Resumen:
Abstract:
In the last decades, the debate about the relation between history and
historical memory – as two different ways of accessing the past – has become
more relevant. The discussion has found its touchtone in the analysis of those
events of the last century which violate the traditional frames of historical
reflection. In the present essay I try to study how the works of Dominick
LaCapra about the reception of the holocaust defend a particular conexion
between the categories we have dealt with: history and memory.
las metodologías que subyacen al uso (y abuso) del potencial semántico derivado del
Holocausto.
La noción principal sobre la que pivota la historización del Holocausto en la obra de
Dominick LaCapra es el concepto de trauma. Partamos de la definición que aparece en el
Diccionario de psicoanálisis de Laplanche para determinar su fertilidad a la hora de dar cuenta
de estas cuestiones:
Acontecimiento de la vida de un sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder
adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica4.
El trauma es, en primer lugar, una patología psíquica que opera a través de la acción
diferida. Esto es, un sujeto vivencia un determinado fenómeno que, al sobrepasar los
mecanismos de defensa de la psique, queda en la retina de la misma, dejando una serie de
huellas mnémicas que, a través de un proceso de latencia o incubación del mismo, se
manifestarán, con motivo de una determinada experiencia, de forma incontrolada y
patológica. En este sentido debemos entender que el trauma no es un evento en sí mismo,
sino más bien una dialéctica entre dos eventos ninguno de los cuales es intrínsecamente
traumático. Eventos que desbordan los mecanismos psíquicos del sujeto dando lugar al
conflicto entre las diversas partes del mismo. Ahora bien, una vez que el trauma se
constituye como tal, su característica definitoria es su indecibilidad, su carácter disruptivo
respecto a la secuencias de recuerdos del sujeto que imposibilita su integración en la
narración que constituiría su memoria autobiográfica. Es un fenómeno del pasado que por
su incapacidad y por su desbordamiento de los mecanismos de recepción, no se puede
convertir en objeto de recuerdo, que es precisamente nuestra forma de acceder y definir a
las vivencias del pretérito. El trauma, en este sentido, debe ser definido enfatizando su
carácter paradójico: es un evento que no podemos dejar de recordar, porque no podemos
recordarlo. Modificando la interpretación de Nolte respecto al peso Holocausto 5, es ese
pasado que no pasa, porque no dejar de pasar. Constituye una discontinuidad que
imposibilita su incorporación en el interior de una ordenación coherente que conforma la
historia psicológica del individuo.
Si atendemos al ámbito que nos compete, podemos entender algunas de las bases
para el trasvase de este concepto. Es significativo que en el contexto intelectual, cultural…
de la recepción del Holocausto – al que LaCapra ha definido como postraumático - una de
las fuentes de la utilización de la noción de trauma6, y que debemos entender como síntoma
de las dificultades de historizar este acontecimiento, es toda la especulación filosófica
acerca del silencio ante los crímenes de Auswitch. Las famosas tesis de Adorno según la
cual después del Holocausto no puede haber poesía, la idea de George Steiner que
mantiene que “el poeta debe arrancarse la lengua antes de que ensalce lo inhumano”7 y, en
general, todo el corpus teórico según el cual hay algo moralmente reprobable en la
aplicación a este fenómenos de los mecanismos de recepción histórica que utilizamos con
el resto, resultan muy significativas respecto a las dificultades inherentes a la inmersión de
este evento en un relato histórico que dé cuenta de sus factores, de sus relaciones causales y
que al normalizarlo e igualarlo con el resto le está privando de todo el contenido semántico
–en muchos casos hiperbólico- que gira en torno a la recepción del mismo.
4
Laplanche, Jean and Pontalis, Jean-Bertrand. Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2004, 447.
5
Nolte, Ernst. “The past that will not pass: A speech that could be written but not delivered”, Knowlton,
James and Cates, Truett, eds. Forever in the shadow of Hitler? New Jersey: Humanities Press, (1993): 18-23.
6
Kansteiner, Wulf. “Genealogy of a category mistake: a critical intellectual history of the cultural trauma
metaphor”. Rethinking history. Volume 8. Issue 2 (2004): 193-221, 194.
7
Steiner, George. “El silencio y el poeta”. Lenguaje y silencio. Ensayos sobre literatura, el lenguaje y lo inhumano.
Gedisa editorial: Barcelona, 2003: 53-72, 55.
Rafael PÉREZ BAQUERO
Ahora bien, una vez que mantenemos que hay una relación de transferencia, de
contagio afectivo con un objeto de conocimiento investido de sentimientos o valores, y
decimos que esta es una condición necesaria de la historia del presente, esta conclusión no
deriva en un relativismo histórico, simplemente en la constatación de una condición
esencial a la escritura de la historia por sus propias raíces contextuales. Condición que se
puede enfrentar de diversas maneras que varían en función del reconocimiento de dicha
dependencia: el acting out y la elaboración. Cada una de estas dos formas trae consigo una serie
de consecuencias tanto epistémicas como ético-políticas.
8
LaCapra, Dominick. Escribir la historia, escribir el trauma. Buenos Aires: Nueva Visión, 2005, 65.
9
LaCapra, Dominick. Representar el Holocausto. Historia, teoría, trauma. Buenos Aires: Prometeo Libros, 2008,
122.
Trauma y duelo en la obra de Dominick LaCapra
Ya que lo que realmente nos interesa acerca del tratamiento del trauma desde la
recepción histórica es la forma en que a partir de estas tesis podemos trazar algunas de las
interacciones entre la historiografía y la memoria histórica, y lo propio de aquellas es que
constituyen dos formas de acceso al pasado totalmente dispares, creo conveniente
establecer las diferentes relaciones entre estratos temporales que implican las dos posibles
respuestas al trauma.
En el acting out, los tiempos hacen implosión, como si uno estuviera de nuevo en el pasado
viviendo otra vez la escena traumática. Cualquier dualidad (o doble inscripción) del tiempo
(pasado y presente, o futuro) se derrumba en la experiencia o sólo produce aporías y dobles
vínculos. En este sentido, la aporía y el doble vínculo puede contemplarse como indicio de un
trauma que no ha sido elaborado. La elaboración es un quehacer articulatorio: en la medida en
que elaboramos el trauma (así como las relaciones transferenciales en general), nos es posible
distinguir entre pasado y presente, y recordar que algo nos ocurrió (o lo ocurrió a nuestra
gente) en aquel entonces, dándonos cuenta empero de que vivimos aquí y ahora, y hay puertas
hacia el futuro10 .
10
LaCapra, Dominick. Escribir la historia, escribir el trauma. Buenos Aires: Nueva Visión, 2005, 46.
11
Laplanche, Jean and Pontalis, Jean-Bertrand. Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2004, 68.
Rafael PÉREZ BAQUERO
ahora, mediante la cual se puede recodar lo que nos sucedió en el pasado sin dejar de darse
cuenta de que vivimos aquí y ahora y tenemos posibilidades para el futuro”12.
La noción de ausencia está ligada a un elemento transhistórico. Es la que está
presente en relatos como el mito de la caída o el edípico, en las que hay una referencia a
una condición ontológica faltante cuyo origen somos incapaces de situar en el plano
histórico. No podemos localizar ni acotar sus causas históricas y consecuencias; no es
posible hacerlo inteligible. Existe, por tanto, una tendencia a la generalización y a la
universalización de las consecuencias y condiciones que esa ausencia implica. Por este
motivo la ausencia remite a un pasado – a una edad de oro en que se satisface una
condición cuya carencia constituye un rasgo ontológico básico – que es objeto de añoranza
pero que realmente nunca existió. LaCapra va a ligar la noción de ausencia a la de trauma
estructural, en la medida en que se hace de la experiencia traumática una condición
universal del género humano que va a estar en la base de la evolución histórica, que será
entendida en función de las tentativas para dar respuestas a esta ausencia.
Esta noción contrasta con la de pérdida, que alude a una experiencia histórica
concreta, cuyas causas podemos hacer objetos de investigación y con cuyas consecuencias
podemos lidiar. Esta contextualización del hecho traumático permite delimitar el conjunto
de sujetos a los que podemos considerar víctimas o afectados por la pérdida traumática. En
este sentido, en la medida en que podemos establecer una distancia histórica, podemos
tematizar sus deudas con el pasado y limitar y concretas las formas de utilización del capital
simbólico derivado de la pérdida traumática. La intensidad de la pérdida es gradable, la de la
ausencia, absoluta. De esta forma, todos los acontecimientos traumáticos del pasado siglo
evidentemente serán caracterizados como traumas históricos, como pérdidas concretas.
Ahora bien, es el efecto no reconocido de la relación transferencia con esa pérdida, que
reproduce la compulsión a la repetición, la que da lugar a la carencia de conciencia de los
límites de dicha pérdida, es decir, a la confusión entre la pérdida y la ausencia. Esto supone
un problema por varios motivos.
Cuando se confunden la ausencia y la pérdida, puede sobrevenir una parálisis melancólica o
una agitación maníatica, y la importancia o la fuerza de determinados pérdidas históricas puede
volverse ininteligible y generalizarse apresuradamente. Se encuentra uno así frente a ideas
dudosas, como la de que todos son víctimas (incluso los perpetradores o los colaboradores), la
de que toda la historia es traumática o la de que todos padecemos una esfera pública patológica
o una “cultura de la herida”. Más aún, la confusión de ausencia y pérdida podría facilitar la
apropiación de traumas particulares por parte de quienes no los padecieron, especialmente en
los movimientos de formación de identidad que hacen un uso censurable e ideológico de los
acontecimientos traumáticos con objetivos fundaciones o como capital simbólico13.
El peligro consiste en aplicar las características de la ausencia – con su contenido
semántico transhistórico – a un fenómeno histórico concreto; proceso que estaría a la base
de la conversión del Holocausto en un tabú, en algo que roza con lo absoluto hasta el
punto de existir cierta inmoralidad a la hora de representarlo. Por otro, lo propio de la
ausencia es que al remitir a un condición ontológica o antropológica básica se pierden las
distinciones entre las víctimas y los verdugos. Es decir, hay una confusión en la
determinación de quién es la víctima que no sólo es sincrónica sino diacrónica, en tanto que
no hay una crítica exhaustiva acerca de cómo funcionan los mecanismos de herencia del
trauma y de la condición de victimario. Precisamente la conversión de la Shoah en un
trauma fundacional, en el principio de la identidad de todo un colectivo que posee derechos
legítimos derivados de las deudas con el pasado, y que hace uso del capital simbólico que
12
LaCapra, Dominick. Escribir la historia, escribir el trauma. Buenos Aires: Nueva Visión, 2005, 86.
13
Ibid, 93.
Trauma y duelo en la obra de Dominick LaCapra