Tal como lo deja claro Bobbio (2005), la filosofía política entendida en el sentido
prescriptivo se diferencia claramente de la ciencia política por varios aspectos,
entre ellos está que la primera es sumamente normativa; plantea la política como
debe ser, mientras que la segunda intenta ser descriptiva y explicativa de la
política como es. De manera que ambas disciplinas persiguen el mismo objeto
de estudio a través de caminos totalmente opuestos (p. 79).
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Cosa que de entrada puede ser fácilmente puede criticarse dado que, si bien este
tipo de filosofía política es altamente valorativa y parcial, contiene el vicio de
presentar a Platón como juez y parte. Como diría Karl Popper, tal propuesta
muestra los designios vanidosos de Platón de volverse un rey.
Sin embargo, no hay por qué desestimar su propuesta sólo por este hecho. Pues
la fundamentación que ofrece da para reflexionar ampliamente sobre cuáles
deben ser las cualidades de quienes gobiernan. En especial esto es sumamente
relevante en las actuales democracias, dado que, a la hora de acudir a las urnas
a votar, se privilegia el sentimiento sobre la razón. De tal manera, el presente
trabajo se plantea como una crítica a la propuesta platónica antes descrita con el
fin de rescatar los elementos más relevantes para la actualidad.
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mayéutica, método a través del cual el discípulo conoce por sí mismo a partir del
diálogo. Después de un largo debate pone de manifiesto que la justicia no es: dar
a cada quien lo que le corresponde (pues no es justo dar lo que le corresponde
a alguien que no se encuentra en pleno uso de sus facultades mentales, por
ejemplo), hacer el bien a los amigos y el mal a los enemigos (pues es mera
parcialidad y venganza) o la ley del más fuerte (ya que tanto el gobernante, como
el médico y el piloto, estando en una posición ventajosa y por tanto considerados
más fuertes, no deben sino favorecer la ventaja de sus subordinados).
En este punto cabe señalar el polémico debate que se puede generar entre
estudiantes de ciencias sociales, acerca de si cualquiera en un Estado dado
puede gobernar o sólo unos cuantos están facultados para ello. Puesto que, si
las democracias liberales han defendido la idea de la igualdad política, la
propuesta de Platón por otro lado implica un gobierno basado en la desigualdad
política. Ya que para él sólo los más sabios deben poder gobernar, pues en su
conocimiento radica su bondad.
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todas sus necesidades (se enuncian al menos tres principales: el alimento, la
habitación y el vestido), requiere del auxilio de sus semejantes. Es decir, la
sociedad se forma en vista de un fin, una ventaja. Pues esa misma impotencia
de bastarse a sí mismo y la necesidad del hombre son el origen del Estado (R.,
369b-d). De manera que es posible enmarcar el pensamiento de Platón como
una especie de comunitarismo, idea seguida por su discípulo Aristóteles.
La selección de estos guardianes tiene que ser específica, según Platón, pues
naturalmente deben preocuparse por la protección del Estado. Además de ser
como perros de raza: “con un sentido fino para descubrir al enemigo, actividad
para perseguirle y fuerza para pelear después de haberle alcanzado” (R., 375a).
En adición, los guardianes al igual que los perros de raza, serían tan “mansos
con la familia y con los que conocen y todo lo contrario con los de afuera” (R.,
375e), es decir, con los extranjeros.
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Por otro lado, Platón asume una posición pedagógica para todos los miembros
del Estado en un sentido filosófico tradicional, pues es necesario, según
menciona bajo la voz de Sócrates, “formar el cuerpo mediante la gimnasia y el
alma mediante la música” (R., 376e). En cuanto a la gimnasia, está destinada a
fortalecer el espíritu, y la música más que entenderse en sentido literal se trata
de un concepto más amplio, pues se refiere a las bellas artes, como pintura,
escultura, arquitectura, literatura y teatro. Con esta primera educación en estas
disciplinas se buscaría el cultivo moral, espiritual y corporal (Suárez: 1993, p. 22).
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la luz o el crecimiento, del mismo modo tampoco el «bien» es de por sí el
Ser o la Verdad, sino la fuente trascendente de ambas cosas. (2005, p. 49)
En este sentido, es importante mencionar que las dos alegorías más conocidas
de Platón –la de la línea y la caverna– guardan una relación de explicación
epistemológica, es decir, describen según las ideas platónicas cómo es que se
conoce la verdad (lo que constituye su teoría del conocimiento). Ya que en
ambas hay una dicotomía parecida. En el caso de la primera se expresa como
una línea vertical y recta, la cual tiene en su extremo inferior la categoría de la
doxa (la opinión) y en el extremo superior la de episteme (la ciencia). Y en el caso
de la segunda alegoría el interior de la caverna se puede explicar como el mundo
visible y al exterior de la cueva se encuentra el mundo inteligible. En ambos
casos el ámbito de la verdad, del bien y la realidad auténtica es el de la episteme,
hallada en el mundo de lo inteligible.
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conocimiento al que se llega a través del logos –la razón–, en el mundo inteligible)
(p. 87).
Esto debido a que los filósofos son aquellos que se han instruido en la capacidad
de contemplar la verdad, la cual es simple, inmutable y eterna (concepción
esencialista). Por tanto, una vez habiendo conocido la verdad un filósofo puede
trasladar su conocimiento a los asuntos públicos, para fijar por medio de leyes lo
que es honesto, justo y bueno (R., 485c).
Sin embargo, en última instancia, el rey filósofo que sugiere Platón amaría la
verdad sólo en la medida en que le es útil y, a la vez, castigaría la mentira cuando
fuera utilizada por los gobernados (Popper, 1992, p. 140).
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sido un error o una laguna argumental del propio Platón, dado que el uso de la
mentira por el gobernante (aunque estratégico) contraviene el principio del
filósofo como fiel amante del conocimiento, y por ende, de la verdad.
Por lo tanto, se puede deducir la existencia de dicho poder pastoral (en etapa
germinal) dentro del pensamiento de Platón, pues no tuvo menor reparo en
reafirmar este tipo de relación política asimétrica en la que el conocimiento se
concentra en las altas esferas, mientras que la ignorancia en las bases de la
sociedad favorece a quienes manejan los hilos de poder. Lo que Foucault
denomina el régime du savoir (régimen del conocimiento).
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Tal vez, su pensamiento fue el inicio de todo un esfuerzo sistemático por
desarrollar instituciones de control social cada vez más complejas y
desarrolladas. Y, valga decir, no siempre ha sido en beneficio de la justicia, la
verdad y la honestidad.
Referencias: