thebookhunter.es/2017/11/12/comic-esto-no-va-solo-de-superheroes
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La enumeración de las artes proviene de la época helinística, siendo considerada la poesía
como el arte más importante. Nunca se ha dudado de la mileniara manera de clasificarlas y
en la era moderna simplemente hemos añadido nuevos elementos a la lista. Así, a las seis
artes iniciales de arquitectura, escultura, pintura, música, literatura/poesía y danza se
unieron el cine y la fotografía. El cómic es considerado el noveno arte, ya que mezcla dos
de las anteriores: literatura y pintura.
Los eruditos del noveno arte otorgan a The Adventures of Obadiah Oldbuk el honor de
ser el cómic más antiguo. Publicado en 1837 -en Europa- por el suizo Rudolph Xöpfer fue
en realidad más un libro ilustrado que un cómic, pero suficiente para considerar a su autor
como el creador de la historieta, novela gráfica o cómic. Funnies on Parade fue el primer
cómic en EEUU y se publicó en 1933. Desde entonces este país ha sido el gran motor de la
poderosa y popular industria de la historia gráfica. La edad de oro del género comenzó con
el debut de Jerry Siegel y Joe Schuster y su personaje estrella, Superman, probablemente
el personaje de cómic más reconocible de todos los tiempos. Desde ese momento las
viñetas en periódicos y dominicales dieron el salto a los tebeos que han marcado a
generaciones de niños y adolescentes. Las ventas de cómics aumentaron exponencialmente
durante la Segunda Guerra Mundial para alimentar la necesidad de historias patrióticas e
inspiradoras en las que los héroes luchaban contra el mal abanderando todo tipo de valores
inspiradores.
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Tan popular es hoy día esta industria que los cómics clásicos -especialmente de esa época-
son extremadamente valiosos. En 2014 se pagaron tres millones de dólares por una copia
del número 1 de Action Comics, el debút de Superman (lo adquirió el actor Nicolas Cage).
Hoy día los superhéroes están en todos lados. Parece que en la cartelera de cine siempre
hay una de héroes de acción, o se encargan de recordarnos que estamos rodeados de ellos
la industria del videojuego, la ropa que visten niños o adolescentes y el merchandasing de
accesorios. Hay que agradecer a tipos como Superman, Batman o el Capitán América que
popularizaran el tebeo, aunque hoy día son los que -paradójicamente- dan una visión
distorsionada al género del que surgieron. Afortunadamente no todo el cómic gira en torno
al mundo del héroe de acción, y ese es el secreto de su actual resurgir. Considerado durante
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décadas como un entretenimiento infantil, hoy día es un arte que ha alcanzado su madurez
y que sirve como plataforma para contar todo tipo de historias.
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al género al comprobar que la calidad de los guiones y el dibujo es altísima y que muchas de
estas obras compiten -y superan en ocasiones- a las novelas consideradas best sellers.
Resulta curioso que en una época dominada por lo inmediato, por la instántanea visual y el
entorno digital, resurja este género y además se resista a abandonar el papel,
probablemente porque sigue siendo el medio en el que más se puede disfrutar la
experiencia de leer un cómic. La combinación de viñetas y texto pueden captar en
profundidad situaciones que en imágenes o en prosa por separado necesitarían
explicaciones o aclaraciones adicionales. Sintetizar en viñetas es el método más creativo e
imaginativo de expresar y contar una historia. Sin ánimo de parecer excesivamente solemne
-y con todos los matices que se podrían añadir-, posiblemente el acoplamiento entre
guionista y dibujante es la máxima expresión literaria. Quizás el erróneo intento de
denominar al cómic novela gráfica para eludir la discusión sobre la “seriedad” de la
propuesta, hace un flaco favor al género.
Como en el caso de las libros -la música, las películas o programas de televisión- hay cómics
muy malos, pero igual que uno no considera que toda la literatura es mala porque ha leído
cuatro novelas pésimas, el cómic no puede ser degradado porque uno piensa que solo
aborda historias de tipos enfundados en mallas. ¿Puedes nombrar a alguien que no le guste
la música? ¡Espero que no! Hay tantos tipos de música que es imposible que no se tenga
predilección por un estilo u otro. Esto se puede extrapolar al cine y la televisión. Lo mismo
ocurre con los libros y los cómics. Solo se necesita mirar más allá de los más populares y/o
mediocres para encontrar el estilo o tipo de historias con las que disfrutar. Por lo tanto, que
no gusten los cómics es igual de raro que decir que no gusta la música, el cine o la
televisión.
Qué los aficionados al género todavía tengamos que afirmar que nos gustan los cómics es
especialmente molesto. No necesito que nadie me diga que le gusta la música, simplemente
lo doy por hecho, lo que pregunto a otra persona es qué tipo de música le gusta. La actitud
hacía el cómic parte de una visión parcial y miope del género, percibido demasiadas veces
como aburrido, predecible, infantil o mediocre porque en su día fue popularizado por
héroes de acción de todo tipo en los que el guión solo iba de buenos contra malos. Esta
visión se cambia con un acto tan sencillo como leer cómics; es cuestión de encontrar con
cuáles disfrutamos más.
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Maus supuso un antes y un después en la vision del cómic como un género para adultos. Es
-hasta la fecha- la única novela gráfica galardonada con el premio Pulitzer. Su autor,
Spiegelman, narra las experiencias de su propio padre en un campo de concentración nazi.
Usa animales para representar los grupos étnicos de esta historia real. El dibujo dista
mucho de ser preciosista y se asemeja más a la viñeta tradicional de un periódico, pero
consigue transmitir toda la carga emocional de un asunto tan espinoso y doloroso desde
una visión totalmente nueva. Maus es considerada una pieza de arte en sí misma, a la vez
ficción y no ficción, visualmente infantil pero temáticamente oscura. Es imposible salir
indemne de una lectura así. Jeff Lemiere -uno de mis autores favoritos- tiene algunos cómics
considerados entre los mejores libros de Canadá de la primera década del presente siglo, y
sus cómics empiezan a inspirar guiones para películas -el actor Ryan Gostlyn ha comprado
los derechos de su genial “El soldador submarino”-. Sus obras abruman con su
costumbrismo cargado de historias delicadas, profundas, emotivas y que recuerdan a
situaciones con las que la mayoría de las personas tienen que lidiar en algún momento de
su vida.
Cuando uno es niño no puede más que soñar la vida que le espera. Por eso es fácil ser
megalómano a esa edad y por eso se adopta con facilidad a cualquier super héroe de acción
poderoso y benevolente. Curiosamente, casi todos los héroes de acción desde Superman a
Batman van precedidos de tragedias personales que han construido su personalidad. A esa
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edad no gusta el jazz o la literatura ensayística muy sesuda. Lo lógico es que lo que guste
sea un cómic de Superman. Por la misma razón que los gustos musicales y las inquietudes
intelectuales te llevan por otros caminos en la edad adulta, el cómic ofrece estilos que te
harán disfrutar si le das una oportunidad.
Los héroes solo son grandes porque nosotros somos pequeños. Los adoramos hasta que
dejan de motivarnos, entonces los sacrificamos. Eso quizás es lo que los tradicionales
héroes de acción han supuesto para el género. Lo popularizaron y ahora lo distorsionan. No
es necesario que cuando matas los héroes de tu infancia, mates a todo un género.
Descubrir las posibilidades que ofrece el cómic es un cúmulo de emociones y de placer que
te estás perdiendo si no te dispones a vencer el prejucio de que solo vas a encontrar a tipos
vestidos con mallas. E incluso en ese caso, igual te llevas una sorpresa y te enganchas.
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