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La cohesión de toda sociedad humana procede de un

conjunto de actividades y de proyectos comunes, pero


también de valores compartidos, que constituyen otros
tantos aspectos dela voluntad de vivir juntos. Con el
tiempo, esos vínculos materiales y espirituales se
enriquecen y se convierten, en la memoria individual y
colectiva, en un patrimonio cultural en el sentido amplio
de la palabra, que origina el sentimiento de pertenencia y
de solidaridad.
En todo el mundo, la educación, en sus distintas formas,
tiene por cometido establecer entre los individuos vínculos
sociales procedentes de referencias comunes. Los medios
empleados varían según la diversidad de las culturas y las
circunstancias pero, en todos los casos, la finalidad
principal de la educación es el pleno desarrollo del ser
humano en su dimensión social. Se define como vehículo
de las culturas y los valores, como construcción de un
espacio de socialización y como crisol de un proyecto
común. Hoy día, esos distintos modos de socialización
están sometidos a dura prueba en sociedades amenazadas
a su vez por la desorganización y la ruptura del vínculo
social.
En consecuencia, los sistemas educativos sufren una serie
de tensiones, en la medida en que se trata de respetar la
diversidad delos individuos y de los grupos humanos,
manteniendo al mismo tiempo el principio de
homogeneidad que implica la necesidad de respetar regias
comunes. En este sentido, la educación debe hacer frente
a desafíos considerables y se encuentra ante una
contradicción casi insoluble: se la acusa de causar
exclusiones múltiples y de agravar las divisiones del cuerpo
social, pero se recurre en gran 55 L a educación encierra u
n tesoro medida a ella para tratar de restablecer algunas
deesas «similitudes esenciales para la vida colectiva» a las
que aludía a principios de siglo el sociólogo francés Emile
Durkheim.
Confrontada a la crisis del vínculo social, la educación debe
asumir la difícil tarea de transformar la diversidad en un
factor positivo de entendimiento mutuo entre los
individuos y los grupos humanos.
Su más alta ambición es brindar a cada cual los medios de
una ciudadanía consciente y activa, cuya plena realización
sólo puede lograrse en el contexto de sociedades
democráticas. --{la educación frente a la crisis del vínculo
social)t----- En todas las épocas, las sociedades humanas
han experimentado conflictos capaces, en los casos
extremos, deponer en peligro su cohesión. Sin embargo,
no se puede dejar de observar hoy día en la mayoría de los
países del mundo una serie de fenómenos que denotan
una crisis aguda del vínculo social. Una primera
observación se refiere a la agravación de las
desigualdades, sumada a la intensificación de los
fenómenos de pobreza y exclusión. No se trata sólo de las
disparidades ya mencionadas que existen entre las
naciones o entre las regiones del mundo, sino de fracturas
profundas entre los grupos sociales, tanto en los países
desarrollados como en los países en desarrollo. En la
Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, celebrada del 6 al
12 de marzo de 1995 en Copenhague, se hizo un balance
alarmante de la situación social actual, recordando en
particular que «más de mil millones de seres humanos en
el mundo viven en una pobreza abyecta y la mayoría
padece hambre todos los días» y que «más de 120 millones
de personas en el mundo están oficialmente
desempleadas y muchas más están subempleadas», El
crecimiento de la población compromete la posibilidad de
elevar los niveles de vida en los países en desarrollo,
mientras que otros fenómenos acentúan la impresión de
una crisis social de la cohesión social a la participación
democrática que afecta a la mayoría de los países del
mundo.
El desarraigo provocado por las migraciones o el éxodo
rural, la dispersión de las familias, la urbanización
desordenada, la ruptura de las solidaridades tradicionales
de proximidad, aíslan y marginan a muchos grupos e
individuos, tanto en los países desarrollados como en los
países en desarrollo. La crisis social que vive el mundo
actual se combina con una crisis moral y va acompañada
del recrudecimiento de la violencia y la delincuencia. La
ruptura de los vínculos de proximidad se manifiesta en el
aumento dramático del número de conflictos interétnicos,
que parece ser uno de los rasgos característicos del final
del siglo xx. En términos generales, se asiste a una
impugnación, que adopta diversas formas, de los valores
integradores. Lo que parece particularmente grave es que
esa impugnación se extiende a dos conceptos, el de nación
y el de democracia, que se pueden considerar como los
fundamentos de la cohesión de las sociedades modernas.
El Estado-nación, tal como se definió en Europa durante el
siglo XIX, ha dejado de constituir en algunos casos el único
marco de referencia, y tienden a desarrollarse otras
formas de pertenencia más cercanas a los individuos, pues
se sitúan a una escala más reducida.
De manera inversa, pero sin duda complementaria,
regiones enteras del mundo se orientan hacia amplios
reagrupamientos transnacionales que esbozan nuevos
espacios de identificación, incluso si suelen limitarse
todavía a la actividad económica.
En algunas naciones, por el contrario, unas fuerzas
centrífugas distienden o desintegran las relaciones
habituales entre colectividades e individuos. En los países
de la ex URSS, por ejemplo, junto con el derrumbe del
sistema soviético se produjo una fragmentación de los
territorios nacionales. Por último, la asociación de la idea
de Estado-nación con la de una fuerte centralización
estatal puede explicar la aparición de un prejuicio
desfavorable en su contra, exacerbado por la necesidad de
participación dela sociedad civil y la reivindicación de una
mayor descentralización. El concepto de democracia, por
su parte, es objeto de un enjuiciamiento que parece
paradójico. En efecto, en la medida en
57 L a e d u c a c ó n e n c e r r a u n tesoro que corresponde
a un sistema político que procura conciliar, mediante el
contrato social, las libertades individuales y una
organización común de la sociedad, es indiscutible que ese
concepto gana terreno y responde plenamente a una
reivindicación deautonomía individual que se extiende por
todo el mundo. Ahora bien, su aplicación -en forma de
democracia representativa- topa al mismo tiempo con
toda una serie de dificultades en los países que fueron sus
promotores. El sistema de representación política y el
modelo de ejercicio del poder que la caracterizan están a
veces en crisis: la distancia creciente entre gobernantes y
gobernados, la aparición excesiva de reacciones
emocionales efímeras bajo la presión de los medios de
comunicación, la «política-espectáculo» propiciada por la
difusión de los debates en esos mismos medios, e incluso
la imagen de corrupción del mundo político hacen correr a
algunos países el riesgo de un «gobierno delos jueces» y
de un desafecto creciente delos ciudadanos por los
asuntos públicos. Por otra parte, numerosos países
experimentan también una crisis de las políticas sociales
que socava los cimientos mismos de un régimen de
solidaridad que había parecido ser capaz de reconciliar
democráticamente las esferas económica, política y social,
bajo la égida del Estado providente. Así pues, el ideal
democrático está en cierto modo por reinventar, o al
menos hay que revivificarlo. En todo caso debe seguir
siendo una de nuestras principales prioridades, pues no
hay otro modo de organización del conjunto político y de
la sociedad civil que pueda pretender sustituir a la
democracia y que permita al mismo tiempo llevar a cabo
una acción común en pro de la libertad, la paz, el
pluralismo auténtico y la justicia social. El reconocimiento
de las dificultades actuales no debe llevar en modo alguno
al desaliento, ni constituir un pretexto para apartarse del
camino que lleva a la democracia. Se trata de una creación
continua que exige la contribución de todos. Ésta será
tanto más positiva cuanto que la educación haya inculcado
en todos a la vez el ideal y la práctica de la democracia. En
efecto, lo que está en tela de juicio es la capacidad de cada
persona para conducirse como un verdadero ciudadano,
58 De la cohesión social a la participación democrática
consciente de los problemas colectivos y deseoso de
participar en la vida democrática. Se trata de un desafío
para el sistema político, pero también para el educativo,
cuya función en la dinámica social conviene definir. ---((la
educación y la lucha contra las exclusiones))---- La
educación puede ser un factor de cohesión si procura
tener en cuenta la diversidad de los individuos y de los
grupos humanos y al mismo tiempo evita ser a su vez un
factor de exclusión social. El respeto de la diversidad y de
la especificidad de los individuos constituye, en efecto, un
principio fundamental, que debe llevar a proscribir toda
forma de enseñanza normalizada. A menudo se acusa con
razón a los sistemas educativos formales de limitar el pleno
desarrollo personal al imponer a todos los niños el mismo
molde cultural e intelectual, sin tener suficientemente en
cuenta la diversidad de los talentos individuales. Así,
tienden cada vez más a dar prioridad al desarrollo del
conocimiento abstracto en detrimento de otras cualidades
humanas como la imaginación, la aptitud para comunicar,
la afición a la animación del trabajo en equipo, el sentido
de la belleza o de la dimensión espiritual, o la habilidad
manual. Según sus aptitudes y gustos naturales, que son
diversos desde su nacimiento, los niños no sacan el mismo
provecho de los recursos educativos colectivos e incluso
pueden verse en situación de fracaso debido a la
inadaptación de la escuela a sus talentos y aspiraciones.
Más allá de la multiplicidad de los talentos individuales, la
educación ha de tener en cuenta la riqueza de las
expresiones culturales de cada uno de los grupos que
componen una sociedad; para la Comisión, uno de los
principios fundamentales de su reflexión ha sido el respeto
del pluralismo. Aun si las situaciones son muy diferentes
según los países, la mayoría de ellos se caracterizan por la
multiplicidad de sus raíces culturales y lingüísticas. En los
países otrora colonizados, como los del África 59 L a e d u
c a c ó n e n c e r r a u n tesoro Subsahariana, la lengua y el
modelo educativo de la ex metrópoli se superpusieron a
una cultura y a uno varios tipos de educación
tradicionales. La búsqueda de una educación que les
permita forjar su propia identidad, más allá del modelo
ancestral o del impuesto por los colonizadores, se
manifiesta en particular por la mayor utilización de las
lenguas locales en la enseñanza. La cuestión del pluralismo
cultural y lingüístico se plantea también en el caso de las
poblaciones autóctonas o en el de los grupos migrantes,
para los cuales se trata de encontrar un equilibrio entre el
afán de una integración satisfactoria y el arraigo en la
cultura de origen. Toda política educativa debe, por tanto,
estar en condiciones de responder a un reto fundamental,
que consiste en convertir esa reivindicación legítima en un
factor de cohesión social. Es importante, en particular,
permitir que cada individuo se sitúe dentro de la
comunidad a la que pertenece en primer lugar, las más de
las veces en el plano local, al mismo tiempo que se le
proporcionan los medios de abrirse a las otras
comunidades. En este sentido, es importante promover
una educación intercultural quesea realmente un factor de
cohesión y de paz. Es necesario, además, que los propios
sistemas educativos no conduzcan a situaciones de
exclusión. En efecto, el principio de emulación, propicio
para el desarrollo intelectual en algunos casos, puede
pervertirse y convertirse en una práctica excesiva de
selección por los resultados escolares. En ese caso, el
fracaso escolar parece irreversible y provoca a menudo la
marginación y la exclusión sociales. Muchos países, sobre
todo entre los países desarrollados, padecen en la
actualidad un fenómeno muy desconcertante para las
políticas educativas: paradójicamente, la prolongación de
la escolaridad ha agravado más que mejorado la situación
de los jóvenes socialmente más desfavorecidos o en
situación de fracaso escolar. Incluso en los países en que
los gastos de educación figuran entre los más elevados del
mundo, el fracaso y la «deserción» escolares afectan a una
proporción considerable de alumnos. Producen una
división entre dos categorías de jóvenes, que resulta tanto
más grave cuanto que persiste en el mundo laboral. Los
no diplomados buscan empleo en las empresas con una
desventaja casi insuperable. Algunos de ellos, 60 De la
cohesión social a la participación democrática
considerados «inempleables» por las empresas, se ven
definitivamente excluidos del mundo del trabajo y
privados de toda posibilidad de inserción social.
Generador de exclusión, el fracaso escolar es en muchos
casos el origen de algunas formas de violencia o de
extravíos individuales. Esos procesos que desgarran el
tejido social hacen que se denuncie a la escuela como
factor de exclusión social y al mismo tiempo se la solicite
con insistencia como institución clave de integración o
reintegración. Los problemas que plantean a las políticas
educativas son especialmente difíciles: la lucha contra el
fracaso escolar debe ser, por tanto, un imperativo social, y
la Comisión formulará algunas propuestas al respecto en el Capítulo 6.

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