Anda di halaman 1dari 102

1

2
Solemary Kath
Clau Yiany
Jandranda Cjuli2516zc
Gerald Maria_clio88

Mona & Nanis

3
Moreline
SINOPSIS 5 DOCE 61

UNO 6 TRECE 65

DOS 11 CATORCE 69

TRES 16 QUINCE 73

CUATRO 21 DIECISÉIS 78

CINCO 26 DIECISIETE 82

SEIS 30 DIECIOCHO 87

SIETE 35 DIECINUEVE 92 4
OCHO 41 SOBRE LA AUTORA 101

NUEVE 46

DIEZ 51

ONCE 56
Cuando mi hermano, el rey, se casó hace quince años, le di la bienvenida a su
nueva familia como si fuera mía. Su esposa… su hija.
Mi sobrina por matrimonio.
Me fui a la guerra con los salvajes. Durante años viajé de un lado a otro,
viendo a esa niña crecer.
Pero la última batalla me mantuvo alejado durante cinco años.
He vuelto para ocupar el lugar que me corresponde: El segundo al mando en
el trono.
Yo soy todo lo que este reino representa, todo lo que necesita. El tipo de pilar
al que ni siquiera mi hermano puede aspirar.
Todos me admiran. Por mantener su protocolo.
Sin embargo, no saben la verdad.
En las garras de las sombras, ella me persigue por la noche.
Durante el día, ella sonríe y susurra, mostrándome los rastros de esa dulce 5
niña.
Por la noche, ella está allí, una visión en negro. Mirando, acechando… no hace
falta decir nada.
Ella lo sabe.
Estoy perdiendo la batalla. Esta cosa entre nosotros es una chispa maligna.
Miles de años de honor están amenazados, a punto de ser destrozados por la
imposibilidad de nuestro deseo.
A ella no le importa.
Es en su silencio que me mata… y lo blande como una espada.
La llamada salvaje de su sangre es más de lo que puedo soportar…
Y la necesidad de poseer su cuerpo podría destruirnos a ambos.

Advertencia: Contiene temas que no son para todos. Por favor, lea bajo su propio
riesgo. Mayores de 18
L
os escalones de ónix que conducen al palacio imperial están abarrotados
por una multitud de personas aplaudiendo.
La vista de mi hogar, más que ser aclamado a mi llegada, me trae
una sensación de paz más que necesitada en mi alma. No es que no esté agradecido
de que los ciudadanos estén llenos de júbilo por mi regreso; es solo que después de
dos mil quinientos años peleando por ellos, protegiéndolos, esta clase de bienvenida
se ha vuelto parte de la rutina.
Estar en casa, sin embargo, no lo es. He estado lejos por media década. Un
periodo de tiempo que no debería significar nada para alguien como yo, sin
embargo, estos años me irritaron de una manera que no puedo comprender.
Las hojas rojas de este lado del bosque de Băneasa decoran el suelo. Los
escalones. Giran en el viento mientras las disperso con mi pie, cada escalón viene
acompañado por una nueva aclamación o una orgullosa palmada en la espalda.
Mi hermano Malachai, el rey de nuestra facción, está en la parte alta de las
escaleras con sus colmillos al descubierto por su gran sonrisa. Está aplaudiendo
como el resto de los ciudadanos, indiferente al hecho de que, como nuestro 6
gobernante, se supone que no está a la altura de ninguno.
Como mi hermano, siempre ha estado dispuesto a dar un paso al costado y
permitirme ser el centro de atención. De cualquier forma, eso nunca lo ha ofendido;
es su forma de mostrar aprecio por mi sacrificio en nombre de su reino.
—El gran Obsidian regresa con su horda de heroicos guerreros —grita, con
ojos avellana, un tono mucho más claro que mis propios ojos negros, brillando con
calidez.
Sacudiendo mi cabeza, subo hasta el descansillo y le permito que me agarre
dentro de un abrazo con un solo brazo.
—Mi rey, me honras.
Acuna la parte de atrás de mi cuello con su mano enguantada.
—Eres tú quien nos honra. Ven, deja las masas adoradoras atrás. Mi esposa y
mi hija esperan adentro para darte la bienvenida también. La familia te ha extrañado.
Su esposa e hijastra, como el mundo mortal la llamaría, pero mi pecho se
calienta al pensar en ellas de todas formas.
Nuestra familia le dio la bienvenida a su hija adoptada como si ella fuera de
su propia sangre. Infiernos, me ha estado llamando “tío” desde que la conocí a la
tierna edad de los tres años. Según mis cálculos, debe tener veintiún años ahora, si
no muy cerca.
Ya casi la edad para casarse.
Aunque, en última instancia, mi hermano tiene la influencia final sobre quién
conseguirá poseer una criatura tan preciada.
La multitud continua con sus ovaciones en coro mientras las puertas de ónix
del palacio se abren por sí solas. Más allá de ellas se extiende el enorme pasillo de
entrada de la fortaleza. Paredes rojas, pisos negros. Velas encendidas a lo largo de
las paredes, todo puesto para darme la bienvenida.
Pero son las dos mujeres detrás de los candelabros más adelante las que
captan mi atención.
—¡Obsidian! —Alessandra, nuestra reina, corre hacia mí en su vestido real,
su corona destellando sobre su cabeza. Su cabello negro, el mismo tono de su hija,
brilla con salud. Sus pálidas mejillas están sonrojadas de felicidad y sus oscuros ojos
azules están húmedos por las lágrimas.
Mi hermana por matrimonio y sentimiento. Una mujer que nos ha dado a mi
hermano y a mí nada más que amor.
Una que viene corriendo hacia mí arrastrándome en un jovial abrazo…
Y una a la que apenas le estoy prestando atención.
7
No puedo.
Detrás de ella, una versión más oscura de ella se aproxima, con el mismo
cabello negro. Pero en vez de azules, tiene los ojos oscuros, una inquietante y
escalofriante réplica de los míos.
La mujer se aproxima en una versión roja oscura del vestido de Alessandra,
uno que abraza cada curva.
El mundo a nuestro alrededor se desvanece, apresuradamente.
El fondo detrás de ella también se difumina.
Esta mujer, esta criatura despampanante con ojos que me recuerdan los más
malévolos actos sobre el campo de batalla, se acerca, sus pasos una progresión
natural de gracia y sensualidad.
Vagamente, soy consciente de que Alessandra ha salido de mis brazos, que
está sonriéndole a la mujer cuya mirada se ha quedado fija en la mía, Está a menos
de un brazo de distancia y de repente estoy sorprendido por mi desesperada
necesidad de respirar.
Maldición. Dejé de respirar al verla.
Mi pecho se expande mientras el aire lo llena una vez más, pero no es solo
aire. Es más.
Es perdición.
Es oscuridad.
Es sexo y el más delicioso olor a sangre que nunca he conocido.
Es malvado. Controlador. Mis encías arden, los colmillos se extienden detrás
de mis labios, y si no soy cuidadoso, pronto mis ojos delatarán esta repentina sed de
sangre.
Mi abrigo esconderá lo que sucede con mi cuerpo, porque mi polla está de
repente lo suficientemente dura como para rivalizar con el oro con el que sus coronas
están hechas.
Como si no hubiera follado en años.
Como si fuera a enloquecer si no lo hago ya.
Una mano me da una palmada en la espalda entre mis hombros,
sobresaltándome donde estoy de pie.
—Y aquí está ella. Mi hermosa hija. ¿No ha crecido demasiado, Obsidian? —
Malachi es pura alegría y una ignorancia tan perversa que siento lástima de él y de
mí mismo.
Porque él no lo sabe.
No se ha dado cuenta.
8
Incluso la madre de la niña, una mujer notoriamente protectora hacia ella, no
se ha dado cuenta.
Nadie lo ha hecho.
Excepto ella,
La niña.
No, la mujer adulta. La única que comparte mi rara pigmentación entre los de
nuestra clase. La única que solía envolver su cuerpo miniatura alrededor de mis
piernas y colgarse con fuerza.
Por todos los efectos, mi sobrina. La misma chica que siempre me llama “tío”.
Lo hace, así como ahora, con sus labios rojos, llenos y bien formados
curvándose en una perezosa sonrisa.
—Hola, tío —dice suavemente.
Pero no es la misma pequeña voz que recuerdo. Esta voz es más ronca.
Adulta.
Mis colmillos duelen por la pálida columna de su cuello.
Mi polla es una cosa furiosa, latiendo hacia ella con cero consideraciones.
Y ella está sonriéndome, con esta enigmática sonrisa que no obstante me
revela sus pensamientos.
Está joven mujer sabe que la deseo.
Sabe que de repente me estoy muriendo por ella.
Me mira como si estuviera lista para jugar con ese hecho. Aprovecharlo.
Dios, no reconozco a Calamity en todo esto y, por primera vez desde que la
conozco, su nombre tiene perfecto sentido. Como si su madre inconscientemente la
nombró sabiendo como un día crecería y en quién se convertiría.
—Ven. Vamos todos al salón principal. Hay un festín preparado en tu honor.
—Mi hermano continúa sin darse cuenta, dichosamente, y sin tener elección le
permito que me guíe.
Calamity inclina su cuerpo al darnos espacio para pasar, pero es un
movimiento inquietantemente lento, esos aterciopelados ojos negros me siguen todo
el camino.
Alejo mi mirada fija, pero no antes de que una fría y extraña sensación se
arrastre por mi espina dorsal.
Por primera vez en mi eterna existencia, me doy cuenta por qué los mortales
nos temen como lo hacen. Lo que se siente ser atrapado por la visión de uno como
nosotros.
No es que eso importe. Nuestra facción es exitosa a causa de nuestra devoción
a nuestra moral. Nuestro código de honor. 9
Mi vida entera ha estado dedicada a venerar ese código.
Vivir por él.
No importa lo que haya sucedido con mi cuerpo, cómo ese aroma jode mi
cabeza desde que llegué aquí… Esa joven chica es mi sobrina y es intocable para
cualquiera excepto el hombre que mi hermano elija para ella.
Esta repentina y virulenta atracción no tiene sentido.
Me repito esto a mí mismo mientras mi hermano se sienta al final de la mesa
con su esposa a su izquierda.
Sigo repitiéndolo mientras me siento a su derecha y a mi mano derecha, mi
general Dregan, se sienta a mi lado.
Pero cuando la chica, mi sobrina me recuerdo, se sienta al lado de su madre,
una calmada y letal mirada fija encuentra mi propia mirada, los cimientos de mi
sistema completo de creencias parecen estremecerse.
Esa chica sabe de alguna forma que mi boca se está haciendo agua por ella.
Que deseo correr hacia ella como una clase de burdo bárbaro, sujetarla al
suelo, y profanarla con mi lengua y polla. Que estoy luchando viciosamente para
controlar las imágenes, todas ellas terminadas con esa pálida piel siendo regada por
mi semen.
Con ese pálido cuello brillando con su sangre después de drenarla como un
salvaje.
Ella lo sabe, y no tiene idea de lo que eso significa…
Solo que no parece preparada para ignorarlo como yo estoy muriendo por
hacerlo. No tengo idea de lo que ella planea hacer con este hecho, pero esa pequeña
criatura parece lista para explorarlo de cualquier manera,
Cinco años han pasado, estaba extasiado por llegar.
Ahora, el rancio y letal almizcle de la inminente condenación impregna el aire
a mi alrededor. Un olor que solo he encontrado un puñado de veces en mi vida.
Justo antes de una batalla perdida.
Mi hermano levanta su copa de sangre para brindar por mi bienvenida, sin
darse cuenta de la trágica verdad.
Mi regreso podría no ser motivo de celebración.
Yo, un hombre que se propuso defender a cada habitante de este reino, que
valora profundamente, tiene la capacidad para provocar la caída de esta familia.
Si no puedo controlar esta lujuria infernal y mantengo a Calamity lejos de mí,
eso podría ser exactamente lo que termine haciendo.
Que los dioses oscuros nos ayuden a todos.
10
—¿A
lguna vez vas a dejar esta maldita cueva sangrienta tuya?
Haciendo caso omiso de la pregunta tonta de
Dregan, con la mirada pegada a los seis monitores que se
extienden a través del largo escritorio que tengo ante mí,
continúo leyendo los informes que llegan del campo. Puedo escucharlo moverse por
mi habitación, muy probablemente tocando mierda que no tiene derecho a tocar,
pero lo dejo continuar.
Últimamente, cualquier cosa es mejor que sus constantes interrogatorios, su
frustrante curiosidad cuando se trata de mi nuevo aislamiento.
Dos semanas. Ese es el tiempo transcurrido desde que regresé. Desde que me
encontré cara a cara con mi crecida sobrina.
Mi sobrina.
Mi sobrina.
Mi jodida sobrina.
Es un canto en mi mente que me niego a terminar. Porque algún día esa 11
realidad se cristalizará en mi mundo de nuevo. Algún día, este dolor ardiente en mis
entrañas morirá una vez que mi cuerpo recuerde un hecho muy importante:
Esa joven es la jodida hija de mi hermano por matrimonio.
—¿Alguna noticia del Vlaqin? —La facción contra la que acabamos de pasar
cinco años luchando en las afueras de la frontera de Bucarest.
Esa es una pregunta que no me importa responder.
—Se están reagrupando, por supuesto. Pero a menos que puedan criar a una
nueva generación de guerreros de la noche a la mañana, es por sus espías que
debemos preocuparnos por un tiempo.
—Ah. —Hay un sonido de pies arrastrándose.
Lo más probable es que esté mirando a través de mi mierda.
Lo dejo, porque aquí no hay nada que desplace mi nueva fijación. Nada que
valga la pena esconder.
—¿Qué tal el Jiali?
—Movilizándose, pero nada que no podamos manejar.
—¿Y el Cekle?
—Igual.
Sigue y sigue, con mi segundo al mando desplazándose por la lista de
nuestros enemigos conocidos. Distraído por el tirón interior en mi pecho, recito una
respuesta tras otra.
Hasta que, de repente, se queda en silencio detrás de mí.
—¿Cuál es tu jodido problema ahora? —Lanzo sobre mi hombro.
—Qué gracioso, me pregunto lo mismo, viejo amigo. —Definitivamente sigue
cavando—. Tal vez deberías enfocarte en asuntos más importantes.
—Lo hago. Es por eso que, a diferencia de ti, no visito los harenes al regresar
de la batalla.
Los harenes. El único mal necesario que no podemos negar a nuestros
ciudadanos sin pareja. Tenerlos va en contra de nuestro código, pero nuestra
necesidad biológica de sangre y sexo los hace indispensables.
No los he visitado en años. En el campo de batalla, siempre había mujeres
disponibles.
Y después de poner los ojos en Calamity, me encerré aquí toda la semana.
Solo hemos sido mi mano y yo, y la batalla perdida con mis fantasías.
Cada vez que cierro los ojos, justo antes de correrme, es a ella a quien veo.
Es a ella a quien deseo
12
Es a quien jodidamente necesito.
Silbando, hago clic en mi anillo de pulgar contra el anillo en mi dedo índice.
—Asuntos muy importantes requieren mi atención. Vuelve al harén y dame
un momento de paz.
Su risa hace que mis colmillos se alarguen con la agresión.
Cuando miro por encima de mi hombro, él está ocupado saltando por encima
de uno de los escritorios de caoba negra adornados que cubren esta área de mi
habitación.
Como un conejito hiperactivo, inquisitivo, así.
Dregan me sonríe, las cejas de color rojo oscuro se menean.
—¿Podría esto, quizás, tener que ver con una mujer? Solo esos engendros del
infierno pueden poner a un macho patas arriba de esa manera. Lo he visto
demasiadas veces.
¿Mi respuesta?
—Fuera —ordeno con calma, señalando la puerta.
No es hasta que sus ojos se mueven en esa dirección y se ensanchan que mi
atención se dirige hacia donde estoy apuntando.
O, más exactamente, a quién.
—Hola, tío. —Iris negros e insondables se mueven en dirección a Dregan, y
esa sonrisa indulgente se ensancha—. Dregan, ¿cómo estás?
Está asombrado al verla con ese vestido morado oscuro y ceñido.
Parpadeando, tartamudeando, se inclina por la cintura.
—S-su alteza. Me va bien. Gracias. ¿Y a usted?
Voy a matarlo si tartamudea así por ella una vez más.
Antes de que Calamity pueda responder, me pongo de pie.
Su mirada se gira en mi dirección, acariciando mis pantalones negros. Así
como mi cachemir de manga larga a juego. Las mangas se enrollan hasta los codos,
dejando al descubierto los tatuajes que cubren mis brazos, el dorso de mis manos,
mis dedos.
Cada uno me fue dado como una celebración de mis triunfos en el campo de
batalla. Cada uno tiene un significado sagrado que va mucho más allá de la
decoración.
Y a ella le gustan. Puedo verlo en el hambriento y brillante abismo de sus ojos.
Malditos dioses. Como un fuego infernal directo a mi torrente sanguíneo. Dos
semanas negando la lujuria barren sobre mí como una marea asesina.
—¿Cómo puedo ayudarte, Calamity? —Necesito sacarla de aquí antes de que
13
Dregan se dé cuenta de lo que me está haciendo.
Antes de que siga haciéndoselo a él y yo golpee su jodida cara contra el
antiguo escritorio negro detrás de él.
Apenas la he visto desde que regresé, por mi propia decisión, pero he notado
lo poco que habla en mi presencia. Con los demás, no es un problema, pero sus
palabras para mí son escasas.
Tal vez sabe lo que su voz me hace y me tiene piedad.
Esa enigmática sonrisa pica mi curiosidad. La forma en que me está mirando,
como si ya estuviera dentro de ella y ella pudiera ver cada deseo en conflicto dentro
de mí…
—Mi madre solicita tu presencia en el salón principal.
Me trago la arena seca en mi garganta, los colmillos perforan mi labio inferior
a medida que crecen más de prisa.
—Bajaré en breve —murmuro entre ellos, haciendo mi mejor esfuerzo para
mantenerlos ocultos.
Sin respuesta. Solo más de esos centelleantes, iris oscuros.
Ella le echa un vistazo a Dregan.
Él se endereza, pero su mirada permanece fija en el suelo en reverencia a su
puesto.
Y su soltería.
Y probablemente porque, si la mira fijamente, es probable que no sea capaz
de ocultar la lujuria que siento golpeando contra él en oleadas.
Maldito infierno.
La esquina de su boca se contrae, casi dejando al descubierto ese hoyuelo
adorable y solitario en el lado izquierdo de sus labios. Entonces, con los ojos
brillantes, ella me mira fijamente…
Y se muerde el borde del labio con un perfecto y alargado colmillo.
Me duele, una necesidad tan feroz que toda la sensibilidad casi me abandona.
—Nos vemos abajo, tío —canta tan dulcemente, demostrando que la niña
traviesa que solía adorar hacerme bromas sigue ahí.
Sigue muriendo por joder conmigo.
Muriendo por joderme, punto.
No soy tonto. He tenido suficientes mujeres en mi existencia como para
darme cuenta cuando una me está deseando.
¿Por qué está sintiendo esto? ¿Por qué siegue adelante con eso? ¿Por qué
quiere cruzar las líneas más prohibidas tentándome de esta manera? 14
La respuesta a todas esas preguntas está dentro de mí, burlándose tanto como
esa mujer. Sea lo que sea que signifique esta insidiosa atracción entre nosotros,
claramente nos tiene a ambos aferrados.
—Entonces… ¿Supongo que finalmente vas a salir de la cueva?
Me niego a reaccionar ante su incitación. Por lo que sé, él ya se dio cuenta de
por qué estoy mentalmente perturbado últimamente y simplemente está buscando
confirmación.
Volviéndome, cierro todas mis computadoras. Mi brazalete imperial dorado
está al lado de uno de los teclados. Sintiendo la mirada de Dregan aburrida en mi
espalda, lo golpeo en mi muñeca izquierda.
—Entonces… ¿vamos a hablar de esto?
Mierda.
—No. —Con el corazón palpitando por el hecho de que este hijo de puta se
ha dado cuenta de mi nueva fijación, paso junto a él, las botas golpeando el mármol
negro.
—¡Tendremos que hablar de esto con el tiempo! —dice contra mi espalda en
retirada.
—Ve a que te chupen la polla y deja de fijarte en lo que pasa con la mía. —
Dejo que las pesadas puertas talladas se cierren de golpe, sabiendo que este no es el
final.
Tengo que arreglarme.
Pronto.
Dregan ha sido como un hermano para mí desde que éramos pequeños. Él
me conoce más que nadie. Más que mi propio hermano de sangre.
Notarlo solo le tomó unos momentos en la misma habitación que Calamity y
yo.
Si no tengo cuidado, si no elimino a esa chica de mi sistema, es cuestión de
tiempo antes de que alguien se dé cuenta.
Este reino, nuestra estructura social, no está construida para sobrevivir a ese
tipo de escándalo.
Simplemente no lo está.

15
—L
orenz se va a casar con su pupila ahora que ella es mayor de
edad. —Alessandra sonríe a la joven vampiro que le entrega
una tela de color burdeos—. Todo el reino está alborotado.
Todos menos la generación más joven.
Estoy dividido entre mi deseo de soledad y estar horrorizado por lo que estoy
escuchando.
—¿Y el consejo lo ha aceptado?
—El argumento es que su madre murió hace dieciséis años y él realmente no
la crió como suya. Él pagó a los cuidadores para que se encargaran de eso. —
Alessandra deja caer la tela sobre una de las superficies de madera oscura y la
inclina, contemplando.
Siempre hace esto, aunque no puedo entender por qué.
—Sigue siendo su pupila. ¿Cómo demonios logró obtener aprobación para
esto?
Mi cuñada se encoge de hombros con indiferencia. 16
—Su familia es una de las más antiguas. Sus conexiones son vastas. —Su
mirada evaluadora pasa por encima de los vampiros que corren por el pasillo—.
Vamos a necesitar que te quedes aquí y ayudes con toda esta agitación.
Estoy en medio de fruncir el ceño ante su perfil cuando un morado profundo
atraviesa mi visión periférica.
Ella.
Está de pie frente a las puertas de la terraza, resaltada por la luz de la luna.
Evaluando a todos frente a ella de la misma manera despreocupada que su madre.
Me alejo, bloqueando la vista de ella. Siempre atento a la audición avanzada
que posee nuestra especie, me acerco a la reina.
—Hay una sola manera en que pueda ayudar con eso. —Recordándole al
consejo que el sindicato no es lo mejor para el reino.
Alessandra agita sutilmente la cabeza.
—No es tan simple. Con la forma en que se encuentra el clima político, es más
probable que la generación más joven se rebele si lo negamos. No los has visto
juntos, Obsidian. Él está perdidamente enamorado de ella y ella de él.
—¿Son públicos al respecto? —siseo mientras una ligera ráfaga de aire golpea
mi espalda.
—Madre.
Mierda. Es casi imposible ocultar mi reacción a su proximidad. El sonido de
su voz, ese maldito olor...
—Calamity. —Sonriendo, Alessandra pasa a mi lado.
Sigo alejándome de la hembra, los colmillos empujando contra mis tensos
labios. Si no consigo que esto desaparezca, pronto mis ojos se inundarán
completamente de negro. Y en ese momento, nadie, absolutamente nadie, dudará de
que estoy en las garras de la sed de sangre.
Dudo que vaya a ser un salto muy lejos de quien es responsable.
—¿Hablaste con Tallon para organizar tu viaje? —pregunta Alessandra.
¿El jefe de la guardia real? ¿Viaje? Con la ceja arqueada, miro por encima del
hombro a las dos mujeres juntas. Una en un elegante vestido azul profundo; la otra
vestida para follar a matar con ese vestido morado. Mismo que le queda como una
segunda piel, sin dejar nada a la imaginación cuando se trata de sus curvas.
¿Cómo le permiten vestirse así? No he buscado en su lista de pretendientes,
pero debe tener una longitud de kilómetros. Es como si estuviera tratando de tentar
a un hombre sin pareja a que la atrape.
Mis caninos gotean veneno en mi boca.
—Todo ha sido coordinado. No te preocupes, madre. 17
Alessandra alisa un grueso mechón negro sobre el hombro desnudo de su
hija.
—Siempre me preocupo cuando sales a esas fiestas en el reino humano.
—¿Qué? —Estoy mostrando una cara molesta y pisando fuerte en su
dirección para cuando todos nos damos cuenta de lo que estoy haciendo. Mi
siguiente pregunta está dirigida a su madre, serena y aceptadora—. ¿Ella va a fiestas
dónde?
Calamity se dirige hacia mí una vez más, sus ojos brillan con alguna emoción
indefinida.
Diversión, tal vez.
—Que tengas un buen día, tío Obsidian.
La urgencia de gruñirle me tiene casi desnudando mis colmillos.
—Relájate. La complacemos porque muchos de los otros vampiros jóvenes lo
hacen. Salen en grupos grandes, fuertemente protegidos.
Incredulidad debe aparecer en mi cara mientras la miro fijamente.
—En el reino humano.
—Que nuestra especie frecuenta a menudo. Y los lugares a los que van, no
son más que jóvenes adinerados que pagan el máximo dinero por las áreas VIP
privadas y traen su propia seguridad. Está bien.
Zonas VIP.
No, esto no está bien. Sólo puede haber un tipo de lugar que esté discutiendo.
—Van a salir de fiesta en clubes humanos.
—Sí —afirma la reina, su atención regresa a los vampiros que colocan
decoraciones en todo el salón.
—Alessandra...
—Obsidian, mucho ha cambiado en los últimos cinco años. Le hemos dado
nuestra bendición. —La palma de mi hermano se posa en mi hombro desde atrás—
. Es mejor que hacer que se escapen solos sin que sepamos dónde, o sin brindarles la
protección adecuada.
Me encojo de hombros y me volteo para dejarlos a ambos.
—Eso es ridículo. Ella es la heredera del trono.
—¿A dónde vas? —llama mi hermano.
—¡A asegurarme de que los detalles de seguridad sean como deben ser!
—Él es tan protector con ella. —Alessandra suspira con nostalgia, sin duda
creyendo que esto no es más que la preocupación de un tío. 18
Me odio a mí mismo.
Dregan trata de detenerme en uno de los pasillos.
—¡Ahora no!
Me ve pasar, sabiendo que su mirada está pegada a mí.
A la mierda.
A la mierda con todos.
Calamity saldrá en un grupo a festejar en el reino humano, fuera de nuestra
esquina místicamente protegida en el bosque.
No me atrevo a analizar de dónde viene realmente esta ira. Lo único que sé
es que, si no puedo detenerla, voy a asegurarme de que la estoy observando.
Cada movimiento individual.
No importa lo loca que sea esa idea.
Seis pantallas están bloqueadas en el área VIP en uno de los clubes más
populares de la ciudad de Bucarest. Los ciudadanos rumanos, ciudadanos humanos,
giran al ritmo de los bajos y las luces intermitentes, ignorando el hecho de que un
grupo de veinte de sus depredadores más mortíferos se han apoderado del área VIP
privada en la terraza del segundo piso.
Haciendo clic en el anillo de oro de mi dedo índice contra el de mi pulgar, me
rasco la barba con la mano que tengo libre y observo a la mujer de cabello oscuro y
ojos negros que descansa en el semicírculo del sofá blanco. Está usando un vestido
que sería considerado indecente para nuestros ciudadanos; pero para los jóvenes
vampiros varones y los humanos varones a su alrededor, ella no es más que una
hermosa y moderna diosa que cobra vida.
Mis colmillos no han retrocedido por horas. Estoy empezando a creer que
nunca lo harán a este ritmo.
Balanceándose al ritmo, mira fijamente por encima de las cabezas de todos.
Siempre examinando.
Como su madre, la reina.
Como si ella ya fuera una reina.
Ella no heredará el trono durante mucho, mucho tiempo, y solo después de
la muerte de mi hermano. Nuestro padre no murió hasta que Malachai tenía mil
años, después de haber vivido durante casi cinco mil años. Sin embargo, Calamity
es claramente consciente de su poder, de su potencial, incluso a la temprana edad
de veintiún años. 19
Mierda. Veintiuno. Todavía es un bebé en comparación con un tipo de dos mil
quinientos años como yo.
Entonces, ¿por qué no la miro como a un bebé? ¿Como una vez lo hice?
Mis ojos hambrientos caen a su pecho, a la forma en que sube y baja con cada
una de sus respiraciones controladas. De vez en cuando, su mirada insondable se
dirige a la cámara a su derecha.
La que estoy viendo en mi pantalla principal.
No hay posibilidad de que sepa que estoy acechando esta pequeña excursión
suya. Sin embargo, no puedo dejar de sentir la penetración de esa mirada, como si
me estuviera mirando directamente.
A mí.
Un vampiro joven y rubio se deja caer en el asiento junto a ella,
despreocupado y auto—titulado con su traje blanco. Se acerca a ella, mucho más de
lo que se le permitiría dentro del reino, y murmura algo en su oído.
Con el corazón latiendo con fuerza contra mi caja torácica, exhalo por las
ventanas de mi nariz y me enderezo en mi asiento.
El macho se aleja de ella ligeramente y sostiene su muñeca desnuda a su boca.
Ofreciéndosela.
Y por primera vez desde que regresé, se me ocurre que ahora es mayor de
edad. Eso significa que ya no sobrevive solo con comida humana, como lo hacen los
jóvenes. Ya tiene edad suficiente para alimentarse. Probablemente lo ha estado
haciendo durante al menos tres años.
Rechinando mis dientes, lucho con la urgencia de aparecer ante ellos, de
arrancar la muñeca de ese chico lejos de ella...
Sus ojos parpadean hacia la cámara, fijándose en ella. Una mano delicada
alcanza la parte de atrás de la mano masculina. Con los ojos dirigidos a la lente, se
inclina, los labios regordetes se separan en un siseo.
Las puntas de sus incisivos pequeños y perfectos perforan en la carne, la boca
se envuelve alrededor de su muñeca.

20
¿Q uién se cree que es?
La pregunta me persigue con cada paso por el pasillo
principal. Una tonta, realmente. ¿Quién es ella? La heredera al trono
de este reino. Una de las mujeres más poderosas en este. Una que, a
pesar de su increíble corta edad, entiende su naturaleza seductora vampírica mejor
que la mayoría.
Ella tiene que alimentarse. Es una necesidad biológica indispensable, me
recuerdo.
¿Pero en un jodido club humano? ¿Arriesgándose a la posibilidad de exponerse de ese
modo? Ya he hackeado sus servidores, eliminando cualquier rastro de ese momento.
No que haga una diferencia en mi creciente ira.
¿Con ese maldito cretino encima de todo?
Mis oídos se mueven, inconscientemente captando los sonidos de la ciudad
dentro de las murallas. Hemos vivido en esta parte de Rumania, ocultos en el bosque
Băneasa, durante casi quinientos años. Los edificios están lo suficientemente bajos
para permanecer ocultos entre los árboles de hojas rojas que los mortales no puedan 21
ver, pero aun así hemos logrado crear una metrópolis.
Vehículos, seres, todos los sonidos de una ciudad ruidosa llegan a mis oídos,
y me imagino cómo estarán las calles negras esta noche.
Probablemente tan llenas como las calles fuera de ese club humano.
El que Calamity dejó hace una hora.
¿Dónde demonios está? Se supone que el equipo de seguridad acompañaría a
todo el grupo a donde fueran, pero ¿cómo demonios se supone harían eso si ella
simplemente se desvanecería en el aire?
Estoy a medio camino de otra ronda de andar cuando el sonido de dos clicks
hacen eco en el pasillo.
Tacones en mármol.
Oliendo el aire, la busco, reconociendo su delicioso aroma antes de que la vea.
Y algo más. Sangre.
Calamity está a menos de dieciocho metros de mí, parcialmente iluminada
por un rayo de luz entrando por el vitral. El vestido de cuero rojo claro, enmarcando
ese cuerpo que brilla, pero son las exuberantes y oscuras gotas rojas que gotean por
sus pálidos pechos y sobre el material que me llama la atención.
La fuente de esa sangre. Gotas de esta, lo que me llevan de vuelta a su pecho,
a los costados de su pálida garganta, y hacia esa brillante, contaminada boca.
Ella se estaba alimentando de nuevo.
No solo eso, pero ahí está ella, en un vestido que quizás no sea considerado
raro en muchos lugares de este mundo, y aun así uno que no había estado permitido
en este reino desde hace una década. Y ella no solo se burlaba de la tradición de
milenios y milenios, los destruía con su sola presencia, vestida en un rojo indecente
y calmadamente mostrando el salvajismo de su instinto vampírico.
—¿Qué estás pensando? —demando tan calmadamente como me es posible.
No existe respuesta. Solo sus brillantes ojos negros en las sombras que
oscurecen su rostro.
Me dirijo a ella, deteniéndome a centímetros de tocarla.
—No sé porque te están permitiendo actuar tan salvajemente…
Una pequeña bocanada de aire sale de ella.
Una risa, me doy cuenta, antes de que su expresión se atenúe y esa sonrisa
calmada regrese.
—¿Crees que el alimentarme sea salvaje?
Mi mirada entrecerrada toma esos labios cubiertos de sangre, el camino que
lleva a su cuello.
22
—Llegas a casa cubierta en los restos de tu comida como una especie de
salvaje.
Su cabeza se inclina ligeramente a la derecha, me da esa evaluación lenta de
pies a cabeza.
La que no deja duda alguno de lo que está en su mente.
—Quizás me atraparon mientras me alimentaba.
Una ola de calor sale disparada a través de mí.
—Calamity…
—Buenas noches, Obsidian —dice.
No creo que me hubiera llamado por mi nombre antes. Sin palabras,
confundido, me encuentro atrapado en esos ojos negros sin fondo.
Luego se va.
Más le vale que se haya desmaterializado a su maldita habitación.
Ni siquiera tuve la oportunidad de realmente interrogarla. Me congelé como
un jodido imbécil, completamente perdido por la imagen mental de ella
alimentándose de mí, volviéndome realmente salvaje.
Agitado, me dirijo a ver a Tallon, determinado a que la evidente falla de
seguridad sea arreglada de una vez por todas.
Y para descubrir la manera de colocar una especie de correa a la heredera de
este reino. Antes de que su falta de auto control provoque problemas mayores. Del
tipo que termina conmigo quitándole la vida a un bastardo inocente.

Falta de control, mi trasero. Ha pasado una semana desde esa noche. Una
semana de verla en las cámaras de la ciudad.
Dentro de la fortaleza.
No más viajes al mundo humano, afortunadamente. No más descuidadas,
alimentaciones fuera-de-control y bailes alrededor goteando con la evidencia de
ellos.
En cambio, pasa sus días deambulando por el palacio, o participando en su
miríada de pasatiempos.
Nadando.
23
Lecciones tecnológicas.
Entrenamiento de lucha.
Entrenamiento en armas mortales.
Lecciones de asuntos actuales, tanto en el mundo supernatural como en el
mortal.
Todas las actividades que ninguna heredera mujer al trono había sido
permitida a aprender. ¿La explicación de mi hermano cuando pregunte?
—Existe la posibilidad que Calamity nunca se case. Alessandra y yo hemos acordado
en dejarla decidir por su cuenta en lugar de obligarla a casarse.
¿Mi primera reacción? Alivio.
¿Mi segunda? Horror. Por lo que mi hermano insinuó, esto nunca se había
intentado en los diez mil años que nuestra facción había estado por su cuenta.
Éramos unos de los más exitosos, más grandes clanes de vampiros del planeta. No
solo lográbamos eso con mantener la tradición y estabilidad, sino por siempre tener
dos monarcas guiándonos.
Si la reina muere, eventualmente es remplazada.
Si el rey muere, lo mismo va para él.
Solo un heredero masculino al trono, el primogénito del rey había sido
permitido gobernar por su cuenta. Como mi hermano Malachai lo hizo los primeros
milenios de su reinado. Nunca una hija. Nunca una heredera. Siempre se esperó que
ella eligiera a un rey.
No solo eso, pero Calamity ni siquiera era la hija de sangre de Malachai. La
ley había sido reescrita hace ocho años para asegurar su ascenso al trono.
Ahora esto.
¿Por qué están rompiendo el protocolo por Calamity de esa forma?
La respuesta es un susurro efímero en la parte de atrás de mi cabeza, uno
constantemente fuera de mi alcance. Reflexionar sobre ello no me había traído nada
en concreto. Solo esta sensación de que yo debería saber por qué Calamity es tan
diferente.
¿O lo es? ¿Todas las mujeres jóvenes de este reino son tan desinhibidas? ¿Este
comportamiento casi humano? Es raro cuando un cambio social de esta magnitud se
esparce en una cultura en un parpadeo, pero no inaudito.
Especialmente con la tecnología de hoy en día y la facilidad del intercambio
de información.
Mierda. Mi cabeza duele.
Trago otra ronda de amarga sequedad, mi interior en llamas. Tres semanas
desde la última vez que me alimenté. He sobrevivido más tiempo, y aun así 24
definitivamente estoy al límite. Definitivamente acercándome a un lugar oscuro y
peligroso.
Mi mente se dirige a la vampiro que follé por última vez, la última de la que
me alimenté, antes de regresar del campo de batalla. Recuerdo disfrutar cada
centímetro de su cuerpo, dándole duro toda la noche mientras nos turnamos para
alimentarnos.
Ella no es nada más que un borrón ahora. Como si ella hubiera sido un amante
de años atrás. Un evento que conozco tuvo lugar, pero uno al que no puedo conectar
lo suficiente para recordar apropiadamente.
Calamity alimentándose de ese hombre en el club, sin embargo…
Trueno mi mandíbula, ignorando el dolor en mis encías. El incluso más fuerte
de mi polla. Llevando mi atención de regreso a las cámaras de seguridad de la
fortaleza, entrecierro los ojos a la que se encuentro justo afuera de mi habitación…
Las puertas están abiertas.
Y ella está de pie ahí
Girando en mi asiento, confirmo lo que veo… Calamity en la entrada de mi
habitación, las sombras de la luz de las velas jugando sobre su cuerpo.
Ella no se mueve.
Yo tampoco.
Segundos interminables se mezclan entre sí, un silencioso tictac que hace eco
a mi corazón.
Ella lleva su corona dorada y de diamantes. Debajo de esta un largo velo
negro de encaje, uno que enmarca los costados de su rostro antes de caer para cubrir
todo su cuerpo de la vista.
—Calamity —digo, perdido, atrapado por el toxico impulso de arrancar ese
velo y penetrarla con mis colmillos y mi polla.
Iris negros se mantuvieron sobre los míos, expresión calmada, labios
congelados en una sonrisa agradable.
Ni una palabra. Ni siquiera un parpadeo.
Es un juego. Débilmente, me doy cuenta de ello, que está jugando conmigo
de una forma que desafía la lógica. No puedo recordar la última vez que alguna
mujer logro meterse dentro de mí de esta manera. Tronando mi cuello, debato los
méritos de ignorarla contra interrogarla.
Ella no me da la oportunidad.
Justo tan silenciosamente como apareció, gira para irse, su velo partiendo en
un susurro de movimiento.
Dándome un vistazo a lo que se encuentra debajo.
De ese revelador, indecente, primal vestido que deja grandes pedazos de la
25
parte de arriba de su cuerpo desnuda.
Calamity se ha ido, de pronto perdida en las sombras fuera de mi habitación,
pero el daño se ha hecho.
La perdí de vista antes, no tenía idea de dónde demonios había salido. Un
terrible error. Uno del que me asegurare no vuelva a suceder. Es hora que ponga
ojos permanentes en esa chica.
Incluso si tienen que ser los míos.
Aunque, para evitar abalanzarme sobre ella, tendré que encargarme de mis
necesidades. Es hora de que finalmente vuelva a visitar el harem.
S
eguirla ha resultado ser más difícil de lo que originalmente planeé.
Especialmente cuando apenas puedo echar un vistazo hacia ella.
Días de esto. De hecho, semanas. Dos, si no me equivoco. Y de
alguna manera, hora tras hora, a pesar de mis esfuerzos febriles y habilidosos de
rastrearla, la chica está logrando evadirme en cada vuelta.
Sus padres permanecen sin preocuparse, claramente acostumbrados a su
demente sentido de autonomía.
Y no he sido capaz de atreverme a confesarles lo que he visto; a su hija,
merodeando por los pasillos vacíos del tercer piso donde se localizan sus aposentos,
cubierta de sangre.
Sin inmutarse por el salvajismo de dejarlo al descubierto.
Esa no es la parte más preocupante. La verdadera razón por la que no puedo
confesarle a mi hermano lo que está haciendo su hija adoptiva corre mucho más
profundo.
Follo. Todas las noches me alimento y follo y cada noche se aleja más de mí y 26
mi mente todavía no la dejará irse. Imagino a los hombres tanto vampiros como
humanos en la agonía de su mordida, sintiendo esos incisivos profundos en su piel
y esta enfermedad se fortalece cada vez.
Hoy me encuentro en el exterior de las murallas de la ciudad, en los escalones
que llevan hacia el bosque. La luz del sol cae a través de las hojas rojas, luz del sol
filtrada. El conjuro que mantiene esta porción de bosque oculta del resto del mundo
también provee de un filtro que remueve esa radiación, permitiéndonos
experimentar la luz del día.
No estoy aquí por el maldito sol. Ni siquiera aquí por la visión que hace brillar
a los árboles gris oscuro y sus hojas rojo sangre.
Solo estaba aquí afuera pasando el rato. La vi.
Estoy moliendo mis dientes, esa mortal vibración construyéndose. El bajo
gruñido que estoy dando resuena en el aire a mi alrededor mientras observo de
izquierda a derecha.
Cálmate. Te has estado alimentando. No hay razón para esta bestialidad.
Excepto que no me he estado alimentando de ella, no he estado follando con
ella y cada mujer que pruebo, todo lo que hace es recordarme que no es a la que
deseo.
No son la hija adoptiva de mi hermano.
Dioses, estoy completa y malditamente enfermo.
—Obsidian.
Enfrento el sonido de esa voz.
Almira, uno de los miembros de más grande rango en el consejo.
Y una de las viudas que he estado follando en los harenes todas las noches.
Entre otros. Justo hace tres días, la tuve a ella y a dos esclavas de placer lamiendo mi
polla al mismo tiempo.
Tuve que inclinar mi cabeza hacia atrás y cerrar mis ojos para disfrutarlo por
completo y con cada pase de sus lenguas a lo largo de mi eje, la imagen de la boca
de Calamity me perseguía, pero no parecieron darse cuenta de cuán mentalmente
desconectado estaba.
Almira se acerca más, la capa ceremonial roja oscura de su estación cubriendo
su cuerpo ágil de la vista.
No que tenga algún deseo de mirarlo en este momento.
Su mirada verde clara brilla con el sol, sonríe con el hambre de un depredador
hambriento.
Mientras más le doy, más quiere.
27
Mientras más me da, más obsesionado me vuelvo respecto a mi sobrina.
Repulsión se revuelve en mí ante la idea, lo hace cada vez que intento poner
a Calamity de vuelta en ese molde.
—¿Cómo estás, Obsidian? —pregunta Almira, moviendo un mechón de
cabello color miel por encima de su hombro. Se detiene junto a mí, el terciopelo rojo
cubriendo su hombro rozándose a lo largo del cachemir negro cubriendo mi brazo.
Miro tranquilamente hacia la falta de espacio entre nosotros antes de
encontrar su mirada interesada.
—Estoy bien. En la mitad de una tarea. ¿Asumo que te veré esta noche en el
baile?
—Mmmmm. Por supuesto. —Almira tiene mil quinientos años, una mujer
experimentada durante siglos y conquistas. Una vampiro complemente consciente
de su encanto. Y ni siquiera ella, con su edad y experiencia, puede exudar la misma
carnalidad que Calamity simplemente existiendo—. Veo que ya te has vestido para
la ocasión. —Pasa su mano por la manga de mi blazer, arrastrando la punta de sus
dedos a lo largo del grueso puño de seda alrededor del extremo—. Por favor, dime
que estarás libre después de eso.
Esa mancha se dispara en la esquina de mi visión, la que he llegado a conocer
últimamente. No importa que combine con el bosque a cada lado y detrás de ella, sé
que es ella en el momento en que la veo resplandecer a la vista.
Moviendo mi cabeza alrededor, la distingo en lo que tiene que ser cerca de
cien metros más adelante, vestida con un elegante vestido de gasa negra.
La corona en su cabeza hoy es negra, una creación provocadora y puntiaguda
que de alguna manera logra suavizar los pálidos ángulos de su rostro.
Las puntas de su cabello son de un sorprendente rojo que brilla contra el
negro de su vestido. Sus ojos, como siempre, lucen desconcertantes. Imposibles de
leer.
Excepto cuando se mueven rápidamente hacia Almira y la manera en que
estamos parados.
Calamity no dice nada, nunca me dice nada últimamente, ni siquiera su
acostumbrado saludo a su “tío”, pero de todas formas la frialdad se filtra en mis
huesos.
Porque ella lo sabe.
No sé cómo, aun así, la ligera inclinación de su cabeza, el pequeño arqueo de
su ceja, lo delata todo.
Sabe que estoy follando con Almira. 28
Mis ojos se estrechan hacia el pulso marcándose en el costado de su cuello, en
cómo se acelera a pesar de su falta de reacción exterior.
Los colmillos gotean en mi boca, instantáneamente estoy absorbido por ello,
como si escuchara ese pulso feroz en mis propias venas. Imagino cómo debe estarse
acelerando su sangre, caliente con su enojo, envenenada por su propia posesividad
de mí, del tipo que ninguno de nosotros tiene derecho de sentir.
La misma que me ha estado comiendo cada noche mientras la imagino
alimentándose de hombres sin rostro.
La visión es arrancada de mí justo tan rápidamente como cualquier otra vez.
Se ha ido, dejándome atrás solo con esa micro expresión, la que me dejó frío.
No puedo sacudirlo, pero hay una voz en mí, una advirtiéndome. Pagarás por
esto.
¿Pagar por qué? No he hecho nada malo.
Entonces, ¿por qué no me puedo quitar esta culpa necia que dice que lo hice?
Y ni siquiera puedo malditamente acorralarla lo suficiente para que esto tengo algún
sentido. No me dejará.
Demonios. Esta chica tiene un domino sobre su desmaterialización que
muchos de su edad nunca poseen.
—Ah. Nuestra futura reina. —Almira asiente, pareciendo divertida—. Es una
salvaje, esa chica.
—¿Qué te hace decir eso? —digo rápidamente, ya moviéndome hacia
cualquier información que pueda darme.
Almira se encoge de hombros, resumiendo su inútil caricia de mi brazo. Si no
estuviera tan empecinado en obtener esta información de ella. La pondría en su
lugar por mostrar este tipo de propiedad sobre mí.
—Es moderna, Obsidian. Una mujer que apenas está comenzado a tomar el
control de su poder pero que de cualquier manera lo entiende por completo. Fui uno
de los miembros que votó por ella para que se convirtiera en la heredera legítima.
—¿Por qué?
—Porque… desde que era una niña, todos supimos que era diferente.
Brillante. Salvaje. Personalmente estoy cansada de vivir en los tiempos antiguos
donde nosotras las mujeres se supone que nos comportemos y ustedes hombres son
excusados de todo su mal comportamiento. Esa mujer va a llevarnos hacia una
nueva era, una donde los hombres de este reino —su aguda mirada aterriza en la
mía—, tendrán que aceptar que somos iguales. En todos los sentidos.
El deseo instantáneo de corregirla, de recordarle por qué nuestras leyes y
costumbres existen, termina atorado en mi garganta. Aunque no creo que este tipo
de cambios rápidos sea bueno para nuestra raza, también entiendo cuán hipócrita 29
sonará si pronuncio mi opinión en contra de ello.
—... todos supimos que era diferente. Brillante. Salvaje
Es cierto. Calamity siempre fue todas esas cosas. Solo que nunca se me ocurrió
cuán mal se pondría todo.
Porque nunca te imaginaste lo que sucedería una vez que fuera lo suficientemente
mayor para que su sexualidad saliera a la superficie.
Una sexualidad que nos convierte en victimas a todos, dejando un hombre
tras otro destrozado a su paso.
Una sexualidad que sospecho podría estar a punto de convertirse en
vengativa. Ese brillo en sus ojos antes de desvanecerse hace que mi vientre
hambriento se revuelva.
Hambriento. A pesar de todas las alimentaciones.
Por culpa de ella. Porque no puedo dejar de desearla. Porque debería
permanecer alejado y en cambio estoy deseándole a Almira un buen día y me dirijo
de regreso a continuar con mi búsqueda de Calamity.
—¿N o es impresionante? —Malachai agita su vaso en dirección a
una mujer de cabello castaño que baila en los brazos de otro
hombre.
—Estoy bastante seguro que Alessandra no apreciará que mires a otra.
—Te pareces cada vez más a los mortales a medida que pasa el tiempo. —Mi
hermano regresa a su asiento y se inclina hacia atrás, negando.
Me molesta aceptar eso. Sin embargo, ¿cómo puedo no hacerlo? No soy sordo
a los cambios en mi forma de hablar a lo largo de los años.
—Al fin y al cabo, paso más tiempo en el mundo mortal que en el nuestro. —
Muchas de las facciones contra las que luchamos no pueden subsistir en la sangre
del otro. No tienen más remedio que alimentarse de humanos.
A diferencia de nuestro tipo, que se puede alimentar de ambos.
Es a través de las ciudades humanas que poco a poco nos invaden. No
importa dónde nos establezcamos, siempre hay mortales cerca. Hemos aprendido a
contraatacar, en su territorio si es necesario, en lugar de correr. 30
—Esos días deben terminar.
Mi hermano, por todo lo que es un gran rey, es un político antes que un
guerrero.
—¿Han terminado nuestras guerras? No. Por lo tanto, todavía me necesitas
ahí fuera. —Poniéndome cómodo en el largo banco acolchado contra la pared, miro
a la multitud que baila debajo de nosotros.
Malachai no sabe lo que estoy buscando.
Yo sí.
Y cuando estudia mi perfil, no puedo evitar el arrebato de culpa en la
dirección de mis pensamientos.
¿Dónde diablos está ella?
—Es hora que mires a las mujeres elegibles disponibles para el matrimonio.
—¿Como has estado haciendo toda la noche? No te ofendas, hermano, pero
te dije: Tu esposa no lo apreciaría.
Ignora mi comentario.
—Ella sabe que es para ti. Los dos estamos preocupados.
¿Qué diablos está pasando?
—¿Sobre mi vida amorosa?
Los iris de mi hermano no son más que serios. Directos.
—Sobre tu posición política en estos tiempos siempre cambiantes.
—¿Te refieres a los mismos tiempos de cambio que tú y tu reina parecen
aceptar tanto? —Me inclino más hacia él, consciente de las miradas femeninas que
continúan lanzándose con nostalgia hacia nuestra plataforma. Ambos estamos en
nuestro código de vestimenta estándar para estos eventos: Todo negro, acorde con
nuestro estatus como hombres de la realeza.
La gruesa cadena de oro heredada desde el primer rey de nuestro clan se
asienta alrededor del cuello de mi hermano y termina en el medallón grande con la
insignia real de nuestra casa. El color parece austero contra el terciopelo negro de su
blazer.
Lleva sus propios tatuajes, pero ninguno de ellos es visible. Nunca peleó tanto
como yo. Cada tatuaje representa una victoria en la batalla.
Soy el hermano más oscuro, tatuado y peligroso. El todavía soltero. Malachai
es demasiado devoto a Alessandra. Es posible que lo miren con anhelo, pero es en
mí en quien se fijan.
¿Y ahora mi hermano y Alessandra quieren ayudarlos en su búsqueda
ridícula?
—Relájate. He llegado a un acuerdo con el cambio de los tiempos, pero 31
incluso tú debes estar de acuerdo en que está sucediendo demasiado rápido. Estaré
en la próxima reunión del consejo en dos semanas. Tendré un plan una vez que
tenga una mejor idea de dónde está la cabeza del reino.
—Oh. Te diré. La generación más joven, tanto masculina como femenina,
están hartas del viejo sistema. En cuanto a lo que consiste en el treinta y cinco por
ciento de nuestro consejo, ¿las mujeres mayores? ¿Adivina de qué lado decidieron
caer?
Adivinar no es necesario. Después de hablar con Almira antes, se hizo muy
claro.
La racha feminista del mundo mortal finalmente ha llegado a nuestro reino.
No es algo que alguna vez haya explicado. No porque no sea lógico, incluso
inevitable, sino que se está volviendo increíblemente evidente que he estado
luchando durante demasiado tiempo.
Estaré en guerra de nuevo pronto. Sin elección. El hecho que el cambio
político esté barriendo este reino no significa que nuestros enemigos descansarán.
—No importa de qué lado hayan caído. Sí, puede que sea hora de cambiar,
pero la velocidad con la que está sucediendo… Malachai, ¿por qué aceptas todo
esto? ¿Por qué todas las concesiones a Calamity?
Apoyado contra la pared blanca y lisa, su cabello oscuro y su ropa oscura
brillaban en contraste, mi hermano me mira de una manera que nunca antes me
había mirado.
Cerrado.
Cauteloso.
Los ojos color avellana se consumen con lo que parece miedo.
—Hay mucho que no entiendes, hermano. Demasiadas guerras te han dejado
ciego a muchos de los trabajos internos de este reino. —Se enfoca en la sangre de su
copa de oro y está claro que no me dirá más sobre este tema. Al menos no ahora.
—¿Por qué las expresiones? —pregunta Alessandra, subiendo por los
escalones hacia nuestra plataforma. Está sosteniendo la voluminosa falda de su
vestido rojo, el cabello negro que brilla debajo de su habitual corona de oro.
El solo mirarla me recuerda a su hija. La que no he podido localizar desde
esta mañana.
—Mi hermano ha olvidado la rapidez con la que me adapto a la información.
—Tragando lo último de la sangre en mi copa, esperando que eso y mis múltiples
tomas anoche ayuden a controlarme si encuentro a Calamity, me muevo para
ponerme de pie—. Terminaremos esta conversación en privado más adelante —le
digo a mi hermano en voz baja—. Lo que sea que no me hayas dicho, me lo dirás
32
entonces.
Sí, él es rey. Mi líder. Al señor que le juré fidelidad sin importar el precio.
También es mi puto hermano y no toleraré este nivel de secreto entre
nosotros.
Y es un secreto. La forma en que Alessandra y él comparten una mirada
cautelosa lo confirman.
Los dejo antes que cualquiera de los juerguistas presentes note nuestra
tensión silenciosa. En el hecho que hay tensión dentro de la familia real. Malachai
podría creer que he olvidado las reglas de la política, pero se equivoca.
Un rápido repaso del salón de baile, un solo estiramiento de mis sentidos, y
me doy cuenta que Calamity no está. Estaba antes, durante la entrada principal de
la familia al evento, sin embargo, claramente ha logrado otro acto de desaparición.
Hago uno de los míos, desmaterializándome en mis recámaras y revisando
los videos.
Ahí. Segundo piso, pasillo del ala oeste. Se acerca a dos puertas de color rojo
oscuro, echando un vistazo por encima del hombro, y luego pasa junto a ellas hasta
la habitación que hay al otro lado.
Las puertas se cierran suavemente por su cuenta.
Un rápido avance rápido demuestra que aún no ha vuelto a salir. Todavía
está allí.
Llego al lugar exacto, apareciendo afuera de las puertas por la que la vi pasar.
Lo que está al otro lado de esas puertas no es ningún secreto; tengo todo el trazado
de la fortaleza memorizado. Es una sala de estar, una de las pocas que apenas se usa.
A prueba de sonido, como todas las habitaciones aquí, por lo que no se puede
escuchar lo que está sucediendo en el otro lado.
Sin embargo, mi corazón es un martillo violento en mi pecho. Un latido
primitivo que deja mi visión borrosa y mi piel resbaladiza por el sudor.
Es como si el simple hecho de saber que está al otro lado, enciende esta furia
en mi sangre.
Pero tal vez no está. Podría haberse desmaterializado fuera de allí sin que yo
lo supiera.
Mis manos tatuadas parecen dos veces más pálidas debajo de las marcas
negras cuando alcanzo los mangos tallados. Un tirón rápido separa las puertas en
silencio, dejando al descubierto el interior de la habitación.
Los sonidos húmedos, mojados, jadeantes resuenan desde dentro. 33
La explosión de calor es inmediata, casi me derriba, mientras mi mente se
esfuerza por comprender lo que estoy oyendo.
Lo que estoy viendo en la habitación oscura que solo está iluminada por la
luna llena que cuelga en el cielo afuera.
En el sofá de terciopelo rojo, frente a mí, dos cuerpos femeninos se retuercen
uno contra el otro. Los pliegues de sus vestidos, negro contra morado, se mezclan,
hasta el punto en que no se sabe qué está pasando debajo de sus cinturas.
Arriba, sin embargo, sus senos están cubiertos de sangre, sus cuellos. Las
marcas de mordeduras son claramente visibles desde donde se alimentaban unas de
otras.
Un jadeo femenino bajo se filtra a través de la habitación, seguido por otra
lamida húmeda y un segundo gemido más ronco.
Mis ojos se fijan en sus rostros.
Labios gruesos empapados de sangre oscura batallan por el dominio una
contra la otra. Los colmillos muerden para obtener más, las lenguas se deslizan entre
sus bocas abiertas y en duelo, lamiendo la sangre entre sí en lánguidos lametazos
perdidos.
Con la polla palpitando, goteando dentro de mis pantalones, siento que mi
mandíbula se afloja, mi mente finalmente admite lo que estoy viendo.
Calamity ahueca la barbilla de la morena, lamiéndole la lengua con más
fuerza, mezclando más de esa sangre en la boca de la otra.
La morena está perdida para mí, todo lo que veo es a Calamity, la vista de esa
boca deliciosa trabajando en la de otra mujer, compartiendo un beso de sangre con
ella.
La rabia se despierta en una ola apresurada, chocando con cada gramo de
lujuria que destruye mi sistema. Estoy perdido en esto, en esta respuesta primitiva,
en la necesidad de darle esta polla y hacer que alivie este dolor monstruoso.
Pero sobre todo, verla besar a alguien más, compartir sangre con ellos…
Algo audible se me viene a la mente, algo con lo que no llegaré a un acuerdo
hasta más tarde, y me desmaterializo en su dirección, mi único pensamiento es uno
me perseguirá por los eones venideros.
Nadie toca lo que es mío. Nadie.

34
N
inguna mujer me ve acercarme.
¿Cómo pueden hacerlo? Tengo milenios sobre ellos, cada
momento dedicado a perfeccionar mi fuerza. Mis poderes.
Cegado por este sentimiento impío, arranco a Calamity de la
otra mujer y nos envío en espiral fuera de la habitación. Recuperamos la forma en
uno de los pasillos. La visión se enrojece y la golpeo contra la pared que tengo
enfrente, apenas consciente de la sangre que se enfría contra mi palma mientras la
aprieto alrededor de su cuello.
Detente. Piensa. Sacudo la cabeza.
La garganta debajo de la palma de mi mano comienza a saltar. El sonido de
mi corazón domina una vez más mi oído, pero sólo me lleva unos segundos captar
el otro sonido.
El que deja a la mujer atrapada, sangrienta y bellamente vestida a mi alcance.
Se ríe, sus dientes afilados siguen rosados por la sangre de su amante.
—¿Eres la heredera del trono y así es como te comportas? —Con los dientes 35
al aire, le gruño, apretando lo suficiente como para cortarle el suministro de aire—.
¿Qué te pasa, pequeña?
Se arquea a lo largo de la pared negra, su corona resonando en el mármol a
nuestros pies. El corsé de su vestido es tan indecente como todo lo demás que le
gusta usar, y esos grandes pechos, también cubiertos con la fuerza vital de su
amante, me presionan en el pecho.
—¿Qué te pasa, tío?
La pregunta atragantada y forzada me golpea como un mazo en la cara; mi
mano aprieta más fuerte alrededor de su garganta. Mi polla, necesitada y
desesperada por ella, de alguna manera encuentra su camino más cerca,
presionando los pliegues de su falda.
—¿Aceptas amantes femeninos como masculinos?
Una segunda, risa tensa. Otro movimiento, acercando esas caderas a mi ingle
pulsante.
—¿Debería preguntarte lo mismo? ¿O crees que los rumores sobre ti nunca
salen del puerto?
Mi mano la sacude de la pared, pero solo el tiempo suficiente para golpearla
de nuevo contra ella; trozos de pintura negra y piedras lloviendo a nuestro
alrededor, pero ella simplemente me mira imperturbable. Desafiándome.
—Eres la heredera de este trono. Una joven mujer soltera. Comenzarás a
comportarte como corresponde a la maldita estación de tus dioses…
Soy interrumpido por su tercera risa.
Y la sensación de su pierna envolviéndose alrededor de mis caderas,
flexionando. Estoy totalmente enamorado de ella antes de darme cuenta de lo que
está pasando, nuestros cuerpos se esfuerzan en un deslizamiento hambriento.
—Los tiempos están cambiando, tío Obsidian. Acompáñame con el pro…
La interrumpo con otro apretón.
—Para. Llamándome. Eso.
—¿Por qué? –Respira, luchando contra mi poder, inclinándose lo suficiente
como para correr esos labios manchados de sangre a lo largo de mi barba—. Porque
quieres fo…
Levantando mi mano libre, presiono mi pulgar contra sus labios,
deteniéndola antes de que termine esa frase. Antes de que termine de condenarnos
a los dos.
Sin inmutarse, separa esos labios y me succiona dentro de ella, enviando una
racha de necesidad infernal directamente a la punta de mi palpitante erección.
Sorprendido, no puedo hacer nada más que sentirla, las pinceladas vigorosas 36
de esa lengua sexy que acabo de ver complaciendo a otra. Los tatuajes negros en el
dorso de mi mano y mis dedos están aún más marcados contra su piel pálida.
Esos labios de color rojo oscuro.
Me arranca un gemido con su siguiente chupada, y esos ojos negros giran en
su cabeza.
—Mierda. Ven aquí. —La aparté de la pared una vez más, trayendo su boca a
la mía.
Los labios se unen a los labios.
El fuerte mordisco de la sangre de su amante entra en mi boca.
Todo lo que registro es el sabor de ella, la excitación volcánica que casi me
hace venir en mis pantalones.
Pequeñas garras femeninas se hunden en la nuca, asegurándome, y el último
pensamiento coherente en mi cabeza es que también hay cámaras en este pasillo.
Alguien va a verme atacando a la hija adoptiva de mi hermano.
Gimiendo, ella desliza su lengua más allá de mis labios, haciéndome
sacudirme con otro choque de placer.
Todo está olvidado. Todo.
Mis manos empujan capas de encaje y seda fuera del camino, buscando,
buscando.

Calamity envuelve mi lengua, provocando y lamiendo, sus pequeños


gimoteos perdidos a un mundo de distancia de la lujuria controlada que exhibió con
esa mujer.
Un gruñido es arrancado de mí. Mis manos se contraen con sus muslos tensos
y sedosos, y la levanto del suelo en un instante. Se enrosca a mi alrededor como por
instinto, su pequeño cuerpo tratando de atraparme.
No voy a ninguna parte.
Mis manos se deslizan por los lados de sus muslos, alrededor de sus caderas.
Su culo es más grande de lo que caben en mis manos, dos globos perfectos de carne,
y me sacudo contra ella al sentirlos.
Sus caderas se mueven en círculos sensuales, el calor de su coño burlándose
de mi polla. La empujé, con nuestros colmillos chocando en nuestro siguiente beso.
Sin darme cuenta, nos desmaterializo de vuelta a la pared, presionándola hacia ella.
Destruyendo más de su superficie.
37
Ambos somos ajenos a esa nueva ronda de piedras que se desmoronan. Sus
garras se clavan en mi piel y rastros calientes de sangre se filtran por la parte
posterior de mi cuello. Ella grita al olerlo, sus colmillos comienzan a hundirse en mi
labio.
Con el objetivo de tomarme.
Una voz casi perdida se agarra a la parte de atrás de mi cabeza. En el último
segundo, antes de que ella pueda perforarme, arranco mis labios de los suyos,
luchando por recuperar el aliento.
—No… no podemos.
—Es demasiado tarde. —Su cuerpo cálido y pecaminoso se mece dentro de
mí, respiraciones cortas golpeando el costado de mi cara—. Ya lo hacemos.
—Así no. —Apenas soy coherente, especialmente cuando ella comienza a
bajar esos labios por mi mandíbula, hacia la arteria que late en mi cuello, pero la auto
preservación exige que la detenga. Que evite que nos conectemos a ese nivel.
Con todas las demás, sólo es alimentarse.
Con ella, sería mi muerte.
—¿Así que te alimentarás de las demás pero no de mí? —gruñe Calamity en
mi oído, su tono se vuelve más ronco. Más peligroso.
—No podemos…
Empuñando mi cabello, tira mi cabeza hacia atrás lo suficientemente fuerte
como para causar una punzada aguda en mi columna vertebral y corre sus caninos
por el lado de mi cuello.
Mi voz se rompe en un gemido.
—Entiéndeme, Obsidian. Por todos los demás de los que te alimentas, voy a
seguir haciendo lo mismo.
Los celos son un trueno vicioso e incómodo en mí. Casi sin sentido, enhebré
mis pulgares en la delgada cuerda de su ropa interior —su puta tanga, me doy
cuenta— y balanceo mis caderas en el calor entre sus muslos.
—No nos alimentamos el uno al otro —logro decir con los dientes apretados,
aunque mis pelotas están muy apretadas con la necesidad de sentir sus incisivos en
mí.
Ella hace otro sonido, un cruce entre un gruñido y un gemido, y de repente
mis brazos están vacíos.
Se ha alejado de mí otra vez.
Tembloroso, desorientado, apoyo las manos contra la pared dañada que
tengo ante mí, con la cabeza pesada.
Su corona permanece a centímetros de mi zapato de vestir de cuero, 38
reflejando la luz de las velas de los candelabros a lo largo de las paredes.
Las malditas cámaras. Date prisa antes de que alguien te vea. Si es que no lo han
hecho ya.
El sabor de ella sigue inundando mis sentidos, incluso en su ausencia, y me
toma unos momentos más para orientarme lo suficiente como para moverme.
Recogiendo la corona del suelo, me dirijo directamente a mis aposentos, luchando
contra esta necesidad salvaje de cazarla durante todo el camino.

Los gritos extáticos resuenan en mis oídos. La piel resbaladiza se desliza a lo


largo de la piel resbaladiza.
La vampiro que está debajo de mí ha renunciado desde hace mucho tiempo a
participar, su cuerpo maleable y conquistado bajo el mío.
Levanto su pierna por encima de mi hombro, arando más profundamente en
ella. Sus grandes pechos, cubiertos de marcas de mordeduras y sangre, rebotan con
cada empuje.
Apenas la veo. Apenas siento su coño alrededor de mi polla.
Apenas la pruebo en mi boca.
Todo lo que he probado durante más de doce horas es Calamity.
Simplemente pensar en su nombre me hace temblar, la polla casi estalla justo
ahí.
Apretando los dientes, la golpeo de nuevo en el vacío de mi mente…
“Entiéndeme, Obsidian. Por todos los demás de los que te alimentas, voy a seguir
haciendo lo mismo”.
Mis ojos caen sobre los pechos de la mujer, sobre su cuello, desnudo por su
cabeza lanzada hacia atrás. En las marcas de mordeduras que le dejé por todas partes
que se curarán y se irán mañana.
¿Calamity se está alimentando de alguien más?
¿Follando con ellos?
Está claro que esa es otra norma que ella ha roto: Se espera que una mujer de
la aristocracia, heredera del trono sin embargo, permanezca intacta hasta el
matrimonio.
En cambio, Calamity es libre consigo misma, llevándose a quien crea
conveniente.
39
Recuerdo la forma en que besó a esa mujer, dominándola, y luego cómo me
hizo lo mismo a mí. El sudor se desliza por mi espalda, empujo más rápido, el placer
de ese recuerdo me quema.
La vampiro que está debajo de mí grita mi nombre, y otro orgasmo que la
deja sin fuerza debajo de mí.
Aprieto mis ojos, bloqueando la imagen de ella, y cubro su boca con mi mano,
tratando de ahogar sus gritos… hasta que mi propio orgasmo se desata, casi
forzando el nombre de Calamity de mi maldita garganta.
Maldita es decirlo suavemente.
Jodido. Tan jodido.
Me alejo de la mujer en la plataforma de terciopelo, ignorando como ella
débilmente trata de llegar a mí, temiendo reemplazar cualquier euforia momentánea
que el orgasmo vacío me dio.
Casi grito el nombre de Calamity ahora mismo.
Casi gritó lo que este reino cree que es el nombre de mi sobrina mientras me
cogía a otra mujer.
Me las arreglé para borrar la evidencia en video de lo que pasó entre nosotros
anoche antes de que alguien más lo consiguiera, pero ¿de qué sirve?
Si no la saco de mi sistema de alguna manera, voy a cometer un error pronto.
Me voy a entregar.
—Obsidian, ven. Puedo manejarlo más.
Ignorando esos ojos todavía necesitados, vidriosos y complacientes, tomo mi
ropa del suelo donde la dejé caer en mi prisa.
—He tenido suficiente por una noche. Gracias. —La puerta se cierra detrás de
mí.

40
—E
stoy fuera de los archivos médicos de la princesa.
Sandor, mi tercer al mando, se pone a mi lado, su piel
de ébano casi se mezcla con su oscuro uniforme militar. Sus
cejas afiladas se fruncen. Aparte de eso, no muestra
ninguna otra reacción, como esperaría que lo hiciera. El pasillo que conduce a la
cámara del consejo está casi vacío, ya que estamos atrasados, pero su discreción es
apreciada a pesar de todo.
—¿Crees que el ataque que nuestro equipo cibernético frustró es la razón?
Sin cuestionar por qué intento acceder a los registros médicos de Calamity.
Por eso lo aprecio. Dregan es como familia, pero su curiosidad es un
incómodo dolor en el culo.
—Lo estoy investigando. —Lo correcto sería dejar que la rama cibernética de
nuestro ejército lo maneje. Sin embargo, probablemente harían las preguntas que
Sandor está ocultando, y no estoy de humor para inventar mentiras.
Sandor no me pregunta por qué lo manejo personalmente, simplemente sigue 41
adelante, abriendo los brazos cruzados detrás de la espalda.
—Tendría sentido. Quien sea responsable de tratar de infiltrarse en nuestros
sistemas intentó atacarnos con malware y ataques MiTM1. Claramente estaban
buscando información de nuestras bases de datos.
Ataques cibernéticos.
Sistemas
Malware
Ataques de hombre en el medio.
Todos términos de los que nunca tuve que preocuparme hasta los últimos
treinta años. Alenté a mi hermano a que se abstuviera de ingresar nuestra
civilización en la era digital mientras pudiera. Sin embargo, era inevitable. A fines
de 1989, no tuve más remedio que supervisar la primera transferencia de nuestros
sistemas al mundo digitalizado.

1
Ataque de intermediario (man-in-the-middle, MitM o JANUS) es un ataque en el que se adquiere la
capacidad de leer, insertar y modificar a voluntad. El atacante debe ser capaz de observar e
interceptar mensajes entre las dos víctimas y procurar que ninguna de las víctimas conozca que el
enlace entre ellos ha sido violado.
Sé lo suficiente para defenderme. Luchar contra nuestros rivales dentro de las
ciudades humanas que infestan no siempre se trata de un combate cara a cara. Todo
es digital hoy en día. Todo. Sin embargo, dejé las defensas de esta ciudad al
comandante Aurel, un hombre que ascendió en nuestras filas no debido a su poder
en la batalla, sino a su poder cuando se trataba de tácticas.
Llevó los inventos al siglo XX con celo absoluto. Fue una de las mentes más
brillantes entre nosotros.
Hasta hace unos meses, cuando llegaron los informes a mi base en Bercini,
ubicados en lo que los rumanos llaman Sector 4.
Una mañana, Aurel se despertó y salió al bosque rojo a las diez de la mañana.
Gracias a la protección mística del bosque, debería haber estado bien a la luz del sol
ardiente.
Excepto, que continuó caminando hasta que llegó a la barrera invisible donde
el lado rojo de nuestra tierra se convierte en la Băneasa regular y los árboles regresan
a sus matices habituales de verde y marrón.
En otras palabras: el lado mortal del bosque. Donde ya no hay ninguna
protección mística contra los rayos UV.
Todo lo que quedó de él fue su uniforme militar y sus botas. Decidió usar
ambos al mismo tiempo que su final.
Lo más perturbador es que no hubo signos. Una vida de casi dos mil años se
extinguió, así, por su propia voluntad, y ninguno de nosotros sabe por qué.
—¿Quién es el jefe de nuestra unidad cibernética ahora?
42
Sandor parpadea hacia mí, los ojos marrones oscuros se ensanchan.
—Espera. ¿No lo sabes?
—No he tenido tiempo de ponerme en contacto con ellos. —Debido a mi
búsqueda de Calamity, reviso todos los informes del consejo durante los últimos
cinco años y la evito incluso cuando me aseguro de saber siempre dónde está.
—Señor, la unidad está siendo dirigida por...
Antes que pueda terminar, una mujer aparece frente a las puertas doradas de
las cámaras del consejo, con la espalda hacia nosotros.
Millones de nuestras hembras tienen el cabello largo y negro y cuerpos ágiles
y curvilíneos, pero casi me tropiezo con mis propios pies cuando la rampa de
excitación sin fin vuelve a subir a mi sistema.
Labios preciosos, degustando la sangre del otro, frenéticos sobre los míos. Lengua
lasciva, posesiva, luchando contra la mía por el control. Caderas redondas flexionándose,
calor húmedo acariciando mi polla mientras nos besábamos como animales frenéticos...
Se gira para mirar por encima de su hombro vestido de negro, que lleva una
manga corta negra del uniforme de combate estándar para los superiores en nuestro
ejército, y ese ojo negro bordeado por sus gruesas pestañas negras me roba el habla.
No sé qué es lo que finalmente rompe su control sobre mí. Lo más probable
es que sean las líneas oscuras a lo largo de sus brazos desnudos que se registran en
mi periférico. Mis ojos se inclinan para captarlas mejor y me detengo de golpe ante
lo que estoy viendo.
Tatuajes tribales. El tipo dado a nuestros guerreros después de cada batalla
exitosa. Uno en cada brazo y el comienzo de pequeños diseños en el dorso de sus
manos.
Su carne pálida, impecable... marcada.
Y no solo marcada, sino con algunos de nuestros símbolos más venerados,
reducidos a nada más que decoración trivial.
—¿Otra tradición más que debes destruir? —le grito una vez que estoy lo
suficientemente cerca, furioso.
Calamity pone los ojos en blanco. Con un simple giro, me deja parado aquí,
ahogándose con mi indignación. Las puertas se abren a las enormes cámaras del
consejo mientras ella se pasea, balanceando sus caderas en esos pantalones de
uniforme que se ajustan a su forma.
La sigo, olvidando que hay cien miembros del consejo, sus padres y al menos
veinte de nuestros líderes militares presentes. Atravesando las puertas, apenas soy
consciente de Sando corriendo para alcanzarme. 43
—Señor, necesita saber —murmura solo para mis oídos—. Esa es la líder de
nuestra unidad cibernética desde la muerte de Aurel.
Me detengo otra vez en el centro de la cámara, a unos metros del estrado que
hay ante los asientos del consejo.
Cien de ellos, colocados en niveles, todos partiendo desde la pequeña
plataforma donde se sientan el rey y la reina, mirando a su hija. La del uniforme
militar, con tatuajes de triunfo en la batalla y deslizando un USB en el puerto de la
tarima.
La que Sandor acaba de decir que está liderando nuestra rama cibernética.
Mi tercer al mando se me acerca, rozando el brazo con el mío y no se me pasa
que es intencional.
Es su forma de ponerme en movimiento.
Con los ojos en Calamity, en cómo su cabello y su piel casi brillan bajo el haz
de luz dirigido hacia el estrado, me dirijo a mi asiento habitual. Los jefes de las
fuerzas armadas siempre se sientan en el nivel del suelo, detrás del estrado, frente a
los cinco niveles de miembros del consejo al otro lado de la cámara.
Dregan ya está allí, mirándome con curiosidad y lo que parece ser
preocupación.
Lo más probable es lo último. Estoy listo para despellejar a alguien de nuevo.
¿Cuántos secretos más? ¿Cuánta más información faltante?
Sé que Calamity es una genio, incluso entre nuestras especies
intelectualmente avanzadas, pero ¿cómo demonios ha acumulado este tipo de
poder?
No. No acumulado. Mis ojos se abren a mi hermano y su esposa. Están sentados
en las réplicas de sus tronos negros, en la típica realeza real de estos tiempos. La
cadena del monarca alrededor de su cuello brilla con las luces al igual que la corona
de oro de su reina.
Le han dado este poder, y mi hermano todavía tiene que decirme por qué.
—Como verán en los monitores —comienza Calamity, con la voz sonando
fuerte y clara—. Logramos detener cinco ataques dirigidos a nuestras bases de datos.
La mayoría de ellos tenían como objetivo el robo de nuestra información, pero
algunos también intentaron cerrarnos por completo. —En las pantallas de
proyección en el lado derecho de la sala, se muestra desglose tras desglose de la
información.
—¿Has sido capaz de identificar quién lo envió?
—Por lo que hemos podido rastrear hasta ahora, los hacks vinieron
del Vlaqin.
44
Agitados murmullos resuenan, llenando la cámara.
Mi propia frustración aumenta, porque, aunque tenía razón al asumir que no
serían capaces de reagruparse lo suficientemente rápido como para enviar más
tropas a la batalla con nosotros, nunca se me ocurrió que se conformarían con
atacarnos en el frente cibernético.
Otro descuido. Otro fracaso entre muchos del mes pasado.
Quiero culpar a mi obsesión enfermiza con la joven vampiro en el estrado que
tengo ante mí, pero una parte de mí no puede dejar de preguntarse: ¿Realmente me
he atrasado tanto en noticias? Sí, he vivido en ciudades modernas y humanas durante
años mientras luchaba contra otras facciones. No he tenido más remedio que
sumergirme en partes de su cultura que cambia rápidamente.
Pero no por elección. Algo que podría haber sido un grave error, me doy
cuenta.
Calamity comienza a esbozar el plan para fortalecer nuestras defensas
cibernéticas, llegando a exigir una nueva ronda de reclutas capacitados en el campo
para agregar a las filas. Está a medio camino a través de un desglose de la nueva
estrategia cuando mi hermano interviene.
—Esto necesita convertirse en una defensa táctica y cibernética conjunta.
Independientemente de su número reducido, claramente aún representan una
amenaza —comenta el rey, con una voz profunda que resuena claramente—. El
comandante Obsidian ha estado luchando contra ellos desde su adolescencia. Nadie
aquí tiene tanta experiencia con ellos como él. Hermano... —Sus ojos color avellana
aterrizan por su cuenta desde su elevada posición, mi hermano inclina la cabeza en
señal de respeto—: Necesitaremos que tú y Calamity unan fuerzas contra esta nueva
amenaza. Necesitamos establecer una estrategia de defensa lo antes posible. Antes
que el asunto se vuelva grave.

45
L
as puertas del estudio de mi hermano se cerraron.
—¿General de un departamento entero dentro de nuestro
ejército?
Malachai se gira en su silla, una pierna apoyada casualmente
sobre la otra, y no parece en absoluto preocupado por mi creciente ira.
Luchando por calmarme, caigo en el sillón frente a su escritorio.
Él simplemente me devuelve la mirada con esos tranquilos iris avellana.
—Es una genio en eso. Ayudó a eliminar cuatro ataques simultáneos en
múltiples niveles de nuestras bases de datos. La guerra es guerra, Obsidian, incluso
cuando se lucha en el ciberespacio.
De ahí los cuatro nuevos tatuajes de triunfo de batalla que ahora adornan su
piel, que alguna vez fue perfecta.
Ante mi silencio, Malachai exhala, como si se preparara para mis
contraargumentos.
—Todo heredero al trono debe cumplir una función en nuestro ejército, 46
participar en la batalla. ¿Preferirías que la enviara a un combate uno a uno?
No, maldita sea. Diablos no.
Aparentemente, al leer la respuesta en mi expresión, asiente, ese asentimiento
molesto, breve y regio que significa que cree que todo está resuelto.
—Malachai, dime por qué…
Las puertas se abren. El olor de sus barriles en la habitación, anunciando su
llegada.
Como si la forma en que mi corazón golpea violentamente no es suficiente
indicación.
Estoy mentalmente arrastrándome, pateando y gritando, hasta esa noche
hace una semana y media, donde está en mis brazos, comiendo en mi boca. Donde
está necesitada y lista para alimentarme. Para dejarme tenerla.
Mordiendo, apoyo mi pierna sobre la izquierda, como mi hermano estaba
haciendo, tratando desesperadamente de ocultar lo que me está pasando. Me
concentro en mi hermano, en su cara desprevenida, y me niego a reconocer la nueva
presencia en el estudio.
Ni siquiera cuando se acerca a nosotros, deteniéndose junto al sillón vacío a
mi derecha.
—Padre. —Asiente a mi hermano y apenas levanta la barbilla en mi
dirección—. Tío.
Ignoro su saludo y vuelvo a dirigirme a mi hermano.
—¿Por qué querrían los Vlaqin mantenernos fuera de sus archivos médicos?
—¡Trataste de mirarlos! —espeta Calamity, más una acusación que una
pregunta.
Ese tono hace que mi cabeza se balancee en su dirección. Me está mirando con
un disgusto apenas contenido justo antes de dejar su tableta en el escritorio de su
padre y caer en el asiento a mi lado.
Espera un segundo…
—Los Vlaqin no fueron los que me dejaron afuera, ¿verdad? —Casi grité a mi
hermano, enderezándome en mi asiento.
—Obsidian —comienza mi hermano.
—¿Por qué tiene el derecho de ser tan entrometido? —interviene Calamity
por encima de él.
—¿Entrometido? —Me giro a la pequeña mocosa, momentáneamente
aturdido por la forma en que la luz del sol filtrada hace que su perfil brille.
—Ahora, espera…
47
Una vez más, interrumpe a mi hermano cuando su heredera elegida se vuelve
contra mí, inclinándose más cerca con los ojos negros estrechados que escupen fuego
del infierno puro.
—Sí, entrometido. ¿Quieres que pirateen tus archivos médicos?
—¡No hay nada allí que valga la pena esconder! —Le vuelvo a tirar en su cara
—¡Ambos, suficiente! —Malachai golpea su mano sobre su escritorio con la
fuerza suficiente para que salte del piso. El sonido del impacto reverbera a lo largo
del ahora silencioso estudio—. No sé qué les ha pasado últimamente, pero terminen
con eso. Son familia.
Mis labios casi se fruncen ante ese comentario, dejando al descubierto mis
incisivos.
—También van a trabajar juntos en la construcción de la defensa cibernética
con la mayor resistencia posible.
—No existe tal cosa como una defensa cibernética vestida de hierro, padre,
por eso pedí más reclutas para comenzar a entrenar.
—¿Qué están escondiendo ustedes dos en sus archivos médicos?
Dos pares de ojos incrédulos se vuelven hacia mí.
—Los Vlaqin están tratando de infiltrarse en nuestras bases de datos, el
depósito de la mayor parte de nuestro conocimiento, ¿y esto es lo que te preocupa?
—pregunta Malachai.
—Le das un poder sin precedentes, le das un margen de maniobra sin
precedentes, y ahora aparentemente también estás ocultando secretos sobre ella.
El rostro de Calamity aparece a centímetros del mío, con rasgos retorcidos de
furia.
—Solo eres un anciano, gruñón, incapaz de adaptarse al cambio, entrometido,
controlador…
—¡Calamity! —Malachai se pone de pie, las pupilas se dilatan a medida que
su propia agresión se eleva—. Suficiente. Ustedes dos. No volveré a preguntar. Soy
el rey aquí y parece que ambos lo han olvidado. —Su voz tiembla con su creciente
ira, por el tamaño de sus colmillos agrandados.
Mi hermano nunca fue tan rápido para enojarse como yo, pero cuando lo hace
puede ponerse feo.
Realmente feo.
Una vez tuve que alejarlo de un cadáver destruido y mutilado en medio de la
batalla. El vampiro muerto había insultado a su entonces novia Alessandra y eso fue
todo. Cuando llegué a Malachai, el cuerpo era apenas reconocible.
Esa no es la única razón por la que me callé. Amo este reino, nuestra familia, 48
lo que logramos construir en los últimos diez mil años desde que nuestro ancestro
decidió forjar su propio imperio. La leyenda está casi perdida, distorsionada a través
del tiempo. Probablemente haya un recuento original en nuestros archivos, pero lo
cierto es que descendimos de él y su reina, y hemos logrado permanecer en el poder
durante diez milenios a través del compromiso, el sacrificio y el compromiso con
nuestras leyes.
—Solo necesito entender completamente lo que está pasando aquí para
ayudar, hermano —le digo, intentando suavizar mi tono—. Siempre lo he hecho
antes, así que estoy confundido de porqué me están excluyendo ahora.
Calamity no dice nada a mi lado.
Malachai exhala un suspiro, centrándose en sí mismo.
—Los registros médicos de Calamity se han bloqueado para todos, excepto
para mí, su madre y el equipo médico. Elegimos hacerlo por razones de seguridad
ahora que todo está en la nube, como dice el humano —responde, pero por alguna
razón no me suena del todo cierto—. Trabajaré para permitirte que obtengas acceso,
aunque no verás nada importante allí dentro. —Su mirada se aleja.
La sensación en mi estómago es nueva y no sé cómo manejarlo. Peor aún es
que no solo me deja interrogándolo, sino también a mí mismo.
¿Está mintiendo? ¿Escondiendo algo?
¿O soy quien asume lo peor simplemente porque estoy al límite? Las palabras
de Calamity regresan con una venganza. “Solo eres un anciano, gruñón, incapaz de
adaptarse al cambio, entrometido, controlador…”. Empujándolos hacia atrás, veo que mi
hermano se sienta detrás de su escritorio una vez más.
—Bueno. Gracias. Estaré esperando el acceso.
—Mientras estás en eso, padre, también solicitaría acceso a sus archivos
médicos.
Esa pequeña… frunciendo el ceño, empuño mis dedos, resistiendo el impulso
de mirarla.
Mi hermano se frota el lugar entre las cejas y puedo decir que está orando en
silencio por paciencia con los dos.
—Calamity, ¿por qué los necesitarías?
Por el rabillo del ojo, la veo encogerse de hombros, una criatura muy
acostumbrada a salirse con la suya.
—Por la misma razón que él consigue los míos. Simplemente hagámoslo
justo, ¿bien?
Quiero recordarle que no soy la cosa salvaje que actúa de manera extraña e
impía, ni soy el único por el que se están retorciendo las tradiciones y las leyes de 49
todo el imperio, sin embargo, algo me detiene.
El hecho que si ocultan algo, hacer más preguntas no va a llevar a las
respuestas que busco. Todo lo que logrará es hacer que sospechen de mí. Que los
tenga. Si vamos a trabajar juntos tan estrechamente, podría haber confianza entre la
futura reina y yo.
—¿Puedo ser excusada ahora, padre? He dejado todos los informes en la
tableta.
Malachai baja la mano, apartándola con una sonrisa amable.
Calamity se para para irse sin otra palabra.
—Establece una línea de comunicación encriptada entre Obsidian y tú.
Quiero que ambos trabajen juntos a partir de mañana.
—Sí, padre. —Y sale por las puertas sin decir una palabra más.
Mi hermano vuelve su mirada divertida en mi dirección.
—No sé lo que está pasando entre ustedes dos, pero soluciónalo. ¿Podrías?
Esa pregunta me golpea con un torbellino de pensamientos inapropiados.
Peor aún, los recuerdos. Hay uno donde su hija adoptada se retuerce en mis
brazos, enojada porque le niego mi sangre.
—Solo consígueme ese acceso y partiremos desde allí. —Es todo lo que puedo
decir, considerando que mis propios colmillos están exagerando una vez más ante
el mero pensamiento de ella. Haciendo una reverencia, salgo apresuradamente y
vuelvo a mi habitación.
Podría ser el momento de comenzar a hacer algo de piratería por mi cuenta.

50
E
l bosque Băneasa se extiende delante de mí. Denso. Aparentemente
interminable.
Cegador.
No puedo ver más de nueve metros en toda dirección.
Ceñudo, continuo con mi camino, encendiendo la luz cada tantos metros,
cubriendo la distancia.
Buscando.
Cazando.
Ella está aquí. Sé que está aquí.
Un jalón en mi cabeza. Una voz en mi mente que suena exactamente como la
mía advirtiéndome. No, Obsidian. Detén esta tontería. No permitas que ella te controle
así.
¿Controlarme? ¿Ella?
Mierda, sé exactamente a quién estoy acosando a través de esta versión corta 51
del Băneasa. Debajo de mis botas, marchitas enredaderas truenan, y a través de la
roja neblina no puedo distinguir la hierba muerta.
Muerto. Todo está muerto .O en diferentes grados de descomposición.
Más rápido. Te estás acercando a ella. Mi atención una vez más está dirigida a la
caza, mi cuerpo atravesando el bosque en un borrón. No debería de estar haciendo
esto; debería de detener esta locura.
¿Cómo no podría buscarla? ¿Por cómo destruye una nueva parte de mí cada
día? Obsesionado. Torturado. Sin un segundo de alivio por el hambre en su mirada
oscura.
Me persigue. Desde que despierto, en todos mis sueños. Disperso mis
moléculas más rápido, reformándome cada cierto tiempo para oler el aire en
búsqueda de ella.
Como si tuviera que hacerlo. Su llamado es demasiado fuerte, incluso sin
agregar su aroma a este.
El paisaje a mi alrededor comienza a cambiar de repente a medida que
comienzo a reformarme. A mi izquierda, un vórtice de humo negro. Una voz
siseando desde la oscuridad. “Tú sabes qué es todo esto. La respuesta siempre está delante
de ti”.
A mi derecha, una larga figura en la distancia, lo que parece ser un largo velo
rojo, una corona tribal y brillante. Por un segundo, casi giro a esa dirección, creyendo
que es Calamity, pero mi cuerpo se rehúsa a escuchar a mis órdenes.
Otro destello, este más lejos que los demás. Mientras me solidifico, destellos
de pequeñas luces cobran vida a través del bosque, millones de cegadores puntos…
Se va, así de rápido, y el olor a humo me abruma.
Velas.
Por la fracción de segundo que estuvieron encendidas, la verdadera extensión
de la putrefacción del bosque fue descubierta a mi vista.
Mi mente registra esto a pesar de nuevamente estar en movimiento.
Velas extintas y la putrefacción de las plantas muertas a mi alrededor, y aun
así, lo que importa es la retorcida energía que siento salir de ella…
Quiero sus labios una vez más. Sus colmillos en mí. Y la peor parte, lo más
sacrilegio para nuestra conexión familiar. Necesito estar dentro de ella. Hacerla que me
tome tan profundamente.
¡Piensa, Obsidian! ¿Qué está sucediendo? No soy ciego a lo extraño de todo esto.
Al lado enfermo de lo que está sucediendo. Al pánico de ver la monstruosidad en lo
que este lugar se ha convertido.
No importa. No importa. Llega a ella. AHORA. 52
El bosque es más denso que nunca, la neblina casi impenetrable, y aun así su
aroma llega a mí, tan poderoso como su voz. “Ven a mí”, susurra peligrosamente,
“olvida lo que se supone debemos de ser el uno al otro y toma lo que es tuyo”.
Calor. Demasiado calor. Demasiada jodida hambre. Nunca desaparecerá
hasta que esté fluyendo por mi garganta. Nunca disminuirá hasta que la sienta
desmoronándose alrededor de mi polla.
Me empujo más y más fuerte, la desesperación tomando un giro amargo…
Con los ojos abiertos, siento la parte de arriba de mi cuerpo colocándose en
posición de sentado.
Negro se difuma delante de mí en la luz El reflejo de las pantallas de
computadora. La estatua plateada en la esquina.
Mi habitación.
Me muevo para tragar y siseo mientras mis dientes se deslizan debajo del
interior de mi labio inferior. Mi propia sangre fluye en mi boca y mi corazón late en
respuesta.
Debajo de las sábanas, mi polla late contra mis abdominales, humedad
cubriendo la punta.
Sus labios. Por todo el tiempo que viva, nunca olvidaré la sensación de sus
labios.
Tengo que. Necesito sacarla de mi sistema. Necesito detener esto antes que
destruya a un reino ya inestable.
Temblando, me lanzo hacia la mesita negra de noche, buscando por
cigarrillos. Uno de los pocos vicios mortales que también puede causarnos daño.
Pero no de la misma manera que los humanos. Mientras ellos corren el riesgo
de canse, presión alta, y otros problemas respiratorios, la toxicidad de los químicos
en estas cosas se acumulan en nuestro cuerpo con el tiempo.
Deja que se construya por el tiempo suficiente, e iniciara un apagón de
células. Como un humano siendo lentamente envenenado hasta morir.
A la mierda. También son adictivos para nuestra clase.
Lo enciendo y tomo una larga bocanada de este, rezando para que calme la
excitación que está retumbando en mi piel. Cada inhalación, es una ola nociva, capaz
de lastimar incluso a un inmortal como yo.
Y no es suficiente para ahogar su presencia en mis células. Para ahogar la
miseria de querer lo que no puedo tener.
Hijo de perra. La manera en que me llamó en ese sueño.
“Ven a mí. Olvida lo que se supone debemos de ser para el otro y toma lo que es tuyo”. 53
¡No es tan simple! ¿Por qué no puede aceptar eso? ¿Por qué debe de
atormentarme de esta manera? Ella no lo entiende. Ya no se trata sobre mantener a
un reino intacto…
No sé cómo controlar a este nuevo demonio que despertó en mi interior.
El dolor en mi polla es brutal. Termino mi cigarrillo y de inmediato tomo otro.
Dejarme llevar por esto en este momento no va a beneficiarme. Para nada. Si me
encargo de la situación yo mismo, la imagen de ella estará ahí.
Si voy a los harem para follar a alguien que lo desee, la imagen de ella todavía
estará ahí.
Segundo cigarrillo fuera y estoy tomando un tercero. El humo sube frente a
mi rostro y desaparece antes de hacer demasiado daño. Mi habitación es demasiado
amplia, nos tomaría al menos a seis de nosotros fumando constantemente para llenar
el espacio.
Luego, una vez más, los cigarrillos no están haciendo nada para calmar el
agujero negro en mi interior. El hirviente, hambre seca que rasga mi garganta.
Humedad pegajosa que cubre mis abdominales bajos, empeorando con cada pulso.
Nada lo calma. Nada lo hará hasta que encuentre una forma de eliminarla de
mi sistema, o hasta que pierda la batalla y ceda.
No puedo. Las repercusiones no solo son familiares. Somos la jodida familia
real, por el amor de los dioses oscuros.
Para mi quinto cigarrillo, no solo mi inmortal corazón se encuentra latiendo
debajo del ataque químico, sino de la excitación frustrada que no muestra señales de
disminuir. Todo lo que necesito es cerrar los ojos por unos segundos y estoy perdido.
Perdido en deseo.
Perdido en las viciosas fantasías que provoca.
De pronto, soy transportado fuera de mi habitación, ya no más recostado en
mi espalda, en mi cama estilo victoriano. Estoy en una amplia catedral como el
cuarto del trono, de pie delante del trono del rey.
Y Calamity se encuentra ahí, la corona de la reina sobre su cabeza. En sus
rodillas delante de mí, desnuda con excepción de esa corona y su velo rojo. Nunca
la había visto desnuda, pero mi mente no tiene problemas en darme la curvatura de
sus senos.
Lo plano de su estómago y su cintura que se reduce para luego redondearse
en sus caderas.
En mis fantasías, su coño está desnudo, brillando.
Listo para mi lengua.
Para un leve pinchazo de mis colmillos. 54
Soy vagamente consiente que volvía a perderme, que en el mundo real me
encuentro contra mis sábanas negras de seda y que estoy deslizando ligeramente
mis dedos hacia arriba en mi erección. Aunque, en mi fantasía, Calamity se acerca y
es su lengua la que está jugando conmigo con su toque como pluma que me hace
gritar.
Ella es la reina en esta visión. La gobernante de todo el reino.
Y yo la estoy tomando por la corona, la que actualmente se encuentra sobre
la cabeza de su madre. La estoy moviendo al frente, obligándola a caminar en sus
rodillas.
Con generaciones de mi familia pintadas en los vitrales a nuestro alrededor,
deslizo mi polla dentro de ella, observando sus labios abrirse para acomodarse a mi
tamaño.
Justo como su coño lo haría.
Su trasero.
El placer cambia algo en mi interior, cambiándome para siempre, pero es la
imagen de mí tomando cada hoyo lo que me afecta. Follo su boca en mi fantasía,
viendo cómo se atraganta a mi alrededor. Observando esos ojos volverse negros de
hambre. Sus colmillos creciendo al punto que no puedo evitarlos, rodándome con
cada entrada, y gruño al techo por la sensación.
Se ahoga en mi tamaño, garganta ordeñándome. Chorros de húmeda saliva
saliendo de su boca en torrentes, bañando tanto mi polla como mis bolas, y en un
gruñido estoy tomando su velo, su cabello, tirando esa corona de su cabeza.
Follo esa dulce boca profundamente, fuertemente, perdiéndome en el vacío.
Consciente de que no existirá punto de regreso después de esto. Ya lo he
imaginado. Casi lo he sentido. Mi alma nunca dejara ir esa idea ahora.
Mi mujer. Mi reina, a pesar de todo. Mía para follar de esta manera. Para
profanar.
El orgasmo salé de mí de la nada, la fuerza sacándome de la fantasía.
Con mi pecho al frente, grito al vacío de mi habitación, mi polla latiendo más
fuerte que antes. Chorros de semen saliendo de mí fuertemente y aterrizando por
todo mi pecho.
Incluso algunos llegan a mi barba.
Y a pesar de todo, solo puedo sostener mi polla, luchando para mantener
inmóviles mis caderas. Para detenerme en empujar aún más este doloroso orgasmo.
Mi otra mano está rompiendo las sábanas, despedazando la seda…
Continua por dioses saben cuánto tiempo, hasta que prácticamente soy una
agotada, corrompida cascara de hombre en esta cama. 55
Corrompido. Que termino tan más apropiados para los cambios jodidos en mí.
Me odio tan pronto la razón regresa. Demonios, creo que me estuve odiando
durante toda la fantasía. Pero aun así me odio por ser un vampiro normal, tanto
hombres como mujeres caen bajo su encanto tan fácilmente, odio la condenada
inevitabilidad de nosotros.
Este sentimiento que no voy a poder derrotar. Que yo, un hombre que fue
llamado para defender su reino por toda su vida, le esté dando el mayor golpe a su
sociedad en milenios.
A menos que pueda encontrar la respuesta a por qué es del modo en el que
es y ponerle un alto. Por ahora, más que nunca, estoy convencido que esto es algo
antinatural para nuestra clase.
Sea lo que sea, está oculto en sus registros médicos.
Los mismos registros que mi hermano todavía no me ha proporcionado.
Como sospechaba haría.
S
andor corre hasta donde estoy, con una expresión contrita. Su piel oscura
resplandeciendo con la luz de la luna y la mitad de sus rasgos casi ocultos
por las sombras.
—Ella apareció hace unos minutos, señor, y se rehúsa a respondernos cuando
tratamos de hablar con ella.
Me lo quito de encima con mi sien palpitando. ¿Qué rayos está haciendo ella
aquí? Pregunta absurda. No importa lo que esté pensando, ella está haciendo lo que
mejor sabe hacer: Causar caos. Alterando el orden de las cosas.
Poniéndose a sí misma en un peligro innecesario.
Estamos en el lado humano de bosque, cerca al borde nororiental más cerca
de Tunari. El Cekle lanzó un ataque nocturno sobre nuestro puesto de avanzada aquí.
Los informes declararon una victoria fácil, el peligro en su mayoría despejado, pero
mi mente está en desorden por el pensamiento de la heredera de este reino tan cerca
del enemigo.
La hembra con la que no paro de obsesionarme que esté al alcance de seres
que gustosamente la torturarían en nombre de la venganza. 56
Eso la arruinaría, la echaría a perder, hasta que ningún macho en este imperio
la consideraría conveniente para tenerla como esposa.
Y eso solo si sobrevive a sus más ancianos y fuertes machos forzándose a sí
mismos sobre ella de esa forma.
Me detengo sobre una rama caída, divisándola a la orilla de un estrecho
angosto risco, empezando a descender hacia el valle.
El mismo valle donde el sonido de una batalla está a punto de extinguirse
sigue sonando. A pesar de su género, la mayoría de los seres suenan igual cuando
dan los últimos gemidos antes de morir. Por debajo del ruido, órdenes se están
gritando de allá para acá, a nuestro lado ordenando recoger todos los cuerpos.
Estos serán puestos al fuego. No solo para asegurar su muerte, también para
borrar todos los rastros de ellos antes de que los humanos se tropiecen con los restos.
Toda esta completa sección del bosque tendrá que ser marcada en llamas
temporalmente, también, con el fin de desintegrar los ríos de sangre vampírica.
Aunque todo lo que realmente me importa es la endiablada y desobediente
chica a la que me estoy acercando.
—¿Qué estás haciendo aquí, Calamity?
Los machos bajo mi mando me informaron que ella los ignoró; para mí, la
única cosa que tiene para darme es un levantamiento de ceja.
Y una tranquila y distante explicación.
—Los Cekle lanzaron su propio ciberataque contra nosotros al mismo tiempo
que lanzaron este ataque.
Ya sé eso. Fue brevemente antes.
—Eso sigue sin explicar por qué estás aquí. ¿Tienes alguna idea de lo
peligroso que es esto? Tienes veintiún años. Veintiuno. Los Cekle no reclutan
miembros dentro de su ejército hasta que no tienen al menos cien años. No importa
qué tan inteligente seas, cualquiera de ellos podría fácilmente vencerte...
—Los Cekle usaron exactamente el mismo tipo de ataque sobre nuestra base
de datos como lo hicieron los Vlaqin.
Eso no lo sabía. Desafortunadamente para ella me importa una mierda eso en
este momento, y desafortunadamente para mí también si esta asfixiante sensación
de preocupación no es algo que pueda dejar pasar.
—Eres sangrientamente impulsiva y malcriada. ¿Tienes alguna idea de lo que
esos machos te harían si pusieran sus manos sobre ti?
La sangre parece drenarse de su rostro, hasta que su luminosa piel casi parece
papel blanco. Me mira fijamente de arriba a abajo, una regia mirada casi desdeñosa.
—¿Quieres decir la misma cosa que estás muriendo por hacerme, pero estás 57
demasiado asustado para hacer?
Ella no…
Calamity da una vuelta lejos de mí, sus caderas balanceándose en esos
pantalones negros militares. En vez de desmaterializarse, se aleja pisando fuerte,
pateando cualquier planta viva en su camino. Está murmurando para sí misma
enojada, palabras entre dientes, aunque no puedo escucharla bajo el rugir de la
sangre en mis oídos.
¿Cuál es el problema de esta pequeña niña?
Desvaneciéndome detrás de ella, trato de alcanzar su brazo.
Ella me evade sin siquiera mirar hacia atrás.
—Encontraron un guerrero Vlaqin entre los Cekles caídos allí. —Una rama
gruesa y baja es deslizada fuera de su camino…
Esta voltea a la derecha fuera del árbol y sale volando como un misil cruzando
el bosque. El impacto deja una fuerte repercusión como si éste le hiciera un hoyo a
otro árbol a doscientos cincuenta metros a lo lejos. Los animales reaccionan a su
alrededor, asustados por completo, soltando chillidos de advertencia a otros de su
propia especie.
Santa mierda. Incluso los vampiros jóvenes son increíblemente fuertes, pero
usualmente les toma más de un siglo ser capaces de hacer eso.
—Calamity…
—Ellos lo encontraron porque aparentemente están trabajando juntos ahora.
Yo los escuché. Están manteniendo al Vlaqin prisionero para traerlo para
interrogarlo. ¡Todas estas cosas las sabrías si te detuvieras a pensar antes de tratar
de controlarme!
—¡Nada de eso explica por qué estás arriesgando tu vida estando aquí! —le
rujo a su espalda, enviando al resto de formas de vida a nuestro alrededor a otra
ronda de caos.
Un extraño gruñido de sonido erótico sale de ella, segundos antes de que esté
enfrente de mí con sus ojos inundados de negro. Con sus pequeños colmillos
expuestos, me empuja con todas sus fuerzas.
Reacciono justo mientras mi miembro lo hace, mis pies dejan el suelo
demasiado rápido como para procesarlo. Parpadeo y la siguiente cosa que sé es que
mi espalda está golpeando una pared de roca con la fuerza de mi anciano cuerpo
haciéndola temblar peligrosamente por el impacto.
Un gran pedazo de tierra sobre mi cabeza y pequeños estallidos de luz
destellan en mis ojos.
Calamity está ante mí de nuevo, sus dientes rechinando en su expuesta
58
muñeca, sacándose sangre.
—Quieres controlarme, y te aguantas a ti mismo con lindas mentiras. Todo es
sobre el imperio. Las leyes. Honrando al hermano al que sirves que me ama mucho.
Ya soy adicto a la esencia de su sangre con los ojos abiertos y fijos en la
horrible herida que se está infringiendo a sí misma. Golpeado por el brillante y
espeso pulso de vida mientras ella se acerca cada vez más con su muñeca sostenida
hacia arriba.
Juro que puedo ver su maldito corazón latiendo en el camino que deja esta.
En las gotas que caen, sin probar, sin tocar, dándole al suelo del bosque su esencia.
—Pero no eres lo suficientemente valiente para admitir lo que es realmente
esto, tío.
Como la colérica y perdida criatura que soy, le siseo por esa palabra, mis
colmillos lucen monstruosos a comparación de sus pequeños y elegantes colmillos.
—Calamity… espera… detente…
—Lo estás echando a perder —susurra, sus ojos todos negros luciendo
tenuemente tristes—. Estás arruinando todo esto porque no puedes dejar ir tus viejas
creencias. Quebrando lo que podría ser con tu eterna terquedad.
Que está… no importa. Aléjate de ella. ANTES DE COMERTELA. Un
abominable grito deja mi garganta, mi último momento de pánico manifestándose a
sí mismo como una advertencia verbal hacia ella.
Ella está equivocada. No soy el que está arruinado todo. Ella lo está haciendo.
Y si se acerca un centímetro más…
Ya es demasiado tarde. Ya estoy llegando a ella, por esa jugosa y sangrienta
muñeca, justo mientras ella se desvanece esa distancia final hacia mí.
Sucede demasiado rápido para que tenga sentido. Un momento estábamos
acercándonos más, y al siguiente está contra mis labios, carne cubierta de sangre
fresca contra mi boca.
Frenesí. Es un auténtico puto frenesí.
Pierdo todo el sentido de la razón. Del tiempo. Como si me hubiera echado
para atrás dos milenios y medio, de vuelta a mi juventud. Tengo dieciocho años y
estoy probando la sangre por primera vez en todos los aspectos de nuevo, excepto
que esta sangre es un millón de veces más poderosa que mi primera iniciación.
Cada excusa de control, de civilización, es desprendida de mí en implacables
y barbáricas olas. Me estoy arqueando contra la roca a mi espalda con mis caderas
buscándola, la lengua lamiendo húmedamente cada gota.
Mis labios unidos a su perfectamente sabrosa piel y succionando más, más…
59
Sus suaves gemidos alcanzan mis oídos y no puedo hacer nada más que
morder salvajemente su pequeña y delgada muñeca. Hay un movimiento a lo largo
de mi entrepierna, dedos buscando.
Escasamente se me ocurre que ella está deslizando sus dedos al interior de la
cintura de mis pantalones, rasgando la tela. Mis dos manos están acunando su
muñeca en mi boca, mi mente se hincha, se expande, se rompe con cada nuevo sabor.
Calamity gime mi nombre, la esencia de su excitación es otro ataque a mis
sentidos. Sus delicadas y cálidas manos se envuelven alrededor de la rígida longitud
de mi polla, apretándola con todas sus fuerzas.
Un rayo de dolor sube de mi erección al interior de mis bolas. Luego
desaparece, reemplazado por un ardiente placer cuando me saca de los pantalones
y me bombea, apretando el puño, jugando con la perforación de oro en la punta con
cada pasada.
Y es ella. Ella. Esta deliciosa hembra salvaje ha sido hecha específicamente
para mí con su muñeca alimentándome y su mano trabajando mi polla.
Apenas me las arreglo para abrir los ojos cuando me corro por toda mi
longitud.
Es la vista de ella, su labio inferior grueso atrapado por sus alargados
colmillos, el espacio entre sus ojos completamente negros arrugados con pasión, su
pequeña mano luchando por sacudirme, eso me hace llegar.
Con los ojos en ella, grito contra su muñeca, inclinándome hacia atrás con mi
liberación.
Es interminable, una ola tras otra. Su pulgar rodea mi punta, rociando otro
chorro de semen a lo largo del anillo de oro, incluso más cae al suelo del bosque,
uniéndose a las gotas de su sangre que dejó allí.
Lo odio. Me encanta. Nunca podré vivir sin eso otra vez, esta mezcla de
nosotros. Esta mezcla de nuestras esencias de la manera más sexual y primitiva
posible.
La quiero sobre su puta piel, mi semilla y su sangre.
Sacando su muñeca de mi boca, me desplomo contra la pared de piedra,
jadeando. Pesado. Murmurando excusas frenéticas que caen en oídos muertos.
Menciono al reino, las leyes. Los escándalos que ya se están gestando entre nuestra
civilización. El aumento de las guerras contra nosotros.
Toda la lógica detrás de por qué ella y yo nunca podemos estar juntos.
Calamity simplemente se lame la palma de la mano, golpeándome con una
rápida visualización de su lengua sexy lamiendo mi semen, luego lame la marca de
mordedura que dejé, donde estaba mi boca.
60
Mi cuerpo sigue temblando, congelado, cuando ella mete mi polla aún dura
en mis pantalones arruinados y con calma me da una rápida despedida:
—Supéralo. Disfruta follando a tu pequeña curveles —dice, usando la palabra
rumana para puta—. Intenta perderte en esas escusas con el recuerdo de mi mano
en tu polla y con mi sangre en ti. Te reto.
Esta vez, se desmaterializa, segundos antes de que mis piernas no resistan
más. No puedo hacer nada más que deslizarme contra la pared de roca hacia el suelo,
con la mente hecha jirones.
S
ueños rojos.
Sueño rojo.
Rojo, siempre rojo. Visiones de su sangre que me siguen cada vez
que trato de ignorar las otras visiones. Las enfermas a las que mi mente sigue
viniendo.
Me persiguen tanto como su rostro. Susurros de tormento que no me dejan
ser.
Este pasillo de nuevo. Este corredor de tono negro, prácticamente
abandonado, con sus antiguas tallas. Antiguas inscripciones de un tiempo pasado
que fueron transferidas a estas entrañas una vez que nuestra ciudad fue trasladada
aquí.
Piedra desatendida. Historia ignorada.
El suspiro de tela fantasma cerca. ¿Hay alguien más aquí conmigo?
Por supuesto que lo hay. Siempre lo hay. Figuras de mitos, seres de leyendas
oscuras que ya no se discuten entre nosotros. Perdidas en el tiempo, al igual que las 61
historias talladas en estas paredes. A nadie le importaba narrarlas más.
Sueños, como dije, porque aunque cada día me pierdo un poco más, soy muy
consciente que estas visiones me están abordando en mis sueños. Sueños primarios
que se vuelven más feroces con cada noche en la que el mensaje no se refleja.
Pero ¿cuál es el mensaje?
Una vez más, el movimiento a lo largo del corredor, más profundo en la
oscuridad. El encendido de un fósforo. La llama de una pequeña luz entre todo ese
negro.
Un vistazo a ese velo rojo, esa corona tribal y aterradora.
Palabras en un lenguaje perdido que mi mente de alguna manera traduce: “Eones de
reproducción. Una línea tras otra. Y, finalmente, ha llegado. Mi perfecta descendiente. La
que tiene verdadero poder”.
La figura desaparece antes que pueda alcanzarla. Preguntarle.
Un paso detrás de mí, este pesado. Masculino.
Sobre mi hombro, veo su carne blanca primero, más pálida que la carne de
cualquier ser que haya visto antes. La parte inferior de su cuerpo está envuelta en
una falda negra. Alrededor de su estrecha cintura, un grueso cinturón de oro tallado,
incrustado con lo que parecen símbolos de la línea de mi familia.
Alrededor de su cuello, un grueso collar de cuero que lo cubre desde la
garganta hasta la clavícula. Seis cadenas caen de sus sienes en perfectos arcos que
comienzan debajo de su barbilla y también terminan en su clavícula.
En su cabeza, una réplica de esa corona de oro claveteada.
Los ojos tan negros como los míos me miran desde una cara recién afeitada
que es familiar, jodidamente familiar...
—Sálvala. Guíala. Es necesaria.
Su boca no se abre, pero su voz suena fuerte y clara, un sonido atronador y
ensordecedor que se hace más fuerte con cada momento que no respondo:
Mis ojos se abren al vacío del corredor, todos los rastros de alguien más se
han ido.
Mierda. Estoy caminando dormido otra vez.
Demasiado conmocionado y desorientado para prestar atención a las tallas
en las paredes, salgo del corredor que conduce a las catacumbas y de vuelta a mis
habitaciones. El latido de mi corazón es una molestia, una compañera que me causa
dolor y una que no pedí. Una de la que no puedo deshacerme.
El miedo es apenas una mancha en el horizonte hambriento de mi corazón.
Es el hambre lo que lo tortura. Esta lujuria que me está robando la razón.
Sudando, luchando para controlar mis escalofríos, hice una convocatoria para 62
que me trajeran tres esclavas de placer a mi habitación. Por lo general, voy a los
harem, pero no hay forma de llegar allí sin atacar a alguien en el camino.
Llegan en una ráfaga de carne descubierta, pezones duros, caderas oscilantes
y colmillos alargados. Las joyas estratégicamente colocadas destinadas a realzar sus
figuras son ignoradas. Se ignora su deseo de tocarme, sentirme, saborearme.
Las coloqué a los tres en la cama, la primera vez que he tenido compañía
femenina en una eternidad, y me turno para montarlas. Golpeando en cualquier
parte de sus cuerpos que ofrecen. Es una profanación salvaje, un ataque descuidado.
En un momento dado, las tres están de rodillas en la cama delante de mí, gimiendo
alegremente mientras me lamen la polla y las pelotas, y me turno para alimentarme
de sus muñecas tanto como puedo.
Apenas siento nada de eso. Apenas estoy aquí con ellas, punto. Son pobres
sustitutas para ella, la que realmente quiero. En la que no puedo dejar de pensar.
Recordando.
Me persigue
Mis sueños me persiguen.
Creo que finalmente me estoy volviendo loco.
Después, despido a las hembras, aunque está claro en sus rostros satisfechos
y enrojecidos, que quieren quedarse para otra ronda. El arrepentimiento es
inmediato, el olor de nuestra sangre y orgasmos combinados es tan espeso entre mis
sábanas que infecta rápidamente toda la habitación.
Molesto conmigo y con esta morbosa debilidad, me siento en mis
computadoras y muestro los registros recientes de los campos. Uno parece llamarme
con el poder de un resplandor de neón, parpadeando en la parte superior de mi
bandeja de entrada.
Son los informes de nuestra rama cibernética, la única de la que Calamity
acaba de ser nombrada líder.
Tres semanas corriéndolo. Un total de diez ciber "batallas" ganadas. Progreso
sin precedentes, y esta vez incluso el consejo pareció un poco desconcertado por su
promoción dentro de las filas.
La última vez que la vi, la toqué, la probé, tenía cuatro tatuajes de triunfo de
batalla. Ella debe tener tantos más en esa piel suave ahora.
Pronto, será la versión femenina de mí. Ojos negros, únicos entre nuestro tipo,
cubierta de tatuajes por ayudar a proteger este imperio.
Incapaz de resistir esta pequeña conexión con ella, ya que volvía a evitarme,
ignorándome y persiguiéndome en silencio. Abro los informes. Apenas estoy
procesando nada de esto, esta confirmación de que nuestros enemigos se unieron
contra nosotros.
Todo lo que quiero es hablar con ella, me digo. Solo hablar. 63
En un impulso, abro nuestra aplicación de mensajería y establezco una
conexión encriptada.
Deja de evitarme.
Mierda. Eso no es lo que planeaba enviar. En absoluto. ¿Cómo diablos voy a
mantenernos platónicos si sigo persiguiéndola como un tonto dominado?
El ícono que me informa que leyó el mensaje se ilumina, pero no hay
respuesta.
Silencio. Como siempre.
Nunca más jodido silencio.
Mis dedos vuelan sobre mi teclado en un borrón.
Calamity.
Finalmente, aparecen pequeñas burbujas, indicando su tipeo.
¿Hubo algo en el informe que necesites que aclare, tío?
Es incorrecto. Tan jodidamente malo. Lo que se espera de nosotros debido a
nuestra conexión familiar, sin embargo, no hay forma en ningún infierno que pueda
verla como mi sobrina. Esos días han quedado atrás.
Me estás evitando. Detenlo. Lo estás arruinando todo.
¿Perdón? ¿Estás insinuando que soy quien lo está arruinando?
SÍ.
La acusación detrás de esa palabra no puede ser escondida. Sé eso.
Veo que has cifrado la conexión, así que permítame ponerlo claramente...
ERES UN JODIDO ESTÚPIDO.
Su respuesta me golpea como una bofetada. Retrocedo en mi asiento,
parpadeando ante el monitor. Finalmente, la curiosidad se vuelve demasiada. ¿O es
el hecho de que finalmente la tengo hablando de nuevo y estoy desesperado por
mantenerla así?
¿Por qué soy el estúpido? ¿Por preocuparme por este imperio? ¿Por cuidar de
tu padre y tu madre? ¿Por cuidar TU FUTURO?
¿Te refieres al futuro del que estás ocupado asegurándote termine
compartiendo con alguien más?
Y ahí está. Finalmente. La única acusación que no estoy listo para responder.
La que ambos sabemos, es legítima. La estoy alejando con cada segundo de
negación. Es el objetivo final. Para terminar con este deseo enfermizo que tenemos
el uno por el otro para que podamos volver a vivir nuestras vidas. 64
Así poder verla con otros, hombres y mujeres, y en última instancia verla
elegir a un marido que estará a su lado...
Estoy gruñendo en el silencio de mi habitación ante el pensamiento, en llamas
con la necesidad de matar a este hombre sin nombre, cuando eme envía un mensaje
final.
No soy quien arruina nada. Eres el testarudo y viejo necio que piensas
reemplazarme con suplentes, haciéndote camino a través de todas ellas. Si me
disculpas, creo que volveré a sacar páginas de tu libro.
Y se desconecta, dejándome aquí, atrapado en la batalla más importante y
perdida de mi vida.
Ella va a salir a follar y alimentarse. Ahora.
Estoy fuera de mi silla y me apresuro a vestirme, mi mente está concentrada
en una cosa.
Detenerla.
N
o la detuve.
De hecho, nunca la encontré. No volví a poner los ojos en ella
hasta tres días después en la reunión del consejo para discutir las
nuevas leyes que se estaban promulgando.
El objetivo de estar en esa reunión era obtener suficiente información para
comprender dónde se encuentra realmente el reino.
Lo único con lo que me alejé es el hecho de que ahora tiene nueve tatuajes de
triunfo, y los cinco nuevos son tan sexys como la mierda en su cuerpo. Escogió
imágenes antiguas y primitivas en lugar de las típicas que se eligen hoy en día, y las
elecciones me hicieron quererla mucho más.
La quiero desnuda.
Quiero ser el que le dé esas hermosas marcas.
Apareciendo en las cámaras de tatuajes, donde los soldados vienen a observar
los rituales, así como a realizar su trabajo, miro entre la zona llena de gente. Malachai
me informó que se estaba haciendo su décimo tatuaje hoy. Se supone que ella está 65
aquí.
El zumbido de las pistolas de tatuaje rasga el aire, el acero místicamente
forjado esculpe la carne inmortal. Una mujer mira hacia arriba desde donde está
tatuando la espalda de otra mujer.
—Señor, ¿podemos ayudarlo?
—Busco a la princesa. Me dijeron que ella estaba aquí.
—La princesa Calamity solicitó que Segil la tatuara directamente en su
habitación, mi señor —responde un hombre de cabello oscuro.
Otra tradición rota. ¿Por qué no estoy sorprendido?
Desmaterializando, me reformo dentro de sus habitaciones, el único lugar al
que no me he atrevido a venir todo este tiempo. Sin embargo, ahora estoy más allá
de eso. Más allá de la cautela. Incluso cuando mis ojos se posan en ella y Segil en el
centro de la habitación, donde ha instalado su estación temporal de tatuajes, soy
consciente del peligro de esto.
De a dónde nos lleva.
Pero no puedo detenerme. Ya no.
Segil se detiene al instante cuando me ve de pie aquí, en medio de esta
habitación blanca y negra. Él es el que ha hecho la mayoría de mis tatuajes durante
el último milenio y me pregunto si Calamity lo sabía cuando lo solicitó.
—Mi señor. —Segil baja el arma y se pone de pie para hacer una reverencia.
Calamity no reconoce mi presencia, simplemente suspira por lo bajo y mira
fijamente donde dejó la pistola de tatuajes. El antiguo símbolo de fénix está casi
terminado a lo largo de la parte superior de su brazo.
—Segil, déjanos. —Sacudo la cabeza hacia las puertas.
Eso llama la atención de Calamity. Su fulminante mirada gira en mi dirección,
la caliente advertencia es obvia y mortal.
—Pero señor, yo no estaba…
—Estaré terminando el tatuaje para ella, Segil —le respondo, pero la estoy
mirando fijamente mientras lo digo, desafiándola a que me lo niegue.
Sus labios se separan como si estuviera a punto de hacerlo, pero algo en mi
mirada debe detenerla.
Inquieto y obviamente confundido, Segil me hace una reverencia, se da vuelta
para inclinarse ante ella y desaparece justo después.
Calamity no dice nada, simplemente continúa mirándome con su furia
silenciosa.
¿Cuántos amantes ha tenido en los últimos días que la he estado buscando?
No he tenido ninguna, demasiado obsesionado con localizarla, y el mero olor de ella 66
activa la sed de sangre. Somos dos latidos acelerados, ella y yo. Sus venas oscuras y
púrpuras parecen ofrecerse a mí bajo su piel translúcida.
Los bordes de mi pulso de visión. Con la boca llena de saliva y veneno, me
arriesgo a acercarme a ella mientras continúa sentada en ese sofá de terciopelo negro.
Debería irme antes de que esto vaya más lejos, pero la idea de terminar su tatuaje,
de ser quien la marca, es más poderosa que cualquier sensación de autopreservación.
Ella se niega a mirarme, mirando con calma hacia adelante mientras me sitúo
y alcanzo la pistola de tatuaje inactiva. Las pequeñas gotas de su sangre que se han
filtrado a través de la tinta me destrozan. De alguna manera encuentro la voluntad
de ignorar su canto de sirena.
Recogiéndolo, invoco eones de experiencia de batalla, de fuerza, para
controlar mi deseo de lanzarme a su cuello. Su brazo es sólido, tallado por músculo
femenino como lo son todas las mujeres de nuestra especie, la piel caliente en mi
agarre. La sostengo con una mano y apunto la aguja con la otra.
Ninguno de los dos habla mientras reanudo lo que Segil comenzó. Cada paso
de la aguja desata otro estallido de esa sangre centelleante. Trago compulsivamente
mientras trabajo, mi polla pateando dentro de mis vaqueros. Todo lo que necesita
hacer es mirar mi entrepierna y no tendrá ninguna duda de dónde está mi mente.
Alcanzando el paño sobre la mesa de acero, limpio su tatuaje. Sale manchado
de tinta y con su sangre. Su sangre dulce, almizclada, pulsante.
Aprieto los ojos, ese rugido se construye en mi cabeza. Muerde. Rasga. Chupa.
¡Poséela!
La mesa se aleja de nosotros con la fuerza suficiente para hacerla volar. Al
principio creo que fue ella, hasta que vi mi propia mano arrojando la pistola de
tatuajes en la dirección en la que iba la mesa.
Calamity se está alejando de mí, ahora en el sofá, enormes ojos siguiendo mis
movimientos.
Y estoy alzándome sobre ella en un arco perfecto, un vampiro de viejas
fábulas saliendo de su cripta para consumir a la inocente virgen. Excepto que esta
no es virgen y no tengo ni idea de con quién ha estado follando en los últimos días.
Cuando ella solo debería estar follando conmigo.
Me subo sobre el brazo del sofá, alcanzando sus piernas pataleando.
—¡No! —chasquea, con el pecho agitado—. ¡No te atrevas a comenzar algo
que no vas a terminar!
—Estoy comiendo tu coño. Ahora. Y estoy condenadamente seguro que lo
terminaré. —Oigo mi voz distorsionada como si estuviera lejos. Mis manos tatuadas
alcanzan sus vaqueros negros, rasgando la cremallera. Devolviéndole el favor de la 67
otra noche.
Calamity se arquea debajo de mí con un jadeo y la vista de sus colmillos a
través de sus labios separados me deshace.
—Me estás bebiendo mientras trago cada gota que me da tu coño —le gruño,
tirando de esos vaqueros por su…
Hijo. De. Perra. Ella está lo que los humanos llaman de comando abajo.
—¿Caminas así todo el tiempo? —le espeto, tirando sus vaqueros rotos sobre
mi hombro.
Desvergonzada, se inclina hacia atrás, extendiendo esos deliciosos muslos.
Cada pensamiento que he tenido o tendré alguna vez en mi vida está revuelto en la
lujosa y reluciente carne entre sus muslos mientras sus labios se separan para
exponer su clítoris hinchado. Me ahogo en su olor, en lo mucho que lo quiero en mi
boca, cuando ella tiene el valor de lanzarme su respuesta.
—Facilita el acceso. ¿Por qué no debería?
—Los dioses te condenan, Calamity. —La levanto con un brazo,
depositándola contra el brazo del extremo opuesto del sofá, y fuerzo mi paso entre
sus piernas.
Ni siquiera tengo la oportunidad de llegar allí. Ella me pega a él, dedos largos
y gráciles trabajando entre sus pliegues desnudos y rechonchos. Hay un pequeño
mechón de cabello negro en la parte superior de su hendidura, la decoración perfecta
en ese hermoso coño.
Con la boca abierta, el pecho agitado mientras lucho por recuperar la
civilidad, veo que esos dedos recogen esa jugosa humedad. Luego, una sonrisa
malvada transforma su rostro de otra manera inocente, levanta esos dedos hacia mi
boca, susurrando:
—Pruébalo.
Y lo sé.
Este es el final de la línea.
El punto de no retorno.
Estamos a punto de ser cambiados irrevocablemente. Ella quiere poseerme, y
después de hoy nunca viviré en paz si no la poseo.
Es posible que todo este reino, mi hermano y su madre, no puedan manejar
este tipo de traición.
Pero me importa una mierda.
Gimiendo, me derrito contra ella, chupando sus dedos empapados en mi
boca.

68
S
u sabor hace exactamente lo que yo hubiera predicho, desatando una
ferocidad que nos va a arruinar a los dos. Arrastro mi lengua a lo largo
de sus dedos mientras los libero, succionando la mayor cantidad de ella
que puedo, antes de zambullirme directamente por ese coño.
La bebo a lengüetazos en una larga lamida, pasando la punta de mi lengua a
lo largo de su clítoris hinchado.
Calamity grita mi nombre, se arquea en el brazo del sofá, mostrándome su
garganta.
Solo quiero extender sus piernas, sostenerla y follarla como a un animal, pero
separarme de este coño será imposible. Gimiendo, beso su clítoris antes de mover
mi lengua a lo largo de ella otra vez, amando la forma en que su aliento se atora en
la sensación.
Deslizando mis manos debajo de ella, ahueco sus nalgas, y otro gemido me
es arrancado.
Mierda. No puedo esperar a ver su trasero rebotando mientras la tomo desde
atrás. 69
Sosteniéndola contra mi boca, alterno entre chupar sus labios y lamer esa
pequeña protuberancia hinchada.
Calamity presiona el dorso de su mano contra su boca, los colmillos se
hunden en su piel y extraen sangre.
—Oh dioses... La forma en que haces que mi coño se sienta.
Perdido en el olor de su excitación por toda mi nariz, boca y barba, apenas
puedo soportar el olor añadido de esa sangre. Gimiendo su nombre contra su carne,
la como más rápido, luchando contra las ganas de morder uno de esos labios
suculentos y beberla desde allí.
Salvaje y completamente feroz, comienza a mover sus caderas a los
movimientos de mi lengua, sus dedos clavándose en mi cabello.
—Mierda. Justo allí, pequeña. Muéstrame cómo te gusta.
Ella gime a mi orden, arqueándose contra mi cara.
—Dame un dedo mientras me comes. Quiero que se sienta como tu polla.
Hijo de puta. Perdida en ella, le doy lo que quiere, deslizando primero un dedo
en ella, retirándome y regresando con tres. Ella los toma con un gruñido lujurioso,
sin dejar duda de su falta de virginidad.
Mi visión se pone roja de rabia hipócrita.
Posesividad.
Lamiéndola más rápido, la dejo montar mis dedos, amando cómo su coño se
humedece con cada pase.
—¿A quién pertenece esto, Calamity? —Una pregunta tonta. Pregunta
peligrosa.
Mi caída envuelta en cinco palabras.
Tirando de mi cabello, ella se retuerce para llevarme a donde me necesita, con
los pechos agitados.
—Sabes que quiero que le pertenezca a... ¡oh! Ti. A ti. Pero tú eres el imbécil
que no quiere, santa mierda. Maldita sea. Justo allí, por favor.
Mis hombros suben y bajan mientras lucho por la restricción. Estoy
temblando con eso.
Calamity deja caer sus manos, rasgando su camisa para desnudar sus pechos.
Rebotan en montículos libres, pálidos y rechonchos, con sus duros y oscuros pezones
de color rosa, la vista de ellos haciendo que mi polla gotee. Juega con ellos,
apretando el coño con la necesidad, y casi la monto aquí mismo.
—Quieres que te folle duro —le digo entre voraces lamidas. 70
Suelta un pecho, se muerde el labio, se hace sangrar aún más, y agarra la tela
del sofá detrás de su cabeza.
—¡Quiero que jodidamente me poseas, idiota! —Esos ojos negros encuentran
los míos, oscuros, seductores, posesivos, y necesito morder el interior de mi mejilla
para evitar follarla.
Gimiendo, me pongo de nuevo, frotando mi mejilla contra ella. Mi barbilla.
Absorbiendo cada gramo de su excitación almizclada y sabiendo muy bien que todo
lo que hará es atormentarme más que la mujer misma. Pero no puedo parar. No me
detendré. Chupando su clítoris, una vez más lucho contra el deseo de beber
directamente de su coño.
Calamity tira de mi cabello más fuerte, montando mi cara. Como si pudiera
leer mi mente, se arquea, gimiendo:
—Hazlo. Muérdeme.
Maldigo contra su carne húmeda y palpitante, penetrándola más
profundamente con mis dedos. Nos estamos esforzando en el sofá, enviándolo a
chillar por el suelo. Estoy en putas llamas y no importa cuánto de ella trague, no es
suficiente para aliviar la quemadura seca en mi garganta.
Con el coño apretándose alrededor de mis dedos, se menea de nuevo, con la
boca abierta en lo que parece fascinación.
—Hazlo —susurra entre jadeos, mirándome a los ojos—. Bébeme.
El tiempo se ralentiza a medida que mi control de impulso es borrado por
esas palabras. Con los ojos fijos en los de ella, me levanto lo suficiente como para
pellizcar uno de sus labios entre mis colmillos, mordiendo lentamente...
La pincho, sacando una gota de sangre. Me golpea en la lengua con toda la
fuerza de una supernova, corriendo directamente a mis venas. Bombeando mis
dedos más rápido, chupo su labio, extrayendo aún más sangre.
Y eso es todo lo que necesita para que ella se rompa a mi alrededor, los
sonidos húmedos de su orgasmo llenando la habitación bajo sus gritos.
Mis salvajes y frenéticos gruñidos.
El aire se abre camino dentro y fuera de mis pulmones, el placer y el pánico
se retuercen en una emoción que diezma. Su sangre enciende la mía, hirviendo, y no
puedo hacer nada más que follarla más rápido con mis dedos, comerla más fuerte...
Calamity empuja contra mi frente con la fuerza suficiente para enviarme
hacia atrás.
La privación es un infierno instantáneo, como si se le negara la muerte, y
todos los instintos vampíricos en mi cuerpo se revuelven.
Es decir, hasta que ella aparece en mi regazo, con las manos tirando de mi
cabello, llevándome a su boca. Me besa con el mismo fervor que acabo de comerle el 71
coño, con una mano cayendo para acariciar mi barba húmeda.
La aferro a mí, maniobrando con ella mientras nos besamos para que me
quede a horcajadas, con el coño desnudo en mis vaqueros.
Sentirla de alguna manera. Me voy a volver loco si no estoy en ella en el
siguiente segundo.
No, Obsidian. Has ido lo suficientemente lejos. Para esto. Mi polla no está de
acuerdo, con las caderas moviéndose hacia ella.
Ella ronronea en mi boca, se enrosca a mi alrededor y frena nuestro beso a un
deslizamiento lánguido y ondulante de los dedos de los pies. Me frota las manos en
el pecho y me insta a recostarme contra el brazo detrás de mí. Todavía besándome,
prácticamente drogándome, trabaja en mis pantalones, y estoy demasiado perdido
para detenerla o tomar el control de esto más.
El sonido de mi cremallera bajando llena la habitación. Gruño mientras su
intención se registra, el hecho de que ella quiere corresponder y chupar mi polla, mi
corazón se acelera ante la idea de ver su hermosa cara allí. La dejo posicionarme, las
caderas meciéndose hacia ella.
Ese sexy ronroneo en mi boca otra vez. Su lengua mojada burlándose de la
mía. Su mano envolviendo mi polla.
Mi mente se queda en blanco, el instinto de reclamar su crecimiento.
El primer golpe a lo largo de sus puertas no se escucha. O tal vez simplemente
no tenemos ganas de hacer caso. Pero al tercer golpe, Calamity se aleja de mí.
La voz de su madre entra en la habitación desde el otro lado de la recámara.
—Calamity. ¿Estás decente? Me pediste que no apareciera allí, pero esto es
urgente.
Mi corazón se detiene al darse cuenta de que Alessandra es la segunda en
venir aquí.
Esa Calamity está prácticamente desnuda en mis brazos.
Su mano está en mi polla.
Incluso si me voy ahora, no se confundirán los olores de la habitación.
—¿Calamity? Voy…
—¡Dame un segundo, madre! Saldré enseguida. —Enfrentándome una vez
más, Calamity articula—: Vete.
Quiero estar en desacuerdo. Negarme a dejarla aquí para lidiar con esto por
su cuenta.
Sin embargo, mi sensación de pánico por el descubrimiento, lo que su madre
y los ciudadanos podrían pensar de ella una vez que esto se sepa, prácticamente me 72
arrastra fuera de la habitación.
Lanzándole una última mirada, me desmaterializo de vuelta a mis aposentos.
No es hasta que estoy de vuelta en mi habitación que me doy cuenta de lo
absolutamente despreocupada que estaba Calamity.
Incluso con su madre a segundos de atraparnos en el acto.
L
os días pasan y espero la confrontación con cada uno. Una reunión pre-
consejo con mi hermano, nada. Comidas compartidas con la familia fue
más de lo mismo. Alessandra interactuaba conmigo como si nada, sin
mostrar señales de sospecha.
¿Cómo se las arreglaba Calamity para engañar a su madre? Debe haberlo
hecho, si Alessandra no estaba detectando nuestros aromas. Su hija debía haber
encontrado una forma de evitar que entrara a esta habitación.
Cada día que pasa, mis propias sospechas sobre la situación continúan
aumentando.
Desafortunadamente, también lo hace esta extraña “fiebre”, por la falta de un
término mejor.
La sed de sangre es una burla comparado con esto. ¿Lujuria? Incluso más
lamentable. El deseo de consumir a Calamity, cada gota que su cuerpo tenga para
dar, se ha fortalecido hasta un punto en que tengo miedo de estar cerca de ella y ya
no es por las razones habituales.
Sin importar cuán única o poderosa sea, tengo dos milenios y medio de edad. 73
Ella tiene veintidós. Poseo la habilidad de partirla por la mitad si no tengo cuidad.
Poseo la habilidad de drenarla más allá del punto de regeneración.
¿La forma en que me he sentido últimamente? A la mierda ser cuidadoso. La
urgencia de liberar la fuerza completa de mi deseo por ella es una fantasía plagada
de violencia, una en que la domino, azotando su trasero hasta que no pueda ver
claramente.
Tomando cada uno de los orificios en su cuerpo, ya sea que haya llegado a
tanto antes o no.
No que mantener mi distancia haga una diferencia. Nunca lo hizo antes, así
que ¿por qué lo haría ahora?
Todavía me está acechando. Intentando acercarse.
Como esta noche.
Estoy perdido en otro sueño; creo que sé esto incluso mientras el sueño
comienza. Esta vez estoy en el salón del trono, con su techo abovedado, sus arcos
que se interceptan y sus ventanas con vitrales. Ha sido transformado en una versión
grotesca de sí mismo, con pétalos de flores muertas esparcidos por el suelo
resplandeciente.
En el centro, frente al pequeño estrado que contiene los tronos, una mujer sin
rostro se arrodilla entre docenas de velas blancas encendidas. La falta de su vestido
negro se extiende alrededor de ella. Con su cabeza inclinada hacia un costado,
extiende sus manos ante ella, ofreciéndome el cráneo de un bebé ciervo.
La luz de la vela parpadeante se refleja en los cuernos dorados con forma de
espira. Cuernos que hacen cosquillas en una parte de mi mente, casi como si los
hubiera visto antes.
Justo cuando abro mi boca para exigir que me diga su nombre, el paisaje
cambia con un torbellino. Repentinamente está lleno de neblina, el cielo azul, con
nada más a la vista.
Un suspiro casi indescifrable en el viento.
—Obsidian...
Está detrás de mí.
Me giro en un movimiento apresurado, mi corazón latiendo con enfurecida
hambruna. Está lejos en la distancia, vestida en negro. Dos puntas de madera se
levantan formando un ángulo detrás de ella. El viento sopla y lleva su cabello negro
hacia su rostro, hacia esos ojos negros, brillando con lujuria.
—Obsidian —llama de nuevo, pero sus labios no se mueven para hacer el
sonido.
74
Estiro una mano hacia ella.
—Cala...
Ese vértice de color aparece de nuevo mientras todo cambia una vez más. Esta
vez, estamos de regreso en su habitación y está gateando hacia mí en su cama, la
parte superior de su rostro oscurecida por un antifaz de encaje. Desliza un dedo en
esa dulce boca, llamándome de nuevo, bajo.
—Obsidian.
Frenético, me lanzo para alcanzarlo, pero se desvanece es delgadas volutas
de humo.
—Maldita sea, Calamity. Me rindo, ¿está bien? Me rindo. ¡Regresa aquí!
Entonces, estoy de vuelta en las catacumbas, más profundo de lo que he
estado alguna vez, donde la piedra ya no es negra, sino de un beige desgastado y
envejecido. Los antiguos diseños tallados en las columnas y arcos todavía conservan
algo de su color vibrante, a pesar del tiempo que ha pasado.
Un pedestal está parado frente a mí.
Detrás de él, puertas.
Una presencia se cierne sobre mí, la mujer con el velo rojo. Cuando me giro
hacia ella, el aire alrededor de ella burbujea, como si estuviera parada debajo del
agua. Su corona torcida y primitiva no está. Su rostro permanece oculto, pero las dos
manos que levanta a manera de súplica están pálidas como el papel.
—Cada una de las respuestas que buscas están en ti. Ahí dentro. Sobre todas esas
paredes. En nuestro historia... en este rostro.
El velo es echado hacia atrás, exponiendo su rostro...
El rostro de Calamity, sumergido en esa agua, sus ojos brillando de un feroz
color rojo, su cabello flotando como demoniacos tentáculos a su alrededor...
Mis ojos se abrieron rápidamente por la sorpresa. Con mis respiraciones
aceleradas, me enfrentó a este infernal pasillo negro una vez más. El pasaje hacia las
catacumbas, con sus oscuras paredes talladas.
Estoy a punto de desmaterializarme para regresar a mi habitación, cuando
Calamity aparece en un remolino de oro a varios metros de distancia. Su vestido no
es nada más que un conjunto de parches traslucidos de gasa dorada, la corona en su
cabeza es pequeña comparada con las que usa habitualmente. Prolongado en cada
lado de ella, está lo que parece como una badana hecha con balas doradas. Hay un
velo de vidrio como cristal rodeando su cabeza como un halo y pequeñas estrellas
doradas están fijadas en el borde.
Es la corona más extraña y futurística que haya visto utilizar a cualquier mujer
de la realeza en este reino.
Sus ojos oscuros están delineados en azul claro, con dos pequeñas lágrimas 75
negras dibujadas debajo de sus ojos.
Me mira fijamente en un tranquilo anhelo.
Destilando acusación.
La deseo más que a cualquier cosa que haya deseado alguna vez,
transpirando por ello, aun así no puedo tenerla. No puedo.
Calamity camina hacia adelante, su boca abriéndose para hablar.
Sacudiendo mi cabeza violentamente, me tambaleo para alejarme de ella, de
esta criatura que tanto me atormenta.
Sus ojos brillan con enojo y un dolor casi alarmante.
Se desmaterializa antes que yo, dejándome ahí, confundido y temblando por
el dolor físico.
Y es físico. Casi como una enfermedad.
¿Qué demonios me está sucediendo? Regreso a mi habitación y paso un brazo
para limpiar mi frente. Termina cubierto con sangre de color rosado claro.
Me toma tres días más darme cuenta de algo que debería haberme sido obvio
mucho tiempo antes que hoy.
Calamity respeta mis deseos y se mantiene alejada de mí, solo cruzando
caminos durante asuntos militares o sociales.
Es el único momento en que habla conmigo, dándome su saludo
acostumbrado de “tío”.
Justo como antes.
No puedo decir dónde yace la línea entre honrar mis deseos y castigarme, aun
así no hay duda de que esto también tiene la intención de infringirme dolor.
Está funcionando.
Cuando tenía ochenta y dos años, me volví adicto al şirat. Nuestra versión de
hachís, si deseas verlo de esa forma. Es una de las cosas más adictivas conocidas por
nuestra raza, solo después de la sangre y el sexo y nos mata igual de frecuentemente
cuando intentas salir de ello.
Ese síndrome de abstinencia no se compara en nada a esto. Olvida ese hecho
de que realmente haya considerado visitar a los médicos reales sobre esto; es por eso
por lo que ella está haciendo este constante mordisqueo hacia mí.
No debería de importarme lo que una joven piense o sienta. No a este grado.
76
Estoy rompiendo el corazón de Calamity con mi negación.
A la mierda esto, estoy bastante seguro de que estoy rompiendo mi corazón.
Dejando mis computadoras corriendo, finalmente me empujo hacia mi cama.
No he dormido en cinco días. Lo he evitado a propósito, frustrado por los sueños
siempre lúcidos y vívidos que evitan que obtenga algún descanso en serio.
Cayendo de cara contra las sedosas mantas negras, soy llevado a ello en un
instante, emergiendo en las catacumbas una vez más. El mosaico de imágenes y
escenas con un ciclón de repetición. El mismo mensaje distorsionado es entregado
una y otra vez.
El vértice negro con su voz seseante y anamórfica.
—Tú sabes lo que es todo esto. La respuesta siempre está ante ti.
Su aroma persiguiéndome, incluso en este paisaje etéreo, con sus susurros
provocadores y silenciosos.
—Ven a mí. Olvídate de quién se supone que seamos y toma lo que es tuyo.
El velo rojo. La corona. La figura que es Calamity, aunque no es realmente
ella.
—Eones de reproducción. Una línea después de otro. Y finalmente ha llegado. Mi
descendiente perfecto. La que tiene poder verdadero.
El macho blanco como el papel en su vieja ropa tribal, su propia corona
brillando en su cabeza. Ojos negros, el mismo color que los míos y los de Calamity.
Ese rostro familiar que no puedo ubicar...
—Sálvala. Guíala. Se le necesita.
Una repetición de esa figura velada arrancando la tela que cubre su rostro,
revelando su sorprendente parecido a la mujer que me está consumiendo.
—Cada una de las respuestas que buscas están en ti. Ahí. Por todas estas paredes. En
nuestra historia... en este rostro.
Me despierto ante un grito, la luz del sol entrando a través de las ventanas
arqueadas, me confunde. ¿Estuve fuera por un periodo tan corto de tiempo? Era de
día cuando finalmente me rendí a mi necesidad de descansar.
Con mi cabeza pulsando, mis encías doliendo, mi polla sacudiéndose
perpetuamente, me estiro para alcanzar mi teléfono celular en la mesita de noche.
Un vistazo y me doy cuenta de que he estado fuera por un día entero. Hay docenas
de mensajes, todos de Dregan, Sandor y mi hermano.
Mi maldito hermano.
Mis dedos tatuados se tensan alrededor del teléfono hasta que puedo
escucharlo crujir, el material amenazando con doblarse.
Es el único que puede darme respuestas. Quien está ocultándolo todo. 77
Ya no lo está ocultado más. Me niego a aceptar esto de él por un segundo más.
Es momento de que me dé las respuestas que busco.
No es para el beneficio de este maldito reino, es para mi beneficio propio, pero
de cualquier manera es momento de eso.
Limpiando otra ronda de sudor sangriento de mi frente, me arrastro fuera de
la cama el tiempo suficiente para bañarme antes de dirigirme a buscar al mismísimo
rey.
E
ncuentro a Malachai en su estudio. Desmaterializándome directamente
dentro, lo atrapo desprevenido, mirando a la pantalla de su
computadora con un feroz ceño fruncido.
—¿Algo que ver con Calamity? —pregunto con calma, cuando estoy dentro,
no tengo nada.
Por primera vez en casi tres mil años de ser su hermano, veo a Malachai saltar
en su asiento, con los ojos desorbitados, los ojos muy abiertos.
Si no lo conociera mejor, podría jurar que el sudor comienza a acumularse a
lo largo de su frente.
—Obsidian, ahí estás. —Alisando una mano por su Sherwani negro (una
chaqueta tradicional de estilo indio; un estilo que nuestra cultura recogió hace un
milenio mientras vivía allí), está a mi lado para saludarme—. Todos te hemos estado
buscando.
Odiando a este casi extraño ante de mí y preguntándome cómo diablos
llegamos a este punto, estrecho mis ojos mientras lo estudio.
78
—Te refieres a la misma forma en que he estado buscando las respuestas que
te niegas a darme.
Ahí está de nuevo. Ese parpadeo culpable. Ese pánico.
—¿Eso de nuevo? Obsidian, por favor...
—No, hermano. Creo que has olvidado los cimientos de nuestra relación. Que
siempre se construyó sobre la confianza.
Pone su mano sobre la superficie de su escritorio de mármol, pero sus dedos
tiemblan. Inestables. Al darse cuenta de esto, recoge su mano y dobla ambos brazos
detrás de su espalda. Entonces es su turno de evaluarme con una mirada
entrecortada, el iris avellana que se arrastra sobre mi cuerpo.
—¿Por qué esta obsesión, Obsidian? ¿Honestamente?
Porque me está volviendo loco.
Porque me está infectando.
Porque el sabor de su sangre y su vagina no me dejarán en paz.
Porque en el fondo sé que voy a terminar reclamando lo que no puedo poseer
si no puedo identificar por qué y cómo me está haciendo esto.
Todas cosas que no puedo expresar en voz alta. En cambio, voy con otra
verdad.
—Porque estás rompiendo todas las reglas para allanarle el camino para que
herede tu trono. Tú, un hombre que ambos sabemos que es fértil. —Después de todo,
las pruebas se le realizaron recientemente como parte de una nueva tradición, para
garantizar la sucesión de la línea—. Pero has elegido por alguna razón no procrear
con tu reina. En cambio, cambias los mecanismos de trabajo de todo un imperio para
que una mujer que no es tuya biológicamente puede gobernar.
Malachai expulsa un aliento frustrado.
—La amo como si fuera mi sangre, Obsidian.
¡Lo sé! ¡De ahí otra razón por la que no puedo tenerla! Sin mencionar la
inestabilidad de este reino debido al rápido cambio de los tiempos y esta nueva línea
de cambiar su ley.
—Sin embargo, nada de eso explica por qué has sellado sus archivos médicos.
¿Por qué estás cambiando tantas leyes? ¡Por qué la dejas correr absolutamente salvaje!
—¡De eso se trata! ¡Estás enfadado porque es una mujer moderna que va en
contra de todo lo que tu mentalidad pasada de moda cree!
Su intento de iluminarme solo me enfurece aún más. No soy un hipócrita.
Tengo suficiente conciencia de mí mismo para entender que estoy luchando para
adaptarme a los cambios en la mentalidad de las hembras de este reino, pero esto es
mucho más grande que eso.
—No intentes desviarte y hacer esto conmigo, cuando los dos sabemos que
79
compartiste mi mentalidad hasta hace muy poco tiempo.
Obviamente, lamentando su curso de acción, Malachai se vuelve hacia la
ventana y me honra con una vista de su perfil tenso y pensativo.
—Hay cosas que no entiendes, Obsidian.
—¡Porque no me haces entenderlas! —Me acerco a su escritorio, con sangre
tronando en mis venas ante la sensación de traición que provoca su secreto—. Tenía
dieciocho años cuando fui iniciado en el ejército. Pocos años después, nuestro padre
estaba muerto y tú eras rey. E incluso antes de eso nunca hubo secretos entre
nosotros, Malachai. Entonces, ¿por qué mierda ahora?
—Obsidian —dice mi hermano, usando ese tono que siempre usaba cuando
éramos más jóvenes. Solo nos separan dos décadas, pero reconozco el tono de
"hermano mayor" cada vez que lo saca—. Te prometo que un día podré confiarte
estas respuestas, pero como monarca esta es una de esas cosas que por ahora debo
manejar por mi cuenta.
Mierda.
Mentira enferma y absoluta.
Este tipo de dolor puede paralizar a un hombre si no tiene cuidado. Toda una
vida de confianza entre nosotros termina por erosionarse, no, colapsar en un solo
instante de tiempo.
Lo que lo hace aún más desgarrador es lo ajeno que es. Egoísta. De pie allí,
mirando a la ventana, el rey convencido de que está haciendo lo correcto incluso
mientras arruina todo a su alrededor.
No sé qué pasó los últimos cinco años que estuve fuera, pero este no puede
ser el mismo hombre con el que crecí. No puede.
Harto y al borde de la ira, abandono su estudio sin decir una palabra más. Por
instinto, mi mente me lleva al mismo lugar al que normalmente va mientras sueña:
El enorme pasillo que conduce a las malditas catacumbas.
¿Por qué siempre vuelvo a este lugar? Es ridículo. No se pueden encontrar
respuestas...
Espera. Eso no es exactamente cierto, ¿verdad?
La más maldita sospecha me atrae, como una cuerda invisible e irrompible.
De repente, me encuentro haciendo lo que no pude hacer semanas antes. Paso a
paso, recorro el pasaje hacia las catacumbas. Usando mi velocidad preternatural,
desciendo por la tierra, hasta que llego a la primera entrada.
A cada lado de mí, las velas cobran vida por sí solas, destacando las paredes
negras y las inscripciones talladas miles y miles de años atrás. Es mientras estoy
parado aquí, mirando el portal de piedra frente a mí con su único y extraño ojo de
cerradura que otro recuerdo vuelve. 80
El ojo de la cerradura. Desde fuera parece redondo, pero sé que dentro es una
intrincada espiral.
Al igual que los cuernos que tenía el cráneo de cabra bebé en uno de mis
sueños. El cráneo que la mujer sin rostro me tendía.
Pero no eran cuernos, ¿verdad? Mi mente había transformado la imagen
mientras me recordaba la existencia de la clave. A mi izquierda está la inscripción
de ese cráneo, y como mi padre explicó una vez, detrás de ese pedazo de piedra está
la clave.
Caminando hacia la pared, presiono mi palma contra la inscripción, apenas
sorprendido cuando el único ladrillo grande se desliza primero hacia atrás, luego
hacia afuera, hasta que finalmente se desliza en un hueco en la pared. La apertura
mostrada es de un tono negro, pero la voz de mi padre suena en mi cabeza desde
dos milenios y medio en el pasado.
“La clave de las catacumbas está allí y solo una de nuestras líneas puede hacer que la
piedra se mueva”.
Al llegar al interior, siento la clave alrededor. Mis dedos finalmente se cierran
a su alrededor, seguros en su bolsa de terciopelo, pero incluso a través de la tela
puedo sentir las crestas. Las espirales.
De nuevo, como los cuernos de la cría de cabra en ese sueño.
En unos minutos, he usado la llave para abrir la cámara interior. Las velas
cobraron vida en mi entrada, controladas por una magia que nunca me molesté en
aprender o entender. ¿Por qué debería? Cuando nací, todos los ritos antiguos eran
más que antiguos. Nada más que historias que me enseñaron como heredero del
trono de nuestra familia.
La cámara interior es una mezcla heterogénea de reliquias. Pergaminos.
Papiro. Tallas, esculturas, pinturas, todo organizado según la línea de tiempo. Es en
el extremo de la cámara donde encuentro lo que estoy buscando.
El área dedicada a los inicios de nuestra facción. La historia más antigua de
mi ancestro conocido.
Dos retratos antiguos, conservados por la misma magia que recorre este
lugar, me miran desde las sombras.
En uno, es el macho. La de mis sueños con la cara reconocible. Mi antepasado,
el primer hombre en separarse de los otros para crear esta nueva facción. El primer
rey.
Marduk.
Todos los hombres en la línea de mi familia se han parecido de alguna manera
o forma, pero la cara de Marduk me golpea una vez más con el puño frío en el centro
81
de mi pecho.
Porque esa es mi cara mirándome fijamente. Mi cara, pero cinco veces más
pálida y me falta la barba que cubre mi mandíbula.
Junto a él está el retrato de su reina, su reina loca, ahora que el cuento está
regresando a mí. Una reina aún más pálida que él...
Con su sorprendente parecido a Calamity.
Y a medida que el resto de la historia, su historia, sigue volviendo a mí,
finalmente tengo que admitir lo que es brutalmente obvio.
Los eones y las generaciones podrían separarnos a Calamity y a mí, hasta el
punto en que ya no compartimos el mismo ADN, pero hace diez mil años
compartimos los mismos antepasados.
El rey Marduk y su, mitad súcubo, mitad vampiro, reina Ninkasi.
—¿D
iez mil años y me escondes nuestro primer caso cambiante
notificado?
Malachai prácticamente se cae de la cama.
—¿Cómo demonios…?
Alessandra no está en ningún lugar para ser encontrada. Incluso expandiendo
mis sentidos, no puedo localizar un rastro de ella en las habitaciones reales.
Frustrante. También habría sido la oportunidad perfecta para interrogarla.
—Diez. Malditos. Milenios. Malachai. —Deteniéndome ante la isla de su
cama, me cruzo de brazos, haciendo un esfuerzo en esconder cuánto estoy
temblando.
El ADN de Calamity no es lo único que es extraño.
Los súcubos son capaces de atraer a cualquiera. La mayoría del tiempo ni
siquiera lo hacen a propósito. Exudan una feromona que atrae a la mayoría de los
seres vivos a su alrededor.
Machos, hembras. Todos terminan queriendo tener sexo con ella. Es 82
biológicamente imposible que uno de nuestra clase se resista.
Pero entre los vampiros, una pequeña porción de la población posee una
debilidad incluso mayor a los súcubos e íncubos.
Terminamos volviéndonos adictos, vinculados. Cuerpos atrapados en la
experiencia de tenerlos, poseerlos e incapaces de dejarlos ir.
—¡Estoy hablando contigo! —Malachai está ahora junto la cama,
encogiéndose en su bata.
—¡Y yo te estoy preguntando! —grito—. ¡Un cambiante entre nuestro tipo por
primera vez desde nuestra reina original, y me lo escondes!
—¡De nuevo! ¿Cómo demonios lograste entrar en los registros médicos? —
Malachai destella frente a mí, la agresión emanando de él.
Exactamente lo que mi cuerpo instintivamente desea. ¿Está eligiendo tomar
la ruta hipócrita? Bien. Me da más de una excusa para golpearle el rostro.
Me encuentro a mi hermano de frente, los colmillos extendidos.
—A la mierda los informes médicos. ¿Quién los necesita cuando el retrato de
Ninkasi todavía está en las catacumbas?
Echando la cabeza hacia atrás, sisea al techo.
¿No había pensado en eso, no es así?
—Mierda —maldice entre dientes, alejándose de mí—. No podías dejarlo en
paz. Por supuesto que no podías.
—¿Por qué querrías que lo hiciese? —grito a su espalda—. ¿En lugar de
confiar en mí para ayudar en esto? —¿En lugar de informarme, así podía estar mejor
preparado?
Mejor preparado. Menudo montón de mierda. No hay preparación para esto.
No cuando comparto la misma debilidad genética a los súcubos que tenía mi
ancestro.
Su número, aunque interminablemente estable, era patéticamente pequeño
comparado con el nuestro. Evitándolo —o al menos, sin acercarme lo suficiente para
atraer su feromona—, no había sido difícil.
Ahora hay uno directamente bajo nuestro techo y alcanzó la madurez sexual
durante los cinco años que no estuve, manifestando toda la naturaleza en su mitad
súcubo. Una a la que he estado cerca.
Una que he probado.
—No lo entiendes. Dices que has estado en las catatumbas, aun así claramente
evitaste la parte de tu historia donde…
—Las contribuciones de Ninkasi a nuestra sociedad durante el caos de los
años de la fundación. ¡¿Estás haciendo todas estas elecciones en base a eso?! 83
—¡Sí, Obsidian! Todo está cambiando. Todo. Crees que es mi reescritura de las
leyes lo que causó los cambios en nuestra sociedad…
Alzo la mano, frotándome el ceño con la otra.
—No. No lo creo. Era inevitable. Siempre lo es. Con estos tiempos modernos,
era inevitable que tuviésemos que lidiar con esto. Pero honestamente crees que una
reina impredecible parte súcubo, parte vampiro es la respuesta. —No es una
pregunta, simplemente repito su estúpida creencia.
—¡Es brillante, hermano! En una escala que no se encuentra en ninguna otra
parte del reino. Lo has visto. —Aparece frente el armario y toma una tableta del
interior. La tableta es lanzada a ciegas en mi dirección, y si no fuese consciente de
mis reflejos, me habría sentido ofendido.
Atapándola, miro a la información en la pantalla.
—Olvida su coeficiente intelectual…
—Estoy más preocupados por lo que los humanos llaman su coeficiente
emocional —murmuro hojeando las palabras.
—Sí. Es emocionalmente inestable e imprevisible debido a su ADN súcubo y
cómo exacerba su naturaleza vampírica. Pero dándole suficiente autonomía,
también puede desarrollarse como una vez hizo nuestro antecesor.
Ignoro su comentario, pasando por la información a una velocidad que
marearía a los mortales. En pocos segundos, ya he absorbido todo en los informes
médicos, los que pasó meses ocultándome.
—Así que si a Calamity no se le da una razón para molestarse, puede
controlar las urgencias malignas de su parte súcubo. ¿Te das cuenta de qué estás
diciendo? ¿Vamos a entrenar toda una civilización a sus caprichos emocionales un
día sí y otro también?
—¡Por supuesto que no! —La pálida piel de mi hermano enrojece, y tiene la
osadía de mirarme como si yo fuese el problema aquí—. Pero le hemos dado la
mayor autonomía que podemos sin razón.
—Sin razón —imito entre dientes, de nuevo horrorizado del hecho que ha
estado intentando lidiar con todo esto sin mi ayuda.
—¿Ves? Esta es exactamente la razón por la que no te incorporé antes.
—Deja la mierda. Tienes la audacia de decirme que hay una posibilidad que
Calamity pueda no casarse. Todo esto tendría sentido si estuvieses buscándole
activamente un compañero. —Muy cierto, aun así pronunciar la palabras envía un
destello de furia y agresión dando vueltas a través de mis células.
Calamity casándose con otro.
Calamity que un hombre se vincule con ella con el fin de controlar su mitad
84
súcubo.
Alejando el pensamiento antes de que mi hermano lea demasiado en mi
expresión. Dejo la tableta en una gran mesa lateral y enfrento la pared.
—Un compañero es el único modo de controlarla. Alguien deseoso de
convertirse en su încusă. —El consorte de un súcubo, su único proveedor de sexo.
Mis colmillos luchan por crecer en mi boca.
Cada músculo en mi cuerpo pulsa, preparándose para cazar a este hombre.
Joder. Mi cuerpo está unido al suyo. Esta debilidad genética contra la que no
tengo ni idea de cómo luchar va a hacer eso imposible de aceptar.
A menos que me presente voluntario para la posición.
Lo que me deja donde siempre he estado, atrapado entre dos imposibilidades,
sin idea de qué camino causará menos daño.
—Nadie fuera de la familia real y los síquicos saben sobre su naturaleza. Ni
siquiera el consejo. Accedieron a cambiar las leyes porque había heredado el trono
simplemente porque todas las hembras en el poder lo exigieron.
Porque la misma agresiva independencia dada a ella por su naturaleza de
súcubo hace a Calamity irresistible a esas hembras hambrientas de cambio.
—No puedo ocultarlo para siempre. —Especialmente con los indicios que he
visto de Calamity cuando alcancé sus instintos. Sus extrañas andanzas nocturnas.
Sus impulsivas reacciones erráticas. Cuando más vaya sin un consorte, mayor se
haga, más poderosa se volverá su naturaleza.
—Ese no es el plan. El plan es acostumbrar la consciencia de nuestros
habitantes en aceptarla antes de dejar caer esta clase de bomba sobre ellos.
—Los expedientes médicos no mencionan ninguna razón por la que su ADN
súcubo está activo cuando durante diez milenios ninguna hembra en nuestro reino,
ni siquiera las propias hijas de Ninkasi y Marduk, mostraron ningún indicio de ello.
Pareciendo tan anciano como es, Malachai se mueve hacia el otro armario
donde están almacenados los recipientes de sangre. Hace un trabajo rápido
sirviéndose una copa y mezclándolo con alcohol.
Cuando me lo tiende, ofreciéndomelo, niego rechazándolo. No lo sabe, pero
simplemente permanecer allí frente a él me está costando una indecible cantidad de
energía.
Maldita abstinencia de súcubo. Cada célula de mi cuerpo está exigiendo su
presencia. Su olor. La sensación de su piel.
Cada gota de su sangre.
Malachai toma él mismo el vaso que sirvió para mí y lo toma de un solo trago,
de nuevo evidenciando el peso de la carga que decidió no compartir conmigo.
85
—Los informes médicos no lo han mencionado porque simplemente no lo
sabemos. El cuerpo de su padre fue cremado como es costumbre, y nadie en su
familia directa tiene ningún rastro en su ADN. Se le hacen constantes exámenes a
Calamity para intentar localizar cómo demonios sucedió diez mil años después.
Y pensar que durante meses mi cerebro enfervorecido, bajo el ataque de esta
adicción genética, bombeando una imagen distorsionada tras otra, intentando que
entienda qué me está haciendo. Advirtiéndome de este infame efecto súcubo.
Los mortales modernos han llegado a creer que son demonios del sueño,
invadiendo y seduciendo a los hombres a través de sus fantasías. Y aunque parte de
eso es cierto, causando estragos en mis sueños. Es su efecto en mí lo que ha
desencadenado los sueños obsesivos y calenturientos.
—¿Qué vas a hacer con esta información, hermano? ¿Continuar intentando
ralentizar el inevitable curso de la progresión? —me pregunta Malachai con hastío.
Entiendo mi terquedad, tal vez mi adherencia ciega a las formas antiguas, aun
así su pregunta es mejor dejarla sin responder.
No sea que la urgencia de pegarle un puñetazo en el rostro se demuestre
demasiado.
—No más secretos —pido—. Soy tu segundo al mando por una razón. No
planeo lanzarme a ninguna progresión, pero si progreso es lo que quieres, se necesita
un mejor curso. Uno más cauteloso. —Con eso, lo dejo, antes de soltar lo otro que
estoy pensando.
La idea más peligrosa de todas.
¿Y si cedo a esta debilidad en lugar de sobrevivir a esta abstinencia?
¿Y si me convierto en el consorte de Calamity?
Es posible.
Y la razón principal que me niego a contarle de momento a mi hermano no se
debe solo a esa precaución sobre la que le he advertido, sino mi propio egoísmo.
Calamity puede tener más de un consorte a lo largo de su vida. El primero no
necesita ser permanente. Solo alguien para ayudarla a controlar sus urgencias
mientras elige a otro.
Sí. Porque estarás perfectamente bien dejando que otro la tenga una vez la hayas
poseído.
Maldición. Hacer esta clase de elección mientras estoy bajo su influencia no
es una idea inteligente.
Mantenerla en secreto, darle lo que ambos queremos, luego un día entregarla
a otro. 86
O poseerla permanentemente, exigiendo un título que nunca se supuso que
fuese mío a menos que mi hermano muriese sin heredero —una conexión directa a
un día convertirme en rey—, y destrozar a mi familia y a este reino con esa elección.
M
e quedo dormido.
Ese el primer error que cometí.
¿Mi segundo? Infravalorar lo lejos que he llegado en la
abstinencia. Ya han pasado semanas desde que me alimenté de ella esa primera vez.
Semanas desde que tuve la boca en su coño. El delirio crece cada día, ¿qué razón hay
para que los sueños tengan que disminuir?
Ninguna. Y en cuanto estoy debajo, estoy perdido una vez más.
Soy despertado por el sonido de múltiples jadeos. En un sorprendente
momento de claridad, las paredes de terciopelo del harem vienen a la vista. Todo a
mi alrededor, se dispersa, saliendo en desbandada de mi repentina entrada.
Eso es, hasta que reconocen quién soy.
—Obsidian. —De rodillas, excepto por el cabello rubio como la miel y la
cadena plateada alrededor de su cintura, Almira se acerca a mí.
El hambre en sus ojos no es nuevo, aun así el modo que se lame los labios
mientras mira mi polla es el primer indicio que tengo de que hay algo extraño. 87
En particular, mi ropa.
Me volví a quedar dormido desnudo y después de otro sueño que incluye a
Calamity, no es sorprendente que mi erección esté balanceándose frente a todos
ellos.
Unas cuantas hembras más suspiran mi nombre.
Sin ofrecerles una contestación o explicación, volveré a mis cámaras, donde
cometo mi tercer error.
La decisión ya había sido tomada subconscientemente, lo sé. Demonios, en el
frente de mi consciencia, esa voz está gritando en unas declaraciones perfectamente
pronunciadas, cada uno llevando a un solo punto.
No dejaré que nadie la tenga.
No puedo permitir que siga correteando alrededor a merced de sus inestables
impulsos.
Más que nada, mi cuerpo está en una serie de síntomas contradictorios,
dolores febriles con estremecimientos que hace que me castañeen los dientes. El
fuego en mis encías, por mi garganta, es peor que cualquiera al que me haya
enfrentado.
Tengo cuestión de horas, si eso, antes de perderme a ello. Lo que sea “eso”.
Tal vez es un frenesí de sed de sangre. Tal vez es la experiencia cercana a la muerte
de la abstinencia del agarre de un súcubo. Más bien, una combinación de ambas
cosas, y si recuerdo correctamente, eventualmente Marduk cedió a ello para salvarse
también como su incipiente civilización de la influencia de Ninkasi.
Mírame. Hablando sobre mis viejos antecesores como si los conociese.
No importa cuánto me esfuerce en buscar en mi cerebro, no puedo recordar
si los informes de los síntomas de Marduk se parecían en algo a los míos. Otro viaje
a las catacumbas lo confirma —estoy sorprendido cuando veo que mi hermano no
ha intentado encerrarme—, me cuesta otra media hora.
Estoy de vuelta en mi habitación, luchando contra su inutilidad. Intentando
reorganizar las piezas en mi mente y prediciendo muchos resultados diferentes.
Mi teléfono suena en el escritorio y casi no me doy cuenta. Viendo el nombre
de Talon, el cabeza de la guardia real, en la pantalla, siento un cambio en el aire a mi
alrededor. Una premonición demasiado poderosa para ser real.
Ya sospechando de qué se trata —ya que le pedí informes sobre cada una de
las excursiones de la princesa—, tomo la llamada.
—Mi señor, le estoy llamando por su petición sobre la princes…
—¿Dónde está?
88
—E-ella vino aquí con nueve de sus amigos y exigió un escolta inmediato en
el mundo humano…
—¿Dónde. Está? —No puedo desmaterializarme en dirección de su sangre si
no sé dónde demonios me dirijo.
—Yo… nosotros… ella exigió que todos viajasen sin vehículos blindados,
desmaterializándose directamente a la localización. Y luego… señor, luego pareció
controlar mentalmente a todo el mundo, incluyendo los guardias. ¡Todos
desaparecieron!
Esta maldita súcubo impulsiva… hay al menos cuatro recompensas
confirmadas sobre su cabeza ahora que es una general en nuestra división
cibernética, ¡y ha sido informada de ello!
—¡Rastrea los malditos teléfonos móviles!
—¡Lo intentamos, señor! Los catorce vampiros se han desvanecido de nuestro
aparato de rastreo. —Talon está fuera de sí, claramente incapaz de entender cómo
Calamity logró lo que hizo.
No sabe que una vampiro con ADN activo de súcubo está caminando entre
nuestro reino. Cada vampiro y hembra vampiro en esa fiesta era susceptible a ella.
Atraído por ella. Por lo tanto su habilidad de ejercer su control sobre ellos es tan
fácil.
¿Y yo? Soy incluso más débil de lo que son ellos. Una exposición prolongada
le dará un poder sin precedentes sobre mí.
—¡Haz que el equipo cibernético busque cualquier tipo de programa
malicioso y consigue esas malditas coordenadas! —Calamity pirateó nuestros
servidores. Esa es la única explicación lógica. Bloqueó nuestra habilidad de
rastrearla, la maldita princesa—. Me dirijo a Bucarest para buscarla. —Cuelgo antes
de que pueda contestar, las moléculas dispersándose.

Bucarest, Rumanía

El golpe de tambor es casi tribal, las luces destellando una composición de


colores para incitar los sentidos. Si los humanos llenando el lugar hasta el techo están
perdidos en la primitiva llamada a la distracción, imagina uno como yo, con los
sentidos aumentados diez veces más que los suyos.
Es ensordecedor, un bólido atizando cada instinto básico que poseo. La
confusión iguala la agresión para uno de mi clase, y este bombardeo a mis sentidos
es casi más de lo que puedo soportar. 89
Ignorando la mirada amplia y apreciativa de las hembras humanas que me
siguen —pobres criaturas perdidas que codician su propia condena—, echo la
cabeza hacia atrás e inhalo una vez más. Pasando entre los cientos de esencias
contradictorias fomentando la creciente mortalidad.
Estoy más allá de la sed de sangre. Posiblemente en una triste casi versión de
abstinencia. Todo lo que sé es que puedo sentir el sudor goteando de mi frente, mis
colmillos están tan largos que solo mi barba y las luces destellantes podían ser los
responsables de que los humanos no lo noten.
Pronto, volveré a sudar sangre de nuevo, los ojos volviéndose completamente
negros por el hambre y la razón de todo ello no está a la vista.
La encontraré. Que Dios la ayude.
Luchando por mantener una velocidad mortal, paso hacia una de las dos
áreas VIP. En un escenario circular en medio del club, una mujer revestida de cuero
y joyas gira alrededor del poste. A cada lado de ella, acróbatas giran entre ágiles
cuerpos con encaje brillando gracias a los focos.
Las puntas sensitivas de mis colmillos rozan contra mis caninos bajos y los
siento alargarse también.
Si no encuentro la única hembra de la que me estoy muriendo por
alimentarme, cada mortal de este lugar estará en riesgo. El chasquido final siempre
es instantáneo, donde pasamos de rabiosos con hambre a un modo de ataque
instintivo que dejará a las víctimas más cercanas con un grave daño.
Posiblemente más de una víctima.
En ese punto, detenerme antes de arrancarles la vida será imposible.
Subiendo el pequeño grupo de escalones al segundo nivel, me detengo para
oler el aire una última vez, completamente consciente de que cada segundo es
precioso. Debido al lado súcubo de Calamity, su influencia sobre mí se ha convertido
en completamente demoníaca.
Podría alimentarme de todos los de aquí y aun así, no detendría este descenso
a la locura.
Un ligero trace de su olor me alcanza y mi cuerpo se sacude, girando la cabeza
en su dirección. Los bordes de mi visión entran en túnel, dejándome solo una visión:
Calamity al final de un estrecho túnel, un hombre humano clavado contra la pared
por el agarre de ella en su garganta.
Un hombre humano contra el que ella está inclinada, con los colmillos
alargados, preparada para atacar.
Detrás y encima de ella, la parpadeante luz roja de una cámara de seguridad
es un faro entre las sombras.
Por lo que cualquiera sabe, podía haber mortales mirándola en este momento,
viendo lo que parece ser una mujer de cincuenta y seis kilos sosteniendo a un
90
hombre de unos noventa kilos por el cuello.
Están a punto de verla alimentándose.
Mi visión se vuelve a negro.
La visión en túnel se expande, alcanzando cada uno de mis sentidos. Los
sonidos se filtran como si llegasen de lejos, casi ahogados por la presión.
—¿Qué…? ¡Obsidian! Déjame. Ir. ¡Detente!
Lo que me rodea vuelve al foco con un chasquido, justo cuando mis oídos
alcanzan el sonido de tacones sonando en el cemento.
El corazón urgiéndome en los oídos, lucho por tomar una respiración decente,
pasando la mirada a mi alrededor.
El sonido que acabo de escuchar son los altos tacones indecentes de Calamity.
Instintivamente la empujé, o se alejó de mi agarre. Metros lejos del final del callejón,
de algún modo terminamos entre dos pequeños edificios de alguna parte en
Bucarest, está agachada frente a las profundas hendiduras que dejó en el cemento,
las puntas de sus garras negras marcadas en el suelo bajo ella.
Sus ojos completamente negros centrados en mí y sus labios rojos se abren
con un siseo.
Al otro lado, las luces de una ciudad fundada casi hace doscientos años antes
salpican en parte este callejón. Los ciudadanos mortales caminan cerca, y la mayoría
de inmortales también. Nuestros enemigos cubren estas calles.
Y la hembra que he venido a recoger, la hembra de la que necesito
alimentarme antes de que termine delegando en mi forma más básica, está atrapada
en su propia sed de sangre, la furia en su mirada es absoluta.
Se remueve poniéndose en cuclillas, el largo cabello negro deslizándose sobre
el cuero rojo sangre de su vestido. El enorme diamante negro aferrado a su
gargantilla brilla y su pecho sube y baja debajo de ese collar de encaje atado al
corpiño de su vestido.
—¿Cómo te atreves a quitarme mi presa?
Calamity ni siquiera está ahí. Es pura urgencia animal, cualquier pensamiento
racional desapareció.
Jadeando, tiro del cuello de mi camisa, desgarrando una buena porción para
exponer mi cuello. Apartando mi chaqueta de cuero del camino, inclino la cabeza y
se lo ofrezco.
—Te alimentarás de mí de ahora en adelante —mascullo a través de mis
colmillos—. Solo. Yo.
Frunce el ceño, dirigiendo la mirada a mi cuello. Puedo sentir su fijación en la
arteria, su sed alzándose en el aire. Aun así aparta la cabeza, alejando la mirada, y
91
se prepara para saltar.
—No. Quiero el de antes.
El hombre humano no debería haberlo dejado vivo.
Por el que voy a volver y eliminar si no tiene cuidado.
Me acerco, preparado para meterle sentido, cuando salta de su posición
agachada, pasando junto a mí a la boca del callejón.
Maldiciendo, la piel ardiendo por la necesidad que tengo de ella, pretendo
bloquearla, extendiendo ya la mano para agarrar cualquier parte de ella que pueda.
E
nvuelvo los dedos alrededor de piel suave y caliente. Nos estamos
moviendo demasiado rápido para en realidad vea nada, pero en cuanto
me doy cuenta que la tengo en mi agarre, nos giro. Calamity choca contra
uno de los edificios y la fachada tiembla con el impacto.
Nunca llames la atención de los humanos sobre ti. Si lo haces, deja la escena lo más
rápido posible. Borra todas las evidencias de que estuviste ahí. Las reglas por las que
vivimos los vampiros para evitar la detección mortal.
Reglas que estoy ignorando ahora mismo.
Calamity deja salir otro de sus siseos, apartándose del edificio.
Bloqueando su camino, presiono mi cuerpo contra el suyo, nuestro peso
combinado haciendo que los ladrillos centenarios crujan.
Se remueve en mi agarre, empujándome por el pecho.
—Fuera de mi camino, maldito. Estoy hambrienta.
Sujetándola de la nuca, giro la cabeza y la atraigo al lado expuesto de mi
cuello. 92
—Aliméntate. De mí. Ahora.
Su lucha se intensifica, confundiéndome. Su hambre por mí está sobre nuestra
piel, el olor de ello enorme en este callejón.
—De ti no. Suéltame.
—Sí, de mí —mascullo, mi mente centrándose de nuevo en ese humano. Los
agrios celos pulsando en mi sangre.
Calamity clava las garras en mi pecho, deslizando el cuerpo sinuosamente
contra el mío mientras lucha por escapar de mí.
—¡No puedo soportarte!
Pestañeo hacia ella.
—Durante meses me perseguiste, arrastrándome hasta ese punto, y ahora,
¿has terminado conmigo?
Pregunta errónea. Su rostro se arruga con furia, los incisivos haciéndose más
grandes y se lanza con todo lo que tiene para empujarme.
—Haz que una de las pequeñas putas de tu harem te alimente. —Desaparece
en un borrón, corriendo junto a mí en lugar de desmaterializarse.
Estoy tras ella en los pocos segundos que me lleva darme cuenta de a qué se
refiere: La noticia de mi visita sonámbulo al harem debe haber llegado a sus oídos.
No me he alimentado de otra hembra desde que tuve su coño en mi boca.
Corremos por un mercado al aire libre lleno de humanos. Los humanos no
nos ven por la velocidad a la que vamos, pero cuando Calamity corre junto a un
puesto lleno de bufandas, toda la estructura tiembla como si fuese golpeado por un
fuerte viento.
Los humanos se sobresaltan, mirando sobre los hombros por la fuente de ese
viento.
Maldiciendo entre dientes, empujo las piernas con más fuerza. Va lo
suficientemente rápido para convertirse en un borrón, y apenas puedo seguir su
curso.
El cabello flotando salvajemente tras ella, mira sobre el hombro y me ve
acercándome. Su cuerpo cambia mientras intenta alejarse volando, pero el montón
de concentración necesitado para esa labor es más de la que puede manejar.
Más que cualquiera de nosotros puede manejar.
Necesita entender que o encontramos un lugar para ceder el uno al otro de
forma privada, o esta gente se convertirá en nuestras víctimas.
Dos vampiros arrasando las calles de Bucarest, alimentándose de cualquiera
a la vista.
La heredera de nuestro reino y su comandante de más alto rango. 93
—¡Calamity! —grito, las repercusiones de nosotros perdiendo el control
persiguiéndome.
—¡Aléjate de mí! —chilla, corriendo más rápido.
Nos estamos acercando a los límites de la ciudad, a unos bloques de donde
comienza el bosque Băneasa. Mi alivio ante el hecho que se está dirigiendo a casa
dura poco, ninguno puede poner un pie en el reino así.
Su olor está sobre mí, y el mío está por toda ella.
Nuestros rasgos se han transformado con la sed de sangre.
Cualquiera que nos vea a unos metros del otro y sabrán que nos lo hemos
causado el uno al otro.
Y mientras dejamos atrás el ajetreado centro de la ciudad, el cielo sobre
nuestras cabezas empieza a iluminarse a un color gris.
El amanecer se está acercando.
Tomo una fuerte respiración, el corazón latiéndome de pánico por ella. El lado
rojo del bosque, nuestro dominio oculto, es el único lugar seguro para atraparla.
Con eso en mente, giro a la izquierda, corriendo en arco hacia ella, poniendo
cada milenio que tengo en ella para que lo use. Tan fuerte como es debido a su ADN
combinado, tan rápida como la hace, todavía soy el más fuerte de los dos. En
segundo ha atravesado la línea de árboles donde la vida vegetal se vuelve roja y gris
oscuro, sus poderosas piernas bombeando, los tacones apenas tocando el suelo
mientras corre.
Su espalda un delicado arco, la curva de su trasero jodidamente perfecta en
ese vestido de piel.
Me detengo justo en su camino observando mientras el sol del amanecer
atraviesa el techo protector, sobresaltando la magnitud de su naturaleza vampírica.
La piel pálida. Esos ojos completamente negros. Las venas sobresaltadas en
una secuencia de líneas negras y rojo oscuro. Una necesidad insana y loca
cambiando los hermosos ángulos de su rostro.
Doblando los dedos, paso las uñas por mi cuello, siseando mientras la sangre
caliente surge a la superficie.
En una estratagema calculada. Si su sangre tiene el poder de ponerme de
rodillas solo con su olor, solo puedo asumir que la mía le hace lo mismo a ella.
Y todavía no se ha alimentado de mí.
Pero está a punto de hacerlo.
Calamity se detiene de golpe a unos nueve metros de mí, su mirada frenética
ya fija en mi cuello.
94
No le doy tiempo para dudar o intentar alejarse de nuevo. En un último
estallido de velocidad, la alzo en mis brazos.
Lucha contra mí inmediatamente, llevándonos hacia uno de los árboles.
Acepto el impacto, sin importarme que el árbol se caiga de raíz, cayendo sobre otro
cercano. Tirando de ella por el cabello, llevo su boca a la herida sangrante de mi
cuello.
—Oh, dioses. No puedo… —Sus pequeños colmillos se clavan en mí y un
grito es arrancado de las profundidades de mi pecho.
En un segundo, el mundo se disuelve en olas de placer pulsante. Calamity se
acurruca contra mí, apretando brazos y piernas. Su siguiente tirón hace que mis
rodillas se debiliten.
Mascullando, chupando, se agarra a mi camiseta, mi chaqueta de cuero. El
material es arrancado de mi cuerpo. Libera su mordisco el tiempo suficiente para
reajustarse, luego golpea de nuevo, incluso más profundo.
Cayendo de rodillas, agarro su propia ropa, apenas capaz de ver por la
sensación de su mordisco. Los colores del bosque uniéndose, emborronándose,
mientras Calamity me empuja contra el suelo del bosque, su dulce lengua lamiendo
mi sangre.
En segundos, me está destrozando los vaqueros.
Tengo un momento de claridad, su intención apareciendo y luego está a
horcajadas en mí, todavía chupando, subiéndose el vestido por las caderas.
Sin bragas debajo. Solo esa carne húmeda y brillante para mí, buscando mi
polla.
Gimo su nombre, mareado, la punta de mi polla brillando de presemen. Clavo
mis dedos entumecidos en sus muslos. Resoplando, traga un poco más y alcanza
entre sus piernas para agarrarme.
Un instante, es todo lo que me da antes de guiarme a su abertura. Se echa
hacia atrás, sus profundos ojos negros en los míos, sus venas pulsando rojo profundo
y negro a lo largo de su pálida piel, y baja sobre mí.
Un húmedo y apretado centímetro a la vez.
Arqueando la espalda, apartando las caderas del suelo, grito hacia el cielo, la
cabeza cayendo en el suelo.
Una rotación de sus caderas, mi longitud chupada por el coño más delicioso
y sedoso en el que he estado, y soy un desastre retorciéndome, corriéndome contra
mi voluntad.
—¡Mierda, Calamity! —Gimoteando, empuja de nuevo, esta vez mordiendo
el otro lado de mi cuello—. ¡Joder! 95
Mi hembra alimentándose de mí.
Mi polla llenándola de mi semilla.
Nuestros corazones latiendo a la vez, las pulsaciones casi abriendo mi pecho
en canal.
Las garras clavadas en mis pectorales. Sus muslos flexionándose a cada lado
de mí. Luego me está montando con toda su velocidad sobrenatural, el trasero
saltando en mis manos, mezclando un orgasmo en otro inminente más fuerte.
Todavía no ha registrado completamente que estoy en su interior por
completo, sus sedosas paredes ordeñándome, y ya me tiene al borde de estallar de
nuevo. El placer se construye en mi entrepierna, mis propios muslos flexionándose
con la fuerza. Mis temblorosas manos apartando su cabello, arrancando esa
gargantilla. Como una bala, atraviesa varios troncos de árboles, el largo diamante
actuando como proyectil.
No me importa una mierda. Lo encontraré por ella después o le compraré
otro.
Gimiendo, aparto su cabello del camino, desnudando esa lujuriosa arteria.
Pulsa por mí al mismo ritmo que su coño, suplicándome que la muerda.
Para tomarla una vez más y endurecer su increíble agarre en mí.
Separando los labios, consigo mi propio mordisco, clavando en su cuello de
apariencia delicada con mis monstruosos dientes. Todo gira a la primera probada,
el mundo de nuevo desvaneciéndose en un perfecto caos. Alimentándonos el uno
del otro. Encontrando cada movimiento de sus caderas con mis empujes. Sintiendo
sus jugos y mi semen sobre mí.
Clavándole las garras, hundiéndolas en las regordetas nalgas de su trasero.
Ondulaciones frenéticas, alcanzando, tomando un pecho en la palma, jugando con
su endurecido pezón.
—Oh, joder —dice jadeante, liberando su mordisco, cada centímetro de ella
temblando.
Tomando otra gran y deliciosa ola de su sangre en mí, me aparto del suelo. El
sonido de su espalda chocando con el suelo hace que todo tiemble, un ligero cráter
en forma del perfil de su cuerpo.
Con mis dedos tatuados arranco lo que quedaba de su vestido, alzo una
pierna sobre mi hombro. Todavía en su interior, solo la punta, y me detengo un
segundo para admirar la vista.
Mía. Mi hembra. Pensamientos peligrosos.
Pensamientos imparables.
Su sangre goteando por los laterales de mi barba, separo sus caderas del suelo
de un tirón.
96
—Aférrate a mí, pequeña. Ahora.
Clava las garras en mí, sus ojos negros sangrando con un poco de rojo.
Suficiente para dejarme ver a través de su oscuridad, de ver su pupila dilatada
dentro. Las venas rojas y negras mostrándose en su piel hacen que su apariencia
como si estuviese cincelada en mármol.
Con mi primer empuje, sus pechos se balancean de forma obscena, mostrando
que es todo menos eso.
Echo la cabeza hacia atrás, una dura risa abriéndose paso. ¿Cuántas veces me
he corrido ya? ¿Dos? ¿Tres veces? No importa. Este nuevo ángulo, lo profundo que
me toma, la forma que se ve mientras la alimento con mi polla, ya me tiene de nuevo
al borde.
Alzo la otra pierna sobre el hombro, doblándola a la mitad, mis puños en el
suelo a cada lado de ella.
—¿Me deseabas? Estás a punto de tenerme.
—Oh, dioses. —Hay un indicio de trepidación en su mirada mientras su coño
sigue palpitando.
La hembra medio súcubo, medio vampiro, asustada de lo que estoy a punto
de darle.
Ahora no hay vuelta atrás.
Abro su coño con este nuevo ángulo, estirándolo al límite. Rotando las
caderas, gimo al cielo de nuevo, dándole un momento para prepararse.
Lo hace, clavándole las garras más profundo, mordiéndose el labio hasta que
su coño y su sangre es todo lo que puedo oler. Puedo sentir el recuerdo grabándose
en mi mente, incluso mientras me echo hacia atrás, los músculos tensándose.
Ese dulce coño envuelto alrededor de mi polla, empujo de vuelta con cada
gramo de fuerza concedido durante casi trescientos años de batalla.
—¡Dioses, cariño, justo ahí! —chilla, arqueándose en mi agarre, exigiendo
más—. T-tu polla. Nunca he sentido nada… así…
—Nunca lo harás —espeto, empujando con más fuerza—. No sentirás a otro
hombre más que este durante el resto de tu vida inmortal, pequeña. —La declaración
más peligrosa, una promesa que no debería estar haciendo, aun así detenerme es
imposible.
—Más profundo. Mas —exige mi súcubo, aunque ya le he dado múltiples
cargas.
—Vas a dejarme seco, ¿no es así? —Sangre de sudor goteando por mi ceja. Me
inclino cerca de ella, empujando las caderas con rapidez—. Fóllame y desángrame
hasta que no quede nada de mí.
97
—No tienes ni idea —canturrea, inclinándose para lamer el sudor
ensangrentado de mi mejilla.
―Ah, joder. Me estás volviendo loco. —Estrello los labios sobre los suyos,
chupando su sangre, la mía, el sabor combinado de nuestro deseo y sudor. Estoy tan
profundo como puedo llegar en su interior, empujando en ella con tanta fuerza que
la tierra bajo nosotros está destrozada en una capa de polvo, y todavía no es
suficiente.
Ella está en mí. A mi alrededor. En mi piel. Deslizándose alrededor de mi
alma, como una oscura infección simbiótica que puedo sentir mutándome,
matándome.
Haciendo que quiera está muerte a pesar de mi sentido común.
Calamity se estremece, jadeando, las piernas tensándome sobre mis hombros.
A punto de correrse.
Me vuelvo loco con eso, necesitando sentirlo, necesitando verla, escucharla,
darle todo lo que su lado súcubo desea.
—Joder, Obsidian, no puedo…
—Sí, puedes. Fuiste hecha para esto… para mí. Toma lo que pediste. Todo.
Sus ojos brillan con ese temor delirante, con dolor, segundos antes que echase
el cuello hacia atrás, abriendo la boca en un grito.
No puedo respirar, temblando por completo. Su orgasmo tira de mí contra mi
voluntad. La follo como la bestia en la que me ha convertido, ahogándome en esta
preciosa hembra. Este deseo puro y embriagador casi me consume, cambiando en
todo un nuevo ataque de sed de sangre que nunca antes he experimentado.
Perdido en el placer, arrojado a algún lugar más allá de la habilidad de hablar,
reclamo mi mordisco en su cuello. Su sangre entra en mí como si hubiese estado
esperando a hacerlo, tan gruesa, pulsando olas de poderoso vino oscuro que termina
rompiendo lo que sea que queda de mí.
Empujando las caderas sin descanso, la follo, alimentado de ella, sus gritos
roncos y sexys alimentado la follada. En un momento, me doy cuenta que
prácticamente estoy intentando inclinarme en ella, las piernas envueltas a mi
alrededor, sus caderas en mis manos. Empujo a través de las réplicas, lamiendo su
cuello como un animal perdido y sin sentido.
Dedos en mi cabello, tira de mí hacia atrás, encontrando la mía. Sujeta la parte
trasera de mi cabeza, intercambiando aliento conmigo.
El sol está alto en el cielo para cuando puedo obligarme a moverme.
Aferrándola a mí, me tumbo de espaldas, el peso de ella sobre mí. Nuestros alientos
entrando y saliendo de nuestros pechos moviéndose rápido, fuerte en el silencio
entre nosotros. 98
Apartando el brazo a su alrededor, la acerco más, disfrutando la forma que
su húmedo coño se desliza por mi muslo. Se acurruca contra mí, casi ronroneando,
y algo se hunde en mi pecho.
—Así que… ¿vamos a volver a fingir que esto no ha sucedido? —pregunta
finalmente, rompiendo el silencio, y es la primera vez que escucho ese tono en su
voz.
Incierto. Casi infantil.
Temerosa.
Yo provoqué eso, pienso, abrazándola cerca. Herí sus sentimientos al negarnos.
Las repercusiones de nosotros estando juntos son un sonido fuerte en mi mente, una
advertencia que simplemente no quiero prestar atención ahora mismo.
Más tarde. Lidiaremos con todo más tarde.
—No voy a dejar que nadie te tenga de nuevo, Calamity —juro con
solemnidad, consciente de lo que implica ese comentario. La promesa detrás. Lo que
tendré que hacer y arriesgar para hacer que pase.
Calamity alza la cabeza, mirándome, sus ojos normales, su cabello un desastre
sobre nosotros, su cuello destrozado por mis mordiscos.
—¿Y tú? ¿Esperas que te comparta? Porque te lo diré ahora mismo, Obsidian
—sus ojos brillan con una amenaza demasiado vieja, demasiado profunda, para
pertenecer a un cuerpo de veintiún años—, te mataré y a cada una de esas hembras.
Especialmente Almira. No me importarán las consecuencias con las que estás tan
obsesionado.
Me río ante su amenaza, ante el hecho que puedo decir que lo dice
realmente, realmente, en serio. Un comentario de lo jodido que me tiene esta hembra.
—Te creo, súcubo.
Se tensa en mis brazos.
—Espera, ¿sabes…?
—Sí. Lo sé. Y en lugar de someterme a dos semanas de abstinencia y los locos
sueños con los que venía, deberías habérmelo dicho de inmediato —reprendo
suavemente—. Eres la heredera de este trono. Lo juré, a los dieciocho, ser el protector
más fiel. Sé que tu naturaleza es una lucha, y te hace las cosas difíciles, pero
necesitamos trabajar juntos para manejar las repercusiones.
Mascullando, baja la mirada hacia mí y todo lo que quiero es tirar de ella hacia
mí y besarla sin parar.
—No has respondido a mi pregunta.
—Mataré a cualquier hombre, o hembra, que se acerque a ti de ahora en 99
adelante. Así que confía en mí cuando digo que sé exactamente a qué te refieres. —
Es todo lo que puedo decirle en este momento, con mi pecho ardiendo con miedo y
esta devoradora emoción demasiado poderosa que está exigiendo que posea a esta
hembra como ninguna hembra ha sido poseída antes.
Su expresión se suaviza, derritiéndose en algo que empeora el tumulto en mi
pecho.
—¿Así que estás diciendo que eres mío y yo soy tuya?
Ahuecando su mandíbula, la miro a los ojos.
—Hiciste que sucediese, hembra. He dejado de luchar contra ti. ¿Me quería
esclavizado? Lo tienes. Solo espero que ambos podamos lidiar con lo que viene con
ello.
Separa los labios en una sonrisa brillante y complacida que me roba lo que
me queda de aliento.
—Solo acércate aquí y bésame, hembra. Recuérdame por qué estoy a punto
de arriesgar la confianza de mi hermano para tenerte.
Riendo entre dientes, se inclina, sus labios encontrándose dulcemente con los
míos, y hace exactamente lo que le pedí.
Me recuerda por qué luchar contra esto es ridículo.
Esta hembra estaba hecha para ser mía.
Sí, jodidamente lo era. Y aniquilaré a cualquiera que piense en quitármela,
incluso si significa convertirme en un marginado de la misma civilización que juré
proteger.
Nada se interpondrá entre nosotros.

100
N. Isabelle Blanco nació en Queens, Nueva
York (EE.UU.). A la edad de tres años, debido a una
extraña fascinación con el estudio de la escritura de su
madre, empezó a leer y escribir. En el momento en que
había llegado el jardín de infantes, tenía un vocabulario
extenso y su obsesión por palabras comenzó a sangrar
en cada aspecto de su vida.
Un ávido lector en su adolescencia, su fascinación
con el anime japonés finalmente la condujo al universo
de la ficción del ventilador, lo que la convirtió en —otra
vez—, fuera de la afición para los próximos diez años.
Durante ese tiempo se acumuló un séquito de fans que,
por su propia admisión, nunca sería capaz de vivir sin
ellos. Fueron esos fans que la animaron a ir más allá de
la esfera fan fiction y probar su talento en el mundo
editorial.
N. Isabelle Blanco pasa sus días trabajando como
autora, programadora web, marketing, y diseñadora
gráfica. Es entonces cuando no está manejando a su
101
“engendro”, como llama a su hijo, y de intercambio de ideas con él acerca de su futura carrera
como ilustrador de cómics.
102

Anda mungkin juga menyukai