Las periferias -físicas o simbólicas- de nuestras ciudades, son aisladas de los sectores
de bienes y servicios urbanos. Son hechos, no interpretaciones; porque vemos que
precisamente se les aísla, en cuanto que no se les proporciona a los accesos que
toda sociedad debería procurar para sus ciudadanos. Porque podemos constatar esa
falta de conectividad, esa carencia de alternativas para vivir una vida urbana.
De ahí la incomprensible riqueza que vemos en quien poco tiene pero mucho da, de
ahí la irrazonable manera de actuar en quien, desde sus limitaciones, le sobra para
compartir. Esa gente que “da siempre lo mejor cuando no lo tiene”, como dijo
alguien que gusta dar lo que quizá no sintió recibir.