los siguientes: Toma de Pisagua, batalla de San Francisco y la gran batalla de Tarapacá. La primera se realizo el 2 de noviembre, la segunda el 19 de noviembre, y la tercera el 27 de noviembre de 1879. Luego de la batalla de San Francisco nuestras fuerzas se replegaron hacia Tarapacá con el objeto de que una vez repuestas pudieran continuar su marcha hacia Arica para así poder comunicarse con el resto de fuerzas nacionales. Sin embargo, los chilenos al tener noticias de que nuestros defensores habían hecho alto y se encontraban descansando, resolvieron atacarlos por sorpresa. Al efecto, al despuntar el alba del 27 de noviembre hicieron su aparición en los altos de la hondonada que asienta a Tarapacá. El jefe de la plaza, coronel Belisario Suárez dictó lo conveniente para la defensa y, de este modo, nuestros escuadrones comandados por el Mariscal Andrés A. Cáceres se lanzaron, resueltamente, al ataque haciéndolo con tal ímpetu que, pese a que el enemigo había formado en semicírculo, sobrepasaron sus líneas, apoderándose de varias piezas de artillería y poniendo en fuga precipitada a los militares chilenos que huían desorganizadamente. Esta batalla simplificó la heroicidad de todos nuestros bravos defensores, y uno de los hechos más gloriosos de nuestra historia patria, porque encierra el más extraordinario ejemplo de valentía y sacrificio, encabezada por la figura preclara de Andrés A. Cáceres.