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EL PERDÓN: LA MEJOR TERAPIA

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MIGUEL LUCAS

El perdón: la mejor terapia

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INTRODUCCIÓN

La falta de perdón es la causa de la mayor parte de los problemas en la vida.


El perdón garantiza la paz, nos libera del poder que las actividades de los
demás poseen sobre nosotros, y nos despierta para la bondad y el amor.
Perdonar es complicado porque no siempre somos conscientes de toda la rabia
y la amargura que guardamos en el corazón.
A veces, no perdonamos porque no sabemos cómo hacerlo y porque no nos
perdonamos.
Perdonamos por un acto de nuestra voluntad, no necesariamente por nuestros
sentimientos.
¡Cuántas veces vivimos con rabia o resentimiento, por no saber que son
emociones poderosas que consumen nuestras energías!
Por eso, hay que estar en contacto con nuestros sentimientos. Es la manera
de volvernos abiertos y libres, de ser nosotros mismos.

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TOMAR CONCIENCIA DE NUESTROS

SENTIMIENTOS

Los sentimientos son la manera de percibirnos. Son la reacción al mundo que


nos circunda. Cada uno de nosotros obra conforme a los sentimientos que tiene.
Por eso, comprender nuestros sentimientos es comprender la reacción ante el
mundo que nos rodea.
Los sentimientos están ahí: la rabia, el resentimiento, la culpa, la ansiedad, el
fracaso, la depresión, el miedo...
Debemos reconocer, aceptar y manifestar nuestros sentimientos. No podemos
negarlos, reprimirlos o racionalizarlos. Así por ejemplo, el hijo dice a su madre:
¿usted se siente mal? La madre lo niega, pero está con un fuerte dolor de cabe-
za. Alguien es ofendido y se reprime, no reacciona.
O también, se buscan disculpas o defensas para justificar el modo de
proceder.
Debemos reconocer que los sentimientos están en nosotros, que no somos
perfectos, que somos vulnerables, limitados, humanos, y podemos fallar.
Para eso, es nesesario tener humildad.
Los sentimientos no pueden ser controlados, pero sí podemos controlar su
reacción. Así por ejemplo, puedo ser ofendido por alguien y sentir rabia o
resentimiento. Sin embargo, puedo reaccionar a ese sentimiento con el perdón.
Pues el perdón no es un sentimiento, es una decisión.

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¿CUÁL ES LA PRIMERA ACTITUD QUE DEBEMOS

TOMAR FRENTE A LOS SENTIMIENTOS?

Tenemos que aprender la manera de descargar: el fracaso, la ansiedad, la


rabia, el resentimiento, la culpa, la depresión y el miedo.
El primer paso para descargar los sentimientos es ser honestos con ellos, lo
que significa declarar la verdad, sin disculpas o defensas, sin fingimientos o
restricciones. O sea, hay que reconocerlos, aceptarlos.
El segundo paso para descargar los sentimientos es manifestarlos
abiertamente, colocarlos hacia fuera.
Esas emociones, muchas veces, permanecen ocultas, y aunque estén
amortiguadas o ardiendo en la superficie, en cuanto no sean totalmente cura-
das, perjudicarán nuestra capacidad de ser felices, de tener relaciones sa-
ludables y satisfacciones.
Anestesiar o negar, por ejemplo, nuestro dolor y rabia con drogas, alcohol,
trabajo, no nos libra de ellos.

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EFECTOS NEGATIVOS DEL DOLOR O DE LA

RABIA

Ciertos sentimientos de rabia están reprimidos, escondidos o negados, desde


la infancia, adolescencia o juventud hasta hoy.
A veces, esos sentimientos crónicos se somatizan y encuentran un lugar en el
cuerpo. Ellos pueden manifestarse en forma de dolores de cabeza crónicos,
problemas estomacales, dolores de espalda, etc.
Recuerdo que un compañero me decía que todos los días, a una cierta hora ,
sentía dolor de cabeza. Le recomendé que recordara desde qué edad empezó a
sufrir ese dolor y qué le aconteció en aquella ocasión. Recordó que a los 7 años
su padre lo había castigado, lo que le pareció ser un castigo injusto. Ahora
reconocía el posible motivo del castigo, perdonó a su padre y el dolor de cabeza
desapareció, porque liberó la rabia.
Cuando la rabia no es liberada, ella también acostumbra a manifestarse en
forma de miedo, aislamiento, furia, depresión, comportamientos agresivos, inha-
bilidad para ser eficiente en el mundo e incapacidad de tener relaciones emo-
cionales íntimas. Jean Monbourquette dice en su libro La curación por el perdón
que si reprimimos la rabia y la culpa, el perdón que ofrecemos no se enraizará
en nuestro ser, porque los sentimientos reprimidos se transforman en una
barrera para eso.

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EFECTOS NOCIVOS DEL RESENTIMIENTO

CONSTANTE

Mucha gente sufre porque viven en permanente resentimiento. Es el caso de


muchos divorciados. Mantenerse preso del pasado hace que la vida se estanque.
Y el tiempo pasa sin ninguna felicidad.
Vivir resentido, aunque sea inconscientemente, exige mucha energía y
mantiene un estrés constante.
El resentimiento produce efectos nocivos. El estrés causado por el resentimien-
to ataca eventualmente el sistema inmunológico. Así se explica el origen de
muchas enfermedades, tales como artritis, arteriosclerosis, enfermedades car-
diovasculares, diabetes, etc. Entre las mejores estrategias de defensa contra los
efectos múltiples del resentimiento, el Dr. Redford recomienda la práctica
habitual del perdón en el día a día.

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SENTIMIENTO DE CULPA

Hay personas que viven atormentadas por el sentimiento de culpa, por haber
hecho de niños algo que ahora consideran inmoral, por no haber hecho lo
necesario para evitar que sus padres fallecieran o por no haber educado mejor a
sus hijos.
Paren de atormentarse y reconozcan que la conciencia actual sobre moral, no
es la misma que tenían de niños y, por eso, no se puede juzgar con la
conciencia de ahora hechos del pasado.
Tampoco se puede culpar aquellos que cuando educaron a los hijos o
fallecieron sus padres, hicieron todo lo que pudieron.
Les recomiendo que en todos estos casos tranquilicen su conciencia,
perdonándose.
Perdonarse significa reconocer su “posible” error, tener un arrepentimiento,
pedir perdón y cumplir una penitencia, por ejemplo, orar o dar limosna.
Entonces se sentirán aliviados y perdonados.

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EL CAMBIO DE COMPORTAMIENTO INCLUYE

RECIPROCIDAD

El perdón sólo existe si alguien hace algo errado. Entonces hay que corregirlo.
Sólo perdonar al otro no funciona. Hay que resolver el caso pendiente. Así por
ejemplo: si el marido levanta la voz a la mujer, ella tiene que hablar; decir que
no le gusta que levante la voz, para que no lo haga otra vez.
Es absolutamente necesario que dentro del matrimonio, los cónyuges,
entiendan que la solución de los problemas compete a los dos y no a uno sólo,
que exige mutua colaboración. Si un miembro de la familia espera que el otro
cambie y no hace nada de su parte, fácilmente se llega a un problema sin
solución.
La colaboración de ambos lados quiebra toda posición rígida y dirige las
energías para el suceso. Esto se consigue siendo sinceros y abiertos con
nuestros sentimientos y sabiendo decir las cosas. Pues el modo de decirlas es
fundamental.

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LA CULPA DEL PROBLEMA PUEDE SER DE

AMBOS

Culpar a los demás no resuelve ningún problema matrimonial o personal, si no


se asume antes la propia parte de culpa. Atribuir parte del problema personal a
los otros puede aliviar la culpa, pero no resuelve el problema.
Nadie puede cambiar el pasado, pero podemos verlo de forma diferente, pues
lo que nos perturba no es lo que pasa, sino el modo de ver lo que pasa.
Un señor me decía que fue engañado por su mujer y que la humillación lo
torturaba, pues él siempre había sido fiel; yo le recomendé a ese señor que
reconociera su resentimiento y aceptara su humillación, y que empezara a ver el
caso de manera diferente, empezando por preguntarse: ¿Mi mujer será la única
culpable? ¿Ella será mala o sentirá mi falta de cariño, mi frialdad y dureza?
La actitud de aceptar responsabilidades en vez de lanzar recriminaciones es de
capital importancia. La culpa del problema puede ser de ambos. Cuando se
reconoce todo eso, es cuando acontece el milagro del perdón.

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ACEPTAR QUE SOMOS VULNERABLES

Dice David Viscott, en El lenguaje de los sentimientos, que las personas se


sienten ofendidas cuando sienten que perdieron alguna cosa. Todos nos
sentimos vulnerables en relación con algo. Debemos aceptar nuestra
vulnerabilidad en vez de tentar ocultarla. Ser abierto significa ser vulnerable, ser
capaz de sentir las ofensas. Las personas tienen que entender que sus
imperfecciones son humanas y que pretender esconder los problemas hace más
difícil el corregirlos.
Si tú aceptas tu vulnerabilidad y la encaras como prueba de que estás abierto
al mundo, estarás aceptando que no eres perfecto.
La verdad es que si aceptamos que tenemos defectos y somos humildes,
podemos hasta ser atacados o criticados, pero no seremos tan fácilmente
heridos.
Sentirse ofendido es sólo una prueba de que somos vulnerables y humanos.
Nunca llegaremos a perdonar si persistimos que fuimos ofendidos, heridos, y
que nuestra pobreza interior fue colocada al desnudo.

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RECONOCER LA PROPIA RABIA Y DIRIGIRLA

CONTRA UN BLANCO DETERMINADO

Rabia es el sentimiento de estar irritado, ofendido, puesto de lado.


Las personas quedan con rabia cuando han sido ofendidas.
La reacción natural es dirigir el sentimiento negativo hacia fuera.
David Viscott cuenta este caso: Un niño de 10 años tiene un perro, que muere
atropellado. Él tiene rabia por el hecho de que el perro ha muerto.
Pero, ¿con quién debe estar rabioso?
Primero culpa al conductor del coche. Después se recuerda que el perro
siempre perseguía automóviles. Queda con rabia de sí mismo por no haber
entrenado bien al animal. Posteriormente, él empieza a dirigir sus sentimientos
contra su perro por no saber hacer otra cosa, excepto perseguir automóviles.
Gradualmente, la rabia del niño es aliviada.
Expresar rabia hacia quien le causa la herida permite que una herida
emocional se cure. En el caso que acabamos de relatar, el niño empezó a buscar
objetos contra los cuales pudiese descargar su rabia. Desahogando su rabia
contra todos los blancos posibles, finalmente, llegó al correcto –al perro– lo que
le permitió que se curara de su herida.
Para que una pérdida sea curada de la mejor manera, la rabia que ella genera
necesita ser totalmente liberada.
El primer paso para reparar una injuria es conocer la ofensa recibida,
quedando con rabia. El segundo paso es dirigir la rabia contra un blanco
apropiado.
La rabia reprimida sólo aumenta la herida.
Permitir que la furia salga purifica la herida emocional e inicia la curación.

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¿CÓMO DESCARGAR LA RABIA PARA QUE ÉSTA

DESAPAREZCA?

En la medida que la rabia es enfrentada, con franqueza, ésta, una vez


descargada, desaparece.
Existen maneras de liberar la rabia. Cuando alguien te hiera, dile esto abierta y
francamente: “Tú me has herido...”. Quiero que conozcas mi sensibilidad, de
forma que puedas llevarla en consideración en el futuro.
Lo más importante es que tú aprendas la mejor manera de descargar los
propios sentimientos.
No te contengas. Deja salir tus emociones.
Si su rabia empieza a crecer, he aquí algunas maneras de soltarla: telefonea a
la persona que te ofendió, sin quitar el teléfono del gancho, dejando que toda tu
rabia explote.
Quedarás aliviado y te sentirás mejor. Dar en una almohada durante unos diez
minutos unos golpes también ayuda mucho a desahogarse. Lo mismo se diga si
se da unos gritos, si uno se relaja o practica algún deporte. Pero cuidado con
esto, pues estos recursos no sirven cuando no hay coraje para enfrentarse
directamente a la persona que te ofendió.

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CÓMO ALIVIARTE DE LA CULPA

Culpa es el sentimiento de ser indigno, malo, lleno de remordimientos, sin


autoestima, autocensurable, detestándose a sí mismo.
El tipo más común de culpa proviene de que tú te des cuenta que hiciste algo
verdaderamente ofensivo contra otra persona. Negar la responsabilidad por esa
ofensa refuerza tu sentimiento de culpa.
La mejor manera de aliviarte de esa culpa es aceptar la crítica por tus
acciones, disculparse, y reparar el daño que causaste. Ésta es una manera
notable de disminuir la tensión interior y de que todos se sientan mejor. Si te
sientes culpable por haber ofendido a alguien, considera con qué intereses estás
obrando, y, a la luz de eso, por qué ofendiste al otro. Tal vez tú no hayas errado
totalmente o nada, dice David Viscott.

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PERDONAR AL OTRO NO SIGNIFICA

DISCULPARLO

Perdonar tampoco significa volver a ser lo que se era antes de la ofensa.


Igualmente, el perdón no exige que se renuncie a los propios derechos. No se
puede confundir perdón con justicia. El perdonar no dispensa recurrir a la jus-
ticia si es necesario. Es el caso del atentado que sufrió el papa Juan Pablo II. Él
perdonó al criminal, pero nunca pidió que la justicia no le condenase.
Otro caso lo tenemos en las mujeres que son maltratadas por sus maridos o
en el caso de separaciones matrimoniales, que aunque ellas puedan perdonar,
pueden recurrir a la justicia.
Hay que optar por la manera de no buscar venganza.

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NO SE PUEDE DESCARGAR DE SU

RESPONSABILIDAD AL QUE OFENDE

A veces el marido, por ejemplo, niega la evidencia de la infidelidad de la


mujer, o la madre niega que su hijo use drogas, aun cuando ella observa en el
hijo un comportamiento de drogado.
Recuerdo que un día una señora me decía que su hijo no iba bien en el colegio
porque cuando nació quedó enfermo y aún no estaba bien de salud. Por eso no
le podían exigir demasiado en los estudios. Me informé bien y vi que el niño se
refugiaba en el concepto que sus padres tenían de él, de enfermo, pero en
realidad era sólo pereza, como éste decía.
Apenas existían falsas excusas por parte de la madre.

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HAY QUE IDENTIFICAR BIEN LA PÉRDIDA PARA

DESPUÉS OLVIDARLA

Somos más alcanzados por nuestra propia interpretación de un evento


desagradable que por el propio evento.
Lo que nos perturba o nos hace sufrir no es lo que sucede, sino el modo de
ver lo que sucede. Hay que cambiar el modo de ver las cosas.
A muchas personas no se les puede corregir nada, porque en seguida
reaccionan negativamente y se ofenden.
Hay que procurar comprender la intención positiva del “ofensor”, que a veces
corrige con la intención de ayudar al otro o simplemente le llama la atención
para hacer una broma.
En cualquier caso, lo importante es el modo de decir las cosas. ¡Cuántas veces
se oye: Es que hablas de una manera que me dejas irritado!

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LA ACEPTACIÓN DE SÍ MISMO Y EL PERDÓN

Carl Jung afirma que la neurosis se origina por la falta de aceptación de sí, de
autoestima.
“Todo lo que yo haga al menor de mis hermanos, es a Cristo a quien lo hago.
Pero, ¿qué haría yo, si descubriese que el menor de todos, el más pobre, de
todos los mendigos, el más execrable de todos los que me ofendieron se
encuentran dentro de mí mismo, pues soy yo quien necesita de la limosna de mi
amabilidad, soy yo quien reclama mi amor?”.
Este perdón a sí mismo condiciona el éxito de todos los otros perdones.

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CONOCER MEJOR LOS ANTECEDENTES DEL

OTRO

Las crisis de angustia de los padres pueden ser por problemas del pasado.
Me contaba un joven que conforme él crecía, su padre fue muy crítico y
exigente con él. Le tenía rabia a su papá por no haberle dado el amor y afecto
que precisaba, y lo consideraba responsable de todos sus problemas. El joven se
limitaba a sentir rabia hacia su padre y a mantenerse distante; hasta que un día,
este joven se informó de que el comportamiento de su padre era una proyección
o transferencia de la falta de cariño y de las exigencias y críticas que había
sufrido desde niño en su casa.
A partir de ese momento, este joven, en vez de sentir rabia contra su padre,
empezó a compadecerse de él, sintió su dolor y lo aceptó. Por primera vez se
sintió unido afectivamente a su padre.
El perdón es la llave para la paz de espíritu.

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COMPRENDER AL OFENSOR

Eso no significa justificarlo. El poco conocimiento adquirido del ofensor hará


más fácil el perdón.
Comprender al ofensor ayuda a dejar de censurarlo.
Una secretaria del departamento de una compañía aérea era víctima de una
presión constante y de un comportamiento agresivo por parte del gerente, lo
que le causaba estrés y ansiedad.
Un día ella llegó a saber que un hijo del gerente sufría una enfermedad grave
y que por ese motivo él estaba siempre preocupado y por eso, era agresivo en
el trabajo.
Desde aquel momento la secretaria empezó a mirar al gerente de modo más
comprensivo. Y comenzó a ayudarlo. A partir de ahí, ella no fue más aquella
mujer estresada y sobrecargada.

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GRANDES MOTIVACIONES PUEDEN ACABAR

CON LA RABIA, Y MEJORAR LA SALUD

Un día apareció en mi consultorio un señor y me contó lo siguiente: Trabajaba


en un banco, y la relación con su jefe era pésima, pues éste era ansioso y muy
exigente. Al mismo tiempo estaba insatisfecho con el lugar de trabajo.
Se sentía sin fuerzas. Pero, por tratarse del jefe, no podía hablar mal de él o
criticarle, porque temía ser expulsado de su trabajo.
Todo esto le disminuyó su autoestima, pues no se sentía capaz de trabajar
bien y por eso era maltratado.
La rabia contenida lo conducía al sentimiento de culpa, y la culpa, no aliviada,
le conducía a la depresión y a la crítica diaria de su esposa, pues, cuando volvía
del trabajo con rabia de su jefe y estaba deprimido no le daba la debida
atención ni cariño.
Mi orientación fue ésta: Él debía tener dos grandes motivaciones que le
llevasen a cambiar de actitud con el jefe y con la esposa: una motivación era la
de tener una buena salud, y la otra, la de construir una buena familia.
Si la salud y la familia eran asumidos como valores fundamentales, en el
trabajo no estaría más con rabia reprimida, ni daría mayor importancia al
conflicto, y en casa, se organizaría mejor para tener tiempo para todos.

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PERDONAR NOS ENSEÑA QUE PODEMOS

DISCORDAR DE ALGUIEN SIN NEGARLE EL

AMOR

Recuerdo que en una fiesta de bodas, el padre del novio invitó a sus
hermanos, pero una hermana no compareció. Pregunté más tarde a esta
hermana por qué motivo no había ido a la fiesta de la boda de su sobrino. Ella
me respondió: “No fui porque mi hermano (el padre del novio) un día me dijo
unas palabras que no me agradaron”.
Yo le dije que no podía confundir lo que su hermano le dijo o hizo con su
persona. La persona humana tiene su dignidad. Y hay que respetarlas.
En estos casos el perdón nos enseña que se puede discordar de los demás sin
negarles amor. Dice san Agustín: “Ama al pecador y odia el pecado”. “Dios hizo
al hombre y el hombre hizo el pecado”.

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DESCUBRIR SIEMPRE EL SENTIDO POSITIVO

DE LAS PÉRDIDAS

En estos casos nos podemos preguntar:


¿Qué beneficios me trajo la experiencia de haber sido causa de una injusticia o
de ser víctima de una infidelidad?
¿Logré conocerme mejor?
¿Qué lección saqué de la ofensa recibida?
¿Qué límites y fragilidad descubrí en mí?
¿Me he vuelto más humano después?
Victor Flankl dice: “Lo importante es apelar al potencial humano más elevado,
y transformar una tragedia personal en victoria, un sufrimiento en realización
humana”.

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¿CÓMO ABRIRSE AL PERDÓN DE DIOS?

Jesucristo enseñó a perdonar. Siempre insistía en la necesidad del perdón: “Así


mi Padre se comportará con ustedes, si cada uno no perdona a su hermano
desde el fondo del corazón” (Mt 18, 35).
¿Quién no conoce el caso del hijo pródigo, de la mujer adúltera, de la mujer
penitente, las palabras de perdón en la Cruz, la petición de perdón del Padre-
nuestro, la respuesta de Cristo a Pedro: perdonar setenta veces siete, la
parábola del administrador infiel, etc.?
Para ser perdonados son necesarias dos condiciones: La primera, reconocer
que somos pecadores; y la segunda: que perdonemos a los demás.
Rehusar el perdón a los demás es señal de que no nos abrimos bien para
recibir nuestro propio perdón. Rehusamos el perdón de Dios, rehusando el
nuestro.
Dice san Agustín: “¿Cómo te atreves a decir: Padre nuestro, perdóname como
yo perdono, si no perdonas de verdad a tus hermanos? ¿Cómo te va a perdonar
si rehúsas pedir perdón? En primer lugar, mientes a Dios mismo. En segundo, te
engañas a ti mismo” (Sermón 49, 9).
El milagro del perdón
Si nos confesamos, lo hacemos lo más discretamene posible, no cerramos en
un confesionario y nos esforzamos para que nadie lo sepa.
Nadie salta de alegría.
Al contrario acontecía en el tiempo de Cristo. Jesús se convida alegremente a
la mesa de los pecadores, antes de invitarles. Él mismo va a la mesa de la
comunión. Zaqueo se apresura a prepararle una cena; Mateo, el publicano,
invita a sus colegas y ofrece un festín!
Gracias a Cristo, todas la faltas se tornan felices culpas, por causa del amor
con el cual sabía perdonar. Era preciso ser Dios, para perdonar así: para que el
recuerdo de la culpa no recordase más que el amor que se manifestó como
consecuencia de ella.
Esto es la confesión: un encuentro con Jesús, un contacto con Él, el
extraordinario descubrimiento de que Él nos ama y que esto puede cambiar toda
nuestra existencia. La absolución no nos puede curar nuestras faltas a no ser
sobre la condición de que nos dé algo mejor, que nos revele un amor, una vida,
una alegría, mucho mejor que nuestros pecados, que nos permita pasar sin
ellos.

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Pocas veces nos confesamos de lo esencial: de nuestras rabias, de la
indiferencia ante los demás, de nuestras faltas de fe y amor.
Si a la hora de confesarse apareciese Cristo, a muchos cristianos que se
confiesan, imagino que les diría: Cállate, deja de cansar tanto tu memoria con
cosas sin importancia. Mírame, ¿crees en mí? ¿Crees que te amo? ¿Que sufrí
mucho, que deseé mucho perdonar tus faltas, cambiar tu vida? ¿Crees que soy
capaz de renovar tu vida, de llenar tu vida? ¿Crees que puedes vivir una vida
nueva por causa mía?
Luis Évely piensa que ante estas preguntas quedaríamos largo tiempo con la
boca callada. Y antes de cualquier palabra, desde que hubiésemos visto y en-
contrado a Cristo, hubiésemos sabido lo que nos faltaba, hubiésemos sabido que
nos amaba, que nos procuraba, que nos esperaba desde siempre, y que no
habíamos creído en eso, en su amor. He aquí nuestra mayor culpa de la que nos
deberíamos acusar antes de nada.

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ANTE EL GRAN AMOR DE DIOS, ¿QUÉ

DEBEMOS HACER?

Después de la venida del Espíritu Santo la gente preguntó a los Apóstoles:


“¿Qué debemos hacer?”. La respuesta fue: “Arrepiéntanse, conviértanse al
Señor”.
Dios perdona porque ama. Nosotros amamos porque somos perdonados. Es el
caso de Jesús y la mujer penitente: “Si ama mucho es porque se le han
perdonado sus muchos pecados. Al que se le perdona poco, ama poco” (Lc 7,
47).
Todos tenemos la experiencia del pecado. Debemos vivir también la
experiencia del amor de Dios.
El punto de partida de toda conversión consiste en aceptar que somos
pecadores, necesitados. Dios nos quiere como somos.
Debemos aceptar nuestra pobreza y nuestra condición para cambiar y sentir
que Él nos perdona.
Dejémonos cambiar. La bondad de Dios está por encima de todo. El perdón y
la misericordia de Dios son mayores que nuestros pecados.
Debemos seguir el ejemplo de la Virgen María: “Hágase en mí según tu
Palabra” (Lc 1, 38). La pobreza de espíritu nos coloca en las manos de Dios.
Seamos, pues, pobres, abiertos y disponibles al Señor.
El teólogo Paul Tillich escribió: “El perdón es una respuesta, la respuesta
divina implícita en nuestra existencia”.

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Índice
El perdón: la mejor terapia 3
Miguel Lucas 4
Introducción 5
Tomar conciencia de nuestros sentimientos 6
¿Cuál es la primera actitud que debemos tomar frente a los
7
sentimientos?
Efectos negativos del dolor o de la rabia 8
Efectos nocivos del resentimiento constante 9
Sentimiento de culpa 10
El cambio de comportamiento incluye reciprocidad 11
La culpa del problema puede ser de ambos 12
Aceptar que somos vulnerables 13
Reconocer la propia rabia y dirigirla contra un blanco determinado 14
¿Cómo descargar la rabia para que ésta desaparezca? 15
Cómo aliviarte de la culpa 16
Perdonar al otro no significa disculparlo 17
No se puede descargar de su responsabilidad al que ofende 18
Hay que identificar bien la pérdida para después olvidarla 19
La aceptación de sí mismo y el perdón 20
Conocer mejor los antecedentes del otro 21
Comprender al ofensor 22
Grandes motivaciones pueden acabar con la rabia, y mejorar la salud 23
Perdonar nos enseña que podemos discordar de alguien sin negarle el
24
amor
Descubrir siempre el sentido positivo de las pérdidas 25
¿Cómo abrirse al perdón de Dios? 26
Ante el gran amor de Dios, ¿qué debemos hacer? 28

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