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Área Técnica en Tratamiento y Rehabilitación

DROGAS: TRATAMIENTO Y REHABILITACIÓN DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES

Orientaciones técnicas para el tratamiento y rehabilitación del consumo proble-


mático de sustancias en población de niños, niñas y adolescentes, desde una mi-
rada comprensiva evolutiva

Santiago, Chile, noviembre 2004


Tabla de Contenidos

Introduccion
Desarrollo: Niñez y adolescencia.

Ciclo vital

Funciones evolutivas relevantes en el desarrollo del niño, niña y


adolescente

Desarrollo neurobiológico
Temperamento
Conductas de apego y vínculo afectivo
Resiliencia
Los afectos
El desarrollo cognitivo
Autocontrol y autorregulación
Desarrollo moral
Desarrollo del concepto de sí mismo
La personalidad
Integración de etapas y funciones evolutivas

Infancia

El niño y la niña como sujeto de derechos


El niño y/o la niña como consumidor.
El niño, la niña y el consumo de drogas
Grupos de niños especificos: niños y niñas en el circuito de la calle

Adolescencia

Aspectos generales y definiciones


En busca de un modelo comprensivo
El adolescente: sujeto y objeto de un proceso
El proceso adolescente y sus características evolutivas
Aspectos específicos a considerar en los adolescentes
¿Cuál es el lugar que ocupa el Uso de la droga en el mundo del adolescente?

Factores de riesgo y factores de protección en niños, niñas y adolecentes

La Familia

La Escuela

Consumo de drogas: Magnitud del problema

Epidemiología del uso de alcohol y drogas en Chile

Patrones de consumo de drogas en los adolescentes

Perfil de adolescentes en general

Perfil de grupos de adolescentes específicos

Tipos de drogas: Principales drogas y sus efectos

Estrategias de detección y evaluación: Pesquisa, sospecha y


confirmación diagnóstica

Tratamiento y rehabilitación

Principios básicos del tratamiento

Barreras al tratamiento

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Tipos de tratamientos

Intervenciones preventivas

Intervenciones terapéuticas: tratamientos

Tipos de intervenciones “mixtas”

Intervenciones terapéuticas consideradas eficaces por la medicina basada


en evidencia.

Propuesta de tratamiento para niños, niñas y adolescentes con


consumo problemático de drogas (CONACE)

Modalidades de intervención

Modalidad Ambulatoria de Moderada Intensidad: Centro Ambulatorio Inte-


gral (CAI)

Modalidad Ambulatoria de Alta Intensidad: Centro de Día

Modalidad de Atención Residencial

Modalidad de Atención en Unidad de Desintoxicación

Adherencia al tratamiento

Evaluación: Indicadores

Bibliografía

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Introducción

E l Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes, CONACE, ha elaborado,


en conjunto con todos los ministerios e instituciones integrantes del Consejo, la
“Estrategia Nacional de Drogas: 2003–2008”, en la que se definen trece objetivos
estratégicos, para la reducción de la oferta y la reducción de la demanda. Uno de
ellos dice relación con el tratamiento y la rehabilitación de las personas con pro-
blemas derivados del consumo de drogas. Dicho objetivo se ha definido como:
“Rehabilitar y reinsertar socialmente a personas afectadas por el consumo de
drogas, mediante oportunidades de tratamiento y programas de reinserción”.

Para abordar dicho objetivo, la Secretaría Ejecutiva del CONACE, a través de su


Área Técnica en Tratamiento y Rehabilitación, ha desarrollado el Programa de
apoyo a los planes de tratamiento y rehabilitación para personas con problemas
derivados del consumo de drogas ilícitas u otras sustancias estupefacientes o
psicotrópicas, orientado a dar respuesta a personas que presentan esta proble-
mática y sean beneficiarios del seguro público de salud (FONASA). Este programa
está en ejecución desde el mes de septiembre del año 2001.

El mencionado programa no hace explícita diferenciación de edad, sexo u otra


característica de los usuarios, es decir, se trata a la población general. Sin perjui-
cio de lo anterior se reconoce un sesgo hacia responder las necesidades de trata-
miento de población masculina adulta joven; los fundamentos para esta decisión
son el criterio estadístico y la demanda de los centros de atención. De acuerdo a
los estudios nacionales realizados bienalmente por CONACE, el principal grupo
consumidor problemático de drogas es el de personas entre 19 y 25 años, luego el
de 26 a 35 y en tercer lugar, el de 12 a 18 años. Existe mayor cantidad de hombres
que mujeres afectados por el consumo y que expresan necesidad de ayuda para
realizar un tratamiento. De esta manera, la primera población a abordar son los
hombres adultos jóvenes.

Mas adelante se evidenció la necesidad de diseñar orientaciones técnicas para po-


blaciones específicas, distintas a la adultez joven masculina, ya que los planes
diseñados no dan respuesta adecuada desde la especificidad necesaria para lograr
la eficacia esperada. Entre los grupos específicos se priorizó la población
infantoadolescente, debido a la vulnerabilidad general propia de la etapa evolutiva.

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o
Además, se consideró la relevancia de detectar e intervenir precozmente en esta
población, como un factor que influye positivamente en el pronóstico.

El año 2002 se inició el trabajo específico para abordar el tratamiento y la rehabi-


litación de niños y adolescentes con consumo problemático de drogas. El fin últi-
mo es que éstos logren una calidad de vida que sea incompatible con el uso de
sustancias. La Secretaría Ejecutiva de CONACE convocó a un grupo de expertos a
participar en una mesa de trabajo, cuyo principal objetivo fue proponer, de la
manera más acabada posible, alternativas de tratamiento para esta población.
Debido a que la población aludida presenta características tan variadas, se defi-
nió la organización de cinco grupos orientados a abordar problemáticas específi-
cas. Los grupos estuvieron integrados por representantes de instituciones y orga-
nizaciones, además de otros expertos, como se señala a continuación:

Grupo 1: Niños menores de 12 años con consumo problemático de drogas (espe-


cialmente solventes volátiles) y situación marginal: integrado por Programa Niños
de la Calle y el Centro El castillo del Hogar de Cristo, Fundación San Pablo, Centro
Galvarino, CTD Pudahuel, Psiquiatra Ricardo García, SENAME, MINSAL, y CONACE.

Grupo 2: Población adolescente con consumo problemático de drogas, infractora


de Ley, con privación de libertad y/o libertad vigilada: integrado por Fundación
DEM, Fundación CREDHO, Comunidad Terapéutica Los Morros, SENAME, MINSAL y
CONACE.

Grupo 3: Población adolescente con consumo problemático y de riesgo: integrado


por CDT Barros Luco, COSAM Lo Prado, COSAM Estación Central, Fundación San
Pablo, Fundación CREDHO, Ps. Alejandro Bilbao, SENAME, MINSAL (Unidad de Sa-
lud Metal y Programa de Adolescencia), INJUV, MINEDUC y CONACE.

Grupo 4: Población adolescente con patología dual: integrado por, Comunidad


Terapéutica Padre Álvaro Lavín, Hospital El Peral, Fundación DEM, SENAME, MINSAL
y CONACE.

Grupo 5: Reinserción para población infantoadolescente: integrado por Programa


Chile Califica, ONG La Caleta, Comunidad Terapéutica Talita Kum, SENAME,
MINSAL, INJUV, MINEDUC (Programa de Drogas y Programa de Educación de Adul-
tos) y CONACE.

Cada una de estas mesas de trabajo generó un documento orientado al abordaje


del perfil específico, que ha sido insumo para el trabajo que se presenta en esta
publicación.
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El año 2003 se encomendó al médico psiquiatra infantojuvenil y experto en
adicciones, doctor Alejandro Maturana Hurtado, el diseño del programa de trata-
miento y rehabilitación para población infantoadolescente con consumo proble-
mático de drogas. En la construcción de este diseño participaron el Ministerio de
Salud, a través de la Unidad de Salud Mental; los dos departamentos del Servicio
Nacional de Menores -de Protección de Derechos y de Responsabilidad Juvenil- la
Sociedad de Psiquiatría y Neurología Infantojuvenil y otros profesionales con ex-
periencia en la ejecución de programas terapéuticos para esta población.

El producto del trabajo del año 2003 fue el siguiente:

Revisión bibliográfica de las estrategias de detección en medios clínicos,


modalidades de intervención costo–efectivas a ser aplicadas en esta pobla-
ción y/o aspectos relevantes de abordar en su tratamiento, modalidades
efectivas de intervención con la familia, procedimientos de optimización
de la reinserción social desde los centros de salud e indicadores de evalua-
ción de estos tratamientos.

Diseño y estructuración del Programa de Tratamiento y Rehabilitación para


población infanto adolescente con problemas asociados al consumo de dro-
gas de CONACE.

Protocolo técnico y algoritmo o flujograma de atención utilizable para la


entrega de atención efectiva y con garantías explícitas, a adolescentes
entre 10 y 19 años afectados por consumo problemático y/o dependencia a
drogas y/o alcohol. Además, se solicita que incorpore una propuesta de
estándares de calidad de la atención y criterios de acreditación de centros
de salud para proveer planes y/o intervenciones de tratamiento para esta
población y la ubicación de esos centros en el algoritmo.

La presente publicación deriva del documento final elaborado por el doctor Alejan-
dro Maturana. Su propósito principal es entregar lineamientos técnicos para el
tratamiento de las niñas, niños y adolescentes con consumo problemático de dro-
gas, basados en un marco teórico específico que releva la perspectiva evolutiva y
de desarrollo, como punto de partida para el entendimiento y análisis de la pro-
blemática en cada individuo.

El documento plantea una perspectiva diferente a la que en general se ha utilizado


para analizar el problema de las drogas, debido a que considera que la gran rele-
vancia de la etapa evolutiva que se aborda, en cuanto a características específi-
cas e importancia para el desarrollo del individuo, hace necesario plantear un
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tratamiento que se inicie desde el individuo, luego considere el contexto y poste-
riormente la sustancia consumida.

Por lo anterior, este documento se inicia con la caracterización del individuo niño,
niña, adolescente; una reseña respecto del ciclo vital, un detalle de la infancia y
adolescencia como etapas, describiendo algunas especificidades propias de ese
momento y del consumo de sustancias; una descripción de los factores protecto-
res y de riesgo en esta población, aún desde la perspectiva del desarrollo; final-
mente, se aborda la familia y la escuela. Luego se plantea el contexto en el que se
desarrollan las niñas, niños y adolescentes. Para ello se presentan elementos
epidemiológicos nacionales y perfiles de consumo, además, brevemente, se en-
trega una categorización de las sustancias de acuerdo a diferentes criterios rela-
cionados con la etapa que estamos considerando.

En una segunda parte se plantean en detalle las orientaciones para abordar


terapéuticamente a esta población, partiendo con una descripción de estrategias
de detección y pesquisa de personas que presenten problemas por consumo de
drogas, luego detallando los principios que rigen este tratamiento, las barreras
que influyen en el acceso y manutención en el tratamiento y los tipos de trata-
mientos para esta población. Luego se presentan algunos indicadores de evalua-
ción de tratamiento.

Finalmente, como en todo documento de este tipo, se señalan las bibliografías


utilizadas para la elaboración del documento, tanto la citada como la de consulta.

El público objetivo de esta publicación son profesionales y técnicos de equipos que


se encuentren trabajando en el tratamiento y la rehabilitación de drogas y para los
profesionales y técnicos de equipos que están trabajando con niños y adolescen-
tes.

El Área Técnica en Tratamiento y Rehabilitación de CONACE, junto con poner este


documento a disposición de los equipos, agradece a los especialistas pertenecien-
tes a instituciones hermanas que ayudaron a construir el diseño de este progra-
ma:

1. Sara Rivera, Comunidad Terapéutica Talita Kum.


2. Juan Enrique Sepúlveda, Sociedad Científica de Psiquiatría y Neurología
Infantojuvenil.
3. Melba Álvarez, Fundación San Pablo.
4. Felipe Castro, Comunidad Terapéutica Solidaridad de Renca, Hogar de Cristo.
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5. Ana María Milán, Servicio Nacional de Menores.
6. Ana Cáceres, Servicio Nacional de Menores.
7. Carmen López, Ministerio de Salud.
8. Alfredo Pemjean, Ministerio de Salud.

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Desarrollo
Niñez y adolescencia

“… lo único permanente es el cambio…”


Heráclito, fragmento (siglo VI a. de C.)

La vida es cambio. Desde el momento de la concepción hasta el momento de la


muerte, los seres humanos presentan muchos procesos de cambios complejos, en
su desarrollo. A través de toda la vida, la gente tiene todo el potencial para crecer,
cambiar y desarrollarse.

Los estudiosos del desarrollo dividen toda la vida en períodos, determinando fac-
tores que influyen en el desarrollo de las personas y buscando una explicación, al
porqué ocurren ciertas conductas. Al haber una secuencia temporal se posibilita la
predicción del comportamiento y en algunos casos, la modificación u optimización
de ciertos factores, que gatillan las conductas, al generar algún tipo de interven-
ción.

El conocimiento de la secuencia, lo que denominaremos “ciclo vital”, y de los


factores o funciones evolutivas, que impactan favorable o desfavorablemente el
desarrollo de un ser humano, son centrales, en el momento de intervenir.

Esta intervención se hace aún más relevante si tomamos en cuenta ciertos perío-
dos críticos de un ser, en su formación biopsicosocial. La niñez y la adolescencia
son dos etapas que implican vulnerabilidad, pero a la vez una alta plasticidad y un
enorme poder de reparación.

Se presentarán en los puntos siguientes el ciclo vital humano y las funciones evo-
lutivas relevantes en el desarrollo del niño, niña y adolescente. Se describirán
algunos aspectos de la niñez y la adolescencia, considerando ciertos niños, niñas
y adolescentes pertenecientes a grupos “específicos”, y ciertas conductas y ca-
racterísticas particulares. Y por último, se abordarán, los factores de riesgo y de
protección, así como la relación de esta población de niños, niñas y adolescentes
con la familia y la escuela.

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Ciclo vital

a
Desde el nacimiento a la muerte, como una flecha evolutiva, el ciclo vital es una
consideración esencial para una comprensión más completa de las complejidades
de la conducta humana, y es especialmente útil para predecir las dificultades que
se plantean en el curso del desarrollo humano.

Existen diversos modelos de comprensión del ciclo vital humano, que se caracte-
rizan por presentar supuestos subyacentes más o menos comunes. El primero
plantea que el desarrollo tiene lugar en etapas sucesivas y claramente definidas.
La secuencia se considera invariable, es decir, se produce en orden constante. El
segundo supuesto, que correspondería al principio epigenético propuesto por E.
Erikson, afirma que cada fase del ciclo vital se caracteriza por sucesos que deben
ser resueltos satisfactoriamente para que el desarrollo progrese sin alteraciones,
en caso contrario, las etapas posteriores reflejarán esta falla, ya sea en forma de
desadaptaciones físicas, cognitivas, emocionales y/o sociales. Un tercer supues-
to plantea que cada fase contiene un rasgo dominante, un complejo de rasgos o
punto crítico que la distingue de las fases anteriores o posteriores.

A la vista de los diversos modelos de conceptualización de las fases del ciclo vital
ha sido habitual organizar los períodos del desarrollo de una forma que represente
o integre las contribuciones de cada uno de los principales modelos y estudios. Las
etapas citadas más habitualmente son:

Recién nacido, corresponde al primer mes de vida, el niño es denominado neonato.


En esta etapa se ponen en evidencia las competencias del niño, competencias que
son necesarias para la sobrevivencia. Es así, como surge la conducta de apego, en
la relación con la madre, conducta que dará las bases para la construcción del
vínculo afectivo. El niño tendrá la tendencia a responder conductual y
emocionalmente, con el fin de permanecer cerca de la persona que lo cuidará y
protegerá de toda clase de peligros. Los estilos de apego, se desarrollan tempra-
namente y se mantienen por lo general durante toda la vida (Bartholomew, 1997),
permitiendo la formación de un modelo interno que integra, por un lado, creen-
cias acerca de sí mismo y de los demás y, por el otro, una serie de juicios que
influyen en la formación y el mantenimiento de las dinámicas relacionales durante
toda la vida del individuo (Bradley & Cafferty, 2001).

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Lactancia, etapa que dura hasta los 24 meses aproximadamente. El crecimiento
es tan rápido en este período, que los hitos de desarrollo se miden en término de
semanas. Existen importantes períodos de cambios, que están determinados por
ciertos indicadores, como, por ejemplo, los tres organizadores de la vida psíquica
descritos por Spitz: la sonrisa social (2 meses), la ansiedad ante los extraños (8
meses) y la aparición del No, como repuesta (14 meses).

En un primer momento la dependencia del niño hacia su madre es total hasta que
comienzan a aparecer conductas de independencia y autonomía. La dependencia
hacia una figura vincular significativa (habitualmente la madre) tiene importan-
tes efectos psicológicos. Según E. Erikson, el desarrollo de lo que denominó con-
fianza básica es resultado de una conducta materna coherente y afectuosa duran-
te la lactancia.

Por otro lado, algunos aspectos de la sociabilidad, como la disposición para acep-
tar nuevas personas, la habilidad para adaptarse al cambio y el estado de ánimo
general del niño, parecen ser rasgos de temperamento heredados que permane-
cen absolutamente estables con el tiempo (A. Thomas, Chess y Birch, 1968) y que
se manifiestan ya en esta etapa.

Pre-escolar (24 meses a 5 años). En esta etapa los niños progresan, especialmen-
te en el lenguaje y las actividades motrices, logrando una independencia conside-
rable. El desarrollo de la conducta social se caracteriza por el aprendizaje a ali-
mentarse por sí mismo, a ir por sí solo al baño y a intentar vestirse solo. Aunque
la fantasía y el juego dominan este período de desarrollo, también se produce un
cambio hacia el juego con los demás niños.

El término “constancia de los objetos” (alrededor de los 24 meses) se refiere al


proceso por el que se organiza y mantiene la representación de la madre (el objeto
que satisface las necesidades) en la mente del niño, con lo que esta representa-
ción puede ser evocada como recuerdo, incluso cuando la madre está ausente. A
medida que el niño madura, esta capacidad se desarrolla más.

La identidad genérica (el sentido de pertenecer a uno u otro sexo, de ser varón o
mujer) queda firmemente establecida en esta etapa. El niño se va volviendo me-
nos egocéntrico, relaja los vínculos con su madre, dedica más tiempo al juego
imaginativo y domina la mayoría de las funciones corporales. A esta edad se apre-
cian miedos transitorios, pero que van desapareciendo paulatinamente.

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En el desarrollo de las capacidades cognitivas se verifica una aceleración, la que
junto con la creciente capacidad para controlar los impulsos emocionales sienta
las bases para el ingreso a la escuela.

Escolar (6 a 9 años). El desarrollo motor en esta etapa mejora notoriamente por


lo tanto, niños y niñas se pueden comprometer en un campo más amplio de acti-
vidades motrices, con habilidades similares para ambos sexos. En este sentido, la
nutrición adecuada es esencial para el crecimiento normal y la salud. La desnutri-
ción puede disminuir la actividad general y la sociabilidad.

El niño experimenta un cambio de intereses, separándose de su hogar y buscando


la compañía de los amigos en la escuela. El grupo de iguales juega un papel central
en sus vidas, pero la familia continúa siendo importante.

Durante este período tiene lugar un cese aparente de la preocupación sexual. Los
niños y las niñas tienden a escoger amigos y a agruparse con niños de su mismo
sexo, aun cuando se vuelve más acentuada la conducta del rol sexual entre niños
y niñas.

Durante este período destacan tres funciones: el aprendizaje, el desarrollo del


intelecto y el sentido de pertenencia a un grupo de amigos.

En esta etapa los niños entran en las denominadas “operaciones concretas”. Por
lo tanto, su pensamiento llega a ser verdaderamente lógico. Son capaces de en-
tender conceptos complejos y de resolver problemas más complejos, sin embar-
go, su razonamiento está limitado al aquí y al ahora. La lógica les permite hacer
juicios morales más maduros, cuando ellos captan los conceptos de verdadero y
falso y llegan a ser menos egocéntricos. Están mejor capacitados para usar estra-
tegias que mejoren su memoria y pueden entender mejor los procesos implicados
en la comunicación y en el conocimiento. La habilidad de pensar lógicamente les
permite sacar provecho de la educación formal. El desarrollo cognitivo avanza en
gran parte dentro de la estructura de la escuela.

Adolescencia (10 a 19 años). Esta etapa incluiría la pubertad, en donde aparece-


rían los cambios biológicos esperables, especialmente en relación a los caracteres
sexuales secundarios. El pensamiento se vuelve más lógico, abstracto y juicioso.
Existiría un cambio importante en torno a las relaciones con su familia, las cuales
se vuelven más distantes, en comparación a las que tiene con el grupo de pares,
las que se vuelven más próximas.

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La difusión de rol y la crisis de identidad son dos puntos centrales que caracteri-
zan la adolescencia. Con respecto a esta etapa, profundizaremos en capítulos
posteriores.

Edad adulta temprana o joven edad adulta (19 a 40 años). La magnitud del
rango etareo de esta etapa obedece a la gran cantidad de tareas evolutivas que se
concentran en la misma y que se describen a continuación. Característicamente,
la mayoría de las decisiones importantes que afectan el resto de la vida se hacen
durante este período. Estas decisiones incluyen la elección y entrada a un trabajo
o profesión, el cortejo y matrimonio, el establecimiento de amistades duraderas
y un sacrificio de las actividades anteriormente consideradas como juego. La
principal tarea a resolver en este período es la de la intimidad, entendiendo ella
como la capacidad para tener profundos compromisos personales con otro. Vaillant,
plantea que los trastornos emocionales que selectivamente afectan a este grupo
“reflejarían la angustia o protesta contra los fracasos de la intimidad”. También
Erikson, identifica la crisis de este período en torno al conflicto entre la intimidad
y el aislamiento.

En esta etapa la mayoría de la gente decide si casarse, convivir o quedarse solte-


ro/a o si tener niños o no. Para la mayoría de los adultos jóvenes una relación
íntima es un factor de giro en sus vidas.

La paternidad o maternidad es una experiencia de desarrollo, ya sea que los niños


sean una consecuencia biológica, adoptados o hijos de un solo cónyuge. El naci-
miento de un bebé marca una gran transición en la vida de los padres. Pasar de
una relación íntima que involucra a dos personas, a una que involucra a una terce-
ra, indefensa y totalmente dependiente produce cambios importantes en lo indi-
vidual y en lo relacionado a la vida en pareja.

Edad adulta media o edad adulta intermedia (40 a 65 años). Mogul, ha enuncia-
do una definición operativa de esta etapa señalando “es un período en que las
anteriores elecciones en áreas importantes de la vida y los sucesivos éxitos, fra-
casos, satisfacciones y decepciones se revisan y reelaboran en el contexto de las
antiguas aspiraciones y deseos, el reconocimiento real de las propias limitaciones
y la finitud de las oportunidades y del propio tiempo”.

Aunque existen ciertos cambios fisiológicos (empeoramiento de funciones corpo-


rales y un mayor desarrollo de enfermedades crónicas), estos son considerados
variables, en oposición a los fenómenos casi invariables de esta etapa: el aumen-
to de responsabilidades financieras, el establecimiento de roles sociales y el desa-

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rrollo de la identidad. La búsqueda del significado de la vida es un punto impor-
tante. Las personas en este grupo de edad frecuentemente están atrapadas entre
los cuidados a los adolescentes y a sus padres ancianos. La tensión creada por
esta doble carga y por la conciencia del paso del tiempo en algunas ocasiones
origina la crisis de la edad media.

Edad adulta avanzada o edad adulta tardía (65 años en adelante). Se caracteri-
za por la aparición de nuevos cuestionamientos. Manifestaciones físicas que acom-
pañan al proceso de envejecimiento: disminución de la salud física y menor preci-
sión sensorial. Es primaria la necesidad de adaptarse a grandes pérdidas, como la
del trabajo, la del cónyuge y la de los amigos. En ambos sexos, según describió
Neugarten (citado en Kaplan, 1991), se produce el balance de una posición de
autoridad y el cuestionamiento de la anterior competencia de uno; las reconcilia-
ciones con personas significativas y con los propios logros y fracasos; la resolu-
ción de la aflicción por la muerte de los demás y la aproximación de la propia
muerte; el mantenimiento de un sentido de integridad en términos de lo que uno
ha sido más de lo que uno es, y la preocupación por el legado y por cómo dejar
alguna huella de uno mismo.

El ciclo vital alcanza su fin natural e inevitable con la muerte. Las personas deben
aceptar ese carácter inevitable. Una vez aceptado ingresan en las fases finales
del ciclo vital, como dijo E. Erikson, con una sensación de integridad más que de
desesperación.

Funciones evolutivas
relevantes en el desarrollo del niño, niña y adolescente

D esde una perspectiva longitudinal del desarrollo existen ciertas funciones fun-
damentales del ser humano, que toman especial importancia en las primeras eta-
pas del desarrollo, es decir, del desarrollo del aparato biopsicosocial del individuo
y en este particular momento del niño, niña o adolescente. Cada una de estas
funciones se correlaciona con las otras, estableciendo una red funcional, que hace
que el entendimiento del desarrollo sea complejo, al igual que la comprensión del
efecto directo que pueden producir estímulos o daños, incidiendo en cada una de
ellas.

16
Página
e
a Desarrollo biológico

Desde hace mucho tiempo se sabe que las funciones integrativas superiores están
contenidas dentro de la corteza cerebral (Sherrington, 1906; citado en Lewis,
1985). La mente humana depende en parte del encéfalo el cual se desarrolla en
secuencia evolutiva, para varias estructuras y funciones biológicas.

En el período fetal el desarrollo del encéfalo se realiza en dirección caudocraneal.


Y así, en el momento del nacimiento, las distintas estructuras que forman el
encéfalo tienen distintos niveles de desarrollo. La densidad de la sinapsis (unio-
nes neuronales) cortical al parecer, aumenta durante la lactancia, alcanzando su
máximo de un 50% mas que la media del adulto entre uno y dos años; después
disminuye hasta los 16 años, época en que permanece relativamente constante
hasta los 75 años (Huttenlocher, 1979; Lewis, 1985).

Este fenómeno quizá ayude a explicar por qué el encéfalo inmaduro se recobra
más completamente de una lesión que cuando ya está bien desarrollado. El evi-
dente exceso de sinapsis explica, asimismo, la plasticidad del niño en desarrollo.

Entre las áreas primarias, la motora es la parte más desarrollada de la corteza


cerebral durante los dos primeros años de vida. Mas tarde el desarrollo se extien-
de a cada una de las áreas primarias (sensitivas, visuales y auditivas). A los dos
años de edad, el área primaria sensitiva se pone a la par con el área motora. Este
proceso cerebral continúa desarrollándose a lo largo de la infancia y adolescencia
y, posiblemente, ya entrada la edad adulta (Lewis, 1985, 2003).

El proceso de mielinización (que se correlaciona con la maduración del sistema


nervioso), continúa a lo largo de la infancia y adolescencia. La mielinización, se
correlaciona con varias conductas. Por ejemplo, un retardo en la mielinización
explica el hecho de que la sonrisa de los prematuros aparece 10 meses después del
momento en que es observada en lactantes normales de la misma edad post natal.

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El control neuroendocrino pasa por una secuencia evolutiva similar a la de la
mielinización. Así, el eje hipotálamo-hipofisiario gonadotropina-gonadal
(involucrado en la liberación de hormonas, neurotrasmisores, etc.) parece empe-
zar a funcionar durante la vida fetal y en los primeros años de la lactancia. En las
etapas preescolar y escolar su actividad llega a un nivel bajo. Por último, vuelve a
activarse en la pubertad. Este eje, se activa bajo condiciones de estrés, aumen-
tando en algún lugar del circuito los niveles de cortisol, que es una hormona fun-
damental en la activación defensiva del cuerpo contra el estrés, bajo condiciones
de intensa acumulación de angustia, rabia y depresión.

Con la pubertad se da inicio a la adolescencia, etapa en la cual existen cambios en


el ámbito neurobiológico. La evidencia de estos importantes y profundos cam-
bios, tanto organizacionales, como funcionales se produce principalmente a nivel
de los lóbulos frontales. Las áreas del lóbulo frontal juegan un rol crítico en una
variedad de procesos, incluyendo la planificación y toma de decisiones, el control
impulsivo, los movimientos voluntarios, la memoria, y una variedad de otras fun-
ciones. La sustancia gris del lóbulo frontal alcanza su punto más alto de desarrollo
entre los 11 y los 12 años y desde allí decrece durante la adolescencia (Geidd y
col., 1999). Este descenso en la sustancia gris probablemente refleja dos proce-
sos separados: la disminución del número de sinapsis entre neuronas en el lóbulo
frontal y la disminución del proceso de mielinización en los lóbulos frontales. Mien-
tras estos cambios organizacionales se llevan a cabo, existen cambios concomi-
tantes en la actividad de esta zona. Aunque la totalidad de la energía utilizada en
los lóbulos frontales disminuye durante esta etapa (Chiron y col., 1992; Bentorkia
y col., 1998), estudios de resonancia magnética nuclear funcional sugieren que la
actividad que ocurre en los lóbulos frontales en la ejecución de ciertas tareas
aumenta (Rubia y col., 2000).

Se sugieren otros cambios cerebrales en el período adolescente: el cuerpo calloso


aumenta su tamaño, el volumen de la sustancia gris de los lóbulos parietales
(involucrados en el procesamiento de la información sensorial, entre otras funcio-
nes) alcanza su mayor desarrollo alrededor de los 11 años y disminuye hacia la
adolescencia, el volumen de la sustancia gris de los lóbulos occipitales (involucrados
en el procesamiento de la información visual) se incrementa durante la adolescen-
cia hasta el inicio de los 20 años; el volumen de la sustancia gris de los lóbulos
temporales (críticamente involucrado en la formación de la memoria, así como en
el procesamiento visual y auditivo) no alcanza su máximo desarrollo si no que
hasta los 16 ó 17 años (Geidd y col., 1999).

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Además de los cambios que ocurren en la neocorteza aparece una variedad de
cambios en las estructuras subcorticales. En ratas, los niveles de receptores a
dopamina en el nucleo accumbens (estructura que forma parte del circuito de
recompensa) aumentan dramáticamente entre los días 25-40 (Teicher y col., 1995)
una edad que cae justamente en la ventana del desarrollo referida como la adoles-
cencia en el roedor (Spears, 2000).

De este modo, aunque no está aún claro lo que estos cambios significan, lo que
parece que está ocurriendo durante la adolescencia es que los lóbulos frontales y
las otras estructuras señaladas se hacen cada vez más eficientes en relación a las
ejecuciones de la vida adulta. Se plantea, probablemente, que esta especializa-
ción del cerebro adolescente, al menos en parte mediada por la experiencia, pue-
da tener la posibilidad de alterarse en su desarrollo normal con el uso y/o abuso de
drogas en este período. Por ejemplo, con respecto al circuito de recompensa (que
integra al núcleo accumbens) dado que los receptores a dopamina en el núcleo
accumbens juegan un rol crucial en las propiedades de recompensa (producción de
placer) de las drogas, estos cambios podrían tener importantes implicaciones por
los incrementos en el uso de sustancias que a menudo ocurre en la adolescencia
(Apear, 2000).

b Temperamento

El concepto de que todo individuo manifiesta un estilo peculiar de funcionamiento


conductual, básicamente de naturaleza emocional y ligado a su personalidad, fue
enunciado desde la edad antigua, en la medicina griega, y sigue aún vigente en
nuestros días. En 1968, A. Thomas, S. Chess y H. Birch revolucionaron los enfo-
ques sobre el temperamento en la infancia, al hacer notar la cualidad conductual
innata de los niños y la influencia que ésta ejerce en el medio. Las teorías enton-
ces predominantes consideraban al niño como receptor pasivo de influencias ex-
ternas bajo modelos causales de tipo unilineal y unidireccional. Se establecieron
nueve categorías conductuales presentes desde el nacimiento: el nivel de activi-
dad; la regularidad o ritmicidad de las funciones, principalmente las de la alimen-
tación, el sueño y la eliminación; la aproximación o retirada a nuevos estímulos
como alimentos, juguetes o personas; la adaptabilidad a situaciones nuevas; el
umbral de respuesta a los estímulos; la intensidad de la reacción; la cualidad del
humor; y la distractibilidad frente a los estímulos indeseables, así como la persis-

19
Página
tencia y la capacidad de atención. Asimismo, señalaron la existencia de tres tipos
temperamentales mixtos resultantes de la combinación de las categorías antes
mencionadas: temperamento de adaptación fácil, intermedia (lenta) y difícil.

Rasgos presentes en el niño, tales como la emotividad, la actividad y la sociabili-


dad son dimensiones fundamentales del temperamento Goldsmith (1987) y Plomin
(1993). La autorregulación y la reactividad son elementos nucleares del tempera-
mento, entendiéndose la primera como el conjunto de procesos que modulan (fa-
cilitan o inhiben) la reactividad y que incluyen la atención, el acercamiento o la
retirada, el ataque o la inhibición y, asimismo la capacidad para autocalmarse
(Rothbart; 1988, 1989). Estos rasgos, al agruparse van constituyendo perfiles.
Kagan y cols. (1987) postulan el concepto de timidez o inhibición conductual como
perfil de conducta infantil moderadamente estable. Este perfil contrasta con el de
los niños desinhibidos que se aproximan a circunstancias y personas sin miedo ni
duda. Estos autores han estudiado además la relación entre dichos perfiles y sus
diferencias en las respuestas de tipo neurobiológico. Así, la timidez se asocia con
una frecuencia cardíaca estable, con altos niveles de hormonas relacionadas con
el stress - como el cortisol y la norepinefrina - y con modificaciones en la presión
arterial en respuesta a los estresores y a mayores cambios en los parámetros de la
voz cuando se habla en condiciones de stress cognitivo leve. Asimismo, se han
estudiado las respuestas diferenciales en función del tipo de vínculo específico, y
se ha encontrado, por ejemplo, una asociación entre la elevación del cortisol, la
timidez y el vínculo inseguro (al cuál nos referiremos más adelante), pero no así
en presencia de un vínculo seguro (Nachmias, 1996).

El reto mayor respecto a la utilidad del estudio del temperamento quizás sea el de
establecer cuál es la contribución que hacia las respuestas adaptativas o
maladaptativas tienen los diferentes perfiles. Hay controversia, respecto a si
algunas conductas representan rasgos temperamentales que constituyen factores
de riesgo o si se trata de características propias del trastorno (Graham y Stevenson,
1987). Dado que la tendencia creciente es la de considerar la psicopatología bajo
la perspectiva tanto de factores de riesgo como de protección, se señalan las
siguientes asociaciones:

Temperamento difícil y trastornos de conducta (Thomas y cols., 1968)


Inhibición conductual y trastornos de ansiedad (Biederman, 1993), Factor
de extraversión y problemas de alcoholismo (Wennberg, 2002).
Desinhibición conductual y trastornos de conducta externalizados y déficit
de atención (Hirshfeld-Becker y cols., 2002) y búsqueda de lo novedoso y
abuso de sustancias (Rose, 1995).

20
Página
Respecto a la protección, Werner y Garmezy (1989) han señalado el valor de
la actividad y de la sociabilidad en los niños resilientes (resiliencia es un
concepto que será abordado posteriormente).

c Conductas de apego y vínculo afectivo

Con el paso de los años se han podido identificar tendencias innatas que regulan la
forma como respondemos a las amenazas, al peligro, a las pérdidas, y que están
estrechamente relacionadas con la forma como nos vinculamos con personas sig-
nificativas, para asegurar la adaptación y como una manera de perpetuar la espe-
cie. Y es la familia el mejor contexto dentro del cual es posible prever las necesi-
dades específicas de cada uno de sus miembros.

El primero en desarrollar una teoría del apego a partir de los conceptos que apor-
tara la psicología del desarrollo, con el objeto de describir y explicar por qué los
niños se convierten en personas emocionalmente apegadas a sus primeros
cuidadores, así como los efectos emocionales que resultan de la separación fue
John Bowlby (Bowlby 1998). En este sentido, este autor parte del supuesto de que
la conducta de apego se organiza utilizando para ello sistemas de control propios
del sistema nervioso central, al que se le ha atribuido la función de protección y
supervivencia.

Los estilos de apego se desarrollan tempranamente y se mantienen por lo general


durante toda la vida (Bartholomew, 1997) permitiendo la formación de un modelo
interno que integra por un lado creencias acerca de sí mismo y de los demás, y por
el otro una serie de juicios que influyen en la formación y el mantenimiento de las
dinámicas relacionales durante toda la vida del individuo (Bradley & Cafferty, 2001).
Por esto resulta importante la figura del primer cuidador, generalmente la madre,
ya que el tipo de relación que se establece entre ésta y el niño será determinante
en el estilo de apego que se desarrollará. No obstante, otras figuras significativas
como el padre y los hermanos pasan a ocupar un lugar secundario y complementa-
rio, lo que permite establecer una jerarquía en las figuras de apego (Bowlby, 1998).

Se sabe que los niños que tienen una interacción positiva con su cuidador logran
internalizar la sensación de seguridad, lo que les permite ampliar sus emociones.
Ainsworth define tres estilos de apego en base a cómo responden los individuos
en relación a la figura de apego cuando están angustiados: seguro, ansioso-
ambivalente y evitativo (Ainsworth, citado en Buchheim & Mergenthaler, 2000).

21
Página
El apego seguro se da cuando la persona que cuida demuestra cariño, protección,
disponibilidad y atención a las señales del bebé, lo que le permite desarrollar un
concepto de sí mismo positivo y un sentimiento de confianza. En el dominio
interpersonal, las personas seguras tienden a ser más cálidas, estables y con
relaciones íntimas satisfactorias, y en el dominio intrapersonal tienden a ser más
positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismo (Mikulincer, 1998).

El apego ansioso ambivalente se da cuando el cuidador está física y emocionalmente


disponible sólo en ciertas ocasiones, lo que hace al individuo más propenso a la
ansiedad de separación y al temor de explorar el mundo. No tienen expectativas
de confianza respecto al acceso y respuesta de sus cuidadores, debido a la incon-
sistencia en las habilidades emocionales. Es evidente un fuerte deseo de intimi-
dad, pero a la vez una sensación de inseguridad respecto a los demás (Mikulincer,
1998).

Por último, el apego evitativo se da cuando el cuidador deja de atender constan-


temente las señales, que dan cuenta de las necesidades de protección, lo que no le
permite al niño el desarrollo del sentimiento de confianza que necesita. Se sien-
ten inseguros hacia los demás y esperan ser desplazados sobre la base de las
experiencias pasadas de abandono (Mikulincer, 1998).

Existen factores que parecen estar influyendo en las manifestaciones específicas


del estilo de apego, tales como: la experiencia individual, la constitución genética
y las influencias culturales (Weaver & de Waal, 2002).

La calidad del apego madre-hijo va a depender de lo que cada una de las partes
involucradas aporte a la relación, así como de la influencia directa que cada una
de ellas ejerce sobre la otra (Bowlby, 1998).

Según Bowlby, el estilo de apego refleja la interacción entre la personalidad del


niño, la familia y el entorno social más amplio, por lo que no debe resultarnos
extraño que exista una influencia conjunta entre las variables propias del cuida-
dor y el temperamento infantil.

Lo cierto es que los estilos de apego son relativamente estables y según Bowlby, la
continuidad del estilo de apego se debe principalmente a la persistencia de los
modelos mentales del sí mismo y otros componentes específicos de la personali-
dad. Estos modelos logran mantenerse relativamente estables, justamente por-
que se desarrollan y actúan en un contexto familiar también relativamente esta-
ble (Stein, Koontz, Fonagy, Allen, Fultz, Brethour, Allen & Evans, 2002). Sin embar-

22
Página
r
go, los patrones de apego pueden cambiar en función de acontecimientos que
logren alterar la conducta de cualquiera de los individuos que formen parte de la
relación de apego.

Los estilos de apego continúan a lo largo del ciclo vital, y a través de las genera-
ciones. Las nuevas relaciones parecen afectarse por las expectativas desarrolla-
das en las relaciones pasadas (Waters, Hamilton & Weinfield, 2000). Hay autores
que han investigado cómo la transición de la infancia a la adolescencia temprana
influye sobre la organización de los estilos de apego, sugiriendo la posibilidad de
que sean activados ciertos mecanismos de evitación, sin los cuales no sería posi-
ble mantener una cierta distancia de las figuras parentales para desarrollar una
identidad personal más definida (Ammaniti, van Ijzendoorn, Speranza & Tambelli,
2000). Esto es importante tenerlo presente, ya que la adolescencia es considerada
un período de cambios y de continua reorganización de las representaciones de
apego, que se caracteriza por la reevaluación de las experiencias de vida que
llevan al desarrollo de la identidad (Zimmermann & Becker-Stoll, 2002). En este
sentido, las relaciones de apego se hacen más estables a lo largo del desarrollo, y
funcionan como un recurso de adaptación que asegura la formación de la identi-
dad. En esta misma línea, Cooper, Shaver y Collins (1998) observaron que los
adolescentes con un estilo de apego ansioso ambivalente presentaban un pobre
concepto de sí mismo, conductas de riesgo y niveles altos de sintomatología, al
igual que los adolescentes con estilo de apego evitativo.

Los problemas de apego a menudo se transmiten transgeneracionalmente a me-


nos que alguien rompa la cadena (Buchheim, Brisch & Kächele, 1998). Por ejem-
plo, un padre con estilo de apego inseguro puede no estar en capacidad de desa-
rrollar un apego fuerte con su hijo, de manera de proporcionarle los cuidados que
requiere para un desarrollo emocional, lo que a su vez puede llegar a influir en sus
dificultades para relacionarse con otras personas.

d Resiliencia

El término resiliencia tiene su origen en el idioma latín, en el término resilio que


significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. El término fue adapta-
do a las ciencias sociales para caracterizar aquellas personas que, “a pesar de
nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanos
y exitosos”. Así, la resiliencia es entendida como la “capacidad de resistir la
destrucción, de proteger la propia integridad y de construir la propia vida, a pesar
de las circunstancias adversas que se presentan a cada persona”. Así, la resiliencia
es una capacidad que sería inherente a toda persona. Sus bases se asientan du-

23
Página
rante la primera infancia, de ahí la necesidad de promover desde temprano el
desarrollo de aquellas áreas que contribuyen a fortalecerla, para que se presente
y active cuando les toque enfrentar situaciones de conflicto.

Otros autores entienden que la resiliencia no puede ser considerada como un


atributo con que los niños y niñas nacen ni que adquieren durante su desarrollo,
sino que se trataría de un proceso interactivo entre estos y su medio. La resiliencia,
según Kotliarenco, es “reaccionar ante el estimulo y a la vez sobreponerse
constructivamente”. Por su parte, Werner (1989) plantea que el tema de la
resiliencia resulta importante, ya que a partir de su conocimiento es posible dise-
ñar políticas de intervención.

La intervención desde un punto de vista clínico puede ser concebida como un


intento de alterar el balance presente en las personas, que oscila desde la vulne-
rabilidad a la resiliencia. Esto puede ocurrir ya sea, disminuyendo la exposición a
situaciones de vida provocadoras de estrés y que atentan contra la salud mental
(por ejemplo, alcoholismo paterno/materno, psicopatología de los padres o bien a
la separación o divorcio de éstos), o bien aumentando o reforzando el número de
factores protectores que pueden estar presentes en una situación dada; por ejem-
plo, reforzar fuentes de apoyo y afecto, favorecer la comunicación y las habilida-
des de resolución de problemas.

El enfoque de la resiliencia parte de la premisa que nacer en la pobreza, así como


vivir en un ambiente psicológicamente insano, son condiciones de alto riesgo
para la salud física y mental de las personas. Más que centrarse en los circuitos
que mantienen esta situación, la resiliencia se preocupa de observar aquellas
condiciones que posibilitan el abrirse a un desarrollo más sano y positivo. Desde la
década del ochenta en adelante, ha existido un interés creciente por conocer a
aquellas personas que desarrollan competencia a pesar de haber sido criadas en
condiciones adversas, o bien en circunstancias que aumentan el riesgo de presen-
tar psicopatologías (Osborn, 1990). Este grupo de personas ha sido denominado
como resiliente.

Se ha definido a un niño resiliente como aquel niño o niña, que, a pesar de haber
vivido en situaciones adversas, trabaja bien, tiene buenas expectativas, tiene
facilidad de relacionarse con los demás, desarrolla factores sociales adecuados,
tiene una capacidad en la resolución de problemas, autonomía, sentido de propó-
sito y de futuro.

24
Página
e Los afectos

Los afectos constituyen expresión y ligazón entre el individuo y el mundo relacional.


Son puente entre temperamento y carácter; y aspectos motivacionales, funda-
mentales, que impulsan al individuo sobre su base temperamental a relacionarse
con los demás y gradualmente constituir el carácter.

La definición de lo que son los afectos hoy en día ha llegado a ser relativamente
simple y aceptada por los investigadores de diferentes escuelas. Los afectos son
estructuras psicofisiológicas, es decir tienen aspectos biológicos, fisiológicos y
aspectos puramente físicos, indisolubles desde el comienzo, y aspectos psíquicos
que incluye una experiencia subjetiva de placer o de dolor, positiva o negativa.

Los afectos positivos, tales como la alegría, la euforia, la excitación sexual se


contrastan con los afectos negativos, tales como, la angustia, la depresión, la
rabia, el disgusto. Los afectos antes mencionados son afectos básicos; también
están los complejos, que derivan de la integración gradual de los afectos más
simples.

Los afectos también se manifiestan a través de movimientos psicomotores aso-


ciados por expresiones, por ejemplo, la entonación de la voz, por movimientos de
toda la musculatura corporal y por descargas neurovegetativas. Estas últimas re-
flejan las activaciones de los complejos sistemas de neurotransmisores y estruc-
turas del sistema nervioso central y de glándulas internas relacionadas con él.
Este es el primer elemento subjetivo de los afectos; a estos se agregan, enton-
ces, aspectos físicos y, muy especialmente, la expresión facial, que es innata y se
presenta automáticamente desde las primeras semanas de vida, permitiendo que
la madre diagnostique el afecto del bebé. Es decir, tenemos una capacidad innata
de expresar y de leer afectos, que es general para todos los mamíferos (O. Kernberg,
2004).

Porque los afectos tienen otra función, una función comunicativa. Los afectos
comunican a la otra persona y a sí mismo el estado general del organismo, tienen
un aspecto cognitivo de información interna, organizan el mundo y comunican a la
otra persona y, muy especialmente, el bebé comunica a su madre sus necesidades
antes de poder hablar. Los afectos son el primer lenguaje interpersonal.

En resumen, experiencia subjetiva, expresión facial, expresión psicomotora aso-


ciada en descarga neurovegetativa y función comunicativa constituyen los afec-
tos, es decir, estos son un complejo paquete estructural.
25
Página
f El desarrollo cognitivo

El pensamiento tiene su origen en el cuerpo. El lactante reacciona ante un estímu-


lo sensitivo, emitiendo una reacción motora: si le ponemos un dedo en la mano, la
cerrará; si la madre le introduce un pezón en la boca, comenzará a succionar; si se
le muestra un patrón visual, fijará en él la vista. Este patrón sensorio-motor. Es el
tipo más temprano de pensamiento, pues comienza con las pautas innatas de
conductas, que se acaban de mencionar: asir, succionar, observar y actividad cor-
poral de movimientos generales.

La unidad fundamental del desarrollo cognitivo del niño o niña planteada por Piaget
es el esquema; es decir, un patrón de conducta en respuesta a determinado estí-
mulo ambiental. Sin embargo, el esquema no es una mera reacción, pues el niño
también actúa sobre el medio. El esquema se vuelve cada vez más complejo a
medida que el niño reacciona ante una variedad mayor de estímulos ambientales
y actúa sobre ellos. Cada vez se va produciendo un acto de modificación, que
Piaget denomina acomodación, que a su vez produce un nuevo equilibrio. Ambos
procesos, tanto el de asimilación como el de acomodación, van adquiriendo cada
vez mayor complejidad.

En la teoría de Piaget, el desarrollo cognitivo incluye cuatro etapas fundamenta-


les:

Etapa sensorio-motora (desde el nacimiento hasta los 18 meses). Desde las ma-
nifestaciones innatas, el niño va desarrollando diferentes funciones y adquiriendo
nuevos esquemas de funcionamiento, centrados generalmente en su cuerpo. A los
4-5 meses trata de producir efectos sobre objetos externos que manipula. Entre
los 8-9 meses empieza a advertir la existencia de objetos no percibidos u ocultos,
es decir, la imagen mental del objeto adquiere ya cierto grado de permanencia en
su mente (permanencia del objeto). Continúa explorando más detenidamente los
objetos y su relación espacial. Inicia cambios que causen variaciones en las cosas
y busca activamente eventos nuevos.

En esta etapa, las palabras ya han hecho su aparición. El lenguaje constituye ante
todo un acompañamiento de la acción que deriva de las imitaciones diferidas o
que se basa en ellas. Poco a poco se presenta un cambio y el lenguaje a semejanza
del juego se convierte en una representación verbal de una acción pasada. La
imitación diferida, el juego simbólico, las imágenes gráficas y el lenguaje consti-
tuyen lo que Piaget denomina función semiótica, o sea, la capacidad de represen-
tar algo (el significado) por medio de otra cosa (el significante).

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Página
Etapa preoperacional (desde los 18 meses hasta los 7 años). Se advierte la apa-
rición del pensamiento simbólico y de la representación. El leguaje adquiere ma-
yor importancia al ir aprendiendo el niño a distinguir objetos concretos y las de-
signaciones con que se los indica. Y así, poco a poco, aprende a razonar en forma
simbólica en vez de motora.

A pesar de los adelantos en esta etapa, el pensamiento preoperacional tiene sus


restricciones. El niño no sabe razonar en forma lógica ni deductiva, sus juicios
están dominados por las percepciones de fenómenos, objetos y experiencias. Por
otra parte, no puede atender más que a una dimensión o atributo perceptual a la
vez. No logra captar plenamente el concepto de tiempo, pudiendo reconocer se-
cuencias y rutinas diarias, pero no logrando manejar conceptos relacionados a lo
temporal.

El niño es egocéntrico en extremo, es decir, es conceptualmente incapaz de ver


los hechos y experiencias desde ningún punto de vista que no sea el suyo. El es a
todas luces, el centro de su mundo de representaciones, no logrando tampoco
distinguir con claridad entre su persona y el mundo circundante, entre el campo
subjetivo de los pensamientos y sentimientos y el campo objetivo de la realidad
externa.

Su razonamiento no es ni deductivo ni inductivo, sino lo que Piaget llama


transductivo, es decir, el niño trata de relacionar lo particular en forma poco
lógica. Capta nexos entre los acontecimientos y fenómenos no por alguna relación
causal, sino simplemente por su contiguedad o yuxtaposición espacial o temporal.
El pensamiento es sincrético, es decir, se concentra en el todo de la experiencia,
sin relacionarlo con las partes; con tendencia a la centración, es decir, se concen-
tra en un aspecto de la relación cambiante, con exclusión de otros aspectos. El
niño, en esta etapa, por tanto presenta Representaciones estáticas, es decir pre-
senta incapacidad de manipular las representaciones mentales.

Otra característica del pensamiento es el animismo. El niño cree que todo cuanto
se mueve tiene vida; cosas como las nubes o las piedras están provistas de moti-
vos y emociones. A su vez, los procesos mentales (entre ellos los sueños) se con-
sideran cosa que provienen del exterior.

En la medida que pasa el tiempo estas características van cambiando, el niño se


va acomodando mejor a la realidad, observándose, una paulatina “descentración”
de los intereses del niño, de su percepción y de sus puntos de vista. La
descentración, se realiza en parte por la mayor participación social. El niño co-
mienza así a verse a sí mismo y al mundo desde otras perspectivas.
27
Página
Etapa de las operaciones concretas (desde los 7 años hasta el inicio de la adoles-
cencia). El niño está en condiciones de atender simultáneamente a dos variables.
Ha dominado lo que Piaget llamó concepto de conservación. El niño lo adquiere no
sólo respecto al volumen sino, además, respecto al número, clase, longitud, peso
y superficie.

El adelanto principal en esta etapa consiste en que el niño es capaz de aplicar los
principios lógicos fundamentales al campo de la experiencia y de los fenómenos
concretos, pero sin que sus percepciones interfieran en ello. Poco a poco sus
procesos de pensamiento lógico se organizan en una estructura de creciente com-
plejidad e integración, estructura que le permite afrontar al mundo circundante o
a reaccionar sistemáticamente ante él.

Etapa de operaciones abstractas que corresponde a la adolescencia. Según Piaget,


la gran novedad que caracteriza el pensamiento del adolescente consiste en mani-
pular las ideas propiamente dichas y no sólo los objetos (Piaget, 1969). Está ya en
condiciones de valerse de hipótesis, de experimentar y de hacer deducciones, de
pasar de lo particular a lo general. Puede hacer afirmaciones teóricas que no
dependen de un contenido específico y, además, puede aplicar este tipo de pensa-
miento a toda clase de datos. De ello resulta una mayor independencia y desvincu-
lación del mundo concreto.

Una vez que el adolescente ha llegado a las conclusiones correctas mediante el uso
del pensamiento analítico, está en condiciones de dar un paso más: puede mani-
pular las conclusiones y deducir otros conceptos, y estas nuevas manipulaciones
son enteramente operaciones mentales, libres por completo de las observaciones
originarias.

Piaget clasifica estas manipulaciones, u operaciones mentales, en cuatro grupos


que abarcan los llamados INRC (identidad, negación, reciprocidad y correlatividad,
respectivamente). La realización de estas estructuras cognitivas de tipo opera-
cional y formal representa la etapa final en el proceso del pensamiento humano,
pero no en el contenido del mismo.

Para Beck et al. (1979), una cognición es cualquier idea o evento con contenido
verbal o gráfico en la corriente de conciencia del sujeto. Las cogniciones se basan
en los esquemas desarrollados en experiencias anteriores. Los esquemas serían
las actitudes, supuestos o creencias que tiene el sujeto. Por tanto, las cogniciones
están supeditadas a estos esquemas. Así, en el esquema de Beck, las cogniciones
(pensamientos) conducen a los sentimientos; o, lo que es lo mismo, la cognición

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Página
o
es previa y determinante del afecto, el cual determina a su vez a la conducta. Se
sigue, por tanto, la línea esquema-cognición-afecto-conducta.

Más recientemente Alford y Beck (1997), consideran que la cognición incluye las
estructuras teóricas necesarias para apoyar el procesamiento de la información.
Los esquemas son organizadores mentales de experiencias que influencian el modo
como la información es procesada y el modo como la conducta es organizada. Las
estructuras cognitivas pueden engendrar procesos y eventos cognitivos y afectivos,
y también pueden ser desarrollados al procesar acontecimientos y eventos (por él,
los eventos de vida estresante pueden ser la causa de esquemas que después
inciden negativamente en el individuo).

El cambio de las propias estructuras cognitivas, tema importante siempre, es


más probable que ocurra por descubrir una continua experiencia establecida que
cuando las viejas estructuras cognitivas son cuestionadas y no garantizadas, y
cuando la adopción de estructuras nuevas, más adaptativas, es reforzada. Los
datos de la experiencia, proporcionan la base más convincente para estructurar el
self de uno mismo, del mundo y la relación entre ambos (Meichenbaum, 1985).

g Autocontrol y autorregulación

La autorregulación, corresponde al control independiente que el niño hace de su


propia conducta, para ajustarse a las expectativas sociales comprensibles. El cre-
cimiento de la autorregulación ocurre paralelamente al de la conciencia
cognoscitiva. A medida que el niño o niña, cumple o no con las peticiones de los
adultos, incorpora gran cantidad de información sobre que tipo de conductas son
socialmente aprobadas. A medida que procesa, almacena y actúa sobre esta infor-
mación ocurre un cambio gradual desde el control externo al control interno.
Desde el nacimiento los niños atraviesan por cuatro fases en su camino a la
autorregulación (Kopp, 1982).

Fase 1: Modulación neurofisiológica. (desde el nacimiento hasta los 2 o 3 me-


ses). En las primeras semanas los infantes comienzan a calmarse cuando se hallan
sobreestimulados. Mediante el uso de conductas originales como chupar.

Fase 2: Modulación sensorio-motriz (desde los 2-3 meses hasta los 9-12 meses).
Una vez que los bebés llegan a la edad en que están despiertos más tiempo duran-
te el día, se vuelven conscientes de que sus acciones pueden afectar su entorno.
Sin embargo, ejercerán su influencia en su medio ambiente sólo cuando alguien o
algo llame su atención o dé respuesta a su conducta.

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Fase 3: Control (desde los 9-12 meses hasta los 18 meses o más). El control está
ligado al desarrollo de lo que Piaget describió como conducta intencional o dirigida
hacia una meta, pero está limitada a una situación específica. Los niños en esta
tercera fase todavía no tienen la habilidad cognitiva para generalizar y su memo-
ria es limitada. Lo que ellos pueden hacer puede reprimir el conocimiento de lo
que se supone que ellos deben hacer. Debido a que la autoconciencia, tan sólo se
está empezando a desarrollar, no comprende verdaderamente lo que significa con-
trolarse a sí mismo.

Fase 4: Autocontrol y progresión de la autorregulación (desde los 18-24 meses


en adelante). Fase en la cuál los niños desarrollan la habilidad de formar imágenes
mentales simbólicas y recordar los eventos pasados. También están desarrollando
la habilidad de reflejar sus propias acciones y así pueden conectar mentalmente lo
que hacen con lo que se les ha dicho que ejecuten. Ambas habilidades cognitivas,
permiten a los niños monitorear su propia conducta. El autocontrol, entonces,
significa que sobre la base de la información recordada los niños alterarán o de-
morarán una acción para adaptarse a lo que conocen como socialmente aceptable,
incluso cuando la persona que cuida está ausente. Sin embargo, la adaptabilidad
de los niños a nuevas situaciones todavía es limitada y bajo presión de un estímu-
lo o deseo olvidan fácilmente las normas. El cambio súbito a la autorregulación
involucra mayor flexibilidad, pensamiento conciente y disponibilidad para espe-
rar.

h Desarrollo moral

La conducta moral proviene, en parte, de las normas culturales básicas que go-
biernan la acción social internalizada por el niño. El desarrollo moral es el incre-
mento alcanzado por la internalización de dichas normas. Suele suponerse que el
mencionado proceso recibe el influjo del castigo y el premio, la identificación con
los padres como modelos y las oportunidades de encarnar papeles en el juego con
los coetáneos. El grado de internalización se mide basándose en la capacidad del
niño para resistir la tentación de quebrantar una regla cuando ni el castigo ni la
posibilidad de incumplimiento influyen en él. También se mide a partir del senti-
miento de culpabilidad y la capacidad de juzgar la conducta.

Esta capacidad es una dimensión compleja, ya que entraña capacidad cognitiva,


posibilidad de prever los acontecimientos venideros, posibilidad de sentir empatía
por otra persona, posibilidad de mantener la atención y no ceder ante los impul-
sos, control de fantasías (en especial la de índole agresiva) y, por último, senti-
mientos de autoestima y seguridad en sí mismo.

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Piaget describe el desarrollo del juicio moral en función de seis aspectos, todos
ellos conectados con el desarrollo cognitivo y al parecer derivadas de él. Las seis
dimensiones revelan una transición del juicio realizado basándose en las conse-
cuencias físicas externas inmediatas al que se emite a partir de valores internos
o subjetivos (Kohlberg, 1964).

Intencionalidad del juicio: los niños de corta edad tienden a considerar malo un
acto en función de sus consecuencias físicas concretas, en tanto que los de mayor
edad le dan ese calificativo según la intención que tenga el sujeto de causar daño.

Relativismo del juicio: los niños de corta edad piensan que un acto es totalmente
correcto o incorrecto y suponen que los adultos siempre tienen la razón. Por el
contrario, los niños mayores advierten la posible diversidad en las ideas del bien
y del mal.

Independencia de las sanciones: el niño de corta edad afirma que un acto es


malo por que este acarrea castigo, mientras que un niño mayor dirá que es malo
por violar una norma o por causar daño a otros.

Uso de la reciprocidad: los niños de 4 años no incluyen la reciprocidad como un


motivo de consideración por los demás, mientras que si la utilizan los de siete
años o más, aunque estos últimos muestran una reciprocidad egoísta y concreta.
Entre los 11 y 13 años casi todos juzgan bien en términos de la reciprocidad ideal,
pues se ponen en lugar del otro.

Empleo del castigo para hacer restitución y enmendarse: los niños pequeños
proponen imponer castigos dolorosos y fuertes a las faltas, en cambio, los mayo-
res se pronuncian a favor de castigos menos severos que también propicien el
cambio de quién comete la falta.

Ideas naturalistas sobre las desgracias: hasta los 6-7 años los niños piensan que
las desgracias o accidentes que están antecedidos por actos malos son un castigo
de una fuerza superior (por ejemplo: Dios). Los niños de mayor edad no estable-
cen por lo general ese nexo.

Basándose en las ideas de Piaget en relación a las etapas del desarrollo cognitivo,
descritas anteriormente; Kohlberg (1964) ha propuesto tres niveles fundamenta-
les del desarrollo del juicio moral:

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Nivel I. Premoralidad (o moralidad preconvencional).
Tipo 1. Orientación hacia el castigo y obediencia (es decir, sumisión
a la fuerza superior de los padres).
Tipo 2. Hedonismo instrumental primitivo (esto es, se obedece pero
sólo con la esperanza de recibir un premio).

Nivel II. Moral de la conformidad (o moralidad convencional).


Tipo 3. La moralidad propia del conformista, que busca a toda costa
mantener buenas relaciones con otros y recibir su aprobación (o sea,
sumisión a las reglas con objeto el agradar a los otros y ganarse su
aprobación).
Tipo 4. La autoridad preserva la moral (es decir, se acatan las reglas
con tal de conservar el orden social).

Nivel III. Moral de principios éticos aceptados voluntariamente (o moral


postconvencional).
Tipo 5. Moral del contrato social, de los derechos individuales y di-
gamos, de las leyes aceptadas en forma democrática (con la seguri-
dad de un “contrato social” legal).
Tipo 6. Moral de los principios individuales de conciencia (la obe-
diencia voluntaria se funda en principios éticos. Este nivel se alcan-
za, cuando se logra, hacia la adolescencia).

i Desarrollo del concepto de sí mismo

“¿Quién soy yo en el mundo? Ah, este es el gran enigma”, dice Alicia en el país de
las maravillas, después que su tamaño había cambiado repentinamente otra vez.
Resolver el enigma de Alicia supone un proceso de toda la vida en el conocimiento
y en el desarrollo de sí mismo.

El sentido de sí mismo crece lentamente, comenzando con la autoconciencia: el


darse cuenta gradualmente de que se es un ser separado de otra gente y de otras
cosas, con habilidad para reflexionar sobre sí mismo y sobre las propias acciones.
El autoconocimiento cristaliza en el primer momento de autorreconocimiento,
aproximadamente a los 18 meses de edad, cuando los niños se reconocen frente al
espejo.

El próximo paso es la autodefinición; identificación de las características inter-


nas y externas que el individuo considera significativas para describirse a sí mis-

32
Página
mo. Cerca de los tres años, los niños piensan en ellos más en términos externos:
cómo parecen, cómo viven, que hacen. Sólo a los 6 – 7 años los niños comienzan a
definirse ellos mismos en términos psicológicos. Desarrollando un concepto de
quiénes son (el yo verdadero) y de cómo quieren ser (el yo ideal). Cuando termi-
nan este proceso de entenderse a si mismos, los niños han hecho un progreso
importante, del control de sus padres hacia su autocontrol.

Parece ser que no hay nada más personal que el sentimiento del yo. Pero la mayo-
ría de los investigadores ven el autoconcepto como un fenómeno social, “el punto
de convergencia entre el individuo y la sociedad”.(Markus y Nurius, 1984). La
preadolescencia (a fines de la etapa escolar) parece ser el tiempo señalado para
este encuentro. Las capacidades, actividades y contactos sociales, en aumento
en este período, están acompañados por responsabilidades cada vez mayores.
Los niños empiezan a regular su comportamiento no sólo para conseguir lo que
quieren y necesitan, sino también para responder a las necesidades y deseos de
los otros.

A medida que se esfuerzan por llegar a ser miembros que funcionen en una socie-
dad, los niños deben realizar varias tareas importantes que contribuyen al desa-
rrollo de su autoconcepto. Según Markus y Nurius (1984), ellos deben:

Ampliar su autoentendimiento para reflejar las percepciones, necesidades


y expectativas de la otra gente. Por ejemplo, tienen que aprender qué sig-
nifica ser amigo o miembro de un equipo.
Aprender más acerca del funcionamiento de la sociedad, sobre las relacio-
nes complejas, los roles y las reglas.
Desarrollar estándares de comportamiento que sean personalmente satis-
factorios y también incorporar los aceptados por la sociedad.
Dirigir su propio comportamiento.

El desarrollo del si mismo, en la preadolescencia se correlaciona estrechamente


con el desarrollo de la autoestima (E. Erikson, 1950). Esta se refiere a la evalua-
ción que hacen los niños de ellos mismos, o autoimagen. Los niños comparan su
yo ideal con su yo real. Ellos mismos juzgan qué tan bien alcanzan los estándares
sociales y las expectativas que tienen en su auto concepto y con qué grado de
competencia hacen su trabajo.

33
Página
j La personalidad

La personalidad puede definirse como el “modo característico y habitual en que


cada persona se comporta, siente y piensa” (Bermúdez, 1997) o “los patrones
característicos y distintivos de pensamiento, emoción y conducta que define un
estilo personal del individuo de interactuar con el ambiente físico y social”
(Atkinson, 1996). En relación a la Personalidad Pervin (1998), nos indica: “La
personalidad es una organización compleja de cogniciones, emociones y conduc-
tas que da orientaciones y pautas a la vida de una persona. Como el cuerpo, la
personalidad está integrada tanto por estructuras como procesos y refleja tanto la
naturaleza (genes) como el aprendizaje (experiencia). Además la personalidad
engloba los efectos del pasado, así como construcciones del presente y del futu-
ro”.

Herencia y ambiente interactúan para formar la personalidad de cada sujeto.


Desde los primeros años los niños difieren ampliamente unos de otros, tanto por
su herencia genética como por variables ambientales dependientes de las condi-
ciones de su vida intrauterina y de su nacimiento. Algunos niños, por ejemplo, son
más atentos o más activos que otros, y estas diferencias pueden influir posterior-
mente en el comportamiento que sus padres adopten con ellos, lo que demuestra
cómo las variables congénitas pueden influir en las ambientales. Entre las carac-
terísticas de la personalidad que parecen determinadas por la herencia genética,
al menos parcialmente, están la inteligencia y el temperamento, así como la pre-
disposición a sufrir algunos tipos de trastornos mentales.

Entre las influencias ambientales hay que tener en cuenta que no sólo es relevante
el hecho en sí, sino también cuándo ocurre, ya que existen períodos críticos en el
desarrollo de la personalidad en los que el individuo es más sensible a un tipo
determinado de influencia ambiental.

Las experiencias de un niño en su entorno familiar son cruciales, especialmente la


forma en que sean satisfechas sus necesidades básicas o el modelo de educación
que se siga, aspectos que pueden dejar una huella duradera en la personalidad.
Algunos autores hacen hincapié en el papel que cumplen las tradiciones culturales
en el desarrollo de la personalidad y de todos sus componentes.

34
Página
k Integración de etapas y funciones evolutivas

Todas las funciones evolutivas analizadas hasta este punto se van integrando
paulatinamente en la medida que el desarrollo avanza. Las relaciones e
interacciones se van haciendo más complejas, haciendo que cada etapa se carac-
terice como un todo y no simplemente como la yuxtaposición de partes.

Aunque existen líneas múltiples e interconexas en la aparición de las etapas y de


las respectivas funciones, cada línea posee su propio ritmo de desarrollo, dando
origen a un ser humano de niveles múltiples en todo momento.

Cada etapa del desarrollo normal es un adelanto respecto a la anterior. Cada una
de ellas se sobrepone a las anteriores, pues las estructuras y funciones construi-
das en una determinada edad se integran a las que antecede.

Cada etapa avanza en dirección de una creciente complejidad estructural, de un


estado de relativa globalidad a otro de creciente integración y diferenciación.

Los factores biogenéticos, experienciales, psíquicos y ambientales garantizan y


facilitan el proceso evolutivo y la adaptación. Teniendo presente, que se dan pe-
ríodos críticos o sensibles, las condiciones pueden ser favorables o desfavorables
para la adquisición normal o patológica de las funciones evolutivas: conducta de
apego, cognición, afectos, etc.

Existe un sinnúmero de factores que pueden alterar el desarrollo normativo de


todas las funciones evolutivas, factores biológicos como traumatismos, infeccio-
nes, intoxicaciones; factores psicológicos como traumas precoses, personalidad
de los padres y estilos de crianza; factores ambientales, como ambientes escola-
res y de la comunidad adversos.

Al dar una mirada integral del individuo, en una perspectiva evolutiva, podremos
probablemente, evaluar e intervenir en forma eficiente y oportuna.

El consumo de sustancias puede, desde el período fetal y en todas las etapas del
desarrollo, incidir negativamente y de distinto modo en los distintos ámbitos del
desarrollo biopsicosocial. En los capítulos posteriores, se revisa cómo se inserta
el consumo se sustancias en las distintas etapas, cuál es la magnitud de las difi-
cultades en relación a prevalencia y perfiles de consumo en niños, niñas y adoles-
centes, cuáles serían las etapas del diagnóstico de este individuo con conductas
de riesgo y, por último, cuáles serían las intervenciones y las modalidades de

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Página
abordaje pertinentes a este grupo de niños, niñas y adolescentes.

En la tabla siguiente (adaptada de “Desarrollo psicológico del niño: Conceptos


evolutivos y clínicos”. Lewis, 1985) se resume, lo secuencial y lo interactivo del
desarrollo y sus distintas funciones; así se puede dimensionar los posibles efectos
de ciertos estímulos, entre ellos el consumo de sustancias, en el desarrollo evolu-
tivo.

36
Página
37
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Infancia
E n las ciencias sociales los enfoques teóricos respecto a la infancia se encuen-
tran en un proceso de revisión. Los enfoques hasta hoy usados son cuestionados
como "adultistas" por concebir la infancia solamente como etapa de preparación a
la vida adulta. Contra eso está ganando importancia un enfoque desde la perspec-
tiva de los niños y niñas, más sensible para el presente y la vivencia cotidiana de
ellos, tomando en cuenta sus propias visiones y aportes a la sociedad.

Los nuevos pensamientos reflejan, que en las sociedades actuales la infancia se


encuentra en un profundo proceso de transformación. Cada día menos la infancia
representa un espacio de protección y moratoria social, excluído del mundo adul-
to. Poco a poco está sustituida por una infancia que está, de una nueva manera,
incluida en la sociedad, llevando a los niños y niñas más responsabilidad y partici-
pación.

Cada vez más, va apareciendo la idea de los niños y niñas como “sujetos acti-
vos”. Esto se logra constatar, principalmente, con el reconocimiento creciente de
los niños como "sujetos de derechos" y la autonomía avanzada de los niños como
actores competentes frente a las nuevas tecnologías y medios de comunicación, y
como consumidores conscientes.

Por otro lado, se constata, que la ampliación del espacio de actuación junto con la
responsabilidad creciente lleva para los niños nuevas cargas y riesgos. Esos se
ven marcados principalmente en la obligación de tomar de forma temprana deci-
siones sobre su vida, sin poder construir esencialmente su futuro. Se supone,
según lo plantea Manfred Liebel (2003), “…que la celebración del nuevo "sujeto
autónomo" corresponde a la flexibilización de las relaciones entre infancia, fami-
lia, mercado y Estado, privatizando los costos sociales anteriormente asumidos
por el Estado, los que sirven para que los niños se adapten previamente al merca-
do "flexibilizado" del “trabajo” y consumo”.

a El niño y la niña como sujeto de derecho

La convención Internacional de los derechos de la infancia resalta, entre otros


derechos, el interés superior del niño, niña y del adolescente (artículo 3) como eje
clave en todas las medidas concernientes a los niños/as que tomen las institucio-
38
Página
tos en situaciones que dañan su salud.
s
nes públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades admi-
nistrativas o los órganos legislativos, comprometiéndose a asegurar la protección
y el cuidado que sean necesarios para su bienestar.

En el ámbito de las drogas se define que “los Estados partes adoptarán todas las
medidas apropiadas, incluidas medidas legislativas, administrativas, sociales y
educacionales, para proteger a los niños/as contra el uso ilícito de los estupefa-
cientes y sustancias psicotrópicas enumeradas en los tratados internacionales
pertinentes y para impedir que se utilice a niños/as en la producción y el tráfico
ilícitos de esas sustancias” (artículo 33, de la Convención citada).

Al concebir al niño, a la niña y a los adolescentes como sujetos de derechos, la


Convención le asigna el estatus de ciudadano/a. La Convención obliga al Estado,
al igual que a las instituciones relacionadas con la crianza, como la familia, el
grupo de pares, la vecindad, la escuela, la empresa, la iglesia, los servicios públi-
cos y privados, etc. a reconocer, respetar, proteger y garantizar los Derechos
estipulados, lo cual implica gestionar los recursos necesarios, ponerlos a su dispo-
sición y asegurar su accesibilidad. Esto incluye tomar todas las iniciativas que
permitan asegurar no sólo la promoción de salud, de estilos de vida saludable,
sino también de proveerles de los servicios especializados cuando se vean envuel-

Los derechos, de los cuales es titular todo niño, niña o adolescente abarcan todos
los recursos culturales y aspectos de la vida en sociedad. Se requiere de la
generación de las condiciones necesarias para el ejercicio de los Derechos, desta-
cando la necesidad de un trato especial, acorde a su edad, madurez y/o etapa
evolutiva. En definitiva, la aplicación de la Convención Sobre los Derechos del
Niño y de la Niña desafía la comprensión de la niñez, la crianza, la educación y las
relaciones sociales.

b El niño y/o la niña como consumidor

Convertirse en consumidor es muy importante en la sociedad actual, puesto que


ésta satisface gran parte de las necesidades materiales, sociales y culturales a
través del mecanismo del mercado o mundo mercantil (Riesman, Glazer y Denny,
1953). En consecuencia, jugar el papel de consumidor es vital para el bienestar de
una persona. Este papel se va adquiriendo a lo largo de un camino de aprendiza-
jes, en el que los padres colaboran. Todo este adoctrinamiento del consumidor no
parece ser un acto deliberado y formalizado por parte de los padres, más bien
parece formar parte habitual de la ayuda que se les da a los niños durante su

39
Página
crecimiento y desarrollo normal (Ward, Walkman y Wartella, 1977; Mc Neal, 1987).
Si bien los padres son los agentes primarios de socialización de los niños, el apren-
dizaje de los patrones de comportamiento del consumidor es el resultado de la
influencia que ejercen muchas otras personas y muchos otros objetos (inanima-
dos y animados).

A principios de la década del 90, en busca de una explicación sobre el comporta-


miento de consumidor en los niños, como objeto de estudio en sí mismo, Mc Neal
(1993) y Mc Neal y Yeh (1994) postularon y evaluaron 5 etapas en el desarrollo del
comportamiento del consumidor en la niñez.

1. Observación. El niño tiene su primer contacto sensorial con el mundo mercan-


til y, por consiguiente, su primera oportunidad para interactuar como una fuente
comercial de bienes y servicios que satisfacen necesidades. En esta temprana
época de su vida el niño ha experimentado satisfacción a partir de productos
proporcionados sólo a través de sus padres. Durante la última parte de esta etapa
previa al lenguaje comienza a visualizar la conexión que existe entre los padres y
los vendedores como proveedores. A través de la vista, el tacto, el gusto, el olfato
y la captación de sensaciones auditivas provenientes del mundo mercantil y, con
frecuencia, con la ayuda de los padres, el niño confinado a la percepción empieza
a formar sus propias impresiones sobre el mundo mercantil como fuente de pro-
ductos que satisfacen sus necesidades y que los padres rutinariamente le propor-
cionan.

2. Pedido. Esta etapa se caracteriza por la capacidad de los niños de pedir artícu-
los de consumo, principalmente productos alimenticios, primero por medio de
gestos, luego con una palabra y más tarde con oraciones, según se desarrolla el
leguaje.

3. Selección. La siguiente etapa lógica es el acto físico de tomar estos artículos,


en tanto sus mentes y sus cuerpos evolucionan y se desarrolla la necesidad de
realizar acciones de forma independiente. Pedir algo se convierte gradualmente
en conseguirlo, puesto que al ser autorizado su pedido esto va seguido del acto de
seleccionar, es decir, buscar un producto, tomarlo y consumirlo o colocarlo en el
carro del supermercado para consumirlo después. Este es el primer acto físico
importante que realiza el niño con miras a convertirse en un consumidor indepen-
diente. Una vez que se le permita al niño seleccionar productos periódicamente a
una edad media de 3 años y medio, el acto en sí se convierte en una sensación de
seguridad que lleva a pedir más.

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Página
4. Coadquisición. Después de seleccionar regularmente los productos con autori-
zación de los padres y presenciando como ellos pagan por dichos productos, los
niños, en su deseo de desempeñar el rol de adultos, quieren participar activamen-
te en el proceso de intercambio. Con la autorización de los padres y al principio
con mucha ayuda, el niño realiza su primera coadquisición tomando el producto
del estante y dando dinero al cajero. Si bien el niño apenas entiende el concepto
de dinero, éste es suficiente para permitirle llevar a cabo el episodio completo del
consumidor, el cual incluye querer, buscar, adquirir y utilizar un producto. Así pues,
en la cuarta etapa, con una edad media de 5 años y medio, los niños empiezan a
desempeñar el papel de consumidores primarios.

5. Compra Independiente. Luego de diversas compras con la ayuda de los pa-


dres, los niños dan el paso final que los lleva a convertirse en consumidores: el
acto de comprar por sí solos. Aproximadamente a la edad de 8 años los niños
pueden caminar o ir en bicicleta a una tienda, donde podrán realizar compras por
sí solos, o quizá podrán ir a un centro comercial con los padres y luego solos para
realizar sus propias compras.

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Etapas de desarrollo del comportamiento del consumidor
Producto Tiendas
Etapa Descripción Edad Media Resultados involucradas
involucrado
Observación Primera visita a una fuen- Primeras impresiones del Supermercados (78%)
te comercial proveedo- 2 meses mundo mercantil a través Tiendas mayoristas (9%)
Ninguno
ra de bienes y servicios de colores, formas, soni-
dos, olores, texturas

Pedido Pedido de un producto Primera entrega de objetos Cereales (47%) Supermercado (76%)
cuando se está ante él que satisfacen sus necesi- Golosinas (30%) Tienda mayorista (11%)
2 años
gesticulando, señalando dades de una fuente co- Juguetes (21%) Tienda de juguetes (7%)
con palabras mercial a través de sus pro- Centro comercial (3%)
pios esfuerzos físicos

Selección Tomar productos inde- 3 ˚ años Primera entrega de objetos Cereales Supermercado (56%)
pendientemente de los que satisfacen sus necesida- Juguetes Tienda mayorista (23%)
estantes des de una fuente comercial Golosinas Tienda de juguetes
a través de sus propios es- Libros (11%)
fuerzos físicos Ropa Centro comercial (7%)

Coadquisición Primera compra de un Primera experiencia con el Juguetes Tienda mayorista (43%)
producto deseado con la 5 ˚ años
proceso de intercambio en Golosinas Tienda de juguetes
ayuda de los padres el que se da dinero a cam- Artículos de regalo (23%)
bio de productos Ropa Supermercado (19%)
Cereales Centro comercial (16%)

Compra Realizar el acto de com- Efectuar la primera compra Comida


Golosinas
Independiente pra completa de mane- 8 años de un producto deseado, Supermercado (64%)
Juguetes
ra independiente sin ayuda alguna Centro comercial (12%)
Tienda Mayorista (11%)
Tienda de juguetes (8%)
(Adaptado de “Los niños como consumidores de productos sociales y comerciales”, MacNeal,
2000).
Según lo señalado por McNeal (1992) y (Lazer) 1994, los importantes cambios en
la vida familiar de la década de los 80-90, sobre todo en sociedades de libre
mercado, al presentarse en forma simultánea, ocasionaron un cambio general.
Estos cambios serían:

Los hogares con dos sueldos aumentaron. Muchas madres, bajo circuns-
tancias de elevación del costo de vida o bien con posibilidades de ejercer o
de ingresar al mundo laboral, dio a la familia la posibilidad de tener más
dinero para gastar. Este aumento absoluto del ingreso familiar permitió a
los padres destinar o proporcionar dinero adicional a sus hijos.

El índice de fertilidad total disminuyó. Cualesquiera que fuesen las razo-


nes, hubo relativamente menos niños por familia y más dinero para cada
uno, debido a que en el hogar había dos personas que ganaban dinero.

Las familias se demoraron más en tener hijos. Al retrasar los nacimientos


y afianzar lo profesional o laboral, los padres tuvieron más dinero cuando
los niños nacieron y, por consiguiente, tendían a darle más dinero. Así pues,
el hecho de dar más dinero a los niños se inició con frecuencia desde que
ellos nacían y no cuando llegaban a la etapa de “yo quiero”.

Las familias separadas aumentaron el número de hijastros. Debido a las


separaciones y el divorcio, muchos niños viven como hijastros en sus fami-
lias. Aunque esto sirve de muy poco consuelo para estos niños, ellos tien-
den a recibir más dinero y más cosas de sus varias familias, suelen tener
dos “madres” y dos “padres” y, por supuesto múltiples abuelos.

Las familias con sólo un padre o una madre aumentaron. La cantidad de


hogares encabezados por sólo un padre o madre (con frecuencia madres y
casi siempre en condiciones económicas desfavorables) ha aumentado, lo
que lleva a pensar que los hijos participarán más en las actividades del
hogar. En estos casos, los niños tienden a desempeñar el papel de consumi-
dores mucho más temprano y de manera más regular, manejando dinero,
yendo de compras, comprando para la familia y para sí mismos. En estos
hogares con un solo padre o madre los niños suelen realizar sus primeras
compras casi un año antes que los niños que pertenecen a hogares encabe-
zados por ambos padres, existiendo además una fuente oculta de ingreso
para estos niños de un solo padre/madre, ya que con frecuencia los padres
distantes proporcionan a sus hijos regalos y dineros adicionales. (McNeal,
2000).

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Página
Los abuelos “volvieron” a ser importantes. Los abuelos tienden a gastar
más por juguete que lo que gastan sus padres, y una de lasa fuentes de
ingreso de más rápido crecimiento para los niños es precisamente, el dine-
ro que viene de los abuelos.

El factor de culpa aumentó. El hecho de que tanto la madre como el padre


trabajaran vino asociado al sentimiento de culpa, por el hecho de estar la
mayor parte del día alejados de sus hijos. A juicio de MacNeal, se inventó el
término “calidad de tiempo”, para justificar la cantidad menor de tiempo
que ellos pasaban con sus hijos.

Los padres se “angustiaron” por el futuro de sus hijos. La incertidumbre


económica de las últimas décadas llevó a los padres a preocuparse por que
sus hijos tuvieran las mismas oportunidades que otros niños, más que a
considerar las mismas oportunidades que ellos tuvieron. Muchas familias
que tenían menos daban más a sus hijos, más dinero, más cosas, más
educación y capacitación, más poder en la toma de decisiones de la familia.
En Estados Unidos se constató que la ventas al por menor durante la tempo-
rada de Navidad en los años 1990-1994 bajaron, excepto en lo que se refi-
rió a mercaderías para niños.

Todos los aspectos ante3riormente enunciados son fundamentales al diagnosticar


los aspectos psicosociales del niño o adolescente frente al consumo de drogas.

c El niño, la niña y el consumo de drogas

El consumo de sustancias en niños o niñas, es decir sujetos menores de 10 años,


es algo poco frecuente, pero lamentablemente existente. Desde lo descrito en la
literatura y en la información de experiencias de quienes trabajan con esta pobla-
ción infantil se sugiere respecto del consumo, no hablar de adicción, sino más
bien de “consumo”. Especialmente si no se ha observado la presencia de indicadores
que definen una adicción como lo es el síndrome de abstinencia, por ejemplo.

Por otra parte, si bien es posible categorizar los tipos de consumo en el caso de niños,
la experiencia apunta a que en esta población no existiría un consumo no problemáti-
co. Es decir, en menores de 10 años, dados los argumentos entregados por los ejecutores
de programas que intervienen en esta población (mesa técnica CONACE 2002) se
sugiere hablar de consumo problemático o de consumo en alto riesgo o, por último, de
consumo que puede llevar rápidamente a un daño, al parecer por la cantidad de facto-
res de riesgo que se acumulan en un niño o niña que consume.

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Página
Los argumentos que apoyan esta propuesta son los siguientes:

Fisiológicamente, se trataría de un cuerpo y un aparato psíquico que está


en formación. Por tanto, todos sus sistemas se ven afectados por la pre-
sencia de sustancias tóxicas, que tendrán una mayor repercusión que en el
adulto.

Está claro que los niños pueden tener diferencias de consumo de acuerdo a
la etapa de desarrollo en que se encuentren, pero el sentido que está tras el
consumo en la niñez tiene siempre una raíz que dice relación con importan-
tes carencias presentadas tanto en el ámbito de las necesidades básicas y
acceso a servicios, como en el ámbito vincular y de relaciones afectivas con
su familia de origen.

Se está contraviniendo la Convención Internacional de los Derechos del Niño,


que compromete a los países del mundo a garantizar protección y seguridad
a la infancia.

Por tanto, no es posible hablar de un consumo responsable, pues cualquier tipo de


consumo en niños menores de 10 años, siempre conlleva un importante riesgo
asociado, que muchas veces no es posible determinar previamente, si sólo nos
centramos en las sustancias consumidas y no en los sentidos que ellos le otorgan
a las mismas y el contexto en el cuál se desarrolla el consumo de sustancias.

Por último, la literatura no hace una distinción o categorización particular en el


consumo de drogas en niños. Pero, si se consideran ciertas indicaciones respectos
a las etapas de desarrollo infantil, es posible hablar de tres tipos de consumo:

1. Consumo Imitativo (5 a 7 años). Este consumo se asocia al experimental, en


la medida que se prueba la droga con el sentido de la imitación de una conducta
observada en un adulto o en los propios pares. En general el acceso a la droga, es
a través de pares mayores y el consumo en esta etapa, que característicamente
se observa en población de alto riesgo y marginal, es, por lo general, el de solven-
tes volátiles, pudiendo haber acceso, sin duda alguna, a otros tipos de sustancias.

2. Consumo “sin sentido”. Este consumo se da generalmente entre los 8 y 10


años. Es un consumo concreto en tanto se relaciona con los efectos físicos que la
sustancia le proporciona y que suplen graves necesidades concretas, tanto mate-
riales como afectivas. No hay elaboración respecto del por qué se consume y de
las causas y efectos de dicho acto. El sujeto, carece de la posibilidad de abstraer

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Página
consecuencias presentes y futuras del consumo, debido a la etapa del desarrollo
del pensamiento en que se encuentra.

El niño que vive en estas condiciones, por lo general, siente la desprotección, no


puede identificarse con una figura significativa, tiene dificultades en la adapta-
ción social en términos de incorporar nuevas leyes y aparecen en él, conductas
agresivas que pueden presentar dos caminos: una constante autoagresión o una
agresión volcada hacia afuera permanentemente, que lo distanciará y le impedirá
el acceso y el mantenimiento en los sistemas sociales.

3. Consumo “con sentido” (preadolescencia, adolescencia temprana). La droga


acá presenta “un sentido” tanto en el ámbito individual, como grupal. En ambos,
el consumo viene a intentar llenar el lugar de la falta, en términos de la protec-
ción, de lo vincular, etc. El sentido se relaciona, por una parte, con carencias
concretas, pero, a la vez, con déficits del orden de lo simbólico. A través del
consumo se pasa a ser parte de un grupo, se adquieren roles y se reproduce lo
aprendido. El consumo aparece como una autoagresión y a la vez como una forma
de desafiar permanentemente la ley, a eso de lo que no son parte o no han adqui-
rido.

d Grupos de niños específicos: niños y niñas en el circuito de calle

Si bien los niños y niñas tienen características similares en muchos aspectos de su


desarrollo biopsicosocial, también existen grandes diferencias en las distintas
áreas de este. Por lo tanto, el desarrollo tomará cursos diferentes, de acuerdo a
las distintas posibilidades que niños y niñas tengan en su vida.

En las últimas décadas, la presencia de los niños en el “circuito de calle”, como


grupo que presenta especificidades, ha puesto de manifiesto la marginalidad in-
fantil, como consecuencia del modelo económico y su impacto en este segmento
de la población, que aparece como la cara visible de la agudización de la pobreza
y de la desprotección social. Pedro Güell plantea que los niños de y en la calle
serían la cara visible de los efectos no deseados de la modernización del país y su
repercusión en el núcleo familiar.

Según estudios del Servicio Nacional de Menores, la población nacional total de


niños, niñas y adolescentes atendidos por ese servicio asciende a 71.009 niños y
niñas. Un 12,1% de ellos correspondería a niños de y en la calle, situándose la
mayoría de ellos en edades que van entre los 7 y 16 años. Respecto a la distribu-
ción por regiones, la mayor concentración está en la VIII región (19,45%), en

46
Página
c
segundo lugar, en la Región Metropolitana con un 18,5%, en tercer lugar, la X
Región con el 16,3%, y la V Región, con un 13,9%, en cuarto lugar.

Se debe diferenciar entre dos perfiles de niños que presentan situación de


marginalidad, niños en la calle y en niños de la calle. Si bien expresan similitudes,
es posible reconocer importantes diferencias que marcarán el estilo de abordaje
que se desee realizar. La experiencia de trabajo con ambos perfiles indica que no
es posible plantear intervenciones universalistas, sino que se requiere necesaria-
mente considerar las especificidades de cada subgrupo.

Ambos grupos, a la vez, son atravesados por otras características, tales como
situaciones de explotación laboral, de abuso y explotación sexual.

Niños en la Calle: son niños que han vivido permanentemente situaciones de


carencias desde las más básicas: alimentación, educación, salud hasta aquéllas
asociadas a lo socioafectivo. Son niños que han sufrido situaciones ocasionales y/
o permanentes de violencia física, psicológica, incluso sexual, ya sea por parte de
las figuras parentales o adultos significativos u otros adultos.

Presentan además hitos comunes de nacimiento (hijos de embarazos no desea-


dos, inexistencia de figuras paternas, historias de alcoholismo y drogadicción en
sus hogares, entre otras). La mayoría vive en situaciones de hacinamiento, en
espacios reducidos, con adultos con problemas de cesantía, de alcoholismo y/o
drogadicción o en otros casos solos durante el día ya que la madre y/o figura
parental trabaja durante largos períodos fuera de la casa. Estos niños no ingresan
al sistema educacional y/o desertan tempranamente (entre 3° y 4° básico) o van
a la escuela y de la escuela a la calle.

Es así como estos niños pasan la mayor parte del tiempo en la calle, pero mantie-
nen ciertos vínculos con algún adulto significativo, al interior de su medio familiar
y por tanto, tiene la opción de mantenerse como niño en la calle y no pasar nece-
sariamente a ser un niño de la calle. En general, las edades fluctúan entre los 4 a
los 8 años, edad en donde comienza a producirse el tránsito hacia convertirse en
niños de la calle. La mayoría de estos niños pasa la mayor parte de sus vidas en las
calles mendigando o dedicados a servicios informales, para complementar los
ingresos de sus familias.

Niños de la calle: son niños que en su mayoría han realizado el tránsito definitivo
“a la calle”, producto de las condiciones de vida y de las situaciones de vulnerabi-
lidad o daño, sufridas o del abandono por parte de las figuras parentales y/o

47
Página
cuidadoras. La edad promedio del inicio “de la calle” es a los 8 años aproximada-
mente, siendo los 10 años la edad en que pierden todo vínculo con las familias de
origen y no cuentan con personas, instituciones o instancias que regulen, normen
o limiten sus conductas.

Se asocian a otros pares de las calles, formando las denominadas “caletas” en las
cuales reproducen el sistema familiar tradicional, a través de la asunción de cier-
tos roles con los pares, ya sea de protección, liderazgo o de ser protegido. Así se
van conformando verdaderas familias que suplen, a través de estas figuras rea-
les, a aquellas simbólicas e imaginarias que han abandonado o que, en la mayoría
de los casos, los han abandonado.

El consumo de drogas en estos niños se inicia entre los 9 y 14 años, a través de


solventes volátiles, la droga más consumida es la llamada “solución”. Estos niños,
que van desde los 8 años en adelante, se caracterizan por presentar estilos
vinculares evitativos, presentando desconfianza, temor y rechazo a las institucio-
nes formales y están fuera de la ley y las normas, con una clara preferencia hacia
la vida en la calle, a través de sus estrategias de sobrevivencia, que optan por un
sistema diferente. En algunos casos cuando alguna figura parental o de custodia
intenta que vuelvan a sus casas, rápidamente cambian de lugar geográfico antes
de que se los pueda volver a ubicar.

Adolescencia
La necesidad de hacer visible esta etapa del desarrollo, históricamente poster-
gada entre la niñez y la adultez, permitirá reconocer la existencia de sujetos que
transitan por ella. La especificidad de esta etapa y, a la vez, las características
específicas de los sujetos que la viven exigen plantear una mirada, un abordaje o
una intervención diferente, a la acostumbrada perspectiva adultocéntrica (desde
el adulto, para los adultos y con los adultos).

El análisis del adolescente y del proceso de adolescencia, desde una perspectiva


evolutiva, nos permite viajar hacia el pasado, presente y futuro de un ser en
constante movimiento y cambios.

48
Página
a Aspectos generales y definiciones

La adolescencia fue considerada por largo tiempo como etapa de tránsito entre la
niñez y la adultez, sin dedicarle mayor preocupación. A partir del siglo XX, con la
evolución del mundo moderno y tecnológico, esta etapa ha ido adquiriendo cada
vez más importancia; involucra mayor número de años en la vida del individuo y el
porcentaje de la población que se encuentra en este grupo es también importan-
te.

En líneas generales, se puede decir que la adolescencia es la etapa de la vida en


que se producen los procesos de maduración biológica, psíquica y social de un
individuo, alcanzando así la edad adulta y culminando con su incorporación en
forma plena a la sociedad.

La búsqueda de definiciones de adolescencia y del establecimiento de un modelo


comprensivo de este proceso responde a la necesidad de contar con criterios que
identifiquen grupos bien delimitados, que faciliten la investigación epidemiológica
y que se logre dar una mirada de contexto en torno a esta población.

La Organización Mundial de la Salud (OMS, 1965) consideró a la adolescencia como


el período de la vida comprendido entre los 10 y los 20 años. Expresó, además,
como prioridad la preocupación por los adolescentes y por entrenar al personal de
salud para aumentar sus conocimientos con respecto al tema, ya que difieren en
la fisiología y psicología de los niños y adultos.

Sin embargo, una de las definiciones más conocidas y aceptadas por los que se
dedican al área de la adolescencia ha sido elaborada por la OMS (1975). Esta
define la adolescencia como la etapa en que desde el punto de vista:

Biológico: “El individuo progresa desde la aparición inicial de las caracte-


rísticas sexuales secundarias hasta la madurez sexual”.

Psicológico: “Los procesos psicológicos del individuo y las formas de iden-


tificación evolucionan desde los de un niño a los de un adulto”, y

Social: “Se realiza una transición del estado de dependencia socio-econó-


mica total a una relativa independencia”.

De esta definición se desprende que el inicio del desarrollo de las características


sexuales secundarias correspondería al inicio de la adolescencia, aunque el térmi-

49
Página
no de esta etapa resultaría más bien variable de un individuo a otro, intentando,
en la medida de lo posible, no usar un criterio cronológico, sino más bien el logro
de los procesos antes mencionados.

Horrocks (1984), de acuerdo a criterios evolutivos, establece en la adolescencia


tres subperíodos: temprano (entre los 11 y los 13 años), medio (de los 14 a los 16
años) y tardío (entre los 16 y los 19 años). Estos criterios evolutivos serían, entre
otros, el desarrollo físico, el movimiento hacia la independencia, los intereses
vocacionales, la sexualidad y el autocontrol.

Dina Krauskopf (2000), desde una perspectiva de las tareas evolutivas, nos plan-
tea tres subetapas en el desarrollo adolescente, de acuerdo a tres tipos de preocu-
paciones:

Temprana (10-13 años), preocupación por lo físico y emocional.


Media (14-16 años), preocupación por la afirmación personal-social, y
Final (17-19 años). preocupación por la relación social.

Carmen Arbex (2002) nos plantea la adolescencia como el período de desarrollo


humano que se inicia al finalizar la infancia, con la pubertad y termina en la etapa
adulta. El niño ha abandonado la niñez pero aún no se ha desarrollado como perso-
na adulta. Se trata, por tanto, de una etapa de transición, llena de ambigüedades
e incertidumbres.

Muchos son los autores que intentan dar una definición de la adolescencia, ya sea
por un interés clínico, sociológico, epidemiológico o político.

Desde un punto de vista práctico y en coincidencia con el programa del adolescen-


te del Ministerio de Salud de Chile consideraremos la adolescencia como la etapa
que toma el rango etario entre los 10 y los 19 años de edad y al adolescente como
el individuo hombre o mujer, que se encuentra ubicado en ese rango etario.

Si bien el criterio cronológico que se elige aquí es de orden práctico, este debe ser
complementado, en todo momento con los criterios referidos a tareas evolutivas
y características particulares del proceso, que serán descritas y analizadas más
adelante.

50
Página
b En busca de un modelo comprensivo

Basados en experiencias previas, el Programa Regional de Adolescencia de la Or-


ganización Panamericana de la Salud (OPS) propone un nuevo marco conceptual de
desarrollo humano integral y promoción de salud. Este marco plantea fortalecer el
desarrollo del adolescente dentro del contexto de la familia y su ambiente
socioeconómico, político y cultural y un cambio de paradigma que apoye el desa-
rrollo de los adolescentes como una estrategia para prevenir los problemas.

Medio ambiente
Empleo-Ingreso Hogar-vecindad-escuela
Participación Social
Seguridad Medios de Comunicación
Políticas Integrales
Comunidad Cultura


económica/Financiera


○ ○

Empoderamiento


○ ○




○ ○

Familia
○ ○


○ ○

○ ○



○ ○


○ ○



○ ○

Desarrollo
de Adolescentes





○ ○
○ ○ ○


○ ○
○ ○



○ ○



Servicios de promoción y de

Educación, habilidades

salud curativa. Educación en


y aspectos éticos

salud, consejería, recreación


Derechos
Competencias y redes
y Ciudadanía
Salud y Bienestar
Justicia

(Un modelo basado en el marco conceptual de salud y desarrollo para la promoción


de la salud de adolescentes y jóvenes. OPS, 2001).

Los adolescentes tienen requerimientos básicos (derechos) (UNICEF, 1997) que


necesitan ser satisfechos: nutrición, ejercicio, recreación y acceso a servicios.
Según la OMS, para tener un desarrollo saludable los adolescentes y jóvenes nece-
sitan primero, haber tenido una infancia saludable; segundo contar con ambien-
tes seguros que los apoyen y brinden oportunidades, a través de la familia, los
pares y otras instituciones sociales; tercero, información y oportunidades para
desarrollar una amplia gama de actividades prácticas, vocacionales y de vida y
cuarto, tener acceso con equidad a una amplia gama de servicios: educación,

51
Página
salud, empleo, justicia y bienestar (OMS, 1989). UNICEF agrega la necesidad de
un macroambiente que los apoye, creado por las políticas y la legislación, los
valores de la sociedad, los modelos de roles positivos, y las normas de conductas
con apoyo de los medios de comunicación.

c El adolescente: sujeto y objeto de un proceso

En la adolescencia, el sujeto está experimentando una serie de cambios decisivos


para su vida futura. En esta etapa evolutiva el universo de valores, intereses,
actitudes vitales y comportamientos adultos quedan, si no fijados, al menos orien-
tados, y la propia identidad personal se va configurando, experimentando un de-
sarrollo emocional, comportamental y físico, que lo llevará a tratar de independizarse
de sus padres y buscar su propia identidad.

Desde una perspectiva individual debemos recordar que la pubertad se manifiesta


por profundas modificaciones fisiológicas que evidentemente tienen importantes
repercusiones psicológicas y/o sociales, tanto a nivel de la realidad concreta como
a nivel de lo imaginario y lo simbólico.

El cuerpo se transforma a un ritmo variable, pero de forma global, enfrentándose


pues el sujeto a una serie de modificaciones corporales que le cuesta integrar y
que sobrevienen a un ritmo rápido. El cuerpo representa para el adolescente un
medio de expresión simbólica de sus conflictos, además de mostrar sus formas de
relación.

El ámbito neurobiológico fue descrito en el capítulo anterior, en donde se descri-


bió la evidencia de los importantes y profundos cambios tanto organizacionales
como funcionales, a nivel de distintas estructuras del sistema nervioso central y
del sistema endocrinológico y las consecuencias de posibles daños, provocados
por distintos estímulos en esta etapa.

A estas modificaciones anatomo-fisiológicas se une un cierto movimiento


intrapsíquico, ligado a la experiencia de separación de las personas influyentes
en la infancia, a un cambio en las formas de relación y en los proyectos elaborados
en común. Este movimiento puede compararse al de un trabajo de duelo, que
puede reeditar pérdidas y/o separaciones en períodos previos o de la pequeña
infancia.

El adolescente debe crear o recurrir a ciertas defensas o medidas defensivas y


procesos adaptativos. La elección de sujetos de relación va mostrando mayor

52
Página
variación individual. Los procesos cognitivos se hacen más objetivos y analíticos.
Aparecen jerarquizaciones en su pensamiento, lo que hace que sobresalgan dife-
rentes intereses, capacidades, habilidades y talentos que son ensayados experi-
mentalmente y valorados en el fortalecimiento de la autoestima, por la bibliogra-
fía.

La cualidad narcisista del adolescente, ampliamente descrita, adquier una gran


importancia con el tiempo. El retiro de la carga afectiva, que en un primer mo-
mento se dirigía a la relación de la figura vincularmente significativa, por lo
general los padres, lleva a una sobre valoración de sí mismo, a una sensibilidad
extraordinaria, a un aumento de la percepción de sí mismo y de la realidad. Este
aumento del narcisismo se explica porque en la medida que se aleja de las figuras
parentales de la infancia se siente desprotegido y, por lo mismo, frágil; y es de
estas vivencias que se defiende con los sentimientos de grandeza y superioridad.
El desarrollo y más tarde el establecimiento del narcisismo adulto es considerado
como necesario en la adolescencia. El adolescente debe escoger nuevas relacio-
nes, pero también debe escogerse a sí mismo como sujeto de interés, de respeto
y de estima. De allí la importancia que los autores dan a la fallas del narcisismo
como elemento central en las distintas dificultades psicológicas de los adolescen-
tes. La forma en que ciertos jóvenes maltratan su cuerpo es un signo, entre
otros, de sus dificultades narcisistas.

Para poder separarse de los padres reales y de sus representaciones en el mundo


interno, el adolescente usa predominantemente la desvalorización de los padres,
indicándolos como portadores de características negativas (que pueden ser reales
o no), características extensibles a figuras sustitutas (profesores, tutores, etc.).

Al retirar la energía mental de los padres, esta queda libre y puede seguir dos
caminos. El más frecuente es depositarla en personas o intereses del mundo ex-
terno, lo que explica la gran facilidad para establecer relaciones intensas y transi-
torias con personas o actividades, generalmente ideológicas, artísticas o deporti-
vas. El otro camino para la energía mental que ha quedado flotando es volverla
hacia el mundo interno, lo que se expresa en grandes retracciones del mundo real
que los hace ser ensimismados, casi autistas; cuando el individuo logra canalizar
esta energía mental lo hace buscando objetos que le hagan sentido, por lo tanto,
son sujetos que están la mayor parte de las veces fuera del hogar, en una búsque-
da y experimentación constante de nuevas vivencias y contactos afectivos. Esta
característica del período de adolescencia es vista desde el mundo adulto, como
un aumento en el riesgo, pues, es lo que lo lleva a experimentar en distintas
conductas de riesgo, por ejemplo, el uso de drogas.

53
Página
Otro elemento a considerar en el sujeto adolescente es la gran importancia que
adquieren para el individuo los órganos de los sentidos, lo que permite una per-
cepción hiperaguda de la realidad, con especiales características. Tal vez esto
ayude al yo a aferrarse al mundo de los objetos significativos, que está en cons-
tante riesgo de perder. La naturaleza y las manifestaciones artísticas se descu-
bren en toda su belleza y experimentan en relación con ellas estados emocionales
exaltados. También se pueden observar sentimientos de omnipotencia en los es-
tados autoprovocados de dolor, esfuerzo y agotamiento físico, que son típicos de
los adolescentes. Aquí aparece la importancia del yo corporal, que les permite
mantener la identidad, cuando el “yo psicológico” está envuelto en tantas vicisi-
tudes.

Es necesario reiterar las tensiones afectivas durante toda la adolescencia, ya que


se sabe que el aumento de tensión en el aparato mental genera angustia. Para
evitarla, el adolescente descarga parcialmente estas tensiones al exterior, vía
expresión motora, especialmente a través del deporte, el baile, etc. También son
parcialmente descargadas hacia el interior del cuerpo y son la causa de las fre-
cuentes dolencias físicas. Las formas en que los procesos racionales y los proce-
sos afectivos llegan a un entendimiento son predominantemente oscilantes. Si
predomina el uso de los procesos racionales y aparece la moderación, el idealismo
o incluso el repudio a los impulsos recibirá mucho reconocimiento del ambiente; al
contrario, si los procesos afectivos no logran ser integrados con la razón y termi-
nan dirigiendo la conducta se producirán conflictos con el entorno social.

d El proceso adolescente y sus características evolutivas

Segundo nacimiento, alas de libertad, adiós a la infancia, años salvajes; las me-
táforas son numerosas para evocar la adolescencia. Este largo período de trans-
formación entre la infancia y la edad adulta revela, en efecto, múltiples aspectos,
múltiples rostros.

Rostros que se irán determinando por las distintas transformaciones que se van
produciendo gradualmente en fases desorganizativas y en otras de mayor organi-
zación. Como consecuencias de estos importantes cambios y adquisiciones de
capacidades, el concepto que tiene el adolescente de sí mismo y su relación con el
mundo cambia, generando tensiones y preocupaciones que muchas veces lo llevan
a manifestar conductas desadaptativas o incomprensibles para los adultos. En
este sentido se puede decir que la adolescencia es potencialmente crítica sin
embargo, en que estos cambios afectan la vida personal y social del joven depen-

54
Página
de de las habilidades y experiencias ya adquiridas en la infancia y de las actitudes
de quienes lo rodean en ese momento.

Es importante destacar tres aspectos de este proceso evolutivo:

Además de ser transitorio se trata de una etapa especialmente dinámi-


ca y cambiante, en un marco social e histórico concreto. “En este proce-
so se suceden etapas, acontecimientos y circunstancias, algunas de las
cuales serán enriquecedoras y estabilizadoras, y otras problemáticas”
(Funes, 1998).
Cada adolescente vive esta etapa de una manera particular y subjetiva,
en un contexto de espacios y comunidades humanas que producen dife-
rentes maneras de ser adolescente.
Los adolescentes expresan sus conflictos normalmente en términos socia-
les. Es decir, la vivencia individual de conflicto suele normalmente ex-
presarse de un modo social.

Este proceso tiene algunas características que lo hacen un período de especial


vulnerabilidad.

Según Arbex (2002), las más relevantes serían:

Necesidad de reafirmación. La formación de una identidad propia es una de las


tareas evolutivas más críticas de la adolescencia, existiendo, por lo tanto, una
tendencia a preocuparse en exceso por su imagen y a cómo son percibidos por los
demás. Sin duda, muchas de las conductas en las cuales el adolescente se involucrará
estarán asociadas a esta imagen. Los adolescentes necesitan reafirmar su identi-
dad y para ello han de compartir ritos específicos. Existirían “ritos” en la actuali-
dad, como los relacionados a los propios de los fines de semana nocturnos, entre
ellos el consumo de alcohol y otras drogas utilizadas como objetos/sustancias
iniciáticas generadoras de vínculos sociales (Conde, 1997).

Necesidad de trasgresión. A los adolescentes actuales no se les ha dejado el


espacio para la trasgresión. Los padres de los adolescentes actuales, sobre todo
en sociedades europeas, a fuerza de querer ser liberales, han perdido la capaci-
dad de indignación con sus hijos, quedándose éstos sin muñeco contra el que tirar
sus dardos. “Se trata de una generación de padres que ha venido predicando la
idea de libertad como el valor supremo, como la idea central del ambiente cultu-
ral, del orden de los valores… y ahora no encuentra ningún otro valor que justifi-
que las limitaciones de ésta” (Conde, 2001).

55
Página
Esta trasgresión puede llegar también como respuesta a espacios de sometimien-
to y de vulneración de derechos que el mundo adulto tiende a hacer de los adoles-
centes y jóvenes.

De este modo, parece ser que el espacio de trasgresión para los adolescentes se
reduce a ciertos temas como, por ejemplo, las relaciones sexuales, o bien, el
consumo de drogas vinculado habitualmente a sus espacios de tiempos libres.
Contravienen el orden social establecido, viviendo cada acto (o paso al acto) como
una provocación frente al mundo adulto y sus normas.

Necesidad de conformidad intra-grupal. La necesidad para el adolescente de


estar en grupo responde a necesidades educativas, sociales y psicológicas indivi-
duales. En efecto los grupos son un medio de intercambio de diferentes informa-
ciones que cada uno puede haber recogido en situaciones familiares personales,
actividades de ocio o intereses individuales que el ha tenido la ocasión de trasmi-
tir a sus pares. Además, el grupo permite al adolescente sentirse integrado en la
sociedad y más particularmente a la clase de edad que caracteriza esta sociedad.

Desde el punto de vista psicológico o intrapsíquico individual, el adolescente pue-


de también re-elaborar lo que se denomina el ideal del yo, constituyéndose así el
grupo, en un medio de acceso a lo que se sueña adquirir, conquistar o ser. El grupo
de iguales pasa a ser un elemento de referencia fundamental, sirviendo como
refugio del mundo adulto en el que pueden explorarse una gran cantidad de pape-
les. No extraña, por consiguiente, que la experimentación precoz con el tabaco,
alcohol y otras drogas tenga lugar dentro del grupo de iguales.

Por otra parte, en algunos casos, el grupo de iguales puede constituir un factor de
riesgo importantísimo en esta etapa, representando una caja de resonancia o un
amplificador potentísimo de conductas inadecuadas, siendo muy difícil para el
joven resistir la presión. Sin embargo, conviene apuntar que la vulnerabilidad a la
presión de grupo puede ser modulada en gran medida por los recursos personales
del menor, tales como la autoestima, asertividad, habilidades sociales, etc.

En relación al grupo de pares varones, el riesgo principal está relacionado con los
tipos de comportamiento y socialización fomentados por él. El grupo de pares
varones es el lugar donde los chicos “prueban y ensayan los papeles de macho” y
es este mismo grupo que hace vida en la calle y juzga qué actos y comportamien-
tos pueden considerarse “viriles” (Mosher y Tomkins, 1988). Sin embargo, las
versiones de virilidad que a veces fomenta el grupo de pares varones pueden ser
homofóbicas, crueles en sus actitudes hacia las mujeres, y apoyar la violencia
como forma de demostrar la propia hombría y resolver los conflictos.
56
Página
Susceptibilidad frente a las presiones del entorno. Los y las adolescentes pue-
den ser particularmente sensibles a las campañas de publicidad diseñadas para
asociar el consumo de drogas, como, por ejemplo, el alcohol, con una determina-
da imagen. “Temas relacionados con la identidad y la imagen pública, la curiosi-
dad y las ganas de experimentar sensaciones nuevas … pueden aumentar de for-
ma sustancial la susceptibilidad general frente a la publicidad y otras influencias
sociales que promueven el uso de sustancias” (Botvin, 1996). También se presen-
ta la sensibilidad a las presiones del propio grupo de pares. En los adolescentes, la
presión del entorno los hace utilizar su cuerpo y sus conductas como soporte de
una discusión social en la que el objetivo es diferenciarse de otros y, a la vez,
buscar un parecido reasegurador con los otros” (Marcelli y Braconnier, 1993).

Para Carmen Arbex (2002), en el logro del entendimiento global de esta etapa es
fundamental plantearse la siguiente pregunta: ¿Cuáles son las características
socioculturales de nuestra sociedad actual en que se están socializando los
adolescentes?

Para dar una respuesta es necesario considerar algunos valores y actitudes vitales
que están definiendo, según numerosas investigaciones, a cierta parte de la ado-
lescencia y que podrían ser posibles explicaciones de los comportamientos
descontrolados en ciertas ocasiones, sobre todo en ratos de tiempo libre.

Sensación de invulnerabilidad. Existen tres condiciones que se incrementan a


esta edad: el egocentrismo, la omnipotencia y la búsqueda de nuevas sensaciones
derivadas de su orientación a la novedad y a la independencia. Los adolescentes
tienden a pensar que sus experiencias son tan únicas e irrepetibles, que nadie las
ha vivido anteriormente ni sería capaz de entenderlas. Se sienten envueltos en
una “coraza” personal que les protege mágicamente de todos los peligros. Pletóricos
de salud y vitalidad, no tienen en consideración las advertencias en torno a con-
ductas de riesgo. Por lo tanto, la conclusión más frecuente que ellos hacen frente
a los mensajes atemorizantes y a la vez atemorizados del mundo adulto es: “yo
controlo”.

El rechazo a la vida del adulto. La creciente necesidad de autonomía que expe-


rimenta el adolescente, le lleva a rechazar la protección de los adultos y a enfren-
tar conductas de riesgo que pueden representar una importante amenaza para su
desarrollo posterior.

En este punto es necesario tener en cuenta la socialización de género, sobre todo


en los varones en quienes los comportamientos están poco orientados a acercarse
a los adultos y pedir ayuda. En Alemania, los estudios de muchachos de 14 a 16
57
Página
años pusieron de manifiesto que en épocas de conflicto el 36% prefería estar sólo
y el 11% decía que no necesitaba consuelo; el 50% de los chicos recurría a su madre
y menos del 2% recurría a su padre (Lindau-Bank, 1996).

Tendencia al hedonismo y el bajo nivel de tolerancia a la frustración. Una de


las características de la sociedad postmoderna es su temor al aburrimiento. Ac-
tualmente, los adolescentes tienden a reproducir un modelo cultural ligado al pla-
cer permanente. Esto adquiere sentido en las palabras de J. A. Marina (2000): “La
diversión en nuestro mundo se ha convertido no sólo en una necesidad individual,
sino también en una necesidad social. El no divertirse implica una carencia perso-
nal con la consiguiente pérdida de la autoestima. El hedonismo se hace cada vez
más persistente, poniéndose en manos de la pura experiencia de la diversión, un
estado de ánimo que les abstrae del mundo real y de sus complicaciones”. La
facilidad para aburrirse y la incapacidad para soportar el aburrimiento caracteri-
zan a ciertas personalidades de adolescentes que buscan compulsivamente exci-
tación y placer inmediato. Esta característica personal puesta en un contexto
facilitador de lo hedónico está a la base de numerosas primeras experiencias,
entre ellas, el consumo de drogas.

La recompensa inmediata sin anteponer un esfuerzo proporcional y recíproco se


potencia en una sociedad con baja tolerancia a la frustración. De ahí la búsqueda
compulsiva, apresurada e inmediata de la satisfacción y la diversión durante los
fines de semana.

J. A. Marina (2001) nos plantea que “la susceptibilidad al aburrimiento y la


incapacidad de soportar la monotonía, junto a la sed de experiencias, unidas a
una impulsividad creciente muy extendida en los jóvenes actuales conduce a que
muchos de ellos se conviertan en buscadores de emociones, que ansían la
estimulación continua y la desinhibición, cobijándose para ello en largos periplos
nocturnos “de marcha”, unido a unos ritos en los cuales el alcohol y el consumo de
todo tipo de drogas recreativas son una manera fácil de conseguir todo esto que
se busca.

Perspectiva negativa de futuro. La incertidumbre y la falta de horizontes claros


hacen que este proceso, que debe culminar en la construcción de un plan de vida
que tenga coherencia y sentido, sea visto amenazante, con altos montos de an-
gustia y un elevado escepticismo. Esto plantea la utilización de recursos alterna-
tivos que prometen “felicidad” a corto plazo, seguridad y olvido momentáneo de
los problemas.

58
Página
El presentismo. Una sociedad que plantea vivir aquí y ahora, hace que muchos
individuos insertos en ella sean marcados por este modo de funcionamiento. A los
jóvenes el futuro se les presenta incierto y no sintiéndose motivados por los estu-
dios, y ante un panorama laboral poco optimista, optan por vivir el día (Arbex,
2002).

La transformación química de los estados del ánimo. Desde el modelo adulto,


los menores han interiorizado que el estado de ánimo o la activación vital pueden
modularse mediante sustancias de todo tipo. Es importante darse cuenta cómo en
el imaginario colectivo se encuentran presentes a cada momento campañas publi-
citarias que exhortan… “no puedes perder este buen momento”, refiriéndose a un
antijaquecoso, o “tómate un Armonyl guatón”, como un modo de controlar la
irritabilidad que generan ciertas situaciones. Pastillas para dormir, pastillas para
no hacerlo, para relajarse, para aumentar apetito, o bien para disminuirlo, son
situaciones de la cotidaneidad que van formado parte de un hábito individual,
familiar y/o social.

En relación a este tópico, Laespada y Pallares (2001) plantean: “Se potencia con-
tinuamente el sentir, el placer, el bienestar… y los sujetos se vuelven cada vez
más incapaces de soportar el más mínimo malestar, sufrimiento… Los adolescen-
tes socializados en esta cultura (la generación mimada) se hallan inmersos en la
búsqueda de la satisfacción y el placer inmediato de la emoción, de aquello que
estimule sus sentidos y se encuentran excesivamente sometidos a las incitacio-
nes del medio ambiente”.

Entre los adolescentes de Estados Unidos con pocos ingresos, las adolescentes
aprenden más a menudo cómo abordar el dolor y las emociones – y se les permite
hacerlo – producidos por las frustraciones de vivir con escasos recursos y en un
entorno violento; no así los muchachos (Nightingale, 1993). De esta manera, los
chicos están en desventaja si tienen menos oportunidades y se sienten reprimi-
dos para expresar emociones asociados a circunstancias adversas y acontecimientos
estresantes de la vida (Cohler, 1987; Barrer, 1998).

El individualismo y la desintegración social, junto a ciertos problemas de integra-


ción social en poblaciones específicas de adolescentes, son puntos a considerar
del contexto social. Ellas se encuentran cada vez más presentes en poblaciones
en desventaja.

59
Página
e Aspectos específicos a considerar en los adolescentes

Edad cronológica vs. tareas evolutivas

El o la adolescente deben cumplir en este proceso previamente caracterizado, que


hemos denominado adolescencia, una serie de tareas evolutivas que no necesa-
riamente son sincrónicas con la edad cronológica. De manera general, y agrupán-
dolas en áreas del desarrollo, las tareas evolutivas serían:

La aceptación de su estructura física y de su papel masculino o femeni-


no que le corresponde socialmente.

Una independencia emocional de los adultos (padres u otros) y estable-


cer relaciones con sujetos de su edad y de ambos sexos, lo que constitu-
ye preparación para una relación de pareja estable.

El desarrollo de aptitudes y conceptos intelectuales que le permitan la


selección de una ocupación y el adiestramiento o capacitación para des-
empeñarla, lo que va ligado con la adquisición de mayor seguridad e
independencia económica.

La obtención de una conducta cívicamente responsable y la elaboración


de una escala de valores acorde con el mundo actual y que sea transmi-
sible a su descendencia.

Género

El género es un concepto que alude a la construcción social que la cultura adscribe


a los hombres a ser masculinos y a las mujeres a ser femeninas, a través del
proceso de socialización. Así hay marcadas diferencias en las normas de aprendi-
zaje del rol sexual y en las expectativas de comportamientos para hombres y
mujeres, lo cual incide en riesgos de morbimortalidad específicos para cada uno
y/o de la interacción entre los géneros.

En este sentido, es importante analizar la perspectiva de género de acuerdo a dos


criterios: igualdad de género, que se refiere a los aspectos relacionales de géne-
ro y al concepto de género como estructura de poder, que a menudo, permite o
limita oportunidades basadas en el propio sexo; y especificidad de género se
refiere a los riesgos para la salud específicos para mujeres o varones. Por ejem-
plo, los problemas de salud que son específicos de cada sexo por razones biológi-

60
Página
cas y la forma en que normas de género influyen en la salud de hombres y mujeres
directamente.

A pesar que no se puede perder de vista que los varones jóvenes y adultos como
grupo tienen privilegios y ventajas sobre las mujeres jóvenes y adultas, las nue-
vas perspectivas dan a entender que el privilegio masculino no es una estructura
monolítica que distribuya una porción igual de ventajas a cada varón. Además, en
otros casos, puede ser que los “costos” de la masculinidad superen a las ventajas
y privilegios. Ser educado para no expresar emociones, para no tener relaciones
estrechas con otros niños, para utilizar la violencia con miras a solucionar conflic-
tos y mantener el “honor”, y para trabajar a una edad temprana, son algunos de
los costos de ser hombres.

Según los datos sanitarios internacionales, la mayor diferencia entre varones y


mujeres adolescentes es que los primeros generalmente muestran tasa más altas
de mortalidad y morbilidad por la violencia, los accidentes y los suicidios, mien-
tras que las mujeres generalmente presentan tasas mas altas de morbilidad y
mortalidad relacionadas con el sistema reproductor y con el embarazo.

La OMS estima que el 70% de las defunciones prematuras entre los adultos se debe
a pautas de comportamientos que surgen en la adolescencia, como el tabaquismo,
la violencia y el comportamiento sexual. En México, Keijzer (1995) encontró que
las tasas de mortalidad para hombres y mujeres son más o menos iguales hasta
los 14 años. En ese momento la mortalidad masculina empieza a aumentar y es el
doble para los varones jóvenes de 15 a 24 años.

Las últimas investigaciones sobre el desarrollo psicosocial de mujeres y hombres


adolescentes, concluyen que los primeros tendrían puntos potenciales de crisis
diferentes durante su desarrollo psicosocial y sus propias vulnerabilidades especí-
ficas, aunque a veces parecen ser menos vulnerables psicológicamente que las
muchachas en la adolescencia.

En la adolescencia, los muchachos a menudo se enfrentan a una presión constante


del grupo de compañeros o pares, en que las experiencias sexuales pueden consi-
derarse como un logro o una demostración de la competencia, y no una ocasión de
intimidad y creación de vínculos (Marsiglio, 1998). En el final de la adolescencia,
a menudo se anima a los muchachos para que se distancien más de sus padres. De
hecho, quizá deseen estar más unidos a ellos o a otros adultos, pero son incapaces
de expresar su deseo por temor a las sanciones sociales contra la expresión de sus
necesidades emocionales y de la vulnerabilidad (Paterson, Field y Prior, 1994; Pollack,
1998).
61
Página
Estudios de diferentes partes del mundo (Evans, 1997; Bursik y Grasmick, 1995;
Emler y Reicher, 1995), concluyeron que desde una edad temprana los adolescen-
tes varones pasan más tiempo sin vigilancia en la calle o fuera de casa que las
mujeres, y participan en más actividades económicas fuera de su hogar. Estas
horas pasadas fuera del hogar conlleva ventajas y, a la vez, riesgos. El riesgo
principal está relacionado con los tipos de comportamiento y socialización fomen-
tados por el grupo de pares varones. Estos compañeros pueden fomentar compor-
tamientos que pongan en peligro la salud, como el consumo de sustancias, o com-
portamientos masculinos tradicionales y restrictivos, como la represión de las
emociones. Algunos investigadores sugieren que esta socialización diferenciada,
mujeres más cercanas al hogar y a los modelos de conducta femenina y varones
fuera del hogar, también conduce a diferentes clases de desarrollo cognitivo o
inteligencias para muchachos y muchachas. En consecuencia, las mujeres tienen
una mayor capacidad para interpretar las emociones y decodificar los mensajes
no verbales (Manstead, 1998). También se plantea que las mujeres, desarrollan
más empatía emocional (la capacidad de leer y comprender las emociones huma-
nas) mientras que los varones desarrollan “empatía de acción”, esto es, la capa-
cidad para leer e interpretar la acción y el movimiento (Pollack, 1998).

Con respecto a problemas de salud mental, muchos investigadores plantean que


hay pautas de género claras en la forma como los adolescentes responden a acon-
tecimientos estresantes y traumáticos de la vida. Los varones responden habi-
tualmente peor, se enfrentan a mayores riesgos y es menos probable que soliciten
apoyo social. Por el contrario, las mujeres solicitan este apoyo en momentos difí-
ciles de la vida, como la muerte de un familiar o la separación (Manstead, 1998).
Lo más probable es que los muchachos respondan con agresividad (ya sea en
contra de los demás o contra sí mismos), empleen la fuerza física o estrategias de
distracción, y nieguen o ignoren el estrés y los problemas más que las muchachas.
Algunos investigadores sugieren incluso que la mayor negación del estrés y los
problemas por los varones jóvenes, y su propensión a no hablar de los problemas,
pueden relacionarse con el mayor consumo de sustancias entre los jóvenes
(Frydenberg, 1997). Por otro lado, las adolescentes recurren a sus amigos con más
frecuencia y prestan atención a las necesidades de salud provocadas por el estrés.
Es menos probable que los varones admitan que no pueden resistir los momentos
de estrés, mientras que es más probable que las mujeres logren expresar sus
dificultades para “arreglárselas”, porque no les preocuparía expresar su indefen-
sión y miedo (Frydenberg, 1997). Al sugerir que varones y mujeres presentan
diferentes patrones de respuesta al estrés, no se debe inferir de ello que un sexo
está más sometido al estrés que el otro.

62
Página
Estos patrones de género en las formas de soportar el estrés también pueden
verse desde la perspectiva de la especificidad de género en el caso de los suici-
dios. Según informe del Programa de Desarrollo y Salud Adolescente de la OMS
(1998), en todo el mundo, entre 100.000 y 200.000 adolescentes cometen suicidio
anualmente, mientras posiblemente 40 veces más intentan suicidarse. Además,
las tasas de suicidio entre muchachos y muchachas, hasta los 9 años son idénti-
cas. De los 10 a 14 años, los varones cometen el doble de suicidios que las muje-
res y de los 15 a 19 años, cuatro veces más.

Con respecto al consumo de sustancias se puede indicar que aunque las estadís-
ticas a menudo no están separadas por sexos, es probable que los varones fumen,
beban y tomen más drogas que las muchachas. En cifras de UNICEF, el 17% de
adolescentes varones entre 15 y 19 años fuman de manera regular, el 16% utiliza
tranquilizantes de forma ocasional y el 3% ocasionalmente utiliza estimulantes
(UNICEF, 1998). En estudio nacional de adolescentes en Estados Unidos (Blum y
Rinehart, 1997) se encontró que al alcanzar la edad del “college” varones y muje-
res fumaban, bebían y tomaban drogas de forma similar, pero varones más jóve-
nes (de 11 a 14 años) bebían dos veces más que las mujeres (6% v/s 3%) y con
mayor uso de drogas ilegales (9% v/s 6%). Los hombres adolescentes también
tienen más probabilidad de decir que toman drogas para estar en “la onda”. Los
estudios en Estados Unidos descubren que los adolescentes, tanto varones como
mujeres de alrededor de 13 años, participan casi por igual en “carretes” de bebi-
das alcohólicas (definidas en el estudio como cinco o más copas seguidas). A los
18 años, el 40% de los muchachos tiene este comportamiento frente a menos del
25% de muchachas (Kantrowitz y Kalb, 1998).

El consumo de sustancias, sobre todo de alcohol, suele formar parte de una cons-
telación de comportamientos de riesgo de los varones, incluida la violencia y la
activad sexual sin protección. En todo el mundo el consumo de sustancia se rela-
ciona con una gama de problemas que se asocian a menudo a los adolescentes
varones: la violencia, los accidentes y las lesiones (Senderowitz, 1995).

Sexualidad y actividad sexual

La adolescencia es un momento crítico en que los adolescentes empiezan a formar


los valores que pueden representar sus patrones de conductas de por vida. Por
otro lado, existe también una razón importante para creer que los estilos de
interacción en las relaciones íntimas son “ensayadas” durante la adolescencia, y
esto ofrece un buen argumento para trabajar los temas de salud reproductiva con
los jóvenes.

63
Página
Entre las conductas de exploración y de experimentación que se inician en la
adolescencia se encuentra la actividad sexual, más específicamente las relacio-
nes sexuales.

En encuesta nacional realizada en Estados Unidos (Nacional Survey of Youth


Knowledge and Attitudes on Sexual Health, 2002), realizada en adolescentes entre
15 y 17 años, el 34% de los jóvenes declaró haber tenido relaciones sexuales (44%
varones y 31% mujeres).

Un estudio realizado por el SERNAM (Chile, 1997) muestra que en la Región Metro-
politana el 39,8% de los adolescentes escolares ha iniciado actividad coital (47,4%
de los hombres y 31,8% de las mujeres). El porcentaje de adolescentes con activi-
dad sexual varía de acuerdo al nivel socio económico, siendo más frecuente en el
bajo, seguido por el medio y, por último, por el alto. La edad de inicio de la
actividad sexual es de 15 años para el hombre y 16 años para la mujer. Por otra
parte, entre los adolescentes con actividad coital, el uso de métodos anticonceptivos
es escaso y poco consistente en el tiempo. Tres cuartas partes de ellos no los usa
en su primera relación sexual y sólo un tercio lo utiliza frecuentemente.

Estudios de diversas partes del mundo demuestran que el uso de preservativos


entre varones adolescentes ha aumentado en los últimos años, pero sigue siendo
poco constante y a menudo varía según la “categoría” del compañero sexual. El
69% de los varones activos sexualmente en Jamaica, el 40% en Ciudad de Gua-
temala y el 53% en Costa Rica manifestaban haber utilizado preservativos en el
último mes durante sus relaciones (Morris, 1993). En Francia, en 1997-98, el 87%
de jóvenes entre 15 y 19 años, y el 90% para el 2000 declararon haber utilizado
preservativos con respecto a su primera relación sexual. La motivación de los
muchachos para utilizar preservativos, a menudo varía según la pareja: con una
pareja estable o novia, se usan como anticonceptivos; con una pareja ocasional
se utilizan más bien para prevenir las enfermedades de transmisión sexual y el
SIDA.

Se ha visto, según varias investigaciones, relación entre actividad sexual y con-


sumo de drogas. El alcohol y otras sustancias a menudo acompañan a las primeras
(y posteriores) experiencias sexuales, sobre todo de adolescentes varones.

El estudio norteamericano citado anteriormente plantea que el 41% de los adoles-


centes dicen que sus compañeros beben o usan drogas antes de tener relaciones
sexuales con mucha frecuencia. El 7% dice haber usado drogas o alcohol la primera
vez que tuvieron relaciones sexuales, en relación al 12% que dice haberlos utiliza-

64
Página
do la última vez que tuvieron relaciones sexuales. El 13% dice haberlas usado para
sentirse más cómodo con su pareja sexual.

Con respecto a riesgo sexuales y consumo de drogas, desde el mismo estudio se


informa que el 43% de los/las jóvenes dicen que les preocupa que “puedan ir más
allá sexualmente de lo que tenían planeado, debido al uso de alcohol y drogas. El
29% de ellos y ellas declara que el alcohol y/o las drogas influyeron en su decisión
de tener relaciones sexuales; por otra parte, el 24% de ellos que tienen relaciones
dice “haber hecho más” sexualmente de lo que habían planeado, debido al uso de
drogas y/o alcohol. El 12% informa haber tenido relaciones sexuales sin protec-
ción, debido al uso de alcohol o drogas.

En un estudio realizado por Im-em en 1998, los hombres tailandeses informaron


que su iniciación sexual sería una actividad influida por el grupo de pares varo-
nes, acompañada de consumo social de alcohol. En América Latina los varones
manifiestan tomar alcohol u otras sustancias para tener el valor de emprender
una conquista sexual (Childhope, 1997; Keijzer, 1995).

Por otro lado, la mayoría de los adolescentes franceses infectados por el VIH lo han
sido en período perinatal a partir de una madre seropositiva. Para los adolescen-
tes, el riesgo de contaminación activa respecto de una experiencia con drogas
inyectables o bien en relación a conductas sexuales permanece estadísticamente
bajo.

f ¿Cuál es el lugar que ocupa


el uso de la droga en el mundo del adolescente?

El aumento masivo del consumo de sustancias en los jóvenes ha sido relacionado


básicamente con factores intraindividuales, entre ellos las características de la
fase evolutiva, personalidad, habilidades sociales; factores socioeconómicos,
entre los que destacan la marginalidad y pobreza, y el factor de aumento de la
oferta de drogas en sectores urbano-marginales. También se ha señalado la fami-
lia como factor desencadenante de problemas comunicacionales con los jóvenes,
facilitando el consumo de drogas.

No es fácil determinar las razones por las cuales el adolescente consume sustan-
cias; además, la multiplicidad de las sustancias y la heterogeneidad de los consu-
midores no facilitan las cosas. Por lo tanto, es necesario reconocer que a pesar de
las muchas racionalizaciones que pueden hacerse, son tanto o más importantes

65
Página
las motivaciones. Las primeras motivaciones que aparecen ligadas al consumo de
sustancias en la adolescencia son, al parecer, en primer lugar la curiosidad y
luego el placer, aunque afortunadamente muchos de los jóvenes se dan cuenta
que la satisfacción es momentánea. Los que continúan con el consumo indicarían
una tercera gran motivación, la del “soporte artificial”, es decir, adolescentes
que no encuentran en su vida personal o relacional, en sus actividades cotidianas
o en sus reflexiones propias, los medios para relajarse, y sólo lo hacen mediante
un producto químico que les aportaría los espacios y los recursos necesarios que
no encontrarían en sus vidas a través de medios naturales.

Actualmente, la mayoría de los especialistas concuerda que el uso de drogas pue-


de tener una significación común: proteger un yo demasiado frágil enfrentado a
sentimientos ansiosos o depresivos demasiado intensos. Esta relación entre
consumo de sustancias, ansiedad y depresión puede finalizar en un abuso de sus-
tancias o una dependencia propiamente dicha, mostrando que no es necesario,
sobre todo en los inicios del consumo, centrarse únicamente en el producto que se
consume, sino que tomar en cuenta otro tipo de manifestaciones.

El uso de drogas es un proceso, un camino que es recorrido gradualmente y en el


que la persona, y en este caso el adolescente, participa activamente. Dicho cami-
no puede incluir el consumo experimental, el consumo habitual, el consumo social
o patrones más periódicos e intensivos que llevan al consumidor a tener proble-
mas asociados al mismo (consumo perjudicial y consumo dependiente).

Marcelli y Braconnier (1998) plantean tres tipos principales de consumo en la ado-


lescencia, los que quedan resumidos en la siguiente tabla.

Tipo de Consumo
Características
Recreativo Autoterapéutico Adictivo
Efecto buscado Euforizante Ansiolítico Anestesiante
Modo social de Solitario Solitario y
En grupo
consumo (en grupo) en grupo

Escolaridad Escolaridad habitual Abandono escolar Deserción escolar


paulatino
Actividades sociales Conservadas Limitadas Marginales

Factores de riesgo Ausentes Presentes Presentes


individual

Factores de riesgo Ausentes Ausentes o Presentes


familiar presentes

(Relación entre los tipos de consumo, el sentido del consumo y las características
del contexto en un individuo).
66
Página
La necesidad de cambios, por un lado, y la de toma de decisiones, por otro,
explican la vulnerabilidad psíquica potencial del adolescente. Este terreno de vul-
nerabilidad es vivido en cierto modo amenazante, presentándose tres tipos de
amenazas que rodean al adolescente y su vivencia del mundo:

La amenaza ansiosa, que parece estar directamente ligada a la emergencia puberal


en la transformación del cuerpo, con la incertidumbre en la identidad que esto
conlleva. Esto también se relaciona con la necesaria transformación de las rela-
ciones con el entorno, los padres, los amigos y los intereses de la infancia.

La amenaza depresiva, que resulta del necesario trabajo de duelo y de pérdida,


asociado a la necesidad de alejarse de los padres reales y, aún más, de las imáge-
nes parentales que todo individuo lleva consigo. Además, debe renunciar a la
omnipotencia infantil para así entrar en el período de paradojas, conflictos y
elecciones.

La amenaza adictiva, que resulta de la renuncia que toda elección trae consigo,
en particular las elecciones identificatorias y afectivas. Cuando el adolescente no
puede aceptar esta renuncia, está tentado a afirmar su independencia con rela-
ción a otros, recurriendo a la manipulación de un producto, en una conducta
repetitiva de modo de preservar su sentimiento de control.

Por otra parte, J. Guillaumin (1996) cita dos puntos en que se organizan la proble-
mática de la adolescencia y la conducta adictiva:

La experiencia de duelo que constituye la adolescencia conduce a buscar el “es-


tímulo externo buscador de placer”, teniendo por efecto suprimir el duelo mismo.

El inquietante cuestionamiento de la identidad que se presenta en la adolescen-


cia puede ser el origen de una búsqueda de diferenciación radical, donde la droga
aparece como un medio de defensa frente a una nueva individuación.

La literatura muestra importante evidencia de la existencia de períodos de más


alto riesgo para el uso de drogas entre los niños, niñas y adolescentes. Es así
como las investigaciones han demostrado que los niños son más vulnerables du-
rante las épocas en las cuales experimentan cambios, cuando pasan de una etapa
de desarrollo a otra, o cuando experimentan situaciones difíciles en sus vidas,
como una mudanza o una separación parental. La exposición a estos riesgos pue-
de comenzar incluso durante el embarazo.

67
Página
La primera transición importante para los niños es cuando salen de la seguridad
familiar para entrar a la escuela. Cuando los niños avanzan de la enseñanza básica
a la enseñanza media enfrentan retos sociales como aprender a relacionarse con
un grupo grande de compañeros. Es generalmente durante esta etapa, la adoles-
cencia inicial, cuando los niños se enfrentan por primera vez con conductas de
experimentación en distintos ámbitos, entre ellas el uso de drogas.

Más tarde, cuando entran a la educación media, los adolescentes encuentran re-
tos sociales, sicológicos y educacionales que, en algunos casos, pueden ser vivi-
dos con altos montos de angustia; especialmente en el caso de adolescentes con
trastornos físicos y/o mentales (por ejemplo, adolescente portador de déficit
atencional y trastorno de aprendizaje asociado). Estos desafios, vividos
desadaptativamente, pueden llevarlos a un sinnúmero de conductas de riesgo,
entre ellas, el uso y abuso del tabaco, alcohol y otras drogas.

Cuando los adolescentes y jóvenes comienzan la universidad se casan o comien-


zan a trabajar se enfrentan una vez más a nuevos desafíos, que pueden implicar
nuevos riesgos, y que, a su vez, pueden gatillar conductas de riesgo, como las de
abuso de alcohol y otras drogas, en los nuevos ambientes adultos.

Debido a que ciertos riesgos aparecen en cada transición, desde la infancia hasta
la juventud, se necesita tener presente, en todo momento, la mirada evolutiva, ir
integrando las distintas funciones evolutivas en las distintas etapas y las condi-
ciones en las cuales ellas se van desarrollando. Y por último, cómo cada una de las
conductas de riesgo (entre ellas, las de consumo de alcohol y sustancias) van
apareciendo y el modo en que se van organizando, perpetuando o resolviendo.

Los estudios indican que los hombres y las mujeres comienzan a usar drogas
alrededor de los 12 o 13 años. Muchos investigadores han observado a adolescen-
tes pasando del uso de sustancias legales como el tabaco, alcohol, inhalables, al
uso de drogas ilegales, comenzando generalmente con la marihuana. El paso del
uso del alcohol y del tabaco al uso de la marihuana y, consecutivamente, a medida
que los niños, niñas y adolescentes van creciendo, al uso de otras drogas, ha sido
evidenciado por casi todos los estudios a largo plazo sobre el uso de drogas. El
orden de consumo de drogas, en esta progresión, es consistente en su mayor
parte con actitudes y normas sociales y la disponibilidad de estas sustancias. Sin
embargo, no se puede afirmar que el consumo de tabaco y alcohol a edades tem-
pranas sea la única causa del consumo de drogas más adelante.

68
Página
d
Tampoco se puede afirmar que este orden de sucesos implique que la progresión
sea inevitable. Lo que sí es consistente es que si un adolescente ha fumado o
bebido alcohol, la probabilidad de que pruebe la marihuana aumenta a 65 veces
más que en los demás adolescentes. El riesgo de que alguien que haya consumido
marihuana, por lo menos una vez, consuma cocaína es 104 veces mayor que
alguien que nunca lo haya hecho (Análisis de datos de la Encuesta Nacional de
Hogares Sobre el Abuso de Drogas en Estados Unidos, 1991-1993).

Los científicos tienen varias hipótesis para explicar esta progresión observada,
señalando el aspecto biológico, causas sociales y de conducta, incluyendo la rela-
ción con individuos antisociales que usan drogas. En efecto, todas estas posibili-
dades pueden desempeñar un papel importante (NIDA, 2003) en el inicio y man-
tención del consumo de drogas.

Así se plantea la existencia de factores de riesgo que pueden precipitar o dar el


terreno fértil para el inicio de consumo, o bien, que el consumo en niños, niñas y
adolescentes se transforme en un problema de distinta intensidad.

69
Página
Factores de riesgo
y factores de protección en niños, niñas y adolecentes

Jessor (1992) define la conducta de riesgo como cualquier conducta que pone en
peligro el desarrollo psicosocial del niño o del adolescente, como, por ejemplo, el
consumo de sustancias. Estudios hechos durante las últimas dos décadas han in-
tentado determinar el origen y la trayectoria del uso de drogas, cuándo empieza
este problema y cómo progresa. Varios factores que han sido identificados dife-
rencian a los que usan drogas de los que no las usan. Los factores asociados con
un potencial mayor para el desarrollo de estas conductas de riesgo se llaman fac-
tores de "riesgo", mientras que los asociados con una reducción en la probabilidad
de esta conducta se llaman factores de "protección". “Los factores de riesgo y de
protección abarcan características sicológicas, sociales, familiares y de conduc-
ta” (NIDA, 2000).

A continuación se describen factores de riesgo y de protección asociados a diver-


sas áreas de interés para niños y adolescentes. En una adaptación realizada por
CONACE de la “Guía de Intervenciones: Menores y consumo de drogas, Madrid,
España 2002” se describen esos factores, organizados por área: recursos perso-
nales, familia, grupo de pares, escuela, comunidad-barrio y, por último, ocio y
tiempo libre.

Estos factores se resumen en las siguientes tablas:

Factores de riesgo Factores de protección


Niveles bajos de autoestima Concepto positivo de sí mismo
Recursos Personales

Falta de autonomía en la acción y toma Adecuada autoestima


de decisiones Autonomía acorde a su edad
Dificultad para asumir responsabilidades Responsabilidad
Ausencia de normas y límites Interiorización de límites y normas
Ausencia de adultos a apoyar al adoles- Manejo en la resolución de problemas
cente Autocontrol emocional y conductual
Incapacidad de autocontrol, impulsividad Habilidades sociales
y baja tolerancia a la frustración Capacidad para expresar y reconocer
Actitud evasiva ante los problemas/con- sentimientos
flictos Tolerancia a la frustración
Dificultad para reconocer y expresar sen- Disponibilidad de adultos que sirvan de
timientos apoyo al adolescente
Patología psiquiátrica Tener metas personales y proyecto de vida

70
Página
Factores de riesgo Factores de protección

Ausencia de afectividad y comunicación Límites y normas claras


Actitudes y comportamientos permisivos Reconocimiento y aceptación del hijo/a
y/o positivos ante la droga Experiencia de refuerzos positivos ante
Falta de cohesión del grupo familiar y ais- el esfuerzo y valoración del rendimiento
lamiento emocional de sus miembros y motivación de la eficacia; apoyo para
Pérdida de roles de las figuras de autori- superar los fracasos
Relaciones con la familia

dad: ausencia de límites y normas claras Ambiente familiar afectivo y comunica-


Incoherencia en la supervisión: excesiva ción positiva
exigencia en determinados aspectos y Cohesión del grupo familiar
excesiva tolerancia en otros Actitudes y comportamientos contrarios
Exceso de protección; disciplina severa al consumo de drogas; rechazo de las con-
Falta de reconocimiento y aceptación ductas de riesgo
del/la hijo/a Modelos de conductas positivas en los pa-
Ausencia de participación y disfrute en dres
el tiempo libre Roles claros y presencia de figuras de au-
Alcoholismo y/o drogadicción de algunos toridad
de los miembros de la familia Supervisión y procedimientos de control
Situación de estrés de la familia por pro- adecuados sobre sus conductas
blemas económicos, de pareja, etc. Seguimiento y apoyo en el rendimiento y
Cuando hay antecedentes de adicción al asistencia escolar
alcohol y otras drogas aumenta Participación y disfrute en el tiempo li-
significativamente la probabilidad de que bre familiar
se desarrolle una dependencia. Por esta Adecuado estilo de resolución de conflic-
razón se recomienda que los hijos de pa- tos (no violento), ambiente de humor y
dres dependientes NO consuman alcohol calidez
u otras drogas, ya que el riesgo de desa-
rrollar una dependencia es mayor

Factores de riesgo Factores de protección

Excesiva dependencia del grupo. Capacidad crítica y desarrollo del crite-


Relaciones con el grupo de pares

Inclusión en grupo proclive a la transgre- rio propio


sión y con actitudes positivas hacia el Toma de decisiones personales
consumo de drogas Inclusión en grupos con ausencia de con-
Oportunidades para incurrir en conduc- ductas desadaptativas
tas problemáticas Modelos de amigos no consumidores de
Exposición a modelos que manifiestan con- drogas
ductas de riesgos (amigos o consumido- Participación en grupo de carácter posi-
res) tivo (asociaciones, clubes deportivos,
Dificultad para establecer relaciones per- etc.)
sonales Red amplia de amigos
Dificultad para identificarse con otros Competencia social para las relaciones
grupos no relacionados con el consumo personales
Escaso desarrollo de habilidades sociales Desarrollo adecuado de habilidades so-
ciales

71
Página
Factores de riesgo Factores de protección

Dificultades de adaptación. Sensación de in- Integración en la dinámica escolar


utilidad y desmotivación. Motivación escolar, puntualidad, asis-
Ausentismo escolar y pasividad tencia, cumplimiento de horarios
Relaciones con la escuela

Mal rendimiento académico unido a Hábitos de estudio


autoconcepto bajo Adecuado rendimiento y
Ausencia de hábitos de trabajo y de recursos autoconcepto positivo
culturales Modelos positivos de referencia en el
Ausencia de modelos de referencia en los pro- profesorado
fesores tutores Integración en el grupo/clase
Poca integración con sus compañeros Interés hacia lo escolar entre sus igua-
Desinterés hacia lo escolar entre sus iguales les
Problemas de integración de normas Interiorización de normas escolares
Experiencia de poca competencia: fracaso es- Relaciones cercanas con los profeso-
colar y abandono temprano de los estudios res, buena comunicación
Falta de preparación y de oportunidades, in- Experiencias de reforzamiento posi-
tereses y niveles de aspiración bajos tivo ante el esfuerzo, valoración del
Relación distante de los profesores con sus rendimiento y motivación de la efica-
alumnos cia: apoyo a superar los fracasos.
No abordaje de la prevención del uso de dro-
gas en la institución educadora

Factores de riesgo Factores de protección

Situación socioeconómica precaria Organización social adecuada. Cohesión


Comunidad - Barrio

Problemas de integración e inclusión social en el barrio


social Relaciones positivas de vecindad. Inte-
Desestructuración social gración e inclusión social
Ausencia de apoyo social: escasos re- Apoyo social y protección a los adoles-
cursos comunitarios centes
Degradación de la zona (barrios con- Recursos comunitarios suficientes para
flictivos del entramado urbano) el adolescente, conocimiento y accesibi-
Accesibilidad a las sustancias y tráfi- lidad a los mismos
co de drogas. Dificultades de acceso a las sustancias

Factores de riesgo Factores de protección

No estructurado Organizado
Ocio y tiempo libre

Implantación del modelo de ocupación del Aficiones diversas


tiempo libre (“carretes” y diversión) aso- Acceso a actividades y recursos positi-
ciado al consumo de drogas y alcohol vos para el ocio y otras actividades in-
Pautas culturales de diversión asociadas formales
a descontrol Actitud crítica ante el modelo de ocupa-
Escasez de alternativas de uso del tiem- ción de ocio
po libre Ausencia de asociación: diversión = con-
sumo de drogas
Inquietud cultural, deportiva, recreati-
va, etc.

72
Página
La Familia

La situación de las familias en Chile, al igual que la tendencia mundial, ha expe-


rimentado una serie de transformaciones relativas a diversos factores, tales como
el rol que cumple en la sociedad, una estructura cada vez más nuclear y
diversificada, sus múltiples funciones, sus cambios en las formas de convivencia
y condiciones de vida. Sin embargo, a pesar de la gran diversidad y desigualdad
social que presenta la familia en nuestro país, ésta mantiene su importancia como
la principal modalidad de convivencia entre hombres y mujeres, y sigue siendo la
aspiración de los chilenos y chilenas vivir y asociar la vida en familia a experiencia
de afecto y bienestar (SERNAM, 2001).

La Política Nacional para las Familias (2001-2006) plantea una definición del con-
cepto de familia basado en individuos con una visión de grupo de parentesco,
integrando una visión transversal y plural, inspirada en los aportes de la Comisión
Nacional de la Familia del año 1993.

Existen diferentes tipos de familia pero cualquiera sean sus características y es-
tructura ella es el pilar fundamental para el crecimiento de los hijos. En ella recae
la función de mayor trascendencia para la formación de la personalidad de los
hijos en desarrollo, debiendo ser el núcleo de acogida y de amor para cada uno de
ellos, promoviendo su integración social.

No todas las familias están cumpliendo adecuadamente el rol de ser el lugar pri-
mero de la convivencia humana. En la actualidad esta familia está inmersa en una
sociedad en permanente cambio, de la que recibe múltiples influencias, las cuales
han significado nuevas oportunidades, pero también nuevos desafíos que supe-
rar. A pesar de que la familia elabora estrategias para mantener su estabilidad, no
es un grupo estático. Es un sistema de retroalimentación con capacidad de modi-
ficar sus estructuras ante la eventualidad de un cambio.

Dentro de su proceso evolutivo la familia pasa por diversas fases que constituyen
etapas de adaptación y crisis. Una de ellas es la adolescencia de los hijos. Es en
este período que la estabilidad de la familia y la de sus miembros van a depender
de la mayor educación, flexibilidad y equilibrio de sus interacciones.

73
Página
Tanto padres como hijos necesitan adecuarse a su nueva situación. Nos sólo para
el joven es difícil y doloroso este período. También los padres se enfrentan a
serias dificultades por la necesidad de adaptarse a los desafíos de sus hijos que se
revelan, creando un conflicto de poder y autoridad, que repercute en el sistema
familiar. Este debe ser particularmente flexible, ya que en la medida que las rela-
ciones familiares sean rígidas y no se adapten a esta nueva situación puede surgir
la crisis en la familia.

La llegada de la adolescencia de los hijos puede coincidir con la crisis de la edad


media de los progenitores, lo que puede aumentar el clima interno de tensiones
familiares. Una “salida” posible es el uso de sustancias “químicas” por algunos de
sus miembros, aunque este clima podría no ser el único factor que influya en el
uso de drogas. Esta crisis puede dificultar que la familia cumpla sus funciones de
contención y apoyo para los hijos adolescentes.

Si la familia es capaz de hacer frente a estos cambios en forma adecuada, el


desarrollo del adolescente será positivo y constituirá la base de un futuro sano.
Por el contrario, si este sistema familiar no se adecua, el adolescente podría
experimentar dificultades para alcanzar una adultez responsable y en medio de la
inseguridad y confusión que le genera esta etapa es posible que opte por algún
tipo de conducta problema, entre ellas el consumo de drogas.

Los padres no siempre están preparados para enfrentar las nuevas necesidades y
exigencias de sus hijos. Muchos se sienten impotentes, desesperados y reaccio-
nan rigidizando sus actitudes y exagerando el cumplimiento de normas familia-
res. Esto puede retraer al adolescente a marginarse de su familia y a buscar
relaciones más estrechas con su grupo de amigos. Las características del grupo
con el que se pone en contacto influirán en la posibilidad de que el o la joven
pueda establecer relaciones de “dependencia”.

No podemos olvidar que el consumo de alcohol y/o drogas puede constituir en la


adolescencia una alternativa para expresar, consciente o inconscientemente, su
rebeldía y puede permitirle, además, identificarse con un grupo que genera en él
o ella sentimientos de pertenencia. Esto podría desvincular al adolescente de sus
padres y de la sociedad; la rebeldía del adolescente trasciende el ámbito familiar,
produciéndose un rechazo a la generación adulta.

La evidencia acumulada estos años, señala que la vida en familia no está exenta
de dificultades, especialmente referidas a la situación de desigualdad en el plano
de las relaciones entre hombres y mujeres, tensiones en las relaciones de

74
Página
conyugalidad (pareja), la parentalidad (padres-hijos) y la relación persona-fami-
lia. En un segundo nivel de carácter externo se encuentran las influencias de las
condiciones sociales, económicas y culturales que afectan el desempeño de las
funciones de la familia, obstaculizando o posibilitando el desarrollo de sus miem-
bros, o bien, poniéndolos en situación de riesgo social. En este ámbito, las tensio-
nes se establecen en la relación familia-sociedad, las cuales son especialmente
visibles entre las familias de escasos recursos (Prevenir en Familia, CONACE,
2003).

Por lo tanto, las estrategias preventivas con familias deben tomar en cuenta esta
realidad, los distintos modos de hacer familias, ciclos de vidas familiares, carac-
terísticas y tipos de familias que demandan y requieren programas diversos, ade-
cuados a su realidad y contexto sociocultural. Sin embargo, deben considerar que
los aspectos importantes que influyen en el funcionamiento del sistema son el
aspecto fundacional o los valores de la familia, lo normativo o límites estableci-

f
dos, los subsistemas que conforman el sistema familiar (conyugal, parental y fi-
lial) y la relación que se establece entre ellos, y la evolución que la familia sigue en
su ciclo vital y su capacidad de adaptación a los cambios.

Las investigaciones identifican una serie de factores protectores que actúan como
amortiguadores frente a la aparición del problema de consumo. Entre estos:

Fuertes vínculos con la familia: cercanía, apoyo emocional y trato cálido y afec-
tuoso con los hijos e hijas. Involucramiento de los padres en las actividades de
sus hijos, conocimientos de las actividades y amigos de los hijos. Conocimiento
de los problemas, intereses y necesidades de los hijos(as).

Disciplina familiar adecuada y normas claras de conducta dentro de la familia.

Fortalecimiento y desarrollo de las habilidades personales y sociales de cada


hijo(a): autonomía, autocontrol, autoestima, resistencia a la presión del grupo y
capacidad para resolver problemas y conflictos personales.

Actitud y comportamientos preventivos frente al consumo de drogas por parte


de los padres.

Adecuados estilos de comunicación.

Adecuado estilo de resolución de conflictos entre los miembros de la familia.

75
Página
Identificación de factores de riesgo para el consumo de drogas: conocimiento
de oportunidades de acceso, presión social al consumo, modelos de consumo,
creencias y mitos relacionados con el consumo, etc.

Fortalecimiento de los vínculos con la escuela.

Por otra parte, los estudios en torno a los factores asociados al consumo de drogas
identifican una serie de factores de riesgo en el funcionamiento familiar, que
aumentan la probabilidad de consumo de drogas en sus hijos(as). Entre ellos des-
tacan:

Historia de alcoholismo y de abuso de drogas en la familia. Uso y abuso de


drogas por parte de hermanos, padres, madres, y/o adultos significativos
consumidores.

Predisposición genética.

Diferencias en las habilidades educativas y prácticas de manejo familiar de


los padres.

Conflictos y problemas de relación entre padres e hijos.

Trastornos mentales y comportamientos violentos de los padres, madres y/


o adultos significativos.

76
Página
La Escuela
La escuela es una institución primaria de socialización que va más allá del ámbi-
to puramente académico, permite el desarrollo de competencias sociales, el ajus-
te y equilibrio psicosocial y es un medio privilegiado para transmitir comporta-
mientos saludables y consecuentemente para prevenir problemas.

La OMS define a la escuela como: “…un espacio con grandes potencialidades para
la promoción de competencias psicosociales, para la educación en salud mental,
para realizar intervención y para reconocer y orientar a tratamiento profesional a
los niños que lo necesiten”.

En el proceso de formación y socialización de adolescentes la escuela cumple un


rol importante en el desarrollo integral como personas y en la adquisición de habi-
lidades y destrezas que hacen posible su incorporación a la sociedad.

El sistema educativo formal cuenta con importantes elementos que lo ponen en


situación privilegiada para aportar a la formación y apoyo integral de sus
educandos. Sin embargo, no se puede desconocer que en ocasiones puede resultar
una fuente generadora de problemas en niños, niñas y adolescentes, que es opor-
tuno tener en cuenta. Por lo tanto, es necesario mencionar algunos aspectos liga-
dos a las fortalezas y a las debilidades del sistema educativo formal:

En cuanto a fortalezas se puede señalar:

Los adolescentes asisten a la escuela en la edad en que se es más suscepti-


ble de adquirir valores, actitudes y hábitos adecuados a su desarrollo per-
sonal y social.

La información puede darse estructurada y fundamentada sobre los conte-


nidos temáticos de los programas.

Puede lograr la detección precoz de los jóvenes con problemas, dado su


conocimiento y contacto permanente con los jóvenes.

77
Página
Mantiene la comunicación permanente con sus educandos y familias, ya sea
en forma individual o grupal.

Puede orientar a sus alumnos en el uso productivo del tiempo libre.

Cuenta con las instancias para valorar las capacidades de los alumnos y
estimular su desarrollo.

Se basa en una educación que se centra en el respeto, la tolerancia y la


solidaridad de todos los integrantes de la comunidad escolar.

En cuanto a debilidades y que serían condiciones que influirían negativamente en


los adolescentes:

El sistema normativo de la escuela podría resultar muy autoritario o muy


permisivo.

El énfasis del currículo escolar podría estar puesto sólo en la entrega de


información.

Sistema podría valorar al individuo sólo por los resultados académicos y no


estimular otros aspectos integrales de su desarrollo.

Falta de alternativas de participación extraescolar.

Escasa tolerancia y estigmatización frente a conductas o hechos específi-


cos.

Descoordinación o poca continuidad con las familias de los jóvenes.

Una de las tareas de los adolescentes en el proceso de la adolescencia es la bús-


queda de la identidad y la formación del proyecto particular de vida, y es durante
su permanencia en la escuela que viven generalmente este proceso.

Si un niño, niña o adolescente tiene problemas en el colegio, habitualmente es


síntoma de que algo está pasando en su interior o en su entorno. Los principales
problemas que pueden observarse y que dan señales que algo negativo está ocu-
rriendo en el individuo, clásicamente son: abandono escolar, fracaso escolar, des-
censo brusco en el rendimiento escolar y problemas de conducta.

78
Página
Consumo de drogas:
Magnitud del problema

Epidemiología
del uso de alcohol y drogas en Chile

En Chile, según el Quinto Estudio Nacional de Drogas en la Población General


(2002), la tasa de consumo de alcohol, según la prevalencia de último mes, au-
mentó de 53,9% en 2000 a 59,1% en 2002. Este aumento es mayor en mujeres,
observándose principalmente en las mujeres menores de 12 a 18 años, con un
aumento equivalente al20% aproximadamente.

La tasa de consumo de drogas ilícitas en Chile en el año 2002, según la prevalen-


cia de último año, para el grupo de 12 a 18 años es de un 6,96% (15,07% para 19 a
25 años y 7,59% para el de 26 a 34 años).

El análisis de tendencias entre los estudios sobre drogas en la población general


indica que la disminución en el consumo de drogas, entre 2000 y 2002, pasa por un
descenso en el uso de sustancias ilícitas en la población de 12 a 18 años. Es así
como el consumo de marihuana desciende de 8,41% en 2000 a 6,64 en 2002, el de
pasta base de 0,86% en 2000 a 0,20% en 2002 y, por último, el clorhidrato de
cocaína de 1,27% en 2000 a 0,95% en 2002.

La edad de inicio en el consumo de marihuana y pasta base se mantuvo estable


con medianas de 17 y 20 años respectivamente, entre los años 2000 y 2002, a
diferencia del clorhidrato de cocaína que presenta una edad de inicio un año más
precoz el 2002, con relación al año 2000. Es necesario plantear que una minoría de
la población se inició en el uso de drogas ilícitas entre los 13 y 15 años de edad. En
el caso de pasta base y clorhidrato de cocaína para esta minoría poblacional se
mantiene en 14 y 15 años de edad respectivamente; la marihuana, sin embargo,
presenta una edad de inicio un año menor en dichos grupos, con 13 años en 2000
y 14 años en 2002.

79
Página
Otro buen acercamiento a la realidad del consumo adolescente en nuestro país es
el Estudio Nacional de Consumo de Drogas en la Población Escolar de Chile en
alumnos de ambos sexos de octavo año básico a cuarto año medio, que CONACE
realizó entre noviembre y diciembre de 2001. Algunos de los alcances destacables
de dicho estudio se plantean a continuación:

Las declaraciones de consumo indican que el 23,8% de los escolares ha


probado alguna droga como marihuana, pasta base o cocaína al menos una
vez en su vida; el 15,5% lo ha hecho en el último año y el 8,5% el último mes.

Las declaraciones de consumo de alcohol indican que el 39,2% ha probado


alcohol en el último mes y el 61,7% lo ha hecho en el último año.

Las declaraciones de consumo de cualquier droga son similares entre alum-


nos de colegios municipalizados, subvencionados y pagados. No existen
diferencias significativas en las prevalencias de marihuana o de la cocaína.
La pasta base está más presente en colegios municipalizados con casi un
doble de lo observado en particulares pagados. En su conjunto, sin embar-
go, el uso de drogas es el mismo en los distintos tipos de colegios.

En el caso del alcohol la prevalencia mes es significativamente mayor en


colegios particulares pagados, donde asciende a 50%. Tomando todas las
precauciones de control estas diferencias se mantienen: las declaraciones
de uso de alcohol son siempre más altas en colegios particulares pagados.

Las declaraciones de consumo de cualquier droga aumentan


sistemáticamente con la edad y el curso: la prevalencia de último año de
alguna droga asciende de 6% en octavo básico a 24% en cuarto medio. Entre
octavo y primero medio el uso de drogas se duplica y salta de 6% a 12%, y
entre primero y cuarto medio vuelve a doblarse para pasar de 12% a 24%. La
entrada al ciclo de enseñanza media es especialmente sensible en el uso de
drogas.

Las prevalencias escolares en drogas son algo parecidas entre hombres y


mujeres: 17% para los hombres en el último año y 14% para las mujeres en
igual período. En el caso de la marihuana la diferencia es de 15,9% a 13,6%.
Las mujeres incurren mucho menos en el uso de pasta base y cocaína. No
obstante, las mujeres declaran usar alcohol en la misma medida que los
hombres, con diferencias de prevalencia en el último mes de 40% y 38% en
cada caso.

80
Página
Con respecto a la percepción de riesgo que tienen los escolares, sólo un 53%
declara que fumar marihuana una o dos veces por semana implica un alto
riesgo y un 55% percibe riesgos mayores en usar cocaína al menos una vez
al mes. Alrededor de un 38% no percibe mayor riesgo en el uso regular de
marihuana.

El uso de drogas ilícitas está siempre asociado a declaraciones de facilidad


de acceso y a una baja percepción de riesgo.

El estudio logra identificar la enorme importancia que tienen los padres en


la prevención del uso de alcohol y drogas ilícitas entre sus hijos. La capaci-
dad de los padres de involucrarse, estar atentos y seguir el comportamien-
to de sus hijos está directamente asociada con las tasas de prevalencia de
consumo de alcohol y drogas ilícitas que declaran los escolares. Entre todas
las dimensiones de atención parental “saber donde están los hijos” es la
variable más fuertemente asociada con la prevalencia de consumo de dro-
gas.

Cuando un hermano o alguna otra persona de la casa consume drogas, la


probabilidad de que un adolescente escolar del mismo hogar lo haga es
cuatro veces mayor que cuando se declara que no hay drogas en tal hogar.

La formación del hábito de fumar a temprana edad, sobre todo de fumar


diariamente y el hábito de tomar alcohol o de hacerlo regularmente dentro
de la semana, predispone seriamente hacia el consumo de drogas ilícitas.

La relación entre consumo de drogas y bajo rendimiento escolar es siempre


consistente: la droga está fuertemente radicada en los alumnos de más
bajo rendimiento.

81
Página
Patrones de consumo
de drogas en los adolescentes

El consumo de alcohol y drogas en los adolescentes, sin duda, difiere del de los
adultos, no solamente en cuanto a patrón, sino que también en relación a los
significados y a los factores asociados a dicho consumo. Diversos estudios se han
realizado en el mundo que sustentan estas premisas.

Se diferenciará entre algunos elementos que se encuentran en la mayoría de los


adolescentes, para luego reflexionar sobre ciertos grupos específicos de esta po-
blación.

Perfil de adolescentes en general

Aunque en muchas ocasiones los mensajes que circulan en nuestra sociedad sobre
las drogas se centran en su relación con la dependencia, el delito o la muerte es
preciso tener en cuenta dos hechos:

El consumo de drogas no forma parte de la vida cotidiana de la inmensa


mayoría de los jóvenes.
La mayor parte de los adolescentes que prueban las drogas en alguna oca-
sión deja de consumirlas tras algunos contactos con ellas.

Por lo general, la salud de quienes se limitan a probar drogas no se ve afectada


(aunque en algunas ocasiones una sola ingesta ocasiona problemas). Sin embar-
go, existen considerables riesgos asociados al consumo abusivo de drogas.

El tabaco, el alcohol y la marihuana son las drogas que con mayor frecuencia
consumen los adolescentes.

La investigación de las décadas de los 70 y los 80 ha encontrado por lo general un


descenso en el consumo de alcohol en esta población, pese a que esta tendencia
está indicando el sentido inverso en los 90.

La Ontario Student Drug Survey en Canadá (1977-1999) llegó a la conclusión de


que las tasas de consumo de drogas que disminuyeron durante los ochenta están
de nuevo incrementándose. Desde 1993, el consumo de drogas legales e ilegales
82
Página
ha experimentado una fase ascendente, en tal grado que, en 1999, el consumo de
solamente 2 de 16 drogas resultó inferior al de 1979 (Adlaf et al., 1999).

En Estados Unidos los datos han indicado un resurgimiento del consumo de drogas
entre los adolescentes en los años 90. Sin embargo, solamente un grupo menor
reunía los criterios de abuso y dependencia a drogas, 1-3,5% en tres estudios
(Weinberg et al., 1998). Algunas encuestas informan sobre un incremento del
consumo excesivo de alcohol entre los adolescentes. El consumo excesivo de alco-
hol es más frecuente entre los jóvenes a finales de la adolescencia y principios de
la edad adulta, en comparación con otros grupos de edad.

En investigaciones internacionales se constata que el consumo de inhalables y


drogas ilegales como cocaína, estimulantes, y alucinógenos parece estar aumen-
tando entre los adolescentes.

Las pautas de consumo adolescente aparecen habitualmente ubicadas en deter-


minados espacios y tiempos y cobran sentido relacionadas con el binomio fin de
semana-prácticas de ocio dominante. Gran parte del fenómeno de usos de drogas
entre los adolescentes tiene que ver con su especial manera de divertirse, con-
centrado en sus actividades de fin de semana y en un contexto de liberación y
descontrol.

Los estudios sociológicos sobre drogas confirman que en los últimos años se ha
producido un importante aumento del consumo de drogas entre los adolescentes y
que poco o nada tienen que ver con el perfil del “toxicómano” y el uso de drogas
de épocas anteriores. Se trata de consumo con unas características muy particu-
lares, que requieren un tipo de intervención diferente respecto de los enfoques
preventivos y terapéuticos tradicionales.

En Francia se ha constatado la existencia de una relación entre las prácticas de


consumo de diferentes sustancias, por ejemplo, el uso más frecuente de drogas
ilícitas en adolescentes que igualmente consumen alcohol y tabaco. La correlación
es particularmente fuerte entre los episodios de estado de ebriedad y el consumo
de cannabis (75% de los consumidores de marihuana han estado ebrios a diferen-
cia del 13% de no consumidores). De hecho, dentro de las peculiaridades que
presenta el perfil de los nuevos consumidores, en encuestas españolas, está la del
policonsumo en adolescentes. En Terranova, a pesar de que el porcentaje total de
consumidores de droga no varió entre 1996 y 1997, la población de policonsumidores
se incrementó (Newfoundland and Labrador Student Drug Use Survey, 1998).

83
Página
Se habla del perfil de los nuevos consumidores adolescentes, haciendo hincapié en
la diferencia de esta población con la adulta y además considerando las distintas
tendencias en el consumo de drogas por parte de este grupo.

Este perfil tendría las siguientes características: sujetos que se inician en el con-
sumo de drogas a edades tempranas, más o menos estables en lo personal; que
realizan alguna actividad normal (estudio o laboral); que conviven y dependen de
la familia; que realizan un uso social de sustancias con un consumo ligado a sus
contextos de tiempo libre (consumo centrado en el fin de semana que busca acom-
pañar y ampliar sus actividades recreativas en este período de tiempo), para
luego retornar a sus actividades rutinarias entre semana, a sus estudios o a sus
trabajos; la mayor parte de la veces con policonsumo (sobre todo alcohol, cannabis
y estimulantes); con poca percepción de riesgos de las sustancias que toman; alta
percepción de control al tratarse de un uso centrado en el fin de semana y no
diario (pensando que esta pauta de consumo no genera dependencia) y, por últi-
mo, con una percepción del uso de drogas como algo masivo y muy extendido en
su generación (Arbex, 2002).

Perfil de grupos de adolescentes específicos

Adolescentes de la calle

Son definidos en diferentes estudios como adolescentes callejeros, sin techo y


marginales. En otras palabras, serían aquellos que viven en situaciones transito-
rias sin residencia (familiar) fija. Generalmente, suelen consumir alcohol y dro-
gas para hacer frente a violencia callejera pasada y al infortunio de vivir en la
calle (Currie, 2001).

En general, los adolescentes en esta situación registran altos niveles de consumo


de alcohol y drogas en comparación con los adolescentes en general. En distintas
investigaciones se pueden encontrar resultados similares:

El Canadian Centre on Substance Abuse and Addiction and Mental Health,


1999, indicó que entre un cuarto y la mitad de los jóvenes callejeros infor-
man de un frecuente consumo excesivo de alcohol. En términos del consu-
mo de otras drogas, el porcentaje que consume cannabis oscila entre el 66%
y el 88%, indicándose una cifra entre el 18% y el 64% para la cocaína. Estos
jóvenes exhiben también un abanico mucho más amplio de problemas aso-
ciados al consumo excesivo de drogas, incluidos problemas de trabajo, le-
gales, psicosociales, educativos y de salud (Smart y Ogborne, 1994).
84
Página
p En investigación realizada en España por Arbex y col., 2002, este grupo de
adolescentes generalmente coincide con aquellos que realizan un consumo
sistemático de diferentes sustancias todos los fines de semana y, en algu-
nos casos, también entre semana. Por sus estilos de vida, situaciones per-
sonales, familiares o sociales corren más riesgo de tener consumos proble-
máticos. Habitualmente son adolescentes con ausentismo y/o fracaso es-
colar, comportamientos desadaptativos (conductas violentas y agresivas),
sometidos a situaciones de violencia y abuso (abuso sexual y autoagresiones).

En Estados Unidos una revisión de cuatro estudios nacionales (Greene et


al., 1997) que examinaban la prevalencia del consumo de drogas realizado
por los adolescentes que han huido de casa y sin techo, de edades compren-
didas entre los 12 y 21 años, encontró que el consumo de drogas (marihua-
na, alucinógenos, cocaína, inhalantes y drogas intravenosas) era conside-
rablemente superior entre los adolescentes en circuito de calle, mientras
que el consumo de alcohol era superior entre los adolescentes no callejeros.
Azrin et al. concluyeron que la politoxicomanía era también considerable-
mente más alta dentro de la población de adolescentes de la calle.

Así como ya nos hemos referido a la relación entre adolescencia, conductas


sexuales y consumo de drogas para este grupo, en especial adolescentes de
la calle, las infecciones por el VIH constituyen un importante riesgo, debido
al consumo de drogas, a las jeringuillas compartidas, a las prácticas sexua-
les inseguras, a la mala higiene y a la falta de recursos ofrecidos por los
programas.

Las tasas de drogadicción por inyección de por vida entre la juventud calle-
jera canadiense oscilan entre aproximadamente el 11%, en una muestra
nacional, y el 48% de los varones y el 32% de las mujeres, entre la juventud
callejera de Vancouver (Canadian Centre on Substance Abuse and Addiction
and Mental Health, 1999).

Adolescentes en conflicto con la justicia o con causas delictivas

Parece existir una fuerte relación entre el abuso de drogas por la juventud y la
implicación directa en causas delictivas, aunque la naturaleza de esta relación no
está clara.

Según lo que plantea Otero-López (1994, 2003) “es difícil obviar la existencia de
importantes puntos en común entre consumo de drogas y delincuencia”. En pri-
mer lugar, es necesario destacar el notable incremento que simultáneamente se
85
Página
ha producido en los últimos años, tanto en el número de consumidores como en el
de sujetos que realizan actividades delictivas. La segunda característica común
se deriva del hecho de que este incremento ha afectado especialmente, en ambos
casos, a una etapa evolutiva determinada: los adolescentes y los jóvenes. En
tercer lugar, es evidente que la conducta delictiva y el consumo de drogas ilegales
son, por definición, actividades que suponen un enfrentamiento con las normas y
las leyes sociales, es decir, que pueden incluirse dentro del amplio marco de las
conductas socialmente desviadas.

Se ha planteado la hipótesis de que la relación entre las conductas de consumo de


sustancias y las delictivas no podrían explicarse exclusivamente a través de una
hipótesis causal, sino que es el resultado de ambas conductas las que tienen de-
terminantes comunes. La mayor parte de los trabajos que se han realizado para
probar esta hipótesis ha utilizado muestras de adolescentes de la población gene-
ral, siendo sus resultados altamente coincidentes en el sentido que se confirma
que la relación entre el consumo de drogas y la delincuencia es espúrea (Jessor y
Jessor 1977; Kandel, 1978; Huizinga y Elliott, 1981; White, 1990). Los resultados
de Otero-López (1995, 1997), Otero-López y Vega (1993) y Otero-López y Cols.
(1994) ratifican igualmente la potencia explicativa de esta hipótesis en la etapa
evolutiva de la adolescencia. En concreto, se han estudiado distintas muestras
representativas, tales como varones escolarizados de la población general, muje-
res escolarizadas de la población general, en tratamiento por sus conductas de
consumo, institucionalizados por sus conductas delictivas y consumidores locali-
zados en la calle. Los hallazgos en estas muestras apoyan consistentemente la
existencia de terceras variables que dan cuenta de ambos fenómenos y, por tanto,
las responsables de la relación. Parece claro que si se quiere predecir el consumo
o la delincuencia de los adolescentes de cualquier grupo muestral se debe siempre
recurrir a variables de sus entornos primarios (familia, escuela y grupo de pares)
y personales (por ejemplo, búsqueda de sensaciones, autoestima, impulsividad),
pero en ningún caso tratar de explicar razonablemente una conducta por la otra
(droga-delincuencia, delincuencia-droga). En Chile, lamentablemente, no hay su-
ficiente información publicada respecto de este tema.

Se puede establecer, por tanto, que es posible que las distintas hipótesis puedan
tener validez para distintos grupos de consumidores. Concretamente, es previsi-
ble que la hipótesis de que el consumo genera delincuencia sea la que mejor
explique el consumo habitual de los sujetos con un historial de adicción a la heroí-
na y otros narcóticos (Otero-López, 1997; Johnson y Schmeidler, 1981; McGlothlin
y cols. 1978); por otra parte, la afirmación de que es la implicación en un estilo de
vida delictivo lo que lleva a la involucración en el consumo de drogas resulta más
probable para predecir el consumo habitual de otras drogas (Graus, 1981) y el
86
Página
consumo experimental de heroína (Johnson y Schmeidler, 1981); por último, la
hipótesis que defiende que ambas conductas no se relacionan causalmente, sino
que son “causadas” por los mismos factores daría cuenta de la relación entre el
consumo y la delincuencia para los sujetos adolescentes consumidores habituales
de alcohol y/o marihuana y para los consumidores experimentales de otras drogas
(Elliot y Ageton, 1976; Jonson y cols. 1978; White y cols. 1985; Otero-López,
1997, 2003).

Un estudio canadiense, realizado en Toronto, en 121 adolescentes remitidos para


asesoramiento por adicción como pacientes externos individuales o en grupo (83%
de todas las remisiones en un período de seis meses) encontró que el 50% de la
muestra había estado implicada, a algún nivel, en problemas con la justicia, de-
biendo el 18% de la muestra recibir tratamiento por orden de los tribunales
(Ogborne, 1997).

Según Janet Currie (2001), los adolescentes con trastornos por consumo de dro-
gas que tienen asimismo causas delictivas suelen manifestar lo siguiente: (a)
problemas múltiples (socioeconómicos, psicosociales, conductuales); (b) antece-
dentes sociales caóticos, con una educación y apoyo familiar limitados (Kosky et
al, citado en Spooner et al., 1996); (c) poca motivación o ambivalencia al trata-
miento, si el tratamiento se imparte por imperativo legal, y (d) problemas de
violencia que puedan dificultar la participación en el tratamiento.

En cifras de SENAME, de 266 sujetos infractores a la ley, entre 7 y 13 años, aten-


didos en el Área de Protección, el 18,05% consume drogas, y de los 3.827 indivi-
duos de 14 años y más, infractores a la ley, el 29,92% consume drogas. El perfil de
estos niños, niñas y adolescentes infractores de ley, por lo general, es el siguien-
te: sujetos con ingresos reiterados a la red SENAME, con vínculos familiares pre-
carios o ausentes y escaso control de los padres, con abandono reiterado de hogar,
vagancia y mendicidad. Generalmente en deserción escolar, ejerciendo trabajo
informal marginal y con consumo de sustancias.

Adolescentes con consumo de drogas asociado con trastorno de salud mental

A pesar de que existen vacíos en la investigación epidemiológica relativa a los


adolescentes y a los problemas con valoración de trastornos mentales, la investi-
gación establece con claridad una alta prevalencia del consumo de drogas concu-
rrente con trastornos mentales en los adolescentes.

87
Página
En una revisión de estudios de población, de estudios clínicos y de estudios sobre
los adolescentes con trastornos psiquiátricos o con consumo de drogas en escena-
rios de pacientes internos, Greenbaum y cols. (1996) llegaban a la conclusión de
que en todos los estudios analizados, se registraba un nivel considerable de con-
sumo de drogas asociado con trastornos mentales. Se describe que aproximada-
mente la mitad de todos los jóvenes receptores de servicios de salud mental
exhibían una comorbilidad. En este sentido, los trastornos de salud mental identi-
ficados con mayor frecuencia fueron los trastornos conductuales y la depresión.

Adolescentes homosexuales - lesbianas (minorías sexuales)

Varios estudios han señalado altas tasas de suicidio en asociación con el consumo
de drogas en adolescentes homosexuales. Ramafedi y cols. en 1991 establecieron
que dentro de las características psicosociales revisadas en adolescentes gays con
intentos de suicidios se encontraba un alto grado de uso de drogas ilícitas (85%).
Es así como en la misma población se reportaron fugas, arrestos múltiples, pros-
titución y uso de alcohol. Al parecer existiría una relación entre depresión, suici-
dio y abuso de sustancias en esta población específica que podría tener varias
explicaciones (Ramafedi, 1991; Rahdert y Czechowicz, 1995): la dificultad de en-
frentamiento a asumir su situación existencial, especialmente con sus padres; la
existencia de una conexión entre malestar sexual e intento de suicidio y, final-
mente, parece ser que el abuso de sustancia y el suicidio parecen estar agravados
por la discriminación social, violencia, pérdida de amigos y actitud personal habi-
tual con respecto a la homosexualidad.

Para muchos gays y lesbianas el proceso de socialización se realiza en espacios


donde el uso de alcohol y drogas es parte del estilo de vida y la experiencia social.
Además es ampliamente conocida la relación entre abuso sexual y abuso de sus-
tancias, así como la de fugas de casa de padres y abuso de sustancia. Ambos
factores están altamente señalados entre gays y lesbianas adolescentes.

88
Página
Tipos de drogas:
Principales drogas y sus efectos

La clasificación de las drogas puede realizarse de acuerdo a distintos puntos de


vista: farmacológico, conductual, clínico, social, epidemiológico o legal, entre
otros.

El cuadro que se expone a continuación corresponde a la clasificación que agrupa


las drogas por su efecto predominante, no el único, con relación al sistema ner-
vioso central: depresoras, estimulantes y distorsionadoras.

Depresoras Estimulantes Distorsionadoras

Definición Disminuyen y/o Aceleran la actividad del Actúan sobre el sistema


enlentecen el funciona- Sistema Nervioso Cen- nervioso central, produ-
miento del sistema ner- tral. ciendo alucinaciones o
vioso central. ensueño, alteran la
senso-percepción.

Tipos de Alcohol, opio y sus deri- Tabaco, cocaína (pasta Marihuana y hachís, áci-
drogas vados (morfina, codeína, base y crack), anfeta- do lisérgico dietilamídico
heroína, metadona), minas, cafeína, drogas (LSD), peyote y
barbitúricos, tranquili- de diseño (Éxtasis). mezcalina, hongos,
zantes. inhalables.

Efectos Alteración de la concen- Euforia. Desinhibición. Modificación del estado


tración y, en ocasiones, Menor control emocio- de vigilia. Modificación
del juicio. Disminución nal. Irritabilidad y agre- de la noción de tiempo
de la apreciación de los sividad. Menor fatiga. y espacio. Exageración
estímulos externos. Re- Disminución del sueño. de las percepciones
lajación, sensación de Excitación motora. In- sensoriales, en especial
bienestar. Apatía. Dis- quietud. de los sentidos de la vis-
minución de la tensión. ta y del oído.
Desaparición de la an-
gustia.

Esquema extraído de “Orientaciones para abordar los problemas de consumo de


alcohol y drogas en Educación Media”, CONACE, 2002.
89
Página
Estrategias de detección
y evaluación específica:
pesquisa, sospecha y confirmación diagnóstica

La aproximación al mundo infantil y adolescente, en relación a las distintas con-


ductas de riesgo, entre ellas el consumo de sustancias, no es fácil de abordar,
dada su complejidad. Toma tiempo y se relaciona a ciertos espacios y contextos y
exige reconocer las características evolutivas de cada uno de ellos nos plantea
desafío. En la mayoría de los casos las conductas ligadas al consumo de sustancias
se encuentran entre un sinnúmero de otras conductas y necesidades.

El proceso de detección y evaluación se caracteriza por tres etapas: pesquisa,


sospecha y confirmación diagnóstica.

Pesquiza
Signos de alerta
Signos de consumo





Sospecha diagnóstica Confirmación diagnóstica


Inventario autoaplicable ○ ○ ○ ○
Evaluación
Signos básicos de sospecha específica

La pesquisa es la etapa inicial que se realiza para identificar a quienes están


consumiendo drogas experimentalmente, o bien, han comenzado un consumo per-
manente. Se trata de la etapa en donde podría construirse el motivo de consulta o
pudiera generarse la sospecha diagnóstica.

La pesquisa tiene como objetivo poder intervenir antes de que se generen proble-
mas en el adolescente, en los distintos ámbitos de su desarrollo, tales como ren-
dimiento escolar, relaciones interpersonales, relaciones familiares, estados de
90
Página
ánimo y otras, en el contexto del consumo de alcohol y de sustancias.
Corresponde a una búsqueda activa de las variables o situaciones que pudieran
perpetuar conductas de riesgo, tales como consumo de sustancias, relaciones
sexuales precoces, vida de calle, abandono de hogar, etc., en las cuales estarían
involucrados los o las adolescentes, a modo de activar la red biopsicosocial, tanto
en el ámbito preventivo como terapéutico, si se requiere.

En el ámbito de la pesquisa se pueden considerar dos tipos de señales: las de


alerta y las de consumo.

Señales de alerta: entre estas señales se encuentran cambios conductuales, psi-


cológicos y físicos. Muchas veces se confunden con procesos propios de la adoles-
cencia y, de hecho, cuando se presentan aisladamente, es posible que lo sean. Por
sí sola, cada señal no indica compromiso con la droga; sin embargo, prestarles
atención puede constituir un importante elemento preventivo y se debe estar
especialmente alerta ante la aparición combinada de las siguientes conductas:

Cambios en el área de comportamiento


Cambios en el área intelectual
Cambios en el área afectiva
Cambios en las relaciones sociales

Señales de consumo: como, por ejemplo, posesión de drogas, olor a drogas o a


otros aromas para despistar, como incienso; robos en casa, escuela u otros espa-
cios; posesión de accesorios relacionados con la droga: papelillos, pipas, gotas
para los ojos, etc.

Una vez pesquisadas estas señales, tanto de alerta como de consumo, se debe
iniciar un proceso de búsqueda de información, ya sea realizando una observación
más sistemática del adolescente, comunicando lo percibido de preferencia al pro-
fesor u otro profesional responsable del tema, o corroborando directamente con el
o la adolescente, por medio de una conversación flexible, empática, no amena-
zante.

La sospecha diagnóstica: ésta surge del motivo de consulta, en cuanto a la con-


ducta de riesgo, de consumo de alcohol y/o sustancias. Este motivo de consulta,
por lo tanto, puede ser sospechado por distintos actores que participan en el
proceso: familia, pares, profesor, los mismos adolescentes, equipo de salud, etc.
El motivo de consulta que se genera al tener una sospecha puede ser individual,
intrafamiliar o extrafamiliar.
91
Página
Los espacios en donde se puede realizar la sospecha diagnóstica son variados y
obedecen a distintos ámbitos: salud, educación, judicial, recreativo, así como
también en la calle.

Esta etapa de sospecha diagnóstica puede hacerse en base a un inventario básico


autoaplicable, dirigido a niños y/o adolescentes y padres, y a ciertos signos bási-
cos de sospecha en conocimientos de personas, trabajadores o profesionales que
estén en contacto directo con niños, niñas y adolescentes (profesores y otras
personas que trabajen en el ámbito educacional, profesionales y técnicos de sa-
lud, etc).

Cabe recordar, como ya fue señalado en capítulos anteriores, que existirían pobla-
ciones especiales marcadas por un ambiente de alta vulnerabilidad y marginalidad,
en que la sospecha debería tener un paso previo, que considerase el contexto,
técnicas de aproximación específicas, otros espacios específicos (por ejemplo, la
calle) y otros tiempos diferentes a los tradicionales.

Los instrumentos que se describen a continuación pueden ser de gran ayuda en la


etapa de sospecha diagnóstica.

Inventario básico autoaplicable

Los espacios educativos y de salud, entre otros, pueden ser un lugar donde los
niños y adolescentes pueden tomar conciencia o darse cuenta que ciertas conduc-
tas suyas pueden ser de riesgo para su salud y su integridad. En una serie de
preguntas leídas o respondidas anónimamente puede llevarse a cabo este proce-
so. El cuestionamiento que puede generar esta lectura puede abrir la puerta a la
búsqueda de información, a desear hablar del problema o simplemente a buscar
ayuda en forma abierta. Se propone un inventario tipo como el que se presenta.

1. Para adolescentes

HOLA, sabemos que el uso de drogas es algo que puede ser común en los adoles-
centes, pero también existen momentos en que el uso de alcohol y drogas puede
ser problemático. Si quieres saber si tú puedes tener problemas en el uso de
drogas, responde a estas preguntas pensando en este último año (12 últimos
meses).

92
Página
Preguntas Si No

¿Has tenido problemas con tu familia y/o polola por tu consumo de drogas?
¿Te han llamado la atención en el colegio y/o trabajo por consumir drogas?
¿Has sufrido algún tipo de accidente por consumir droga?
¿Te ha ocurrido, en ocasiones, que consumes más de lo que pensabas o espera-
bas?
¿Has tenido problemas legales o con la justicia por el consumo de drogas?
¿Has necesitado consumir droga para disminuir el nerviosismo, la irritabilidad o la
tensión?
¿Ocupas gran parte del día en buscar o conseguir droga?
¿Has sentido molestias físicas cuando dejas de consumir droga?
¿Te ha pasado que has necesitado consumir cada vez más cantidad para conse-
guir el mismo efecto?

Si respondes afirmativamente (SI) a una pregunta, te sugerimos

solicitar información adicional acerca de la posibilidad de tener un problema de


consumo.

Si respondes afirmativamente a dos o más preguntas, te sugerimos que consultes


en el consultorio u otro especialista, o a alguien en quien confíes y que pueda
ayudarte, pues podrías encontrarte en riesgo.

2. Para padres

A LOS PADRES DE ADOLESCENTES

Advertir los síntomas del uso de alcohol y otras drogas requiere estar muy alerta.
Así como resulta cada día más difícil ser padres, a veces resulta aún más difícil
advertir la diferencia entre el comportamiento normal de nuestros hijos adoles-
centes y el comportamiento causado por el uso de drogas. Los cambios de com-
portamientos extremos en los adolescentes y también en los niños pueden ser
señales del uso de drogas. Por lo tanto, les sugerimos considerar las siguientes
preguntas:

• ¿Su hijo parece deprimido, cansado y descuidado en su aspecto personal?

• ¿Lo nota hostil y falto de cooperación?

93
Página
• ¿Se han deteriorado sus relaciones con otros miembros de la familia?

• ¿Ha dejado de frecuentar a sus antiguos amigos?

• ¿No le va bien en la escuela, ha bajado sus notas y su asistencia es irregular?

• ¿Ha perdido interés por los deportes y sus otras actividades favoritas?

• ¿Han cambiado sus hábitos de comer o de dormir?

Una respuesta afirmativa a cualquiera de estas preguntas puede sugerir que su


hijo está consumiendo drogas o alcohol. Sin embargo, las mismas conductas tam-
bién pueden aparecer en chicos y chicas que no se drogan, pero que pudieran
estar presentando otro tipo de problemas en la escuela o en la familia. En caso
que se encontrara una respuesta afirmativa, se sugiere estar atento a lo que el
adolescente pueda comunicar, informarse a través de profesores, amigos o fami-
liares; por último, buscar ayuda especializada, con el objetivo de orientarse y
actuar.

Signos básicos de sospecha

Estos signos, también denominados signos de alerta, son, a juicio de los exper-
tos, importantes de tener en cuenta en la construcción de un motivo de consulta.

Los siguientes signos de alerta deberían ser considerados en los siguientes esta-
blecimientos: escuelas, consultorios de atención primaria en salud (APS), comuni-
dades terapéuticas, hogares o residencias de menores, organizaciones que traba-
jen con niños y adolescentes, juzgados, entre otros.

Signos cardinales: ideación o intento de suicidio, consumo, cambios brus-


cos de conducta en la línea disocial, descuido relevante y sostenido en el
tiempo de hábitos de aseo, alteración de patrones vitales (sueño, alimen-
tación, concentración, aislamiento).

Signos asociados: bajo rendimiento escolar agudo sin antecedentes pre-


vios, cambios bruscos de ánimo, cambio de patrón conductual, enfermedad
de transmisión sexual (ETS), antecedentes de consumo en familiares.

94
Página
En los servicios de urgencias debería darse énfasis a los siguientes signos:

Intento de suicidio, crisis de angustia, estado de ebriedad, psicosis aguda, sínto-


mas inexplicables y agudas, estado de confusión. Accidentes y violencia.

El siguiente cuadro presenta un resumen en relación a la sospecha diagnóstica.

Signos de alerta, en etapa de sospecha diagnóstica

Establecimien- Origen de la Actores claves


tos, espacios, en demanda de Signos de alerta Actividades y competen-
donde se realiza atención cias óptimas
la sospecha

Consultorios APS, Espontánea, Signos cardinales: Consulta Asistente social,


COSAM y otras figuras ideación o intento de morbilidad, médico/a,
instituciones con afectivas suicidio, consumo, consulta por nutricionista,
programas de significativas cambios bruscos de matrona, psicólogo/a,
salud mental, (familia, redes conducta en la línea consulta matronas/es,
comunidades juveniles, disocial, descuido dental, enfermeras/os,
terapéuticas, pares, pareja), relevante y sostenido consulta de odontólogos/as,
ONGs y centros tribunales, en el tiempo de salud kinesiólogos/as,
privados con establecimien- hábitos de aseo, mental, técnicos
convenio, tos educacio- alteración de consulta paramédicos/
escuelas, liceos, nales, organi- patrones vitales psicosocial. as, otros,
centros abiertos, zaciones (sueño, alimentación, profesores,
casas de acogida, sociales, grupo concentración, tutores,
juzgados, de autoayuda, aislamiento). técnicos.
la calle, etc. Signos asociados:
bajo rendimiento educadores de
escolar agudo sin calle.
antecedentes
previos, cambios Competencias
bruscos de ánimo, en adolescencia.
cambio de patrón
conductual, Enferme-
dad de Transmisión
Sexual (ETS), antece-
dentes de consumo
en familiares.
Servicios de Policías, Intento de suicidio, Consulta de Médicos/as,
urgencia sistema crisis de angustia, urgencia enfermeros/as.
judicial, estado de ebriedad, (incluyendo
familiar, psicosis aguda, entrevista a
escuela, etc. síntomas inexplicables acompañan-
y de instalación te).
aguda, estado
confusional,
accidentes y violencias.

APS: Atención Primaria de salud.


COSAM: Corporación de Salud Mental.
95
Página
Una vez realizada la sospecha diagnóstica se establece la necesidad de una confir-
mación diagnóstica a través de una evaluación específica.

Según la opinión de expertos, esta evaluación específica debería realizarse inde-


pendiente del nivel de atención en salud, aunque preferentemente en el nivel de
atención primaria de salud.

Los objetivos de la evaluación serían: confirmación diagnóstica del tipo de consu-


mo, compromiso biopsicosocial del individuo, presencia de psicopatología asocia-
da y, por último, la propuesta de intervención.

Si se consideran condiciones ideales y tomando en cuenta el enfoque integral de la


evaluación, el equipo que debería realizar esta actividad sería el siguiente:

Médico que realice una evaluación somática específica, descartando com-


plicaciones secundarias al consumo y a condiciones de vulnerabilidad.

Dentista que permita dar un adecuado diagnóstico de la salud bucal del


individuo, generalmente bastante alterada, sobre todo en aquellos grupos
altamente vulnerables.

Matrona, a modo de permitir una adecuada aproximación al área de salud


sexual y reproductiva. Considerando sobre todo lo prevalente de la asocia-
ción entre conductas de riesgo en torno al consumo y la actividad sexual.

Psiquiatra infantojuvenil que permita entregar un adecuado diagnóstico de


consumo, de psicopatología asociada y de contexto.

Psicólogo que permita apoyar diagnóstico de consumo y de psicopatología


asociada, a través de instrumentos psicométricos específicos.

Este equipo debería contar con competencias tales como una adecuada capacita-
ción en los aspectos evolutivos del niño y del adolescente, conocimiento en rela-
ción a las adicciones y a las técnicas de aproximación diagnóstica en torno a este
ámbito. Es imprescindible la motivación al trabajo en equipo y de coordinación en
red.

El tiempo de evaluación, tomando en cuenta todos los tipos de evaluaciones pro-


puestas, no debería ser mayor a un mes, porque se trata de atender una población
que necesita respuestas rápidas y que le es muy difícil tolerar la espera o diferir
procedimientos.
96
Página
En la dimensión biopsicosocial se sugiere considerar las siguientes áreas:

Individual:

u
Características evolutivas generales: edad, etapa evolutiva.
Salud física: estado físico general, estado nutricional y salud bucal. An-
tecedentes de accidentes y lesiones, huellas físicas sospechosas de agre-
sión y/o autoagresión.
Desarrollo emocional y salud mental: características cognitivas y emo-
cionales. Habilidades sociales. Presencia de psicopatología, anteceden-
tes de maltrato, antecedentes de psicopatología.
Salud sexual y reproductiva: edad de inicio de la actividad sexual, ante-
cedentes de abuso sexual, antecedentes de Enfermedades de Transmi-
sión Sexual (ETS), presencia de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS),
promiscuidad.
Nivel de adaptación: autonomía de acuerdo a etapa evolutiva, capaci-
dad de interiorizar límites y normas. Impulsividad, conductas disociales
o delictivas.
Figura vincular o contenedora: presencia o ausencia, figuras vinculares
sustitutas, estilo vincular.

Familia:
Recursos familiares existentes
Familias multiproblemas
Actitudes y comportamientos permisivos y/o positivos ante las drogas.
Alcoholismo y drogadicción intrafamiliar.
Ausencia figura vincular adulta significativa positiva.
Alejamiento del grupo familiar (por causa del consumo).
Violencia intrafamiliar.
Vinculación al delito (trafico, por ejemplo).

Grupo de pares:
Recursos existentes en grupos de referencia
Tipo de relación con el grupo (autonomía individuación vs. dependen-
cia).
Presencia y/o ausencia de grupos alternativos.
Inclusión a grupos favorables a conductas transgresoras y con actitudes
positivas hacia el consumo de drogas.
Alejamiento del grupo de pares a causa del consumo.
97
Página
Escuela:
Características de la escolaridad:
Fracaso escolar, repitencias, deserción parcial o total.
Adaptación al sistema escolar, significación del estudiar.
Integración al grupo de compañeros.
Alfabetización.
Trastornos de aprendizaje.

Comunidad:
Recursos existentes en la comunidad.
Problemas de integración y/o exclusión social (minorías étnicas, con-
ductas delictivas, niños y/o adolescentes de la calle y/o en la calle).
Marginalidad.
Ausencia de organizaciones sociales.
Accesibilidad a sustancias.

Ocio y tiempo libre:


Organización del ocio y tiempo libre.
Supervisión del ocio y tiempo libre.

En esta dimensión, cuando se exploran poblaciones altamente vulnerables, se


deben incluir dos categorías fundamentales, especialmente si el sujeto a evaluar
es un niño, niña o adolescente en circuito de calle. Estas categorías son: Vida de
calle y conducta transgresora.

En la dimensión ligada al consumo las áreas a evaluar serían:

Tipo de consumo
Sustancia o droga
Perfil de consumo
Consecuencias de la intensidad de consumo
Criterios de dependencia

En la evaluación de estas dimensiones se tiende a sugerir ciertos indicadores de


riesgos que lograrían establecer perfiles de mayor o menor gravedad, que a
juicio tanto de la literatura como del criterio de expertos es necesario considerar.

98
Página
Estos indicadores se resumen en los siguientes esquemas y tablas

Diagnóstico
Sospecha Confirma-
Inventario ción
Evaluación Específica:
Individual-Familiar-
Autoaplicable Signos
Escolar-Comunitario-
básicos de sospecha
Ocio y tiempo libre.



○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○

Dimensión
Sin CBPS Leve Moderado Severo Biopsicosocial

Consumo Consumo Consumo Dimensión ligada


Sin con bajo con riesgo con alto al consumo de
consumo riesgo moderado riesgo
sustancia

Esquema que integra las etapas de sospecha y confirmación diagnóstica, en rela-


ción a las dos dimensiones de evaluación: la dimensión biopsicosocial y la dimen-
sión ligada al consumo.

99
Página
DIMENSION BIOPSICOSOCIAL
AREAS COMPROMISO BIOPSICOSOCIAL (CBPS)
SIN CBPS CBPS LEVE CBPS MODERADO CBPS SEVERO

INDIVIDUAL
Salud física General Estado nutricional normal P/E; P/T
Sin molestias o patología somática. Estado nutricional normal P/E; P/T
Sin molestias o patología somática
Dificultad en el manejo de la higiene personal. Alto riesgo de compromiso
somático, por patología aguda, molestias somáticas diversas, Enfermedad cróni-
ca controlada. Riesgo de desnutrición. Nulo autocuidado. Existe compromiso so-
mático evidente, enfermedades crónicas descompensadas. Desnutrición. Nulo
autocuidado.
Salud sexual y reproductiva Salud sexual y reproductiva acorde a etapa
evolutiva. Inicio de actividad sexual, riesgo de embarazo, riesgo de ITS.
Actividad sexual sin protección, ITS actual, sin antecedentes previos. Alto riesgo
de embarazo. Actividad sexual con múltiples parejas, sin protección, ITS en
varias oportunidades. Embarazo adolescente.
Salud mentalSin dificultades emocionales ni trastornos neuropsiquiátricos.
Sin dificultades emocionales ni trastornos neuropsiquiátricos. Síntomas emo-
cionales inespecíficos, baja autoestima. Psicopatología crónica compenzada. Di-
ficultad en las habilidades sociales. Dificultad para la expresión emocional. Acti-
tud evasiva. Con psicopatología aguda o crónica descompensada. Intento de sui-
cidio. Maltrato. Violencia. Abuso sexual.
Capacidad adaptativa Adecuada internalización de límites, normas, fi-
guras de autoridad. Adecuada capacidad de autocontrol, autonomía e indepen-
dencia adecuadas a etapa evolutiva.
Adecuada adaptación e integración a su familia, grupo de pares, escuela o liceo y
en su comunidad o barrio. Adecuada internalización de límites, normas, fi-
guras de autoridad. Adecuada capacidad de autocontrol. Autonomía e indepen-
dencia adecuada a etapa evolutiva. Sin mayores dificultades en su inserción fami-
liar, de escuela, de grupo de pares o de comunidad. Cuando estas dificultades han
ocurrido han sido más bien hechos aislados y reactivos a situaciones transitorias.
Dificultad en la internalización de límites y normas. Actitud provocadora y de
desafío a la autoridad. Dificultades en proceso de separación y de autonomía.
Dificultades de integración e inserción a grupo de pares, familia, escuela y/o
comunidad. Tendencia al conflicto relacional. Alta tendencia al circuito de calle.
Desafío franco. Agresividad y provocación permanente. Nula tolerancia a la frus-
tración. Grave dificultad en proceso de separación y autonomía. En conflicto con
la ley. Sin lugar físico de protección y/o contención. Puede darse el aislamiento
social. Generalmente niños/as y adolescentes de la calle. En caletas.
100
Página
Figura vincular o contenedora Si existe. Si existe. Si existe, pero
con importantes dificultades en la contención. En la práctica no existe. Exis-
te abandono, negligencia.
FAMILIA Grupo familiar con funcionamiento adecuado. Tendencia a ve-
ces a exceso de protección o bien desacuerdos en pautas de crianza. Tendencia,
en ocasiones, a no supervisar. Pérdida de roles de las figuras de autoridad: au-
sencia de límites y normas claras, incoherencia en la supervisión. Falta de recono-
cimiento y aceptación del hijo/a. Cesantía. Falta de cohesión del grupo familiar y
aislamiento de algún miembro. Familia ausente o presente multiproblemática. VIF
y/o maltrato. Alcoholismo y drogadicción en miembros de la familia. Promiscui-
dad.

ESCUELA o LICEO Adecuada integración a institución escolar. Institución escolar


que lo acoge y apoya. Ciertas dificultades de rendimiento o conductas pero
que cuando existen logran ser manejadas por padres y/o apoderados. Escuela
acoge, apoya. Predesertor escolar o con alto riesgo de deserción definitiva.
Estigmatización escolar. Maltrato en escuela. Mal rendimiento. Deserción esco-
lar de 1 ó más años. Estigmatización escolar. Maltrato en escuela.
Mal rendimiento. Importantes dificultades conductuales.
GRUPO DE PARES Adecuada integración a su grupo de pares.
Grupo de pares con funcionamiento adecuado. Dificultades transitorias y
reactivas a situaciones puntuales. Grupo de pares permanente, con actividades
recreativas de distinta índole. Sin conductas disociales. Alto riesgo de aisla-
miento o de inserción en grupos con graves dificultades conductuales. Cambios
permanentes de grupos. Grupos con conductas disociales, tales como: robos, vio-
lencia, consumo de sustancias (grupos proclives a la trasgresión).
COMUNIDAD Participación en grupos validados en la comunidad. Comunidad
cohesionada, Apoyo social y protección a niños/as y adolescentes. Existen recur-
sos comunitarios suficientes. Participación en grupos validados en la comuni-
dad. Comunidad cohesionada, apoyo social y protección a niños/as y adolescen-
tes. Recursos comunitarios limitados, pero existen. Problemas de integra-
ción e inclusión social. Ausencia de apoyo social. Escasos recursos comunitarios.
Barrio altamente conflictivo. Accesibilidad a sustancias y tráfico. Pr o b l e -
mas de integración e inclusión social. Ausencia de apoyo social, escasos recursos
comunitarios. Barrio altamente conflictivo. Accesibilidad a sustancias y tráfico.
OCIO Y TIEMPO LIBRE Logra armonizar tiempos de labores con los de ocio y
tiempo libre en actividades adecuadas a su desarrollo sano. Carretes ocasionales.
Organiza tiempo, con aficiones diversas, inquietud cultural, deportiva recreati-
va. Carrete permanente los fines de semana. Ver tabla complementaria para
población altamente vulnerable y con vida de calle. Ver tabla complementaria para
población altamente vulnerable y con vida de calle.
101
Página
Página
102
Dimensión ligada al consumo de alcohol y sustancias

Tipo de consumo Sin consumo Consumo de bajo riesgo Consumo de riesgo moderado Consumo de alto riesgo

Sustancia o droga No existe droga Consumo de alcohol y/o Alcohol y marihuana en Policonsumo de > de 3
marihuana ocasiones, asociación a drogas
otras drogas

Perfil de consumo No existe consumo Fines de semana, en re- Habitualmente, fines de Habitualmente todos los
lación a espacios de ocio. semana; ocasionalmente, días. Alta tendencia al
En Grupo. Con significa- todos los días. En grupo o consumo solitario.
ción a lo experimental y/ solitario. Con significación a la bús-
o recreativo. Con significación a la bús- queda de lo ansiolítico o
queda de la desinhibición anestesiante.
de la ansiolisis.

Consecuencias de la No existen Sin consecuencias Primer episodio evidente Accidentes reiterados.


intensidad de consu- consecuencias evidentes de: accidente, violencia, Violencia reiterada.
mo autoagresión. Autoagresiones frecuen-
tes. Coma etílico y/o por
consumo de otra sustan-
cia. Intoxicación por dro-
gas
Criterios de No existe Sin criterios de Sin criterios de Existen criterios de
dependencia dependencia dependencia dependencia dependencia
Cuando se trata de sujetos altamente vulnerables, en que existe una alta asocia-
ción de factores de riesgo, se sugiere complementar la tabla de la dimensión de
compromiso biopsicosocial, con la siguiente información:

Categorías Sin CBPS o CBPS Leve CBPS Moderado CBPS Severo

Escasa Permanencia Diaria y creciente Gran parte del día o


Vida todo el día
de calle
Ocio /Pares Trabajo Pares Actividad de
sobrevivencia

Conducta Normal (transgresión En hogar y entornos Sí, relación con dro-


transgresora ligada al proceso de “significativos”/ ga/en grupo
desarrollo) individual

Los indicadores clínicos de gravedad señalados deben ser interpretados a la luz


del conjunto de indicadores y de la evaluación integral del individuo, desde una
perspectiva evolutiva.

Al describir las distintas áreas, desde un punto de vista de compromiso


biopsicosocial, surgen 4 tipos de compromiso biopsicosociales en los sujetos:

Sin compromiso biopsicosocial


Con compromiso biopsicosocial leve
Con compromiso biopsicosocial moderado
Con compromiso biopsicosocial severo

Por otro lado, desde la dimensión ligada al consumo de alcohol y sustancias, se


infieren 4 tipos de consumo:

Sin consumo
Consumo de bajo riesgo
Consumo de riesgo moderado
Consumo de alto riesgo

103
Página
Al unir ambas dimensiones surgen los siguientes perfiles de sujetos:

Sin CBPS y sin consumo


Sin CBPS y con consumo de bajo riesgo
(Se presupone que el consumo de riesgo moderado y de alto riesgo se dan siempre
en sujetos con algún grado de CBPS).

Con CBPS leve y sin consumo


Con CBPS leve y consumo de bajo riesgo
Con CBPS leve y consumo de riesgo moderado
Con CBPS leve y consumo de alto riesgo

Con CBPS moderado y sin consumo


Con CBPS moderado y consumo de bajo riesgo
Con CBPS moderado y consumo de riesgo moderado
Con CBPS moderado y consumo de alto riesgo

Con CBPS severo y sin consumo


Con CBPS severo y consumo de bajo riesgo
Con CBPS severo y consumo de riesgo moderado
Con CBPS severo y consumo de alto riesgo

Estos perfiles permitirán orientar las distintas intervenciones de acuerdo a mo-


dalidades de tratamiento. Por lo tanto, el primer elemento a tener en cuenta para
el ingreso a tratamiento es la existencia de consumo. En caso de que no lo haya,
no significa que no se realizará intervención, pero se debe tener presente que
ésta será exclusivamente del ámbito biopsicosocial, no relacionada al consumo de
alcohol y/o sustancias.

Una vez realizada la evaluación diagnóstica del niño, niña o adolescente, el equipo
evaluador deberá informar en relación a:

Diagnóstico integral del adolescente, que incluye dimensión biopsicosocial


(BPS) y dimensión ligada al consumo.
Tipo de intervención que se indica, dependiendo del diagnóstico integral.

Las características del equipo evaluador, los objetivos de la evaluación, las activi-
dades o prestaciones relacionadas, los espacios y los tiempos requeridos se resu-
men en la siguiente tabla.

104
Página
Evaluación especifica y de confirmación diagnostica

Nivel de complejidad 1ario, 2ario, 3ario


Dominio del tema de las adicciones, adolescencia y
desarrollo, patologías asociadas a las dependencias
(físicas y mentales), factores psicosociales
Competencias intervinientes.
Dominio de técnicas de acogida y creación de un espacio
de vínculo apropiado. Conocimiento de los recursos
Equipo del sistema (red).

Psiquiatra infantojuvenil, psiquiatra de adulto o médi-


co, psicólogo (a) y asistente social.
Profesionales
Pueden concurrir a la confirmación diagnóstica,
y técnicos
según recursos, los siguientes profesionales: tera-
peuta ocupacional, enfermero (a) y otros profesio-
nales de la salud mental.

Diagnóstico integral: consumo, compromiso


biopsicosocial, presencia de psicopatología.
Objetivos de la evaluación
(Redefinición del problema, hacia la integralidad).
Definir referencia e intervención apropiada.

Consulta psiquiátrica o médica.


Consulta psicológica.
Entrevista asistente social.
Actividades Visita domiciliaria en 10% de los adolescentes
consultantes.
Psicodiagnóstico en 30% de los adolescentes
consultantes.

Cualquier lugar de la red que cuente con el equipo


competente necesario: si ocurre en la atención
Espacios Requisitos primaria en salud (APS) requiere consultoría de salud
mental y psiquiatría; preferentemente no en el nivel
terciario.

Duración máxi-
ma de proceso 15 días
Tiempos de confirmación

Oportunidad Máximo de tiempo entre la sospecha y la


confirmación diagnóstica finalizada: 30 días.

105
Página
106
Página
Tratamiento y Rehabilitación

Principios básicos del tratamiento

El perfil de consumidores niñas o niños y el actual perfil de consumidores adoles-


centes, según los datos revisados previamente, requieren adecuar estrategias y
métodos de intervención, que han sido probados y experienciados en adultos. Sin
duda, este tipo de población pone en cuestionamiento no sólo los tipos de trata-
mientos, sino que también los modelos y estructuras diseñadas. Es necesario
tener en cuenta, además, la necesidad de imprimir un nuevo acento en la inter-
vención, en donde la delimitación entre la prevención y la terapia es difícil de
establecer con claridad.

A pesar de existir experiencia en nuestro país en torno al tratamiento de adoles-


centes que tienen un consumo abusivo y problemático de drogas, ésta no ha sido
lo suficientemente evaluada y publicada. De este modo, permanecen como expe-
riencias anecdóticas de ciertos equipos a nivel local.

Los numerosos esfuerzos, probablemente, se han realizado en la línea de


implementación de programas de prevención universal, especialmente en esta-
blecimientos educativos. De este modo, como lo plantea Arbex (2002) "en la ac-
tualidad se pone en evidencia la existencia de un terreno de nadie a caballo entre
estos dos niveles (prevención universal y tratamiento propiamente tal), un vacío
respecto a las actuaciones destinadas a menores que tienen un consumo abusivo
y problemático". Un vacío que al ser llenado debería acoger a niños, niñas y
adolescentes con un perfil de riesgo en dos niveles de intervención: prevención
selectiva y prevención indicada.

En relación al consumo de alcohol y otras drogas, nos enfrentamos sobre todo a


adolescentes con sus propias características; que viven un proceso evolutivo que
es colectivo pero a la vez individual, en un contexto social que va cambiando, y
que presentan perfiles de consumo, que a la vez son tremendamente dinámicos.

107
Página
Esto tiene presente una serie de consideraciones y que a su vez han sido lecciones
aprendidas con este grupo humano particular, que pueden constituir un marco de
referencia de cualquier intervención dirigida a este grupo.

En torno al trabajo con adolescentes en general en el marco de investigación de


las prácticas en salud en América Latina y el Caribe, la OPS ha hecho ciertos
señalamientos o principios básicos, que deben tener en cuenta los programas
dirigidos a intervenir con ellos (OPS, 2002):

Los comportamientos juveniles ocurren en un contexto que incluye a la


familia del adolescente y su dinámica, al grupo de pares, al vecindario y a
las oportunidades sociales potenciales. Mientras más adverso sea el con-
texto, mayor es la necesidad de un apoyo que les permita sobrevivir y
prosperar.

Los programas que se enfocan aisladamente en la solución de problemas,


por muy serios que éstos sean (por ejemplo, abuso de drogas, embarazo
adolescente, criminalidad), no pueden cambiar la vida de los adolescentes,
ya que son sólo síntomas y no el problema de fondo.

Los programas deben: (1) comenzar en una época temprana de la vida; (2)
trabajar con adolescentes por varios años, y (3) considerar sus necesidades
y aspiraciones de forma integral y holística, incluyendo a sus familias, gru-
po de pares y de vecinos.

Los programas tienen que promover conductas positivas y ofrecer oportu-


nidades que promuevan la capacidad de participación y autodeterminación.

Un componente clave para un programa exitoso es que los adolescentes desarro-


llen una relación estable (vínculo significativo) con adultos competentes y afec-
tuosos. Esta relación terapéutica afectiva y efectiva es fundamental para: el de-
sarrollo del programa, el uso de las diferentes técnicas de intervención, el esta-
blecimiento de la motivación al cambio y la adherencia a tratamiento.

Si nos centramos en el consumo de alcohol y drogas se constata que las interven-


ciones en niños y adolescentes producen cierta confusión al no lograr tener en
claro el límite entre lo preventivo y lo terapéutico.

108
Página
Existen en la literatura evidencias que dan sentido a principios que se relacionan
a intervenciones terapéuticas, dejando en claro nuevamente que el corte entre lo
preventivo y lo terapéutico no es neto.

Spooner y col. (1996) identificaron tres principios iniciales de tratamiento dirigi-


dos a los adolescentes. Ellos plantean que los programas eficaces deben:

Ser holísticos y exhaustivos, y abordar una variedad de problemas, por


medio de una gama de estrategias.

Abarcar la reducción de los peligros. La meta es lograr que niños, niñas y


adolescentes logren una calidad de vida que sea incompatible con el consu-
mo de sustancias. Pese a ello, la abstinencia a corto plazo en algunos casos
tal vez sea probablemente poco realista, por tanto, hay que tener estrate-
gias de reducción de los peligros.

Ser adecuados para los jóvenes. Las necesidades y experiencias de los jó-
venes difieren esencialmente de los adultos. Debe superarse un enfoque del
tratamiento orientado a y desde los adultos.

Estos mismos investigadores (1996) identificaron otros principios de tratamiento


que incluyen:

Un tratamiento básico en las fases de desarrollo de los adolescentes y sus


necesidades.

Considerar el tratamiento como un proceso y no como una serie de aconte-


cimientos.

Comprender que el consumo de drogas tiene una función para los jóvenes.

Implicar a los jóvenes en el desarrollo, la aplicación y la revisión de las


reglas y fronteras de los programas.

Evitar las etiquetas negativas para los jóvenes en tratamiento.

Diseñar un sistema de tratamiento en colaboración, que libere a los adoles-


centes de la presión de identificar y acceder a una gama de recursos por sí
mismos.

109
Página
Una revisión de la investigación, realizada por Catalana, (1990-1991), basada en
resultados ratifica el valor del apoyo de la familia al tratamiento y la eficacia de la
enseñanza de habilidades.

Con respecto a la eficacia del tratamiento en el abuso de drogas y alcohol , en una


investigación realizada por Faist y Harvey-Jansen (1994) se identificaron los si-
guientes aspectos:

Un tratamiento flexible.

Evaluaciones sistemáticas que se traduzcan en una adaptación adecuada


del tratamiento a los clientes.

La participación de la familia en la terapia.

La oferta de un abanico de servicios de apoyo.

Un estudio más amplio llevado a cabo por Chinman y Linney (1998), citado por
Janet Currie (2001), identificó el modelo de capacitación (empowerment model)
como útil para mejorar los resultados de los adolescentes en una variedad de
escenarios de prevención e intervención. Este modelo de capacitación incluye
aspectos, tales como:

Una orientación a la fortalezas de los jóvenes y no a sus deficiencias.

Un enfoque de colaboración (centrado en el cliente) de la prevención y la


intervención.

Una orientación al desarrollo de habilidades que apoye la autocorrección.

La valoración de las crisis y los conflictos como impulsos de la acción y el


cambio, entre otros.

Por otra parte, el NIDA (National Institute of Drug Abuse) plantea 13 principios
fundamentales para población general (independiente del grupo etario), que sur-
gen de la medicina basada en la evidencia, que caracterizarían a los tratamientos
efectivos en abuso de drogas.

110
Página
1. Ningún tratamiento por sí solo es apropiado para todos los individuos. Es
fundamental establecer los espacios, las intervenciones y los servicios para
cada problema y necesidad del paciente, caso a caso.

2. Los tratamientos deben estar rápidamente disponibles (de inmediata dis-


posición y de fácil acceso).

3. El tratamiento efectivo es el que atiende a múltiples necesidades del indi-


viduo, por lo que debería estar dirigido al uso individual de drogas y a
posibles problemas asociados, médicos, psicológicos, sociales, vocaciona-
les y legales.

4. El tratamiento necesita ser flexible y proporcionar apoyo de acuerdo a la


evolución de las necesidades del paciente, las cuales pueden cambiar en el
transcurso de éste.

5. La permanencia en el tratamiento por un período es fundamental para lo-


grar efectividad. El tiempo depende sin duda de las necesidades del pacien-
te. Para la mayoría de los pacientes, la mejoría se alcanza alrededor de los
tres meses en tratamiento. El mayor tiempo en tratamiento puede producir
un progreso mayor. Por lo tanto, los programas deberían incluir estrategias
para prevenir que los pacientes abandonen los tratamientos en forma pre-
matura.

6. La consejería individual y/o grupal y otras terapias conductuales son com-


ponentes fundamentales de tratamientos efectivos en adicción. En tera-
pia, la motivación dirigida a los pacientes, la construcción de habilidades
para resistir el uso de drogas, el reemplazo de actividades en torno al uso
de drogas por otras actividades en torno al no uso, y la mejoría en las
habilidades y la resolución de problemas. La terapia conductual también
facilita las relaciones interpersonales.

7. Los medicamentos son un elemento importante para muchos pacientes,


especialmente si se asocian con consejerías y otras terapias de comporta-
mientos.

8. A los individuos que abusan o son adictos y que presentan una comorbilidad
(coexistencia de trastornos mentales) se les deberían tratar ambos trastor-
nos de un modo integral.

111
Página
9. La desintoxicación médica es sólo la primera etapa del tratamiento adictivo
y por sí sola produce pocos cambios en el uso prolongado de drogas.

10. El tratamiento no necesita ser voluntario para ser efectivo. Las sanciones o
los reclamos en la familia, en el lugar de trabajo o del sistema judicial
pueden incrementar significativamente el ingreso, la adherencia y el éxito
del tratamiento.

11. El posible uso de drogas durante el tratamiento debe ser monitoreado en


forma continua. El monitoreo del paciente en el uso de drogas y/o alcohol
durante el tratamiento, a través, por ejemplo, de exámenes de orina, pue-
de ayudar al paciente a resistir el uso de drogas. Este monitoreo también
puede proporcionar evidencia temprana de uso de drogas, a modo de ajus-
tar el tratamiento.

12. Los programas de tratamientos deberían proporcionar diagnóstico y apoyo


para SIDA/VIH, hepatitis B y C, tuberculosis y otras enfermedades infeccio-
sas.

13. El camino a la recuperación, desde una adicción a drogas, puede ser un


proceso de largo aliento, y frecuentemente requiere múltiples episodios de
tratamiento. Así, como toda enfermedad crónica, la recaída en el uso de
drogas puede ocurrir durante o después de un tratamiento (o episodios de
tratamiento) exitoso. La participación en programas de apoyo o grupos de
autoayuda durante y después del tratamiento ayuda a menudo a mantener
la abstinencia.

A modo de generar una síntesis de estos principios de tratamiento, y apoyados en


las reflexiones e investigaciones de Carmen Arbex (2002), se plantean ciertos
principios fundamentales a tener en consideración, en intervenciones terapéuti-
cas, con la población de niños, niñas y adolescentes:

Enfoque desde la globalidad y con perspectiva evolutiva: Este principio sugiere


no intervenir de manera focalizada sobre un conflicto concreto, sobre todo para
evitar la problematización del sujeto.

En general el consumo de drogas no debe ser el foco principal de la intervención,


sino que, en la mayoría de los casos, los problemas por consumo hay que abordar-
los indirectamente, en una segunda fase, dentro de un grupo más amplio de con-
ductas, siempre teniendo en cuenta la etapa evolutiva en la cual se encuentra el

112
Página
sujeto y las tareas evolutivas que pudieran estar bloqueadas por efecto de las
dificultades presentadas

Necesidad de trabajo interdisciplinario: La complejidad de la situación obliga a


una estrecha colaboración entre distintas disciplinas, lo que favorece la obtención
de un mayor y mejor conocimiento y una mayor y mejor comprensión de la reali-
dad del menor y de su proceso evolutivo y socializador.

Principio de la continuidad de cuidados: Las intervenciones deben durar el


tiempo que sea necesario, a modo de extinguir las diversas conductas de riesgos
en un individuo y de potenciar sus habilidades y destrezas, tomando en cuenta
que existe un gran potencial de desarrollo, capacidad de aprender nuevas conduc-
tas sociales, importantes destrezas psicomotoras e intelectuales, y una apertura
importante a establecer un compromiso afectivo con un adulto significativo.

Intervención flexible y dinámica: Evitar los procedimientos y sistemas terapéu-


ticos rígidos. Recordemos que son jóvenes en constante transformación, que es-
peran que el entorno se transforme con ellos. Las respuestas deben tener un
carácter de provisionalidad y se debe evaluar constantemente el sentido que tie-
nen para estos jóvenes. Por lo tanto, se requiere apertura a estilos distintos y a
una permanente actualización.

En clave adolescente y con primacía de la intervención educativa: Se trata de


escuchar y observar a personas que se rigen por lógicas diferentes a las de los
adultos. Un buen abordaje de esta etapa debe tener muy en cuenta las caracterís-
ticas evolutivas a la hora de establecer objetivos y criterios metodológicos, ya
que sería un error exigirles un nivel de maduración y comportamiento propio de
un adulto.

Principio de no etiquetamiento: Estigmatizar a una persona con algún calificati-


vo, a menudo favorece el desarrollo de pautas de comportamientos tal y como se
espera de ella. El etiquetamiento algunas veces no tiene como objetivo recuperar
al menor, sino simplemente evitar su comportamiento.

El principio de la espera: "La condición evolutiva de los adolescentes nos ha de


llevar a saber esperar. Hay conductas de los menores que son pura provocación y
muchas veces sus transgresiones son de condición y con su natural evolución pro-
bablemente desaparecerán, si hemos tenido la paciencia para no reaccionar
inadecuadamente y dejar que el tiempo resuelva algunos problemas. Por lo tanto,
hay que tener mucha cautela en los pronósticos" (Funes, 1998, citado por Arbex,

113
Página
2002). En muchas oportunidades es necesario crear las condiciones para que un
niño, niña o adolescente ingrese a un tipo de tratamiento. Por lo tanto, la espera
no debe ser pasiva.

El principio de acompañamiento: El acompañamiento tradicional del adolescen-


te, durante su proceso de socialización, lo realizan básicamente dos tipos de adul-
tos: los padres y los profesores. "El profesional que está apoyando al menor ha de
ser dinámico, ya que habrá de ordenar y jerarquizar los objetivos de la interven-
ción en función de los cambios que vaya observando. También ha de tener mucho
menor protagonismo que en el modelo tradicional y que cuando interviene con
otro tipo de colectivo, ya que ha de saber transmitir su mensaje a la familia y al
adolescente y saber quedarse al margen" (Funes 1998, citado en Arbex, 2002).

Normalización del adolescente en su medio: Se trata de evitar la distancia y


desvincular al sujeto de su entorno, preservando en todo momento la normaliza-
ción de la vida cotidiana en cuanto a tiempos y espacios, que interfieran lo menos
posible su escolarización o sus relaciones familiares o sociales.

Es necesario, siempre que ello sea posible, luchar por la no institucionalización del
individuo, evitando su desarraigo y apartándolo de su entorno solamente en casos
excepcionales.

La utilización del medio inmediato como recurso y la importancia crucial de la


familia y la escuela (ambos aspectos analizados en capítulo anteriores).

Efecto preventivo en red. Los adolescentes son atendibles si se da un buen siste-


ma de trabajo en red, no es viable trabajar parcialmente y de modo aislado.

La relación, coordinación y colaboración con diferentes recursos de la zona y con


todos los servicios y entidades que habitualmente tienen relación con los adoles-
centes, es esencial para establecer indicadores para la detección de los niños,
niñas y adolescentes en situación de especial riesgo; fijar estrategias de capta-
ción, establecer criterios para la derivación a los distintos puntos de la red, utili-
zar adecuadamente todos los recursos disponibles con objeto de dar una respues-
ta eficaz e integral a los menores, actualizar en forma permanente los programas,
actividades y servicios de cada recurso, evitando la superposición de actividades.

114
Página
Barreras al tratamiento

La literatura confirma la relevancia de los siguientes factores definidos como


barreras al tratamiento: la ocurrencia simultánea de trastornos psiquiátricos y
factores de riesgo (Bulkstein et al., 1989; Weinberg et al., 1998), la asociación de
la influencia del grupo (Spooner et al, 1996) y la presencia de victimización en la
infancia (Blood y Cornwell, 1996).

En relación a trabajo con adolescentes, la Organización Panamericana de la Salud


(OPS, 2002) plantea ciertas barreras u obstáculos para el acceso, ligados a los
servicios o programas. En general podemos señalar la falta de confidencialidad,
la focalización a un solo problema (por ej. atención sólo de embarazadas), ver-
güenza, miedo a que se involucre a su familia, vergüenza y miedo al profesional,
miedo a ser sancionada su conducta, barreras de acceso (económicas, tiempo),
escasa cobertura. Enfocar un solo tipo de problemas sin lograr modificar el am-
biente. Ser programas de corto plazo. Iniciar intervenciones cuando el problema
es evidente y ya es demasiado tarde. Centrarse en prevención del comportamien-
to negativo y no en la promoción de comportamientos positivos.

Si se basan sólo en prevención secundaria y terciaria, no logran una reducción


significativa de comportamientos a cambiar (Dryfoos, 1990; Barker y Fuentes,
1995).

Desde la población general adolescente se desprenden ciertas barreras, a juicio


de expertos, que es necesario tomar en cuenta para el abordaje de esta pobla-
ción.

En cuanto al ámbito individual es necesario considerar la edad y tareas evoluti-


vas, identificación y pertenencia definida desde el consumo, no inscripción en el
sistema de salud, baja motivación a consultar y la baja conciencia de riesgo.
Experiencias no satisfactorias con instituciones. Externalización de la responsa-
bilidad del cambio. Relación con la autoridad y la pertenencia a una minoría (et-
nia, minorías sexuales, comercio y explotación sexual, por ejemplo).

Relacionadas con el contexto sociocultural (familia, grupo de pares, etc.) se con-


sideran: familias con problemas en la vinculación (no protectoras, permisivas,
sobreprotectoras que limitan la autonomía y capacidad de tomar decisiones). Fa-
115
Página
milias y grupos de pares consumidores. Sin apoyo familiar o redes sociales de
apoyo, con hijos desvinculados del sistema escolar formal. Pertenencia a grupos
de pares que normalizan el consumo.

Relacionadas a los programas, cabe mencionar: dudas de confidencialidad, no


inscripción en el sistema de salud, enfoques parciales de abordaje. Modelo de
atención que no considera las características que debe tener la provisión de servi-
cios para adolescentes, ausencia de oferta diferenciada al perfil particular, falta
de difusión de programas específicos, insuficiente valoración del trabajo en red,
falta de inversión real en trabajo en red. Miradas prejuiciadas y estigmatizadoras
de la población usuaria. Escasa consideración de las diferencias individuales al
interior de los programas (plan individualizado, enfoque de género, etc.). Algunos
programas centrados en el mandato judicial más que en las necesidades del ado-
lescente.

Por último, en cuanto a las barreras originadas del funcionamiento del equipo:
falta de especialización y formación continua en ciclo vital, adolescencia y enfo-
que familiar. Expectativas omnipotentes, irreales o muy mínimas. Falta de multi
e interdisciplinariedad en el trabajo de los equipos. Falta de un marco claro de la
confidencialidad en el manejo de la información. Falta de credibilidad y confianza
entre los equipos para el trabajo en red (escuela, comunidad, centros deportivos,
etc.). Rigidez y falta de motivación para el trabajo con adolescente.

En la literatura se mencionan ciertas barreras según poblaciones específicas, lite-


ratura que ha sido complementada por el criterio de expertos. En la siguiente
tabla se resumen esas características:

116
Página
Distintas barreras para el tratamiento, de acuerdo a grupo específico de interven-
ción.

Grupos Específicos Barreras

Resistencia al tratamiento administrado por imperativo legal.


Cultura de grupo.
Con frecuencia falta de apoyo de la familia.
Pertenencia a culturas familiares o grupales que validan la violencia.
Redes delictuales organizadas que fomentan el consumo o la conduc-
ta violenta.
Familias deprivadas social y económicamente.
Con causas Familias y grupos de pares consumidores o traficantes.
delictivas Identidad construida desde la violencia, considerando códigos par-
ticulares “el choro no grita”.
Miradas prejuiciadas y estigmatizadoras de la población usuaria.
Algunos programas centrados en el mandato judicial más que a las
necesidades del adolescente.
Falta de programas correccionales que aborden los problemas de
consumo de drogas.
Barreras que impiden acceder a los programas comunitarios.
Difícil trabajo de grupo con los delincuentes.
El personal correccional carece de conocimientos sobre el sistema
de tratamiento de abuso de drogas, con frecuencia no remite a los
jóvenes con problemas de consumo de drogas.

No acude por iniciativa propia. Problemas múltiples. Desconfía del


conjunto del sistema.
No comprende los puntos de acceso. Falta de apoyo familiar y de
otros apoyos importantes para acceder y utilizar el tratamiento.
Desvinculados del sistema escolar formal. Marginalidad social. Des-
esperanzas aprendidas. Sin apoyo familiar o redes sociales de apo-
yo. Identidad construida desde la violencia, considerando códigos
De la calle particulares “el choro no grita”.
Familias con problemas en la vinculación. Familias deprivadas social
y económicamente.
Falta de políticas sociales integradas.
Falta de programas eficaces de información a los posibles benefi-
ciarios. Falta de flexibilidad de los servicios. Admisión restrictiva al
tratamiento.
Falta de servicios accesorios que apoyen el tratamiento.

117
Página
Ocurrencia simultánea de trastornos psiquiátricos y otros facto-
res de riesgo.
Falta de planificación, coordinación y comprensión entre los siste-
Con comorbilidad
mas de tratamiento de los trastornos de salud mental y del consumo
o patología aso-
de drogas.
ciada
Diagnósticos precoces inadecuados o incapacidad para ofrecerlos.
Número insuficiente de programas para abordar las necesidades
específicas de los pacientes.
Falta de personal adecuado que pueda tratar los dos tipos de pro-
blemas.

Las creencias culturales refuerzan la negación y la evitación de


problemas.
Mayor estigma asociado a los problemas con las drogas y el alcohol.
Las familias podrían negar el problema.
Perteneciente a
Podrían no apoyar el tratamiento. Intentar solucionar el problema
minorías étnicas
dentro de su propia comunidad. Malentendido y conflictos
y culturales
intergeneracionales. Barreras lingüísticas (incluidas las barreras
idiomáticas parentales).
Falta de programas culturalmente adecuados. Falta de adecuación
y pertinencia al contexto sociocultural local (epidemiología, perfil
usuario predominante, características sociodemográficas).

Aislamiento y marginación respecto de la sociedad.


Homosexuales y Desconfianza y hostilidad hacia el conjunto del sistema.
lesbianas
Aislamiento general y falta de relaciones de apoyo. Estigmatización.

Tipos de tratamientos
El límite, como se planteó previamente, entre intervenciones preventivas y tra-
tamiento, no es claro, sobre todo cuando aumentan las situaciones de riesgo. Es
por esto que la relación entre las intervenciones preventivas y las intervenciones
ligadas al tratamiento deben ser planteadas desde la integralidad, la territoriali-
dad y la intersectorialidad.

118
Página
Intervenciones preventivas

Estos programas están clasificados en una nueva serie de definiciones en el cam-


po de la prevención, que describen los programas de acuerdo al grupo humano
para el cual están diseñados. Específicamente, son programas universales, selec-
tivos e indicativos.

Los programas universales están dirigidos a la población en general, por ejemplo,


a todos los estudiantes de una escuela.

Los programas selectivos se dirigen a los grupos en riesgo o subgrupos de la


población general, por ejemplo, los hijos de padres que usan drogas o estudiantes
con calificaciones bajas.

Los programas indicativos están diseñados para personas que ya están experi-
mentando con las drogas o exhibiendo otro tipo de comportamiento arriesgado.

En nuestro país, desde el año 1990, el Gobierno de Chile aborda el problema de las
drogas a través de CONACE, planteándose como meta prevenir el uso de estupe-
facientes en todo el territorio nacional, mediante la realización de una interven-
ción profunda en diversos ámbitos de la sociedad. El objetivo propuesto es el de
prevenir, evitar y disminuir el consumo de drogas; sensibilizar e informar sobre
sus efectos; fortalecer los recursos personales y sociales para enfrentar eficaz-
mente el problema; promover estilos de vida saludables, y desarrollar las habilida-
des para enfrentar la presión social al consumo. CONACE plantea que la preven-
ción no es sólo una tarea de expertos, sino responsabilidad de toda la ciudadanía.

Se han diseñado varios programas preventivos que son descritos a continuación.

Prevención en el ámbito escolar/educacional

Este programa plantea que el ámbito educacional es el espacio privilegiado para


evitar el consumo, y la educación es, en sí misma, preventiva: ella forma valores,
actitudes, habilidades y conductas que permiten al niño, niña y adolescente desa-
rrollarse en forma integral, anticiparse a la aparición de problemas y aprender a
enfrentar los riesgos del medio social donde se desenvuelve. El objetivo de preve-
nir el consumo en la educación escolar es evitar que niños, niñas y jóvenes de
todas las instituciones educativas del país usen drogas. Este es un proceso gra-
dual, continuo y sistemático, que abarca desde la educación parvularia hasta la
superior.

119
Página
120
Página
e
Las líneas de acción para los colegios se proponen lograr que cada establecimiento
educacional desarrolle una política para enfrentar la prevención del consumo de
drogas. Esto significa, entre otras cosas, que procure ambientes saludables,
implemente programas específicos para cada nivel educativo y los incorpore al
interior de los sectores y subsectores de aprendizaje, haciendo de la prevención
un proceso continuo, cotidiano y permanente en el tiempo, en sintonía con los
esfuerzos de la reforma educacional.
Se trata, en definitiva, de evitar las acciones aisladas y desarticuladas, y que a
través de una política la prevención se incorpore en el Proyecto Educativo
Institucional (PEI), de manera de asegurar su sustentabilidad en el tiempo. Esa es
la mirada estratégica, para que cada escuela desarrolle un esfuerzo gradual, sis-
temático y continuo, desde el nivel parvulario hasta la educación media.

Las estrategias estarían diseñadas para ser realizadas en distintos momentos del
proceso evolutivo escolar:

a. en educación parvularia

“En Busca del Tesoro”: Programa de prevención temprana, orientado a niños y


niñas de la educación parvularia formal y no formal (MINEDUC, CONACE, JUNJI,
INTEGRA).

b. en educación básica

”Marori y Tutibú”: Estrategia de prevención temprana, dirigida a niños y niñas de


primero a cuarto año de enseñanza básica (MINEDUC-CONACE).

“Quiero ser”: Programa de prevención escolar para alumnos de quinto a octavo de


enseñanza básica (MINEDUC-CONACE).

c. en educación media

”Yo decido”: Programa de prevención del consumo de alcohol y drogas para alum-
nos de primero a cuarto año de enseñanza media (MINEDUC- CONACE).

d. en educación superior

Estrategias de prevención para ejecutar con la comunidad universitaria e institu-


tos profesionales y de formación técnica (MINEDUC-CONACE).
e. integración curricular

El programa consiste en incluir contenidos de prevención del consumo de drogas


en el marco curricular de la educación, como parte del desarrollo de los objetivos
fundamentales transversales. Para esto, se entrega material de apoyo a los do-
centes que integran objetivos preventivos y sugerencias de actividades para los
distintos sectores y subsectores de aprendizaje del currículo de quinto año básico
a cuarto año medio.

En el ámbito preventivo, también se consideran las áreas de formación y de capa-


citación:

Formación de docentes: El profesor ocupa un lugar primordial en el sistema edu-


cativo, debido al desarrollo de sus funciones, entre las que se encuentra, en la
actualidad, el abordaje de la prevención de las drogas. Para poder desarrollarla
requiere una formación específica sobre prevención del consumo de drogas, que
le capacite para actuar en su práctica educativa con fundamentos teóricos, estra-
tegias y habilidades específicas. Se pretende que el docente se transforme en un
agente preventivo, protagonista y constructor de espacios educativos saludables.

Capacitación a codocentes: (inspectores, bibliotecarios y orientadores). Se pre-


tende que el codocente reconozca la magnitud del problema de las drogas, forta-
lezca su rol de agente preventivo y contribuya con los directivos y docentes a
afianzar un cambio de actitud y conducta en los alumnos en pro de la prevención.
Esto, asumiendo que mantiene una estrecha relación con ellos fuera del aula y
porque muchas veces es el encargado de aplicar las normas y reglamentos del
establecimiento.

Prevención en familia

El Programa “Prevenir en Familia” es una herramienta de apoyo para padres,


madres y apoderados que estén interesados en abordar el tema de las drogas con
sus hijos y familiares, de manera de potenciar su labor educativa hacia el desa-
rrollo de habilidades personales y sociales que permitan evitar el consumo.

La estrategia procura generar espacios de reflexión y aprendizaje de grupos de


familias, cualquiera sea su conformación y contexto donde se desenvuelven. El
programa se centra en aquellos factores que promueven un estilo de vida saluda-
ble y un clima familiar protector frente a los riesgos que conlleva la vida moderna.

121
Página
Supone la preparación de monitores que actúen como agentes preventivos con sus
pares, aplicando este programa según los intereses, necesidades y características
del grupo. Los monitores a cargo no necesitan de experiencia previa ni conoci-
mientos especiales en el tema, ya que el material tiene todos los elementos teó-
ricos y prácticos para el logro de los objetivos planteados.
A lo largo de las diez sesiones la familia conocerá y experimentará, en forma
práctica y teórica, los elementos básicos para orientar su labor preventiva. El
monitor podrá adaptar el número de sesiones a la realidad de las familias, a los
recursos con que cuente y a los objetivos específicos que tengan las familias
motivadas a participar en el programa.

Prevención en el ámbito comunitario

Las drogas son un fenómeno complejo. Su consumo y tráfico no tienen una sola
causa, y enfrentarlas requiere del esfuerzo de autoridades, empresarios, profeso-
res, estudiantes, padres, juntas de vecinos, clubes deportivos, policías.
Para los vecinos y los gobiernos locales compartir esta responsabilidad supone
adquirir habilidades y promover estrategias específicas para abordar el tema.
Vitales resultan entonces las organizaciones sociales y vecinales. Son ellas quie-
nes mejor conocen la realidad de su entorno.
Desde 1996, el Ministerio del Interior de Chile potencia esta ventaja disponiendo
recursos para financiar proyectos de prevención del consumo de drogas que pre-
senten los mismos vecinos, a través de sus organizaciones. Para ello ha creado el
Programa Previene en las comunas con mayor población del país.

Intervenciones terapéuticas: tratamientos

Este tipo de intervenciones está altamente relacionado con consumos problemáti-


cos y, por lo general, muy próximo a la existencia de indicadores de daño. A dife-
rencia de las intervenciones preventivas, que se relacionan más con la noción de
riesgo.

En este tipo de intervenciones se hace necesario analizar previamente el tipo de


enfoque que va a tener un tratamiento, así como la estructura, la duración y la
intensidad de los programas.

122
Página
Enfoques de tratamientos

El análisis de las prácticas óptimas en el tratamiento y rehabilitación por el uso de


alcohol y drogas en niños, niñas y adolescentes establece cuatro áreas de necesi-
dad que los enfoques de tratamientos deberían tener en cuenta:

Problemas de salud física de los niños, niñas y adolescentes en tratamiento.

Los problemas de salud relacionados con el consumo de alcohol y drogas en


esta población (resumidos por Spooner y col., 1996) incluyen los siguientes:
reacciones a los productos químicos contenidos en las drogas, efectos tóxi-
cos agudos, síntomas del abandono del consumo, infección por VIH u otras
infecciones virales transmitidas por la sangre, infecciones en el lugar de la
inyección, intentos de suicidio y suicidio, lesiones o accidentes automovi-
lísticos, trastornos de salud mental, problemas y deficiencias nutricionales,
trastornos alimentarios.

Necesidades individuales en salud mental, autoestima o necesidades deri-


vadas de los cambios relativos al desarrollo.

Necesidades interpersonales importantes (relacionadas con la familia y el


grupo). En un estudio realizado entre 1.483 adolescentes, entre 12-19 años,
que habían asistido a programas de tratamiento en Estados Unidos, el 73%
afirmó que consumía drogas para afrontar problemas familiares o escapar
de ellos, mientras que el 54% lo hacía para pertenecer a un grupo de amigos
(Bergmann, 1995). Una proporción considerable de estos jóvenes provenía
de familias descritas como disfuncionales; el 24% notificó abuso y el 38%
abuso parental de drogas (padre).

Gestión y prevención de las recaídas.

Catalana y cols. (1990-1991) observaron que las tasas de recaídas de los


adolescentes y jóvenes después de un tratamiento son elevadas (35% a
85%).

El estudio posterior al tratamiento realizado por Bergman y cols. (1995)


entre 1.483 adolescentes, participantes en más de 30 programas de trata-
miento de pacientes internos y residenciales en América del Norte, llegó a
la conclusión de que los jóvenes que exhibían los resultados más precarios
6 meses después del tratamiento tenían un menor número de estrategias y
habilidades para afrontar las recaídas.
123
Página
Estructura, duración e intensidad de los programas

En una revisión de nueve estudios importantes, que examina el impacto del trata-
miento residencial frente al ambulatorio, Spooner y col., (1996) encontraron que
no existe evidencia que sugiera que el tratamiento residencial para adolescentes
sea más eficaz que la intervención ambulatoria en el tratamiento de la dependen-
cia del alcohol. En este sentido, los autores plantean “… El argumento de que el
tratamiento residencial se debe mantener como sostén principal de la interven-
ción contra la dependencia de drogas en los adolescentes no es convincente. Sin
embargo, hay argumentos válidos a favor de la utilización de las instalaciones
residenciales para el niño, niña y adolescente de la calle, cuyo entorno habitual lo
induzca de tal manera al consumo de drogas, que una modalidad ambulatoria no
sería adecuada, en ese especial momento”.

En una revisión de varios estudios de tratamiento de los adultos, Catalana y cols.


(1990-1991) encontraron que la duración del tratamiento guardaba una mayor
relación con el éxito del tratamiento en los pacientes residenciales que en los
pacientes externos.

Feigelman y cols. (1988) llegaron a la conclusión de que los adolescentes que


habían seguido un tratamiento más prolongado (1 año en comparación con 6 me-
ses) consumían menos drogas después del tratamiento y tenían menos problemas
asociados. No obstante, el tiempo de tratamiento era menos importante que otras
variables de los programas.

Características del personal que trabaja en los programas

En estudio de percepciones, realizado en adolescentes, sobre las características


que deba tener una persona que trabaje con ellos se obtuvieron las siguientes
conclusiones (OPS, 2002, Programas relacionados con Salud reproductiva en ado-
lescentes).

Personal y prácticas en servicios clínicos : Que sean mujeres (los varones produ-
cen miedo y vergüenza) jóvenes con rol diferenciado al de madre (no retar, no dar
consejos), que guarden el secreto, que les pregunten integralmente (interés por
su persona), que escuchen, que presten atención, que les den tiempo para pre-
guntar, que expliquen claro, ser revisadas en forma integral antes de una deriva-
ción, que atienda siempre la misma persona, que aseguren su normalidad (ali-
vio), que las traten con cordialidad y respeto, que las apoyen, que les aconsejen

124
Página
sin gritarles y les hablen amablemente, que no les hagan reproches a sus madres
por su conducta sexual, que las protejan ante sus padres, que no se les cobre la
consulta cuando no tienen dinero, que les pidan su opinión antes de una deriva-
ción, que den medicamentos, leche y anticonceptivos.

La calidad del personal/relación con el paciente ha sido identificada en la literatu-


ra como un determinante importante del éxito del tratamiento.

Russell (1990) describió características específicas del tratamiento que es proba-


ble que estén relacionadas con programas acertados de tratamiento de los adoles-
centes, llegando a la conclusión que el personal eficaz exhibe las siguientes carac-
terísticas: que tenga compromiso con los adolescentes, que sea relajado y afec-
tuoso, capaz de ser espontáneo, objetivo, simpático; que logre ponerse al nivel
de los adolescentes, sin olvidar, sin duda, su rol de adulto contenedor y protector.
Que pueda haber superado sus propios cuestionamientos de adolescencia, pero
que sea capaz de recordarlas y de ser receptivo a las mismas, a modo de proyectar
confianza.

Luborsky (citado en Spooner y cols., 1996) encontró que la capacidad de un tera-


peuta para entablar una relación cálida y de apoyo con el adolescente, junto a una
alianza provechosa en una fase temprana del tratamiento, guarda una relación
importante con el resultado. Descubrió, asimismo, que la coherencia de aplicar
procedimientos de tratamientos establecidos está igualmente relacionada con el
éxito de éstos.

Alexander y cols. (citado por Russell, 1990) indicaron que la calidad global de la
relación con los jóvenes representa la mayor varianza en los resultados. Asimismo
llegaron a la conclusión que las habilidades de relación combinadas con una agen-
da bien estructurada y un marco de programa operacional son ambas esenciales
para el éxito de tratamiento.

Spooner y cols. (1996) intentaron también definir las características del personal
asociadas a resultados efectivos. Entre ellas se incluyen: sentido del humor, capa-
cidad para dar aliento y reforzar una conducta positiva, una falta de confrontación
y existencia de franqueza, capacidad para desarrollar una relación cálida y de
apoyo con los adolescentes.

Un estudio comparativo de McLellan y cols. (1996) de cuatro tipos diferentes de


ejecutores de tratamientos encontró que los más eficaces estaban más organiza-
dos, veían a los pacientes con frecuencia, llevaban mejores registros de los ca-

125
Página
sos, eran más coherentes en las políticas de aplicación de los programas y remi-
tían a los especialistas con frecuencia. Los asesores más eficaces anticipaban los
problemas en la vida de cada uno de los adolescentes y desarrollaban estrategias
en colaboración con estos últimos con vistas a ayudarles a solucionar estos proble-
mas.

Es importante que el personal remunerado y el no remunerado se reclute y capaci-


te de manera cuidadosa (Primm Brown, 1992). La selección de personal debe ba-
sarse en la aptitud para establecer relaciones de confianza y respeto con los jóve-
nes y sus familias, en la capacidad de reconocer las limitaciones profesionales de
su especialización en el tratamiento de las necesidades del usuario, y en su capa-
cidad de trabajo con el sistema, cualquiera que sea su tipo o nivel de formación
profesional (Sonenstein et al., 1991).

La dotación de personal requiere la consideración de varios aspectos (Correia,


1992). El personal debe, cuando sea posible, reflejar la composición social, étnica,
por edad y por género del grupo de adolescentes del programa. El personal debe,
por lo menos, mostrar sensibilidad con respecto a los problemas sociales, étnicos
y de género, y, preferiblemente, tener experiencia con poblaciones similares a la
que se espera utilice el programa.

El programa debe contar con el apoyo del personal y su voluntad de asumir nuevas
funciones en todos los niveles. El liderazgo decidido y positivo es crucial; la neu-
tralidad no es suficiente para guiar la implantación eficaz de un nuevo programa.

Debe adiestrarse al personal de todos los niveles para lograr el cumplimiento efec-
tivo de los objetivos del nuevo enfoque. Esa preparación debe tener en cuenta las
preocupaciones del personal con experiencia en ambientes de servicios no inte-
grados; inquietudes tales como la "invasión de territorio"; orientación y jerga
profesionales; y todos aquellos aspectos relativos al niño, niña, adolescente, y de
sus respectivas familias, con que el personal no esté acostumbrado a lidiar.

De acuerdo al criterio de ejecutores con experiencia en programas con población


de niños y adolescentes, el tipo de profesionales y técnicos pertenecientes al
equipo de intervención debe presentar ciertas características ligadas a sus com-
petencias. Deben ser profesionales y técnicos idealmente capacitados en el ámbi-
to de la adolescencia y las drogas, con motivación en la interacción con niños y/o
adolescentes y con capacidad de trabajo en equipo.

126
Página
El enfoque de intervención debe contemplar técnicas de tipo recreativas que lo-
gren motivar y “enganchar”, a los y las jóvenes en quienes se desea intervenir.
Por lo tanto, el programa debe estar dispuesto a incluir disciplinas diferentes al
ámbito exclusivamente de salud, tales como las relativas al ámbito educativo,
recreativo y social. Es necesario pensar en psicopedagogos, profesores de educa-
ción física, profesores de teatro o profesionales y técnicos que permitan un enfo-
que integral del individuo, considerando el contexto familiar, grupal y comunita-
rio.

El trabajo familiar, cuando la familia está presente, es necesario y un requisito


para un buen resultado de tratamiento, sobre todo en establecer un referente
vincular adulto positivo.

Tipos de intervenciones “mixtas”

Son intervenciones que utilizan tanto intervenciones preventivas como terapéuti-


cas en un enfoque integral.

Los resultados de algunas investigaciones recientes respaldan la importancia del


enfoque integral para ayudar a niños, niñas y adolescentes, tanto en términos del
problema que se trata como de la estructura de servicios y actividades que ofrece
el programa de intervención.
A continuación se describen, a modo de ejemplo, algunas experiencias que han
sido exitosas:

En el Estado de Nueva Jersey (EE.UU), una escuela secundaria implantó un


programa de servicio integral considerado como "eficiente, sensible, no
estigmatizante y holístico". El programa brinda servicios tales como
consejería individual y familiar, atención médica primaria y preventiva,
consejería para los casos de drogadicción y alcoholismo, intervenciones en
casos de crisis, asesoramiento sobre búsqueda de empleo, adiestramiento
y colocación, desarrollo de empleos a jornada parcial y durante el verano,
actividades recreativas, y referencias a servicios sociales y de salud. Los
resultados positivos se resumen en haber reducido la cantidad de embara-
zos entre los estudiantes. Se redujo notablemente el número de desercio-
nes escolares y las suspensiones (Knowlton and Tetelman, 1994).

El Programa de Niños en Riesgo (The Children at Risk Program) es un pro-


grama de demostración que se desarrolla en seis ciudades de los Estados

127
Página
Unidos. Ofrece servicios integrales y actividades instructivas a jóvenes (de
entre 11 y 13 años de edad) que tienen problemas con la ley y que viven en
las zonas más pobres y de mucha delincuencia, de las ciudades donde se
realiza el programa. El programa selecciona deliberadamente "a los niños
en las peores circunstancias y vecindades". Los hallazgos obtenidos duran-
te el primer año muestran que el programa ha tenido un efecto significati-
vo (Harrel, 1995). En comparación con un grupo de control (los sujetos de
cada ciudad se asignaron aleatoriamente a grupos de tratamiento y con-
trol), los participantes del programa habían tenido menos problemas con la
policía y los tribunales. Además, su asistencia a la escuela se consideraba
aceptable, aunque no la mejor (ausentismo reducido). Los aspectos de tra-
bajo policial comunitario del proyecto indican que los resultados son válidos
en todas la áreas del proyecto, en comparación con vecindarios similares
de la misma ciudad donde no había trabajo policial comunitario ni el Pro-
grama de Niños en Riesgo. El programa logró no sólo la reducción conside-
rable del número de adolescentes arrestados, sino también la disminución
de todos los actos delictivos, tanto los más graves como los menos serios.

Otro caso de éxito obtenido en los EE.UU. es el del Quantum Opportunities


Program (Hahn 1994, 1995). El programa ofrecía servicios integrados, acti-
vidades instructivas, servicios comunitarios y enfoque en el desarrollo. Los
participantes, quienes fueron reclutados en el noveno grado (con una edad
de 14 años, aproximadamente) y a quienes se les observó por cuatro años,
recibieron clases particulares y otras ayudas educativas, apoyo de mentores
(personas adultas preocupadas y competentes), incentivos financieros y
participaron, asimismo, en numerosas actividades comunitarias, de servi-
cio y en proyectos de desarrollo. Durante los cuatro años del seguimiento
los jóvenes que tomaron parte en el programa experimentaron mejores
logros que los del grupo de control. Los resultados se orientaron de manera
consecuente en la dirección correcta; no obstante, como advertencia para
aquellos que podrían esperar un efecto "instantáneo", o al menos "rápido",
las diferencias no alcanzaron el nivel de significación estadística hasta el
tercer o cuarto año de participación en el programa, aunque algunos resul-
tados llegaron a hacerse notar antes que otros. Esos hallazgos indican que
es importante que tanto el programa como los investigadores tengan per-
manencia prolongada y que el diseño de evaluación incluya indicadores de
progreso temprano, así como indicadores de logro de los principales objeti-
vos del programa.

128
Página
Los resultados muestran que los servicios integrados dirigidos a atender las nece-
sidades complejas de los niños, niñas y adolescentes de una manera integral y
positiva pueden redundar en logros significativos para ellos, logros que, muy pro-
bablemente, repercutan en sus futuras oportunidades y productividad.

En la actualidad, la importancia del enfoque integral y holístico ha sido reconocida


por las entidades gubernamentales de los EE.UU. Por ejemplo, The Office of Juvenile
Justice Programs (Oficina de Programas de Justicia Juvenil) (1995) del Departa-
mento de Justicia de los Estados Unidos. Esta entidad emitió recientemente in-
formes que aceptan y promueven de manera decidida el enfoque holístico que
integra muchos otros sectores de servicio, a familias y a comunidades. Esa ofici-
na reconoce que sus metas puramente "de justicia" no pueden lograrse sin inter-
venciones que abarquen ámbitos amplios, tanto de prevención primaria como de
atención a sujetos adolescentes que participen en actos delictivos. Otras entida-
des de los EE.U.U., tales como el Departamento de Salud y Servicios Humanos,
han adoptado este mismo enfoque.

Un documento preparado por el Grupo de Estudio OMS/FNUAP/UNICEF sobre Pro-


gramación de la Salud del Adolescente (1995) apoya resueltamente el uso del enfo-
que holístico en los servicios orientados hacia el adolescente y plantea numerosos
ejemplos de otros programas internacionales de servicio del adolescente que utilizan
ese enfoque.

El Proyecto Alternativas, de Honduras, presta ayuda a los niños trabajadores del


sector informal de la economía y a sus familias, así como a los niños que viven en
la calle y que no tienen familia. El proyecto combina servicios educativos y socia-
les, atención médica de base comunitaria, suplementos alimentarios y educación
básica y de la salud, inclusive atención en temas de sexualidad, salud reproductiva,
abuso de las drogas, consejería, y capacitación de jóvenes para planificar proyec-
tos y tomar decisiones.

Barker and Fuentes (1995) describen numerosos programas de servicios para jó-
venes con componentes integrados; la mayor parte operan en América Latina y el
Caribe. El Proyecto Servol, de Trinidad y Tobago, es un ejemplo. Originalmente
creado como proyecto de empleo y formación, que actualmente ofrece servicios
en todo el país, en Servol se decidió incorporar un componente de aptitudes esen-
ciales de la vida para ayudar a los jóvenes a desarrollar las habilidades personales
que necesitan para funcionar eficazmente en la sociedad y en el trabajo. Estas
incluyen los resultados producidos por numerosos sectores de servicios tales como
concientización individual; paternidad; nutrición; educación acerca de sexualidad

129
Página
y salud; prevención del uso de drogas; actividades recreativas y deportivas; estu-
dios de alfabetización básica y estudios sociales; servicio comunitario, y destre-
zas comerciales para obtener empleo rápidamente o convertirse en
microempresario. El adolescente debe completar el componente de aptitudes esen-
ciales de la vida antes de recibir su formación formal de trabajo. La igualdad de
géneros en el programa y en el trabajo futuro es una de las metas explícitas del
Proyecto Servol.

Lamentablemente, aún no se ha realizado una evaluación básica de esos progra-


mas, pero se vislumbra que deben lograr plenamente sus objetivos.

Intervenciones terapéuticas
consideradas eficaces por la medicina basada evidencia

En niños no existen intervenciones en tratamiento que hayan sido señaladas o


descritas en artículos de medicina basada en evidencia. Sí existen reportes de
intervenciones preventivas.

Es necesario recordar que la intervenciones a realizar en niños o niñas, cuando


hablamos de tratamiento, por lo general deben ser siempre en el contexto de
consumo problemático o de daño. Por lo tanto, el nivel de intervención debe ser
altamente especializado y en donde se consideren variadas áreas a trabajar. Ge-
neralmente se trata de niños que sufren un sinnúmero de carencias en el contexto
de marginalidad y alta vulnerabilidad. Estas carencias mencionadas son tanto físi-
cas como psicológicas, y requieren sin duda alguna de un manejo de alta integralidad
y especificidad.

En adolescentes

Terapia para realzar la motivación. Es un enfoque de terapia que se cen-


tra en el adolescente y sirve para iniciar cambios de comportamiento al
ayudar al sujeto a resolver su ambivalencia sobre si participar en el trata-
miento y parar su uso de drogas. Este enfoque emplea estrategias para
producir cambios rápidos y de motivación interna, en vez de guiarlo por
cada paso del proceso de recuperación. Consiste en una sesión inicial en la
que se otorga una serie de pruebas de evaluación, seguida por dos a cuatro
sesiones individualizadas de tratamiento con el terapeuta. La primera se-
sión de tratamiento se concentra en suministrar retroalimentación al pa-
ciente sobre la información generada de la serie de evaluaciones iniciales,

130
Página
con el fin de estimular una conversación referente a su uso personal de
drogas y para lograr obtener el estado de automotivación del usuario. Se
utilizan principios de entrevistas para fortalecer la motivación y formular
un plan para los cambios que el adolescente realizará. Se sugieren estrate-
gias de enfrentamiento para situaciones de alto riesgo y se discuten estas
estrategias con el adolescente. En las sesiones subsiguientes el terapeuta
vigila los cambios, revisa las estrategias que se están usando para parar el
hábito y continúa alentando al adolescente para que se comprometa a cam-
biar o a mantener su abstinencia. Se anima al adolescente a traer a las
sesiones a su pareja o a alguien especial en sus vidas. Este enfoque ha sido
exitoso en los adolescentes con consumo problemático de alcohol y en suje-
tos con dependencia de marihuana.

Terapia de comportamiento para adolescentes. Incorpora el principio de

n
que se puede cambiar el comportamiento no deseado mediante una demos-
tración clara del comportamiento que se desea adquirir, conjuntamente con
una premiación afín para cada paso adicional que se toma para lograr esta
meta. Las actividades terapéuticas incluyen el cumplimiento de tareas es-
pecíficas, ensayos de los comportamientos deseados y grabación y revisión
del progreso logrado, con elogios y privilegios concedidos cuando se cum-
plan las metas asignadas. Se recolectan muestras de orina regularmente
para supervisar si hay algún uso de drogas. La terapia pretende equipar a la
persona para que adquiera tres tipos de control.

El control del estímulo, que ayuda a los adolescentes a evitar situaciones


asociadas con el uso de drogas y a aprender a pasar más tiempo en activi-
dades incompatibles con el uso de drogas.

El control del impulso, que ayuda a los adolescentes a reconocer y a cambiar


los pensamientos, los sentimientos y los planes que los llevan al uso de
drogas.

El control social, que involucra a miembros de la familia y otras personas


que sean importantes para el adolescente, para que le ayuden a evitar las
drogas. Cuando sea posible, uno de los padres o la pareja acompaña al
sujeto a las sesiones de tratamiento y le asiste con las tareas de terapia y
el refuerzo del comportamiento deseado.

De acuerdo con los estudios de investigación, esta terapia ayuda a los ado-
lescentes a llegar a ser libres de drogas y aumenta su habilidad para mante-

131
Página
nerse sin usar drogas una vez que el tratamiento haya terminado. Los ado-
lescentes también demuestran una mejoría en varias otras áreas: concu-
rrencia al trabajo/escuela, relaciones familiares, depresión, necesidad de
ser confinado a una institución, y uso de alcohol. Estos resultados tan favo-
rables se atribuyen en gran parte a la participación de los miembros de la
familia en la terapia y a los premios que se otorgan por la abstinencia de
drogas, verificada a través de los análisis de orina.

Terapia familiar multidimensional (MDFT) para adolescentes. Es un tra-


tamiento para el abuso de drogas que toma lugar fuera del hospital y está
centrado en la familia. La MDFT examina el uso de drogas de los adolescen-
tes en términos de una red de influencias (es decir, del propio individuo, de
la familia, de compañeros, de la comunidad) y sugiere que la reducción del
comportamiento no deseado y el aumento del comportamiento deseado
ocurren en múltiples maneras en ambientes diferentes. El tratamiento in-
cluye sesiones individuales y de toda la familia, que tienen lugar en la clíni-
ca, en la casa, o con miembros de la familia en la corte familiar, la escuela
u otros lugares comunitarios.

Durante las sesiones individuales el terapeuta y el adolescente trabajan en


tareas importantes de aprendizaje, como saber tomar decisiones, negociar
y desarrollar habilidades para resolver problemas. Los jóvenes adquieren
capacidad para comunicar sus pensamientos y sentimientos para poder ma-
nejar mejor las presiones de la vida y obtienen destrezas vocacionales. Se
realizan sesiones paralelas con miembros de la familia. Los padres exami-
nan su estilo particular de educar a sus hijos y aprenden a distinguir la
diferencia entre influenciar y controlar, así como a tener una influencia
positiva y apropiada con sus hijos.

Terapia multisistémica (MST). Maneja los factores asociados con compor-


tamientos serios antisociales en niños y adolescentes que abusan de dro-
gas. Estos factores incluyen características del adolescente (por ejemplo,
actitudes favorables hacia el uso de drogas), de la familia (mala disciplina,
conflictos familiares, abuso de drogas por parte de los padres), de los com-
pañeros (actitudes positivas hacia el uso de drogas), de la escuela (abando-
no de la escuela, malas calificaciones) y del vecindario (subcultura crimi-
nal). Cuando participan en tratamientos intensivos en ambientes naturales
(en sus casas, escuelas y la vecindad), la mayoría de los jóvenes y sus
familias completan un curso entero de tratamiento. La MST reduce
significativamente el uso de drogas en los adolescentes durante el trata-

132
Página
miento y, por lo menos hasta seis meses después del mismo. El costo de
este servicio se ve recompensado por la reducción en el número de encar-
celamientos y de colocaciones de jóvenes en hogares fuera de los suyos y
por el hecho de que mantiene baja la carga de casos de los clínicos.

Otros tratamientos que han de demostrado ser efectivos en adultos po-


drían considerarse para el tratamiento de adolescentes en etapa tardía (17
a 19 años).

Tratamientos residenciales

El tratamiento residencial a largo plazo suministra cuidados las 24 horas del


día, generalmente en ambientes que no son hospitales. El modelo de tratamiento
residencial mejor conocido es el de la comunidad terapéutica (CT), pero los trata-
mientos residenciales también pueden emplear otros modelos, como el de terapia
de comportamiento cognitivo.

Los programas residenciales a corto plazo proveen tratamientos residenciales


intensivos, pero relativamente cortos basados en un enfoque modificado de los
12 pasos. Estos programas fueron originalmente diseñados para tratar problemas
de alcohol, pero durante la epidemia de la cocaína de mediados de la década de los
80 muchos programas comenzaron a tratar el abuso de drogas ilegales y la adicción.
El modelo de tratamiento residencial original consistía en una fase de tratamiento
de 3 a 6 semanas dentro del hospital, seguido por una terapia extendida fuera del
hospital y la participación en un grupo de autoapoyo, como los Alcohólicos Anóni-
mos. La reducción de la cobertura de cuidados médicos para los tratamientos de
abuso de drogas ha resultado en una disminución de estos programas, y el prome-
dio de la estadía bajo la supervisión de un cuidado administrado es mucho más
corto que en los programas anteriores.

La desintoxicación médica es un proceso mediante el cual los individuos


son apartados sistemáticamente de las drogas adictivas en ambientes den-
tro y fuera del hospital, normalmente bajo el cuidado de un médico. A veces
se la considera como una modalidad de tratamiento específica, pero, más
apropiadamente, la desintoxicación es un precursor del tratamiento, por-
que está diseñada para tratar los efectos agudos fisiológicos del paro del
uso de drogas. Hay medicamentos disponibles para la desintoxicación de
opiáceos, nicotina, benzodiazepinas, alcohol, barbitúricos y otros sedan-
tes. En algunos casos, particularmente con relación a los últimos tres tipos
de drogas, la desintoxicación puede ser una necesidad médica, pero abste-

133
Página
nerse de una droga adictiva sin recibir tratamiento puede ser médicamente
peligroso o hasta fatal. La desintoxicación no está diseñada para manejar
los problemas sicológicos, sociales y de conducta asociados con la adicción
y, por lo tanto, generalmente no produce los cambios duraderos de compor-
tamiento necesarios para la recuperación. La desintoxicación es más útil
cuando incorpora procesos formales de evaluación y refiere a los pacientes
a los tratamientos subsiguientes para estos problemas.

Propuesta de tratamiento
para niños, niñas y adolescentes con consumo problemático
de drogas (CONACE)

Esta propuesta ha sido elaborada por un grupo de trabajo: CONACE, MINSAL,


SENAME, SOPNIA (Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescen-
cia) y ejecutores de proyectos de intervención en adolescentes.

La experiencia en la ejecución de programas de tratamiento para niños, niñas y


adolescentes plantea una diferencia radical en la intervención de este grupo
poblacional, con el grupo de los adultos. Por lo tanto, debemos recordar los princi-
pios discutidos previamente, en relación a la intervención en la población de ni-
ños, niñas y adolescentes.

Evaluación integral del niño, niña y adolescente:

Los programas dirigidos al tratamiento de niños, niñas y adolescentes en el con-


texto del consumo de alcohol y drogas, deberían contar con las siguientes accio-
nes que los diferenciarían de los programas del adulto:

Evaluar al individuo en el contexto de un modelo comprensivo con una pers-


pectiva evolutiva.

Con un enfoque multidiciplinario e integral en la atención.

Con cuidados asistenciales continuos y de intensidad apropiada a cada su-


jeto.

134
Página
Con enfoque de resiliencia (función evolutiva descrita previamente).

Con la presencia de una figura vincular significativa.

Con la presencia de un coordinador o encargado del caso, que permita orientar


las acciones, coordinar las distintas instancias de la red, supervisar el tra-
tamiento y la reinserción familiar, grupal, escolar. Una figura que le permi-
ta al adolescente, un enganche vincular diferente y más expedito. En caso
que sea necesario, que permita una derivación asistida.

Con prestaciones en salud que se relacionen estrechamente a actividades


de reinserción escolar-social: apoyo psicopedagógico o de terapia ocupa-
cional, donde lo lúdico sea un elemento de motivación. Actividades recrea-
tivas, en donde se tomen en cuenta intereses individuales: música,
corporalidad, movimiento, creatividad, etc..

Trabajo en red de una forma más amplia, considerando establecimientos


educacionales, la calle, los espacios de empoderamiento, etc..

Cuando se trabaja con adolescentes se debe considerar la multiplicidad y rapidez


de los cambios biopsicosociales que ocurren en esta etapa y la necesidad de la
identificar precozmente los factores y conductas de riesgo. Es por esto que la
evaluación debe ser un proceso integral y permanente, transversal al proceso de
intervención.

Dado que el adolescente concurre poco a los servicios de salud, cada encuentro
debe ser una oportunidad de evaluación clínica integral biopsicosocial y de educa-
ción al adolescente y en lo posible a su familia.

Las claves del éxito de la evaluación e intervención integral, especialmente del


adolescente, radican en:

Establecer una relación empática.

Asegurar la confidencialidad de la atención.

Entrevistar y examinar al adolescente solo, excepto situaciones puntuales.

Evitar el rol parental, tanto como el rol adolescente (como querer ponerse a
su altura imitándolos).

135
Página
En la medida de lo posible, hacer partícipe a la familia u otro adulto signi-
ficativo.

Estimular autonomía y responsabilidad del adolescente.

Escuchar activamente, observar comunicación no verbal, hacer preguntas


abiertas.

Estimular las fortalezas del adolescente.

Establecer alianzas terapéuticas.

Promover una ambientación adecuada y acceso fácil a los servicios de sa-


lud, así como también acceder a los espacios donde propios donde estos
frecuentan.

Incluir a instituciones y establecimientos de la red, distintos a servicios


de salud para realizar actividades de promoción y prevención: escuelas,
centros comunitarios, clubes deportivos, casa de la juventud, etc..

La evaluación integral del adolescente, es un proceso gradual que considera una


primera etapa de contacto inicial para crear un vínculo y espacios de confianza.
Luego de este contacto inicial con el adolescente (y su acompañante en el caso
que exista), se comienza una etapa dirigida a indagar algunas áreas de su desa-
rrollo al tiempo que se comienza una etapa de construcción del motivo de consul-
ta. Luego se realiza la anamnesis y se coordina que el profesional correspondiente
realice el examen físico completo, de preferencia con el adolescente solo. Al final
de esta evaluación diagnóstica integral se construye el plan terapéutico y se en-
tregan las recomendaciones al adolescente y los adultos significativos que corres-
ponda.

Esta intervención integral permitirá establecer los objetivos terapéuticos especí-


ficos, de acuerdo al perfil del sujeto y las intervenciones que se adecuarán a los
objetivos señalados

Las intervenciones terapéuticas o tratamiento, deberían estar dirigidas a aque-


llos adolescentes que tienen un consumo problemático, cuyo perfil de riesgo se da
en un nivel de riesgo mayor y/o daño.

136
Página
Las estrategias generales del tratamiento son los siguientes:

El tratamiento se inicia, siempre y cuando se haya hecho la etapa de


confirmación diagnóstica.

Se debe realizar un abordaje flexible que se ajuste a las necesidades de


los niños, niñas y adolescentes y con apoyo escolar permanente.

Debe realizarse en un espacio propio y exclusivo para los sujetos y su


contexto.

En forma previa se debe trabajar en la búsqueda y conformación de


alianza terapéutica con el individuo y su familia. Se debe garantizar al
niño, niña y adolescente la confidencialidad de los temas personales.

Las pautas que se establecen desde el primer momento entre el niño,


niña y adolescente, el equipo y los padres, deberán tener validez duran-
te todo el tratamiento, estas se denominarán Normas del Tratamiento.

El logro de la abstinencia constituye el objetivo inicial, redefiniéndose


esta como un movimiento hacia la independencia del adolescente.

Abordajes que complementan la evaluación e intervención

Se proponen tres tipos de abordaje, que deben ser conocidos y manejados por los
profesionales y técnicos que intervengan con adolescentes. Estos abordajes de-
ben estar presentes en el tratamiento como objetivos transversales: el abordaje
del proceso evolutivo, el abordaje de la prevención de recaídas y el abordaje del
desempeño ocupacional.

Abordaje del proceso evolutivo

Es muy raro que un niño o niña consulte. Por lo tanto, el acceso a la


información, la motivación, la decisión de tratamiento será acordada
con los padres. Siendo necesaria la entrega de información adecuada al
niño o niña, en consonancia con sus capacidades de comprensión.

137
Página
Cuando el adolescente consulta, rara vez se encuentra con un sujeto angus-
tiado, que pide ayuda porque no entiende lo que le está pasando. En gene-
ral, la angustia aparece en el acompañante y la demanda de ayuda será de
algunos de sus padres.

t
El adolescente frente a una dificultad echa mano a un sinnúmero de defen-
sas psicológicas propias de la edad, que es necesario contemplar: nega-
ción, racionalización, idealización y omnipotencia.

Es necesario conocer y evaluar constantemente las funciones evolutivas,


analizadas en capítulos anteriores, que van tiñendo el desarrollo de niños,
niñas y adolescentes. Esto permitirá entender ciertas conductas y actitudes
que, por lo general, son necesarias modular, extinguir o a veces facilitar.

Se requiere reconocer en forma constante las características particulares


del proceso adolescente, a modo de predecir o intervenir una conducta.
Recordar las características de proceso descritas en capítulos anteriores,
necesidad de reafirmación, necesidad de trasgresión, necesidad de confor-
midad intragrupal, sensación de invulnerabilidad, rechazo a la vida del adulto
y susceptibilidad frente a las presiones del entorno.

En este sentido, es necesario:

1. Evaluar el cumplimiento de las tareas propias del adolescente:

Mantener higiene dental y hábitos alimentarios adecuados.


Realizar actividad física regularmente y mantener un peso apropiado.
Hacer uso de medidas de prevención de accidentes.
Evitar alcohol, tabaco y otras drogas.
Practicar una conducta sexual protegida.
Manejar la presión negativa de pares.
Practicar habilidades de resolución de conflictos.
Desarrollar autoestima, confianza en sí mismo e identidad personal.
Desarrollar habilidades de relación con sus pares, parientes y otros adul-
tos.
Continuar el proceso de separación de la familia de origen.
Desarrollar sentido de responsabilidad por el otro y empatía.
Tener experiencias de logro en el ámbito escolar o académico.

138
Página
Desarrollar habilidades de lenguaje oral y escrito.
Desarrollar sentido de responsabilidad y moralidad.

2. Promover las siguientes condiciones en el desarrollo del adolescente


y que apuntan a lo esperado de la atención integral:

Confianza en sí mismo.
Independencia.
Rol activo en promoción de salud.
Optima nutrición.
Crecimiento y desarrollo apropiados.
Hábitos de salud adecuados.
Disminución de conductas de riesgo.
Prevención de accidentes.
Desarrollo de vínculos familiares o con adultos significativos.
Detección de factores que interfieren con el éxito educacional.
Prevención de problemas conductuales.

Abordaje de prevención de recaídas

Permite al adolescente, principalmente, aprender a reconocer los signos


tempranos de la recaída y desarrollar estrategias de evitación y enfrenta-
miento que pongan en juego nuevas habilidades o refloten habilidades per-
didas, a fin de evitar que aquellas acontezcan.

Las técnicas a implementar deben adecuarse a las características de la


adolescencia y de los adolescentes en tratamiento. El modo de presenta-
ción debe ser accesible y entretenido. En lo concreto, las técnicas deben
permitir trabajar la detección de señales de riesgo de recaídas, la identifi-
cación de pautas de pensamiento y sentimientos que pueden ser disparadores
o precursores del proceso de recaída y la elaboración de estrategias de
enfrentamiento para evitar la recaída.

El juego y el humor son herramientas indispensables a la hora de evaluar


riesgos de recaídas y discutir modos de enfrentar los mismos de manera
eficaz.

Las dramatizaciones de situaciones vividas o por vivir que pueden desem-


bocar en un retorno al consumo de sustancias, permiten ubicar al joven in
139
Página
situ, y tornan evidentes los riesgos, las dificultades y las posibilidades de
acción, desbaratando el arsenal de racionalizaciones y justificaciones en-
cubridoras del deseo de consumir.

Abordaje del desempeño ocupacional (considera tres áreas)

Desempeño escolar y/o laboral.

Uso del ocio y del tiempo libre.

Autocuidado.

Las intervenciones deberán seguir una continuidad de fases, como lo muestra la


misma evolución del proceso de desarrollo. Por lo tanto, se establecerán tres fa-
ses de tratamiento que tendrían objetivos generales:

FASE I (inicial)

Lograr y sostener la abstinencia de sustancias psicoactivas.

Sostener el cumplimiento de las normas que la familia y el equipo hayan


acordado junto al adolescente.

Planificar el tiempo libre (incluyendo fines de semana), aprendiendo a


asumir responsabilidades básicas.

Trabajar la separación de amigos que consumen.

Anticipar y evaluar riesgos en lo cotidiano, la casa, el barrio, la escuela,


el trabajo.

Sostener responsabilidades en el trabajo y el estudio (horarios, ta-


reas).

Prevenir posibles recaídas, a través de la realización de tareas específi-


cas.

Rearmar y recrear nuevas redes de apoyo con la persona que está en


tratamiento.

140
Página
Esta fase puede iniciarse en un espacio residencial si las condiciones no se adecuan
a un tratamiento ambulatorio. Aunque siempre es necesario recordar que lo am-
bulatorio debe primar y la elección de una estructura residencial debe ser muy
ocasional.

FASE II (intermedia)

Promover que la persona pueda identificar, discriminar y expresar sus


sentimientos.

Indagar sobre la historia personal y familiar, trabajando aquellos aspec-


tos relacionados con el uso de sustancias.

Expandir la red de apoyo.

Trabajar con el adolescente su proyecto de vida para la etapa en que se


encuentra.

Prevenir y trabajar posibles recaídas.

Trabajar salidas, estructuración del tiempo libre y recreación.

Planificar y evaluar el fin de semana.

FASE III (final)

Trabajar el despegue progresivo del tratamiento o del espacio


institucional.

Vehiculizar en la realidad cotidiana el proyecto de vida formulado con


anterioridad.

Sostener y ampliar la red de apoyo.

Evaluar la necesidad de recibir otro tipo de ayuda individual o familiar.

Prevenir posibles recaídas.

141
Página
Por lo tanto, las modalidades terapéuticas de intervención serían las siguientes:

Intervención Ambulatoria de moderada intensidad(IAM). Para niñas/os y ado-


lescentes que presentan CBPS leve con consumo de riesgo moderado, CBPS mode-
rado con consumo de riesgo moderado

Objetivos

1. Reconocer el consumo abusivo y evitarlo, haciendo énfasis en el consumo


de fin de semana.
2. Conocer consecuencias del consumo abusivo y trabajar estrategias de
autocuidado.
3. Trabajar la relación con figuras vinculares afectivas y efectivas.
4. Fortalecer la inserción escolar.
5. Trabajar las habilidades sociales.
6. Trabajar los conflictos del ámbito familiar.
7. Diseñar red de apoyo efectiva.

Intervención Ambulatoria de alta intensidad (IAA). Para niñas, niños y adoles-


centes que presentan CBPS leve con consumo de alto riesgo, CBPS moderado con
consumo de riesgo moderado y CBPS severo con consumo de riesgo moderado.

Objetivos

1. Reconocer el consumo abusivo y evitarlo, haciendo énfasis en el consumo


diario y de fin de semana.
2. Conocer consecuencias del consumo abusivo y trabajar estrategias de
autocuidado.
3. Tratar morbilidad somática.
4. Trabajar la relación hacia figuras vinculares afectivas y efectivas.
5. Trabajar y reelaborar situaciones conflictivas individuales (duelos, situa-
ciones traumáticas, etc.).
6. Preestablecer inserción escolar.
7. Trabajar habilidades sociales.
8. Trabajar conflictos del ámbito familiar.
9. Diseñar red de apoyo efectiva.

142
Página
Intervención residencial(IR). Esta incluiría la existencia de un espacio residen-
cial y el de una unidad de desintoxicación como un espacio diferenciado. Para
niñas, niños y adolescentes que presentan CBPS moderado con consumo de alto
moderado y CBPS severo con consumo de alto riesgo.

Objetivos

1. Proporcionar un espacio terapéutico que garantice la protección del adoles-


cente con este perfil de riesgo.
2. Tratar morbilidad somática.
3. Tratar síndrome de abstinencia y sus consecuencias.
4. Iniciar tratamiento de comorbilidad psiquiátrica.
5. Reconocer el daño provocado por el consumo abusivo y evitarlo, haciendo
énfasis en el consumo diario y de fin de semana.
6. Conocer consecuencias del consumo abusivo y trabajar estrategias de
autocuidado.
7. Establecer o reestablecer contacto con figura vincular significativa.
8. Trabajar relación hacia figuras vinculares afectivas y efectivas.
9. Trabajar y reelaborar situaciones conflictivas individuales (duelos, situa-
ciones traumáticas, etc.).
10. Preestablecer inserción escolar.
11. Trabajar habilidades sociales.
12. Trabajar conflictos del ámbito familiar.
13. Diseñar red de apoyo efectiva.

Los criterios que permiten la transición desde un tratamiento residencial a trata-


miento ambulatorio de alta intensidad, son los siguientes:

Haber tratado morbilidad somática.


Haber tratado síndrome de abstinencia y sus consecuencias.
Haber iniciado tratamiento de comorbilidad psiquiátrica.

Las modalidades de intervención descritas previamente tendrán distintas presta-


ciones en salud, de acuerdo a los objetivos específicos de cada modalidad.

Áreas de Intervención

Cada Modalidad de Intervención tendrá distintas actividades que intervendrán en


un sinnúmero de áreas. Las áreas de intervención a tener en cuenta en la pobla-
ción Infanto-adolescente, son las siguientes:

143
Página
m
a. Area de consumo de drogas

Generalmente, la mayor cantidad de dificultades que se encuentran en niños,


niñas y adolescentes que consumen son: la falta de conocimiento objetivo sobre
las sustancias, ausencia de madurez y crítica personal ante el consumismo en
general y el consumo de drogas en particular, escasa percepción de riesgo ante el
consumo de drogas, acompañado en ocasiones de un escaso interés en lograr
información, exceso de confianza en si mismo, sensación de “invulnerabilidad” y
no aceptación de sus limitaciones (en ocasiones tienen percepción de los riesgos,
pero aún así, deciden asumirlos y aprender por ellos mismos de los problemas a
través de los iguales), negación para reconocer dependencia a alguna sustancia y
ausencia de motivación interna para solicitar cualquier tipo de ayuda.

Por otra parte, los estudios epidemiológicos y clínicos tienden a mostrar una
elevada comorbilidad entre los diagnósticos relacionados con el abuso/dependen-
cia de drogas y otros trastornos psiquiátricos como los trastornos depresivos, de
ansiedad, de conducta, psicosis y trastorno por déficit atencional, especialmente
en personas en que se van sumando factores de riesgo.

Objetivos:

Motivar el acercamiento de los niños, niñas y adolescentes que lo re-


quieran a los recursos asistenciales y acompañarles a los mismos.
Detectar, diagnosticar y tratar las consecuencias derivadas del consumo
problemático de drogas.
Detectar, diagnosticar y tratar el síndrome de abstinencia y sus conse-
cuencias.
Detectar, diagnosticar y tratar la patología psiquiátrica asociada al con-
sumo y sus consecuencias.
Realizar seguimiento de los posibles desajustes orgánicos ocasionados
por el consumo de drogas y pérdida de hábitos de salud (alimentación,
sueño, higiene, entre otros) y recuperación de su equilibrio físico.
Instaurar tratamientos farmacológicos dirigidos al trastorno ocasionado
por el uso de drogas, si se estima necesario.
Negociar con el sujeto, para aceptar el control familiar o de la persona o
equipo a cargo.
Minimizar los factores de riesgo personales, familiares y sociales aso-
ciados al consumo de drogas.
Fortalecer los factores de protección personales, familiares y sociales.
Identificar aquellas situaciones de riesgo externas e internas que han

144
Página
llevado o pueden llevar al menor a un consumo problemático de drogas.
Detección de las situaciones de alto riesgo y generación de alternativas
de afrontamiento ante estas situaciones: trabajar las recaídas como
parte del proceso y como algo que probablemente vaya a suceder.
Adquirir estrategias de afrontamiento y asertividad para la gestión de
los riesgos asociados al consumo de drogas.
Dar a conocer las consecuencias físicas, psicológicas y sociales que pro-
voca el consumo abusivo de drogas. Dotando de conocimientos objeti-
vos sobre las drogas y las conductas de consumo: Información sobre el
síndrome de abstinencia, trabajo sobre los temores y reducción de an-
siedad.
Desarrollar hábitos de vida saludables.
Desarrollar una actitud crítica respecto a las drogas, eliminando la ilu-
sión de inmunidad.
Experimentar sensaciones placenteras en un contexto libre de drogas.

b. Area de salud general

La mayor cantidad de niños y niñas que presentan consumo, generalmente lo


hacen en un contexto de alta vulnerabilidad, no así los adolescentes. Por lo tanto,
cuando el consumo de sustancias se ha instalado en población infantil, paralela-
mente se pueden observar importantes carencias tanto en su salud física como
dental o están en el límite de adquirirlas: desnutrición, infecciones, patología
bucal, afecciones respiratorias y traumatológicas, entre otras. Por otra parte, los
adolescentes con consumo problemático de drogas, no necesariamente tienen un
compromiso somático importante, pero este equilibrio somático puede perderse,
al momento de perpetuarse el consumo, especialmente de sustancias como
inhalantes, pasta base y cocaína.

Objetivos:

Asegurar una atención de salud de calidad y amigable, con profesionales


y técnicos o servicios de salud asequibles, con sensibilidad, privacidad y
confidencialidad.
Proveer prestaciones en salud, que se basen en las necesidades indivi-
duales, de cada niño, niña y adolescente.
Educar para la salud desarrollando un proceso de información y forma-
ción orientado a la responsabilización individual y social.
Fomentar conocimientos asociados a actitudes y hábitos saludables.

145
Página
Identificar las conductas de riesgo perjudiciales para la salud física y
dental.
Concienciar sobre las repercusiones individuales y colectivas que conlle-
van dichas conductas de riesgo.
Desarrollar estrategias de afrontamiento y asertividad para minimizar/
eliminar las conductas de riesgo.
Mejorar la capacitación en salud sexual y reproductiva de los adolescen-
tes.
Conocer los beneficios de la atención que pueden ofrece ciertos servi-
cios integrales de salud.
Establecer una relación positiva con estos servicios integrales de salud.

c. Area de motivación

La motivación puede ser causa del comportamiento de un individuo o ser razón


por lo cual lleva a cabo una actividad determinada.

En los seres humanos la motivación engloba tanto los impulsos conscientes como
los inconscientes. Las teorías de la motivación, en psicología, establecen un nivel
de motivación primario, que se refiere a la satisfacción de las necesidades ele-
mentales, como respirar, comer o beber, y un nivel secundario referido a las nece-
sidades sociales, como el logro o el afecto. Se supone que el primer nivel debe
estar satisfecho antes de plantearse los secundarios.

Abraham Maslow, diseñó una jerarquía motivacional en seis niveles que, según él
explicaban la determinación del comportamiento humano. Este orden de necesi-
dades sería el siguiente: (1) fisiológicas, (2) de seguridad, (3) vínculo y senti-
mientos de pertenencia, (4) prestigio, competencia y estima sociales, (5)
autorrealización, y (6) curiosidad y necesidad de comprender el mundo circundan-
te. Este autor, así como otros que hablan de las necesidades humanas, puede ser
fuente de inspiración en el diseño de estrategias motivacionales en niños, niñas y
adolescentes.

Objetivos:

Diseñar estrategias motivacionales adecuadas a las necesidades de cada


niño, niña y adolescente.
Tomar en cuenta las prioridades de necesidades para cada caso en par-
ticular.

146
Página
Relacionar estas motivaciones, con las de su familia, cuidadores, figu-
ras vinculares significativas, equipo que está llevando a cabo la inter-
vención.
Evaluar el grado de motivación del equipo de intervención psicosocial, a
modo de sensibilizar y problematizar en conjunto la temática referida al
consumo de sustancias.

d. Área de identidad, desarrollo personal y autocuidado

(Desarrollo motriz, desarrollo emocional, desarrollo cognitivo, desarrollo de la


imagen de sí mismo y autoconcepto).

Es importante no perder de vista que, en general, estos niños y adolescentes


están estructurados, es decir, su vida, sus estudios, sus relaciones familiares, sus
amistades, etc., pueden estar dañadas, pero no destruidas, por lo tanto, en este
caso se trata de reconducir y fomentar, pero no de reconstruir.

Objetivos:

Adquirir las habilidades motrices, cognitivas, emocionales y


comportamentales que favorezcan el desarrollo personal.
Identificar los factores de protección personales.
Identificar los factores de riesgo personales.
Facilitar la introyección de valores que posibiliten la satisfacción perso-
nal y el ajuste social.
Apoyo en la búsqueda y consolidación de su propia identidad.
Desarrollo de actitudes de autoconfianza y reconocimiento del propio
valor: concepto positivo de si mismo y de su autoestima.
Estímulo a la autonomía acorde a su edad, aprendiendo a tomar decisio-
nes y solucionar sus propios conflictos.
Alcanzar un nivel adecuado de estima personal que le otorgue seguri-
dad, confianza y estabilidad emocional, descubriendo los recursos y las
habilidades personales.
Fomento de la actitud crítica y el pensamiento independiente capaces
de romper la inercia imitadora.
Autocontrol de la impulsividad y de la conducta (capacidad para prever
las consecuencias de sus acciones y actitudes).
Fomento de la responsabilidad ante sus actos, haciéndoles conscientes
y conocedores de los mismos y, en el caso particular del consumo, adqui-
riendo conciencia de su problema de consumo.
147
Página
Control de estados emocionales disparadores de riesgo (ansiedad,
estrés, soledad, confusión, apatía, aburrimiento, etc.) y búsqueda
de estrategias de afrontamiento adecuadas a estos estados de áni-
mos adversos.

e. Area de desarrollo sociorrelacional y de modulación de conductas


trasgresoras

El trabajo en esta área es prioritario, ya que la relación con el grupo de iguales a


estas edades es clave y uno de los elementos más influyentes en el consumo de
sustancias y otras conductas de riesgos asociadas en los adolescentes.

La meta general, debe ir al desarrollo de una competencia individual para la


interacción social que les permita mejorar las relaciones que establecen con los
demás y enfrentarse a los problemas que surgen en sus relaciones personales,
actuando de forma adecuada o más adaptativa al contexto en la relación con los
padres, profesores, figuras de autoridad, etc. La modulación de las conductas
trasgresoras y la capacidad de reflexión con respecto a estas, es otra de las metas
a seguir.

Objetivos:

Adquirir habilidades sociales y de comunicación necesarias para esta-


blecer relaciones y/o vínculos afectivos seguros y positivos.
Reconocimiento de la dinámica de presión grupal y el sometimiento a la
regla de conducta estricta del grupo de iguales y entrenamiento en habi-
lidades de afrontamiento de la presión de grupo para conseguir
desvincularse de grupos desadaptativos.
Favorecer un estilo de comportamiento asertivo.
Desarrollar la capacidad para establecer y regular las relaciones
interpersonales teniendo en cuenta las necesidades de los demás y ba-
sándose en los valores personales.
Poner en práctica las habilidades sociales y de comunicación.
Orientación del sujeto hacia una socialización integrada y respetuosa
con las normas y límites del entorno.
Potenciar la puesta en contacto y las relaciones con grupos de adoles-
centes no consumidores.

148
Página
f. Área familiar

La familia, cuando está presente o existe, realiza tareas variadas e imprescindi-


bles para la marcha adecuada y eficaz del proceso terapéutico integral de cada
niño, niña y adolescente con consumo problemático de drogas: en la detección
precoz del problema, en las estrategias de acercamiento del sujeto a los recursos
de atención, en el apoyo y complementariedad necesarios en todas las áreas y
actividades, y como cauce natural de incorporación e integración a la sociedad.

Objetivos:

Ayudar a superar la crisis que implican los cambios en las relaciones con
el adolescente.
Reducir los niveles de ansiedad, desangustiando y eliminando culpas y
sentimientos de fracaso como padres.
Identificar los factores de protección familiares y sociales.
Identificar los factores de riesgo familiares y sociales.
Mejorar la comunicación, desarrollando habilidades de comunicación,
comprensión y entendimiento mutuo.
Entrenamiento en resolución de conflictos y manejo de situaciones de
desencuentro entre padres, madre e hijos.
Proporcionar pautas para el seguimiento y control equilibrado y efectivo
del comportamiento del sujeto.
Resaltar la importancia de una formativa familiar negociadora y acorde
con las necesidades de unos y otros: límites, y normas claras y coheren-
tes dentro de la familia.
Favorecer la autonomía de los hijos, evitando la sobreprotección exce-
siva, enseñando los pasos en la toma de decisiones y el criterio indepen-
diente.
Proporcionar pautas para el seguimiento, motivación y apoyo en los es-
tudios del menor.
Promover el contacto de la familia con recursos comunitarios de capaci-
tación y formación.
Planificar y organizar actividades de formación y educación no formal
con sus hijos.
Analizar el modelo cultural de ocio nocturno consumista: sus causas,
que buscan, que les aporta a sus hijos y sus consecuencias.
Reflexionar y tomar conciencia del tiempo de ocio o del tiempo en calle,
como espacio de aprendizaje social y desarrollo personal.
Pautas para el manejo de las salidas nocturnas de fin de semana o de
todos los días, de los hijos e hijas: seguimiento, control y normas.
149
Página
Facilitar contacto de la familia con recursos comunitarios de ocio y tiempo
libre y con programas de alternativas de ocio saludables.

En relación a una intervención familiar y especifica en drogas, se debe conside-


rar:

Información sobre el funcionamiento y organización del modelo de inter-


vención, así como de los recursos existentes en su contexto sociocultural,
relacionados con su hijo o hija.
Motivar a la implicación familiar para afrontar el problema.
Apoyo a la desintoxicación y tratamiento tanto ambulatorio como residen-
cial. Información sobre las respuestas fisiológicas y psicológicas y como
actuar ante estas respuestas.
Entregar información de cómo detectar, analizar y que hacer, frente a las
recaídas en el proceso.
Conocimientos básicos de educación para la salud y estilo de vida saluda-
ble.
Hacer partícipe a los padres de los talleres ocupacionales de sus hijos.
Desarrollar habilidades de competencia social: la escucha activa, las críti-
cas y la resolución de problemas.
Intervención terapéutica especializada en familias altamente desorganiza-
das y disfuncionales, multiproblemas, con psicopatología de uno o varios
miembros, violencia, maltrato, abuso sexual, entre otros.
Intervenciones en crisis familiares.

g. Área de educación, formación e incorporación laboral

Las dificultades que se encuentran con mayor frecuencia en este ámbito, son:
dificultades escolares y/o laborales, abandono escolar transitorio o en vías de
hacerlo, pocas expectativas en los estudios y desmotivación hacia las tareas es-
colares, lo que lleva al fracaso escolar, comportamientos conflictivos en la sala de
clases, estilo de vida desorganizado, caótico, que le impide la planificación, apa-
tía, aburrimiento, pesimismo, etc..

Estimular el desarrollo de intereses con relación a su capacidades, es esencial. Es


necesario desarrollar un conjunto de medidas orientadas a reinsertar al niño, niña
y adolescente en el sistema educativo y/o laboral, posibilitando la mayor forma-
ción y capacitación posible, encaminada a la incorporación definitiva y sólida al
mundo laboral.

150
Página
Conviene resaltar la importancia de trabajar con sus necesidades reales,
incentivando y estimulando el esfuerzo.

Objetivos:

Reconocer las potencialidades y dificultades personales en el ámbito de


la formación e incorporación laboral.
Desarrollar hábitos de estudio y trabajo elementales.
Mejorar la actitud del sujeto hacia la escuela/trabajo, estimulando el
desarrollo de intereses con relación a su capacidad formativa y laboral.
Motivar para la adquisición de nuevos conocimientos.
Establecer relaciones sociales positivas en el ambiente escolar – forma-
tivo – laboral.
Desarrollar los procesos psicológicos básicos (atención, memoria, per-
cepción, etc.) que faciliten un adecuado rendimiento escolar/laboral.
Facilitar la inserción formativa y/o laboral mediante la orientación téc-
nica-profesional ajustada a las características y expectativas del joven.
Orientar en la búsqueda de opciones de capacitación técnica, orienta-
ción vocacional y laboral a los y las adolescentes.

h. Área de ocio y tiempo libre

El estilo de ocupación del ocio es lo más difícil de cambiar, ya que supone una
auténtica adicción a un estilo de vida en el que los factores tienen más peso que
las propias sustancias consumidas. Las ocupaciones de ocio han estado casi ex-
clusivamente referidas a contextos donde el uso de drogas, lo que ha llevado a un
empobrecimiento en sus intereses y a numerosas resistencias para cambiar. La
finalidad por lo tanto, es conseguir que el sujeto deje de relacionar ocio, consumo
y diversión.

Objetivos:

Reflexionar sobre el modelo de ocio y tiempo libre vigente.


Crear una actitud critica respecto al abuso consumista del ocio.
Conocer nuevas alternativas de ocio y tiempo libre.
Motivar hacia actividades saludables y alternativas al consumo.
Educar para la gestión del tiempo libre.
Integración en ambientes alternativos y prácticas de actividades con
otros grupos de chicos y chicas.

151
Página
Disfrutar de actividades de ocio y tiempo libre saludables.
Construir un modelo propio de ocio y tiempo libre.

Es así como para intervenir en las distintas áreas mencionadas previamente, se


requiere de actividades o prestaciones definidas y específicas para la población
Infanto-juvenil.

El Plan Nacional de Psiquiatría y Salud Mental estableció el año 2000 un sinnúmero


de prestaciones que enriquecen las acciones sanitarias en el ámbito de una inter-
vención biopsicosocial. Aunque se debe tener presente que al diseñar las modali-
dades de intervención las prestaciones sanitarias deben quedar idealmente enla-
zadas a actividades psicosociales, si se requieren, a modo de garantizar interven-
ciones integrales, multidisciplinarias y que respeten y apoyen las características
del sujeto en todos sus ámbitos, individual, familiar, escolar y comunitario.

A continuación se entrega un resumen de las distintas prestaciones existentes en


el plan de Psiquiatría y Salud Mental elaborado por MINSAL, que queda descrito en
la siguiente tabla. Estas pueden servir de gran ayuda en la implementación de las
modalidades correspondientes.

Resumen de prestaciones de salud del Plan Nacional de Psiquiatría y Salud Mental.


*(Se han agregado la consulta matrona y consulta dental).

152
Página
Actividad/Prestación Acciones Dirigida a

Evaluación y diagnóstico Usuarios niños, niñas y adoles-


psicosocial. centes y/o familiar y/o figura
Psicoeducación, apoyo emocio- vincular significativa.
nal, entrenamiento en habilida-
Consulta Salud Mental des.
Actividades de rehabilitación
social y laboral.
Referencia a atención médica.
Referencia asistida.

Evaluación médica general o de Usuarios niños, niñas y adoles-


especialidad y diagnóstico. centes.
Indicaciones y prescripción
Consulta Médica farmacológica.
Psicoeducación.
Alta o referencia a atención
especializada.
Evaluación y diagnóstico psico- Usuarios adolescentes, familia-
lógico. res o figura vincular significa-
Psicoeducación, apoyo emocio- tiva.
Consulta Psicológica nal, entrenamiento en habilida-
des.
Actividades de rehabilitación
social y laboral.
Evaluación y diagnóstico psi- Usuarios niños, niñas y adoles-
quiátrico. centes, familiares o figura vin-
Indicación de tratamiento cular significativa.
psicoterapéutico y
Consulta Psiquiátrica farmacológico.
Psicoeducación y apoyo emo-
cional.
Contrarreferencia.

Aplicación de intervenciones te- Usuarios niños, niñas y adoles-


Psicoterapia rapéuticas según modelo teóri- centes.
Individual co específico y objetivos de
tratamiento.

Aplicación de tests psicoló- Usuarios niños, niñas y adoles-


Psicodiagnóstico gicos. centes

Evaluación dental y diagnóstico. Usuarios niños, niñas y ado-


Indicaciones y prescripción es- lescentes.
pecífica.
Consulta dental Psicoeducación.
Alta o referencia a atención es-
pecializada.

Evaluación gineco-obstétrica. Usuarios niños, niñas y adoles-


Planificación familiar. centes y figura vincular signifi-
Consulta matrona Alta o referencia a atención es- cativa.
pecializada.

153
Página
Actividad/Prestación Acciones Dirigida a

Psicoeducación, apoyo emocional, en- Niños, niñas y adolescentes,


trenamiento en habilidades padre y/o madre,
Actividades de rehabilitación social y figura vincular significativa,
Intervención psicosocial laboral. familia nuclear o extendida.
de grupo Entrenamiento en comportamientos de
autoayuda.
Motivación para la participación en gru-
pos de la comunidad.
La dimensión recreativa-deportiva,
educativa y vincular deberían estar
presentes en estas intervenciones.

Aplicación de intervenciones terapéu- Niños, niñas y adolescentes,


ticas según modelo teórico específico y padre y/o madre,
Psicoterapia grupal objetivos de tratamiento. figura vincular
La dimensión recreativa-deportiva, significativa,familia.
educativa y vincular deberían estar
presentes en estas intervenciones.

Evaluación y diagnóstico social y fami- Familiares, cuidadores, fi-


liar. gura vincular significativa.
Visita de salud mental Psicoeducación, apoyo emocional y en-
domiciliaria trenamiento en habilidades.
Rescate y reenganche al tratamiento del
adolescente y/o familia.

Evaluación y diagnóstico social y escolar. Profesores, directivos,


Psicoeducación, apoyo emocional, entre- compañeros.
Visita de salud mental namiento en habilidades.
escolar Rescate y reenganche al tratamiento del
adolescente.

Evaluación y diagnóstico social y laboral. Jefes, compañeros de


Psicoeducación, apoyo emocional y en- trabajo.
Visita de salud
trenamiento en habilidades.
mental laboral
Rescate y reenganche al tratamiento del
adolescente.

Atención conjunta de adolescentes y/o Equipo de salud general y


Consultoría de salud
familiares. otros equipos que se rela-
mental
Reuniones clínicas y de coordinación. cionen con el adolescente.

Atención conjunta de adolescentes y/o Profesionales y/o técnicos


familiares. del equipo de salud general.
Reuniones clínicas y de coordinación Profesionales y/o técnicos
entre equipo de salud general y/o Pro- de atención de urgencia.
Consultoría/enlace de
fesionales de otros servicios clínicos y/ Profesionales y/o técnicos
salud mental
o equipo servicio de urgencia. de otros servicios clínicos o
educativos o recreativos en
donde se desenvuelve o par-
ticipa el adolescente.
Actividades grupales, de sensibiliza- Organizaciones o redes que
Intervención/Actividad ción, intercambio de información, ca- apoyan al adolescente y a
Comunitaria pacitación, asesoría y coordinación. su familia en su tratamien-
to y rehabilitación.

154
Página
En resumen, el tratamiento puede quedar esquematizado de la siguiente manera:

155
Página
Tratamiento para niños, niñas y adolescentes con consumo problemático de sustancias

El tratamiento se inicia siempre y cuando se haya hecho la etapa de


confirmación diagnóstica.
Se debe realizar un abordaje flexible que se ajuste a las necesidades de los
adolescentes y con apoyo escolar permanente.
Espacio propio y exclusivo para adolescentes y su contexto. En forma
previa se debe trabajar en la búsqueda y conformación de alianza tera-
Principios péutica con el adolescente y su familia. Se debe garantizar al adolescente
Generales la confidencialidad de los temas personales.
Las pautas que se establecen entre el adolescente, el equipo y los padres
desde el primer momento, deberán tener validez durante todo el trata-
miento; éstas se denominarán normas del tratamiento.
El logro de la abstinencia constituye el objetivo inicial. Se debe redefinir
ésta como un movimiento hacia la independencia.
Presencia de figura vincular significativa, que acompañe en el proceso
(madre, padre, familiar, profesor, etc.), es decir, la presencia de un tutor
resiliente.

Fases de
Inicial Intermedia Final
tratamiento

Lograr y sostener la abstinencia pecíficas.


de sustancias psicoactivas. Rearmar y recrear nuevas re-
Sostener el cumplimiento de las des de apoyo.
normas que la familia y el equipo Cortar con la gente que consu-
Objetivo de hayan acordado. me drogas y alcohol.
Planificar el tiempo libre (inclu- Promover que el paciente pueda
cada fase yendo fines de semana) apren- identificar, discriminar y expre-
diendo a asumir responsabilidades sar sus sentimientos.
básicas. Indagar sobre la historia perso-
Trabajar la separación de amigos nal y familiar, trabajando aque-
que consumen. llos aspectos relacionados con el
Anticipar y evaluar riesgos en lo uso de sustancias.
cotidiano, la casa el barrio, la es- Expandir la red de apoyo.
cuela, el trabajo. Trabajar con el adolescente su
Sostener responsabilidades en el proyecto de vida para la etapa
trabajo y el estudio (horarios, en que se encuentra.
tareas). Prevenir y trabajar posibles re-
Prevenir posibles recaídas, a tra- caídas.
vés de la realización de tareas es- Trabajar salidas, estructuración
del tiempo libre y recreación.
Planificar y evaluar el fin de se-
mana. Trabajar el despegue
progresivo del tratamiento y la
institución.
Vehiculizar en la realidad coti-
diana el proyecto de vida for-
mulado con anterioridad.
Sostener y ampliar la red de apo-

156
Página
yo.
Evaluar la necesidad de recibir otro tipo de ayuda individual o familiar.
Prevenir posibles recaídas.
EN ESPACIO RESIDENCIAL EN ESPACIO AMBULATORIO

Dimensión ligada
al consumo de
Biopsicosocial

sustancia
Dimensión
Cuando no es posible el logro de los objetivos en un apoyo ambulatorio.

DE TRATAMIENTO
Siempre que sea posible, debe evitarse la internación y el aislamiento.

ABORDAJE DE PREVENCIÓN DE RECAÍDAS

M
O
D

D
A

E
L

S
Permite al adolescente a aprender a reconocer los signos tempranos de la recaída

I
y aprender estrategias de evitación y enfrentamiento que pongan en juego nue-

Residencial Desintoxicación
vas habilidades o refloten habilidades perdidas, a fin de evitar que aquellas acon-

Unid.
tezcan.
Consumo
con alto
Severo

ABORDAJE DEL PROCESO DE DESARROLLO riesgo

Es esencial tener en cuenta las funciones evolutivas en las defensas psicológicas


Específica:

Escolar-Comunitario-
Ocio y tiempo libre.
Individual-Familiar-
Confirma-

propias de la edad y las características particulares del proceso adolescente.


con riesgo
ción

moderado
Consumo
Moderado

○ ○

ABORDAJE DEL DESEMPEÑO OCUPACIONAL


Evaluación
Diagnóstico

Seguimiento
• Desempeño escolar y/o laboral.
alta intensidad

Post- alta
Ambulatorio

• Uso del ocio y del tiempo libre.


Alta
Ambulatorio

• Autocuidado.
moderada
básicos de sospecha
Autoaplicable Signos

Consumo
con bajo
Sospecha

riesgo
Leve
Inventario

Relación entre dimensiones diagnósticas y modalidades de intervención.






consumo
Sin CBPS


Sin


Intervención psicosocial

Seguimiento

Intervención Psicosocial
moderada intensidad

alta intensidad




Intervención
Psicosocial
Prevención

Específica
universal

Prev Selectiva
Prev. Indicada

157
Página
Modalidades de intervención

Modalidad Ambulatoria
de Moderada Intensidad: Centro Ambulatorio Integral (CAI)

Propósito

Ofrecer una primera asistencia terapéutica, oportuna y adecuada, de moderada


complejidad e intensidad, a adolescentes que presentan consumo problemático
de drogas.

Objetivo General

Implementar una modalidad ambulatoria de moderada complejidad e intensidad


para el abordaje terapéutico de los problemas de consumo de drogas y sus conse-
cuencias sanitarias asociadas en población de adolescentes.

Objetivos Específicos

Atender a adolescentes que presentan problemas de consumo de drogas y


sus consecuencias sanitarias asociadas, y a sus familias; que demanden
asistencia y que acceden directamente al programa o son derivados por
otros organismos.
Apoyar, atender, asesorar y cooperar con las instancias que realizan la deri-
vación asistida del adolescente (dispositivos sanitarios, consultorios, ser-
vicios de urgencias; escuelas y liceos, familia).
Atender adolescentes con uso recreativo u ocasional, pero con graves difi-
cultades familiares con relación al uso de drogas.
Atender adolescentes con consumo problemático de drogas, derivado por
dispositivo de la red asistencial.
Dar asistencia a adolescentes que presenten dificultades escolares o con
riesgo de deserción escolar a causa del consumo.

158
Página
Atender al adolescente con uso y consumo de drogas en el contexto de una
familia multiproblema, entre ellos familia con miembros que presenta un
tipo de adicción.
Atender la consulta espontánea del adolescente y/o la consulta espontánea
de la familia, en relación a la problematización del consumo.
Apoyar y/o desarrollar programas de formación y acompañamiento a agen-
tes que realizan derivación y coordinación con el centro de atención, en
relación a drogodependencia; especialmente liceos y centros de atención a
adolescentes.
Apoyar y colaborar en acciones de incorporación social.
Articular y formar redes con otros programas de tratamiento y rehabilita-
ción de mayor complejidad e intensidad de la red sanitaria pública y priva-
da y con otros organismos de las redes sociales, comunitarias, educativas,
que trabajan con población adolescente.

Intervención Clínica Integral

Los nuevos perfiles de consumo que aparecen en adolescentes y sus problemáti-


cas (relación a otro tipo de conductas de riesgo, desmotivación, dificultades fa-
miliares, etc), demandan una respuesta diferente con relación a los abordajes de
tratamientos tradicionales; en donde la perspectiva es más educativa y preventi-
va que terapéutica, con una atención directa para los sujetos y sus familias o
alguna figura vincular significativa.

Proyecto Terapeútico Integral (PTI)

El PTI, se define desde una doble dimensión:

Intervención ligada al desarrollo: fija su objetivo en el desarrollo de las


capacidades personales (habilidades y competencias), supliendo las de-
ficiencias, promoviendo una transición adecuada a la edad adulta, esta-
bleciendo oportunidades educacionales, laborales, maximizando las opor-
tunidades; a modo de posibilitar un adecuado ajuste entre el individuo,
la familia y su contexto.

Intervención terapéutica: tiene como objetivo la evaluación y corrección o


modificación de factores afectivos, cognitivos o comportamentales, que
han colaborado en la instauración del consumo de sustancias y/o su mante-
nimiento y a la dificultad de abandonar el hábito.
159
Página
Fases de Intervención

Fase de pre-acogida

En esta fase, es necesario tener en cuenta las siguientes consideraciones:

Por lo general, la detección de adolescentes con uso y consumo problemáti-


co de drogas tiene lugar en la familia, pero también, es necesario recordar
que este motivo de consulta se puede originar en otros recursos de la red
asistencial, que trabajan con adolescentes: centros de salud, consultas
pediátricas, centros de adolescentes, equipos de salud mental, otras res-
puestas del ámbito sanitario, servicios sociales, instituciones educaciona-
les (escuelas, liceos) o bien, profesores, orientadores, etc..

Por lo tanto, es necesario recordar ciertos principios fundamentales como


la no estigmatización, la diferencia entre un uso y un abuso de drogas y
establecer adecuadamente los usos y sentidos del consumo. En este senti-
do, ante el consumo no problemático se deben desarrollar estrategias de
prevención selectiva o indicada.

Tratar de hacer una derivación asistida, en caso que se requiera: acompa-


ñando e integrando esta conducta de consumo a una problemática, que por
lo general es más integral; precisando la función y el acompañamiento fa-
miliar o de una figura vincular significativa.

Fase de Acogida

La acogida que debe realizar el equipo clínico, es un momento determinante,


sobre todo con los adolescentes. Hay que planificar muy bien este primer encuen-
tro, asegurándose que sacan algo en claro, que les es útil para algo, para que
vuelvan una segunda vez. Para ello conviene tener en cuenta:

Contar con un espacio de acogida y atención diferenciado al de los otros


usuarios de drogas, para poder dar una respuesta flexible y adaptada. Son
precisos ambientes que “enganchen” al individuo.

Contar con una figura de referencia ya sea, familia y/o figura vincular
significativa que los acompañe en el programa, a modo de producir el nexo
necesario, minimizando barreras y favoreciendo la adherencia.
160
Página
El tipo de relación del clínico que realiza la intervención debe ser educativa,
no estigmatizante, y en un contexto de respeto.

Se suele focalizar el problema en las drogas, pero el adolescente no necesi-


ta focalización, casi siempre lo que necesita es que le escuchen. Pueden
tener problemas con las drogas, pero es necesario la mayoría de las veces
partir por otras preocupaciones que para ellos son primordiales y que están
complicando su vida.

Prescindir de formalismos, formularios, etc. e intentar seguir su conversa-


ción aunque no vaya por donde al entrevistador le interese; lo que a ellos
les preocupa puede que no resulte interesante para los adultos

Flexibilizar posturas. No olvidar que uno de los objetivos prioritarios es el


de motivar al niño, niña o adolescente hacia el cambio, pero no todos de-
sean cambiar o pueden hacerlo.

Es muy útil la planificación de “Talleres de Acogida” para que en un clima


acogedor, se puedan reunir varios adolescentes que no se conocen y al cual
pueden acudir también personas cercanas; su grupo de iguales, el pololo/a,
su mejor amigo… Lo importante es “engancharles” y conseguir que acudan
una segunda vez.

Fase de Motivación y Adherencia

La mayoría de los adolescentes, minimizan la importancia del consumo de


sustancia que están haciendo, al igual que el contacto con otras conductas
de riesgo, que puedan ser provocadas por el consumo.

Cualquier adolescente, que llega a un recurso o programa asistencial ha de


ser informado de cuál es su situación actual y el porqué de la intervención,
e intentar convencerlo para que pase a una fase de evaluación y diagnósti-
co.

Escuchar su demanda concreta, entender el deseo del sujeto y focalizar el


interés en su interés, resulta fundamental.

La implicación y participación en su propio proyecto, el compromiso volun-


tario asumiendo su responsabilidad individual es fundamental. A partir de

161
Página
o
ahí, la negociación con ellos es constante. Cuando un adolescente se com-
promete a un cambio, a conseguir una meta o se traza un plan, tiene un
gran valor… aunque en muchas ocasiones puede durar poco.

Resulta esencial que el adulto de referencia empatice con él “ganándoselo”


afectivamente y sin utilizar medidas paternalistas,

Fase de diagnóstico

En esta fase, toma lugar el diagnóstico multidimensional entre el equipo clínico


Integral y los distintos actores que están y/o trabajan con los adolescentes: fami-
lia, escuela, liceo o colegio y otras personas o instancias de la red asistencial.

Es una etapa en la cuál se recoge la información, a modo de complementarla y


adaptarla a su uso en el diagnóstico, la elección de los objetivos educativos, la
programación de actividades, la temporalización y la evaluación de los objetivos
planteados.

Es decir, con el diagnóstico preliminar hecho, se está en condiciones de diseñar el


PTI (Proyecto terapéutico integral).

Fase de intervención integral

Intervención conjunta del equipo clínico integral, con el adolescente y con los
actores que circundan los espacios propios del adolescente: familia, grupo de
pares, escuela, grupos en sitios de ocio y tiempo libre; y su relación con ellos.

Intervenciones clínicas y de contexto

Intervenciones clínicas dirigidas al sujeto

Consulta salud mental: Referida a la evaluación y diagnóstico psicosocial. Siendo


una instancia de psicoeducación, apoyo emocional, apoyo en la continuación de
tratamiento clínico, trabajo en la prevención de recaídas, entrenamiento en habi-
lidades y por último, la referencia asistida a atención médica somática general o
psiquiátrica.

162
Página
En este tipo de intervención se puede trabajar, desde un punto de vista clínico la
vinculación, reinserción, motivación y prevención de recaídas.

En este ámbito se una de las actividades a describir es la prevención de recaídas


que tiene los siguientes fundamentos:

Permite al adolescente, principalmente, aprender a reconocer los signos


tempranos de la recaída y desarrollar estrategias de evitación y enfrenta-
miento que pongan en juego nuevas habilidades o refloten habilidades per-
didas, a fin de evitar que aquellas acontezcan.

Las técnicas a implementar deben adecuarse a las características de la


adolescencia y de los adolescentes en tratamiento. El modo de presenta-
ción debe ser accesible y entretenido. En lo concreto, las técnicas deben
permitir trabajar la detección de señales de riesgo de recaídas, la identifi-
cación de pautas de pensamiento y sentimientos que pueden ser disparadores
o precursores del proceso de recaída y la elaboración de estrategias de
enfrentamiento para evitar la recaída.

El juego y el humor son herramientas indispensables a la hora de evaluar


riesgos de recaídas y discutir modos de enfrentar los mismos de manera
eficaz.

Las dramatizaciones de situaciones vividas o por vivir que pueden desem-


bocar en un retorno al consumo de sustancias, permiten ubicar al joven in
situ, y tornan evidentes los riesgos, las dificultades y las posibilidades de
acción, desbaratando el arsenal de racionalizaciones y justificaciones en-
cubridoras del deseo de consumir.

Consulta médica: Instancia de evaluación médica general o de especialidad y


diagnóstico. Momento que puede ser crucial en el enganche y motivación a trata-
miento. Se debe recordar que el momento en que el adolescente está consultando
por una dolencia médica, generalmente está con sus “defensas” bajas, en donde
una intervención educativa en salud y eventual motivación a problematizar el
consumo, puede ser crucial.

Es una instancia para establecer las indicaciones médicas y eventual prescripción


farmacológica. Alta o referencia a atención especializada es una acción a tener en
cuenta, en todo momento.

163
Página
Consulta psicológica: Instancia de evaluación y diagnóstico psicológico que com-
plementaria las otras evaluaciones que se estarían llevando a cabo. Es una opor-
tunidad de acciones en psicoeducación, apoyo emocional, entrenamiento en habi-
lidades, Actividades de rehabilitación social y laboral. También es necesario tener
en cuenta las eventuales Intervenciones en crisis.

Dirigida a adolescentes, familiares o figura vincular significativa

Consulta psiquiátrica: Instancia de evaluación y diagnóstico psiquiátrico. Te-


niendo en cuenta una exhaustiva valoración Psicopatológica, con las considera-
ciones etáreas correspondientes. Se establece la indicación de tratamiento
psicoterapeutico y farmacológico. Instancia de psicoeducación, apoyo emocional,
valoración de motivación y problematización del consumo e Intervención en cri-
sis.

Psicoterapia individual: Aplicación de intervenciones terapéuticas según modelo


teórico específico y objetivos de tratamiento. Dirigido a adolescentes.

Fundamentación:

a través de la terapia psicológica individual, se pretende que el sujeto


descubra, reconozca y modifique los pensamientos, sentimientos y accio-
nes de los que surgen algunos de sus problemas (emocionales, conductuales
y sociales), con el fin de favorecer su desarrollo biopsicosocial que le per-
mita obtener un mayor control de su vida.

Objetivos:

Favorecer el desarrollo integral del sujeto.


Descubrir, reconocer y modificar los pensamientos, sentimientos y ac-
ciones que le generan los problemas.
Lograr un mayor conocimiento de si mismo.
Definir su identidad personal y social.

Psicoterapia grupal: Aplicación de intervenciones terapéuticas según modelo teó-


rico específico y objetivos de tratamiento. La dimensión recreativa-deportiva,
educativa y vincular deberían estar presentes en estas intervenciones.

Dirigida a adolescentes.

164
Página
Fundamentación:

Ofrecer un espacio terapéutico grupal donde se favorezca la interiorización


de la autoayuda, la cohesión grupal y el desarrollo de la empatía.

Las terapias grupales se deberían organizar en relación a ciertas temáticas


tales como: integración social, habilidades sociales, de comunicación y de
expresión de emociones, desarrollo de autoestima y autoeficacia y preven-
ción de recaídas.

Objetivos:

Favorecer la cohesión de grupo.


Desarrollar la empatía.
Fomentar la autoayuda.
Adquirir las habilidades sociales básicas.
Utilizar las habilidades sociales básicas.
Adquirir las habilidades básicas de comunicación.
Adquirir habilidades básicas de conversación.
Aprender a comportarse asertivamente.
Manejar las habilidades de relación heterosocial.
Aprender habilidades de autoevaluación.
Identificar situaciones, pensamientos y estados emocionales de riesgo
para el consumo.
Aprender estrategias de afrontamiento emocionales, cognitivas y
conductuales.

Psicodiagnóstico: Aplicación de tests psicológicos, que permitan complementar


el diagnóstico clínico, desde los ámbitos cognitivos, emocionales y de personali-
dad. Realizado por psicólogo/a clínico/a con experiencia en la aplicación de estos
test en población infanto-adolescente.

Se presentan 2 actividades que es necesario coordinarlas con el sistema asistencial


de salud:

Consulta dental: Que permite una evaluación dental y diagnóstico, con sus res-
pectivas indicaciones y prescripción específica. Puede se una instancia de educa-
ción en salud y autocuidado, también de referencia a atención especializada.

165
Página
Consulta matrona: Instancia de evaluación gineco-obstétrica, educación en cui-
dados de salud y salud sexual y reproductiva, planificación familiar y de referencia
a atención especializada.

Intervenciones clínicas dirigidas a la familia


y/o figuras vinculares significativas

Psicoterapia familiar y/o de pareja.

Fundamentos este tipo de terapia, centra su actuación en el asesoramiento, in-


tervención y tratamiento a familias o parejas que lo necesiten. En las familias con
adolescentes usuarios de sustancias, no se busca la separación física y se trabaja
especialmente en que los padres ejerzan mecanismos de control sobre el hijo
reforzando límites y jerarquías.
Objetivos: orientar y ayudar a solucionar las situaciones de conflicto o crisis por
las que pasa la pareja y/o la familia.

Áreas de actuación:

Crisis conyugal o de pareja.


Conflictos asociados a la ruptura de la convivencia.
Crisis paterno-filiales.
Crisis de la familia extensa.
Problemas de comunicación, Violencia intrafamiliar, Maltrato.

Niveles de actuación:

Nivel terapéutico: elaborar nuevas pautas funcionales en la dinámica


del sistema familiar y de la pareja.

Nivel educativo: necesidad de una formación sistematizada y plani-


ficada de los padres y los hijos para prevenir la aparición de proble-
mas.

Nivel de asesoramiento: potenciar las capacidades básicas del siste-


ma familiar y de pareja para adecuarlas a las necesidades de cada
ciclo vital.

166
Página
c. Intervenciones clínicas de coordinación con la red de aten-
ción

Visita de salud mental escolar y coordinación educacional: Evaluación y


diagnóstico social y escolar, psicoeducación, apoyo emocional, entrenamiento
en habilidades, rescate y reenganche al tratamiento del adolescente.

Dirigida a: profesores, directivos, compañeros

Visita de salud mental laboral: Evaluación y diagnóstico social y laboral,


psicoeducación, apoyo emocional y entrenamiento en habilidades, rescate
y reenganche al tratamiento del adolescente.
Dirigido a: jefes, compañeros de trabajo.

Consultoría/enlace de salud mental: Atención conjunta de adolescentes


y/o familiares, reuniones clínicas y de coordinación entre equipo de salud
general y/o profesionales de potros servicios clínicos y/o equipo servicio
de urgencia. Dirigido a: profesionales y/o técnicos del equipo de salud ge-
neral, profesionales y/o técnicos de atención de urgencia, profesionales y/
o técnicos de otros servicios clínicos o educativos o recreativos en donde
se desenvuelve o participa el adolescente.

Intervenciones propias en cada equipo que permitan una mayor coherencia y coor-
dinación del trabajo a realizar en el niño, niña y adolescente, además de sus
respectivas familias. Estas intervenciones estarían apuntando a mejorar la cali-
dad de atención, a través de:

Actividades de autocuidado y elaboración de estrategias al respecto.


Supervisión técnica externa
Actividades de coordinación técnica, reuniones de equipo

Por último, si bien las intervenciones terapéuticas fueron abordadas en párrafos


anteriores, éstas deben ser indicadas de acuerdo a la actitud y a la etapa de
trabajo previo que el individuo tenga.

El tiempo de duración debe considerarse en relación a la capacidad que el indivi-


duo tenga para trabajar (concentración, motivación, deterioro, etc), probable-
mente las primeras sesiones durarán tiempos más cortos a lo que normalmente se
está acostumbrado.

167
Página
Probablemente se requiera partir por actividades más bien grupales, que permi-
tan ir motivando y dando confianza al individuo en las distintas técnicas que se
utilicen. Por lo general, llega un momento en que los adolescentes prefieren espa-
cios más bien individuales que grupales.

El objetivo fundamental es acompañar y reforzar su proceso de maduración, desa-


rrollando sus propios recursos personales y relacionales, aportándoles los necesa-
rios para la consecución de su proyecto de realización personal. En concreto, será
preciso incidir en:

Apoyo en la búsqueda y consolidación de su propia identidad. Desarrollar


adecuadamente el sentido de identidad y autonomía frente al entorno.
Desarrollo de actitudes de autoconfianza y reconocimiento del propio
valor, concepto positivo de sí mismo y de su autoestima. Es decir, alcan-
zando un nivel adecuado de estima personal que le otorgue seguridad,
confianza y estabilidad emocional, descubriendo los recursos y las habi-
lidades personales.
Estímulo a la autonomía acorde a su edad, aprendiendo a tomar decisio-
nes y solucionar sus propios conflictos, en forma no violenta.
Fomento de la responsabilidad ante sus actos, haciéndolos conscientes
y conocedores de los mismos, y, en el caso del consumo de sustancias,
adquiriendo conciencia de su problema de consumo.
Autocontrol de la impulsividad y de la conducta. Enseñar a que los ado-
lescentes, aprendan a demorar sus reacciones, detenerse a pensar y
considerar las consecuencias de sus acciones y actitudes antes de ac-
tuar. Con respecto al consumo de sustancias, se trata de aprender a
gestionar el nivel de riesgo que creen seguro para ellos y darse cuenta
de hasta donde tienen control sobre los mismos.
Control de estados emocionales disparadores de riesgo (ansiedad, estrés,
sentimientos de soledad, confusión, apatía, aburrimiento, etc.) y bús-
queda de estrategias de afrontamiento adecuados a estos estados de
ánimo adversos.

Las dificultades que se presentan con mayor frecuencia, tanto desde el punto de
vista de la realidad de los sujetos, como desde las dificultades de los propios
profesionales, se podrían resumir:

Dificultad a la hora de contener conductas muy violentas en algunos


individuos.
Complicaciones psiquiátricas que pueden emergen por el abuso de las
sustancias.

168
Página
Superación por parte de los y las adolescentes de “bajones” dentro de
su propio proceso personal.
Dificultad para encontrar un sustituto de su identidad que sea tan atrac-
tiva como la que ahora tienen. Normalmente su identidad está llena de
referencias a las drogas y conductas relacionadas, y para poder dejarlas
han de tener otros papeles y otros componentes que se la proporcionen,
y algunos carecen de ellos. Dejar los usos de drogas puede significar
dejar lo poco que ahora son y las únicas relaciones afectivas que tienen
(“sus amigos o compañeros”).

Las estrategias que se utilizan y que se han manifestado más eficaces son (Arbex,
2002):

Autocontrol. Entrenamiento en técnicas de autocontrol emocional.


Autoestima. Identificación de capacidades y dificultades y valoración
en su justa medida y reforzamiento de la implicación del sujeto en las
dinámicas de grupo, las reuniones, las actividades y las responsabilida-
des.
Responsabilidad. Participación e implicación del sujeto en la resolución
de los diferentes problemas surgidos en el grupo, propios y ajenos.
Sentido de identidad. Aprender un procedimiento de toma de decisio-
nes y solución de problemas, despertando su actitud crítica y el pensa-
miento independiente.

Intervenciones de contexto, dirigidas al sujeto:

Intervenciones de vinculación, reinserción y motivación

Trabajo en el espacio del sujeto:

Fundamentación

Es el primer contacto que se realiza con niños, niñas y adolescentes,


generalmente hecho por el educador o profesional a cargo. Se realiza en
el propio espacio físico del sujeto: calle y lugares de tiempo libre, es-
cuelas o liceos, grupos comunitarios, etc..

Durante toda esta etapa, se trabaja con el adolescente, en diferentes

169
Página
espacios de reflexión, para ir en la búsqueda del “rescate” de su inte-
gridad, su familia, la aceptación de su problema y motivarlo a una ayuda
técnica y/o profesional para su recuperación, y su integración o la nece-
sidad de acudir a un centro especializado para ir en búsqueda de sus
dificultades individuales.

Permite el trabajo de vinculación y motivación para la intervención pos-


terior, o bien para retomar contacto una vez que el chico o chica haya
abandonado o recaído de su tratamiento.

Objetivos

El educador/a y/o profesional ad-hoc, ya sea sólo o en dupla, continúa visitando el

h
o os lugares espacios en donde permanecen los adolescentes con el objeto de:

Continuar realizando espacios de reflexión.


Contactar a la familia.
Conocer más de los recursos y de los déficit del adolescente.
Evaluar proceso de reintegración a su familia-comunidad.
Evaluar proceso de reintegración a la escuela.
Evaluar factibilidad de ingreso a intervenciones de mayor complejidad
de acuerdo lo evaluado por el y su equipo clínico biopsicosocial de apo-
yo.
Coordinar en una derivación asistida, el ingreso o la intervención clínica
de mayor especialidad.
Seguimiento de casos que llegan por primera vez y que requieran segui-
miento en el itinerario de intervención.

Tutorías

Está a cargo del o los tutores o tratantes, que trabajan directamente con el
adolescente y su familia o figura vincular, a través de consultas de salud mental.

Fundamentación

En las tutorías se procede a apoyar el diseño, seguimiento y evaluación


del proyecto terapéutico integral (PTI).
Es un espacio privilegiado de reflexión, análisis y evaluación del proyec-
to terapéutico integral, individualizado.
Durante las tutorías se contrasta información, se marcan objetivos y se
170
Página
realiza una programación individual.
Este espacio de atención individual está así mismo orientado a generar
implicación y motivación al sujeto en su proyecto educativo, demos-
trándole apoyo y refuerzo respecto de sus logros.
Se realizan con una frecuencia semanal o quincenal según los casos.

Objetivos

Crear un espacio de reflexión, análisis y evaluación (PTI).


Realizar una reflexión personal estructurada.
Contrastar información.
Programar y evaluar los objetivos del (PTI).
Programar individualmente.
Simular situaciones problemáticas o de riesgo.
Llamar la atención del sujeto respecto a sus dificultades de logro.
Conocer las inquietudes y expectativas del sujeto.
Escuchar las preocupaciones, dudas, etc. respecto a su PTI.
Implicar-motivar-reforzar al individuo en su proyecto integral.

Intervenciones educativas

La necesidad de incluir en un programa de tratamiento intervenciones de este


tipo surge de la observada relación entre fracaso escolar – deserción y consumo de
drogas. De este modo, el objetivo de estas intervenciones no es reemplazar la
educación formal del usuario, más bien ser un apoyo a su desempeño en ella,
buscando mejorar las condiciones en que el niño, niña y adolescente se enfrenta a
ese espacio y sus exigencias, esperando aumentar las posibilidades de éxito.

Intervenciones psicopedagógicas

Nivelación y apresto escolar (clases)

Fundamentación

Las clases de nivelación académica, dentro del programa, deben ser, en la medida
de lo posible, personalizadas y adaptadas a las necesidades educativas de cada
niño, niña y adolescente.

171
Página
Objetivos

Motivar respecto al valor de la formación para su presente y futuro.


Fomentar la adquisición de bases formativas orientadas a la incorpora-
ción laboral.
Ayudar a que el niño, niña o adolescente identifique sus dificultades y
potencialidades respecto a la formación.
Dotar al sujeto de hábitos de estudio y actitudes asociadas a éste.
Hacer valorar al individuo que cada nuevo aprendizaje incrementa sus
aprendizajes más complejos.
Fortalecer las relaciones interpersonales, en un ambiente escolar o for-
mativo normalizado.

Refuerzo escolar

Actividades de orientación a la capacitación e inserción laboral

Intervenciones recreativas y culturales

Actividades culturales y de ocio

Fundamentación

Esta actividad va dirigida a conseguir la autonomía del niño, niña o


adolescente en la gestión de las salidas y/o en ampliar sus aficiones.
Estas salidas, en espacio ambulatorio, se caracterizan por su variedad
en el componente lúdico y/o cultural.

Objetivos:

Trabajar las habilidades sociales y de comunicación.


Conocer otras alternativas de ocio saludables.
Conocer la oferta cultural y de ocio del entorno más cercano.
Aprender a controlar situaciones de riesgo mediante la ayuda del educa-
dor.
Aprender a gestionar el dinero.
Aprender a gestionar el tiempo de ocio.

172
Página
Aprender a evaluar la satisfacción-no satisfacción, en el ámbito del ocio.

Actividades deportivas

Fundamentación

Las actividades deportivas tienen como finalidad el desarrollo de la sa-


lud física y mental.

El deporte es, además, generador de hábitos saludables y buenas prác-


ticas sociales, siendo importante que los niños, niñas y adolescentes lo
identifiquen como un factor de protección frente al consumo de sustan-
cias tóxicas.

Objetivos:

Conocer otras alternativas de ocio y tiempo libre saludables.


Mantener hábitos de higiene y buena salud física.
Establecer otro tipo de relaciones en espacios recreativos y saludables.
Gestionar su propio deporte.
Disfrutar del deporte y del trabajo en conjunto.

173
Página
Intervenciones de capacitación

Actividades ocupacionales

Fundamentación

Las actividades ocupacionales son imprescindibles, especialmente en adolescen-


tes que se presentan la mayoría de las veces muy desestructurados, sin hábitos y
con muy poca motivación.

Objetivos Generales:

En un primer momento las actividades ocupacionales sirven para conte-


ner al sujeto, manteniéndolo ocupado e implicado.
Por otro lado están orientadas a la preparación para la reinserción socio-
laboral.

Los puntos centrales a obtener en estas actividades son:

Aprender a planificar, organizar y desarrollar su trabajo (tiempo, espa-


cio, herramientas, etc.).
Responsabilizarse de todo el proceso relacionado con el trabajo.
Aprender a tener un comportamiento adecuado durante el trabajo.
Valorar sus potencialidades y limitaciones.

Objetivos Específicos:

Ejercer la contención metodológica.


Interiorizar las normas básicas de convivencia social a través del traba-
jo en grupo.
Trabajar el autoconocimiento, el autocontrol y la autonomía.
Aprender metodologías, procesos y procedimientos.
Conocer la dimensión cultural y social de una actividad ocupacional/
profesional.
Generar una concepción estructurada del tiempo y de su uso.
Adquirir hábitos relacionados con el trabajo y la formación.
Desarrollar habilidades sociales y de comunicación.
Ofrecer alternativas ocupacionales que le puedan orientar hacia un fu-
turo formativo y profesional.
Reconocer las propias cualidades y potencialidades en el trabajo.

174
Página
Los talleres ocupacionales

Fundamentación

Los talleres ocupacionales equivaldrían a las materias de educación ar-


tística y física y las actividades extraescolares de la educación formal.
Se trabajan tanto habilidades personales (psicomotricidad, habilidades
y destrezas manuales, cognitivas, conductuales, afectivas, creativas),
habilidades de estudio (concentración), valores asociados al trabajo (res-
ponsabilidad, tolerancia a la frustración, constancia), alternativas para
el buen uso del ocio.

Objetivos

Complementar la formación del sujeto a través de actividades manua-


les, artísticas, así como fomentar hábitos de trabajo.
Desarrollo de la creatividad.
Ofrecer a los niños, niñas y adolescentes, alternativas de ocio y tiempo
libre.
Exploración y desarrollo de las destrezas psicomotrices, a través de ac-
tividades manuales, artísticas, etc..
Fomentar las relaciones interpersonales y el control emocional.

Intervenciones de contexto, dirigidas a la familia


y/o figura(s) de vinculación significativa

Intervenciones educativas

Intervención psicosocial de grupo: Psicoeducación, apoyo emocional, en-


trenamiento en habilidades, actividades de rehabilitación social y labo-
ral, entrenamiento en comportamientos de autoayuda, motivación para
la participación en grupos de la comunidad. La dimensión recreativa-
deportiva, educativa y vincular deberían estar presentes en estas inter-
venciones.

Dirigido a padre y/o madre, figura vincular significativa, familia nu-


clear o extendida.

Capacitación en la resolución de conflictos familiares

175
Página
Intervenciones comunitarias

Visitas familiares. Acompañamiento familiar. Desarrollo y vinculación familiar.


Capacitación en la resolución de conflictos familiares.

Fundamentación

La familia, por lo general, conforma el núcleo de referencia y de modo de convi-


vencia del niño, niña y adolescente. Es imprescindible que todas las acciones
tengan en cuenta la relación del adolescente con su núcleo familiar y la influencia
que en él/ella ejerce, siempre y cuando esta exista.

Objetivos

Conocer a la familia:
Estilo educativo.
Posicionamiento respecto a las drogas.
Posicionamiento respecto a los actos trasgresores.
Intercambiar información sobre la situación, comportamiento y estado
general de su hijo o hija, así como el origen de sus problemas.
Conocer las expectativas de la familia respecto al futuro de su hijo o
hija.
Implicar y responsabilizar a la familia su proceso.
Observar y analizar el tipo de relación que se establece entre familiares-
usuario durante la visita o el encuentro con el equipo.
Analizar la reacción del adolescente antes de la visita y las consecuen-
cias de la misma.
Evaluar conjuntamente con la familia el encuentro.

Visita de salud mental domiciliaria: Evaluación y diagnóstico social y familiar,


psicoeducación, apoyo emocional y entrenamiento en habilidades, rescate y
reenganche al tratamiento del adolescente y/o familia. Dirigida a: familiares,
cuidadores, figura vincular significativa.

176
Página
Intervenciones psicosociales dirigidas a la red de atención

Visita de salud mental escolar y coordinación educacional: Evaluación y diag-


nóstico social y escolar, psicoeducación, apoyo emocional, entrenamiento en ha-
bilidades, rescate y reenganche al tratamiento del adolescente.

Dirigida a: profesores, directivos, compañeros

Visita de salud mental laboral: Evaluación y diagnóstico social y laboral,


psicoeducación, apoyo emocional y entrenamiento en habilidades, rescate y
reenganche al tratamiento del adolescente.

Dirigido a: jefes, compañeros de trabajo

Intervención/actividad comunitaria: Actividades grupales, de sensibilización,


intercambio de información, capacitación, asesoría y coordinación. Dirigidas a:
organizaciones o redes que apoyan al paciente adolescente y a la familia de este
en su tratamiento y rehabilitación.

Vinculación a redes y actividades de sensibilización comunitaria (liceo, escuela,


grupos juveniles).

Perfil y Funciones de Equipo

Las competencias con las cuales este equipo debe contar, son:

Dominio del tema del consumo problemático de drogas (abuso y dependencia).


Dominio del tema de infancia, adolescencia y desarrollo.
Dominio del abordaje de patologías asociadas al consumo problemático de
drogas (físicas y psíquicas), donde el diagnóstico es fundamental y el ma-
nejo de algunas de estas patologías de leve a moderada complejidad.
Dominio de la incorporación de factores psicosociales y de contexto,
intervinientes en este fenómeno de consumo problemático en población
adolescente.
Dominio de técnicas de acogida, de creación de un espacio de vínculo y de
técnicas motivacionales para la población adolescente.
Flexibilidad y buena disposición a trabajar con la red asistencial, escuelas y
familias o figuras vinculares de referencia para el adolescente.

177
Página
El equipo que se sugiere:

Psiquiatra infanto-adolescente y/o adulto y/o médico con competencias


descritas en salud mental y psiquiatría.
Psicólogo clínico.
Asistente social.
Terapeuta ocupacional.

Equipo de apoyo clínico, especialmente en aquellos centros que cuentan de ante-


mano con atención específica para adolescentes:

Médico general o pediatra especialista en adolescentes.


Matrona y/o enfermera.
Psicopedagogo.
Técnico en rehabilitación supervisado.

Modalidad Ambulatoria
de Alta Intensidad: Centro de día

Propósito

Ofrecer una oportuna y adecuada asistencia terapéutica de alta complejidad e


intensidad, a adolescentes que presentan consumo problemático de drogas, y que
no han logrado suficiente eficacia en modalidad de moderada intensidad debido al
perfil de sujeto y/o su familia, o bien, acaban de egresar de una intervención
residencial.

Objetivo General

Implementar una modalidad de alta intensidad (mayor tiempo de intervención y


mayor cantidad de actividades), para el abordaje terapéutico de los problemas de
consumo de drogas y sus consecuencias sanitarias asociadas, en población de
adolescentes en espacio terapéutico centro de día (ambulatorio parcial).

178
Página
Objetivos Específicos

Atender a adolescentes que presentan problemas de consumo de drogas y


sus consecuencias sanitarias asociadas (especialmente patología psiquiá-
trica concurrente), y a sus familias; que demanden asistencia de alta com-
plejidad e intensidad y que acceden directamente al programa o son deri-
vados por otros organismos, sin perder el lazo con su familia de origen.
Apoyar, atender, asesorar y cooperar con las instancias que realizan la deri-
vación asistida del adolescente (centros de atención integral y otros dispo-
sitivos sanitarios, tales como consultorios, servicios de urgencias; escue-
la, familia).
Apoyar y/o desarrollar programas de formación y acompañamiento a agen-
tes que realizan derivación y coordinación con el centro de atención, en
relación a drogodependencia.
Apoyar y colaborar en acciones de incorporación social.
Articular y formar redes con otros programas de tratamiento y rehabilita-
ción de mayor complejidad e intensidad de la red sanitaria pública y priva-
da y con otros organismos de las redes sociales, comunitarias, educativas,
que trabajan con población adolescente.

Perfil del Usuario

Adolescentes con uso recreativo u ocasional, pero con graves dificultades


familiares con relación al uso de drogas, siendo la familia incapaz de conte-
ner una intervención ambulatoria en un CAI.
Adolescentes con consumo problemático de drogas y patología de salud
mental o psiquiatría concurrente, derivado por dispositivo de la red
asistencial.
Adolescentes que tengan un periodo de más de 2 años de deserción escolar
a causa del consumo.
Uso y consumo de drogas en el contexto de una familia multiproblema,
entre ellos familia con miembros que presenta un tipo de adicción, siendo
incapaces de contener una intervención ambulatoria en un CAI.
Paciente que viene de una modalidad residencial y requiere un apoyo paula-
tino de reinserción parcial.

179
Página
Intervención Clínica Integral

Así como se señaló en la modalidad previa, los nuevos perfiles de consumo que
aparecen en adolescentes, y sus problemáticas (relación a otro tipo de conductas
de riesgo, gran desmotivación, graves dificultades familiares, consumo concu-
rrente con patología psiquiátrica, etc.), demandan una respuesta diferente con
relación a los abordajes de tratamientos tradicionales; en donde la perspectiva es
más educativa y preventiva que terapéutica, con una atención directa para los
sujetos y sus familias o alguna figura vincular significativa, y en los espacios
indicados. Estos espacios, deberían ser ambulatorios con mayor intensidad y fre-
cuencia de cuidados, por lo tanto, dando cabida a adolescentes que requieran de
un espacio durante el día, para así continuar insertos familiarmente en la noche y
los fines de semana. De este modo, en algunas ocasiones, la intervención clínica
de mayor intensidad, resulta estratégica y fundamental, en la continuidad de un
tratamiento.

Proyecto terapéutico integral (PTI)

Debemos recordar que el PTI, se define desde una doble dimensión:

Intervención ligada al desarrollo: fija su objetivo en el desarrollo de las


capacidades personales (habilidades y competencias), supliendo las defi-
ciencias, promoviendo una transición adecuada a la edad adulta, estable-
ciendo oportunidades educacionales, laborales, maximizando las oportuni-
dades; a modo de posibilitar un adecuado ajuste entre el individuo, la fa-
milia y su contexto.

Intervención terapéutica: tiene como objetivo la evaluación y corrección o


modificación de factores afectivos, cognitivos o comportamentales, que
han colaborado a la instauración del consumo y/o su mantenimiento y a la
dificultad de abandonar el hábito.

Fases de Intervención

Fase de pre-acogida

En esta fase se requiere tener en cuenta las siguientes consideraciones:

180
Página
Al igual que en la modalidad ambulatoria de moderada intensidad, la detec-
ción de adolescentes con uso y consumo problemático de drogas tiene lugar
en la familia, pero también, es necesario recordar que este motivo de con-
sulta se puede originar en otros recursos de la red asistencial, que trabajan
con niños, niñas y adolescentes: en esta modalidad de atención general-
mente se trata de sujetos con consumo problemático de drogas y patología
psiquiátrica concurrente, o bien se trata de familias multiproblemas que no
son capaces de proteger y contener durante el día al individuo.

También se da la posibilidad de adolescentes que deben ser protegidos es-


pecialmente en ciertos momentos claves del diario vivir, como por ejemplo
los fines de semana, feriados o fiestas nacionales.

Es necesario recordar siempre, ciertos principios fundamentales como la


no estigmatización, la diferencia entre un uso y un abuso de drogas, esta-
bleciendo idealmente los usos y sentidos del consumo, en el individuo.

Tratar de hacer una derivación asistida, en caso que se requiera: Relacio-


nando esta conducta de consumo a una problemática, que por lo general es
más integral; precisando la función y el acompañamiento familiar. Ideal-
mente la derivación debería ser de un CAI, o bien de un centro residencial
que requiera que el individuo previamente tratado continúe en el itinerario
terapéutico.

Fase de acogida

Se reiteran los mismos principios que han sido descritos para la modalidad
ambulatoria de moderada intensidad es decir: la acogida es un momento determi-
nante, sobre todo con los adolescentes. Hay que planificar muy bien este primer
encuentro, asegurándose que sacan algo en claro, que les es útil para algo, para
que vuelvan una segunda ocasión. Para ello conviene tener en cuenta:

Contar con un espacio de acogida y atención diferenciado.

Contar con una figura de referencia en el programa.

El tipo de relación del profesional que posibilita la intervención, ha de ser


educativa/afectiva.

Se suele focalizar el problema en las drogas, pero el adolescente no necesi-


ta focalización, casi siempre lo que necesita es que le escuchen.
181
Página
Prescindir de formalismos evidentes, de manera de no interrumpir la flui-
dez de la reunión. No obstante, es fundamental mantener durante todo el
proceso de tratamiento un registro adecuado.

Flexibilizar posturas. No olvidar que uno de los objetivos prioritarios es el


de motivar al niño, niña o adolescente hacia el cambio, pero no todos de-
sean cambiar o pueden hacerlo. Aunque sea poco el tiempo que el sujeto
esté en relación con el programa se puede conseguir algún tipo de avance y
transmitir, para cuando quiera conseguir nuevas metas, cómo hacerlo y a
dónde acudir. Los tiempos de permanencias se adecuan a las necesidades
del individuo, ya sea media jornada o jornada completa o bien jornada de
fin de semana y feriados.

Es muy útil la planificación de “Talleres de acogida” para que en un clima


acogedor, se puedan reunir varios adolescentes que no se conocen y al cual
pueden acudir también personas cercanas; su grupo de iguales, el pololo/a,
su mejor amigo, etc.. Lo importante es “engancharles” y conseguir que
acudan una segunda vez.

Fase de motivación y adherencia

Se reiteran los siguientes aspectos:

La mayoría de los adolescentes, especialmente, minimizan la importancia


del consumo de sustancia que están haciendo, al igual que el contacto con
otras conductas de riesgo.
Cualquier adolescente, que llega a un recurso o programa asistencial ha de
ser informado de cuál es su situación actual y el por qué de la intervención,
e intentar convencerle para que pase a una fase de evaluación y diagnósti-
co.
“Escuchar su demanda concreta, entender el deseo del sujeto y focalizar el
interés en su interés, resulta fundamental”.
La implicación y participación en su propio proyecto, el compromiso volun-
tario asumiendo su responsabilidad individual es fundamental. A partir de
ahí, la negociación con ellos es constante. Cuando un adolescente se com-
promete a un cambio, a conseguir una meta o se traza un plan, tiene un
gran valor, aunque en muchas ocasiones puede durar poco.
Resulta esencial que el adulto de referencia empatice con él “ganándoselo”
afectivamente y sin utilizar medidas paternalistas.

182
Página
Fase de diagnóstico

El diagnóstico multidimensional debe realizarse entre el equipo clínico integral y


los distintos actores que están y/o trabajan con los adolescentes: familia, escue-
las, liceos, colegios y otras personas o instancias de la red asistencial.

Hacer énfasis en la patología psiquiátrica intercurrente, funcionamiento familiar,


salud física, estado motivacional y compromiso biopsicosocial.

Es una etapa en la cuál se recoge la información, a modo de complementarla y


adaptarla a su uso en el diagnóstico, la elección de los objetivos educativos, la
programación de actividades, la temporalización y la evaluación de los objetivos
planteados. Es decir, con el diagnóstico preliminar hecho, se está en condiciones
de diseñar el PTI (Proyecto terapéutico integral).

Fase de intervención integral

Intervención conjunta del equipo clínico integral, con el adolescente y con los
espacios propios del adolescente: familia, grupo de pares, escuela, sitios de ocio
y tiempo libre y su relación con ellos.

Se plantean las mismas intervenciones descritas en la modalidad ambulatoria de


moderada intensidad, pero teniendo presente que en esta modalidad se plantea
una mayor frecuencia e intensidad de cuidados. Flexibilizando los tiempos de
intervención, en relación a las necesidades del adolescente y de su familia, las
consideraciones del equipo clínico y las posibilidades de mantenerse inserto en el
ámbito escolar/laboral.

Por lo tanto, las actividades o prestaciones tendrán mayor frecuencia y concentra-


ción.

Perfil y Funciones del Equipo

Las competencias de este equipo deben ser las siguientes:

Dominio del tema del consumo problemático de drogas (abuso y dependen-


cia).
Dominio del tema de infancia, adolescencia y desarrollo.
Dominio del abordaje de patologías asociadas al consumo problemático de

183
Página
drogas (físicas y psíquicas), donde el diagnóstico es fundamental y el ma-
nejo de algunas de estas patologías de moderada a alta complejidad.
Dominio de la incorporación de factores psicosociales intervinientes en este
fenómeno de consumo problemático en esta población.
Dominio de técnicas de acogida, de creación de un espacio de vínculo y de
técnicas motivacionales para la población adolescente.
Flexibilidad y buena disposición a trabajar con la red asistencial, escuelas y
familias o figuras vinculares de referencia para el adolescente

El equipo que se sugiere:

Psiquiatra infanto-adolescente y/o adulto y/o médico con competencias


descritas en salud mental y psiquiatría.
Psicólogo clínico.
Enfermera.
Asistente social.
Terapeuta ocupacional.
Psicopedagogo y profesores de nivelación.
Profesor de educación física.
Técnico en rehabilitación supervisado.

Modalidad de Atención Residencial


Fundamento

En esta modalidad se ubican los programas destinados al individuo con consumo


problemático de sustancias para los cuales se ofrecen en un ambiente terapéutico
altamente estructurado.

Esta modalidad de tratamiento, por lo general, es considerada como más apro-


piada para individuos con importantes consumo de sustancias y con una alta pro-
babilidad de recaer en el uso de éstas si no tienen supervisión estrecha en un
ambiente de adecuado de apoyo.

184
Página
Propósito

Ofrecer una asistencia terapéutica residencial de alta complejidad e intensidad, a


niños, niñas y adolescentes que presentan consumo problemático de drogas y un
alto compromiso biopsicosocial, siendo considerado por la modalidad ambulatoria
como la mejor opción, o bien, acaban de finalizar un proceso de desintoxicación
residencial.

Objetivo General

Implementar una modalidad residencial de alta complejidad e intensidad para el


abordaje terapéutico de niños, niñas y adolescentes con consumo problemático de
drogas y consecuencias sanitarias asociadas.

Objetivos Específicos

Atender a los niños, niñas y adolescentes que presentan problemas de con-


sumo de drogas y sus consecuencias sanitarias asociadas, y a sus familias;
que demanden asistencia y que, bajo ciertas circunstancias, acceden direc-
tamente al programa o son derivados por otras instituciones de la red.
Diagnosticar y tratar la comorbilidad psiquiátrica existente.
Ofrecer al sujeto un centro acogedor en el que se pueda sentir seguro y
protegido.
Hacer partícipe al sujeto y su familia, de la organización y gestión del cen-
tro.
Fomentar la faceta social y relacional del individuo.
Estructurar el día de vida del sujeto a través de hábitos de sueño, hábitos
alimentarios, horarios, rutinas, etc. y favorecer la posterior integración de
su vida diaria a lo cotidiano.
Desarrollar autonomía y responsabilidad para su futura separación, inde-
pendencia.
Desarrollar el respeto hacia el entorno (enseres, muebles, etc.) y
medioambiente.
Potenciar el desarrollo de las habilidades psicológicas y sociales necesarias
para su integración a una modalidad de atención ambulatoria, junto a la
compensación de los déficits encontrados en las distintas áreas de su desa-
rrollo.

185
Página
Colaborar con el desarrollo de instancias de formación y capacitación con-
junta con los equipos psicosociales, con el fin de mejorar la coordinación y
el aprendizaje mutuo en las distintas modalidades de tratamiento.
Apoyar y colaborar en acciones de reintegración social, en salidas educati-
vas, culturales, recreativas.
Articular y formar parte de redes con otros programas de tratamiento y
rehabilitación de menor o mayor complejidad e intensidad de la red sanita-
ria pública y privada y con otros organismos de las redes sociales, comuni-
tarias, educativas, psicosociales, etc. que trabajan con esta población.

Fases de la Intervención

Fase de pre - ingreso

Esta fase es esencial, en cuanto a que permite al equipo realizar una valoración
cualitativa sobre las posibilidades de desarrollo del sujeto durante su estadía en el
centro, teniendo en cuenta dos premisas fundamentales:

Valoración del caso del niño, niña o adolescente, cuyo ingreso se propone al
equipo residencial, tomando en cuenta su estado físico general (tipología
de sustancias consumidas e impacto del consumo en su salud física y men-
tal), su situación psicológica y social.

Valoración del ingreso del niño niña o adolescente, teniendo en cuenta el


grupo que se encuentra en el centro residencial.

Para ello se procede a realizar:

Reunión de coordinación con equipo psicosocial, unidad de


desintoxicación u otra instancia de derivación.
Coordinación y contacto con “tutor” y figura vincular significativa.
Revisión y valoración de diagnósticos clínicos previos y situación
biopsicosocial integral.
Temporalización aproximada de la duración del programa en base a los
objetivos prefijados.

186
Página
Por último en cuanto al modo de ingreso, se debe tener en cuenta que:

En un sistema residencial debe estar presente la autorización del juez


de menores, por lo tanto no pueden ingresar vía derivación institucional
o espontánea sin orden judicial.
Según leyes adecuatorias, se debe informar al juez cada seis meses la
evolución del caso, se sugiere egreso o ampliación de la medida por un
tiempo necesario de tratamiento.

Fase de ingreso (o de acogida)

La acogida es un momento determinante con niños, niñas y adolescentes. Se debe


planificar muy bien este primer encuentro. El que acompaña y el que recibe, de-
ben tener en cuenta que el sujeto pueda asegurarse que saca algo en claro y que lo
que se realizará en el futuro próximo, es útil para algo.

Conviene tener en cuenta, que se debe tener un espacio de acogida y atención


adecuado, un espacio que logre “enganchar” al sujeto. Se debe prescindir de
formalismos evidentes e intentar seguir su conversación, ya que lo que a niños,
niñas y adolescentes les preocupa, puede que no resulte interesante para los adul-
tos.

Una vez que la persona llega al centro residencial, se plantean dos objetivos fun-
damentales:

Recuperación o estabilización somática:

Recuperación del equilibrio biológico o continuación de la compensación


que ya ha sido propuesta en la modalidad previa.
Recuperación del ciclo de vida normal respecto a horarios, comidas,
higiene personal, etc. o mantenimiento de lo logrado en modalidades
previas.
Participación paulatina en las actividades básicas asociadas al funciona-
miento del centro.

Integración al centro y asunción de normas:

Visita del centro y de todas las instalaciones del mismo, a cargo de uno
o varios miembros del equipo.

187
Página
Acompañamiento: Seguimiento por parte de otro niño, niña o adoles-
cente que se encuentra en una fase más avanzada del programa. El
grupo es en todo momento el referente facilitador de la integración.
Participación en los diferentes aspectos de la vida del centro, trabajan-
do la concienciación del menor respecto a “su casa”. Intervención siste-
mática por parte de todo el equipo respecto a las normas de convivencia
y respeto mutuo y su trascendencia en la calidad de vida y bienestar de
todos los presentes.
Taller de integración o acogida: Explicación del programa educativo y
del reglamento de régimen interno.

Fase de consolidación

Esta fase representa el grueso del programa terapéutico integral y está orientada
a reforzar los factores de protección en el adolescentes ante un sinnúmero de
conductas de riesgos entre ella, el uso problemático de drogas, por lo cuál está
recibiendo tratamiento. Se trata de un periodo en el que se irán trabajando el
desarrollo y/o afianzamiento de competencias emocionales, cognitivas y
conductuales, con la clara orientación de potenciar los factores protectores en-
contrados a lo largo de todo el proceso de evaluación y de minimizar los factores
de riesgo que le llevan a la droga, la violencia, el conflicto, etc..

Los objetivos principales de esta fase son los siguientes:

Desarrollo de pautas de conducta respetuosa consigo mismo, con los demás


y con el entorno.
Desarrollo de habilidades sociales e interpersonales necesarias para reducir
el riesgo de sus patrones de consumo y fortalecer una relación adecuada
con sus grupos de referencia próximos.
Desarrollo de la autonomía y criterios de evaluación.
Gestión responsable y saludable del ocio y tiempo libre.
Educación compensatoria y/o formación profesional (programas de garan-
tía social o afines).

4. Fase de preparación para la salida

Consiste en preparar al menor para su futura derivación a otro recurso de la red o


a su medio familiar.

188
Página
Para ello se hace hincapié en la aplicación fuera del centro de lo trabajado
con el menor, para que pueda proseguir con la evolución de sus competen-
cias emocionales, cognitivas y conductuales. Se le acompaña por lo tanto
en las dificultades que le puedan surgir (miedos, búsqueda de amistades,
conocimiento de recursos, etc).

Para ello se hace mucho hincapié en los conceptos de prevención de recaí-


das, en la potenciación de sus capacidades, en las habilidades sociales y en
la autonomía.

Y se promueve de forma exhaustiva la coordinación con otros recursos de la


red, de los que el menor se pueda beneficiar (centros ambulatorios, recur-
sos de capacitación formación, asistencia y apoyo a las familias).

En resumen, en esta fase se pretende darle continuidad a su tratamiento, hacia


una modalidad ambulatoria y al apoyo más intenso de su familia (cuando está
presente) y del equipo psicosocial correspondiente.

Temporalización de la intervención

El tiempo del programa dependerá del proceso de recuperación y rehabilitación


realizado por el niño, niña o adolescente; proceso que a su vez dependerá de los
objetivos prefijados para cada fase de intervención en esta modalidad. Tiempo
estimado 8 meses a 1 año (como máximo).

Perfil del Equipo

Los integrantes del equipo deberán contar con las siguientes competencias:

Dominio del tema del consumo problemático de drogas (abuso y dependen-


cia).
Dominio del tema de infancia, adolescencia y desarrollo.
Dominio del abordaje del síndrome de abstinencia y sus consecuencias.
Dominio del abordaje de patologías asociadas al consumo problemático de
drogas (físicas y psíquicas), donde el diagnóstico es fundamental y el ma-
nejo de algunas de estas patologías es de leve a moderada complejidad.
Dominio de la incorporación de factores psicosociales intervinientes en este
fenómeno de consumo problemático en esta población.

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Página
Dominio de técnicas de acogida, de creación de un espacio de vínculo y de
técnicas motivacionales para esta población.
Flexibilidad y buena disposición a trabajar con el ámbito comunitario y en
especial con fuerte vínculo, con los equipos psicosociales y de intervención
ambulatoria de los proyectos de marginalidad.

Equipo Sugerido

Psiquiatra infanto-adolescente y/o adulto y/o médico con competencias


descritas.
Psicológo/a.
Asistente social.
Psicopedago/a.
Terapeuta ocupacional.
Enfermero/a.
Profesor/a de educación física.
Auxiliar paramédico.
Técnico en rehabilitación.
Otro profesional de salud mental u otro afín, de acuerdo a objetivos del
programa.

Intervenciones

Para el seguimiento y refuerzo de adhesión al tratamiento, se sugiere la consulta


de salud mental. Realizada por psicólogo/a, matrón/a, enfermero/a, asistente
social.

Dirigida a: niños, niñas y adolescentes y/o familiar y/o figura vincular significati-
va.

Para diagnosticar, indicar o modificar tratamiento farmacológico, nutricional o


somático en general, junto al seguimiento y refuerzo de adhesión al tratamiento,
se sugiere la consulta médica. Realizada por médico general o especialista, según
corresponda.

Dirigida a niños, niñas y adolescentes.

Para evaluación y diagnóstico psicológico, apoyo emocional y reforzamiento de


190
Página
i
habilidades psicológicas y sociales, e intervención en crisis, psicoterapia indivi-
dual, se sugiere la consulta psicológica. Realizada por psicólogo o psicóloga, y
dirigida a niños, niñas y adolescentes, familiares o figura vincular significativa.

Para realizar diagnostico psiquiátrico, indicar o modificar tratamiento, seguimiento


clínico, complementar diagnóstico y farmacoterapia, e intervención en crisis; se
sugiere la consulta psiquiátrica. Realizada por médico psiquiatra. Dirigida a: ni-
ños, niñas y adolescentes, familiares o figura vincular significativa.

Como complemento del diagnóstico clínico, en los ámbito cognitivo y de aprendi-


zajes, emocional y de personalidad, se sugiere el psicodiagnóstico, realizado por
psicólogo/a clínico con experiencia en pruebas proyectivas, el que se realizará en
niños, niñas y adolescentes del programa.

Frente a patología dental existente, se requerirá un tratamiento de odontológico


adecuado, a ser realizado en una consulta dental por un dentista. Dirigido a niños,
niñas y adolescentes del programa.

Frente al diagnostico e intervención de patología gineco-obstétrica, embarazo,


abuso sexual o infecciones de transmisión sexual y la eventual referencia a aten-
ción especializada; se sugiere una consulta realizada por matrona u otro especia-
lista a través de una derivación asistida y utilizando los recursos de la red.

Para apoyar vinculación y reforzar adherencia al tratamiento, además de reforzar


habilidades psicosociales se sugiere la intervención psicosocial de grupo, realiza-
do por psicólogo, asistente social, enfermera, técnico en rehabilitación supervi-
sado. Dirigido a: niños, niñas y adolescentes, padre y/o madre, figura vincular
significativa, familia.

Para evaluar condiciones psicosociales, motivación a tratamiento y apoyo a la red


social, rescate y reenganche al tratamiento, se sugiere como complemento la
visita de salud mental domiciliaria

Para evaluar condiciones ligadas a la inserción escolar, desescolarización, abando-


nos reiterados y generar las condiciones de reinserción se sugiere una visita de
salud mental escolar.

Para evaluar, apoyar y realizar un seguimiento de las condiciones de reinserción


laboral del adolescente en tratamiento se sugiere una visita de salud mental labo-
ral.

191
Página
A modo de trabajar habilidades personales (psicomotricidad, habilidades y des-
trezas manuales, funciones básicas, hábitos alimentarios, horarios habilidades
cognitivas, conductuales, afectivas, creativas), valores asociados al trabajo (res-
ponsabilidad, tolerancia a la frustración, constancia), se sugieren los talleres de
terapia ocupacional. Realizado por terapeuta ocupacional y apoyado por educado-
res.

A modo de favorecer habilidades personales, motivación, reinserción social y buen


uso del tiempo libre se sugieren salidas educativas y culturales, salidas recreati-
vas, actividades deportivas.

A modo de favorecer, la acogida del individuo en la unidad de desintoxicación, y la


coordinación y la derivación asistida del sujeto a otra modalidad de intervención;
se sugieren reuniones de coordinación, reuniones clínicas y de consultaría. Reali-
zadas por los equipo correspondientes.

A modo de favorecer el autocuidado del equipo es necesario establecer supervisiones


técnicas, reuniones de equipo que permitan mantener claridad y
complementariedad en los roles, confianza en el trabajo de si mismo y del otro,
establecer la contención metodológica y discutir y tener en claro las funciones
institucionales.

A continuación se describen algunas actividades en forma más detallada que for-


man parte de las acciones a realizar en el espacio residencial:

Intervenciones clínicas específicas

Psicoterapia individual:

Aplicación de intervenciones terapéuticas según modelo teórico específico y obje-


tivos de tratamiento. Dirigido a adolescentes.

Fundamentación

A través de la terapia psicológica individual, se pretende que el sujeto


descubra, reconozca y modifique los pensamientos, sentimientos y ac-
ciones de los que surgen algunos de sus problemas (emocionales,
conductuales y sociales), con el fin de favorecer su desarrollo
biopsicosocial que le permita obtener un mayor control de su vida.

192
Página
Objetivos

Favorecer el desarrollo integral del sujeto.


Descubrir los pensamientos, sentimientos y acciones que le generan
los problemas.
Reconocer los pensamientos, sentimientos y acciones que le gene-
ran los problemas.
Modificar los pensamientos, sentimientos y acciones que le generan
los problemas.
Lograr un mayor conocimiento de sí mismo.
Definir su identidad personal y social.

Psicoterapia grupal:

Aplicación de intervenciones terapéuticas según modelo teórico específico y obje-


tivos de tratamiento. La dimensión recreativo-deportiva, educativa y vincular
deberían estar presentes en estas intervenciones.

Dirigida a adolescentes

Fundamentación

Ofrecer un espacio terapéutico grupal donde se favorezca la


interiorización de la autoayuda, la cohesión grupal y el desarrollo de la
empatía.

Las terapias grupales se deberían organizar en relación a ciertas temá-


ticas tales como: integración social, habilidades sociales, de comunica-
ción y de expresión de emociones, desarrollo de autoestima y autoeficacia
y prevención de recaídas.

Objetivos

Favorecer la cohesión de grupo.


Desarrollar la empatía.
Fomentar la autoayuda.
Adquirir las habilidades sociales básicas.
Utilizar las habilidades sociales básicas.
Adquirir las habilidades básicas de comunicación.

193
Página
Adquirir habilidades básicas de conversación.
Aprender a comportarse asertivamente.
Manejar las habilidades de relación heterosocial.
Aprender habilidades de autoevaluación.
Identificar situaciones, pensamientos y estados emocionales de riesgo
para el consumo.
Aprender estrategias de afrontamiento emocionales, cognitivas y
conductuales.

Psicoterapia familiar y/o de pareja

Fundamentos

Este tipo de terapia, centra su actuación en el asesoramiento, interven-


ción y tratamiento a familias o parejas que lo necesiten. En las familias
con adolescentes usuarios de sustancias, no se busca la separación físi-
ca y se trabaja especialmente en que los padres ejerzan mecanismos de
control sobre el hijo reforzando límites y jerarquías.

Objetivos

Orientar y ayudar a solucionar las situaciones de conflicto o crisis por las


que pasa la pareja y/o la familia.

Áreas de actuación:

Crisis conyugal o de pareja, conflictos asociados a la ruptura de la convivencia,


crisis paterno-filiales, crisis de la familia extensa, problemas de comunicación.
Intervención en familia multiproblemas (violencia intrafamiliar, maltrato, etc.),
conflictos asociados al consumo en la familia.

Niveles de actuación:

Nivel terapéutico: elaborar nuevas pautas funcionales en la dinámica del sistema


familiar y de la pareja.

Nivel educativo: necesidad de una formación sistematizada y planificada de los


padres y los hijos para prevenir la aparición de problemas.

194
Página
Nivel de asesoramiento: potenciar las capacidades básicas del sistema familiar y
de pareja para adecuarlas a las necesidades de cada ciclo vital.

Es decir, se interviene en los tres niveles: individual, grupal y familiar, de manera


de abordar integralmente a la persona.

Intervenciones educativas

Como se mencionó anteriormente, la necesidad de incluir este tipo de interven-


ciones surge de la observada relación entre las experiencias de fracaso escolar y
la deserción y consumo de drogas. Así, no pretenden reemplazar la educación
formal del niño, niña o adolescente, sino proveer un apoyo que aumente las pro-
babilidades de éxito al enfrentarse a las exigencias de ese ambiente.

Intervenciones psicopedagógicas.

Nivelación y apresto escolar.

Fundamentación

Las clases de nivelación académica, dentro del programa, deben ser, en


la medida de lo posible, personalizadas y adaptadas a las necesidades
educativas de cada niño, niña y adolescente.

Objetivos:

Motivar respecto al valor de la formación para su presente y futuro.


Fomentar la adquisición de bases formativas orientadas a la incor-
poración laboral.
Ayudar a que el niño, niña o adolescente identifique sus dificultades
y potencialidades respecto a la formación.
Dotar al sujeto de hábitos de estudio y actitudes asociadas a éste.
Hacer valorar al individuo que cada nuevo aprendizaje incrementa
sus aprendizajes más complejos.
Fortalecer las relaciones interpersonales, en un ambiente escolar o
formativo normalizado.

Refuerzo escolar.

195
Página
Actividades de orientación a la capacitación e inserción laboral.

Intervenciones recreativas y culturales

Salidas educativo-terapéuticas

Fundamentación

Se plantean cuando el niño, niña o adolescente se encuentran en


espacio residencial.
Las salidas educativo-terapéuticas implican salidas periódicas del
menor a su residencial habitual, durante uno o varios días.
Son parte integrante del proceso educativo-terapéutico del menor
teniendo como base fundamental el que no pierda o vaya retomando
el contacto con su entorno social y/o familiar.
Se planifican teniendo en cuenta los objetivos propuestos por el
menor.

Objetivos

Retomar el contacto con su entono familiar y/o social.


Afianzar los aprendizajes adquiridos en el proceso educativo-tera-
péutico.
Restablecer las relaciones familiares y sociales de una forma más
adaptativa.
Crear nuevos vínculos sociorrelacionales adecuados a sus necesida-
des e intereses actuales.
Manejar el control de situaciones favorecedoras de consumo de sus-
tancias tóxicas.
Iniciar el contacto con recursos formativos y/o sociolaborales.
Conocer alternativas de ocio y tiempo libre saludables.
Gestionar adecuadamente el tiempo.

196
Página
Actividades culturales y de ocio

Fundamentación

Esta actividad va dirigida a conseguir la autonomía del niño, niña y


adolescente en la gestión de las salidas y/o en ampliar sus aficiones.
Estas salidas, tanto en espacio ambulatorio como residencial, se carac-
terizan por su variedad en el componente lúdico y/o cultural.

Objetivos:

Trabajar las habilidades sociales y de comunicación.


Conocer otras alternativas de ocio saludables.
Conocer la oferta cultural y de ocio del entorno más cercano.
Aprender a controlar situaciones de riesgo mediante la ayuda del educa-
dor.
Aprender a gestionar el dinero.
Aprender a gestionar el tiempo de ocio.
Aprender a evaluar la satisfacción-no satisfacción, en el ámbito del ocio.

Actividades deportivas

Fundamentación

Las actividades deportivas tienen como finalidad el desarrollo de la sa-


lud física y mental.

El deporte es, además, generador de hábitos saludables y buenas prác-


ticas sociales, siendo importante que los niños, niñas y adolescentes lo
identifiquen como un factor de protección frente al consumo de sustan-
cias tóxicas.

Objetivos

Conocer otras alternativas de ocio y tiempo libre saludables.


Mantener hábitos de higiene y buena salud física.
Establecer otro tipo de relaciones en espacios recreativos y saludables.
Gestionar su propio deporte.
Disfrutar del deporte y del trabajo en conjunto.

197
Página
j
Intervenciones de capacitación

Actividades ocupacionales

Fundamentación

Las actividades ocupacionales son imprescindibles, especialmente en


niños, niñas y adolescentes que se presentan la mayoría de las veces
muy desestructurados, sin hábitos y con muy poca motivación.

Objetivos generales

En un primer momento las actividades ocupacionales sirven para con-


tener al sujeto, manteniéndolo ocupado e implicado.
Por otro lado están orientadas a la preparación para la reinserción
socio-laboral.

Los puntos centrales a obtener en estas actividades son:

Aprender a planificar, organizar y desarrollar su trabajo (tiempo, es-


pacio, herramientas, etc.).
Responsabilizarse de todo el proceso relacionado con el trabajo.
Aprender a tener un comportamiento adecuado durante el trabajo.
Valorar sus potencialidades y limitaciones.

Objetivos específicos

Ejercer la contención metodológica.


Interiorizar las normas básicas de convivencia social a través del
trabajo en grupo.
Trabajar el autoconocimiento, el autocontrol y la autonomía.
Aprender metodologías, procesos y procedimientos.
Conocer la dimensión cultural y social de una actividad ocupacional/
profesional.
Generar una concepción estructurada del tiempo y de su uso.
Adquirir hábitos relacionados con el trabajo y la formación.
Desarrollar habilidades sociales y de comunicación.
Ofrecer alternativas ocupacionales que le puedan orientar hacia un
futuro formativo y profesional.
Reconocer las propias cualidades y potencialidades en el trabajo.

198
Página
Los talleres ocupacionales

Fundamentación

Los talleres ocupacionales equivaldrían a las materias de educación ar-


tística y física y las actividades extraescolares de la educación formal.

Se trabajan tanto habilidades personales (psicomotricidad, habilidades


y destrezas manuales, cognitivas, conductuales, afectivas, creativas),
habilidades de estudio (concentración), valores asociados al trabajo (res-
ponsabilidad, tolerancia a la frustración, constancia), alternativas para
el buen uso del ocio.

Objetivos

Complementar la formación del sujeto a través de actividades manua-


les, artísticas, así como fomentar hábitos de trabajo.
Desarrollo de la Creatividad.
Ofrecer a los chicos y chicas, alternativas de ocio y tiempo libre.
Exploración y Desarrollo de las destrezas psicomotrices, a través de ac-
tividades manuales, artísticas, etc..
Fomentar las relaciones interpersonales y el control emocional.

Intervenciones de vinculación, reinserción y motivación

Tutorías

Está a cargo del o los tutores que trabajan directamente con el niño, niña
y adolescente.

Fundamentación

En las tutorías se procede al diseño, seguimiento y evaluación del pro-


yecto terapéutico integral (PTI).
Es un espacio privilegiado de reflexión, análisis y evaluación del proyec-
to educativo individualizado.
Durante las tutorías se contrasta información, se marcan objetivos y se
realiza una programación individual.
Este espacio de atención individual está así mismo orientado a generar

199
Página
implicación y motivación al sujeto en su proyecto educativo, demos-
trándole apoyo y refuerzo respecto de sus logros.
Se realizan con una frecuencia semanal o quincenal según los casos.

Objetivos

Crear un espacio de reflexión, análisis y evaluación (PTI).


Realizar una reflexión personal estructurada.
Contrastar información.
Programar y evaluar los objetivos del (PTI).
Programar individualmente.
Simular situaciones problemáticas o de riesgo.
Llamar la atención del sujeto respecto a sus dificultades de logro.
Conocer las inquietudes y expectativas del sujeto.
Escuchar las preocupaciones, dudas, etc. respecto a su PTI.
Implicar-motivar-reforzar al individuo en su proyecto integral.

Actividades de prevención de recaídas

Permiten al adolescente, principalmente, aprender a reconocer los sig-


nos tempranos de la recaída y desarrollar estrategias de evitación y
enfrentamiento que pongan en juego nuevas habilidades o refloten ha-
bilidades perdidas, a fin de evitar que aquellas acontezcan.

Las técnicas a implementar deben adecuarse a las características de la


adolescencia y de los adolescentes en tratamiento. El modo de presen-
tación debe ser accesible y entretenido. En lo concreto, las técnicas
deben permitir trabajar la detección de señales de riesgo de recaídas, la
identificación de pautas de pensamiento y sentimientos que pueden ser
disparadores o precursores del proceso de recaída y la elaboración de
estrategias de enfrentamiento para evitar la recaída.

El juego y el humor son herramientas indispensables a la hora de evaluar


riesgos de recaídas y discutir modos de enfrentar los mismos de manera
eficaz.

Las dramatizaciones de situaciones vividas o por vivir que pueden des-


embocar en un retorno al consumo de sustancias, permiten ubicar al
joven in situ, y tornan evidentes los riesgos, las dificultades y las posi-
bilidades de acción, desbaratando el arsenal de racionalizaciones y jus-
tificaciones encubridoras del deseo de consumir.
200
Página
Modalidad de atención
en Unidad de Desintoxicación

Fundamentos

Las modalidades de desintoxicación residencial, deben ofrecen servicios residen-


ciales a pacientes intoxicados en alto riesgo de recaída y/o sufriendo un síndrome
de abstinencia que requirieren de un ambiente terapéutico altamente estructura-
do y con supervisión clínica continua, las 24 horas al día. Esta modalidad de servi-
cios, persigue aliviar los síntomas de abstinencia y de retiro de sustancias, redu-
cir el deseo urgente del uso de estas, normalizar el balance bioquímico del cuerpo
y las funciones fisiológicas y normalizar paulatinamente y en forma menos inten-
sa, las funciones cognitivas, emocionales y sociales. Los servicios son prestados
por un equipo clínico adecuadamente entrenado en los procesos de desintoxicación
asistida, con el uso de fármacos. En el caso de niños, niñas y adolescentes, ésta
debe estar enmarcada en el contexto institucional de protección, contención y
facilitación de su desarrollo integral.

Propósito

Ofrecer asistencia terapéutica de alta complejidad e intensidad, a niños, niñas y


adolescentes que presentan síntomas de dependencia y/o síndrome de abstinen-
cia, por lo tanto, que requieran de un proceso de desintoxicación; y que no ha sido
posible esta intervención o no se ha logrado una suficiente eficacia en espacios
ambulatorios de moderada intensidad (CAI) o bien de alta intensidad (Centro de
día o residencial) de cuidados.

Objetivo General

Implementar una modalidad de atención para niños, niñas y adolescentes que


presenten síntomas de dependencia y/o síndrome de abstinencia y sus conse-
cuencias, en espacio terapéutico cerrado, de alta complejidad e intensidad para
el desarrollo de un proceso de desintoxicación.

201
Página
Objetivos Específicos

Responder integradamente en la atención de niños, niñas y adolescentes


que presentan síntomas de dependencia y/o síndrome de abstinencia, que
requieren asistencia y que acceden directamente al programa o sean deri-
vados por otros organismos o instancias de la red.
Diagnosticar y tratar los síntomas de dependencia y/o de síndrome de abs-
tinencia y sus consecuencias, y la comorbilidad psiquiátrica existente.
Apoyar, asesorar y cooperar con los equipos ambulatorios y residenciales
que trabajan con estos niños, niñas y adolescentes, en relación a la
drogodependencia y la prevención de recaídas.
Capacitar a los equipos que se encuentran abordando la problemática de
drogas, en aspectos terapéuticos de competencias específicas, y su coordi-
nación con el programa de desintoxicación.
Contactar, apoyar e incluir a la familia en todo el proceso de desintoxicación,
a modo de obtener información y lograr adherencia en el proceso.
Articularse y participar en red con otros programas de tratamiento y reha-
bilitación de menor complejidad e intensidad de la red sanitaria pública y
privada y con otros organismos de las redes sociales, comunitarias, educa-
tivas, psicosociales, etc. que trabajan con esta población.
Proporcionar un espacio protección y de contención que garantice la efica-
cia de las intervenciones terapéuticas realizadas con el niño, niña y adoles-
cente.
Adoptar las medidas correspondientes, con relación a situaciones de urgen-
cia, en forma inmediata y de manera eficaz.
Derivar a la modalidad de atención residencial-ambulatoria, lo antes posi-
ble, en la medida del avance del tratamiento y de las condiciones del pa-
ciente.

Fases de Intervención

Fase de pre - ingreso

Esta fase es esencial, en cuanto a que permite al equipo realizar una valoración
general de las características del niño, niña o adolescente que requiere la aten-
ción en una unidad de desintoxicación, los motivos de la derivación y las posibili-
dades de asistencia integral durante su estadía en la unidad, teniendo en cuenta
dos premisas fundamentales:

202
Página
Valoración del caso del niño, niña o adolescente, cuyo ingreso se pro-
pone al equipo de desintoxicación, tomando en cuenta, su estado físico
general, las consecuencias provocadas por el consumo de sustancias, la
intensidad de la sintomatología provocada por estas consecuencias, la
intercurrencia de patología psiquiátrica aguda o crónica y, por último,
su situación social.

Valoración del ingreso del niño, niña o adolescente, teniendo en cuenta


el grupo de chicos y chicas que ya se encuentran ingresados en proceso
de desintoxicación.

Para ello se procede a realizar:

Reunión de coordinación con equipo ambulatorio o instancia de la red,


que está planteando la necesidad de desintoxicación.
Coordinación y contacto con familiar y/o figura vincular significativa.
Revisión y valoración de diagnóstico psicosocial previo y situación clíni-
ca preexistente.

La familia o familiar responsable deberá firmar un consentimiento informado,


para el ingreso del sujeto a la unidad de desintoxicación, a modo de autorizar las
intervenciones tanto clínicas como de apoyo social, que se realizarán con el indi-
viduo. Si ella no se encontrara presente, al igual que en la modalidad residencial,
se debe contar con la autorización del juez de menores, por lo que no pueden
ingresar vía derivación institucional o espontánea sin orden judicial.

Fase de desintoxicación

Fundamento

El niño, niña o adolescente ingresa en condiciones de alto riesgo tanto somático


como psíquico, por lo cuál requerirá compensar aspectos somáticos básicos como
nutrición e hidratación, además de recuperarse de síntomas de dependencia, sín-
drome de abstinencia o patología psiquiátrica que es consecuencia del consumo
de sustancias.

203
Página
Objetivo principal de la fase:

Abordaje inmediato de los síntomas de dependencia y/o síndrome de abstinencia.

Abordaje inmediato de situaciones clínicas de riesgo somático (deshidratación,


desnutrición, etc)

Principales acciones:

Uso de fármacos.
Uso contención estructural y contención metodológica.
Función contenedora y protectora institucional.
Recuperación nutricional (reanimación).
Tratamiento de patologías somáticas agudas y eventual psicopatología de-
tectada.
Derivación asistida a centro asistencial de especialidad si se requiere (ser-
vicios de urgencias, entre otros).
Contacto con la familia.

Fase de incorporación y adaptación

Fundamento

Una vez que el sujeto se encuentre compensado de sus dificultades somáticas y


psíquicas agudas, la recuperación continuará en un contexto en que se necesita su
incorporación y adaptación paulatina a la unidad en la que ha ingresado, pudiendo
trabajar aspectos básicos de aseo, alimentación, incorporación de reglas y nor-
mas, relaciones con pares y con equipo tratante, además de iniciarse en ciertos
aspectos del autocuidado.

Objetivo principal de la fase:

Trabajar estrategias favorecedoras de la inserción psicosocial.

204
Página
Principales acciones:

Trabajo en funciones normativas básicas: hábitos de aseo, hábitos de ali-


mentación, orden, reglas, autocuidado, relaciones interpersonales.
Juego y recreación.
Ejercicio físico adecuado.
Consolidación de un vínculo terapéutico, en una continuidad de cuidados y
como parte de un itinerario.
Manejo de psicopatología existente.
Actividades relacionadas a la prevención de recaídas.
Contacto, acompañamiento y visitas familiares.

Fase de preparación a continuar en el itinerario

La desintoxicación y la compensación somática, ya se ha realizado. Esta recupe-


ración, ha sido sostenida y paulatina considerando aspectos somáticos, psicológi-
cos y sociales. Se ha favorecido y motivado al sujeto a mantenerse en un contex-
to de protección y cuidados. Por lo tanto, es necesario trabajar la continuación del
itinerario de intervención, en otro espacio o modalidad que pueda ahondar con
mayor profundidad las potencialidades y los déficits del sujeto que permitirán una
reinserción biopsicosocial más adecuada. Por lo tanto, se requerirá trabajar
cognitiva y emocionalmente la partida del menor, en un proceso de acompaña-
miento en que se coordinará el equipo tratante de la unidad de desintoxicación (o
parte de él) y el equipo tratante que continuará la asistencia en este itinerario de
intervención.

Objetivo principal de la fase:

Trabajar con el niño niña o adolescente, y su familia o figura vincular significati-


va, en el entendimiento del itinerario de intervención, tomando aspectos cognitivos,
emocionales y relacionales.

Coordinación con modalidad de intervención siguiente y preparación de la deriva-


ción asistida.

Principales acciones:

Continuar funciones básicas.


Juegos y recreación.

205
Página
Hábitos horarios.
Patrones de sueño y alimentación establecidos.
Continuar manejo de patología somática adecuada, al igual que
psicopatología detectada.
Intervenciones educativas en relación al itinerario de intervención.
Actividades relacionadas a la prevención de recaídas.
Contacto y asistencia con el equipo que continúa en el itinerario, a través
de reuniones de coordinación o visitas del sujeto al nuevo equipo o progra-
ma.
Contacto, acompañamiento y visitas familiares.

Temporalización de la Intervención

La permanencia en la unidad de desintoxicación tiene una duración de 20 a 30


días como máximo.

La duración de cada fase en particular, será de acuerdo al PTI de cada sujeto.

Intervenciones

Para el seguimiento y refuerzo de adhesión al tratamiento, se sugiere la consulta


de salud mental. Realizada por psicólogo/a, matrón/a, enfermero/a, asistente
social.

Dirigida a: niños, niñas y adolescentes y/o familiar y/o figura vincular significati-
va.

Para diagnosticar, indicar o modificar tratamiento farmacológico, seguimiento y


refuerzo de adhesión al tratamiento, se sugiere la consulta médica. Realizada por
médico general o especialista, según corresponda.

Dirigida a niños, niñas y adolescentes.

Para evaluación y diagnóstico psicológico, apoyo emocional y reforzamiento de


habilidades psicológicas y sociales, e intervención en crisis se sugiere la consulta
psicológica. Realizada por psicólogo o psicóloga, y dirigida a niños, niñas y ado-
lescentes, familiares o figura vincular significativa.

Para realizar diagnostico psiquiátrico, indicar o modificar tratamiento, seguimiento

206
Página
clínico, complementar diagnóstico y farmacoterapia, e intervención en crisis; se
sugiere la consulta psiquiátrica. Realizada por médico psiquiatra. Dirigida a: ni-
ños, niñas y adolescentes, familiares o figura vincular significativa.

En caso de ser requerido, como complemento del diagnóstico clínico se sugiere el


psicodiagnóstico, realizado por psicólogo/a clínico, el que realizará en niños, ni-
ñas y adolescentes del programa

Frente a una urgencia dental se requerirá un tratamiento de urgencia y referencia


adecuada, a ser realizado en una consulta dental por un dentista. Dirigido a niños,
niñas y adolescentes del programa.

Frente al diagnostico e intervención de patología gineco-obstétrica, embarazo,


abuso sexual o infecciones de transmisión sexual y la eventual referencia a aten-
ción especializada; se sugiere una consulta realizada por matrona.

Para apoyar vinculación y reforzar adherencia al tratamiento, además de reforzar


habilidades psicosociales se sugiere la intervención psicosocial de grupo, realiza-
do por psicólogo, asistente social, enfermera, técnico en rehabilitación supervi-
sado. Dirigido a: niños, niñas y adolescentes, padre y/o madre, figura vincular
significativa, familia.

Para evaluar condiciones psicosociales, motivación a tratamiento y apoyo a la red


social, rescate y reenganche al tratamiento, se sugiere como complemento la
visita de salud mental domiciliaria.

A modo de trabajar habilidades personales (psicomotricidad, habilidades y des-


trezas manuales, funciones básicas, hábitos alimentarios, horarios habilidades
cognitivas, conductuales, afectivas, creativas), valores asociados al trabajo (res-
ponsabilidad, tolerancia a la frustración, constancia), se sugieren los talleres de
terapia ocupacional. Realizados por terapeuta ocupacional y apoyados por educa-
dores.

A modo de favorecer la acogida del individuo en la unidad de desintoxicación, y la


coordinación y la derivación asistida del sujeto a otra modalidad de intervención,
se sugieren reuniones de coordinación, reuniones clínicas y de consultoría. Rea-
lizadas por los equipos correspondientes.

A modo de favorecer el autocuidado del equipo, es necesario establecer


supervisiones técnicas, reuniones de equipo que permitan mantener claridad y

207
Página
complementariedad en los roles, confianza en el trabajo de si mismo y del otro,
establecer la contención metodológica y discutir y tener en claro las funciones
institucionales.

Equipo

Técnico en rehabilitación.
Enfermera.
Asistente social.
Psicólogo.
Terapeuta ocupacional.
Psiquiatra.
Profesor de educación física.
Manipulador de alimentos.

Se sugiere contar con la coordinación expedita o apoyo de médico general (pato-


logías somáticas), matrona, dentista y ciertos servicios de especialidad, en caso
de requerirlo (servicio de urgencia u otras especialidades).

Se hace indispensable la coordinación con la red asistencial de salud que ha refe-


rido al niño, niña o adolescente; por lo general, equipo ambulatorio. En caso de no
haber sido derivado de algún equipo ambulatorio del sector o la comuna, se debe-
rá hacer contacto con el equipo al que se derivará, a modo de favorecer y asegurar
el seguimiento en el itinerario de intervención y la eventual referencia asistida
junto a sus familiares o figuras vinculares.

208
Página
Adherencia al tratamiento

La literatura con respecto a este tópico es escasa. Sin embargo, se aborda al


considerar principios, enfoques, métodos y eficacia del tratamiento. En los estu-
dios realizados en adultos, los principales predictores de adherencia incluyen un
conjunto de variables demográficas, familiares y relativas a los programas.

Spooner y cols. (1996) resumieron los factores más estrechamente ligados a la


adherencia en el tratamiento: edad, nivel de educación, tipo de psicopatología (p.
ej. depresión), grado de apoyo de la familia y de los amigos, nivel de abuso previo
de drogas, condiciones de vida (estables o inestables). Además, existirían cierto
número de elementos pertenecientes a los programas de tratamiento (en adultos)
y que estarían asociados a la adherencia: revisión y valoración continua del proce-
so, atención a los problemas psicológicos, atención a las necesidades de la fami-
lia, atención individual y mayor atención a pacientes más nuevos (en residencial)
(Condelli y de-Leon, citados en Spooner y cols., 1996).

En una recopilación de opiniones dadas por el personal que trabajaba con adoles-
centes, Miller, que es citado en Spooner (1996), identificó ciertos elementos de un
programa con una mayor probabilidad de adherencia por parte de los sujetos.
Estos elementos incluían altos niveles de apoyo a la espontaneidad del joven,
apoyo a la actividad y al desarrollo de la autonomía del paciente, una orientación
práctica y personal a la solución de los problemas y estímulo constante a la expre-
sión de sus sentimientos. También se señalaron: un nivel razonable de orden y
organización, la claridad del programa y el control del personal (destinado a ga-
rantizar la seguridad de los pacientes). Un entorno seguro se indicó como un
predictor de adherencia a largo plazo.

Schonberg (1996) observó la importancia de una cuidadosa adaptación del trata-


miento en consumo problemático de sustancias, al sujeto, a modo de facilitar su
adherencia. El tratamiento de los pacientes debe suponer, por lo tanto, una valo-
ración y una ponderación de factores múltiples, como el nivel de toxicidad, los
efectos de un abandono del consumo y la consideración de problemas médicos,
interpersonales y ambientales.

Como el éxito de los resultados a menudo depende de que la persona se mantenga


dentro del tratamiento suficiente tiempo para poder recibir todos los beneficios,
209
Página
las estrategias para retener a un individuo dentro del programa constituyen un
elemento clave del tratamiento (NIDA, 2001).

El hecho de que el sujeto de atención se mantenga dentro del tratamiento depen-


de de factores asociados tanto con el individuo como con el programa. Los facto-
res asociados a la persona, que influyen su decisión de entrar y mantenerse den-
tro del tratamiento, incluyen la motivación que tenga para cambiar su comporta-
miento de uso de drogas, el grado de apoyo de la familia y de las amistades, y el
grado de presión que sienta por parte del sistema de justicia criminal, de los
servicios de protección infantil, del trabajo o de la familia para mantenerse den-
tro del tratamiento. Dentro del programa los consejeros exitosos son los que lo-
gran establecer una relación terapéutica positiva con el individuo. El consejero
debe asegurarse de que se establezca un plan de tratamiento y que el mismo sea
seguido para que la persona sepa lo que debe esperar durante éste. Durante el
período de tratamiento el usuario debe tener acceso a servicios médicos, psiquiá-
tricos y sociales.

Ya que algunos problemas individuales (tales como una enfermedad mental seria,
el uso severo de la cocaína y conexiones criminales) aumentan la probabilidad de
que un paciente termine prematuramente el programa, es posible que se requie-
ran tratamientos intensivos con una variedad de componentes para retener a los
usuarios que tienen estos problemas. El terapeuta debe asegurarse de que exista
una transición a cuidados continuos o "terapia de convalecencia" después de que
el paciente termine el tratamiento formal.

A juicio de expertos con mucha experiencia en el ámbito de la ejecución de pro-


gramas en adolescentes, existirían ciertos factores a tener en cuenta en el segui-
miento de los tratamientos instaurados, que aumentan o disminuyen la adheren-
cia en éstos.

Estos factores serían los siguientes:

Recursos individuales: estilo cognitivo con mayores recursos.


Resonancia afectiva, capacidad de vínculo, tolerancia a la frustración, es-
tilo de vinculación con pares y autoridad, capacidad de espera. Proyección a
futuro.
Figura vincular significativa, disponible e integrada al proceso.
Información entregada respecto del tratamiento: oportuna, en la cantidad
adecuada, no atemorizante.
Programa de atención con un modelo comprensivo del adolescente: exis-

210
Página
tencia de equipos flexibles, dinámicos, integrales, con trabajo de motiva-
ción constante. Equipo empático, no desafiante ni centrado en la evalua-
ción.
Construcción de objetivos del tratamiento en conjunto con el adolescente.
Programas centrados más en el otorgamiento o búsqueda de sentido.
La existencia de un acompañamiento terapéutico real.
Oferta terapéutica diversificada con espacios protectores de fin de sema-
na.
Dispositivo grupal: rector en el tratamiento, con claro encuadre terapéuti-
co, que posibilite el trabajo de individuación y autonomía.
Organizaciones sociales comprometidas con los adolescentes y funcionando
en red. Con recursos adecuados, protectores y que den efectivamente solu-
ción a las dificultades. Comunidad organizada, informada respecto a la
efectividad de los tratamientos.

En la medida que se consideren estos factores estaremos más atentos a estimular


la adherencia en los tratamientos de niños, niñas y adolescentes.

Evaluación:
Indicadores
A pesar de que la reducción del consumo de drogas sigue siendo un indicador
importante del éxito en un tratamiento, existirían otras variables que pudieran
ayudarnos en esta evaluación (Janet Currie, 2001):

Mejoría en la calidad de vida del paciente, por ejemplo, estado de salud.


Una autovaloración más positiva por parte del paciente.
El logro de los resultados establecidos por el paciente, con la capacidad
para alcanzar metas autodeterminadas en una variedad de áreas de la vida.
Mejoría del conocimiento sobre el impacto de las drogas.
Menor implicación en causas delictivas.
Inserción escolar y una mejoría en la capacidad de funcionamiento en los
centros educativos.
Satisfacción del cliente con respecto al programa.
Asistencia a tratamiento y cumplimiento del mismo.

211
Página
Capacidad para funcionar en muchas áreas de la vida (pares, escuela, fa-
milia, etc.).
Capacidad para reducir los peligros o riesgos de las drogas y autoprotegerse.
Mejoría en las relaciones familiares.

Por otra parte, Carmen Arbex (2002), en la “Guía de intervención en menores y


consumo de drogas”, plantea la necesidad de llevar a cabo un adecuado segui-
miento y evaluación de la intervención, para lo cual sugiere recoger una serie de
datos en forma sistemática sobre las actuaciones que se realizan y, para ello,
propone una serie de indicadores de evaluación. A partir de estos indicadores, se
deben construir instrumentos de registro que puedan adecuarse a las necesidades
de los equipos, permitiendo, a la vez, recoger información relevante y estandarizada,
de manera de ser utilizada para mejorar los programas y las políticas de trata-
miento a nivel nacional.

Para intervenciones preventivas del tipo selectivas Arbex plantea los siguientes
indicadores:

Trabajo realizado con grupos de menores (Nº de grupos, características de


los grupos, vía de capacitación, etc.).
Trabajo realizado con grupos de menores en contextos educativos.
Trabajo con entidades y recursos comunitarios.
Seguimiento individual de menores en situación de riesgo (menores nue-
vos, derivados, reiniciados en el trabajo, etc.).

Por otro lado, para intervenciones preventivas del tipo indicada, sugiere el regis-
tro caso a caso (casos nuevos, casos derivados, casos reingresados, abandonos,
etc.).

Todos estos elementos descritos muestran el desafío al cual se debe enfrentar


quienes deseen hacer diagnóstico e intervención en población de niños, niñas y
adolescentes con consumo problemático de sustancias.

La Construcción de un Modelo comprensivo evolutivo, pertinente e integral es la


meta a seguir, a modo de ver, comprender y tener la posibilidad de actuar frente
a un fenómeno como el consumo de sustancias, en un sujeto en desarrollo y tan
dependiente del contexto.

212
Página
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