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Chiaramonte, J. C.; Mercaderes del Litoral.

Economía y sociedad en la provincia de Corrientes, primera mitad del


siglo XIX:
Chiaramonte, en su libro “Mercaderes del Litoral”, analiza la economía y sociedad de la provincia de Corrientes
durante la primera mitad del siglo XIX. se centra entre los años 1821, cuando la provincia mesopotámica logra su
autonomía respecto de Entre Ríos, y 1838, cuando los nuevos conflictos bélicos detienen el crecimiento
socioeconómico que se había estado desarrollando. En Corrientes no se desarrolla un régimen de caudillismo, a
diferencia de la mayoría de unidades provinciales. Corrientes logró consolidar un orden institucional fuerte con
gobernadores electos que cumplían susmandatos y eran sucedidos constitucionalmente. En el resto del Litoral, la
situación no podía ser másdiferente: por un lado, Santa Fe se convirtió una provincia dominada por el caudillo
Estanislao López, mientras que Entre Ríos no hubo una hegemonía de un caudillo, sino que varios caudillos
provinciales disputaban sin poder imponerse sobre los demás. La otra característica particular de Corrientes, es que
llevó adelante una política económica proteccionista, orientada a estimular su más diversificada economía. Este
rasgo también es compartido por algunas provincias del Interior, pero ninguna del Litoral. Queda claro que esta
política se opone al librecambismo representado por los gobiernos bonaerenses, mostrando una fuerte autonomía
respecto de ésta. Chiaramonte plantea por esto, que los enfrentamientos de la época entre las diferentes provincias,
no se deben solamente por la forma de gobierno (unitaria o federal) a implementar en una posible unidad nacional.
Chiaramonte contradice la tesis clásica de que la nación es preexistente a la independencia y que el surgimiento de
los caudillos representó una resistencia al proyecto de unificación nacional. Critica de proyectar el problema de la
necesidad de afirmar el ya existente estado nacional frente a resistencias particularistas encarnadas por caudillos en
rebeldía. La hipótesis que tiene el autor es la existencia, en el territorio del ex Virreinato del Río de la Plata, de
grupos dirigentes con intereses locales y particularistas, que construyen los estados provinciales autónomos de la
primera mitad del siglo XIX. La clase dirigente nacional recién se conformaría entre 1852 y 1880, cuando los intereses
“nacionales” se impondrían por sobre los particularistas. se posiciona en contra de la idea generalizada y difundida,
que veía a la Revolución de 1810 como una revolución burguesa, llevada adelante por una clase social nacional que
necesitaba romper con el vínculo colonial para facilitar su desarrollo económico. Chiaramonte ve esta concepción
como una adaptación de la Revolución Francesa a Latinoamérica; con lo que está totalmente en contra, ya que él no
encuentra una burguesía nacional, mucho menos como el actor principal de la revolución. En el territorio en el que
después se va a conformar la República Argentina, las unidades políticas son las provincias, que ante la disolución del
Imperio español y el fracaso del gobierno central, reasumen la soberanía y se convierten en estados autónomos.
Estos estados provinciales soberanos continúan manteniendo relaciones entre ellos, sobre todo comerciales;
también proseguirán los intentos de conformar un estado mayor que las incluya. El “espíritu localista” y el
“particularismo provincial” eran una realidad de la época, aunque no por eso, las provincias se aíslan; sino que
persisten los vínculos entre éstas, que van a servir de base para construir luego la unidad nacional. El predominio de
una clase comercial en Corrientes que, él entiende, proviene de la etapa colonial. Este predominio mercantil le
permite explicar la no existencia de un régimen de caudillos en esta provincia litoraleña. En Buenos Aires, por
ejemplo, la clase dirigente a partir de la década del 20 estaba asociada a sectores económicos rurales. Se suele creer
que la revolución provocó una crisis del sector mercantil. Chiaramonte afirma, que no hay crisis, sino un
desplazamiento de los sectores mercantiles criollos por comerciantes ingleses. Estos comerciantes porteños, que se
vuelcan a la producción rural, encuentran en la ganadería una actividad productiva muy redituable por la demanda
de los mercados internacionales debida al proceso de industrialización de los países del norte de Europa. El proceso
revolucionario y las guerras de la década del 1810 habían logrado militarizar a la población, tanto urbana como rural,
para llevar adelante la revolución y la guerra de independencia. Durante la década del 20, esta efervescencia,
denominada “anarquía”, iba a constituir un problema para las élites al momento de establecer un orden político y
social. El caudillo, producto de esta la militarización y ruralización, es quien podrá encauzar los conflictos sociales y
mantener el orden que las instituciones no pueden lograr. En Corrientes, la ciudad se “impone” sobre la campaña:
no hay ruralización, por lo tanto, no hay caudillos, y la sociedad tiene más continuidades con el período colonial “el
grupo social dominante consistía en una fusión de mercaderes y productores mercantiles diversos, con una
fisonomía mucho más próxima también al pasado colonial que la de las demás provincias del Litoral marcadas por la
creciente ruralización de su vida económica- En el caso de Corrientes es muy claro este predominio mercantil sobre
la producción; se expresa a través de un orden institucional fuerte, logrado el estableciendo una legislación
protectora, pero, al mismo tiempo, represiva. El gasto militar de la provincia ayuda a consolidar el orden interno.
Para Chiaramonte, el grupo dirigente de la provincia se halla inmerso en un círculo vicioso. Por más que las políticas
desarrolladas a partir de la década del 20 y profundizadas en 1831, hayan sido relativamente exitosas, al lograr una
recuperación económica a partir de los ingresos fiscales y el gasto público, la provincia no puede superar el arcaísmo
en el cual se encuentra.
La Revolución de Mayo: Moreno, Castelli y Monteagudo. Sus discursos políticos Noemí Goldman
La publicación del Plan de operaciones, atribuido a Moreno y conservado en secreto durante su gobierno, constituyó
el punto de partida de un extenso debate sobre las concepciones y formas de lucha revolucionaria en el Río de la
Plata. La serie de medidas políticas y de terror propuestas en ese misterioso plan, con el fin de conquistar la
independencia por medio de una transformación radical del orden social tradicional, fue considerada la prueba más
contundente de la adopción por parte de los morenistas del modelo jacobino. La historiografía liberal coincidió en
general en establecer una filiación directa tanto del pensamiento de la llustración como del programa político
francés de 1789 con la Revolución de Mayo. Barguren calificó a Moreno y a sus adeptos como hombres del terror
que por medio de las doctrinas “anárquicas” y “antisociales” quisieron desatar una guerra interminable en contra de
los españoles.
Según Halperín Donghi la independencia concebida como fruto de un proceso de maduración interna, apoyada en la
existencia de un grupo social con conciencia de clase, que requería de la independencia para su desarrollo y que, en
consecuencia, elaboró un programa revolucionario, fue reemplazada por la idea más plausible de un proceso
independentista como efecto de la crisis de las monarquías ibéricas. Las tendencias de los criollos hacia una mayor
participación política no habrían sido suficientes para producir el despertar revolucionario: por ello fue necesario
que al colapso español se uniera la presión británica para crear en los criollos la convicción de que un gobierno
propio era posible. Esta nueva visión del origen de la revolución implicó asimismo la reformulación de la idea según
la cual la llustración rioplatense preparó intelectualmente al movimiento de independencia. Al emprender la tarea
emancipadora los criollos tuvieron a su alcance no sólo las ideas ilustradas sino igualmente ejemplos históricos,
como fueron las revoluciones norteamericana y francesa. Así, muchos de los elementos doctrinarios adquiridos por
los revolucionarlos habían dejado de ser ideas abstractas para convenirse en realizaciones históricas. Se puede
observar una cierta presencia simbólica de la Revolución Francesa durante la Revolución de Mayo, en particular en
los emblemas patrios (los laureles, el sol y las manos tomadas en los escudos patrios) y en las asambleas y reuniones
patrióticas. Pero donde la referencia a la Revolución Francesa es más frecuente, es cuando se la utiliza como arma
política para desprestigiar al adversario. La imputación de jacobino en el Río de la Plata constituyó ante todo una
etiqueta denigratoria. Haciéndose eco de la muy difundida versión termidoriana sobre la Revolución Francesa,
conforme a la cual el periodo de la dictadura jacobina constituyó una funesta desviación de los principios de 1789,
los criollos moderados vieron en las prácticas radicales de Moreno y sus partidarios un anuncio de un régimen de
terror y de sangre para el Río de la Plata. La apelación a un modelo temido tuvo en consecuencia una clara función
política: difamar a los opositores23. Pero asimismo -como tendremos ocasión de observar más adelante, en el
campo imaginario de las representaciones políticas de la época, la referencia al jacobinismo surgió como la
cristalización conceptual de un enfrentamiento local: el que opuso en 1810 al moderado presidente de la Junta,
Cornelio Saavedra, con el secretarlo de la misma y sus partidarios. Moreno fue acusado de jacobino por su
temperamento político enérgico, su ferviente prédica igualitaria, el firme control que mantiene sobre todas las
acciones de la Primera Junta y las medidas de terror en contra de los enemigos del régimen; Castelli fue considerado
jacobino por sus medidas encaminadas a la supresión de las castas alto peruanas; y a Monteagudo se le imputa la
condición de jacobino por promover la creación de sociedades patrióticas y por su firme voluntad independentista.
Pero mientras Moreno manifestó una sincera adhesión al conjunto de la Revolución Francesa, Monteagudo esbozó
una crítica al periodo de la dictadura jacobina. Por otra parte, ninguno de los morenistas manifestó una explícita
adhesión al jacobinismo como arquetipo de poder revolucionario.

Moreno y la concepción dc la revolución: La noción de revolución elaborada por Moreno encontradas en la serie de
artículos publicados en los números de la Gaceta correspondientes a los meses de noviembre y diciembre de 1810.
En los primeros meses de gobierno revolucionario los ataques se dirigieron con prioridad a los altos funcionarios
españoles: virrey, intendentes, oidores, fiscales y diplomáticos de la Corona. El nuevo poder invocó la defensa de los
derechos del rey Fernando VII para legitimar la instalación de la Primera Junta. De esta manera, al elegir el apoyo de
la legitimidad monárquica, que en principio no cuestionaba el lazo colonial que unía a los pueblos americanos con su
metrópoli, los revolucionarios sólo reconocían como enemigos a las autoridades que se oponían de forma violenta o
conspirativa a sus proyectos. ¿A través de qué canales debían difundirse las nuevas ideas y cuáles debían ser sus
alcances? Estos interrogantes nos conducen de las reflexiones políticas al contenido concreto de las directivas
remitidas por Moreno. Sabemos que las ideas revolucionarias que se intentaba propagar entre los sectores
populares se vincularon con una función de apoyo guiado, nunca espontáneo, asignada a estos sectores. Moreno,
quien redactó el prólogo, se imprimió doscientos ejemplares del Contrato Social de Jean Jacques Rousseau para su
utilización como libro de texto en las escuelas primarias, con el fin de instruir sobre “los inalienables derechos del
hombre”, se iban a beneficiar por igual “todas las clases”, “todas las edades” y “todas las condiciones”. La insistencia
por parte de Moreno en hacer conocer a los pueblos sus derechos para conquistar su libertad, se revela así como
uno de los rasgos centrales de su discurso. Toda su gestión reposó sobre las exigencias de la defensa revolucionaria
ligada a la necesidad de unión entre las provincias del Virreinato. Ellas plantearon tres tipos de problemas: 1) el
control político de las provincias del Río de la Plata ligado a la mejora de la condición económica de sus habitantes:
2) la incorporación de las provincias a la nueva causa y la constitución de un nuevo ejército patriota: y 3) una política
de terror para vencer al enemigo. De modo que la idea de una solidaridad económica acompañada del ejercicio de
los derechos políticos, como base de una solidaridad moral entre los nativos de las provincias y la Junta de Buenos
Aires, se encuentran en el centro de las Instrucciones. Pero es en la Gaceta de los meses de noviembre y diciembre
de 1810 donde Moreno se esforzó por sistematizar y dar coherencia a su concepción de la revolución. Recordemos
que el acta capitular del 25 de mayo, donde se anunciaba la creación de la Junta de Buenos Aires, disponía asimismo
el envío de circulares a las provincias del interior, invitándolas a elegir diputados para un congreso general que debía
decidir sobre la futura forma de gobierno a adoptar en las provincias del Virreinato. La circular enviada a las
provincias el 27 de mayo comprendía una medida suplementaria, por la cual se disponía que, a medida que fuesen
arribando a la capital, los diputados provinciales se irían incorporando a la Junta. La nueva situación creada por la
incorporación de los diputados provinciales más adictos a Saavedra que a Moreno produjo, el 18 de diciembre, el
aplazamiento de la reunión del congreso y el alejamiento definitivo de Moreno. Pero antes de esa fecha, el avance
victorioso de las tropas en el Alto Perú y la vasta adhesión de las provincias a la nueva causa, hicieron prever a
Moreno la pronta reunión del congreso. De modo que en los artículos de la Gaceta de esos meses el secretario
consideró llegado el momento de consolidar las conquistas revolucionarias: mientras la Junta el poder ejecutivo
provisorio-seguía atacando a los enemigos exteriores e interiores, el congreso -el poder legislativo-debía dar a los
pueblos una nueva constitución.
Moreno fue adaptando los singulares principios del Contrato Social de Rousseau a la novedosa realidad creada en el
Río de la Plata en 1810. Moreno esbozó así una teoría de la soberanía para justificar el nuevo poder de los relaciones
sociales entre los pueblos y el rey quedasen disueltas o suspensas por el cautiverio del Monarca, los vínculos que
unen a un hombre con otro en sociedad quedaron subsistentes porque no dependen de los primeros y los pueblos
no debieron tratar de formarse pueblos pues ya lo eran; sino elegir una cabeza que los rigiese o regirse a sí mismos
según las diversas formas con que puede constituirse íntegramente el cuerpo moral”. Al afirmar que “un pueblo es
un pueblo”, Moreno dio existencia a la comunidad americana independientemente de toda legitimidad exterior.
Pero la afirmación de la existencia de una única soberanía pronto se iba a confrontar con los que defendían la
existencia de tantas soberanías como pueblos había en el Virreinato (este es el caso de Bolívar). Es decir, parte de los
nuevos líderes sostuvieron junto a Moreno que una vez constituidos los cuerpos representativos -asambleas o
congresos constituyentes-, la soberanía dejaba de residir en los “pueblos” para pasar a la “nación”. Dentro del
unitarismo porteño, el centralismo se constituyó así en la modalidad dominante durante la primera década
revolucionaria. La cuestión de si podrá una parte de la América por medio de sus representantes establecer la
constitución o si deberá esperar la reunión de un congreso de toda América, fue el último tema abordado por
Moreno desde las páginas de la Gaceta del 6 de diciembre”. Este tema llevaba implícito otro más importante, que se
relacionaba con la extensión geográfica del nuevo Estado a crear en la América española. De sus argumentaciones
surge con claridad la voluntad de constituir una nueva nación, ¿Pero dentro de qué limites geográficos?
Consideraciones de orden político general lo condujeron a desestimar la unidad americana, aconsejando por el
contrario a sus compatriotas la solución más viable de la reunión de un congreso en los límites del Río de la Plata.
Esta reunión pondría -a su entender- un dique a la pretensión de los mandones de reinstalar la dominación colonial,
con el pretexto de la necesidad de convocar a un congreso general para decidir la suerte de toda América. una
circular de la Junta redactada por Moreno dispuso la exclusión de los cargos públicos de todo español europeo. Esta
medida aceleró la ruptura entre Moreno y Saavedra. Los revolucionarios moderados consideraron que Moreno y los
suyos habían ido demasiado lejos. En sus Memorias, Saavedra denuncia el “sistema de delaciones” que contra los
europeos empezó a adoptarse. A la Junta llegaban a diario -refiere- listas de hombres que se decía eran contrarios a
la causa y al gobierno.
La noche de la conmemoración de la victoria de Suipacha por el ejército patriota, se le niega a Moreno el ingreso a la
fiesta. En el curso de los festejos, un oficial obsequió una corona de azúcar a la mujer del presidente de la Junta y
ésta se la pasó a su esposo: ¿Este acto simbolizó para Moreno el signo de una nueva usurpación de los derechos del
pueblo? Lo cierto es que se propaló la versión de que Saavedra intentaba en aquella función coronarse como nuevo
monarca de América. La referencia negativa a la Revolución Francesa es empleada por Saavedra para atacar a su
enemigo. Sus acusaciones no están desprovistas de pasión: la lucha de las dos tendencias se había polarizado entre
los dos hombres. Pero asimismo, la etiqueta de “Malvado de Robespierre”, aplicada por Saavedra a su adversario,
apuntaría menos a esa caracterización de la Revolución como regeneración del viejo orden, que al contenido y a la
forma de un accionar revolucionarlo. Accionar que, lejos de haber sido precedentemente elaborado por Moreno, fue
el resultado de la concreta lucha política.
Castelli y los derechos naturales: La doctrina bajo la cual se constituyó la Primera Junta fue presentada por Juan José
Castelli en el Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810. Con la disolución de la Junta Central había caducado el
gobierno soberano de España y se producía de acuerdo a la tradición española la reversión de los derechos de la
soberanía en los pueblos mientras durase el cautivarlo del monarca. Castelli fue nombrado representante de la Junta
en la expedición libertadora al Alto Perú. Sin embargo, su pretensión de continuar manteniéndose dentro de los
límites de la legitimidad monárquica. Pero la instalación del nuevo gobierno constituyó para Castelli mucho más que
un cambio de personas: significaba el inicio del reino de la “naturaleza” y de la “razón” frente al despotismo de las
autoridades coloniales. De esta manera, su noción de Revolución se inscribe dentro de esa concepción encaminada a
la restitución de los derechos naturales que Moreno había esbozado. En efecto, la política indigenista propuesta por
Castelli amenazó el estatuto sólidamente arraigado de las castas altoperuanas65. La liberación indígena constituyó
sin lugar a dudas un arma de guerra necesaria para un ejército que requería hombres y recursos66, pero asimismo
formó parte central de la concepción de la revolución de los morenistas. En las Instrucciones secretas redactadas por
Moreno para la expedición al Alto Perú se estableció que debía levantarse a la “indiada”.
Los derechos que Castelli proclamó recuperados por los indios fueron sociales -derogación de todos los abusos
perjudiciales a los naturales como cargas e imposiciones indebidas, otorgamiento de tierras y creación de escuelas- y
políticos, al otorgarles el derecho de representación. Estableció así la libre elección de los caciques por parte de sus
comunidades, y la eliminación de los privilegios de propiedad o de sangre de que gozaban sus jefes. Ordenó también
la realización de elecciones libres en cada parroquia de indios, a fin de designar un diputado para el congreso general
de las provincias a reunirse70. Pero el reconocimiento por parte de Castelli de la calidad de ciudadanos a los indios,
es decir, de individuos frente al Estado, no lo llevó sin embargo a decretar la supresión de la comunidad indígena:
respetó su existencia corporativa, aunque ordenó la implantación de mecanismos de democratización interna. La
noción de revolución en Castelli se organizó así en torno al concepto ideal de derecho. Esto es lo que explica ese
idealismo republicano que tuvo su correlato en el comportamiento humanista del representante. En el proceso que
se le siguió por su conducta pública y militar desde que fue nombrado representante, fueron reiterados los
testimonios donde se señala el trato “afable” y “cariñoso” dispensado por Castelli a los indios. El sufragio indígena y
las demás medidas en favor de los indios no tuvieron efectos jurídicos inmediatos, pero su proclamación fue
suficiente para alarmar a las clases altas alto peruanas. Si a esto se suman las medidas represivas ordenadas por
Castelli, no sólo contra los opositores españoles sino asimismo contra los sospechosos, no es difícil imaginar los
temores despertados en las élites criollas y peninsulares. Por cierto, y según los términos empleados por Tulio
Halperín Donghi, el Alto Perú no sabía si había sido liberado o conquistado por las tropas porteñas.

Monteagudo y el derecho a la independencia:


De los tres revolucionarios que constituyen nuestro objeto de estudio, Monteagudo fue el único que sobrevivió a la
Revolución de Mayo, aunque encontró la muerte unos años después en Lima. En 1823 redactó una memoria sobre
los principios que siguió en la administración del Perú -adonde llegó junto al ejército libertador de San Martín, y en la
cual realiza interesantes reflexiones sobre su accionar pasado en el Río de sinceridad de esta actitud es puesta la
Plata. Pero al considerarse, en el inicio de la Revolución, un apasionado por la democracia, Monteagudo coincidía
con la acusación de “jacobino” que sus adversarios le lanzaron desde la Gaceta. En efecto, el modelo “terrorista” de
la Revolución Francesa fue utilizado por Pasos Kanki tanto para identificar la política de Moreno como para prevenir
sobre la propaganda que Monteagudo y los miembros de la Sociedad Patriótica desplegaban desde 1811.
Ante la partida y misteriosa muerte de Moreno en alta mar, sus seguidores crearon el primer club político que
sesionó en el café de Marco, do-nominado luego “club morenista”. El club hizo una oposición sistemática al gobierno
de Saavedra, calificado de “moderado”, que terminó por desencadenar las jornadas del 5 y 6 de abril, en las que
fueron expulsados de la Junta Grande los morenistas que aún permanecían en ella. En estas jornadas, peonadas de
los arrabales organizadas por sus alcaldes, protagonizaron un levantamiento en apoyo del sector moderado
dominante en el gobierno. Pero en enero de 1812 resurgió la agrupación con el nombre de Sociedad Patriótica, y
Monteagudo se convirtió en su principal portavoz al inaugurar sus sesiones y fundar su periódico “Mártir o Libre”.
Desde allí, como antes desde la Gaceta, Monteagudo se propuso recoger y recrear el pensamiento morenista,
constituyéndolo en una tradición. Moreno fue rápidamente convertido en el símbolo de la Revolución de Mayo. Con
su alejamiento y desaparición prematuros nació la idea de que el proceso iniciado en 1810 había quedado
inconcluso, mientras coplas de su retrato se distribuyeron entre los miembros del club. Así afirmaba Monteagudo en
la Gaceta del 20 de diciembre de 1811. Con una enumeración negativa de los males y conflictos que sobrevinieron a
la muerte de Moreno, Monteagudo buscaba valorar el rol desempeñado por el secretario durante el periodo en que
dirigió las acciones de la Primera Junta. Saavedra, por su parte, fue señalado como el mayor responsable de los
desastres sobrevenidos con el alejamiento de Moreno. Pero junto a las responsabilidades personalizadas,
Monteagudo no dejaba de advertir que el problema de la inacción revolucionaria reconocía razones más profundas.
La oposición entre dos tendencias definidas, se trataba en 1812 de una lucha facciosa, es porque la Revolución entre
radicales y moderados se opacaba así frente al problema mayor de la inconexión de ideas que parecía predominar
en el conjunto de las tendencias que integraban el movimiento. Para Monteagudo la declaración de la
independencia debía constituir un acto previo a la organización de un nuevo sistema político. Con la Revolución de
Mayo de 1810 se había expresado el deseo y la voluntad de independencia, la voluntad política soberana se
manifestó con el acto revolucionario protagonizado por los pueblos del Virreinato en 1810. Lo que le interesaba
resolver por lo tanto a Monteagudo era si convenía declarar que los pueblos estaban en la “justa posesión” de sus
derechos, teniendo en cuenta que aún no estaban dadas las condiciones para proclamar una nueva constitución. Su
respuesta es al respecto enfática: de la impotencia en que se encuentran las Provincias Unidas para fijar la nueva
constitución, no debe deducirse la inoportunidad de publicar la declaración de la independencia. La Revolución es,
ante todo, una Revolución por la independencia. Pero esta idea no debería conducirnos a suponer que se trataba de
declarar la independencia de lo que ya empezaba a ser una nación. Una de las causas fundamentales de los fracasos
de la Primera Junta se debió justamente a que en lugar de un plan de conciliación con las provincias se adoptó uno
de conquista”88. Así, la Junta no debió pedir la adhesión de las provincias, bayonetas en mano afirmaba
Monteagudo, sino proponer un régimen confederado, puesto que todos los pueblos tenían iguales derechos.
Por otra parte, si la declaración de la independencia era la condición previa al establecimiento de la república, la
ilustración constituía para Monteagudo el garante de la felicidad del nuevo sistema. Sin embargo, las advertencias
sobre los peligros a que la política moderada del Triunvirato conducía se las posiciones del Gobierno y la de sus
opositores. El enfrentamiento resurgió sin embargo con la renovación del Triunvirato el 8 de octubre de 1812. El
ejército decidió finalmente derrocar al gobierno y crear un Triunvirato afín para retomar la línea impulsada por la
Sociedad Patriótica. Este cambio se vio posibilitado por la aparición de un nuevo actor político: la Logia, organización
político-militar de carácter secreto que contó con el apoyo de la Sociedad Patriótica. Así, la conjunción de esfuerzos
entre ambos grupos reencauzó la Revolución dentro de Ia tradición morenista. Mientras tanto Alvear desplazó a su
antiguo compañero de armas, San Martín, y se convirtió en el jefe de la Logia. Monteagudo decidió acompañarlo en
esta política de concentración vieron rápidamente confirmadas por el descubrimiento de una conspiración realista.
En julio de 1812 el jefe de esta conspiración, Juan Martín Alzaga, fue ejecutado en Buenos Aires mientras se
implementaban una serie de medidas represivas en contra de los españoles, que permitieron acercar por un corto
periodo, comprometiéndose a tal punto que debió emprender el exilio luego de la caída de Alvear en 1815. Este
apoyo del portavoz de la Sociedad Patriótica se sustentaba en la idea según la cual, si la Asamblea no lograba
declarar la independencia y soberanía de las Provincias Unidas, debía en su lugar nombrar un dictador que, obrando
con plenitud de poderes, encaminase todos sus esfuerzos hacia la conquista de la libertad. ¿Cómo se explica este
viraje de posiciones democráticas a posiciones más moderadas? Los avances anti napoleónicos en Europa habían
terminado por cuestionar cada vez más la ideología revolucionaria y republicana de la Logia y la Sociedad Patriótica,
obligándolos a tomar el camino de la moderación. Si a esto se suman los permanentes conflictos con el Litoral, se
puede comprender por qué se produjo ese estrechamiento de objetivos que llevó a muchos miembros de la Logia a
considerar que la supervivencia de la Revolución dependía dc la conservación del poder en manos de un grupo
reducido. Pero la variación de los objetivos reconocía asimismo su origen en cierta concepción acerca de los alcances
de la movilización política de la plebe urbana. El redactor de la propuesta deseaba ampliar las bases de participación
de la Sociedad por medio de la introducción de principios democráticos de participación política, pero motivado
asimismo por la continua deserción de sus miembros. Pues parece plantearse aquí la necesidad de asegurar un
mínimo de socios para garantizar el funcionamiento de la Sociedad ante la creciente apatía de sus participantes.
¿Qué tuvo de revolucionaria la revolución de independencia? Raúl O. Fradkin
¿Hubo realmente una revolución? La cuestión no es de sencilla resolución tanto por sus implicancias políticas y
culturales. ¿Hubo o no una revolución? Si la hubo, ¿cuáles fueron sus alcances? r conviene concentrar la atención en
dos momentos historiográficos tras la larga primacía de un enfoque “patriótico” que había entendido la
independencia como una ruptura que suponía la emergencia de la nación. La independencia, a lo sumo, había sido
un mero cambio político que dejó intactas las estructuras económicas y sociales; por lo tanto, o directamente no
hubo revolución o se trató de una revolución inconclusa, fallida o incompleta. Al comenzar los años 90 se estaba en
otro momento historiográfico y político y bien lo ejemplifica la aceptación que tuvieron los planteos a partir de 1808
se había abierto una “revolución hispánica”, una profunda mutación cultural diseminada a ambos lados del Atlántico
y que situaba en la esfera política la sede del contenido revolucionario y donde había que buscar las causalidades
primeras. Enfoques “revisionistas” sobre las revoluciones que tendían a enfatizar su carácter de empresas políticas y
que privilegiaban el papel de las elites desplazando la atención que la historia social había prestado a los sectores
subalternos. Dónde unos no vieron ninguna revolución porque el cambio se circunscribía a la esfera política, otros
postularon que justamente allí era dónde residía. En la llamada “historia oficial” era evidente que las
interpretaciones afincadas en la tradición decimonónica resultaban insuficientes y se escuchaban voces que
consideraban la guerra de independencia como una guerra civil mientras otras intentaban invalidar el carácter
popular de la revolución y destacar el protagonismo excluyente de las minorías elitistas: para ellas la revolución
habría sido un fenómeno estrictamente político protagonizado por pequeños grupos de la elite urbana contra la
administración virreinal. Mientras tanto, las versiones que confrontaban en la cultura histórica de izquierda iban
desde aquellas más afines a la tradición liberal que postulaban los contenidos nacionales, democráticos y populares
de la revolución como las impugnaciones de esas “fantasías populistas” que enfatizaban que había sido dirigida
exclusivamente contra la “burocracia importada”, no traía consigo un nuevo régimen de producción ni modificó la
estructura de clases y había tenido un carácter político. Cuando se hablaba de revolución se hacía referencia ante
todo y sobre todo a la Revolución de Mayo, de modo que este acontecimiento y los conflictos que se desarrollaban
en Buenos Aires parecía que podían explicarlo casi todo. Desde los años 70 se ofrecieron dos versiones que
superaban estas limitaciones. Hacia 1972 Halperín Donghi proponía que la revolución había significado “el fin de ese
pacto colonial (y a más largo plazo la instauración de uno nuevo)” y concluía que en cuarenta años se había pasado
“de la hegemonía mercantil a la terrateniente, de la importación de productos de lujo a la de artículos de consumo
perecedero de masas, de una exportación dominada por el metal precioso a otra marcada por el predominio aún
más exclusiva de los productos pecuarios. Pero esa transformación no podrá darse sin cambios sociales cuyos
primeros aspectos evidentes serán los negativos; el aporte de la revolución aparecerá como una mutilación, como
un empobrecimiento del orden social de la colonia" En otros términos, tanto se había tratado de una revolución que
ella había significado el pasaje de un tipo a otro de hegemonía y permitido la constitución de una nueva clase
dominante que aparecía como un producto y no como un protagonista de la revolución. De este modo, los cambios
en el mercado mundial y la capacidad de las clases terratenientes para aprovechar sus oportunidades habían
permitido construir la “hegemonía de los hacendados del Litoral” o lo que, por entonces, calificaba como
“hegemonía oligárquica”.
Otra explicación fue ofrecida por Chiaramonte al despuntar los años 90 a partir de la experiencia correntina: su
perspectiva concentraba la atención en la emergencia de una forma de estado transicional entre el orden colonial y
el estado nacional y postulaba que era un producto histórico acorde con los rasgos de las estructuras de producción
y de circulación puesto que “el rasgo más decisivo de la estructura social rioplatense” era “la inexistencia de una
clase social dirigente de amplitud nacional” en condiciones “de ser el sujeto histórico de ese proceso”. la
independencia era el resultado combinado de la crisis imperial, la presión británica y el descontento de las capas
sociales coloniales. Los principales sectores sociales no estaban en situación de “trascender los particularismos
regionales o locales” y entre las razones que explicaban esta perduración del particularismo (que convertían a la
“provincia-región” en una “unidad sociopolítica”, “el primer fruto estable del derrumbe del imperio” y “el grado
máximo de cohesión social que ofreció la ex colonia”) estaba “el dominio del sector comercial sobre la vida
económica colonial”. Es decir, Chiaramonte postulaba su perduración pese a la crisis de los sectores mercantiles
coloniales y la irrupción de los grupos comerciales extranjeros: así, mientras Halperín afirmaba el pasaje de una
hegemonía mercantil a una terrateniente – y aún la liberación de los productores del predominio de los
comercializadores-, Chiaramonte resaltaba la perduración del predominio del capital mercantil o, a lo sumo, la
formación de unidades mercantiles a través de la asociación de productores y comerciantes.
Dos hipótesis interpretativas fuertes acerca de los contenidos económico-sociales del proceso revolucionario. ¿Qué
sucedió en el entramado de relaciones sociales agrarias? hacia 1869 todavía la inmensa mayoría de la población
seguía siendo rural, quizás un 70%. Buenos Aires, el espacio social. a fines de la colonia no contaba con una clase
terrateniente consolidada y, menos aún, con una clase que estuviera en condiciones de disputar el poder cuando el
orden colonial entró en crisis. Se trata de una constatación decisiva que desarma toda una tradición que supuso que
la revolución expresaba una confrontación entre una clase dominante de “comerciantes” y otra emergente de
“hacendados”.11 Sin embargo, con la revolución se abrió un proceso de formación de un sector de muy grandes
propietarios de tierras y ganados aunque ese mundo rural mantuvo su diversidad y acrecentó su complejidad. Se
ampliaba la esfera del trabajo asalariado y se reducía la incidencia de las formas de trabajo forzado al mismo tiempo
se evidenciaba la capacidad de adaptación de diferentes formas de producción familiar a las nuevas condiciones. En
consecuencia, en esta fase de constitución de las bases expansivas del capitalismo agrario no devino ni en la masiva
proletarización de los productores rurales ni en su transformación en un campesinado supeditado a la gran
propiedad. Por el contrario, la expansión de las grandes propiedades pudo coexistir y articularse con la reproducción
de las diversas formas de producción familiar, en parte por la perduración de una situación estructural: la
disponibilidad de tierras (a las que una parte de las familias campesinas accedían mediante contratos de
arrendamiento y aparcería, permisos de usufructo, ocupación de hecho pero también de la propiedad) y la relativa
escasez de población. La paralela expansión del área puesta en producción y de la población rural creaba
condiciones para la formación de nuevas unidades de producción familiar más o menos autónomas y ello
condicionaba las características y las dinámicas del mercado de trabajo. El sector del trabajo asalariado se había
acrecentado en forma por demás significativa y por varios motivos: la persistencia de las migraciones, el aumento de
la demanda laboral por la expansión ganadera que además disminuyó la fuerte estacionalidad que antes tenía y por
el crecimiento de los pueblos rurales que había tornado más denso y complejo el entramado social rural tanto que
en algunos partidos - como San Nicolás podían aglutinar el 75% de su población. Sin embargo, los estudios del
mercado de trabajo a mediados de siglo demuestran que sólo una porción reducida de los trabajadores rurales
vivían exclusivamente del trabajo asalariado (y ellos seguían siendo generalmente los jóvenes inmigrantes que aún
no habían podido conformar un hogar campesino. La cuestión aquí que importa destacar es que por supuesto no
todos ellos eran terratenientes sino que en buena medida se trataba de un amplio espectro de productores
familiares dedicados a la cría de ganado vacuno y ovino. Al respecto, conviene recordar que ya a fines de la década
de 1830 un 50% de las unidades familiares de la campaña contaban con recursos productivos para desarrollar
actividades por cuenta propia y que también casi la mitad de los propietarios de estancias no eran dueños de las
tierras que explotaban pero sí del ganado que criaban. El trabajo asalariado no llegaba a ser todavía la relación
social fundamental dado que la reproducción de la fuerza de trabajo seguía dependiendo de las múltiples formas de
producción mercantil doméstica y de su capacidad para preservar márgenes de autonomía. Estas condiciones
definieron un rasgo decisivo de los antagonismos sociales: mientras que una porción muy reducida de la población
rural vivía dentro de los dominios de las grandes propiedades el eje de los conflictos parece haberse situado en las
presiones y exigencias que el estado imponía a la población campesina las evidencias disponibles muestran que el
grupo más concentrado de grandes propietarios rurales tuvo durante la primera mitad del siglo XIX un patrón de
inversiones diversificado y que no habían abandonado ni el comercio ni otras formas de acumulación basadas en el
crédito, la renta urbana, el abastecimiento del estado y la especulación financiera y cambiaria. Se trataba, por tanto,
de una economía rural profundamente mercantilizada en la cual buena parte de las unidades familiares combinaban
la producción de subsistencia con la producción mercantil y el trabajo asalariado. se habría dado una expansión
simultánea de distintas formas de trabajo asalariado y de diferentes formas de pequeña y mediana producción
familiar que se articulaban con las empresas agrarias o se desarrollaron autónomamente. Algunos cambios: la
erosión del régimen de esclavitud y la pérdida de importancia de los esclavos como fuerza de trabajo permanente de
los grandes establecimientos agrarios justamente cuando la demanda de fuerza de trabajo se hizo más intensa. A
ello debe sumarse el fracaso en implementar formas sustitutivas de trabajo coactivo, desde la utilización de
indígenas cautivos a la inmigración europea y el endeudamiento de cómo mecanismo de control y subordinación.
También ha quedado en claro que los propietarios se vieron forzados a ensayar múltiples formas de negociación con
sus peones asalariados, recurrir a incentivos salariales y negociar con arrendatarios, aparceros, puesteros y
pobladores.

si algún cambio trajo la revolución fue la multiplicación de esas oportunidades por


la masiva movilización política de esos sectores. Como es sabido la militarización
amplió notablemente los ámbitos en que se desplegaban las relaciones salariales y
acentuó la escasez de fuerza de trabajo pero también ofreció mecanismos de
reconocimiento social y espacios de construcción de nuevos liderazgos y solidaridades.
A su vez, la inclusión de los sectores subalternos rurales en el sistema político no se
restringió a la militarización si no que también incluyó su participación electoral y en
otras formas de movilización política. Si la revolución había hecho emerger nuevas
formas de hacer política no cabe duda de la impronta plebeya que ella adquirió en
Buenos Aires. Justamente, una de las prioridades del nuevo orden forjado a partir de
1852 era reducir esa impronta plebeya y en particular el rol político del mundo rural.
Pero, ¿qué pasaba fuera de Buenos Aires? No cabe duda que los efectos iniciales de la
revolución fueron ante todo destructivos del orden vigente debilitando las jerarquías
preexistentes. Con todo, esos efectos fueron muy diversos en intensidad y amplitud de
manera que el proceso revolucionario profundizó tendencias que ya estaban en curso.
Porque algo es muy claro: las décadas posrevolucionarias acentuaron notablemente las
diferencias entre las provincias del litoral y del interior y, en particular, entre Buenos
Aires y el resto.17
El indicador más evidente es la distribución de la población. A fines de la década de
1770 la antigua jurisdicción del Tucumán contenía casi el 53% de la población de las
futuras provincias argentinas pero hacia 1869 esa
proporción se había reducido al 41%. En cambio, mientras las provincias cuyanas se
mantenían en un estable 10%, el litoral pasó del 37% al 49% (y Buenos Aires del 16%
al 29%). Había, entonces, tierras de emigración y tierras de inmigración y su
identificación ofrece las claves para armar el mosaico de las relaciones sociales así
como su coexistencia permite entrever como las condicionó las posibilidades de
movilidad espacial, ocupacional y social de parte de la población campesina. Una
movilidad que no podría explicarse si no por las mayores oportunidades de trabajo, de
mejores remuneraciones pero también de acceso a la tierra y que estaba en la base de la
erosión de los sistemas coercitivos de trabajo.

Ya a fines de la colonia los salarios rurales eran en Buenos Aires y el litoral más altos,
más monetizados y estaban menos asociados a prestaciones sin remuneración o formas
de endeudamiento que en el Tucumán colonia. Tras la
revolución, Buenos Aires apeló a la emisión de papel moneda que pasó a formar parte
de la remuneración salarial mientras que en el resto de las provincias los salarios rurales
seguían siendo más bajos y menos monetizados y siguieron combinando pagos en
especie y en moneda, pero esa moneda solía ser la de plata boliviana, una situación que
sólo habría de resolverse desde la década de 1880.

Todo indica que la fragmentación del espacio económico trajo aparejado una situación
mucho más crítica en las provincias del norte que en el litoral. Así, en Jujuy la
estructura agraria posrevolucionaria se distinguió por la extrema concentración de la
propiedad de la tierra por una reducida elite de origen tardocolonial y aquí, como en
Salta también dominada por la gran propiedad, el sistema de arriendo se caracterizaba
por la combinación de rentas y obligaciones laborales no remuneradas. De este modo, el
orden social colonial pareciera haber sobrevivido tras la revolución.
18 ¿Qué efectos tuvo
la revolución? Pareciera haber empujado la transformación de los propietarios agrarios
en rentistas y dar inicio a un proceso que combinó la erosión de la esclavitud, la
abolición del tributo indígena y la disgregación de los pueblos de indios contribuyendo
a acentuar la configuración de un heterogéneo campesinado mestizo sin las
imposiciones pero también sin las “protecciones” del orden colonial.

el significado de la disgregación de los pueblos de indios dependió de la importancia que tuvieran en cada zona: si en
Córdoba o Catamarca estaban casi disgregados a fines del XVIII y en La Rioja, Tucumán o Salta su
consistencia interna era muy débil, en Jujuy mantenían su vigencia y en Santiago del
Estero es probable que hayan tenido un fortalecimiento tardío cortado abruptamente por
el proceso de independencia y que impuso el remate de sus tierras. El remate no fue el
único recurso de expropiación: en la frontera chaqueña de Salta durante la década de
1820 buena parte de las tierras de las reducciones fueron directamente traspasadas a
comerciantes y hacendados en pago de la deuda pública.

la transformación de las relaciones sociales no tuvo un decurso


lineal. Por lo pronto, mientras la suspensión y abolición del tributo fue una parte
esencial de las estrategias que implementaron las autoridades revolucionarias, limeñas y
metropolitanas su “definitiva” derogación - en Jujuy, al menos- tendrá que esperar hasta
1851 y, aún así, fue sustituido por una “contribución indigenal” sólo dos años más
tarde... replicando procesos análogos del área andina. Así, los indios encomendados de
la Puna se vieron transformados en arrenderos de las mismas tierras sobre las cuales
habían perdido sus derechos comunales y las autoridades procedieron a conmutar el
pago de los arriendos por la prestación del servicio de milicias transparentando el
carácter de renta en trabajo que suponían estas obligaciones “públicas”. Más aún: en la
década de 1840 se reiteraban las disposiciones que prohibían el “servicio personal” y
todavía en 1893 el Código Rural de Jujuy disponía que los peones estaban obligados a
saldar los adelantos salariales con sus servicios laborales. En las tierras bajas orientales,
donde las haciendas habían recurrido con mayor intensidad al trabajo esclavo y a la
fuerza de trabajo de las reducciones chaqueñas, tras la revolución apelaron en forma
mucho más intensa a la explotación de los indios chaqueños, una situación que habría
de multiplicarse con la expansión de los ingenios durante el último cuarto del siglo XIX.
En otros términos, si la revolución permitió la erosión de las formas de extracción de
excedente campesino de carácter coactivo lo hizo de manera muy desigual y con un
decurso para nada lineal.

¿cuál era el saldo de aquella fase de la intensa movilización social que


provocó la revolución? Por lo pronto conviene recordar que canalizó conflictos
preexistentes asignándoles un nuevo sentido y dándoles un encuadre político. Por lo
tanto, el principal desafío que afrontaron las elites locales fue lograr la desmovilización
campesina que implicaba para los campesinos que perdieran el fuero militar que los
sustraía de la justicia ordinaria (y por tanto del poder de las elites urbanas) y que había
contribuido decididamente a configurar las bases sociales de los liderazgos
competitivos. Es que esa movilización había puesto en cuestión la relación social
fundamental de la estructura agraria regional, el sistema de arriendos, y al hacerlo había
puesto en cuestión las relaciones de poder rural previas puesto que la principal
compensación material de los campesinos movilizados fue la suspensión del pago de los
arriendos. Sólo con la desmovilización era posible reimplantar esas obligaciones y las
normas de conchabo obligatorio. En consecuencia, puede conjeturarse que si la
configuración del bloque social que lideró Güemes había permitido contener y canalizar
las implicancias de esa masiva movilización, su descomposición terminó por constitui
una derrota histórica de los campesinos que habilitó la restauración de relaciones
sociales y de poder en condiciones quizás más duras que a fines de la colonia.

En Tucumán la
movilización bélica no parece haber habilitado la emergencia de liderazgos tan
autónomos ni fue tan disruptiva de las relaciones sociales preexistentes. Aquí, la
estructura de las relaciones sociales era bien distinta y lo seguiría siendo: la densa
población rural conformaba un campesinado mestizo que se desenvolvía en un contexto
en el cual la propiedad de la tierra estaba notoriamente fragmentada, la utilización de
esclavos en la producción rural era muy limitada y también parece haberlo sido el trabajo asalariado permanente.
Por lo tanto, el arrendamiento y la agregación estaban bastante generalizadas pero no parecen
haber tenido el rigor que adquirían más al norte y permitieron la reproducción de la
economía campesina. Aún así, creció el número de jornaleros sin tierras pero ellos en
buena parte eran migrantes de otras provincias, lo que sugiere una mayor prosperidad
relativa de la provincia. También existía un amplio espectro de pequeños productores
autónomos – especialmente dedicados a la labranza pero también a la crianza de
ganados- que resistieron los intentos de subordinarlos o forzarlos al trabajo asalariado.

ni las situaciones ni los procesos eran


idénticos: Tucumán era una sociedad menos jerárquica y probablemente con conflictos
socio-étnicos menos intensos y la primacía de las familias principales no parece haber
devenido tanto del control territorial como del monopolio del comercio, el crédito y el
poder público. Parte de esos núcleos elitistas encontraron modos de adaptación al nuevo
contexto mientras que la economía campesina las tuvo para su reproducción.

En el centro del territorio las situaciones tampoco fueron homogéneas. En Santiago del
Estero, pese a la persistencia de formas no mercantiles de apropiación y usufructo de los
recursos, también parece haber habido una tendencia hacia una mayor concentración de
la propiedad pero este proceso debe haber sido muy lento pues en la década de 1820 una
porción considerable de las tierras seguía perteneciendo a las comunidades indígenas o al

Estado y su apropiación sólo se aceleró después de 1870. De este modo, persistieron


formas de tenencia de la tierra como la propiedad mancomunada mediante la cual familias
emparentadas mantenían el usufructo de sus tierras e impedían su fragmentación. Sin
embargo, es posible que se haya producido un empeoramiento de las condiciones de vida
campesina dado que su reproducción dependía de una agricultura frágil y de la
recolección
persistió la migración estacional a corta y larga
distancia que en definitiva era una de las estrategias de supervivencia. Aquí, por lo tanto,
fue limitada la ampliación del trabajo asalariado que, cuando existía, era remunerado en
especies y por montos notoriamente más bajo que en otras zonas.

En Córdoba, la situación posrevolucionaria fue bien complicada y también fue una


tierra de emigrantes; aún así, era indudable el predominio de los pequeños productores
entre su población rural. Con todo había cambios y no poco significativos: por un lado,
la disminución del número esclavos y de la población clasificada como india
acentuando la configuración de un campesinado mestizo sin distinciones institucionales.
Todo indica un empeoramiento de sus condiciones de vida y sus signos más elocuentes
fueron la crisis de la producción textil doméstica como la emigración hacia el sur. Con
todo, estos cambios no opacan una continuidad: la perduración del predominio de una
elite urbana que controlaba el comercio, el crédito, las mejores tierras y los poderes
público.
¿Qué estaba sucediendo en Cuyo? Otros dos cambios son
también evidentes: por un lado, la notable reducción de la población esclava
prácticamente “liberada” en su totalidad para incorporarse al Ejército de los Andes. Por
el otro, una franca tendencia hacia la multiplicación de formas de tenencia precaria que
oscilaban entre el arrendamiento y el inquilinato. De este modo, la producción
doméstica seguía siendo un rasgo dominante de la vida rural mendocina a fines de siglo
y aquí también las disposiciones legales buscaron controlar la movilidad de la fuerza de
trabajo y aunque anuladas en la década de 1860 reaparecieron bajo diversas forma.

¿Qué sucedió en el litoral no bonaerense? indicó Chiaramonte la continuidad fue


el rasgo distintivo de Corrientes y allí residió su relativa prosperidad hasta la década de
1830. Así, la elite correntina parece haber superado mejor las amenazas al orden social
que supuso la expansión del artiguismo y la movilización de los pueblos indígenas
durante la década de 1810 que la posterior afirmación de la hegemonía porteña. Sin
embargo la economía correntina también tuvo que adaptarse y se orientó más hacia la
producción ganadera en las tierras del sur y con ello impulsó la formación de grandes
propiedades aunque persistieron las formas domésticas de producción agraria y
artesanal y parece haberse dado una reducida ampliación del trabajo asalariado, por lo
menos, mucho menor que más al sur. Menos conocida es la situación santafesina
posrevolucionaria aunque es claro que las guerras contribuyeron a la destrucción de sus
recursos ganaderos y acentuaron la alicaída situación de su elite después de haber
perdido toda capacidad de controlar Paraná y los territorios entrerrianos. A ello se sumó
otro condicionante: la contracción del espacio productivo dada la creciente
conflictividad en las fronteras chaqueña y pampeana.
Fue en Entre Ríos donde los cambios fueron más acentuados: tras superar la conmoción
política y social de la década revolucionaria los linajes coloniales entrerrianos lograron
reconstruir y acrecentar su poder y conformar una nueva hegemonía territorial asentada
en las regiones orientales. Allí, se formaron grandes estancias mientras que se operaba
una colonización campesina en la frontera con Corrientes. Como en otras zonas, la
recuperación de la producción ganadera afrontó el desafío de la disminución del número
de esclavos y la necesidad de acrecentar el de asalariados. Sin embargo, el mayor de los
problemas (pero también la estructura misma del nuevo orden) seguía siendo la intensa
militarización de las relaciones sociales que terminó de permitir la formación del estado
provincial mediante un sistema de intercambio de servicios milicianos a cambio del
reconocimiento de derechos como recompensa. De este modo, a fines de la década de
1840 la consolidación de la gran propiedad y la formación de los primeros saladeros
conformaban una reducida elite mercantil, ganadera y saladeril que habría de impulsar
un endurecimiento de las relaciones laborales.

¿había sido una “revolución democrático-radical frustrada” de perfil agrarista, tal como lo había postulado una
vigorosa historiografía de izquierda desde los años 60? el artiguismo parecía corroborar por completo la tesis de la
revolución
fallida o inconclusa y su derrota podía ser atribuida a la conjunción de la oligarquía
local y enemigos externos. En esta tesis había un episodio central: el famoso y
controvertido reglamento de tierras de 1815 a partir del cual se formularon las más
consistentes argumentaciones a favor de la “revolución agraria”.

la experiencia artiguista revela


una notable heterogeneidad social y étnica y lo conflictivo de su dinámica histórica. En
primer término, porque la investigación más reciente ha mostrado que la estructura
social agraria tardocolonial era mucho más diversa que una simple polarización entre un
puñado de grandes latifundistas y grandes masas sin tierras, polarización en torno a la
cual se había construido la imagen de la revolución agrarista

En segundo lugar, se hicieron más claras las tensiones internas que contenía el frente
artiguista y permiten entender mejor la pérdida de apoyo entre los sectores propietarios
y el notable dinamismo que terminó adquiriendo el protagonismo plebeyo. Porque de
algo no pareciera haber duda: en su dinámica de movilización y confrontación el
artiguismo fue canalizando adhesiones, reclamos y aspiraciones desde “abajo” que le
dieron ese tiente “anárquico” tan distintivo y que tanto alarmó a las elites rioplatenses y
terminó por aislar socialmente al liderazgo de Artigas al tiempo que le suministraba su
principal base social. En estas condiciones, su estrategia puede ser vista como un intento
de canalizar esos reclamos y los liderazgos locales que los expresaron y permitir la
reconstrucción de un orden social y productivo.
la consigna artiguista de la “soberanía particular
de los pueblos” lejos estaba de ser mera retórica y tenía destinatarios precisos que
emergían de la historia reciente del espacio donde extendió su influencia y que no eran
sólo las “provincias”. Entre 1778 y 1801 al menos unos 23 pueblos se habían formado
en el vasto espacio que hoy conforman las provincias de Corrientes y Entre Ríos, el
Uruguay y Río Grande do Sul como resultado de una política oficial de poblamiento.
Esa política contribuyó a construir esta red de poblados y acentuó la atracción de
migrantes. Sin embargo, dicha política se interrumpió al despuntar el siglo XIX.

dejaba como saldo un proceso de


colonización que convirtió estas tierras en el epicentro del crecimiento ganadero
tardocolonial, una dinámica y móvil población campesina que aspiraba a desarrollar su
vida en condiciones autónomas y la configuración de un entramado de pueblos con
grupos de poder local con aspiraciones de autonomía. En esa autonomía residía una
clave fundamental: quiénes habrían de decidir el destino de las tierras y quiénes serían
los beneficiarios de esas decisiones en un contexto en el cual primero los grandes
propietarios ausentistas y luego buena parte de los residentes habían quedado incluidos
en la condición de “malos europeos y peores americanos”

En estas condiciones la derrota del artiguismo adquiere también y quizás más netamente
el sentido de una derrota histórica de los sectores populares rurales pues el Uruguay
iniciará una fase de reconstitución del orden signada por los intentos de endurecer las
relaciones sociales en lo que ha sido descrito como una “contrarrevolución agraria”. Sin
embargo, esos propósitos debieron desplegarse durante una larga secuela de guerras que
socavó las bases de sustentación material de los grupos dominantes y acrecentó la
influencia de los núcleos extranjeros. En tales condiciones, las facciones elitistas
tuvieron serias dificultades para cumplir con sus objetivos y estuvieron obligadas a
seguir negociando de algún modo el apoyo de los sectores subalternos.

la revolución trajo consigo transformaciones en las


relaciones sociales agrarias, acentuó procesos que estaban en curso y terminó por
profundizar desigualdades regionales. Imposible, entonces, circunscribirla sólo a
cambios en la esfera política pero también menospreciar la incidencia de las
transformaciones políticas.

la revolución implicó un quiebre de las jerarquías, las obediencias y las lealtades y la posibilidad que emergieran
otras que hicieron factible la insurgencia
artiguista y la larga disputa histórica que tardaría décadas en saldarse. Nada de ello
parece haberse dado del otro lado del Río de la Plata.

Los procesos de
independencia fueron parte de “la era de las revoluciones” aunque esta constatación sea
completamente insuficiente para dar cuenta de su naturaleza histórica. Por lo tanto,
entenderlos sólo como variantes de las “revoluciones burguesas”, “liberales” o
“democráticas” no ayuda a desentrañarla.
33 Sin embargo, no puede ser obviado que
fueron los mayores procesos de descolonización hasta la segunda posguerra del siglo
XX y como tales inseparables de aquella era revolucionaria.

si el carácter
burgués de la revolución de 1789 ha sido puesto en cuestión – y sobre todo la
posibilidad de explicarla como el resultado de una aguda lucha de clases entre la
burguesía naciente y la aristocracia dominante- los desarrollos más recientes sobre las
sociedades latinoamericanas tardocoloniales han dejado en claro que los movimientos
de independencia difícilmente hayan sido el resultado de la maduración de fuerzas
sociales y políticas internas y resulta bastante evidente que los grupos dominantes
tardocoloniales eran, por cierto, bastante poco “burgueses” y que su ascenso social tras
la independencia no significó el desplazamiento de ninguna aristocracia preexistente.

Si “revolución burguesa” se presenta como una noción equívoca tampoco la cuestión


parece resolverse apelando a la idea de una “revolución liberal”, una categorización
frecuente en la historiografía española que también se evidenció como problemática.
Hoy en día, tanto en España como en América más que un liberalismo conviene pensar

en diversos liberalismos que no siempre estuvieron asociados a proyectos


revolucionarios ni exclusivamente a grupos burgueses. Pero, además, porque el término
liberal resulta insuficiente para dar cuenta del variado conjunto de orientaciones
ideológicas que alimentaron los movimientos de independencia dado que las opciones
ideológicas disponibles hacia 1810 eran mucho más diversas36
y porque se desarrollaron
muy diferentes versiones de liberalismo tanto “notabiliar” como “social”, “popular” y
hasta “comunitario”.37 En todo caso, resulta claro que las culturas políticas tenían un
trasfondo religioso que habría de emerger en los recursos discursivos y simbólicos de
los bandos en pugna pese a que el período reformista había de alguna manera
erosionado la cohesión ideológica de las elites coloniales, una ruptura en la cual la
expulsión de los jesuitas puede haber generado un vacío que no llegó a llenarse.

Pensar los procesos de independencia como procesos de descolonización supone


explorar las diversas alternativas que estaban en juego al desatarse la crisis imperial y
también las distintas formas en que podían expresarse sus contenidos anticoloniales. Por
lo tanto, no pueden reducirse sólo a las pretensiones de “independencia nacional” y es
preciso dar cuenta de las diferentes formas de autonomismo intentadas por las
dirigencias criollas. Pero, también, de una serie de movimientos anticoloniales que
difícilmente pueden ser inscriptos dentro de la misma categoría que los movimientos
criollos y menos aún como manifestaciones de una “revolución burguesa” o “liberal”.
Esos movimientos anticoloniales no sólo fueron previos a los procesos de
independencia sino también simultáneos y contradictorios con ellos.

la “era de la revolución” fue mucho


más vasta y durante esa era se desarrollaron otros movimientos de neto contenido
anticolonial y revolucionario aunque no suelan figurar en las comparaciones históricas
de las revoluciones. Me refiero, ante todo, a las insurrecciones que sacudieron a los
Andes a comienzos de la década de 1780 o a la que sepultó el orden colonial y el
régimen de esclavitud en Haití desde 1791: formaron parte de la misma era
revolucionaria.

en las dirigencias criollas parece


haber imperado no tanto el temor a emprender una “revolución” como que ella pudiera
derivar en una “guerra social” como ha podido constatarse desde el Río de la Plata hasta
la Nueva España. Si un fantasma recorría la América española era el de esa “guerra
social” que con la crisis imperial adquiría nuevos y temibles rostros.

¿cuántas “otras rebeliones” hubo en esos años? Lo cierto es que pueden registrarse toda
una gama de motines, revueltas y movilizaciones imposibles de reducir al
enfrentamiento entre independentistas y realistas y que se desarrollaron con dinámicas y
características específicas. Hobsbawm halló para caracterizar la “era de la revolución”
como una “doble revolución” y pensar sino se trató de una “triple revolución” puesto
que también implicó la desintegración de los imperios coloniales iberoamericanos.
Nunca será suficientemente remarcado: se trataba de una coyuntura histórica
excepcional, casi única en la historia del mundo occidental y sus periferias coloniales,
quizás sólo comparable a la segunda posguerra del siglo XX. Por tanto, pareciera
entonces que revolución de independencia sigue siendo un término más adecuado, al
menos, más que revoluciones “burguesas” o “liberales”.

la discusión acerca del contenido revolucionario de los procesos de


independencia lejos está de ser banal pero abordarla requiere la indagación de zonas y
temas. Ello supone revisar los criterios habituales de periodización. La más convencional –
1808/26- resulta insuficiente y este problema es todavía más importante para una
historiografía como la Argentina en la cual se ha hecho común circunscribir el período
revolucionario a la década de 1810: de este modo, fenómenos inseparables del mismo
proceso (como la fase final de la guerra en el espacio surandino, la llamada “guerra a
muerte” en Chile y la Araucanía y sus coletazos en las pampas o la misma guerra con el
Imperio del Brasil) quedan fuera del análisis de las llamadas “guerras de independencia”
que más convendría denominar como “guerras de la revolución”. Imposible eludirlos
pues terminaron propiciando transformaciones de las estructuras económicas, políticas y
fiscales y sin ellos es incomprensible la búsqueda frenética de alternativas y las
transformaciones de los grupos dominantes locales.

Cuando se repasa la literatura americanista queda en claro que se están usando otras
periodizaciones: una se inclina por inscribir estos procesos dentro de un ciclo de
transformación que habría abarcado de 1750 a 1850; otra ha retomado la idea de “un
largo siglo XIX” que arrancaría hacia 1780 y que no podría darse por terminado sino hasta 1930.

si consideramos a la crisis imperial como el inicio de una “crisis orgánica”


que desintegró los modos de articulación económica, política e ideológica del imperio,
las revoluciones pueden pensarse apelando a la noción de “revolución pasiva” en el
sentido que la usara Gramsci. Como había destacado la “crisis orgánica” era una “crisis
hegemónica” y en ella los distintos grupos sociales podían separarse de sus “partidos
tradicionales” frente al fracaso de una gran empresa política que hubiera demandado la
movilización de grandes masas o por circunstancias por las cuales ellas pasaban
bruscamente a una actividad política y planteaban un conjunto de reivindicaciones “que
en su caótico conjunto constituyen una revolución”. Desde esta perspectiva, la crisis
hegemónica supone una "crisis de autoridad" y del estado en su conjunto y Gramsci,
preocupado por indagar sus modos de resolución, advertía que, al menos en la Italia
posterior a 1848, se había producido un proceso de “transformismo”, la “elaboración de
una clase dirigente cada vez más amplia” mediante la “absorción gradual, pero
continua” de los elementos más activos salidos de otros grupos. Por lo tanto, la
“revolución pasiva” era una “revolución sin revolución”, una “revolución-restauración”
que se operaba a través de un conjunto de “modificaciones moleculares” a través de las
cuales cambiaba la composición de las fuerzas sociales.
las nuevas relaciones políticas se
expresaron en una nueva composición del entramado interno y las bases de sustentación
de los grupos locales dominantes.

La resolución de la crisis orgánica implicaba la construcción de una nueva legitimidad y


un nuevo consenso. Y, por lo tanto, la configuración de nuevos modos de articulación
entre grupos dominantes locales y de una ampliación de las bases sociales en que
sustentaban su poder. Porque la nueva situación se definía tanto por la crisis de autoridad como por la movilización
de amplios sectores sociales. De esta manera, puede
argumentarse que las soluciones más exitosas fueron aquellas que no sólo lograron
imponer su dominio sino que también que incluyeran de algún modo las aspiraciones de
los grupos movilizados en su programa. En consecuencia, la “revolución pasiva” era
una “revolución desde arriba” cuya profundidad puede haber dependido de la
consistencia que adquirieran las nuevas estructuras estatale.

En todas las regiones una de las principales transformaciones fue la erosión y


descomposición de la esclavitud antes de su definitiva abolición a mediados del siglo
XIX. Hasta dónde se sabe, en el Río de la Plata no se produjeron sublevaciones masivas
de esclavos aunque no faltaron las conspiraciones y motines. Pero esta ausencia no
implicó pasividad: por el contrario, existía una larga tradición colonial que combinaba
estrategias de manumisión legal y de fuga que se vio notoriamente enriquecida con la
experiencia revolucionaria a la cual los antiguos esclavos parecen haber adherido con
entusiasmo y expresando objetivos muchas veces diferenciados. en varias ciudades y regiones, los antiguos esclavos
suministraron una fuerza
social y militar significativa a los procesos de restauración del orden, lo que modificó su
lugar social y político.
51 Del mismo modo, la revolución modificó las relaciones con los
grupos indígenas y los convirtió en actores políticos. Si se toma en cuenta la situación de los indios reducidos puede
advertirse que su adhesión a la revolución pareciera haber
sido limitada, al menos así parece haber sido en la insurgencia saltojujeña a diferencia
de la altoperuana

en el espacio litoral el artiguismo movilizó activamente


a los indios y los pueblos guaraníes le suministraron una base social mientras que en las
fronteras chaqueñas las parcialidades se convirtieron en un aliado decisivo pero
extremadamente autónomo del autonomismo santafesino. A su vez, entre los pueblos
del área pan araucana se desarrolló una intrincada combinación de conflictos
intertribales y alianzas con las facciones revolucionarias y realistas primero y con las
facciones políticas posrevolucionarias después. Con todo, de algo no hay dudas: con la
revolución se convirtieron en actores políticos decisivo.
Esa experiencia porteña, entonces, no sólo se distingue porque transformó a
esa provincia en el área más rica y más poblada, porque la adaptación de su economía
fue más rápida y eficaz, porque terminó orientando – y beneficiándose- del conjunto del
espacio o porque pudo conformar un estado provincial dotado de mayores recursos
fiscales y fuerza armada. También porque la intensidad y amplitud de la movilización
política de los grupos subalternos (o incluso de aquellos en proceso de subalternización)
parece haber sido de tal intensidad que se transformaron en parte sustancial de la base
social del nuevo régimen político y en herramientas insustituibles para disciplinar a las
clases propietarias y a las facciones elitistas.
HISTORIA DE LAS IDEAS EN LA ARGENTINA DE OSCAR TERAN.

La existencia de lo que empieza a se la Argentina tiene su acta de nacimiento el 25 de mayo de 1810, para
comprender los sucesos políticos y culturales es menester contar con una referencia anterior colonial, podemos
fechar en la creación del Virreinato del Rio de la plata en 1776. La creación de este virreinato es una consecuencia
de las reformas borbinicas, que tienen un punto máximo de desarrollo y gravitación durante el reinado de Carlos III,
quien ocupa el trono español a mediados del siglo XVIII. Esas reformas han sido consideradas por Halperin Dongui
como un proyecto de modernización defensiva, para suplir las insuficiencias de la sociedad mediante medidas
destinadas a nacionalizar la economía interna y colonial, el comienzo de la explotación de zonas desatendidas, la
liberalización del comercio dentro del régimen colonial y una nueva división territorial frente a las amenazas
extranjeras, como inglesas.
Desde España, se impulsaron reformas económicas, administrativas e ideológicas. Dentro de estas innovaciones se
cuenta con la introducción de ideas provenientes de la filosofía de la Ilustracion que tenían su foco de producción en
Francia del siglo XVIII. Algunos de los rasgos de la cultura letrada del rio de la plata entre fines del siglo XVIIII y
principios del XIX. El nombre de ilustración o iluminismo se conoce un periodo histórico-cultural europeo que
alcanza su máximo desarrollo en el siglo XVIII en Francia, Ingalterra y Alemania. Se trato de un movimiento
intelectual animado de una gran fe en la razón humana como instrumento capaz de conocer la realidad y en función
de ese instrumento y de los hechos sensibles, someter a critica los conocimientos. Las reformas que promueven
apelan al criterio de lo que conocemos como el despotismo ilustrado, una política que acentua las tendencias
centralizadoras del absolutismo y apuesta a una modernización desde arriba, una suerte de revolución pasiva, una
transformación dirigida desde el estado sobre la base de la psividad de la sociedad. Se trata de un movimiento tiíco
de países que han tenido dificultades o retrasos en el acceso a la modernidad, como Austria, Prusia, España.

Este movimiento ilustrado en la España del siglo XVIII tiene una característica que se reitera en el rio de la plata: se
trata de un proyecto de modernización cultural limitado. Entre las medidas que la Corona adopto para tener un
mejor control de sus territorios coloniales, una fue la constitución del virreinato del rio de la plata, por razones
militares y económicas. A partir de este hecho, comenzó a producirse algún tipo de crecimiento económico,
centrado en la economía ganadera, que tuvo como consecuencia el ascenso de la Argentina litoral y el cambio del
eje de desarrollo, que había estado colocado en vinculación con el alto peru, con la zona del noroeste. La Ilustracion
se desarrolla durante el Antiguo Régimen. Las ideas ilustradas en el rio de la plata fue un antecedente de la
revolución de mayo. Los comienzos del movimiento ilustrado no se encuentra gérmenes de rupturas ni
revolucionarias ni independendentistas. Sus pretensiones se hubieran cumplido con los objetivos de modernización
defensiva, compatibles con la subsistencia del régimen colonialista español.
En el real cologio de san Carlos, luego colegio de ciencias morales, una institución intelectual porteñña de enorme
peso en la medida que allí pasaran los miembros de la elite política, como Belgrano, moreno, Castelli y Rivadavia.
Comienzan a aparecer los periódicos como: telégrafo mercantil, semanario de agricultura, industria y comercio,
correo de comercio, porque indican el espacio a través del cual el pensamiento de la ilustración se introduce en el
universo hispanoamericano: los discursos sobre la economía. No existía en el rio de la plata un proyecto encarnado
en grupos económicos, sociales y con asistencia intectual que este organizando un movimiento independentista
antes del derrumbe de la junta de Sevilla de 1819. Esto no implica que no hubiese fricciones o contradicciones entre
españoles y criollos.
La consigna Laissez faire, laissez passer dejar hacer, dejar pasar, quiere decir que no hay que intervenir en la
economía, sino dejar que la libre iniciativa de los productores, la libertad de empresa, guie, con su mano invisible, el
curso de la riqueza. Quesnay represento la vida económica como un proceso automatico, como un circulo cerrado
de producción, circulación y reproducción de bienes. Si bien se oponía a que los funcionarios intervinieran en la
economía, pensaba que un funcionario ilustrado podía conocer esas leyes y orientar el proceso, dado que los
procesos económicos tienen un curso regular y calculable. Para la doctrina fisiocratica la riqueza de las naciones
reside en la agricultura y los metales preciosos. A esta idea adhiere Manuel Belgrano. La agricultura aparezca no solo
valorada como productora de bienes económicos sino como objeto de atributos morales y políticos. El laboreo de la
tierra contribuye a la constitución de buenos sujetos sociales, a diferencia de otras practicas económicas que
alientan la ganancia improductiva, la especulación o la usura.
La revolución de mayo se trato de una revolución que nacio sin teoría, de un acontecimiento que se desencadeno en
el rio de la plata sin que existieran sujetos políticos o sociales que lo programaran y ejecutaran. Pero cuando esta
revolución ocurrió fue necesario legitimarla. Buenos aires como epicentro de los acontecimientos revolucionarios de
mayo de 1810. Históricamente buenos aires había sido una ciudad marginal dentro del mundo colonial, cuyo valor
para la corona reposaba en ser un resguardo militar ante la amenaza inglesa o portuguesa y una puerta de salida de
la plata altoperuana. La primacia correspondia a las ciudades ubicadas en la tura de la plata, desde Cordoba hasta
Salta y Jujuy. Esta condición se revirtió a partir de la creación del virreinato. En el siglo XIX, bs as. era una ciudad
burocratico-comercial. En términos sociales una tercera parte de la población de buenos aires estaba compuesta por
esclavos negros. Era una sociedad estratificada, donde los blancos ocupaban la cúspide del poder. Aquí es donde
aparece Moreno quien se inscribe dentro de una corriente liberal moderna. Moreno no se opone a la explotación de
las minas ni desconoce el valor de las riquezas que producen pero apela a la doctrina cristina para recordar que el
capital mas preciado de un reino es siempre el pueblo. Expresa el deseo de que los indios sean axonerados de tan
penoso trabajo obligatorio, encargando a los mineros que contraten a quien voluntariamente quisiesen trabajar
sobre la base de jornales concertados y procuren reemplazar al resto por aquella cantidad de negros africanos que
necesiten. En 1806 es testigo de la primera invasión inglesa, la cual marca el inicio de la crisis institucional
rioplatense. No participo de la resistencia, pero en sus escritos dejo constancia de lo sucedido su patria. Moreno
resulta representativo de una creencia hasta entonces hegemonica dentro del cuerpo de letrados y funcionarios
coloniales, que sostiene que la ruptura del lazo colonial es imprevisible. Incluso luego de que en 1808 se produjera la
abdicación de Fernando VII en favor de Jose Bonaparte en 1809 moreno participa junto con el partido español de
Alzaga de la conspiración contra Liniers. En aquel año Moreno produce un documento de sus convicciones políticas e
intelectuales: Representación de los labradores y hacendados, donde oficia de abogado de sectores sociales
emergentes. El texto de Moreno avala la tesis de que las revoluciones hispanoamericanas no fueron producto
exclusivo de causas endógenas, sino que formaron parte del colapso de la monarquía española determinado por las
disputas políticas y las guerras europeas. Morena afirma que abrir el comercio a los ingleses en esta circunstancias es
un mal para la Nacion y para la Provincia. La nación es la totalidad del imperio español del cual el rio de la plata es
una provincia. Dentro de esta aceptación del pacto colonial, desarrolla una argumentación que demanda la igualdad
de los territorios americanos con las provincias europeas. Como conclusión es preciso que gocen de un comercio
igual al de los demás pueblos que forman la monarquía española que integramos.

La revolución de mayo de 1810 se desenvuelve en el marco de la crisis del imperio español, rezagado con respecto a
un mundo hegemonizado progresivamente por Inglaterra. Aquella crisis había estado jalonada por ciertos
acontecimientos: la derrota española de Trafalgar en 1805; las invasiones inglesas de 1806 y 1807; los episodios de
Bayona con la designación de Jose Bonaparte como rey de España y el surgimiento de las juntas de España ante la
vacancia del poder real debido al cautiverio de Fernando VII; la disolución en el rio de la plata en 1809, de los
cuerpos militares peninsulares y la consolidación en el mismo terreno de la hegemonía de los criollos; la caída en
1810 de la junta de Sevilla y el avance de las tropas napoleónicas. Todos estos hechos se superponen con la
creciente presión británica, las tendencias criollas a una mayor participación política, la agudización de tensiones
rioplantenses y la penetración de las ideas ilustradas en circulo de la elite. Estos conflictos en el interior de la colonia
aparecen representados en los escritos de moreno, en la distinción que allí se establece entre los españoles
europeos y los españoles nacidos en América (criollos) pero no se perfila un sujeto socio-político dotado de una
ideología anti colonialista. Cuando unos meses después llegan al plata las noticias de la disolución de la junta central
y al precipitarse los acontecimientos que desembocan en la instauración en la primera junta. Los acontecimientos
europeos movilizaron la vida política en la ciudad de Buenos Aires y tuvieron su primer epicentro en el cabildo
abierto del 22 de mayo de 1810. A este fue convicada la gente decente, debía entenderse toda persona blanca que
se presente vestida de frac o levita. Asistieron 250 vecinos, y para su resolución la participación de los regimientos
militares que venían configurándose desde las invasiones ingleses, de allí el poder de Cornelio Saavedra, jefe del
regimiento de patricios. La primera junta designada juro el 25 de mayo, y a partir de estas jornadas moreno surgio
como un dinamico secretario de guerra y gobierno.
NEGRAS Y MULATAS DE BUENOS AIRES 1750-1850---Marta B.Goldberg
El ingreso sistemático de esclavos africanos por la ciudad de Buenos Aires comienza poco después de su segunda y
definitiva fundación en 1580. Primero se introdujeron varones, luego mujeres que hacia 1778 comenzarán a superar
en número a los varones, lo cual favorecerá el mestizaje y la aparente desaparición del grupo afroporteño lo que
también coincidirá con el lento camino desde la esclavitud a la libertad. Los primeros varones negros llegaron al
actual territorio argentino como esclavos de los descubridores y conquistadores, y consta que la Capitulación de D.
Pedro de Mendoza - fundador de la primera Buenos Aires en 1536 - le otorgaba el derecho a introducir cien de ellos.
Llegaron en principio muy pocas mujeres españolas, si algunas, pero ninguna negra. Esto produjo la relación entre
españoles e indias y la aparición de numerosos mestizos, fenómeno que caracterizaría a Asunción del Paraguay.
Con la colonización y especialmente cuando comenzó el proceso productivo, llegaron las mujeres negras, las
esclavas, que luego se destinarían a una tareas domésticas y artesanales pero, se explicaba como principal motivo de
su ingreso a la necesidad de dar satisfacción sexualidad desenfrenada de los esclavos negros para que no siguieran
atacando a las indias, y para "fijarlos a la tierra".

Las negras esclavas no sólo se unieron en santo matrimonio a los varones de su raza, sino que también estuvieron
sexualmente a disposición de sus amos y de los hijos y parientes de sus amos, en relaciones generalmente casuales,
dando así origen a una numerosa población mulata. las mujeres africanas se beneficiaban cuando se relacionaban
sexualmente con sus amos blancos o con los parientes blancos de sus amos, porque estas relaciones les habrían
permitido obtener un mejor trato tanto para sí como para los hijos que nacían de esos encuentros. La promesa de
libertad hecha a las esclavas a cambio de sus favores amorosos debió ser muy frecuente, como también lo era el
incumplimiento de tales promesas. Las fuentes nos dan testimonio de que esto ocurría y también nos hablan muy
mal del producto de esas relaciones, "los mulatos", a los que se despreciaba más que a los negros. La misma palabra
"mulato" proviene de "mula", porque se refería precisamente a lo que ellos consideraban un híbrido. El mulato era
doblemente sancionado por la sociedad colonial, por ser producto de una mezcla y por su bastardía ya que rara vez
era reconocido por su padre. La palabra "mulato" era usada como insulto, y, a veces, hasta para atacar a un rubio de
ojos claros como el gobernador Rosas.

Los esclavos, si bien eran considerados objetos ya que como otros bienes, muebles e inmuebles, podían ser
vendidos, rematados, hipotecados, embargados, donados, etc. tenían en el ámbito hispanoamericano una serie de
derechos que irían aumentado durante el periodo, desde el punto de vista jurídico, entre una cosa y una persona, es
decir entre ser sujeto y objeto de derecho. Los esclavos tenían derecho al bautismo y al adoctrinamiento católico, al
nombre, al matrimonio, a vivir fuera de la casa del amo con el consentimiento de éste, a la formación de su propio
peculio, a la compra de su propia libertad o la de sus familiares, a poseer bienes muebles e inmuebles, a testar y a la
defensa en juicio lo cual podía conseguir en forma gratuita a través del Defensor de Pobres o Protector de Esclavos.

Los esclavos tenían derecho al bautismo y al adoctrinamiento católico, al nombre, al matrimonio, a vivir fuera de la
casa del amo con el consentimiento de éste, a la formación de su propio peculio, a la compra de su propia libertad o
la de sus familiares, a poseer bienes muebles e inmuebles, a testar y a la defensa en juicio lo cual podía conseguir en
forma gratuita a través del Defensor de Pobres o Protector de Esclavos. En términos generales la justicia colonial, en
lo que a protección de esclavos se refiere, se caracterizó siempre por su ineficacia y la realidad social muestra un
verdadero divorcio con las normas jurídicas. Los abogados y magistrados coloniales, también ellos propietarios o
aliados de los propietarios o en cualquier caso pertenecientes al grupo privilegiado blanco, no defendieron muy
celosamente los derechos de los esclavos. El amo también debía otorgarle papel de venta a la esclava si esta deseaba
casarse y él no se lo permitía. Con ese papel el esclavo podía buscar nuevo amo, quien debía pagar al amo anterior el
precio estipulado. Generalmente los precios establecidos por el amo eran excesivos y por lo tanto prácticamente
imposible conseguir comprador, por esto encontramos con mucha frecuencia largos expedientes donde la esclava
consideraba que la tasación era muy alta, argumentando generalmente que valía menos porque se "ha desmejorado
en el servicio" o que por algún otro motivo valía mucho menos de lo que su amo consideraba que valía.

Cuando un esclavo se vendía debía dejarse expresa constancia de sus vicios y tachas, porque la no declaración de los
mismos permitía la llamada "redhibitoria es decir un reclamo judicial por parte del comprador exigiendo un
resarcimiento económico por el ocultamiento de los defectos. Hasta muy avanzado el siglo XIX -1860- se exigía en la
ciudad de Córdoba "certificado de pureza de sangre" para ingresar en la Universidad. Esta certificación era
indispensable en la etapa colonial para ser maestro en muchos oficios y para ingresar en órdenes religiosas y
conventos. En Buenos Aires, en ciertos casos, fue posible blanquearse cuando se ¨mejoraba¨ económicamente. En
Buenos Aires, durante la segunda mitad del siglo XVIII, las monjas capuchinas se amotinaron debido a que había
entrado al convento una monja que se suponía era de sangre impura. En las tramitaciones judiciales intervinieron,
con cargos y descargos, autoridades civiles y eclesiásticas y también particulares. Carlos III por medio de dos Reales
Cédulas, fechadas en 1772 y 1775, exigió al Gobernador Vértiz información reservada sobre el asunto. La situación
sólo concluyó, después de unos veinte años de litigio cuando murió la monja cabecilla de las cuestionadoras.

Tener "sangre impura" no sólo era impedimento para ingresar a ciertos oficios y estudios sino que también vedaba el
uso de determinadas joyas y vestidos. Una mulata amancebada con un español se atrevió a ir a la Catedral con
zarcillos de oro y ropa de seda, esta "profanación de galas" le costó una buena paliza que le dieron las damas
principales luego de arrancarle las joyas y sedas que usaba. Con respecto al trabajo femenino esclavo, como hemos
destacado anteriormente era principalmente doméstico, las fuentes nos informan que todas las lavanderas eran
negras con las amas de cría, las cocineras, las sirvientas, las planchadoras. Dentro del trabajo doméstico que se
realizaba en el Buenos Aires del XVII, también se encontraban los que podríamos denominar oficios curiosos.

Ya a mediados del siglo XIX tampoco debemos olvidar a las negras achuradoras, que recogían las vísceras de los
animales en los mataderos y que tan brutal como magistralmente ha descripto Esteban Echeverría en El Matadero
donde un grupo de carniceros que descuartizaba una res arrojaban con toda saña los sangrientos despojos sobre la
plebe, que acudía a buscar algo con que saciar su hambre. "amas de cría" que además de estas tareas trabajaban en
el campo o que como la anteriormente citada que educaba y enseñaba a leer a los niños. Otras que cosían ropa para
sus amos o para afuera y se dedicaban a numerosas tareas para mantener a sus amas. En algunos casos las esclavas
conseguían un crédito para comprar su libertad y se comprometían a pagarlo con su servicio personal al acreedor
para lo cual este las conchababa por una determinada suma con un "salario".

A partir de 1821 se constituyeron en Buenos Aires Sociedades o Naciones Africanas y que tuvieron singular
relevancia durante la época de Rosas (1829-1852). Allí se agrupaban los africanos según sus lugares de origen
llamadas naciones (Congo, Angola, Mina, Mozambique, Kimbunda, entre muchas otras) y uno de cuyos fines
principales era ayudar a aquellos de la misma etnía a comprar su propia libertad; organizar fiestas, bailes y
procesiones a las que solía asistir el gobernador Rosas y su hija Manuelita tal como ilustra un famoso cuadro de
Boneo. Las mujeres participaron en las Naciones Africanas aunque a diferencia de los varones no tenían derechos
políticos plenos.. A partir de 1840, las Sociedades perdieron momentáneamente muchos de sus hombres debido a
que fueron reclutados para prestar servicios en la guerra civil. Esto permitió a las mujeres asumir el control,
continuar reuniéndose, recaudar las cuotas, administrar los bienes y llegar a presidirlas. Cuando regresaron los
hombres, tras la caída de Rosas en 1852, se reintegraron a las Sociedades e intentaron reinstalar los privilegios que
tenían antes de la leva. Las mujeres no se resignaron a dejar la administración en manos de los hombres y se
produjeron divisiones facciosas de acuerdo al género.

Las mujeres africanas llegaron, en principio, en menor cantidad que los varones pero a partir del último tercio del
siglo XVIII los superaron en número y en precio en el mercado porteño, posiblemente, porque eran capaces de
desempeñarse en una muy amplia gama de actividades en el ámbito doméstico o trabajando fuera y aportando sus
jornales a la economía de sus amos. La tendencia a la baja masculinidad se acentuó en el siglo XIX, debido a la
ausencia o muerte de los varones, que fueron utilizados como soldados en las guerras por la independencia y en las
que se sucedieron hasta el último tercio del siglo. Esto permitió que las mujeres pasaran a ocupar un rol protagónico
en las Sociedades Africanas que se resistieron a dejar cuando regresaron los varones. También en la segunda mitad
del siglo XIX crearon sociedades africanas femeninas específicamente dedicadas a actividades lúdicas.
El negro en Argentina. Presencia y negación---Picotti, Dina

El ingreso de los africanos a América, principalmente a través de

la esclavitud, y su vida y trabajo en ella como a la distribución de esclavos desde el puerto de Buenos Aires, cuyo

emplazamiento alejado del centro político y económico de Lima,

contribuía a hacer de esta pequeña ciudad un lugar destacado para

el arribo y venta ilegal durante el s. XVII a falta de autorización de la

Corona española, aunque será habilitado durante el siglo siguiente a

través de tratados de asientos; a pesar de que el modo de producción

esclavista no fuera primordial en las zonas mineras y agrícolas del

Alto Perú ni en el Río de la Plata, la presencia de africanos se dio en

todo tipo de labor, como respuesta a la destrucción física de la

población nativa que llevó a los españoles a buscar fuentes

alternativas de mano de obra, sostenidas en gran parte por los desembarques

de esclavos en el puerto de Buenos Aires, si bien con

respecto a los mismos sólo existen registros incompletos para el

comercio legal y datos esporádicos y poco confiables para el ilegal.

María Florencia Guzmán, quien se ha ocupado de la presencia y

suerte de la esclavitud sobre todo en el noroeste argentino, presenta

el caso de las misiones jesuíticas en La Rioja.

Por su parte Silvia Mallo se refiere en particular a la condición de

la mujer esclava, teniendo en cuenta no sólo las nuevas perspectivas

surgidas en los estudios afroamericanos, a

pesar de la situación forzosa de la esclavitud, su protagonismo como

factor intrínseco en nuestro acaecer histórico y en la construcción de

nuestra identidad, sino los estudios de género que han mostrado

mejor a la mujer como afectada por los prejuicios de su género,

además de los raciales y de clase, las características y rendimiento

del trabajo femenino esclavo y el de sus hijos niños y también las

mayores o menores posibilidades de su vida familiar y privada, donde

se configura la identidad cultural afroamericana, que le permitirá


sobrevivir a la esclavitud.

Beatriz Seibel explora la presencia del negro en el espectáculo

rioplatense. En época colonial los afroargentinos, varones y mujeres,

actúan con frecuencia tanto en el teatro como en el circo porteño, en

especial para cantar, bailar o tocar instrumentos; son esclavos

mulatos y negros, denominados ya eufemísticamente 'morenos'.

Silvia Cornejo, a través de semblanzas de la música afrocubana,

de sus bailes y coreografía, ofrece un ejemplo principal de la

recreación negra en el Continente, que a su vez influye en todos los

otros casos y se comunica con rasgos básicos comunes.

Uno de sus más reconocidos investigadores entre nosotros,

Alejandro Frigerio, se refiere al fenómeno de expansión de los cultos

afroamericanos en el Río de la Plata, que no deja de llamar la

atención acerca de la virtud de su propia fuerza en un contexto

religioso cristiano y del substrato cultural negro en nuestra identidad

que sin duda le presta base. En nuestro país las cofradías, los cultos a santos, las procesiones, las

capillas negras son, entre otras manifestaciones, testimonio de ello y

un estímulo al diálogo que debiera intensificarse entre las religiones.

A lo largo del Continente se encuentran abundantes ejemplos en

la pintura popular y profesional, en la confección de instrumentos

musicales y formas plásticas que acompañan el culto y los diversos

aspectos de la vida. En Argentina se menciona la participación de

negros en las artes desde la época de la esclavitud. No sólo están

presentes en toda clase de oficios y artesanías, sino en talleres de

plateros, escultores y pintores, destacándose en particular algunos,

como Fermín Gayoso, esclavo de Juan Martín Pueyrredón,

considerado el primer pintor porteño y maestro.

Con respecto a los primeros, se

distinguen los 'crioIlos', descendientes de antiguos esclavos, dispersos

por todo el país, y los descendientes de familias conocidas, llegando


algunos en el siglo XIX a tener fortuna y ser reconocidos sus apellidos

como prestigiosos, o de algún antepasado negro que aún se hace

visible a pesar de su mestizaje; se encuentran en pequeñas

comunidades en Chascomús Bs.As.), Santa Fe, el Noroeste y otros lugares del interior y en la

ciudad de Buenos Aires y su entorno (Palermo, Munro, Liniers,

Morón, La Plata). Existen además los caboverdeanos, llegados de las

Islas de Cabo Verde, de colonización portuguesa, entre fines del siglo

XIX y comienzos del XX, y radicados mayormente en Avellaneda y La

Boca, junto al puerto de la ciudad de Buenos Aires, y en Ensenada,

La Plata; constituyen una comunidad de familias y amigos de un

mismo origen, que se conocen y solidarizan reuniéndose en la

Sociedad de Socorros Mutuos de Dock Sud yen la Asociación

Cultural y Deportiva de Ensenada, donde festejan los acontecimientos

importantes y reafirman su identidad común.


El botín y las culturas de la guerra en el espacio litoral rioplatense…Raúl Osvaldo Fradkin et Silvia Ratto

El movimiento revolucionario que se inició en Buenos Aires en mayo de 1810 tuvo enormes dificultades para hacerse
obedecer en el litoral rioplatense. Tras una corta confrontación, Asunción se separó de la capital mientras que la
contrarrevolución quedó confinada a Montevideo hasta su rendición en 1814. el movimiento revolucionario estaba
dividido en dos alas en guerra abierta, el Directorio asentado en Buenos Aires y la Liga de los Pueblos Libres liderada
por José G. Artigas caudillo de la Banda Oriental que extendió su influencia por las provincias del Litoral rioplatense.
A estas confrontaciones se sumaron las invasiones portuguesas de 1811 y 1816 y las intervenciones de diversos
grupos indígenas que en ocasiones forjaron alianzas con los bandos en pugna. La exposición estará dividida en dos
partes: en la primera se analizarán las formas que adoptó la lucha por el botín en la sociedad hispano-criolla regional
durante la primera década revolucionaria y en la segunda las que imperaron en sus fronteras con los pueblos
indígenas no sometidos del Chaco.

La crisis de 1810 convirtió a Buenos Aires en la sede del poder revolucionario y a Montevideo en el bastión regional
de la contrarrevolución. Durante varios meses ambas ciudades se disputaron el control de los pueblos del litoral pero
una vez producida la insurrección de la campaña oriental la resistencia regentista quedó confinada a Montevideo.
Desde entonces, la confrontación adoptó tres formas principales: la disputa por los recursos ganaderos, el sitio de
Montevideo y las incursiones de pillaje de su flotilla sobre las poblaciones ribereñas de los ríos Paraná y Uruguay.

la guerra acentuaba los rasgos característicos de la economía agraria regional: la limitada afirmación de los derechos
de propiedad, la proliferación de múltiples circuitos clandestinos de comercialización y la escasa capacidad de
control de las autoridades locales sobre la heterogénea y móvil población campesina. Para los ejércitos portugueses
o porteños la apropiación de bienes se convirtió en uno de los métodos para abastecerse mientras que para las
fuerzas insurgentes era prácticamente el único modo de hacerlo así como el recurso más eficaz para forzar la
retirada de sus oponentes. En tales condiciones la «guerra de recursos» era una táctica de combate, un método de
represalia y una manera precisa de identificar enemigos, obtener adhesiones, neutralizar oposiciones y encuadrar
políticamente tensiones sociales preexistentes. El artiguismo constituyó el ala más radical de la revolución
rioplatense y la que concitó las más activas adhesiones populares en el litoral. una multiplicación del bandolerismo.
Es probable que la insurgencia oriental haya incorporado algunas partidas a sus filas pero de lo que no hay dudas es
que para las autoridades de Montevideo, los jefes fronterizos portugueses y las autoridades de Buenos Aires el
bandolerismo era su componente central y que el saqueo, el robo y el pillaje explicaban la adhesión de los sectores
populares rurales. Pero la proliferación del bandolerismo estaba también asociada al incremento de las deserciones
y a la misma bandolerización de los modos de hacer la guerra

La participación de los indígenas del Chaco no sometidos en estos conflictos respondió a lógicas bien distintas y
responde a la organización sociopolítica de los grupos. Se trataba de agrupaciones cazadoras y recolectoras que se
vinculaban entre sí por relaciones de intercambio a las cuales habían incorporado artículos de consumo y ganado
equino y vacuno provenientes de la sociedad colonial.

La participación de los indígenas del Chaco no sometidos en estos conflictos respondió a lógicas bien distintas y
responde a la organización sociopolítica de los grupos. Se trataba de agrupaciones cazadoras y recolectoras que se
vinculaban entre sí por relaciones de intercambio a las cuales habían incorporado artículos de consumo y ganado
equino y vacuno provenientes de la sociedad colonial. Los primeros, eran obtenidos a través de regalos y donaciones
que formaban parte de los acuerdos diplomáticos realizados con las autoridades fronterizas y el segundo, a través
del mismo crecimiento de los animales cimarrones. En cuanto a su estructura política, se trataba de agrupaciones
con liderazgos no hereditarios y con escaso poder coercitivo que debían la obediencia a su capacidad de gestionar
acciones exitosas las que, según el contexto de la relación interétnica, podía centrarse en ventajosos acuerdos
diplomáticos con las autoridades hispanocriollas o en éxitos guerreros contra otros rivales étnicos o contra los
españoles. Formas de guerra y formas de intercambio estaban, vinculadas con las que adoptaba su modo de
estructuración política.
Durante las guerras revolucionarias las prácticas de apropiación del botín adquirieron mayor intensidad así como
nuevos usos y significados. Los ejércitos las emplearon como un modo de aprovisionamiento y de remuneración de
sus efectivos lo que tensó al extremo sus relaciones con las poblaciones rurales. Por consiguiente, la guerra se
convirtió en muchas zonas en una guerra de autodefensa desplegada por fuerzas reclutadas, sostenidas y
comandadas localmente. En este sentido, el antagonismo entre directoriales y artiguistas no solo expresaba la
oposición entre centralismo y federalismo sino también entre ejércitos y milicias locales. Para los primeros, el
federalismo era sinónimo de «anarquismo» y bandolerismo; para los segundos el centralismo era la manifestación
del «despotismo militar». Así, las nociones que informaban la cultura de guerra eran inseparables de las que
integraban las culturas políticas.

Las guerras estaban produciendo una extrema fragmentación del orden político en un contexto de creciente
insubordinación social y la inestabilidad del orden local fue catalizada por la expulsión de los «europeos» y la
movilización generalizada de la población. Esta situación habilitó la formación de liderazgos locales que convirtieron
la apropiación del botín en una forma de sostenerse y materializar las identidades políticas emergentes.
Barsky, Osvaldo; Jorge Gelman. 2001. Historia del agro argentino. Desde la Conquista hasta fines del siglo XX.

Capitulo III: Las reformas borbónicas y las tensiones del mundo agrario: el siglo XVIII en el actual territorio argentino,
así como en casi toda Hispanoamerica, se puede dividir en dos grandes periodos de acuerdo a la evolución de sus
conyunturas económicas y agrarias, influidas por decisiones de tipo político emanadas desde el imperio. Desde
mediados del siglo, los monarcas españoles inician una serie de reformas de tipo fiscal, económico y poltico,
conocidas como las reformas borbónicas, que en algunos casos producirán efectos en las colonias. Un estudio sobre
Cordoba, nos señala este periodo como una continuación del estancamiento del periodo previo. La crisis de la
producción minera de Potodi, que se mantiene en sus niveles mas bajos por lo menos hasta los años 40 del siglo,
parece afectar al que había sido el sector mas dinamico de la economía agraria mediterránea: la producción de
mulas. No se puede atribuir al centro minero la dirección de toda la conyuntura de las regiones agrarias, y considerar
otros elementos, como la sucesión de buenas y malas cosechas, el aspecto demográfico, la situación en las fronteras
indígenas o la existencia de otros mercados alternativos al minero. Por ejemplo, la región de Cuyo, en especial
Mensoza, parece sufrir entre finales del siglo XVII, y los años 40 del siglo XVIII una ofensiva de grupos indígenas en su
región meridional que limita su capacidad de producción ganadera. Hay un lento, pero sostenido, crecimiento de la
demanda europea de bienes de origen pecuario, que favorece la expansión de las zonas litorales con grandes
praderas naturales. Desde inicios del siglo se produce la colonización de la banda oriental, que se va a convertir en la
zona ganadera mas dinámica. La expansión de los santafesionos en los campos de Entre Rios se ve limitada por la
expansión y belicosidad de los charrúas, como se ven amenazados allí y en el norte de la propia Santa fe por la
ofensiva, al igual que los vecinos de Corrientes. Esta situación empieza a modificar recién en los años 40 para las
regiones del norte del Litoral, permitiéndoles aprovechar mejor la nueva conyuntura de la economía atlántica.

Hacia mediados del siglo XVIII empiezan a manifestarse una serie de elementos que van a producir cambios en las
distintas regiones del territorio argentino. Lo mas importante para las economías agrarias son: el renacer de la
minería de Potosi, una cierta pacificación en algunas fronteras indígenas, la expulsión de los jesuitas, la propulgacion
del llamado comercio libre y por ultimo una serie de conflictos políticos y sociales que a veces sacuden fuertemente
a los principales mercados hacia los cuales las regiones del nuevo virreinato orientan sus producciones agrarias.
Sobre el reinado de Carlos III (1759-1788), se emprende un conjunto de iniciativas cuyo objetivo central parece ser
retomar el control político de las colonias, alejando a las elites locales de la administración del Estado, y tomar una
serie de medidas fiscales y económicas que favorezcan el crecimiento sobre todo del sector minero que era la base
de la economía y de la recaudación fiscal y en consecuencia que permitieran aumentar los ingresos a las arcas del
estado, gracias a ese crecimiento y al mayor control del aparato recaudador de impuestos. Dentro de este gran
impulso reformista se puede incluir desde la expulsión de los jesuitas hasta la creación del virreinato del Rio de la
Plata, el libre comercio, y el renacer de la minería potosina. Este crecimiento se puede explicar por una serie de
iniciativas tomadas por la corona para volver a hacer rentable la explotación minera: se garantiza, el abasto de una
serie de insumos productivos a bajo precio, se reduce el impuesto inicial a la producción minera a la mitad y se
refuerza la provision de mano de obra barata a los empresarios mineros a través del viejo recurso de la mita.

Este renacer minero favorecerá el desarrollo o la revitalización de ciertas regiones del actual territorio argentino, por
ejemplo el trafico de mulas en Cordoba, entre los años 40 y 50. Este mercado se nota en otras regiones aptas para el
mular como el norte de la campaña de Buenos Aires o santa fe. Una relativa pacificación de las fronteras indígenas
permite en algunas regiones una cierta expansión y la formación de nuevas estancias ganaderas. Como el caso de
Mendoza, desde el 40-50 se lanza la reconstrucción de sus establecimientos de cria, y se expande hacia el sur,
incorporando regiones del Diamante y el Atuel. En la Mesopotamia donde corrientes aprevecha una paz para
expandirse, al igual que santa fe se extiende hasta entre ríos y los de Montevideo lo hacen hacia el norte de los
campos orientales, gracias a un cierto éxito en la contención de los charrúas. La principal expansión ganadera del
litoral se produce en la banda oriental y en el litoral de los ríos, pero no tanto como en la campaña porteña. Otro
elemento que condiciona las modalidades del desarrollo agrario del periodo es la expulsión de los jesuitas, ordenada
en 1767. La corona se apropia en buena medida procede a la posterior privatización, de cantidades ingentes de
tierra en todas las regiones. Estas tierras no eran marginales, sino que estaban entre las mejores del territorio como
en Tucuman y Salta, donde las mejores tierras quedaron en manos de los mas pudientes. El crecimiento del
comercio atlántico con las leyes borbónicas de fines del XVIII había tenido efectos positivos para las regiones litorales
del nuevo virreinato. Estas recibían bienes manufacturados, vinos y aceites de mejor calidad y mas barato así como
veían estimuladas su economía ganadera que podía volcar cantidades crecientes de cueros y otros derivados
vacunos en el mercado mundial: el faenamiento del ganado que se reproducia sin la intervención humana en las
generosas pasturas pampeanas solo requería la contratación eventual de gauchos. Las economías del interior,
productoras de bienes que competían mal con las importaciones, habrían sufrido una aguda crisis. La percepción que
tenemos de estos fenómenos es hoy mas matizada. Las regiones que parecen haber sufrido mas la competencia
extranjera son, por un lado, las productoras de textiles de algodón. Este proceso no es solo el resultado del comercio
libre, sino que se habría iniciado antes, sobre todo por la crisis de las misiones jesuíticas. Sufrieron las pequeñas
replicas de las economías mediterráneas, como las provincias de Cuyo, productoras de vinos y aguardientes. La
suerte de Mendoza y San Juan no es la misma. Los frecuentes cortes del trafico transatlántico permiten
intermitentes recuperaciones del mercado litoraleño por los productores cuyanos, al aguardiente parece resistir
mejor que el vino los embates de la concurrencia europea. Los productores mendocinos iran perdiendo terreno en
los mercados del litoral, mientras que los sanjuaninos mas orientados al aguardiente, conservan cuotas de demanda.
Sim embargo, la situaicon se transforma: los productores mendocinos a reorientarse hacia la ganadería y los
sanjuaninos seguirán atados a la economía aguardiente. Las regiones productoras de textiles de lana parecen pasar
por una situación diferente a aquellas mas dedicadas al algodón siguieron estando presentes en los mercados
regionales.

La explicación esta en las zonas productoras, eran sobre todo mujeres campesinas las que realizaban todo el proceso
en el marco de sus economías familiares. Los masivos levantamientos indígenas de los años 80 en los andes
meridionales producen fuertes alteraciones en las economías agrarias del rio de la plata. La cria y venta de mulas,
empezando por los grandes, medianos y pequeños criadores de Santa fe o del norte de buenos aires, la infinidad de
pequeños criadores campesinos cordobeses, los productores de todo tipo de Tucuman, salta o Jujuy; los propietarios
de tierras de invernada en las regiones mas cercanas a los mercados consumidores (salta y Jujuy). La derrota de
aquellos y la recuperaicon de la minería permiten un cierto resurgimiento del ramo de mulas hacia fines del periodo
colonial, pero la nueva crisis no se hace esperar mucho, y la independencia y la ruptura del espacio interno que le
sigue van a significar un golpe mortal para este rubro. Algunos grandes productores del litoral van a tratar de
orientar sus actividades hacia otras mas rentables. En el caso de Cordoba, la crisis del mular va a producir en muchos
lados un verdadero conflicto social general. A lo largo del siglo XVIII y en cantidades que parecen crecientes,
centenares de familias y a veces jóvenes varones solos, emigran de manera temporaria o definitiva hacia otras
regiones que desconocen las dificultades de subsistencia recurrentes de sus lugares de origen, que demandan
cantidades crecientes de trabajo y sobre todo disponen de grandes extensiones de tierras fértiles que la nueva
conyuntura regional e internaciones empiezan a poner en condiciones de ser exploradas: el litoral. Buenos aires,
como capital del nuevo virreinato, refuerza su papel articulador de todo el espacio, y su magnitud demográfica y su
properidad la convierten en uno de los mercados mas preciados para todas las regiones virreinales. Entre ríos
comienza a poblarse de gente, estancias y animales y en la campaña de la banda oriental se ocupan las tierras del
centro y norte de manera irrfrenable y se faenan animales que encuentran el camino del mercado internacional en
forma de cueros, sebo y algunos otros subproductos. Despunta en la banda oriental una actividad que solo mas
adelante cobrara impulso en Buenos Aires, el saladero, que permite aprovechar mejor la carne de los animales
faenados. Pero esta expansión hubiera sido imposible sin el aporte que significaba las constantes migraciones del
norte. Al mismo tiempo que creció la cria del vacuno para exportar cueros, se desarrollo la destinada al abasto de
carne de los mercados locales cada vez mas grandes. Pero se practico la cria del mular, el lanar, sobre todo existio
una fuerte agricultura destinada a esos mercados locales, entre cuyos productos se destacaba a esos mercados
locales, entre cuyos productos se destacaba el trigo. A fines de la colonia la agricultura de trigo era casi tan
importente como la ganadería del vacuna. La pequeña producción familiar era la forma predomiante. En esto hay
grandes diferencias regionales: en la campaña el trigo era fundamental para abastecer ese mercado urbano, y la
pequeña producción tenia un predominio indisputado por las escasas estancias.
El crecimiento finisecular de las grandes estancias no aparece cuestionar el desarrollo de la pequeña y mediana
producción. Una clave se encuentra en la disponibilidad de tierras, la creciente apertura de los mercados externos
para los derivados pecuarios y el aporte de importantes saldos migratorios del interior. Y la masiva presencia
campesina no parece haber sido un obstáculo para el crecimiento de las estancias. Los estudios hechos sobre
estancias tardocoloniales nos muestra casi siempre la presencia de un puñado de esclavos, un grupo de peones mas
o menos permanentes y al fin la presencia de trabajadores eventuales que acudían a la estancia en los momentos de
mayor demanda laboral. La familia campesina, no tenia que percibir necesariamente al estanciero como un enemigo
y competidor sino como una alternativa para complementar sus ingresos con un salario. Esta articulación no
significaba armonía. En distintos momentos, lugares, estallaba el conflicto por alguna tierra, este tipo de conflicto
parece haber sido mas frecuente en regiones de raigambre campesina donde las estancias crecieron a fines del siglo
XVIII. Estas tensiones y esta experiencia de confrontación incuden en las características que tendrán la crisis
revolucionaria en esa banda del Uruguay y deberán ser tomadas en cuenta por Artigas cuando encabece la rebelión
oriental.

A pensar de todos los cambios reseñados, a finales del periodo colonial se mantienen, los elementos que
caracterizaron el actual territorio argentino durante la mayor parte de la dominación española: la distribución de la
población de manera desigual, con un fuerte peso del centro y noroeste vinculados con las economías mineras del
alto peru y con una presencia notable de población indígena y un litoral escasamente poblado, aunque con un franco
proceso de crecimiento. La economía del virreinato rioplatense sigue girando alrededor de los centros mineros
andinos que se articulan con el atlántico a través de buenos aires y otros puertos, generando un espacio económico
en el cual las distintas regiones tienden a especializarse en la producción de algunos bienes agrarios o artesanales
que colocan en aquellos centros y en otros menores: desde la yerba mate que se produce en paraguay, las mulas
que se crian en cordoba u otras regiones hasta los vinos y aguardientes de cuyo o los textiles de san Luis o Santiago
del estero, estos bienes circulan por todo el territorio y tratan de llegar sobre todo a los mas ricos mercados mineros
o a la capital virreinal. Cada región tratara de producir sus hortalizas, su trigo o maíz, la carne para abastecer sus
mercados locales, cada productor rural tratara de autoabastecerse sin recurrir al mercado. Y esto no es solo un rasgo
que caracteriza al gran productor: la familia campesina parece haber obrado de la misma manera, limitando al
máximo su recurso al mercado para proveerse de medios de subsistencia. La contracara de esta estrategia mas o
menos general son los mercados muy limitados, los mercados son casi exclusivamente los urbanos. La excepción a
este cuadro es, el litoral donde las estancias que crecen e incluso los campesinos, parecen haber estado mas
vinculados con el intercambio mercantil. incluso la plata en el litoral se difunde de arriba hacia abajo. La propia
economía del litoral, parece ser la mas profunda por los cambios de fines de siglo, mantiene sus rasgos básicos. Las
exportaciones del puerto, a pesar del incremento de las pecuarias, seguían siendo centralmente de metales
preciosos. El interés de las elites virreinales por la campaña circundante era muy limitado. Las elites de buenos aires
eran rodo comerciantes.

Si hablemos de técnicas agrarias, tipo de producción, formas de acceso a la tierra, sistemas legales o formas de
trabajo, notaremos cambios radicales. El trazado de las explotaciones ganaderas se mantiene inexorablemnte en
función de los ríos, arroyos, bañados y lagunas. En cuanto a las formas de acceso a la propiedad y usufructo de la
tierra, se mantienen las formas principales de todo el periodo colonial. Se difundieron mas otras formas como la
denuncia y moderada composición, la diversidad de situaciones es tanta que difícilmente se pueda establecer una
norma. En cuanto a los sistemas de trabajo rural la diversidad es la regla. La servidumbre indígena, que legalmente
sigue vigente, es cada vez menos importante como forma de obtener trabajo por parte de los empresarios
españoles. Salvo en algunas regiones del noroeste, en casi todo el resto del territorio se debe recurrir a sistemas
variados en donde predominan por un lado los contratos de empleo asalariado y por el otro diversos arreglos que
otorgan el derecho al uso de la tierra a cambio de ciertas prestaciones. En cuanto al crecimiento de las economías
regionales parece mas marcado a los pujantes mercados atlánticos, la recuperación de la minería altoperuana, así
como una demanda de bienes ganaderos u otros desde Chile, y el peso de algunos mercado internos, permiten
sostener la producción de muchas regiones que no logran incluirla en el circuito que parte desde los puertos de
buenos aires y Montevideo. El diezmo agrario creció en casi todo el territorio, lo cual refleja un incremento real de la
producción que pagaba ese tributo.

CAPITULO IV: LA REVOLUCIÓN DE INDEPENDENCIA Y LA EXPANSIÓN GANADERA.

Los dos elementos que produjeron el impacto mas inmediato y fuerte fueron la ruptura del enorme espacio interior
de intercambios que había orientado las economías agrarias de las diversas regiones y la destrucción de bienes y
medios de producción que generaron las guerras. Con bastante rapidez se produce la separación bajo dominio
realista o criollo disidente del Alto Peru, de Chile, del Paraguay y de la Banda Oriental. Cuando algunos de estos
mercados empiezan a reabrirse para el comercio de las provincias de la futura argentina, estas ultimas exacerban sus
enfrentamientos provocando cortes drásticos en las posibilidades mercantiles. Sectores enteros de las economías
agrarias regionales, especializados en la producción para la venta en esos mercados alejados, conocen serios
problemas. Pero la guerra no solo significa ruptura de circuitos mercantiles y crisis de los sectores agrarios
orientados a ellos y ante la destrucción directa. Este tipo de situaciones se repiten con mayor o menor intensidad en
casi todas las regiones del actual territorio argentino, pero se ven profundamente afectadas, otras logran salir
airosas de la situación. En buena medida esta diferencia frente a la guerra va a condicionar la capacidad de las
distintas áreas para aprovechar algunas nuevas posibilidades. Se puede señalar en particular los cambios que se
venían operando en las economías europeas y que la apertura comercial ahora permite operar sobre el territorio
rioplatense, con su demanda creciente de bienes de origen pecuario, y su contracara, la avalancha de bienes
manufacturados de consumo masivo que envían a los distintos mercados del mundo. Todas las grandes llanuras del
litoral y algunas del centro del territorio reúnen condiciones favorables para el desarrollo pecuario, pero las
circunstancias históricas y los avatares de las guerras les imponen situaciones muy desiguales. La banda oriental, que
había sido la zona ganadera quizá mas dinámica a fines de la colonia, no solo no puede aprovechar la nueva situación
internacional, sino que vera anulada su capacidad de recuperación. Otro tanto sucede con santa fe con Entre ríos,
hacia fines de los años 20 le permiten un crecimiento moderado que en la década siguiente se transforma en
bastante espectacular. Las provincias del noroeste sufren la guerra de manera aguda así como las afecta la ruptura
de los vínculos con los mercados altoperuanos. En primer lugar, el impacto inicial de la ruptura revolucionaria afecta
drásticamente la producción de bienes orientados a los mercados andinos, como las mulas, y perjudica los intereses
de las regiones de Jujuy sobre todo de Salta, cuyas pasturas eran aprovechadas para invernada de esos animales y
cuyo comerciantes eran figuras centrales en la articulación de ese trafico. En los años 20 y con la independencia
boliviana, se reabre el tradicional camino andino, pero ahora la llegada de bienes del pacifico limita el antiguo
espacio del noroeste argentino como intermediario y el efecto de arrastre del mercado minero ya no volveria a ser el
mismo de antaño.

El desarrollo de las guerras y la presencia intermitente de ejércitos de uno y otro signo significan un peso sobre los
recursos de la región, y sobre los ganados para alimentar a los cuerpos militares movilizados. Estas tierras se
convertirán en la base de algunas fortunas cuando la situación mejore. Pero la situación es de crisis. Algunos
estudios regionales que tenemos sobre las provincias norteñas en estas décadas nos permiten ver la crisis de la
producción agraria mercantil y la transformación de muchos grandes hacendados de origen colonial en rentistas.
Estos buscan captar pequeños campesinos arrendatarios para que trabajen sus tierras a cambio de un canon,
limitando la producción directa que antes realizaban. Estos arrendatarios, enfrentan la situación organizando
complejos sistemas de producción e intercambio. Por su parte, las munidades indígenas, que habían resistido mal
que bien durante todo el periodo colonial en algunas de las regiones del noroeste, van a conocer un proceso de
disgregación, que parece tener su punto final con los nuevos gravámenes que les aplican y con las leyes enfitéuticas
que afectan sus tierras en los años 40. Las pocas regiones que escapan a esta crítica situación son aquellas que
pueden desarrollar actividades orientadas a los mercados ultramarinos o que pueden dirigir su producción a los
mercados trasandinos. Desde 1817 se reabren los caminos de la cordillera y los nuevos ciclos mineros chilenos
significaran un fuerte estímulo para las economías agrarias cuyanas y las de buena parte del centro y norte
argentino. Mendoza, comienza a transformar su economía hacia la agricultura y sobre todo la ganadería, cuyos
derivados tanto chile como la economía del pacifico demandan. Desde los años 30 hay una expansión de los
alfalfares en algunos valles, que reciben ganados para engorde de diversas provincias así como de las propias
estancias de cria mendocina. Las unidades productivas locales son de distinto tipo, desde haciendas complejas hasta
pequeñas. En las provincias se encuentran distintos sistemas de arrendamiento, mediería o inquilino que parecen
preparar el terreno para la difusión de la práctica del contratista de viña en la nueva expansión finisecular vinculada
con el vino. En Santiago del estero la situación es complicada: por un lado se sigue practicando la agricultura de
aluvión en las zonas inundables de los ríos dulce y salado, donde se concentra la mayoría de la población. Pero a las
sucesiones de sequias a inundaciones se suma una reducción del área inundable más fértil, por un desvió del cauce
del rio dulce hacia los años 20. La ganadería conoce una cierta expansión desde los años 30 sobre todo vacunos y
mulares, cuando el peso de las guerras y los avances de los indígenas chaqueños se hacen menos frecuentes. Se
verifica un proceso que lleva hacia la privatización y concentración de las mejores tierras de cultivo y ganadería en
algunas manos, lo cual acentura las dificultades de subsistencia de una parte de la población. Mas matizadas son las
condiciones en Córdoba: la crisis del mular y la continuidad del mundo de las tejedoras campesinas hasta los años 30
y 40 se acompañan ahora con una reorientación pronunciada de su economía rural hacia el atlántico, hacia donde se
envían cueros vacunos. La economía sigue estando centrada en una agricultura de consumo local, la ganadería se
reparte en multitud de pequeñas y medianas explotaciones.

Muy distinta la situación en el litoral, el área que reunia las mejores condiciones naturales para aprovechar las
demandas del mercado mundial. Algunas de las regiones que mas habían crecido a fines de la colonia van a quedar al
margen de la expansión ganadera de la primera mitad del siglo XIX, o van a retroceder como santa fe, y la banda
oriental del uruguay. Durante su gobierno se dicta el reglamento provisorio de 1815, se ordena una serie de medidas
de distribución de la tierra. Este reglamento como una especie de reforma agraria que favorece a los sectores
postergados de la población rural, esa política estaba orientada a restablecer el orden y permitir la recuperación del
stock ganadero oriental, diezmado por los años de guerra. En el otro extremo de la experiencia litoraleña se
encuentra sobre todo buenos aires, con algo de retraso entre ríos y con características pecualiares corrientes. Esta
ultima conoce una de las transiciones mas exitosas y a la vez mas conservadores de la región. Después de la
revolución, y pasado el agitado periodo de control artiguista, las viejas elites coloniales logran mantenerse en el
poder. Se consigue de esta manera una transición ordenada que unida a la política proteccionista de sus gobiernos y
la consecusion de cierto equilibrio fiscal, le permiten a la provincia escapar a los pesares de la mayor parte del
territorio y mantener un crecimiento. El perfil de su economía se ira modificando lentamente dada la competencia a
sus productos tradicionales en los mercados litoraleños. Las exportaciones de corrientes refejan cambios en el perfil
productivo: si hasta fines de los años 20 tienen un carácter diversificado manufacturero/agropecuario sobre todo
exportan suelas, tabaco, cigarro y yerba, luego se acentua el perfil ganadero. De todo el litoral, el crecimiento mas
espectacular es el de la campaña de buenos aires, seguido ms tardíamente por entre ríos. No caben dudas del
interés creciente de las elites locales por el hiterland rural y del proceso de valorización del ganado. Este cambio se
refleja de manera contundente en una expansión del territorio sin precedentes. En principio no se puede negar que
el crecimiento de la gran propiedad ganadera fue una realidad, con la implementación de la enfiteusis se prohibio la
privatización de grandes cantidades de tierra (la tierra quedaba en manos del estado, que la cedia a cambio de un
canon, bajo y a largo plazo). Pero si bien existía un limite al tamaño de la tierra que se podía recibir en enfiteusis,
algunos personajes lograron superarlo ampliamente por medio de transacciones privadas. Esto era solo una parte de
la realidad del crecimiento agrario de la primera mitad del siglo.

En primer lugar, la tendencia a la monoproduccion ganadera no parece haber sido tal. El crecimiento de los
mercados locales por el aumento demográfico estimula la producción agrícola, que aun a pesar de las importaciones
esporádicas de harina provoca un incremento del hiterland productor. Por otra parte, en cuanto a la ganadería, si
bien es cierto que el vacuno cuyo crecimiento es estimulado de manera suplementaria por el saladero, hace un
sorprendente salto hacia adelante, encontramos un auge mas temprano de lo pensado en lo que respecta al lanar. Si
bien la cria de ovejas viene desde muy atrás en el periodo colonial, lo que es mas novedoso en el momento aquí
tratado es la cris especializada y los intentos tempranos de mejora de los rebalos, al calor de la demanda de lana del
emrcado exterior. En cuanto a los tipos de explotaciones agrarias predominantes es el crecimiento espectacular de
algunas grandes estancias ganaderas no implica la desaparición de la pequeña producción agrícola, ni menos aun de
la pequeña producción ganadera. Algunos son propietarios o arrendatarios de tierras ajenas, como es frecuente en
los partidos de antigua colonización y mas cercanos a los grandes mercados, mientras que en las nuevas zonas de
frontera muchas familias humildes ocupan tierras del estado o se instalan en las de particulares, muchas veces sin
siquiera pagar un arriendo. Por un laso algunas familias se instalaban en tierras que el estado les cedia con la
promesa de convertirlos en propietarios en la frontera. Otros lo hacían informalmente, pero esa ocupación y puesta
en producción de tierras nuevas les generaba derechos que las costumbres rurales reconocían como validos y las
autoridades no siempre podían desconocer. Finalmente otros se instalaban en tierras de propiedad pprivada como
porbladores. De esta y otras maneras una pujante sociedad campesina creció alrededor de las grandes estancias
ganaderas e incluso en su interior. Mientras esto sucedia en las zonas mas de frontera, en las intermedias dedicadas
a la cria de ovejas y en las zonas agrícolas mas cercanas a la ciudad se implementaron los mecanismos de arriendo y
aparcería, que prepararían el terreno para su desarrollo en mayor escala en la segunda mitad del siglo XIX, con la
inmigración masiva europea y el crecimiento explosivo del lanar. En entre ríos encontramos una situación similar a la
que acabamos de describir para buenos aires, aunque con una década de retraso. Con todo aparece en entre ríos
una diferencia en comparación con buenos aires: mientras en esta ultima la estancia monoproductora vacuna será
quien fortalezca la nueva frontera, en la provincia de Urquiza la expansión fronteriza será realizada sobre todo por
pequeños labradores migrantes, algunos provenientes de corrientes, mientras que las grandes estancias ganaderas
se expanden en las regiones de mas vieja colonización, la mayor debilidad local del sector campesino.

El crecimiento demográfico del litoral es en parte el resultado de las condiciones generales que favorecen un
incremento natural de la población, pero se hace a expensas de una parte del interior, que le envia cantidades
crecientes de migrantes. Las diferencias en las estructuras demográficas del litoral y de buena parte del interior
parecen reflejar fielmente estos cambios. Las zonas de mas vieja colonización y propiedad privada de la tierra, como
es el caso de san nicolas de los arroyos, conocen un proceso demográfico distinto al de las zonas nuevas: ellas se
transforman en expulsoras de población que se dirige hacia la nueva frontera en busca de mejores oportunidades.
En algunos casos estas zonas de poblamiento mas antiguo siguen recibiendo migrantes, pero la inserción de los
mismos se dara en condiciones bien distintas a las de las zonas de reciente colonización. Mientras en estas ultimas
intentan, instalarse en alguna parcela para iniciar una exploacion propia, en las primeras llegan sobre todo para
contratarse como trabajadores asalariados, o en el mejor de los casos convertirse en arrendatarios o aparceros de
los titulares de esas tieras privadas.
Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el Fomento de su campaña y Seguridad de sus Hacendados.
Sergio Silva Álvarez

El 24 de febrero de 1815, fecha en que las tropas de Buenos Aires abandonan la ciudad de Montevideo. En 1815,
todos creían llegado el momento de ver solucionado el vasto tema

que quejaba a la Banda Oriental y que se denominaba el “arreglo de los campos”.

Era entonces preciso poblar la campaña, alentar el aumento de la producción de los

frutos del País, lograr la seguridad interior para las personas y bienes de sus

habitantes y defender las fronteras para contener la penetración portuguesa y

proteger los intereses fiscales. procura alcanzar tales objetivos llevando

al colono a la campaña, proporcionándole tierras, los elementos de trabajo y

confianza en su propia seguridad. Este documento establece las autoridades y la administración que tendrá la

responsabilidad de la aplicación del Reglamento, determina los criterios bajo los

cuales actuarán a la hora de expropiar y repartir tierras y ganados, fijando además

las obligaciones a la que se sujetan los beneficiados y por último organizando los

aspectos policíacos y judiciales para la seguridad en el medio rural. Del Artiguismo son los conceptos
socioeconómicos que en el se revelan como

testimonio de un pensamiento cabal, que maneja conceptos universales e

intemporales para resolver los problemas que su época le presentaba, orientando

su acción en el marco de una clara ética social y que constituye la rica herencia a la

que podemos y debemos recurrir en los momentos de incertidumbre. el Reglamento establece las autoridades que
tendrán la

responsabilidad de su aplicación, en una estructura administrativa descentralizada,

compuesta por el Alcalde Provincial auxiliado por tres subtenientes de Provincias a

los cuales se les determina la jurisdicción en la cual deberán actuar. El Alcalde Provincial, era el depositario de las
competencias para determinar

los terrenos y ganados a repartir, analizar las aptitudes de las personas candidatas

a ser beneficiadas, dar posesión a las mismas, controlar las obligaciones que contraen y ejercer el rol de Juez para
velar por el orden de la campaña, todo lo cual

era, homologado por el Cabildo Gobernador de la Provincia, legitimando y

registrando lo actuado mediante una burocracia simple y gratuita para los

beneficiados. El Alcalde Provincial, no era un intendente napoleónico testaferro del poder

central, tampoco un comisario arbitrario, puesto que tenía competencias específicas

y privativas y su acción estaba delimitada por los derechos naturales de las


personas sobre las que iba a ejercer su jurisdicción y por las extraordinarias pautas

socioeconómicas que el Reglamento establece como criterios para su tarea. Estas pautas a tener en cuenta por parte
del Alcalde para su acción, revelan

que la guía del Reglamento era el bien común, entendiendo al mismo como la

conciliación entre el interés general de la comunidad y los intereses particulares de

sus integrantes.

A partir de este concepto del bien común y con un claro objetivo de inclusión

social, se determinan las características de los sujetos, que como dice el documento

sean “dignos” de ser beneficiados y las condiciones de los terrenos a ser

distribuidos. La calidad de beneficiarios de las personas está determinada en primer lugar

por su situación de indigente, “los más infelices serán los más privilegiados”, en

segundo lugar por dos títulos indispensables para ello: “el trabajo y la hombría de

bien” y si alguna preferencia habría que hacerse esta estaba determinada por la

responsabilidad familiar y el patriotismo del beneficiario. Para Artigas el trabajo es inherente a la persona y por
consiguiente participa

de la dignidad humana, esto genera el derecho de trabajar y por ende la estructura

de la sociedad debe otorgar a todos las posibilidades de trabajar y para el cual el

Reglamento otorga los medios para trabajar, tierras y ganados y demostrar la labor como decíamos es un elemento
determinante para el mantenimiento de la

propiedad. La propiedad de esta “suerte de estancia” era otorgada en calidad de

privada, pero con la reserva de que la disposición de la misma estaba limitada en

virtud de las graves circunstancias sociales que se vivían y hasta el arreglo total de

la Provincia, por ende la propiedad de la tierra se da en beneficio de la comunidad,

y no de las personas, esta idea es de cuño hispano y se contrapone a las

concepciones liberales que absolutizan la propiedad privada. No es una solución propietarista, procede de una
concepción comunitaria del

uso de los bienes, de tradición en el sistema jurídico indiano y no del pensamiento

ilustrado del siglo XVIII. Para el artiguismo el derecho a la propiedad era otorgado por el trabajo y al

igual que este la propiedad privada tenía un doble objetivo, por un lado satisfacer

las necesidades individuales para el desarrollo personal y familiar y por otro esa

propiedad estaba grabada por una hipoteca social, tiene un fin social que en

determinadas circunstancias, cuando el bien común lo exigía cobra prioridad sobre


el fin individual y autoriza al Estado, gerente del bien común a imponerle las

restricciones pertinentes.
LOS USOS DE LA VIOLENCIA. LA CAMPAÑA DE BUENOS AIRES DURANTE LA DÉCADA DE 1810 VISTA A TRAVÉS DE LOS
SUMARIOS Y PARTES MILITARES---- Raúl O. Fradkin

La coyuntura que analizamos inauguró un período de violencia prolongada y defi nió

un contexto signado por las muy limitadas posibilidades estatales de concentración de los

medios coactivos y el uso de la violencia por múltiples actores. Como en otras situaciones

de «guerra civil» era que la violencia se había desatado como un fenómeno


caótico atribuible a una exacerbación de las pasiones, pero una observación

cuidadosa de la documentación sugiere que era resultado de una dinámica social específica. El desafío, pareciera ser
acercarse a la reconstrucción de esa dinámica en

una sociedad que legitimaba y valoraba el uso de la violencia pero que, al mismo tiempo,

era extremadamente refractaria a admitir la legitimidad de su monopolio estatal. A partir de las tradiciones
coloniales, los gobiernos revolucionarios fueron elaborando

una nueva orientación para gobernar el mundo rural. No se trataba de un plan ni de una

ruptura con aquellas tradiciones pero sí suponía una inflexión pues puso en tensión el

modo de relación, hasta entonces laxo y distante, entre gobierno superior y poblaciones

rurales. En 1812 se reconstituyó la Intendencia

de Buenos Aires y se le incorporó la Comandancia de Armas. Al mismo tiempo, fueron

separadas las funciones de la Comandancia de Fronteras (a cargo de las guarniciones

fronterizas) y la Comandancia General de Campaña (que ostentaba el mando sobre los

regimientos de milicias rurales). se formaron nuevos partidos y se multiplicaron


las comandancias militares en la mayor parte de los partidos rurales. Desde

1814 se procedió a una reorganización de las milicias rurales y desde 1818 el gobierno

político y militar de la campaña fue encomendado a una Delegación Directorial de Campaña


y, al año siguiente, se procedió a dividir el territorio en tres departamentos militares. lo largo de la década se fue
produciendo una multiplicación de las comandancias
militares no solo en los pueblos de frontera sino en toda la campaña y a esos

comandantes se les asignaron crecientes atribuciones. la necesidad del gobierno de acrecentar su capacidad de
extraer hombres y

recursos materiales de una campaña como la bonaerense que habría de convertirse a fi nes

de la década casi en el único territorio que podía gobernar. el Directorio buscaba conformar

en la campaña un gobierno centralizado y militarizado. ese poder que se quería centralizado fue dependiendo cada

vez más de las comandancias militares locales pero el cúmulo de tareas que se les asignó

resultó ser inversamente proporcional a los recursos que disponían y su obediencia se

demostró decreciente. muy pronto empezó a manifestarse una fuerte resistencia vecinal
contra esos comandantes que generalmente apuntaba a obt esa

resistencia cobró renovado vigor y se generalizó a partir de la primera crisis del régimen directorial en abril de 1815
que fue precipitada por la sublevación del Ejército de Observación
sobre Santa Fe y sus milicias auxiliares a través de un pronunciamiento por el cual

esa fuerza se denominó a sí misma como «Exercito Auxiliador de Buenos-Ayres y Protector


de su Campaña». ener que fuera designado un

vecino de cada partido y el Alcalde de Hermandad. El nudo del problema para el gobierno directorial estaba en que

solo podía contar para afi rmarse en la campaña bonaerense con las milicias. Para afrontar este dilema el gobierno
directorial intentó
avanzar hacia una mayor subordinación de esas milicias designando ofi ciales veteranos

al mando de la mayor parte de los regimientos de milicias y guarniciones de frontera19

pero el mantenimiento del orden social rural seguía dependiendo de las milicias y los

jueces territoriales. Esta situación derivó en un conjunto de contradicciones que permiten

entender mejor la violencia creciente que comenzó a imperar en el mundo social rural. Un eje claro de tensión y
confl icto se entabló en torno al reclutamiento para los cuer

pos
veteranos, la clasifi cación de la población rural y la consiguiente persecución de los

«vagos» y desertores

Pero, era la presencia de las partidas militares reclutadoras,

que no respetaban esas clasifi caciones ni aun el alistamiento en las milicias, las que pro

ducían
los mayores confl ictos.21 Así lo advertía el propio Comandante General de Campa

21

ña
quien se quejaba airadamente de «los excesos y violencias q.e en estos últimos tpos se

han cometido y cometen contra individuos habitantes de la CampO.

El resultado parece haber sido un incre

mento
notable del número de desertores desde fi nes de 1816: el mismo Comandante

General de Campaña temía que «los Desertores, vagos y mal entretenidos que la infestan,

q.e son capaces alg.n día de envolvernos en los desastres, miserias y fatalidades.

En el resto, esos confl ictos adoptaron tres

formas principales: la rivalidad entre jefes veteranos y ofi cialidad y tropa miliciana, el
antagonismo entre comandantes militares y jueces territoriales y la pretensión de grupos

de vecinos de intervenir en la designación de los comandantes. un confl icto cada vez más intenso se entabló por las
difi cultades gubernamenta

les
para dotar de armamento a las compañías milicianas, las cuales motivaron abiertos

episodios de indisciplina y negativas a prestar servicio, una situación que parece haber

sido particularmente grave en las guarniciones de frontera. Y, a la escasez de armamento se sumaba la

falta de pago de las remuneraciones y aun la entrega de raciones. de todas las prácticas disciplinarias, la que parece
haber con

citado
mayor rechazo eran los castigos corporales, un medio de coerción que entraba en

una zona gris, de legalidad dudosa y cuya utilización tornaba difusa las diferencias entre el

servicio militar en unidades de línea y en las milicias. El rechazo a la imposición de

castigos corporales a los milicianos fue tan intenso y generalizado que se manifestó también

cuando fue reorganizado el Regimiento de Blandengues de la Frontera a fi nes de 1816 que,

aun cuando estaba dispuesto que fuera veterano, ofreció múltiples episodios de abierta re

sistencia
a la disciplina militar: Sin embargo, los castigos corporales no eran los únicos «agravios» que alegaban los

milicianos. Otro fue reiteradamente denunciado como práctica habitual de los coman

dantes
militares y, especialmente en los puntos de frontera: la reiterada violación de la

rotación mensual de las compañías en servicio activo36 y su pretensión de ejercer autori

dad
sobre los milicianos cuando ya habían sido licenciados. las evidencias que

suministran los sumarios ayudan a construir una imagen más realista y confl ictiva del

servicio y menos tributaria de sus discursos de legitimación. La razón básica de antagonismo entre comandantes
militares de los pueblos y grupos

vecinales era el uso que hacían de medios coercitivos para movilizar recursos materiales

de vecinos y pobladores y, en ocasiones, también fuerza de trabajo. Obviamente, ese uso

era más discrecional y coercitivo en aquellos puntos fronterizos donde los comandantes

ejercían la plenitud del «gobierno político y militar» local, ante la ausencia de jueces te

rritoriales,
como sucedía por ejemplo en la Comandancia de Patagones o en la Guardia

de Rojas
En cambio, donde esas fi guras institucionales imperaban, el confl icto solía

40

presentarse entre los comandantes militares y los vecinos encabezados, generalmente, por

el alcalde territorial y el cura párroco. partir de octubre de 1817 el

gobierno dispuso que el mantenimiento de las guarniciones de frontera estaría a cargo de

sus vecinos. los vecinos de la frontera debían cumplir con

una doble imposición: rotar mensualmente en el servicio de la guarnición y al mismo

tiempo prestar los auxilios para su sostenimiento, una doble imposición que tornaba muy

resistidas las excepciones y particularmente la de los «europeos» que estaban expresa

mente
exceptuados del servicio. En términos de Scott, la deserción se nos presenta como una forma de

resistencia de los subalternos que, más allá de las intenciones y motivaciones particulares

de los individuos que tomaban este camino, tendía a erosionar el dispositivo de coerción

y las relaciones de autoridad.

Conclusión

Si estamos en lo cierto, los años del gobierno directorial supusieron una sustancial inten

sifi
cación de los usos de la violencia en la campaña bonaerense por parte del estado pero

también la coyuntura histórica en la cual el bandolerismo se transformó en un fenómeno

generalizado en gran medida por la multiplicación de las deserciones primero y luego por

la dispersión de sus tropas.

Puede advertirse también que en esa campaña la crisis del orden directorial precedió a su colapso en febrero de
1820 y en buena medida explica su

incapacidad para enfrentar las escasas fuerzas del ejército federal que irrumpieron en te

rritorio
bonaerense. A partir de entonces se abrió en la campaña una crisis general de

autoridad pues todo el dispositivo de coerción, que tan difi cultosamente se había ido

construyendo, colapsó. el ejército de línea prácticamente se desintegró, muchas de sus unidades

se fragmentaron, gran parte de sus efectivos abandonaron las fi las o se integraron a for

maciones
milicianas.
Caudillo e instituciones en el Río de la Plata. El caso de Santa Fe

entre 1819 y 1838. Sônia Tedeschi

NTRODUCCION

pretende aportar nuevas

evidencias para el análisis del fenómeno del caudillismo contenido en la experiencia formativa de los

Estados provinciales rioplatenses, durante la primera mitad del siglo XIX. estos Estados en su evolución alcanzaron
distinto

grado de “estatidad. El propósito de este trabajo es una

aproximación al caso de Santa Fe como realidad epocal alternativa desde ese concepto, examinando

la constitución de una esfera político-institucional local bajo un régimen de caudillo. Para esta investigación
estableceremos una periodización entre 1819 y 1838, años en

los cuales Santa Fe fue gobernada por Estanislao López, caudillo de gran influencia en el Litoral

rioplatense. Dentro de ella distinguiremos dos etapas en la conformación de una esfera político

institucional
local. El primer tramo desde 1819 a 1832

en que conviven de manera simultánea el

Cabildo, la Junta de Representantes y el Gobernador.

Desde 1833 a 1838, año de la muerte de

López, el segundo tramo en el que la institución capitular ha sido disuelta por una Ley de la Junta en

acuerdo con el Gobernador, los que continúan en la administración de la provincia.

1. DE LA DEPENDENCIA INTENDENCIAL A LA AUTONOMÍA

A fines del siglo XVIII, la política reformista de los Borbones implantó el régimen de

Intendencias que reestructuraba la administración colonial en el territorio del Virreinato del Río de la

Plata, tratando de ejercer un mayor control administrativo y fiscal. La ciudad de Santa Fe quedó

subordinada a la Intendencia de Buenos Aires, debiendo aceptar autoridades designadas en dicha

capital como los Tenientes de Gobernador, Oficiales de Real Hacienda y otros funcionarios. La

resistencia local a esta dependencia se manifestó en desobediencias a varias de las órdenes

impartidas y particularmente, en peticiones reiteradas para elegir gobernantes “nativos” o “vecinos” de

Santa Fe en los principales cargos.

La quiebra del orden colonial y la revolución de 1810. Buenos Aires encabezó


la tendencia centralista, defendiendo sus antecedentes de capital virreinal; la tendencia opositora

liderada por José Artigas desde la Banda Oriental, resumió el carácter autonomista de los pueblos

que, sin embargo, aspiraban a unirse en un sistema confederativo.

Enmarcada en este profundo

proceso de cambio, la dependencia de Santa Fe

se prolongó por las ventajas que su posición

estratégica le reportaba a Buenos Aires. Las quejas del vecindario reavivaron el malestar. Finalmente,

en marzo de 1815 el Teniente de Gobernador Díaz Vélez y su tropa fueron expulsados de la ciudad

con el auxilio de tropas artiguistas. Santa Fe declaró su autonomía, el vecino santafesino Francisco

Candioti fue nombrado Gobernador y el Cabildo reconoció a José Artigas como Protector de los

Pueblos Libres. La unión de Santa Fe a la Liga en 1815 le significó un largo período de influencia del

caudillo oriental. Los intentos de reconquista de Buenos Aires fueron rechazados. En 1816, Mariano

Vera fue nombrado en el cargo de Gobernador pero una revolución impulsada desde el Cabildo

terminó con su reemplazo por el Teniente Coronel Estanislao López en julio de 1818. Un año más

tarde, López legitimó su puesto a través de elecciones indirectas e inmediatamente dictó un Estatuto

Provisorio. Si bien rudimentario, se constituyó en primera constitución provincial y marcó pautas a

seguir en cuestiones referidas al culto religioso, las condiciones de ciudadanía, organización del

gobierno, la hacienda pública, la justicia, la seguridad individual. Hacia 1819, Buenos Aires se propuso quebrar la
resistencia del bloque cohesionado

todavía por un debilitado artiguismo y staurar su dominio sobre Santa Fe. Con ese

motivo incursionó con sus ejércitos generando violentos enfrentamientos en la región. Finalmente, la

larga disputa entre los caudillos del litoral y el gobierno central, de intensidad creciente en los últimos

años de la década del ´10, se dirimió el 1o. de febrero de 1820 en la batalla de Cepeda en favor de

los primeros, Estanislao López de Santa Fe y Francisco Ramírez de Entre Ríos. El triunfo trajo como

consecuencia, por un lado la disolución del Congreso Constituyente, a la sazón sesionando en

Buenos Aires y por otro lado, la caída del Directorio. Los hechos mencionados provocaron una crisis del poder
político en el Río de la

Plata. Tras ello, desapareció la base de organización intendencial existente y en cada una de

las provincias se dió paso a una nueva forma de identidad política: el estado provincial

organizado desde el núcleo de cada ciudad del antiguo virreinato y su dominio rural y

asumido como soberano e independiente. La mayoría de estos estados dictaron su constitución


tratando de formalizar sus aspiraciones de soberanía. Textos constitucionales y otros

documentos muestran que sus facultades abarcaban campos diversos como justicia, finanzas

públicas, comercio exterior, defensa, relaciones interprovinciales, amonedación, regulación de

pesas y medidas, patronato, enseñanza. Así el Pacto de

1831, al que adhirieron todas las provincias se convirtió en un vínculo de tipo confederal que

rigió hasta 1853.

2. LOS AJUSTES DE LA CONVIVENCIA . El Gobernador, la Junta de Representantes y el

Cabildo entre 1819 y 1832.

Este autor (Halperin Donghi) asegura que, hacia

1820, la reconstrucción institucional incompleta que se refleja en las distintas situaciones locales es

producto de una difícil transición entre la estructura administrativa española y la de la etapa

independiente; como ejemplo recoge el caso de Santa Fe manifestando que su Estatuto dictado en

1819 mantiene casi intactas las magistraturas heredadas de la colonia. establecía la formación de una Junta o

Representación cuyos integrantes representarían a la ciudad y a los departamentos de campaña.

Ella sería depositaria de la soberanía del pueblo. Su función principal era nombrar a los miembros del

Cabildo por el término de un año y una vez cumplido este objetivo terminaba su ejercicio. Esta Junta apareció
sesionando desde 1819 por

diversos motivos y fue declarada por el gobernador Estanislao López en ejercicio permanente desde

1821. Los asuntos de su convocatoria trascendieron la función electoral participando de asuntos

públicos de diversa importancia. Ya en febrero de 1822, ante la consulta de la Junta de Representantes sobre la

vigencia del Estatuto, el Gobernador consideró que muchos de sus artículos se mantenían

permanentes, otros no correspondían a las circunstancias y otros entraban en contradicción del “bien

general”. Sus medidas fiscales estuvieron siempre sujetas a

reformas fundamentadas básicamente en las vicisitudes de la política interna e interprovincial,

enmarcadas en una época de cambios. El interés de López era destrabar y agilizar las deliberaciones especialmente
en la Junta, lograr

adhesión a las normas y explicar los planes oficiales a fin de obtener en la toma de decisiones “el

sello benéfico de la uniformidad”. La mencionada Resolución junto con los Artículos de Observancia para el Cabildo
dictados por el Gobernador el mismo año constituyen un hito en la formación de una esfera político institucional

local. Entre ellas, le retiraba la capacidad de ejercer el gobierno de la provincia ante la ausencia o

enfermedad del titular. el mismo Gobernador designaría a su reemplazante


en el mando político; en cuanto al mando militar, lo asumiría el Jefe de Armas de mayor graduación. Tanto la
elección personal del sustituto político como la división de mandos en sí, constituyeron

herramientas de mayor control por parte de López. Sumado a esas modificaciones, la

designación de autoridades judiciales sería supervisada por el Gobernador a cuya consideración se

dejaba la posibilidad de impugnación. Finalmente, en un claro avance sobre el cuerpo capitular, se

formulaba un nuevo reglamento de funcionamiento interno. El Gobernadorcaracterizó al Cabildo como “autoridad


inferior que repugna

lo político”.

¿Podríamos vincular ese conjunto de decisiones con la crisis institucional que preludiaba

en Buenos Aires en el año ´20?

Luego del cese del Congreso Constituyente y del Directorio, distintas facciones se

enfrentaron en la antigua capital virreinal a fin de imponer un nuevo orden institucional. El Cabildo, de

gran actividad política abrevada en los años revolucionarios, se perfiló como un espacio decidido a

disputar el poder provincial. Luego de sucesivos conflictos, un decreto del Gobierno provincial del 20

de octubre de 1820 le recortó atribuciones. El proceso concluyó con la supresión del Cabildo de Buenos Aires y el de
Luján -ambos en

jurisdicción bonaearense- en diciembre de 1821. Como contraparte, la Junta de Representantes santafesina fue
acrecentando su

importancia. En 1824, Estanislao López fue reelecto

como Gobernador. Las máximas autoridades del clero secular y regular como las del Cabildo no solo participaron del
acto sino que juraron en los mismos términos,

comprometiéndose a obedecer las deliberaciones de la Junta para el beneficio de la provincia.

Las vías de acceso a los cargos políticos:

Las formas

de acceso a los cargos políticos en Santa Fe En el Estatuto de 1819 quedaron establecidas las formas de elección de
los miembros de las distintas instituciones. Estanislao López fue diseñando, el marco legal para el desarrollo

de los procesos electorales que se cumplieron casi regularmente por lo menos en este primer tramo

de la vida política provincial. La Junta se renovaba en su totalidad cada bienio, por elecciones directas. El Estatuto

había dispuesto dos representantes por cada uno de los cuatro cuarteles en que estaba dividida la

ciudad. La implantación de la

moderna práctica del sufragio necesitó de una red de funcionarios de distinto rango que pusieran en

práctica los mecanismos correspondientes y ejercieran su control. En la ciudad, los comicios eran

presididos por los Alcaldes de Barrio y en el campo, por los Comandantes. Luego de 1833, los Jueces
de Paz reemplazaran a los primeros y generalmente integraran las mesas con los segundos. El

Gobernador supervisaba el proceso electoral, procurando cumplir con las formalidades de un

requisito legal que consideraba indispensable para el acceso a los cargos pero que,

fundamentalmente, conducía a legitimar su poder. La elección directa de Gobernador establecida en

la misma norma no se cumplió; la forma de elección aplicada fue la indirecta cada dos años, siendo la

Junta de Representantes, apenas renovada en su composición y en formación plena, la encargada de

designarlo. En

Santa Fe, después de 1820, dicha elección quedó subordinada estatutariamente a la Junta de

Representantes. En 1828 y coincidiendo con un período de importantes intervenciones políticaslos representantes


se atrevieron a modificar la estructura capitular tradicional unificando algunas

funciones. Los cambios en la representación territorial fueron concretos. La ciudad se consolidó

como centro de poder. En ella residían las máximas autoridades civiles, militares y religiosas; también

se asentaban los principales escuadrones del ejército regular, funcionaba el puerto y aduana y se

desarrollaban las principales actividades económicas, educativas y religiosas.

Los asuntos de competencia institucional

La distribución del poder en la estructura política santafesina mostró distintos matices. En el caso del Gobernador,

el Estatuto le asignaba facultades tales como convocar a la Junta de Representantes cuando lo estimara

conveniente, declarar la guerra y hacer ajustes de paz con bases prescriptas y acuerdo del Cuerpo representativo,

nombrar y remover empleados públicos, fijar sueldos de empleados civiles y militares, conceder indultos sobre

sentencias de pena capital, sentenciar, revocar o confirmar en apelación las causas civiles y criminales. en noviembre
de

1821 los miembros determinaron la necesidad de elegir autoridades -Presidente y Secretario- para

una mejor organización interna. La Junta se reunía cuando debía tratar “asuntos de su ministerio”, teniendo
capacidad de

diferir el análisis de los problemas para futuras sesiones. Entre estos asuntos se contaban: las

elecciones de los miembros del Cabildo, oportunamente la del Gobernador, las de diputados a los

Congresos con asignación de dietas, otorgamiento de credenciales y de instrucciones

compatibilizadas con el Gobernador, recepción de actas electorales de representantes, tomas de

posesión de todos los cargos públicos más los juramentos en los casos correspondientes, tratamiento

de pedidos de renuncia y/o licencia.

Las tradicionales funciones del Cabildo comprendían la administración de justicia y


cárceles, disposición y mantenimiento de bienes públicos, vigilancia y cuidado de las comunicaciones

entre pueblos, instrucción pública, policía sanitaria, edilicia y de costumbres. Sus recursos

económicos provenían del ramo de Propios y de Arbritrios, los que incluían rentas de bienes de la comunidad y
diversas contribuciones sobre productos, operaciones y servicios. La autonomía en estas convocatorias se perdió
después de 1820, con la subordinación

de las formalidades electorales al ámbito del Gobernador. Con la creación de la Junta de

Representantes, se produjo una confusión de jurisdicciones cuya definición concreta fue siempre

diferida, lo que provocó algunos conflictos dentro de esa esfera política local. La cuestión de mayor

gravedad para el Cabildo fue la intervención progresiva y sostenida en los asuntos de su incumbencia

y en sus recursos económicos. Todas sus decisiones quedaron bajo supervisión y aprobación del

Gobernador, quien también controlaba y disponía de sus fondos públicos. El Congreso General Constituyente,
reunido en Buenos Aires desde 1824,

fue lugar de encuentro de las dos tendencias predominantes en la concepción de la forma de

gobierno que debía reunir a todas las provincias. La primera tendencia, logró redactar una constitución, de corte

eminentemente unitario, la que fue aprobada por el Congreso en 1826. Su envío a las provincias para

que se expidieran sobre la misma, tuvo como resultado el rechazo de muchas de ellas. En Santa Fe,

los Representantes se reunieron a considerarla con minuciosidad, incluso fue designada una

comisión para que emitiera un dictamen. Finalmente, la Junta se expidió con un rechazo unánime al

texto constitucional y desconoció expresamente las medidas tomadas por el Congreso especialmente

la Ley de Presidencia, la de Capitalización y la de la creación del Banco Nacional. Además,

impartieron la orden de retiro de los diputados provinciales del Congreso. acordó

proponer la formación de una liga de provincias con intereses políticos coincidentes y la convocatoria

a un Congreso donde se discutiría como base constitucional la federal representativa. Finalmente, en 1828 Santa Fe
se

constituyó en la sede de la Convención Nacional. la Junta fue requerida por el

Gobernador para decidir sobre algunos asuntos internos de importancia como el otorgamiento de

cartas de ciudadanía o el cobro de dietas de diputados. En el plano de las relaciones interprovinciales, la Junta se
constituyó en fuente de las

designaciones oficiales de Diputados a los Congresos en anuencia con el Gobernador. Los acuerdos fueron de
conocimiento del Cuerpo para su ratificación

como el Tratado de Benegas de 1820 o el de Alianza ofensiva y defensiva celebrado con el Cabildo

de Montevideo en 1823, jurisdicción especialmente disputada y con conflictos graves con una

potencia extranjera. También lo fueron para facultar al Gobernador para su ratificación como por
ejemplo, los acuerdos claves de 1829 con Córdoba y con Buenos Aires y el Pacto Federal de 1831. Entre el fin de la
Convención y el año 1831, la Junta se reunió para los “asuntos de su

ministerio”. En cambio, 1832 fue un año para destacar por los importantes asuntos tratados: se afirmó

la posición del Gobernador reiterando sus facultades extraordinarias por un lado y suprimiendo el

Cuerpo Municipal por ley.

HACIA EL PODER SUPREMO DEL CAUDILLO. El Gobernador y la Junta de Representantes entre

1833 y 1838.

La desaparición del Cabildo desde 1833, transformó sustancialmente la esfera políticoinstitucional

Santafesina. López manifestó la necesidad de organizar al interior de la provincia para lo cual había que encarar

profundos cambios. Adujo, en su argumentación ante los Representantes, que el fin del conflicto

bélico entre la Liga del Interior y la Liga del Litoral había creado una situación de relativa tranquilidad

propicia para el desarrollo de dichos planes. Para encarar esta transformación necesitaba contar con

amplios poderes y despejar el camino de los usos “inveterados” convertidos en obstáculos al

sistema. La Junta de Representantes le otorgó nuevamente las facultades extraordinarias y

resolvió por ley la supresión del Cabildo. Es evidente que las instituciones nacidas en el seno de órdenes políticos

opuestos terminaron siendo incompatibles, al punto de forzar la desaparición de una de ellas y no es

casual que sea aquella asociada a un gobierno ya caduco. Con la vigencia de dicho Reglamento a partir de enero de
1833, el

Tribunal de Alzada de la Provincia que había actuado desde 1826 quedó disuelto. López quedó con la

facultad de elegir a todos los Jueces de la provincia por un año al cabo del cual podía decidir su cese

o continuación, luego de evaluar su desempeño. En 1834, Estanislao López pidió una revisión de las cuentas
calificadas como recursos

extraordinarios obtenidos por el Estado a través de distintos acuerdos y tratados. La rendición

comprendía un largo período desde su primer mandato hasta 1831 inclusive. En todo el período analizado, la Junta
dicta 22 leyes mientras que el Gobernador emitió

3 Resoluciones y 92 decretos. El poder del caudillo se vió afirmado por el otorgamiento de facultades extraordinarias
en la década del ´30 y el control

de áreas que antes estaban asignadas básicamente al Cabildo como justicia y policía. Por otra parte, con el fin de la
confrontación entre la Liga del Litoral y la del Interior en

1831, el gobierno santafesino se reconcentró en la Administración interior. La recuperación de la

frontera norte sobre la cual habían avanzado los indígenas del Chaco se constituyó en un asunto

principal. se implementaron varias expediciones punitivas y exterminadoras junto con

una serie de medidas en apoyo al poblamiento y producción de esas tierras.


ALGUNAS CONCLUSIONES:

El estudio de la constitución de una esfera político-institucional local en Santa Fe luego

de 1820 nos muestra un mínimo de organización institucional que, contribuyó a consolidar la primera etapa de la
formación del estado provincial. Este proceso presentó

distintas alternativas en la distribución del poder, sin llegar a una división entre el Ejecutivo, el

Legislativo y el Judicial. La preservación de lo institucional surgió no solo como sostén del régimen

sino de la aspiración autonómica santafesina. La vía electoral que sustentaba la legitimidad de los

cargos fue de relevancia para el funcionamiento de la estructura política. El caudillo controló el

reparto del poder territorial al dar mayor peso representativo a la ciudad, en parte tal vez por los

signos de conflictividad mostrados en algunas oportunidades en la campaña.


GUERRA Y ORDEN SOCIAL

EN LOS ORÍGENES DE LA NACIÓN ARGENTINA, 1810-1880---Eduardo Míguez

la

renovación historiográfica de la segunda mitad del siglo pasado se encargó de mostrar

hasta que punto las consecuencias impensadas de la guerra civil1 demarcaron el derrotero

del proceso revolucionario. El mismo autor había ya señalado la importancia del

proceso de militarización, desencadenado por las Invasiones Inglesas, en la propia revolución,

en tanto que en una obra posterior mostró como la evolución de las finanzas

públicas estuvo signada por los gastos militares en toda la primer mitad del siglo XIX

(Halperin Donghi 1972, 1968, 1982). desde su nacimiento hasta su consolidación como Nación, la guerra fue

una presencia permanente en la evolución de Argentina. Tomemos por caso Buenos Aires. Por ejemplo, los llamados
"levantamientos contra Rosas", protagonizados por

Corrientes, no involucraron directamente a tropas de Buenos Aires, sino a fuerzas de

Corrientes, Entre Ríos y la Banda Oriental, aunque las arcas de Buenos Aires debían

socorrer a sus aliados entrerrianos en sus esfuerzos bélicos. El mismo ayuda a comprobar que a lo largo de esos 71
años, sólo es posible contabilizar

20 de relativa paz. aunque en uno de estos períodos el clima

estuvo dominado por el terror estatal, y en otros dos, la opinión pública conmocionada

por importantes rebeliones contra un poder nacional ya existente. aquí estamos considerando sólo los conflictos
más específicos. en todo este período la frontera con la sociedad Araucana de las pampas fue permanentemente

otro frente de conflicto aunado, y por lo tanto, otro motivo de demanda de

población movilizada militarmente. Una larga tradición historiográfica había

supuesto que la llamada "campaña al desierto" de Rosas de 1833 había abierto un

período de pacificación en la frontera, que se prolongó hasta su caída.

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