Introducción
El tema de las políticas públicas relacionadas con la niñez enfrenta una enorme necesidad
de replanteamiento no sólo por la compleja problemática en la que se encuentran niñas y
niños mexicanos, sino también por la coyuntura presente atravesada por al menos dos
situaciones:
• En el plano nacional los cambios en la estructura del poder público, que al parecer
alcanzan una profundidad inédita, imponen una reflexión sobre las características
que deberá asumir la política pública en prácticamente todos los campos de la vida
del país y por ende tocan el tema de la niñez. Más allá de los logros que de manera
inmediata ocurran a partir de estos cambios, se presenta la oportunidad de pensar
estrategias para resolver los diversos problemas sociales desde una perspectiva de
largo plazo a partir de una nueva correlación de las fuerzas políticas en México. Así,
pensar la política pública se impone como una tarea necesaria para los actores
involucrados en ésta desde los ámbitos tanto federal, como municipal y local.
• En el plano internacional los organismos de este ámbito están trabajando en la
construcción de nuevos acuerdos que comprometan las políticas públicas a escalas
tanto mundial como regional. Para el caso de la infancia quizá el acuerdo más
relevante lo constituirá la sesión especial de la Naciones Unidas que se realizará en
Nueva York en el año 2001 y que definirá los nuevos compromisos en materia de
política pública de parte de los Estados miembros en el tema de la niñez. Sin
embargo este tema también aparece en otras agendas incluso de carácter regional,
como la Cumbre de las Américas que celebrará la OEA. Cada uno de estos eventos
significan compromisos para el Estado mexicano cuya relevancia dependerá del
grado de articulación de los acuerdos en estos ámbitos con las necesidades a nivel
nacional.
De ahí que sea necesario reflexionar sobre las bases a partir de las cuales es necesario
construir la política pública desde una perspectiva de corto y largo plazo.
sino que durante este período ha sido prácticamente escaso el análisis de sus implicaciones
para la política pública por parte de quienes toman decisiones en este ámbito y, en
consecuencia su aplicación como acuerdo de carácter internacional no ha afectado de
manera sustancial y positiva las condiciones de vida de niñas y niños en México.
El presente documento intenta, en primera instancia, analizar algunas de las razones por
las cuales – a pesar de ser un acuerdo vigente, la CIDN no ha logrado afectar de manera
sistemática las políticas públicas en México para así revalorar el papel que este acuerdo
tiene para su diseño frente a la coyuntura actual. Luego de este análisis trataremos de
proponer algunos momentos y condiciones básicas para generar políticas públicas
inspiradas desde la visión de la Convención para, finalmente, sugerir algunas prioridades
que deberían de estar presentes en las agendas políticas que se construyan en este proceso.
Durante toda ésta década diversas organizaciones que desarrollamos programas específicos
a favor de la infancia más vulnerable en nuestro país, hemos insistido desde variadas
iniciativas y espacios, en la necesidad de un análisis de estas características. La experiencia
alcanzada en la atención directa a la problemática de este sector de población nos anima a
pensar que es posible lograr una calidad de vida mucho mejor para la niñez, por lo en
nuestra trayectoria existen numerosas propuestas que se orientan en este sentido. La
coyuntura citada no hace más que animarnos en esta tarea en la que no dejaremos de
insistir.
Con todo y que la CIND ha contribuido a numerosos avances en los planos nacional e
internacional para reflexionar y diseñar acciones en beneficio de la niñez, podemos decir
que en México – como ha ocurrido en otros países, la Convención no ha tenido un impacto
orgánico y fundamental en las políticas públicas que afectan a la infancia y, por ende, nos
encontramos (como muestran numerosos estudios oficiales) lejos de poder garantizar el
cumplimiento pleno de los derechos establecidos en dicho acuerdo internacional.
Sin embargo, es cada vez más claro que la CIDN puede y debe de convertirse en un
elemento estructurante de las políticas públicas dirigidas a la infancias, en la medida que
ofrece una abundante riqueza de elementos para superar las acciones asistencialistas y de
corto alcance pero sobre todo para considerar el desarrollo de la infancia como una apuesta
estratégica para el desarrollo de sociedad en su conjunto.
Para establecer una correspondencia de las CIDN como eje estructurante de la política
pública, es necesario primero analizar algunas de las razones por las que esta relación no ha
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existido a pesar de 10 años de su existencia. Entre las razones por las que podemos explicar
esta falta de correspondencia entre la visión expresada dentro de la CIDN y las políticas
públicas en México, nos interesa señalar algunas fundamentales.
Las políticas públicas se orientan de acuerdo a la legislación vigente, los gobiernos locales y
federal deben de inscribir sus acciones hacia la niñez a partir del marco que les da origen y
que los regula. Si bien la CIDN es considerada Ley suprema de toda la Unión de acuerdo al
artículo 133 constitucional, esta debería de estar presente tanto en la Constitución como en
los diversos ordenamientos legales que de la misma emanan a fin de normar con mayor
exactitud las garantías establecidas tanto en la Constitución como en la Convención y
otros tratados internacionales relacionados al ámbito de la infancia.
Durante los 10 años de vigencia de la CIDN en nuestro país los marcos legales no sólo se
vieron limitados frente a la misma, sino que mantuvieron numerosas contradicciones que
pusieron en riesgo el respeto de los derechos de la infancia y alimentaron políticas públicas
poco eficaces para garantizarlos.
Resulta obvio observar que el escaso tiempo de vigencia de estas reformas no ha dado pié
aún a nuevos planteamientos en materia de política pública. De ahí que una de las tareas
fundamentales será el análisis de las implicaciones de este nuevo marco legal en la política
pública en los ámbitos tanto federal y como estatales, sobre todo de parte de quienes serán
responsables de su aplicación en el próximo período de gobierno.
Pero lo más preocupante, como hemos señalado en otros espacios, es que este nuevo marco
legal presenta serias limitaciones y contradicciones frente a la Convención, que siguen
poniendo en riesgo la posibilidad real de su aplicación. De manera concreta, la legislación
recién aprobada no establece serios compromisos en materia de política pública y del gasto
asignado al cumplimiento de los derechos.
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De ahí que resulta fundamental fortalecer el marco vigente de manera que genere las
condiciones apropiadas para el cumplimiento y respeto de los Derechos, sobre todo en
materia de política pública.
La política pública desarrollada por el gobierno mexicano a nivel federal durante estos
últimos 10 años de vigencia de la Convención se ha encontrado enmarcada dentro de
algunos instrumentos básicos: las Metas de la Cumbre Mundial a favor de la Infancia
(establecidas en 1990), el Plan Nacional de Desarrollo y el Plan Nacional de Acción a favor
de la Infancia (ambos con vigencia en su último período que va de 1995 al 2000).
Como lo explica el representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia en
México (UNICEF), Bern Assen, las metas establecidas en la Cumbre de 1990 a nivel
mundial no correspondieron a los principios establecidos en la CIDN de 1989. Esto fue así,
según explica el funcionario del organismo internacional, debido a que el proceso de
elaboración de las Metas corrió paralelo al de la Convención. Dicho de otra forma las Metas
de la Cumbre no reflejan de manera cabal la nueva visión de la infancia que aporta la
Convención y que es enriquecedora sobre todo para la política publica.
De entre los varios resultados de esta separación de procesos podemos señalar que en las
Metas de la Cumbre prevalecieron aquellos compromisos dirigidos a garantizar la
supervivencia de la niñez y en menor medida un desarrollo integral, como propone la
Convención.
Están por cumplirse los 10 años de vigencia de los acuerdos de la Cumbre Mundial a favor
de la Infancia de 1990. El gobierno mexicano prepara ya el informe que presentará a sus
contrapartes internacionales en los foros destinados a tal efecto. Es de esperar que la
información de cuenta de un cumplimiento de metas cercano al 100%, sin embargo y sin
negar los avances logrados en torno a la niñez en esta década, los propios datos oficiales nos
muestran que estamos muy lejos de garantizar los derechos de la infancia para la inmensa
mayoría de esta población en México.
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En el país se ha carecido de un Plan para dar cumplimiento a los derechos de la infancia que
signifique el análisis a profundidad de las implicaciones de la Convención en las políticas
públicas y en el gasto social. Algunas líneas en este sentido podemos encontrarlas en las
recomendaciones elaboradas por el Comité de los Derechos del Niño de la ONU
(organismo oficial encargado del seguimiento al cumplimiento de la Convención), pero aún
falta una reflexión con mayor detenimiento.
A nivel estatal el alejamiento de los contenidos de la CIDN y las políticas estatales ha sido
más pronunciado, como resultado de la carencia de marcos legales y de una política a nivel
federal que oriente de una manera más intencionada tales procesos. Pero también porque
no ha sido posible aún ubicar este tipo de acuerdos internacionales como herramientas de
utilidad para el desarrollo local. Por otro lado pesa también lo incipiente e irregular de los
procesos de federalismo y municipalización logrado hasta ahora en el país.
De ahí que una Plan Nacional deba de fortalecer los mecanismos y condiciones a través de
los cuales los Estados y Municipios de la federación construyen planes de desarrollo local
El momento es oportuno ya que en el año 2000 en Nueva York se estarán discutiendo los
nuevos compromisos que en materia de derechos de la niñez – y ahora sí con la inspiración
de la CIDN – adoptará la comunidad internacional y los Estados parte.
Debemos aspirar a que estos compromisos signifiquen para los mexicanos las líneas que
permitan estructurar políticas públicas que atiendan a las enormes necesidades de la niñez
de una manera articulada, coherente y efectiva, para lo cual es necesario retomar la CIDN y
la reflexión que a partir de su existencia se ha desarrollado.
Constituidas desde una visión completamente distinta respecto de la CIDN, las principales
estructuras dirigidas a la política pública a favor de la infancia, principalmente el Sistema
Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), resultaron limitadas e incapaces
para establecer una estrategia eficaz para promover el respecto y cumplimiento de los
derechos de la infancia.
La propia naturaleza jurídica de estas instancias llevó a privilegiar durante buena parte de
la década de los 90 las políticas asistenciales y hasta las acciones decorativas.
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Aunque para finales del sexenio de Zedillo se decretó la creación de un Sistema Nacional
para el Seguimiento de la CIDN (coordinado por DIF pero en el que por primera vez se
consideró la articulación de instancias de gobierno con las organizaciones de la sociedad
civil), su instalación fue meramente eufemística y no tuvo ninguna incidencia en las
políticas pública a niveles federal o estatales.
Otras instancias creadas para hacer frente a problemáticas de mucha preocupación social
sufrieron un proceso similar: al no haber otro sitio mejor para ubicarlas se les dio cobijo
dentro de la estructura obsoleta del DIF en donde – sin un marco jurídico apropiado para
su operación y sin presupuesto adecuado para ejecutar acciones básicas, tuvieron muy poca
efectividad. Un ejemplo de ello fue la Comisión Interinstitucional para Erradicar la
Explotación Sexual Comercial.
Estos breves ejemplos nos muestran que generar políticas públicas para atender de manera
integral a los derechos de la infancia contemplados en la CIDN requiere de una
transformación profunda de las instituciones públicas a fin de promover de manera integral
y programática el pleno respeto a estos derechos.
La agudeza de los problemas sociales que viven sectores como la infancia en nuestro país y
la poca eficiencia de las políticas públicas para siquiera contenerlos han mostrado que las
organizaciones sociales que desarrollan programas para atender a este sector cuentan con
experiencias, modelos, instrumentos y valores éticos que pueden ser de suma utilidad para
el diseño de las acciones de gobierno.
A manera de ejemplo podemos decir que en las diferentes regiones del país las
organizaciones ciudadanas son aún víctimas de la desinformación en aquellos aspectos que
deberían ser ya considerados imprescindibles para fortalecer su participación. En materia
de infancia es grave constatar que la CIDN y los instrumentos de este carácter tanto del
ámbito internacional como nacional no son todavía de fácil acceso para las organizaciones
sociales (además de que para muchos funcionarios de gobiernos locales son prácticamente
desconocidos).
A fin de cuentas, las mejores políticas públicas serán aquellas que despierten y estimulen la
capacidad de la sociedad para actuar de manera eficiente en la solución de los problemas
que enfrentan sus niños y niñas.
Tanto la legislación vigente en materia de derechos de la niñez, como las políticas públicas
que de esta se desprendan deberán dar paso a espacios, mecanismos y programas que
establezcan una nueva relación entre el gobierno y las organizaciones sociales, desde los
cuales sea posible una incidencia real en las acciones que afectan a la infancia.
Así, se hace cada vez más necesario fomentar la participación infantil en diversos ámbitos
de la vida cotidiana creando espacios y metodologías que sean de utilidad para que los
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Este tipo de experiencias son necesarias a fin de fomentar procesos que permitan que niñas
y niños no entiendan la participación como el hecho de pararse en un micrófono, sino como
la posibilidad de influir, de manera divertida y apropiada a su edad, en el entorno que les
rodea, así como también en las decisiones de política pública que les afectan en pequeña y
gran escala.
Se trata de fomentar procesos que a la vez de influir en las agendas relativas a la niñez,
formen a esta población y a la sociedad que le rodea en una nueva cultura ciudadana.
Si bien se requiere que los gobiernos se comprometan con espacios para que niñas y niños
se expresen e influyan de manera organizada en las decisiones que les afectan, para que
estos espacios (como parlamentos, consejos o asambleas) contribuyan realmente a su
cometido, es necesario promover metodologías y técnicas para formar en una cultura de
participación incluyente fundamentada en valores como la tolerancia, el dialogo, la
resolución de conflictos.
Además, este tipo de espacios tienen que contemplar un marco jurídico apropiado para que
desde dinámicas como la que proponemos, las decisiones de niñas y niños tengan un peso
específico en las decisiones políticas que en su nombre se toman.
1. La Convención a partir de sus principios y derechos ofrece una nueva visión sobre la
niñez que se concreta en:
• Observar a niños y niñas como seres humanos con todos sus derechos y con otros
especiales en atención a la etapa particular de desarrollo en la que se encuentran,
estableciendo un parámetro de edad mínimo para garantizar condiciones especiales
que fomenten el despliegue más amplio de sus potencialidades, es decir los 18 años
de edad.
• Considerar a niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos y no como
objetos de políticas asistencialistas que los mantienen en condiciones de
vulnerabilidad.
• Orientar una política dirigida al cumplimiento de los derechos para todas las niñas
y todos los niños, en función de los principios de igualdad y no discriminación pero
atendiendo también a la restitución de los derechos de quiénes padecen condiciones
de especial vulnerabilidad.
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• las sociedades y gobiernos deben de realizar el máximo esfuerzo posible para construir
condiciones favorables a fin de que éstos puedan vivir y desplegar sus potencialidades. Esto
lleva implícita la obligación de que, independientemente a las coyunturas políticas, sociales y
económicas, deben asignarse todos los recursos posibles para garantizar este desarrollo.1
• En lo que respecta a los derechos económicos, sociales y culturales, los Estados Partes
adoptarán esas medidas hasta el máximo de los recursos de que dispongan y, cuando sea
necesario, dentro del marco de la cooperación internacional. Artículo 4º de la CIDN.
• Los Estados Partes garantizarán en la máxima medida posible la supervivencia y el desarrollo
del niño. Artículo 6º de la CIDN.
Además, este esfuerzo implica no sólo asignar un mayor gasto público en beneficio de la
infancia, sino de generar estrategias que movilicen los recursos del sector público y de la
sociedad en general en forma articulada y coherente.
• Las medidas tomadas para coordinar las políticas en materia económica con las del
ámbito social.
• La porción de presupuesto dedicada al gasto para la niñez en salud, educación, y
bienestar a niveles centrales, regionales y locales y en los ámbitos tanto federal
como estatales.
1 Comité por la Ley de Niñas Niños y Adolescentes. Propuesta de ley de Niñas, Niños y Adolescentes. p. 8
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• Las medidas adoptadas para asegurarse de que todas las autoridades competentes
en los niveles centrales, regionales y locales orientan sus decisiones en materia de
presupuesto bajo el principio del interés superior de la niñez y para evaluar la
prioridad que dan a la infancia en sus decisiones políticas.
• Asegurarse que las medidas que se toman para el ofrecimiento de los servicios
sociales se vinculan a reducir las desigualdades entre las diferentes regiones y
grupos infantiles.
• Tomar medidas que garanticen que niños y niñas, principalmente aquellos que
pertenecen a grupos en mayor desventaja, sean protegidos contra el impacto
adverso de las políticas económicas, como es la reducción del gasto disponible para
el sector social.
Este último enunciado nos hace recordar la afirmación que hacemos en diversos foros:
mientras en México ha sido común ver como el gobierno rescata a los bancos o a las
carreteras, no hemos visto un fondo para proteger a la infancia contra el impacto de las
decisiones económicas.
La CIDN contempla en los diversos artículos que la componen, normas y disposiciones que
hacen referencia a la movilización y participación de familias, comunidades, sociedad y
niñas y niños como estrategia preferente para mejorar su calidad de vida.
Con todo, podemos leer a través de las recomendaciones del Comité de los Derechos del
Niño de la ONU al Estado mexicano - a partir de los informes de avances en materia de
aplicación de la CIDN ha presentado en 1994 y 1998, el énfasis puesto en procurar que esta
articulación ocurra a través de mecanismos y presupuesto básico para su operación.
Resulta lógico que articular esfuerzos de una sociedad tan compleja y variada como la
mexicana, requiera no sólo del llamado de funcionarios de gobierno a actuar de buena
voluntad, sino un nuevo marco legal y administrativo que de cuenta de una relación
diferente entre el gobierno y el resto de actores que componen el Estado mexicano.
Existen actualmente propuestas sólidas en materia legal que desde hace años las
organizaciones de la sociedad civil vienen promoviendo a fin de dar pie de manera cabal a
esta nueva relación que es tan necesaria en muchos aspectos de la vida social y política de
México y, de entre estos, de la posibilidad de ampliar la participación de la sociedad en la
solución a los problemas que afectan a la niñez y en la promoción de sus derechos como es
el ideal de la Convención. Así, no es posible el desarrollo de una política pública que
atienda de manera integral a los derechos de la infancia sin abrir los espacios para que este
tipo de iniciativas sean parte de la legislación que oriente las acciones públicas.
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Es claro que no se trata sólo de aumentar el gasto público destinado a la infancia, sino de
lograr que este se multiplique logrando movilizar las capacidades y potencialidades
materiales y humanas existentes en nuestro país.
El análisis hasta aquí realizado nos permite observar porque consideramos que la CIDN
como nuevo paradigma para el desarrollo de políticas públicas en materia de infancia no ha
logrado penetrar aún en la cultura política mexicana, ni ser un instrumento de uso
cotidiano y de fácil comprensión para quienes toman decisiones que afectan a la infancia.
También hemos podido verificar que la Convención no solo aporta un marco conceptual y
filosófico, sino sobre todo, que sus normas y disposiciones tienen consecuencias directas
para la política pública y para la asignación y uso del gasto social. También debería servir
para que las políticas económicas no pongan en riesgo, como lo hacen de manera
sistemática, la calidad de vida y la supervivencia de millones de niñas y niños mexicanos.
No dudamos que en México durante estos diez años de vigencia de este acuerdo
internacional se han producido diversos análisis para acercar los contenidos de la CIDN al
diseño de políticas públicas. Recientemente UNICEF junto con la Universidad Autónoma
Metropolitana han promovido diversos procesos de capacitación de funcionarios públicos
y de producción de mayor conocimiento que toman como referencia la Convención.
Seguramente también se han originado algunos programas de parte de gobiernos locales o
federal originados desde esta nueva visión.
Sin embargo la magnitud de los problemas de la infancia en nuestro país nos hablan de que
estos esfuerzos no han penetrado aún en las capas más profundas que determinan el diseño
y la aplicación de las políticas públicas.
Sin embargo vemos que una condición fundamental para marchar en este rumbo consiste
también en el desarrollo de una estrategia que permita acrecentar el interés de funcionarios
públicos de niveles altos, medios y bajos en los temas de la infancia por un lado y de un
mayor conocimiento de parte de más amplios sectores sociales en materia de derechos de la
niñez.
como los recursos puestos a disposición para que la influencia de esta experiencia tenga
una mayor relevancia y se amplié en cuanto a visión y capacidad técnico metodológica.
Contamos ya con una propuesta de agenda política sobre legislación para la protección de
los derechos de la infancia, que hemos elaborado en el marco del diálogo con diversas
organizaciones en algunos Estados del país2 y que integra las iniciativas fundamentales en
esta materia, por lo cual no repetiremos aquí su contenido, pero si enfatizaremos una de las
propuestas centrales de esta agenda, que hemos completado con contenidos de la Propuesta
de ley de niñas, niño y adolescentes:
Para tal efecto deberán constituirse Fondos en los niveles federal, estatal y municipal con el
objetivo de financiar los programas y proyectos dirigidos a la protección de los derechos de
la niñez. Este Fondo estará constituido por una base de fondos públicos suficiente para la
puesta en marcha de los programas básicos, así como fondos provenientes del concurso de
la iniciativa privada de la cooperación internacional.
Es claro que la formulación de los programas en los ámbitos respectivos debe ocurrir a
partir de esta estructura propuesta anteriormente. Sin embargo, y con el fin de ofrecer
algunas líneas para reflexionar sobre algunos programas prioritarios que, a partir de
2
Además de que esta propuesta pueda ser solicitada de manera directa, es posible encontrarla en el siguiente
sitio en internet http://spin.com.mx/~ednica/agenda_legislativa.htm
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nuestra experiencia podrían atender a la promoción del respeto integral de los derechos de
la niñez, hemos considerado algunos:
Estas líneas ofrecen una forma de organizar la política pública a favor de la infancia de una
manera que articularía en cada una de ellas las acciones que diversas secretarías desarrollan
en dirección de la infancia (algunas de las cuales deberían de ser reformuladas a partir de
esta organización.
Además cada línea programática deberá atender a prioridades específicas. Así por ejemplo,
los programas para prevenir la situación de riesgo y alto riesgo para la infancia, deberán
priorizar la situación de calle, la explotación sexual comercial, el trabajo infantil explotado,
entre muchas otras cosas.
Con todo no hemos pretendido aquí agotar la riqueza y profundidad de análisis que es
necesario desarrollar a fin de encontrar las mejores estrategias para acercar el diseño de
políticas públicas en el marco de la CIDN. Lo que hemos pretendido es ofrecer algunas
líneas que ayuden a fortalecer la reflexión que es necesaria y a promover un mayor interés
por este tema, sobre todo en una coyuntura tan importante como la que presenciamos
actualmente.
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Su Misión es :
Sus Objetivos:
Organizaciones miembros:
Ediac
Ednica
Educación comunitaria Telpochcalli
Fundación Dar y Amar
Fundación Dibujando un mañana
Fundación paral Protección del a Niñez
Makarenko
Instituto pro infancia u juventud femenina
MAMA
Niños anónimos de la Esperanza
Patronato Francisco Méndez
Programa de apoyo a los grupo de la Esquina PAGE
Programa Niños de la Calle
Proyecto Niños Don Bosco
Reintegración social
Renacimiento
Villas Asistenciales Santa Maria
Visión Mundial de México
Jalisco
MAMA
Eugenesis
CIFS—ITESO
ONI
Ciriac
Maria Casillas
Escuela para niñas ciegas de Guadalajara
Diplomado Derechos de niños y niñas
Tiempo Nuevo de Guadalajara
Mi gran Esperanza
Casa Hogar Estancia de María