Página 1 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 2 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 3 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 4 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 5 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 6 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 7 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 8 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
gía, o teoría del ser en cuanto ser, y Teodicea o Teología natural. Propo-
nemos mantener los términos clásicos introduciendo ciertos cambios en su
significación. Consideramos la Ontología como una reflexión en torno a las
grandes Ideas de la Razón, en oposición a los conceptos del Entendimiento,
propios de las ciencias. En este sentido la Ontología puede considerarse co-
mo una teoría de las categorías.
Por otra parte es cometido de la Ontología construir a partir de los da-
tos disponibles proporcionados por las ciencias, los mitos, la filosofía, etc.,
una explicación última de la realidad, propuesta como una ficción arries-
gada e inverificable directamente, que complete y sistematice los datos de
las ciencias, necesariamente parciales e incompletos. Esta es la función si-
nóptica y sistemática de la Ontología, que ordena el conjunto de lo real, al
menos de forma tentativa y provisional y sin pretensiones de verdad. El sis-
tema metafísico es un sistema abierto, no referido a las esencias de las co-
sas, sino a sus circunstancias, a los acontecimientos, como nos dice Deleu-
ze. Es un sistema preparado para acoger el azar, lo imprevisto. Esta Onto-
logía ha renunciado a la verdad y a proporcionar un ser fuerte, abierto al
hombre y capaz de servir de fundamento seguro y fijo; el objeto de esta
Ontología es un Ser débil, declinante, construido por el ser humano, y que
más que ser fundamento (Grund) es Abismo (Abgrund). El ser más que
un suelo fijo, es una dirección; el sentido del ser es una indicación que no
lleva al fundamento estático, sino a un devenir continuo y sin fin, en el que
los entes se encuentran sometidos a una dislocación permanente y despro-
vistos de todo centro. El Ser es la oscilación de los entes, el Ereignis,
(acontecimiento) como ámbito de la oscilación y el errar continuo; es, más
que lo permanente, lo que deviene, en una repetición productora de la dife-
rencia (Cfr. G. Vattimo, Deleuze y E. Trías). Nuestra Ontología es, pues,
descentrada, múltiple, fundada sobre un ser débil, azaroso, más abismo
que suelo firme, que somete a los entes a una dispersión y a una «erran-
cia» continua, a una deriva permanente y sin fundamento o, a lo más, fun-
dada más que en unas raíces, en unas bases, en los márgenes, en una fron-
tera en continuo desplazamiento, ni interior ni exterior.
En cuanto a la Teodicea, podemos decir que sus temas fundamentales
son el estudio del problema del mal en el mundo y la cuestión del sentido
de la existencia humana; en cambio el aspecto de Teología natural queda
eliminado, ya que no es posible decir nada sobre Dios fuera de la fe religio-
sa: la modernidad es una época post–cristiana que extrae su sentido de la
muerte de Dios. La Teodicea se nos presenta, pues, como una reflexión so-
bre el sentido de la vida y sobre la búsqueda de lo «radicalmente otro», que
es la única forma de aludir a Dios dentro de un discurso racional no basado
en la fe, como anhelo, como nostalgia, como deseo de que no triunfe el ase-
sino sobre la víctima, como esperanza de que los humillados y ofendidos
sean redimidos, como «memoria passionis», es decir como recuerdo de
todo el sufrimiento humano acumulado a lo largo de los siglos, que impide
todo optimismo fácil. Lo infinito, objeto de lo que se podría denominar «una
metafísica de la excepción», ha sido creado por los hombres para aliviar
su radical finitud, su anhelo de apertura a lo otro, a la trascendencia, pero
Página 9 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 10 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
plejo sistema de alianzas en las que las naciones hallaban en conflicto sin
estar en guerra—, situada bajo dos signos terroríficos: Auschwitz e Hirosi-
ma. Si el primero ha hecho decir a Adorno que después de él la capacidad
de la Metafísica ha quedado paralizada, porque lo ocurrido rompió la base de
la compatibilidad del pensamiento especulativo con la experiencia, y por
ello, la única Metafísica posible hoy es una dialéctica negativa capaz de
«medirse con lo más externo, con lo que escapa al concepto» si no quiere
ser un cómplice; la posibilidad de la destrucción del planeta por una guerra
nuclear pone en peligro la existencia misma del ser, de la misma manera
que para algunos teólogos contemporáneos pone en peligro la propia super-
vivencia de Dios unido indisolublemente a su Reino.
La posibilidad de la catástrofe nuclear, que da nombre incluso a nuestra
civilización según Carlos París, exige desarrollar nuestra ontología dentro
del marco de una ortología de lo nuclear cuyo horizonte no contempla ni
proyecto ni futuro, y que sólo puede concebirse como una ontología trágica,
ya que debe convivir forzosamente con un horizonte final de aniquilación,
como nos recuerda Eugenio Trías (1942–2013): «lo que está en juego
hoy, lo que está amenazado de extinción, lo que depende de la maroma de
una afirmación o de una negación absolutas, es la cuestión del ser. De ahí
el carácter urgente y radical de esa cuestión, que es la más cotidiana de las
cuestiones, cuestión de la que inevitablemente deriva una ontología que es
inmediatamente política, o si quiere decirse así, una política ontológica
radical» (Los límites del mundo). La Teodicea no puede resolver los pro-
blemas del mal y del sentido de la vida, porque en un sentido radical dichos
problemas no tienen solución, pero al menos los delimita, los analiza de
forma racional y crítica y limita el acceso religioso y místico a los mismos.
5. TÓPICOS METAFÍSICOS
Página 11 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 12 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 13 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 14 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 15 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
1. EL EMPIRISMO INGLÉS
Página 16 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
ideas son percibidas; no hace falta nada más para explicar el conocimiento.
Berkeley continúa el análisis del lenguaje comenzado por Locke, rechazando
la existencia de las ideas abstractas y considerando que hay ideas concretas
y particulares que sustituyen a otras ideas particulares y así se convierten
en generales sin necesidad de una teoría de la abstracción. (Principios del
Conocimiento Humano, Introducción Ø 11).
G. Berkeley rechaza no sólo las cualidades secundarias como había he-
cho J. Locke, sino también las cualidades primarias, con lo que desemboca
en el acosmismo. Las ideas de nuestra mente no provienen de una materia
exterior, no son representativas, sino que son la realidad completa. El ser
percibido es el ser de las ideas, y también de las cosas que se reducen a
ellas. La única cosa real es el espíritu, que goza de la permanencia, la uni-
dad y la identidad propias de las substancias. El espíritu se capta a sí mismo
mediante una intuición inmediata y capta los demás espíritus por analogía.
El hecho de que las ideas presentes en mi espíritu no puedan ser manejadas
a mi antojo sino que se me imponen dando lugar a un universo constante y
unificado, me lleva la conclusión de que existe un Espíritu que las produce y
me las impone con necesidad (Tres diálogos entre Hilas y Filonús, Segundo
diálogo). De esta manera el mundo queda reducido a ser el lenguaje en el
que Dios nos habla.
La crítica empirista a la Metafísica tiene su culminación en la obra de
David Hume, basada en una teoría de las relaciones que las considera ex-
teriores y primeras respecto de los términos relacionados por ellas. Las rela-
ciones de asociación, contigüidad, semejanza y causalidad son los únicos
elementos constantes en el espíritu humano y por ello son la única (y ende-
ble) base sobre la que apoyar la naturaleza humana. (Tratado sobre la natu-
raleza humana, Libro I, Parte I, Sección IV.) Para Hume, las nociones meta-
físicas son ficciones creadas por el espíritu mediante reglas constantes, y
relacionadas entre sí mediante las leyes de la asociación como hemos visto.
«La idea de substancia (...) no es sino una colección de ideas simples unidas
por la imaginación y que poseen un nombre particular asignado a ellas, me-
diante el cual somos capaces de recordar (...) esa colección». Al igual que
Berkeley, Hume admite que las ideas abstractas son de suyo individuales,
aunque pueden hacerse generales en la representación al unirlas con un
término general. La crítica más famosa de Hume es la de la noción de cau-
salidad que queda reducida a una relación de contigüidad, sucesión y cone-
xión necesaria entre la causa y el efecto. Dado que no hay objeto que impli-
que por sí mismo la existencia de otro, sólo por experiencia podemos inferir
la existencia de un objeto de la de otro; por lo tanto, la idea de causa y
efecto se deriva de la experiencia. Es la costumbre la que da lugar a la
creencia que me hace pasar de la causa al efecto y establecer entre ellos
una conexión constante.
No sólo las nociones de substancia y de causa son desprovistas de sus
elementos metafísicos, sino que esta operación de purificación alcanza has-
ta el propio yo, sujeto o mente que queda reducida a «un montón o colec-
ción de percepciones diferentes, unidas entre sí por ciertas relaciones y que
se suponen, aunque erróneamente, dotadas de perfecta simplicidad e iden-
Página 17 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
tidad».
Página 18 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
la materia.
Parecidos argumentos expone el Barón d'Holbach (1723–1789) en su
Sistema de la Naturaleza, al definir al ateo como «un pensador que, habien-
do meditado sobre la materia, su energía, sus propiedades y modos de ac-
tuar, no necesita para explicar los fenómenos del Universo y las operaciones
de la Naturaleza, imaginar potencias ideales, inteligencias imaginarias, seres
de razón que, lejos de ayudar a conocer mejor esta Naturaleza, no hacen
sino volverla más caprichosa, inexplicable, incognoscible e inútil para la feli-
cidad de los hombres». Holbach hace compatible el ateísmo con la moral y
analiza los motivos que pueden impulsar al hombre a abrazarlo, aunque re-
conoce la dificultad para que lo acoja el vulgo, debido a su ignorancia y te-
mor. Las ideas del Barón están presentes en muchas obras libertinas y es-
pecialmente en las novelas del Marqués de Sade (1740–1814), sobre todo
en Justine o los infortunios de la virtud (1791–1797), Juliette o las prosperi-
dades del vicio (1797) y La filosofía en el tocador (1795).
Como consecuencia del deísmo y, especialmente, del ateísmo, la no-
ción de Naturaleza cambia su significado en esta época, pasando de ser el
conjunto de las cosas creadas a convertirse en un ser autónomo, en conti-
nuo movimiento, capaz por sí mismo de explicar todas las cosas. Precondi-
ción de este cambio fue el rechazo de la idea de la pasividad de la materia.
Tanto Pierre Louis Maupertuis (1698–1759) como Georges Louis
Leclerc, Conde de Buffon (1707–1788), pusieron los cimientos de un co-
nocimiento físico de la naturaleza que va más allá de la mecánica. Desarro-
llando la noción leibniziana de mónada en un sentido materialista con su
teoría de las moléculas orgánicas, ambos pensadores dan lugar a una noción
de la vida como una cualidad activa que poseen ciertos cuerpos materiales.
Quien da cuerpo filosófico a esta nueva noción de Naturaleza es Den-
nis Diderot (1713–1784), el cual, si bien en sus tempranos Pensamientos
filosóficos (1746) aún defiende cierto deísmo basado en el orden maravilloso
de los organismos, en su Carta sobre los ciegos (1749), desarrollando las
discusiones que en torno a los monstruos tenían lugar en su época, afirma
que los monstruos son pruebas palpables contra el pretendido orden natu-
ral, indicio de una inteligencia creadora. En su escrito de 1753 De la Inter-
pretación de la Naturaleza, Diderot muestra ya una concepción dinamicista
de la naturaleza que le lleva a considerar todos los fenómenos como «el
producto de un solo acto», como la variación de un mismo mecanismo de
«una infinidad de maneras diferentes». El panteísmo difuso va dando paso a
una concepción materialista y autónoma de la naturaleza, concebida como
un eterno fluir de cosas dotadas de sensibilidad y vida. Las concepciones
materialistas y vitalistas a la vez, vigentes en este siglo, recogen la tradición
de los magos renacentistas como Teofrasto Paracelso [1493–1541, al-
quimista, médico y astrólogo suizo (ver la ampliación más adelante)], Giro-
lano Fracastoro (1478–1553), Giordano Bruno [1548–1600, astrónomo,
filósofo y poeta italiano, sus teorías cosmológicas superaron el modelo co-
pernicano, pues propuso que el Sol era simplemente una estrella; que el
universo había de contener un infinito número de mundos habitados por se-
res inteligentes, y propuso, en el campo teológico, una forma particular de
Página 19 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 20 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 21 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 22 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
sus propios intereses egoístas. Bueno es entonces lo que supone útil para
satisfacerlos; empero, existe el problema de equilibrar los distintos intereses
personales con el interés general, muchas veces enfrentados por legislacio-
nes defectuosas. Se trata entonces de lograr el mayor bien del mayor nú-
mero. Esto se consigue con leyes apropiadas, ya que Helvétius sostiene que
«los vicios de un pueblo están siempre escondidos en el fondo de su legisla-
ción». Es lícito y preciso controlar y educar este interés individual, en tanto
que es algo externo, en beneficio de otro tipo de interés, el interés general.
Determinar lo bueno para todos y cada uno corresponde al legislador, a
cuyo cargo está, en consecuencia, establecer la moralidad o inmoralidad de
los intereses y de las acciones. En otras palabras, su tarea consiste en obli-
gar a cada hombre, utilizando el sentimiento de amor a sí mismo, esto es,
su egoísmo, a ser justo con los demás para lograr el perfecto equilibrio–
social. Esto se logra sobre todo con leyes capaces de hacer felices a los ciu-
dadanos procurándoles el mayor número posible de placeres compatibles
con el bien público. Por eso es considerado uno de los precursores de una de
las tendencias que influirá decididamente no sólo en el pensamiento jurídi-
co–político de ese momento, sino en concepciones posteriores como el utili-
tarismo] en su obra Del Espíritu (1758), en la que afirma: «es en la capaci-
dad que tenemos de percibir las semejanzas o las diferencias, las concor-
dancias o discordancias que tienen entre sí objetos diversos, en lo que con-
sisten todas las operaciones del espíritu. Ahora bien, esta capacidad no es
más que la propia sensibilidad física: todo se reduce, pues, a sentir». La po-
sición de Helvetius puede definirse como un «materialismo psicológico»
de tipo sensualista, que concibe el sujeto como una ficción basada en el nar-
cisista deseo de estima, como un efecto social de la educación, de la ley.
Según José Manuel Bermudo (n. 1943), que ha preparado la edición cas-
tellana del libro de Helvetius, éste rompe la cadena naturalista introducida
por Maupertuis, D'Holbach, Diderot, al poner en primer plano los aspectos
sociopolíticos, más que los físico–psicológicos, en la constitución del suje-
to. Frente a esto Julien Onffray de La Mettrie (1709–1751), con su obra
El hombre–máquina (1747), permanece en el contexto del naturalismo
mecanicista ampliado al hombre, mediante el rechazo de la necesidad de
un alma para explicar las actividades psíquicas. La Mettrie parte de la uni-
formidad reinante en la Naturaleza que hace que todas las producciones na-
turales se hagan casi de la misma manera. En ese sentido no es necesario
separar al hombre del resto de la Naturaleza, y si Descartes ha considera-
do los animales como autómatas, para La Mettrie «la transición de los ani-
males al hombre no es violenta» y por lo tanto no hay inconveniente en
concluir afirmando que «el hombre es una máquina, que en todo el universo
no existe más que una sola substancia diversamente modificada».
Hemos visto cómo las tres ideas metafísicas principales: Dios, Natura-
leza y Yo han sido criticadas en el Siglo de las Luces, pero este siglo llevó
su furia antimetafísica también al método con su rechazo de los sistemas y
de las hipótesis. Ambos rechazos encuentran su origen en las teorías de
Newton, que distingue netamente entre la investigación científica y la
especulación metafísica —a pesar de que en sus escritos no faltaron las
Página 23 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Hemos visto cómo la crítica antimetafísica del Siglo de las Luces obli-
ga a replantear la Metafísica desde nuevas bases y ésta será la labor de
Kant, culmen y cumplimiento del siglo XVIII y apertura de una nueva etapa
en la historia de la filosofía. Kant, después de haber demostrado la posibili-
dad de la matemática y de la física como ciencias en la Estética trascenden-
Página 24 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
4. FEUERBACH Y MARX
En los años treinta del siglo XIX la escuela hegeliana aparecía dividida en
una derecha, un centro y una izquierda, según retuvieran fundamentalmen-
te del maestro su sistema o su método respectivamente. El campo funda-
mental de la controversia es el teológico, para pasar posteriormente al polí-
tico. David Friedrich Strauss (1808–1874) con su obra Vida de Jesús críti-
camente elaborada de 1835, inicia la disputa teológica con su visión de los
mitos evangélicos como producto de la actividad poética, colectiva y no in-
Página 25 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 26 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
5. NIETZSCHE
Página 27 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 28 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 29 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 30 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 31 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
dante, como la causa primera que justifica todos los entes. De aquí la duali-
dad de la Metafísica: por un lado analiza el Ser del ente como lo más gene-
ral y en este sentido es ontología; y por otro, analiza el Ser como el ente
supremo, y en este sentido es teología. Esta dualidad permite concebir la
Metafísica occidental como una onto–teología. «La constitución onto–
teológica de la metafísica deriva del prevalecer de la diferencia, que conduce
al ser como fundamento y al ente como fundado–fundante–justificante a di-
ferir el uno del otro y a volverse el uno hacia el otro». (Identidad y diferen-
cia). El dios entra en la metafísica gracias al diferir que en primer lugar pen-
samos como el lugar que precede la esencia de la diferencia del Ser y el en-
te. Aquí Heidegger retoma la ambigüedad fundante de la Metafísica ya en su
origen aristotélico, que oscila entre el estudio del Ser en cuanto Ser (ontolo-
gía), y el estudio del ente Supremo (teología). (Cfr. Metafísica de Aristóte-
les, Libro IV y libro VI.)
La pregunta por el Ser del ente es dual a lo largo de toda la historia de
la Metafísica occidental: ¿Qué es el ente en general como ente?, y ¿cuál es y
cómo es el ente en el sentido del ente supremo? Esta dualidad del Ser se
refleja en la dualidad de la noción de fundamento, que se entiende unas ve-
ces como el sujeto (Boden) o ente en general y otras veces como lo que
deja surgir todo ente en el Ser, o ente supremo (Cfr. La tesis de Kant sobre
el ser, 1962).
El fundamento en su relación con la esencia del Dasein, aparece como
la libertad, como el abismo (Ab–grund) sobre el que se sitúa el Dasein, el
cual se presenta como un ente especial que se encuentra arrojado, como
libre poder–ser, entre el resto de los entes (Cfr. De la esencia del funda-
mento, 1929).
2. NIHILISMO Y MODERNIDAD
Página 32 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 33 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 34 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
logos representativo.
Como Nietzsche creyendo superar la Metafísica constituía para Heideg-
ger su cumplimiento, así mismo para nosotros, Heidegger alumbra la posibi-
lidad de un pensamiento transmetafísico, pero no lo logra, convirtiéndose en
el último gran metafisico, que abre, eso sí, posibilidades aprovechadas por
Vattimo, Derrida, Deleuze, entre otros, pensadores de una diferencia radical
previa al Ser mismo y capaz de descentrarlo continuamente en un juego sin
fin de diferencias entendidas como trazas materiales en un continuo diferir.
Página 35 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 36 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 37 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 38 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 39 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 40 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 41 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 42 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
abocara a algún consenso, tampoco está del todo claro qué es lo que haría
de tal consenso un «consenso racional».
Ahora bien, el trascendentalismo extremo de Apel parece olvidarse de
los individuos reales, sustituyéndolos por un «Sujeto trascendental» in-
merso en la apeliana comunidad ideal de comunicación. Al obrar de este
modo, hay que reprocharle a Apel el haber sobrepasado con creces al mis-
mísimo padre del trascendentalismo que fue Kant, quien nunca desposeyó
de su protagonismo a los sujetos morales individuales.
Habermas ha compartido con Apel su interés por las cuestiones fun-
damentales, pero renunciando definitivamente a cualquier tipo de funda-
mentación última y mitigando el grado de su trascendentalismo. La pregun-
ta «¿Qué debo hacer?» es para Habermas de índole muy distinta a la de las
preguntas «¿Qué quiero hacer?» o «¿Qué puedo hacer?». Mientras que las
respuestas a las dos últimas no implican la «demanda de razones justificato-
rias» y se agotan en la expresión de mi deseo o de mis posibilidades de ha-
cer algo, lo característico de los «juicios morales» que sirven de respues-
ta a la primera pregunta es que «exigen una justificación» por medio de
razones, puesto que «deber hacer algo» significa «tener razones para
hacerlo». Pero las consideraciones relativas a la pregunta «¿Qué debo ha-
cer?» resultan perfectamente extensibles a la pregunta «¿Qué debemos ha-
cer?», de suerte que también en el plano de las decisiones colectivas «lo
que debemos hacer» será «aquello que tenemos razones para hacer». Y
aquí es donde entraría en acción el principio de universalización que formu-
lara Kant por medio del imperativo categórico que prescribe «Obra sólo se-
gún una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley
universal», formulación ésta monológica que Habermas prefiere reformular
dialógicamente haciéndole decir: «En lugar de considerar como válida pa-
ra todos los demás cualquier máxima que quieras ver convertida en ley uni-
versal, somete tu máxima a la consideración de todos los demás con el fin
de hacer valer discursivamente su pretensión de universalidad»; una re-
formulación ésta «en la que el peso se desplaza de lo que cada uno podría
querer sin contradicción que se convierta en ley universal a lo que todos de
común acuerdo quieran ver convertido en ley universal».
Página 43 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 44 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
mentiras de la conciencia», y por ello crean «una ciencia mediata del senti-
do, irreductible a la conciencia inmediata del sentido». Los padres funda-
dores de estas hermenéuticas de la sospecha fueron: Marx, Nietzsche y
Freud (Cfr. Freud: una interpretación de la cultura).
Como dijimos al principio, actualmente la hermenéutica es una Koiné
en la que se produce una convergencia entre tradiciones filosóficas de orí-
genes distintos. K–O. Apel y Richard Rorty (1931–2007) son ejemplos de
esta convergencia. Apel ha integrado en su obrá las oportaciones de Witt-
genstein (1889–1951) y de Heidegger, de Charles Sanders Peirce
(1839–1914) y de Kant, dando lugar a una «semiotización de la filosofía
trascendental» y a una confluencia entre análisis del lenguaje y hermenéuti-
ca del lenguaje. Según Apel, tanto Ludwig Wittgenstein como Heidegger
cuestionan al estatuto epistemológico de la Metafísica occidental de una
forma paralela en el Tractatus (1921) y en Ser y tiempo (1927); y en las
Investigaciones filosóficas (1953) y los escritos del último Heidegger sobre
la destrucción de la Metafísica. Por otra parte Apel acerca las tradiciones
hermenéutica y crítica analítica del sentido como medio de resolver la con-
fusión actual de la filosofía.
Respecto a la relación entre Kant y Peirce, Apel la entiende como «una
transformación analítico–lingüística o semiótica de la filosofía trascenden-
tal», que sustituye al sujeto trascendental por la comunidad ilimitada de in-
vestigación e interpretación, única capaz de conseguir a la larga la confir-
mación experimental de la experiencia.
4. HERMENÉUTICA Y POSTMODERNIDAD
Página 45 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 46 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 47 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 48 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 49 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
3. ONTOLOGÍAS FENOMENOLÓGICAS
Página 50 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
ro a su vez «la conciencia nace conducida sobre un ser que no es ella mis-
ma». Aquí reside la prueba ontológica que se añade a la intuición que del
ser tenemos en experiencias como la del hastío, la náusea, etc. Llegamos de
esta manera a un ser en–sí de los fenómenos cuyas principales caracterís-
ticas son: el ser es; el ser es en sí; el ser es lo que es. Por la primera carac-
terística el ser se opone a la conciencia que será definida como Nada; por la
segunda, el ser vuelve a oponerse a la conciencia que será definida como
para–sí; y por último el ser se opone a la conciencia que se define como
libertad esencial y por tanto como posibilidad. A continuación Sartre si-
túa el fundamento en el para–sí de la conciencia, con lo que continúa la tra-
dición husserliana de la conciencia constituyente.
Al analizar el ser Sartre se ve impelido a plantear el problema de la
Nada, cosa que lleva a cabo a partir de los enfoques de Hegel y Heidegger
sobre el tema. Como conclusión de estos análisis, Sartre sitúa la Nada den-
tro del ser, como algo que no es sino que «es sida», como algo que es
nihilizado, anonadado. La Nada es un producto del ser, pero de un ser muy
especial tal que «el ser por el cual la Nada adviene al mundo debe ser su
propia Nada». Este ser se entiende como libertad y como conciencia, como
«libertad nihilizadora del hombre en el seno de la temporalidad». La nada
no es sólo negación de elementos del mundo, sino que también se aplica al
ser humano a través de la mala fe, del autoengaño. A continuación, Sartre
analiza la problemática del para–sí en relación especialmente con la tempo-
ralidad y la trascendencia, y la problemática del prójimo, es decir, el para–
otro. Aquí conviene destacar el análisis de la mirada como relación esencial
con el otro, que se basa en el cuerpo. Las relaciones con el prójimo son pro-
blemáticas para este primer Sartre que niega la posibilidad de un auténtico
Mitsein, y para el que las actitudes hacia el prójimo van del masoquismo al
sadismo, y se interpretan desde la perspectiva del conflicto ya que «el con-
flicto es el sentido originario del ser–para otro».
En Sartre se mantiene, pues, el problema del establecimiento de una
intersubjetividad efectiva, que tampoco Husserl llegó a resolver del todo, a
pesar de los esfuerzos desarrollados en la Quinta meditación cartesiana y en
la Crisis de las ciencias europeas (1936). El peligro que hay que evitar es el
solipsismo trascendental, planteando el problema del otro. En primer lu-
gar el otro se me da como un objeto a través de su cuerpo, pero además yo
experimento a los otros como sujetos que a su vez experimentan el mundo,
el mismo mundo que yo experimento. De esta manera yo experimento el
mundo de manera intersubjetiva como abierto a todos los sujetos. Husserl
plantea la cuestión de una teoría trascendental de la experiencia del otro
como empatía (Einfühlung). Sin embargo la perspectiva solipsista se
mantiene siempre en el enfoque husserliano, que tiene que hablar de una
«armonía de las mónadas» para explicar la constitución del mundo obje-
tivo. El primer paso de la constitución de la intersubjetividad lo constituye el
«apareamiento» (Paarung), según el cual capto mediante una
aprehensión analogizante con mi propio cuerpo el cuerpo del otro, no
sólo como cuerpo físico sino como cuerpo orgánico. El apareamiento es una
forma de la síntesis pasiva que actuaba, como ya sabemos, por analogía. A
Página 51 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
pesar de estos pasos de avance, para Husserl, el otro desde el punto de vis-
ta fenomenológico es siempre una modificación de mí mismo. El fundamento
de todas las formas intersubjetivas es el ser común de la naturaleza que se
nos da simultáneamente al apareamiento entre mi yo psicofísico y el cuerpo
orgánico extraño acompañado de su propio yo psicofísico. Sin embargo, la
intersubjetividad trascendental siempre permanece a lo más como una
comunidad abierta de mónadas, enfrentada al horizonte también abierto del
mundo. La apertura a lo otro y especialmente a las otras culturas y al pasa-
do histórico sólo es posible, pues, para Husserl, por una especie de empatía
dirigida a la comprensión de lo extraño.
Página 52 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
5. DESARROLLOS DE LA FENOMENOLOGÍA
Página 53 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 54 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 55 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 56 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
ocupa el lugar ausente del centro se muestra como suplemento, vicario del
centro desplazado. El estructuralismo ha destacado la importancia del signi-
ficante que siempre aparece como una sobreabundancia, como un su-
plemento añadido que permite el surgimiento del sentido como un sentido
de sustitución, de traza, en el que cada elemento significante puede sustituir
a otro indefinidamente, como resultado de un juego de interpretación activa
creadora de sentido más que descubridora de un sentido pre–existente. Esta
interpretación como juego automático y azaroso, rompe con el determi-
nismo clásico, destaca la importancia de los elementos de discontinuidad y
ruptura frente al evolucionismo típico del historicismo, y va más allá de la
noción clásica de sujeto, típica del humanismo occidental.
Página 57 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
que posee el estatuto de lo Real frente a una realidad que la mayor parte de
las veces se muestra como imaginaria. El objeto «a» es lo que resiste a la
significación, el resto, el desecho que deja el significante.
Como vemos la ontología estructura lista opera con una tripartición del
Ser no muy distinta de la célebre tripartición de S. C. Peirce, que distingue
lo Primario, como lo positivo considerado en su independencia respecto a
cualquier otra cosa; lo Secundario, que se sitúa bajo el signo del doble, del
espejo, de la lucha y la oposición identificadora y jugadora a la vez y lo Ter-
ciario, que es el ámbito de las leyes y las relaciones (Cfr. A. Wilden, Siste-
ma y estructura).
Podemos recordar aquí la noción de práctica teórica de Althusser que
se sitúa en el ámbito de lo Simbólico y que consiste en hacer operar unos
instrumentos teóricos constituidos (Generalidad 2) sobre una materia prima
teórica dada (Generalidad 1), generalmente de tipo ideológico, para producir
el objeto teórico concreto (Generalidad 3), que puede actuar a su vez como
materia prima teórica de otro ciclo de conocimiento (Cfr. La Revolución Teó-
rica de Marx). Althusser aplicó esta metodología al propio Marx (Cfr. Para
leer El Capital). Lo importante de este concepto de la teoría es el reconoci-
miento del carácter productivo, simbólico, del conocimiento, que nunca
puede reducirse a un mero reflejo imaginario de lo real, sino que es el re-
sultado de un complejo proceso de producción en el dominio de la teoría.
2. TEMPORALIDAD Y SUBJETIVIDAD
Página 58 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 59 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 60 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 61 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 62 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
1. NEOPOSITIVISMO Y METAFÍSICA
1. La negación de la metafísica.
3. La verificabilidad empírica.
Página 63 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 64 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
2. EL ATOMISMO LÓGICO
Página 65 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 66 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 67 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
El lenguaje deja de ser concebido como una mera figura de la realidad para
convertirse en un instrumento capaz de muchos usos diferentes. La nueva
postura de Wittgenstein encuentra su eco en la concepción de la filosofía
como análisis del lenguaje ordinario, que ha abandonado la pretensión de
traducir dicho lenguaje ambiguo e impreciso a un lenguaje formalizado, y
que se limita al análisis informal del lenguaje.
3. RYLE Y QUINE
Uno de los filósofos analíticos del lenguaje que ha tenido más influencia
ha sido Gylbert Ryle (1900–1976), el cual ha pretendido en su obra elabo-
rar una especie de «geografía lógica» o teoría de las categorías que
subyacen en el uso ordinario del lenguaje. Las palabras tienen un uso nor-
mal en el lenguaje que constituye su mètier y los problemas filosóficos sur-
gen cuando conceptos que tienen cometidos lingüísticos distintos se interfie-
ren provocando lo que G. Ryle denomina «conflictos de categorías» que
dan lugar a «dilemas». En dichos dilemas se produce el enfrentamiento
entre distintos puntos de vista que rivalizan entre sí, pero que se pueden
atenuar e incluso disolver cuando se logra comprender que tal enfrenta-
miento no existe si se respetan las fronteras de cada punto de vista, y que
dicho problema sólo surge cuando se pretende reducir un enfoque al otro.
Dilemas típicos analizados por Ryle son los que surgen cuando se confronta
la visión de la realidad propia del sentido común con la propia de la concep-
ción científica de la misma. Una correcta categorización de la realidad, en el
sentido del establecimiento de una «cartografía conceptual» adecuada
basada en el uso habitual de los términos propios del lenguaje ordinario,
conjura la posibilidad de los errores categoriales que dan lugar a los pro-
blemas metafísicos.
Por su parte Rudolf Carnap en sus Análisis de Semántica (1942, 1943
y 1956), distingue entre cuestiones internas a un lenguaje determinado y
cuestiones externas a dicho lenguaje; mientras que las primeras son
cuestiones semánticas, propias de la teoría del lenguaje considerado, las
segundas son cuestiones pragmáticas referentes a la admisión o no de un
marco lingüístico determinado, y Carnap las denomina ontológicas. Los
problemas filosóficos surgen cuando se mezclan ambos tipos de cuestiones
de forma parecida a los conflictos categoriales de Ryle. Aquí vemos cómo
las cuestiones ontológicas, es decir, las referidas a la admisión o no admi-
sión de ciertos elementos como realmente existentes, son cuestiones prag-
máticas que exigen una decisión que tiene en cuenta los intereses teóricos
del que realiza dicha decisión. Willard Van Orman Quine [1908–2000, fi-
lósofo estadounidense, reconocido por su trabajo en lógica matemática y
sus contribuciones al pragmatismo como una teoría del conocimiento. Quine
es conocido por su afirmación de que el modo en que el individuo usa el
lenguaje determina qué clase de cosas está comprometido a decir que exis-
ten. Además, la justificación para hablar de una manera en lugar de otra, al
igual que la justificación de adoptar un sistema conceptual y no otro, es pa-
ra Quine una manifestación absolutamente pragmática.
Página 68 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 69 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
4. IDENTIDAD Y SINONIMIA
Página 70 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 71 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 72 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
designan nada, mientras que hay expresiones como los nombres propios
que designan o se refieren a los objetos de los que son nombres.
Entre las nociones de significado y de sinonimia se establece un
círculo, ya que las expresiones son sinónimas si tienen el mismo significado
y el significado de una expresión es la clase de todas las expresiones sinó-
nimas de ellas. Igualmente la analiticidad depende de la sinonimia: un
enunciado analítico es aquel que puede convertirse mediante la sustitución
de expresiones por otras expresiones sinónimas en una tautología. La anali-
ticidad se relaciona con la necesidad ya que «el resultado de aplicar “nece-
sariamente” a un enunciado es verdadero si y sólo si el enunciado original
es analítico». Kripke ha continuado este planteamiento en su obra «Nombre
y Necesidad» a partir de la consideración de los nombres propios como de-
signadores rígidos que se refieren siempre al mismo objeto, en cualquier si-
tuación. Para Kripke, que sigue en esto a Mili, los nombres propios no tienen
significado, y se imponen mediante un bautismo inicial que fija la referencia
del término sin proporcionar ningún sentido y luego se conserva por tradi-
ción. Por otra parte Kripke separa la noción metafísica de necesidad de la
noción epistémica de a priori, admitiendo la posibilidad de verdades necesa-
rias cognoscibles a posteriori y de verdades contingentes conocidas a priori
como es el caso de definiciones convencionales que fijan la referencia me-
diante un bautismo inicial.
5. LA CUESTIÓN MENTE–CUERPO
— Otra teoría defiende que los hechos mentales y los hechos físicos co-
rrespondientes son dos aspectos de una única substancia. Esta teo-
ría defiende que los hechos mentales y los hechos físicos correspon-
Página 73 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 74 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 75 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 76 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 77 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 78 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 79 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 80 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 81 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 82 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 83 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 84 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
2) los predicados pueden negarse, cosa que no sucede con los sujetos;
Página 85 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 86 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
1. la categoría de lo último
2. categorías de la existencia
3. categorías de explicación
Página 87 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 88 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 89 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 91 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 92 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 93 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
luta como el devenir propio de aquélla, como su propio ponerse: «como ne-
cesidad real ella es el ser–superado de la realidad en la posibilidad y vice-
versa». Como vemos para Hegel el movimiento dialéctico va de la posibili-
dad a la necesidad pivotando sobre la realidad.
Según la interpretación de Marcuse, la realidad es para Hegel la con-
sumación del ser, y contiene en sí misma el carácter de la posibilidad que
impide que se clausure en la mera existencia. Lo real es siempre más que
sus determinaciones inmediatas, es presencia y al mismo tiempo no es sim-
plemente estar, presencia pura, mera presencialidad, sino paso dinámico y
dialéctico a otra realidad. La realidad se concibe en Hegel como motili-
dad, como dinamicidad, que supera toda conclusión y toda concepción de-
terminada (Ontología de Hegel).
Esta concepción hegeliana de la realidad está en la base de las teorías
tanto de N. Hartmann como de E. Bloch, a pesar de que éste pone el
acento en la categoría de posibilidad más que en la de realidad. Bloch parte
de una concepción dialéctica y procesual de la realidad en la que la con-
tingencia de dicha realidad se muestra grávida de posibilidades, latentes,
aún no desarrolladas. La categoría crítica de la no–contemporaneidad in-
dica por un lado, que no hay relación mecánica entre el ser y la conciencia,
pero también muestra que la realidad nunca se da completamente, que
no coincide nunca completamente consigo misma, porque está esencialmen-
te abierta a la posibilidad y en esta apertura se enraíza la esperanza. La
dimensión utópica es esencial para toda la realidad determinada y asegu-
ra que nunca se podrá clausurar completamente: «La utopía concreta está
en el horizonte de toda realidad; la posibilidad real envuelve e implica las
tendencias–latencias dialécticas abiertas» (Principio Esperanza). El mundo
en sí mismo es sólo un fragmento, es una tentativa, un laboratorium pos-
sibilis salutis, el laboratorio en el que se forja la posibilidad de la salva-
ción.
La utopía blochiana no es irracional, sino que se basa en una teoría
de la materia que sirve de base a su teoría de la historia. La matería se
concibe de forma dinámica, siguiendo la tradición de la izquierda aristoté-
lica, como conteniendo en germen las formas futuras aún no desplegadas.
Es la acción humana quien va extrayendo las formas de la materia en la que
estaban latentes como posibilidades objetivas, pero que requieren dicha
actividad para realizarse definitivamente. La tensión entre realidad y posibi-
lidad se resuelve en una gradación del ser que presenta siempre una dimen-
sión de apertura hacia la utopía. En su última obra Experimentum mundi
(1875), Bloch propone una teoría de las categorías como enunciados
(Aussagen) entendidos en su sentido literal (Aus–sagen) como formas de
«decir fuera», como intentos aún escondidos de un mundo que se presen-
ta como una pregunta abierta, como un enigma. Volvemos a ver aquí la re-
lación entre posibilidad y materia detectada ya en Aristóteles y además una
interpretación abierta y utópica de la concepción dialéctica hegeliana y mar-
xista.
La relación esencial entre la categoría de posibilidad y una concepción
del ser humano como proyecto no pertenece sólo a la tradición del mar-
Página 94 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
3. LA POSIBILIDAD EN LEIBNIZ
Página 95 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
4. NECESIDAD Y DETERMINISMO
Página 96 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 97 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 98 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
Página 99 de 208
METAFÍSICA I — GRADO EN FILOSOFÍA — UNED — CURSO 2013–2014
sustitución de lo real por lo aparente que se da como real, pero esto no su-
cede actualmente ya que los simulacros no sustituyen a lo real, sino que lo
constituyen. J. Baudrillard privilegia lo imaginario sobre lo real, con lo
que recae en el idealismo. No, los simulacros no son lo imaginario que pro-
duce efectos de realidad, sino la realidad misma en su despliegue afirmati-
vo y gozoso.
2. DEVENIR Y EVOLUCIÓN
Una ontología del devenir tiene que explicar por un lado la evolución
natural y por otro la evolución humana histórica. En los siglos XIX y XX,
darwinismo y marxismo han cumplido este cometido, elaborando el uno
una teoría de la evolución biológica y elaborando el otro una teoría de la
evolución histórica o filosofía de la historia. Primero analizaremos las contri-
buciones del evolucionismo biológico y posteriormente las contribuciones
marxistas sobre la evolución social, desde el punto de vista respectiva-
mente de una filosofía de la biología y una filosofía de la historia, ambas de
alcance ontológico.
Charles Darwin [1809–1882, naturalista inglés famoso por su obra El
origine de las especies de 1859, donde que postuló que todas las especies
de seres vivos han evolucionado con el tiempo a partir de un antepasado
común mediante un proceso denominado «selección natural». La explica-
ción de la diversidad que se observa en la naturaleza se debe a las modifica-
ciones acumuladas por la evolución a lo largo de las sucesivas generacio-
nes] se plantea como problema fundamental el explicar el origen de las es-
pecies, y para ello parte como hecho empírico fundamental de la lucha por
la existencia, entendida en un sentido muy general, que abarca las rela-
ciones mutuas de dependencia de los seres orgánicos y su capacidad para
dejar descendencia y no sólo para sobrevivir. Esta lucha «es inevitable debi-
do a la rapidez con que todos los seres vivos tienden a multiplicarse», y a la
limitación de la cantidad de alimentos. Aquí retoma las teorías de Thomas
Malthus [1766–1834, clérigo anglicano y erudito británico con gran influen-
cia en la economía política y la demografía. Popularizó la teoría de la renta
económica y es célebre por la publicación anónima en 1798 del libro Ensayo
sobre el principio de la población, Malthus condensa en tres proposiciones
novedad y la irreversibilidad.
[Ampliación: ontología cósmica: Nietzsche identifica la voluntad de
poder con las fuerzas cósmicas del universo en perpetuo devenir (Werden)
y sus combinaciones. La imagen del mundo que Nietzsche se forma está ba-
sada en el concepto de fuerza. El mundo es «un sistema de fuerzas», se
constituye por un conjunto de fuerzas en constante acción y movimiento,
con infinitas variaciones y combinaciones en un tiempo infinito; pero la can-
tidad de fuerzas en el universo es finita. Se trata de fuerzas eternamente
activas, cuyas infinitas combinaciones producen siempre algo nuevo. Sin
embargo, no producen infinito número de sistemas de fuerzas, porque la
cantidad de fuerza en el universo es constante, según el principio de la con-
servación de la energía de Helmholtz y Joule de 1843, en el que Nietzsche
se inspiró. Por otra parte, tampoco la tendencia de las fuerzas cósmicas es a
un equilibrio perfecto, a un estado de reposo, porque, en un tiempo infinito,
éste se hubiera dado ya.
Sobre la naturaleza de estas fuerzas cósmicas, él las considera de ca-
rácter físico, a semejanza de las fuerzas mecánicas. Pero si la mecánica las
concibe cuantitativamente, Nietzsche las va a considerar cualitativamente,
y, por tanto, indivisibles. La concepción del vitalismo universal es en princi-
pio excluida. Sin embargo, de los cambios y combinaciones de estas fuerzas
físicas brota la vida, por lo que en el organismo vivo estas fuerzas físicas y
químicas pasan a ser vitales. Nietzsche llamará también fuerzas a todas las
energías de orden psíquico y hasta espirituales. En último término, todo se
resuelve en las mismas fuerzas cósmicas y sus combinaciones, que en el
fondo las va a identificar con la voluntad de poder. En la descripción que ha-
ce Nietzsche, en el último aforismo, como visión de este maravilloso «mons-
truo» de fuerzas que constituye el mundo, termina diciendo que el nombre
definitivo y único para designarlo es de voluntad de poder. Por consiguiente,
el universo no sería otra cosa que la voluntad de poder].
Este pensamiento afirmativo y vitalista es asumido por Deleuze en
su filosofía, que hace de la diferencia y la repetición, el fantasma y el simu-
lacro, una de las armas más poderosas contra el pensamiento fijista y está-
tico propio del platonismo. El devenir es repetición, pero lo que deviene es
la diferencia, la procesión de simulacros que rechazan el esquema del mo-
delo y la copia. El devenir en la obra de Gilles Deleuze y Félix Guattari
[1930–1992, psicoanalista y filósofo francés, que no cree que sea posible
aislar el elemento inconsciente en el lenguaje o estructurarlo dentro de unos
horizontes significantes. Por el contrario, el inconsciente remite a todo un
campo social, económico y político. Los objetos del deseo se determinan
como realidad coextensiva al campo social. Una cartografía de la subjetivi-
dad, para tener un alcance analítico, debe según él deshacerse de todo ideal
de cientificidad. Dicha cartografía se basaría en una contundente crítica de
los métodos de subjetivación subordinados al régimen identitario y al mode-
lo de la representación. La ética de Guattari consiste en oponer a este ideal
un constructivismo ontológico a todos los niveles, tanto en el caso de
aprehensión de los niveles etológicos en los bebés como en el de la función
existencial del rock en los jóvenes, e incluso en el de la aprehensión pática
Una teoría ontológica del devenir y la evolución debe situarse hoy al ni-
vel de lo que Edgar Morin [n. 1921, filósofo y sociólogo francés de origen
sefardí —judeo–español—. Con el surgimiento de la revolución bio–genética,
estudia el pensamiento de las tres teorías que llevan a la organización de
sus nuevas ideas: 1) la cibernética; 2) la teoría de sistemas y 3) la teoría de
la información. Edgar ve el mundo como un todo indisociable, donde nuestro
espíritu individual posee conocimientos ambiguos, desordenados, que ne-
cesita acciones retroalimentadoras y propone un abordaje de manera
multidisciplinar y multirreferenciada para lograr la construcción del
pensamiento que se desarrolla con un análisis profundo de elementos de
certeza. Estos elementos se basan en la complejidad que se caracteriza
por tener muchas partes que forman un conjunto intrincado y difícil de co-
nocer. El «pensamiento complejo» es una noción utilizada en filosofía y
epistemología que se basa en un asunto espiritual humano como el «alien-
to de vida». Las palabras «aliento de vida» y «espíritu humano» tie-
nen un significado muy cercano porque son lo mismo. Este «aliento de vi-
da» que fue introducido en el hombre cuando su cuerpo fue creado por Dios
no es, ni está relacionado con el Espíritu de Dios sino que se refiere al espí-
ritu humano que el hombre y la mujer tienen dentro de su cuerpo humano.]
denomina la «hipercomplejidad», lo que impone el establecimiento de
una «nueva alianza» entre ciencias culturales y ciencias naturales por un
lado y entre arte, vida cotidiana y ciencia por otro, dando lugar a una nueva
cultura unificada capaz de comprender la complejidad de la realidad ac-
tual. Los sistemas biológicos y más aún los sociales, son ejemplos de lo que
Henri Atlan (n. 1931) denomina sistemas auto–organizados, que son
aquellos que no sólo resisten al ruido de forma eficaz, sino que son capa-
ces de utilizarlo y transformarlo en factor de organización. El ruido es la
información no querida que perturba el proceso de comunicación, y aquí se
refiere a los aspectos del entorno físico que en principio parece no aprove-
chable directamente por el sistema de que se trata. La evolución de los sis-
temas organizados, biológicos o sociales puede interpretarse como un pro-
ceso de autoorganización, cuando se produce un aumento de comple-
jidad a la vez estructural —número de componentes del sistema— y fun-
cional —número de interrelaciones entre los componentes del sistema—,
como resultado de una sucesión de desorganizaciones y flexibilizaciones del
sistema, que producen un aumento de variedad y una disminución de la re-
dundancia dentro de dicho sistema (H. Atlan, Entre le cristal et la fumée). La
redundancia consiste en la repetición de componentes o de actuaciones
para aumentar la fiabilidad del sistema, es decir, para asegurar su manteni-
miento correcto de forma independiente respecto a las variaciones aleato-
rias del ambiente. Parece ser que los sistemas complejos necesitan, para ser
capaces de adaptarse a las variaciones del entorno, una cierta indetermi-
nación, es decir, una flexibilidad mínima. Los sistemas rígidos no se adap-
tan bien a un ambiente cambiante.
La organización de los sistemas complejos es un proceso continuo de
desorganización y reorganización, que supone que el programa que rige las
respuestas del sistema a las modificaciones del ambiente no está fijado de
una vez por todas, sino que varía según esas mismas modificaciones. Este
resultado nos lleva a considerar que las perturbaciones y los errores —el
ruido— no es sólo un factor de desorden sino que es capaz, en ciertas con-
diciones, de dar lugar a un orden, que hace posible hablar de «orden a
partir del ruido» o de «orden mediante fluctuaciones». Estas nociones
permiten dar un sentido preciso al concepto de selección con orientación,
que es el fundamento de las teorías evolucionistas, gracias a los trabajos de
Manfred Eigen [n. 1927, físico y químico alemán galardonado con el Pre-
mio Nobel de Química en 1967. En 1953 ingresó en el Instituto Max Planck e
inició sus trabajos de cinética química, desarrollando su método del «salto
de temperatura» para alterar los equilibrios químicos, y que consiste en
un rápido calentamiento de la muestra mediante la descarga de un conden-
sador. Además, el nombre de Eigen es unido con la «Teoría del hiperciclo
químico», el acoplamiento cíclico de ciclos de reacción como una explica-
ción de la autoorganización de sistemas prebióticos, que él describió con
ble un ser vivo tan extraño como el que aparece en la novela Solaris, de
Stanislav Lem (1927−2006, escritor polaco cuya obra se caracteriza por su
tono satírico y filosófico): un enorme océano gelatinoso, activo, cambiante e
inteligente, que cubre todo un planeta y que es capaz de automantenimien-
to y desarrollo, pero no de reproducción (ni de evolución darwiniana). Nada
hay ciertamente en el enfoque auto−organizativo que excluya esta posibili-
dad.
Como vemos, para unos investigadores tenemos vida sólo cuando po-
demos encontrar estructuras que se autorreplican, para otros tenemos vida
cuando encontramos estructuras que se automantienen metabólicamente.
Estas dos formas fundamentales de entender la vida pueden apreciarse
igualmente en el debate sobre el origen de la vida. De hecho, se correspon-
den de forma casi exacta con las dos principales corrientes que existen
acerca del origen de la vida: 1) de acuerdo con algunos biólogos y químicos
la vida surgió como un polímero portador de información —posiblemente
ARN o APN, esto es, ácido péptidonucléico— capaz de replicarse a sí mismo,
aunque no de metabolizar —si bien el metabolismo hubo de añadirse pronto
al proceso—. Debía ser, pues, una molécula con la capacidad de copiar su
propia información y, por ende, dadas las variaciones inevitables en este
proceso, susceptible de evolución. De ahí que a esta corriente se la haya
llamado «los genes primero» o «la replicación primero»; y 2) de
acuerdo con la escuela rival, los primeros no fueron los genes, sino un con-
junto de reacciones mutuamente catalizadas —catálisis es el proceso
por el cual se aumenta la velocidad de una reacción química, debido a la
participación de una sustancia llamada catalizador y las que desactivan la
catálisis son denominados inhibidores—, producidas, según algunas versio-
nes, sobre superficies minerales, o, según otras, en vesículas aisladas del
entorno por una membrana. La reproducción de estas entidades no sería
genética, sino una mera prolongación de la autocatálisis y de la división por
aumento de tamaño. A esta corriente se la conoce como «el metabolismo
primero».
Ambos enfoques, sin embargo, presentan problemas, y el uno no pue-
de dar cuenta de la aparición de las características de la vida sobre la que se
centra el otro. No hay una explicación satisfactoria de cómo moléculas auto-
rreplicadoras pueden surgir y mantenerse a partir de una síntesis química
indirecta y dar lugar a cadenas de reacciones metabólicas; más bien, la re-
plicación de dichas moléculas parece exigir la existencia de procesos meta-
bólicos que puedan sustentarla. Está además el problema de cómo un sis-
tema replicador simple puede evitar la acumulación de errores de copia. Pe-
ro, en sentido contrario, no hay tampoco una explicación satisfactoria de
cómo un conjunto de componentes químicos aislados, capaces de intercam-
biar energía y materia con el entorno, puede surgir espontáneamente, man-
teniendo su estabilidad y dar lugar a moléculas que porten una información
heredable acerca de cómo recomponer un sistema similar. De hecho, si bien
se ha comprobado experimentalmente que una molécula de ARN puede
mantener su capacidad autorreplicadora fuera de una célula, en un ambien-
te químico adecuado que proporcione las enzimas necesarias —lo cual jue-
2. EL ESTRATO SOCIO–CULTURAL
otra parte, las nociones físicas que para Moulines no son materiales, como
el espacio y el tiempo o los campos, o bien son conceptos puramente rela-
cionales referidos esencialmente a elementos materiales como los primeros,
o bien, son constructos matemáticos que expresan las acciones provocadas
por partículas materiales como los campos. El espacio, el tiempo y los cam-
pos no existirían sin objetos materiales que los definieran. Para finalizar,
el pluralismo que defiende Moulines, como dijimos antes, es una afirma-
ción ontológica de nivel más bajo que el materialismo, pues éste no sólo
acepta la pluralidad, sino que va más allá al intentar construir un concepto
de materia que le haga justicia.
Lo más aceptable de la crítica de Moulines, quizás sea el posible ca-
rácter tautológico del materialismo, que a partir de que todo es materia,
se propone metodológicamente adecuar su noción de materia al cambiante
estado del saber científico de las distintas épocas: pero esta crítica sólo se-
ría destructora del materialismo si éste se propusiera como teoría científica,
pero no afecta al materialismo como teoría ontológica, en la que los criterios
según los cuales algo se puede aceptar como material no tienen sentido, ya
que partimos de la posición de que todo lo que se presenta es material y
que, por tanto, sólo tenemos que adecuar nuestra idea de materia para que
se pueda aplicar también a este fenómeno. El materialismo metodológico
es pues inatacable desde ese punto de vista, ya que es un talante en la
consideración del mundo y una manera de enfocar éste que no puede ser
refutado por ser un método más que una afirmación acerca de la realidad, y
los métodos son útiles o inútiles, pero no verdaderos ni falsos.
El materialismo crítico como doctrina es lo suficientemente amplio
como para acoger en su seno las aportaciones previsibles de la ciencia, por
lo que tampoco tiene por qué ser abandonado. Una postura en cambio que
niegue el carácter material a entidades como el espacio, el tiempo, o el va-
cío, se encuentra ante el problema de caer en un agnosticismo al no definir-
se, o decir que dichas entidades son espirituales, lo que es más grave toda-
vía, desde el punto de vista científico. Por ello el rechazo de una posición
materialista nos lleva al agnosticismo o al espiritualismo, posturas real-
mente incómodas desde un punto de vista ontológico y mucho más desde
un punto de vista científico.
mayor aceptación por todo el mundo, pero no en los puntos más conflictivos
y neblinosos. Siendo así, ¿cómo se puede hoy afirmar que, de acuerdo con
la ciencia, se es materialista, pues la ciencia demuestra que todo es ma-
teria?
No hace aún muchos años, en los medios hispanófonos de filosofía se
levantó una gran polvareda cuando C. Ulises Moulines explicó en un breve
artículo de 1977 por qué razones él no era materialista. Su razón es muy
sencilla: porque ser materialista quiere decir que todo es materia, en pri-
mer lugar, y, en segundo, porque, el que hace esa afirmación, sabe lo que
sea de materia, y ¿quién sabe hoy qué es la materia?.
A esta pregunta se puede decir que hay que abandonar toda pregunta
del tipo qué es, pues es una pregunta esencialista —es básicamente el
mismo reproche que le hace el profesor F. J. Martínez cuando dice que el
enfoque de Moulines no está bien enfocado al considerar Moulines el mate-
rialismo como un monismo por un lado, y al pensar que quizás serían los fí-
sicos los que tendrían que proporcionar la idea de materia—. Sin embargo,
quien así dice, además de hacer presión desafortunada sobre las preguntas
que los demás quieran hacerse, ha comprendido una de las sorpresas mayo-
res de la panorámica filosófica de hoy: la aparición de Aristóteles por el
horizonte. Se puede decir también que el concepto de materia no debe en-
redarse en una concepción lineal de la filosofía, sino que tiene inmensa ri-
queza en una concepción dialéctica de la filosofía. Si se hace así, el debate
es ya debate filosófico, y el dialéctico deberá tener sumo cuidado en acep-
tar en su tradición el estudio de las ciencias de hoy y las consecuencias que
deriven de él. En tercer lugar, se puede hacer del concepto de materia,
como hacía Lenin (1870−1924), un concepto de lucha filosófica —materia-
listas contra idealistas, definiendo en cada momento de la historia quiénes
son los unos y los otros—, enrolado, evidentemente, en la lucha global que
deriva de la lucha de clases —los dirigentes de la clase oprimida deciden en
cada momento qué es en concreto ser materialista, haciendo un análisis
que siga el movimiento de la historia, porque ser idealista es alinearse con
las clases opresoras del imperialismo internacional—, siendo, pues, un con-
cepto filosófico transido por la lucha política.
En contra de las promesas de antiguos «profetas», se diría que la reali-
dad de la que nos hablan las ciencias —¡si es que se trata de alguna reali-
dad!— es cada día más compleja e inabarcable. Cuando parece llegarse a
algún punto en el que lo último puede ya tocarse con los dedos, al instante
se nos abren simas de desconocimiento en aquello mismo que era constre-
ñido y pequeño, según se suponía. No cabe duda alguna de que la ciencia
ha progresado desmesuradamente en conocimiento de los ámbitos que tra-
ta, pero, tampoco puede ponerse en duda que, si es que hay alguna reali-
dad, ésta cada día es más infinitamente compleja.
¿Qué es la materia? El reduccionismo (fisicalista) explica por los nive-
les más bajos los más elevados. El nivel más bajo desde hace muchos años,
como sabemos, no es el átomo; las partículas elementales conocidas son
ya varios centenares. Más aún, se está dando en los últimos años un fenó-
meno de reagrupamiento y de invención de partículas subelementales,
en lo que el logos, en tanto posición que reúne los distintos entes, ha dis-
puesto.
Vemos, pues, cómo en el origen del pensamiento occidental, en Herácli-
to, se encuentra una reflexión sobre el logos que no se puede reducir a un
mero representar; pero Igualmente sucede en Parménides, uno de cuyos
fragmentos, el B7, ha analizado Heidegger en ¿Qué significa pensar? El
fragmento dice: «Ni te fuerce hacia este camino la costumbre muchas veces
intentada de dirigirte con la mirada perdida y con el oído aturdido y con la
lengua, sino juzga con la razón el muy debatido argumento narrado por
mí». Aquí se observa una oposición entre la glosa, la lengua, el mero parlo-
tear y el logos, la razón que juzga y considera.
El logos pro–pone, expone, pone a consideración, y lo que pone es lo
yacente, lo que subyace, el hipokeimenon, el sujeto, en el sentido del te-
ma, de aquello de que se trata y no de aquel que trata. El logos es lo que
hace aparecer y deja sub–yacer a las cosas, para los griegos. El logos es
un decir, que es, a la vez, un poner, un presentar. En el pensamiento griego
el rasgo fundamental del pensar consiste en el ensamblaje entre el legein y
el noein. Pensar supone a la vea el dialegeszai y el dianoeiszai, como se
ve en el fragmento B6: «Se debe decir y pensar lo que es», donde decir es
Tegein y pensar es noein. Este último verbo se puede traducir también por
percibir, por un tomar en consideración algo, por un ante–poner algo, co-
mo dice Heidegger. De esta manera el texto anterior se puede traducir como
«Se requiere el dejar–subyacer (legein) así como el tomar–en–
consideración (noein...)».
Noein y legein, están íntimamente ensamblados en el pensamiento
griego, de manera que el noein se despliega a partir del legein. El tomar
en consideración no es un apresar, un captar como lo será posteriormente a
partir de los estoicos, sino un permitir el advenimiento de lo subyacente.
Por otra parte, el noein se mantiene dentro de los límites del legein. El to-
mar algo en consideración pertenece al recogimiento en el que queda guar-
dado lo subyacente como tal. Este pensamiento griego originario es ajeno al
concepto, a la aprehensión, no es un com–prender, una captura de lo real
por parte de una mente ajena a esta realidad.
Este pensamiento griego primigenio al traducirse al latín por Cicerón,
pierde su vivacidad y además queda oscurecido. Como nos recuerda Emilio
Lledó [n. 1927, filósofo español formado en Alemania, que ha sido profe-
sor en las universidades de Heidelberg, La Laguna, Barcelona y Madrid.
Desde 1993 es miembro de la Real Academia Española. En la UNED ha
desarrollado una notable actividad desde 1978 hasta su jubilación en di-
ciembre de 1988. Su trabajo intelectual se mueve entre la interpretación de
textos claves de la historia de la filosofía, y la meditación teórica sobre esta
labor interpretativa. Está enraizado en la corriente hermenéutica y considera
que el lenguaje es el elemento esencial en el pensar y en el instalarse del
hombre en la sociedad o en la naturaleza. La filosofía no sería sino la medi-
tación sobre tal instalación; y la historia de la filosofía se entendería como
«memoria colectiva» del complejo proceso seguido por la humanidad, dife-
renciado históricamente.
2. LOGOS Y CRISTIANISMO
3. LA RAZÓN MODERNA
lidad de éste. El paso a la Razón viene dado como el paso de una actividad
objetiva que determina en general a un objeto, a una actividad en general
que no tiene ningún objeto, que no es objetiva. De la misma manera que es
posible hacer abstracción de todo objeto determinado, Fichte postula «la po-
sibilidad de hacer abstracción de todo objeto en general». A este «absolu-
to poder de abstracción» es lo que se denomina Razón, que Fichte entiende
como razón pura sin imaginación, en sentido teórico, es decir como
aquello que Kant tomó como objeto en su Crítica de la razón pura (1781). El
poder de la razón es lo que capacita a la filosofía para aprehender el yo
puro y para reconstruir en la reflexión transcendental su actividad produc-
tiva en movimiento hacia la autoconciencia. De la misma manera sólo la Ra-
zón, y no el entendimiento, puede captar la libertad en tanto que el Absolu-
to metafísico fundamental en el idealismo fichteano.
Friedrich Schelllng [1775–1854, filósofo alemán, uno de los máximos
exponentes del idealismo y de la tendencia romántica alemana. En 1800
Schelling publica el Sistema del idealismo trascendental, donde se materiali-
za un giro crucial en su pensamiento, ya que se aparta abiertamente del
idealismo subjetivo de Fichte y se decanta por un idealismo objetivo. Ahora
cambia de perspectiva y pone el énfasis, no ya en la naturaleza, sino en el
Yo. Esta obra es considerada como la más sistemática y acabada de su pri-
mera producción filosófica. Después, en poco tiempo, cambia otra vez de
etapa y desarrolla lo que se denominará la filosofía de la identidad, en don-
de «el énfasis que antes se había puesto respectivamente en la naturaleza y
en el yo se pone ahora en un absoluto indiferenciado, raíz común de am-
bos»] por su parte destaca también la preeminencia concedida a la razón
sobre el entendimiento. En la Exposición de mi sistema de filosofía de 1801,
afirma que «el punto de vista de la filosofía es el de la razón». Para Sche-
lling la razón tiene una relación esencial con la identidad o indiferencia entre
lo subjetivo y lo objetivo: «llamo razón a la razón absoluta o a la razón con-
cebida como indiferencia total entre lo subjetivo y lo objetivo». La filosofía
de la identidad de Schelling concibe precisamente lo Absoluto como la
identidad o indiferencia entre lo subjetivo y lo objetivo, entre lo ideal y lo
real. Lo Absoluto es la razón en tanto que conciencia de sí mismo, en tanto
que acto absoluto en el que el sujeto y el objeto, lo ideal y lo real son uno y
lo mismo, como se puede ver en el Diálogo Bruno de 1802. La filosofía de la
identidad es una filosofía de la razón que supera las escisiones y las diferen-
cias puestas por el entendimiento.
Precisamente será la comparación establecida por Hegel entre las filo-
sofías de Fichte y Schelling (Diferencia entre los sistemas filosóficos de Fi-
chte y Schelling) en 1801, uno de los primeros lugares en los que el filósofo
del idealismo absoluto planteará la distinción entre el entendimiento y la ra-
zón. El fin fundamental de la filosofía es el de superar las oposiciones y
las divisiones. La realidad se presenta escindida, dividida en oposiciones
que aparecen irreconciliables, y la tarea de la razón filosófica es la de alcan-
zar una síntesis unificadora, construir un todo unido, capaz de salvar la
armonía rota. Esta tarea de la razón es, al mismo tiempo, la de construir el
«Absoluto para la conciencia». La tarea de la filosofía es sintética y por
ello debe superar la oposición entre lo finito y lo infinito, sin negar toda
realidad a lo finito y sin considerar lo infinito como una mera multiplicidad
de finitos particulares, sino integrando la dimensión de lo finito en lo In-
finito. Esta dialéctica de lo finito y lo infinito se retomará posteriormente
en la Lógica (1812–1816) en el análisis del ser determinado o la existencia
(Dasein). Frente al falso infinito del entendimiento que se enfrenta como
un otro a lo finito, estableciendo dos mundos, uno infinito y otro finito, se-
gregados entre sí, se encuentra el verdadero infinito que se obtiene como
un resultado de un proceso dialéctico que niega y conserva a la vez a lo
finito en lo infinito y a lo infinito en lo finito. A la escisión y oposición absolu-
ta sucede la mutua determinación y correspondencia. En la obra sobre Fich-
te y Schelling se afirma ya que si la reflexión filosófica es producto sólo del
entendimiento, no se logrará superar las oposiciones de la realidad y que
sólo al nivel de la razón se logrará un conocimiento especulativo unificador y
superador de las escisiones.
En la Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas (1817–1830), Hegel con-
sidera los tres aspectos en que se presenta el hecho lógico: el abstracto
racional, que será el correspondiente al entendimiento; el dialéctico o ne-
gativo racional y el especulativo o positivo racional, correspondientes
respectivamente a los dos momentos de la razón, el momento negativo, que
suprime las determinaciones finitas y pasa a las opuestas y el momento po-
sitivo en el que la razón capta la unidad de los opuestos en su superación
mutua (Enciclopedia, Ø 79,80,81,82). La verdad para Hegel se encuentra al
nivel de la totalidad; es decir al nivel especulativo, en el cual la razón ha
fluidificado lo que el entendimiento mantiene en su rigidez y fijación, consi-
derando cada momento como un elemento que se niega en los demás mo-
mentos y que aporta así su verdad a una verdad total que sólo se obtiene
como resultado final del proceso dialéctico. La razón unifica y reconcilia lo
escindido y separado por el entendimiento, convirtiendo a éste en un mo-
mento de su propio despliegue como razón dialéctica. El entendimiento es
el nivel en el que se mueven las ciencias empíricas y naturales —la cien-
cia siempre acota su ámbito de estudio—, mientras que la filosofía, totali-
zadora, se mueve en el ámbito de la razón.
apropiada al objeto que al sujeto; más aún, una razón como ámbito común
en el que el sujeto accedía a la esencia del objeto y éste se daba en la pre-
sencia a aquél. Esta razón objetiva estaba referida esencialmente a fines
razonables en sí mismos, independientemente de la utilidad que propor-
cionaran al sujeto individual; fines referidos a la comunidad en su conjunto
y no a intereses parciales; en el ámbito de esta razón objetiva se reconci-
lian el conocimiento y la ética, en lugar de oponerse como sucede en la ra-
zón subjetiva —la Modernidad es la ruptura entre ética y política (Hobbes y
Maquiavelo)—. Esta razón objetiva se encuentra directa, aunque subterrá-
neamente, relacionada con una experiencia no enteramente olvidada en la
que perviven «las vivencias míticas del pasado lejano», los «grandes acon-
tecimientos históricos, en la medida en que los hombres mismos los hayan
provocado» y, al mismo tiempo, la resistencia contra la injusticia y la de-
sigualdad (M. Horkhelmer: «Sobre el concepto de razón»). Esta conexión
con la tradición histórica de la lucha contra la explotación y la opresión, así
como la relación con la totalidad, son elementos que no se encuentran en la
razón subjetiva, instrumental, y que en cambio, han permitido la conexión
del pensamiento dialéctico marxista con dicha razón objetiva, especialmente
en las obras de G. Lukács y los miembros de la Escuela de Frankfurt, de
manera destacada los pertenecientes a la primera generación: Horkheimer
y Adorno.
Lukács (1885–1971), en Historia y conciencia de clase (1923), recupe-
ra la noción de racionalización weberiana y la relaciona con la noción de
reificación de procedencia hegeliana y marxista. La racionalización de la
economía basada en la calculabilidad supone la ruptura de la unidad del pro-
ceso económico mismo en una serie de elementos aislados cada uno obe-
diente a leyes parciales. Este desgarramiento del proceso productivo entra-
ña la descomposición no sólo del objeto de la producción sino también de
su sujeto, que va adquiriendo cada vez más una actitud contemplativa ante
un proceso y un producto que paulatinamente deja de percibir como suyo.
Por otra parte no sólo cada individuo productor se desgaja de su producto,
sino que también se separa del resto de los individuos en un proceso de
atomización creciente. Esta mecanización racional y esta calculabilidad
crecientes no abarca sólo el proceso productivo, sino que se extiende a
todas las formas de manifestación de la vida. La alienación creciente —
cosificación— del individuo productor frente a su producto, frente a sí mismo
y frente a toda la sociedad se extiende a todos los ámbitos de su vida y no
sólo a la producción. La atomización y aislamiento de los individuos se
da, sin embargo, en el ámbito de una integración creciente de toda sociedad
en virtud de su carácter de sociedad productora de mercancías y mercado
consumidor de dichas mercancías regida por leyes unitarias y uniformes. De
igual manera, la creciente racionalización parcial de los diferentes elementos
de la sociedad se ve acompañado de una irracionalidad, también crecien-
te, del conjunto de la sociedad. El perfeccionamiento creciente de los medios
no ha ido acompañada de una racionalización paralela de los fines propues-
tos a la sociedad; y actualmente la racionalidad extrema de los medios co-
existe y refuerza a una irracionalidad global cada vez más preocupante
1) por ser una hermenéutica abierta al sentido de las cosas que no se sa-
tisface con la aceptación simple de los hechos tal como se dan éstos; 2) por
aspirar a la totalidad, lo que supone que la teoría no debe quedarse en el
ámbito meramente teórico sino que debe analizar su propia inserción en el
proceso histórico, económico y social; 3) por contener una aspiración a la
emancipación humana, lo que implica que está ligada, más o menos direc-
tamente, con la praxis transformadora de la realidad.
La inserción de los primeros pensadores de la Escuela de Frankfurt en la
tradición hegeliana y marxista es indudable, aunque la derrota de las revo-
luciones proletarias de los años veinte y treinta, el desarrollo del estalinismo
en la URSS y la progresiva integración del movimiento obrero en las estruc-
turas sociales y económicas de la sociedad del bienestar después de la Se-
gunda Guerra Mundial (1939−1945), llevó a estos pensadores a un pesi-
mismo histórico y polítíco que tiende a concebir la crítica cada vez más
como una mera postura intelectual alejada de la praxis revolucionaria.
La separación del movimiento obrero, elemento determinante según
Perry Anderson (n. 1938) de la evolución del marxismo occidental, se
ejemplifica perfectamente en estos pensadores que han asimilado comple-
tamente la tradición marxista (así como la psicoanalítica y la sociológica),
pero la han desvinculado completamente de una práctica política revolucio-
naria reduciéndola a una mera crítica intelectual que a veces adquiere ca-
racteres apocalípticos. Ambos pensadores desarrollaron un pensamiento
dialéctico, que para Horkheimer consiste en los tres aspectos siguientes:
1) la relativización de todo juicio sobre los hechos; 2) la referencia de todo
universal a la totalidad del proceso cognoscitivo; y 3) la conciencia de la no
separabllidad entre los momentos positivos y negativos, progresivos y re-
gresivos de la historia humana y en la superación de la posición analítica
considerada como parcial en aras de la reconstrucción total («Sobre el pro-
blema de la verdad», 1935).
Por su parte Adorno (1903–1969) desarrolla una «dialéctica negati-
va», sin síntesis, expresión de una actitud antiintelectuallsta que recha-
za la capacidad de la ratio por sí sola para erigirse en criterio interpretativo
de la realidad, si no considera su propia inserción y constitución en la reali-
dad y a la vez niega que la realidad social pueda definirse en el sentido clá-
sico positivista y empirista. La racionalidad dialéctica que sirve de base a
la teoría crítica de la sociedad es una crítica de las insuficiencias de la
lógica formal y de la presunción de dicha lógica de ser independiente res-
pecto a la realidad social. Para Adorno, que lleva a cabo una «metacrítica
de la teoría del conocimiento» en la que critica el absolutismo lógico
presente en la fenomenología de Husserl, es «el proceso real vital de la so-
ciedad lo que constituye el núcleo del contenido lógico». El carácter necesa-
rio de las leyes lógicas se deriva de su relación con el carácter constrictivo
de la autoconservación, y con el carácter no libre de la sociedad burguesa
sometida a una división cosificadora y alienante del trabajo que hace de
la abstracción y el formalismo su esencia (Sobre la metacrítica de la teoría
del conocimiento). Aun reconociendo la relación existente entre la lógica
formal y la fenomenología con la sociedad capitalista moderna, no podemos
por menos que apuntar que, a pesar de su origen burgués, la lógica moder-
na alcanza efectos de verdad que superan dicho origen y le otorgan relevan-
cia aún fuera del ámbito de la sociedad burguesa capitalista, de la que no se
puede considerar una mera ideología.
El rechazo de la tiranía del concepto se deja ver, sin embargo, de
nuevo en el prólogo a la Dialéctica Negativa (1966), donde se erige la dia-
léctica como «conciencia consecuente de la diferencia» contra todo
predominio de la identidad, propio de la ratio burguesa, que homogeneiza
todo y lo convierte en idéntico consigo misma. Dicha ratio, en lugar de
ser respetuosa con la diferencia es el producto de un yo que la impone como
rejilla uniforme, previa a todo contenido, dando origen a un pensamiento
sistemático que rechaza todo lo que no puede uniformizar. Frente a esto la
dialéctica es un pensamiento que no se deja reglamentar y que trae a la
memoria todo lo que está fuera de ella; es un saber negativo, que es a la
vez «copia fiel del universal contexto de ofuscación», «su crítica» y su
«auto consciencia». La dialéctica se opone a la coacción de la apariencia
mítica, de la identidad impuesta, manteniéndose abierta, evita confundirse
con el todo y así se conserva como esperanza. Esta relación entre dialéctica
y esperanza tiene consecuencias importantes sobre la teoría de la verdad,
al impedir que ésta sea el reconocimiento y aceptación de la existencia ac-
tual, y al hacer de la esperanza «la única categoría en la que se manifiesta
la verdad» (Mínima moralia). El análisis científico de la realidad social no se
puede hacer desde una mera descripción de los hechos actuales, sino desde
la perspectiva de la emancipación. La verdad está abierta a la esperanza
—utopía— y sólo tiene sentido desde ella, de lo contrario será positivismo.
dos.
En Teoría de la justicia (1971) Rawls argumenta heurísticamente en fa-
vor de una reconciliación de los principios de libertad e igualdad a través de
la idea de la «justicia como equidad». Para la consecución de este fin, es
central su famoso acercamiento al aparentemente insuperable problema de
la justicia distributiva.
De forma medular a este esfuerzo corresponde realizar un recuento de
las circunstancias de la justicia —inspirado en David Hume—, y de una si-
tuación de elección justa —más cercana en espíritu a Kant— para las partes
enfrentadas a tales circunstancias y que se encuentren en la búsqueda de
principios de justicia que guíen su conducta. Dichas partes se enfrentan a
una escasez moderada y no son ni naturalmente altruistas ni puramente
egoístas: tienen fines que buscan promover. Rawls ofrece un modelo de una
situación de elección justa al interior de la cual las partes hipotéticamente
escogerían principios de justicia mutuamente aceptables. Bajo tales restric-
ciones, Rawls argumenta que las partes encontrarían particularmente atrac-
tivos sus principios de justicia favorecidos, superando a otras alternativas,
incluyendo la utilitarista y la liberal–libertaria.
La obra posterior de Rawls se centró en la cuestión de la estabilidad:
¿puede perdurar una sociedad que se base en los dos principios de la justi-
cia? Su respuesta a esta cuestión se encuentra en una colección de confe-
rencias titulada Liberalismo Político (1993). En Liberalismo político (1993)
Rawls introdujo la idea del consenso superpuesto —o acuerdo sobre la
justicia como equidad entre ciudadanos que pertenecen a distintas religiones
y visiones filosóficas (o concepciones del bien)—. Este texto asimismo intro-
dujo la idea de la razón pública —la razón común de todos los ciudadanos—.
cesita ayuda, pero puede que este conocimiento sólo lleve a uno de ellos a
ayudar a los pobres.
En cualquier caso, Kierkegaard discute principalmente la subjetividad en
relación con los asuntos religiosos. Como ya se ha mencionado, argumenta
que la duda es un elemento de la fe y que es imposible conseguir ninguna
certeza objetiva acerca de doctrinas religiosas tales como la existencia de
Dios o la vida de Jesucristo. Lo máximo que uno puede esperar sería la con-
clusión de que es probable que las doctrinas religiosas sean ciertas, pero si
una persona creyera estas doctrinas sólo en el grado en que es probable
que sean ciertas, él o ella en absoluto sería verdaderamente religioso. La fe
consiste en la relación subjetiva de total compromiso con tales doctrinas.
Como se ha mencionado anteriormente, Kierkegaard mantuvo, en los
últimos años de su vida, un ataque continuado contra todo lo relacionado
con el cristianismo, o la cristiandad como entidad política. En el siglo XIX, la
mayoría de daneses ciudadanos de Dinamarca eran necesariamente miem-
bros de la Iglesia del Pueblo Danés. Kierkegaard sintió que este estado con-
fesional era inaceptable y pervertía el verdadero significado de la cristian-
dad. Los tres puntos principales de su ataque incluían: 1) las congregacio-
nes de la Iglesia no tienen sentido: la idea de las congregaciones hace que
los individuos sean como niños, ya que los cristianos son reacios a tomar la
iniciativa a la hora de asumir la responsabilidad de su propia relación con
Dios. Kiekegaard resaltó que «el cristianismo es el individuo, aquí, el propio
individuo»; 2) el cristianismo se había secularizado y politizado: Puesto que
la iglesia estaba controlada por el estado, Kierkegaard creyó que la misión
burocrática del estado era aumentar el número de miembros y supervisar el
bienestar de éstos. Más miembros significaría más poder para el clero: un
ideal corrupto. Esta misión parecería contraria a la verdadera doctrina cris-
tiana, que destaca la importancia del individuo, no del conjunto; y 3) el cris-
tianismo se convierte en una religión vacía: de esta manera, la estructura
de estado confesional es ofensiva y perjudicial para los individuos, puesto
que cada uno de ellos se ha convertido en «cristiano» sin saber lo que ello
significa. También es perjudicial para la propia religión, puesto que reduce el
cristianismo a una tradición de moda a la que se adhieren «creyentes» que
no creen.
Atacando la incompetencia y la corrupción de la iglesia cristiana, Kier-
kegaard parece anticiparse a filósofos como Nietzsche (1844–1900), el
cual continuará criticando esta religión.
Dos de los críticos de Kierkegaard más conocidos del siglo XX son
Theodor Adorno (1903–1969) y Emmanuel Lévinas (1906–1995). Filóso-
fos ateos como Jean–Paul Sartre (1905–1980) y agnósticos como Martin
Heidegger (1889–1976) apoyaron en términos generales los puntos de vis-
ta de Kierkegaard, aunque criticaron y rechazaron sus opiniones religiosas.
Las obras de Kierkegaard no estuvieron ampliamente disponibles hasta
varias décadas después de su muerte. En los años inmediatamente posterio-
res a ésta, la Iglesia del Pueblo Danés, una institución de gran importancia
en aquella época, rechazó su obra e instó a otros daneses a hacer lo mismo.
Además, la oscuridad de la lengua danesa, en comparación con el alemán,
cientes y, en ese sentido, nunca puede llegar a ser una totalidad plena, uni-
taria y transparente, sino que queda convertido en una multiplicidad irre-
ductible a una unidad. La cultura entendida como «protección del hombre
contra la naturaleza» y la «regulación de las relaciones interhumanas», su-
pone siempre una represión y una sublimación de los instintos, y no es el
producto de una razón descarnada (Cfr. S. Freud, El malestar en la cultura,
1933).
Por su parte Nietzsche (1844–1900) plantea el sentido de toda su obra
filosófica como una «inversión del platonismo» y en este sentido, como
una pretensión de ir más allá de la razón clásica, cuya afirmación funda-
mental es la escisión entre un mundo suprasensible y un mundo sensible,
copia del primero. La crítica inversora del platonismo no sustituye simple-
mente el mundo suprasensible por el sensible, lo que sería un mero positi-
vismo pronto abandonado por Nietzsche, sino un eliminar con la distinción
ambos mundos: «Hemos suprimido el mundo verdadero; ¿qué mundo ha
quedado? ¿acaso el aparencial?... ¡En absoluto! ¡Al suprimir el mundo ver-
dadero, hemos suprimido también el aparencial!» (El crepúsculo de los ído-
los). Al basarse esta distinción en una forma de valorar, el hundimiento de
dicha separación da lugar a un momento culminante de la humanidad, que
no se limita a una simple sustitución de un valor por otro, sino que implica
el surgimiento de una nueva forma de valorar: la transmutación de todos
los valores. La postura metafísica de Nietzsche intenta ser una respuesta
por un lado, y una conclusión por otro, a la historia de la metafísica occiden-
tal entendida por él como el desarrollo del nihilismo; Nietzsche pretende
desplegar hasta sus últimas consecuencias lo que significa la muerte de
Dios. Esta frase alude al hecho de que lo suprasensible, la esfera de los va-
lores ideales, carece ya de fuerza aparente, no da sentido por más tiempo.
La muerte de Dios (Cfr. El anticristo, 1888) supone que el hombre europeo
ha perdido el norte, ya no sabe hacia dónde moverse, ya no tiene sentidos
de referencia, ya no tiene ni arriba ni abajo y por ello vaga a través de una
nada Infinita, en un espacio vacío, en una noche fría y sin fin (Cfr. «El hom-
bre loco», Ø 125 de La Gaya Ciencia). La muerte de Dios ha dado lugar al
nihilismo, al dominio progresivo de la nada sobre la tierra, que ha surgido
necesariamente como consecuencia de la Ilustración. El nihilismo «significa
que se desvalorizan los valores más altos. Falta la meta, falta la respuesta al
¿por qué?» (La voluntad de poder, Ø 23). La muerte de Dios es, pues, otra
forma de tomar conciencia del nihilismo. El nihilismo es ambiguo: puede ser
activo, si se entiende como «signo de aumento de poder del espíritu», y
puede ser pasivo, si consiste en «la decadencia y merma del poder del es-
píritu» (Voluntad de poder Ø 25).
Gilles Deleuze (1925–1995) relaciona las distintas formas de entender
la muerte de Dios, según las diferentes formas del nihilismo. Desde el punto
de vista del nihilismo negativo, es decir desde el pensamiento judeo–
cristiano, la muerte de Dios supone por un lado que el Dios judío da muer-
te a su Hijo para independizarlo de sí mismo y del pueblo judío; por otro
puede entenderse como la muerte del Padre y el surgimiento del Hijo como
un Dios, o por último puede dar lugar al cristianismo tal como lo construyó
A comienzos del siglo XX surge una fuerte reacción contra el siglo ante-
rior concebido como la etapa moderna por excelencia. Una nueva forma de
sensibilidad social, cultural y artística se difunde por Europa, dando lugar a
un fenómeno complejo en el que se mezclan diversos hechos de origen dis-
tinto. Por un lado, en el ámbito de la lógica, las matemáticas y la física se
produce una crisis de fundamentos que hace tambalear estas ciencias,
que constituían la base científica de la modernidad. El descubrimiento de las
paradojas lógicas y matemáticas, las dificultades para llevar a cabo una
axiomatizaclón completa y consistente de las matemáticas, cuya imposibili-
dad demostró Kurt Friedrich Gödel [1906–1978, lógico, matemático y filó-
sofo austriaco–estadounidense. Reconocido como uno de los más importan-
tes lógicos de todos los tiempos, el trabajo de Gödel ha tenido un impacto
inmenso en el pensamiento científico y filosófico del siglo XX. Gödel, al igual
que otros pensadores como Gottlob Frege, Bertrand Russell, A. N. Whi-
tehead y David Hilbert intentó emplear la lógica y la teoría de conjuntos
para comprender los fundamentos de la matemática. A Gödel se le conoce
mejor por sus dos teoremas de la incompletitud, publicados en 1931 a
los 25 años de edad, un año después de finalizar su doctorado en la Univer-
sidad de Viena, y por su «Teoría sobre el universo construible».
escribió entre 1799 y 1825]. La realidad física aparece como una realidad
azarosa sobre la que las teorías científicas sólo pueden arrojar redes más o
menos complejas, pero cuya representación exhaustiva y determinista se
muestra como imposible. Por otra parte la lógica y la matemática se mues-
tran como ciencias siempre abiertas, cuya axiomatizaclón y fundamentación
completa es imposible (Gödel).
Por otra parte el análisis del proceso de racionalización que había da-
do lugar a la modernidad, por parte de Max Weber (1864–1920), Werner
Sombart (1863–1941) y Georg Simmel (1858–1918) entre otros, daba
lugar a una conclusión pesimista que veía el mundo moderno como un mun-
do irremediablemente escindido, en el que los aspectos teóricos, prácticos y
expresivos del hombre no podían ser reconciliados entre sí, y en el que un
politeísmo de valores era ineliminable. El desencantamiento del mundo,
producto de la secularización de los valores cristianos, había dado lugar a un
proceso de racionalización, no sólo en la economía y el derecho sino tam-
bién en la vida cotidiana, que llevaba aparejada inexorablemente una buro-
cratización creciente de la sociedad, de la vida, cuya denuncia literaria
es posible percibir en obras como la de Kafka [1883−1924, escritor pra-
guense de origen judío que escribió su obra en alemán. Su obra está consi-
derada como una de las más influyentes de la literatura universal5 6 y está
llena de temas y arquetipos sobre la alienación, la brutalidad física y psico-
lógica, los conflictos entre padres e hijos, personajes en aventuras terrorífi-
cas, laberintos de burocracia, y transformaciones místicas. Una de sus nove-
las más conocidas es La metamorfosis (Die Verwandlung, 1915), que narra
la historia de Gregor Samsa, un comerciante de telas que vive con su fami-
lia a la que él mantiene con su sueldo, quien un día amanece convertido en
un enorme insecto, aparentemente, un escarabajo, aunque no se identifica
claramente en el texto]. La vida moderna, desprovista de sentido por sí
misma, sólo tiene el que cada individuo le otorga y esto lleva a una plurali-
dad irreconciliable, a una «eterna lucha entre dioses», entre los cuales
hay que optar de manera que al servir a uno ofendemos a otro. La especiali-
zación de la ciencia produce que el sentido global de la vida y la realidad no
se puede obtener ya de ella y el deterioro y abandono de las concepciones
religiosas en el mundo moderno desprovee de valores a dicho mundo. El
sentido, siempre limitado y precario, queda reducido al ámbito de la vida
privada y de las relaciones inmediatas de los individuos entre sí.
El rechazo de la sensibilidad moderna propia del siglo XIX, se puede cap-
tar perfectamente en las «Confesiones de El Espectador» que Ortega y
Gasset (1883–1955) escribió en 1916. En ellas y frente a un siglo XIX domi-
nado por el pragmatismo y la utilidad, y en ese sentido por la política en
tanto que pensar utilitario, se postula «frente a una cultura de medios una
cultura de postrimerías», entendida como un tipo de pensamiento puro e
inútil, teórico. Este punto de vista, en consonancia con los análisis de We-
ber anteriores, es necesariamente individual y perspectivista, y se con-
fiesa «nada moderno y muy del siglo XX». Ortega reprocha al siglo pasa-
do sus pretensiones progresistas y de modernidad, que le llevan a no acep-
tar que el progreso vaya más allá de él y que sus concepciones dejen de ser
nidad»).
1. REELABORACIONES DE LA DIALÉCTICA
cino, fue justificada por las autoridades galas por la poca claridad del con-
texto histórico y la iniquidad de la que acusaban a la justicia italiana a la ho-
ra de juzgar las acciones de los grupos de izquierdas y derechas. Se critica-
ba así mismo la peculiar legislación italiana que incluía el delito de asocia-
ción subversiva —contrario a la libertad de conciencia— y permitía juicios en
contumacia poco conformes con la legalidad comunitaria y que tuvo que ser
modificada en los años 90 para adaptarse a la Convención Europea de Dere-
chos Humanos—, se convirtió en profesor teniendo por compañeros a Jac-
ques Derrida, Michel Foucault y Gilles Deleuze. En 1997, después de
alcanzar un acuerdo con el fiscal, que redujo su tiempo en prisión de 30 a
13 años, regresó a Italia para finalizar su condena. Muchos de sus libros
más influyentes fueron publicadas mientras él estaba en la cárcel.
La prolífica, iconoclasta, altamente original y a veces densa y difícil obra
de Negri, intenta revisar en términos críticos algunas de las principales co-
rrientes intelectuales de la segunda mitad del siglo XX, poniéndolas al servi-
cio de un nuevo análisis marxista del capitalismo. Recogiendo la lección de
Michel Foucault y sus análisis sobre el biopoder, así como las aportaciones
del esquizoanálisis de Gilles Deleuze y Félix Guattari, durante la década
de 1980, años de exilio y relativa clandestinidad en París, Negri reformulará
sus planes de investigación y de pensamiento elaborando las bases de la de-
finición de una nueva figura del trabajo vivo de Marx, adecuada en un senti-
do ontológico a las nuevas dimensiones completamente sociales de la pro-
ducción, la cooperación y el poder de mando. Esta figura, prospectiva y es-
tratégica, además de conceptual, es la multitud.
Las tesis central de su obra Imperio (2000) es que el Estado–nación ha
perdido su papel central como formación política primaria para dar lugar a
un mecanismo global de poder difuso y descentralizado, denominado preci-
samente Imperio. En la obra, los actores ocultos que han impulsado esas
transformaciones del poder y la soberanía han sido las luchas de la clase
obrera y de los sujetos postcoloniales, es decir, las dimensiones transes-
tatales de la producción y el conflicto en las dimensiones del mercado
mundial han conducido a un «interregno», esto es, a un ámbito en red del
poder mundial, el Imperio, justamente, en el que distintos actores —
monárquicos, como es el caso de los EE. UU.; aristocráticos, como algunos
Estados–nación y las grandes corporaciones multinacionales, y democráti-
cos, como es el caso de las ONGs, los medios de comunicación de masas—
dan forma a una constitución imperial, basada en un poder en red. Sus
tesis han suscitado ingentes polémicas, particularmente a partir del rol
agresivo y unilateralista adoptado por los Estados Unidos a partir del 11–S.
Entre sus obras anteriores, dos de las más importantes son seguramen-
te La anomalía salvaje (1982), donde plantea una interpretación original so-
bre la figura de Baruch de Spinoza, y Marx más allá de Marx (1996), una
serie de lecciones sobre los Grundrisse, el cuerpo de manuscritos que Karl
Marx escribió como preparación para El Capital (1848).
En 2005 manifestó una impopular posición dentro de la izquierda radical
europea defendiendo el SÍ en el referéndum de la Constitución Europea en
diversos artículos y entrevistas, participando asimismo en favor del sí en el
tre sí».
Para Gianni Vattimo (n. 1936), el intento de F. Rella sigue preso en la
instancia dialéctica y es un ejemplo de los límites de las perspectivas que
ignoran la hermenéutica. La diferencia fundamental entre aquellos que se
reclaman de la teoría wittgensteiniana de los juegos de lenguaje y aque-
llos que continúan la tradición ontológica y hermenéutica de M. Hei-
degger como él mismo, reside en que lejos de referir la experiencia de las
razones múltiples al cuadro estratégico del materialismo histórico, o de
permanecer simplemente en dicha pluralidad de razones atribuyendo a cada
una de ellas el carácter hegemónico, aunque limitado atribuido a la razón
clásica, lo que hay que hacer es «plantear el problema del más allá del len-
guaje sin aceptar una solución fundamentadora, recompositiva, en última
instancia racionalista». Vattimo propone frente al pensamiento dialéctico y
a las estrategias neo–racionalistas como la de Rella, una filosofía de la di-
ferencia entendida como una estrategia irracionalista disolutiva de la razón
clásica, que se esfuerza por «instaurar con lo otro de la razón una relación
que no sea reductible a un esquema dialéctico, de inversión o integración»,
dando lugar a un «pensamiento en el cual la relación de fundamentación se
ha disuelto en una multiplicidad verdaderamente descentrada».
Este pensamiento de la diferencia parte de la constatación de la re-
lación existente entre la crisis de la racionalidad clásica y la técnica moder-
na, y no sólo se distingue del pensamiento negativo de M. Cacciari que
también constata, en la línea de Nietzsche y Heidegger, la relación entre
la aniquilación metafísica del ser del ente y el poder técnico sobre los datos,
sino también de la propuesta de E. Severino que se sitúa en las tendencias
disolutivas del irracionalismo analizadas por Vattimo, pero cuyo «retorno
a Parménides» supone la recuperación del ser en su sentido más fuerte,
en el de estabilidad plena y eterna más allá de todo devenir, que queda re-
chazado como concesión al nihilismo. E. Severino pretende, pues, volver
mediante una rememoración que vaya más atrás de la historia de la razón
clásica que ha dado lugar al nihilismo, a una noción no tecnicista y no
nihilista del ser. Para Severino la esencia del nihilismo reside en considerar
que el ente en cuanto ente, es decir, en cuanto sometido al cambio y al de-
venir, es un no–ente. Los entes, ya a partir de Platón, pertenecen al sec-
tor intermedio de la realidad (metaxy) intermedio entre lo absolutamente
ente y lo absolutamente nada, son oscilantes entre el ser y la nada. De la
misma manera la noción de ser que va de Platón a Heidegger contiene
tanto a lo que ya no es, como a lo que aún no es, lo que supone que la
realidad es esencialmente histórica; la superación del nihilismo exige la rup-
tura con la ilusión antropológica y tecnológica, que concibe las cosas
como capaces de venir de la nada y ser devueltas otra vez a la nada; y la
afirmación de la existencia indiferenciada del ser como resultado de una
función fundamentados fuerte de la razón que se pone como necesaria.
El pensamiento negativo de M. Cacciari sigue en parte a E. Severino
aunque su concepto de razón ya no es fundamentador sino simplemente
regulativo e introduce una mediación tecnocrática entre el lenguaje y el si-
lencio, entre la dispersión de los juegos lingüísticos sin fundamento y el si-
hacer surgir un pensamiento como futuro, de futuro». Con esta muestra au-
tóctona de un pensamiento débil y postmoderno que no renuncia sin
embargo al discurso emancipatorio acabamos aquí.