Metodologías y métodos.
Panel: La investigación acción participativa
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata,
Buenos Aires, Argentina, 12 y 13 de julio de 2016
Las performances en las metodologías de investigación participativa
Silvia Citro y Equipo de Antropología del Cuerpo y la Performance UBA
Resumen
Esta presentación propone una reflexión sobre los procesos de investigación colaborativa
en el campo de las ciencias sociales y humanas, problematizando especialmente sobre la
inclusión de performances participativas que apena a producir un conocimiento desde los
cuerpos sensibles y en movimiento. Para ello, presentaremos un proceso de investigación
colaborativa realizado entre 2010 y 2014, entre un grupo compuesto mayoritariamente por
mujeres indígenas tobas o qom de Ingeniero Juárez (provincia de Formosa, Argentina) y
antropólogas no indígenas pertenecientes al Equipo de Antropología del cuerpo y la
performance, de la Universidad de Buenos Aires, en torno a las memorias sobre danzas,
músicas y juegos de los qom en el pasado. A partir de la selección de una serie de
experiencias significativas vividas en estos talleres, nuestra intención es debatir las
siguientes hipótesis: a) La realización de performances participativas, promovidas desde
estos espacios colaborativos de revalorización de la diversidad cultural, favorecería la
emergencia y/o actualización de memorias culturales que fueron deslegitimadas en los
procesos de modernidadcolonialidad y que condujeron a la estigmatización e incluso al
abandono de muchas de las prácticas culturales de grupos subalternizados. b) La
aproximación desde estos otros lenguajes no exclusivamente verbales/textuales permite la
emergencia de nuevos sentidos y reflexividades sobre aquello que se investiga y favorece
un mayor acercamiento y conocimiento intersubjetivo entre los participantes de la
experiencia (cuestionando así las habituales fronteras y asimetrías entre conocimientos
académicos y extraacadémicos), a la vez que propicia prácticas de subjetivación capaces
de modificar los posicionamientos socioculturales actuales de los participantes, así como
sus interpretaciones y significaciones en torno al propio pasado.
1. Introducción
Especialmente desde los años 70, se han desarrollado diferentes modalidades de
investigación participativa, colaborativa o de investigaciónacción, cuyo denominador
común es la participación activa de los sujetos investigados en la reflexión de las
problemáticas estudiadas (Fals Borda, 1990; Freire, 1990; Lassiter, 2004). Así, en tanto sea
posible, investigadores y miembros de los grupos coordinan conjuntamente la obtención de
la información y su interpretación, y en algunos casos también, la búsqueda de soluciones
para los problemas que originaron la investigación (Hall, 1982). En este sentido, como ha
señalado Gormley (2003), la investigación participativa facilita la interacción entre
conocimientos académicos y populares, y como también apunta Hall (1982), puede ser
incluso comprendida globalmente como una experiencia educacional, en tanto los
diferentes participantes alcanzan un nivel más alto de compromiso, motivación y
consciencia, al involucrarse en estos procesos.
Estas metodologías tienen ya una importante trayectoria, sobre todo en los estudios
sobre educación, comunicación, medio ambiente, desarrollo, etc., pero han sido menos
practicadas en el campo disciplinar al que pertenezco: el de la antropología sociocultural
que indaga en el rol de las corporalidades y las performances en la vida social. Asimismo,
si bien las investigaciones participativas suelen involucrar distintos métodos o técnicas
(como grupos de discusión, encuestas y entrevistas, autoreflexiones y escrituras en
coautorías, trabajos con registros fotográficos, videos o incluso diversos modos de
expresión plástica), son menos los casos en que incorporan prácticas de movimiento
corporal y exploración sensoperceptiva, como una vía alternativa para la producción
colectiva de conocimiento y la generación de reflexividades.
2. Hacia un saber desde los cuerpos
Dentro de las ciencias sociales y las humanidades , existe ya un nutrido corpus de
autores que han argumentado sobre los modos en que las corporalidades sensibles y en
movimiento son generadoras de reflexividades, saberes y agencias, desde una perspectiva
crítica de los paradigmas dualistas del racionalismo, hegemónicos en la ciencia moderna
occidental. Dentro del campo de la antropología del cuerpo, en especial los trabajos de
Jackson (1983, 1989, 1996) y Csordas (1993, 1994) realizan una crítica al paradigma
textual o representacional y construyen enfoques teóricos alternativos basados en la noción
de serenelmundo de la fenomenología de MerleauPonty (1945) y, en algunos trabajos,
en los conceptos de práctica y hábitus de Bourdieu (1980). Así, por ejemplo, Jackson
(1983) señala que la percepción del cuerpo como signo o símbolo, ha hecho que éste sea
considerado como pasivo e inerte, como un objeto sobre el cual los patrones sociales son
proyectados, descuidándose así su carácter activo y transformador en la práctica social.
También Csordas, con su reflexión sobre los distintos “modos somáticos de atención”
construidos culturalmente, pretende destacar que la atención implica sobre todo "un
compromiso corporal y multisensorial” que usualmente no es reconocido en la definición
psicológica de atención" (1993:138). Estos trabajos han llevado a reflexiones
metodológicas sobre el rol de la corporalidad del propio antropólogo en la investigación.
Una de las primeras menciones sobre el tema surge en la primera compilación de trabajos
antropológicos que tematizan el cuerpo, cuando Blacking señala que “el cuerpo del
antropólogo podía servir como una `herramienta de diagnóstico` y `un modo de
conocimiento´ del cuerpo de los otros” (1977: 7). Posteriormente, actitudes metodológicas
similares pueden apreciarse en la propuesta del “empirismo radical” de Jackson (1989),
cuando destaca que el conocimiento etnográfico se fundamenta en la participación personal
y práctica del etnógrafo en la experiencia de campo; por ello, entre otras cuestiones, el
autor reivindica el conocimiento a través de la participación corporal y de la percepción
desde los cinco sentidos, en tanto la experiencia prerreflexiva del cuerpo no es menos
significativa que la experiencia que proviene de la palabra y la reflexión. Así, nos dice: “la
participación corporal en las tareas prácticas cotidianas fue una técnica creativa, la cual
siempre me ayudó a fundamentar el sentido de una actividad, usando mi cuerpo como otros
lo hacían” (1983: 340). Tiempo después, desde la sociología, Wacquant (2004) plantea la
necesidad de una “participación observante” y una “sociología carnal”, entrenándose él
mismo junto con los boxeadores que tenía intenciones de estudiar. También Ylönen (2003)
y Bizerril (2007) enfatizan en los modos en que el compromiso corporal activo del
etnógrafo en las prácticas de movimiento que estudia contribuye a una mejor comprensión
de las mismas.
Por otra parte, muchos de los estudios socioantropológicos que focalizan en el rol
de la corporalidad, también se vinculan al denominado “giro performativo”. Esto implica
cambiar el foco hacia la manera en que las palabras y los actos, además de representar o
simbolizar determinadas ideas, sentimientos y valores, son fundamentalmente actos
“realizativos”; es decir, producen efectos que se materializan en los sujetos. Uno de los
primeros antecedentes en esta línea es el conocido trabajo de Austin (1988), Como hacer
cosas con palabras, que será continuado críticamente por Derrida y luego por Butler
(1999, 2002), entre los autores más destacados. Desde la perspectiva de esta última autora,
si bien como sujetos sociales estamos atravesados por poderosas matrices hegemónicas que
definen nuestros posicionamientos identitarios (en especial los de sexogénero y
razaetnicidad, pero podríamos también pensar en la clase y otras adscripciones
identitarias), estos posicionamientos se conforman a partir de nuestra capacidad de “citar”,
mediante actos concretos, esas normas hegemónicas. Así, esas matrices son citadas “y
reiteradas, logrando su efecto mediante su naturalización en el contexto de un cuerpo”
(Butler, 1999: 15), y terminan expulsando al campo de lo ininteligible o incluso de lo
abyecto, otras identificaciones posibles. Por eso, desde este enfoque, toda construcción
identitaria es fundamentalmente un proceso de reiteración performativa, aunque
advirtiendo que esa reiteración no está determinada plenamente de antemano, pues en cada
cita o reiteración, podemos producir rearticulaciones, deslizamientos y subversiones
(Butler, 2002: 145).
Paralelamente a estos estudios de la performatividad , desarrollados
fundamentalmente en el campo de la filosofía, el lenguaje y los estudios de género, se fue
generando toda otro conjunto de estudios de la performance, que centraron su atención en
las actuaciones que combinan diferentes expresiones estéticas (corporales, visuales,
sonoras, discursivas) y que se han caracterizado por su carácter interdisciplinar, vinculando
reflexiones provenientes del arte y la antropología. Justamente el antropólogo Víctor
Turner (1992:81), en sus últimos trabajos sugirió que las performances de diferentes
culturas, “ponen de relieve el carácter reflexivo de la agencia humana: a través de sus
actuaciones o también de la participación u observación de performances generadas por
otros, las personas pueden conocerse mejor a ellas mismas y a sus semejantes”. Si bien las
actuaciones de las personas en la vida cotidiana pueden ser pensadas como un tipo de
teatralidad, tal como planteaba Goffman (1970), “los dramas sociales” y “ performances
culturales” serían para Turner (1992: 76) un tipo de “metateatro”, un lenguaje dramatúrgico
que permite reflexionar sobre aquellos roles y estatus de la vida cotidiana. Y de esta
reflexividad metateatral, proviene también su potencial político, pues las performances “no
son simples reflejos o expresiones de cultura o aún de cambio cultural, sino que pueden ser
ellas mismas agentes activos de cambio, representando el ojo por el cual la cultura se ve a
sí misma”, y desde la cual actores creativos pueden “bocetar aquellos ´diseños para vivir´
que creen más aptos o interesantes” (1992:24). En una perspectiva similar, el director
teatral Richard Schechner, quien trabajó con Turner a partir de la indagación y puesta en
escena de materiales etnográficos, señala que los performers , y a veces también los
espectadores, son transformados por medio de la performances, pues éstas proporcionan un
lugar y unos medios para la transformación: “son modos de experimentar, actuar y ratificar
el cambio” (Schechner, 1995: 89). Para el autor, una performance es una “conducta
restaurada” o (1985: 36); sin embargo, “ninguna repetición es básicamente lo que copia,
pues los sistemas están en flujo constante” (2000: 13). Un aspecto que destacan tanto
Schechner como Diana Taylor, es que estas “conductas restauradas o dos veces actuadas”
puedan ser guardadas, transmitidas, manipuladas y transformadas (Schechner 2000: 107).
Para Taylor (2001) las performances operan como “repertorios de memorias corporizadas”
–expresadas en gestos, palabras, movimientos, danzas, cantos– que permiten acumular y
transmitir conocimiento; en consecuencia, “operan como actos vitales de transferencia,
transmitiendo saber social, memoria, y sentido de identidad [...], reproducen y transforman
los códigos heredados, extrayendo o transformando imágenes culturales comunes de un
«archivo» colectivo”.
Finalmente, queremos agregar que este conjunto de problemáticas en torno al
cuerpo y la performance, han sido objeto de nuestras propias reflexiones, primero a nivel
individual, con las investigaciones que iniciamos en 1997 sobre los usos del cuerpo de los
jóvenes en los recitales de rock, y posteriormente con grupos indígenas tobas y mocovíes;
y que fueron expuestas en diversos artículos y libros (Citro, 1997, 2009). Luego, a partir de
2004, estas preocupaciones y temáticas fueron profundizadas en trabajos colectivos, que
emprendimos con el Equipo de Antropología del Cuerpo y la Performance de la UBA,
cuando etnografiamos y analizamos prácticas corporales vinculadas a distintas tradiciones
culturales: indígenas y afrodescendientes, así como a reapropiaciones de “técnicas
orientales” practicadas en la región. Parte de estas investigaciones, fueron publicadas en
dos compilaciones del Equipo (Citro, 2010; Citro y Aschieri, 2012), en las que también
participaron algunos autores invitados nacionales y extranjeros. Finalmente, integramos
nuestro trabajo en el marco de la Red de Antropología de y desde los Cuerpos, que
impulsamos junto con otros colegas latinoamericanos en 2012, y con quienes también
publicamos recientemente otro compilación (Citro, Bizerril y Mennelli, 2015).
Ahora bien, como puede apreciarse, todas estas investigaciones sobre los cuerpos se
plasmaron principalmente en artículos y libros, así como en ponencias y clases en la
universidad. A pesar de esta ya extensa y nutrida tradición de estudios que argumenta sobre
los vínculos entre cuerpo, conocimiento y agencia, en las prácticas académicas concretas
de investigación, divulgación y docencia, la diversidad de posturas, gestos, movimientos
corporales y emociones suele reducirse aún a la preeminencia de una postura (sentada), dos
sentidos (oídovista) y al lenguaje de la palabra, oral y escrita, sobre todo en sus
modalidades expositivas. En trabajos más recientes de nuestro Equipo (Citro y equipo,
2014), señalamos cómo estas exclusiones e invisibilizaciones de las potencialidades
sensiblescorporales en el campo académico, son herederas no sólo del pensamiento
dualista del racionalismo y los disciplinamientos biopolíticos de la modernidad occidental
(Foucault, 1970), sino también del régimen geopolítico más amplio que lo sustentó: el de la
colonialidad, que en nuestro continente invisibilizó las epistemes propias de los saberes de
los pueblos originarios, afroamericanos y mestizos (Mignolo, 2005; Dussel, 2000; Quijano,
2000). Justamente gran parte de las investigaciones de nuestros Equipo, se centraron en
etnografiar esos otros modos de saberhacer provenientes de esta amplia diversidad de
tradiciones culturales que suelen denominarse “no occidentales”, y que aunque cada vez
más se hallan atravesadas por las prácticas propias de la modernidad/posmodernidad
occidental (sobre todo por el omnipresente capitalismo), no se encuentran totalmente
subsumidas a ellas y poseen ciertas cualidades distintivas. Entre estas cualidades, nos ha
interesado retomar: la continuidad de concepciones más holísticas que conciben a la
persona sentipensante en relación al mundo naturalhumano e incluso no humano; la
tendencia a practicar modos de conocimiento que no escinden las teorías de las prácticas, la
razón de la emoción, el pensamiento del movimiento, y que involucran a los distintos
sentidos (gusto, olfato, tacto, vista y oído, cenestesia) junto con la gestualidad y el
movimiento corporal.
En suma, fue a partir de estas diversas teorías y experiencias, que comenzamos a
cuestionarnos los modos concretos en que utilizamos nuestros cuerpos en la producción y
transmisión de conocimientos en las prácticas académicas y a explorar otras metodologías
posibles. Así, intentamos articular estos distintos modos de saberhacer: aquellos que
promueven una reflexividad teóricoconceptual, basada principalmente en la lectoescritura
y la oralidad propia de las ciencias sociales y humanas, con aquellos que potencian una
reflexividad más corporizada, basada en distintas metodologías participativas de
“performanceinvestigación” que ensayamos en nuestras etnografías, pero también en
nuestras clases en la universidad y congresos. Así, esta noción de
performanceinvestigación refiere a una diversidad de prácticas que se caracterizan por
explorar la articulación de las dimensiones sensoriales, afectivas y reflexivas de la
experiencia, a través de palabras pero también y fundamentalmente de la diversidad de
gestos, posturas, movimientos y sonoridades de los que es capaz nuestro cuerpo, y que
están especialmente diseñadas para generar procesos de indagacióncreación transmisión
de saberes en sus participantes. Como enseguida podrán apreciar, estas experiencias
recurren muchas veces a los lenguajes de las artes performáticas (musicales, teatrales,
dancísticas) y visuales (fotografía, video, pinturas, escenografías), para indagar en los
modos en que éstos lenguajes permiten la transposición de temas y conceptualizaciones
provenientes de las investigaciones en ciencias sociales y humanas. No obstante, aquí la
transposición no es entendida solo como una traducción, o como un desplazamiento de
ciertos contenidos de una obra a otro soporte y lenguaje estéticos que, por ejemplo, facilite
su transmisión en procesos de enseñanzaaprendizaje o su divulgación más allá de los
ámbitos académicos, sino fundamentalmente como una metodología de investigación en sí
misma, capaz de producir relecturas, aperturas e incluso interpelaciones de esos
temasconceptos”. En este sentido, retomando una de las apreciaciones de LèviStrauss
sobre las mitologías amerindias, diríamos que esta metodología es también un modo de
indagar cómo “lo sensible nos conduce a lo inteligible…”, pero ya no solamente desde los
símbolos poéticos de un discurso, sino también de su realización en gesto y movimientos.
Ahora bien, la pregunta teóricopráctica que nos hacemos luego de atravesar estas
experiencias, es: ¿qué nos aportan estos otros modos de saberhacer, estas otras
reflexividades más corporizadas, a nuestras metodologías de investigación, prácticas
docentes y de divulgación? Nuestras provisorias respuestas, son hipótesis que aún estamos
investigando. En términos epistemológicos, promueven una diversificación y ampliación
de las formas de conocimiento y reflexividad, al profundizar en los distintos modos
sensoperceptivos y afectivos inherentes a todo proceso cognoscente, pero que han tendido
a invisibilizarse en los formatos académicos tradicionales; y en términos políticos,
favorecen la emergencia de modalidades participativas que involucran relaciones más
simétricas así como un mayor grado de agencia individual y colectiva. Y me atrevería a
agregar una tercera cualidad, estas formas de conocer suelen convocar más fácilmente las
“pasiones alegres”, las cuales son fundamentales para despertar y fortalecer el deseo por el
saber, pero también para articular procesos de empoderamiento y resistencia política
colectiva.
3. Los talleres sobre Danza y Memoria en el Barrio Toba de Ing. Juárez
En primer lugar, queremos aclarar que esta experiencia desarrollada entre 2010 y
2014, se constituyó en un proceso de trabajo complejo, en el que fueron intervinieron
diferentes agentes sociales comunitarios, con distintos intereses y demandas, que nos
fueron llevando a modificar y reinventar nuestras estrategias en el devenir de la
investigación participativa. El proceso se inició en 2010, cuando una de las antropólogas
de nuestro Equipo (Lucrecia Greco), fue convocada junto con otra antropóloga (Luna de la
Cruz) por la ONG Gran Chaco, de Ingeniero Juárez, Formosa. Esta ONG venía trabajando
con una Asociación de mujeres artesanas tobas o qom, y según nos informaron, estas
mujeres les habían pedido realizar “algún tipo de actividad corporal”, por lo cual la ONG
invitaba a ambas antropólogas, que contaban con experiencias en diferentes danzas, a
conocer a las comunidades y evaluar la posibilidad de proyectar algún “trabajo corporal”
con las mujeres tobas. Así, al conocer a Susana Segundo, mujer toba entonces presidenta
de la Asociación, ella nos manifestó que las mujeres “querían tener sus danzas”, de la
“cultura”, como tenían las wichí (otro grupo indígena de la zona), para mostrarlas en el
“Festival del Petróleo”; esto es un Festival anual provincial, que se realiza en Ingeniero
Juárez, donde, entre otras cosas, diversos grupos locales presentan performances ante un
público mayoritariamente criollo.
A fines de 2010, acordamos con Susana iniciar el primer taller sobre “danza y
memoria” en el barrio Barrio Toba de Ingeniero Juárez. Nuestra intención entonces fue
apuntar a producir lo que algunos autores definen como una “investigación comunitaria”,
en tanto se “parte de una preocupación del grupo humano que convoca al investigador a
que se hallen alternativas y salidas al fenómeno que se espera abordar. El abordaje…. se
hace desde el grupo mismo, estando el investigador inserto en él y participando, a la vez,
del desarrollo de la investigación” (De la cruz, citado en Gómez, 2000). En esta primera
experiencia, se trabajó con las mujeres adultas artesanas, mirando fotos y proyectando
1
videos producidos por los antropólogos que trabajamos en la zona , sobre músicas y danzas
de diferentes rituales pasados y presentes, y luego, a través de las charlas y también de la
expresión p lástica sobre esas expresiones.
1
Uno de los documentales que vimos fue “ÑamaqtaGa ca César (Visitando a César)”, donde se muestra a
César, músico qom del este, tocando el violín o nvike. Es la historia del encuentro entre dos músicos Qom,
Romualdo Diarte (30 años) y Cesar González (75 años) en la comunidad de Mala, San Carlos, Formosa
(Disponible para su visualización en: https://vimeo.com/5232075 ); otro fue “Potai Napokna, Colonia La
Primavera” de Romualdo Diarte, Juan Carlos Caballero, Clara Sarraute y Soledad Torres Agüero (disponible
en https://vimeo.com/5232705 ), Ambos cortometrajes son producto de un taller de video realizado en el
barrio Nam Qom, a 10 Km. de la ciudad de Formosa, para introducir a un grupo de jóvenes maestros
aborígenes tobas en el uso del video como una herramienta de documentación, investigación y transmisión
sobre las propias expresiones artístico culturales con el fin de producir un material audiovisual didáctico y
de difusión para las escuelas y la comunidad. Finalmente, también visualizamos “Cuerpos Significantes.
Travesías de una etnografía dialéctica” de Silvia Citro y Soledad Torres Agüero (disponible en
https://vimeo.com/12476163 ), basado en egistros audiovisuales de Citro en comunidades tobas del este, entre
19982003.
A través de los comentarios y dibujos, notamos que la mayoría de las mujeres sólo
conocían algunos rasgos generales de las danzas del pasado, sobre todo a partir de relatos
de los ancianos, y con excepción del caso de Susana, el resto solían atribuirles sentidos
bastante negativos, relacionados a estas danzas se practicaban en el pasado previo a la
conversión cristiana. Así, por ejemplo, una de ellas, Cecilia, nos decía: “no hay más
(danzas), porque es malo, no se baila más porque es malo”, del tiempo en que “no conocían
a Dios”; y otra, Olga, aclaraba que no se practicaban más porque “los misioneros
[anglicanos] lo prohibieron”. Precisamente, una de las danzas más recordadas del pasado
era el nomi , un cantodanzas circular que solían bailar los jóvenes y se asociaba al cortejo
amoroso y las relaciones sexuales, por lo cual había sido especialmente criticado y
prohibido por los misioneros blancos que llegaron a la zona, tanto anglicanos, como luego
por los evangélicopentecostales.
Posteriormente a estos primeros encuentros, un grupo de jóvenes del Barrio, en su
mayor parte estudiantes secundarias, también se interesaron por el taller, y se sumaron
otras dos jornadas de trabajo con ellas. En este caso, además de la expresión plástica, sí se
pudo incluir el trabajo corporal, principalmente a partir de las descripciones que
conocíamos del nomí. Junto con ellas realizamos algunos pasos evocando estas danzas
antiguas y también improvisando nuevas variaciones. Si bien estas y otras manifestaciones
dancísticomusicales aparecían como fenómenos del pasado, eran valorizadas
positivamente por las jóvenes, como parte de la propia “cultura”.
Así, con este grupo analizamos los dibujos realizados tanto por ellas como por las
adultas y comenzamos a pensar los modos en que la misma historia podía ser contada
desde diversas “versiones”. Pudimos apreciar entonces cómo en el discurso de las jóvenes,
el término “cultura” comenzaba a transformarse, adquiriendo un valor más positivo en
relación a las propias danzas, como parte de un proceso social más amplio de
reivindicación, relacionado a las luchas indígenas, la presencia de las ONGs y de
investigadores, a la educación intercultural bilingüe y al contexto mayor de las ambiguas
políticas multiculturalistas de las últimas décadas (Gómez, Greco y Torres Agüero, 2013).
Finalmente, les propusimos a ambos grupos que continuaran indagando en su comunidad
en torno a las danzas, para conocer si existían otras versiones y relatos y poder encarar a
futuro la realización de coreografías en base a estas investigaciones.
En el año 2011, retornamos a Formosa para continuar los talleres, en ese caso se
sumaron Mariana Gómez y Soledad Torres Agüero, dedicada especialmente a la filmación
del video. En este segundo taller, continuamos trabajando con el grupo de jóvenes
estudiantes mujeres, y se sumó esta vez un joven qom , Epifanio Fernández, que participaba
de un grupo folklórico local y que en los encuentros nos mostró las danzas “antiguas”, en
la versión que le enseñó su abuelo. Asimismo, en cada encuentro se fueron sumando otros
participantes: por un lado, algunas artesanas del taller anterior, con quienes pudimos
realizar un encuentro de trabajo corporal basado en actividades cotidianas, pero no en las
danzas, que seguían siendo resistidas; por otra parte, se sumaron tres maestros bilingües, de
la denominada “modalidad aborigen”, Amanda García, Gerson Ortiz y Ramón Gonzáles.
2
Con todos los grupos trabajamos a partir de la visualización de filmaciones y fotos
así como en la lectura y discusión de textos de distintos investigadores, pero como nos
venía sucediendo, solo logramos profundizar en el trabajo corporal con las jóvenes y con
Epifanio. A continuación, quisiera mostrarles el video de estos talleres de 2011, donde
puede apreciarse la participación de estos diferentes grupos y sus distintas actitudes
corporales.
Video disponible en: h
ttps://vimeo.com/33696885 ,
Finalmente, quisiera contarles que a partir de los dos últimos viajes, en 2013 y
2014, y luego de varias convocatorias, acordamos conjuntamente continuar el trabajo sólo
con los maestros que habían participado en los talleres y con otros nuevos que quisieron
sumarse. Esta decisión se fundamentó, por un lado, en ellos fueron los más interesados en
continuar la investigación, y por otro, en que Susana, que era nuestro principal contacto
con la asociación de artesanas y con las jóvenes estudiantes, cuando retornamos en 2013 se
hallaba en plena campaña política para disputar la representación de los tobas en el
Instituto de Comunidades Indígenas de la provincia, y además, por este y otros motivos,
2
En ese taller también se proyectó la película “Tras los Senderos Indios del Río Pilcomayo”, un documental
sueco realizado con pilagás de la región en 1920. En esta película se presentan a modo de “documental
etnográfico” (Gustavsson y Giordano, 2012) imágenes de la vida cotidiana de los pilagás, entre ellas, las
danzas en ronda.
estaba en conflicto con algunas personas de la Asociación y la ONG. Así, frente a esta
coyuntura política tensa, decidimos solicitar el espacio de la escuela primaria del Barrio,
para continuar allí el trabajo con los maestros tobas interesados. Con este grupo, pudimos
combinar el trabajo con videos, fotos y textos, y también el trabajo corporal sobre los
diferentes géneros musicales, dancísticos y juegos. No obstante, en estos encuentros de
trabajo corporal, que por cuestiones organizativas fueron realizados a contra horario de la
escuela, solo participaron las maestras mujeres y los niños.
4. Re lexiones Finales
A partir de este proceso específico con la comunidad toba de Ingeniero Juárez,
queremos señalar algunas reflexiones más generales sobre los procesos de investigación
participativa, así como de las potencialidades y límites de metodologías que incorporan
performances. Un primer elemento a destacar, es que como ha señalado Gómez, “la
significación e importancia de los “problemas” que requerirían una investigaciónacción,
no es homogéneo”, ni al interior del grupo con el que se trabaja ni entre los investigadores
convocados, por eso “hay que estar atentos a cómo se visualiza un problema y a cuáles son
los “problemas” en los que sí se está demandando una acción…” Un segundo elemento que
queremos mencioanr, es que como plantea Fogel (citado en Gómez, 2000), “existe una
gran diferencia entre trabajar con movimientos sociales que se movilizan en la prosecución
del interés colectivo, a través de organizaciones propias con alguna permanencia,
formulando demandas al estado y/o otros actores sociales y en donde el objetivo se
concentra en el autoanálisis de los miembros, y trabajar con grupos locales, más pequeños,
que se identifican de formas más ambiguas o complejas”, como es en este caso una
conflictiva historia étnica en común. En estos procesos, puede suceder que “la definición
de los objetivos así como los modos de relación de coinvestigación, por momentos
resulten más confusos” o vayan transformándose, por las diferencias de expectativas
(Gómez, 2000). Tal es lo que sucedió en nuestra investigación en Ingeniero Juárez, donde
las diferentes expectativas de los miembros de esta comunidad y los problemáticas que le
interesaba abordar, se manifestaron a partir de la intersección entre las distintas edades,
géneros y también trayectorias laborales. Así, vimos que la demanda inicial por recuperar
las propias danzas, para mostrarlas en un festival criollo, provino de la coordinadora de un
grupo de artesanas que se hallaba en pleno proceso de construcción de su liderazgo
político. Sin embargo, esta demanda no parecía contar con el total consenso, las ganas o las
posibilidades efectivas de su grupo, pues estas mujeres adultas artesanas, por su historia
religiosa y probablemente también por su mayor replegamiento en el ámbito doméstico, se
veían más inhibidas de prácticas sus danzas antiguas así como también nuevos
movimientos corporales. En cuanto a las jóvenes estudiantes, inicialmente fueron las que
más se interesaron en participar de las performances del taller, pero en ningún momento se
manifestaron interesadas en mostrar esas danzas frente a un público criollo, como pretendía
Susana, razón por la cual no continuaron participando al año siguiente. Así, puede verse
cómo el proceso de investigación fue mutando en cada viaje, y finalmente, devino en un
libro y audiovisual colectivo, orientado fundamentalmente a la enseñanza intercultural, en
tanto fueron las y los maestros los que terminaron instalando claramente esa nueva
demanda: la necesidad de contar con un material pedagógico que les permitiera conocer
mejor y poder enseñar estos temas en la escuela. No obstante, fueron solo las mujeres
adultas maestras, bajo ciertas condiciones como el mayor conocimiento del grupo y la no
presencia de hombres, las únicas que se animaron “a sacar” esas danzas que como nos
decía Amanda, “tenían bien guardadas” y que querían conocer mejor como parte de su rol
profesional docente.
En suma, frente a estos complejos procesos de investigaciones participativas en los
que se manifiesta una diversidad de intereses y problemáticas, los investigadores externos
debemos estar lo suficientemente abiertos y flexibles a ser también “intervenidos” por las
distintas demandas y posibilidades del grupo, readaptando nuestras estrategias de trabajo,
ya sea a través de las palabras, las imágenes o los movimientos corporales. Finalmente,
especialmente el caso de las maestras, nos muestra cómo la realización de performances
participativas en estos espacios colaborativos de revalorización de la diversidad cultural,
puede favorecer la emergencia y/o actualización de memorias culturales que fueron
deslegitimadas. Así, la aproximación desde estos otros lenguajes no exclusivamente
verbales/textuales, permiten que surjan nuevos sentidos y reflexividades sobre aquello que
se investiga y favorecen un mayor acercamiento y simetría entre los participantes.
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