Así pues, quien experimenta la paz interior no se siente ni destrozado por el fracaso ni
embriagado por el éxito
Así pues, el odio crea una tercera prisión en su interior, aunque, de ésta, es posible encontrar
las llaves.
Este ejemplo muestra de manera palpable que la felicidad depende ante todo del estado
interior.
La felicidad tampoco es un estado de exaltación que hay que perpetuar a toda costa, sino la
eliminación de toxinas mentales como el odio y la obsesión, que envenenan literalmente la
mente. Para ello, es preciso aprender a conocer mejor cómo funciona ésta y a tener una
percepción más cabal de la realidad.