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Ecclesiam Suam: El diálogo como camino para la unidad

Luis Paulino González Hernández


Acólito de la Arquidiócesis de San José
gonzalezluispa@gmail.com

El papa beato Pablo VI (1963-1978) hizo del diálogo un elemento fundamental de su


ministerio de pastor universal. No es un aspecto accidental de su estilo de gobierno, sino
que estaba convencido que era una obligación ineludible de la Iglesia.

Esto quedó patente en su carta encíclica, Ecclesiam Suam, que publicó el 6 de agosto
de 1964, fiesta de la Transfiguración del Señor. La subtituló El mandato de la Iglesia en el
mundo contemporáneo. Es la primera encíclica del papa Montini y, por ende, es
considerada la carta programática de su pontificado. De acuerdo con sus biógrafos, fue
escrita en su totalidad por el Papa, por eso es considerada la encíclica más personal que se
ha publicado.

En ella el pontífice distingue tres caminos que tiene la Iglesia para cumplir la misión
que su divino fundador le encomendó. El primer camino es de orden espiritual, el segundo
es moral y el tercero es la vía del diálogo. Precisamente este último es el que normalmente
se considera el tema central y más destacado del documento.

El Papa propone que el diálogo de la Iglesia con el mundo actual se debe desarrollar
como una serie de círculos concéntricos ubicados en el mismo plano. Distingue tres grandes
ámbitos o círculos donde debe tener lugar el diálogo.

El primer círculo se refiere a todo lo humano, pues nada de lo que atañe al ser
humano es extraño o ajeno para la Iglesia. Es, naturalmente el ámbito más amplio pues en
él entran cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes, hombres y mujeres de toda
cultura, lengua, creencias etc. Aquí el diálogo se caracteriza por estar marcado por el amor
a la verdad. Es éste amor el que impulsa a la Iglesia a salir de sí misma para ir al encuentro
de todo ser humano.

El segundo círculo abarca a todos los que creen en el único y supremo Dios. El
reconocimiento de la existencia de un Dios que se ha revelado y el respeto por el acervo de
valores éticos y espirituales de las diversas religiones no cristianas, ofrece un sustrato
valioso para promover el diálogo.

El tercer círculo es el más reducido y más cercano a la Iglesia pues apunta a los
hermanos cristianos separados. Es el ámbito donde se pueden entrever algunos rasgos
fundamentales de lo que será el diálogo ecuménico durante los restantes catorce años.

En su descripción del tercer círculo, el Papa expone algunos rasgos que caracterizan y
orientan el camino que este diálogo debe seguir: evidenciar lo que nos une antes que lo que
nos divide, disponibilidad para estudiar y secundar los legítimos deseos de los cristianos,
perfecta unión de fe y caridad, no transigir en la integridad de la fe y en las exigencias de la
caridad, el ministerio de Pedro es un ministerio de unidad, amor y reconciliación, el diálogo
debe estar precedido por la oración.
Estos principios los llevó a la práctica el mismo pontífice en los diferentes encuentros
ecuménicos en que participó: “En la base de los extraordinarios gestos ecuménicos del
Papa encontramos de nuevo los principios espirituales de verdad y caridad, teología y
amor a Cristo y a la Iglesia, oración y confianza; un precioso bagaje que le da el coraje de
tender la mano y de la humildad y de la petición de perdón…” (G. Adornato).

En las próximas entregas de esta serie veremos cómo el beato Pablo VI aplicó estos
principios en tres grandes momentos históricos en que fue protagonista.

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