- Causales de Improcedencia
Los hechos y el petitorio de la demanda no están referidos en forma directa al contenido
constitucionalmente protegido del derecho invocado
El objeto del presente inciso es circunscribir los procesos constitucionales de protección de los
derechos fundamentales a los estrictamente constitucionales, a aquellos que se enlazan
directamente con la dignidad de la persona humana, fin supremo de la sociedad y del Estado.
Este inciso tiene su complemento en el que sigue, el inciso 2, que consagra la naturaleza
excepcional o residual de los procesos constitucionales, distintos de los procesos comunes
cualquiera que sea su índole.
En otras palabras, son improcedentes los procesos constitucionales cuya demanda está
referida a aspectos secundarios o accesorios del derecho constitucional que no son parte de su
contenido esencial. No se puede invocar por la vía de estos procesos derechos legales que de
un modo lejano o indirecto tienen respaldo en la Constitución. Por ejemplo, la protección de la
posesión que es un derecho legal aun cuando puede ser considerado un atributo de la
propiedad. Tampoco el usufructo, la prenda, la servidumbre. O discutir el cumplimiento de un
contrato en sede del amparo aduciendo el derecho constitucional a la libertad de contratación;
la libertad de trabajo para pedir protección de actividades que se desarrolla en las veredas que
son de uso público o la libertad de circulación para obligar a la autoridad municipal a conceder
el acceso a líneas de transporte público sin contar con los requisitos de ley.
Los derechos protegidos por el hábeas corpus son los que se hallan detallados en el artículo
25; los que protege el amparo en el 37; los del hábeas data en el 61 y el proceso de
cumplimiento en el artículo 66. De ahí la importancia de tener en claro la naturaleza jurídica, el
núcleo esencial que conforma cada derecho constitucional.
Los alcances de este inciso son de mayor aplicación en relación con la procedencia del amparo.
La presente norma tiene su complemento en el artículo 38 del Código: “No procede el amparo
en defensa de un derecho que carece de sustento constitucional directo o que no está referido
a los aspectos constitucionalmente protegidos del mismo”
Ello no es óbice para el análisis que el juez de la Constitución tendrá que hacer caso por caso,
para determinar si existe otro procedimiento adecuado. La propia naturaleza de los derechos
que se protegen, exige de los procesos constitucionales un trámite propio y especial, distinto
de las particularidades de los ordinarios o comunes, puesto que su objetivo principal, único y
último es la protección inmediata de la persona.
Pero no era ese en principio la intención de sus autores. El inciso 3 del artículo sexto de la Ley
Nº 23506 declaraba la improcedencia de las acciones de garantía “cuando el agraviado opta
por recurrir a la vía judicial ordinaria”. El propósito era impedir la interposición simultánea, lo
que se conoce como vía paralela, del proceso constitucional y el ordinario. Borea, uno de los
redactores de la Ley Nº 23506, comentaba a propósito de este inciso: “Esto es natural que sea
así. La garantía es el último recurso jurídico contra la arbitrariedad. No es una acción
alternativa posible de ser sustentada a la par que cualquier juicio ordinario. Por lo tanto, no es
natural que se piense que se puede iniciar una acción paralela de la acción de amparo.
La jurisprudencia entendió que el verbo “optar” dejaba a libre elección del agraviado
interponer el proceso constitucional u otro proceso para la tutela de su derecho. Pero esta
interpretación de los procesos constitucionales como alternativos y no excepcionales trajo una
serie de anomalías que pusieron en cuestionamiento las bondades de los procesos
constitucionales, especialmente del amparo: a) en primer lugar que la naturaleza y
racionalidad de los procesos constitucionales quedaba librada a la discrecionalidad del
demandante; b) esa interpretación facilitó el uso a veces desproporcionado de los procesos
constitucionales para la discusión de Problemas que no guardaban una relación con un
derecho constitucional directamente protegido sino de aspectos secundarios o de alcance
legal.
Siendo que si existe una vía ordinaria eficaz capaz de culminan los derechos constitucionales
vulnerados, se debe optar por esta alternativa, dejando vigente el carácter residual de los
procesos constitucionales. Pero, en el caso que la vía judicial que siempre existe no resulte
idónea, no sea la adecuada o devenga en ineficaz por razones de tiempo, el proceso
constitucional se halla expedito.
La regla no rige para el habeas corpus, porque dada la naturaleza propia de los derechos que
protege, el Código asume una presunción juris et de jure: que no hay otra vía más idónea que
el hábeas corpus para proteger la libertad y sus derechos conexos.
3. El agraviado haya recurrido previamente a otro proceso Judicial para pedir tutela respecto
de su derecho constitucional
Nos encontramos frente a lo que se denomina en el lenguaje jurídico “vías paralelas”. Como ya
se sabe de antemano que la naturaleza de todo proceso constitucional atiende a la categoría
de última ratio, de último recurso contra la arbitrariedad, estos no pueden interponerse si ya
se ha hecho uso de una vía procesal ordinaria para exigir protección de un derecho. Invocar a
posteriori y en paralelo, al unísono, lo que ya estoy pretendiendo en la justicia común, acarrea
inevitablemente la improcedencia del proceso constitucional interpuesto.
La vía paralela no debe ser confundida con la previa. Esta última se verifica cuando el
agraviado, antes de recurrir al Poder Judicial, interpone reclamo formal ante la autoridad,
funcionario o persona que ha lesionado su derecho constitucional. El reclamo se ejercita con
las garantías del debido proceso. La vía paralela, en cambio, implica la interposición en el
Poder Judicial, de dos acciones, una constitucional y una ordinaria, destinadas ambas al mismo
tiempo a la protección del derecho fundamental lesionado.
Como en el inciso 3) del artículo 6 de la Ley Nº 23506, los procesos constitucionales son
improcedentes sino se han agotado las vías previas. Es decir, cuando el agraviado, sin que haya
terminado de reclamar mediante procedimiento administrativo legalmente previsto, el cese
del acto lesivo de su derecho fundamental, empieza a exigir su reparación 'en el Poder Judicial
por medio de un proceso constitucional.
En verdad la regla del agotamiento de las vías previas solo es exigible frente al proceso de
amparo. En la derogada legislación, los procesos de hábeas data y de cumplimiento estaban
sujetos también a cientos requisitos previos de procedibilidad que la ley de aplicación --Ley Nº
26301 denominaba equivocadamente como vía previa.
En consecuencia, es necesario que el análisis del presente artículo se lleve a cabo en tres fases:
1) ¿por qué es que no hay vía previa en el hábeas corpus?; 2) ¿por qué es necesario su
agotamiento en el amparo y en qué casos no lo es?; y 3) ¿en qué consisten los requisitos de
procedibilidad exigibles en los procesos de hábeas data y de cumplimiento?
- Por la forma de su afectación, pueden ser actos positivos o negativos. Los primeros
implican siempre un hacer o una amenaza de hacer. Los negativos lesionan el
derecho por omisión de una conducta que el autor del agravio está en la obligación
de ejecutar.
- Por su reparabilidad, nos hallamos con actos reparables o no reparables. Cuando
el acto lesivo es reparable, existe la posibilidad que el proceso constitucional
reponga las cosas al estado anterior a la violación o amenaza de violación del
derecho constitucional. Los irreparables son aquellos que no pueden devolver al
agraviado el goce de sus derechos constitucionales y es imposible que el proceso
restablezca las cosas al estado anterior a la violación o amenaza de violación.
En el hábeas corpus no es necesario el agotamiento de vía previa porque los actos lesivos de
los derechos que protege son de tracto sucesivo. En consecuencia, siempre están vigentes, aun
cuando puedan tratarse de actos negativos o positivos, y si no se actúa de inmediato, sin
agotamiento de vía previa, el acto que siempre afecta derechos irrenunciables, como la vida, la
integridad personal, la salud, entre otros, puede convertirse en irreparable, pese a que
siempre se tratará de actos lesivos objetivamente incontestables, manifiestamente arbitrarios
que el derecho no puede presumir como actos consentidos, ni tácitos ni expresos.
El Código consagra apertis verbis la necesidad de agotar la vía previa cuando se trata del
proceso de amparo (artículo 46). La naturaleza residual, excepcional y supletoria de los
procesos constitucionales así lo exige, con mayor razón cuando se trata de los derechos que
“ protege el amparo: igualdad y no discriminación, seguridad 90€ 1 ejercicio público de
cualquier confesión religiosa, de información» opinión y expresión, a la libre contratación, a la
creación artística, intelectual y científica, inviolabilidad y secreto de los documentos privados y
de las comunicaciones, de reunión, del honor intimidad personal, voz, imagen y rectificación
de información inexactas o agraviantes, de asociación, al trabajo, de negociación, sindicación
colectiva y huelga; propiedad y herencia, de petición ante la autoridad competente, de
participación individual y colectiva en la vida política del país, a la nacionalidad, de tutela
procesal efectiva, a la educación, así como el derecho de los padres de escoger el centro de
educación y participar en el proceso educativo de sus hijos, de impartir educación dentro de
los principios constitucionales; a la seguridad social, a la remuneración y pensión; la libertad de
cátedra. de acceso a los medios de comunicación social en los términos del artículo 35 de la
Constitución, a gozar de un ambiente equilibrado y adecuado al desarrollo de la vida, a la salud
y a los demás que la Constitución reconoce.
Cabe decir, que si los recursos administrativos satisfacen el derecho, entonces está cerrada la
vía del proceso constitucional, al mismo tiempo que constituyen una oportunidad que se
otorga a la administración pública de enmendar la violación de la ley y la Constitución, en
tanto que se obtiene economía y practicidad en la actuación del Poder Judicial, que solo
conocerá de los procesos de amparo cuando Se ha agotado la vía previa sin que el derecho
haya obtenido reparo, Salvo lo contemplado en el artículo 46 que establece los supuestos de
excepción: “No será exigible el agotamiento de las vías previas Si: 1) Una resolución, que no
sea la última en la vía administrativa, --------------
b) Su habilitación solo opera por una sola y única oportunidad, siempre que las partes
procesales del primer y segundo amparo sean las mismas;
c) Resulta pertinente tanto contra resoluciones judiciales desestimatorias como contra las
estimatorias, sin perjuicio del recurso de agravio especial habilitado específicamente contra
sentencias estimatorias recaídas en procesos constitucionales relacionados con el delito de
Tráfico ilícito de drogas y/o lavado de activos, en los que se haya producido vulneración del
orden constitucional y en particular del artículo 8 de la Constitución.
i) Procede incluso cuando el proceso se torna inconstitucional en cualquiera de sus otras fases
0 etapas, como la de impugnación de sentencia;
Í) O la de ejecución de sentencia.
Domingo García Belaunde sostiene la procedencia del amparo contra amparo, si es que nos
encontramos ante las siguientes situaciones:
a) Se trate de amparos que versaron sobre materia controvertible, esto es, que debieron haber
sido dilucidados en la vía adecuada.
b) Se trata de amparos que se iniciaron sin agotar la Vía previa correspondiente (…)
c) Se trata de amparos que no tienen ningún soporte procesal ni procedimental, esto es, no se
constituyen sobre un proceso ni sobre un procedimiento que les sirva de base, sino que se
arman con el solo dicho de las partes y con alguna documentación, pero nada más Con lo cual
el resultado resulta frágil.
La litispendencia, de por sí, significa que el derecho que se pretende restablecer está siendo
reclamado en otro proceso constitucional bajo los siguientes tres requisitos: a) identidad de las
partes; b) identidad del petitorio y 0) identidad en el interés para obrar.
Para que el proceso constitucional proceda, no debe haber ni vía paralela ni litispendencia al
momento de interponer la demanda.
1. Nombrar, previo concurso público de méritos y evaluación personal, a los jueces y fiscales
de todos los niveles.
El Tribunal Constitucional frente a una serie de amparos que el Poder Judicial denegaba por
medio de interpretaciones extremadamente literales, que no son de recibo en sede de
interpretación constitucional, el intérprete supremo de la Constitución, siguiendo la línea del
Derecho Internacional de los Derechos Humanos, ha tenido oportunidad de señalar en el caso
Diodoro Gonzales Ríos, Expediente Nº 2409-2002-AA/T C, que en los procesos constitucionales
de la libertad se encuentra implícito el derecho de acceder a un tribunal de justicia
competente contra todo tipo de actos que violen sus derechos fundamentales, según lo
enuncia la Convención Americana sobre Derechos Humanos en su artículo 8.
El Tribunal ha sostenido que “el Consejo Nacional de la Magistratura, como cualquier órgano
del Estado, tiene límites en sus funciones, pues resulta indiscutible que estas no dejan en
ningún momento de sujetarse a los lineamientos establecidos en la norma fundamental. Por
consiguiente, sus resoluciones tienen validez constitucional en tanto las mismas no
contravengan el conjunto de valores, principios y derechos fundamentales de la persona
contenidos en la Constitución, lo que supone, a contrario sensu, que si ellas son ejercidas de
una forma tal que desvirtúan el cuadro de principios y valores materiales o los derechos
fundamentales que aquella reconoce, no existe ni puede existir ninguna razón que invalide
deslegitime el control constitucional señalado a favor de este Tribunal en los artículos 201 y
202 de nuestro texto fundamental. En dicho contexto, si este Tribunal estima que una
situación como la descrita viene aconteciendo, puede, como lo hace ahora ingresar a evaluar
el tema de fondo sin que, como contrapartida, pueda ale-Rama ningún tipo de zona
invulnerable a la defensa de la constitucionalidad o la protección de los derechos humanos”.
Es decir, afirma el Tribunal, “(...) no se puede aceptar, como una derivación del artículo 142 de
la Constitución, el argumento de que este órgano constitucional no pueda ser objeto de
control jurisdiccional, pue; ello supondría tener que considerarlo como un ente autárquico y
carente de control jurídico en el ejercicio de sus atribuciones”.
Se trata en suma del derecho a la tutela procesal efectiva en cualquier esfera del orden
jurídico. Sin embargo, en el caso Almenara Bryson, Expediente Nº 194 l -2002-AA/T C, el propio
Tribunal definió en el fundamento 22, no obstante, de modo discutible, que “la no ratificación
no implica una sanción” en la medida que se trata de un simple voto de confianza en tomo al
ejercicio de la función confiada por siete años.
No compartimos este criterio, por cuanto creemos que aun tratándose de una cuestión de
confianza la no ratificación del magistrado debe ser motivada. No solo para que el separado
conozca cuáles han sido los deméritos que tuvo, sino para que, en el marco de la labor
pedagógica de todo órgano con relevancia constitucional, la ciudadanía y los demás
magistrados tengan en cuenta los parámetros que enmarcan la conducta moral y funcional de
un magistrado. Y además porque en nuestra opinión, también en los procesos de ratificación,
por más que se trate de un voto de confianza, se debe garantizar el debido proceso aunque
sea en su núcleo más mínimo: la motivación que no se consigue, como lo sostiene el Tribunal
Constitucional, con la revisión del expediente de no ratificación, que está a disposición de los
separados, sino porque tiene que haber una correspondencia proporcional y razonable entre
la motivación de no ratificación y lo que se halla en el expediente. Solo así puede cumplirse
con los principios constitucionales de publicidad, razonabilidad, proporcionalidad. De otro
modo, la autonomía e independencia del Po» der Judicial, en general, y de cada juez, en
particular estaría a merced del Consejo Nacional de la Magistratura cada siete años, sin
posibilidad de control jurisdiccional.
Este criterio, sin embargo, ha sido modificado mediante la STC Nº 3361-2004-AA/TC, en virtud
de la cual se estableció que siempre debe haber una debida motivación en las resoluciones
que decidan sobre la ratificación de los jueces y fiscales.
El Código señala con mayor criterio que si son revisables en sede judicial las resoluciones
definitivas del Consejo Nacional de la Magistratura. en materia de ratificación y destitución de
jueces y fiscales. si es que no han sido motivadas o se han llevado a cabo sin la audiencia del
interesado. Pero no deben entenderse estos dos requisitos como meras formalidades. El
Código hace referencia al debido proceso, tanto formal como sustantivo. Es esta una
interpretación que nos parece la correcta de este inciso y que debe hacerse extensiva por lo
demás a los procesos de evaluación y nombramiento de jueces y fiscales, cuando no han sido
llevados en concurso público de méritos y en igualdad de condiciones.
La materia electoral comprende los temas previstos en las leyes electorales y aquellos que
conoce el Jurado Nacional de Elecciones en instancia definitiva
El inciso 8 del artículo 5 ha sido modificado mediante Ley Nº 28642. En su versión original el
Código permitía la procedencia de los procesos constitucionales contra las resoluciones del
Jurado Nacional de Elecciones de naturaleza jurisdiccional, si es que estas violaban la tutela
procesal efectiva.
Como ha puesto de relieve el Tribunal Constitucional, si bien es cien to que el Jurado Nacional
de Elecciones “es el máximo órgano de administración de justicia electoral del país, no lo es
menos que, como cualquier otro poder público, se encuentra obligado a respetar los derechos
fundamentales, en el marco del respeto al derecho al debido proceso y a la tutela
jurisdiccional efectiva (artículo 139 de la Constitución); por cuanto, si así no ocurriese, será
nulo y punible todo acto que prohíba () limite al ciudadano el ejercicio de sus derechos, de
conformidad con el artículo 31, in fine, de la Carta Fundamental” [Exp. Nº 5854-2005-PA/ TC,
caso Pedro Andrés Lizana Puelles].
El hecho de que la propia reforma establezca que las resoluciones de cualquier autoridad no
surten efecto legal alguno, abre la puerta para una interpretación conforme a la Constitución
del inciso bajo comentario. En efecto, las decisiones de un juez que se pronuncia sobre un
derecho fundamental no tiene efectos legales, sino constitucionales y, por ende, sus fallos
están por encima de la ley. No se trata de una superposición de funciones como
interesadamente se ha argumentado, sino de delimitar con precisión las competencias que la
Constitución le ha conferido a cada uno de los órganos constitucionales. El Jurado Nacional de
Elecciones debe impartir justicia con respeto de la tutela procesal efectiva. El Poder Judicial y
el Tribunal Constitucional, de ser el caso, repondrán el derecho conculcado, si el órgano
llamado a pronunciarse en materia electoral 10 hace con desprecio del debido proceso, que no
solo es un principio, sino también un derecho consagrado en la Constitución y en los
instrumentos internacionales de protección de los derechos humanos.
Cuando se trata de conflictos entre entidades de derecho público, los procesos adscritos a la
jurisdicción constitucional de la libertad -el hábeas corpus, amparo, hábeas data y el proceso
de cumplimiento no pueden proceder porque las entidades de derecho público no son
personas sino órganos del Estado que han sido dotados por la Constitución y la ley de
competencias y atribuciones. No titularizan derechos.
El camino procesal adecuado para resolver los conflictos entre las entidades de derecho
público, es el proceso competencial establecido en el inciso 3 del artículo 202 de la
Constitución y desarrollado por el Título IX del presente Código.
El presente inciso tiene su antecedente en el inciso 4 del artículo 6 de la ley de hábeas corpus y
amparo, el mismo que fuera introducido vía de modificación por la Ley Nº 250. Pero la
redacción del Código es superior. La derogada Ley Nº 23506 establecía en este punto que no
procedían las acciones de garantía “de las dependencias administrativas, incluyendo las
empresas públicas, contra los poderes del Estado y los organismos creados por la Constitución
por los actos efectuados en el ejercicio regular de sus funciones". Tal como estaba redactado,
Se podía entender a contrario sensu que si procedían si el ejercicio de las funciones no había
sido regular.
Sin embargo, esta afirmación tiene que matizarse. El Tribunal Constitucional ha señalado que
el proceso de amparo es procedente entre las entidades del Estado cuando una de ellas no ha
podido hacer uso del derecho a la defensa, que es de aplicación para todos los sujetos de
derecho y en todos los procesos habidos y por haber. Así lo ha afirmado en el Expediente Nº
1150-2004-AA/T C, caso Banco de la Nación: “Inicialmente, es pertinente examinar si el
Tribunal Constitucional es competente para analizar un proceso que contraponga los intereses
de dos entidades de derecho público… La demanda en el presente caso ha sido presentada por
el Banco de la Nación y dirigida básicamente contra el Seguro Social de Salud, EsSalud, ex lPSS.
Según el artículo 6 inciso 4 de la Ley Nº 23506, aplicable al caso concreto, no proceden las
acciones de garantía 'de las dependencias administrativas, incluyendo las empresas públicas,
contra los poderes del Estado y los organismos creados por la Constitución, por los actos
efectuados en el ejercicio regular de sus funciones. A contrario sensu, se observa que sí
proceden los procesos constitucionales entre tales entidades en caso de que la actividad de la
demandada no haya sido efectuada en el ejercicio regular de sus funciones, tal como se critica
a EsSalud. Es más, ya en anterior oportunidad [STC Exp. Nº 918-98-AC/TC), el Tribunal
Constitucional se consideró competente para revisar un proceso iniciado por el Fondo
Metropolitano de inversiones - Invermet, y dirigido contra la Municipalidad Distrital de Lince
Uno de los derechos constitucionales que fuman parte del debido de proceso es el derecho de
defensa, reconocido en el inciso l4) del artículo 139 de la Constitución. El Tribunal ha declarado
que: “El debido proceso está concebido como el cumplimiento de todas las garantías y normas
de orden público que deban aplicarse a todos los casos y procedimientos existentes en el
Derecho” (STC Exp. Nº O7l-2002-AA/TC), y que: “Por virtud de él se garantiza que las personas,
en la determinación de sus derechos y obligaciones cualquiera [que] sea su naturaleza (civil,
mercantil, penal, laboral etc.), no queden en estado de indefensión' (STC Exp. Nº 1230-2002-
AA/TC). Dicho derecho garantiza, entre otras cosas, que las personas que intervienen en un
proceso tengan la posibilidad de poder presentar las pruebas necesarias para acreditar los
hechos que sirven de base a su pretensión”.
10. Ha vencido el plazo para interponer la demanda, con excepción del proceso de hábeas
corpus
El plazo para interponer las demandas de amparo y hábeas data prescribe a los 60 días hábiles
de producida la afectación, siempre que el afectado haya tenido conocimiento del acto lesivo y
se hubiese hallado en posibilidad de interponer la demanda. De lo contrario, el plazo empieza
a correr desde que se remueve el impedimento. El proceso de cumplimiento es improcedente
cuando la demanda se interpone luego del plazo de sesenta días contados desde la fecha de
recepción de la notificación notarial (documento de fecha cierta) exigido como requisito de
procedibilidad.