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DESCENTRAN D O EL RÉGIMEN:

CULTURA Y POLÍTICA REGIONAL


EN MÉXICO
RELACIONES 96, OTOÑO 2003, VOL. XXIV

J e f f re y W. R u b i n *
UNIVERSIDAD DE BOSTON
En este artículo, se aplica a la política mexicana una definición de
hegemonía distinta. A diferencia del análisis basado en el Estado,
se argumenta que la presencia del Estado ha sido desigual e in-
completa y que su hegemonía es construida –e impugnada– más
bien en el ámbito regional y en forma cultural. Se muestra que la
hegemonía cambia de forma de un lugar a otro, que las maneras
en que se modifica o se deshace también varían, y que las prácti-
cas de etnicidad, lenguaje, género, religión e identidad cívica jue-
gan un papel central en su dinámica.

(Caciquismo, política regional, Estado)

Hay sólo un verdadero


centro político
José Luis Reyna, Authoritarianism in Mexico

La condición de la posibilidad del poder…


no debe buscarse en la existencia
primaria de un punto central…
Michel Foucault, La historia de la sexualidad

* jwr@bu.edu Quiero agradecer a John Womack por alentarme a seguir el argumen-


to de este ensayo. También agradezco los participantes en el seminario de investigación
del Center for U.S.-Mexican Studies de la Universidad de California, San Diego, y de los
seminarios sobre América Latina en las Universidades, Stanford, Yale y Harvard y la
Universidad de California, Berkeley, por la oportunidad de presentar este estudio en dis-
tintas etapas y por sus comentarios. Además, estoy endeudado con Barbara Corbett,
Wayne Cornelius, Ann Craig, Jonathan Fox, Gil Joseph, David Myhre, Mary Roldán, Les-
lie Salzinger y Lynn Stephen por sus comentarios iluminadores sobre este proyecto y dis-
cusiones sobre México en general. Finalmente, doy gracias a los dictaminadores anónimos
de LARR por sus observaciones. Esta traducción proviene del original “Decentering the
Regime: Cultural and Regional Politics in Mexico” publicado en Latin American Research
Review, vol. 31, núm. 3, 1996, 85-126. Agradezco a Paul C. Kersey (Jacona, México) la tra-
ducción al español de este artículo.

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omo uno de los regímenes del mundo moderno que poder del centro en maneras más o menos similares. Estos “arreglos” in-
más se destaca por su longevidad, México representa cluyeron la presencia de las agencias del Estado, de autoridades y de or-
C un intrigante estudio de caso sobre la naturaleza y el
núcleo del poder.1 Desde los setenta, los análisis de la
ganizaciones, aunque no se limitaron a ello.
Empero, dado que los conjuntos de fenómenos entretejidos y la for-
política del México posrevolucionario han asumido ma de su unión variaron de un lugar a otro, las regiones vivieron distin-
que el continuo dominio se debe a un poder centralizado y bastante ho- tos procesos de desarrollo y cambio en las décadas subsecuentes. Simi-
mogéneo que se irradia por mecanismos corporativistas. El proceso de larmente, diferentes esferas de la vida social y cultural siguieron sus
transmisión reproduce la dinámica del centro mediante una combina- propias dinámicas, afectadas por procesos de índole geográfica. Aun-
ción hábil de administración y eficaz coerción. Ahora, los investigadores que en México se ve un Estado aparentemente fuerte y eficiente, sería
enfatizan el decaimiento del corporativismo y la complejidad de los ma- erróneo entender su política como la descomposición y reestructuración
tices de la política mexicana contemporánea, aunque siguen codifican- de formas de organización nacionales. Más bien, debemos ver al Estado
do el pasado con los términos de análisis de los setenta y observando el y al régimen mexicanos como partes de un centro complejo y cambiante
presente a través de ese lente. Aunque los científicos sociales de enton- que no sólo coexiste con múltiples arreglos regionales y culturales sur-
ces tuvieron razón en caracterizar al régimen mexicano posrevoluciona- gidos desde los treinta, sino que está arraigado en –y constituido por–
rio como autoritario y hegemónico, malentendieron la naturaleza de la ellos.3
hegemonía. Al elaborar una interpretación de la política enfocada en el En la literatura reciente, esta versión “corporativista” del pasado
Estado y el centro,2 esos analistas, como los actuales, malinterpretan la mexicano es comúnmente aceptada como la base del análisis político.
naturaleza del poder y del dominio en México y las razones de la per- Por ejemplo, en la introducción a Popular Movements and Political Change
manencia del régimen mexicano. in Mexico, una importante compilación de artículos escritos por especia-
En este artículo, aplico a la política mexicana una definición de he- listas que analizan varios casos de movilizaciones locales en México en
gemonía distinta. A diferencia del análisis basado en el Estado, argu- los ochenta, Foweraker comenta “la construcción del Estado corpora-
mento que la presencia del Estado ha sido desigual e incompleta y que tivista” en el México posrevolucionario y la reciente “crisis de formas
su hegemonía es construida –e impugnada– más bien en el ámbito re- locales de representación corporativista” (1990, 14-16). Diane Davis exa-
gional y en forma cultural. Mostraré que la hegemonía cambia de forma mina los dramáticos cambios de la administración salinista, como pro-
de un lugar a otro, que las maneras en que se modifica o se deshace tam- mover el libre comercio y la alianza con los Estados Unidos, en el marco
bién varían, y que las prácticas de etnicidad, lenguaje, género, religión de una historia de “corporativismo clasista” y de un “gobierno corpora-
e identidad cívica juegan un papel central en su dinámica. Desde esta tivista unipartidista” (1992, 657). En su ensayo sobre un “presente” frag-
perspectiva, lo que se ha entendido como el triunfo de la construcción mentado en “regiones, zonas, localidades, grupos, clases, etnicidades,
del Estado durante la presidencia de Lázaro Cárdenas en los treinta, fue lenguas y organizaciones”, Azíz Nassif (1989, 92) se refiere a “la identi-
más bien una aglomeración de arreglos regionales, logrados por una dad compartida que alguna vez existió entre las masas corporativizadas
mezcla de negociación, coerción y alianzas, que juntos fortalecieron el y el Estado” y a “una cultura política dominada por el PRI, regida por un
frente partidista ‘unánime’”.
1
El régimen actual ha existido desde alrededor de 1929, mucho más tiempo que la
3
gran mayoría de los regímenes del Tercer Mundo y de Europa. Por el “centro”, me refiero simultáneamente a un lugar (la ciudad de México), a un
2
Agradezco a Terry Karl esta caracterización del análisis de México que enfatiza el aparato institucional de poder que toma decisiones y a un conjunto de discursos cultu-
autoritarismo. rales “nacionales”.

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omo uno de los regímenes del mundo moderno que poder del centro en maneras más o menos similares. Estos “arreglos” in-
más se destaca por su longevidad, México representa cluyeron la presencia de las agencias del Estado, de autoridades y de or-
C un intrigante estudio de caso sobre la naturaleza y el
núcleo del poder.1 Desde los setenta, los análisis de la
ganizaciones, aunque no se limitaron a ello.
Empero, dado que los conjuntos de fenómenos entretejidos y la for-
política del México posrevolucionario han asumido ma de su unión variaron de un lugar a otro, las regiones vivieron distin-
que el continuo dominio se debe a un poder centralizado y bastante ho- tos procesos de desarrollo y cambio en las décadas subsecuentes. Simi-
mogéneo que se irradia por mecanismos corporativistas. El proceso de larmente, diferentes esferas de la vida social y cultural siguieron sus
transmisión reproduce la dinámica del centro mediante una combina- propias dinámicas, afectadas por procesos de índole geográfica. Aun-
ción hábil de administración y eficaz coerción. Ahora, los investigadores que en México se ve un Estado aparentemente fuerte y eficiente, sería
enfatizan el decaimiento del corporativismo y la complejidad de los ma- erróneo entender su política como la descomposición y reestructuración
tices de la política mexicana contemporánea, aunque siguen codifican- de formas de organización nacionales. Más bien, debemos ver al Estado
do el pasado con los términos de análisis de los setenta y observando el y al régimen mexicanos como partes de un centro complejo y cambiante
presente a través de ese lente. Aunque los científicos sociales de enton- que no sólo coexiste con múltiples arreglos regionales y culturales sur-
ces tuvieron razón en caracterizar al régimen mexicano posrevoluciona- gidos desde los treinta, sino que está arraigado en –y constituido por–
rio como autoritario y hegemónico, malentendieron la naturaleza de la ellos.3
hegemonía. Al elaborar una interpretación de la política enfocada en el En la literatura reciente, esta versión “corporativista” del pasado
Estado y el centro,2 esos analistas, como los actuales, malinterpretan la mexicano es comúnmente aceptada como la base del análisis político.
naturaleza del poder y del dominio en México y las razones de la per- Por ejemplo, en la introducción a Popular Movements and Political Change
manencia del régimen mexicano. in Mexico, una importante compilación de artículos escritos por especia-
En este artículo, aplico a la política mexicana una definición de he- listas que analizan varios casos de movilizaciones locales en México en
gemonía distinta. A diferencia del análisis basado en el Estado, argu- los ochenta, Foweraker comenta “la construcción del Estado corpora-
mento que la presencia del Estado ha sido desigual e incompleta y que tivista” en el México posrevolucionario y la reciente “crisis de formas
su hegemonía es construida –e impugnada– más bien en el ámbito re- locales de representación corporativista” (1990, 14-16). Diane Davis exa-
gional y en forma cultural. Mostraré que la hegemonía cambia de forma mina los dramáticos cambios de la administración salinista, como pro-
de un lugar a otro, que las maneras en que se modifica o se deshace tam- mover el libre comercio y la alianza con los Estados Unidos, en el marco
bién varían, y que las prácticas de etnicidad, lenguaje, género, religión de una historia de “corporativismo clasista” y de un “gobierno corpora-
e identidad cívica juegan un papel central en su dinámica. Desde esta tivista unipartidista” (1992, 657). En su ensayo sobre un “presente” frag-
perspectiva, lo que se ha entendido como el triunfo de la construcción mentado en “regiones, zonas, localidades, grupos, clases, etnicidades,
del Estado durante la presidencia de Lázaro Cárdenas en los treinta, fue lenguas y organizaciones”, Azíz Nassif (1989, 92) se refiere a “la identi-
más bien una aglomeración de arreglos regionales, logrados por una dad compartida que alguna vez existió entre las masas corporativizadas
mezcla de negociación, coerción y alianzas, que juntos fortalecieron el y el Estado” y a “una cultura política dominada por el PRI, regida por un
frente partidista ‘unánime’”.
1
El régimen actual ha existido desde alrededor de 1929, mucho más tiempo que la
3
gran mayoría de los regímenes del Tercer Mundo y de Europa. Por el “centro”, me refiero simultáneamente a un lugar (la ciudad de México), a un
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Agradezco a Terry Karl esta caracterización del análisis de México que enfatiza el aparato institucional de poder que toma decisiones y a un conjunto de discursos cultu-
autoritarismo. rales “nacionales”.

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Estos análisis reconocen la complejidad del presente mexicano y la tores han contribuido al entendimiento de la política mexicana al identi-
cambiante naturaleza de interacciones recientes entre movimientos po- ficar puntos de innovación claves en las relaciones intraestatales y Esta-
pulares y el Estado, pero sugieren que la inclusión de gran parte de la do-sociedad. Empero, describen batallas desarrolladas en el terreno de
población en organizaciones masivas patrocinadas por el gobierno fue un corporativismo debilitado (Fox 1994, 158-60; Davis 1989, 270; Fowe-
lo que definió la política posrevolucionaria entre los treinta y setenta. raker 1993, 162-163, 168), subrayan la noción de un sistema único que
Aunque los análisis que enfatizan el papel del centro/Estado reconocen prevaleció varias décadas antes de osificarse, y ubican sus análisis mati-
el papel clave que jugaron la negociación y el intercambio en el proceso zados de la interacción Estado-sociedad en un conjunto de estrechas ca-
de dominación, sostienen que las negociaciones fueron circunscritas por tegorías políticas que enfatizan las organizaciones, los actores, los proce-
el Estado y que el sistema continuó casi sin cambios por unas tres déca- sos políticos formales y los intereses relativamente objetivos del Estado
das (Collier y Collier 1991, 574). Con este marco del Estado hegemónico y de la sociedad.5
capaz de formular y aplicar políticas desde el centro y de reprimir a la Así, los análisis del cambio de regímenes en América Latina han en-
oposición o de sacarle la vuelta, explicaron el aparente éxito de Salinas tendido al poder como algo que se acumula y se negocia en el centro
en realizar reformas económicas neoliberales y un programa de asisten- entre actores explícitamente políticos. Estos análisis, fincados en la teo-
cia entre 1988 y 1994 (Centeno 1994). Ahora (desde la crisis económica ría del Estado y la economía política, sostienen que la estabilidad (es de-
de diciembre de 1994), el poder del Estado parece más limitado, aunque cir, la resistencia del régimen) surge de patrones rutinarios de control
un enfoque similar en la capacidad del Estado de recrear el control cen- central ejercidos sobre ciertas fuerzas de la sociedad. Antes de las re-
tral mientras el corporativismo se desmorona está siendo usado para cientes transiciones hacia la democracia en América Latina, se conside-
analizar los problemas que el presidente Zedillo está enfrentando.4 raba que este proceso era “autoritario” y “corporativista” (Collier 1979;
Podemos discernir dos vertientes en el análisis político de las recien- Malloy, ed., 1977; O’Donnell 1977; Schmitter 1974; Stepan 1978). El en-
tes administraciones mexicanas: uno enfatiza la continuidad del Estado foque en el centro y en conflictos y negociaciones estrechamente políti-
“todopoderoso”, aunque sin el viejo corporativismo; el otro describe cos ha persistido en escritos sobre transiciones democráticas (Karl 1990;
complejas dinámicas entre sociedad y Estado en que participan diver- O’Donnell y Schmitter 1986; Schmitter y Karl 1993). Aunque han eluci-
sos actores colocados en una arena entre el corporativismo debilitado y dado los matices de las negociaciones entre elites y reconocido ciertas
un emergente pluralismo. Centeno dice que los logros del salinismo se limitaciones de las democracias existentes, también han tendido a eva-
debieron a una “bien calibrada máquina autoritaria” (1994, 33) que per- luar a la democracia sólo en términos de procesos políticos nacionales y
mitió a Salinas “desmantelar la estructura corporativista del partido”, actores políticos.
sin perder el firme control central, que en su capacidad se parecía al an- Contra esta definición de poder, teóricos como Williams (1977) y
terior Estado hegemónico (1994, 17). En contraste con esta postura, Fox Foucault (1990) sostienen que la continua dominación resulta de impug-
(1994a), Foweraker (1993) y Davis (1989) señalan los puntos débiles del
poder del Estado en México en los años recientes y los márgenes para
5
maniobras que grupos de la sociedad civil ahora aprovechan. Estos au- Por “organizaciones y actores políticos formales” me refiero a los que son explícita-
mente parte de los cuerpos públicos de administración y coerción, incluidos los oficiales
de todo tipo y los cuerpos gubernamentales nacional, estatal y local en que trabajan; los
4
Por ejemplo, Cornelius preguntó: “¿Si las arraigadas estructuras corporativistas y que compiten en elecciones y otros procesos en que se designan los puestohabientes,
redes patrón-cliente del régimen mexicano son herramientas inadecuadas para aplicar tales como los políticos, los partidos y los jefes políticos; y otros como los sindicatos, las
tales [nuevas] políticas [sociales] y en efecto obstaculizan su aplicación en muchas partes asociaciones comerciales, los medios y movimientos locales en la medida en que preten-
del país, entonces qué es lo que las puede reemplazar?” (1995, 139). den influir explícitamente en las políticas públicas y la competencia por puestos.

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Estos análisis reconocen la complejidad del presente mexicano y la tores han contribuido al entendimiento de la política mexicana al identi-
cambiante naturaleza de interacciones recientes entre movimientos po- ficar puntos de innovación claves en las relaciones intraestatales y Esta-
pulares y el Estado, pero sugieren que la inclusión de gran parte de la do-sociedad. Empero, describen batallas desarrolladas en el terreno de
población en organizaciones masivas patrocinadas por el gobierno fue un corporativismo debilitado (Fox 1994, 158-60; Davis 1989, 270; Fowe-
lo que definió la política posrevolucionaria entre los treinta y setenta. raker 1993, 162-163, 168), subrayan la noción de un sistema único que
Aunque los análisis que enfatizan el papel del centro/Estado reconocen prevaleció varias décadas antes de osificarse, y ubican sus análisis mati-
el papel clave que jugaron la negociación y el intercambio en el proceso zados de la interacción Estado-sociedad en un conjunto de estrechas ca-
de dominación, sostienen que las negociaciones fueron circunscritas por tegorías políticas que enfatizan las organizaciones, los actores, los proce-
el Estado y que el sistema continuó casi sin cambios por unas tres déca- sos políticos formales y los intereses relativamente objetivos del Estado
das (Collier y Collier 1991, 574). Con este marco del Estado hegemónico y de la sociedad.5
capaz de formular y aplicar políticas desde el centro y de reprimir a la Así, los análisis del cambio de regímenes en América Latina han en-
oposición o de sacarle la vuelta, explicaron el aparente éxito de Salinas tendido al poder como algo que se acumula y se negocia en el centro
en realizar reformas económicas neoliberales y un programa de asisten- entre actores explícitamente políticos. Estos análisis, fincados en la teo-
cia entre 1988 y 1994 (Centeno 1994). Ahora (desde la crisis económica ría del Estado y la economía política, sostienen que la estabilidad (es de-
de diciembre de 1994), el poder del Estado parece más limitado, aunque cir, la resistencia del régimen) surge de patrones rutinarios de control
un enfoque similar en la capacidad del Estado de recrear el control cen- central ejercidos sobre ciertas fuerzas de la sociedad. Antes de las re-
tral mientras el corporativismo se desmorona está siendo usado para cientes transiciones hacia la democracia en América Latina, se conside-
analizar los problemas que el presidente Zedillo está enfrentando.4 raba que este proceso era “autoritario” y “corporativista” (Collier 1979;
Podemos discernir dos vertientes en el análisis político de las recien- Malloy, ed., 1977; O’Donnell 1977; Schmitter 1974; Stepan 1978). El en-
tes administraciones mexicanas: uno enfatiza la continuidad del Estado foque en el centro y en conflictos y negociaciones estrechamente políti-
“todopoderoso”, aunque sin el viejo corporativismo; el otro describe cos ha persistido en escritos sobre transiciones democráticas (Karl 1990;
complejas dinámicas entre sociedad y Estado en que participan diver- O’Donnell y Schmitter 1986; Schmitter y Karl 1993). Aunque han eluci-
sos actores colocados en una arena entre el corporativismo debilitado y dado los matices de las negociaciones entre elites y reconocido ciertas
un emergente pluralismo. Centeno dice que los logros del salinismo se limitaciones de las democracias existentes, también han tendido a eva-
debieron a una “bien calibrada máquina autoritaria” (1994, 33) que per- luar a la democracia sólo en términos de procesos políticos nacionales y
mitió a Salinas “desmantelar la estructura corporativista del partido”, actores políticos.
sin perder el firme control central, que en su capacidad se parecía al an- Contra esta definición de poder, teóricos como Williams (1977) y
terior Estado hegemónico (1994, 17). En contraste con esta postura, Fox Foucault (1990) sostienen que la continua dominación resulta de impug-
(1994a), Foweraker (1993) y Davis (1989) señalan los puntos débiles del
poder del Estado en México en los años recientes y los márgenes para
5
maniobras que grupos de la sociedad civil ahora aprovechan. Estos au- Por “organizaciones y actores políticos formales” me refiero a los que son explícita-
mente parte de los cuerpos públicos de administración y coerción, incluidos los oficiales
de todo tipo y los cuerpos gubernamentales nacional, estatal y local en que trabajan; los
4
Por ejemplo, Cornelius preguntó: “¿Si las arraigadas estructuras corporativistas y que compiten en elecciones y otros procesos en que se designan los puestohabientes,
redes patrón-cliente del régimen mexicano son herramientas inadecuadas para aplicar tales como los políticos, los partidos y los jefes políticos; y otros como los sindicatos, las
tales [nuevas] políticas [sociales] y en efecto obstaculizan su aplicación en muchas partes asociaciones comerciales, los medios y movimientos locales en la medida en que preten-
del país, entonces qué es lo que las puede reemplazar?” (1995, 139). den influir explícitamente en las políticas públicas y la competencia por puestos.

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naciones y cambios en varias arenas, incluidos sitios lejos del centro y 93) de lo que ocurre aparte, es decir, en múltiples sitios locales de resis-
de la política formal. Williams dice que la hegemonía “debe verse como tencia, como los lugares de trabajo, las familias, las organizaciones y las
algo más que la simple transmisión de un dominio (incambiante)” instituciones (1990, 94). Así, los aparatos del Estado son “descentrados”:
(1997, 113) que, más bien, “debe ser renovado, recreado, defendido y entidades “por las cuales pasa la densa red” de relaciones de poder
modificado constantemente, a la vez que es resistido, circunscrito, alte- “aunque no está precisamente localizada en ellas” (1990, 96).
rado y desafiado continuamente por presiones no necesariamente pro- A fin de mostrar la relevancia de este acercamiento al poder para
pias” (1997, 112). Así, lo que parece ser un dominio continuo e incam- México, este ensayo incluye dos partes. Primero, reseño los análisis
biante –como los Estados caracterizados por desigualdad y coerción en científicos de la política mexicana escritos desde los sesenta, para mos-
América Latina– no es la obra de un centro que lo controla todo ni de trar el origen y la trayectoria de los análisis que privilegian al Estado,
estructuras específicas de negociación y dominio políticos, sino de va- así como sus avances y contribuciones y los momentos en que pudieran
rios sitios y formas cambiantes de dominación y resistencia. Según Fou- haber seguido la dirección que yo propongo. Segundo, examino inter-
cault, “En la medida en que es permanente, repetitivo, inerte y autorre- pretaciones alternativas del siglo XIX y del periodo cardenista, para lue-
productor, ‘el poder’ es sólo un efecto global que surge de todas las go ofrecer un análisis de las ciudades de Juchitán y Naranja y de los
movilidades” (1990, 93). estados de Puebla, Guerrero, San Luis Potosí, Nayarit y Sonora, que
Ahora, académicos en México, especialmente historiadores y antro- abarca el periodo después de 1930.6 Con estas discusiones, pretendo
pólogos, empiezan a repensar la política desde esta perspectiva. Los mostrar que los estudios regionales proveen evidencia empírica que
contribuidores al libro de Joseph y Nugent, Everyday Forms of State desafía la versión del régimen corporativista fincado en el Estado, y su-
Formation (1994), analizan la Revolución mexicana y los acomodos y giere una reconfiguración del análisis del régimen que incorpora estos
conflictos políticos que desencadenó en las regiones y la cultura, con la nuevos datos.7 Sugiero que debemos rechazar el análisis científico hege-
tesis de que la naturaleza y función del Estado se establecen, sostienen mónico y propongo cómo hacerlo mediante términos que tomo de este
y resisten en diversos sitios. Dándole al concepto de poder de Foucault mismo marco conceptual, pero para evaluar dicho análisis.
una forma específica, han mostrado cómo, desde los treinta, la forma- Más allá del ámbito nacional y el marco de la economía política, sur-
ción del Estado implicó formas de resistencia y acomodo localizados y gen matices convincentes que impugnan las nociones del análisis nacio-
cambiantes, tocante a la reforma agraria, la legislación laboral y la afilia-
ción partidista, y cuestiones como las prácticas religiosas (Becker 1994)
6
y la identidad indígena (Rus 1994). Similarmente, Lomnitz-Adler “espe- Al elegir estos estados y ciudades, he incluido lugares que muestran un amplio ran-
go de rasgos geográficos, étnicos y económicos. Así, mi argumento no descansa en casos
cifica y contextualiza la noción de hegemonía” (1991, 196) mediante un
“excepcionales”.
examen del entrelazamiento geográficamente específico de la economía, 7
Estoy de acuerdo con Van Young, quien reconoce la utilidad del concepto de región,
la política y la cultura del Morelos colonial y del cacicazgo de Gonzalo la dificultad de definirlo, y su decisión de dejar la definición abierta (1992). En general,
Santos en San Luis Potosí en el siglo XX (1992). ha enfatizado la naturaleza cultural, histórica y contingente de las regiones de manera
Al subrayar la construcción culturalmente diferenciada de la políti- que “el arraigo social y la dimensión de tiempo […] definen las regiones” (1992, 7). Las
ca de regímenes en varios lugares de México, Joseph Nugent et al. y regiones “deben ser vistas menos como entidades enrarecidas con límites discernibles
[…] que como espacios procesuales cuya arquitectura interna y dirección están sujetas a
Lomnitz-Adler, elucidan la idea de Foucault de que el poder no se en-
una constante negociación por los actores adentro y afuera” (1992, 27). Además, según
cuentra en “un grupo de instituciones y mecanismos que aseguran la Van Young al parafrasear a Lomnitz-Adler, “las culturas regionales [son] constelaciones
subordinación de los ciudadanos de un cierto Estado” (1990, 92). Más internamente diferenciadas de comunicación y significado que ocupan espacios regiona-
bien, el aparato del Estado es la “la cristalización institucional” (1990, les previamente constituidos por las economías políticas” (1992, 17).

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naciones y cambios en varias arenas, incluidos sitios lejos del centro y 93) de lo que ocurre aparte, es decir, en múltiples sitios locales de resis-
de la política formal. Williams dice que la hegemonía “debe verse como tencia, como los lugares de trabajo, las familias, las organizaciones y las
algo más que la simple transmisión de un dominio (incambiante)” instituciones (1990, 94). Así, los aparatos del Estado son “descentrados”:
(1997, 113) que, más bien, “debe ser renovado, recreado, defendido y entidades “por las cuales pasa la densa red” de relaciones de poder
modificado constantemente, a la vez que es resistido, circunscrito, alte- “aunque no está precisamente localizada en ellas” (1990, 96).
rado y desafiado continuamente por presiones no necesariamente pro- A fin de mostrar la relevancia de este acercamiento al poder para
pias” (1997, 112). Así, lo que parece ser un dominio continuo e incam- México, este ensayo incluye dos partes. Primero, reseño los análisis
biante –como los Estados caracterizados por desigualdad y coerción en científicos de la política mexicana escritos desde los sesenta, para mos-
América Latina– no es la obra de un centro que lo controla todo ni de trar el origen y la trayectoria de los análisis que privilegian al Estado,
estructuras específicas de negociación y dominio políticos, sino de va- así como sus avances y contribuciones y los momentos en que pudieran
rios sitios y formas cambiantes de dominación y resistencia. Según Fou- haber seguido la dirección que yo propongo. Segundo, examino inter-
cault, “En la medida en que es permanente, repetitivo, inerte y autorre- pretaciones alternativas del siglo XIX y del periodo cardenista, para lue-
productor, ‘el poder’ es sólo un efecto global que surge de todas las go ofrecer un análisis de las ciudades de Juchitán y Naranja y de los
movilidades” (1990, 93). estados de Puebla, Guerrero, San Luis Potosí, Nayarit y Sonora, que
Ahora, académicos en México, especialmente historiadores y antro- abarca el periodo después de 1930.6 Con estas discusiones, pretendo
pólogos, empiezan a repensar la política desde esta perspectiva. Los mostrar que los estudios regionales proveen evidencia empírica que
contribuidores al libro de Joseph y Nugent, Everyday Forms of State desafía la versión del régimen corporativista fincado en el Estado, y su-
Formation (1994), analizan la Revolución mexicana y los acomodos y giere una reconfiguración del análisis del régimen que incorpora estos
conflictos políticos que desencadenó en las regiones y la cultura, con la nuevos datos.7 Sugiero que debemos rechazar el análisis científico hege-
tesis de que la naturaleza y función del Estado se establecen, sostienen mónico y propongo cómo hacerlo mediante términos que tomo de este
y resisten en diversos sitios. Dándole al concepto de poder de Foucault mismo marco conceptual, pero para evaluar dicho análisis.
una forma específica, han mostrado cómo, desde los treinta, la forma- Más allá del ámbito nacional y el marco de la economía política, sur-
ción del Estado implicó formas de resistencia y acomodo localizados y gen matices convincentes que impugnan las nociones del análisis nacio-
cambiantes, tocante a la reforma agraria, la legislación laboral y la afilia-
ción partidista, y cuestiones como las prácticas religiosas (Becker 1994)
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y la identidad indígena (Rus 1994). Similarmente, Lomnitz-Adler “espe- Al elegir estos estados y ciudades, he incluido lugares que muestran un amplio ran-
go de rasgos geográficos, étnicos y económicos. Así, mi argumento no descansa en casos
cifica y contextualiza la noción de hegemonía” (1991, 196) mediante un
“excepcionales”.
examen del entrelazamiento geográficamente específico de la economía, 7
Estoy de acuerdo con Van Young, quien reconoce la utilidad del concepto de región,
la política y la cultura del Morelos colonial y del cacicazgo de Gonzalo la dificultad de definirlo, y su decisión de dejar la definición abierta (1992). En general,
Santos en San Luis Potosí en el siglo XX (1992). ha enfatizado la naturaleza cultural, histórica y contingente de las regiones de manera
Al subrayar la construcción culturalmente diferenciada de la políti- que “el arraigo social y la dimensión de tiempo […] definen las regiones” (1992, 7). Las
ca de regímenes en varios lugares de México, Joseph Nugent et al. y regiones “deben ser vistas menos como entidades enrarecidas con límites discernibles
[…] que como espacios procesuales cuya arquitectura interna y dirección están sujetas a
Lomnitz-Adler, elucidan la idea de Foucault de que el poder no se en-
una constante negociación por los actores adentro y afuera” (1992, 27). Además, según
cuentra en “un grupo de instituciones y mecanismos que aseguran la Van Young al parafrasear a Lomnitz-Adler, “las culturas regionales [son] constelaciones
subordinación de los ciudadanos de un cierto Estado” (1990, 92). Más internamente diferenciadas de comunicación y significado que ocupan espacios regiona-
bien, el aparato del Estado es la “la cristalización institucional” (1990, les previamente constituidos por las economías políticas” (1992, 17).

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nal y del entendimiento circunscrito de la política. Sostengo que las pers- cionalismo y la autoridad central. Además, el análisis señalado puede
pectivas de los análisis regionales sugieren que debemos ampliar los mostrar cómo son construidos y deconstruidos los patrones de dominio
conceptos de región y política para “descentrar” el régimen y dar a la resistentes (que recientes procesos de democratización han relevado son
cultura y a las prácticas cotidianas un lugar central al hablar del poder. sólo indirectamente relacionados con el cambio de régimen) en América
Por “descentrar” me refiero a un concepto de la política nacional que es Latina
parcial y complejo y que coexiste con la política en el nivel regional y lo-
cal, pero que es distinta a ellas; es decir, a uno de varios tipos de políti-
ca, ubicados en distintos lugares. Para explicar esto, mostraré cómo las TEORÍAS DE LA POLÍTICA MEXICANA
prácticas culturales de religión, etnicidad, ideología política y género
han jugado papeles claves en la conformación de la política regional y Entre los sesenta y ochenta, los analistas de la política mexicana preten-
nacional. dieron elaborar un modelo de su longevo sistema unipartidista. Carac-
Aunque el argumento tiene dos etapas, porque quiero discutir y re- terizaron a este sistema como pluralista y representativo y, luego, como
tar el análisis basado en el Estado, mi objetivo es superar estas distincio- autoritario y corporativista. Los que enfatizaron el pluralismo argumen-
nes. Mediante esta novedosa presentación de los eventos y procesos de taron que a pesar de la falta de elecciones libres, diversos intereses en el
la política mexicana, muestro que la política está arraigada en significa- país encontraron representación en el partido único y sus sectores y fue-
dos y prácticas culturales, y que aquello que los estudiosos suelen eti- ron reflejados en los programas del gobierno. Así, el sistema resultaba
quetar como “nacional” ocurre en –y a través de– lo que aquí llamamos “representativo”. El análisis que resalta el aspecto autoritario del régi-
“regional”. Aquí, “cultura” no es exclusivamente ni nacional ni local, men enfatizó cómo las autoridades constantemente coaccionaban, con-
sino se refiere a creencias y prácticas interrelacionadas, presentes en la trolaban y reprimían las presiones políticas de los campesinos y obreros,
elaboración de las políticas del centro (por ejemplo, cuando adopta la li- al tiempo que promovían medidas económicas favorables a una peque-
beralización económica o abre negociaciones con grupos de indígenas ña elite. Como una variante del autoritarismo, el corporativismo permi-
armados en Chiapas), en los discursos en el ámbito municipal sobre tía elucidar la relación entre la fundación de un sistema de organizacio-
decencia y ciudadanía (que moldean la competencia en las elecciones nes de campesinos y obreros patrocinado por el Estado y la capacidad
locales), y en la elaboración de rituales indígenas (que afectan el enten- del régimen de gobernar con relativamente poca violencia, además de
dimiento de la vida cotidiana y la interpretación de la política nacional). explicar el funcionamiento del autoritarismo no-militar.8
Mi análisis de la política mexicana lleva a concebir las relaciones en- Estos distintos acercamientos compartían una perspectiva que privi-
tre régimen, región, cultura y vida cotidiana en un marco que mantiene legió el análisis del régimen y produjo generalizaciones que se pre-
a la vista todos estos sitios y formas. Además, muestra que un nuevo en-
tendimiento de política y poder debe fincarse en la continua impug-
nación y equilibrio de estos sitios y formas. Tal acercamiento –que impi- 8
Aplicado a América Latina, según la distinción de Philippe Schmitter, el término
de la parsimoniosa construcción de modelos que suele caracterizar a las “corporativismo” implica el corporativismo del Estado, a diferencia del corporativismo
ciencias políticas– es relevante más allá de México y es particularmente de la sociedad. En el corporativismo del Estado, “’corporaciones’ representativas singu-
lares, no-competitivas y ordenadas jerárquicamente […] fueron creadas y conservadas
efectivo para el análisis político en una época en que los regímenes pare-
como órganos auxiliares y dependientes del estado […]” (1974, 102). Los teóricos del cor-
cen perder coherencia –por ejemplo, la antigua Yugoslavia, la ex-Unión porativismo citados aquí distinguen entre su uso del término como una forma de arre-
Soviética, Rwanda, Chiapas, India– ante conflictos étnicos y culturales glo institucional y el significado cultural que otros le han atribuido (especialmente Wiar-
con profundas raíces locales y complejas relaciones históricas con el na- da 1974).

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nal y del entendimiento circunscrito de la política. Sostengo que las pers- cionalismo y la autoridad central. Además, el análisis señalado puede
pectivas de los análisis regionales sugieren que debemos ampliar los mostrar cómo son construidos y deconstruidos los patrones de dominio
conceptos de región y política para “descentrar” el régimen y dar a la resistentes (que recientes procesos de democratización han relevado son
cultura y a las prácticas cotidianas un lugar central al hablar del poder. sólo indirectamente relacionados con el cambio de régimen) en América
Por “descentrar” me refiero a un concepto de la política nacional que es Latina
parcial y complejo y que coexiste con la política en el nivel regional y lo-
cal, pero que es distinta a ellas; es decir, a uno de varios tipos de políti-
ca, ubicados en distintos lugares. Para explicar esto, mostraré cómo las TEORÍAS DE LA POLÍTICA MEXICANA
prácticas culturales de religión, etnicidad, ideología política y género
han jugado papeles claves en la conformación de la política regional y Entre los sesenta y ochenta, los analistas de la política mexicana preten-
nacional. dieron elaborar un modelo de su longevo sistema unipartidista. Carac-
Aunque el argumento tiene dos etapas, porque quiero discutir y re- terizaron a este sistema como pluralista y representativo y, luego, como
tar el análisis basado en el Estado, mi objetivo es superar estas distincio- autoritario y corporativista. Los que enfatizaron el pluralismo argumen-
nes. Mediante esta novedosa presentación de los eventos y procesos de taron que a pesar de la falta de elecciones libres, diversos intereses en el
la política mexicana, muestro que la política está arraigada en significa- país encontraron representación en el partido único y sus sectores y fue-
dos y prácticas culturales, y que aquello que los estudiosos suelen eti- ron reflejados en los programas del gobierno. Así, el sistema resultaba
quetar como “nacional” ocurre en –y a través de– lo que aquí llamamos “representativo”. El análisis que resalta el aspecto autoritario del régi-
“regional”. Aquí, “cultura” no es exclusivamente ni nacional ni local, men enfatizó cómo las autoridades constantemente coaccionaban, con-
sino se refiere a creencias y prácticas interrelacionadas, presentes en la trolaban y reprimían las presiones políticas de los campesinos y obreros,
elaboración de las políticas del centro (por ejemplo, cuando adopta la li- al tiempo que promovían medidas económicas favorables a una peque-
beralización económica o abre negociaciones con grupos de indígenas ña elite. Como una variante del autoritarismo, el corporativismo permi-
armados en Chiapas), en los discursos en el ámbito municipal sobre tía elucidar la relación entre la fundación de un sistema de organizacio-
decencia y ciudadanía (que moldean la competencia en las elecciones nes de campesinos y obreros patrocinado por el Estado y la capacidad
locales), y en la elaboración de rituales indígenas (que afectan el enten- del régimen de gobernar con relativamente poca violencia, además de
dimiento de la vida cotidiana y la interpretación de la política nacional). explicar el funcionamiento del autoritarismo no-militar.8
Mi análisis de la política mexicana lleva a concebir las relaciones en- Estos distintos acercamientos compartían una perspectiva que privi-
tre régimen, región, cultura y vida cotidiana en un marco que mantiene legió el análisis del régimen y produjo generalizaciones que se pre-
a la vista todos estos sitios y formas. Además, muestra que un nuevo en-
tendimiento de política y poder debe fincarse en la continua impug-
nación y equilibrio de estos sitios y formas. Tal acercamiento –que impi- 8
Aplicado a América Latina, según la distinción de Philippe Schmitter, el término
de la parsimoniosa construcción de modelos que suele caracterizar a las “corporativismo” implica el corporativismo del Estado, a diferencia del corporativismo
ciencias políticas– es relevante más allá de México y es particularmente de la sociedad. En el corporativismo del Estado, “’corporaciones’ representativas singu-
lares, no-competitivas y ordenadas jerárquicamente […] fueron creadas y conservadas
efectivo para el análisis político en una época en que los regímenes pare-
como órganos auxiliares y dependientes del estado […]” (1974, 102). Los teóricos del cor-
cen perder coherencia –por ejemplo, la antigua Yugoslavia, la ex-Unión porativismo citados aquí distinguen entre su uso del término como una forma de arre-
Soviética, Rwanda, Chiapas, India– ante conflictos étnicos y culturales glo institucional y el significado cultural que otros le han atribuido (especialmente Wiar-
con profundas raíces locales y complejas relaciones históricas con el na- da 1974).

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tendían aplicar a la política del país durante varias décadas.9 Los analis- co, pero no vieron la permanente desigualdad que caracterizaba el pro-
tas de este campo querían entender cómo un régimen –concebido como ceso y los resultados de las negociaciones y los arreglos políticos.
una entidad discreta– controlaba lo que consideraban demandas relati- Una primera versión del análisis que resalta el autoritarismo es la del
vamente objetivas, expresadas por individuos y grupos que vivían cam- libro de Pablo González Casanova, La democracia en México (primera edi-
bios socioeconómicos. Al mover del pluralismo al autoritarismo, intro- ción 1965), que identificó y documentó un proceso de colonialismo in-
dujeron en el análisis político una necesaria perspectiva crítica, terno, entendido como la marginación cultural y explotación económi-
estimulada por estudios empíricos de marginación y exclusión. Al mis- ca de la mayor parte de la población. El retrato estadístico de la
mo tiempo, sin embargo, abandonaron aspectos útiles inherentes en la “mayoría” que el autor presenta, y la postulación de “autoritarismo”
perspectiva pluralista. Los teóricos del autoritarismo ignoraron ideas como un “tipo de régimen” de parte de Linz, inspiró en los setenta una
sobre la política “cotidiana”; es decir, arenas donde varias formas de im- literatura, cuyos preceptos básicos aún perduran. González Casanova
pugnación ocurrían sin resultados predeterminados. Además, los estu- anticipó propuestas posteriores como las de Ruth Berins Collier (1982),
dios de los setenta desecharon ideas sobre la cultura política. Aunque quien caracterizó a la población mexicana como “cercada” –controlada–
ciertas versiones del autoritarismo resaltaron el papel de un “pluralis- por el sistema, independientemente de si participara o no en las institu-
mo limitado” (Linz 1970) y otras identificaron un nivel significativo de ciones formales (1970, 120-21).
diversidad e intercambio (Anderson y Cockroft 1972; Collier y Collier En contraste, los primeros analistas norteamericanos en descubrir el
1991), todas vieron a la competencia en un contexto de control y conti- autoritarismo en México hablaron de un tipo de control de arriba “men-
nuidad centralizados. guado” (antes de surgir los casos paradigmáticos del “autoritarismo
Como otros autores “pluralistas”, Needler (1971) describió una po- brutal” en los setenta). El estudio de Linz del autoritarismo español (ci-
lítica mexicana “desordenada” (Cline 1963; Cumberland 1968; Padgett tado por casi todos los teóricos del autoritarismo latinoamericano),
1976). En su comparación del PRI con el Partido Demócrata de Estados identificó las limitadas formas de interacción política (más bien entre las
Unidos en la época del presidente Truman, Needler habla de una aglo- elites), y una población no movilizada que “obedece debido a una mez-
meración débilmente integrada de programas de asistencia, pequeñas cla de hábito e interés” (1970, 255, 270). De manera similar, el influyente
dictaduras, poderosos grupos de interés, intelectuales, profesionistas análisis del sistema nacional de Hansen (1971) y los estudios de Corne-
liberales e “ignorantes provinciales”, que se mantenía “unida” gracias a lius (1975) y Fagen y Tuohy (1972) de barrios y ciudades enfatizaron la
políticos profesionales mediante una mezcla de influencias, corrupción, manipulación, la apatía y la coerción como características básicas de
arbitrariedad y, ocasionalmente, brutalidad: “aunque […] a pesar de la política mexicana. Estos autores entendieron la cultura política como
todo, el partido nacional constituye una fuerza que promueve la demo- algo que cambia de “tradición” a “modernidad” a través de varias eta-
cracia y el progreso” (1971, 37). Según Needler, esta fuerza, “Representa pas, y que pertenece a la política formal y a las actitudes frente a la auto-
en general las preferencias políticas de la gran mayoría de los mexica- ridad. Para ellos, una cultura política caracterizada por la sumisión ante
nos” (1971, 21). Cline adujó que el PRI ganaba las elecciones porque la autoridad y escasas demandas permitió disminuir el uso de la coer-
“cumple” e “incluye en su programa cualquier asunto popular que ción, aunque existían las condiciones objetivas para el conflicto de clases.
[piensa] puede [quitar] votos a los partidos pequeños” (1963, 166-67). La ciudad de Jalapa descrita por Fajen y Tuohy tuvo poco alboroto
Los analistas “pluralistas” elogiaron el potencial de este sistema políti- político en los sesenta y las elecciones tuvieron una importancia más
bien simbólica. Al enfatizar el control ejercido por la elite y la quietud
9
Para una versión más histórica y menos homogénea del régimen mexicano, véase de las clases sociales, encontraron “Una agenda local enfocada sólo en
Whitehead (1981). las deficiencias económicas y de servicios con la exclusión casi total de

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tendían aplicar a la política del país durante varias décadas.9 Los analis- co, pero no vieron la permanente desigualdad que caracterizaba el pro-
tas de este campo querían entender cómo un régimen –concebido como ceso y los resultados de las negociaciones y los arreglos políticos.
una entidad discreta– controlaba lo que consideraban demandas relati- Una primera versión del análisis que resalta el autoritarismo es la del
vamente objetivas, expresadas por individuos y grupos que vivían cam- libro de Pablo González Casanova, La democracia en México (primera edi-
bios socioeconómicos. Al mover del pluralismo al autoritarismo, intro- ción 1965), que identificó y documentó un proceso de colonialismo in-
dujeron en el análisis político una necesaria perspectiva crítica, terno, entendido como la marginación cultural y explotación económi-
estimulada por estudios empíricos de marginación y exclusión. Al mis- ca de la mayor parte de la población. El retrato estadístico de la
mo tiempo, sin embargo, abandonaron aspectos útiles inherentes en la “mayoría” que el autor presenta, y la postulación de “autoritarismo”
perspectiva pluralista. Los teóricos del autoritarismo ignoraron ideas como un “tipo de régimen” de parte de Linz, inspiró en los setenta una
sobre la política “cotidiana”; es decir, arenas donde varias formas de im- literatura, cuyos preceptos básicos aún perduran. González Casanova
pugnación ocurrían sin resultados predeterminados. Además, los estu- anticipó propuestas posteriores como las de Ruth Berins Collier (1982),
dios de los setenta desecharon ideas sobre la cultura política. Aunque quien caracterizó a la población mexicana como “cercada” –controlada–
ciertas versiones del autoritarismo resaltaron el papel de un “pluralis- por el sistema, independientemente de si participara o no en las institu-
mo limitado” (Linz 1970) y otras identificaron un nivel significativo de ciones formales (1970, 120-21).
diversidad e intercambio (Anderson y Cockroft 1972; Collier y Collier En contraste, los primeros analistas norteamericanos en descubrir el
1991), todas vieron a la competencia en un contexto de control y conti- autoritarismo en México hablaron de un tipo de control de arriba “men-
nuidad centralizados. guado” (antes de surgir los casos paradigmáticos del “autoritarismo
Como otros autores “pluralistas”, Needler (1971) describió una po- brutal” en los setenta). El estudio de Linz del autoritarismo español (ci-
lítica mexicana “desordenada” (Cline 1963; Cumberland 1968; Padgett tado por casi todos los teóricos del autoritarismo latinoamericano),
1976). En su comparación del PRI con el Partido Demócrata de Estados identificó las limitadas formas de interacción política (más bien entre las
Unidos en la época del presidente Truman, Needler habla de una aglo- elites), y una población no movilizada que “obedece debido a una mez-
meración débilmente integrada de programas de asistencia, pequeñas cla de hábito e interés” (1970, 255, 270). De manera similar, el influyente
dictaduras, poderosos grupos de interés, intelectuales, profesionistas análisis del sistema nacional de Hansen (1971) y los estudios de Corne-
liberales e “ignorantes provinciales”, que se mantenía “unida” gracias a lius (1975) y Fagen y Tuohy (1972) de barrios y ciudades enfatizaron la
políticos profesionales mediante una mezcla de influencias, corrupción, manipulación, la apatía y la coerción como características básicas de
arbitrariedad y, ocasionalmente, brutalidad: “aunque […] a pesar de la política mexicana. Estos autores entendieron la cultura política como
todo, el partido nacional constituye una fuerza que promueve la demo- algo que cambia de “tradición” a “modernidad” a través de varias eta-
cracia y el progreso” (1971, 37). Según Needler, esta fuerza, “Representa pas, y que pertenece a la política formal y a las actitudes frente a la auto-
en general las preferencias políticas de la gran mayoría de los mexica- ridad. Para ellos, una cultura política caracterizada por la sumisión ante
nos” (1971, 21). Cline adujó que el PRI ganaba las elecciones porque la autoridad y escasas demandas permitió disminuir el uso de la coer-
“cumple” e “incluye en su programa cualquier asunto popular que ción, aunque existían las condiciones objetivas para el conflicto de clases.
[piensa] puede [quitar] votos a los partidos pequeños” (1963, 166-67). La ciudad de Jalapa descrita por Fajen y Tuohy tuvo poco alboroto
Los analistas “pluralistas” elogiaron el potencial de este sistema políti- político en los sesenta y las elecciones tuvieron una importancia más
bien simbólica. Al enfatizar el control ejercido por la elite y la quietud
9
Para una versión más histórica y menos homogénea del régimen mexicano, véase de las clases sociales, encontraron “Una agenda local enfocada sólo en
Whitehead (1981). las deficiencias económicas y de servicios con la exclusión casi total de

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problemas estructurales y políticos. Es la agenda de una población que pesinos y obreros que tienen razón en sentirse descontentos e inconfor-
vive en un ambiente político bien administrado” (1972, 24). mes” (Hellman 1983, 170). Estos teóricos se enfocaron en el gran alcance
En su estudio de un barrio pobre de la ciudad de México, Cornelius de las organizaciones masivas patrocinadas por el Estado y en su habi-
habla de demandas “moderadas” e identifica las “estrategias de super- lidad de controlar las demandas reales y potenciales de las clases bajas
vivencia”, que considera “realistas”. No elogió al régimen ni argumen- mediante la cooptación y la represión (especialmente desde los treinta
tó que representaba a los mexicanos, como los analistas de los sesenta, hasta 1968). Atribuyeron el origen de estas estructuras a las reformas de
sino se refirió a los costos “terriblemente altos” del caciquismo (1975, Cárdenas en los treinta, que formaron parte de su proyecto de la cons-
164) que vio como la “cara” local de las instituciones nacionales. En vis- trucción del Estado. Además, identificaron las relaciones entre las refor-
ta de las modestas exigencias que observó, calificó al régimen como mas universales y una creciente marginación (Cornelius 1973; Hamilton
“medianamente” autoritario y represivo. Empero, como mostraré, las 1982; Hellman 1983).10
décadas calificadas en estos estudios como “tranquilas” en realidad fue- Hellman y otros han estudiado los orígenes históricos de la des-
ron turbulentas y conflictivas en otros lugares, lo que sugiere que sobre- igualdad, el papel clave de la violencia y la estructura de coerción que
generalizan a partir de sus estudios de caso, o que no detectaron las for- se discierne en los tratos políticos formales. Sin embargo, al respetar el
mas de conflicto que allí ocurrían. compromiso de las ciencias políticas con la caracterización de modelos
Casi una década después de González Casanova, otros académicos políticos nacionales y su tendencia de asumir que sus modelos son re-
empezaron a documentar la desigualdad, marginación y coerción exis- producidos en todos los niveles, los académicos que notaron la coerción
tente en casi todos los aspectos de la política formal mexicana: en los ba- adujeron la absorción y un control casi incambiante para explicar cómo
rrios, sindicatos, organizaciones de campesinos, partidos políticos y las políticas de las elites propiciaron el desenlace de estos procesos. Al
elecciones. Pero sus análisis casi eliminan a la “cultura” de la “política” describir la política mexicana, Hellman escribe de: “cómo el gobierno y
y desenfatizan el papel del intercambio en la política. Hablaron de “he- el partido oficial logran monopolizar el poder político” (1983, 170). Ci-
gemonía” para referirse al control no impugnado de un régimen autori- tando a Collier, dice que México era caracterizado por “un sistema de
tario, pero no en el sentido de Gramsci, quien habló de una configura- dominación unipartidista, multiclasista, integrador [y] hegemónico. En
ción –desafiada y cambiante– de las principales creencias y prácticas de las arenas electoral, de intereses y simbólica, el PRI ha podido ligar e in-
un régimen. A diferencia del autoritarismo descrito por Linz, estos co- tegrar los grupos del sector popular al Estado” (1982, 77). En anticipa-
mentaristas dibujaron un control activo y generalizado que perpetraba la ción de las teorías corporativistas, Susan Eckstein dio a la absorción y a
violencia contra los mexicanos que participaban en actividades políticas. la hegemonía un papel más activo y colonizador, al afirmar que “el sis-
Judith Adler Hellman fue de los primeros analistas que documentó tema paternalista de México vuelve a crearse deliberadamente en nue-
a detalle la continua represión violenta dirigida contra el activismo de vas áreas conforme éstas surgen” (1977, 41), y encontró que el proceso
los campesinos y obreros (1983, primera edición 1978). Contra los argu- de recreación tenía lugar “independientemente de las intenciones de los
mentos de los “pluralistas” del supuesto carácter representativo del ré- políticos y los residentes” (p. 25). Pero estos análisis perdieron de vista
gimen, Hellman y otros que teorizaban sobre el autoritarismo a finales la posible existencia de configuraciones cambiantes y de mezclas de
de los setenta, demostraron cómo las instituciones políticas mexicanas
moldeaban la participación para imposibilitar la presentación efectiva de 10
Teóricos anteriores no avistaron el papel de Cárdenas en la construcción del esta-
reclamos y creencias políticos. En sus estudios, la disposición del régi- do. Por ejemplo, Needler caracteriza a Cárdenas como “otra fuerte personalidad y figu-
men de usar la fuerza –y no la “cultura”– explicaba la “eficacia con que ra militar” y sugirió que “la tarea de la institucionalización fue retomada por el sucesor
el Estado es capaz de imponer el control social a una población de cam- de Cárdenas” (1971, 6).

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problemas estructurales y políticos. Es la agenda de una población que pesinos y obreros que tienen razón en sentirse descontentos e inconfor-
vive en un ambiente político bien administrado” (1972, 24). mes” (Hellman 1983, 170). Estos teóricos se enfocaron en el gran alcance
En su estudio de un barrio pobre de la ciudad de México, Cornelius de las organizaciones masivas patrocinadas por el Estado y en su habi-
habla de demandas “moderadas” e identifica las “estrategias de super- lidad de controlar las demandas reales y potenciales de las clases bajas
vivencia”, que considera “realistas”. No elogió al régimen ni argumen- mediante la cooptación y la represión (especialmente desde los treinta
tó que representaba a los mexicanos, como los analistas de los sesenta, hasta 1968). Atribuyeron el origen de estas estructuras a las reformas de
sino se refirió a los costos “terriblemente altos” del caciquismo (1975, Cárdenas en los treinta, que formaron parte de su proyecto de la cons-
164) que vio como la “cara” local de las instituciones nacionales. En vis- trucción del Estado. Además, identificaron las relaciones entre las refor-
ta de las modestas exigencias que observó, calificó al régimen como mas universales y una creciente marginación (Cornelius 1973; Hamilton
“medianamente” autoritario y represivo. Empero, como mostraré, las 1982; Hellman 1983).10
décadas calificadas en estos estudios como “tranquilas” en realidad fue- Hellman y otros han estudiado los orígenes históricos de la des-
ron turbulentas y conflictivas en otros lugares, lo que sugiere que sobre- igualdad, el papel clave de la violencia y la estructura de coerción que
generalizan a partir de sus estudios de caso, o que no detectaron las for- se discierne en los tratos políticos formales. Sin embargo, al respetar el
mas de conflicto que allí ocurrían. compromiso de las ciencias políticas con la caracterización de modelos
Casi una década después de González Casanova, otros académicos políticos nacionales y su tendencia de asumir que sus modelos son re-
empezaron a documentar la desigualdad, marginación y coerción exis- producidos en todos los niveles, los académicos que notaron la coerción
tente en casi todos los aspectos de la política formal mexicana: en los ba- adujeron la absorción y un control casi incambiante para explicar cómo
rrios, sindicatos, organizaciones de campesinos, partidos políticos y las políticas de las elites propiciaron el desenlace de estos procesos. Al
elecciones. Pero sus análisis casi eliminan a la “cultura” de la “política” describir la política mexicana, Hellman escribe de: “cómo el gobierno y
y desenfatizan el papel del intercambio en la política. Hablaron de “he- el partido oficial logran monopolizar el poder político” (1983, 170). Ci-
gemonía” para referirse al control no impugnado de un régimen autori- tando a Collier, dice que México era caracterizado por “un sistema de
tario, pero no en el sentido de Gramsci, quien habló de una configura- dominación unipartidista, multiclasista, integrador [y] hegemónico. En
ción –desafiada y cambiante– de las principales creencias y prácticas de las arenas electoral, de intereses y simbólica, el PRI ha podido ligar e in-
un régimen. A diferencia del autoritarismo descrito por Linz, estos co- tegrar los grupos del sector popular al Estado” (1982, 77). En anticipa-
mentaristas dibujaron un control activo y generalizado que perpetraba la ción de las teorías corporativistas, Susan Eckstein dio a la absorción y a
violencia contra los mexicanos que participaban en actividades políticas. la hegemonía un papel más activo y colonizador, al afirmar que “el sis-
Judith Adler Hellman fue de los primeros analistas que documentó tema paternalista de México vuelve a crearse deliberadamente en nue-
a detalle la continua represión violenta dirigida contra el activismo de vas áreas conforme éstas surgen” (1977, 41), y encontró que el proceso
los campesinos y obreros (1983, primera edición 1978). Contra los argu- de recreación tenía lugar “independientemente de las intenciones de los
mentos de los “pluralistas” del supuesto carácter representativo del ré- políticos y los residentes” (p. 25). Pero estos análisis perdieron de vista
gimen, Hellman y otros que teorizaban sobre el autoritarismo a finales la posible existencia de configuraciones cambiantes y de mezclas de
de los setenta, demostraron cómo las instituciones políticas mexicanas
moldeaban la participación para imposibilitar la presentación efectiva de 10
Teóricos anteriores no avistaron el papel de Cárdenas en la construcción del esta-
reclamos y creencias políticos. En sus estudios, la disposición del régi- do. Por ejemplo, Needler caracteriza a Cárdenas como “otra fuerte personalidad y figu-
men de usar la fuerza –y no la “cultura”– explicaba la “eficacia con que ra militar” y sugirió que “la tarea de la institucionalización fue retomada por el sucesor
el Estado es capaz de imponer el control social a una población de cam- de Cárdenas” (1971, 6).

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coerción y resistencia en diferentes sitios geográficos y políticos capaces tro político real [y] el Estado puede activar o excluir a las masas según
de crear nuevas identidades, alianzas y fuerzas políticas. las circunstancias” (1977, 162).
Como Eckstein, los teóricos del corporativismo rebasaron el concep- En Shaping the Political Arena (1991), Ruth y David Collier cuestiona-
to del Estado globalizador y hablaron de un Estado que estructura acti- ron algunos de los límites que los análisis corporativistas asumían con
vamente el desarrollo de la actividad política (Erickson 1977; Malloy su enfoque en las organizaciones corporativistas que existían desde los
1977; Stepan 1978). Vieron en varios regímenes en Latinoamérica “la re- treinta y en el papel clave de la negociación y el intercambio en la políti-
presentación de intereses basada en grupos no competidores que son ca mexicana. Su análisis sostiene que por sí solo el centro no era capaz
sancionados, subsidiados y supervisados oficialmente por el Estado” de instrumentar sus propios programas y se veía forzado a mantener su
(Collier y Collier 1979, 967). Estos regímenes corporativistas solían com- legitimidad. Pero los Collier analizaron sólo los arreglos políticos
partir ciertos rasgos, como el estatus de unidades territoriales subordi- nacionales y las organizaciones políticas y económicas formales, basan-
nadas al poder burocrático centralizado, elecciones inexistentes o sólo do sus conclusiones sobre la resistencia del régimen en la ausencia de
simbólicas y sistemas de partidos dominados por un solo grupo (Schmi- conflictos formales y la preservación de la cohesión organizativa a tra-
tter 1974, 105). Ya que los sistemas políticos con diversos antecedentes vés de las confederaciones de trabajo, aunque para los ochenta éstas
reflejaban el mismo patrón (en mayor o menor grado) se disminuyó la sólo incluían a una pequeña minoría de los obreros. Por esto, concluye-
diversidad entre las naciones. Según Schmitter, el corporativismo del ron: “aunque el sistema de partidos en México sufrió algunos cambios
Estado “reprime las subculturas políticas basadas en clase, etnicidad, en respuesta a estos desafíos [de 1952 a 1982], los controló, siguió esta-
lenguaje o el regionalismo” (1974, 105). ble y se caracterizó más bien por la continuidad” (1991, 574). Empero,
El libro Authoritarianism in Mexico (Reyna y Weinert 1977) jugó un no indagaron en la materia de la vida política y social de este régimen
papel clave en la aplicación del pensamiento corporativista a México. El longevo y, por lo tanto, dieron poca importancia (salvo una afiliación
coeditor, Reyna, escribió que la literatura reciente en las ciencias políti- formal) a la “incorporación y el confinamiento”, los términos que usa-
cas se dirigía “al estudio de la dominación política basada en la teoría ron para hablar de la dinámica del poder en México y a la actividad po-
corporativista” (1977, 155). Como la mayoría de los estudiosos de Méxi- lítica de los mexicanos comunes.
co desde los sesenta, Reyna quería explicar por qué se recurría relativa-
mente poco a la violencia en una situación marcada por severos sufri-
mientos y la desigualdad. Para ellos, tal situación no sorprendería si se LOS CAMINOS QUE NO SE SIGUIERON
tratara de un régimen pluralista fincado en “una política en que los in-
tereses son abiertamente encontrados, multifacéticos y descontrolados” Hay varios momentos en la trayectoria entre pluralismo y corporati-
(Schmitter 1974, 127) y donde se supone que los ciudadanos no sólo vismo donde los analistas de la política mexicana pudieron haber apro-
tenían acceso a los medios políticos necesarios para desafiar la domina- vechado sus novedosos hallazgos empíricos para explorar nuevas di-
ción, sino que los aprovechaban libremente. Pero, esta perspectiva su- recciones teóricas. Por ejemplo, pudieron haber combinado las
giere que los individuos oprimidos en una situación no-pluralista debe- observaciones de los pluralistas con los del campo autoritario para ais-
rán rebelarse, a menos que “algo” se los impida, y el corporativismo fue lar a la variación y la resistencia como dos elementos constantes del do-
identificado como este “algo”, ya que era “una alternativa al uso indis- minio. En lugar de concluir que el sistema político subsumía una enor-
criminado de medidas de represión” (Reyna 1977, 161). Según Reyna, se me masa de personas no diferenciadas, González Casanova (1970) pudo
erigió el corporativismo en México con tanto éxito y el poder quedó haber explorado la complejidad de la situación de los mexicanos que es-
concentrado en el Estado de manera tan completa que “hay sólo un cen- taban al mismo tiempo adentro y afuera de las instituciones del sistema

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coerción y resistencia en diferentes sitios geográficos y políticos capaces tro político real [y] el Estado puede activar o excluir a las masas según
de crear nuevas identidades, alianzas y fuerzas políticas. las circunstancias” (1977, 162).
Como Eckstein, los teóricos del corporativismo rebasaron el concep- En Shaping the Political Arena (1991), Ruth y David Collier cuestiona-
to del Estado globalizador y hablaron de un Estado que estructura acti- ron algunos de los límites que los análisis corporativistas asumían con
vamente el desarrollo de la actividad política (Erickson 1977; Malloy su enfoque en las organizaciones corporativistas que existían desde los
1977; Stepan 1978). Vieron en varios regímenes en Latinoamérica “la re- treinta y en el papel clave de la negociación y el intercambio en la políti-
presentación de intereses basada en grupos no competidores que son ca mexicana. Su análisis sostiene que por sí solo el centro no era capaz
sancionados, subsidiados y supervisados oficialmente por el Estado” de instrumentar sus propios programas y se veía forzado a mantener su
(Collier y Collier 1979, 967). Estos regímenes corporativistas solían com- legitimidad. Pero los Collier analizaron sólo los arreglos políticos
partir ciertos rasgos, como el estatus de unidades territoriales subordi- nacionales y las organizaciones políticas y económicas formales, basan-
nadas al poder burocrático centralizado, elecciones inexistentes o sólo do sus conclusiones sobre la resistencia del régimen en la ausencia de
simbólicas y sistemas de partidos dominados por un solo grupo (Schmi- conflictos formales y la preservación de la cohesión organizativa a tra-
tter 1974, 105). Ya que los sistemas políticos con diversos antecedentes vés de las confederaciones de trabajo, aunque para los ochenta éstas
reflejaban el mismo patrón (en mayor o menor grado) se disminuyó la sólo incluían a una pequeña minoría de los obreros. Por esto, concluye-
diversidad entre las naciones. Según Schmitter, el corporativismo del ron: “aunque el sistema de partidos en México sufrió algunos cambios
Estado “reprime las subculturas políticas basadas en clase, etnicidad, en respuesta a estos desafíos [de 1952 a 1982], los controló, siguió esta-
lenguaje o el regionalismo” (1974, 105). ble y se caracterizó más bien por la continuidad” (1991, 574). Empero,
El libro Authoritarianism in Mexico (Reyna y Weinert 1977) jugó un no indagaron en la materia de la vida política y social de este régimen
papel clave en la aplicación del pensamiento corporativista a México. El longevo y, por lo tanto, dieron poca importancia (salvo una afiliación
coeditor, Reyna, escribió que la literatura reciente en las ciencias políti- formal) a la “incorporación y el confinamiento”, los términos que usa-
cas se dirigía “al estudio de la dominación política basada en la teoría ron para hablar de la dinámica del poder en México y a la actividad po-
corporativista” (1977, 155). Como la mayoría de los estudiosos de Méxi- lítica de los mexicanos comunes.
co desde los sesenta, Reyna quería explicar por qué se recurría relativa-
mente poco a la violencia en una situación marcada por severos sufri-
mientos y la desigualdad. Para ellos, tal situación no sorprendería si se LOS CAMINOS QUE NO SE SIGUIERON
tratara de un régimen pluralista fincado en “una política en que los in-
tereses son abiertamente encontrados, multifacéticos y descontrolados” Hay varios momentos en la trayectoria entre pluralismo y corporati-
(Schmitter 1974, 127) y donde se supone que los ciudadanos no sólo vismo donde los analistas de la política mexicana pudieron haber apro-
tenían acceso a los medios políticos necesarios para desafiar la domina- vechado sus novedosos hallazgos empíricos para explorar nuevas di-
ción, sino que los aprovechaban libremente. Pero, esta perspectiva su- recciones teóricas. Por ejemplo, pudieron haber combinado las
giere que los individuos oprimidos en una situación no-pluralista debe- observaciones de los pluralistas con los del campo autoritario para ais-
rán rebelarse, a menos que “algo” se los impida, y el corporativismo fue lar a la variación y la resistencia como dos elementos constantes del do-
identificado como este “algo”, ya que era “una alternativa al uso indis- minio. En lugar de concluir que el sistema político subsumía una enor-
criminado de medidas de represión” (Reyna 1977, 161). Según Reyna, se me masa de personas no diferenciadas, González Casanova (1970) pudo
erigió el corporativismo en México con tanto éxito y el poder quedó haber explorado la complejidad de la situación de los mexicanos que es-
concentrado en el Estado de manera tan completa que “hay sólo un cen- taban al mismo tiempo adentro y afuera de las instituciones del sistema

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político, o en un lugar intermedio donde unos resistían las prácticas po- que nunca antes fueron examinados. Mientras las teorías de pluralismo
líticas del Estado que los controlaban, mientras que otros se conforma- y autoritarismo enfatizan la competencia, el manejo o la manipulación
ban con ellas. Igualmente, los estudios del caciquismo enfocados en visibles entre actores con intereses distintos y perdurables, el corporati-
ciertas regiones y formas de gobierno íntimamente ligadas con las cul- vismo sugiere que las estrategias e identidades de algunos actores –ubi-
turas locales, también abrieron una puerta hacia una nueva dirección en cados fuera del Estado– fueron afectadas por la capacidad de los actores
el análisis de la política mexicana. El esquema de las características del del Estado de configurar el ambiente donde operaban. Se pudo haber
caciquismo de Cornelius pudo haber conducido a un análisis combina- forzado este análisis para incluir las categorías de pensamiento e imagi-
do de la política violenta, la cultura política y patrones de dominio eco- nación, donde los actores fuera del Estado tomaban sus decisiones polí-
nómicos y políticos (1975, cap. 6). Además de la limitada presencia del ticas; o bien para reconocer las ramificaciones de acciones y creencias no
PRI –bastante evidente allí donde dominaban los caciques– este acerca- formalmente políticas respecto de dichas elecciones; o, incluso, para en-
miento habría señalado el camino hacia la caracterización de una hege- fatizar la permeabilidad del Estado (en sus múltiples formas) ante las
monía mexicana dispareja, desafiada y basada en culturas regionales, creencias y prácticas que se originan en (o se adaptan a) lugares apa-
pero académicos posteriores vieron al caciquismo más bien como una rentemente afuera. Es decir, respecto de la habilidad del poder de pasar
extensión del corporativismo (Friedrich 1986; Pansters 1990, 9-10) e in- límites aparentes y de moldear la acción y la imaginación política “des-
cluso donde era entendido como un “obstáculo”, la visión centrada en de adentro”, el corporativismo nos pudo haber llevado a reconsiderar el
el Estado siguió adelante casi sin ninguna crítica (Fox 1993, 130-31; concepto del Estado todopoderoso como explicación de la política mexi-
Grindle 1977). cana. En su lugar, en los ochenta, la noción de Reyna de un Estado capaz
Al aducir que el poder del Estado no sólo fue exitoso, sino exitosa- (de los treinta a los setenta) de “activar o excluir a las masas” quedó co-
mente disfrazado, Eckstein mostró que el poder totalizador implantó un dificada en escritos académicos sobre México. Ahora recurrimos a este
“orden político” sobre un territorio no diferenciado, e indicó un camino concepto para explicar el éxito del presidente Salinas en la realización
(como González Casanova y Cornelius en sus discusiones de margina- del proyecto neoliberal y como el marco de los problemas de goberna-
ción y caciquismo) hacia la reconsideración de la naturaleza y ubicación bilidad que el presidente Zedillo está enfrentando.
del poder. Pero, en lugar de examinar la interconectividad y permeabili- ¿Ahora bien, qué es lo que no explica el corporativismo y el gasto so-
dad entre “Estado” y “sociedad” y así cuestionar estas categorías, Ecks- cial dirigido del programa de asistencia Solidaridad? Por una parte, las
tein optó por situar su análisis en un paradigma de grupos sociales, in- teorías de cooptación y represión y sus similares corporativistas no ex-
tereses materiales objetivos y la lucha con el Estado todopoderoso plican por qué individuos negocian cuándo y cómo lo hacen. ¿Cuáles ti-
institucional. Así, en su análisis del conflicto entre grupos locales y or- pos y grados de autonomía son sacrificados y cuáles conservados?
ganizaciones corporativistas, la pelea siempre era la misma y el Estado ¿Cómo cambian los valores, necesidades, alianzas y autonomías con el
siempre ganaba. tiempo? ¿Con cuáles lenguajes y creencias se debaten los casos? En otras
Sin embargo, si repensamos el corporativismo descrito por Eckstein palabras, si existe el corporativismo, ¿por qué funciona y cómo? Los
y Reyna como algo que actúa subrepticiamente para prevenir rebelio- teóricos explican el hecho de que funciona, pero asumen que las razones
nes, o que “resiste a la resistencia”, el corporativismo como una teoría son obvias y están basadas en intereses objetivos y discernibles.
del funcionamiento del poder quizá sea compatible con las formas de Sin embargo, cuando vemos a la cooptación y represión fuera de su
análisis derivadas de Foucault (1990) y Bourdieu (1977); también Bour- significado y contexto histórico, se convierten en simples formas sin
dieu y Wacquant (1992). Estos analistas han encontrado formas estruc- contenido. La resistencia no ocurre en todo el país, sino en ciertos pue-
turadas de poder y múltiples sitios y formas de resistencia en lugares blos o regiones y en arenas culturales o económicas específicas. Con el

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político, o en un lugar intermedio donde unos resistían las prácticas po- que nunca antes fueron examinados. Mientras las teorías de pluralismo
líticas del Estado que los controlaban, mientras que otros se conforma- y autoritarismo enfatizan la competencia, el manejo o la manipulación
ban con ellas. Igualmente, los estudios del caciquismo enfocados en visibles entre actores con intereses distintos y perdurables, el corporati-
ciertas regiones y formas de gobierno íntimamente ligadas con las cul- vismo sugiere que las estrategias e identidades de algunos actores –ubi-
turas locales, también abrieron una puerta hacia una nueva dirección en cados fuera del Estado– fueron afectadas por la capacidad de los actores
el análisis de la política mexicana. El esquema de las características del del Estado de configurar el ambiente donde operaban. Se pudo haber
caciquismo de Cornelius pudo haber conducido a un análisis combina- forzado este análisis para incluir las categorías de pensamiento e imagi-
do de la política violenta, la cultura política y patrones de dominio eco- nación, donde los actores fuera del Estado tomaban sus decisiones polí-
nómicos y políticos (1975, cap. 6). Además de la limitada presencia del ticas; o bien para reconocer las ramificaciones de acciones y creencias no
PRI –bastante evidente allí donde dominaban los caciques– este acerca- formalmente políticas respecto de dichas elecciones; o, incluso, para en-
miento habría señalado el camino hacia la caracterización de una hege- fatizar la permeabilidad del Estado (en sus múltiples formas) ante las
monía mexicana dispareja, desafiada y basada en culturas regionales, creencias y prácticas que se originan en (o se adaptan a) lugares apa-
pero académicos posteriores vieron al caciquismo más bien como una rentemente afuera. Es decir, respecto de la habilidad del poder de pasar
extensión del corporativismo (Friedrich 1986; Pansters 1990, 9-10) e in- límites aparentes y de moldear la acción y la imaginación política “des-
cluso donde era entendido como un “obstáculo”, la visión centrada en de adentro”, el corporativismo nos pudo haber llevado a reconsiderar el
el Estado siguió adelante casi sin ninguna crítica (Fox 1993, 130-31; concepto del Estado todopoderoso como explicación de la política mexi-
Grindle 1977). cana. En su lugar, en los ochenta, la noción de Reyna de un Estado capaz
Al aducir que el poder del Estado no sólo fue exitoso, sino exitosa- (de los treinta a los setenta) de “activar o excluir a las masas” quedó co-
mente disfrazado, Eckstein mostró que el poder totalizador implantó un dificada en escritos académicos sobre México. Ahora recurrimos a este
“orden político” sobre un territorio no diferenciado, e indicó un camino concepto para explicar el éxito del presidente Salinas en la realización
(como González Casanova y Cornelius en sus discusiones de margina- del proyecto neoliberal y como el marco de los problemas de goberna-
ción y caciquismo) hacia la reconsideración de la naturaleza y ubicación bilidad que el presidente Zedillo está enfrentando.
del poder. Pero, en lugar de examinar la interconectividad y permeabili- ¿Ahora bien, qué es lo que no explica el corporativismo y el gasto so-
dad entre “Estado” y “sociedad” y así cuestionar estas categorías, Ecks- cial dirigido del programa de asistencia Solidaridad? Por una parte, las
tein optó por situar su análisis en un paradigma de grupos sociales, in- teorías de cooptación y represión y sus similares corporativistas no ex-
tereses materiales objetivos y la lucha con el Estado todopoderoso plican por qué individuos negocian cuándo y cómo lo hacen. ¿Cuáles ti-
institucional. Así, en su análisis del conflicto entre grupos locales y or- pos y grados de autonomía son sacrificados y cuáles conservados?
ganizaciones corporativistas, la pelea siempre era la misma y el Estado ¿Cómo cambian los valores, necesidades, alianzas y autonomías con el
siempre ganaba. tiempo? ¿Con cuáles lenguajes y creencias se debaten los casos? En otras
Sin embargo, si repensamos el corporativismo descrito por Eckstein palabras, si existe el corporativismo, ¿por qué funciona y cómo? Los
y Reyna como algo que actúa subrepticiamente para prevenir rebelio- teóricos explican el hecho de que funciona, pero asumen que las razones
nes, o que “resiste a la resistencia”, el corporativismo como una teoría son obvias y están basadas en intereses objetivos y discernibles.
del funcionamiento del poder quizá sea compatible con las formas de Sin embargo, cuando vemos a la cooptación y represión fuera de su
análisis derivadas de Foucault (1990) y Bourdieu (1977); también Bour- significado y contexto histórico, se convierten en simples formas sin
dieu y Wacquant (1992). Estos analistas han encontrado formas estruc- contenido. La resistencia no ocurre en todo el país, sino en ciertos pue-
turadas de poder y múltiples sitios y formas de resistencia en lugares blos o regiones y en arenas culturales o económicas específicas. Con el

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tiempo, éstas se separan, adoptan nuevas formas de política y forman Esta versión sostiene que para los sesenta, el sistema empezaba a
nuevas configuraciones que podemos llamar “nacionales” (adentro y “petrificarse” (Pansters 1990, 101). Sus estructuras básicas de corporati-
afuera, que moldean y son moldeadas). La rebelión en Chiapas ilustra vismo y caciquismo no podían resistir los múltiples desafíos suscitados
este punto, ya que surgió una oposición armada en pueblos indígenas por la diferenciación económica ni las demandas de más participación
que ostensiblemente apoyaban al PRI que provocó dramáticos cambios política. Desde entonces, esta rigidez (supuestamente desencadenada
en el discurso nacional y la formulación de políticas. Según esta visión, por la zozobra de 1968), se convirtió en el principal dilema de la políti-
Salinas logró un proyecto económico transformador, aunque enfrentó ca en México. En los setenta y ochenta, el régimen intentó en vano recu-
límites en el proceso porque el Estado complejo y cambiante tuvo que perar, reinventar o reemplazar el éxito del corporativismo. Sus esfuer-
negociar caminos distintos entre regiones y arenas bastante diferentes zos fueron calificados más bien como fracasos, ya que cambiaron las
pero interrelacionadas.11 El autoritarismo o corporativismo totalizador medidas varias veces pero no revivieron ni trascendieron el corporati-
no dan cuenta de esta actualidad ni del pasado que lo configuró. vismo. Salinas aprovechó este atolladero para consumar el proceso de
liberalización económica en un ambiente de relativa paz social, hasta la
rebelión de Chiapas en el último año de su sexenio. Restringió fuerte-
UNA CRONOLOGÍA CENTRADA EN EL ESTADO mente la liberalización política y aparentemente pacificó a los mexica-
nos pobres con su programa de asistencia social.
La versión “oficial” del pasado posrevolucionario dice que en los vein- Como las teorías del Estado totalizador, este análisis de México en el
te, Calles utilizó varias maniobras para sujetar (al menos parcialmente) siglo XX enfatiza la profunda transformación que Cárdenas logró, la es-
a los generales revolucionarios en un Estado centralizado y con un inci- tabilidad entre 1930 y 1968, la efectiva centralización de la política y el
piente partido nacional. Luego, entre 1934 y 1940, Cárdenas reestruc- fracaso en los setenta y ochenta de reestablecer la estabilidad, a pesar de
turó totalmente e institucionalizó el Estado y el partido, premiando a los recurrir más a la coerción. En contraste, mi análisis de Juchitán y otras
generales que cooperaban, desechando a otros y creando y fortaleciendo regiones mostrará que las estructuras de poder regionales coexistían con
masivas organizaciones centralizadas. Su reforma agraria y legislación el proyecto cardenista de la construcción del Estado y que el alcance del
laboral sin precedentes facilitaron esta incorporación. Según la perspec- gobierno central era limitado. Los estados y regiones de México fueron
tiva centrada en el Estado, el sistema que surgió mantuvo la estabilidad regidos por caciques desde los treinta hasta casi los sesenta, y la políti-
en México por los siguientes treinta años, al equilibrar las fuerzas políti- ca surgía de la interacción de las historias, cultura y economía locales
cas de derecha y izquierda y, después, al controlar cada vez más a la contemporánea con los imperativos y proyectos del Estado central.
oposición y a los que sufrían por el desarrollo económico desigual.12 Las Esta política fue combativa y cambiante. La muerte de los caciques
elecciones servían para ratificar lo que se había decidido “tras puertas y sus herederos en los cincuenta y sesenta precipitaron algunos de los
centralizadas cerradas”. La política personalista del caciquismo coexis- principales dilemas políticos de décadas recientes (cómo lograr partidos
tía con el nuevo sistema y constituyó parte de su estructura. políticos funcionales y arreglos de participación y representación satis-
factorios), y propiciaron nuevas formas de expresión y negociación
11
políticas en los ochenta. Estas formas fueron moldeadas directa e indi-
Sobre, “regiones de poder y hegemonía”, véase Claudio Lomnitz-Adler (1992,
rectamente por las prácticas culturales y los conflictos político-econó-
201-02).
12
Collier y Collier separan el proyecto de incorporación en dos fases: primero, la mo- micos del caciquismo. La construcción política fue entendida, debatida
vilización y reforma de Cárdenas, y luego la reacción conservadora y reatrincheramien- y realizada de manera tanto rutinaria como extraordinaria por mexica-
to del periodo 1940-1952 (1991, 407-20). nos comunes, cuyas acciones –a menudo en regiones y arenas alejadas

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tiempo, éstas se separan, adoptan nuevas formas de política y forman Esta versión sostiene que para los sesenta, el sistema empezaba a
nuevas configuraciones que podemos llamar “nacionales” (adentro y “petrificarse” (Pansters 1990, 101). Sus estructuras básicas de corporati-
afuera, que moldean y son moldeadas). La rebelión en Chiapas ilustra vismo y caciquismo no podían resistir los múltiples desafíos suscitados
este punto, ya que surgió una oposición armada en pueblos indígenas por la diferenciación económica ni las demandas de más participación
que ostensiblemente apoyaban al PRI que provocó dramáticos cambios política. Desde entonces, esta rigidez (supuestamente desencadenada
en el discurso nacional y la formulación de políticas. Según esta visión, por la zozobra de 1968), se convirtió en el principal dilema de la políti-
Salinas logró un proyecto económico transformador, aunque enfrentó ca en México. En los setenta y ochenta, el régimen intentó en vano recu-
límites en el proceso porque el Estado complejo y cambiante tuvo que perar, reinventar o reemplazar el éxito del corporativismo. Sus esfuer-
negociar caminos distintos entre regiones y arenas bastante diferentes zos fueron calificados más bien como fracasos, ya que cambiaron las
pero interrelacionadas.11 El autoritarismo o corporativismo totalizador medidas varias veces pero no revivieron ni trascendieron el corporati-
no dan cuenta de esta actualidad ni del pasado que lo configuró. vismo. Salinas aprovechó este atolladero para consumar el proceso de
liberalización económica en un ambiente de relativa paz social, hasta la
rebelión de Chiapas en el último año de su sexenio. Restringió fuerte-
UNA CRONOLOGÍA CENTRADA EN EL ESTADO mente la liberalización política y aparentemente pacificó a los mexica-
nos pobres con su programa de asistencia social.
La versión “oficial” del pasado posrevolucionario dice que en los vein- Como las teorías del Estado totalizador, este análisis de México en el
te, Calles utilizó varias maniobras para sujetar (al menos parcialmente) siglo XX enfatiza la profunda transformación que Cárdenas logró, la es-
a los generales revolucionarios en un Estado centralizado y con un inci- tabilidad entre 1930 y 1968, la efectiva centralización de la política y el
piente partido nacional. Luego, entre 1934 y 1940, Cárdenas reestruc- fracaso en los setenta y ochenta de reestablecer la estabilidad, a pesar de
turó totalmente e institucionalizó el Estado y el partido, premiando a los recurrir más a la coerción. En contraste, mi análisis de Juchitán y otras
generales que cooperaban, desechando a otros y creando y fortaleciendo regiones mostrará que las estructuras de poder regionales coexistían con
masivas organizaciones centralizadas. Su reforma agraria y legislación el proyecto cardenista de la construcción del Estado y que el alcance del
laboral sin precedentes facilitaron esta incorporación. Según la perspec- gobierno central era limitado. Los estados y regiones de México fueron
tiva centrada en el Estado, el sistema que surgió mantuvo la estabilidad regidos por caciques desde los treinta hasta casi los sesenta, y la políti-
en México por los siguientes treinta años, al equilibrar las fuerzas políti- ca surgía de la interacción de las historias, cultura y economía locales
cas de derecha y izquierda y, después, al controlar cada vez más a la contemporánea con los imperativos y proyectos del Estado central.
oposición y a los que sufrían por el desarrollo económico desigual.12 Las Esta política fue combativa y cambiante. La muerte de los caciques
elecciones servían para ratificar lo que se había decidido “tras puertas y sus herederos en los cincuenta y sesenta precipitaron algunos de los
centralizadas cerradas”. La política personalista del caciquismo coexis- principales dilemas políticos de décadas recientes (cómo lograr partidos
tía con el nuevo sistema y constituyó parte de su estructura. políticos funcionales y arreglos de participación y representación satis-
factorios), y propiciaron nuevas formas de expresión y negociación
11
políticas en los ochenta. Estas formas fueron moldeadas directa e indi-
Sobre, “regiones de poder y hegemonía”, véase Claudio Lomnitz-Adler (1992,
rectamente por las prácticas culturales y los conflictos político-econó-
201-02).
12
Collier y Collier separan el proyecto de incorporación en dos fases: primero, la mo- micos del caciquismo. La construcción política fue entendida, debatida
vilización y reforma de Cárdenas, y luego la reacción conservadora y reatrincheramien- y realizada de manera tanto rutinaria como extraordinaria por mexica-
to del periodo 1940-1952 (1991, 407-20). nos comunes, cuyas acciones –a menudo en regiones y arenas alejadas

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de la política formal– configuraron y retaron las políticas de los actores y variaciones regionales. Su trabajo puso los cimientos para estudios
del Estado mediante vetos, nuevos lenguajes, cambiantes fuerzas cultu- posteriores de los cambios y conflictos regionales del siglo XIX que per-
rales y políticas y nuevos acomodos institucionales. mitieron entender a la Revolución como producto de muchos eventos
regionales y de acciones emprendidas por el Estado central regido por
Díaz. El estudio de la Revolución de Knight (1986) usa el mismo tipo de
EL SIGLO XIX Y EL CARDENISMO análisis, ya que detalla la gama de eventos y conflictos regionales que
ocurrieron durante la conflagración. Faltos de un enfoque regional
Estudios revisionistas del periodo colonial y del siglo XIX han revelado que revelara la continuidad de la rebelión, historiadores más tempranos
la soberanía parcial y hegemonía disputada ausentes en los análisis del habían dividido el siglo XIX de manera simple, trazando el movimiento
México posrevolucionario. Historiadores como Tutino (1986), Vander- del país de una rebelión fracasada a una fallida centralización, a la con-
wood (1981), Knight (1986) y Mallon (1995) han mostrado las raíces re- solidación política porfiriana y finalmente a la Revolución.
gionales de los eventos nacionales, la continua interacción entre región El estudio de Vanderwood de los “rurales” complementa el análisis
y Estado central y la circunscrita presencia del Estado en el siglo XIX.13 de la rebelión de Tutino al mostrar la presencia desigual del Estado en
Gruening (1934) y Hernández (1979) abarcaron cuestiones parecidas en el porfiriato y el papel de la ideología y de los símbolos en la creación
los veinte y treinta, respectivamente. Gruening estudió la resistencia de del mito del gobierno todopoderoso, no sólo para sus aliados políticos
las estructuras de poder regionales antes de Cárdenas y Hernández y los inversionistas de la época, sino también entre historiadores poste-
identificó los mecanismos que permitieron la persistencia de esas for- riores. Vanderwood dice: “La pax Porfiriana […], era más imaginaria que
mas de poder durante el cardenismo. Los autores de Everyday Forms of real, inventada por los que podían sacar beneficios de dicha impresión”
State Formation (1994) proveen casos convincentes de las múltiples for- (1981, 89). Este estudio de lo que ocurría entre “los rurales” ha impug-
mas culturales y políticas mediante las cuales se construyó la hegemo- nado muchas de las afirmaciones de la supuesta “relativa estabilidad”
nía posrevolucionaria. de ese régimen nacional y anticipa los argumentos que presento aquí
Al rastrear la rebelión de Hidalgo en el Bajío en el México central, sobre las regiones posrevolucionarias y el régimen nacional. Por ejem-
Tutino va de una región a otra para explicar cómo logró el apoyo en al- plo, encontró que los rurales jugaron un papel importante en crear y re-
gunas áreas aunque fue rechazada en otras, y las razones que llevaron crear el “orden y desorden” regional. Como árbitros de la justicia local,
a ciertas regiones a ofrecer su apoyo. Aunque enfatiza los fenómenos so- ambicionaban el poder económico y político: “igual que cumplían las
cioeconómicos por encima de las culturales o políticas, su análisis expli- órdenes de los hombres fuertes locales, se negaban a ser sirvientes de
ca un evento de importancia nacional mediante el escrutinio de eventos las autoridades […] la relación entre los rurales y un jefe político […] ha-
cía surgir la pregunta, ‘¿Quién manda?’” (1981, 127).
13
Tutino, Vanderwood, Knight y Mallon aprovechan trabajos anteriores en el análi- Vanderwood comenta la coexistencia del Estado porfiriano con
sis regional del siglo XIX, ejemplificados por Luis González (1972). Wasserman (1984) se- identidades y estructuras de poder regionales, y la desigual presencia
ñaló apuntes similares a los de Vanderwood sobre el porfiriato. En contraste, una ge- de los rurales en la nación: “El regionalismo no se evaporó simplemente
neración de académicos más temprana había establecido una tradición de historias bajo el impacto de la dictadura y el desarrollo. No fue hasta 1892 que se
nacionales “desde arriba” respecto de la política y la ideología mexicanas en el siglo XIX.
pudo imponer gobernadores porfiristas en Michoacán y Chihuahua […]
Véanse Reyes Heroles (1988, primera edición 1961) y Hale (1968). Los trabajos de Inga
Clendinnen (1987) y Serge Gruzinski (1993) sobre el periodo colonial ligaron cuestiones Y, a diferencia del dictador, [ellos] a menudo enfrentaban una fuerte
de cultura y representación con la dinámica del dominio colonial. Agradezco a Barbara oposición a su reelección” (1981, 85). También describe los esfuerzos de
Corgbett sus comentarios sobre la historiografía del siglo XIX. Díaz por fortalecer el mito de la policía omnipotente e omnipresente, es-

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de la política formal– configuraron y retaron las políticas de los actores y variaciones regionales. Su trabajo puso los cimientos para estudios
del Estado mediante vetos, nuevos lenguajes, cambiantes fuerzas cultu- posteriores de los cambios y conflictos regionales del siglo XIX que per-
rales y políticas y nuevos acomodos institucionales. mitieron entender a la Revolución como producto de muchos eventos
regionales y de acciones emprendidas por el Estado central regido por
Díaz. El estudio de la Revolución de Knight (1986) usa el mismo tipo de
EL SIGLO XIX Y EL CARDENISMO análisis, ya que detalla la gama de eventos y conflictos regionales que
ocurrieron durante la conflagración. Faltos de un enfoque regional
Estudios revisionistas del periodo colonial y del siglo XIX han revelado que revelara la continuidad de la rebelión, historiadores más tempranos
la soberanía parcial y hegemonía disputada ausentes en los análisis del habían dividido el siglo XIX de manera simple, trazando el movimiento
México posrevolucionario. Historiadores como Tutino (1986), Vander- del país de una rebelión fracasada a una fallida centralización, a la con-
wood (1981), Knight (1986) y Mallon (1995) han mostrado las raíces re- solidación política porfiriana y finalmente a la Revolución.
gionales de los eventos nacionales, la continua interacción entre región El estudio de Vanderwood de los “rurales” complementa el análisis
y Estado central y la circunscrita presencia del Estado en el siglo XIX.13 de la rebelión de Tutino al mostrar la presencia desigual del Estado en
Gruening (1934) y Hernández (1979) abarcaron cuestiones parecidas en el porfiriato y el papel de la ideología y de los símbolos en la creación
los veinte y treinta, respectivamente. Gruening estudió la resistencia de del mito del gobierno todopoderoso, no sólo para sus aliados políticos
las estructuras de poder regionales antes de Cárdenas y Hernández y los inversionistas de la época, sino también entre historiadores poste-
identificó los mecanismos que permitieron la persistencia de esas for- riores. Vanderwood dice: “La pax Porfiriana […], era más imaginaria que
mas de poder durante el cardenismo. Los autores de Everyday Forms of real, inventada por los que podían sacar beneficios de dicha impresión”
State Formation (1994) proveen casos convincentes de las múltiples for- (1981, 89). Este estudio de lo que ocurría entre “los rurales” ha impug-
mas culturales y políticas mediante las cuales se construyó la hegemo- nado muchas de las afirmaciones de la supuesta “relativa estabilidad”
nía posrevolucionaria. de ese régimen nacional y anticipa los argumentos que presento aquí
Al rastrear la rebelión de Hidalgo en el Bajío en el México central, sobre las regiones posrevolucionarias y el régimen nacional. Por ejem-
Tutino va de una región a otra para explicar cómo logró el apoyo en al- plo, encontró que los rurales jugaron un papel importante en crear y re-
gunas áreas aunque fue rechazada en otras, y las razones que llevaron crear el “orden y desorden” regional. Como árbitros de la justicia local,
a ciertas regiones a ofrecer su apoyo. Aunque enfatiza los fenómenos so- ambicionaban el poder económico y político: “igual que cumplían las
cioeconómicos por encima de las culturales o políticas, su análisis expli- órdenes de los hombres fuertes locales, se negaban a ser sirvientes de
ca un evento de importancia nacional mediante el escrutinio de eventos las autoridades […] la relación entre los rurales y un jefe político […] ha-
cía surgir la pregunta, ‘¿Quién manda?’” (1981, 127).
13
Tutino, Vanderwood, Knight y Mallon aprovechan trabajos anteriores en el análi- Vanderwood comenta la coexistencia del Estado porfiriano con
sis regional del siglo XIX, ejemplificados por Luis González (1972). Wasserman (1984) se- identidades y estructuras de poder regionales, y la desigual presencia
ñaló apuntes similares a los de Vanderwood sobre el porfiriato. En contraste, una ge- de los rurales en la nación: “El regionalismo no se evaporó simplemente
neración de académicos más temprana había establecido una tradición de historias bajo el impacto de la dictadura y el desarrollo. No fue hasta 1892 que se
nacionales “desde arriba” respecto de la política y la ideología mexicanas en el siglo XIX.
pudo imponer gobernadores porfiristas en Michoacán y Chihuahua […]
Véanse Reyes Heroles (1988, primera edición 1961) y Hale (1968). Los trabajos de Inga
Clendinnen (1987) y Serge Gruzinski (1993) sobre el periodo colonial ligaron cuestiones Y, a diferencia del dictador, [ellos] a menudo enfrentaban una fuerte
de cultura y representación con la dinámica del dominio colonial. Agradezco a Barbara oposición a su reelección” (1981, 85). También describe los esfuerzos de
Corgbett sus comentarios sobre la historiografía del siglo XIX. Díaz por fortalecer el mito de la policía omnipotente e omnipresente, es-

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pecialmente entre los mexicanos que no veían a esos policías rurales co- periodo formativo del partido oficial en 1929, durante sus subsecuentes
tidianamente: “El presidente creó sistemáticamente la ‘pompa y cir- reformulaciones y a pesar de las maniobras e imposiciones políticas que
cunstancia’ para alimentar las imaginaciones” (1981, 135). Cárdenas efectuó en algunos estados al inicio de su sexenio.
En el tercio medio del siglo XX, los jefes regionales constituyeron un El Partido Nacional Revolucionario (PNR) fue constituido original-
elemento clave que vinculaba lo local con lo nacional. Gruening y Her- mente como una federación de partidos regionales, cuya membresía y
nández mostraron de dónde surgieron los jefes del siglo XX y cómo y por poder dependían de la autoridad política que ciertos grupos y familias
qué su poder fue fortalecido por un entonces fuerte Estado central. En habían conquistado en diferentes regiones. En 1933, estos partidos fue-
su minucioso análisis de catorce estados, Gruening describió la crecien- ron disueltos y sus integrantes reincorporados individualmente en el
te fuerza del gobierno federal, el alto grado de conflicto en el gobierno PNR. Pero Hernández señala que “esta medida no eliminó el poder os-
y la gama de maniobras que permitieron que coexistiera con las distin- tentado por políticos locales ni acabó con las divisiones internas del par-
tas fuerzas regionales en cada estado. Documentó la imposición de au- tido que estos grupos propiciaron” (1979, 27). Las profundas raíces de
toridades “elegidas” por los gobiernos estatales o por gobiernos de esta- grupos de poder regionales derivaron del hecho de que “al ascender la
dos adyacentes y ejemplos de una oposición exitosa a los gobiernos escalera política, cada miembro había cultivado contactos e influencia
estatales y sus intentos de imponer su autoridad.14 Sus descripciones de en las ligas agrarias, los sindicatos y otros grupos que componían la
la política en los estados en los veinte incluyen algunos rasgos de la po- vida política de cada Estado” (1979, 27). Finalmente, la habilidad de los
lítica mexicana que Hernández confirmó luego para el periodo de Cár- grupos para organizar la política en sus respectivos estados fue esencial
denas (similares a la oposición después de 1968); a saber, el entreteji- para lograr una eficaz administración pública nacional, “ya que en la
miento del poder y la elaboración de políticas en el nivel Estado y país, década de 1920, el gobierno federal carecía de mecanismos institucio-
la combinación de formas de lucha y de maniobras políticas electorales nales centralizados, y fue a través de estos grupos que obtuvo el efecti-
y no electorales, la movilización de coaliciones cívicas que buscaban vo control regional que necesitaba” (1979, 27).
una administración pública honesta y elecciones limpias, y la durabili- Hernández muestra que el método que Cárdenas usó para “sacarles
dad de las facciones e ideologías políticas regionales. la vuelta” a los bloques de poder en los estados fortaleció a otros gru-
El análisis de Gruening no pierde de vista a los jefes y Hernández pos. Aunque transformó el panorama institucional del país, no logró
elucidó cómo los líderes militares de la Revolución se convirtieron en je- transformar a los individuos que ocupaban las instituciones en los esta-
fes políticos al desarrollar y elaborar formas de poder económico y polí- dos: “Para 1936, había reestructurado su segundo gabinete para incluir
tico regionales, al tiempo que el ejército estaba siendo subordinado a la a personas que estaba seguro creían en su idea de gobierno, aunque en
autoridad civil (1979, 77-78). Su discusión de “la mecánica cardenista” los estados devolvió el poder a grupos políticos que habían sido despla-
(los mecanismos que Cárdenas usó para transformar el Estado central) zados por el obregonismo y luego el callismo” (1979, 74). Estos líderes y
documenta el costo de superar las bases de poder regionales. En este grupos recién facultados aceptaron apoyar las políticas de Cárdenas a
sentido, su análisis es distinto a otros del periodo cardenista. Como Ha- corto plazo a cambio del acceso al poder,15 pero como no fueron escogi-
milton (1982) y Cornelius (1973), Hernández constata la destreza políti- dos por compartir la visión del presidente acerca de la política, general-
ca de Cárdenas al cambiar o superar a los líderes políticos y militares, mente estaban dispuestos también a apoyar a presidentes posteriores
pero mostró además cómo el núcleo de poder regional persistió en el que intentaron restringir o deshacer las amplias reformas que Cárdenas
había logrado durante su gestión.
14
Para un resumen de los conflictos y los arreglos políticos en los estados y para un
15
análisis detallado de cada estado, véase Gruening (399-467). Para un ejemplo de las maniobras de Cárdenas en Puebla, véase Pansters (1990, 74).

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pecialmente entre los mexicanos que no veían a esos policías rurales co- periodo formativo del partido oficial en 1929, durante sus subsecuentes
tidianamente: “El presidente creó sistemáticamente la ‘pompa y cir- reformulaciones y a pesar de las maniobras e imposiciones políticas que
cunstancia’ para alimentar las imaginaciones” (1981, 135). Cárdenas efectuó en algunos estados al inicio de su sexenio.
En el tercio medio del siglo XX, los jefes regionales constituyeron un El Partido Nacional Revolucionario (PNR) fue constituido original-
elemento clave que vinculaba lo local con lo nacional. Gruening y Her- mente como una federación de partidos regionales, cuya membresía y
nández mostraron de dónde surgieron los jefes del siglo XX y cómo y por poder dependían de la autoridad política que ciertos grupos y familias
qué su poder fue fortalecido por un entonces fuerte Estado central. En habían conquistado en diferentes regiones. En 1933, estos partidos fue-
su minucioso análisis de catorce estados, Gruening describió la crecien- ron disueltos y sus integrantes reincorporados individualmente en el
te fuerza del gobierno federal, el alto grado de conflicto en el gobierno PNR. Pero Hernández señala que “esta medida no eliminó el poder os-
y la gama de maniobras que permitieron que coexistiera con las distin- tentado por políticos locales ni acabó con las divisiones internas del par-
tas fuerzas regionales en cada estado. Documentó la imposición de au- tido que estos grupos propiciaron” (1979, 27). Las profundas raíces de
toridades “elegidas” por los gobiernos estatales o por gobiernos de esta- grupos de poder regionales derivaron del hecho de que “al ascender la
dos adyacentes y ejemplos de una oposición exitosa a los gobiernos escalera política, cada miembro había cultivado contactos e influencia
estatales y sus intentos de imponer su autoridad.14 Sus descripciones de en las ligas agrarias, los sindicatos y otros grupos que componían la
la política en los estados en los veinte incluyen algunos rasgos de la po- vida política de cada Estado” (1979, 27). Finalmente, la habilidad de los
lítica mexicana que Hernández confirmó luego para el periodo de Cár- grupos para organizar la política en sus respectivos estados fue esencial
denas (similares a la oposición después de 1968); a saber, el entreteji- para lograr una eficaz administración pública nacional, “ya que en la
miento del poder y la elaboración de políticas en el nivel Estado y país, década de 1920, el gobierno federal carecía de mecanismos institucio-
la combinación de formas de lucha y de maniobras políticas electorales nales centralizados, y fue a través de estos grupos que obtuvo el efecti-
y no electorales, la movilización de coaliciones cívicas que buscaban vo control regional que necesitaba” (1979, 27).
una administración pública honesta y elecciones limpias, y la durabili- Hernández muestra que el método que Cárdenas usó para “sacarles
dad de las facciones e ideologías políticas regionales. la vuelta” a los bloques de poder en los estados fortaleció a otros gru-
El análisis de Gruening no pierde de vista a los jefes y Hernández pos. Aunque transformó el panorama institucional del país, no logró
elucidó cómo los líderes militares de la Revolución se convirtieron en je- transformar a los individuos que ocupaban las instituciones en los esta-
fes políticos al desarrollar y elaborar formas de poder económico y polí- dos: “Para 1936, había reestructurado su segundo gabinete para incluir
tico regionales, al tiempo que el ejército estaba siendo subordinado a la a personas que estaba seguro creían en su idea de gobierno, aunque en
autoridad civil (1979, 77-78). Su discusión de “la mecánica cardenista” los estados devolvió el poder a grupos políticos que habían sido despla-
(los mecanismos que Cárdenas usó para transformar el Estado central) zados por el obregonismo y luego el callismo” (1979, 74). Estos líderes y
documenta el costo de superar las bases de poder regionales. En este grupos recién facultados aceptaron apoyar las políticas de Cárdenas a
sentido, su análisis es distinto a otros del periodo cardenista. Como Ha- corto plazo a cambio del acceso al poder,15 pero como no fueron escogi-
milton (1982) y Cornelius (1973), Hernández constata la destreza políti- dos por compartir la visión del presidente acerca de la política, general-
ca de Cárdenas al cambiar o superar a los líderes políticos y militares, mente estaban dispuestos también a apoyar a presidentes posteriores
pero mostró además cómo el núcleo de poder regional persistió en el que intentaron restringir o deshacer las amplias reformas que Cárdenas
había logrado durante su gestión.
14
Para un resumen de los conflictos y los arreglos políticos en los estados y para un
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análisis detallado de cada estado, véase Gruening (399-467). Para un ejemplo de las maniobras de Cárdenas en Puebla, véase Pansters (1990, 74).

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Parte del análisis pionero del cardenismo de Hamilton refleja hallaz- varios caciques lograron se asociaba con reclamos que de antaño forma-
gos relativos al poder regional: a pesar del dominio de nuevos grupos ban parte de su lucha, a menudo desde mediados del siglo XIX. La natu-
progresivos en el país en la primera mitad de ese sexenio, “la coalición raleza del caciquismo engendró una continua oposición política a su
anteriormente dominante […] no desapareció. Además, ciertos grupos sustancia y a sus procedimientos, una oposición que ligó un discurso
en esta alianza […] siguieron fortaleciéndose en este periodo, en parte sobre el gobierno limpio y la eficiencia administrativa con querellas
mediante iniciativas en el nivel Estado que favorecían la acumulación acerca de la religión, la etnicidad, la justicia social y la democracia. La
privada” (1982, 276). Pero, al enfocarse en el centro y la estructura de enorme dificultad de forjar una política pública tras la muerte de algún
clases nacional, Hamilton argumenta que los eventos de la gestión car- cacique propició una turbulenta serie de enfrentamientos políticos en los
denista suscitaron una transformación nacional mayor: “Durante los si- sesenta y después. Era complejo pero urgente formar un partido políti-
guientes quince años, surgió un poderoso grupo gobernante (la dinastía co, y el resultado fue controvertido y desigual. La dinámica de las con-
sonorense) que logró centralizar el poder del Estado, al eliminar las troversias dependió en buena medida de los actos de los caciques y de
bases regionales del poder político y militar” (1982, 272). Desde su pers- su interacción con las iniciativas del Estado central. Los conflictos y alian-
pectiva, “El Estado queda limitado como una arena del conflicto de cla- zas que surgieron entre 1960 y 1980 (distintas de una región a otra), for-
ses; en general funciona para reprimir a los grupos movilizados que no maron el marco de las negociaciones sobre la competencia electoral, la
puede cooptar” (1982, 280). A diferencia de esta visión, el trabajo de reestructuración económica, la autonomía de los movimientos populares
Gruening y Hernández (y de otras historias regionales que menciono y el significado del concepto de ciudadanía en los ochenta y noventa.
aquí), indican que en México el Estado nacional no fue una arena limi- En Juchitán, una ciudad provincial en el sur del Istmo de Tehuante-
tada en cuanto al conflicto. Mientras en el ámbito nacional se desarro- pec,16 las rebeliones del siglo XIX aprovecharon ciertas experiencias de
llaban mecanismos de control y mediación potencialmente autoritarios, los juchitecos en siglos anteriores para crear una identidad que enfatiza-
en el nivel estado y local se fortalecían otras (quizá igualmente propen- ba la unidad del pueblo contra cualquier incursión, fuese por oaxaque-
sas a volverse represivas y autoritarias, aunque de forma distinta y en ños, mexicanos, europeos o norteamericanos. Esta identidad subrayó la
conflicto con el gobierno central). capacidad y disposición del pueblo de defender sus recursos y su auto-
nomía con varias formas de resistencia: peticiones, invasiones de tierras,
el uso ilegal de salitres y pastizales, ataques al comercio y rebeliones ar-
LAS REGIONES DE MÉXICO DESDE LA DÉCADA DE 1930 madas. Al resistir las incursiones económicas, los juchitecos llegaron a
considerarse un pueblo unido aunque los oaxaqueños en la capital los
El nuevo Estado posrevolucionario coexistió con poderosos jefes regio- definieron como criminales y bárbaros.
nales en ciudades como Juchitán, Naranja y Namiquipa, y en los esta- Después de la Revolución y debido a los arreglos políticos desarro-
dos de Puebla, Guerrero, Nayarit, San Luis Potosí y Sonora. Estos jefes llados durante los veinticinco años del dominio cacical del general He-
y sus aliados políticos conservaron el poder desde los treinta hasta fines liodoro Charis (a través de negociaciones con Cárdenas), esta región
de los cincuenta o principios de los sesenta, a veces por conformidad, a apoyó al nuevo Estado-nación precisamente porque dichos arreglos no
veces con cierta autonomía. Aunque el periodo 1930-1960 corresponde afectaron al Istmo y garantizaron a los juchitecos (al menos en princi-
aproximadamente a la cronología que usa el análisis centrado en el Es- pio) la autonomía económica y política que habían ganado a través de
tado, las historias regionales sugieren una versión distinta de ese tiem- sus varias sublevaciones. Además, la alianza multiclasista atrás de Cha-
po, al relacionar directamente sus eventos y conflictos políticos claves
con lo que había sucedido y lo que vendría después. La autonomía que 16
La siguiente discusión de Juchitán está basada en Rubin (1997).

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Parte del análisis pionero del cardenismo de Hamilton refleja hallaz- varios caciques lograron se asociaba con reclamos que de antaño forma-
gos relativos al poder regional: a pesar del dominio de nuevos grupos ban parte de su lucha, a menudo desde mediados del siglo XIX. La natu-
progresivos en el país en la primera mitad de ese sexenio, “la coalición raleza del caciquismo engendró una continua oposición política a su
anteriormente dominante […] no desapareció. Además, ciertos grupos sustancia y a sus procedimientos, una oposición que ligó un discurso
en esta alianza […] siguieron fortaleciéndose en este periodo, en parte sobre el gobierno limpio y la eficiencia administrativa con querellas
mediante iniciativas en el nivel Estado que favorecían la acumulación acerca de la religión, la etnicidad, la justicia social y la democracia. La
privada” (1982, 276). Pero, al enfocarse en el centro y la estructura de enorme dificultad de forjar una política pública tras la muerte de algún
clases nacional, Hamilton argumenta que los eventos de la gestión car- cacique propició una turbulenta serie de enfrentamientos políticos en los
denista suscitaron una transformación nacional mayor: “Durante los si- sesenta y después. Era complejo pero urgente formar un partido políti-
guientes quince años, surgió un poderoso grupo gobernante (la dinastía co, y el resultado fue controvertido y desigual. La dinámica de las con-
sonorense) que logró centralizar el poder del Estado, al eliminar las troversias dependió en buena medida de los actos de los caciques y de
bases regionales del poder político y militar” (1982, 272). Desde su pers- su interacción con las iniciativas del Estado central. Los conflictos y alian-
pectiva, “El Estado queda limitado como una arena del conflicto de cla- zas que surgieron entre 1960 y 1980 (distintas de una región a otra), for-
ses; en general funciona para reprimir a los grupos movilizados que no maron el marco de las negociaciones sobre la competencia electoral, la
puede cooptar” (1982, 280). A diferencia de esta visión, el trabajo de reestructuración económica, la autonomía de los movimientos populares
Gruening y Hernández (y de otras historias regionales que menciono y el significado del concepto de ciudadanía en los ochenta y noventa.
aquí), indican que en México el Estado nacional no fue una arena limi- En Juchitán, una ciudad provincial en el sur del Istmo de Tehuante-
tada en cuanto al conflicto. Mientras en el ámbito nacional se desarro- pec,16 las rebeliones del siglo XIX aprovecharon ciertas experiencias de
llaban mecanismos de control y mediación potencialmente autoritarios, los juchitecos en siglos anteriores para crear una identidad que enfatiza-
en el nivel estado y local se fortalecían otras (quizá igualmente propen- ba la unidad del pueblo contra cualquier incursión, fuese por oaxaque-
sas a volverse represivas y autoritarias, aunque de forma distinta y en ños, mexicanos, europeos o norteamericanos. Esta identidad subrayó la
conflicto con el gobierno central). capacidad y disposición del pueblo de defender sus recursos y su auto-
nomía con varias formas de resistencia: peticiones, invasiones de tierras,
el uso ilegal de salitres y pastizales, ataques al comercio y rebeliones ar-
LAS REGIONES DE MÉXICO DESDE LA DÉCADA DE 1930 madas. Al resistir las incursiones económicas, los juchitecos llegaron a
considerarse un pueblo unido aunque los oaxaqueños en la capital los
El nuevo Estado posrevolucionario coexistió con poderosos jefes regio- definieron como criminales y bárbaros.
nales en ciudades como Juchitán, Naranja y Namiquipa, y en los esta- Después de la Revolución y debido a los arreglos políticos desarro-
dos de Puebla, Guerrero, Nayarit, San Luis Potosí y Sonora. Estos jefes llados durante los veinticinco años del dominio cacical del general He-
y sus aliados políticos conservaron el poder desde los treinta hasta fines liodoro Charis (a través de negociaciones con Cárdenas), esta región
de los cincuenta o principios de los sesenta, a veces por conformidad, a apoyó al nuevo Estado-nación precisamente porque dichos arreglos no
veces con cierta autonomía. Aunque el periodo 1930-1960 corresponde afectaron al Istmo y garantizaron a los juchitecos (al menos en princi-
aproximadamente a la cronología que usa el análisis centrado en el Es- pio) la autonomía económica y política que habían ganado a través de
tado, las historias regionales sugieren una versión distinta de ese tiem- sus varias sublevaciones. Además, la alianza multiclasista atrás de Cha-
po, al relacionar directamente sus eventos y conflictos políticos claves
con lo que había sucedido y lo que vendría después. La autonomía que 16
La siguiente discusión de Juchitán está basada en Rubin (1997).

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ris ayudó a reforzar el idioma y las prácticas rituales zapotecas, apoya- autoridades estatales y nacionales, formaron grupos independientes en
dos por los discursos de “indianidad” que el Estado central usaba para el PRI que pelearon por un papel en la selección de candidatos y en la
definir y legitimar su gobierno. El PRI apenas existía en el istmo entre administración municipal. En 1971, estos grupos rompieron con el
1930 y 1960, donde se conocían a los activistas políticos como “charis- partido oficial en una división que culminó con la instalación de un
tas”, incluso cuando apoyaban al nuevo sistema nacional. Las organiza- líder opositor como presidente municipal. Así, en los sesenta no fueron
ciones masivas aparecieron mucho después y fueron menos uniformes los radicales locales de los setenta sino las elites que promovieron
que los análisis de la política nacional sugieren. Además, Charis pronto grandes movilizaciones y una amplia participación electoral como
fue retado por reformadores en los ámbitos local y estatal. Su gestión estrategias políticas y que articularon profundas críticas del fracaso del
como el jefe regional se caracterizó por intrigas y asesinatos, mientras desarrollo económico, de la pobreza generalizada y de la corrupción
que los campesinos vivían una mezcla de protección y explotación. política. Mediante este conflicto y otros posteriores centrados en la
Hubo acalorados enfrentamientos políticos públicos (a menudo por las competencia política y la vida social, se debatía y reformulaba el signifi-
elecciones) entre dos grupos de la elite con visiones encontradas del cado de la ciudadanía en Juchitán. Además, la promoción de las elec-
presente y futuro de la vida política. ciones en los sesenta y principios de los setenta no significó que los
Estas tensiones estallaron en los sesenta y principios de los setenta juchitecos tuvieran un anhelo de la democracia electoral. Más bien,
en dramáticos conflictos públicos sobre la propiedad privada, las elec- ponderaban la importancia de las elecciones frente a otros asuntos
ciones y el papel del PRI. Este periodo no vio nacer ningún partido políti- claves, como los procedimientos internos del PRI, el valor de un “partido
co ni otro mecanismo reconocido que distribuyera y ejerciera la autori- de gobierno” y el camino apropiado para impulsar el desarrollo.
dad política local. La construcción de escuelas, hospitales, carreteras y Tras el fracaso del gobierno reformista de 1971-73, los estudiantes
una presa (fruto de la alianza región-nación y del programa nacional de radicales de Juchitán formaron un movimiento activista que se transfor-
desarrollo), desencadenaron procesos de comercialización urbana y mó más tarde en la “Coalición Obrera-Campesina Estudiantil del Ist-
cambio agrícola que transformaron la vida cotidiana y el discurso públi- mo” (COCEI), y que llegó a ser uno de los movimientos populares más
co. En nombre del pueblo, las elites movilizaron a los campesinos y militantes y duraderos en México. La COCEI era apoyada por la mayoría
obreros para apoyar dos grandes proyectos: la anulación de un decreto de la población zapoteca porque habló y reformuló su lengua, sus cos-
presidencial en los sesenta que habría transformado la mayor parte del tumbres, su arte y su conocimiento histórico. También luchó con éxito
distrito de riego de Juchitán en un ejido; y la elección, a principios de los por la tierra rural, oportunidades agrícolas, mejores salarios y beneficios
setenta, de un gobierno municipal reformista opuesto al PRI. En ambas urbanos y la soberanía municipal, además de resistirse a una continua
iniciativas, las elites invocaron un doble legado: las rebeliones del siglo represión violenta. Al comenzar la reforma política mexicana, este mo-
XIX y el cacicazgo de Charis (la unidad de un pueblo étnico multiclasista vimiento presionó al régimen a anular las fraudulentas elecciones de
frente al exterior) para garantizar la propiedad privada y un gobierno 1980 y a reconocer su triunfo en las elecciones subsecuentes. Gobernó la
limpio. ciudad hasta 1983, cuando las autoridades estatales y nacionales la de-
Intentos de modificar el PRI comenzaron a mediados de los sesenta, rrocaron. Mediante una hábil combinación de militancia y negociación,
cuando el partido oficial autorizó elecciones internas como parte de su la COCEI continuó sus movilizaciones radicales. Entre 1986 y 1989 parti-
programa nacional (pero sólo por poco tiempo), que pretendía estable- cipó en un gobierno municipal de coalición y luego ganó las elecciones
cer un sistema de “primarias”. A finales de los sesenta, cuando estas ini- municipales de 1989, 1992 y 1995.
ciativas de cambios duraderos fracasaron, los que se oponían a las ma- Durante las administraciones de 1989-1992 y 1992-1995, la COCEI par-
niobras cerradas del partido y a la imposición de candidatos por ticipó en el programa de “concertación social” del gobierno salinista y

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ris ayudó a reforzar el idioma y las prácticas rituales zapotecas, apoya- autoridades estatales y nacionales, formaron grupos independientes en
dos por los discursos de “indianidad” que el Estado central usaba para el PRI que pelearon por un papel en la selección de candidatos y en la
definir y legitimar su gobierno. El PRI apenas existía en el istmo entre administración municipal. En 1971, estos grupos rompieron con el
1930 y 1960, donde se conocían a los activistas políticos como “charis- partido oficial en una división que culminó con la instalación de un
tas”, incluso cuando apoyaban al nuevo sistema nacional. Las organiza- líder opositor como presidente municipal. Así, en los sesenta no fueron
ciones masivas aparecieron mucho después y fueron menos uniformes los radicales locales de los setenta sino las elites que promovieron
que los análisis de la política nacional sugieren. Además, Charis pronto grandes movilizaciones y una amplia participación electoral como
fue retado por reformadores en los ámbitos local y estatal. Su gestión estrategias políticas y que articularon profundas críticas del fracaso del
como el jefe regional se caracterizó por intrigas y asesinatos, mientras desarrollo económico, de la pobreza generalizada y de la corrupción
que los campesinos vivían una mezcla de protección y explotación. política. Mediante este conflicto y otros posteriores centrados en la
Hubo acalorados enfrentamientos políticos públicos (a menudo por las competencia política y la vida social, se debatía y reformulaba el signifi-
elecciones) entre dos grupos de la elite con visiones encontradas del cado de la ciudadanía en Juchitán. Además, la promoción de las elec-
presente y futuro de la vida política. ciones en los sesenta y principios de los setenta no significó que los
Estas tensiones estallaron en los sesenta y principios de los setenta juchitecos tuvieran un anhelo de la democracia electoral. Más bien,
en dramáticos conflictos públicos sobre la propiedad privada, las elec- ponderaban la importancia de las elecciones frente a otros asuntos
ciones y el papel del PRI. Este periodo no vio nacer ningún partido políti- claves, como los procedimientos internos del PRI, el valor de un “partido
co ni otro mecanismo reconocido que distribuyera y ejerciera la autori- de gobierno” y el camino apropiado para impulsar el desarrollo.
dad política local. La construcción de escuelas, hospitales, carreteras y Tras el fracaso del gobierno reformista de 1971-73, los estudiantes
una presa (fruto de la alianza región-nación y del programa nacional de radicales de Juchitán formaron un movimiento activista que se transfor-
desarrollo), desencadenaron procesos de comercialización urbana y mó más tarde en la “Coalición Obrera-Campesina Estudiantil del Ist-
cambio agrícola que transformaron la vida cotidiana y el discurso públi- mo” (COCEI), y que llegó a ser uno de los movimientos populares más
co. En nombre del pueblo, las elites movilizaron a los campesinos y militantes y duraderos en México. La COCEI era apoyada por la mayoría
obreros para apoyar dos grandes proyectos: la anulación de un decreto de la población zapoteca porque habló y reformuló su lengua, sus cos-
presidencial en los sesenta que habría transformado la mayor parte del tumbres, su arte y su conocimiento histórico. También luchó con éxito
distrito de riego de Juchitán en un ejido; y la elección, a principios de los por la tierra rural, oportunidades agrícolas, mejores salarios y beneficios
setenta, de un gobierno municipal reformista opuesto al PRI. En ambas urbanos y la soberanía municipal, además de resistirse a una continua
iniciativas, las elites invocaron un doble legado: las rebeliones del siglo represión violenta. Al comenzar la reforma política mexicana, este mo-
XIX y el cacicazgo de Charis (la unidad de un pueblo étnico multiclasista vimiento presionó al régimen a anular las fraudulentas elecciones de
frente al exterior) para garantizar la propiedad privada y un gobierno 1980 y a reconocer su triunfo en las elecciones subsecuentes. Gobernó la
limpio. ciudad hasta 1983, cuando las autoridades estatales y nacionales la de-
Intentos de modificar el PRI comenzaron a mediados de los sesenta, rrocaron. Mediante una hábil combinación de militancia y negociación,
cuando el partido oficial autorizó elecciones internas como parte de su la COCEI continuó sus movilizaciones radicales. Entre 1986 y 1989 parti-
programa nacional (pero sólo por poco tiempo), que pretendía estable- cipó en un gobierno municipal de coalición y luego ganó las elecciones
cer un sistema de “primarias”. A finales de los sesenta, cuando estas ini- municipales de 1989, 1992 y 1995.
ciativas de cambios duraderos fracasaron, los que se oponían a las ma- Durante las administraciones de 1989-1992 y 1992-1995, la COCEI par-
niobras cerradas del partido y a la imposición de candidatos por ticipó en el programa de “concertación social” del gobierno salinista y

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consiguió copiosos fondos para el desarrollo del pueblo. Esta es uno de la escena de conflictos sobre el cacicazgo de Maximino Ávila Camacho.
los pocos grupos indígenas de izquierda que el gobierno mexicano re- Como Pansters ha mostrado, este conflicto enmarcado y polarizado por
conoce como una fuerza política legítima y autónoma. El gobierno ha un discurso anticomunista. Promovido por las elites del estado incon-
respetado los resultados de las elecciones democráticas, invertido en formes por el narcotráfico, la pornografía, el crimen, la Iglesia progre-
sus servicios municipales y frenado los abusos de los derechos huma- sista, los guerrilleros de izquierda y la homosexualidad, este discurso
nos. La relación entre la COCEI y el gobierno nacional se ha convertido en enfrentó a los estudiantes izquierdistas, los obreros y los campesinos a
un modelo para la política democratizadora gracias a las continuas ne- la coalición de la burguesía, la Iglesia y el sector privado de quienes de-
gociaciones sobre la representación cultural y la justicia económica. Ya pendía el cacicazgo. De las movilizaciones locales adentro y afuera de la
que los juchitecos no siempre daban importancia a elecciones limpias (y universidad y lo que Pansters llama el “pánico moral” (1990, 131), sur-
cuando lo hicieron fue sólo uno entre varios asuntos urgentes), el desa- gieron dos nuevas fuerzas políticas (similar a lo que pasó en Juchitán).
rrollo y significado de la democratización allí en los noventa (como en Ambos grupos consistieron más bien de jóvenes: una ala izquierda liga-
todo México) sólo puede entenderse mediante un análisis de creencias da a la vieja universidad y las luchas de los pobres, y una derecha con
y prácticas democráticas arraigadas en el marco histórico regional. una universidad nueva, vinculada con el sector privado, opuesto al es-
La presencia de la COCEI también provocó cambios importantes en el tatismo y parcialmente aliada con el conservador Partido Acción Nacio-
PRI, cuando la amenaza de una oposición militante aumentó el poder de nal (PAN). Como en Juchitán, una mezcla de discursos encontrados, mo-
los reformistas en el partido. Los grupos reformistas habían jugado un vilizaciones y maniobras políticas moldeó el concepto de ciudadanía y
papel clave en la política regional en el siglo XX, contra Charis en los las creencias políticas a largo plazo.19
cuarenta y cincuenta, a favor de las primarias en los sesenta, y contra el En Puebla (y Juchitán) el conflicto polarizado propició una interven-
PRI a principios de los setenta, pero fracasaron en todos sus intentos de ción federal “reformista”, pero con resultados distintos. Inicialmente,
controlar el partido, ya que a principios de los ochenta, una nueva ver- Echevarría apoyó a los estudiantes y los grupos locales, como había
sión del antiguo jefe político tomó el control. El papel de la COCEI y su apoyado a la radical COCEI en Juchitán. Empero, cuando la COCEI salió de
éxito en las elecciones fortalecieron la alianza entre el gobierno central control, su administración respondió con violencia y una intervención
y los reformistas del PRI. A finales de los ochenta, el gobierno de Salinas militar que duró desde los setenta hasta los ochenta. Las propuestas
enfrentaba dos importantes fuerzas regionales en el Istmo que no exis- reformistas logradas más tarde se centraron en la participación de una
tían una década antes: una oposición radical dedicada a negociar en poderosa izquierda. En Puebla en los sesenta y setenta –a diferencia de
busca de ciertas formas de desarrollo, y una ala moderada de la elite del Juchitán– el régimen actuó como árbitro entre izquierda y derecha. Allí,
partido que buscaba la competencia electoral, la apertura administrati- la izquierda no surgió del radicalismo de los setenta como un movi-
va y el bienestar social.17 miento político coherente y la nueva derecha aprovechó el legado de la
En Puebla y Guerrero, la descomposición de los cacicazgos estatales ideología conservadora, la presencia del PAN y el énfasis en las elec-
tomó formas distintas que resultaron en divergentes escenarios políti- ciones para influir en el partido oficial.
cos en los ochenta y noventa.18 En Puebla, la Universidad Autónoma fue
19
En su discusión de los debates acerca de la pena de muerte y los derechos humanos
de los reos en Brasil, Teresa Caldeira (1994) muestra que las creencias sobre la democra-
17
Sobre la COCEI en los setenta y ochenta, véase también Rubin (1987, 1994). cia (en el caso brasileño, sobre la protección contra la violencia dirigida al cuerpo huma-
18
Esta discusión de Puebla se basa en Pansters (1990), y la de Guerrero en Armando no), se derivan tanto de los tipos de asuntos sociales identificados por Pansters en Puebla
Bartra (s.f.). como de las experiencias de las elecciones, los partidos y el gobierno.

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consiguió copiosos fondos para el desarrollo del pueblo. Esta es uno de la escena de conflictos sobre el cacicazgo de Maximino Ávila Camacho.
los pocos grupos indígenas de izquierda que el gobierno mexicano re- Como Pansters ha mostrado, este conflicto enmarcado y polarizado por
conoce como una fuerza política legítima y autónoma. El gobierno ha un discurso anticomunista. Promovido por las elites del estado incon-
respetado los resultados de las elecciones democráticas, invertido en formes por el narcotráfico, la pornografía, el crimen, la Iglesia progre-
sus servicios municipales y frenado los abusos de los derechos huma- sista, los guerrilleros de izquierda y la homosexualidad, este discurso
nos. La relación entre la COCEI y el gobierno nacional se ha convertido en enfrentó a los estudiantes izquierdistas, los obreros y los campesinos a
un modelo para la política democratizadora gracias a las continuas ne- la coalición de la burguesía, la Iglesia y el sector privado de quienes de-
gociaciones sobre la representación cultural y la justicia económica. Ya pendía el cacicazgo. De las movilizaciones locales adentro y afuera de la
que los juchitecos no siempre daban importancia a elecciones limpias (y universidad y lo que Pansters llama el “pánico moral” (1990, 131), sur-
cuando lo hicieron fue sólo uno entre varios asuntos urgentes), el desa- gieron dos nuevas fuerzas políticas (similar a lo que pasó en Juchitán).
rrollo y significado de la democratización allí en los noventa (como en Ambos grupos consistieron más bien de jóvenes: una ala izquierda liga-
todo México) sólo puede entenderse mediante un análisis de creencias da a la vieja universidad y las luchas de los pobres, y una derecha con
y prácticas democráticas arraigadas en el marco histórico regional. una universidad nueva, vinculada con el sector privado, opuesto al es-
La presencia de la COCEI también provocó cambios importantes en el tatismo y parcialmente aliada con el conservador Partido Acción Nacio-
PRI, cuando la amenaza de una oposición militante aumentó el poder de nal (PAN). Como en Juchitán, una mezcla de discursos encontrados, mo-
los reformistas en el partido. Los grupos reformistas habían jugado un vilizaciones y maniobras políticas moldeó el concepto de ciudadanía y
papel clave en la política regional en el siglo XX, contra Charis en los las creencias políticas a largo plazo.19
cuarenta y cincuenta, a favor de las primarias en los sesenta, y contra el En Puebla (y Juchitán) el conflicto polarizado propició una interven-
PRI a principios de los setenta, pero fracasaron en todos sus intentos de ción federal “reformista”, pero con resultados distintos. Inicialmente,
controlar el partido, ya que a principios de los ochenta, una nueva ver- Echevarría apoyó a los estudiantes y los grupos locales, como había
sión del antiguo jefe político tomó el control. El papel de la COCEI y su apoyado a la radical COCEI en Juchitán. Empero, cuando la COCEI salió de
éxito en las elecciones fortalecieron la alianza entre el gobierno central control, su administración respondió con violencia y una intervención
y los reformistas del PRI. A finales de los ochenta, el gobierno de Salinas militar que duró desde los setenta hasta los ochenta. Las propuestas
enfrentaba dos importantes fuerzas regionales en el Istmo que no exis- reformistas logradas más tarde se centraron en la participación de una
tían una década antes: una oposición radical dedicada a negociar en poderosa izquierda. En Puebla en los sesenta y setenta –a diferencia de
busca de ciertas formas de desarrollo, y una ala moderada de la elite del Juchitán– el régimen actuó como árbitro entre izquierda y derecha. Allí,
partido que buscaba la competencia electoral, la apertura administrati- la izquierda no surgió del radicalismo de los setenta como un movi-
va y el bienestar social.17 miento político coherente y la nueva derecha aprovechó el legado de la
En Puebla y Guerrero, la descomposición de los cacicazgos estatales ideología conservadora, la presencia del PAN y el énfasis en las elec-
tomó formas distintas que resultaron en divergentes escenarios políti- ciones para influir en el partido oficial.
cos en los ochenta y noventa.18 En Puebla, la Universidad Autónoma fue
19
En su discusión de los debates acerca de la pena de muerte y los derechos humanos
de los reos en Brasil, Teresa Caldeira (1994) muestra que las creencias sobre la democra-
17
Sobre la COCEI en los setenta y ochenta, véase también Rubin (1987, 1994). cia (en el caso brasileño, sobre la protección contra la violencia dirigida al cuerpo huma-
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Esta discusión de Puebla se basa en Pansters (1990), y la de Guerrero en Armando no), se derivan tanto de los tipos de asuntos sociales identificados por Pansters en Puebla
Bartra (s.f.). como de las experiencias de las elecciones, los partidos y el gobierno.

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En Guerrero, se estableció bajo Cárdenas lo que Armando Bartra lla- enfrentaron al Estado, sus agencias y su política agraria en vez de opo-
ma “un cacicazgo rural de origen agrarista”. En los treinta, el goberna- nerse a los caciques y las elites regionales como en Puebla y Juchitán.
dor de Guerrero impulsó la reforma agraria y reanimó el radicalismo Así, a fines de los ochenta y principios de los noventa, algunos de los
derrotado en los veinte al involucrar a antiguos guerrilleros en la refor- movimientos más fuertes en Guerrero fueron cooperativas de producto-
ma. Las organizaciones radicales y sus líderes sobrevivieron a la forma- res; es decir, grupos dispuestos a negociar con el Estado en materia eco-
ción de nuevas instituciones estatales, aunque Bartra cree que quedaron nómica y de buscar relaciones económicas innovadoras con el exterior,
sujetos al marco corporativista.20 En los cincuenta, nuevas organizacio- a diferencia de los movimientos de izquierda en Puebla y Juchitán.
nes lucharon en vano por sobrevivir fuera del PRI. Como en Juchitán, En Puebla y Guerrero en los cincuenta (como en Juchitán) grupos in-
hubo conflictos abiertos en los sesenta que el régimen no pudo contro- conformes con el dominio cacical no cambiaron las relaciones de poder,
lar, pero en Guerrero surgió una guerrilla. Como en Puebla y Juchitán pero la década de 1960 fue testigo de desafíos más transcendentes e in-
en esos años, la oposición en Guerrero se gestó dentro del sistema me- quietantes. Como en Juchitán, la inconformidad giraba en torno a las
diante expresiones divergentes y creencias cambiantes respecto a la ciu- elecciones, la responsabilidad y reformas moderadas, antes de crecer y
dadanía. A principios de los sesenta, protestas contra el fraude electoral convertirse en una fuerza militante clasista que buscó transformaciones
en Atoyac provocaron una escalada en el conflicto civil-militar, la inter- económicas, políticas y culturales y se desbordó en acaloradas discusio-
vención del ejército y múltiples abusos. nes públicas externas a la oficial política nacional, que fue objeto de
Las movilizaciones encabezadas por los maestros Genaro Vázquez y fuertes críticas. El análisis de Juchitán, Puebla y Guerrero muestra que
Lucio Cabañas muestran que la guerrilla sobrevivió por al menos nueve los importantes fenómenos políticos surgidos en los ochenta habían te-
años. Según Bartra, la guerra armada aisló a la lucha de la vida cotidia- nido antecedentes en ciertas regiones desde los sesenta: la formación del
na de los no combatientes, cuyo búsqueda del cambio databa de los cin- movimiento de izquierda y su papel en la concertación social en Juchi-
cuenta. En contraste con Juchitán, esta lucha acabó con la radicalización tán; el fortalecimiento del PAN y el desarrollo de nuevas formas de in-
de la oposición. Según Bartra, los líderes guerrilleros no concebían un fluencia política entre grupos del sector privado en Puebla; y la funda-
movimiento social no-violento como los que surgieron después en otros ción de cooperativas agrícolas en Guerrero.
lugares. Al igual que Pansters en su discusión del anticomunismo en Al analizar el conflicto político en San Luis Potosí (México central),
Puebla, Bartra mezcló la economía política y el análisis del discurso po- Enrique Márquez (1987) usó la historia cultural regional y las estructu-
lítico para explicar la trayectoria de las crisis políticas regionales. En ras de poder para explicar el “navismo”, un movimiento político que
Guerrero, el régimen respondió al conflicto con una extensa reforma desafió el caciquismo estatal entre 1958 y 1961 y reapareció en 1981 para
agrícola. Entonces, los movimientos locales formados en los ochenta retar al gobernador Carlos Jonguitud Barrios, el corrupto líder del sindi-
cato nacional de maestros. La oposición a este cacique encabezada por
el doctor Salvador Nava Martínez tuvo ciertos rasgos en común con los
20
Cuestiono la conclusión de Armando Bartra respecto del corporativismo en este movimientos reformistas de Juchitán y Puebla. La Unión Cívica Potosi-
periodo en Guerrero, así como los comentarios de Pansters respecto de su importancia na (parecida al Frente Renovador Democrático que desafió a Charis),
en Puebla. Pansters argumenta que el personalismo y el institucionalismo se fusionaron fue una coalición que promovía el “buen gobierno” y pretendía acabar
para generar una nueva forma de organización política (1990, 74-75). Así, reformula el
con el “rapaz, ambicioso cacicazgo de Gonzalo N. Santos” (Márquez
análisis corporativista pero deja intacta la noción de un solo lugar y forma política pre-
dominante. Yo creo que información adicional permitirá modificar aun más el marco cor- 1977, 112). El candidato presidencial Adolfo López Mateos apoyó a la
porativista y ligar los eventos de los años de 1930 con los de la década de 1960 en estos Unión y declaró en una visita de campaña que “los cacicazgos persisten
estados con procesos históricos anteriores y subsecuentes de una manera diferente. sólo donde la gente los tolera” (1977, 113). Tras una huelga organizada

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En Guerrero, se estableció bajo Cárdenas lo que Armando Bartra lla- enfrentaron al Estado, sus agencias y su política agraria en vez de opo-
ma “un cacicazgo rural de origen agrarista”. En los treinta, el goberna- nerse a los caciques y las elites regionales como en Puebla y Juchitán.
dor de Guerrero impulsó la reforma agraria y reanimó el radicalismo Así, a fines de los ochenta y principios de los noventa, algunos de los
derrotado en los veinte al involucrar a antiguos guerrilleros en la refor- movimientos más fuertes en Guerrero fueron cooperativas de producto-
ma. Las organizaciones radicales y sus líderes sobrevivieron a la forma- res; es decir, grupos dispuestos a negociar con el Estado en materia eco-
ción de nuevas instituciones estatales, aunque Bartra cree que quedaron nómica y de buscar relaciones económicas innovadoras con el exterior,
sujetos al marco corporativista.20 En los cincuenta, nuevas organizacio- a diferencia de los movimientos de izquierda en Puebla y Juchitán.
nes lucharon en vano por sobrevivir fuera del PRI. Como en Juchitán, En Puebla y Guerrero en los cincuenta (como en Juchitán) grupos in-
hubo conflictos abiertos en los sesenta que el régimen no pudo contro- conformes con el dominio cacical no cambiaron las relaciones de poder,
lar, pero en Guerrero surgió una guerrilla. Como en Puebla y Juchitán pero la década de 1960 fue testigo de desafíos más transcendentes e in-
en esos años, la oposición en Guerrero se gestó dentro del sistema me- quietantes. Como en Juchitán, la inconformidad giraba en torno a las
diante expresiones divergentes y creencias cambiantes respecto a la ciu- elecciones, la responsabilidad y reformas moderadas, antes de crecer y
dadanía. A principios de los sesenta, protestas contra el fraude electoral convertirse en una fuerza militante clasista que buscó transformaciones
en Atoyac provocaron una escalada en el conflicto civil-militar, la inter- económicas, políticas y culturales y se desbordó en acaloradas discusio-
vención del ejército y múltiples abusos. nes públicas externas a la oficial política nacional, que fue objeto de
Las movilizaciones encabezadas por los maestros Genaro Vázquez y fuertes críticas. El análisis de Juchitán, Puebla y Guerrero muestra que
Lucio Cabañas muestran que la guerrilla sobrevivió por al menos nueve los importantes fenómenos políticos surgidos en los ochenta habían te-
años. Según Bartra, la guerra armada aisló a la lucha de la vida cotidia- nido antecedentes en ciertas regiones desde los sesenta: la formación del
na de los no combatientes, cuyo búsqueda del cambio databa de los cin- movimiento de izquierda y su papel en la concertación social en Juchi-
cuenta. En contraste con Juchitán, esta lucha acabó con la radicalización tán; el fortalecimiento del PAN y el desarrollo de nuevas formas de in-
de la oposición. Según Bartra, los líderes guerrilleros no concebían un fluencia política entre grupos del sector privado en Puebla; y la funda-
movimiento social no-violento como los que surgieron después en otros ción de cooperativas agrícolas en Guerrero.
lugares. Al igual que Pansters en su discusión del anticomunismo en Al analizar el conflicto político en San Luis Potosí (México central),
Puebla, Bartra mezcló la economía política y el análisis del discurso po- Enrique Márquez (1987) usó la historia cultural regional y las estructu-
lítico para explicar la trayectoria de las crisis políticas regionales. En ras de poder para explicar el “navismo”, un movimiento político que
Guerrero, el régimen respondió al conflicto con una extensa reforma desafió el caciquismo estatal entre 1958 y 1961 y reapareció en 1981 para
agrícola. Entonces, los movimientos locales formados en los ochenta retar al gobernador Carlos Jonguitud Barrios, el corrupto líder del sindi-
cato nacional de maestros. La oposición a este cacique encabezada por
el doctor Salvador Nava Martínez tuvo ciertos rasgos en común con los
20
Cuestiono la conclusión de Armando Bartra respecto del corporativismo en este movimientos reformistas de Juchitán y Puebla. La Unión Cívica Potosi-
periodo en Guerrero, así como los comentarios de Pansters respecto de su importancia na (parecida al Frente Renovador Democrático que desafió a Charis),
en Puebla. Pansters argumenta que el personalismo y el institucionalismo se fusionaron fue una coalición que promovía el “buen gobierno” y pretendía acabar
para generar una nueva forma de organización política (1990, 74-75). Así, reformula el
con el “rapaz, ambicioso cacicazgo de Gonzalo N. Santos” (Márquez
análisis corporativista pero deja intacta la noción de un solo lugar y forma política pre-
dominante. Yo creo que información adicional permitirá modificar aun más el marco cor- 1977, 112). El candidato presidencial Adolfo López Mateos apoyó a la
porativista y ligar los eventos de los años de 1930 con los de la década de 1960 en estos Unión y declaró en una visita de campaña que “los cacicazgos persisten
estados con procesos históricos anteriores y subsecuentes de una manera diferente. sólo donde la gente los tolera” (1977, 113). Tras una huelga organizada

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por los “navistas” en el estado antes y después de las elecciones muni- (1977, 121). La vida política y cultural de San Luis Potosí, como en Ju-
cipales de 1958 (en que Nava ganó más de 90% del voto) el gobierno chitán y Puebla, reflejó una identidad y una historia local distintas que
central reconoció la victoria de la oposición y supervisó la transferencia debemos entender como parte de un proyecto local, que Márquez llama
de la autoridad municipal a Nava. Sin embargo, cuando buscó la gober- “el estilo potosino” (1977, 121-123).
natura en 1961, Nava fue rechazado por el PRI. Su candidatura como “in- La extensión del navismo y su prominencia en el ámbito nacional en
dependiente” lo llevó a la cárcel y a la intervención del ejército. Eventos los cincuenta, provee otro ejemplo del intenso conflicto que caracterizó
parecidos ocurrieron en los ochenta: la administración de Miguel de la al supuesto periodo de “paz corporativista”. Vemos que en San Luis Po-
Madrid primero apoyó a Nava en las elecciones municipales, pero cam- tosí (y Juchitán), la política cacical, la oposición a ella y la posterior cons-
bió de parecer ante la hostilidad que el gobernador Jonguitud Barrios trucción de un partido fueron los rasgos políticos más importantes de
sentía para este reformista. las décadas después de la Revolución. Además, la reencarnación del na-
A diferencia de Juchitán, Puebla y Guerrero, donde el conflicto asu- vismo en los ochenta resaltó a su aliado, el PAN, y la historia regional que
mió un carácter clasista tras las primeras iniciativas de reforma mul- engendró la aparición y reaparición del navismo influyó en la evolución
ticlasista, el navismo reapareció en los ochenta con una membresía de negociaciones en el ámbito nacional sobre elecciones y las relaciones
multiclasista y una ideología de clase media semejantes a las de los cin- entre el sector privado y el gobierno.
cuenta. A pesar de esta diferencia, este movimiento refuerza la imagen En el estado norteño de Sonora, la política de los veinte y treinta se
de la política mexicana derivada de la discusión de los otros estados. caracterizó por enfrentamientos y negociaciones entre caciques regiona-
Aunque el PRI existía en San Luis Potosí, ocupó el segundo lugar atrás les y oficiales civiles y militares (a menudo por las elecciones).21 Solían
del cacique Gonzalo Santos hasta 1958. Después, operó más bien como prevalecer los defensores de Calles, quienes controlaron el acceso al po-
una extensión del partido en la capital, que le impuso una serie de con- der y la gestión de las ramas del partido nacional en el estado hasta que
diciones. En los cincuenta y ochenta, el núcleo de las creencias políticas fueron derrocados por las fuerzas reunidas de grupos religiosos, de
y del activismo quedó fuera del PRI. Como en Juchitán, Puebla y Guerre- campesinos que exigían tierras y de políticos de izquierda, después
ro, el fracaso de los reformistas que buscaban establecerse en el partido de que Cárdenas ganó su lucha para el poder contra Calles. Como en el
oficial complicó enormemente la tarea de forjar mecanismos políticos disimilar estado sureño de Guerrero y en los estados centrales de Mi-
capaces de mediar intereses y propiciar consensos. choacán y Nayarit, la izquierda que estaba activa antes y después de la
Márquez explica este proceso más o menos como yo he interpretado Revolución logró participar en los arreglos políticos que efectuó Cárde-
la política poscacical en otros estados: es decir, como una política estruc- nas. En Sonora, en los treinta y cuarenta, las organizaciones campesinas
turada por el caciquismo y no por el corporativismo. Según Márquez, y obreras lograron influir en la política del estado, culminando con las
los estudios de los procesos electorales nacionales y de la política estatal actividades de la Unión General de Obreros y Campesinos de México
no contemplaron el grado en que “las dinámicas del poder regional y la (UGOCM), dirigida por Jacinto López, que de cierta manera hicieron eco
presencia de tradiciones locales de cultura política e ideología ayudan a de las del Frente Renovador Democrático en Juchitán y de la Unión Cí-
explicar tanto el avance como la ausencia de los partidos políticos” vica Potosina, aunque en Sonora los movimientos populares de la época
(1977, 111). La creación de nuevos mecanismos que tuvieron cierto éxito constituyeron desafíos explícitamente clasistas, a diferencia de los otros
en mediar intereses entre 1967 y 1979, asociados con la “política moder- grupos. Después de 1958, la anterior exclusión de estas fuerzas políticas
nizada” que promovían los reformistas del centro, fue circunscrita por
las estructuras sociales rurales y el caciquismo. Un nuevo consenso sur-
gió “más bien en la capital [pero] sólo entre hombres de negocios” 21
Esta discusión de Sonora se basa principalmente en Rocío Guadarrama (1987).

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por los “navistas” en el estado antes y después de las elecciones muni- (1977, 121). La vida política y cultural de San Luis Potosí, como en Ju-
cipales de 1958 (en que Nava ganó más de 90% del voto) el gobierno chitán y Puebla, reflejó una identidad y una historia local distintas que
central reconoció la victoria de la oposición y supervisó la transferencia debemos entender como parte de un proyecto local, que Márquez llama
de la autoridad municipal a Nava. Sin embargo, cuando buscó la gober- “el estilo potosino” (1977, 121-123).
natura en 1961, Nava fue rechazado por el PRI. Su candidatura como “in- La extensión del navismo y su prominencia en el ámbito nacional en
dependiente” lo llevó a la cárcel y a la intervención del ejército. Eventos los cincuenta, provee otro ejemplo del intenso conflicto que caracterizó
parecidos ocurrieron en los ochenta: la administración de Miguel de la al supuesto periodo de “paz corporativista”. Vemos que en San Luis Po-
Madrid primero apoyó a Nava en las elecciones municipales, pero cam- tosí (y Juchitán), la política cacical, la oposición a ella y la posterior cons-
bió de parecer ante la hostilidad que el gobernador Jonguitud Barrios trucción de un partido fueron los rasgos políticos más importantes de
sentía para este reformista. las décadas después de la Revolución. Además, la reencarnación del na-
A diferencia de Juchitán, Puebla y Guerrero, donde el conflicto asu- vismo en los ochenta resaltó a su aliado, el PAN, y la historia regional que
mió un carácter clasista tras las primeras iniciativas de reforma mul- engendró la aparición y reaparición del navismo influyó en la evolución
ticlasista, el navismo reapareció en los ochenta con una membresía de negociaciones en el ámbito nacional sobre elecciones y las relaciones
multiclasista y una ideología de clase media semejantes a las de los cin- entre el sector privado y el gobierno.
cuenta. A pesar de esta diferencia, este movimiento refuerza la imagen En el estado norteño de Sonora, la política de los veinte y treinta se
de la política mexicana derivada de la discusión de los otros estados. caracterizó por enfrentamientos y negociaciones entre caciques regiona-
Aunque el PRI existía en San Luis Potosí, ocupó el segundo lugar atrás les y oficiales civiles y militares (a menudo por las elecciones).21 Solían
del cacique Gonzalo Santos hasta 1958. Después, operó más bien como prevalecer los defensores de Calles, quienes controlaron el acceso al po-
una extensión del partido en la capital, que le impuso una serie de con- der y la gestión de las ramas del partido nacional en el estado hasta que
diciones. En los cincuenta y ochenta, el núcleo de las creencias políticas fueron derrocados por las fuerzas reunidas de grupos religiosos, de
y del activismo quedó fuera del PRI. Como en Juchitán, Puebla y Guerre- campesinos que exigían tierras y de políticos de izquierda, después
ro, el fracaso de los reformistas que buscaban establecerse en el partido de que Cárdenas ganó su lucha para el poder contra Calles. Como en el
oficial complicó enormemente la tarea de forjar mecanismos políticos disimilar estado sureño de Guerrero y en los estados centrales de Mi-
capaces de mediar intereses y propiciar consensos. choacán y Nayarit, la izquierda que estaba activa antes y después de la
Márquez explica este proceso más o menos como yo he interpretado Revolución logró participar en los arreglos políticos que efectuó Cárde-
la política poscacical en otros estados: es decir, como una política estruc- nas. En Sonora, en los treinta y cuarenta, las organizaciones campesinas
turada por el caciquismo y no por el corporativismo. Según Márquez, y obreras lograron influir en la política del estado, culminando con las
los estudios de los procesos electorales nacionales y de la política estatal actividades de la Unión General de Obreros y Campesinos de México
no contemplaron el grado en que “las dinámicas del poder regional y la (UGOCM), dirigida por Jacinto López, que de cierta manera hicieron eco
presencia de tradiciones locales de cultura política e ideología ayudan a de las del Frente Renovador Democrático en Juchitán y de la Unión Cí-
explicar tanto el avance como la ausencia de los partidos políticos” vica Potosina, aunque en Sonora los movimientos populares de la época
(1977, 111). La creación de nuevos mecanismos que tuvieron cierto éxito constituyeron desafíos explícitamente clasistas, a diferencia de los otros
en mediar intereses entre 1967 y 1979, asociados con la “política moder- grupos. Después de 1958, la anterior exclusión de estas fuerzas políticas
nizada” que promovían los reformistas del centro, fue circunscrita por
las estructuras sociales rurales y el caciquismo. Un nuevo consenso sur-
gió “más bien en la capital [pero] sólo entre hombres de negocios” 21
Esta discusión de Sonora se basa principalmente en Rocío Guadarrama (1987).

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en Sonora propició nuevas formas de organización y oposición en el (UELC) (Hernández 1990).22 Junto con el CECVyM en Sonora, la resistencia
partido oficial y movimientos de reforma en los sesenta. Cuando las ne- de este movimiento en los ochenta proporcionó un modelo para orga-
gociaciones sobre reformas fracasaron, amplios grupos populares se nizaciones de productores que propició la formación de cooperativas de
movilizaron en torno a las elecciones para gobernador. productores en Guerrero y Oaxaca a fines de los ochenta. Además, par-
Ante el reto radical de las invasiones de tierras en Sonora en 1975, el ticipó en negociaciones con el centro sobre la economía agrícola como
gobierno de Echeverría intervino mediante un programa de expropia- parte de una coalición nacional de organizaciones de productores lla-
ciones. Los beneficiarios formaron la Coalición de Ejidos Colectivos de mada UNORCA (Unión Nacional de Organizaciones Rurales Campesinas
los Valles del Yaqui y Mayo (CECVyM), una longeva organización rural Autónomas).
compuesta de empresas agrícolas colectivas que negoció exitosamente Estas reseñas muestran que la política mexicana del siglo XX ha sido
con las agencias del Estado y se preocupó por las necesidades económi- moldeada de manera importante por el surgimiento y derrumbe de ca-
cas y sociales de sus miembros. En los ochenta, grupos del sector priva- cicazgos regionales y por los posteriores conflictos para el poder. Sugie-
do reaccionaron ante su debilitada posición al transformar al PAN en un ren un patrón en las crisis políticas (distinto al que proponen los análi-
partido de oposición fuerte. En 1985, participaron en negociaciones sis enfocados en el Estado), y una gama de contextos en que ocurrieron.
preelectorales con el candidato a gobernador del PRI y lo apoyaron en las En los ochenta, como en décadas anteriores, las creencias políticas y las
elecciones (Guadarrama 1987, 104-5). Estos sucesos recuerdan los de Ju- relaciones de poder variaron grandemente entre los estados y regiones.
chitán (una región disimilar a Sonora en lo económico y político), donde Esta conclusión es obvia en un nivel, ya que el panorama político, eco-
los movimientos de reforma en el PRI cedieron ante desafíos clasistas, la nómico y cultural de México siempre ha sido caracterizado por su di-
intervención del régimen y el avance de los elementos que apoyaban al versidad. Empero, lo que quiero sugerir es que esta variación niega la
sector privado. Esta perspectiva permite ver cómo se han desarrollado idea que proponen los análisis basados en el Estado acerca de la relati-
nuevas formas de relaciones entre el sector privado y el Estado (parte va homogeneidad de los procesos políticos y de sus resultados.
fundamental de la liberalización económica introducida por Salinas),
mediante un cercano contacto con las movilizaciones radicales locales.
Ni la fuerza homogénea del centro ni las alianzas centro-sector privado CULTURA Y VIDA COTIDIANA
posibilitaron la extensa reforma neoliberal. Más bien, la hegemonía que
permite reestructurar la economía surgió de las continuas impugnacio- Una fuente de variación es la disyuntiva entre el tejido y sustancia de la
nes y reformulaciones. vida regional y la identidad y los proyectos del centro, como muestra
En el estado centro-oeste de Nayarit, un cacicazgo agrarista similar la descripción de Márquez de la “potosinidad” con sus raíces históricas
al de Guerrero no sólo engendró un moderado movimiento reformista y su identidad cultural, distintas a las de la “mexicanidad”, una catego-
de maestros, sino permitió el surgimiento de un conocido bandido local, ría bastante compleja (R. Bartra 1992; Lomnitz-Adler 1992). Pansters y
El Caso, como un líder campesino regional. En defensa de las causas del A. Bartra, en contraste, asumen la compatibilidad del caciquismo y cor-
campesinado, El Caso organizó el Congreso de Tuxpan en 1956 y fundó porativismo en Puebla y Guerrero hasta que estallaron los conflictos cí-
un nuevo y extenso movimiento local que creció en los sesenta y logró vicos de los sesenta, pero yo cuestionaría esta compatibilidad con base
avances significativos entre 1966 y 1970. Como en Juchitán y Guerrero,
aquí en los sesenta, un tipo de oposición contribuyó a la emergencia de
otra oposición más innovadora y potencialmente radical en los setenta: 22
La información histórica sobre Nayarit antes de la formación de la UELC está trata-
una coalición de ejidos llamada la Unión de Ejidos Lázaro Cárdenas da en el manuscrito de Luis Hernández, aunque no aparece en la versión publicada.

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en Sonora propició nuevas formas de organización y oposición en el (UELC) (Hernández 1990).22 Junto con el CECVyM en Sonora, la resistencia
partido oficial y movimientos de reforma en los sesenta. Cuando las ne- de este movimiento en los ochenta proporcionó un modelo para orga-
gociaciones sobre reformas fracasaron, amplios grupos populares se nizaciones de productores que propició la formación de cooperativas de
movilizaron en torno a las elecciones para gobernador. productores en Guerrero y Oaxaca a fines de los ochenta. Además, par-
Ante el reto radical de las invasiones de tierras en Sonora en 1975, el ticipó en negociaciones con el centro sobre la economía agrícola como
gobierno de Echeverría intervino mediante un programa de expropia- parte de una coalición nacional de organizaciones de productores lla-
ciones. Los beneficiarios formaron la Coalición de Ejidos Colectivos de mada UNORCA (Unión Nacional de Organizaciones Rurales Campesinas
los Valles del Yaqui y Mayo (CECVyM), una longeva organización rural Autónomas).
compuesta de empresas agrícolas colectivas que negoció exitosamente Estas reseñas muestran que la política mexicana del siglo XX ha sido
con las agencias del Estado y se preocupó por las necesidades económi- moldeada de manera importante por el surgimiento y derrumbe de ca-
cas y sociales de sus miembros. En los ochenta, grupos del sector priva- cicazgos regionales y por los posteriores conflictos para el poder. Sugie-
do reaccionaron ante su debilitada posición al transformar al PAN en un ren un patrón en las crisis políticas (distinto al que proponen los análi-
partido de oposición fuerte. En 1985, participaron en negociaciones sis enfocados en el Estado), y una gama de contextos en que ocurrieron.
preelectorales con el candidato a gobernador del PRI y lo apoyaron en las En los ochenta, como en décadas anteriores, las creencias políticas y las
elecciones (Guadarrama 1987, 104-5). Estos sucesos recuerdan los de Ju- relaciones de poder variaron grandemente entre los estados y regiones.
chitán (una región disimilar a Sonora en lo económico y político), donde Esta conclusión es obvia en un nivel, ya que el panorama político, eco-
los movimientos de reforma en el PRI cedieron ante desafíos clasistas, la nómico y cultural de México siempre ha sido caracterizado por su di-
intervención del régimen y el avance de los elementos que apoyaban al versidad. Empero, lo que quiero sugerir es que esta variación niega la
sector privado. Esta perspectiva permite ver cómo se han desarrollado idea que proponen los análisis basados en el Estado acerca de la relati-
nuevas formas de relaciones entre el sector privado y el Estado (parte va homogeneidad de los procesos políticos y de sus resultados.
fundamental de la liberalización económica introducida por Salinas),
mediante un cercano contacto con las movilizaciones radicales locales.
Ni la fuerza homogénea del centro ni las alianzas centro-sector privado CULTURA Y VIDA COTIDIANA
posibilitaron la extensa reforma neoliberal. Más bien, la hegemonía que
permite reestructurar la economía surgió de las continuas impugnacio- Una fuente de variación es la disyuntiva entre el tejido y sustancia de la
nes y reformulaciones. vida regional y la identidad y los proyectos del centro, como muestra
En el estado centro-oeste de Nayarit, un cacicazgo agrarista similar la descripción de Márquez de la “potosinidad” con sus raíces históricas
al de Guerrero no sólo engendró un moderado movimiento reformista y su identidad cultural, distintas a las de la “mexicanidad”, una catego-
de maestros, sino permitió el surgimiento de un conocido bandido local, ría bastante compleja (R. Bartra 1992; Lomnitz-Adler 1992). Pansters y
El Caso, como un líder campesino regional. En defensa de las causas del A. Bartra, en contraste, asumen la compatibilidad del caciquismo y cor-
campesinado, El Caso organizó el Congreso de Tuxpan en 1956 y fundó porativismo en Puebla y Guerrero hasta que estallaron los conflictos cí-
un nuevo y extenso movimiento local que creció en los sesenta y logró vicos de los sesenta, pero yo cuestionaría esta compatibilidad con base
avances significativos entre 1966 y 1970. Como en Juchitán y Guerrero,
aquí en los sesenta, un tipo de oposición contribuyó a la emergencia de
otra oposición más innovadora y potencialmente radical en los setenta: 22
La información histórica sobre Nayarit antes de la formación de la UELC está trata-
una coalición de ejidos llamada la Unión de Ejidos Lázaro Cárdenas da en el manuscrito de Luis Hernández, aunque no aparece en la versión publicada.

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en el análisis de las prácticas políticas y culturales locales en tres sitios: arenas del Estado y nación […] los candidatos capaces de llevar varios
uno en el norte, uno en el centro y otro en el sur. Mostraré que las rela- miles de hombres a la capital del estado tenían más probabilidad de
ciones de poder de la vida local difirieron a las que promovía el centro salir electos” (1986, 8).
y obstruyeron los proyectos del Estado. Además, al ser lugares con En Juchitán y Naranja, la manipulación de lenguas indígenas fue
creencias y prácticas alternas, las relaciones de poder en la vida local in- importante en el discurso político local (Ibid. 1986, 16). El jefe regional
fluyeron de manera importante en la política regional y nacional. lograba hacerse oír en las arenas políticas del Estado y la nación me-
El estudio de Friedrich (1986) de la política regional en Michoacán diante una mezcla de conexiones políticas y militares y su afirmación de
en las décadas de 1930 a 1960, Los príncipes de Naranja, detalló la vida que representaba los intereses e identidades de los indios (1986, 30-31,
política y cultural de un cacique regional y su clan político. Enfatizó la 174). En ambos sitios, las facetas autoritarias del control cacical encon-
brecha entre las relaciones de poder en la región y nación al mostrar que traron apoyo en la relativa autonomía que el jefe lograba en su región.
incluso los pueblos que apoyaban al gobierno posrevolucionario lo hi- En Naranja, la impartición de justicia era un asunto totalmente local que
cieron a través de acomodos políticos formales y prácticas culturales co- permitió mantener alejadas las influencias externas (un rasgo del caci-
tidianas que limitaron fuertemente el alcance de la autoridad central. quismo). Friedrich comenta que Camilo Caso (abogado y juez no oficial
Para Juchitán, es más apropiado hablar de los “charistas”, y en Naranja del lugar) “intenta juzgar según la moral local, distribuir las compensa-
de la “política de Caso”, pero no del partido oficial. En los veinte, los ciones y castigos de la manera más amplia posible y proteger a sus pai-
jefes apoyados por Cárdenas en estos dos lugares gozaban de mucho sanos de la ley estatal y nacional [...]” (1986, 37).
apoyo en sus respectivas regiones, pero no pudieron acceder a puestos Estos estudios revelan una importante brecha entre la experiencia
políticos hasta que Cárdenas hizo arreglos entre ellos mismos, sus se- regional y los proyectos nacionales. En Juchitán y Naranja, la vida local
guidores y la elite regional. Aunque estos arreglos normalmente estipu- se distinguió por una intensidad, autoconciencia y autodefinición que
laban el establecimiento de oficinas de las grandes organizaciones na- contradicen la idea de que eran sitios penetrados por mecanismos
cionales, la Confederación Nacional Campesina (CNC) nunca llegó a ser ideológicos, económicos y de movilización que provenían del estado.23
un medio de control del centro. En Juchitán, su presencia fue escasa, El corporativismo sostiene que el Estado estructura los intereses y las
mientras que en Naranja emergió mediante movilizaciones agrarias lo- instituciones políticas, en cuanto éstos surgen en forma pública o, inclu-
cales y fue controlada en buena medida por los aliados del cacique. Por so, antes. También, el concepto del Estado todopoderoso sugiere la re-
ejemplo, tras expropiar las parcelas de una facción rival, los miembros gulación de la vida social y política por el centro. La política cacical, en
del grupo político del jefe convencieron (o sobornaron) a los funciona- contraste, está envuelta en cosmovisiones y estructuras de poder loca-
rios para que aprobaran sus actos. Cuando el presidente Ávila Camacho les. El cacique permite –en forma paternalista y autoritaria– la super-
se opuso, los secuaces del jefe simplemente ignoraron las directivas de vivencia de los vecinos y de algunos aspectos de la vida comunitaria
su gobierno: “[Cuando] el delegado les leyó la orden, Ezequiel Peñasco que tienen dinámicas muy distintas a las de los proyectos nacionales.
[seguidor de Caso y comisario ejidal] dijo que la iban a desobedecer” Los casos citados muestran que entre los treinta y sesenta, las formas
(Friedrich 1986, 23). culturales locales de Juchitán y Naranja modificaron las directivas y los
En Naranja y Juchitán, alcanzar el estatus de “jefe” dependía de la proyectos del centro, a la vez que protegieron y recrearon la autonomía
capacidad de “atraer gente” (un atributo de Charis, por ejemplo); es de-
cir, de contar con grupos de seguidores y poderlos movilizar. Según 23
Para discusiones más amplias de Michoacán que apoyan esta caracterización,
Friedrich, en Michoacán “Las milicias locales montadas fueron un fac- véase Purnell (1993) sobre el siglo XIX y la rebelión cristera, y Aitken (1994) sobre el perio-
tor clave en la lucha para el poder a nivel pueblo, región y aun en las do posrevolucionario.

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en el análisis de las prácticas políticas y culturales locales en tres sitios: arenas del Estado y nación […] los candidatos capaces de llevar varios
uno en el norte, uno en el centro y otro en el sur. Mostraré que las rela- miles de hombres a la capital del estado tenían más probabilidad de
ciones de poder de la vida local difirieron a las que promovía el centro salir electos” (1986, 8).
y obstruyeron los proyectos del Estado. Además, al ser lugares con En Juchitán y Naranja, la manipulación de lenguas indígenas fue
creencias y prácticas alternas, las relaciones de poder en la vida local in- importante en el discurso político local (Ibid. 1986, 16). El jefe regional
fluyeron de manera importante en la política regional y nacional. lograba hacerse oír en las arenas políticas del Estado y la nación me-
El estudio de Friedrich (1986) de la política regional en Michoacán diante una mezcla de conexiones políticas y militares y su afirmación de
en las décadas de 1930 a 1960, Los príncipes de Naranja, detalló la vida que representaba los intereses e identidades de los indios (1986, 30-31,
política y cultural de un cacique regional y su clan político. Enfatizó la 174). En ambos sitios, las facetas autoritarias del control cacical encon-
brecha entre las relaciones de poder en la región y nación al mostrar que traron apoyo en la relativa autonomía que el jefe lograba en su región.
incluso los pueblos que apoyaban al gobierno posrevolucionario lo hi- En Naranja, la impartición de justicia era un asunto totalmente local que
cieron a través de acomodos políticos formales y prácticas culturales co- permitió mantener alejadas las influencias externas (un rasgo del caci-
tidianas que limitaron fuertemente el alcance de la autoridad central. quismo). Friedrich comenta que Camilo Caso (abogado y juez no oficial
Para Juchitán, es más apropiado hablar de los “charistas”, y en Naranja del lugar) “intenta juzgar según la moral local, distribuir las compensa-
de la “política de Caso”, pero no del partido oficial. En los veinte, los ciones y castigos de la manera más amplia posible y proteger a sus pai-
jefes apoyados por Cárdenas en estos dos lugares gozaban de mucho sanos de la ley estatal y nacional [...]” (1986, 37).
apoyo en sus respectivas regiones, pero no pudieron acceder a puestos Estos estudios revelan una importante brecha entre la experiencia
políticos hasta que Cárdenas hizo arreglos entre ellos mismos, sus se- regional y los proyectos nacionales. En Juchitán y Naranja, la vida local
guidores y la elite regional. Aunque estos arreglos normalmente estipu- se distinguió por una intensidad, autoconciencia y autodefinición que
laban el establecimiento de oficinas de las grandes organizaciones na- contradicen la idea de que eran sitios penetrados por mecanismos
cionales, la Confederación Nacional Campesina (CNC) nunca llegó a ser ideológicos, económicos y de movilización que provenían del estado.23
un medio de control del centro. En Juchitán, su presencia fue escasa, El corporativismo sostiene que el Estado estructura los intereses y las
mientras que en Naranja emergió mediante movilizaciones agrarias lo- instituciones políticas, en cuanto éstos surgen en forma pública o, inclu-
cales y fue controlada en buena medida por los aliados del cacique. Por so, antes. También, el concepto del Estado todopoderoso sugiere la re-
ejemplo, tras expropiar las parcelas de una facción rival, los miembros gulación de la vida social y política por el centro. La política cacical, en
del grupo político del jefe convencieron (o sobornaron) a los funciona- contraste, está envuelta en cosmovisiones y estructuras de poder loca-
rios para que aprobaran sus actos. Cuando el presidente Ávila Camacho les. El cacique permite –en forma paternalista y autoritaria– la super-
se opuso, los secuaces del jefe simplemente ignoraron las directivas de vivencia de los vecinos y de algunos aspectos de la vida comunitaria
su gobierno: “[Cuando] el delegado les leyó la orden, Ezequiel Peñasco que tienen dinámicas muy distintas a las de los proyectos nacionales.
[seguidor de Caso y comisario ejidal] dijo que la iban a desobedecer” Los casos citados muestran que entre los treinta y sesenta, las formas
(Friedrich 1986, 23). culturales locales de Juchitán y Naranja modificaron las directivas y los
En Naranja y Juchitán, alcanzar el estatus de “jefe” dependía de la proyectos del centro, a la vez que protegieron y recrearon la autonomía
capacidad de “atraer gente” (un atributo de Charis, por ejemplo); es de-
cir, de contar con grupos de seguidores y poderlos movilizar. Según 23
Para discusiones más amplias de Michoacán que apoyan esta caracterización,
Friedrich, en Michoacán “Las milicias locales montadas fueron un fac- véase Purnell (1993) sobre el siglo XIX y la rebelión cristera, y Aitken (1994) sobre el perio-
tor clave en la lucha para el poder a nivel pueblo, región y aun en las do posrevolucionario.

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local, incluida la distribución de parcelas ejidales, el uso de lenguas in- tenso ejido, Namiquipa constituía “la imagen que el Estado quería per-
dígenas, la impartición de justicia y la manipulación de las elecciones. petuar en todo el país”, de un pueblo donde se resolvió el conflicto agra-
En el pueblo norteño de Namiquipa, los antropólogos Daniel Nu- rio con éxito (1989, 225), aunque Nugent comenta que instituciones
gent (1989) y Ana Alonso (1988a, 1988b) encontraron una arraigada vida locales como el gobierno municipal, el comisariado ejidal y la policía
local distinta a las instituciones y políticas del centro, y a menudo opues- municipal y estatal sólo tenían “relaciones formales con el Estado y, más
ta a ellas. Trazaron la cultura de los namiquipanes desde el siglo XX has- tarde, con el Partido”. En realidad “el poder era ejercido por los líderes
ta el origen del pueblo a finales del siglo XVIII, mediante una dotación de de la facción que había surgido con éxito de la Revolución” (1989, 225).
tierras del ejército. Alonso (1988a) examinó los conceptos de civiliza- Así, el autor sostiene que la organización actual de las relaciones de po-
ción, honor masculino, reproducción femenina y sexualidad construi- der y de producción en el pueblo y especialmente en el ejido siguieron
dos durante y después de ese periodo de colonización vanguardista, en manos de la población. Alonso (1992) y Nugent (1992) vieron en Na-
cuando los vecinos se movilizaron y suprimieron a los apaches con el miquipa instancias de diferencia y oposición entre región y centro en el
apoyo del Estado central. Tras estas guerras, alrededor de 1880, una se- desarrollo de la música, el trabajo y las prácticas de adornamiento per-
rie de terratenientes y capitalistas apoyados por el Estado porfiriano sonal. En las prácticas cotidianas claves para su identidad y su econo-
atacaron esta misma autonomía que había servido a regímenes anterio- mía familiar, los hombres y mujeres tomaron formas culturales del “nor-
res en su tarea de pacificación (Nugent 1989, 220). En Namiquipa, la su- te” selectiva y creativamente que usaron para construir la identidad
puesta “paz porfiriana” se caracterizó por varias rebeliones de la clase norteña que por tanto tiempo enfrentó a los reclamos culturales y políti-
media y los campesinos, así como enfrentamientos con el ejército fede- cos del centro y que aún hoy destacan en la división entre norte y sur en
ral, la policía rural nacional y mercenarios norteamericanos sobre el la política mexicana.
control de la tierra y el ejercicio del poder económico. Alonso señaló Nugent explicó que el mito del Estado centralizado pudo arraigarse
cómo los discursos de género y sexualidad de la época anterior alenta- en el discurso político y académico porque desde afuera la escena local
ron la oposición a las nuevas medidas del Estado. Por ejemplo, la co- se parecía a una versión en miniatura de la supuesta paz nacional; como
mercialización de la tierra fue vivida y confrontada como un ataque al en Juchitán y Naranja, donde en esa época la resistencia y la oposición
honor masculino (1988a, 19-22). fueron fenómenos locales. Aunque el cacique presidía una intensa po-
En la Revolución, los namiquipanes primero apoyaron a Pancho lítica y cultura local distintas a las que promovía el Estado, pudo ser
Villa en su defensa de los intereses locales, pero cambiaron de bando concebido como una extensión de este último. Sin embargo, mientras
cuando Estados Unidos ocupó la zona y se enfrentó a Villa. En 1916, los cumplía las funciones que le fueron encargadas –mantener el orden,
vecinos formaron milicias que cooperaron con Estados Unidos en la lu- impartir justicia y establecer las organizaciones y agencias oficiales– el
cha contra Villa, quien entonces defendía la nación y el antiimperialis- cacique presidía identidades y políticas regionales que impactaban di-
mo. Para explicar este sorprendente cambio, Alonso analizó la brecha rectamente la política nacional (en Juchitán y Naranja como en Puebla y
entre identidad local y las necesidades de la población y la conciencia San Luis Potosí).
nacionalista que académicos asumen estaba presente en todo el territo- Las estructuras de poder regionales no constituyeron simples barre-
rio (1988b). ras a las corrientes nacionales, sino fuerzas activas que moldeaban la ex-
La descripción de Nugent del subsecuente periodo de coexistencia periencia cotidiana del pueblo y definían las arenas y posibilidades de
de los namiquipanes –ahora ejidatarios– con el centro recuerda la situa- las acciones del centro. En Juchitán, el florecimiento de la cultura zapo-
ción de Juchitán y Naranja en la misma época, y la coexistencia de re- teca en una ciudad durante la gestión de Charis (mostrando la capaci-
gión y nación que Vanderwood describe para el porfiriato. Con su ex- dad de resistir la hegemonía de la cultura urbana nacional al mismo

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local, incluida la distribución de parcelas ejidales, el uso de lenguas in- tenso ejido, Namiquipa constituía “la imagen que el Estado quería per-
dígenas, la impartición de justicia y la manipulación de las elecciones. petuar en todo el país”, de un pueblo donde se resolvió el conflicto agra-
En el pueblo norteño de Namiquipa, los antropólogos Daniel Nu- rio con éxito (1989, 225), aunque Nugent comenta que instituciones
gent (1989) y Ana Alonso (1988a, 1988b) encontraron una arraigada vida locales como el gobierno municipal, el comisariado ejidal y la policía
local distinta a las instituciones y políticas del centro, y a menudo opues- municipal y estatal sólo tenían “relaciones formales con el Estado y, más
ta a ellas. Trazaron la cultura de los namiquipanes desde el siglo XX has- tarde, con el Partido”. En realidad “el poder era ejercido por los líderes
ta el origen del pueblo a finales del siglo XVIII, mediante una dotación de de la facción que había surgido con éxito de la Revolución” (1989, 225).
tierras del ejército. Alonso (1988a) examinó los conceptos de civiliza- Así, el autor sostiene que la organización actual de las relaciones de po-
ción, honor masculino, reproducción femenina y sexualidad construi- der y de producción en el pueblo y especialmente en el ejido siguieron
dos durante y después de ese periodo de colonización vanguardista, en manos de la población. Alonso (1992) y Nugent (1992) vieron en Na-
cuando los vecinos se movilizaron y suprimieron a los apaches con el miquipa instancias de diferencia y oposición entre región y centro en el
apoyo del Estado central. Tras estas guerras, alrededor de 1880, una se- desarrollo de la música, el trabajo y las prácticas de adornamiento per-
rie de terratenientes y capitalistas apoyados por el Estado porfiriano sonal. En las prácticas cotidianas claves para su identidad y su econo-
atacaron esta misma autonomía que había servido a regímenes anterio- mía familiar, los hombres y mujeres tomaron formas culturales del “nor-
res en su tarea de pacificación (Nugent 1989, 220). En Namiquipa, la su- te” selectiva y creativamente que usaron para construir la identidad
puesta “paz porfiriana” se caracterizó por varias rebeliones de la clase norteña que por tanto tiempo enfrentó a los reclamos culturales y políti-
media y los campesinos, así como enfrentamientos con el ejército fede- cos del centro y que aún hoy destacan en la división entre norte y sur en
ral, la policía rural nacional y mercenarios norteamericanos sobre el la política mexicana.
control de la tierra y el ejercicio del poder económico. Alonso señaló Nugent explicó que el mito del Estado centralizado pudo arraigarse
cómo los discursos de género y sexualidad de la época anterior alenta- en el discurso político y académico porque desde afuera la escena local
ron la oposición a las nuevas medidas del Estado. Por ejemplo, la co- se parecía a una versión en miniatura de la supuesta paz nacional; como
mercialización de la tierra fue vivida y confrontada como un ataque al en Juchitán y Naranja, donde en esa época la resistencia y la oposición
honor masculino (1988a, 19-22). fueron fenómenos locales. Aunque el cacique presidía una intensa po-
En la Revolución, los namiquipanes primero apoyaron a Pancho lítica y cultura local distintas a las que promovía el Estado, pudo ser
Villa en su defensa de los intereses locales, pero cambiaron de bando concebido como una extensión de este último. Sin embargo, mientras
cuando Estados Unidos ocupó la zona y se enfrentó a Villa. En 1916, los cumplía las funciones que le fueron encargadas –mantener el orden,
vecinos formaron milicias que cooperaron con Estados Unidos en la lu- impartir justicia y establecer las organizaciones y agencias oficiales– el
cha contra Villa, quien entonces defendía la nación y el antiimperialis- cacique presidía identidades y políticas regionales que impactaban di-
mo. Para explicar este sorprendente cambio, Alonso analizó la brecha rectamente la política nacional (en Juchitán y Naranja como en Puebla y
entre identidad local y las necesidades de la población y la conciencia San Luis Potosí).
nacionalista que académicos asumen estaba presente en todo el territo- Las estructuras de poder regionales no constituyeron simples barre-
rio (1988b). ras a las corrientes nacionales, sino fuerzas activas que moldeaban la ex-
La descripción de Nugent del subsecuente periodo de coexistencia periencia cotidiana del pueblo y definían las arenas y posibilidades de
de los namiquipanes –ahora ejidatarios– con el centro recuerda la situa- las acciones del centro. En Juchitán, el florecimiento de la cultura zapo-
ción de Juchitán y Naranja en la misma época, y la coexistencia de re- teca en una ciudad durante la gestión de Charis (mostrando la capaci-
gión y nación que Vanderwood describe para el porfiriato. Con su ex- dad de resistir la hegemonía de la cultura urbana nacional al mismo

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tiempo que apropió ciertos elementos de ella), proveyó recursos que la El apoyo que Charis dio a las prácticas étnicas locales se debió a su
COCEI aprovechó extensa y creativamente unas décadas después en sus resistencia a la Confederación Nacional Campesina y la Confederación
militantes movilizaciones clasistas. La resistencia de la etnia zapoteca de Trabajadores Mexicanos, las organizaciones nacionales de campesi-
en Juchitán surgió de fenómenos locales (la protección del jefe y una nos y obreros, y a la atención que prestó a asociaciones locales preocu-
economía periférica pero relativamente fuerte), y de los caminos y he- padas por la tierra y el ganado. Al ayudar en los sesenta, a mantener ale-
rramientas que el proyecto nacional proporcionó en los treinta y cuaren- jado al Estado nacional, engendró espacios de discusión y resistencia
ta para el sustento de la etnicidad local, incluso mientras atacaba las entre los grupos locales, el naciente PRI y los periódicos. En las décadas
identidades étnicas en general. En los noventa, la resistencia de la COCEI, posteriores, la Iglesia, la oposición en el sindicato de maestros, el merca-
junto con los avances de otras organizaciones locales en varias regiones, do central, las redes locales de información y los medios de comunica-
ejerció una presión sobre la política mexicana de manera tal que se pudo ción ampliaron los espacios para las voces y la autonomía fuera de los
imaginar e implementar no sólo la concertación social (entendida como dominios de la autoridad del Estado y la política electoral (Rubin 1994).
la coexistencia de grupos opositores en el ámbito local con funcionarios Además, los mitos y prácticas de la importancia económica y cultural de
tecnócratas orientados al mercado en la capital), sino también la demo- las mujeres constituyeron uno de los espacios más importantes, ya
cracia turbulenta y conflictiva de Juchitán. Además, tanto los funciona- que las mujeres fueron claves en la adopción de influencias exteriores
rios como los zapatistas pudieron ver el levantamiento en Chiapas en sin que esto afectara el prestigio de la lengua y costumbres zapotecas
parte por este lente de coexistencia y democracia e imaginar (aunque de cotidianas (Rubin, s.f.b; Sokiloff 1993). Como resultado de las activida-
distintas maneras) resoluciones negociadas al conflicto. des de las mujeres (relacionadas con el control masculino de la violen-
A pesar de importantes continuidades a lo largo del tiempo, el dis- cia, la producción artística y la narrativa política formal), la cultura
curso y las prácticas culturales zapotecas se entretejieron en diferentes zapoteca pudo al mismo tiempo galvanizar la solidaridad política y ne-
maneras y con distintas relaciones con el poder local y exterior durante gociar las tareas de la vida cotidiana en forma práctica. En la elabora-
todo un siglo. El análisis de la cambiante construcción de la hegemonía ción pública de un alternativo papel de género masculino, la cultura
local permite entender la relación región-centro y los cambios políticos zapoteca mostró su capacidad de desarrollar formas complejas de expe-
engendrados. La figura de un pueblo multiclasista que desafiaba al ex- rimentación y autonomía culturales.
terior –clave en las rebeliones de los siglos XIX y XX– fue modificada en De varias maneras (al crear y adaptar selectivamente procedimien-
los treinta cuando surgió el cacicazgo de Charis para que mostrara una tos políticos formales, elaborar prácticas étnicas y ligar de manera par-
novedosa coexistencia entre localidad y exterior. Como en otras áreas, la ticular el género, sexualidad y la producción cultural), el jefe y el siste-
hegemonía local característica de la época fortaleció el poder de un cen- ma de poder que él representó y recreó prepararon la escena para una
tro recientemente consolidado. En los setenta y ochenta, la COCEI trans- política de conflicto e innovación en la cual el centro fue sólo un actor
formó la construcción de la etnicidad una vez más al apropiar la cultura entre otros, pero no fue ni todopoderoso ni incambiante. El resistente
zapoteca (incluidos sus dirigentes) para un movimiento de los pobres. autogobierno que surgió ha sido importante en la lucha mexicana para
En este proceso de una hegemonía cambiante, los pocos conflictos entre la democracia, y un enfoque en el camino de la hegemonía que juntó re-
Juchitán y el exterior durante el cacicazgo (cuando la elite zapoteca re- gión y centro en Juchitán en los treinta, y que muestra cómo esta hege-
clamó su predominio cultural y económico), generó en el siglo XX un monía cambió con el tiempo, es esencial para entender los diversos
pueblo que más tarde pudo recuperar los discursos de violencia y bar- fenómenos de democratización en el ámbito nacional y el significado de
barie del siglo XIX y blandirlos contra el exterior y la elite indígena. la democracia en la vida diaria de los juchitecos.

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tiempo que apropió ciertos elementos de ella), proveyó recursos que la El apoyo que Charis dio a las prácticas étnicas locales se debió a su
COCEI aprovechó extensa y creativamente unas décadas después en sus resistencia a la Confederación Nacional Campesina y la Confederación
militantes movilizaciones clasistas. La resistencia de la etnia zapoteca de Trabajadores Mexicanos, las organizaciones nacionales de campesi-
en Juchitán surgió de fenómenos locales (la protección del jefe y una nos y obreros, y a la atención que prestó a asociaciones locales preocu-
economía periférica pero relativamente fuerte), y de los caminos y he- padas por la tierra y el ganado. Al ayudar en los sesenta, a mantener ale-
rramientas que el proyecto nacional proporcionó en los treinta y cuaren- jado al Estado nacional, engendró espacios de discusión y resistencia
ta para el sustento de la etnicidad local, incluso mientras atacaba las entre los grupos locales, el naciente PRI y los periódicos. En las décadas
identidades étnicas en general. En los noventa, la resistencia de la COCEI, posteriores, la Iglesia, la oposición en el sindicato de maestros, el merca-
junto con los avances de otras organizaciones locales en varias regiones, do central, las redes locales de información y los medios de comunica-
ejerció una presión sobre la política mexicana de manera tal que se pudo ción ampliaron los espacios para las voces y la autonomía fuera de los
imaginar e implementar no sólo la concertación social (entendida como dominios de la autoridad del Estado y la política electoral (Rubin 1994).
la coexistencia de grupos opositores en el ámbito local con funcionarios Además, los mitos y prácticas de la importancia económica y cultural de
tecnócratas orientados al mercado en la capital), sino también la demo- las mujeres constituyeron uno de los espacios más importantes, ya
cracia turbulenta y conflictiva de Juchitán. Además, tanto los funciona- que las mujeres fueron claves en la adopción de influencias exteriores
rios como los zapatistas pudieron ver el levantamiento en Chiapas en sin que esto afectara el prestigio de la lengua y costumbres zapotecas
parte por este lente de coexistencia y democracia e imaginar (aunque de cotidianas (Rubin, s.f.b; Sokiloff 1993). Como resultado de las activida-
distintas maneras) resoluciones negociadas al conflicto. des de las mujeres (relacionadas con el control masculino de la violen-
A pesar de importantes continuidades a lo largo del tiempo, el dis- cia, la producción artística y la narrativa política formal), la cultura
curso y las prácticas culturales zapotecas se entretejieron en diferentes zapoteca pudo al mismo tiempo galvanizar la solidaridad política y ne-
maneras y con distintas relaciones con el poder local y exterior durante gociar las tareas de la vida cotidiana en forma práctica. En la elabora-
todo un siglo. El análisis de la cambiante construcción de la hegemonía ción pública de un alternativo papel de género masculino, la cultura
local permite entender la relación región-centro y los cambios políticos zapoteca mostró su capacidad de desarrollar formas complejas de expe-
engendrados. La figura de un pueblo multiclasista que desafiaba al ex- rimentación y autonomía culturales.
terior –clave en las rebeliones de los siglos XIX y XX– fue modificada en De varias maneras (al crear y adaptar selectivamente procedimien-
los treinta cuando surgió el cacicazgo de Charis para que mostrara una tos políticos formales, elaborar prácticas étnicas y ligar de manera par-
novedosa coexistencia entre localidad y exterior. Como en otras áreas, la ticular el género, sexualidad y la producción cultural), el jefe y el siste-
hegemonía local característica de la época fortaleció el poder de un cen- ma de poder que él representó y recreó prepararon la escena para una
tro recientemente consolidado. En los setenta y ochenta, la COCEI trans- política de conflicto e innovación en la cual el centro fue sólo un actor
formó la construcción de la etnicidad una vez más al apropiar la cultura entre otros, pero no fue ni todopoderoso ni incambiante. El resistente
zapoteca (incluidos sus dirigentes) para un movimiento de los pobres. autogobierno que surgió ha sido importante en la lucha mexicana para
En este proceso de una hegemonía cambiante, los pocos conflictos entre la democracia, y un enfoque en el camino de la hegemonía que juntó re-
Juchitán y el exterior durante el cacicazgo (cuando la elite zapoteca re- gión y centro en Juchitán en los treinta, y que muestra cómo esta hege-
clamó su predominio cultural y económico), generó en el siglo XX un monía cambió con el tiempo, es esencial para entender los diversos
pueblo que más tarde pudo recuperar los discursos de violencia y bar- fenómenos de democratización en el ámbito nacional y el significado de
barie del siglo XIX y blandirlos contra el exterior y la elite indígena. la democracia en la vida diaria de los juchitecos.

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En Naranja, el poder de los Casos, la batalla contra su cacicazgo y el organización de movimientos independientes de indígenas y campesi-
resentimiento que engendró, fueron los rasgos más importantes de la nos (1994, 20-23). La masiva oposición política en Michoacán fue facili-
política regional. Como en Juchitán, este tipo de poder complicó la pe- tada por las raíces de la población en el cardenismo antiguo, ligado con
netración y el dominio del centro. El gobierno local se volvió hasta cier- Lázaro Cárdenas, y en su oposición a él. Además, debido a divisiones
to punto personalista y arbitrario, y fue impugnado por varios indivi- regionales y culturales, el apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas y su partido
duos y grupos locales. No representó al centro ni implementó sus (el Partido de la Revolución Democrática, PRD) fue una cuestión intensa-
creencias y políticas. Además, el centro no era capaz de aplicar sus mente local y dispersa, arraigada en la autonomía parcial de las ramas
políticas en la región. Por ejemplo, los intentos de Ávila Camacho de locales de las grandes organizaciones nacionales y en la persistencia de
resolver una disputa ejidal fueron resistidos con éxito por Caracortada identidades étnicas y prácticas relacionadas con nuevas formas de polí-
Caso (el cacique mayor) y sus “príncipes”, mientras que intentos poste- tica partidista. Aquí, como en Juchitán, la clave para entender la políti-
riores de impulsar la oposición local contra Caracortada fueron frustra- ca regional de los ochenta consiste en desenredar las historias culturales
dos por las alianzas entre estos príncipes y sus aliados en el exterior. Así, y políticas que antecedieron a la formación del Estado en los treinta y
el centro encontró límites cuando trató de incorporar a los ciudadanos que se desarrollaron en parte con autonomía a partir de las organizacio-
y las organizaciones políticas de Naranja en una política que pretendía nes corporativistas.
tres cosas: efectuar cambios económicos en la región, establecer nuevos En resumen, los estudios de Friedrich, Aitken, Nugent y Alonso, y
procedimientos políticos (como las elecciones internas), y combatir la mi propia investigación en Juchitán, señalan una más amplia definición
oposición clasista. de la política que la de los análisis estándares de la política mexicana.
El gran éxito de Cuauhtémoc Cárdenas en la elección presidencial Esta definición abarca las maneras en que los mexicanos construyen va-
de 1988 en Michoacán quizá pueda compararse con las movilizaciones de rios aspectos de su vida social colectiva, incluidos el parentesco, la reli-
la COCEI en Juchitán en los setenta y ochenta o con la creciente influen- gión, la violencia, el género, el cultivo de la tierra y los puestos públicos
cia política del PAN en Puebla o Sonora a principios de los ochenta. To- de autoridad económica y política. El éxito de la COCEI en Oaxaca, de
dos estos fenómenos muestran las implicaciones nacionales de conflic- Cárdenas en Michoacán y del PAN en el centro y norte se debe directa-
tos y prácticas regionales. En Michoacán, las organizaciones que se mente a estas arenas. Hoy, los funcionarios negocian con grupos oposi-
suponía eran los órganos locales del PRI nacional “de repente” ejercieron tores en el ámbito local y se preocupan por la competencia política de-
una política muy distinta, mientras que el PRI en el ámbito estatal y na- mocrática en buena parte porque se conservó y recreó la etnicidad, y
cional respondió con violencia, fraude electoral y apoyo para progra- porque el PRI y sus organizaciones populares fueron alejados de Juchi-
mas de asistencia social. tán, porque los Caso bromeaban en tarasco, controlaban la política local
La naturaleza local de la identidad y de la política que comenta Frie- y supervisaron la distribución de tierras y las prácticas agrícolas, y por-
drich en su estudio del periodo 1930-1960, explica el contexto en que los que los discursos anticomunistas en Puebla sobrevivieron a la hostili-
cambios políticos podían suceder, mientras que el trabajo más reciente dad del régimen, se vincularon con un PAN redefinido y ligaron sus
de Rob Aitken (1994) revela las dinámicas de cambios más recientes. compromisos sociales y religiosos con una agenda económica neolibe-
Aitken mostró que el apoyo a Cárdenas no fue sólo un ajuste de lealtad ral. Similarmente, los logros y fracasos de la administración salinista en
de los clanes políticos locales (la progenie de caciques agraristas como aplicar su Programa de Solidaridad, y los efectos a corto y largo plazo
los Caso) del PRI a su candidatura, sino que surgió del desafío del poder del programa, dependen de distintas interacciones, arraigadas en histo-
cacical de los ejidatarios y los pueblos indígenas que ya empezaban a re- rias particulares con movimientos populares regionales (Haber 1994;
sentir este control y competir por puestos en el gobierno local, y de la Fox y Moguel 1995), organizaciones indígenas (Fox 1994a), grupos so-

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En Naranja, el poder de los Casos, la batalla contra su cacicazgo y el organización de movimientos independientes de indígenas y campesi-
resentimiento que engendró, fueron los rasgos más importantes de la nos (1994, 20-23). La masiva oposición política en Michoacán fue facili-
política regional. Como en Juchitán, este tipo de poder complicó la pe- tada por las raíces de la población en el cardenismo antiguo, ligado con
netración y el dominio del centro. El gobierno local se volvió hasta cier- Lázaro Cárdenas, y en su oposición a él. Además, debido a divisiones
to punto personalista y arbitrario, y fue impugnado por varios indivi- regionales y culturales, el apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas y su partido
duos y grupos locales. No representó al centro ni implementó sus (el Partido de la Revolución Democrática, PRD) fue una cuestión intensa-
creencias y políticas. Además, el centro no era capaz de aplicar sus mente local y dispersa, arraigada en la autonomía parcial de las ramas
políticas en la región. Por ejemplo, los intentos de Ávila Camacho de locales de las grandes organizaciones nacionales y en la persistencia de
resolver una disputa ejidal fueron resistidos con éxito por Caracortada identidades étnicas y prácticas relacionadas con nuevas formas de polí-
Caso (el cacique mayor) y sus “príncipes”, mientras que intentos poste- tica partidista. Aquí, como en Juchitán, la clave para entender la políti-
riores de impulsar la oposición local contra Caracortada fueron frustra- ca regional de los ochenta consiste en desenredar las historias culturales
dos por las alianzas entre estos príncipes y sus aliados en el exterior. Así, y políticas que antecedieron a la formación del Estado en los treinta y
el centro encontró límites cuando trató de incorporar a los ciudadanos que se desarrollaron en parte con autonomía a partir de las organizacio-
y las organizaciones políticas de Naranja en una política que pretendía nes corporativistas.
tres cosas: efectuar cambios económicos en la región, establecer nuevos En resumen, los estudios de Friedrich, Aitken, Nugent y Alonso, y
procedimientos políticos (como las elecciones internas), y combatir la mi propia investigación en Juchitán, señalan una más amplia definición
oposición clasista. de la política que la de los análisis estándares de la política mexicana.
El gran éxito de Cuauhtémoc Cárdenas en la elección presidencial Esta definición abarca las maneras en que los mexicanos construyen va-
de 1988 en Michoacán quizá pueda compararse con las movilizaciones de rios aspectos de su vida social colectiva, incluidos el parentesco, la reli-
la COCEI en Juchitán en los setenta y ochenta o con la creciente influen- gión, la violencia, el género, el cultivo de la tierra y los puestos públicos
cia política del PAN en Puebla o Sonora a principios de los ochenta. To- de autoridad económica y política. El éxito de la COCEI en Oaxaca, de
dos estos fenómenos muestran las implicaciones nacionales de conflic- Cárdenas en Michoacán y del PAN en el centro y norte se debe directa-
tos y prácticas regionales. En Michoacán, las organizaciones que se mente a estas arenas. Hoy, los funcionarios negocian con grupos oposi-
suponía eran los órganos locales del PRI nacional “de repente” ejercieron tores en el ámbito local y se preocupan por la competencia política de-
una política muy distinta, mientras que el PRI en el ámbito estatal y na- mocrática en buena parte porque se conservó y recreó la etnicidad, y
cional respondió con violencia, fraude electoral y apoyo para progra- porque el PRI y sus organizaciones populares fueron alejados de Juchi-
mas de asistencia social. tán, porque los Caso bromeaban en tarasco, controlaban la política local
La naturaleza local de la identidad y de la política que comenta Frie- y supervisaron la distribución de tierras y las prácticas agrícolas, y por-
drich en su estudio del periodo 1930-1960, explica el contexto en que los que los discursos anticomunistas en Puebla sobrevivieron a la hostili-
cambios políticos podían suceder, mientras que el trabajo más reciente dad del régimen, se vincularon con un PAN redefinido y ligaron sus
de Rob Aitken (1994) revela las dinámicas de cambios más recientes. compromisos sociales y religiosos con una agenda económica neolibe-
Aitken mostró que el apoyo a Cárdenas no fue sólo un ajuste de lealtad ral. Similarmente, los logros y fracasos de la administración salinista en
de los clanes políticos locales (la progenie de caciques agraristas como aplicar su Programa de Solidaridad, y los efectos a corto y largo plazo
los Caso) del PRI a su candidatura, sino que surgió del desafío del poder del programa, dependen de distintas interacciones, arraigadas en histo-
cacical de los ejidatarios y los pueblos indígenas que ya empezaban a re- rias particulares con movimientos populares regionales (Haber 1994;
sentir este control y competir por puestos en el gobierno local, y de la Fox y Moguel 1995), organizaciones indígenas (Fox 1994a), grupos so-

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ciales urbanos (Contreras y Bennett 1994), y (como en Chiapas) estruc- las nuevas configuraciones de poder se convierten en el terreno donde
turas de poder cacicales (Harvey 1994). La región como localidad y la actúa el centro, así como una fuente primaria de conocimiento que sirve
cultura como fuerza política son elementos básicos de la política mexi- para imaginar e implementar sus acciones. Tercero, el análisis del poder
cana porque constituyen el lugar donde se experimenta y caracteriza la regional ha demostrado la importancia de los discursos y prácticas cul-
vida, donde las iniciativas nacionales son mediadas y se convierten en turales en la formación de los fenómenos más estrictamente políticos,
prácticas, y donde los repositorios de discursos políticos habituales, de tales como los partidos, las elecciones, las plataformas y los movimien-
acomodo, alternativos y encontrados son reformulados a perpetuidad. tos sociales. Cuarto, las contrastantes economías, culturas, identidades
Vistos desde esta perspectiva, los fenómenos culturales descritos aquí y alianzas políticas en las regiones descritas muestran que no existe un
juegan un papel tan fundamental en la configuración del poder en Méxi- sistema político único en México. Aunque el régimen y el Estado pue-
co como el Estado central que resaltan la mayoría de los teóricos, o como den asumir formas particulares (parciales y cambiantes) en el ámbito
las configuraciones de poder regionales que acabamos de esbozar.24 nacional, el funcionamiento del poder en México –las configuraciones
del conocimiento y acción en las cuales los líderes, las organizaciones,
las economías y los mexicanos comunes viven y actúan– difiere en dis-
CONCLUSIÓN tintas localidades geográficas y culturales. En el estudio de la política,
Estado y régimen son piezas en una red relacional que se extiende en va-
¿Entonces, dónde quedan régimen y Estado, entendidos como conjun- rias direcciones. Entonces, estudiar la política mexicana o latinoamerica-
tos de reglas políticas y entidades centralizadas dedicadas a administrar na implica discernir estas redes dentro de las fronteras y a través de ellas.
y cooptar? Este análisis sugiere que repensemos las versiones de la po- Al yuxtaponer mi trabajo en Juchitán con el de Roldán (1992) en An-
lítica y el poder en México de las ciencias sociales desde varias perspec- tioquia, Colombia antes y después del periodo de “la violencia”, surge
tivas. Ciertamente existe el Estado mexicano (aunque no está unifica- un ejemplo de la dirección que este tipo de análisis podría seguir. Como
do), así como reglas políticas discernibles (pero informales e inestables). yo en el caso de Juchitán y Alonso y Nugent en el de Namiquipa, Rol-
Sin embargo, las historias regionales analizadas aquí introducen impor- dán diferenció la política en Antioquia de los argumentos sobre la políti-
tantes condicionamientos. ca nacional y elucidó la construcción de creencias acerca de la decencia
Primero, la presencia del Estado y la aplicación de las reglas es me- y el orden que moldean y mantienen a esa sociedad. Además, contrastó
nos completa (en términos geográficos y de los dominios de la vida so- el discurso hegemónico con las prácticas económicas y culturales de las
cial) que el modelo del Estado corporativista o todopoderoso afirma. Se- regiones fronterizas del estado de Antioquia y usó su análisis cultural y
gundo, esta discusión indica que los procesos políticos y culturales en el subregional para explicar las distintas trayectorias de la violencia en dos
ámbito local y regional se acomodan con –o resisten– los proyectos na- arenas: la violencia limitada dentro de los límites difusos del conflicto
cionales y, mientras tanto, crean nuevas formas políticas. Por su parte, liberal-conservador, y la oposición guerrillera a largo plazo en la frontera.
Al comparar el estudio de Roldán con los casos que cito aquí, surge
la posibilidad de usar como unidad de análisis la región o formas de
24
Para más ejemplos de la complejidad de las prácticas culturales cotidianas y su re- vida culturales. Resulta que tiene más sentido para los analistas del po-
lación con la construcción de los sistemas regionales y nacionales de hegemonía, véase
der describir y comparar Puebla y Antioquia, las relaciones de género
Alonso (1992) y Nugent (1992) sobre Namiquipa; Aitken (1994), Becker (1993, 1994) y
Purnell (1993) sobre Michoacán; y Campbell (1990, 1994) y Rubin (s.f.b) sobre Juchitán. en la frontera antioqueña y Namiquipa, o los discursos de decencia y
Para nuevos estudios de este tipo en general sobre México, véase Beezley, Martín y anticomunismo en Medellín y San Luis Potosí, que estudiar la política o
French (1994), Joseph y Nugent (1994) y García Canclini (1989). los regímenes “mexicanos” o “colombianos” en sí. Al enfatizar las pie-

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ciales urbanos (Contreras y Bennett 1994), y (como en Chiapas) estruc- las nuevas configuraciones de poder se convierten en el terreno donde
turas de poder cacicales (Harvey 1994). La región como localidad y la actúa el centro, así como una fuente primaria de conocimiento que sirve
cultura como fuerza política son elementos básicos de la política mexi- para imaginar e implementar sus acciones. Tercero, el análisis del poder
cana porque constituyen el lugar donde se experimenta y caracteriza la regional ha demostrado la importancia de los discursos y prácticas cul-
vida, donde las iniciativas nacionales son mediadas y se convierten en turales en la formación de los fenómenos más estrictamente políticos,
prácticas, y donde los repositorios de discursos políticos habituales, de tales como los partidos, las elecciones, las plataformas y los movimien-
acomodo, alternativos y encontrados son reformulados a perpetuidad. tos sociales. Cuarto, las contrastantes economías, culturas, identidades
Vistos desde esta perspectiva, los fenómenos culturales descritos aquí y alianzas políticas en las regiones descritas muestran que no existe un
juegan un papel tan fundamental en la configuración del poder en Méxi- sistema político único en México. Aunque el régimen y el Estado pue-
co como el Estado central que resaltan la mayoría de los teóricos, o como den asumir formas particulares (parciales y cambiantes) en el ámbito
las configuraciones de poder regionales que acabamos de esbozar.24 nacional, el funcionamiento del poder en México –las configuraciones
del conocimiento y acción en las cuales los líderes, las organizaciones,
las economías y los mexicanos comunes viven y actúan– difiere en dis-
CONCLUSIÓN tintas localidades geográficas y culturales. En el estudio de la política,
Estado y régimen son piezas en una red relacional que se extiende en va-
¿Entonces, dónde quedan régimen y Estado, entendidos como conjun- rias direcciones. Entonces, estudiar la política mexicana o latinoamerica-
tos de reglas políticas y entidades centralizadas dedicadas a administrar na implica discernir estas redes dentro de las fronteras y a través de ellas.
y cooptar? Este análisis sugiere que repensemos las versiones de la po- Al yuxtaponer mi trabajo en Juchitán con el de Roldán (1992) en An-
lítica y el poder en México de las ciencias sociales desde varias perspec- tioquia, Colombia antes y después del periodo de “la violencia”, surge
tivas. Ciertamente existe el Estado mexicano (aunque no está unifica- un ejemplo de la dirección que este tipo de análisis podría seguir. Como
do), así como reglas políticas discernibles (pero informales e inestables). yo en el caso de Juchitán y Alonso y Nugent en el de Namiquipa, Rol-
Sin embargo, las historias regionales analizadas aquí introducen impor- dán diferenció la política en Antioquia de los argumentos sobre la políti-
tantes condicionamientos. ca nacional y elucidó la construcción de creencias acerca de la decencia
Primero, la presencia del Estado y la aplicación de las reglas es me- y el orden que moldean y mantienen a esa sociedad. Además, contrastó
nos completa (en términos geográficos y de los dominios de la vida so- el discurso hegemónico con las prácticas económicas y culturales de las
cial) que el modelo del Estado corporativista o todopoderoso afirma. Se- regiones fronterizas del estado de Antioquia y usó su análisis cultural y
gundo, esta discusión indica que los procesos políticos y culturales en el subregional para explicar las distintas trayectorias de la violencia en dos
ámbito local y regional se acomodan con –o resisten– los proyectos na- arenas: la violencia limitada dentro de los límites difusos del conflicto
cionales y, mientras tanto, crean nuevas formas políticas. Por su parte, liberal-conservador, y la oposición guerrillera a largo plazo en la frontera.
Al comparar el estudio de Roldán con los casos que cito aquí, surge
la posibilidad de usar como unidad de análisis la región o formas de
24
Para más ejemplos de la complejidad de las prácticas culturales cotidianas y su re- vida culturales. Resulta que tiene más sentido para los analistas del po-
lación con la construcción de los sistemas regionales y nacionales de hegemonía, véase
der describir y comparar Puebla y Antioquia, las relaciones de género
Alonso (1992) y Nugent (1992) sobre Namiquipa; Aitken (1994), Becker (1993, 1994) y
Purnell (1993) sobre Michoacán; y Campbell (1990, 1994) y Rubin (s.f.b) sobre Juchitán. en la frontera antioqueña y Namiquipa, o los discursos de decencia y
Para nuevos estudios de este tipo en general sobre México, véase Beezley, Martín y anticomunismo en Medellín y San Luis Potosí, que estudiar la política o
French (1994), Joseph y Nugent (1994) y García Canclini (1989). los regímenes “mexicanos” o “colombianos” en sí. Al enfatizar las pie-

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dras angulares en que se erigen las hegemonías, esta perspectiva nos suposiciones acerca del poder inherentes en el análisis corporativista
permite entender la complejidad de las formaciones de poder y cómo del Estado mexicano, su naturaleza incompleta, su inestabilidad y su
cambian con el tiempo. Además, ilumina la “densa red” de las relacio- dominación están íntimamente interconectadas.
nes de poder de las cuales los regímenes y Estados son la “cristalización
institucional” (Foucault 1990, 96, 93). Este avance ciertamente hace más
complicado describir las reglas de un régimen y las formaciones del BIBLIOGRAFÍA
Estado en formas parsimoniosas y elucidar las conexiones paso-a-paso
entre región y nación y cultura y política. Empero, revela semejanzas y AITKEN, Rob, “Political Culture and Local Identities in Michoacán”, ponencia
diferencias entre las regiones que antes no se veían. Por ejemplo, el estu- presentada en el Congreso “Political Culture in Mexico,” University of
dio de Roldán y mi trabajo en Juchitán revelan muchas más semejanzas Utrecht, abril 28-29, 1994.
entre los regímenes colombiano y mexicano en términos de la presencia ALLARDT, E. y S. ROKKAN, eds., Mass Politics: Studies in Political sociology, Nueva
desigual del Estado, el impacto de discursos urbanos de civilidad y la York, Free Press, 1970.
complejidad de la transmisión ideológica entre centro y región, compa- ALMOND, Gabriel A. y Scott C. FLANAGAN, eds., Crisis, Choice, and Change: Histo-
rado con los principales modelos de las ciencias políticas. rical Studies of Political Development, Boston, Little, Brown, 1973.
Este análisis, basado en una comparación subnacional que atraviesa ALONSO, Ana María, “’Progress’ as Disorder and Dishonor: Discourses of Se-
fronteras, puede contribuir a nuevas discusiones de los fenómenos ma- rrano Resistance”, Critique of Anthropology 8, núm. 1, 13-33, 1988a.
nifestados en varios lugares, como regímenes o Estados. En este senti- ––––, “U.S. Military Intervention, Revolutionary Mobilization, and Popular
do, la perspectiva que he aplicado en otros trabajos para caracterizar a Ideology in the Chihuahuan Sierra, 1916-17”, en Daniel Nugent (ed.), Rural
la dinámica interna de la COCEI y al radical movimiento zapoteca en Ju- Revolt in Mexico and U.S. Intervention, La Jolla, Center for U.S.-Mexican Stu-
chitán, resulta útil (Rubin 1997). Contra las descripciones de los movi- dies, Universidad de California, San Diego, 1998b, 99-228.
mientos políticos de izquierda como algo que personifica una conciencia ––––, “Work and Gusto: Gender and Re-creation in a North Mexican Pueblo”,
y solidaridad homogéneas –o que se encamina hacia ello– he estudiado en Calagione, Francis y Nugent, 1992, 164-85.
las formas de ambigüedad y contradicción de la COCEI, argumentando ALVARADO, Arturo, Ed., Electoral Patterns and Perspectives in Mexico, La Jolla,
que el movimiento consiste de un equilibrio de múltiples disyuntivas y Center for U.S.-Mexican Studies, Universidad de California, San Diego, 1987.
tensiones, de donde extrae buena parte de su poder. Las experiencias de AZIZ NASSIF, Alberto, “Regional Dimensions of Democratization”, en Cornelius,
violencia, democracia interna, género, narrativa histórica y elaboración Gentleman, y Smith, 1989, 87-108.
cultural involucran en varias maneras a líderes y seguidores, hombres y BARTRA, Armando, “La ardua construcción del ciudadano: Movimiento cívico y
mujeres, pobres y los de clase media, mientras que una fuerza política lucha gremial en la Costa Grande de Guerrero”, manuscrito, s.f.
coherente desafía poderosamente las políticas del gobierno central. Para BARTRA, Roger, The Cage of Melancholy: Identity and Metamorphosis in the Mexican
entender cómo surge esta coherencia, debemos examinar la compleja Character, New Brunswick, Rutgers University Press, 1992.
historia del movimiento, cómo se sitúa en la región y la nación y los BECKER, Marjorie, “Black and White and Color: Cardenismo and the Search for
núcleos de conflicto cultural en su interior. Igualmente, se puede ver a a Campesino Ideology”, en Daniel H. Levine (ed.), Constructing Culture and
un régimen o Estado como una forma política consistente en múltiples Power in Latin America, Ann Arbor, University of Michigan Press, 1993.
y cambiantes construcciones de significado y experiencia –múltiples y ––––, “Torching La Purísima, Dancing at the Altar: The Construction of Revo-
cambiantes formas de hegemonía– que, no obstante, actúa con aparente lutionary Hegemony in Michoacán, 1934-1940”, en Joseph y Nugent, 1994,
coherencia al elaborar y aplicar sus políticas públicas. Contrario a las 247-64.

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dras angulares en que se erigen las hegemonías, esta perspectiva nos suposiciones acerca del poder inherentes en el análisis corporativista
permite entender la complejidad de las formaciones de poder y cómo del Estado mexicano, su naturaleza incompleta, su inestabilidad y su
cambian con el tiempo. Además, ilumina la “densa red” de las relacio- dominación están íntimamente interconectadas.
nes de poder de las cuales los regímenes y Estados son la “cristalización
institucional” (Foucault 1990, 96, 93). Este avance ciertamente hace más
complicado describir las reglas de un régimen y las formaciones del BIBLIOGRAFÍA
Estado en formas parsimoniosas y elucidar las conexiones paso-a-paso
entre región y nación y cultura y política. Empero, revela semejanzas y AITKEN, Rob, “Political Culture and Local Identities in Michoacán”, ponencia
diferencias entre las regiones que antes no se veían. Por ejemplo, el estu- presentada en el Congreso “Political Culture in Mexico,” University of
dio de Roldán y mi trabajo en Juchitán revelan muchas más semejanzas Utrecht, abril 28-29, 1994.
entre los regímenes colombiano y mexicano en términos de la presencia ALLARDT, E. y S. ROKKAN, eds., Mass Politics: Studies in Political sociology, Nueva
desigual del Estado, el impacto de discursos urbanos de civilidad y la York, Free Press, 1970.
complejidad de la transmisión ideológica entre centro y región, compa- ALMOND, Gabriel A. y Scott C. FLANAGAN, eds., Crisis, Choice, and Change: Histo-
rado con los principales modelos de las ciencias políticas. rical Studies of Political Development, Boston, Little, Brown, 1973.
Este análisis, basado en una comparación subnacional que atraviesa ALONSO, Ana María, “’Progress’ as Disorder and Dishonor: Discourses of Se-
fronteras, puede contribuir a nuevas discusiones de los fenómenos ma- rrano Resistance”, Critique of Anthropology 8, núm. 1, 13-33, 1988a.
nifestados en varios lugares, como regímenes o Estados. En este senti- ––––, “U.S. Military Intervention, Revolutionary Mobilization, and Popular
do, la perspectiva que he aplicado en otros trabajos para caracterizar a Ideology in the Chihuahuan Sierra, 1916-17”, en Daniel Nugent (ed.), Rural
la dinámica interna de la COCEI y al radical movimiento zapoteca en Ju- Revolt in Mexico and U.S. Intervention, La Jolla, Center for U.S.-Mexican Stu-
chitán, resulta útil (Rubin 1997). Contra las descripciones de los movi- dies, Universidad de California, San Diego, 1998b, 99-228.
mientos políticos de izquierda como algo que personifica una conciencia ––––, “Work and Gusto: Gender and Re-creation in a North Mexican Pueblo”,
y solidaridad homogéneas –o que se encamina hacia ello– he estudiado en Calagione, Francis y Nugent, 1992, 164-85.
las formas de ambigüedad y contradicción de la COCEI, argumentando ALVARADO, Arturo, Ed., Electoral Patterns and Perspectives in Mexico, La Jolla,
que el movimiento consiste de un equilibrio de múltiples disyuntivas y Center for U.S.-Mexican Studies, Universidad de California, San Diego, 1987.
tensiones, de donde extrae buena parte de su poder. Las experiencias de AZIZ NASSIF, Alberto, “Regional Dimensions of Democratization”, en Cornelius,
violencia, democracia interna, género, narrativa histórica y elaboración Gentleman, y Smith, 1989, 87-108.
cultural involucran en varias maneras a líderes y seguidores, hombres y BARTRA, Armando, “La ardua construcción del ciudadano: Movimiento cívico y
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FECHA DE ACEPTACIÓN DEL ARTÍCULO: 12 de junio de 2003


FECHA DE RECEPCIÓN DE LA VERSIÓN FINAL: 12 de junio de 2003

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