Antigüedad grecolatina.
Época feudal.
Revolución Industrial.
Siglo XX.
- Sócrates.
Además decía que “los reyes o gobernantes no son los que llevan el cetro, sino los
que saben mandar”. Distingue en esta frase una de las características esenciales
en la actividad de los administradores: la impersonalidad del mando. No es jefe
quien lleva el nombre de tal –sea gerente, supervisor o el presidente de una
compañía-, sino aquel que por sus competencias sabe ejercer el mando sobre otros,
sus subordinados.
- Platón.
Hay tres clases de buena administración; decimos que una administración es buena,
1º Cuando las leyes son buenas; 2º, cuando los ciudadanos las obedecen; y 3º,
cuando a falta de leyes los ciudadanos administran sabiamente según sus
costumbres y sus inclinaciones. Por lo tanto, las tres clases de buena administración
son si las leyes son buenas, si los ciudadanos las obedecen y si se gobierna de
acuerdo con las sanas costumbres.
Expone su punto de vista sobre el estilo democrático de gobierno y sobre la
administración de los negocios públicos. En su obra pretendió formular un modelo
de organización pública gobernada por una aristocracia de filósofos y sabios, a los
que les prohibía acumular riqueza, por ser ésta contraria a la naturaleza de la
bondad y la virtud.
- Aristóteles.
A. Monarquía, o gobierno de una persona. Este modelo puede redundar en una tiranía,
a juicio del autor.
B. Aristocracia, o gobierno de los mejores (la élite), el cual puede degenerar en una
oligarquía.
C. Democracia, o gobierno del pueblo y que puede decaer en anarquía.
Universalidad de la administración.
La universalidad del quehacer administrativo radica, en la universalidad del trabajo,
pues tanto trabaja un general del ejército, como el director de un coro o de una
ciudad, un cocinero con su personal o un juez con sus magistrados, y por tanto,
podrán realizarse en todos los casos las funciones de la administración, pues en
todos los casos la sustancia es el trabajo.
La idea de Aristóteles ronda en torno a saber proveer lo que los demás necesitan y
si un hombre sabe cómo proveerlo puede decirse entonces que está en la actividad
de la administración.
Las organizaciones privadas – sostiene Aristóteles- no son dirigidas por una especie
de hombres y las públicas por otra clase de personas, pues quienes conducen los
negocios públicos no utilizan hombres de naturaleza diferente a la de aquellos
empleados que dirigen los negocios privados; y quienes saben emplearlos,
conducen tanto los negocios públicos como los privados juiciosamente, mientras
que aquellos que no saben se equivocan en la administración de ambos.
Los temas medievales, anteriores a Tomás fueron, por ejemplo, si prestar o no con
interés y si esto era o no éticamente valioso; o bien si la ganancia es justa o si la
existencia de la propiedad privada eran o no aceptables desde el punto de vista
moral. En su célebre obra en catorce tomos, La Summa Teológica, Santo Tomás
aborda temas escabrosos, como los recién mencionados y que tendrían, años más
tarde, una fuerte influencia en el pensamiento social, económico, político y
administrativo. Hay que advertir que los temas ocupación de Santo Tomás de
Aquino son cruciales para la definición posterior de las ideas capitalistas y liberales.
Santo Tomás rescata lo dicho por Aristóteles cuando señala que los bienes privados
son más productivos que cuando son colectivos, ya que las personas cuidan más lo
que es propio que lo que es común. Este planteamiento tomista es fundamental
para la existencia de la empresa y, por ende, para el funcionamiento de los
mercados.
En El Contrato Social, Rousseau pugna por una transformación social que sea
capaz de retornar al “hombre natural” –en el estado de naturaleza, viviendo como
un buen salvaje- a una forma especial de asociación mediante la cual cada uno, al
unirse a todos los demás, no obedezca sin embargo más que así mismo, y quede
tan libre como antes. Es la libertad como eje del liberalismo económico o social la
que habría de dominar la filosofía social de la Ilustración europea y que animó, en
su momento, la esencia misma de las economías de mercado, es decir, del
capitalismo. Cada uno de los asociados se une a todos los demás y a ninguno en
particular; cada uno detiene para sí su propia individualidad, la cual es considerada
la esencia del liberalismo.
- Adam Smith.
Autor de La Riqueza de las Naciones, expone en esta obra la única fuente moral y
legítima de toda riqueza es el trabajo. En su libro, Smith expone de modo científico
las bases del capitalismo moderno y su justificación teórica en una forma que dejaría
profunda huella en el pensamiento de los economistas de todo el siglo XIX.
Sin embargo, la extrema división del trabajo condujo a los operarios de las fábricas
de la Revolución Industrial a la fatiga psicológica, pues pasar jornadas enteras y
durante muchos años haciendo la misma función –por ejemplo, pegar la cabeza de
los alfileres, según el caso descrito por Adam Smith-, significaba un cansancio
mental y emocional que producía desánimo y desaliento laboral.
- David Ricardo.
- James Mill
- John Locke.
En ciencia política, Locke está considerado como el padre del liberalismo moderno.
Propone que la soberanía emana del pueblo y que la propiedad, la libertad, la vida,
el derecho a la felicidad y a la libertad de creencias son consustanciales de la
naturaleza humana y anteriores a la constitución de la sociedad. Para Locke, el
Estado no tiene otra misión que proteger tales derechos, así como las libertades
individuales de los ciudadanos. Junto al poder del soberano, es esencial un
parlamento en el que se exprese la soberanía popular y donde se elaboren las
mejores leyes que deben cumplir tanto el rey como el pueblo.
Sin empresa no hay mercado y sin mercado no hay economía liberal. Por otro lado,
no es posible concebir el origen y desarrollo de la administración –como disciplina
y como actividad gerencial- sin su contexto natural: la empresa. Si bien el Estado
fue el objeto de reflexión de los filósofos en materia de administración, lo cierto es
que las técnicas modernas de la administración surgen en el ámbito empresarial.
Leyes de Kepler
Gracias a su capacidad matemática, Kepler completa la revolución astronómica
de Copérnico liberando a la astronomía de los residuos geocéntricos. La
promulgación de sus tres leyes marca un hito en la historia del pensamiento
científico y se pueden considerar modernas en sentido estricto. Son precisas,
verificables, están expresadas en lenguaje matemático y dan cuenta de las
relaciones universales que gobiernan los fenómenos individuales. Las leyes de
Kepler son:
Primera ley: las trayectorias de los planetas en torno al Sol son elípticas,
con el Sol en uno de los focos de la elipse.
Segunda ley: el radio vector del planeta barre áreas iguales en tiempos
iguales.
Tercera ley: los cuadrados de los periodos de revolución de dos planetas
cualesquiera son proporcionales a los cubos de sus distancias medias al Sol.