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Los bichos y parásitos más peligrosos son investigados en el campus de

Nayón de la PUCE

En el campus de Nayón de la PUCE viven centenares de los bichos “más


buscados” por la comunidad científica.

Estos animalitos, a primera vista, inofensivos pueden convertirse en grandes


depredadores de la especie humana porque son portadores de enfermedades
tropicales, en muchos casos, mortales.

Las enfermedades tropicales son una preocupación constante de la comunidad


científica mundial, porque cada año matan millones de personas sobre todo en
África, Asia y Sudamérica.

Desde nuestra región, se realizan varios esfuerzos por investigar cada una de
estas patologías y, seguramente, el Centro de Investigación para la Salud de
América Latina (Ciseal) es el proyecto más innovador que tiene el país.

Este moderno espacio cuenta con un área de más de 9 mil 300 metros cuadrados
repartidos en los seis pisos. El diseño ha sido realizado por el arquitecto
Fernando Calle bajo el seguimiento del científico Mario Grijalva, líder del
proyecto.

El Ciseal busca convertirse en un sitio que fomente la creatividad científica y la


capacitación especializada en un ambiente de cooperación y colaboración. Uno
de los objetivos es que los investigadores formen grupos de trabajo
interdisciplinario, que les permita realizar proyectos desde la idea inicial y así
logren ser publicados en revistas indexadas internacionales.

300 profesionales trabajarán en este nuevo espacio que cuenta con laboratorios
de última tecnología, consultorios, oficinas, salas de reuniones, centro de manejo
de datos, cuartos de seguridad, espacios para el manejo de residuos y más.

María de Lourdes Torres, directora administrativa del Ciseal, indica que esta
megainfraestructura se ha especializado en el estudio de enfermedades
infecciosas como chagas, malaria, zika, chinkungunya y dengue. Tras la
mudanza a su nueva casa, los científicos, están realizando investigaciones de
enfermedades crónicas, en especial, la diabetes.

¿Eliminar la malaria es posible en el Ecuador?

Los humanos sabemos recibir de muy buena manera a nuestros visitantes,


somos amables, hospitalarios y excelentes anfitriones. Sin embargo, algunos
“invitados” pueden abusar de este trato, invadir nuestro “hogar” y apoderarse de
él.

Esto es lo que hace el parásito protozoario Plasmodium. Es uno de los más


mortíferos portadores de la malaria (paludismo). Esta enfermedad se transmite
por la picadura de las hembras del mosquito conocido como Anopheles.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca de 500.000


personas mueren cada año en el mundo debido a esta enfermedad, de ellos la
mayoría son niños.

Esta organización internacional también asegura que Ecuador podría erradicar


el paludismo hasta el año 2020, pero no es una tarea sencilla; todavía se
presentan casos en el país, sin embargo, han ido disminuyendo con el paso del
tiempo en el Ecuador. El Dr. Fabián Sáenz, investigador de la PUCE
especializado en malaria, se muestra preocupado por un repunte de casos en
los últimos dos años, sobre todo en la región Amazónica y en la provincia de
Esmeraldas.

“Ecuador se encuentra en proceso de eliminación de la malaria pero si no


conocemos la información del parásito cuando tenemos un aumento de casos,
si no conocemos la resistencia a los medicamentos, ni cómo se está
transmitiendo; no podemos generar políticas adecuadas para su erradicación”,
precisa Sáenz.

El equipo de investigadores de malaria del Ciseal estudia la epidemiología de la


enfermedad, es decir, cómo se encuentra el parásito dentro de las personas, en
qué cantidad y cómo se está transmitiendo.

La investigación también se ha enfocado en estudiar a nivel genético el parásito


de la malaria para determinar su origen. Todo este trabajo se realiza utilizando
técnicas modernas de biología molecular.

En el laboratorio, se realizan cultivos de los parásitos en sangre humana; esta


labor puede durar varias semanas y hay que tener mucha paciencia.

“A nosotros nos interesa estudiar los parásitos ecuatorianos para someterlos a


varias drogas y ver si son efectivas”, explica la licenciada Gabriela Valenzuela,
miembro del equipo investigador.

Parásitos resistentes
Con el paso del tiempo los parásitos soportan con más facilidad los
medicamentos para tratar las enfermedades que producen. Este es otro dolor de
cabeza para los investigadores.

Sáenz ha detectado que los parásitos ecuatorianos crean resistencia a un


fármaco conocido como cloroquina, que es uno de los más utilizados para tratar
la malaria. Las nuevas pesquisas apuntan a buscar, en extractos de plantas,
nuevos compuestos que puedan ser más efectivos para atacar a estos parásitos.

El grupo que investiga malaria también está desarrollando pruebas rápidas para
ciertas especies del parásito, lo que permitirían realizar diagnósticos más
efectivos de esta enfermedad.

La silenciosa enfermedad de chagas

Los triatominos seguramente son una de las especies “más peligrosas” que viven
en el Ciseal, el ataque de uno de estos bichos puede convertirse en una
sentencia de muerte a largo plazo. Las personas picadas por este insecto
pueden vivir durante muchos años sin presentar síntomas y morir
repentinamente a causa de la enfermedad de Chagas.

Este insecto arremete en la noche, sin embargo, la picadura no es suficiente para


infectar a su víctima, también es necesario que el insecto defeque, después de
esto no hay retorno.

Los insectos han sido encontrados en 18 de las 24 provincias del país. Algunos
viven en zonas silvestres y otros ya se han adaptado a establecerse dentro de
las viviendas y este es el mayor riesgo para los seres humanos.

La doctora Anita Villacís, investigadora de la PUCE especializada en la


enfermedad de Chagas, advierte que estos bichos viven en zonas menores a
2000 metros de altitud, con temperaturas elevadas y humedad. Sin embargo,
han hallado un triatomino que puede sobrevivir a 2400 metros sobre el nivel del
mar en la provincia de Loja.

Las personas infectadas por el mal de Chagas muchas veces suelen confundir
este padecimiento con una simple gripe y después llevar una vida normal. No
obstante, los problemas más graves ocurren cuando el parásito llega a atacar al
corazón, el esófago o el colón, en esta etapa la muerte es inevitable.
El grupo que investiga la enfermedad de Chagas en el Ciseal tiene un arduo
trabajo en las zonas de laboratorio. Ellos trabajan directamente con el bicho y
realizan estudios de ADN, de morfometría y de fenotipo antenar.

La licenciada Anabel Padilla es parte del equipo de investigación de la


enfermedad Chagas. Ella se encarga de realizar el registro digital del bicho,
luego “desmantela” al animal en patas, alas, antenas y cuerpo. Cada una de
estas partes se almacena por separado para estudios posteriores. Aquí solo se
trabaja con el chinchorro muerto.

La parte más interesante está en el insectario del Ciseal, aquí están vivos los
bichos más peligrosos. Este lugar tiene varios cuartos que cuentan con medidas
de bioseguridad muy avanzadas. Para entrar a este sitio es necesario utilizar un
delantal, gafas y guantes.

Los bichos se encuentran dentro de unas incubadoras totalmente selladas. Cada


uno de estos dispositivos simula el ambiente y la temperatura del lugar donde
los insectos fueron capturados. Dentro de varios frascos transparentes viven
estos insectos que son alimentados con sangre de palomas.

Los investigadores analizan los ciclos de vida de cada uno de estos animales y
con ello se pueden generar estrategias más adecuadas para combatir su
propagación. Cada cierto tiempo llegan nuevos estudiantes de diferentes
universidades para involucrarse en proyectos que duran al menos un año.

“La idea es generar conocimiento y que las investigaciones lleguen a ser


publicadas en revistas indexadas. Una investigación que no es publicada es
como que no se hubiese hecho”, explica la doctora Anita Villacís.

El principal objetivo de este arduo trabajo científico es lograr tener un impacto


real en las comunidades afectadas. “Nuestra intención es que el trabajo que
realizamos mejore la calidad de vida de las poblaciones”, asegura Villacís.

Actualmente, gracias a estas investigaciones se desarrollan campañas


preventivas de salud, inclusive existen proyectos para la construcción de
viviendas que eviten la llegada de estos vectores infecciosos a los seres
humanos.

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