pertenencia a una población en la que los miembros se iden fican
entre ellos, normalmente con base en una real o presunta genealogía y ascendencia común, o en
otros lazos históricos (Barth 1998; Díaz-Andrieu 2005; Hicks 2001; Jones 1997). Los grupos que
expresan afinidades de este po suelen cohesionarse y a la vez expresarse a través de prác cas
culturales autóctonas, en el habla o creencias religiosas compar das.
Nótese que estos aspectos han sido examinados en la inves gación mayense casi exclusiva-
mente a través de acercamientos arqueológicos, epigráficos y etnolinguís cos (Culbert y Rice
1990; Lacadena y Wichman 2002; Sharer y Traxler 2006a). Las úl mas dos líneas de conoci-
miento denotan una división del área maya en al menos cuatro grupos linguís cos todavía du-
rante el Clásico, los que después se reagrupan y reorientan al incorporar elementos de lenguas
nahuas en los siglos posteriores al colapso. Menos atendida es la búsqueda de lo étnico por
medio de agrupamientos y afinidades biológicas que pudieran dar cuenta de la organización
cultural de grupos mayenses, comenzando con la obra de Comas (1966; véase también las
otras aportaciones de esta obra). Entre tanto, el examen de la cultura arqueológica maya ha
buscado diferenciar grupos étnicos a par r de los trajes y adornos personales de sus integran-
tes, a través de las par cularidades en las prác cas funerarias y en las formas de seleccionar y
preparar los alimentos. Grupos étnicos también suelen quedar patentes en los modos de con-
vivencia domés ca (expresados en la arquitectura residencial), y en la religiosidad e iden fica-
ción sacra de sus integrantes, cuyas diferencias con otros grupos se hacen patentes sobre todo

94 A .U
F , P

en los enclaves étnicos urbanos (Linda Manzanilla, comunicación personal 2012). Pensamos
que en esta lista de atributos “diagnós cos” de etnicidad encuentra cabida también la forma
cefálica ar ficialmente producida.

MATERIALES Y MÉTODOS

Seguidamente, dilucido primero las preferencias regionales en la modificación cefálica que se


fueron adoptando en diferentes sectores del territorio mayense en vísperas del segundo milenio
de nuestra era. Busco vincular los giros que dio la costumbre en el transfondo de los cambios
socioculturales durante las décadas y siglos del “colapso” maya, un proceso histórico que trajo
consigo la des tución radical de los sistemas polí cos e ideológicos dominantes del Clásico y el
abandono de grandes territorios. La reorganización sociocultural y la redistribución poblacional
que vieron los siglos subsecuentes, igualmente encuentran sus expresiones en las preferencias
cambiantes en el porte cefálico.

Las muestras
Para los obje vos que competen a este estudio, u licé una base de datos regional que con-
ene información de 1,669 individuos óseos con cráneos evaluables, datados para el Clásico
y el Posclásico. El criterio mínimo de inclusión se orientó en la posibilidad de dis nguir la
presencia o ausencia de modelado cultural, condicionándose por la presencia de segmentos
observables del hueso frontal y del occipucio. El número total de calotas evaluables luego se
redujo al dividirse la muestra acorde con los cortes analí cos planteados de sexo, área, crono-
logía, estatus, entre otros. Tampoco todos los individuos incluidos permi an la asignación de
pos o variantes de las modificaciones, por lo que nuevamente se redujo el número de piezas
evaluables. Es por esta razón que el número de la muestra evaluable (N) se indica en la sección
de los resultados para cada análisis realizado.
En total, se tomaron en cuenta datos de 116 series esquelé cas bien documentadas en tér-
minos contextuales y cronológicos; las que cubren el sureste mexicano, Guatemala, Belice y Hon-
duras (véase Tiesler 2011). Las colecciones humanas que advierten sobre los cambios durante
los úl mos siglos del primer milenio proceden de Kohunlich y San Gervasio, Quintana Roo; de
Altar de Sacrificios y Seibal, en Guatemala y de Copán, en Honduras. Numerosas series esque-
lé cas del Posclásico propiamente dicho dominan en la costa peninsular, de donde proceden
las colecciones de El Rey, San Gervasio, El Meco, Tulum, Playa del Carmen, Champotón y Xca-
ret, todos en México. Tierra adentro, cuentan las cuan osas series posclásicas de Acul-Nebaj,

B 95
V T

en Guatemala, Chicoasén y La Angostura, en Chiapas, así como Mayapán y Chichén en Yuca-


tán, aunque el apogeo de este úl mo si o se inserta en realidad en el inters cio de los dos
periodos. La mayoría de los especímenes analizados para este estudio cuentan también con
información personal biológica, concretamente del sexo y la edad a la muerte (para las técni-
cas de determinación de sexo y es mación de edad, véase Tiesler y Cucina 2010).

Técnicas de análisis y clasificación


El análisis craneológico en sí consis ó en la observación osteométrica y macroscópica apoyada
por microscopía. A fin de evaluar la presencia, grado y po de modelación del cráneo, se u liza-

Figura 1.
Esquemas en norma
lateral izquierda de
variantes de la modifi-
cación tabular oblicua
(Tiesler 2012).

96 A .U
F , P

ron parámetros métricos y no métricos, aplicando la clasificación establecida por Imbelloni (Dem-
bo e Imbelloni 1938) y adaptada sucesivamente por Romano (1965) y Tiesler (1998, 1999, 2011).
Esta taxonomía dis ngue entre formas tabulares, resultados de la aplicación de instrumentos de
compresión rígidos y morfologías anulares alcanzadas mediante el ajuste de bandas de constric-
ción, cuerdas, vendajes u otras envolturas ajustadas sobre la calota infan l. Las tabletas rígidas
sobre la calota producen formas tabulares oblicuas (Figura 1), en tanto que las cunas producen
formas tabulares erectas (Figura 2). La duración y la fuerza de compresión repercuten en el grado
de la modificación en forma, al igual que las par cularidades de los implementos básicos (por
ejemplo, tabletas libres o cunas), los cuales también podían combinarse con vendajes y cojines.

Figura 2.
Esquemas en norma
lateral izquierda de
variantes de la modifi-
cación tabular erecta
(Tiesler 2012).

B 97
V T

Con la taxonomía descrita examiné la presencia-ausencia de modelación cultural y, en los


individuos modificados, las técnicas y formas cefálicas. Par endo de la unidad de análisis del “in-
dividuo óseo” (Tiesler 1999), señalé las tendencias observadas acorde con los cortes analí cos
propuestos a nivel biográfico, contextual, local y regional. Las asignaciones cronológicas darán la
pauta para hablar del desarrollo general de la tradición maya y sus expresiones a lo largo de los
siglos del cierre de la era prehispánica.

RESULTADOS

El procesamiento global de la serie indica que, todavía durante el Clásico, se empleaban diversas técni-
cas de modelado que encuentran su expresión en una variedad reitera va de portes en la mayoría de
las localidades y regiones mayas (Figura 3; Tiesler y Cucina 2010). Las preferencias fluctúan además a
través de la geogra a cultural. Hay una preferencia por formas erectas en las comunidades de la Riviera
Maya y una preferencia por cabezas poco o no modificadas entre los grupos beliceños. Un aumento
en la popularidad de los ar ficios y una clara predilección por morfologías inclinadas y tubulares (ta-
bulares oblicuos en su modalidad pseudocircular) se nota al transitar el corredor petenero hacia el
occidente y hacia la cuenca baja y media del Usumacinta. Todavía más al oeste y sur, al subir hacia los
territorios que comprenden las Tierras Altas de Guatemala y de Chiapas, los portes cefálicos se trans-
forman nuevamente al expresar un predominio en formas ar ficiales erectas. Considero que estas
fluctuaciones reflejan divisiones culturales más de fondo, posiblemente étnicas, al adver r la distribu-
ción linguís ca durante el primer milenio de nuestra era (Lacadena y Wichman 2002). Específicamente
las áreas con elevada proporción en portes tabulares oblicuos, en las cuencas del río Usumacinta y el
río de la Pasión, coinciden con las zonas del habla maya chol occidental durante el Clásico (Figura 3).
Las cabezas reclinadas y tubulares que caracterizan esta zona se desvanece y finalmente desaparecen
al transitar hacia los territorios vecinos en el centro y oeste de Chiapas. Sus poblaciones clásicas ha-
blaban tzeltal y mixe-zoque, y lucían cabezas anchas, altas y cortas, visiblemente dis ntas de la formas
es labadas por sus vecinos del Usumacinta (Figura 3).

Cambios en vísperas del Posclásico


En los úl mos siglos del primer milenio de nuestra era comienzan a anunciarse cambios culturales
en los territorios que comprenden el área maya. Estos llegan a expresarse también en las preferen-
cias de portes cefálicos, tal como hemos manifestado en otros trabajos anteriores (Tiesler y Cucina
2010; Tiesler et al. 2010). Ya durante el Clásico Medio hace su aparición en si os chiapanecos una

98 A .U
F , P

morfología cultural que consiste en un aplanamiento superior del cráneo, una modalidad que
parece haberse usado inicialmente en las franjas del Golfo en Veracruz (Romano 1977; Tiesler et
al. 2010). En los territorios mayas, aunque únicamente las francas costeras y conexas, también

Figura 3.
Preferencias de portes
cefálicos del área maya
durante el ClásicoTardío
y Terminal (Tiesler
2012). Se señalan los
si os mencionados
en el texto.

B 99
V T

se vuelve usanza la modificación con aplanamiento superior. Sus portadores son mayormente
hombres, pues cons tuyen tres cuartas partes de los 52 individuos iden ficados por su sexo en la
serie evaluable. Estos solían enterrarse con un ajuar funerario dis n vo (Figura 4; Tiesler 2012).

Figura 4.
Cráneo de San Gervasio
(C-18), en norma lateral
derecha, exhibiendo un
fuerte aplanamiento
superior (DAF/INAH; foto
de V. Tiesler).

Con lo asentado, pensamos que los cráneos con aplanamiento superior —por su origen y distribu-
ción a lo largo de las rutas de intercambio marí mo, por la destacable ofrenda de sus difuntos porta-
dores y por las connotaciones emblemá cas que los iden fican con el dios de los comerciantes (Dios
L)— pudieran expresar la propagación de poblaciones que la literatura ha señalado como putunes,
gente del golfo, chontales o mayas mexicanizados (García y Tiesler 2011). Como sabemos, estos grupos
tuvieron una par cipación crucial en los reajustes sociales y poblacionales que se dieron durante el
abandono de gran parte de las Tierras Bajas centrales y el surgimiento de nuevas hegemonías, entre
cuyas sedes principales surge pronto Chichén Itzá, en el norte de la península, donde igualmente he-
mos registrado formas cefálicas de esta variante, y las referiremos más adelante.
Más al sur, en el interior de las Tierras Bajas, ocurren en este empo cambios sociales irrevo-
cables, una desintegración gradual que dura décadas, incluso siglos. Este proceso se expresa en

100 A .U
F , P

la destrucción y el abandono de asentamientos y se han planteado reemplazos de población y


migraciones masivas dirigidas hacia las Tierras Altas y hacia el norte (Sharer y Traxler 2006b).
Analicemos ahora este escenario de reemplazo a través de la lente de las formas craneanas.
En eso me interesan en par cular aquellos si os que siguen ocupándose años, hasta siglos, des-
pués del declive general al cierre del Clásico ¿Adoptan sus pobladores, quienes todavía antes
lucían una variedad de morfologías cefálicas, las formas que se volverían el común denominador
del segundo milenio (por ejemplo, las tabulares erectas)?
Veamos de cerca los ves gios del área de río de la Pasión, para lo que examinaré de cerca las
colecciones de Seibal y Altar de Sacrificios, en el oeste de Guatemala. La mayoría de los altareños
y seibaleños del Clásico Tardío todavía lucían portes tabulares oblicuos (7 de N=11; 3 de 4 en
Seibal). Posteriormente, hacia la fase Bayal del Clásico Terminal, los seibaleños (con 13 de N=19)
tuvieron la misma predilección en su forma cefálica. Esta con nuidad sorprende realmente al
considerar las interpretaciones epigené cas y epigráficas que hablan de una reocupación del
si o por grupos foráneos (Aus n 1978; Mar n y Grube 2008:226-228).
También los úl mos altareños, concretamente aquellos que murieron durante el Posclásico
Temprano (durante la fase Jimba), aparentemente mustran una con nuidad en preferencias, con
el doble en tabulares oblicuos que erectos (N=6). La prueba de ji cuadrada confirma estadís -
camente esta tendencia al señalar una con nuidad consistente (p=0.976) entre las preferencias
tempranas y tardías en el porte cefálico. Tomados conjuntamente, los resultados que acaba-
mos de reproducir para los dos si os peteneros, trazan un panorama no de tajante sus tución
cultural sino de con nuidad y permanencia en las formas de modificar la cabeza de los lugare-
ños recién nacidos, incluso siglos después del “colapso”. Entonces, solo el abandono final de los
asentamientos habrá puesto fin a las tradiciones cefálicas clásicas de antaño.
Un panorama dis nto del de río de la Pasión se vislumbra en aquellos poblados a lo largo y
cercanos a la Riviera Maya, que experimentan una ocupación con nua entre los dos horizontes.
Los residentes de Kohunlich, por ejemplo, reproducían todavía durante el Clásico Tardío los por-
tes oblicuos en sus pequeños (con un 68%; N=16). Posteriormente, a fines del Clásico Terminal y
durante el Posclásico Temprano, la mayoría de sus habitantes parecen adoptar modelados erec-
tos (69%; N=13), sin abandonar por completo la modificación oblicua. Este giro en preferencias
sí es significa vo estadís camente (p=0.038), por lo que podría pensarse en un cambio cultural y
posiblemente poblacional más acentuado en Kohunlich que en los si os antes analizados del río
de la Pasión.
Todavía más al este se encuentra San Gervasio, en la isla de Cozumel, donde seis de siete indi-
viduos datados para el Clásico muestran la modificación tabular erecta. Posteriormente, durante
el Posclásico, todas las 42 osamentas evaluables exhiben esta misma forma (con p=0.302 en la

B 101
V T

comparación entre las fases). Estas cifras parecen indicar que, ahí, la forma erecta ya se había
establecida como parte de su apariencia, incluso siglos antes del declive a fines del Clásico, mar-
cando una separación cultural entre costa y erra adentro durante la segunda mitad del Clásico.
Esta idea (de separación) se sustenta también en el patrón de propagación de los aplanamientos
superiores durante el Clásico Tardío y Terminal, los cuales, igualmente, se limitan a las poblacio-
nes costeras y no parecen adoptarse erra adentro (Tiesler et al. 2010).

Cambios regionales durante el Posclásico


Regionalmente, se homologan de manera gradual técnicas y formas en el modelado de la cabeza
desde los inicios del nuevo milenio, tal como tantas otras expresiones culturales durante el Posclá-
sico. Nótese que el “colapso” maya y los reajustes poblacionales no propiciaron el abandono de
la prác ca cefálica en sí sino todo lo contrario: si antes de 80 a 90% de los mayas lucían su cabeza
con modificación cultural, ahora la frecuencia se aproxima al 100%. La creciente uniformidad en
presencia y en las mismas técnicas modeladoras se hace patente al comparar los patrones del
Clásico Terminal con el Posclásico Temprano y, más aún, con el Posclásico Medio y Tardío. Tal como
muestra el histograma (Tabla 1), el empleo de las tabletas cefálicas va en declive y es abandonado
por completo hacia la segunda mitad del Posclásico. Junto con las tabletas compresoras también
desaparece el vendaje circular de la cabeza. Este reemplazo cultural es estadís camente muy signi-
fica vo si comparamos la proporción de los pos erectos y oblicuos entre el Posclásico Temprano
y el Posclásico Tardío (p=001).
Este proceso regional, naturalmente, puede iden ficarse también en cada uno de los si os pos-
clásicos con suficiente número de individuos analizables. De las erras peninsulares incluimos para
este trabajo los individuos disponibles del si o hegemónico de Chichen Itzá (N=9), excluyendo la
muestra del Cenote Sagrado por carecer de información contextual segura. Chichén Itzá parece
manifestar el primer momento del nuevo orden posclásico erra adentro, en un momento históri-
co que también encuentra su expresión en la costumbre cefálica. Todos los individuos evaluados de
este si o ya portaban bóvedas modificadas en la modalidad tabular erecta en grados intermedios.
Los mismos ar ficios genéricos se hacen patentes posteriormente en Mayapán (N=9), centro que
reemplaza Chichén como si o de poder peninsular a mediados del Posclásico. Todas las bóvedas
de Mayapán muestran modificaciones tabulares erectas en grados similares a las vistas en Chichén,
aunque dos de ellas luzcan además surcos sagitales, siendo el resultado de una banda compresora
que imprimía la calota en sen do antero-posterior.

102 A .U
F , P

Siguiendo la costa de Campeche, se halla el si o de Champotón, un centro portuario durante


los siglos anteriores a la conquista. Sus habitantes portaban un modelado cefálico logrado con
cuna, al igual que en los dos grupos anteriormente descritos. Y aún más al sur de nuestro recorri-
do se encuentra la úl ma serie a presentar, procedente de las cadenas montañosas chiapanecas,
iden ficada con los territorios mixe zoques en las periferias occidentales del mundo maya. Tabu-
lares erectos también provienen de este rincón peninsular, donde todos los individuos evaluables
(N=12) la portan. Ahí destacan formas extremas que, en algunos casos, se combinan con fuertes
constricciones sagitales, creando un efecto de división bilateral en las cabezas de sus portadores
(Figuras 5 y 6). Otros individuos lucen las mismas formas, con aplanamiento superior, que hemos
descrito con antelación para las poblaciones costeras peninsulares, introduciendo una variedad al
igual que las variantes extremas, que no puede apreciarse más al norte.

Figura 5. Cráneo de
Argelia, Chiapas, en
norma lateral izquierda,
exhibiendo una
configuración tabular
erecta en su grado
extremo (DAF-INAH;
foto de V. Tiesler).

B 103
V T

Figura 6.
Cráneo de La Angostu-
ra, Chiapas, con fuerte
surco sagital (variante
bilobada) (DAF-INAH;
foto de A. Romano
Pacheco).

Tabla 1. Caracterís cas de las modificaciones craneanas durante el Posclásico.


Posclásico Temprano Posclásico Medio/Tardío
[%] [%]
Frecuencia (%) 91.42 [N=70] 92.91 [N=127]
Frecuencia de vendaje 21.21 [N=33] 0 [N=70]
Frecuencia de banda sagital 34.38 [N=32] 34.33 [N=67]
Proporción de tabulares oblicuas/ erectas 21.43 [N=51] 0 [N=115]
Tabular erecta, variante cónica 0 [N=47] 2.47 [N=81]
Grado promedio de modificación* 2.1 [N=64] 1.9 [N=118]
* Solo se evaluaron cráneos de adultos.

104 A .U
F , P

Hablando de bandas, aun por la homogeneidad general que se percibe en los ar ficios cefá-
licos del Posclásico, se logran reconocer fluctuaciones que se expresan en el uso cambiante de
compresas sagitales o en la inserción anatómica de los planos de compresión que manifiestan
par cularidades en los aparatos modeladores. Este es el caso del empleo de la banda sagital, por
ejemplo, que una tercera parte de los cráneos posclásicos muestra. Este surco se aprecia como
un ligero hundimiento entre ambos huesos parietales en la mayoría de los casos, quizá producto
inadver do del amarre en cuna. Ahora, la proporción de individuos con surco sagital es ligera-
mente más elevada que en las series interiores de la península en las comunidades costeras y
en las Tierras Altas mayas. En estas áreas es también donde se muestra más acentuado, como
hemos mencionado en el ejemplo de La Angostura en los Altos de Chiapas, llegando a dividir la
calota dramá camente en dos lóbulos bipolares.
También puntualizamos que la modificación tabular erecta en su variedad cónica hace su
aparición, aunque espuria, en el registro posclásico documentado para esta inves gación. Con-
siste en dos planos rectos que se encuentran en el vér ce de la calota, expresando el aspecto
en perfil que Arturo Romano adjudica al gorro cónico de Quetzalcóatl (Romano 1980). La portan
nueve individuos que fallecieron en Chichen Itzá y en las franjas costeras de Cozumel y Tulum. En
todos los casos en que se asignó la fase cronológica, esta se iden ficó con el Posclásico Tardío.
Interesa saber también que esta modalidad se limita a la costa y zonas de su influencia, al me-
nos en las series comprendidas en esta inves gación. No apareció la variante cónica en la series
posclásicas en el interior de la península, como es Mayapán (N=18), y tampoco figuran formas
cónicas en las poblaciones posclásicas de las Tierras Altas (N=23), donde se percibe el mismo
patrón uniforme de tabulares erectas en sus variantes intermedias, extremas o plano lámbdicas.

DISCUSIÓN

No obstante las variantes cefálicas logradas con cuna compresora, que se dis nguen en el bagaje
cultural del Posclásico, los instrumentos y, por consiguiente, las formas cefálicas se aprecian cada
vez más uniformes entre los grupos que comparten el territorio maya durante el Posclásico. Este
proceso no se da simultáneamente en los territorios mayas. Como muestran los presentes re-
sultados, el cambio parece an ciparse a lo largo de las costas peninsulares, donde parece aban-
donarse primero la modalidad oblicua, al empo que aparecen otros portes, vinculados con los
mercaderes y el Dios L, como se ha argumentado en trabajos anteriores. Notablemente dis nto
es el comportamiento cultural en los úl mos reductos interiores del Petén, como lo expresan
las poblaciones tardías de Altar de Sacrificios y Seibal, cuyos residentes siguen modelando las

B 105
V T

formas cefálicas en sus bebés, ahora anacrónicas, hasta su abandono, expresando la con nuidad
y, posiblemente, la resistencia cultural de los grupos que sobrevivieron tras el colapso.
En general, la homologación de formas cefálicas de las series esquelé cas posclásicas expone
las preferencias de los pobladores empo después del ocaso del Clásico. La uniformidad encuen-
tra paralelos en la representación cefálica en los retratos antropomorfos sacros y profanos del
segundo milenio. Las cabezas humanas comienzan a retratarse uniformemente altas y achatadas
al igual que las de los dioses (Tiesler 2011). Incluso el dios del maíz, antes todavía representa-
do con una dis n va silueta cefálica reclinada y alongada, ahora luce (en los códices y mura-
les posclásicos) una frente alta y una calota acortada desde atrás (García y Tiesler 2011; Taube
1992:41-50). También los aplanamientos superiores, iden ficados con el dios de los mercaderes
(Tiesler 2011; Tiesler et al. 2010), y que fueron difundidos todavía durante la primera mitad del
Posclásico, también parecen desvanecer del bagaje cultural peninsular en los siglos inmediata-
mente anteriores a la llegada de los españoles. En vísperas de la conquista, las cabezas mayas se
modelaban uniformemente chatas, al igual que en muchos otros territorios culturales de la gran
Mesoamérica posclásica, marcando el punto final de un gradual proceso de homogenización de
las técnicas (Tiesler y Zabala 2011).
En atención a las interrogantes iniciales de este estudio, que vierten sobre la pertenencia
grupal y étnica, y su posible expresión corporal, me pregunto si las tendencias uniformadoras de
los ar ficios cefálicos, tan patentes hacia la segunda mitad del Posclásico, pudieran denotar una
nueva iden ficación ideológica panmesoamericana, que fue compar da por todos los grupos
mayenses. Quizá, la vieja-nueva apariencia de las cabezas erectas y achatadas iden ficaría la
omnipresente advocación de Quetzalcóatl, emblema y eje de la ideología dominante del nuevo
orden (López Aus n 1989:470-471; Ringle et al. 1998). Queda pendiente inves gar a fondo esta
coyuntura mediante estudios de la imaginaria regional del panteón maya para puntualizar sobre
la relevancia de esta asociación en las poblaciones mayenses en diferentes momentos de su
desenvolvimiento regional.
Alterna vamente, me pregunto si el proceso hacia la uniformidad pudiera poner de manifies-
to —más que una nueva iden ficación global de los ar ficios cefálicos— la gradual pérdida de la
iden ficación con entes ideológicos o étnicos visibles, al conver rse con el empo en un hábito
de corte costumbrista, sin mayores vínculos con las formas ar ficiales que resultaban de la com-
presión co diana y sus posibles iden ficaciones en la imaginaria sacra. Sabemos que a lo largo
de los primeros siglos del segundo milenio, la península experimenta un proceso de regionaliza-
ción o “balcanización” de sus estructuras hegemónicas, que resultó en la organización territorial
dispersa y rela vamente descentralizada. Sus pobladores y territorios se iden fican ahora con
los nombres de familias gobernantes, como son los Xiu, los Cocom o los Itzáes (Sharer y Traxler

106 A .U
F , P

2006b). Desafortunadamente falta una cobertura regional más adecuada en términos de colec-
ciones esquelé cas con cráneos evaluables como para conjeturar sobre este par cular. Aún así,
queda claro que las formas cefálicas posclásicas no se adhieren al mapa polí co-cultural iden-
ficado por las fuentes etnohistóricas. Parece más fac ble, por tanto, que las siluetas cefálicas
tardías ya hayan perdido su connotación emblemá ca, como visible marcador étnico o regional,
al menos en lo que compete al ámbito peninsular. Esta úl ma conjetura también se alinea con
los tes monios españoles del siglo XVI. Los cronistas, quienes todavía observaban la prác ca en
vivo, recalcan su componente técnica y aluden a la importancia que cobraba para los indígenas
eliminar la parte trasera de la cabeza infan l, más no especifican mo vos o significados vincula-
dos con las formas cefálicas visibles que resultaban (Tiesler y Zabala 2011).

CONCLUSIÓN

En resumen, este trabajo ha puesto el modelado cultural de la cabeza y sus resultados visibles
en relación con las dinámicas territoriales de las poblaciones y su pertenencia cultural. El calei-
doscópio de los diferentes portes cefálicos en territorio maya muestra que el ocaso del Clásico
se expresa en el abandono de técnicas que se vuelven anacrónicas, en tanto que la imposición
del nuevo esquema social, polí co y económico consigue, desde sus inicios, homologar las for-
mas que perduran y eliminar aquellas iden ficadas en esquemas ideológicos ya no vigentes.
Siglos más tarde, mientras que las hegemonías centradas en Chichén Itzá ven su reemplazo y
dispersión, los vectores de estas dinámicas se desvanecen en favor de una uniformidad gene-
ralizada panmesoamericana de los repertorios culturales de la prác ca que, en este empo,
pervive en las comunidades, probablemente sin las diferenciadas connotaciones que todavía
siglos antes expresaban.
Concluimos por todo lo anterior que los portes cefálicos mayas hacen patentes preferencias
que nos son aleatorias, sino que expresan condiciones históricas más profundas de media y lar-
ga duración que aquí he examinado en contextos del Clásico Terminal y del Posclásico. Espero
haber proporcionado con ello una nueva mirada sobre el desarrollo sociocultural de los an guos
mayas, su movilidad y distribución cultural, no a través de sus productos sino directamente de lo
que los an guos mayas comunican a través de su cuerpo.

Agradecimientos. Agradezco las a nadas observaciones del Dr. William Duncan sobre el borrador
de este trabajo y que propiciaron muchas mejoras en forma y contenido de la presente versión.
Gracias y también a las siguientes ins tuciones y proyectos por haber hecho posible el estudio

B 107
V T

de las series esquelé cas que sustanciaron mi estudio: al Peabody Museum (Harvard University),
la Dirección de Antropología Física y la ENAH del INAH, los Centros INAH Yucatán, Campeche y
Quintana Roo, así como a los Proyectos Arqueológicos Xcambó (T. Sierra Sosa, INAH), el Proyecto
Arqueológico Copán, Honduras (A. Cruz, IHA), Proyecto Arqueológico Sur de Quintana Roo (E.
Nalda, INAH) y los Proyectos Arqueológicos Sihó, Uaymil, Isla Piedra, Isla Cerritos, Chichén Itzá
(R. Cobos, UADY), Ins tuto de Inves gaciones de Copán, Honduras; el IDAEH, Guatemala; el Pro-
yecto Arqueológico Champotón (William Folan, UAC), el Proyecto Arqueológico Sur de Quintana
Roo (E. Nalda, INAH), así como el Proyecto Arqueológico Calakmul (R. Carrasco, INAH).

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110 A .U
6

LOS ISÓTOPOS DEL ESTRONCIO EN EL ESTUDIO


DE LA MOBILIDAD ENTRE LOS ANTIGUOS MAYAS

T. Douglas Price / James H. Burton / Paul D. Fullagar / Lori E. Wright /


Jane E. Buikstra / Vera Tiesler

Los isótopos del estroncio han sido u lizados con éxito en varias partes del mundo para la iden-
ficación de individuos foráneos al lugar donde fueron enterrados (véase, por ejemplo, Budd et
al. 1999; Montgomery et al. 1999; Price et al. 1994a,b, 2000, 2001, 2005, 2006, 2008; Sealy et
al. 1995). En algunas regiones como, por ejemplo, en Mesoamérica, no solo es posible detectar
la presencia de individuos foráneos, sino también iden ficar su potencial lugar de nacimiento,
por lo que adquiere importancia para el tema capital de la presente obra. Este capítulo se centra
en el estudio del esmalte dental y del hueso humano, del hueso de animales y de las conchas
para determinar el rango de variabilidad de los isótopos del estroncio en más de treinta lugares
y comparar dichos valores entre las varias regiones mesoamericanas.
El estroncio, que está compuesto por cuatro formas isotópicas 84Sr (0.56%), 86Sr (9.86%), 87Sr
(7.0%), y 88Sr (82.58%), compite con el calcio en el esmalte y en el hueso. Mientras que la can -
dad de 84Sr, 86Sr, y 88Sr no varía, el 87Sr es el producto del decaimiento del 87Rb. Así, la abundancia
rela va del 87Sr en relación con el 86Sr, expresada como 87Sr/86Sr, depende de la composición y
de la an güedad geológica del contexto (Faure y Mensing 2005). Regiones geológicamente más
an guas presentan un valor de la proporción 87Sr/86Sr más alto. Mientras que rocas metamór-
ficas más an guas, de un billón de años, pueden presentar valores de 87Sr/86Sr por encima de
0.720, contextos de rocas volcánicas y de sedimentos marinos generalmente oscilan entre 0.704
y 0.709. Pese a que esta diferencia puede parecer pequeña, la variabilidad local raramente exce-
de el ±0.001, y la precisión con la que se logra medir el 87Sr /86Sr es en el rango de ±0.00001.
El esmalte dental, una vez formado, no se remodela durante la vida del individuo. El largo
empo de decaimiento del 87Rb hace que este no sea percibido en el arco temporal de la historia

B 111
T. D P /J H. B /P D. F /L E. W /J E. B /V T

humana, por lo que tampoco la proporción de 87Sr /86Sr, incorporada en el esmalte dental, cam-
bia a lo largo de la vida de una persona. Asimismo, la diferencia mínima en la masa atómica entre
87
Sr y 86Sr permite que los procesos biológicos de biopurificación no modifiquen la proporción
entre los dos isótopos asimilados a través de la dieta (Blum et al. 2000; Graustein 1989; Price
et al. 2000). De esta manera, el valor de 87Sr/86Sr en el esmalte humano refleja la proporción de
87
Sr /86Sr en la dieta durante el empo en que se forma la capa adaman na de los dientes. Este
periodo corresponde, en la mayoría de los dientes permanentes, a los primeros años de vida del
individuo. Por esta razón, la proporción 87Sr /86Sr en el esmalte refleja las caracterís cas isotópi-
cas del lugar de nacimiento, independientemente de que el individuo haya permanecido en el
lugar o se mudara a otros durante su vida.
En cambio, los huesos están sujetos a un proceso de remodelación que resulta en un remplazo
material cada siete años o más (dependiendo del po de hueso), lo que implica que su proporción
87
Sr/86Sr refleja el lugar donde el individuo residió a lo largo de los úl mos años antes de fallecer.
Siendo así, la diferencia entre 87Sr/86Sr en hueso y dientes evidencia un cambio en el lugar de
residencia de una misma persona. A menos que el individuo se haya mudado a su des no final
muchos años antes de su muerte (permi endo así que el hueso se uniformara por completo a los
nuevos niveles de 87Sr/86Sr), la proporción ósea de los isótopos tendría un valor intermedio entre
el lugar de nacimiento y el de la muerte, debido a que no todo el material óseo ha tenido el em-
po para renovarse. Tras el en erro, el hueso sufre los cambios diagené cos, incorporando así una
can dad desconocida de estroncio (Budd et al. 2000; Kohn et al. 1999; Lee-Thorp y Sponheimer
2003; Schoeninger et al. 2003), traduciéndose en una limitante de este método.
Respecto a las distribuciones isotópicas en el área maya, debe tomarse en cuenta que suelen
exis r similitudes dentro de una misma región. Regiones distantes, como el norte de Yucatán,
el Petén central o los al planos de Guatemala suelen ser claramente dis ntas en términos iso-
tópico. Aún así, algunas regiones específicas pueden presentar valores similares, por lo que se
debe tener cuidado con la interpretación de los resultados. Además, el valor de 87Sr/86Sr en un
tejido calcificado refleja la dieta, que es siempre bastante compleja. La ingesta de alimentos im-
portados, como la sal en Tikal (Wright 2005a), el material para la preparación de la comida (por
ejemplo la cal para procesar el maíz), o también el uso de terrenos geológicos par culares para
la agricultura pueden modificar el contenido de 87Sr/86Sr de la dieta y, por tanto, los valores iso-
tópicos esperados para la localidad. A esto se suma el hecho de que todavía se debe determinar
el rol de los productos de mar en la proporción isotópica.
De manera similar a los isótopos del estroncio, también el oxígeno puede ser u lizado para de-
terminar el origen de un individuo. El oxígeno se expresa en la proporción entre 18O y 16O (repor-
tada como el d18O). En el hueso y en los dientes los isótopos de oxígeno reflejan principalmente la

112 A .U
L

proporción del agua en el organismo (Luz y Kolodny 1985; Luz et al. 1984) que deriva, en su mayo-
ría, del agua ingerida y, en segundo lugar, de las precipitaciones. A la par del estroncio, el oxígeno
se incorpora en el esmalte (tanto en forma da carbonato como de fosfato) durante la niñez, y que-
da sin alteración hasta la edad adulta y la muerte. Sin embargo, a diferencia del estroncio, mucha
de la variación del oxígeno aún no se en ende en su totalidad. Se han registrado variaciones de
±1‰ en el d18O (un rango de dos por mil) entre individuos procedentes del mismo lugar. Además,
el valor del d18O en un individuo puede ser diferente del mismo valor en agua de lluvia debido a
múl ples variables. Los isótopos en la lluvia dependen mucho del enriquecimiento o de la pérdi-
da del isótopo más pesado en relación con él más ligero debido a la evaporación y precipitación.
La tud, altura, can dad de precipitación y distancia desde el lugar de evaporación (el océano)
son todos factores que afectan la proporción isotópica. Asimismo, influyen la temporalidad de
la lluvia en regiones tembladas y, sobre todo, en ámbitos tropicales, con marcadas diferencias
entre temporada seca y de lluvia (Rozanski et al. 1993). A esto factores se suman las variaciones
anuales que, sin duda, representan el mayor factor de variabilidad. Contextos de agua estancada
(lagos, almacenes hídricos ar ficiales) presentan una mayor can dad de 18O por una más rápida
evaporación de 16O, al empo que los ríos pueden tener un valor de d18O diferente al valor local de
la lluvia (Knudson 2009). Pese a estas limitantes, los isótopos de oxígeno se han empleado en nu-
merosos estudios bioarqueológicos (Price et al. 2008; White et al. 2001, 2007; Wright y Schwarcz
1998) y existe una base de datos cada vez más amplia y detallada en su cartogra a. Isótopos de
oxígeno en la componente fosfá ca del hueso ya se han registrado en Teo huacan, Monte Albán,
Kaminaljuyú, Altun Ha y otros centros mesoamericanos (White et al. 1998, 2001).
Seguidamente, analizaremos algunos contextos geoquímicos en las regiones mayas de Yuca-
tán, Guatemala y Honduras para rastrear la movilidad humana mediante la variación isotópica.

GEOLOGÍA EN MESOAMÉRICA

La península de Yucatán está conformada por piedra caliza. Las an guas formaciones del Cretá-
ceo en la parte más sureña de la península fueron reemplazadas por formaciones más recientes
del Eoceno, hasta del Mioceno en el norte de la península y del Cuaternario a lo largo de las
costas. Estas rocas corresponden en su mayoría a carbonatos de calcio, ricos en estroncio, que
han sido depositados por el océano (cuyo valor es de 0.7092), lo que genera valores de 87Sr/86Sr,
que varían de 0.7070 en los carbonatos del Cretáceo hasta 0.7092 en los depósitos costeros del
Cuaternario. Estos úl mos reflejan a su vez el valor del océano (Hess et al. 1986; Hodell et al.
2004). Los al planos guatemaltecos, de más reciente orígen volcánico, presentan valores entre

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0.704 y 0.706, al igual que las ver entes que miran hacia el Pacífico (Torres-Alvarado et al. 2000).
Los valores más elevados en Mesoamérica se encuentran en pequeñas áreas de las montañas
mayas de Belice, cuyas rocas an guas alcanzan valores isotópicos de 0.711-0.712 (Hodell et al.
2004). Un patrón similar al que caracteriza a la península de Yucatán se aprecia también en el
al plano central. Aquí, las rocas occidentales alcanzan valores de 0.704 que suben a 0.706 en el
al plano medio, y hasta 0.709 en los sedimentos recientes de la costa del Golfo. La Sierra Madre
del Sur presenta una geología compleja con sedimentos volcánicos del Cenozoico, sedimentos
del Mesozoico y an guas rocas metamórficas. El valor promedio de la región es de 0.7041. Por
úl mo, los valores más bajos se encuentran en los sedimentos basál cos del Cuaternario en las
montañas de Tuxla en Veracruz (0.703-0.704) (Tabla 1).

Tabla 1. Valores de isótopos de estroncio en diferentes áreas mesoamericanas. Los valores de Chiapas son calculados excluyendo
Soconusco.
Región Mediana 87Sr/86Sr Rango Inter-quar le (50% de los Tamaño de las mues-
datos) tras
Al planos volcánicos (Guatemala) 0.7047 0.7043 - 0.7053 26
Provincias metamórficas 0.7068 0.7064 - 0.7071 45
Área maya central 0.7080 0.7078 - 0. 7082 168
Tierras Bajas del norte 0.7089 0.7087 - 0.7090 93
Oaxaca 0.7075 0.7075 - 0.7076 10
Costa del Golfo 0.7080 0.7076 - 0.7083 8
Montañas de Tuxtla 0.7039 0.7036 - 7041 4
Valle de México 0.7047 0.7046 - 0.7051 86
Occidente de México 0.7039 0.7039 - 0.7040 15
Chiapas* 0.7074 0.7073 - 0.7077 10
Soconusco 0.7047 0.7046 - 0.7047 3
Guatemala, costa Pacífico 0.7041 0.7041 - 0.7044 9
* Los valores de Chiapas son calculados excluyendo Soconusco.

MÉTODOS
El análisis del esmalte dental se realizó en el primer molar permanente, cuya corona se forma
durante los primeros tres años de vida. Las capas superficiales de esmalte de una cúspide son re-
movidas para eliminar potenciales contaminaciones externas que hayan podido difundirse hasta
los estratos inmediatamente subyacentes. Solo entonces se corta ver calmente la cúspide para
eliminar por completo la den na. En caso de no contar con las cúspides, se ob enen de 5 a 10
miligramos desde la porción lateral del diente.
En el caso del hueso, que está más sujeto a contaminación, se cortan 250 miligramos
de hueso compacto cortical (como, por ejemplo, la mitad de la diáfisis de un fémur) y se

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somete a un lavado ultrasónico en agua des lada hasta que no quede material removido.
Este proceso se repite también con ácido acé co 1-molar para remover carbonatos y material
superficial que, presumiblemente, es lo más contaminado. El remanente se reduce a cenizas
a 800°C por ocho horas dentro de un horno. De ahí se recuperan 5 miligramos para el análisis
por medio de la Thermal Ioniza on Mass Spectrometry (TIMS). En esta fase, todavía no hay
seguridad de que la muestra esté libre de estroncio diagené co.
Posteriormente, unas muestras de 2 – 5 mg son disueltas en ácido nítrico 5-molare. El estron-
cio fraccionado es purificado con resina EiChrom Sr-Spec y diluido con ácido nítrico y, enseguida,
agua. La composición isotópica se ob ene u lizando un espectrómetro de masa VG (Micromass)
Sector 54 Thermal Ioniza on Mass Spectrometer (TIMS), calibrado con el estándar NIST 987.

ISÓTOPOS DE ESTRONCIO EN MESOAMÉRICA

La Figura 1 presenta los valores de 87Sr/86Sr en Mesoamérica. Los datos que se presentan derivan
de muestras de dientes arqueológicos y de restos de fauna local. En los casos en que se incluyen
restos humanos, los valores se acercan a los esperados por la geología del si o, aunque para
grandes ciudades existe la posibilidad de que individuos foráneos sesguen los resultados. Aún

Figura 1. Mapa de Mesoamérica donde aparecen los valores promedio de 87Sr/86Sr en varias localidades; los datos se basan en
aproximadamente 500 mediciones. Los datos de los si os en negro son de Hodell et al. (2004).

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así, los datos presentados corresponden cercanamente a los publicados por Hodell et al. (2004) a
par r de rocas, suelo y agua de estas regiones, avalando que las mediciones isotópicas permiten
iden ficar orígenes geográficos sin la necesidad de ulteriores estudios. Agregamos que algunas
regiones dis n vas, por su nivel geológico, son altamente relevantes a nivel cultural para estu-
dios de movilidad.

ESTUDIOS DE CASO

En esta sección se discuten cuatro estudios de caso provenientes de los si os arqueológicos de


Copán, Tikal, Palenque y Campeche. Esta información deriva de estudios ya publicados (véase
Price et al. 2005, 2008).

Tikal
La ciudad de Tikal se encuentra en las Tierras Bajas centrales, en el Petén guatemalteco, y
surge sobre un sedimento de piedra caliza del Paleoceno. Es una de las ciudades más grandes
ocupada desde el Preclásico Medio hasta el Clásico Terminal. Se es ma que la ciudad creció
rápidamente en el Clásico Tardío y su población alcanzó las 60,000 personas en el 700 d.C.
(Culbert et al. 1990).
Evidencias arqueológicas, epigráficas y mortuorias indican contactos entre Tikal y Teo huacan
durante el Clásico Temprano, y han surgido preguntas sobre la naturaleza de estos contactos.
Recientemente, la información epigráfica indica la posibilidad de que el gobernante de Tikal, Yax
Nuun Ayiin I (Primer Cocodrilo), cuya tumba se excavó en Tikal (Coggins 1975), haya sido hijo de
un soberano extranjero, probablemente de Teo huacan (Mar n y Grube 2000; Stuart 2000).
La tumba clásica temprana data de las primeras dos décadas del siglo d.C. (Coe 1990).
Contenía un depósito central primario (En erro PTP-010), junto con restos de ocho niños y un
adulto, todos probablemente sacrificados (Figura 2). La presencia de un cocodrilo en la tumba,
además de atuendos ricos y suntuosos, entre ellos vasijas decoradas con mo vos del centro
de México (Coe 1990), fortalece la idea de que el mausoleo haya pertenecido al gobernante
Primer Cocodrilo.
Se midieron 83 restos esquelé cos de Tikal para detectar la presencia de individuos foráneos,
en par cular durante el Clásico Temprano. La Figura 3 muestra que 8% de los en erros muestrea-
dos no coinciden con los valores isotópicos locales (Wright 2005a); sin embargo, ninguno de estos
individuos pertenece al Clásico Temprano, periodo caracterizado por la influencia teo huacana.

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Figura 2. La Sepultura 10 ubicada por debajo de la Estructura 5D-34 en Tikal, posiblemente la tumba de Yax Nuun Ayiin I.

El diente del individuo principal del en erro PTP-010, probablemente Yax Nuun Ayiin I, se
posiciona en medio del rango de variabilidad local con un valor de 0.70832, iden ficándolo así
como lugareño de nacimiento (Wright 2005b). Si hubiese nacido en Teo huacan su valor debería
ubicarse cerca del valor de 0.7046. Aunque Tikal al parecer fue el lugar más lógico donde este

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individuo pasó su infancia, existen otras regiones del área maya que presentan el mismo valor
isotópico (Figura 1). Sin embargo, datos de las piedras, conchas de moluscos terrestres y peque-
ños roedores locales indican que el valor de 87Sr/86Sr del si o promedia 0.7078. Excluyendo los
individuos claramente foráneos, Wright (2005a) reporta que los valores comunes de los lugare-
ños son ligeramente más altos de lo esperado y explica que este aumento se debe al probable
consumo de la sal marina (valor de 87Sr/86Sr 0.7092) producida en la costa de Belice o en el norte
de Yucatán. Son suficientes solo 6 gramos de sal diarios para aumentar el valor de 87Sr/86Sr, cir-
cunstancia que también operaba en los esqueletos de Tikal (Wright 2005a).
Este ejemplo ilustra cómo el valor de 87Sr/86Sr deriva substancialmente de la dieta y no direc-
tamente del contexto geológico. Alimentos importados o ingesta de componentes alimen cios
con un contenido de 87Sr/86Sr diferente al valor local alejarán la proporción isotópica obtenida de
su valor local esperado. Por esta razón, el hueso y el esmalte dental humano de personas presu-
miblemente locales reflejan no solo el valor geológico sino también la aportación dieté ca.

Copán
La an gua ciudad de Copán se ubica en el país de Honduras a lo largo del río homónimo y cerca
de la frontera con Guatemala. El si o cubre una extensión de 15 hectáreas y consta con una
acrópolis con cinco plazas, pirámides, templos y más. Aunque ha sido fundada en el Preclásico,
su mayor expansión fue realizada durante el Clásico (300-900 d.C.).
Recientes inves gaciones han contribuido al descubrimiento de una serie de tumbas por de-
bajo de la acrópolis que, supuestamente, recibieron los restos mortales de los primeros dinastas
de la ciudad (Bell et al. 2004; Sharer et al. 1999). De par cular interés es la tumba definida Hu-
nal, que con ene los restos desar culados de un individuo masculino adulto. La arquitectura y
la evidencia artefactual sugieren que se trate de Yax K’uk Mo, quien se cree consolidó el poder
polí co en Copán en el 426 d.C. (Buikstra et al. 2004; Mar n y Grube 2000; Schele 1990; Sharer
et al. 1999), manteniendo lazos con Teo huacan, en el centro de México.
Las mediciones isotópicas en algunas muestras del si o se dirigieron a establecer el lugar de
origen del supuesto Yax K’uk Mo, y a averiguar si había nacido en el al plano central o a caso en
otras partes de la región maya o en lugares de tránsito entre los dos centros. Las mediciones se
realizaron en la fauna local, así como en huesos de individuos humanos enterrados en el si o.
Los valores isotópicos de la fauna corresponden a 0.7068 (±0.0003), mientras que los valores de
los huesos humanos se acercan a 0.7064 (± 0.0002), y con ello corresponden al valor de 0.7064
reportado por Hodell et al. (2004). Los valores levemente más altos de la fauna pueden explicar-
se con la amplia gama de contextos geológicos que han cons tuido alimentos para la fauna. En

118 A .U
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cambio, los valores correspondientes a Teo huacan son de 0.70463 ±0.00005. El primer molar
de Yax K’uk Mo proporcionó un valor isotópico de 0.708435, claramente fuera del rango de va-
riabilidad de Copán (Figura 3) y, al mismo empo, incompa ble con los valores que caracterizan
el al plano del centro de México.

Figura 3.
Valores de 87Sr/86Sr
para Yax K’uk Mo y Yax
Nuun Ayiin en compa-
ración con los valores
de Copán, Teo huacan
y Tikal.

En cambio, el valor que ostenta el jerarca fundador corresponde, más bien, a las piedras cali-
zas del norte de Yucatán (0.7085). Si tomamos en cuenta las modificaciones en la proporción de
87
Sr/86Sr introducidas por la sal en el si o de Tikal (Wright 2005a), entonces podríamos conside-
rar que el si o de origen de Yax K’uk Mo se debe buscar en Yucatán o en los alrededores de Tikal,
pero defini vamente no en Teo huacan.

Palenque
Palenque cons tuye un importante centro maya del Clásico (400-900 d.C.) ubicado en el noreste
del estado de Chiapas, al borde norte del al plano (Marken 2006; Ruz Lhuillier 1973). Uno de
los gobernantes más famosos del si o fue Janaab’ Pakal, quien estuvo en el poder desde el 615
hasta el 683 d.C. Se supone que pasó su infancia en la ciudad de Palenque, donde subió al trono
a los 12 años de edad y gobernó hasta su muerte, a los 80 (Schele y Mathews 1993).
Con la finalidad de corroborar esta información, se analizó un tercer molar inferior del dinasta;
este diente, a diferencia del primer molar, se forma más tarde en la edad infan l (Hillson 2005). A

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la par, examinamos también dientes de la Reina Roja, una mujer adulta sepultada en un sarcófago
en el Templo XIII-sub, a un costado del Templo de las Inscripciones, donde fueron encontrados los
restos mortales de Pakal.
El valor isotópico local de Palenque corresponde a 0.70780, muy parecido a 0.70784 encon-
trado en las piedras caliza por Hodell et al. (2004). La proporción isotópica de Pakal difiere de las
reportadas, al alcanzar el valor de 0.70861. Pese a la potencial contradicción, para confirmar el
origen del dinasta, no debemos olvidar que el si o de Palenque está ubicado sobre un contexto
de piedra caliza inmediatamente colindante con una planicie aluvial que se asienta sobre las ro-
cas calizas del Mioceno. Los campos agrícolas de la ciudad se centraban en esta planicie, por lo
que reflejaban sus proporciones isotópicas (Stuardo 2002). En efecto, mediciones de fauna local
de la ciudad actual de Palenque, en medio de esta planicie, proporcionan un valor de 0.70874,
que cae en el rango de variabilidad de las aguas marinas del Mioceno (0.7085±0.0005); este va-
lor es comparable con lo que se registró en el molar de Pakal.
Los valores isotópicos del esmalte dental de Pakal, de la Reina Roja, y de las dos víc mas
sacrificiales que acompañaban la mujer, caen en el rango local (0.7078-0.7086); asimismo, los
valores de sus restos óseos (Figura 4). A par r de esta información, no podemos concluir que
Pakal y los tres sujetos adicionales analizados fueran inmigrantes lejanos. Al mismo empo, cabe
la posibilidad de que una de estas personas haya nacido en los alrededores de Palenque y no en
la ciudad misma.

Figura 4.
Valores de 87Sr/86Sr
para Pakal, la Reina Roja
y sus acompañantes
(niño y mujer), en
comparación con los
valores de Palenque.

120 A .U
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El resultado isotópico adquiere par cular valencia en el caso de la denominada Reina Roja.
La soberana fue iden ficada como la Señora Ix Tz’akbu Ajaw, esposa de Pakal, quien se asocia
epigráficamente a un área no iden ficada de la región y que se lee como “Oxtekuh”. Esta proce-
dencia fuera de Palenque es plausible si se considera la resolución de este método. Una vez más,
esto indica que la proporción de estroncio en el organismo deriva del estroncio ingerido con la
dieta y que se debe tener mucho cuidado cuando se evalúa qué tanto este valor difiere (o se
acerca) del valor de 87Sr/86Sr que se ob ene únicamente a par r del análisis geológico.

Campeche
Campeche, capital actual del homónimo estado mexicano, fundada a principios del siglo XVI, es
una de las primeras ciudades coloniales de la península de Yucatán y, de hecho, de todo el he-
misferio oriental. Los dientes de numerosos individuos recuperados del cementerio de la colonia
temprana del centro de la ciudad (fechado entre signo XVI y mitad del XVII) (Tiesler et al. 2010),
fueron analizados isotópicamente para poder iden ficar los orígenes geográficos de esta pobla-
ción funeraria (Price et al. 2006). Como se aprecia en la Figura 5, los valores de 87Sr/86Sr obtenidos
en algunos de los individuos recuperados en el cementerio son extremadamente elevados.
Fueron 42 los especímenes que forman la muestra. El valor isotópico esperado de Campeche,
ubicada en la costa occidental de la península de Yucatán, en una región de caliza del Terciario,
es de 0.708 (que podría alcanzar 0.709 con base en la can dad de alimentos de origen marino

Figura 5.
Valores de 87Sr/86Sr
en el cementerio
colonial de Campeche,
en contraste con los de
individuos de origen
africano.

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T. D P /J H. B /P D. F /L E. W /J E. B /V T

de la dieta). Vein cinco de los individuos analizados caen en el rango esperado y muy probable-
mente nacieron en el lugar o áreas colindantes. Podrían ser indígenas mayas o descendientes de
colonos. En cambio, diez especímenes presentaron un valor entre 0.71 y 0.72, que son excepcio-
nalmente elevados en Mesoamérica y desconocidos para la región maya, con excepción de una
pequeña región de las montañas mayas de Belice, donde Hodell et al. (2004) registraron valores
de 87Sr/86Sr de 0.7133±0.0017, o algunas pequeñas áreas de roca metamórfica en Guatemala,
donde algunos valores rebasan 0.710. Además, estas áreas son pequeñas y dispersas, con rara o
ninguna evidencia arqueológica, lo que implica que es muy poco probable que hayan cons tuido
el lugar de origen de individuos encontrados en el cementerio de Campeche. En cambio, pensa-
mos que estos individuos pudieran proceder de fuera de México y del área maya, tan lejos como
de África o Europa. Una opción podría ser la región del sur de España, de Andalucía, de donde
vinieron muchos de los colonos del Nuevo Mundo, aunque a la fecha no hay una respuesta defi-
ni va (véase Price et al. 2012).
Los ultreriores seis valores más elevados se ubican entre 0.72 y 0.733. No corresponden a ningún
valor medido en Mesoamérica. Valores tan altos requieren de un contexto geológico muy elevado en
87
Sr, es decir, un contexto muy an guo (más de 1 billón de años) y con un alto contenido de rubidio,
tal como los terrenos graní cos en áreas con nentales cratónicas. Estas son regiones cuyas rocas for-
man los núcleos con nentales y, siendo muy an guas, con enen mucho potasio y rubidio, por lo que
actualmente presentan valores de 87Sr/86Sr muy prominentes, mayores a la proporción de 0.730. Por
estas razones, y considerando el contexto colonial en el que fueron encontrados, es muy probable que
los individuos con altos valores de 87Sr/86Sr hayan provenido de África occidental, una zona caracteriza-
da por rocas cratónicas. Zabala y colegas (2004) reportan que los portugueses importaban esclavos al
Nuevo Mundo desde esta región del con nente africano en el siglo XVII y probablemente desde antes.
Similarmente, Goodman et al. (2004) propusieron un origen en África con nental para los esclavos del
Cementerio Africano de Nueva York, fechado en los siglos XVII y XVIII. Los mismos autores obtuvieron
un valor de 0.7355 en el agua de pozo de Ghana, región que se asienta sobre una placa cratónica.
Es posible, entonces, que los restos de los africanos en Campeche, cuya pertenencia poblacional es
constatada también por la morfología dental y por la presencia de mu lación dental caracterís cas
de África (Tiesler 2001, 2003), representen las primeras evidencias de la diáspora de África durante
la época de la Colonia. Cabe mencionar que la prác ca de mu lación dental africana aparentemente
desapareció muy rápidamente en el con nente americano, aunque en algunas áreas pueda haber
seguido (Crespo 1992; Handler 1994; Handler et al. 1982; Jackson et al. 2004). En nuestro caso, sin
embargo, la falta de decoraciones dentales alóctonas en individuos africanos de descendencias locales
implica una rápida interrupción de esta prác ca en Campeche. Los tres individuos que presentan este
po de intervención en nuestra muestra son todos individuos foráneos, presumiblemente nacidos y
criados en el con nente africano.

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CONCLUSIÓN

La proporción de isótopos de estroncio en los dientes y huesos es de suma u lidad para detectar
individuos foráneos en si os prehistóricos. Los datos de este estudio y de los demás análisis en
esta línea demuestran cómo en Mesoamérica la proporción de 87Sr/86Sr humano pueda ser in-
ferida de la composición y an güedad de las estructuras geológicas. Rocas volcánicas basál cas
presentan valores rela vamente bajos (0.704), que suben a 0.706 en terrenos volcánicos con
una composición andesí ca. Las rocas sedimentarias son, en gran medida, de origen marino, por
lo que sus valores reflejan aquellos del agua de mar durante su formación y varían entre 0.707
(en carbonatos de Cretáceo) y 0.709 (en sedimentos modernos). Estas rocas mesoaméricanas
presentan un gradiente general que va en aumento desde las regiones del Pacífico hasta los
valores más altos en la península de Yucatán. Valores isotópicos por encima de 0.709 son raros,
mientras que proporciones de 87Sr/86Sr aún más altas ya no pertenecen a la región.
Es de suma importancia recordar que la variación de 87Sr/86Sr entre regiones específicas en
Mesoamérica es menor que aquella que se encuentra entre regiones distantes, por lo que, como
demuestran lo estudios de casos aquí presentados, es necesario tener mucho cuidado en las
inferencias sobre lugares concretos de origen.

Agradecimientos. Agradecemos a Le cia Brito por su apoyo en la obtención de las muestras. Las
muestras de Copán fueron proporcionadas por Robert Sharer y David Sedat. Los materiales de
Campeche derivan del proyecto Registro, Conservación, Restauración y Estudio de los Restos Ar-
queológicos y Humanos Hallados en la Plaza Principal de Campeche, Campeche (INAH/ Gobierno
del Estado de Campeche), mientras que los de Palenque fueron puestos a disposición por el pro-
yecto Conservación, Restauración y Estudio in Situ de los Restos Humanos del Personaje Hallado
en el Recinto Funerario del Templo de las Inscripciones, Palenque, Chiapas (INAH). Agradecemos al
Prof. Arturo Romano Pacheco por haber tramitado las muestras del Templo XIII-sub de Palenque
(Proyecto Arqueológico Palenque, INAH a cargo de A. Arnoldo González Cruz). Las muestras de
Tikal fueron obtenidas gracias al permiso del Ins tuto de Antropología e Historia de Guatemala y
de la University of Pennsylvania Museum. Andrea Cucina, editor de esta obra, se ha encargado de
la traducción al español del manuscrito original en inglés. La inves gación fue financiada por la
U.S. Na onal Science Founda on (Grant BCS-0413047) y con fondos de la Ahau Founda on, Inc.

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128 A .U
7

BASES TEÓRICO-METODOLÓGICAS PARA ESTUDIAR LOS MOVIMIENTOS


POBLACIONALES DESDE LA PALEO Y ARQUEOLOGÍA DEMOGRÁFICA

Allan Ortega Muñoz

La dinámica demográfica de los an guos habitantes del área maya, ya sea dentro o fuera de la
península de Yucatán, ha sido de interés para los diversos especialistas que estudian esta socie-
dad. El conocer cuántos eran, cómo se reproducían, cuántos morían, cómo se distribuían dentro
de un asentamiento, son algunas de las preguntas de índole sociodemográfica que se han reali-
zado para ayudar a responder otra de mayor magnitud: ¿qué caracterís cas tenía la estructura
sociocultural de los an guos mayas prehispánicos?
A lo largo del empo, las ciencias antropológicas junto con la demogra a han refinado me-
todologías para responder a esta gran pregunta. De ellas, la antropología sica y la demogra a
han conformado la paleodemogra a, que es un recurso técnico muy socorrido desde los años
sesenta hasta la actualidad (véanse entre muchos otros Acsádi y Nemeskeri 1970; Angel 1969;
Civera y Márquez 1996; Hernández 2006, 2008; Hernández y Márquez 2006a,b; 2007; Hoppa y
Vaupel 2002a; Johansson y Horowitz 1986; Márquez y Gómez de León 1998; Márquez y Hernán-
dez 2001; Meindl et al. 2008; Ortega 2004, 2007; Tiesler et al. 2005). Esta línea de inves gación
se ha movido desde los cálculos de tablas de vida al uso de modelos de riesgos y de es madores
de máxima verosimilitud con el fin de evaluar los posibles efectos de los cambios demográficos
en los perfiles de mortalidad de poblaciones pretéritas (Hoppa y Vaupel 2002b; Konigsberg y
Frankenberg 2002; Paine y Boldsen 2002).
Por otro lado, la arqueología y la demogra a han desarrollado la arqueología demográfica,
la cual ha puesto sus esfuerzos en desentrañar las es maciones de la densidad poblacional de
las diferentes sociedades del pasado (Chamberlain 2006; 2009; Renfrew 2009:381; y ver otras
referencias en Folan et al. 2000).

B 129
A O M

En este capítulo me centraré en la cultura maya y en un fenómeno demográfico poco analiza-


do en ella: la migración. De este, me interesa exponer qué es eso que llamamos migración y los
posibles patrones migratorios humanos que pudieron y pueden exis r en la humanidad; cuál es
la importancia de estudiar este elemento de la dinámica demográfica en las sociedades preté-
ritas y las problemá cas a las que se enfrenta el inves gador; el aporte que la paleodemogra a
y la teoría demográfica pueden otorgar en esta pesquisa, y, por úl mo, presentaré un esquema
de lo que se sabe hasta ahora sobre los movimientos poblacionales mayas desde el Clásico al
Posclásico, a la luz de lo expuesto aquí, junto con la literatura especializada, para exponer una
serie de hipótesis sobre los patrones migratorios en estas temporalidades.

LA CONCEPTUALIZACIÓN DE LA MIGRACIÓN

El estudio de la migración es un tema abordado desde la antropología, pues el desplazamiento


de grupos humanos incide como factor en la recomposición de las pautas culturales y en las nue-
vas formas de organización social. Este fenómeno en los seres humanos ene raíces sociales, no
biológicas; y es contrastante que la mayoría de las personas pensemos en quedarnos dentro de
nuestras comunidades de origen, a pesar de que es un hecho que la mayoría de la gente migra al
interior de sus comunidades y, en muchas ocasiones, por un breve lapso de su vida (Hernández
2006:40; Livi-Bacci 1993; Manning 2005).
De la migración interesa saber los mo vos y qué po de decisiones –individual, familiar o
colec va– son los que impulsan la gente a migrar: búsqueda de sobrevivencia, el beneficio de sí
mismo o de su familia, o bien, de su comunidad receptora, así como de origen. Empero, el migrar
también puede traer costos y peligros, tal como es cierto que las probabilidades de muerte son
mayores entre los migrantes que entre los que se quedan o los residentes de los lugares a donde
van; o bien, el costo de los procesos de aculturación que enen aquellos migrantes sobrevivien-
tes al unirse a la comunidad de des no (Manning 2005; Massey et al. 1993).
A pesar de su importancia, el tema de la migración en antropología sica o en bioarquelogía
está aún en ciernes, por lo que considero necesario realizar una serie de precisiones conceptua-
les para un mejor entendimiento del análisis de este fenómeno demográfico. Primero se deben
comprender dos términos referentes a los movimientos migratorios, que constantemente se
emplean sin mucho descernimiento de lo que implican. La movilidad es un concepto más gene-
ral y global que el de la migración, entendida como la capacidad de la población de desplazarse
en el territorio. En cambio, la migración será comprendida como el desplazamiento de un indivi-
duo desde un lugar a otro —como por ejemplo, del lugar de nacimiento a cualquier otro lugar—.

130 A .U
B -

Por consiguiente, la migración difiere de la movilidad por el cambio de residencia habitual del
individuo –entendiendo con esta expresión el baricentro de la vida de la persona: el lugar donde
come, duerme, consume, produce, ene vínculos afec vos y de relaciones–, ya sea este perma-
nente o no (Leguina 1981:241; Livi-Bacci 1993:312; Tapinos 1988).
La migración es un evento renovable, por lo que puede ser dis nguido y estudiado por or-
den de rango de evento y, al mismo empo, es un proceso reversible, pues la emigración de un
inmigrante da lugar al retorno al si o de origen (Tapinos, 1988). Para analizar la migración se
debe medir su intensidad, así como la composición de los flujos de renovación y de ex nción
de la población, provocados por la migración y, posteriormente, sus efectos sobre la dinámica
y estructura demográfica, así como sus aspectos diferenciales de po social, cultural y econó-
mico (Livi-Bacci 1993).
Los acontecimientos repe bles o renovables no pueden ser estudiados con una tabla de eli-
minación (verbigracia, una tabla de vida), por lo que deben ser analizados con instrumentos
conceptuales diferentes, si bien técnicamente afines (Leguina 1981; Livi Bacci 1993). Para ello, se
recurre a la reducción de estos procesos a sucesos irrepe bles (solo puede ocurrir una vez en la
vida a cada persona) mediante una simple operación ordinal (primera, segunda, tercera migra-
ción [m1j, m2j, m3j,..,mnj]); siendo el número de sucesos y el de personas conjuntos de la misma
naturaleza a la hora de construir cualquier tasa (Leguina 1981:241).
Por úl mo, los movimientos migratorios pueden ser clasificados según el po de desplaza-
miento: defini vos, de larga duración, temporales e incluso diarios (Leguina 1981). En el he-
cho, complementa Leguina, en la migración existen dos lugares geográficos y, por lo tanto, dos
conjuntos de poblaciones, de los cuales, al menos uno no es vacío, por lo que la migración es
un fenómeno abierto (ver Tabla 1, donde se resumen las caracterís cas de la migración). Cabe
mencionar que una población es cerrada cuando permanece compuesta exclusivamente por
individuos que pertenecían a ella al nacer y que la abandonan solo por defunción, pero no por
emigración y se renueva únicamente por nacimientos y no por inmigración (por ejemplo, la po-
blación de la erra es una población cerrada). La población abierta es aquella que se renueva
tanto por nacimientos como por inmigraciones y se le abandona tanto por defunciones como
por emigraciones (Livi-Bacci 1993:73). Por todo lo anterior, es un fenómeno más variable y mu-
cho más di cil de constreñir dentro de esquemas y modelos.

B 131
A O M

Tabla 1. Elementos de la migración.


Renovable (puede ser irrepe ble, es decir, no renovable
cuando se le analiza bajo una referencia ordinal)

Abierto

Reversible

Tipo de desplazamiento: no duraderos, defini vos, de larga


duración, pendulares, estacionales o por temporada,
ocasionales

La migración ene raíces sociales no biológicas

Fuente: Leguina 1981; Livi-Bacci 1993.

EL MODELO O PATRÓN DE LA MIGRACIÓN HUMANA

Las formas de la migración humana pueden variar a través del empo, por lo que cada movi-
miento migratorio es único en condiciones y experiencias, dependiendo de decisiones individua-
les o grupales, así como de fluctuaciones demográficas, económicas y de circunstancias polí cas
tanto en los lugares de des no como de origen (Chamberlain 2006:39; Manning 2005). Por tales
mo vos, resulta complicado establecer patrones de la migración en los seres humanos. Sin em-
bargo, estos han sido implantados, a través de la búsqueda de hábitos subyacentes al comporta-
miento humano que generalicen las migraciones y, al mismo empo, enfa cen sus dis nciones
(Manning 2005).
Para ello retomo el modelo de Manning. Este autor parte del conocimiento de que los grupos hu-
manos están conformados en “comunidades” organizadas alrededor de un lenguaje propio y dis n -
vo, lo que marca los límites entre estas, más que por familias o grupos étnicos. Establecer a las comu-
nidades por medio del lenguaje permite dar al concepto estabilidad a lo largo del empo y, a su vez,
proporciona un perfecto marco analí co para el estudio de la migración y entender sus patrones.
Bajo este esquema analí co el autor encuentra cuatro categorías de migraciones humanas,
de las cuales las tres primeras son comunes hasta para los animales (mamíferos especialmente).
La cuarta, afirma Manning, es rara y exclusiva a los grupos humanos (Tabla 2). La primera cate-
goría se refiere al movimiento de la gente dentro de la comunidad, necesaria para mantener un
acervo gené co adecuado para la reproducción. El movimiento de hombres y mujeres jóvenes
está circunscrito de una familia a otra por medio del matrimonio y depende culturalmente del
sistema familiar vigente de la comunidad: patrilocal, uxirolocal o mixto (ver Robichaux 2002,
2005 para el caso de los pueblos indígenas mesoamericanos actuales).

132 A .U
B -

La “colonización”, segunda categoría, implica que los individuos partan de una comunidad
a otra nueva replicando la comunidad de origen, y requiere que haya un espacio “vacío” qué
colonizar o el desplazamiento de los grupos originarios (véase esta categoría igualmente en
Chamberlain 2006). Usualmente los colonos provienen de un ambiente muy similar al lugar de
des no, lo que permite su fácil incorporación y adaptación y la con nuación de su mismo es lo
de vida sin tener que aprender obligatoriamente un nuevo lenguaje o costumbres.

Tabla 2. Categorías de la migración humana.


Especies que siguen
Tipo de migración Función Patrón humano
el patrón
Ensanchamiento del acervo ge-
Las mujeres son principalmente
Hogar-comunidad né co por movimientos dentro Todas las especies
las migrantes
de la comunidad
Los hombres son principalmente
Colonización Extender el rango de especies Todas las especies
los migrantes
Alternar entre establecimientos Desplazamiento de la comunidad
Toda la comunidad Algunas especies
ecológicos ocasional o anual
Compar r experiencias de la Los hombres son principalmente
Entre comunidades Solo Homo sapiens
comunidad los migrantes

Fuente: Manning 2005:7.

La migración de “toda la comunidad” es el desplazamiento ocurrido de todos los miembros de una


comunidad hacia ecologías alterna vas u otros ambientes. Los humanos no enen usualmente este
comportamiento, pero hay comunidades nómadas que realizan este fenómeno migratorio (gitanos,
grupos bereber, entre otros). A estos fenómenos se le ha dado el nombre de trashumancia, el cual
pudo haber sido muy común en las comunidades humanas tempranas. Pero también observamos
estos fenómenos en los migrantes que huyen de desastres naturales o guerras, teniendo otro esta-
tus los migrantes (ver Bilsborrow y colaboradores [1997] que emplean estos conceptos).
El úl mo patrón de migración es “entre comunidades”. Este es el más común entre los hu-
manos y consiste en individuos seleccionados o grupos de ellos que dejan una comunidad y
se mueven para unirse a otra. Los individuos deciden par r de sus comunidades de origen por
diferentes razones. Al mismo empo, la comunidad receptora “acepta” al migrante, ya sea por
una estancia corta o larga, y este encuentra y ocupa un rol local. En este po de migración, el su-
jeto involucrado ene que aprender una nueva lengua y costumbres y, al mismo empo, puede
introducir un nuevo lenguaje y costumbres en las comunidades receptoras.
Las tres úl mas categorías desarrolladas dentro del modelo proveen las mayores fuerzas del
cambio histórico de la humanidad. Cada categoría presenta un perfil demográfico específico de
los migrantes involucrados, además de que el proceso migratorio puede y es facilitado por las
redes sociales y familiares (Bre ell 2000; Manning 2005; Massey et al. 1993).

B 133
A O M

Por úl mo, es de fundamental importancia establecer quiénes son los que migran para elabo-
rar un patrón de la migración, es decir, adentrarnos en el mencionado perfil demográfico de los
migrantes, al menos teóricamente. De esto podemos decir que la migración, en la época actual,
ende a tener una estructura por edad, con gente joven, alrededor de los 20 años, junto con sus
hijos, que aún son dependientes, exhibiendo una alta movilidad y, por lo tanto, una alta proba-
bilidad de migrar (Castro y Rogers 1979, 1983; Rogers 1988).

IMPORTANCIA Y PROBLEMAS DEL ESTUDIO DE LA MOVILIDAD EN POBLACIONES PRETÉRITAS

Como se ha expuesto, existen diversos mo vos por los que la gente decide migrar, teniendo
ello impacto en diferentes esferas del ser humano, económico, social, cultural, biológico, eco-
lógico entre otras (Chamberlain 2006:8,39; Livi-Bacci 2003). A su vez, ene un papel central
en las reconstrucciones de cambio cultural de la humanidad, mediante marcos teóricos de la
difusión cultural.
No obstante a esta importancia, en los empos prehistóricos humanos la firma demográfica
de la migración pudo ser no muy clara y con muchas dificultades de evaluar, pues el cambio cul-
tural puede ser en sí mismo el resultado del cambio demográfico (Boserup 1967; Chamberlain
2006). Otro problema que dificulta simular los procesos migratorios en poblaciones pasadas es
la delimitación del espacio de referencia donde se llevan a cabo los eventos de la migración y su
intensidad, los cuales están en función del tamaño de la división territorial (Thomlinson 1961).
Igualmente, no contamos con los elementos suficientes como para establecer el flujo, la intensi-
dad y las caracterís cas de los posibles perfiles sociodemográficos de los migrantes y, por ende,
su evolución en un empo específico o a través del empo.
A pesar de todo, existe información etnográfica e histórica que fundamenta la importan-
cia del estudio de la migración en la arqueología y la antropología sica para delimitar las cir-
cunstancias bajo las cuales opera (Adams et al. 1978; Anthony 1990, citados por Chamberlain
2006:9). Para la época prehispánica, considero que es fundamental conocer, o al menos acer-
carnos, al entendimiento de cómo los procesos migratorios transformaron los diversos pueblos
mesoamericanos tanto en los ámbitos culturales, sociales, polí cos e ideológicos, pero también
en los hechos biológicos a través de la difusión de genes o en la dispersión de enfermedades. Por
consiguiente, la presente obra es una gran oportunidad para compar r pensamientos y poner
las bases para el estudio de la migración en la época prehispánica y, en especial, de los mayas,
de quienes tenemos información tan vasta, pero al mismo empo tan escasa en ciertos tópicos,
y la migración, en este caso, no es la excepción.

134 A .U
B -

METODOLOGÍAS PARA ANALIZAR LA MOVILIDAD DESDE LA PALEO


Y ARQUEOLOGÍA DEMOGRÁFICA

El análisis de la movilidad de las sociedades ágrafas, más que de la migración propiamente, se


ha privilegiado en el contexto de la transición de los cazadores-recolectores a la agricultura (Be-
llwood 2001; Bocquet-Appel et al. 2009; Galeta et al. 2011; Riede 2009; Westley y Dix 2006), y
se refiere a ella en términos de colonización y su relación con procesos adapta vos, culturales y
biológicos de los colonizadores (Chamberlain 2009; Rockman 2003). Para realizar este análisis, la
arqueología ene que emplear diferentes proxis provenientes del registro arqueológico, convir-
éndolos en métodos indirectos para establecer variables demográficas (Chamberlain 2009:276;
Wright y Yoder 2003:49-51).
Para ello, como se comentó desde un inicio, hay dos posibles perspec vas para la generación
de estos proxis. Por un lado están los recursos desde la arqueología, mediante la ver ente de la
arqueología demográfica, con lo que se da cuenta de los productos de la migración, es decir, de
las consecuencias más que del proceso mismo (Chamberlain 2006; Folan et al. 2000). En pala-
bras de Westley y Dix (2006:11) “provee detalles de que pasó en el si o A y B, pero poca infor-
mación de cómo los humanos se movieron [su flujo y de sus caracterís cas] entre [los si os]”.
Por consiguiente, a través de ella se han establecido patrones de asentamiento, densidad
poblacional y número de habitantes, mediante un algoritmo específico a par r del número y
tamaño de estructuras en el interior del si o, extensión del área del asentamiento, el potencial
económico de las áreas de captación alrededor de los centros de población y varias medidas de
explotación, consumo y desecho de materias primas y artefactos, calibrados, en muchas de las
ocasiones, con información histórica y etnográfica (Chamberlain 2009:279; Folan et al. 2000:8),
como puede ser el promedio personas por hogar (McAnany 1990; Ringle y Andrews 1990; Sant-
ley 1990). Es un procedimiento estándar para es mar la densidad de población rural denomi-
nada “método conteo de casa” (house-count method) (Turner 1990:304). La proporción de es-
tructuras que se ocuparon por hogar en un empo determinado y el promedio de personas por
hogar se derivan de la siguiente fórmula:

POP(t)= OcStruct(t)*HHS(t) (i)

Donde:

OcStruct(t)=Struct*Prop(t)*OcRate(t)*DwellRate(t) (ii)

B 135
A O M

En el cual “Struct” se refiere al número total de estructuras contadas en un si o arqueológico


específico; “Prop(t)” representa el número de estructuras fechadas en una cierta fase cronológi-
ca de ocupación; “OcRate(t)” indica la tasa de fase de ocupación (verbigracia, la proporción del
empo en que las estructuras fueron ocupadas durante la fase); y “Dwellrate(t)” es la proporción
de todas las estructuras ocupadas que fueron usadas.
Esta metodología no escapa a crí cas, entre las que se pueden señalar: cuales de las estructu-
ras fueron realmente viviendas (versus de los edificios que fueron bodegas o cocinas o para otro
uso), el tamaño promedio del hogar y la temporalidad de ocupación. Es maciones conservado-
ras comentan que entre el 40 y el 50% tuvieron diferentes funciones al de la residencias, lo cual
es mayor al atribuido tradicionalmente (ver citas en Folan et al. 2000:9).
Otro aspecto metodológico socorrido dentro de la arqueología demográfica para estudiar la
movilidad humana (la colonización en el contexto de la transición neolí ca en Europa) es imple-
mentar métodos de proyección poblacional (Galeta et al. 2011) y de modelos escalares jerárqui-
cos (Zimmermann et al. 2009), así como otros modelos matemá cos para analizar la dispersión
humana y la densidad poblacional (Steele 2009; Linnerup 1996). Es de notar el trabajo de Galeta
y colaboradores, que recrean tres escenarios demográficos usando modelos estocás cos para
es mar las tasas de crecimiento y tasas de fecundidad, para establecer si los agricultores del
Neolí co tuvieron estas tasas y si fueron lo suficientemente altas como para permi r la coloniza-
ción de Europa central.
Por úl mo, dentro de la arqueología se han usado fechamientos de radiocarbono catorce
(C ) para examinar tendencias en migración de larga escala y en niveles rela vos de la ac vidad
14

humana en espacio y empo, pues son considerados como proxis para la historia de la población
a escala regional y, con ello, poder establecer rutas principales de expansión humana (Bocquet-
Appel et al. 2009; otras referencias en Riede 2009:310).
Por otro lado, están los trabajos de la paleodemogra a que usa como fuente de información
los restos óseos de los an guos pobladores de los asentamientos arqueológicos. A par r de esta
metodología se ha logrado simular los perfiles demográficos de una población: la estructura
por edad y sexo e indicadores de mortalidad y fecundidad. Sin embargo, hay múl ples factores
que limitan la realización de las simulaciones, entre los que destacan: deposición, preservación
y recuperación de los restos esquelé cos, muestras incompletas, sesgadas y no representa vas
de la población, entre otros (Ortega 2004; Wright y Yoder 2003). No obstante, se ha avanzado
en resolver los principales problemas metodológicos que afectan el trabajo paleodemográfico y
permiten tener inferencias más robustas a par r de la evidencia esquelé ca (Chamberlain 2006,
2009; Wright y Yoder 2003).

136 A .U
B -

Directamente desde el enfoque paleodemográfico es imposible realizar ejercicios matemá-


cos como para poder recrear movimientos poblacionales, ya que se pueden llegar a “violar”
diferentes supuestos que sos enen su construcción, entre los que destaca la teoría de poblacio-
nes estables donde uno de los supuestos que la fundamenta es el de asumir que la población
es cerrada. No obstante, pueden haber dos caminos metodológicos para estudiar la movilidad
humana en el pasado teniendo información de corte paleodemográfico y con base en la teoría
demográfica. El primero es mediante la información de la fecundidad de las poblaciones del
pasado. Esta puede ser derivada indirectamente de las medidas de mortalidad y del crecimiento
poblacional, a través de sus efectos sobre la distribución de edades a la muerte, con un simple
indicador demográfico no convencional: la proporción P de esqueletos inmaduros (5-15 años
de edad, aunque otros trabajos toman como límite superior los 19 años) rela vo al total de la
población esquelé ca de algún cementerio o registro arqueológico. Esta proporción excluye los
niños menores a 5 años, d(5+), y se le ha denominado como índice de juvenilidad (dt) (Bocquet-
Appel 2009). Está proporción está dada por la siguiente ecuación:

P(5-15) = d(5-15)/d(5+) (iii)

Es de notar que la información de las muertes de los individuos menores a cinco años es ex-
cluida de los cálculos del índice para evitar los efectos del sesgo producido por prác cas mortuo-
rias y de la preservación de los materiales óseos. Este índice responde a los cambios en las tasas
de crecimiento de la población, cambiando la estructura por edad de ella en la dirección de las
categorías por edad más jóvenes, por ende, en el incremento de las proporciones de las muertes
juveniles. Empero, el índice es generalmente más sensible para el nivel general de mortalidad
que para el crecimiento de la población per se (Bocquet-Appel 2009; Chamberlain 2009:282).
Una vez obtenidos estos valores –asociados en términos de Tasas Globales de Fecundidad
(TGF) o Tasas Brutas de Natalidad (TBN)– para una población dada y contextualizados con la
información arqueológica de esta, bajo el supuesto de que sí exis era algún cambio en la fecun-
didad de la población a través del empo, podría resultar en, y ser indica vo de, cambios en la
movilidad espacial para esta población en un momento específico, debido a diversos factores
(Bocquet-Appel 2002; Bocquet-Appel et al. 2008:279-280).
En favor a esta propuesta podemos dar cuenta de lo que sucede cuando una población está
sujeta a estrés climá co. Bajo estos términos, Halstead y O’Shea (1989), así como Minc y Smith
(1989) (citados por Riede 2009:323) iden fican cuatro respuestas posibles por parte de cual-
quier grupo humano: diversificación, almacenamiento, intercambio e incremento de la movi-
lidad. De tal manera que si una población decide operar bajo la úl ma opción e incrementa

B 137
A O M

su movilidad para responder al estrés climá co, podría causar un efecto en la reducción de las
TGF, pues señalan, que el incremento de la movilidad en paisajes marginales marcarían cos-
tos sociales y reproduc vos para la población (Pennigton 2001; Surovell 2000, citado por Riede
2009:323), especialmente bajo condiciones de más baja densidad poblacional. Tales presiones
en la movilidad pueden dirigir a un quiebre de las redes sociales y reproduc vas y, “sin redes de
emparejamiento, las parejas no pueden ser aseguradas y lo subsiguiente es la falla reproduc va”
(Mandryk 1993:67, citado por Riede 2009:323-324).
El segundo camino metodológico, desde la teoría demográfica, es el propuesto por Lynnerup
(1996), al estudiar la dinámica demográfica de un asentamiento de Groenlandia empleando un
modelo de crecimiento poblacional con migración y con base en datos culturales históricos o
etnohistóricos. Este está dado por la fórmula para crecimiento exponencial con migración (Ren-
shaw 1991 citado por él):

Nt= N0 .ert + a/r[ert -1] … (iv)


Nt = N0 .ert - a/r[ert -1] … (v)

Donde:

Nt = población al empo t
N0 = población inicial (t =0)
r= tasa de crecimiento
t= empo
a=inmigración en ecuación (iv) y, emigración en ecuación (v)

Una modificación interesante de esta ecuación es la aplicada por Galeta et al. (2011) para
producir tres modelos estocás cos, a par r de proyecciones de población, para obtener simula-
ciones de crecimiento y TGF, pero sin aplicar los factores de migración que incursiona Linnerup.
Mediante estas dos opciones, la proporción de individuos inmaduros (Bocquet-Appel 2009) o
de proyecciones de población, que es donde se aplican supuestos de migración y de dispersión
de población en un área y empo dados (Galeta et al. 2011; Linnerup 1996), sustentados ambos
en contextos arqueológicos informados y calibrados con información etnohistórica disponible,
pueden ser de gran u lidad para simular movimientos de población en casos de importancia,
como puede ser la transición del Clásico al Posclásico en el área maya, y la cual hace referencia a
importantes movimientos de población para reubicarse en nuevos asentamientos.

138 A .U
B -

LA DINÁMICA DEMOGRÁFICA MAYA: UN EJEMPLO PARA ESTUDIAR EL PATRÓN


MIGRATORIO DE UNA POBLACIÓN DEL PASADO

El conocimiento histórico de los grupos mayenses a través del empo ha tenido un desarrollo
importante por medio de las diferentes fuentes de información que son asequibles: arqueoló-
gicas, etnohistóricas, etnológicas, epigráficas, entre otras. Por consiguiente, hay un cúmulo de
datos de cierta importancia que nos permi ría establecer algunos elementos de las dinámicas
demográficas de los mayas, especialmente sobre los que vivieron en la península de Yucatán, du-
rante el Clásico y Posclásico, y de los que se enen antecedentes desde por lo menos el Arcaico,
alrededor de los 11,000 años antes del presente, durante la etapa denominada por Hammond
(1982) como “la primera migración” y de la cual ya se enen varios ejemplares esquelé cos
(González et al. 2008). De ello daré detalle en los párrafos siguientes de una manera cronológica,
de lo más an guo (Clásico) a lo más reciente, hasta la llegada de los españoles.
Las sociedades mayas del Clásico presentaron una alta especialización del trabajo y una tecno-
logía produc va y división social muy desarrolladas (Schele y Freidel 2000). Polí camente se ha
propuesto que la región maya estaba dividida en en dades polí cas autónomas que mantenían
entre sí estrechas relaciones. Colin Renfrew (1975) planteó que todas las sociedades tempranas
funcionaron en un número de en dades autónomas que no están agrupadas en un solo poder cen-
tral y que mantenían un sistema de relaciones al que denomina interacción de unidades polí cas
de rango similar. Dicha interacción puede iden ficarse a través de la competencia (guerra), la asi-
milación, la transmisión de elementos simbólicos y el incremento del intercambio de bienes, lo cual
explica la existencia de grandes ciudades, aparentemente, de rango similar, y semindependientes.
Ante estos fundamentos teóricos, podemos considerar que no puede haber controversia alguna en
que haya sido así para el caso maya y que ello coadyuvó a los procesos migratorios de la gente y la
difusión de ideas y bienes entre los diferentes asentamientos del Clásico y Posclásico.
De los datos demográficos que se enen a la fecha se considera que hubo un incremento de la
población durante el Clásico Tardío (600-900 d.C.), mismo que ha sido asociado al mejoramiento
de las condiciones climá cas, especialmente en su fase tardía (Folan et al. 2000:3). La densidad
poblacional para esta época pudo haber alcanzado los 150-200 personas por kilómetro cuadrado
(Culbert 1988), aunque hay sugerencias de que llegó a las 280 personas por kilómetro cuadrado
para la región de Río Bec (Turner 1990) y hasta 510 personas por kilómetro cuadrado en la región
de Tres Ríos (ahora frontera entre Belice y Guatemala) (Adams et al. 1997); o bien, para los si os
centrales con densidades entre 500 y 800 personas por kilómetro cuadrado (ver referencias
citadas en Folan y colaboradores [2000:12]). Si comparamos las densidades reportadas con los
datos actuales podemos apreciar que para los años 1970-1985 las densidades en poblaciones

B 139
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rurales de Yucatán son las siguientes: región henequenera 39 personas por kilómetro cuadrado;
región productora de frutas 17 personas por kilómetro cuadrado; región productora de maíz 14
personas por kilómetro cuadrado; región productora de ganado 13 personas por kilómetro cua-
drado; otras regiones <8 personas por kilómetro cuadrado (según datos de García et al. citados
por Faust y Bilsborrow 2000).
Para el final del Clásico maya (800-900 d.C.), el sur iba colapsándose debido a un decremento
en el desarrollo cultural y de la población del área, sobre todo en las Tierras Bajas, probablemen-
te por las condiciones climá cas adversas y problemas sociopolí cos; el norte iba floreciendo
culturalmente hasta alcanzar su apogeo alrededor del siglo X (Folan et al. 2000:6). El centro de
poder, comentan Folan y colaboradores, cambió a la ciudad amurallada de Mayapán, donde los
principales centros urbanos par ciparon en un sistema complejo de alianzas polí cas y de co-
mercio de larga distancia, el cual fue aparentemente creado por un grupo creciente de unidades
familiares compe doras durante el Clásico, consolidado durante el Posclásico Temprano y soste-
nido hasta la llegada de los españoles, emergiendo una clase de mercaderes.
Durante este periodo se desarrollan técnicas especializadas para facilitar el transporte, lo
que incrementó el comercio de los ar culos de consumo, así como de influencias intelectuales
tanto en las zonas costeras como en las de erra adentro, promoviendo un proceso de panme-
soamericanización (Gunderjan 1995; Sharer 1994). Se considera que para esta época hubo una
emigración hacia las costas nororientales de la península de Yucatán, hacia el Petén y regiones
alrededor, donde se privilegiaban ubicaciones cercanas a lagunas interiores, ríos y diversos luga-
res con superficies de agua (Folan et al. 2000; Silva y Hernández 1991).
Posterior al colapso del Clásico, la tasa de crecimiento media anual se ubicó en el 0.6%, en-
tre los años 750 y 1000 d.C., con una densidad de población de hasta 4 personas por kilómetro
cuadrado (Turner 1990). Los factores que pueden explicar esta baja tasa de crecimiento son la
emigración y la reducción de fecundidad, asociada a enfermedades, como la fiebre amarilla,
endémica en Belice, y la desnutrición (Wilkinson 1995, citado por Folan et al. 2000:13).
Hacia mediados del año 1400 el área maya de la península de Yucatán se fraccionó entre 16
y 24 zonas polí cas independientes, ligadas al comercio de larga distancia, y con nuó así hasta
el contacto español (Barrera 1985; Peck 2002; Sabloff y Lamberg-Karlovsky 1975). La mayoría
de la población maya se concentró en el norte, a lo largo de la costa oriental de la península de
Yucatán, como Tulum, Campeche y Champotón, con escasa población hacia el interior de ella,
con un sistema de comunicación tanto terrestre, por sac bes, como marí mo, a través de las
rutas comerciales.
En cuanto a las es maciones del volumen poblacional para este periodo, estas van desde
los 300 mil a los 8 millones de personas (Cook y Borah 1978:35). Las provincias independientes

140 A .U
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luchaban por el acceso a los recursos básicos, principalmente la sal. Las provincias de Ecab y Chi-
kinchel eran las de mayor densidad poblacional y seguramente las más ricas en recursos, pues
tenían el acceso a las rutas comerciales, gracias a las facilidades portuarias, y el control de las
salinas del estero de Río Lagartos.

APLICACIONES DEL MODELO TEÓRICO MOVILIDAD HUMANA


Y LA PALEODEMOGRAFÍA EN LA SOCIEDAD MAYA PREHISPÁNICA

Comentan Faust y Bilsborrow (2000:73-74) sustentándose en Boserup (orig. 1965 [1967]) y su


teoría de la intensificación de la agricultura:

Como una población crece en un área fija las presiones resultantes en los estándares de vida inducen a la gente
a adoptar tecnologías que incrementan la producción por la u lización de más trabajo por unidad de área. En
poblaciones tradicionales esto podría desarrollar la adopción de métodos de trabajo más intensivos (construc-
ción de terrazas, campos elevados, campos irrigados, etcétera) como se ha visto en muchas de las áreas tro-
picales densamente pobladas. Además las presiones de la población pueden inducir migración ya sea a través
de la limpieza de la erra y la deforestación sobre la frontera agrícola o a través de la migración rural-urbana lo
cual hace crecer a las ciudades.

De estas aseveraciones de los autores surge la siguiente pregunta: ¿qué pasaba con la diná-
mica demográfica de la gente del área maya para la época Clásica? Es un hecho ineludible que
a lo largo de 600 años –durante el Clásico– estuvo en con nuo crecimiento, con interacciones
constantes (poblacionales y comerciales) entre las diferentes ciudades mayas, lo cual está per-
fectamente documentado (Thompson 2003, entre otros). De ello podemos derivar que la pre-
sión sobre los recursos (espacios de cul vo, espacios habitacionales, sobre todo en las grande
metrópolis como Tikal, Calakmul, Copán, etcétera) fueron notablemente fuertes, obligando a la
gente a tener una migración de po rural-urbana, acrecentando las ya abarrotadas ciudades o sus
alrededores. Se pudo haber privilegiado un patrón migratorio de po “hogar-comunidad”, y en se-
gundo lugar “entre comunidades”, sobre todo integrado por familias, y mo vadas por decisiones
más familiares que individuales, que posiblemente buscaban diferentes medios de subsistencia,
así como el establecimiento de matrimonios en una sociedad estra ficada y diversificada en los
diferentes sistemas de producción y no solo en el campo. Con las proporciones de esqueletos
inmaduros (Figura 1) se obtuvieron las Tasas Brutas de Natalidad (TBN) para diversos si os de la
geogra a maya. Cabe mencionar que unos de los mayores problemas para la simulación de sus
comportamientos demográficos de las sociedades pretéritas es la representa vidad de la muestra
y, sobre todo, para el área maya (Ortega 2004; Waldron 1994). No obstante a este señalamiento,

B 141
A O M

Figura 1. Proporciones de esqueletos inmaduros en regiones del área maya, de acuerdo con las distribuciones por edad retomados de
Tiesler (1999), más para la población de El Meco en el Posclásico de Ortega (2007) y base de datos del laboratorio de Osteologia del
CINAH-Quintana Roo. Cálculos propios, usando límite de 19 años. N P-C O (norte de la península-costa oriental); T B C-SE Petén (Tierras
Bajas centrales-SE Petén); T A-Sudeste (Tierras Altas-El Sudeste) y U-Occ-Chips C (Usumacinta-El Occidente-Chiapas central). La zona
maya estudiada comprende tres países, analizando de ellos ocho estados (El Quiche, El Petén —Guatemala—, Copán —Honduras—;
Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco, Yucatán, —México—) con un total de 1,193 casos y 78 si os arqueológicos.

y tomando en cuenta esta limitante, lo que podemos observar es que con el paso del Preclásico al
Clásico disminuyen las tasas de natalidad, pero se man enen de manera casi constantes durante
todo el Clásico, en la franja de los 20 y 40 nacimientos por mil (Figura 2).
Sin embargo, hay excepciones, como se observa en la región del Usumacinta y la Tierras Bajas
del Petén que, para el Clásico Tardío, están por debajo de los 20 por mil nacimientos. De esta
información podemos establecer diferentes hipótesis, en donde la primera es que durante el Clá-
sico la población se mantuvo posiblemente estable a tasa con nuas de crecimiento poblacional,
estableciéndose un habitus en los movimientos migratorios de la gente a lo largo de la geogra a
maya, el cual está representado por un movimiento “natural” de ella a lo largo de diferentes si os
y, por lo tanto, sustentando esta movilidad de “entre comunidades” y de “hogar-comunidad”.
Durante el colapso, es decir, el lapso entre el Clásico y el Posclásico, es de intuir que debido a
los cambios en los sistemas de poder, así como en los ambientales (Cur s et al. 1996; Leyden et

142 A .U
B -

Figura 2. Tasas Brutas de Natalidad, extrapoladas a par r de los valores de la proporciones de esqueletos inmaduros, aplicando la
regresión de Bocquet-Appel (2002).

al. 1998; Lucero 2002) la gente empezó a moverse entre las comunidades, llevándolos a realizan
un patrón migratorio de “colonización” de nuevas regiones virtualmente despobladas, o bien de
“toda la comunidad”. Un caso pudo haber sido la zona costera oriental de la península de Yuca-
tán, donde se ha comprobado, en si os como El Rey y El Meco (Andrews y Robles 1986; Vargas
1978), que el registro arqueológico ene un desfase en la cronología cerámica y de asentamien-
to entre el Preclásico y el Posclásico y, por lo tanto, áreas prác camente vacías, suscep bles de
colonizar. Sin embargo, también es de esperarse que este proceso de emigración masiva fuera
paula na por lo que en empos tempranos del colapso se haya mantenido la migración “entre
comunidades”, hasta que fue inminente la migración total, por lo menos de las grandes ciudades
del Clásico. Los datos extraídos de la paleodemogra a sustentan estas hipótesis, pues si obser-
vamos la Figura 2, las tasas de natalidad disminuyen considerablemente para el Clásico Terminal
para las regiones fuera de la parte norte y costa oriental de la península de Yucatán y, en ella, se
elevan estas tasas. Ello posiblemente se debió a esta migración por colonización y a regiones que
estaban despobladas, así como aumento de población, sobre todo para las ubicaciones donde
Chichen Itzá tenía influencia y, por consiguiente, serían polos de atracción poblacional.

B 143
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Una vez acabado este proceso, o quizás en sus fases más tardías del colapso, la gente que
emigró a la zona norte de la península de Yucatán se vio apoyada con la llegada de diversos
recursos o productos, muy posiblemente gracias al sistema comercial costero que se fortaleció
para esta época, además del aprovechamiento de los recursos marinos. Asimismo, considero
que estas rutas comerciales tuvieron un papel preponderante en la movilidad de la población, ya
que si bien se transportaban productos, es muy fac ble que también la gente se viera es mulada
a usarlo como medio de comunicación.
Teóricamente, las líneas costeras se han considerado como rutas importantes para disper-
siones a gran escala a través del mundo (ver Fladmark 1979; Stringer 2000, citados por Westley
y Dix 2006:10,12). Westley y Dix (2006:23) muestran a las costas, a través de una variedad de
registros paleoambientales, como un panorama complejo y diverso y con diferentes escenarios
que contextualizan la migración. Estos escenarios pueden ser: 1) el dinamismo de la costa pro-
vocaría en la gente rápidos movimientos, tanto para buscar ambientes nuevos, pero familiares,
como que estos hayan cambiado alrededor de ellos; 2) el proceso de colonización pudo ser más
orgánico entre adaptaciones costeras y de erra adentro, con una flexibilidad conductual, de-
pendiendo de las condiciones ambientales imperantes, y 3) la migración costera pudo suceder
aprovechando ciertas ventanas de estabilidad ambiental.
En consecuencia, la comunicación e intercambio de gente que sugiero a través de las
costas la podemos constatar por dos vías: a través de los estudios de antropología molecu-
lar y de la morfología dental. Para el primero González-Oliver y colaboradores (2001:234)
muestran evidencias de posible mestizaje entre los grupos mayas costeros (en este caso de
Xcaret) con otros grupos mesoamericanos, especialmente mixes y zapotecos, y, en cuanto
al segundo, Cucina y colegas (2009:224) encontraron cierta afinidad biológica entre grupos
humanos de Champotón y Tulum para la época Posclásica, lo que denota el “sustrato bio-
lógico compartido quizá con las poblaciones de prechontales y chontales, cuya presencia
se hace notable en las costas” para este tiempo. Además, a partir de este estudio, los au-
tores “logra[n] distinguir [en] las poblaciones mayences que, aunque compartan el mismo
nombre, siguieron procesos microevolutivos relativamente autóctonos, ligados a procesos
de orden social, político y económico” (Cucina et al. 2009:225), es decir, intercomunicados
en lo cultural y en lo biológico. Ahora, los datos de las proporciones de los esqueletos in-
maduros para el Posclásico presentan valores considerablemente bajos, sobre todo cuando
se observan las tasas brutas de natalidad, las cuales rondan los 20 nacimientos por mil
habitantes (Figura 2). Este es notoriamente bajo, por lo que es posible que tengamos en
este caso un subregistro de individuos inmaduros, como se mencionará líneas adelante.
Por tanto, estos últimos datos debemos tomarlos con cautela.

144 A .U
B -

No obstante a esta información, es de razonar que las rutas marí mas comerciales mayas no
eran un medio de comunicación masiva, pero si es muy probable que ciertos grupos de indivi-
duos lo usaran, privilegiando sobre todo a los hombres de ciertas edades (quizás comerciantes
y sus ayudantes – véase Sierra Sosa en este volumen para el caso del si o clásico de Xcambó).
Por lo mismo, no es de extrañar que en el registro arqueológico se encuentre un mayor número
de individuos masculinos, sobre todo para las áreas costeras (no hay que olvidar otros factores
de este sesgo en las muestras esquelé cas) que ya he documentado en otro momento con base
en la inves gación en El Meco y en referencia a otros estudios aplicados en localidades costeras
posclásicas de la península de Yucatán (Ortega 2007). De hecho, esto es muy sugerente y se ajus-
ta al modelo de Manning (2005) en la categoría de migración “entre comunidades”.

CONSIDERACIONES FINALES

La antropología, como ciencia evolucionista, necesita de teorías sólidas, con variables obser-
vables y, a par r de las cuales, puedan hacerse inferencias indirectas de los procesos que
cambian en conjunción con la evolución de la cultura y la biología humana, los cuales ocurren
lentamente en poblaciones pequeñas y producen alta inestabilidad en sus procesos vitales
(Gage 1985; Weiss 1976).
El estudio de los nacimientos, muertes, tasas de crecimiento, tamaño, dispersión y migra-
ción de y en una población arqueológica ha tenido un avance alentador con el uso de la teoría
demográfica y la paleodemogra a, ya que para poder recrear una simulación demográfica de
una población, que no ha sido severamente afectada, se recurre al modelo de las poblaciones
estables. En este sen do, se ha asumido que la migración es cero, y es probable que esto sea
razonable si la migración consiste principalmente en el intercambio de esposos, en el que ambos
migrantes son alrededor de la misma edad y sexo (Weiss 1976). Sin embargo, estas suposiciones,
a la vez, pueden distar de la realidad (Gage 1985:644) y limitar el estudio de la migración en las
poblaciones del pasado.
No obstante a ello, en esta contribución he planteado que con la información que provie-
ne de la teoría demográfica, y especialmente de la metodología de la paleodemogra a puede
acercarse a la evolución de la dinámica demográfica, especialmente en torno al tema de los
movimientos de la población. De igual manera, pretendo que con la información ver da aquí se
u licen correctamente los términos que involucran la migración y poder establecer marcos que
generen un modelo ú l para establecer posibles patrones migratorios, especialmente del área
maya a par r de proxis y métodos indirectos.

B 145
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Ahora bien, ¿cómo comprobar estas hipótesis, ya que son tan solo eso, hipótesis sugerentes?
En la medida en que las metodologías propuestas líneas atrás se vayan aplicando a las diferentes
colecciones esquelé cas disponibles para el área maya, podremos ir descartando cada una de
estas hipótesis o validarlas. Igualmente debemos, todos los interesados en esta área del conoci-
miento, tener en cuenta las precisiones teórico-conceptuales que se elaboraron en el inicio del
documento sobre qué entendemos por migración y tener bien claro cuáles son las limitantes
a las que nos enfrentamos para estudiarla. No obstante, podemos establecer que sí es posible
proponer ciertos modelos migratorios del pasado a nivel teórico, que nos permitan fortalecer las
hipótesis que desarrollamos y que podremos contrastar con la evidencia empírica osteológica.
Es obvio que el flujo o la intensidad y el perfil demográfico de la migración al interior de esta
área cultural jamás las sabremos, tanto como las podemos calcular para las poblaciones del
presente. Sin embargo, creo que vamos por un camino certero para dilucidar ciertos patrones
migratorios, grosso modo, que pudieron suscitarse a lo largo de mil años (Clásico y Posclásico)
entre los mayas, sin menoscabo de ir en contra de la historia escrita, hasta ahora, sobre el de-
venir maya, y que al final de cuentas, como comentó alguna vez Hilaire Belloc “de que cuando
uno se has e [de estas teorías o hipótesis] puede [uno] abandonar todo (hipótesis) sin mayores
quebrantos” (citado por Thompson 2003).

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B 151
ARQUEOLOGÍA REGIONAL
8

PRESENCIA HISTÓRICA DE ITZÁES, PUTUNES Y TOLTECAS EN LAS TIERRAS


BAJAS MAYAS A FINES DEL CLÁSICO Y POSCLÁSICO

Rafael Cobos

En la literatura arqueológica enfocada al estudio del fin del Clásico y el Posclásico en las Tierras Bajas
mayas, especialmente cuando se habla de Yucatán y Chichén Itzá, a la palabra maya se asocian
los términos tolteca, putún e itzá. Estas tres palabras han sido y con núan siendo —según las
interpretan arqueólogos, historiadores, historiadores del arte y etnohistoriadores—términos que
designan a protagonistas no mayas o “mayas nahua zados”, quienes 1) emigraron y peregrinaron
por el territorio que comprende la península de Yucatán; 2) hábilmente realizaban viajes por canoas
a todo lo largo del litoral peninsular; 3) llegaron, conquistaron, se asentaron y gobernaron Chichén
Itzá y Mayapán, conviviendo con gente maya; 4) trajeron nuevas deidades, creencias religiosas,
cultos y prác cas sociales y culturales a Yucatán; en pocas palabras, de quienes supuestamente se
encargaron de hacer la nueva historia de las Tierras Bajas a par r del siglo X hasta la llegada de los
españoles ocurrida en el siglo XVI de nuestra era.
Cabe indicar que esos protagonistas denominados como toltecas, putunes e itzáes fueron colocados
sobre la superficie kárs ca de la península de Yucatán como resultado de las interpretaciones de
las fuentes históricas tanto na vas de Yucatán como de los documentos escritos por españoles
que ocuparon Yucatán durante los siglos XVI y XVII (Charnay 1883; Mar nez Hernández 1912; Pool
2012). Desde la década de 1930, inves gadores como Ralph Roys, Frances Scholes y Alfredo Barrera
Vásquez se encargaron de interpretar los diferentes pasajes de los libros del Chilam Balam, los registros
plasmados en las Relaciones Histórico Geográficas de Yucatán, las relaciones de personajes como el
obispo Diego de Landa, y llegaron con sus propios razonamientos, explicaciones e interpretaciones a
presentarnos una narra va de eventos históricos que sucedieron en Yucatán a par r del siglo X hasta
el siglo XVII (Barrera Vásquez y Rendón 1948; Roys 1933, 1962, 1966; Scholes y Roys 1948).

A R 155
R C

A par r de la década de 1930, la clara e inobjetable historia de eventos derivados de la


interpretación de las fuentes históricas tanto mayas como españolas, sentó las bases para que los
arqueólogos reconstruyeran la historia cultural de las Tierras Bajas mayas del norte. Por ejemplo,
George Brainerd (1958) y Robert Smith (1971), con más de un cuarto de siglo trabajando la
cerámica arqueológica de Yucatán, en sus interpretaciones y resultados de la década de 1960
llegaron a demostrar que el desarrollo y evolución cultural de los an guos habitantes de Yucatán
fue esencialmente maya, es decir, nunca describieron o se refirieron a un componente cerámico
itzá, tolteca o putún. Sin embargo, las conclusiones de los estudios de Brainerd, Andrews IV
y Smith, invariable e inevitablemente, terminaron siendo ancladas o relacionadas con la
reconstrucción de los hechos, derivadas de la interpretación de las fuentes históricas.
Si hacemos una revisión de la actual literatura arqueológica que se enfoca al siglo X y siglos
posteriores, a excepción de un muy reducido número de inves gadores (por ejemplo, Andews
IV 1960; Cobos 2001, 2004, 2006, 2007; García Moll y Cobos 2009; Kurjack 1992; Lincoln 1986,
1990; Maldonado y Kurjack 1993; Pool 2012), veremos que una gran mayoría de arqueólogos,
historiadores, historiadores del arte, etnohistoriadores, con núan aferrados a la reconstrucción
de hechos histórico-culturales evocando a toltecas, putunes e itzáes en dinámicas que están
lejos de la realidad (como la llegada, conquista, dominación y establecimiento de toltecas o
itzáes en Chichén Itzá), o bien, que aún necesitan ser evaluadas, es decir, ¿realmente exis eron
los putunes?, si exis eron, ¿cuáles fueron sus patrones de conducta y normas sociales durante
el periodo prehispánico?, ¿cómo se caracterizó grama calmente el lenguaje de este grupo?,
¿cómo se determinaron morfológicamente sus territorios y asentamientos antes de la llegada
de los europeos?, ¿cómo se significaban las ves mentas, hábitos alimen cios y vivienda de
putunes, toltecas e itzáes en el norte de Yucatán?, ¿cómo eran feno picamente los miembros de
cada uno de estos grupos?
Desde la década de 1930, el papel que tuvo Ralph Roys en el estudio, análisis e interpretación
de los documentos históricos fue determinante, y su impacto e influencia aún se siente hasta
nuestros días. Por ello, para poder hablar de itzáes, putunes y toltecas a finales del Clásico
Terminal y durante el Posclásico en las Tierras Bajas mayas del norte, es necesario evaluar lo que
propuso Roys hace más de medio siglo.
Roys (1933, 1962, 1966) ene como mérito haber traducido, analizado e interpretado los
documentos de la literatura na va de Yucatán, así como los registros escritos españoles. En
sus numerosas publicaciones, Roys menciona a los toltecas,itzáes y putunes como grupos que
están estrechamente vinculados con los principales eventos históricos que él interpretó para
Yucatán y Chichén Itzá.

156 A .U
P , T B C P

Referente a los toltecas, Roys (1966:154) indicó que este grupo fue el fundador “del Chichén
Itzá mexicano y vinieron por el oeste vía Laguna de Términos”. De acuerdo con Roys (1966:155-
156), los toltecas invadieron Yucatán, ya que tenían una doble ventaja sobre los mayas: 1)
llegaron en un momento cuando ocurría la decadencia de viejas ins tuciones y gobierno en
Yucatán, 2) usaban un arma novedosa, el átlatl con dardos, en tanto que los mayas del Clásico
contaban solamente con lanzas y hachas para la guerra. Roys (1962, 1966), en su interpretación
y reconstrucción de la historia cultural de Yucatán, reconoció que los toltecas dominaron y
ocuparon Chichén Itzá y trajeron el culto a Kukulkán, pero antes de que los itzáes llegaran a esta
comunidad prehispánica.
Roys, en sus numerosas publicaciones, dejó claramente asentada su interpretación de los
hechos históricos; sin embargo, a la par de lo que había interpretado apuntó: “las leyendas
históricas de Yucatán no proporcionan detalles de la subyugación tolteca de esta erra”;
también indicó que tampoco exis an registros históricos de la conquista de Yucatán por
los toltecas y señaló que no se habló mexicano en Yucatán después del florecimiento maya-
tolteca de Chichén Itzá (Roys 1966:155, 157-158). Por lo tanto, Roys le dio vida en el papel a los
toltecas cuando reconstruyó parte de la historia de Yucatán, aunque claramente reconoció que
la evidencia histórica era sumamente débil y sus afirmaciones referentes a la falta de detalles
sobre la subyugación, conquista y gente que hablaba maya sugerían proceder con cautela en la
reconstrucción de los hechos durante el siglo X de nuestra era.
En lo referente a los itzáes, Roys (1962:4) propuso que estos tenían afinidades culturales tanto
mayas como del Centro de México, y su origen lo ubicó en la costa del Golfo de México. Al seguir
la narra va de eventos en los documentos escritos, Roys iden ficó tres grandes episodios en la
historia itzá. Cada uno de estos episodios ocupó una rueda completa de katún o periodo de 256
años. El primer episodio Roys lo fechó entre 950 y 1200 d.C., y reconoció que los itzáes —quienes
parecen haber tenido un origen Chontal— estaban asentados u ocupando Chakanputun. Al igual
que lo hizo con los toltecas, Roys (1966:161), después de interpretar los documentos históricos,
supuso que Chakanputun era el actual si o de Champotón, aunque claramente admi ó que esta
iden ficación no era del todo cierta o exacta.
El segundo episodio Roys lo dató entre 1200 y 1461 d.C. y lo caracterizó por el abandono de
los itzáes de Chakanputun, su migración hacia el lago Petén, la llegada de ellos a la costa este de
Yucatán, su entrada por el oriente al centro de Yucatán y el descubrimiento de Chichén Itzá en
el katún 4 Ajaw, fechado entre 1224 y 1244 d.C. Roys (1966:162-163), reconoció que la invasión
de los itzáes a Chichén Itzá ocurrió por el lado este de la península de Yucatán, es decir, desde el
área de Cozumel, Playa del Carmen (Pole), la laguna de Bacalar y la Bahía de Chetumal. Para Roys
(1966:163), en el katún 4 Ajaw, fechado entre 1224 y 1244 d.C., los Itzáes ocuparon Chichén Itzá,

A R 157
R C

si o que la úl ma dinas a tolteca había abandonado en el katún 6 Ajaw inmediato anterior, es


decir, entre 1204 y 1224 d.C. Aparentemente, el nombre de Chichén Itzá, cuando fue ocupado
por los toltecas, era Uucil-abnal y los nuevos ocupantes lo bau zaron como Chichén Itzá, “el
pozo del Itzá”. Cabe añadir que Kukulkán fue introducido a Chichén Itzá por segunda vez, en esta
ocasión por los itzáes (Roys 1966:164).
El tercer episodio —que Roys fechó entre 1461 y 1697 d.C.— interpretó que correspondía al
katún 8 Ajaw y lo relacionó con la salida de los itzá de Chichén Itzá, su migración y establecimiento
en el Lago Petén de Guatemala (Pollock 1962:4). En este katún 8 Ajaw, los itzáes se establecieron
en Tan-xuluc-mul, un si o ubicado a corta distancia al norte del lago Petén después de haber
sido expulsados de Yucatán (Roys 1966:162). De acuerdo con Roys (1966:161), los misioneros
españoles, quienes visitaron la región del Lago Petén, en el norte de Guatemala, registraron que
los itzáes hablaban maya y sus orígenes lo atribuían a Chichén Itzá (ver también los estudios de
Jones [1998], Rice et al. [2009] y Rockmore [1998] sobre estos itzáes del norte de Guatemala).
Debemos también señalar que para su reconstrucción histórica de los itzáes, Roys (1966:161)
admi ó haberse basado en unas cuantas narra vas históricas y la interpretación histórica que él
mismo hizo de las profecías del katún.
Correspondió a Thompson (1970) adecuar las interpretaciones históricas de Roys a su propia
interpretación de los eventos históricos y relacionarlos con datos arqueológicos. Para Thompson
(1970:3), los putunes eran maya-chontales, y a una rama de ellos les denominó itzá en Yucatán.
De acuerdo con Thompson, hubo dos llegadas de putunes-maya/chontales-itzáes a Chichén
Itzá. En la primera llegada, estos putunes-maya/chontales-itzáes se establecieron en la isla de
Cozumel y de ahí conquistaron Chichén Itzá en 918 d.C. Estos putunes-maya/chontales-itzáes
que llegaron a Chichen Itzá por primera ocasión construyeron la sub-estructura de El Cas llo.
En una segunda llegada, ocurrida en 987 d.C., o en el katún 4 Ajaw, Thompson (1970; ver
también McVicker 1985:4) sugirió que un segundo grupo de putunes-maya/chontales-itzáes
fuertemente influenciado por Tula llegó a Chichén Itzá, construyeron El Cas llo y trajeron el culto
a Kukulkán, nuevas ideas religiosas, simbolismo, arquitectura y arte. Según Thompson (1970),
las caracterís cas de los putunes incluían ser bilingües, estar influenciados por la cultura del
Centro de México, eran comerciantes que preferían emplear las rutas marinas a las terrestres.
Cabe indicar que la reconstrucción de hechos que realizó Thompson en cuanto a la llegada de
un segundo grupo putún-maya/chontal-itzá a Chichén Itzá en la fecha 987 d.C. (o katún 4 Ajaw)
fue una propuesta o invención del mismo Thompson ya que las fuentes históricas de ninguna
manera mencionan ni a los itzáes ni a Kukulkán en Chichén Itzá en el año 987 d.C.
Hacia finales de la década de 1950, las interpretaciones de los supuestos eventos históricos
que tanto Roys como Thompson propusieron para reconstruir la historia cultural de Yucatán

158 A .U
P , T B C P

sonaban muy atrac vos; de hecho, dichas interpretaciones parecían haber producido más
respuestas que preguntas, y esto sin haber sumado las interpretaciones resultado de los datos
arqueológicos. Por ejemplo, el detallado estudio que Tozzer (1957) realizó sobre Chichén Itzá
empleó fuentes históricas y datos arqueológicos para la reconstrucción histórica y cultural de
ese si o. En su análisis, Tozzer (1957:35; ver también Pollock 1962:7) favoreció la interpretación
histórica de Roys y explicó el desarrollo de Chichén Itzá en cinco periodos. Tozzer (1957:23,41
Tabla I) fechó su periodo Chichén I entre 600 y 1000 d.C. y lo caracterizó —entre otras cosas— por
ser maya. El periodo Chichén II, definido por Tozzer (1957:25,32), se inició en 948 d.C. y concluyó
en 1150 d.C., y aparecen los “templos es lo tolteca”, como son las estructuras 2D5 (subestructura
de El Cas llo), 5C4 (Templo de la Serie Inicial), 5D1 y la cerámica Tohil Plomizo. El periodo Chichén
III comprendió entre 1150 d.C. y 1260 d.C. y se caracterizó por la principal ocupación de Chichén
Itzá, la presencia de cerámica Tohil Plomizo y la construcción de todas las estructuras po pa o-
galería como El Mercado (Tozzer 1957:40-43). Los periodos Chichén IV (1260-1460 d.C.) y Chichén
V (1460-1542 d.C.) posfechan el esplendor de Chichén Itzá y el si o fue u lizado por peregrinos
hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI. Cabe indicar que los cinco periodos cronológicos
de Tozzer que explican el desarrollo de Chichén Itzá comprenden un lapso de 260 años posteriores
a la propuesta cronológica sugerida por Brainerd y Thompson para esa an gua ciudad y el resto
de las Tierras Bajas mayas del norte, como explicamos a con nuación.
Thompson unió esfuerzos con Brainerd y emplearon datos cronológicos de la correlación
Goodman-Mar nez-Thompson —misma que u lizamos hasta hoy día—, así como la interpretación
cronológica de las ruedas calendáricas de cuenta corta regidas por ciclos de katún para analizar
datos arqueológicos. Estos dos estudiosos plantearon sus interpretaciones para reconstruir
la historia cultural de Yucatán, y la crí ca que ellos le hicieron a Roys fue que los eventos que
él databa siguiendo su interpretación cronológica de la cuenta de katunes era 260 años más
tardío que la evidencia arqueológica le sugería al buen juicio de Thompson y Brainerd. Estos dos
arqueólogos produjeron el siguiente cuadro cronológico (Pollock 1962:6):

Tabla 1. Eventos históricos de acuerdo a períodos.


Período Duración Se caracteriza por
Mexicano Tardío 1283 d.C. – 1540 d.C. Fin de Mayapán, conquista española
Mexicano Medio 1185 d.C. – 1283 d.C. Los itzáes abandonan Chichén Itzá
Mexicano Temprano 987 d.C. – 1185 d.C. Toltecas e itzáes ocupan Chichén Itzá
Floreciente 889 d.C. – 987 d.C. Ocupación maya del norte de Yucatán

Hacia principios de la década de 1960, Pollock (1962:7) indicó que había grandes diferencias
entre la reconstrucción de los hechos, tomando en cuenta solamente los datos históricos —la

A R 159
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posición de Roys y Tozzer— y la interpretación de la evidencia arqueológica aunada a los datos


históricos —la posición de Thompson y Brainerd—. Estas diferencias estaban relacionadas con
las fechas de ocupación y abandono de Chichén Itzá por parte de los itzáes. Para Thompson y
Brainerd, la ocupación itzá de Chichén ocurrió en el katún 4 Ajaw, que fecharon en 968 d.C.; para
Roys este evento ocurrió entre 1224 y 1244 d.C., después de que el régimen tolteca que imperaba
o gobernaba Chichén se había colapsado o desaparecido. En cuanto al abandono de Chichén por
los itzáes, Thompson y Brainerd reconocieron que aconteció en el katún 8 Ajaw que dataron entre
1185 y 1204 d.C.; para Roys este acontecimiento sucedió entre 1441 y 1461 (Pollock 1962:7).
Otro aspecto relevante de las diferencias interpreta vas entre el binomio formado por
Thompson-Brainerd y aquel formado por Roys y Tozzer es que, para los dos primeros, los itzáes
trajeron consigo la cultura tolteca a Chichén Itzá, en tanto que los úl mos dos fueron de la
opinión de que los toltecas fueron los primeros en ocupar, vivir y abandonar Chichén Itzá, en
tanto que los itzáes fueron gente que llegaron a este si o después de los toltecas.
Analizando la forma en la cual Roys y Tozzer, por un lado, y el binomio Thompson-Brainerd por
el otro, interpretaban los datos históricos y arqueológicos, resultó claro que hubo discrepancias
significa vas en los intentos de reconstrucción de la historia cultural de Yucatán. Ante el afán
de demostrar de manera contundente qué se interpretaba y por qué, esto parece haber
desencadenado ciertas discrepancias entre el historiador (Roys) y los arqueólogos (Thompson/
Brainerd), llegando al punto de exagerar hechos o, bien, ir un poco más allá de los mismos hechos.
Por ejemplo, cabe recordar que Roys apuntó que no exis an registros históricos de la conquista
de Yucatán por los toltecas, o que su reconstrucción de la historia de los itzáes la basó en unas
cuantas narra vas históricas y la interpretación histórica que él hizo de las profecías del katún.
Thompson, por su parte, estableció en el año 987 d.C. la llegada a Chichén Itzá de un segundo
grupo putún-maya/chontal-itzá, aunque las fuentes históricas de ninguna manera mencionan a
los itzáes ni a Kukulkán en Chichén Itzá en dicho año o a finales del siglo X de nuestra era.
Las propuestas de la reconstrucción histórico-cultural de Roys-Tozzer y Thompson-Brainerd han
sido y con núan siendo el marco interpreta vo de numerosos etnohistoriadores, historiadores del
arte, arqueólogos y epigrafistas, quienes le atribuyen a los putunes, itzáes y toltecas el desarrollo
y evolución social y cultural de Yucatán desde el siglo X en adelante. Al igual que le ocurrió a
Andrews IV, Brainerd y Smith hace medio siglo, hoy día las interpretaciones de etnohistoriadores,
historiadores del arte, arqueólogos y epigrafistas invariable e inevitablemente también terminan
ancladas o relacionadas con la reconstrucción de los hechos, derivada de la interpretación de
las fuentes históricas. A con nuación u lizo como ejemplos algunos resultados de inves gación
relacionados con la etnohistoria, historia del arte y arqueología de Chichén Itzá datados entre los
siglos X y XII de nuestra era y en los que se mencionan a toltecas, putunes e itzáes.

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En los pilares que integran la galería frontal del Templo de los Guerreros de Chichén Itzá se
representan guerreros armados con dardos, elementos para arrojar lanzas y bastones de madera
curvos (Kurjack 1992). Tozzer (1957) iden ficó a estos individuos como toltecas, quienes portan
un pequeño escudo redondo en la parte posterior de sus cuerpos, ornamentos en la cabeza
adornados en la parte frontal con pájaros, ornamentos de pecho en la forma de mariposas o pájaros
(Kurjack 1992). De acuerdo con Taube (1994:239), rasgos como el pequeño escudo redondo y las
serpientes emplumadas iden ficados por Tozzer como toltecas pueden fácilmente rastrearse en las
tradiciones del centro de México, que no son exclusivamente toltecas, en tanto que la iconogra a
del denominado Chichén-tolteca revela un profundo entendimiento y apreciación de las an guas
creencias mayas, así como también de las tradiciones de la costa del Golfo de México y la región de
Cotzumalhuapan, en Guatemala. Por lo tanto, los guerreros representados en la galería frontal del
Templo de los Guerreros no pueden ser iden ficados exclusivamente como toltecas.
En algunos de los pilares asociados con el Templo de los Guerreros, Tozzer interpretó que
guerreros mayas fueron derrotados por guerreros toltecas. Sin embargo, en otros pilares y lugares
de Chichén Itzá, el mismo Tozzer (1957) se contradijo ya que, como ha señalado Kurjack (1992),
en algunos casos los toltecas parecen estar peleando entre sí y capturándose el uno al otro.
Por ejemplo, la iconogra a de los seis paneles del Gran Juego de Pelota de Chichén Itzá ha sido
interpretada como otro espacio en donde se aprecia la supuesta presencia de mayas y toltecas.
Con base en la indumentaria y objetos usados por los individuos en los paneles del Gran Juego
de Pelota, Tozzer (1957) iden ficó dos equipos integrados por mayas y toltecas. Según Tozzer,
cuatro de los paneles representan victorias toltecas, en tanto que los otros dos ilustran triunfos
mayas e, interesantemente, las dos derrotas toltecas están prominentemente ilustradas en los
paneles centrales de la cancha. Kurjack (1992) ha señalado que el mismo Tozzer tuvo problemas en
comprender este arreglo espacial en la iconogra a de los seis paneles del Gran Juego de Pelota ya
que dicha iconogra a debería mostrar exclusivamente triunfos supuestamente toltecas.
También en la iconogra a de Chichén Itzá, Taube (1994:239) ha indicado que la regalía de
turquesa parece ser un elemento de invención tolteca, aunque nota que el resto de la iconogra a
interpretada como Chichén-tolteca sugiere una síntesis autoconsciente de las tradiciones mayas y
tolteca/Centro de México. En vez de haber sido completamente eclipsada por la supuesta influencia
tolteca, las tradiciones mayas son claramente evidentes en los momentos de esplendor de Chichén
Itzá lo cual demuestra que mecanismos sociales y culturales mayas aún estaban presentes y
operaban entre la población (Taube 1994:244).
Otro elemento iconográfico que no puede asociarse exclusivamente con los toltecas es el
relacionado con Quetzalcóatl. Representaciones de serpientes emplumadas existen desde el Clásico
Temprano en Teo huacan y el mito/culto de Quetzalcóatl, según Ringle et al. (1998), pudo haberse

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iniciado desde el siglo VI, aunque fue aparentemente revitalizado en Mesoamérica durante los
siglos X y XI. En otra interpretación, Guillespie (1989:123-207) ha sugerido que el mito y culto de
Quetzalcóatl posfecha el contacto europeo, es decir, fue creado en algún momento del siglo XVI y
no corresponde a un mito prehispánico.
Wren y Schmidt (1991:211) han argumentado que las elites maya y “mexicana” se beneficiaron
por haber realizado alianzas en el plano polí co-militar y no tanto por haberse enfrentado en dicho
terreno. De hecho, Proskouriakoff (1970), siguiendo la línea de razonamiento tanto de Roys como
de Thompson y Brainerd, señaló que grupos “mexicanos” llegaron a las Tierras Bajas mayas y se
asentaron en varias comunidades mayas antes del surgimiento de Chichén Itzá como un asentamiento
importante entre 900 d.C.-1100 d.C. Para Proskouriakoff, fue precisamente la unión entre individuos
“mexicanos” y miembros de las casas gobernantes mayas quienes finalmente conquistaron Chichén
Itzá y, el beneficio de la alianza dio como resultado el compar r pres gio y poder en el si o. Por lo
tanto, el argumento de Proskouriakoff, Wren y Schmidt afirma que una forma de gobierno mul étnica
surgió en Chichén Itzá la cual “representó una instancia cultural de convergencia más que de oposición
entre la elite de dos grupos étnicos” (Wren y Schmidt 1991:201).
La interpretación de Proskouriakoff, Wren y Schmidt propone alianzas polí cas entre gentes
de diferentes grupos étnicos cuando gobernaron Chichén Itzá. Con la interpretación de estos tres
inves gadores sobre la forma de gobierno por medio de alianzas en Chichén Itzá debemos suponer dos
cosas. Primera, que individuos mayas, toltecas, putunes e itzáes dejaban a un lado valores culturales,
símbolos de iden dad e historia común, es decir, elementos importan simos que los iden ficaban
como miembros de un grupo étnico para involucrarse en tareas de gobierno; o bien (segunda), que el
gobierno de convergencia les permi ó interactuar aun cuando los valores, símbolos e historia común
de mayas, toltecas, putunes e itzáes eran totalmente diferentes. Hasta hoy día no sabemos cómo pudo
haber operado el gobierno de convergencia que propusieron Proskouriakoff (1970) y Wren y Schmidt
(1991) para Chichén Itzá; aunque contrario a su propuesta, interpretaciones recientes sobre la forma
de gobierno de esta an gua ciudad sugieren que fue gobernada por un soberano y no por un conjunto
de individuos pertenecientes a dis ntos grupos étnicos (Cobos 2007).
Líneas atrás se indicó que en su intento de reconstrucción histórico-cultural, Thompson
(1970) combinó eventos históricos y datos arqueológicos para explicar dos supuestas llegadas
de putunes-maya/chontales-itzáes a Yucatán. En su primera llegada, estos putunes-maya/
chontales-itzáes vinieron por el oriente de la península, se establecieron en Chichén Itzá
y construyeron la subestructura de El Cas llo. En una segunda llegada, ocurrida en 987 d.C.,
un segundo grupo de putunes-maya/chontales-itzáes fuertemente influenciado por Tula llegó
a Chichén Itzá, construyeron El Cas llo y trajeron el culto a Kukulkán, nuevas ideas religiosas,
simbolismo, arquitectura y arte.

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Contrario a lo propuesto por Thompson (1970), para Kurjack (1992), Lincoln (1986), Maldonado
y Kurjack (1993:100), García Moll y Cobos (2009) y Cobos (2001, 2004, 2006), Chichén Itzá no fue un
si o mexicano o tolteca en Yucatán y tampoco fue conquistado militarmente por los toltecas. Estos
inves gadores reconocen que la elite de Chichén Itzá mantuvo contactos con Tula y otras regiones
de Mesoamérica, y las huellas materiales de estos contactos son claramente visibles en el patrón
de abastecimiento de obsidiana y los es los arquitectónicos, escultóricos e iconogra a de Chichén
Itzá (Maldonado y Kurjack 1993).Por ejemplo, los patrones de abastecimiento de obsidiana de
Tula y Chichén Itzá sugieren fuertemente que los toltecas no fueron los encargados de controlar
el flujo de obsidiana hacia Chichén Itzá (Braswell 2003). Tula controló la fuente de obsidiana
verde de Pachuca y durante el apogeo de este si o, en la fase Tollan (900 d.C.-1200 d.C.), más
del 90% de la obsidiana fue obtenida de esta fuente. Chichén Itzá, por su parte, recibió obsidiana
de diez fuentes, y de ninguna manera la fuente de Pachuca tuvo un papel determinante en
el abastecimiento del si o (Braswell 2003). Si Chichén Itzá hubiera funcionado como un
asentamiento Tolteca, entonces los datos arqueológicos evidenciarían un abastecimiento de
obsidiana exclusivamente de Pachuca, la fuente controlada y u lizada por los habitantes de Tula
durante la fase Tollan. Los datos arqueológicos claramente evidencian que Chichén Itzá tuvo un
aprovechamiento panmesoamericano de obsidiana.
En cuanto a la interpretación del papel que desempeñaron los itzáes en Yucatán, Robles y Andrews
(1986), siguiendo el esquema cronológico y de eventos históricos propuestos por Thompson y
Brainerd, así como el empleo del término Itzá, le dieron un carácter polí co-social a las injerencias
de este grupo en las Tierras Bajas del norte. De acuerdo con Robles y Andrews (1986:87-89), los
itzáes fueron una nueva elite poderosa que se estableció en Chichén Itzá debido al debilitamiento
sociopolí co de la esfera occidental de Yucatán, el control que tuvieron de las costas debido a las
redes comerciales que establecieron y a las habilidades militares del grupo o grupos itzáes que
invadieron Yucatán. Según Robles y Andrews (1986), los itzáes adoptaron como su cerámica la
alfarería perteneciente a la vajilla Peto crema, cuyo origen se encuentra en la cerámica pizarra,
caracterís ca de Yucatán, desde el siglo VII de nuestra era (Brainerd 1958; Cobos 2004; Robles
2006; Smith 1971). De acuerdo con Robles y Andrews (1986), la contribución de los itzáes a la
cultura material de Yucatán fue haber introducido las cerámicas Naranja fino Silhó y Tohil plomizo.
Para Robles y Andrews (1986:90), el fin o colapso de Chichén Itzá se debió al alzamiento generalizado
de gente maya en contra de los opresores itzáes cuya organización económica y polí ca, que era un
aparato de explotación que tomaba ventajas de un viejo sistema, se venía debilitando desde antes
que llegaran al poder en Chichén Itzá. Según Robles y Andrews (1986:90), los itzáes fueron “un poco
más que empresarios”, quienes trataron de revitalizar un sistema que moría y “se convir eron por
un empo corto en los Señores de un viejo orden” en Chichén Itzá y Yucatán.

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R C

Una revisión de la evidencia cerámica y arquitectónica recobrada tanto en Chichén Itzá como en
varios asentamientos costeros nos brindan datos con los que se puede proponer otra perspec va
diferente a la que Robles y Andrews (1986) le asignaron a los itzáes hace un cuarto de siglo. Primero,
las cerámicas Naranja fino Silhó y Tohil plomizo no fueron introducidas tardíamente a Yucatán y
Chichén Itzá por los itzáes, ya que estos materiales arqueológicos se encuentran presentes desde
el siglo X en Chichén Itzá y formaron parte importante del complejo cerámico Sotuta tardío que
caracterizó el apogeo de la ciudad y el funcionamiento de Isla Cerritos, el principal puerto de
Chichén Itzá (Andrews et al. 1988; Cobos 2004, 2010; Gallareta et al. 1989; García Moll y Cobos
2009). Segundo, gobernantes y administradores de Chichen Itzá establecieron una eficiente
infraestructura portuaria que funcionó durante los siglos X y XI a lo largo de las costas del mar Caribe
y Golfo de México y con ella mantuvieron el control de redes comerciales o, bien, se aprovecharon
de ellas (Cobos 2010); los itzáes no par ciparon ni del establecimiento ni del funcionamiento ni de
los beneficios de dicha infraestructura portuaria-marí ma.
Tercero, materiales cerámicos pertenecientes a la vajilla Peto crema hallados en el contexto
arqueológico de Chichén Itzá aparecen sobre el escombro de construcciones o edificios que se
asocian con el apogeo del si o. Por lo tanto, Peto crema posfecha el fin o colapso del sistema
polí co y económico de la ciudad, lo cual debió haber acontecido —muy probablemente—
durante el siglo XI. A par r del siglo XII, y durante siglos posteriores, moradores temporales
ocuparon Chichén Itzá y realizaban ac vidades rituales en el Cenote Sagrado, además de
reu lizar construcciones o edificios datados para el Clásico Terminal (como la Columnata Oeste
[3D1], la Columnata del Sureste [3D10], el Templo de los Paneles [3C16], el Gran Juego de Pelota
[2D1], ver Brainerd 1958:41-45; Cobos y Canto 2009; Peraza 1993:400; Smith 1971:4,260) o,
bien, invir eron un mínimo de esfuerzo para elaborar nuevas construcciones de mampostería
reu lizando elementos de edificios del Clásico Terminal, como fue el caso de la Estructura 3C4 del
Grupo del Osario (Fernández 1996:28-36,114-115). Si los itzáes estaban presentes en Chichén Itzá
en el siglo XII, la evidencia arqueológica sugiere que ocuparon un asentamiento que funcionaba
más bien como centro de peregrinaciones que albergaba a una población muy reducida y sin un
componente polí co y económico que brindara cohesión a sus ocupantes temporales.

CONCLUSIÓN

Con base en las interpretaciones de Roys, Tozzer, Brainerd y Thompson de hechos registrados
en documentos históricos tanto mayas como españoles, etnohistoriadores, historiadores,
historiadores del arte y arqueólogos estudiosos de Chichén Itzá y Yucatán han iden ficado

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a individuos pertenecientes a los grupos étnicos tolteca, putún e itzáes involucrados en


migraciones, conquistas, viajes y la importación de nuevas deidades, creencias religiosas, cultos
y prác cas sociales y culturales desde el siglo X hasta el siglo XVII. Numerosos inves gadores que
estudian el Clásico Terminal y Posclásico con núan acomodando la evidencia arqueológica para
jus ficar los hechos históricos interpretados por Roys y reinterpretados por Thompson hace más
de medio siglo para explicar procesos sociales, económicos y polí cos. Sin embargo, hay que tomar
en cuenta dos cosas para quienes con núan empleando el trabajo de Roys en la reconstrucción
de eventos históricos en Yucatán entre los siglos X y XVII: por un lado, está la reconstrucción de
los hechos que Roys nos legó con base en sus propias interpretaciones como historiador; por otro
lado, están los comentarios del historiador quien claramente señaló la falta de detalles y registros
históricos precisos cuando procedió en su consulta de las fuentes históricas. Esta dis nción es de
suma relevancia ya que hoy día contamos con lo que Roys interpretó como estudioso de la historia;
sin embargo, este estudioso no pudo narrar otros hechos por falta de detalles y registros escritos y
es aquí donde es necesario echar mano de la arqueología.
Un grupo de estudiosos —minoritario por ahora— empleando datos arqueológicos y sus
interpretaciones ha ido más allá y considera que el desarrollo histórico-cultural de Chichén Itzá
y Yucatán fue esencialmente maya. A diferencia de la escasa evidencia arqueológica que estaba
disponible hace medio siglo, hoy día hay suficientes datos para explicar el desarrollo histórico-
cultural tanto de Chichén Itzá como de Yucatán con base en orígenes locales y no tanto por la
llegada, conquista e imposición social y cultural de individuos procedentes de otras áreas (como los
toltecas), o grupos mayas-nahua zados (putunes, itzáes).
Si bien hace más de medio siglo el historiador Ralph Roys y los arqueólogos George Brainerd
y Eric Thompson propusieron una posible reconstrucción histórico-cultural para Yucatán, en
donde involucraron a toltecas, putunes e itzáes, la interpretación de datos arqueológicos nos hace
cues onar muy seriamente dicha reconstrucción histórico-cultural derivada exclusivamente de la
interpretación de datos históricos, tal como lo sugirió Andrews IV (1960). Hoy día, interpretaciones
basadas en datos arqueológicos han tomado un lugar firme en la reconstrucción histórico-cultural
de Yucatán y con ellas podemos cues onar las propuestas de Roys, Brainerd y Thompson y llegar
a argumentos muy, pero muy diferentes a los propuestos por ellos. Estos nuevos argumentos, sin
lugar a dudas, nos permiten colocar en una nueva perspec va histórica y arqueológica a grupos
como los toltecas, putunes e itzáes.

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R C

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168 A .U
9

XCAMBÓ Y SU DINÁMICA COMERCIAL EN EL MARCO DEL ÁREA MAYA

Thelma N. Sierra Sosa

El tema a tratar en el presente trabajo es cómo el puerto comercial de Xcambó sugiere una alta
movilidad poblacional, principalmente comerciantes, que pudieron llegar por erra o por mar al
si o. Asimismo, todos los estudios de los materiales y patrón de distribución del si o nos indican
que durante el Clásico Temprano hubo un flujo intenso de materiales que llegaron a Xcambó de
erras lejanas, principalmente del Petén guatemalteco y de la región de Belice; sin embargo,
durante el Clásico Tardío el esquema del patrón de asentamiento se modifica fuertemente, así lo
manifiestan las estructuras y el movimiento de bienes de comercio. Los materiales del si o son
más diversos y numerosos y la demogra a es más alta. Es notoria la presencia de bienes de la
costa del Golfo y del sur del área maya. Estos datos nos permiten consolidar las hipótesis acerca
de la naturaleza básicamente comercial de Xcambó.
El si o maya de Xcambó se encuentra en la costa norte del estado de Yucatán, y representó
el centro económico más importante de las Tierras Bajas mayas del Clásico Temprano y Tardío
(Figura 1). A 1.5 km de la costa, en un petén rodeado por ciénega, fue edificada la infraestructura
que exigía la en dad socioeconómica de Xcambó, basada fundamentalmente en el comercio y
administración salinera (Figura 2).

A R 169
T N. S S

Figura 1.
El norte de la península
de Yucatán en el que se
muestra la localización
del puerto maya de
Xcambó, en el contexto
geopolí co del Clásico.

Figura 2. Plano del si o Xcambó, Yucatán.

170 A .U
X

Xcambó es un asentamiento del periodo Clásico, con una extensión de apenas 150 m de
ancho por 700 m de largo; sin embargo, posee una serie de caracterís cas que lo definen como
puerto comercial: 1) ocupa una posición ventajosa en la costa; 2) presenta un centro caracteriza-
do por las construcciones más sobresalientes, que pudieron servir a las ac vidades del gobierno
(administra vas, comerciales, religiosas, etc.); 3) con ene un área de viviendas des nadas prin-
cipalmente a las familias de los gobernantes y de la elite; 4) ene lugares de transbordo; 5) posee
un sistema de caminos para el traslado de los bienes (además de las rutas acuá cas); 6) ene
extensas áreas de sustento (por ejemplo las salinas); 7) está dotado de lugares que sirvieron para
el almacenamiento; 8) con ene ar culos importados tanto regionales como suprarregionales
(especialmente los de lujo); 9) y evidencia la existencia de gente dedicada al comercio (Sierra
2004:41) (Figura 2).
El si o de Xcambó presenta dos principales periodos de ocupación, cada uno de ellos se de-
fine por un patrón de distribución dis nto (Tabla 1).

Tabla 1. Complejos cerámicos del puerto de Xcambó, Yucatán (basado en Jimenéz Álvarez y Ceballos Gallareta 2003).

Complejos Grupos Horizontes Esfera Procedencia


(Periodos)

Preclásico Medio Dzudzuquil, Chun- Mamón-Nabanché Tierras Bajas


(c. 800 -300 a.C.) hinta, y Muxanal del sur, Komchén

XTAMPÚ Sapote, Sierra, Cochuah Centro y Nor-


Clásico Teo huacan
Flor, occidente de
Temprano Caramba, Sabán, Yucatán; Norte
(c. 350-550 d.C.) Hubilá, Unto, de Quintana Roo;
Tipikal, Polvero, Petén Campechano-
Habana, Huachi- Tzakol II-III Guatemalteco;
nango, Shangurro, Belice
Timucuy, Águila,
Fase Xolalpan
Balanza, Pucté, Ti-
Temprano
tuc, Triunfo, Holol,
(450-550 d.C.)
Cetelac, Oxil

XCAMBÓ Koxolac, Baca, Te- Esfera Litoral Campecha-


Clásico Tardío Costeña
nabo, Nimun, Dzi- Canbalan no-Yucateco; norte
(c. 550-750 d.C.) balché, Suma, Cui, Mescalapa de la península de

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T N. S S

Ich Kanzihó, Vista Yucatán; sur de


Alegre, Blanquillo, Cehpech Campeche y Norte Teo huacan
Muna, Dzitás, Ticul, Tepeu I-II de Guatemala, Fase Xolalpan
Teabo, Dzibiac, sureste de Tabasco, Temprano
Batres, Hunabchén, Laguna de Términos; (550-600 d.C.)
Chencoh, Kinich, región de Atrasta;
Charote, Arena, región central
Dzityá, veracruzana
Kanachen, Chu-
burná, Maxcanú,
Acú, Chencan,
Holactún, Ixkipché,
Chomul, Tinaja,
Infierno, Egoísta,
Sayán, Saxché,
Petkanché, Sonaja,
Azcorra, Palmar,
Zacatel, Cimatán,
Nonoalco, Punta
Piedra, Chablekal,
Dsicul, Comalcalco,
Jalpa, Paraíso, Hui-
manguillo, Zuleapa,
Balancan, Silhó, Ca-
latraba, Poza Rica,
Cocoyoles, Huanal,
Jilón, Tejar.

KAYALAC Navulá, Mama, Occidente


Posclásico Polvos, Kukula, Tases de Yucatán,
(c. 1100-1543 Ma llas Mayapán, San
d.C.) Gervasio, El Meco,
Cobá

Para el Clásico Temprano (350-550 d.C.), caracterizado por el Complejo Xtampú, el asenta-
miento presenta un centro integrado por un grupo de edificios rela vamente modestos, esta-
bleciéndose en la parte media del Petén. Debieron ser edificios con funciones administra vas,
religiosas, cívicas y residenciales, alrededor de los cuales se levantaron amplios basamentos con
viviendas y numerosos depósitos o áreas de almacenamiento.

172 A .U
X

Debió estar vinculado sicamente por lo menos con un centro importante del interior, tal
como lo indica la presencia de un andador o sac be localizado en la parte sur de Xcambó y que se
prolonga siguiendo la misma dirección (sur) hasta llegar al si o de Misnay, del Clásico Temprano/
Clásico Tardío, localizado a 1.2 km de Xcambó (Figura 3).

Figura 3.
Sac be que comunica
Xcambó con Misnay.

De ahí, el andador se prolonga hacia el interior hasta perderse entre el monte. Durante este
periodo Xcambó debió controlar las salinas de Xtampú y los si os costeros aledaños productores
de sal y de recursos marinos.
Durante el Clásico Tardío (550-750 d.C.) o Complejo Xcambó, todo el sistema anterior fue
reemplazado tranformando la fisionomía del si o, ya que se cubrieron las construcciones del
periodo anterior, se levantaron nuevos edificios y la plaza principal abarcó un área mayor (Figura
4). Se construyeron viviendas sobre las anteriores, cubriéndose los almacenes o depósitos, pro-
bablemente para ser sus tuidos por otros de po diferente.
Se estableció un pequeño centro o plaza pública desde donde parten dos caminos o sac
be’ob; uno se dirige a una unidad residencial localizada en el extremo este del si o y el otro se
interna erra adentro, rumbo a Dzemul (el an guo Cemul). Durante este periodo Xcambó man-
tuvo también una especie de atracadero que se localiza al norte de la plaza principal, en la orilla
de la ciénega (Figura 5).
Para este período se incrementa la explotación de las salinas y se estrechan aún más los vínculos
con las comunidades de la costa, desde Xtampú hasta Providencia, si o costero localizado a 18 km al

A R 173
T N. S S

Figura 4.
Vista panorámica
de la Plaza Principal,
lado norte.

este de Xcambó. En este período tam-


bién se establece una extensa área sali-
nera localizada en el sector noroeste de
Xcambó, amén de la explotación de las
salinas de Xtampú. Es importante re-
saltar que Xcambó estuvo densamen-
te poblado por gente de estatus social
elevado (Sierra Sosa 2004).

EL COMERCIO Y LAS RUTAS

El comercio es un amplio sistema que


operó a larga distancia tanto a través
de las rutas terrestres como acuá -
cas, transportando can dades enor-
mes de variados productos (Roys
1943). La costa era importante para
los sistemas de comercio de larga dis-
tancia, esto es, la ruta de transporta-
ción en donde los asentamientos del
Clásico fueron estaciones especiales
de comercio y las costas tuvieron un
excedente en recursos marinos para
Figura 5. Atracadero o muelle.
las comunidades del interior.

174 A .U
X

De la Costa del Golfo al norte de la Península de Yucatán


El comercio marí mo tuvo gran importancia. Para el Clásico Terminal-Posclásico está bien docu-
mentada la existencia de grupos de comerciantes en la Costa del Golfo, conocidos como putu-
nes, chontales (Scholes y Roys 1948; Thompson 1970), los cuales debieron exis r desde periodos
tempranos. Dichos grupos se cons tuyeron en el enlace para el manejo y distribución de produc-
tos que llegaban desde el al plano central, distribuyéndolos a la región del área maya —a través
de la costa— desde empos muy tempranos.
La Laguna de Términos y los ríos son parte de un inmenso sistema de rutas comerciales y fue-
ron u lizados desde el Preclásico (Eaton 1978). Se u lizaban puertos como Potonchán, Xicalango,
e Itzamkanac o Acalán, que se localiza junto al río Candelaria (se iden fica con el si o de El Tigre,
según Vargas Pacheco 1983), remontándose por un lado a las cuencas del Usumacinta, del Grijal-
va, y llegaban a lugares como Altar de Sacrificios, Seibal, Cancuen etc., hasta los puertos de Naco,
sobre el río Chamalecón, en Honduras y Nito, en el Golfo Dulce. Por otro lado, existe abundante
información etnohistórica, histórica y arqueológica (Andrews 1990; Andrews IV 1969; Benavides y
Andrews 1979; Edwards 1976; Farris y Miller 1977; Freidel 1978, 1979; Hammond 1978; Hender-
son 1976) de los viajes de circunnavegación a los puertos de la península de Yucatán, en donde se
ha documentado la presencia de si os con facilidades portuarias, pudiendo haber servido como
lugares de descanso, de embarque y desembarque o como puertos para realizar transacciones.
Asimismo, se han documentado rutas de comercio en el interior de la península (Eaton 1978;
Hauck 1975; Nelson 1979; Pfeiffer y Stoll 1977; Piña Chan 1978a, b).

De Belice al norte de la península de Yucatán


Hay evidencias de asentamientos costeros que datan desde el 1000 a.C. y algunos, como el si o
de Cerros, que funcionaron desde el Preclásico Tardío como estaciones en el comercio marí mo
de larga distancia entre el norte de Yucatán y las áreas mayas centrales, vía los ríos Nuevo y Hon-
do (McKillop 1980, 1989). En términos de las rutas de comercio postuladas, el asentamiento de
Santa Rita estuvo situado en una posición perfecta para servir a la larga ruta marí ma alrededor
de la península de Yucatán (Chase y Chase 1989). El desarrollo técnico alcanzado por los nave-
gantes mayas les permi ó llevar a cabo el comercio de larga distancia por las agitadas aguas del
Caribe mexicano, auxiliados para llegar a su des no sin riesgos a través de facilidades portuarias
y de alojamiento, señalamientos y marcadores de ayuda a la navegación (Romero Rivera 1991).
Saliendo al mar Caribe, por medio de los ríos navegables de Belice, las canoas de comerciantes
debieron costear el litoral quintanarroense hasta la caleta de Xelhá, Chunyaxché y varios otros
si os de la costa oriental, que debieron ser puertos casi autónomos al comercio exterior; a par r
de ahí el acceso a las unidades polí cos-económicas del noroeste de Yucatán del Clásico Tardío y
Terminal quedaban a un paso (Robles 1981, comunicación personal 2001).

A R 175
T N. S S

En resúmen, podemos decir que en las costas del Golfo, norte de Yucatán, las del Caribe y, en
par cular, las de Belice (Guderjan 1988), ha habido un minucioso trabajo de exploración para
determinar el grado de importacia que debió tener el comercio durante su larga historia, y para
conocer la manera en que las comunidades mayas debieron obtener bienes foráneos.

EL COMERCIO DE LA SAL

La sal fue uno de los principales recursos requeridos por las comunidades humanas a lo largo
de los siglos, ya que es indispensable y ene muchas u lidades importantes, es por ello que su
producción y consumo existe desde empos remotos (Figura 6).

Figura 6.
Producción actual
de sal en Xtampú,
Yucatán.

En las Tierras Bajas mayas se sabe de su uso durante el Preclásico Medio y de su comercio
ininterrumpido hasta nuestros días. Durante la época prehispánica exis ó una fuerte explota-
ción del mineral para el intercambio, a tal nivel que se crearon numerosas redes para el tráfico
a corta y larga distancia entre los si os de la costa de Yucatán, en donde se encuentran fuentes
salineras de excelente calidad, hasta lejanos puntos del Golfo de México y del Caribe, a donde
se exportaron miles de toneladas de sal a través de la vía marí ma costera (Andrews 1980a). Es
por ello que, a su llegada los españoles encontraron que dicha ac vidad económica estaba bien
desarrollada y organizada, tal y como se asienta en las numerosas crónicas de esa época (ver
entre otros Landa 1966; Sahagún 1975).
Los trabajos pioneros sobre el estudio de la sal en empos prehispánicos comenzaron a
finales del siglo XVIII (Blom 1932; Carrillo y Ancona 1897; McBryde 1947; Mendizábal 1929;
Roys 1943, 1957; Thompson 1964), y después de varios años comenzaron a realizarse proyectos

176 A .U
X

encaminados a localizar lugares o regiones de recursos salineros y producción en el área maya


(ver Andrews IV 1968; Coe y Flannery 1967; Eaton 1978; Rathje 1971).
Sin embargo, la más completa inves gación que a la fecha existe acerca del comercio de la
sal es la que llevó a cabo Anthony P. Andrews (1980a,b, 1983a, 1991, 1997, 1998). El autor con-
cluye que en general fue preferida la sal de las costas, y el norte de Yucatán fue una gran zona
productora (Andrews 1983b). Otra de las principales conclusiones del estudio fue que las salinas
del norte de Yucatán fueron la principal fuente de abasto salinero para las Tierras Bajas mayas,
desde el Preclásico hasta la conquista española (Andrews 1980a). Las nuevas inves gaciones que
se enen en Guatemala y Belice indican claramente que los sistemas de producción y rutas de
comercio de larga distancia durante el Clásico fueron muy variadas; las poblaciones de las Tierras
Bajas del sur pudieron acceder a varias fuentes dis ntas sin quedar exclusivamente dependien-
tes de la sal de la costa norte de Yucatán (Andrews 2002).
De acuerdo con las inves gaciones realizadas exis ó una demanda importante de la sal en el
norte de la península. Y de acuerdo con nuestros estudios, las salinas dependientes de Xcambó
fueron las más importantes durante el Clásico, y la principal base de su desarrollo.

EL COMERCIO EN XCAMBÓ

Con base en los dos grandes periodos de ocupación antes mencionados que presenta Xcambó,
es indudable que exis ó una gran ac vidad comercial. Además de su infraestructura expuesta,
existen en el si o numerosos bienes foráneos, tanto dentro de la península de Yucatán, como
regional y suprarregional. Asimismo, Xcambó tuvo como principal recurso de comercio la admis-
tración y control de la sal, amen de objetos manufacturados de concha, y los recursos marinos
comes bles (pescados, mariscos, etc.).
En el puerto comercial de Xcambó pueden presumirse diversas formas de comercio: 1) aque-
lla de carácter individual que se realizaba al interior de la comunidad, a través de la adquisición
de bienes entre los diferentes sectores de producción; este comercio debió realizarse en el ám-
bito familiar y podría entenderse como áreas de mercado; 2) el comercio en el que intervenía
directamente el gobierno administra vo, ya que estaba de por medio la base económica o bie-
nes de la comunidad de la elite. Éste tenía un área de acción rela vamente grande, pues par -
cipaba en la red comercial regional, es decir, con las comunidades del interior; 3) el comercio a
larga distancia, el suprarregional, en el que el gobierno administra vo tuvo mayor control. Los
comerciantes viajaban, tanto por rutas terrestres como marí mas y fluviales, en largas jornadas
que llegaban a puertos de comercio intermediarios, o directamente a las comunidades donde
vendían y obtenían bienes y productos.

A R 177
T N. S S

De Xcambó, el principal producto que se comerció fue la sal, obteniendo a cambio diversos
bienes como materias primas, objetos manufacturados (ornamentales o de uso suntuario, ce-
remoniales o rituales y también de uso diario para la preparación de alimentos), así como de
subsistencia, tales como los alimen cios (vegetales, animales, etc.).
Durante el Clásico Temprano llegaron a Xcambó materiales cerámicos de los si os comarcanos
del centro y noroccidente de Yucatán; mantuvo también relaciones con los si os del norte de
Quintana Roo, con los si os del Petén campechano-guatemalteco, con los de Belice y con Teo -
huacan (Ceballos 2003). Cabe mencionar que, en el caso específico de Xcambó, la influencia teo-
huacana es prác camente nula y se reduce a unos cuantos elementos decora vos y formales en
ciertas vasijas de supuesta apariencia teo huacana. Sin embargo en las excavaciones del Barrio
de los Comerciantes en Teo huacan se hallaron materiales cerámicos de incues onable origen
yucateco. Si bien esto no es una prueba fehaciente de un contacto directo entre Xcambó y Teo -
huacan, sí nos permite argumentar que el puerto de Xcambó formó parte de una serie de puertos
emplazados a lo largo del litoral del Golfo a través de los cuales los mayas yucatecos pudieron
establecer contactos comerciales con Teo huacan durante el Clásico Temprano.
Durante el Clásico Tardío, los contactos comerciales de Xcambó, de acuerdo con los mate-
riales cerámicos presentes en el si o, fueron con los si os de las costas aledañas del norte de
Campeche y occidente de Yucatán, con si os aledaños del centro y noroccidente de Yucatán, con
los si os del noroeste peninsular, con si os del Petén campechano-guatemalteco, con la cuenca
del río Grijalva-Mezcalapa de Tabasco y la Sierra Zoque de Chiapas, así como con la cuenca media
y baja del río Usumacinta de Tabasco y Chiapas, con la zona de la Laguna de Términos y la región
de Atasta y, por úl mo, con la región central veracruzana (Jiménez 2002).
De la variedad y volumen de los materiales de comercio que fueron recuperados en el puerto
de Xcambó a través de sus dos grandes periodos de ocupación, más del 90% de los materiales
cerámicos, incluyendo la presencia de vasijas en los más de 600 en erros, fueron principalmente
importados regional y suprarregionalmemte, asimismo, un significa vo número de figurillas de
terracota (23 completas y cientos de fragmentos de otras). Por otra parte, nuestro inventario
lí co de artefactos de pedernal indica que la mayoría provenía de la región del sur (el Puuc) y un
menor porcentaje fue traído de la región de Belice. Por otro lado, más del 90% de la obsidiana
proviene de las fuentes del Petén guatemalteco (Braswell, comunicación personal 2000), mien-
tras que para el Tardío el porcentaje restante fue importado de dis ntas fuentes como Zaragoza
en Puebla, Pachuca en Hidalgo y Ucareo en Michoacán.
La turquesa pudo llegar de manera indirecta desde algún si o de la costa del Golfo; sin em-
bargo, el 100% de la piedra verde debió llegar del Petén guatemalteco desde el Clásico Tempra-
no, tal como ocurre con las dos figurillas al es lo Mezcala de Guerrero; el basalto en forma de

178 A .U
X

metates, manos de metates y machacadores llegaron de Belice durante el Clásico Temprano,


con nuando su uso hasta el Tardío.
Es sintomá ca la presencia en Xcambó de una gran variedad y número de materiales cerámi-
cos (como las vasijas) y artefactos de lujo que hasta la fecha no se han encontrado en otros si os
de Yucatán. Esto puede tener su explicación en el po de sociedad que tuvo; hablamos de una
densidad poblacional, sobre todo durante el Clásico Tardío, en un si o pequeño, en donde vivió
gente dedicada a la administración de las salinas y el comercio, con un estatus económico alto.
Por otra parte, la mayoría de la población eran comerciantes y muchos otros probablemente
artesanos también de alto rango social, de tal forma que en el si o no se haya representado el
grueso de la población (campesinos, pescadores, salineros, etc.), pues no se dis ngue diferen-
ciación de los medios de consumo tanto materiales (vasijas, artefactos) como alimen cios. Las
viviendas son básicamente similares, fueron bien elaboradas y los en erros recuperados en su
interior presentan numerosas ofrendas de alta calidad (Figura 7).
La calidad de puerto que ene Xcambó puede sugerirnos la presencia de gente procedente
de diversos lugares. A través de un estudio de isótopos estables, realizado en muestras dentales
de 132 individuos, se puede afirmar que al menos 4 individuos podrían ser inmigrantes regio-
nales, procedentes de la parte norte de Yucatán; 10 individuos restantes probablemente hayan
llegado a Xcambó de lugares lejanos como la costa del Golfo peninsular en Campeche o Quintana

Figura 7. En erros de Xcambó, Yucatán.

A R 179
T N. S S

Roo y 118 son oriundos de Xcambó o sus alrededores (Price y Burton 2006, 2008, 2010; véase
también Cucina en este volumen).
En suma, el puerto comercial de Xcambó, mantuvo sus propios ar culos ceremoniales, ritua-
les, ornamentales, etc., los cuales no salieron del si o, sino que fueron usados solamente por
dicha población. Su función consis ó en la administración de las salinas y los productos marinos,
además de ser el centro de captación de bienes local, regional y suprarregionalmente.
El puerto de Xcambó no estuvo aislado, y hay que visualizarlo dentro del escenario sociopolí -
co del norte de Yucatán. Al inicio del Clásico Temprano son indiscu bles las influencias culturales
que desde el Petén comenzaron a manifestarse en las estructuras tempranas de las comunidades
mayas, sobre todo en el norte de la península. Esto se hace evidente desde muy temprano en
si os como Oxkintok, Tihó (la moderna Mérida), Izamal, Yaxuná, Ek Balam, entre otros, los cua-
les se transformarían pronto en capitales regionales. Sin embargo, a través del empo se dieron
otros procesos que cambiaron aún más el escenario norteño de Yucatán, en primer lugar el esta-
blecimiento de un nuevo orden polí co-cultural y económico y el surgimiento de nuevos centros
urbanos, uno de los más grandes hasta ahora conocido fue Izamal. Izamal mantuvo bajo su égida
sociopolí ca y económica un amplio territorio y debió tener ingerencia sobre los si os contem-
poráneos que jerárquicamente estuvieron bajo su control como Acanceh, Aké, Ucí y Cansahcab,
ubicados en la parte noroeste de las planicies; por otra parte, exis eron si os contemporáneos
en la región del Puuc, tales como Oxkintok, Chunchucmil, Uxmal, Kabah, Labná, además los de la
costa oeste adyacente, los cuales sugieren haber sido independientes, pero con dominio sobre los
numerosos si os localizados dentro de sus propias áreas de influencia.
Por otra parte, Izamal debió tener una importante ingerencia sobre numerosos si os de la
costa noroeste, que sugiere la posibilidad de que esa metrópolis haya controlado los recursos
costeros. No rechazo la posibilidad de que esos si os hayan podido obtener dichos recursos
directamente, más bien propongo que un gran potencial de control de los recursos marinos y
salineros estuvo centralizado por Izamal. Es probable que Xcambó en el Clásico Temprano haya
par cipado de algunos beneficios al formar parte de la red comercial de Izamal, pero como alia-
do en un marco económico-polí co, para dotar a dicho si o, como otras comunidades costeras,
de los recursos salineros y marinos, de tal forma que Xcambó como centro administra vo sali-
nero y puerto comercial mantuvo cierta autonomía para realizar otras formas de comercio. Su
ubicación estratégica a la orilla de la ciénega, misma que servía como ruta de transporte rápida y
segura, en el petén más grande y dotado de recursos básicos para la subsistencia (agua potable,
materia prima para las construcciones y productos alimen cios), le propiciaron mantener un
comercio principalmente a gran escala. Es sintomá co el hecho de que desde este periodo exis-
era una homogeneidad social con elevada heterogeneidad biológica (pues estaban en contacto

180 A .U
X

constante con gente de diferentes lugares, lo que permite el establecimiento con nuo de per-
sonas de diferentes procedencias). El si o, como ningún otro registrado a la fecha, presenta una
diversidad de materiales cerámicos y artefactos, sobre todo foráneos. A través de la ruta costera
(ciénega) Xcambó mantuvo un fuerte contacto comercial, como hemos señalado, con si os del
centro y noroeste de Yucatán, del norte de Quintana Roo, con los si os del Petén campechano-
guatemalteco y con los de Belice.
El panorama que se vislumbra para los años 550-750 d.C. parece marcar el inicio de un nuevo perio-
do, durante el cual la civilización maya alcanzó su máxima complejidad sociocultural (cfr. Jiménez et al.
2000). Durante este periodo solamente existen si os aislados que empiezan a ejercer cierto predomi-
nio —Dzibilchaltún, Chichén Itzá, Uxmal, Culubá—, mientras que los si os tempranos estaban aún
en vías de reestructuración. Todo esto influyó de manera decisiva en el enfoque del comercio del
Clásico Temprano, pero no logró que Xcambó desapareciera, sino que se mantuvo de manera más
autónoma; el si o de Xcambó tenía en sus manos todos los recursos locales para mantener una
economía fuerte, como el control de la producción de las salinas y la explotación de los recursos
marinos, los cuales por su naturaleza siempre fueron indispensables para la subsistencia.
Con el crecimiento de la población socialmente homogénea adentro del si o, pero con ele-
vada heterogeneidad biológica, tal como se da durante el Clásico Tardío -y de la economía del
puerto—, Xcambó se transformó sicamente para resolver las exigencias de un puerto en creci-
miento rápido y con fuerte demanda.
El puerto de Xcambó reorientó sus intereses económicos, estableciendo nexos directos e in-
directos con la costa del Golfo. Tuvo relaciones con los si os de las costas aledañas de Campeche
y del occidente de Yucatán, con el centro y noroccidente de Yucatán; con el noroeste peninsular,
con el Petén campechano-guatemalteco, con algunos si os de la cuenca del río Grijalva-Mezca-
lapa de Tabasco y la sierra Zoque de Chiapas, con algunos lugares de la cuenca media y baja del
río Usumacinta de Tabasco y Chiapas, con la zona de la Laguna de Términos y la región de Atasta
y con algunos si os de la región central veracruzana.
Uno de los obje vos de las ya consolidadas en dades polí cas mayas del Clásico Tardío (750-
900/1000 d.C.) era ampliar al máximo sus áreas de dominio, centralizar toda la producción y
tener el control del movimiento de bienes. Por otra parte, debieron tener la necesidad de esta-
blecer su presencia en los puertos de su jurisdicción, y que estuvieran en las rutas más transita-
das, sobre todo que los ar culos de lujo fluyeran sin riesgos. La mejor tác ca debió ser quitarle
autonomía a aquellos puertos de interés y establecer sus puertos de enclave. Es así que durante
este periodo surgen nuevos puertos con diferentes nexos comerciales, quedando Xcambó en
una posición de desventaja, consecuencia de dichos sucesos exógenos aunado con los factores
internos del puerto, lo que inminentemente lo llevó a su abandono.

A R 181
T N. S S

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A R 185
10

CALAKMUL: PODER, PERSEVERANCIA Y PERSISTENCIA

William J. Folan / María del Rosario Domínguez C. / Joel D. Gunn, Abel Morales L. /
Raymundo González H. / Gerardo Villanueva G. / Nuria Torrescano V.

Según Marcus (2004a), los estados primarios de la región del Petén de las Tierras Bajas de los mayas
incluyen la apariencia de las grandes ciudades de Calakmul y Tikal. Para los fines de esta inves gación
socio y biocultural, vamos a enfocarnos en Calakmul y su corte real, asentado sobre un gran domo de
22 km2 (Folan 1994:58) (Figura 1), conformada por un palacio, un Grupo E con una estructura de po
templo en sus límites norte y sur y un Juego de Pelota, como la capital de un estado primario en el
Petén campechano localizado en el centro de las Tierras Bajas mayas (Anónimo 1932; Stuart y Stuart
2008), ubicado en el mesoplano kárs co ondulado-Calakmul en la región de la Biosfera Calakmul (Do-
mínguez et al. 2011; Folan et al. 2011, 2012; Gates 1992, 1999) en el Petén campechano, incluyendo lo
que Flannery (1972) y Marcus (1973) han considerado como centros tributarios.

Figura 1.
La plaza principal y
corte real de Calakmul
viendo al sureste,
incluyendo su Grupo
E, templos y el Palacio.
El Juego de Pelota se
encuentra hacia el lado
suroeste (acuarela por
Ernesto Tamay Segovia).

A R 187
W J. F /M R D C /J D. G /A M /
R G /G V /N T

Es poco dudoso que si os como Calakmul y Tikal representan grandes poblaciones humanas
altamente organizadas con poderosos gobiernos centralizados incluyendo componentes intelec-
tuales, espirituales y militares en adición a la burocracia para apoyarlos en su gobernancia sobre
sus capitales y territorios. Este incluyó el patrón de asentamiento de todas sus cortes reales
desde empos más tempranos hasta los úl mos años del Clásico.
Desde hace mucho hemos sabido que la corte real de Calakmul ha prevalecido desde los
empos del Preclásico de acuerdo con las inves gaciones del Centro de Inves gaciones Históri-

Figura 2.
Mapa de Calakmul,
Campeche.

188 A .U
C :P ,

cas y Sociales (CIHS) de la Universidad Autónoma de Campeche (UAC), realizados de 1982 hasta
1994, que incluye nuestras excavaciones y el mapeo de 6,195 estructuras localizadas en un área
de 30 km2 (Folan et al. 1990, 2001, 2008; May Hau et al. 1990) (Figura 2), recientemente conver-
do en una imagen de tres dimensiones por Winemiller (2010).

LA LOCALIZACIÓN Y COMPONENTES DE LOS PATRONES DE ASENTAMIENTO

Tomar en cuenta la inquietud de Marcus (2004a), relacionada al porqué las capitales y territo-
rios de los estados primarios como Calakmul y Tikal están localizados en el Petén campechano
y guatemalteco, es un problema complejo. Calakmul, por ejemplo, está en el centro geológico
del mesoplano kárs co-Calakmul (Domínguez et al. 2011; Folan et al. 2011, 2012; Gates 1992,
1999) y el centro geográfico de las Tierras Bajas de los mayas (Anónimo 1932; Stuart y Stuart
2008) y Tikal es el centro rector de la cuenca alta del río Holmul según Vilma Fialko (Carta a
Folan, 7/8/2010).

Clima y agua
La ocupación del Petén campechano y guatemalteco por grandes poblaciones a través del em-
po, ha dependido de sus periodos de precipitación equita va y de la accesibilidad de agua po-
table de superficie. Este factor hizo posible la sustentabilidad y expansión de la región. Según
Siemens (2009), el proceso de desarrollo demográfico en la región comenzó cerca de la delta
del río Candelaria hace unos 7,000 años. Aunque exis a suficiente agua potable de superficie
accesible para un grupo limitado de pioneros durante una parte del año, este solamente hubiera
mantenido grupos pequeños de cazadores recolectores y hor cultores incipientes. Antes de que
las poblaciones aumentaran en número, fue necesario establecer fuentes de agua más seguras
durante todo el año, principalmente en la forma de aguadas (Domínguez y Folan 1996; Folan et
al. 2012; Geovanni y Mar nez Davila 2008; Gunn et al. 2002, 2011).
Cuando hablamos de “precipitación equitativa”, estamos hablando de periodos aproxi-
madamente iguales de temporadas húmedas y secas (Gunn et al. 1994, 1995; Torresca-
no Valle et al. 2009) (Figura 3). Esta combinación de temporadas provee una temporada
húmeda para el desarrollo de cosechas, después de la quema de una milpa ya tumbada
durante la temporada de sequía. Las llamadas “quemas calientes” produjeron fragmentos
de calcina que consiste en piedra madre de calcio y sulfato de cal restaurando así micronu-
trientes al suelo (Faust et al. 2010).

A R 189
W J. F /M R D C /J D. G /A M /
R G /G V /N T

Figura 3. Periodos de clima equita vo. El clima es mado basado sobre la descarga del
río Candelaria (Gunn et al. 1994, 1995) muestra periodos de precipitación equita va
desde alrededor de 700 a.C y 300-800 d.C. Durante estos periodos Calakmul mostró sus
episodios culturales más llama vos de expansión durante el Preclásico Tardío y Clásico
Temprano y Tardío (cf Rice 2004).

El maíz y otras plantas no se desarrollan si el suelo no ha sido quemado (Gallegos Osuna,


comunicación personal 2008). Probablemente más que cualquier otro componente cuidadosa-
mente balanceado de la milpa de las Tierras Bajas, estos micronutrientes fueron los responsa-
bles de la sustentabilidad de larga duración de la civilización maya. Existe la posibilidad de que
la plaga natural de las aflicciones de deficiencia natural que afectan la civilización de las Améri-
cas están relacionadas con el sistema de fer lización que no restaura los nutrientes inorgánicos
crí cos en muchos casos, siendo esta una afirmación de la visión afortunada o el alto nivel de
percepción de los an guos agricultores mayas.

LA FORMACIÓN DE SOCIEDADES COMPLEJAS EN EL INTERIOR DE LAS TIERRAS BAJAS

En el momento que la población aumentó, al mismo empo que alcanzó su habilidad para pro-
ducir consumibles adecuados para sus necesidades, grupos de familias extendidas comenzaron a
organizarse en unidades pequeñas. Encontramos posibles analogías de grupos acampados en 1974
alrededor de un cenote en el sac be Cobá/Ixil. Ellos desarrollaron comunidades familiares más per-
manentes como los que encontramos en Ixil, Yucatán, durante el mismo viaje en 1974, alrededor
de una laguna alcanzada durante nuestro viaje desde Cobá para seguir y definir la existencia del
sac be Coba/Ixil (Folan 1977a). El asentamiento en Ixil estuvo mejor designado para mantener una
sociedad hor cola dependiente de una precipitación equita va combinado con la accesibilidad
de una can dad adecuada de agua potable sobre la superficie y la fauna durante todo el año. Los
mayas, tarde o temprano, desarrollaron comunidades más permanentemente asentadas, con una
orientación familiar, como los que encontramos en Ixil, Yucatán así como los cehaches (Villa Rojas
1985) y las Misiones de la Montaña (Konrad 1999). El asentamiento en Ixil estuvo mejor diseñado
para mantener una sociedad hor cola durante la temporada de sequía, pero siempre dependiendo
de una precipitación equita va y de la accesibilidad al agua de superficie. Grupos parecidos fueron
observados sistemá camente por Ze na (2005) alrededor de Edzná.

190 A .U
C :P ,

Con la apariencia de “hombres fuertes” y sus familias extendidas, asentamientos pequeños


formaron cacicazgos apoyados por la mayoría que contribuyeron para organizar cortes reales ade-
más de otras obras públicas y obligaciones económicas, incluyendo lo que parece ser un área de
mercado en Calakmul, separado de la corte real, al sur, por un muro de mampostería de 6 metros
de altura y 1.53 metros en su base, atrás de la Estructura VII (Folan 1991-1992). Aunque no sabe-
mos exactamente dónde ocurrió esto, podemos es mar que comenzó hace unos 600 años antes
de Cristo en lugares como Calakmul, Nakbe, Tikal y Tintal (Clark y Hansen 2001, Folan et al. 2008;
Forsyth 2005; Hansen 2011; Marcus 2012) y su ciudad gemela de El Mirador durante el Preclásico
Medio, todos con cortes reales, pero no todos con el poder, la perseverancia, ni la persistencia
esencial para sobrevivir unos 1,500 años o más, como sucedió con Calakmul.
La clasificación de estados primarios de Marcus (2004a) en el área maya fue, para estos estados, la
capacidad para mantener su organización polí ca intacta durante periodos largos, en contraste con los
que no solamente perdieron sus centros tributarios o aliados, sino también a sus ciudadanos. Aparen-
temente uno de los factores más importantes para la formación, sobrevivencia o perseverancia, como
un estado primordial, es la habilidad para poder mantenerse como una en dad viable incluyendo
la habilidad de garan zar acceso a suficientes comes bles y agua. Al mismo empo, era necesario
protegerse de sus enemigos cercanos y lejanos mientras retenían y adquirían nuevos aliados, te-
rritorios, intercambios y tributos por medio de conquistas, casamientos, alianzas y otras formas de
esfuerzos. Es la localización de un centro y su región que ene una importancia óp ma como en el
caso de Roma. De acuerdo con Cohen (1978), Flannery (1999) y Marcus (2004a), el conflicto mili-
tar fue una de las mejores rutas para adquirir una formación estatal y su con nuidad en el Petén,
como fue ampliamente demostrado por Calakmul y en otros lugares en Mesoamérica, incluyendo
la conquista de México por los españoles en el siglo XVI.
Los textos dinás cos en el Petén campechano y guatemalteco con fechas del ciclo 8 entre
41 y 435 d.C. están ubicados dentro de un área de 1,500 km2 (Folan et al. 2011; Marcus 2004b)
indicando una interconec vidad más que e mera entre ciudades (Figura 4). Estas ciudades inclu-
yen a Calakmul y Tikal, con su esfera de influencia asociadas con Tikal apareciendo un poco más
temprano que los de Calakmul. Según Marcus (2004b), aunque la esfera de influencia de Tikal es
más an gua que Calakmul, según sus textos dinás cos, Calakmul con sus 6,195 estructuras y 120
estelas terminó siendo la metrópolis y estado regional más grande del Petén, con la distribución
de su glifo emblema más grande que cualquier otra dinas a en el área maya, permaneciendo en
el mismo lugar central durante más de 1,500 años.
La importancia y tamaño de Calakmul serían más obvios si aplicamos el concepto de la tasa de
55% para la habitación contemporánea (Folan 1977b) en lugares como Teo huacan (Sanders 2008)
y Tenoch tlan. Este concepto reduciría sus poblaciones al punto que serían comparables con algu-
nas de las ciudades urbanas en el área maya como Calakmul y Cobá (Folan et al. 1983, 2008).

A R 191
W J. F /M R D C /J D. G /A M /
R G /G V /N T

También, según Marcus (2004b), debido a que la esfera polí ca de Calakmul cubrió alrededor
de 31,000 km2 o más, siempre exis a el peligro que las unidades polí cas leales más lejanas de
la capital se unieran en ocasiones a otras capitales regionales o se convir eran en ciudades tri-
butarias buscando autonomía y presentando así una situación hasta más dinámica (Grübe 2000;
Marcus 1995, 2004b). Un ejemplo de esto es el caso del centro tributario de Oxpemul con su
corte real y 23 estelas, el palacio de un sahal u otro personaje de alto rango anexado a su Chibal
be o sac be de 1,200 m de largo y 20 m de ancho y .40 m a 2 m de altura, relacionado con linajes y

Figura 4.
Distribución de si os
asociados con fechas
del Ciclo 8 marcados
con un triángulo
(Marcus 2004b).
Aparentemente
Oxpemul debe estar
incluido de acuerdo con
inves gaciones más
recientes del CIHS de la
UAC (Robichaux 2009).

uniendo su corte real en su Meseta Principal, comparable al tamaño de Calakmul, con su Meseta
Suroeste representando otra importante concentración. Fue hasta el 751 d.C. cuando la dinas a
Kan o Chan, pero no Calakmul mismo, fue aparentemente conquistada (Folan et al. 2010a) por
un rey de Oxpemul cuya imagen está esculpida en la cara principal de la Estela 9, representado
con un arma en su mano, a la vez que está pisando el cuerpo y la cabeza de una serpiente con un
afijo ka en su cabeza (Robichaux y Prue 2005).
Las razones anteriores del desarrollo de Calakmul regionalmente in situ, a un tamaño tan
grande como es en relación con la dimensión de sus centros hermanos, son de interés. Como he-

192 A .U
C :P ,

mos notado a través de las úl mas tres décadas (Folan 1981, Folan et al. 1983; Gunn et al. 1994,
1995; Gunn y Folan 2000), el clima de cualquier localización en la península de Yucatán depende
de la localización del ecoentorno tropical y subtropical durante cualquier periodo. Otros inves-
gadores han sugerido que el ITCZ es un asunto crí co (eg. Haug et al. 2001). Aunque el ITCZ,
el ecoentorno tropical-subtropical, es decir, la división entre húmedo, seco y el subtropical alto
de Bermuda/Azora, junta todos los aspectos del mismo empo/clima tropical del Atlán co; en
realidad, lo importante es la localización del ecoentorno que define el equilibrio entre una tem-
porada húmeda y seca así como las temporadas crí cas al sistema agrícola altamente produc vo
y sustentable desarrollado por los mayas. Al mismo empo que el ecoentorno se mueve al norte
durante un periodo de calentamiento global, los trópicos se expanden y el empo de lluvia es
más largo, mientras se mueven al sur con un enfriamiento global, los trópicos se contraen y el
empo de lluvias es más corto. Un escenario en cualquier dirección de un clima equita vo daña
los principales subyacentes básicos de una milpa sustentable. Nuestro modelo ha es mado que
durante los periodos del Clásico maya, el clima fue largamente dispuesto a temporadas húmedas
y secas equita vas enfa zado más tarde por Nooren et al. (2009).
Con condiciones globales y locales de precipitación, poniendo el escenario para la expansión
de Calakmul, se encuentra otro factor que sobresale como explicación por su considerable poder
como gobierno. Como Ford (1996) indica en su estudio de los gobiernos del este de la península,
desde las ruinas de El Pilar a Tikal, la complejidad administra va aumenta en una proporción
inversa al acceso y seguridad natural de agua. En otras palabras, se puede reponer agua potable
por medio de una organización dedicada a la conservación de agua para empos de necesidad.
La can dad enorme de energía dedicada a la conservación de agua en Calakmul (Braswell et al.
2004; Domínguez y Folan 1996; Folan et al. 1995; Gunn et al. 2002) y Tikal (Scarborough 1998)
subraya esta observación. En el caso de Calakmul, el almacenamiento de agua es predecible,
mientras que Tikal se encuentra en la orilla de una serie de ambientes incluyendo bajos húme-
dos (Fialko et al. 2005) dentro del llamado distrito lagunero de la parte sur de la península de
Yucatán. Calakmul, por el contrario, se encuentra afuera de un distrito lagunero 100 km al norte
de Tikal, en un área más kárs ca, y por esta razón, en el excesivamente bien drenado terreno
del mesoplano kárs co ondulado-Calakmul. El Bajo de El Laberinto al sur de Calakmul es notable
por la presencia de parches extendidos de sales de yeso durante la época de sequía que tenía
la capacidad de producir agua no potable sin un manejo excesivo de las corrientes de agua y
sus depositarios durante la temporada de lluvias. Según un plano del INEGI, este bajo, como El
Ramonal, El Desempeño y Edzná representan poljes (Servicio Geológico Mexicana [SGM] INEGI
2007). Los resultados del análisis de una muestra reciente tomada de la delta del río Candelaria
(Gunn et al. 2008), nos reveló que los arquitectos del estado primario de Calakmul, o de su go-

A R 193
W J. F /M R D C /J D. G /A M /
R G /G V /N T

bierno complementario o del gobierno bajo su control concentrado en la parte de abajo del río,
tenían la capacidad de restringir la salida de sedimentos hasta la delta durando hasta el Clásico
Terminal. Las sales, sin embargo, siguen otro camino opuesto formando una parte grande de los
solubles saliendo de arriba durante el Clásico, pero disminuyendo durante el Posclásico. Noso-
tros podemos formar una idea de un sistema substancial de infraestructura incluyendo presas en
el río Candelaria que hizo posible controlar el flujo de agua. Siemens y Hebda (2009), Siemens y
Soler Graham (2003) y Vargas Pacheco (1999) documentan tales estructuras en la parte de abajo
del río Candelaria, mientras que imágenes remotas preliminares proporcionadas por Christo-
pher Brown del Bajo de el Laberinto sugieren la probabilidad que también pueden exis r allá
(Gunn, comunicación personal 2009).
Inves gaciones recientes en Oxpemul en el Bajo de El Ramonal, al norte de Calakmul (Folan et
al. 2010a), sugieren una condición más favorable para la agricultura. La ciudad de Oxpemul está,
en realidad, localizada en el Bajo de El Ramonal, implicando más la potencialidad aparente de
u lizar este bajo para la producción de comes bles, como lo indican los 64 camellones encontra-
dos, mapeados y excavados por Morales López (2010) (Figura 5), que enen un promedio de 7 m
de largo 2 m de ancho y 25-30 cm de altura y las dos terrazas asociadas, respec vamente, con
cerámica del Preclásico Tardío y Clásico Tardío, ambos periodos de adecuada precipitación en el
Petén campechano.

LINGÜÍSTICA Y LAS MIGRACIONES DE POBLACIONES

Según Josserand (2002, 2007), Laca-


dena y Wichmann (2002) y Rodríguez
Manjavacas (2010), la distribución de
grupos lingüís cos en la península de
Yucatán y las Tierras Bajas mayas, en
general, se debe a la expansión del
grupo cholano hasta el Petén alre-
dedor del fin del periodo Preclásico
y principio del Clásico. En algunos
lugares, ellos toman el lugar de los
hablantes de yucatecano donde ya
exis eron. En otros casos, los yucate-
Figura 5. Los camellones de Oxpemul descubiertos y levantados por A. Mora-
les López (2010). Dibujo por J.J. Cosgaya Medina. canos terminaron como parte de una

194 A .U
C :P ,

mezcla de ambos grupos con los cholanos, tomando una posición superior en la jerarquía. De
esta manera, exis ó un contacto cercano entre grupos de la frontera en el caso de, por ejemplo,
los yucatecanos sureños y los cholanos del poniente, pero no antes del Clásico. Esto abrió la po-
sibilidad de una relación de intercambio norte/sur y este/oeste.

Anatomía y gené ca
Según Cucina y Tiesler (2008), un corredor fue establecido erra adentro desde el norte al sur
de las Tierras Bajas de los mayas como un con nuo durante el Clásico. Mientras tanto, basado
sobre la morfología dental, si os en el sureste del Petén guatemalteco establecieron relaciones
cercanas limitadas con los calakmuleños. Otros grupos relacionados al norte en la península de
Yucatán, como en el caso de Noh Bec (Cucina y Tiesler 2008; Rodríguez Pérez et al. 2008) están
situados en la parte sur del Cono Sur dentro del actual estado de Yucatán o, por ejemplo, en
Kohunlich y Dzibanché en el sur de Quintana Roo, definiendo una vez más una posible ruta de
intercambio, también definida lingüís camente por Josserand (2002, 2007).
El análisis de Pompa y Padilla (2010), basado sobre sus inves gaciones de los restos humanos
del Cenote Sagrado de Chichén Itzá, indicaría una relación entre ellos y la morfología dental de
en erros de Altar de Sacrificios y Seibal, dando así vida a la migración de los itzáes del Petén
hasta Chichén Itzá (sin embargo, véase Cobos en este volumen).
Braswell et al. (2004) y Braswell y Glascock (en prensa) iden ficaron El Chayal en Guatemala
como la fuente del 83% de la obsidiana registrada durante nuestras excavaciones en Calakmul,
en adición a la jadeíta de las Tierras Altas de Guatemala, seguido por la obsidiana proveniente
de Ucareo, Michoacán y Pachuca en el Estado de México. Según Braswell (en Folan et al. 2010b)
la obsidiana de Ucareo y Pachuca está asociada con cerámica Ceh Pech del Clásico Terminal en
lugares como Chichén Itzá después del 900 d.C., apoyando así el contacto entre Calakmul y el
norte de Yucatán en la forma de intercambio y tal vez de otros aspectos más. Quizás, los mate-
riales del El Chayal hubieran seguido la misma ruta del comercio, por el río Usumacinta.
Fue durante el Clásico Temprano que si os como Becan, Balam Ku y Nadzcaan estuvieron
incluidos dentro del reino de Calakmul antes de que ellos comenzaran a mover su reino al sur,
haciendo una frontera con Oxpemul durante el Clásico Tardío (Domínguez et al. 2010). Es aquí
donde fue formada una zona de amor guamiento (Folan 1996, 2004) establecida entre los esta-
dos regionales de Becan y Calakmul, que formaron parte de una ruta este/oeste de intercambio
entre los estados regionales del Golfo de México y el Caribe, representando de esta manera uno
de los casos del modelo de Marcus (2004a) en referencia a la pérdida de tributarios unidos, en
este caso, con la formación del Estado Regional de Becán. Más tarde fue Cobá, Palenque y Co-
pán, además de otros aliados, los que quedarían al borde del camino (Marcus 1995).

A R 195
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R G /G V /N T

Cambios de cerámica
Durante el mismo empo que grupos de cholanos de la región de Río Bec comenzaron a invadir
Calakmul, ya debilitado por un periodo con nuo de sequía (Gunn et al. 1994; Medina-Elizalde
et al. 2010), ellos trajeron cerámica a Calakmul desde el norte con trazas de paligorskita (Do-
mínguez 2008). Más o menos al mismo empo, miembros de un grupo lingüís co trajeron tra-
diciones cerámicas, avanzando del norte a sur hasta el estado regional de Calakmul, durante un
periodo climá co no menos favorable para el bienestar de la ciudad alrededor de 800 d.C. Du-
rante el empo de desplazamiento de norte a sur en los periodos del Clásico Tardío y Terminal,
Calakmul aparece como un centro receptor de tradiciones cerámicas tanto de las procedentes
del norte como de las representa vas del sur, en donde las adopta como tal para su producción a
gran escala, o bien modifica los mo vos es lís cos creando diseños propios para su distribución
y consumo en su territorio regional a la vez que se introduce cerámica de la región del Usumacin-
ta de acuerdo con Budet y Bishop (base de datos 2011). Fue durante este empo que Calakmul
también representó un punto focal de comunicación de norte/sur y este/oeste, según Josserand
(2002, 2007) reforzando así su posición como un lugar central mientras que los hablantes de más
de una lengua traían cerámica y el concepto arquitectónico de cuartos pequeños y abovedados
extendidos en la fachada de estructuras principales como en el caso de Ek Balam (Le cia Vargas
de la Peña, comunicación personal), Sayil, Edzná, Balam Ku (Becquelin et al. 2005,) Calakmul (Fo-
lan et al. 2008) y finalmente El Mirador (Suyuc Ley y Hansen 2006) que, en cada caso, formaron
su propio corredor de norte a sur, extendiéndose desde el norte de Yucatán al Petén guatemal-
teco, definido anteriormente y biogeográficamente por De la Maza (1999).

GRANDES CIUDADES Y CIUDADES NO TAN GRANDES

La idea de que Calakmul y Tikal representan grandes ciudades, mientras que Nakbe y El Mirador
representan experimentos en urbanización y en alcanzar el nivel de Estado, es evidente ya que
sus cortes reales prominentes y bien desarrolladas duraron solamente unos cuantos años en
comparación con otras ciudades en las Tierras Bajas mayas, demostrando así una falta de poder
y persistencia. Oxpemul, por ejemplo, aunque no tan monumental, duró desde el Preclásico Me-
dio hasta el fin del Clásico Terminal o unos 1,500 años, como el caso de Calakmul (Domínguez et
al. 2011) enfa zando así su persistencia.
Aunque Domínguez (1993) iden ficó cerámica del Clásico Tardío de su pozo realizado en la ori-
lla del Bajo del El Laberinto, no registró cerámica del periodo Tepeu I que pubiera asociarse con el

196 A .U
C :P ,

reinado de los kanes en Calakmul de 637-737 d.C., según Mar n y Grübe (2008). De acuerdo con
nuestros cálculos, este pudo ser un periodo de precipitación excesiva que pudo inundar los bajos,
incluyendo el área de las habitaciones donde fue excavado el pozo 13.
Fue durante este empo que la dinas a kan estableció relaciones polí cas, además de milita-
res, en los numerosos centros (20) de poder (Braswell 2005), desde Piedras Negras en el suroes-
te, Copán en el sureste, Oxpemul al norte y Cobá en el noreste.
Aunque las relaciones políticas regionales y las conquistas de Calakmul fueron evidente-
mente exitosas, siempre existieron indicaciones que no todo estuvo bien en casa si toma-
mos la Estructura II como un ejemplo. Aunque un palacio (Estructura II-b) con tres crujías
fue construido en la fachada principal de la Estructura II, encima de una estructura más
temprana de tipo palacio, ellos fallaron en la terminación de la remodelación de la fachada
de este gran monumento dejando secciones de un mascarón grande de la dinastía previa
que adornaba su fachada oriental parcialmente expuesta a la vista, además no terminaron
las tres nuevas escaleras que llegarían al nivel superior de la fachada de la originalmente
tríadica Estructura II que está relacionada con los aspectos religiosos, cívicos y militares de
la sociedad (Folan et al. 2001), parecido a Las Monjas de Uxmal (Ringle 2012), ni la escalera
superior que llegaría a la cúspide de la Estructura II-A, como en el caso del Templo IV en
Tikal durante el Clásico Tardío (Ponciano et al. 2011). Adicionalmente, varios de los peque-
ños cuartos ya mencionados fueron construidos encima de las pocas escaleras terminadas,
o sus bases, más arriba de la fachada durante el Clásico Terminal, además de la escalera
megalítica que se dirige a la parte baja de la Estructura II-A, durante el Clásico Terminal,
que no fueron modificados (Folan et al. 2001).
Aunque se supone que la conquista de Calakmul por Tikal durante el Clásico Tardío, en 695
d.C., fue la causa de cambios en las relaciones extranjeras y poder polí co de Calakmul (Marcus
2004a, Marcus y Folan 1994; Mar n y Grübe 2008), esto no disminuyó la capacidad de Calakmul
para mantener alianzas y dedicar monumentos jeroglíficos así como mantener una población
razonable. Durante el Clásico Terminal todas las indicaciones arquitectónicas y cerámicas sugie-
ren que la población de Calakmul fue considerable en el área excavada por nosotros adentro y
alrededor de la corte real (Folan et al. 2008).
Siguiendo los empos turbulentos, durante la interfase Clásico Tardío/Terminal, la ciudad fue
fuertemente afectada por una disminución en la precipitación pluvial en el cul vo de sus milpas
y una falta de agua en sus aguadas. En relación y asociación con el periodo de sequía, el nivel de
potasio en el Bajo de El Laberinto cayó a 2 ppm en promedio, implicando tal vez una reducción
demográfica de un 80% en relación con su nivel más alto (Gunn et al. 2010) (Figura 6).

A R 197
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Figura 6.
Perfiles de potasio y magnesio del Pozo Estra gráfico 13 de
Calakmul ubicado1200 m noroeste de la Plaza Central. Capa 2,
Clásico Terminal; Capa 3, Clásico Tardío; Capa 4, Clásico Tempra-
no: Capas 5 y 6, Preclásico.

TIEMPO PARA PONERSE EN MARCHA

Durante los siglos IX y X del Clásico Terminal, hablantes de cholano y yucatecano del oeste se
desplazarían al norte, donde par ciparían en el renacimiento de lugares como Chichén Itzá y, tal
vez, Uxmal (Adams 2005; Josserand 2002, 2007). Este fue seguido, en un sen do, por movimien-
tos más tempranos de los itzá a Chichén Itzá y los kanes (Chanes) a Calkiní (Folan et al. 2007),
donde representan el segundo lugar en ocurrencias de su apellido (Chan) después de los canules
(David Bolles, comunicación personal 2009).
Arquitectónicamente, durante el Clásico Terminal la fachada incompleta de la Estructura II fue
ocupada por un grupo nuevo de gente, posiblemente asociado con los cehaches, que llegaron de
Yucatán. Ellos construyeron alrededor de 56 cuartos con 14 entradas conservadas in situ, 13 gra-
das elevadas y 22 nichos en la fachada de la Estructura II, donde llevaron a cabo múl ples ac vi-
dades domés cas asociadas con 38,000 estos cerámicos del Clásico Terminal (Domínguez 1994),
combinado con la producción de artesanías y proyec les, a la vez que añadieron varios cuartos en
la base de la escalera principal accesando a la Estructura II-A (Folan et al. 2008) (Figura 7).
En referencia a las conchas de mar, de agua dulce, perlas y espinas de mantarraya, iden fi-
cadas por Villanueva G. (s.f), y otras más, principalmente de contextos del Clásico Terminal, se
iden ficaron can dades regulares de especies del Golfo de México y el Caribe, así como porcen-
tajes considerables de especies del Océano Pacífico, indicando el intercambio directo o indirecto
a Calakmul desde todos los puntos cardinales (Figura 8). Iden ficamos, por ejemplo, muchas
conchas trabajadas (64%) sobre todo de la fachada de la Estructura II, incluyendo fragmentos de
Spondylus principes del Cuarto 7 y otros fragmentos de Spondylus principes de la Estructura I y la
Estructura VII, pero ninguno de la Estructura III, la que se asoció mayormente con gasterópodos

198 A .U
C :P ,

(22), algunos Strombus principes y muchas Oliva sp. Aparentemente, 57% de las conchas de los
chultuno’ob excavado por Zapata Castoreña (1985) en Calakmul son Spondylus príncipes, indi-
cando un posible basurero cerca de un taller de artesanías, como los de la Estructura II.

Figura 7. Estructura II. Este perfil registra varios de los rasgos de la Estructura II durante el Clásico Terminal levantado y dibujado por
Aida Amine Casanova Isaac y Abel Morales López, incluyendo los cuartos levantados sobre la fachada principal y el túnel realizado
por el Proyecto Calakmul, UAC, en el lado Sur.

Figura 8.
Una ilustración
incluyendo las conchas
iden ficadas por
Gerardo Villanueva
García (sin fecha)
y sus porcentajes
en la colección.

A R 199
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Una totalidad de 46% de los Spondylus principes registrados por nosotros son del Golfo de
México, lo que nos indica que probablemente fue la fuente de las pocas almejas registradas
para el consumo viniendo posiblemente de Chakanputun (Landa 1978) o del estuario del río
Candelaria, documentando las influencias más lejanas de Calakmul como un lugar central desde
el este, oeste y sur como mínimo. Aunque no registramos Spondylus principes en la excavación
de la base, ni los cuartos y plataforma de la Estructura III, varios ejemplos fueron registrados en
su Tumba 1 del Clásico Temprano (Pincemin 1994).
Una comparación rápida de las conchas de Calakmul con las de Tikal (Moholy Nagy 2008) nos
dejó con la impresión de que ambos gigantes de la cultura maya tenían acceso básicamente a las
mismas, o similares, fuentes de conchas, tal vez en can dades diferentes a través del empo. E.
Wyllys Andrews IV (1969:43), en su libro sobre las conchas de las Tierras Bajas mayas, nos infor-
ma que las conchas llevadas hasta el Petén, en general, eran del Golfo de México y no desde el
Caribe, sin mencionar can dades representa vas provenientes del Pacífico (en Pincemin 1994),
en contraste notable con nuestras iden ficaciones en Calakmul por Villanueva (s.f.).
Como ejemplo de otros contactos entre Calakmul y las Tierras Altas de México, tenemos la
cerámica manufacturada en Calakmul que fue iden ficada en Teo huacan (Bishop, comunicación
personal 2009). Sin embargo, sus can dades no han sido consideradas como estadís camente va-
lidas. Folan et al. (2008) ha tomado otros indicadores para representar la importancia de Calakmul,
como un actor principal en Mesoamérica y como un centro urbano temprano y un estado primario.

DISEÑANDO MODELOS Y VERIFICANDO LA SECUENCIA DEL DESARROLLO DE CALAKMUL

Para resumir brevemente, nos hemos enfocado en el desarrollo de Calakmul y su región


desde 1000 a.C., hasta 1000 d.C. Hemos basado nuestra información sobre la región en
múltiples líneas de evidencia colectada por nosotros a través de los últimos 30 años. Nues-
tra estimación de la paleoclimatología de la región está basada en las relaciones calculadas
a un nivel global-regional.
Toda esta panoplia de cambio cae dentro de la esfera lingüís ca yucatecana que se exten-
dió al sur (Josserand 1995) por medio de un ducto cultural que se encuentra en el drenaje del
río Desempeño, en gran parte ubicado en el bajo de El Ramonal, entre la serranía de Xbonil
al oeste, y la serranía de Xpuhil al este, ubicado en el mesoplano kárs co-Calakmul (Figura 9)
(Domínguez et al. 2011; Folan et al. 2011, 2012; Gates 1992, 1999). El área de mayor impor-
tancia se encuentra en el bajo de El Laberinto al sur de Calakmul, hasta la frontera de Guate-
mala y El Mirador. Este corredor lingüís co se asemeja al corredor humano de Cucina y Tiesler

200 A .U
C :P ,

Figura 9.
Mesoplano kárs co-
Calakmul. Las áreas
elevadas están
representadas en tonos
grises más oscuros en
el mapa de base del
Modelo de Elevación
Digital. El ancho y largo
es de aproximadamente
100 por 250 km.
Geología estructural
revelada por la topogra-
a ASTER GDEM y los
datos de exploración
petrolera subterránea
interpretados por G.
Gates. El sinclinal es
inferido de geología
fotográfica y ha de
considerarse provisio-
nal. El an clinal que se
muestra en la figura es
una revisión del mapeo
hecho por López Ramos
(1981) (Domínguez
2011, Folan et al. 2011,
2012).

(2008) y el corredor biogeográfico de De la Maza (1999), un corredor mejor descrito como una
ruta cultural y biológica que da acceso hasta y afuera de Calakmul y el Petén guatemalteco. En
pocas palabras, El Mirador no estuvo preparado al principio de varias sequias mayores en las
Tierras Bajas mayas dejándolo abierto a la conquista (Marcus 2004a) o a un abandono forzado
por falta de agua.
Si los refugios de esta mal lograda ciudad cambiaron o no hasta Calakmul después de su
colapso es un interrogatorio de interés. Muchas razones han sido sugeridas por inves gado-
res como Hansen (comunicación personal, 2011), incluyendo la epigra a (Freidel et al. 2007)
conquista (Marcus 2004a) y sequía (Gunn et al. 2010). Si los refugios llegaron de El Mirador a
Calakmul directa o indirectamente puede ser resuelto por ADN o la morfología dental entre
otros análisis basados sobre los numerosos en erros excavados en ambos si os. Aunque Ca-
lakmul y El Mirador eran ciudades hermanas según Hansen (comunicación personal, 2011),
este no elimina la posibilidad de ser ciudades gemelas (Folan 1994).

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OBSERVACIONES

Los datos anteriores sugieren el siguiente modelo sobre la importancia rela va de aumentos de
población, el empeoramiento de la reacción ambiental y u lización del comercio desde y hasta
las ciudades interiores del Petén.

1. Durante el Preclásico, las ciudades formaron centros cívicos/ceremoniales dando coherencia


a las poblaciones locales en la competencia de terrenos fér les incluyendo recursos hidráuli-
cos y rutas externas de intercambio.
Adams y Jones (1981) nos han proveído un modelo demográfico de distribución de este pe-
riodo en la forma de una extensión rela vamente uniformada de comunidades a través de las
Tierras Bajas (Figura 10) que no incluye El Mirador porque fue pensando que era una excep-
ción alejada de la distribución de ciudades.
2. Durante el Preclásico Tardío y el Clásico Temprano, las ciudades volvieron a ser centros cere-
moniales, cívicos y polí cos.
3. Durante el Clásico Tardío las ciudades fueron primeramente centros de intercambio polí co
con responsabilidades ceremoniales/cívicas para aumentar la producción local de cosechas
y control de la población. Durante esta etapa, las ciudades variantes y más grandes están
localizadas en nexos crí cos de intercambio. Por esta razón, estas ciudades se acercan a la
naturaleza de ser “grandes ciudades” en la terminología de estudios urbanos.
4. Durante el Posclásico, ciudades en el interior de la península declinan a favor de las ciudades
en la costa. El interior de la península se vuelve periférico a las ciudades en la franja costera.
El interior se vuelve periférico a las ciudades costeras en lugar de ser el centro del sistema del
mundo maya (Gunn e IHope Members 2010). Centros de distribución (impuestos y peaje) y
guarniciones se mueven del interior hasta la costa y a lo largo de la costa (Folan et al. 2010a,b).

Figura 10. La distribución de los tamaños de ciudades durante los periodos de la cultura maya (adaptado de Adams y Jones [1981]).

202 A .U
C :P ,

Se puede poner a prueba el modelo del Clásico Tardío por medio del análisis de un mapa con
una comparación entre los estados regionales de Calakmul y Tikal. En la (Figura 11) la configu-
ración del estado de Calakmul y Tikal sugerido por Adams (2005:174-185, Mapa 5.2) está sobre-
puesto al de Folan et al. (2008, 2010a,b) del sistema de ríos transpeninsulares determinado de
imágenes remotas. En este mapa, Calakmul está en una posición de ser un punto de distribución,
incluyendo contribuciones y control polí co en el corredor Candelaria-Caribe-Toma llal, Escon-
dido entre la Laguna de Términos al oeste y la Bahía de Chetumal al este.

Figura 11. Los corredores de Calakmul y Tikal. Las zonas de conflicto aparecen sombreadas donde los corredores traslapan (adap-
tado de Gunn y los Miembros IHOPE 2010).

Tikal es el centro comercial para el corredor Usumacinta-San Pedro-Azul Hondo con básica-
mente los mismos puntos de par da y fin. Entre los dos corredores se encuentra lo que Adams
ha clasificado como una zona de amor guamiento dentro del cual no existe ningún centro gran-
de administra vo y, en realidad, El Mirador que desapareció de la lista de grandes centros admi-
nistra vos durante el Preclásico Tardío está en el margen de la zona de amor guamiento, como
un cliente de Calakmul (Marcus 1976).
Examinando las variantes de los cuatro modelos mencionados líneas atrás, desde una pers-
pec va de empo, puede ser el caso que las primeras etapas aportan una explicación para la
evolución de Calakmul, desde el Preclásico hasta el Clásico Tardío. Marcadores para estos epi-
sodios son las estructuras polí cas localizadas y uniformemente distribuidas durante el Preclá-
sico y la extensión aparentemente del poder de algunas ciudades como Calakmul y Tikal más
allá del límite de los 60 km durante el Clásico Temprano. Con la invasión de ciudades mayores

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favoreciendo otras ciudades durante el Clásico Tardío, la primera alianza de Calakmul/Caracol


gana control sobre Tikal y su corredor, seguido por la revitalización de Tikal después de 615
d.C. Coincide, además, con el periodo seguido por la revitalización de Tikal después de 695 d.C.
Este se relaciona con el periodo más ac vo de construcción en Tikal reflejando un “ambiente
de grandeza” (Mar n y Grübe 2008:50) entre 695 y 724 d.C. siguiendo la declinación rela va
de Calakmul.

CONCLUSIÓN

Basado en lo anterior, parece razonable sugerir que el desarrollo de Calakmul como una “gran
ciudad” centralmente localizada y su resistencia de larga duración y poder sostenible, está aso-
ciado a su localización en el mesoplano kárs co-Calakmul (Domínguez et al. 2011; Folan et al.
2011; Gates 1992, 1999), en medio de las Tierras Bajas mayas (Anónimo 1932; Stuart y Stuart
2008) y a la necesidad de una precipitación equita va (Faust et al. 2010; Folan et al. 2008),
(ecoentorno tropical–subtropical), en adición a los suelos fér les probablemente limitados en
las bases de los escarpamentos, cerros y orillas de bajos y tal vez en los bajos mismos como en el
caso de El Laberinto (Folan et al. 2011) y el Ramonal especialmente durante el turnamil durante
el mes de noviembre (Gallegos Osuna, comunicación personal 2011) incluyendo la siembra de
algodón (Gunn et al. 2011) cuando hay menos lluvia, ya que algunos bajos están húmedos des-
pués de la mayor parte de la temporada de lluvias. Este está en combinación con la habilidad
para recolectar y conservar can dades suficientes de lluvia y posiblemente algo de agua de sus
terrenos a través del empo, especialmente durante la temporada de lluvias, pero no para la
irrigación según Lisa Lucero (en prensa). Siemens (2011) habla del “manejo del agua” (Siemens,
carta 3/12/2011).
Calakmul, estando asentado en el centro del mesoplano kárs co y geográfico de las Tierras
Bajas de los mayas, en adición a sus poderes militares, diplomá cos y económicos, y basados
sobre la distribución de su glifo emblema, resultó ser la Meca como el blanco de las mayores
en dades polí cas del área maya extendiéndose directamente o indirectamente hasta Teo -
huacan. No cabe duda que el disparador que derribó esta gran metrópolis, su estado regional
y aspiraciones imperiales fue una falta de precipitación equita va que generó una sequía que
cualquier persona viviendo dentro de la inmensidad del Petén podría entender. Cuando no había
lluvia para su milpa, exis a poco o nada de maíz para moler, ni frijoles, calabazas o chiles para
rellenar su jícara.

204 A .U
C :P ,

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212 A .U
11

LAS TRADICIONES CERÁMICAS: UN INDICADOR DE MOVIMIENTOS


POBLACIONALES EN LA REGIÓN DE CALAKMUL, CAMPECHE

María del Rosario Domínguez Carrasco / William J. Folan

El análisis de los materiales cerámicos del estado regional de Calakmul y de sus alrededores
(Figura 1) por medio de técnicas arqueológicas y analí cas fisicoquímicas, nos ha proporcionado
importantes datos respecto a desplazamientos de poblaciones en dicha región y en regiones cir-
cunvecinas. Lo anterior ha sido determinado tanto por la distribución, la presencia y la ausencia
de tradiciones cerámicas, así como
por los atributos sicos de las vasijas
y la composición de las pastas a tra-
vés de su caracterización química.
Lo que a con nuación se presen-
ta, incluye un análisis compara vo de
materiales cerámicos diagnós cos de
diferentes periodos cronológicos y de
diferentes si os procedentes de cua-
tro regiones aledañas a la región de
Calakmul: la región del estado de Ca-
lakmul (Folan et al. 1999, 2008, 2010),
la región oriental colindante al estado
de Calakmul (Sprajc 2001, 2003, 2005,
2006; Sprajc et al. 1996), la región norte
del Petén guatemalteco (Hermes 2002;
Hermes y Contreras 2002) y la región
Figura 1. Estado regional de Calakmul y algunas de sus ciudades tributarias
norte del estado de Calakmul, limítrofe (Marcus 1973, 1976).

A R 213
M R D C /W J. F

con el estado regional de Río Bec (Domínguez y Espinosa 2009; Domínguez et al. 2010, 2011; Folan et
al. 2009) (Figura 2); mismos que fueron estudiados con la finalidad de iden ficar la presencia de las di-
ferentes tradiciones cerámicas de Calakmul en dichas regiones y a par r de esto inferir la presencia de
posibles movimientos de los bienes cerámicos, que funcionaron en un momento determinado, como
un posible indicador de desplazamiento de grupos de población a nivel inter- e intrarregional.

ANÁLISIS DE LOS MATERIALES

El proceso de estudio de los materiales incluyó, en un primer momento, el análisis de la cerámica por
medio del método po variedad, con la finalidad de iden ficar la cronología de los asentamientos
así como determinar la presencia de pos cerámicos que pudieran representar tradiciones cerámicas
significa vas. Posterior a esto se seleccionó una muestra de pos cerámicos diagnós cos, represen-
ta vos de los diferentes periodos de ocupación para que fueran analizados mediante la aplicación de
técnicas fisicoquímicas como la difracción de rayos X, la microscopia electrónica de barrido de bajo
vacío (Domínguez y Espinosa 2009; Domínguez et al. 2001, 2002a, 2002b, 2003), la petrogra a
(Chung y Morales 1999; Chung et al. 1997) y la ac vación de neutrones (Domínguez et al. 1998).

Figura 2.
Regiones de estudio:
región del estado de
Calakmul, región orien-
tal colindante al estado
de Calakmul, región
norte del Petén guate-
malteco y región norte
del estado de Calakmul,
limítrofe con el estado
regional de Río Bec
(mapa modificado por
Domínguez, tomado de
Vela 2010).

214 A .U
L :U C ,C

Las muestras de cerámica de la región del estado de Calakmul incluyen una temporalidad
que va del Preclásico Tardío hasta el Clásico Terminal (Domínguez 2008), los materiales de la
región norte del Petén guatemalteco incluyó cerámica correspondiente a los periodos del Clá-
sico Temprano al Clásico Terminal (Hermes y Mar nez 2005), mientras que los materiales de la
región oriental colindante a Calakmul (García 2006), así como los de la región norte del estado de
Calakmul limítrofe del estado regional de Río Bec mostraron una ocupación que va del Preclásico
Medio al Clásico Terminal (Domínguez et al. 2011). En todos los casos se seleccionaron muestras
correspondientes a vasijas de po u litario y de pres gio (103 muestras), destacando por sus
frecuencias materiales de los grupos cerámicos Sierra, Águila, Balanza, Triunfo, Nanzal, Tinaja,
Infierno, Máquina, Cambio, Encanto y Saxché.
La caracterización realizada a las muestras de arcillas recolectadas en las diferentes regiones de
estudio (37 muestras), determinó un patrón homogéneo en cuanto a la composición química de las
mismas, en donde la arcilla montmorillonita aparece como una de las principales arcillas del Petén
tanto en el sur de Campeche como en el norte de Guatemala, a diferencia de la caolinita, que se
distribuye en la parte norte de la península de Yucatán (Domínguez 2008; Rodríguez et al. 2000)
(Figura 3). El análisis efectuado a las muestras cerámicas presentó variantes en la composición quí-
mica de las mismas de acuerdo con las dis ntas regiones de estudio (Domínguez et al. 2005).

Figura 3.
Distribución regional de
las arcillas iden ficadas
(mapa modificado por
Domínguez, tomado de
Vela 2010).

A R 215
M R D C /W J. F

PRESENCIA Y DISTRIBUCIÓN DE TRADICIONES CERÁMICAS

Realizando una combinación y comparación del análisis químico de los estos cerámicos y de las
arcillas, observamos que durante el Preclásico Tardío tanto la cerámica de la región de Calakmul
como de la región oriental aledaña a esta y de la región norte colindante con Río Bec muestra
gran similitud con las tradiciones del sur, principalmente con el Petén guatemalteco, en donde
las vasijas parecen presentar la misma técnica de manufactura, con formas y acabados similares
representados por los grupos Sierra, Polvero, Flor Crema, Achiote y Sapote. No obstante, existen
materiales cerámicos de la región norte que exhiben una mayor relación con la región de Río
Bec, como algunas variedades de los grupos Flor Crema y Sapote, así como la cerámica del grupo
Maxcanú, originaria de esta región.
Desde el punto de vista químico, el po Sierra Rojo presenta una manufactura homogénea en
todas las regiones de estudio, a base de carbonatos y de fragmentos de cerámica generalmente
presentes en barros con hema ta, mostrando visiblemente una definida tradición cerámica en el
ámbito regional. No obstante, es importante resaltar en la cerámica del grupo Sierra, procedente
de la parte norte cercana a la región de Río Bec, la presencia de una gran diversidad en las pastas
cerámicas, en el acabado de superficie y en el grosor de las paredes de las vasijas que no se pre-
senta en las otras regiones de estudio, aspecto que fue, asimismo, reportado por Ball (1977) para
el si o de Becan. Lo anterior nos indica producciones cerámicas diferentes, con la explotación de
una mayor can dad de fuentes de arcilla para esta región de Río Bec.
El Clásico Temprano es el periodo del surgimiento de las capitales regionales mayas y en la
región del Petén, y Calakmul se manifiesta como la capital de un nuevo estado regional (Marcus
1973, 1976). En general, los materiales estudiados de este periodo exhiben una fuerte filiación
con la esfera Tzakol del Petén guatemalteco, reflejada por la alta frecuencia de pos monócromos
anaranjado y negro, pertenecientes a los grupos cerámicos Águila y Balanza, respec vamente y
cerámica polícroma del grupo Dos Arroyos. Asimismo, existe un equilibrio entre la presencia de
tradiciones cerámicas de la región de Río Bec y del Petén, que nos confirma lo que Ferguson y
Adams (2001) mencionaron respecto a la influencia cultural de la esfera de Calakmul en el es-
tado regional de Río Bec caracterizado como un periodo de máxima autonomía de este úl mo.
Es en este periodo y en esta región norte donde también se observó la fabricación local en gran
escala de una variedad del grupo cerámico Águila, la Flamboyán cuya ausencia en la región de
Calakmul, en la región este y en el Petén guatemalteco nos confirma su restringida manufactura
y distribución para la región de Río Bec y la parte norte del estado regional de Calakmul.
El Clásico Tardío refleja un periodo de gran intensidad cultural y demográfica en las regio-
nes de estudio. Los altos porcentajes de cerámica y la gran variedad en los pos u litarios y de

216 A .U
L :U C ,C

pres gio muestran un momento de máxima extensión cultural en la mayoría de los si os de las
regiones en estudio. En este mismo periodo la estrecha similitud observada entre los atributos
sicos de la cerámica de Calakmul con la región oriental y del Petén guatemalteco, en grupos
cerámicos diagnós cos como el Nanzal, el Infierno y Chinjá Impreso, es indica vo de la existencia
de patrones de tradiciones cerámicas regionales. Por otra parte, con núa durante este periodo
la expresión de tradiciones cerámicas que comparte la región de Calakmul con la de Río Bec a
través de pos cerámicos ausente en el sur de Calakmul, como el grupo Traino que muestran
valores de estandarización y regionalización muy importantes.
En cuanto a la cerámica polícroma de este periodo, hemos definido también la presencia
de dos tradiciones cerámicas que fueron ampliamente extendidas y delimitadas. La primera de
estas, formada por los grupos Saxché y Palmar, y que denominaremos como la tradición sur, se
ex ende hacia la región del Petén, incluyendo al estado regional de Calakmul y la parte oriental
de este mismo. Esta se encuentra presente en Becan como producto de importación y, al pare-
cer, con un uso muy restringido, en tanto que en la región de Calakmul aparece frecuentemente
como resultado de una definida relación cultural entre Calakmul y los si os del Petén central.
La segunda, conformada por el grupo Chimbote, se distribuye mayormente en la región de Río
Bec, Chenes y norte de Yucatán, por lo que la denominaremos como la tradición norte, siendo
mínima su presencia en las demás regiones de estudio (región oriental de Calakmul y región del
Petén guatemalteco).
El Clásico Terminal refleja una época de cambios importantes en la cerámica, pues se introdu-
cen nuevos pos provenientes de regiones del norte de Yucatán, los cuales adoptan nuevas mo-
das en la decoración una vez que llegan a la región de Calakmul. De igual manera, se manifiesta
la presencia de las vajillas Naranja Fino, Gris Fino, Pizarra y Pizarra Delgado, que demuestran una
cercanía con las tradiciones cerámicas de las regiones del noroeste de Yucatán y del Usumacinta.
No obstante, con núa la fuerte presencia de tradiciones cerámicas peteneras, reflejando rela-
ciones culturales de Calakmul con las regiones de estudio.
El Posclásico o complejo Cehache está representado en Calakmul principalmente por incen-
sarios po Mayapán, algunos de los cuales fueron producidos localmente, mientras que otros
presentan cambios en la composición de la pasta que pone en duda su procedencia ya que
también difieren químicamente con los incensarios provenientes de Mayapán. Lo anterior sin
embargo, nos indica una relación con las tradiciones cerámicas de Mayapán y de Dzibilchaltún
a través de la imitación en su es lo, más que la representación de importación de bienes o el
desplazamiento de gente del norte para establecerse en Calakmul.

A R 217
M R D C /W J. F

MOVIMIENTOS POBLACIONALES EN LA REGIÓN DE CALAKMUL


DURANTE EL CLÁSICO Y POSCLÁSICO

De acuerdo con los materiales cerámicos y considerando el predominante poderío de Calakmul


dentro del área que abarcó su estado regional, que influyó áreas más lejanas, como lo afirma la
distribución de su glifo emblema (Marcus 1993, 2004), se observa durante el Clásico Temprano
una presencia regional excepcionalmente fuerte desde el punto de vista polí co y social, a través
del flujo constante de personas y objetos de uso ceremonial y domés co dentro y fuera de su
territorio regional.
Durante este periodo observamos una distribución de las tradiciones cerámicas presentes en
Calakmul tanto en la parte norte, esto es, en el territorio del estado regional de Río Bec, como
en el sur, comprendiendo casi en su totalidad la región del Petén guatemalteco y en la parte
oriental, incluyendo si os como el Palmar (Figura 4). Lo anterior nos indica la amplia relación
cultural que Calakmul mantuvo con sus regiones aledañas, no obstante de hacerse presente una
mayor autonomía en el estado regional de Río Bec en donde si os que formaron parte del esta-
do regional de Calakmul, como Oxpemul, parece haber estado bajo el ámbito de Río Bec, como
se observa a través de las tradiciones cerámicas presentes en dicho asentamiento.

Figura 4.
Movimientos
de población y flujo
de bienes en la región
de Calakmul durante el
Clásico Temprano
(mapa modificado por
Domínguez, tomado de
Vela 2010).

218 A .U
L :U C ,C

Por el contrario, hacia el sur no se observan par cularidades en las tradiciones cerámicas que Ca-
lakmul comparte con los diferentes si os que conforman la región del Petén de Guatemala, incluyendo
la cerámica de si os más sureños como Barton Ramie (Gifford 1976). Con los datos anteriormente
mencionados, se infiere un constante movimiento de poblaciones de norte hacia el sur y de oriente
hacia el poniente, en donde Calakmul está representado como un centro manufacturero de tradi-
ciones cerámicas regionales tanto en las vasijas monocromas, como bicromas y polícromas.
En el Clásico Tardío, y considerando el periodo de gran intensidad cultural y demográfica que
muestra Calakmul, los altos porcentajes de cerámica y la gran variedad en los pos u litarios y de
pres gio nos indica evidentes limitaciones en la distribución de pos cerámicos, en donde Calak-
mul aparece como un centro receptor y trasmisor de tradiciones cerámicas (Figura 5). Lo anterior
significa que algunas de las tradiciones del norte llegan a Calakmul sin hacerse presentes en el
sur, en donde se modifican sus diseños, como en el caso de las vasijas polícromas, para atribuirles
un es lo propio. En el caso de las tradiciones del sur, se observa un patrón similar, en donde se
iden fican pos cerámicos peteneros en Calakmul, estando ausentes en la región de Río Bec.
Esto nos lleva a pensar en un proceso de regionalización bien definido y controlado por
Calakmul entre dos regiones, resultado quizá del poder ejercido como cabecera de un esta-
do regional en donde la producción de bienes parece representar la presencia de un patrón

Figura 5.
Movimientos
de población y flujo de
bienes en la región
de Calakmul durante
el Clásico Tardío (mapa
modificado por
Domínguez, tomado de
Vela 2010).

A R 219
M R D C /W J. F

de iden dad, como lo muestra también el si o de Naachtún en Guatemala, para fechas más
tempranas (Pa ño 2011), modelo que ha sido reforzado, asimismo, por los análisis realizados a
cerámica y arcillas de la región bajo técnicas analí cas.
De igual manera, el análisis químico hecho a pigmentos procedentes de Oxpemul y Calakmul
nos mostró patrones diversos en cuanto a la presencia de ciertos componentes químicos que for-
maron parte de las recetas de los pigmentos que fueron aplicados como recubrimiento a las estelas
y altares de ambos si os y que coincide con los resultados obtenidos a través del presente estudio.
Lo anterior podría ser el resultado de la marcada autonomía y poder que manifestaron las di-
versas en dades polí cas del área maya durante este periodo, mismas que debieron expresarse
con la manufactura de tradiciones cerámicas propias, entre algunos otros indicadores. Como fue
el caso también de las vasijas del es lo Códice, cuyo estudio de caracterización química las ubica
en talleres de alfareros y artesanos localizados en Nakbé o El Mirador y que fueron trasladadas
a Calakmul como parte de un mecanismo de poder y alianza polí ca.
Durante el Clásico Terminal, las fuentes de materias primas u lizadas para la producción de
bienes cerámicos parecen localizarse a distancias más cortas de la capital regional que durante el
periodo anterior (Figura 6). Esto coincide también con el estudio sobre demogra a rural basado
sobre la cerámica recolectada en 75 si os, en donde existe un aparente movimiento de gente
hacia el interior del estado regional de Calakmul a finales del Clásico Tardío y durante el Clásico

Figura 6.
Movimientos de
población y flujo de
bienes en la región
de Calakmul durante el
periodo Clásico Termi-
nal (mapa modificado
por Domínguez, toma-
do de Vela 2010)

220 A .U
L :U C ,C

Terminal, evidenciando un abandono de los si os localizados hacia la parte norte de su territorio


regional (Domínguez 2008; Folan et al. 1999).
Este desplazamiento de poblaciones lo vemos manifestado igualmente en las grandes remo-
delaciones arquitectónicas en la fachada principal de la Estructura II, considerada como uno de
los más importantes edificios cívico-ceremoniales durante el Clásico Temprano y Clásico Tardío
(Folan et al. 2007, 2010) y que muestra una fuerte ocupación durante este periodo. Los mate-
riales culturales nos permiten inferir la prác ca de diversas ac vidades relacionadas con la vida
co diana, transformando totalmente la función del edificio y mostrando una clara decadencia
polí ca y social de Calakmul como la capital de un estado regional.
Calakmul también no muestra una evidente ocupación durante el Posclásico, como la ma-
yoría de las ciudades de la región; los escasos materiales cerámicos recuperados, incluyendo
incensarios po Mayapán y fragmentos de vasijas po Pizarra, similares a las del Grupo Cerámico
Muna de Yucatán, son de producción local. Hay que recordar que la principal ac vidad urbana
del Posclásico en el norte parece centrarse en la ciudad amurallada de Mayapán (Gill 2000). Lo
anterior nos indica la presencia de un proceso de “moda cerámica”, en donde solo se imitan los
acabados de las vasijas, así como los atributos de es lo, como lo observamos en tales incen-
sarios. En este sen do, parece que los movimientos de población hacia Calakmul únicamente
fueron realizados en forma de peregrinaciones, sin cons tuir ocupaciones definidas (Figura 7),

Figura 7.
Movimientos
de población y flujo de
bienes en la región de
Calakmul durante el
Posclásico (mapa
modificado por
Domínguez, tomado
de Vela 2010).

A R 221
M R D C /W J. F

como sucedió con Chichen Itzá, que fue un centro importante de peregrinaciones durante este
periodo, a pesar de que mantenía una ocupación fuerte, o como San Gervasio o la Isla de Cozu-
mel, que mantuvieron grandes poblaciones durante el Posclásico y que fueron a la vez, centros
de peregrinaje o lugares para la prác ca de rituales (Stanton y Magnoni 2008).
En este trabajo, hemos tratado de transmi r la importancia que conlleva un estudio de tra-
diciones cerámicas, incluyendo el análisis pológico y su correspondiente análisis químico para
inferir movimientos de poblaciones a nivel inter- e intrarregional, a través de la con nuidad o
discon nuidad de las mismas durante los diferentes periodos mesoamericanos. En este caso
específico, el estudio ha sido aplicado a Calakmul como capital regional y al área que compren-
dió su territorio regional, desde una perspec va cronológica que incluye su ocupación desde el
Preclásico Tardío hasta el Clásico Terminal.

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A R 225
12

INTERCAMBIOS CULTURALES DE DISTRIBUCIÓN


DE LA PASTA FINA EN LAS SOCIEDADES RIBEREÑAS DE LA CUENCA MEDIA
Y BAJA DEL USUMACINTA DE CHIAPAS-TABASCO Y LAS COMUNIDADES
COSTERAS DE LA COSTA DEL GOLFO

Socorro del Pilar Jiménez Álvarez

El presente capítulo se enfoca en la discusión de las pastas finas procedentes de dis ntas comu-
nidades ribereñas del medio y bajo Usumacinta de Chiapas y Tabasco, así como también de otras
comunidades costeras del Golfo de México. En sen do hipoté co, se puede decir que estos lugares
par ciparon de manera constante en la manufactura e intercambio de utensilios cerámicos que
fueron preciadamente es mados en las sociedades mayas del Clásico. La distribución extendida
de estos es los cerámicos regionales conjeturan la existencia de varios centros o comunidades
especializadas dedicadas a la manufactura y distribución de la pasta fina durante los periodos Clá-
sico Tardío y Clásico Terminal (c. 550/600 – 1050/1100 d.C.) (Ancona y Jiménez 2005; Ancona et al.
2009; Berlin 1956; Bishop et al. 2008; Rands et al. 1982). Resulta probable considerar que fueron
variados los mecanismos para este intercambio. Tal vez algunos de estos grupos ribereños hayan
sido comunidades productoras y consumidoras en tanto que es probable que los grupos costeros
solo funcionaran como comunidades que adquirían los recipientes o, fungían como grupos inter-
mediarios en el control de las redes regionales del movimiento sico de estos bienes. Por tanto,
para el presente trabajo se consideró abordar los siguientes puntos:

1) Desde el punto de vista del conocimiento de una tecnología, ¿cuáles son los indicadores tangi-
bles que pudieran sugerir que la manufactura de la pasta fina requería de una noción experta
de dominio no generalizado, pero que al mismo empo pudiese cubrir una demanda exten-
dida en los mercados regionales?
2) ¿Cuáles son estas diferencias tanto en empo y espacio de los variados es los regionales de
la pasta fina en la región del Usumacinta y en la costa del Golfo?

A R 227
S P J Á

3) ¿Es acaso que con la distribución de estos objetos pudiesen visualizarse patrones de inter-
cambio interculturales entre las comunidades costeras consumidoras de la costa del Golfo y
los centros productores ribereños de la cuenca media y baja del río Usumacinta de Chiapas y
Tabasco? ¿Qué indicaría la presencia de estos materiales: movimiento sico de bienes o, bien,
intercambio de conocimientos e ideas?

LA MANUFACTURA Y DISTRIBUCIÓN DEL CONSUMO DE LA PASTA FINA EN LA ZONA MAYA

Las pastas finas de la zona maya se dis nguen por ser una cerámica que muestra diferentes
colores en su pasta. Los tonos básicos de esta cerámica son grises, anaranjados, bayos, negros,
marrones y cremas. Por lo general, su textura no muestra la presencia de par culas visibles en la
pasta; sin embargo, cuando se les observa bajo el microscopio se aprecian par culas de tamaños
variados o par culas extremadamente finas y uniformes en tamaño (Figura 1). En cuanto a la
dureza de la pasta fina, esta presenta cierta variación entre un rango de lo frágil a lo que pudiese
considerarse como extremadamente compacto. Asimismo, cuando la pasta fina posee dureza
extrema y es golpeada contra alguna superficie dura, el sonido emi do va a resultar sonoramen-
te agudo (Brainerd 1958; Noguera 1975; Smith 1971). De manera general, puede decirse que el
acabado de superficie de dicha cerámica se par culariza por el enfa zado esmero con que fue
tratada la superficie por parte de sus creadores para brindar a los objetos un acabado ar s co.

Figura 1.
Textura petrográfica de
la pasta fina Chablekal.
Nicoles cruzados. Labo-
ratorio de Cerámica de
la FCA-UADY (fotogra a
de Héctor Cabadas.
Ins tuto de Geo sica
de la UNAM).

228 A .U
I U
C -T G

Desde el punto de vista de los estudios químicos, los estudios de Ronald L. Bishop y Robert
L. Rands han sugerido diversos centros manufactureros de lozas finas ubicados a lo largo de la
cuenca del río Usumacinta (Bishop et al. 2008). Algunas regiones, ubicadas en la cuenca del río
Usumacinta de Tabasco y Chiapas y en la región de la Chontalpa de Tabasco, pueden ser conside-
radas como centros productores de esta pasta fina (Ancona y Jiménez 2005; Armijo et al. 2005,
2010; Bishop 1994; Smith 1971).
Por otra parte, Rathje et al. (1978) han mencionado que en cada región las caracterís cas de
un repertorio cerámico uniforme —en este caso las formas y tamaños de los recipientes de pasta
fina— parecen indicar que los objetos fueron hechos de manera colec va e intensificada con la
intención de que fuesen poco pesados y apilables para permi r de manera prác ca su transpor-
te a largas distancias en las vías navegables (Figura 2).
Por otra parte, la misma manufactura, así como el consumo copioso de la pasta fina durante el
Clásico Tardío y Terminal sugiere que su desarrollo tecnológico requería de una noción experta en
talleres alfareros bien organizados para dominar su elaboración, tanto en el proceso de prepara-
ción de la arcilla como en el formado de las piezas. Quizás fue durante la etapa ornamental cuando
se consideró agilizar el proceso que pudiese cubrir de manera intensificada las necesidades de in-
tercambio en orden de una demanda extendida en los mercados regionales (Rands y Bishop 1980).
En otros casos, los patrones de consumo de estos enseres no correspondían a uno regional, sino
más bien a uno exclusivo, es decir, a un consumo bien delimitado y bastante lejano de las supuestas
zonas de abastecimiento de la materia prima empleada durante su manufactura (Bishop 1994).

Figura 2.
Recreación hipoté ca
del transporte de la
pasta fina en las vías
navegables (dibujo
de Belem Ceballos
Casanova, FCA-UADY).

A R 229
S P J Á

Con el incremento de los estudios arqueológicos en la zona maya, ahora se sabe que la pasta
fina muestra ciertas pautas en cuanto al control estandarizado de formas, tamaño de las vasi-
jas y diseños de acuerdo con cada región. En la costa del Golfo de México y en la región del río
Usumacinta de Chiapas y Tabasco se ha documentado presencia abundante de pasta fina con
cierta uniformidad en las formas de las vasijas y con una notoria esquema zación ornamental de
acuerdo con ciertas prác cas durante su manufactura. Estas evidencias parecieran indicar que los
recipientes fueron hechos de modo ru nario y en can dad numerosa por ciertos grupos expertos
en el dominio de su elaboración; expertos alfareros que imprimieron un sello propio en los mo-
dos de hacer esta alfarería, caracterizada por su pasta bien pulverizada y por es los iconológicos
que suelen ser par culares para cada región. En cambio, con respecto a la parte ornamental, en
la mayoría de las colecciones de pasta fina, tanto de los si os de la cuenca baja y media del río
Usumacinta como en algunas comunidades costeras del Golfo de México, se advierte que la eje-
cución de los diseños no requería de marcadas habilidades especiales. La mayoría de los diseños
fueron realizados de manera diestra tratando de ocupar grandes espacios en las vasijas. En otros
casos, se puede observar que las delineaciones por lo general son simples y fueron dibujadas o
pintadas de manera poco esmerada. En la cerámica Anaranjada Fina “X” se puede adver r clara-
mente que las líneas fueron trazadas de manera irregular, con color o pigmento tenue y con cierto
aglu namiento en la pintura. De acuerdo con los indicadores etnográficos de Rye (1981:44), estos
atributos adquiridos durante el trazo de la pintura podrían ser el resultado de la fluidez de los
pigmentos que fueron aplicados sobre superficies aún húmedas (Figura 3 a-b).
Otros objetos elaborados de pasta fina dejan entrever cierta esquema zación en el pro-
ceso del trazado de los dibujos. Algunas pastas finas Balancan (Anaranjada Fina “Z”) o Silho
(Anaranjada Fina “X”) muestran dibujos con los contornos regulares en los que la pintura se
observa bien adherida a la superficie. Esta cualidad parece sugerir que los diseños fueron tra-
zados sobre el engobe seco o después de que la pieza fue cocida o cuando la arcilla ya estaba
endurecida (Figura 3a-b-c).
Pocas son las piezas que demuestran una ejecución cuidadosa o con una iconogra a com-
pleja en los diseños; estos objetos por lo general aparecen asociados a contextos especiales
como parte de algunos ajuares funerarios; de hecho, entre algunos ajuares funerarios de si os
costeros existen objetos únicos que evidencian esa diferencia de artesanías especializadas en la
elaboración de las pastas finas modeladas o pintadas (Figura 4 a-b).
Otros dibujos de Balancan muestran bordes irregulares debido a que durante su trazo deja-
ron una superficie bastante discon nua, ocasionada por el desplazamiento de la arcilla. En algu-
nos ejemplares de pasta fina gris procedente de la costa y u lizada a principios del Clásico Tardío
(c. 550/600 d.C.), se observan muchas protuberancias arcillosas en el contorno de los dibujos.

230 A .U
I U
C -T G

Figura 3.
(a-b) El trazo irregular
de la pintura podría ser
el resultado de la
fluidez de los pigmen-
tos que fueron aplica-
dos sobre superficies
aún húmedas; (c) los
dibujos geométricos
fueron trazados sobre
la superficie endurecida
y antes de la cocción.
Laboratorio de Cerámi-
ca de la FCA-UADY
(fotogra a de Olaine
Díaz Zenteno,
FCA-UADY).

Esto parece indicar que los diseños fueron hechos cuando el barro tenía mucha plas cidad (Rye
1981:91) (Figura 5).
Por su parte, en lo que se refiere al vidrio volcánico, aún existe la discusión acerca de los luga-
res de su obtención. No se sabe si los vidrios proceden de las Tierras Altas de Guatemala (misma
red de la obsidiana) o si más bien se trataba de material resultado de eventos volcánicos que
dejaron mantos de cenizas accesibles en el pasado. No se rechaza la idea de que esta materia
prima fuera empleada de manera regular –pero no generalizada– en la producción cerámica

A R 231
S P J Á

Figura 4.
(a) Algunas pastas finas
Balancan o Anaranjada
Fina “Z”, parecen suge-
rir que los diseños de
trazos regulares fueron a
realizados sobre el en-
gobe seco o después de
que la pieza fue cocida.
(b) fragmentos de pasta
fina muestran un mode-
lado bastante delicado
en la superficie. Labo-
ratorio de Cerámica de
la FCA-UADY (fotogra a
de Alejandro García,
FCA-UADY).

de enseres consumidos en la esfera de los bienes domés cos y de la elite del Clásico Tardío en
las Tierras Bajas mayas (Ford y Glicken 1987; Jones 1983; Obando et al. 2011; Simmons y Brem
1979; West 2002). Algunos ejemplares de Jaina e Xcambó muestran mo vos pintados que fue-
ron realizados con arcillas de grano fino del tamaño de “arcillas y limos finos”; por lo tanto, resul-
ta viable considerar que la extracción de esta materia prima arcillosa haya ocurrido en ambientes
sedimentarios silíceos y lacustres.

Figura 5.
Desplazamiento de la
arcilla. Laboratorio de
Cerámica de la FCA-
UADY (fotogra a de
Alejandro García,
FCA-UADY).

a b

232 A .U
I U
C -T G

Figura 6.
Vasija gris
fina es lo Usumacinta
con las paredes
sumamente delgadas
(modificada por la
autora, de Hernández
et al. 2010).

Tanto los alfareros como los geólogos comparten la opinión de que los minerales sílico-clá-
cos y las par culas de vidrio (cenizas volcánicas) son materiales an deformantes ya que pro-
porcionan mayor estabilidad al formado de las piezas e, incluso, permite a los artesanos elabo-
rar recipientes con paredes sumamente delgadas (Jiménez et al. 2011; Jones 1983; West 2002)
(Figura 6). Desde el punto de vista de la mineralogía, también puede decirse que las par culas
mencionadas son resistentes al calor debido a que soportan temperaturas elevadas. Las vasijas
pueden ser some das al fuego por empo prolongado sin que se deformen. Cabe suponer que
esta arcilla soporta más de 1,000 grados cen grados de temperatura, lo que muchas veces se
hace evidente en la vitrificación superficial de algunas piezas. No cabe duda que las etapas de
elaboración de la pasta fina reflejan conocimientos instruidos y complejos para la realización de
esta prác ca cultural. La distribución o el movimiento sico de estos materiales muestran un
panorama mucho más complejo de lo circunscrito y del cual se hace referencia a con nuación.

DISTRIBUCIÓN EN TIEMPO Y EN ESPACIO DE LA PASTA FINA PROCEDENTE DE LAS COMUNIDADES


DEL BAJO Y MEDIO RÍO USUMACINTA Y DE LA COSTA DEL GOLFO DE MÉXICO.

Inves gar las diferencias y las relaciones en empo y espacio de los es los regionales de la pasta
fina entre las comunidades costeras y ribereñas es tratar de entender el desarrollo de la tecno-
logía de producción de la pasta fina como un proceso de manufactura e intercambio cultural
sumamente dinámico y complejo. El mapa que se muestra en la Figura 7 es un ejemplo preciso

A R 233
S P J Á

de las dinámicas redes de intercambio de pasta fina que surgieron durante la época Clásica en
las Tierras Bajas mayas.
Es importante que, antes de tratar de entender esta dinámica de intercambio intercultural, se con-
viene por esquema zar los variados patrones es lís cos (formas, decoración y acabados) de la
distribución regional de la pasta fina hallada en la cuenca media y baja del río Usumacinta (Jonuta
y Tecolpan) y en las comunidades de la costa del Golfo (Comalcalco y los si os de la costa occidental
yucateca-campechana: Xcambó, Jaina, Uaymil, Ciudad de Campeche y Champotón).
De acuerdo con los datos actuales, se sugieren por lo menos tres momentos en la historia
de la distribución de los materiales de pasta fina. El fechamiento del momento más temprano
(c. 550/600–750 d.C.) del uso de pasta fina durante el Clásico Tardío en la costa del Golfo de
México, se fundamenta en la relación arquitectura, cerámica y estra gra a del programa de
excavación de más de 200 pozos realizados en el asentamiento de Xcambó, Yucatán (Jiménez

Figura 7.
Mapa que se muestra
las dinámicas redes de
intercambio extendido
de la pasta fina durante
la época Clásica en las
Tierras Bajas mayas.

234 A .U
I U
C -T G

et al. 2006; Sierra 1999); además de dos pozos estra gráficos documentados en Chichicapa,
Tabasco (Armijo et al. 2005) y en uno de los pozos más interesantes realizados en el grupo arqui-
tectónico monumental llamado “Zayozal”, en el si o de Jaina, Campeche (Ancona 2008).
El segundo momento es transicional (c. 750–900 d.C.) y aunque se sabe que caracterizó algu-
nos si os de la costa, su relevancia subyace en el consumo de Pastas Grises y Negras Finas con
un repertorio par cular que alude en gran parte a los asentamientos del Clásico Tardío que se
localizaban en la cuenca baja y media del río Usumacinta de Chiapas y Tabasco. Se dice transi-
cional porque está inmerso entre la declinación de las pastas finas tempranas y el umbral de las
Pastas Finas Anaranjadas que caracterizaron el Clásico Terminal (c. 900–1050/1100 d.C.), y que
fueron de amplio consumo en la costa y en el interior del norte de la península de Yucatán. Este
momento puede detectarse de manera más clara en los si os del interior.
El tercer momento se relaciona con el predominio de las cerámicas Anaranjadas, registradas
cuidadosamente en algunos pozos estra gráficos excavados en Uaymil, y que fueron asociadas
claramente con la arquitectura del Clásico Terminal (a par r del 900 d.C.) (Cobos 2004). Por lo
tanto, resulta viable decir que se enen pastas finas tempranas (c. 550–750 d.C.), intermedias (c.
750–900 d.C.) y terminales (c. 900–1050 d.C).
La abundancia y calidad de los barros en las llanuras aluviales de Tabasco permiten detectar,
en la costa del Golfo de Tabasco y de Yucatán, la presencia de artesanos especializados, el de-
sarrollo de talleres cerámicos y la clara existencia de es los regionales que fueron favorecidos
debido a la demanda de piezas ú les en la vida co diana así como en la parafernalia de los ritos
domés cos y comunitarios de la población (Armijo et al. 2005, 2010).
La cerámica de pasta fina que caracterizó a Comalcalco y a su territorio rural señala que los
es los cerámicos no se extendieron de manera uniforme ni en empo ni en espacio. Los asen-
tamientos periféricos, como el conjunto de mon culos habitacionales localizados a dos kilóme-
tros del núcleo de Comalcalco y el asentamiento kilómetro 30 + 360, ubicado a 3.7 kilómetros
al suroeste de la gran Acrópolis de Comalcalco, manifiestan un repertorio amplio de formas de
vasijas en barros de color gris, anaranjado, crema y marrón, el cual caracteriza a la llamada faceta
Mezcalapa más temprana de la zona (c. 550/600–750/800 d.C.) (Armijo et al. 2005, 2010).
Las caracterís cas dis n vas de estos materiales se debe a que la pasta fue preparada con
un barro que no quedó bien decantado (lo cual es posible adver r debido a que quedaron
algunas par culas prominentes de color blanco percep bles a simple vista) y el cual fue em-
pleado para elaborar recipientes de paredes no tan delgadas. Los recipientes que muestran
de perfil una silueta compuesta, los platones con base anular, los platos con tres soportes po
loza y con el borde divergente, así como las ollas de cuello corto, son propios de este momen-
to. En cuanto a la decoración, los cartuchos de pseudoglifos y los mo vos geométricos son

A R 235
S P J Á

también par cularmente caracterís cos de esta cerámica; asimismo, los trazos gubiados o inci-
sos, con líneas profundas, fueron realizados de modo intencional con el fin de abarcar de manera
esquemá ca todo el espacio central de las vasijas. También suele ser común observar, sobre las
superficies bien pulidas, mo vos al nega vo con representaciones de aves acuá cas. La variada
paleta de colores se par culariza por el uso de pigmentos rojo hema ta, colores cremas, blancos
y amarillos. La apariencia abigarrada en sus colores parece imitar el acabado Petén lustroso de
la zona maya; pareciera obedecer a la mezcla no homogénea de la aplicación repe da del color
rojizo, pintado sobre una superficie de tonalidad crema o blanca.
Al aproximarse más hacia la costa del Golfo de Campeche y Yucatán, este mismo patrón es -
lís co se manifiesta en la establecida “esfera Canbalam” de los asentamientos de Xcambó, Jaina,
Isla Piedras y Uaymil, este úl mo con menor representación. En las dos primeras comunidades
prehispánicas costeras mencionadas se conservan las colecciones cerámicas con el mayor volu-
men de materiales de pasta fina que jamás se hayan reportado en otras comunidades costeras
de esta región. El patrón de distribución de la pasta fina en la región costera del noroccidente de
Campeche y Yucatán sugiere diferencias es lís cas en empo y espacio (Ancona 2008; Ball 1978;
Jiménez 2009; Jiménez et al. 2006; Rands et al. 1982). En Xcambó y Jaina, la pasta fina temprana
del Clásico Tardío (c. 550–700 d.C.) se par culariza por el uso de la pasta fina de color bayo, gris
y negra. La cerámica gris se asocia con el es lo “Chablekal Temprano”; la pasta negra fina y bien
pulida con el es lo “Tsicul Negro Fino de Xcambó” y la de color bayo correspondería a la renom-
brada vajilla conocida como “Isla Fina de Jaina” (Ancona 2008; Jiménez 2002, 2009; Jiménez et
al. 2006). Las formas diagnós cas con Pasta Gris y Negra Fina corresponden a cajetes de silueta
compuesta con ángulo basal en forma de “z” inver da y a platos con soportes semiesféricos,
bordes extremadamente divergentes y rebordes mediales decorados con almenas. También son
par culares las ollas de cuello bajo y de paredes rectas. La decoración usual en esta Pasta Gris
y Negra Fina corresponde a diseños geométricos e imitaciones de cartuchos de glifos, los cuales
fueron dibujados cuando la arcilla aún estaba muy húmeda. Estos diseños varían de acuerdo
con las formas de las vasijas; están dispuestos de un modo esquemá co, con trazos irregulares,
mediante los cuales se trataba de llenar de manera rápida el espacio exterior de las vasijas. La
Pasta Isla Fina de color bayo ene una peculiaridad muy propia, se dis ngue por una arcilla de
tonalidad clara con abundante contenido de cuarzos, plagioclasas y micritas. Químicamente ha
sido asociada con los sedimentos de la cuenca del río Coatzacoalcos (Bishop et al. 2008). Tam-
bién se caracteriza por cierta gama de colores superficiales, la cual consiste en crema, bayo y rojo
hema ta. Entre las formas de sus vasijas se han es mado tazones anulares y platos con soportes
po efigie (“patas de felino”) y con “cabezas de felino o murciélago” adosadas a las paredes
exteriores de los mismos. En esta cerámica predominan los mo vos de animales acuá cos tales

236 A .U
I U
C -T G

como garzas o pájaros, así como también la presencia de diseños geométricos realizados con la
técnica de ba k o nega va. Cabe señalar que tanto esta pasta fina de color bayo como la de color
gris y negro guardan relación y comparten similitudes cercanas con las cerámicas de la llamada
corriente panregional costera del Golfo, y que abarcaba las regiones de Veracruz, Tabasco y Yu-
catán. Los materiales finos de Xcambó y Jaina son asombrosamente semejantes a la pasta fina
de la Fase Villalta de los si os localizados en la cuenca del río Coatzacoalcos en Veracruz y, en
cierto modo, a los materiales de es lo Mezcalapa Temprano de la región de Comalcalco, Tabasco
(Jiménez et al. 2006). Incluso, en la zona del Grijalva y en los si os ubicados en la región de la
presa de Malpaso, en Chiapas, han aparecido diseños cerámicos muy similares, sobre todo con
respecto a la Pasta Negra Fina (Piña y Navarrete 1967).
Por otro lado, todo parece indicar que tanto Champotón como la ciudad de Campeche tam-
bién par ciparon en el consumo regional de esta pasta fina (aunque aún se desconoce el grado),
la cual se relaciona con la faceta temprana del Clásico Tardío de la costa del Golfo de México
(Bishop et al. 2006; Forsyth y Jordan 2003). Los estudios de Piña (1968) y Ruz Luiller (1969),
acerca de la costa, ilustraron varios de estos ejemplares. Jaina, Xcambó, Champotón y, en cierta
medida, Uaymil hicieron uso similar del consumo en cuanto a es los cerámicos de pastas finas;
sin embargo, en las cerámicas de pasta fina de Comalcalco, a pesar de guardar ciertas semejan-
zas con aquellos afamados si os mencionados, se advierten diferencias par culares que para
ese momento del Clásico Tardío sugieren el surgimiento de un es lo cerámico propio y al cual se
le ha denominado Mezcalapa Temprano, equiparable en empo con las cerámicas de pasta fina
de la “Esfera Cerámica Canbalam”.
El segundo momento de tradición de pasta fina en la región de Comalcalco y si os adyacentes
(c. 800–1000 d.C.) versa en el uso general de pastas finas que muestran ciertos cambios tanto
en forma como en decoración y que corresponden a las de mayor mención en la literatura, es
decir, a la cerámica de la zona monumental estudiada por Peniche en 1973. En el repertorio de
esta pasta fina, asociada con este momento, el espesor de las paredes de las vasijas se reduce de
manera exagerada; predominan aquellas de barro gris con superficies bien pulidas o las de color
negro con evidente pulimento y esté ca; la profusión de diseños con mo vos elaborados hace
única a la pasta fina de Comalcalco. Aparece de manera recurrente la figura del mono y surge
una nueva forma de vasija conocida como Beaker, con formas muy similares a las usadas en la
región de Palenque y Chinikihá (Rands 1967; Rands y Bishop 2003; Jiménez et al. 2010). También
se puede decir que para este momento surgieron los platos con soportes globulares po efigie o
bien con rebordes decorados con almenas. Las imitaciones de glifos se reducen en tamaño y apa-
recen como elementos decora vos a modo de bandas dispuestos de manera proximal al borde.
Pudiera hablarse de una pasta fina de es lo Mezcalapa Tardío “hibrido y regionalizado” que se

A R 237
S P J Á

caracteriza por la presencia de modos exclusivos de Comalcalco y que muestran cierta influencia
de otros modos cerámicos procedentes de otras regiones como la zona del Petén (Tepeu 1-2); la
cuenca media y baja del río Usumacinta (Horizonte Jonuta y Tecolpan) y la región de Palenque
(Murciélagos – Balunté). Resulta evidente que en la prác ca regular, estos diseños caracterís cos
de la faceta intermedia de las pastas finas fueron realizados cuando la arcilla estaba lo suficien-
temente endurecida para trazar con mayor delicadeza aquellos mo vos dando como resultado
ornamentaciones variadas, entre las cuales destacan los punzados, impresos y dentados, e inclu-
so figuras que permiten adver r que sus trazos fueron menos anchos y profundos (Figuras 8 a-c).
Por otro lado, en los si os de la costa del Golfo de Campeche como Jaina, Champotón y Uaymil
(de los cuales se ene clara evidencia de consumo de pasta fina), las pastas de color bayo fueron
reemplazadas por las de color gris y negro dando como resultado —en este consumo regional—
el surgimiento de nuevas formas es lís cas. Se comenzaron a intercambiar los cajetes de doble
fondo con mo vos sencillos y con la representación de la figura del mono, incluso es posible
observar que se dio la prác ca acentuada de decorar las vasijas con mo vos impresos mediante
la técnica de estampado. Resultan comunes los “beakers” con paredes ligeramente divergentes
y ornamentadas de manera sencilla a modo de una serie de líneas horizontales medianamente
profundas realizadas cerca del borde exterior de los mismos. El es lo cerámico de pasta fina con
una relación cerámica cercana a los modos decora vos de la pasta fina procedente de la cuenca

b
a

Figura 8.
(a) Vasija Gris Fina de la faceta
intermedia de pasta fina; (b)
Vasija Gris Fina de Comal-
calco (imagen de Armijo et
al. 2005); (c) Fragmento de
vasija Gris Fina de Tecolpan,
Chiapas. c

238 A .U
I U
C -T G

baja del río Usumacinta de Chiapas y Tabasco (Jonuta–Tecolpan), y que ha sido llamado Chable-
kal Usumacinta, corresponde a la pasta fina del si o de Jaina fechada de manera estra gráfica a
par r del 750 d.C. (Ancona 2008). Cabe comentar que para este momento, Xcambó había dejado
de ser un asentamiento importante en el ámbito del intercambio de bienes.
Por otra parte y durante este momento, se vislumbra que los asentamientos de Jonuta (Ta-
basco) y Tecolpan (Chiapas) fungieron como dos centros productores de pasta fina que intercam-
biaban sus bienes con comunidades costeras importantes tales como Uaymil, Jaina y Champo-
tón; con si os del interior como Dzibilchaltún y con comunidades de la región que actualmente
se conoce como la ciudad de Mérida y regiones aledañas. La región de Palenque tuvo un papel
importante en el intercambio de estos bienes con respecto a los si os del interior ubicados al
norte de la península de Yucatán.
En la cuenca media y baja del río Usumacinta, el panorama de distribución de las pastas finas
resulta diferente. Se habla de un momento de auge para aquellos centros alfareros regionales
que tenían una intensa demanda de artesanías de pasta fina por parte de los si os consumido-
res. Jonuta y Tecolpan, ubicados en la cuenca baja, han sido considerados dos centros produc-
tores importantes de Pasta Gris y Negra Fina (Berlin 1956; Rands et al. 1982). Su es lo regional
presenta una amplia distribución de consumo en los si os costeros y en menor proporción en las
comunidades ribereñas de Chinikiha y Pomona, estos úl mos asentamientos han sido relaciona-
dos con el segundo momento del uso de pasta fina (Jiménez et al. 2010).
El tercer momento del uso de pasta fina es clave para entender el Clásico Tardío-Terminal
en las Tierras Bajas mayas, sobre todo con respecto a las relaciones de intercambio que pudie-
ron haberse generado entre los si os costeros y las comunidades del interior de la península
de Yucatán, así como también con las comunidades ribereñas de la cuenca media-baja del río
Usumacinta de Tabasco. Todo parece indicar que en algún momento de la transición entre el
Clásico Tardío y el Clásico Terminal, las Pastas Grises y Negras fueron reemplazadas de modo
gradual hasta quedar completamente desplazadas por las Pastas Anaranjadas Finas, marcando
con ello un momento importante en la historia de los asentamientos costeros. Por otro lado,
Jaina, Uaymil y Champotón en la costa de Campeche e Xcopté en la costa norte de la península
de Yucatán fueron los asentamientos que predominaron en esta red de distribución y consumo
de las Pastas Anaranjadas Finas, las cuales se sabe fueron las pastas cerámicas representa vas
del Clásico Terminal (c. 900-1050/1100 d.C.) en el norte de la península de Yucatán. Desde un
enfoque químico, estas pastas muestran dos zonas de producción relacionadas con la cuenca
del río Usumacinta de Tabasco (Rands et al. 1982), en tanto que desde un punto de vista de
consumo, el modelo de distribución apunta hacia los si os del interior como Chichén Itzá
(Anaranjada Fina Silho) y Ek’ Balam (Anaranjada Fina Balancan) así como también hacia comu-

A R 239
S P J Á

nidades costeras que reflejan de cierta manera una distribución generalizada tanto de cerámica
Silhó, como Balancan. En el si o de Uaymil, los materiales Grises Finos aparecen asociados de
manera estra gráfica con Pasta Fina Silhó y con cerámica Balancan; este dato de Uaymil refleja
la clara evidencia de la transición del Clásico Tardío hacia el Clásico Terminal. Mientras tanto, en
Chichén Itzá, el consumo de las pasta finas ates gua el apogeo del intercambio de estos utensi-
lios, los cuales están siendo controlados por una unidad polí ca rectora que para ese momento
se vislumbraba como una de las metrópolis cosmopolitas más dominantes (Cobos 2004). Por
otro lado, Ek Balam hacía su parte como uno de los principales si os consumidores de la Pasta
Anaranjada Fina Balancan del interior de la península. Sin embargo, aún no podemos saber si el
si o controló parte de este intercambio o bien, si se trataba solo de un consumo a nivel de elites
locales (Figura 9).
Para finalizar, se puede decir que a pesar de las numerosas inves gaciones que se han reali-
zado en la comunidad arqueológica con respecto al tema de las pastas finas, aún se enen más
preguntas que respuestas. El panorama que se presentó abre la posibilidad de comenzar a plan-
tearse la dinámica existente en el intercambio a mayor escala de estos utensilios tan apreciados
entre las comunidades costeras y del interior de la zona maya. ¿Acaso la distribución de la pasta
fina en las dis ntas regiones refleja en algunos casos manufacturas locales que manifiestan el

Figura 9.
Fragmentos de vasijas
Balancan de Ek Balam
(dibujo Carlos Arriaga;
imagen cortesía
del Proyecto Arqueoló-
gico Ek Balam, imagen
tomada del informe
técnico de la
temporada 2001).

240 A .U
I U
C -T G

intercambio de ideas, modos o es los que fueron populares entre las elites regionales de aquel
entonces? o ¿ exis ó un verdadero movimiento sico de los bienes a lo largo de la costa?
Por su parte, los materiales de Comalcalco, muestran un patrón más regionalizado en cuanto
a la manufactura y consumo de su pasta fina, en tanto que los si os de la costa muestran mayor
extensión y complejidad intercultural en cuanto a la distribución del intercambio de la pasta fina
de los periodos Clásico Tardío y Clásico Terminal.

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A R 243
HISTORIA
13

LA PRESENCIA MEXICA EN TIERRA MAYA. UNA MIRADA ETNOHISTÓRICA

Pascale Villegas

(Este trabajo, amplificado y adaptado para la temá ca de este libro, formó parte de mi tesis doctoral “Commerce, conquête et
interac on culturelle entre le Plateau central et la zone maya. Une étude compara ve entre Teo huacan et Tenoch tlan”).

Durante la época del Posclásico Tardío, los mexicas expandieron su comercio a larga distancia a
través del territorio mesoamericano, reconstruyendo una red comercial que se había interrum-
pido después del colapso de Teo huacan en la época clásica. Hacia el norte de Mesoamérica,
entrando en territorio chichimeca, los pochtecas iban en búsqueda de la turquesa, cuyos yaci-
mientos se encontraban en el suroeste de los actuales Estados Unidos. Preferían evitar cada vez
más los caminos de la costa pacífica para no pasar por la región de Michoacán, en permanentes
conflictos entre los purépechas y la Triple Alianza, privilegiando las rutas de la costa del Golfo
que atravesaba la región de la Huasteca (Neurath 1994). A pesar de que la inves gación haya
avanzado bastante esos úl mos años y que se pueda establecer una distribución de símbolos
mesoamericanos en esta región bajo la dominación de los cazadores-recolectores (Braniff Cor-
nejo 2010) aún queda mucho por estudiar acerca de la presencia mexica y sus nexos comerciales
con los chichimecas de Aridoamérica.
Gran parte de los productos de importación hacia Tenoch tlan provenía del conjunto del área
maya en estado bruto (jade, cacao, piel de jaguar, plumas de toda índole, sal), despertando cada
vez más los intereses económicos de la Triple Alianza por esa área sureña de Mesoamérica. Esas
relaciones comerciales sirvieron de punta de lanza para la expansión de las fronteras del imperio
mexica cuyos límites difieren de una fuente etnohistórica a otra.
Para la mayoría de las fuentes escritas por cronistas que vivían en el centro de México en los
siglos XVI y XVII, como los franciscanos Sahagún, Motolinía, Muñoz Camargo, Torquemada y el
dominico Diego Durán, es común encontrar alabanzas —y hasta exageraciones— acerca de la
expansión militar azteca la cual, según ellos, iba más allá de Nicaragua, sujetando de paso a los

H 247
P V

chiapanecos, los quichés y los cackchiqueles de Guatemala. Entre algunos de esos cronistas del
al plano central, podemos citar como ejemplo a Muñoz Camargo, quien menciona dicha inmen-
sidad del territorio mexica: “En este empo, estaba tan pujante el imperio de los mexicanos y el
señorío de Motecuhzomatzin, que no había otra cosa en este nuevo mundo; que ya su imperio
y monarquía llegaba a más de 300 leguas delante de Gua mala y de Nicaragua” (Descripción de
la provincia de Tlaxcala 1984:184).
Sin embargo, en las fuentes del área maya nunca las huestes de los sucesivos tlatoanis de Te-
noch tlan, o los culhuas, como a veces aparecen nominados, pudieron llegar más allá del Soconusco.
Las informaciones, acerca de una posible conquista azteca de Guatemala y de los dos puertos
de Nito y Naco en el Golfo de Honduras, se restringen a algunas frases citadas en escasas fuentes
coloniales. Según fray Diego Durán, durante la conquista de Soconusco, sus habitantes informa-
ron a Ahuizotl que una región muy rica y poblada llamada Cuauhtemallan les hacía a menudo la
guerra. Pidieron entonces al tlatoani finalizar con esos ataques y hasta le ofrecieron ayuda, pero
Ahuizotl rechazó la pe ción argumentando que no había ninguna razón para ir a pelear contra
los de Cuauhtemallan, ya que nunca tuvo problemas con ellos, pero que en el momento más
propicio, sus tropas conquistarían toda la región:

El rey Ahuizotl les dijo que no querría pasar adelante; lo uno porque aquellas gentes no le habían agraviado en nada, ni
hecho cosa en su deservicio, y lo otro, porque él traía la gente ya muy cansada y con mucho menoscabo; que él tenía
por tales a los mexicanos que, andando el empo, ellos lo conquistarían todo (Durán 1984, tomo 2:389).

Las informaciones proporcionadas por Durán pueden sobrevalorar el potencial militar mexica
y se deben tomar con precaución. Sin embargo, en 1510, el encuentro de enviados de Moctezu-
ma Xocoyotzin con los señores cakchiqueles Hunyg y Lahuh Noh, pareció ser un acercamiento
memorable en la historia local, ya que en los Anales de los Cakchiqueles, se menciona a los
mensajeros de Culuacán enviados por Moctezuma, sin informar el obje vo de la expedición en
la región cakchiquel:

por este empo los reyes Hunyg y Lahuh Noh recibieron a los yaquis de Culuacán. El día 1 Toh [4 de julio de
1510] llegaron los yaquis, mensajeros del rey Moctezumatzin, rey de Mexicu. Nosotros vimos cuando llegaron
los yaquis de Culuacán. Estos yaquis, que vinieron hace muchos años, eran muy numerosos ¡Oh hijos míos!
Reinaban entonces nuestros abuelos Hunyg y Lahuh Noh (Anales de los Cackchiqueles, 1992:157).

Según los Anales, pocos meses después, los cakchiqueles reanudaron las guerras contra los
quichés. En otro manuscrito maya, se indica que ese mismo año de 1510, los señores quichés de
Quetzaltenango y Momostenango comenzaron a pagar un tributo a Moctezuma:

248 A .U
L .

y luego les vino a todos estos nuestros antepasados nueva de Moctezuma, enviándoles a adver r que pagasen
tributo y así lo hicieron. Le despacharon muchas plumas quetzales, oro, esmeraldas, perlas, diamantes, cacao
y pataxte y también mantas de todo cuanto por acá les deban los caciques, tanto enviaban a Moctezuma a
Tlaxcala, que es donde estaba el dicho Moctezuma. (Títulos de la Casa Ixquin-Nehaib, en Recinos 1957:84).

Por lo que debieron con nuar pagando tributos hasta la llegada de los españoles. Así, en el
primer tes monio, se describe la visita, por razón desconocida, de mensajeros de Moctezuma a los
señores cakchiqueles, y en el segundo caso, el pago de tributo de los quichés al tlatoani mexica.
Entre paréntesis, subrayamos la enorme equivocación en los Títulos de la Casa Ixquin-Nehaib al
querer ubicar el tlatoani mexica en Tlaxcala, provincia rival de la Triple Alianza. Si los mayas-quichés
empezaron a someterse a los mexicas, entonces Moctezuma estaba cumpliendo con las expecta -
vas de su antepasado Ahuizotl, que “andando el empo, ellos (los mexicas) lo conquistarían todo”.
Desgraciadamente, con excepción de estos dos tes monios mayas, no hay otras pruebas del
contacto que ofrezcan evidencia de una dominación por las armas mexicas en las Tierras Altas
de Guatemala. En todas las Relaciones geográficas de Guatemala (Acuña, 1982), se es pula que
jamás las provincias y pueblos de Guatemala cayeron en manos de los culhuas, aunque muchos
entendían la lengua mexicana. Remesal afirma que esa era la lengua general en todas las pro-
vincias desde México hasta Nicaragua (Remesal, libro I, p. 3). Para el dominico, los mexicas sí
habían extendido su imperio más allá de Guatemala durante el reinado de Ahuizotl. Más tarde,
fue muy cri cado por el padre Ximenez, poniendo seriamente en tela de juicio sus palabras por-
que “padeció engaño”. Los argumentos de Ximenez ante la imposibilidad de que el imperio se
hubiera extendido más allá del reino de los cackchiqueles, eran que las huestes mexicas tenían
que atravesar primero el reino de los quichés, pero ¿cómo se explicaba una invasión tan lejana
de México-Tenoch tlan, cuando no fueron capaces de someter primero a la provincia vecina de
Tlaxcala ni a la de Michoacán? (Ximenez, cap. XXXVIII:112).
Paralelamente a las fuentes documentales, las pruebas materiales de la cultura mexica en
el al plano guatemalteco y en la costa del Pacífico son casi nulas. Desde el punto de vista de la
arquitectura, de la cerámica y de la escultura existen similitudes que fueron estudiadas por Ruz
Lhuillier (1964) y Navarrete (1976, 1996) sin hablar, por lo tanto, de una influencia directa. La
obsidiana en el si o maya de Zaculeu, fechada para el Posclásico Tardío, ha sido analizada por
Braswell (2003a); sus resultados indican que provenía del Cerro de las Navajas (al plano mexi-
cano), controlado por el imperio mexicano. El hallazgo de esta obsidiana es un ejemplo insignifi-
cante que contrasta de forma contundente con la variedad y can dad de materiales arqueológi-
cos teo huacanos —de importación o copiados— en par cular en Tikal, Uaxactún, Kaminaljuyu
y Copán entre el siglo IV y siglo V de nuestra era.

H 249
P V

Pasando ahora a la costa del Golfo de México, la fama de Xicalango, en la Laguna de Tér-
minos, llegó hasta nosotros gracias a las crónicas españolas. Sahagún menciona la región del
Anáhuac-Xicalango cuando describía a los comerciantes que regresaban de las erras lejanas
orgullosamente cargados de mercancías procedentes de regiones tan alejadas. Los pochtecas
traían ar culos tanto en estado bruto como manufacturados: piedras finas, chalchiuitl, conchas,
nácar, caparazón de tortugas de diversos colores, pieles de jaguar, plumas, escudos hechos con
mosaicos de turquesa:

Y con que retornaban los dones los señores de la costa, los de Xicalanco, y de Zimatlan y de Coatzacualco era
grandes jades, redondos muy verdes, de tamaño de tomates; luego jades acanalados; luego, delgados, muy varia-
dos de colores, jades de quetzal–hoy día los llamamos esmeraldas; y esmeraldas de aguas negras, y escudos de
turquesas, y esmeraldas pulidas, labradas por dentro y coral rojo legí mo y conchas rojas y conchas mul colores;
y coral rosado, muy amarillo, y concha de tortuga muy amarilla, y concha de tortuga a grada, y pieles de guaca-
maya y de pájaro negro marino y de gallina verde fina, y cueros de gre: esos de gre rojo. Todo esto tomaban los
traficantes, los que van disfrazados a comerciar allá en Xicalanco: le venían trayendo, era pertenencia de Auitzotzin
(Garibay, 1995:64-67 - Preferimos la traducción literal del náhuatl al español, más completa y más acertada que
nos ofrece Garibay en esta publicación exclusiva del libro 9 de la Historia General de Sahagun).

Por otra parte, Chapman (1976) había calificado al puerto de Xicalango de “puerto de comer-
cio” (port of trade) al igual que el de Soconusco, Acalán, Nito y Naco (en el Golfo de Honduras)
(Figura 1). La privilegiada situación estratégica de esos puertos permi a que las rutas de comer-
cio tuvieran un acceso prác co en zonas neutras. Los comerciantes de las diferentes culturas

Figura 1.
Puertos de intercam-
bios propuestos por
Chapman (1976).

250 A .U
L .

podían ejercer su profesión con toda seguridad ya que de ninguna manera una fuerza militar
hubiera podido interrumpir el buen funcionamiento de los intercambios.
Un estudio llevado a cabo por Gasco y Berdan (2003) sugiere que había más puertos de inter-
cambio de lo que se pensaba originalmente; la organización del comercio a larga distancia variaba y
no seguía un plan estricto (Figura 2). La cues ón sobre la neutralidad de un puerto de intercambio
es interesante y más compleja de lo que parece. Localizado tanto en las costas como en el interior
de las erras, el “puerto” se situaba a veces dentro de las fronteras de un estado regional controla-
do por un poderoso gobierno, pero mantenía su neutralidad. Gracias a esta situación, era en esos
centros, —denominados por Capman (1976) como “puertos de intercambio” y por Gasco y Bernan
(2003) como “centro de comercio internacional”—, hacia donde convergía la mercancía.
En el caso de Xicalango, se podría poner seriamente en tela de juicio su supuesta neutrali-
dad, ya que según las Relaciones histórico-geográficas de la Villa de Santa María de la Victoria,
así como el tes monio del padre Landa, Xicalango y Cimatán eran una frontera de Moctezuma
con guarniciones que los “reyes de México tenían en Tabasco y Xicalango” (Landa, cap. VIII:16),
donde se hablaba la lengua mexicana junto con el chontal y el zoque. Se puede entender la pre-
sencia de soldados al lado de los pochtecas en esos lugares tan apartados del al plano central,
los cuales permi an disuadir y hasta comba r a quienes se querían apoderar de mercancías tan
valiosas y es madas. No obstante, la presencia militar mexica puede tener otro papel, aparte del
de custodiar los productos de los pochtecas. Además de ser el úl mo puesto de abastecimiento
antes de emprender la travesía de la Laguna de Términos rumbo al puerto siguiente de Tixchel

Figura 2. Centros
de comercio internacio-
nal (fuente: Smith
y Berdan, 2003).

H 251
P V

(al sur de Campeche), Xicalango era una excelente ubicación estratégica para llevar a cabo una
posible invasión de las tropas mexicas hacia Yucatán, tal y como veremos a con nuación.
Hasta ahora, la única fuente etnohistórica que avala esta hipótesis es la Relación de Dzonot
(De la Garza et al. 2008a) (pueblo ubicado al noreste de Yucatán en la provincia de Valladolid)
escrita en 1579 por el encomendero de 65 años Giraldo Díaz de Alpuche, natural de Dos Bo-
cas, en Toledo, España, conquistador a lado de los Montejo y esposo de una de las sobrinas de
Moctezuma. Confirma en su escrito lo mencionado por el padre Landa: Xicalango resguardaba
soldados de Moctezuma, pero el encomendero menciona las serias intenciones militares del
poderoso tlatoani: los soldados asentados en Xicalango estaban a punto de invadir la península.
Díaz de Alpuche señala que su suegro (cuyo nombre se desconoce) había sido enviado como
capitán general por su hermano: el tlatoani mexica “con gran número de gente a conquistar
esta provincia y así asentó su real en un si o que se dice Gicalango, que está entre esta erra y
Tabasco” (Relación de Dzonot: 91), cuya intención fue abruptamente interrumpida a causa de -o
gracias a- la llegada de los españoles:

y queriendo ya entrar en la conquista de esta erra le vinieron mensajeros de México enviados por su hermano
Moctezoma haciéndole saber cómo la ciudad de México y toda la Nueva España estaba por españoles y envíole
alguna ropa de españoles: sayo, sombrero y otras preseas, para que las viese y supiese de cierto cómo estaba
ya sujeto, y a este Capitán le tomó tan gran pesar que se murió de coraje, quedando esta su hija y mi mujer
pequeña (Relación de Dzonot: 91).

Es verdad que el tes monio de la Relación de Dzonot no está apoyado por ninguna otra fuen-
te y que fue redactado sesenta años después de la caída de México-Tenoch tlan. Sin embargo,
el encomendero estuvo casado con doña Isabel, miembro de la familia real de Moctezuma, y
varias veces en su Relación menciona el apoyo de dos indios viejos para redactarla, por lo que
no se puede rechazar del todo tal tes monio. En el censo del pueblo de Tizimín realizado por
Diego García de Palacio en 1583, aparece el pueblo de Dzonot con su nuevo encomendero:
Alonso Díaz, de 27 años, quien asume el cargo desde 1579. Alonso es el hijo de Giraldo Díaz; sin
embargo, no menciona ni su filiación paterna ni materna, lo cual hubiera podido confirmar su
parentesco con la realeza mexica y proporcionarnos información complementaria del posible
ataque mexica hacia Yucatán. El encomendero se limita a responder a las acusaciones de García
de Palacio y aceptar la sentencia (García de Palacio 2009).
Queda pues en suspenso el hecho de que Moctezuma tenía el claro propósito de intervenir
militarmente en la península yucateca; sin embargo, la presencia de soldados en la región de
Xicalango, bajo el control del propio hermano del tlatoani mexica, puede ser percibido como una
clara penetración de las tropas mexicas en territorio maya.

252 A .U
L .

Otros inves gadores rechazan la idea de que en Xicalango exis era de alguna manera una guar-
nición de las tropas de Moctezuma, dudas atribuidas por el hecho de que los primeros conquista-
dores, en el momento en que llegaron a la región, no vieron ninguna ac vidad militar. Sin embargo,
la primera expedición llevada por Francisco Hernández de Córdoba en 1517, no pudo pisar erra
cuando llegó a Potonchán, porque fue atacada por indígenas, al igual que la segunda expedición
bajo el mando de Juan de Grijalva, quien llegó al río Grijalva en la región de Tabasco, en junio de
1518. Finalmente, cuando la expedición de Hernán Cortés pasó por allí, recibió una amenazante
bienvenida: cuarenta mil indígenas estaban listos para comba r contra los españoles: “llegaron
al río ya dicho de Grijalva adonde entraron y el dicho Cortés mandó sacar dos caballos armados y
ciertos ballesteros y escopeteros y peones a resis r el ímpetu de los indios que venían de guerra,
los cuales serían hasta cuarenta mil hombres”, escribe uno de los compañeros de Cortés (Aguilar,
1977:67). Con esta demostración de superioridad militar española, no les quedó más remedio que
rendirse y aceptar a los conquistadores. A lo largo de la costa, los indígenas eran desconfiados y al-
gunos se oponían firmemente en acoger a los extranjeros, los habitantes de la región eran famosos
por ser muy belicosos. Desgraciadamente, nunca podremos saber si los na vos beligerantes que
atacaron a las tres expediciones españolas pertenecían o no al ejército de la Triple Alianza.
Es cierto que antes de instalarse en Xicalango, las tropas militares de Moctezuma habrían
tenido que atravesar la provincia enemiga de Coatzacoalcos. De hecho, varias veces las fuentes
etnohistóricas precisaron que después de la Conquista española, los señores de esa provincia
daban autorización a los españoles de penetrar en sus erras, mientras que se les prohibían el
paso a los mexicas, también llamados culhuas, por ser enemigos:

El cual Coatelicamat [señor de Coatacoalcos] respondió que los españoles él era muy contento que entrasen su
erra e viesen las minas e todo lo demás que ellos quisieren; pero que los de Culua, que son los de Montezuma,
no habían de entrar en su erra, porque eran su enemigo (Fernández de Oviedo, vol. 4:387).

Si las tropas mexicas estaban estacionadas en Xicalango sin haber podido atravesar la pro-
vincia de Coatzacoalco, bien pudieron haberla bordeado. ¿Acaso, esta prohibición era también
válida para los comerciantes aztecas?
Lo que sí sorprende en los escritos de las primeras expediciones españolas, es la ausencia
total de información acerca del comercio alrededor de la península y en las costas del Golfo de
México y Xicalango no se percibe como un lugar repleto de comerciantes. Las referencias de un
comercio floreciente en esta parte de Mesoamérica vienen de fuentes posteriores como en Mo-
tolinía o en López de Gómara, por ejemplo.

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P V

Si la ocasión de invadir la península de Yucatán no se presentó para los mexicas, esta se vuel-
ve una realidad algunos años más tarde, pero no con los mismos protagonistas, sino con Fran-
cisco de Montejo, quien some ó en 1529 la región de Tabasco y fundó la ciudad de Salamanca,
asegurando sus posiciones al instalar una guarnición antes de penetrar en la península con el
apoyo de los pobladores para comunicarse con los habitantes de Yucatán.
Llama la atención la presencia de vocablos en lengua náhuatl en una fuente como es las Re-
laciones histórico-geográficas de la Gobernación de Yucatán, (De la Garza et al. 2008b) escrita
por encomenderos españoles (algunos ayudados por indígenas mayores) ya instalados y algunos
de ellos par cipes de la conquista de la península de Yucatán, junto con los Montejo y en donde
“una sola lengua que se habla”. Algunas palabras enen su equivalente en lengua maya: “pom”
es el “copal”, “ya´” es el “chicozapote”; otros como “comal” o “tochomitl”, no lo enen y el au-
tor explica que “tochomitl”, por ejemplo, son hilos de pelo de conejo. Palabras como “cacao” y
“huipil” de origen náhuatl, forman parte del vocabulario más citado y difundido y más apropia-
do entre los españoles de la península. La Tabla 1 es un primer intento de clasificar las palabras
en náhuatl hispanizado presentes en las Relaciones histórico-geográficas de la Gobernación de
Yucatán. El campo lexical abarca desde ves menta o flora, hasta bebida y utensilio. Al colocar
los pueblos encomendados en los que el escritor u lizó palabras náhuatl sobre un mapa, nos
percatamos que se ex enden de forma homogénea entre Mérida y Valladolid (Figura 3).

Figura 3.
Ubicación geográica de
las Relaciones en las que
están presentes palabras
en náhuatl hispanizado.

254 A .U
L .

Tabla 1. Presencia de palabras en náhuatl hispanizado en las Relaciones histórico-geográficas de la Gobernación de Yucatán.
Clasificación Palabras en náhuatl En náhuatl según Equivalente en maya Ubicación de la Relación según Figura 3
hispanizadas Molina
Protección defensiva Escuypile Ichcahuipil chuyub 37, 30
Chimal Chimalli 20, 19, 30
Ritual Copal Copalli Pom 37, 36, 76, 47, 50, 27
Flora Chicozapote Tzapotl Ya´ 37, 36, 79, 67, 44, 70, 22, 60
Aguacate on 37, 40, 44
jícama Chiikam 37, 40, 89

Camote Camotli 89
Tomate Tomatli 89
Fauna Pizote Chi´ik 37
Bebida Atol Atolli za 35, 79, 40, 19, 70
Pozol Pozolli 79, 40, 70
Utensilio Comal Comalli 73
jícara Luch 19
Ves menta Mástel, maxtate Maxtla 79, 44
Xicol xicolli 41, 47
Guaypil Huipilli Todas
Mercancía Tuchumite Tochomitl 58, 79, 40, 18, 21, 65, 19, 30
Cacao Cacaotl cacao Todas
Medida Xiquipiles xiquipitl 60
Medicinal Piciete Piciet 79
Fibra Mecate Ch´a kan 3
Petate 47

La pregunta que nos surge es ¿a par r de cuándo se empezó a u lizar palabras en náhuatl
en un territorio dominado por el maya yucateco? Acaso, ¿a través de relaciones comerciales?,
¿a través de movimientos migratorios o invasiones como la de Tutul Xiu?, ¿durante la conquista
de Yucatán, cuando el ejército de los Montejo invadió la península, apoyado por numerosos
indígenas procedentes del al plano central —reclutado de grado o por fuerza— y algunos ter-
minaron por instalarse de manera defini va en esa región? ¿O fue durante los primeros años del
Virreinato? Todas esas preguntas son plausibles, pero di ciles de responder. La lengua náhuatl
se había conver do en la lengua franca en Mesoamérica durante la época prehispánica, u lizada
tanto por los comerciantes como por los diplomá cos. Durante el primer siglo del Virreinato,
estuvo a punto de ser la lengua oficial en toda la Nueva España, su enseñanza generalizada fue
recomendada por el propio rey Felipe II, pero esta polí ca lingüís ca fue rápidamente rec ficada
para restablecer el español como único idioma.

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CONCLUSIÓN

A través de las fuentes etnohistóricas del siglo XVI, pudimos conocer los planes de la expansión
militar mexica en el sureste de la actual república mexicana, más allá de las fronteras oficialmente
admi das. Sin embargo, la confrontación de las diferentes fuentes aumenta más las interrogantes:
¿cuál era la verdadera razón de la presencia de guerreros mexicas en Xicalango?, ¿de qué trataba
el mensaje que el tlatoani Moctezuma Xocozotzin hizo llegar a los señores cakchiqueles en el año
1510? y ¿exis a una verdadera amenaza de expansión militar hacia la península de Yucatán?
Del comercio a la guerra, no obstante exis an otros pos de relaciones con sus vecinos me-
soamericanos, más su les pero quizás eficaces. Por ejemplo, durante las visitas oficiales de em-
bajadores mexicas en las provincias some das o no, aliadas o enemigas, se ofrecían regalos (en
par cular joyas y prendas ricamente manufacturadas) que, además de revelar la habilidad, el
ingenio y la riqueza ar s ca de los artesanos, estaban cargados de un alto contenido simbóli-
co de la cultura mexica (Villegas 2012). Para ciertos autores (en el caso de los mayas-quichés,
por ejemplo, ver Braswell 2003b), algunos pueblos en Mesoamérica manipularon el proceso de
“nahuización” para sus propios beneficios como una estrategia tanto de adaptación como de
some miento sobre sus enemigos.
La presencia de colonias mexicas en las Tierras Altas de Guatemala, en las Tierras Bajas
de Yucatán y en las Tierras Bajas del Petén-Itzá no está confirmada por ninguna evidencia
arqueológica, todavía. Las pinturas murales de Santa Rita Corozal y de Tulum de claro es lo
mixteca-puebla no pueden ser consideradas como prueba irrefutable de una ocupación sica
de mexicas en ambos si os. Gracias a la Matrícula de tributos y La información sobre los tribu-
tos que los indios pagaban a Moctezuma (año de 1554), hoy sabemos que el Soconusco era la
región tributaria más septentrional del Imperio mexica, sin ambos manuscritos no tendríamos
ninguna cer dumbre de tal expansión geográfica, por la falta de evidencia material mexica
más allá de Tehuantepec.

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DINÁMICAS POBLACIONALES Y REESTRUCTURACIÓN DEL ESPACIO


EN YUCATÁN EN LOS PRIMEROS SIGLOS DE LA COLONIA

Pilar Zabala Aguirre

Tras la conquista de Yucatán se produjo un desplazamiento de los grupos poblacionales prehis-


pánicos al ser ordenados según la polí ca e intereses de los nuevos gobernantes. En este sen -
do, hay que tener en cuenta a los diversos actores que iniciaron la reestructuración del espacio
llevando a cabo las ordenanzas para la conformación de ciudades, villas y pueblos de indígenas,
esto es, los representantes de la Corona que venían a administrar el territorio, los eclesiás cos
y también los encomenderos par ciparían en la generación de nuevas dinámicas poblacionales.
Como consecuencia, la primera gran división que se produjo, aunque entendido en términos
laxos, fue la pretendida separación de la población española e indígena, la primera radicada en
la ciudad y en las villas y la segunda mayoritariamente en el ámbito rural.
Tras la conquista, y para dar inicio a la colonización del lugar, se efectuaron los primeros re-
partos de encomiendas entre aquellos personajes que se habían significado en la conquista y pa-
cificación; esta se puede considerar la primera reagrupación que produjo que grupos de pobla-
ciones se fueran integrando en lugares concretos de acuerdo al número de tributarios otorgados
al encomendero. En el caso de los eclesiás cos fueron los franciscanos, a través de la fórmula de
las congregaciones, los que fueron agrupando a los indígenas del ámbito rural por parroquias. Y
aunque estos primeros intentos realizados en la década de los cuarenta del siglo XVI fracasarán,
entre otras cosas por la gran rebelión de los mayas de 1546-1547, una vez pacificada esta, se
reiniciarán nuevas concentraciones, aunque todo ello jalonado por numerosos conflictos que se
entablaron entre los diferentes actores.
Hay que tener en cuenta que la reestructuración del espacio y las consecuentes dinámicas
poblacionales no será un proceso lineal ni tendrá el éxito total esperado por los nuevos pode-
res coloniales. Durante los siglos XVI y XVII asis remos a diversos cambios poblacionales en la

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Provincia de Yucatán, teniendo siempre en cuenta que amplios territorios se mantuvieron al


margen de la pacificación y colonización, al menos hasta finales del siglo XVII. Por otra parte,
también hay que señalar que los movimientos poblacionales mayas eran un an quísimo hábito
que databa de mucho antes de la conquista española, que, en sí misma, provocó el desplaza-
miento de mucha gente. Según señala Farriss, la tradición oral y las crónicas indígenas recogen
algunas de las migraciones prehispánicas que se produjeron en la región, así como una serie de
incursiones foráneas (Farriss 1992:126). Tal prác ca con nuará exis endo y así la fuga temporal
o permanente será la respuesta maya a las crisis y a los abusos o exigencias excesivas de las
autoridades coloniales. A la vez que se irán dando las consecuentes polí cas reduccionistas, por
parte de los poderes civiles y eclesiás cos, para lograr el regreso de los huidos de las zonas sin
control español a los pueblos o lugares de origen o a otros nuevos creados a tal efecto.
De forma que la conquista y la colonización debe entenderse como un período de varias
décadas en el cual se consolidó uno de los diversos proyectos de dominación concebidos y eje-
cutados por los conquistadores. No se logró este triunfo sin pasar por períodos de franco enfren-
tamiento entre los diversos grupos como encomenderos, religiosos, funcionarios de la Corona y
colonos diversos (García Mar nez 2005:65).

DIVISIÓN TERRITORIAL AL INICIO DEL PERIODO COLONIAL

En el momento del contacto, Yucatán estaba dividido en muchos estados indígenas con diversos
grados de autonomía. Según Nancy Farriss, eran dieciséis o más las provincias que cons tuían
una única unidad cultural y lingüís ca, aunque eran en dades polí camente independientes
(Farriss 1992:237). Todo esto cambiaría tras la conquista y pacificación en los inicios de la vida
colonial. Campeche en 1541, Mérida un año después, Valladolid en 1543 y Salamanca de Bacalar
posteriormente, fueron los primeros asentamientos creados por los conquistadores. Mérida se
conformó como la ciudad principal y todas ellas fueron localidades básicamente para españoles.
Estos centros más urbanizados contaban con una jurisdicción más o menos amplia integrada por
diferentes poblados de indígenas.
En la civilización mesoamericana prevalecía una estructura del espacio diferente a la de los
europeos. Estos privilegiaban los ordenamientos concentrados y centralizados en lugar de los
dispersos y difusos, de lo que derivaron un notable afán por congregar a la población y definir
las cabeceras. Así, las relaciones que se habían tejido en los empos prehispánicos fueron rein-
terpretadas y redibujadas con la conquista y con el impactante proceso de las congregaciones
(García Mar nez 2005:23).

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Hay que tener en cuenta que una población compactada y concentrada en centros urbanos,
haría más fácil la administración civil y religiosa y el control sobre los habitantes. Y así fue como
la concentración de la población pasó a ser obje vo de la intervención directa de los españoles,
ya que consideraban la dispersión como un po de vida salvaje. Para los nuevos colonizadores la
aparente falta de concentración residencial y la indefinición de los espacios limítrofes conver a
a la población en ingobernable, por ello se abocaron a reforzar o promover todo aquello que
llevará a modificar estos rasgos.
Además de atraer a la población diseminada, durante el perIodo colonial temprano, se impuso
el sistema urbano de re cula o damero de tradición helenís ca, retomado a finales de la reconquis-
ta de la península ibérica, en el que frente a las ciudades laberín cas, musulmanas o judías, muy
di ciles de controlar, se pretendía unas poblaciones abiertas, rectas. Para ello, debía generarse un
modelo sencillo que permi ese ordenar a la población y someterla a los diferentes controles civi-
les, militares, económicos y religiosos, siendo aplicable con ciertas adaptaciones locales a una gran
diversidad de entornos geográficos, orográficos o climatológicos (García Targa 2006:294).
Así, los españoles modificaron la estructura poblacional, pues ni siquiera hubo que esperar
la sujeción militar de todo el mundo maya para que la Corona y la Iglesia idearan un complejo
plan de reorganización administra vo tendente a reubicar espacialmente a los indios, a través
de dos modalidades: la congregación y la reducción a poblado. La primera consis a en reunir en
núcleos mayores a los asentamientos pequeños, mientras que en la segunda obligaba a aquellos
que vivían dispersos en selvas y montañas a habitar en conglomerados urbanos (Ruz 2009:21).
El conjunto de procesos llevados a cabo para la reestructuración de la población dieron como
resultado una profunda transformación en los pueblos, y no solo en sus aspectos formales. La
necesidad de las autoridades coloniales por controlar a los naturales y fijarlos espacialmente
era fundamental como paso previo a su aprovechamiento como mano de obra aplicable a todo
po de ac vidades. Además, ese control facilitaba tanto la imposición de las tributaciones fis-
cales per nentes, como el evitar los movimientos poblacionales hacia áreas fuera de la zona
de dominio, además de supervisar los avances en el proceso de evangelización y, en general, la
aculturación de la población autóctona.
Para llevar a cabo este proceso ya desde el primer momento de contacto con las poblacio-
nes americanas, la Corona generó una legislación muy importante en número y prác camente
inmediata en su aplicación. Parte de las Instrucciones dadas a los diferentes conquistadores,
contenían apartados específicos sobre poblamiento, organización territorial y espacial.

Es necesario que los indios se repartan en pueblos que vivan juntamente y que allí tengan cada uno su casa
habitada con su mujer e hijos, y heredades, siembre y críen sus ganados (García Targa 2006:298).

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En la idea de la organización territorial y espacial no subyacía únicamente el control polí co y


administra vo de la sociedad recién conquistada, sino que un elemento importante fue también
la impar ción de la doctrina cris ana. La erradicación de la religión prehispánica o el retorno
a ella en caso de la huída de la población a zonas fuera del control polí co y religioso es una
preocupación que va a perdurar al menos durante los primeros siglos de la colonización. Aunque
esta idea ya está implícita desde las primeras ordenanzas y se recoge desde un principio en las
Leyes de Indias, donde en la ley 1 del libro sép mo, tulo décimo se puede leer

Por quanto, con mucho cuidado, se a procurado siempre prouer el remedio mas conveniente, para que los
indios súbditos nuestros sean instruidos en las cosas de nuestra santa Fee católica y ley evangelica, y biuan en
conçierto y policía (…) como hombres raçionales que son, era necesario estar congregados y reduçidos a pue-
blos, y que no biuiesen derramados por las sierras y montes, por lo que se priuan de todo benefizio espiritual y
temporal (León Pinelo 1992:1,825).

Los funcionarios, los frailes y los colonizadores creían consecuentemente que los indios de-
bían ser agrupados en grandes poblaciones por diversas razones tanto polí cas, como económi-
cas, militares o religiosas. Este reagrupamiento significaba agravar aún más la ya grandemente
desconyuntada vida indígena, por medio de sus tuciones forzadas de población y el abandono
de muchos pueblos pequeños. Pero los españoles, aun reconociendo este hecho, estaban firme-
mente convencidos de que los beneficios finales serían mucho más importantes y compensarían
con creces momentáneos menoscabos (Chamberlain 1982:291).
Por tanto, fueron muchos los mo vos que se mezclaron e interrelacionaron en la reestructu-
ración del territorio en Yucatán. Razones polí cas, administra vas, religiosas y económicas, cada
una de ellas, de por sí, eran lo suficientemente poderosas como para llevar a cabo un cambio en
profundidad de las dinámicas poblacionales prehispánicas.
Entre las razones polí co-administra vas, podemos destacar el hecho de que los lugares que
se iban pacificando necesitaban una sujeción al nuevo gobierno, para ello se había de desarrollar
un sistema administra vo y así poder controlar una posible dispersión de la población. Enco-
menderos y religiosos serán baluartes imprescindibles en tal empresa, no sin grandes enfrenta-
mientos entre ellos, pues aunque ambos grupos tenían intereses comunes, mezclándose tanto
razones económicas como religiosas, pero, precisamente por ello, los conflictos entre partes irán
a la par del proceso de reestructuración de la población.
La polí ca de la Corona, como en tantas otras circunstancias del dominio de las Indias, fue con-
ceder poder a cada una de las partes para luego ir frenándolo a través de leyes y ordenanzas, como
es en el caso de la Encomienda. Pero no solo los conflictos se dieron entre civiles y eclesiás cos,
sino también, entre estos úl mos. El poder dado a los franciscanos al inicio de la Colonia se tratará

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de contrarrestar con la fundación del Obispado de Yucatán con sede en la ciudad de Mérida y la
llegada del clero secular al que la Corona era mucho más adepta. Así regulares y seculares man-
tendrán conflictos plasmados en el avance de los curatos de los seculares en detrimento, muchas
veces, de las guardianías franciscanas, esto es por la jurisdicción sobre la población indígena.
Con la llegada del primer obispo, Toral en 1562, se sitúa el inicio del establecimiento del clero
secular y a par r de este momento se va a dar un crecimiento de esta Iglesia a expensas de la ju-
risdicción de los frailes. No hay que olvidar, en este punto, el enfrentamiento entre Toral y Landa
por los Autos de Fe de Maní, a pesar de que el mismo Toral perteneciera a la orden franciscana.
Además, puesto que los clérigos nacidos en la erra, por lo general, tenían un completo dominio
del maya —que habían hablado desde la infancia—, naturalmente se sen an más capacitados
para servir a la población indígena que los franciscanos venidos de España, los cuales tenían que
aprender la lengua después de llegar a Yucatán. En consecuencia, hubo una creciente presión
para secularizar algunas de las misiones franciscanas, especialmente después de la muerte del
obispo Landa en 1579. Un ejemplo importante de todo ello es que aunque los franciscanos re-
sis eron cuanto pudieron cualquier cambio, la Corona finalmente ordenó en 1602 transferir las
misiones de Hocabá, Tixkokob, Ichmul y Tixchel al clero secular. Esta acción fue resultado de las
insistentes solicitudes del obispo Izquierdo y de las negociaciones que llevó a cabo en España
el padre Pedro Sánchez de Aguilar, un sacerdote nacido en Yucatán (Scholes y Roys 1996:194).
En este sen do, de la intervención de la Iglesia en el proceso congregacionista hay que tener
en cuenta que, conforme a la donación por la que el papa Alejandro VI asignó las erras del Nue-
vo Mundo a la Corona de Cas lla, los monarcas españoles estaban obligados, como condición
esencial de esa gracia, a conver r a los indios al cris anismo y ganarlos para la Iglesia de Roma.
Por ello, el establecimiento de la Iglesia en Yucatán, consecuentemente, marchó mano a mano
con la conquista militar y la colonización civil (Chamberlain 1982:319).
De forma que tanto los estamentos civiles y eclesiás cos, a pesar de sus disensiones, par -
ciparon ac vamente en la concentración de la población. Aunque tampoco podemos conside-
rar este proceso lineal, ya que estuvo sujeto a al bajos y durante dos siglos una preocupación
central de unos y otros será el fracaso que supondrá, como se verá más adelante, la marcha de
mucha población indígena a zonas fuera de control por numerosas causas.

FORMAS DE CONCENTRACIÓN DE LA POBLACIÓN

En los poblamientos pensados para ciudades y villas una de las primeras ac vidades que reali-
zaban los españoles, tras la elección del lugar e inmediatamente después de su conquista, era

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mandar a edificar una iglesia, nombrar a las autoridades locales, repar r solares a los colonos
y empezar la construcción del lugar tomando como centro el si o donde se ubicaría la plaza
mayor. La elección y el trazado de las plazas no se hacían de manera aleatoria, ya que todo lo
rela vo a la fundación de las ciudades y villas lo encontramos en la Recopilación de Leyes de
Indias. El poblamiento debía comenzar en la plaza y el tamaño de ésta tenía que corresponder
con el número de vecinos y, a la vez, con las posibilidades de crecimiento del lugar (León Pinelo
1992:2017-2020).
No obstante, no solo habitarían españoles en estos centros sino que se irían creando diferen-
tes barrios, también denominados pueblos, extramuros de los mismos, donde se ubicaban los
indígenas naboríos o laboríos, aquéllos indios mexicanos que habían acompañado a los Montejo
en la Conquista y aquéllos otros, indios yucatecos, que tras ser sacados de sus pueblos vivían en
los barrios o arrabales de las ciudades, dedicados a prestar toda clase de servicios a los españoles
(García Bernal 1978:19). En este sen do, exis an resistencias, por parte de los pueblos, a perder
el control de los indios que se marchaban a vivir a los si os donde servían a los españoles; lo que
querían evitar era que su población disminuyese y encontrarse imposibilitados para responder
a los tributos y servicios obligados, que se repar an por capitación. Esta situación, desde luego,
rompe con esa imagen está ca de la estricta separación entre población española y población
indígena, y fueron numerosos los desplazamientos que se producirían en todo el período tanto
en uno como en otro sen do.
En la década de 1550 los territorios jurisdiccionales de las municipalidades españolas, en
principio, quedaron ya definidos, poco después de la represión de la Gran Rebelión de los Mayas.
Según Chamberlain el de San Francisco de Campeche incluyó los cacicazgos de Chanmpotón,
Canpech, Ah Canul, Acalán y hasta la extensión en que la provincia se hallaba bajo el efec -
vo mando español, Mazatlán. El distrito de Mérida se componía de las provincias de Chakan,
Hocabá-Homún, Ceh Pech, Sotuta y Maní. Valladolid tenía su jurisdicción en las provincias de los
Cupul, los Tazes, Chikinchel, Ecab y Cozumel y Uaymil-Chetumal hacia el distrito de Salamanca de
Bacalar (Chamberlain 1982:352).
Por otra parte, se puede decir que la ins tución de la encomienda, esto es la repar ción de
un número de indígenas a los conquistadores para la entrega del tributo, fue anterior, incluso,
a la creación de los centros urbanos. El origen de la instauración del sistema de encomiendas
en Yucatán se remonta al 8 de diciembre de 1526, fecha de la capitulación dada en Granada a
Francisco de Montejo (García Bernal 1978:186) que, aunque en ella no se expresa una facultad
de encomendar indios, él así lo interpretó. De forma que Montejo, durante la segunda fase de
la conquista (1530-1535), procedió al primer reparto de encomiendas tras la primera fundación
de Salamanca (Campeche) en los comienzos de 1531. Lo mismo hizo al fundarse en Chichén Itzá

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la población de Ciudad Real, no obstante, todos estos repar mientos quedaron sin efecto al re-
rarse los españoles de la península a inicios de 1535.
Aprendida la lección, posteriormente su tác ca consis ó en que las huestes debían someter
primero un conjunto de “provincias” (prehispánicas), fundar un poblado español y organizar
su cabildo, para darle permanencia a la villa o ciudad recién creada, y así sucesivamente hasta
abarcar todo el territorio (Quezada 1993:69-70).
Fue Montejo el Mozo el que implantó de forma gradual el sistema de encomiendas en la
provincia, a medida que completaba la úl ma fase de la conquista. García Bernal considera que
tras la erección de la villa de Campeche, a comienzos de 1541, se dedicó a distribuir los pueblos
del distrito en encomiendas, convencido de que un reparto cuidadosamente elaborado habría
de contribuir, como así fue, a la estabilidad de la nueva población. El resultado fue la asignación
de treinta encomiendas a otros tantos vecinos de la nueva villa, setenta fueron en Mérida y cua-
renta a los nuevos vecinos de la villa de Valladolid. Con los repar mientos de estos tres centros
quedaron sentadas las bases para el posterior desarrollo del sistema en la provincia (García Ber-
nal 1978:188-189).
La ubicación espacial de las villas de Campeche, Mérida, Valladolid y Bacalar dio como resul-
tado que estos asentamientos fraccionaran la península en pequeños territorios más o menos
regulares. Estas áreas, que quedaron bajo la dependencia de cada uno de estos poblados, fueron
denominados por los españoles jurisdicciones o distritos. Las villas cabeceras funcionaron como
el lugar de residencia de los españoles y de los vecinos que tenían pueblos en encomienda en sus
distritos (Quezada 1993:70-71), aunque como veremos los encomenderos no siempre habitaban
en los centros urbanos, a pesar de las ordenanzas emanadas por la corona a tal efecto.
En cuanto a la actuación de los eclesiás cos, fueron los franciscanos los que comenzaron a
redistribuir la población según sus intereses, en principio, religiosos. El programa organizado
de conversiones se emprendió hacia finales de 1544 con la llegada de algunos franciscanos a
Yucatán, aunque fue con el respaldo del visitador real Tomás López en 1552 cuando el progra-
ma alcanzó verdadero ímpetu. Los franciscanos de Yucatán insis an que la congregación era un
requisito para que la doble función de la iglesia —enseñar la doctrina cris ana y administrar los
sacramentos— pudiera llevarse a buen término, lo que sería imposible si los indios estaban si-
camente fuera de su alcance.
Una de las medidas más importantes que tomó Tomás López, visitador de la provincia de 1552
a 1553, fue el conseguir la concentración de los indios en pueblos más grandes, o en pueblos
recientemente creados y situados convenientemente para los fines eclesiás co y administra vo.
Esta medida creó sin duda cierta can dad de penalidades para los indios porque algunas veces
se veían obligados a trasladarse a pueblos situados a una distancia considerable de sus milpas.

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P Z A

Sin embargo, desde el punto de vista del programa misionero estos cambios tuvieron verdaderas
ventajas porque concentraban a los indios en centros más próximos a los monasterios (Scholes y
Adams 1938:XIX).
Rescatamos de la obra de López Cogolludo algunas ordenanzas representa vas para el caso
que nos ocupa

Item, una de las cosas que ha impedido e impide la policia temporal y espiritual de los naturales de las dichas
provincias, es el vivir apartados unos de otros por los montes. Por ende mando, que todos los naturales de esta
dicha provincia se junten en sus pueblos, y hagan casas juntas, trazadas en forma de pueblos todos los de una
parcialidad y cabecera en un lugar cómodo y conveniente, y hagan sus casas de piedras, y de obra duradera,
cada vecino casa de por sí, dentro de la traza que se le diere, y no siembren milpas algunas dentro del pueblo,
sino todo esté muy limpio y no haya arboledas
Por ende mando, que ningún indio, ni india de esta dicha provincia, natural o vecino de algún pueblo de ella,
se pueda mudar e dejar su naturaleza e pueblo, para irse a vivir a otro, sin licencia de la jus cia del pueblo de
españoles, en cuyos términos estuviere el pueblo de tal indio, la cual examine la causa que el tal indio ene, para
mudarse de su pueblo para otro, pena (López Cogolludo 1996:85-90).

Los franciscanos emplearon tres criterios básicos para determinar los si os en donde erigir
estas primeras casas conventuales: el polí co-administra vo, el religioso de origen maya y el de
la concentración de la población indígena. Respecto al primero, Campeche, Maní y Sací (Vallado-
lid) eran capitales prehispánicas, lugares en donde residían las máximas autoridades indígenas, y
Mérida además estaba rodeada por una región densamente poblada. La fundación del convento
de Izamal, aunque dependiente de Dzidzantún, obedeció a un criterio religioso prehispánico y a
la alta densidad poblacional de sus alrededores. En contraste, Conkal no aparece durante el pe-
ríodo previo a la invasión ni como capital ni como un gran centro religioso; era un pueblo depen-
diente de la provincia de Motul, y la erección de la casa franciscana obedeció primordialmente a
la gran concentración humana que lo circundaba (Quezada 1993:74-75).
La dinámica poblacional llevada a cabo por los eclesiás cos es un tema que ha sido abordado
por numerosos autores, por tanto, solamente vamos a plantear de forma general la distribución
espacial llevada a cabo en primer lugar por la orden franciscana y, poco más tarde, por el clero
secular. Siguiendo a Nancy Farriss, las unidades eclesiás cas estaban cons tuidas por las parro-
quias: las “doctrinas” franciscanas y los “curatos” secularizados. Cada parroquia tenía su cabece-
ra, o pueblo principal, donde residía el doctrinero o cura y una o más poblaciones subordinadas,
llamadas en Yucatán “visitas”. Así cada visita tenía su propia iglesia (Farriss 1992:240).
Las primeras guardianías que se fundaron fueron Campeche y Mérida. Antes de 1549 se aña-
dieron otras tres: Maní, Conkal e Izamal. La guardianía de Valladolid fue erigida en 1553 y las de
Homun y Calkini en 1561. Con el objeto de facilitar el trabajo religioso de conversión e instrucción
se empleó el método habitual de concentrar a los indios en los pueblos más grandes y trasladar

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a otros a localidades situadas cerca del convento. Para recibir instrucción en el convento fueron
trasladados desde muchos pueblos algunos muchachos indios, hijos de señores principales; en
otros casos, los indios que habían recibido ya instrucción en los elementos de fe fueron enviados
a pueblos distantes para que sirvieran de maestros de escuela y enseñaran a otros indios (Scho-
les y Adams 1938:XX). Cada convento se convir ó en centro importante de cris anización e his-
panismo, y como base de donde los frailes llevaron a cabo su obra a los territorios circundantes
(Chamberlain 1982:327).
Al organizar las doctrinas poco después de la conquista, los franciscanos parece que respe-
taron los límites jurisdiccionales indígenas. Algunas de las parroquias se correspondían exacta-
mente con pequeñas provincias que exis an en los momentos anteriores a la conquista –por
ejemplo, Sotuta e Ichmul (Cochuah). En las despobladas regiones del sur y el oriente, tendieron a
agregar todas o la mayoría de las provincias periféricas; Champotón, por ejemplo, fue anexiona-
da a Campeche, y el norte de Cupul fue unido con Chikinchel para cons tuir Tizimín. En cambio,
las grandes y densamente pobladas provincias del norte y el occidente fueron divididas en dos,
tres o cuatro doctrinas, aunque éstas correspondían generalmente a divisiones subprovinciales
ya existentes (Farriss 1992:240).
Los franciscanos se mostraron par cularmente ac vos en la promoción y realización de
esas congregaciones, que con frecuencia se construían alrededor de si os ceremoniales pre-
hispánicos, aprovechando los escombros de los an guos templos para las nuevas construccio-
nes (Gerhard 1991:53).
Puede considerarse que las congregaciones de la población india fueron una de las mani-
festaciones más visibles, y sin duda la más espectacular, de la voluntad de los españoles por
imponer e inculcar sus principios y valores en la sociedad que habían logrado dominar. Sus
consecuencias fueron evidentes en el ámbito espacial, pero en el fondo llegaron mucho más
allá de él (García Mar nez 2005:151). Las raíces de las congregaciones están en la concepción
renacen sta europea del espacio, en la que exis a una clara tendencia a privilegiar las estruc-
turas definidas y concentradas —bien delimitadas y con una clara ubicación de las diversas
funciones centrales inherentes a cada colec vidad— sobre las difusas y dispersas, considera-
das impropias de la vida civilizada.
No obstante, todo este proceso de reestructuración del espacio prehispánico no fue un he-
cho lineal, sino que estuvo punteado de numerosos conflictos, no sólo entre indígenas y españo-
les sino entre estos úl mos entre sí.

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ALGUNOS CONFLICTOS Y PRIMERAS RESPUESTAS DE LOS INDÍGENAS

A pesar de que, en apariencia, las dinámicas poblacionales y la reestructuración del espacio lle-
vadas a cabo por los actores civiles y eclesiás cos involucrados en el proceso tenían elementos
comunes, no por ello dejó de haber múl ples conflictos manifestados ya desde el inicio de la
Colonia. Chamberlain, resume en un párrafo las controversias entre los dis ntos contendientes

Algunos encomenderos que creían perjudicados sus intereses personales, porque les afectaba la influencia de
los frailes en los indios, se resin eron contra los franciscanos y buscaron impedimentos a sus trabajos. Hubo
también rivalidad entre los franciscanos y el clero secular. Asimismo los funcionarios persis eron en oponerse
a lo que ellos creían ser la injus ficada interferencia de los franciscanos en asuntos gubernamentales; aunque
cooperaban con los frailes en su obra de cris anización, ya que los franciscanos representaban una fase esencial
de la polí ca del Rey (Chamberlain 1982:329).

En este sen do, los encomenderos se resis an, en ocasiones, al traslado de los indios de sus an-
guos asentamientos cuando la polí ca de congregaciones así lo requería, ya que consideraban
que con ello resultaba una disminución de la población y, por ende, una merma en la cuan a
de los tributos. Pero no solo eran cues ones económicas las que enfrentaban a encomenderos
y religiosos, también los primeros acusaban a los frailes de intromisión al usurpar frecuente-
mente una autoridad que debía pertenecer a la jurisdicción civil. Y, como se ha mencionado
más arriba, las disputas se dieron también entre los propios eclesiás cos, entre el clero regular
y el secular. La llegada del primer obispo a Yucatán marcará, en 1562, el hito de estas relaciones
con la presencia del obispo Toral y el establecimiento del clero secular. A par r de entonces,
se producirá un crecimiento con nuo de la Iglesia a expensas de la jurisdicción de los frailes,
ya que comenzó la enajenación de guardianías para conver rlas en curatos dependientes de
la iglesia secular en un largo proceso que mo vó agrias disputas entre ambas fracciones de la
Iglesia (Bracamonte y Solís 1996:37).
Pero quizás más importantes que los conflictos entablados entre los diferentes grupos de
dominadores fueron algunas de las consecuencias inmediatas que tuvo para la población in-
dígena la superposición de las nuevas estructuras de poder. Según señala García Bernal, la
reducción de los pueblos indígenas supuso un duro quebranto para la población aborigen que,
al ser erradicada de sus lugares de origen, quedó expuesta en muchos casos al hambre y a las
enfermedades, y en úl mo extremo a la muerte. Como consecuencia, gran número de indios
huyeron, refugiándose en las frondosas zonas del sur y del oeste, con lo que disminuyó sensi-
blemente la población indígena que estaba bajo control español (García Bernal 1978:65). De
esta manera, hay que destacar también la serie de calamidades padecidas por los habitantes
de Yucatán en la segunda mitad del siglo XVI, como sequías y epidemias. Como resultado se

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D Y C

sucedieron grandes hambrunas, principalmente sobre los indios que abandonaban su domici-
lio y andaban vagando por los bosques.
La primera gran protesta que manifiestan los indígenas es la gran rebelión de 1546-1547,
previamente había acontecido la gran epidemia de 1544-1545. En defini va, los efectos de la
gran rebelión redujeron a las provincias orientales y meridionales a “un estado caó co, que
excedía a cualquier otro que hubiera exis do en otro empo. Los pueblos quedaron desiertos,
sus habitantes se dispersaron, se arruinó la agricultura y se desorganizó totalmente la vida in-
dígena. Grandes números de indios abandonaron permanentemente sus casas para emigrar a
otras erras, como había acaecido durante las primeras fases de la conquista. Indudablemente
que algunos se fueron a la distante y todavía libre Petén Itzá. Este importante desplazamiento
permanente de la población dejó efectos desalentadores” (Chamberlain 1982:CXVII).
También consecuencia de la rebelión fue el que los encomenderos que vivían en los pueblos
de sus encomiendas, como amos y señores, después se les ordenó que se instalasen en los cen-
tros urbanos. Aunque esta ordenanza del rey no siempre se cumplía, pues todavía a finales del
siglo XVI el monarca ordenaba que los encomenderos vivieran en la villa, en este caso de Campe-
che, a fin de que pudieran repeler los ataques ingleses. El monarca llegaba a amenazarles con la
pérdida de sus encomiendas si no cumplían con lo señalado ya a mediados de siglo, esto es, que
abandonaran los lugares donde se encontraban los indígenas tributarios y fueran a morar en los
centros urbanos donde les correspondía

(El Rey a)
Don Diego Fernandez de Velasco mi gobernador de la provincia de yucatan o a la persona a cuyo cargo fuere el
gobierno della por parte del consejo jus cia y regimiento de la villa de San Francisco de Campeche dessa pro-
vincia se me ha hecho rrelacion que la dicha villa es puerto de mar y ene hasta cien vecinos poco mas o menos
y que de ordinario la cometen muchos yngleses y otros enemigos corsarios y la inquieta y roban y molestan y
la principal defensa que ene es la que hazen los vecinos y encomenderos della con sus cassas y familia en los
quales ay muchos del distrito della que so color de ciertas causas que han y representado en mi real audiencia
de la ciudad de Mexico y ante la jus cia mayor dessa provincia estan eximidos de hacer vecindad en la dicha
villa bibiendo en las partes y lugares que les parece contraviniendo esto a lo que esta ordenado por cedulas y
ordenanzas en que rresciven notable danno y perjuicio porque bibiendo los dichos encomenderos en ella yra en
augmento su poblacion y abra bastante numero de gente para su defensa suplicandome atento a ello proveyese
so graves penas que los dichos encomenderos hagan becindad en la dicha villa con sus cassas y familia como
enen obligacion sin embargo de qualesquier licencias y permisiones que tengan de la dicha mi audiencia y
veais dando por vacas las encomiendas de los que no cumpliesen y que vos las encomendendes de nuevo por-
que aunque hasta agora se les han puesto penas no an sido bastantes para su rremedio y porque quiero saber
lo que ay y passa en lo sobredicho y combiene proveer cerca de lo que sse pide os mando me embieis rrelacion
dello con vuestro parescer para que bisto se provea lo que combenga y en el entretanto que la embiais y (…)
guardareis y hareis que se guarden cumplan y executen precissamente las cedulas que por el emperador y rrey
mi señor que sean en gloria estan dadas sobre esto sin embargo que lo que huviere proveydo contra ello que
assi es mi voluntad. Fecha en Valencia a 8 de marzo de 1599 (A.G.I., México 2999).

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P Z A

Está claro que la Corona pretendía la separación de etnias, evitando de esta forma la intromi-
sión de los encomenderos en la vida indígena, quiénes tenían sus propias ins tuciones regidoras,
evitándose también la generación de un grupo parasitario, ren sta, beneficiándose del trabajo y
la tributación de los indios a semejanza de un “señor de vasallos”. Por otra parte, hay que tener
en cuenta que el número de españoles en la provincia era muy reducido y los ataques de los
piratas fueron recurrentes durante todo el periodo colonial, ya desde sus inicios, así lo que los
monarcas pretendían era de que tales encomenderos par ciparan en la defensa de las villas que
sufrían en mayor medida los ataques extranjeros, encomendándoles de esa manera un servicio
a la provincia a través de la función militar de defensa del territorio.
Aparentemente el programa de congregaciones forzadas realizadas en la década de 1550
tampoco fue un éxito total, y algunos indios permanecieron dispersos o regresaron después a
sus an guos lugares. La huida de los indígenas de sus lugares congregados será una tónica gene-
ral no sólo en este siglo, también para el siglo siguiente hay numerosos documentos que mani-
fiestan cómo los indígenas abandonaban sus asentamientos y huían a zonas no conquistadas.

La dispersión indígena hacia zonas de montaña o no colonizadas


A pesar de los esfuerzos de reducción llevados a cabo por autoridades civiles y religiosas con el
fin de situar permanentemente a los naturales en los lugares para ellos pensados, la dispersión y
movilidad poblacional va a ser recurrente desde los primeros momentos de la colonización. Por
diferentes causas se van a producir diversas “migraciones” de personas y, en ocasiones, de pue-
blos enteros a lugares dis ntos a los para ellos señalados hacia las zonas de frontera o resistencia,
fuera de los ámbitos controlados por las autoridades coloniales. En este sen do, Farriss señala
que la existencia de estados mayas totalmente independientes, el mayor y más poderoso de los
cuales era el reino Itzá, nucleado en torno al lago Petén, hacía impreciso el límite entre lo prehis-
pánico y lo colonial, lo pagano y lo cris ano, lo conquistado y lo independiente (Farriss 1992:39).
Se ha visto como desde los inicios de la conquista y pacificación se produjeron varias disper-
siones, como la producida por la gran rebelión de 1546-1547, cuando gran número de indios
abandonaron sus casas para emigrar a otras erras. La inexorable conquista, ocupación y organi-
zación de sus erras por los españoles creo inevitablemente el caos en la estructura de la socie-
dad maya, y fue necesario un largo período de recuperación y reajuste. La extensión en que se
rasgó la tela de la vida indígena en los diversos cacicazgos de Yucatán varió según la proporción
de la resistencia que opusieron. Por supuesto que fue mucho mayor en las provincias que sostu-
vieron una con enda desesperada por su existencia, que en aquellas que se some eron pronta-
mente. Los cacicazgos de los Cupul, Cochuah, Sotuta, Uaymil-Chetumal y Chakán probablemente
sufrieron más. Grandes números de indios quedaron dispersos (Chamberlain 1982:347-348).

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Pero también los mayas comenzaron a presentar resistencia al sistema de congregaciones


cuyo proceso ya estaba en marcha para la década de 1580. Los indígenas se desplazaban hacia
el monte, donde establecían de nuevo pequeños asentamientos que, con el empo, pasaron a
llamarse “ranchos” dependientes en lo administra vo del pueblo de origen aunque separados
sicamente de él (Farriss 1992:329-330). No ha de extrañar, por tanto, que las congregaciones
llevadas a cabo a inicios de la colonia tuvieron que realizarse de nuevo durante las primeras dé-
cadas del siglo XVII.
La importancia de la población en el sen do genérico, como mano de obra aplicable a un sin n
de ac vidades, gravada fiscalmente, u lizada bajo presión para compensar esas carencias de los
territorios, generó toda una serie de dinámicas sociales que facilitaban el uso indiscriminado de las
comunidades indígenas sin tener en cuenta, en ningún momento, los rasgos propios de esos colec-
vos que los ligaban a espacios concretos importantes en su imaginario (García Targa 2009:172).
De forma que la fuga, temporal o permanente, fue la caracterís ca respuesta maya a las crisis
a lo largo de toda su historia. En la época colonial, las hambrunas y las epidemias, los problemas
polí cos o los conflictos personales podían provocar la marcha de individuos, grupos familiares
o pueblos enteros al monte.
Hay que tener en cuenta que, como señala Ruz, los métodos empleados para lograr la con-
centración de la población fueron varios, desde la persuasión hasta la violencia, pues en caso
de renuencia de los na vos se prac caban la quema de caseríos, el arrasamiento de campos de
cul vo y medidas coerci vas diversas (Ruz 2009:22).
Con el correr del empo los movimientos poblacionales hacia áreas alejadas del dominio
hispano se volvieron asunto co diano. Así, fueron surgiendo poblados en las selvas altas del sur
de la Península (Campeche y Quintana Roo), en las zonas montuosas vecinas a los ríos Palizada
y Usumacinta, en las selvas chiapanecas y en el Petén hoy guatemalteco. En esas regiones los
fugados crearon dis ntas formas de organización social, amalgamando patrones mayas y espa-
ñoles, y prac cando una religión que se nutría también de elementos indígenas y católicos. Tan
sólo hacia 1660 se reportaron más de veinte mil mayas fugados a las “montañas” (Ruz 2009:23).
De forma que la huida de los indios de los pueblos del norte de Yucatán hacia las regiones no
pacificadas en las partes sur, central y sudoriental, se inició unos cuantos años después de la
conquista y con nuó a un ritmo acelerado durante el úl mo cuarto del siglo XVI y a través del
XVII. Algunos abandonaron sus hogares para escapar de las cargas de tributo y trabajo impuestas
por los españoles; otros, incluyendo a los sacerdotes na vos y sus seguidores, huyeron con el
propósito de prac car el an guo culto religioso sin la interferencia de los misioneros. En algunos
casos se fueron en grupos pequeños con sus familias, pero hubo muchos que abandonaron a sus
esposas e hijos y establecieron nuevos vínculos familiares (Scholes y Roys 1996:187).

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P Z A

Las autoridades provinciales veían lo anterior con creciente preocupación y, durante las dos
úl mas décadas del siglo XVI y a principios del XVII, se adoptaron diversas medidas para reducir
a los fugi vos a la obediencia.
Como se ha mencionado, las causas de la huida de los indígenas a lugares fuera del control
colonial fueron varias, no cabe duda de que durante el siglo XVII los “repar mientos” y otros
abusos por parte de las autoridades civiles fueron causa primordial para que se produjeran ta-
les huidas. En este sen do, son muchas las quejas por parte de diversas instancias culpando a
los gobernadores de la provincia por los abusos que come an a los indígenas. Entre otras se
incluyen las “visitas” realizadas con la excusa de revisar la actuación de los integrantes de los
cabildos indígenas. Ya desde 1629 se solicitaba al rey que se prohibiera a los gobernadores de
la Provincia que, sin mediar orden especial del monarca, hicieran tales visitas ya que de ellas no
resultaban ningún orden ni beneficio para los indígenas y, en caso de que las tuvieran que hacer
no les cobraran derechos por firmas ni licencias, y menos que obligasen a los indígenas a costear
las comidas de todos los componentes de los séquitos que iban junto al gobernador en esos
desplazamientos. Más aún, si necesitaban la colaboración de los indios en algunos trabajos, se
les debía de pagar un salario conveniente

sennor nos ocurre y pareçe que conuiene que los gobernadores no hagan visitas generales a la provinçia sin
espeçial orden de vuestra magestad pues dellas no resulta ningún buen effecto para los yndios y que quando
con la tal liçençia las hizieren no les lleuen derechos de las firmas ni de las liçençias de cauallos ni les hagan
pagar carçelajes ni echen condenaçiones pecuniarias ni reçiban presentes ni coman a costa de los yndios ni de
sus comunidades ni sus ministros y criados y que les paguen los cauallos a yndios de carga y todo el serviçio
personal que les hizieren. La raçon sennor que a esto nos a mouido es por que estas visitas se an introduçido
por los gobernadores sin que aya auido commission par cular de vuestra magestad para ellas y lo que en ellas
se haze es tomar residençia a los yndios que an sido gobernadores, alcaldes, regidores, alguaciles mayores y
menores, mayordomos, escribanos y demás ministros y a todos juntos se les haze proçeso con vnos mismos
cargos y descargos y lo mismo en vnos pueblos que en otros y los sentençian en penas pecuniarias y la ordinaria
can dad suele ser a los gobernadores dos pesos y medio hasta çinco y a algunos a diez y veynte pesos a los
alcaldes a seys reales y a los regidores y demás ministros a quatro applicados para la cámara rreal y gastos desta
visita por mitad demás desto se paga al gobernador destos proçesos a tres rreales por cada firma y para oyr
sentencia los prenden a todos que es vna vexaçion muy grande (A.G.I., México 359).

El documento citado es del año 1629, y el monarca reiterará el envío de cédulas prohibien-
do tales visitas y por supuesto el cobro de algún po de arancel o derechos a los indígenas, y
mucho menos obligarles a cualquier po de servicio personal, ní hacerle “juicios de residen-
cia” a las autoridades.
No siendo pocas las vejaciones infringidas por parte de algunas autoridades provinciales a
los indígenas, las quejas más reiteradas son sobre los “repar mientos” que efectuaban algunos

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jueces. Básicamente se trataba de obligar a los indígenas a comprar una serie de productos que
la mayoría no necesitaban para nada y a unos precios abusivos

estos juezes y capitanes y sus ministros hazen comúnmente derramas en todos los pueblos de su jurisdicçion y
distrito para que entre todos los yndios dellos quieran o no se reparta can dad de vino, ropa y drogas suyas y
entre ellas a suçedido repar r papel platos escudillas y pescado y otras cosas de que no enen neçessidad los
yndios por que o las enen de sus cosechas o no las vsan y esto a los preçios que ellos quieren siendo tan pobres
los yndios y desuenturados que se contentan con vn poco de mayz que comer y vnos frisoles y otras legumbres
de la erra de donde se collige la poca neçessidad que tendrán de platos y de pappel espeçialmente los yndios
e yndias que de ningún modo saben leer ni escribir y estas cosas se las dan a los preçios que los dichos juezes
quieren (A.G.I., México 359).

No obstante, con ser graves estas denuncias en las que se pueden observar las derramas efec-
tuadas sobre los indios obligándoles a comprar productos que, en muchas ocasiones, no u lizaban
ni necesitaban, no lo es menos los precios y las formas de pago a los que se condenaban a los indí-
genas para hacer frente a tales compras. En principio tenían que pagar las mercancías no deseadas
con productos como grana, cera, miel, maíz o algodón, esto es con ar culos que tenían una salida
inmediata al mercado y de los que obtendrían una rápida ganancia. Pero aún más, está el hecho de
cómo se tasaban los géneros con los que tenían que hacer frente a los “repar mientos”, evaluán-
dolos siempre a unos precios mucho más elevados a los que corrían en la ciudad de Mérida

y el valor dellas se lo an de pagar en grana, çera, miel, mayz, algodón y pa es que es la ropa ordinaria desta
erra y esto a preçios tasados que son la grana a quatro rreales cada libra valiendo en esta çiudad comúnmente
a ocho, la çera a rreal la libra valiendo en la çiudad a rreal y medio, la miel a doçe rreales la vo ja de arroba
valiendo en la çiudad a dieciocho (…) (A.G.I., México 359).

Como consecuencia, para poder hacer frente a estos pagos muchos indígenas, al no tener es-
tos productos, tenían que comprarlos, generalmente a tratantes españoles, y luego “venderlos”
a los jueces a un precio inferior al de coste. En caso de que no cumplieran con estos pagos sufrían
diversos cas gos, además, como se señalan en los documentos, de endeudarse los indígenas en
estas transacciones

y sucede sennor muchas veçes no auiendo auido cosechas de los dichos fructos y si la ay no es tanta que alcançe
a lo que les enen repar do y sin embargo desto vsan en la cobrança tan gran rigor los dichos juezes y sus minis-
tros que les obligan con açotes prisiones y cas gos a que lo vayan a buscar donde lo hallaron y los miserabñes
por redimir su vocaçion van a differentes partes a buscarlo y dándoles los juezes a los precios arriba refferidos
por ellos los compran los desuenturados a donde van a buscarlos por la mitad mas prinçipalmente la grana (…)
y destas perdidas cas gos y persecuçiones resulta adeudarse y empennarse los yndios con otros espannoles por
pagar a los juezes (A.G.I., México 359).

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En la mayoría de las ocasiones los indígenas no se atrevían e denunciar estos abusos; en otros
casos consideraban que no iban a conseguir nada pues nadie les iba a hacer caso, debido a las
personalidades que estaban implicadas. Por tanto, las consecuencias inmediatas de estos abusos
eran las consabidas huidas a zonas sin control colonial, muchas veces abandonando sus familias
aunque en otras ocasiones se marchaban con ellas. Cerca de 1629, se calcula que fueron entre
ocho y diez mil los indios que huyeron a las montañas debido a estos repar mientos

y después por no poder cumplir ni pagar lo que a tantos deuen y verse libres del rrigor destos juezes dexan
sus hijos y mugeres y no bueluen y algunos se van totalmente con sus hijos y mugeres y se van a los montes
y hazen alla sus poblados sin osar boluer a sus pueblos y naturaleza por el gran miedo que enen a los dichos
juezes y sus ministros (…) y escarmentados del poco amparo que en los gobernadores y demás ministros de
gobierno hallan no osan venir a quexarse antes se huyen a los montes tomandolo por mejor medio que venir a
dar sus quexas pues no se las remedian antes los cas gan por ello y asi se ene no çia que de quatro annos a
esta parte se an huydo ocho o diez mil yndios a las montannas donde deuen estar haziendo muchas ofensas a
dios nuestro sennor asi de idolatrías como de otros pecados por no tener ministros de la fe que allí les vayan a
la mano (A.G.I., México 359).

Es cierto que el monarca responde a estas denuncias, prohibiendo las visitas y los repar -
mientos. Además, de vetar, como se ha dicho, el pago de las comidas y demás gastos que aqué-
llas podían producir y, en caso de necesitar algún servicio a realizar por los indios, debían ser
compensados con el salario es pulado. Pero no es menos cierto que estos pos de quejas sobre
el mal tratamiento a la población indígena son abundantes y seguirán exis endo durante el siglo
XVII, incidiendo en la situación que creaban los indios huidos a las montañas con la consabida
pérdida en tributos, su falta de adoctrinamiento y el temor de que volvieran a su an gua reli-
gión. En primer lugar al huir indios jóvenes, tributarios, se perdían en las encomiendas los pro-
ductos por ellos debidos. Por otra parte, la mayor preocupación de los eclesiás cos eran el te-
mor, fundado, de que el asentamiento de la población indígena en lugares donde ellos no tenían
jurisdicción ni presencia provocaba que los indígenas volvieran a sus ritos ancestrales olvidando
la doctrina cris na, aunque en muchas ocasiones, lo que se producía era un sincre smo entre
unos ritos y otros, al estar los huidos bau zados y tener conocimientos de la doctrina católica.
Hay que tener en cuenta que para la gran mayoría de los mayas que no huyeron, las zonas de
refugio eran más una opción constante y familiar que un lugar desconocido y aterrador. Muchos
de ellos eligieron esta opción durante el siglo XVII y se establecieron en poblaciones no some -
das del sur de la Provincia (Farriss 1992:40).
Por tanto, para las autoridades civiles y para las eclesiás cas la huida de los indígenas a las
montañas creaban diversos inconvenientes; por ello, los gobernadores y dignidades eclesiás -
cas se darán a la tarea de tratar de “reducir” y volver a atraer a las zonas bajo control colonial a

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los indígenas de las montañas, a través de diversas vías y ofreciéndoles diferentes medios para
que regresaran a su lugares de origen o a otros creados para tal fin. Así se puede observar en las
cédulas reales que se enviaban al respecto siempre indicando que se les “tratara con suavidad”
y se les impulsara a que volvieran al seno de la colonia.
A mediados del siglo XVII, el gobernador Francisco de Bazán manifestaba que el “principal
acauamiento” de la provincia era la falta de población indígena. En este caso las denuncias e-
nen otro cariz, como son las enfermedades; se menciona una epidemia de viruela que había
diezmado a la población, aunque más bien era el consabido binomio escasez de alimentos-en-
fermedad que se cebaba en mayor medida con los indígenas. Parece ser que en los años 1654
y 1655 se produjo una crisis de subsistencia, tan recurrentes en estos siglos, donde las malas
cosechas y en consecuencia el hambre provocaban, en muchas ocasiones, que las enfermedades
afectaran más a este grupo de población. En este caso se denuncia que entre las soluciones que
tomaban los indígenas supervivientes era la huida a los montes, pero también buscaban refugio
en estancias, rancherías o ingenios azucareros solicitando sustento y refugio y dónde los dueños
los escondían en ellos tratándolos peor que a esclavos

desde que aquí entre a gouernar estas provinzias reconoçi que el prinçicpal acauamiento dellas era la falta
de yndios que en una peste grande que auia auido y consecuentemente un anno de hambre y un contajio de
viruelas cuan mas mortal que la peste auia consumido la mayor parte dellos y los yndios que auian quedado se
auian me do mucha parte en los montes a sustentarse con frutas silbestres con miel y con rraizes de arboles y
otros se auian rrecojido a estançias milpas y rrancherias e ynjenios donde los duennos los tenían con mas duro
gravamen que si fueran esclauos (A.G.I., México 360).

Así lo denunciaba en una carta al rey el gobernador Bazán en 1658. Fueron varias las solucio-
nes que se propusieron por parte de la Corona. La solución que se tomó para evitar la marcha
de la población a lugares fuera de control, tras efectuar consultas con las autoridades civiles y
eclesiás cas, fue la de enviar comisionados por los campos y obligar a los indígenas a volver de
los montes y rancherías o ingenios donde se habían refugiado. Entre otras actuaciones, estos
comisionados tenían que obligar a los indígenas que hicieran sus siembras de maíz para que no
les faltase su principal sustento, pues consideraba que en muchas ocasiones no trabajaban las
milpas por que “si no es con rigor su flojedad aun en su mismo ú l y conservación no se aplican”.
De la misma forma, fueron sacando a los grupos de las rancherías e ingenios donde se habían
refugiado obligándoles a regresar a sus lugares de origen. El gobernador Bazán considera que
estas medidas tuvieron el éxito deseado, parece ser que logró reducir a más de 23,000 indígenas
huidos, según su declaración sin ningún po de violencia y aunque

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Uno o dos pueblos del par do de Campeche se leuantaron quitaron las campanas de las iglessias y yzieron
otras maldades en muy pocas oras se boluieron a rreudzir sacándolos de los montes y aguadas donde se auian
recojido (A.G.I., México 360).

De los 23,000 indígenas reducidos, según el gobernador Bazán 17,410 eran tributarios entre
hombres y mujeres y 5,918 niños. No obstante, pocos años después, en empos del gobernador
Esquivel volvemos a encontrar que el problema de la reducción de los indios de las montañas
estaba lejos de solucionarse.
La resolución que se toma en empos del gobernador Esquivel es el de enviar también emi-
sarios a donde se encontraban los huidos con promesas para que regresasen, sobre todo a los
pueblos de las jurisdicciones de Campeche y de Valladolid. Entre otras cosas, se par cipaba a
los indios que ya no se les iba a efectuar más repar mientos porque se habían prohibido. Pero
quizás lo que más destaca en estas fechas (1663) es que no se trataba de u lizar la fuerza para el
regreso de la población huida sino que se les ofrecía circunstancias favorables para el retorno. Es
el caso de la exención durante dos años del pago del tributo, más aún, esta exención se elevaba
a ocho años para aquellos grupos “montaraces” que nunca habían sido colonizados. Se citan los
nombres de los lacandones, maches e itzáes y a todos ellos se les prome a la ayuda de propor-
cionarles maíz para su sustento hasta que ellos mismos pudieran cosecharlo, al empo que se les
ofrecía la edificación de casas en las que pudieran vivir junto a las milpas donde podrían sembrar
maíz, frijoles, algodón o cacao “conforme a la calidad de la erra” (A.G.I., México 361).
No dudamos de que algunas de estas reducciones tuvieran éxito en su momento, pero no
obstante el problema siguió subsis endo, al menos hasta finales del siglo XVII. En opinión de
Farriss, a pesar de algunas midas incursiones en el Petén desde los asentamientos españoles de
Tabasco, Chiapas y Yucatán, el interior permaneció en su mayor parte fuera del control colonial
hasta 1697, cuando una expedición conjunta desde Yucatán y Guatemala concluyó con la con-
quista del reino Itzá (Farriss 1992:41).
En defini va, la conquista y la colonización deben entenderse como un periodo de varias
décadas en el cual se fueron consolidando los diversos proyectos de dominación. No se logró
ese triunfo sin pasar por períodos de franco enfrentamiento. Hay que tener en cuenta que la
estructura espacial que acompañaba al mundo colonial al respecto fue probablemente mucho
más pun llosa que la prehispánica, pues mientras esta, al parecer, tendía más bien a la confor-
mación de franjas difusas o semidespobladas entre dis nto grupos potencialmente antagónicos,
los españoles entendían por límite una línea bien definida (García Mar nez 2005:157).
Está claro que no podemos considerar a estos dos primeros siglos de época colonial como de
dominio efec vo sobre la sociedad subordinada. La reestructuración del espacio y de la pobla-
ción, primordial para un control efec vo de las autoridades coloniales, fue un proceso lento que

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se desarrolló con avances y retrocesos. Está claro que sobre una gran parte de la provincia yuca-
teca ese control pudo llevarse a cabo con cierta efec vidad, pero no es menos cierto que hubo
grandes lagunas en dicho control. La existencia de zonas fuera del dominio civil y eclesiás co de
las ins tuciones coloniales tuvo como consecuencia una gran mul tud de desplazamientos de
grupos indígenas y migraciones de unos lugares a otros desde el inicio de la dominación.

REFERENCIAS DE FUENTES Y BIBLIOGRAFICAS

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Burton, James H. Department of Anthropology, University of Wisconsin, Madison, WI, 53706 (jhburton@
wisc.edu).

Cobos, Rafael. Facultad de Ciencias Antropológicas, Universidad Autónoma de Yucatán, 97305, Mérida,
Yucatán (rcobos@uady.mx).

Cucina, Andrea. Facultad de Ciencias Antropológicas, Universidad Autónoma de Yucatán, 97305, Mérida,
Yucatán (acucina@yahoo.com).

Domínguez Carrasco, María del Rosario. Centro de Inves gaciones Históricas y Sociales, Universidad Autó-
noma de Campeche, 24039, Campeche, Campeche (mrdoming@yahoo.com).

Folan Higgins, William Joseph. Centro de Inves gaciones Históricas y Sociales, Universidad Autónoma de
Campeche, 24039, Campeche, Campeche (wijfolan@gmail.com).

Fullagar, Paul D. Department of Geological Sciences, University of North Carolina, Chapel Hill, NC 27599
(fullagar@unc.edu ).

González H., Raymundo. Centro de Inves gaciones Históricas y Sociales, Universidad Autónoma de Cam-
peche, 24039, Campeche, Campeche (rgonzale@uacam.mx).

Graham, Elizabeth. UCL Ins tute of Archaeology, 31-34 Gordon Square, London, England WC1H 0PY
(e.graham@ucl.ac.uk).

Gunn, Joel D. Department of Anthropology, University of North Carolina, Greensboro, NC, 27402 (jd-
gunn@uncg.edu).

Jimenez Álvarez, Socorro del Pilar. Facultad de Ciencias Antropológicas, Universidad Autónoma de Yuca-
tán, 97305, Mérida, Yucatán (sdpjimenez@yahoo.com.mx).

Morales, Abel. Centro de Inves gaciones Históricas y Sociales, Universidad Autónoma de Campeche,
24039, Campeche, Campeche (amorales@uacam.mx).

Ortega Muñoz, Allan. Ins tuto Nacional de Antropología e Historia, Centro INAH Quintana Roo, 77025,
Chetumal, Quintana Roo (alan_ortega@inah.com.mx).

Peraza Lope, Carlos. Ins tuto Nacional de Antropología e Historia, Centro INAH Yucatán, 97310, Mérida,
Yucatán (cperaza_yuc@hotmail.com).

Price, T. Douglas. Department of Anthropology, University of Wisconsin, Madison, WI, 53706 (tdprice@
wisc.edu).

Scherer, Andrew K. Departament of Anthropology, Brown University, Box 1921, 128 Hope Street, Providen-
ce, RI, 02912 (Andrew_Scherer@brown.edu).

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Serafin, Stanley. Department of Quiroprac ce, University of Macquarie, Sidney, Australia (stanley.serafin@
gmail.com).

Sierra Sosa, Thelma Noemí. Ins tuto Nacional de Antropología e Historia, Centro INAH Yucatán, 97310,
Mérida, Yucatán (tsierras@hotmail.com).

Tiesler, Vera. Facultad de Ciencias Antropológicas, Universidad Autónoma de Yucatán, 97305, Mérida, Yu-
catán (v esler@yahoo.com).

Torrescano V., Nuria. ECOSUR, Chetumal, Quintana Roo (ntorresca@ecosur.mx).

Villanueva G., Gerardo. Dirección de Salvamento Arqueológico, Centro INAH Campeche, 24100, Campe-
che, Campeche (jeros_7@hotmail.com).

Villegas, Pascale. Centro de Inves gaciones Históricas y Sociales, Universidad Autónoma de Campeche,
24039, Campeche, Campeche (pvillegas@voila.fr)

Wright, Lori E. Department of Anthropology, Texas A&M University, College Sta on, TX 77843-4352
(lwright@tamu.edu).

Wrobel, Gabriel. Department of Anthropology, Michigan State University, 355 Baker Hall, East Lansing, MI
48824 (wrobelg@msu.edu).

Zavala Aguirre, Pilar. Facultad de Ciencias Antropológicas, Universidad Autónoma de Yucatán, 97305, Mé-
rida, Yucatán. (zaguirre@uady.mx).
La edición de Afinidades biológicas y dinámicas
poblacionales entre los an guos mayas.
Una visión mul disciplinaria se realizó en el
Departamento Editorial
de la Universidad Autónoma de Yucatán.
La impresión se hizo en los talleres de Impresos
Alamilla, calle 74 núm. 383-B x 41, CP 97000
Centro, con un raje de 500 ejemplares en
papel bond blanco de 75 g en interiores y
cartulina couché de 250 g en portada.

Se terminó de imprimir en mayo de 2013 en


Mérida, Yucatán, México.

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