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“Aislamiento o Intimidad”

Ciertamente no soy original en colocar esta distinción, el mismo Erickson es quién


más detalla esta cuestión cuando explica las etapas de desarrollo psico-social. Pero
aquí yo aprovecho esta distinción de conceptos para mirarlos desde la Biblioteca de
la periferia.

Si bien en aquella distinción del famoso psicoanalista lo que se puede analizar es


esa manera de apropiarse de sí mismo o bien de auto excluirse, propio de la edad y
proceso -según el autor- en base a su contexto. Aquí yo quisiera compartir un tanto
esa condición que en muchas de nuestras periferias de vida encontramos.

Las periferias -físicas o simbólicas- de nuestras ciudades, son aisladas de los sectores
de bienes y servicios urbanos. Son hechos, no interpretaciones; porque vemos que
precisamente se les aísla, en cuanto que no se les proporciona a los accesos que
toda sociedad debería procurar para sus ciudadanos. Porque podemos constatar esa
falta de conectividad, esa carencia de alternativas para vivir una vida urbana.

Muchas veces pudiéramos pensar que el aislamiento es una cuestión ya superada


de nuestras sociedades, hablando sobre todo de tecnologías y de superaciones
urbanas en todos los sentidos. Pero no es cuestión solamente de estructuras o de
accesos o ausencia de ellos. Tampoco es cuestión de que provenga de fuera. El
aislamiento también puede ser provocado o bien alimentado por la propia persona
o colectivo cuando existe esa marginalidad, que se refleja no sólo en el individuo
sino en la colectividad.

En esas periferias se pueden encontrar esas dos realidades: o bien un aislamiento


provocado desde el exterior por el sector que margina, por ese centro que arroja
hacia fuera, y que luego es asumido y sentido como una exclusión, un no-sentirse-
parte. Pero también, esa manera de sobreponerse y que admira, ese quedarse el
individuo solo ante sí mismo pero que no es un aislarse-vacío, sino un saberse
consigo mismo, o bien: intimidad.

En las periferias, si bien se les inunda de aislamientos, no se les aniquila porque la


intimidad persiste. Va más allá de las limitaciones que se les coloca a quienes se les
priva de la conexión. La intimidad es la conexión consigo mismo, y también con
otros, una alianza que va más allá de las estructuras o condiciones específicas de
vida, es algo desde dentro, que no precisamente se condiciona por lo de fuera.
Podemos encontrarnos a muchas personas con facilidades de conexión, con accesos
a múltiples formas de interacción, y sin embargo, eso no es garantía de intimar.
Muchas veces las condiciones adversas, las situaciones desfavorables y hasta
riesgosas provocan fortalecimientos del interior, pues dejan de mirar al exterior y su
consecuente dependencia de lo que venga de fuera, para mirarse desde dentro y
saber que la mayor riqueza está ahí en su propio ser y lo que de ese se desprende.

De ahí la incomprensible riqueza que vemos en quien poco tiene pero mucho da, de
ahí la irrazonable manera de actuar en quien, desde sus limitaciones, le sobra para
compartir. Esa gente que “da siempre lo mejor cuando no lo tiene”, como dijo
alguien que gusta dar lo que quizá no sintió recibir.

En la periferia, si se quiere, aún con aislamiento, se puede intimar.

Por: Juan Carlos Quiriarte, sdb.

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