todos los aspectos de la comida perceptibles a los
sentidos son interpretados como conjunto y compuestos armónicamente para transmitirnos una única sensación global, que se convierte en el contenido mismo de la creación artística.
La comida resulta liberada de sus aspectos más
inmediatos y materiales: ya no es una necesidad, no es un medio para nutrirnos. Se ha transformado en un vehículo de sensaciones, expresión directa del artista que lo ha creado y lo ha manipulado.
No nos acordamos, en el momento de la ingesta, ni del
hambre, ni de las dietas, ni de las escuálidas tablas nutricionales que aparecen en todos los paquetes de comida: dejamos que el plato hable y que lo haga sin ataduras ni prejuicios.
De la misma manera que la moda ha liberado a la ropa
de su función primordial de protección y abrigo, haciéndonos olvidar, o incluso negarla, el nacimiento del arte gastronómico supera a la ecuación de comida igual a alimento, haciéndonos olvidar nuestras necesidades más ancestrales para llegar a negarlas en aquella obra maestra de lo inmaterial representado por los “aires”, espumas rarísimas a las que podemos considerar como el equivalente gastronómico del “desnudo” .
Olvidémonos también de los tradicionales conceptos y
maneras que protagonizaban el acto de comer: comidas, cenas, menús, mesas puestas, camareros, platos, mantelerías… todo ello ya no es necesario: el artista gastronómico puede reinventarlo todo a través de su arte; incluso el ambiente, los tempos y los momentos para comer.
La superación de la convencionalidad atrapa también a
la figura del artista que no ha de ser obligatoriamente la del cocinero ya que, por descontado, no todos los cocineros pueden ser artistas gastronómicos. El cocinero, como figura profesional, ha de poseer bastos y detallados conocimientos sobre muchas cualidades de los alimentos y de técnicas para su elaboración y debe, sobre todo, saber desarrollar su rol en el contexto tradicional de la restauración.
El artista no necesita un conocimiento similar, todo
lo que le sirve es funcional en sus creaciones, el resto es algo de más. Lo mismo que, en general, un pintor de brocha gorda no es un artista y al revés, al pintor no se le pide que sepa empapelar un piso o apartamento.
Esta nueva forma de arte que se está abriendo camino
presenta, para aquellos que estén inclinados a la reflexión crítica, miles de aspectos fascinantes y peculiares que no le dejarán indiferente.
Es la única, entre todas las artes, que incluye,
unidos, a los cinco sentidos, y quien dude acerca del oído, que piense, durante un solo instante, a que sabría, sin sonido, una crujiente patata frita o unas cruditès. Se habla a través de obras “intrínsicamente” efímeras y a las que, para disfrutarlas, estamos obligados a destruirlas.
Obras de arte que, de alguna manera, son únicas e
irreproducibles, como única es una ejecución musical, pero que a diferencia de estas, nunca podrán ser registradas ni reproducidas.
Nace la exigencia de introducir la nueva categoría
estética de lo “bello de comer” o “hermoso de comer” , que supera o sobrepasa a lo “bueno de comer” a través de su naturaleza omnisensorial.