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LA RIQUEZA DE LA HERENCIA DE LA MISIÓN DISCIPULADORA


Mateo 28:19-20

INTRODUCCIÓN:
La razón de ser, el propósito fundamental de la vida de un cristiano, su misión más
importante aquí en la tierra, es su misión de hacer discípulos. Por eso estos dos versículos del
evangelio según San Mateo se los denomina “La Gran Comisión”. Es la gran tarea que se les
encomendó para que hagan. Se puede afirmar que la iglesia existe para hacer lo que Jesús le
ordenó, y lo que ordenó fue que hagan discípulos. Fue su último mandato.

Si buscamos la palabra “discípulo” en el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento”


veremos que no aparece. En una hoja aparte descubriremos que la palabra “discípulo” debe ser
buscada en la palabra “seguimiento”. En la palabra “seguimiento” se encuentra desarrollado el
significado completo de “discípulo”. En otras palabras: un seguidor es un discípulo.

En el griego clásico, principalmente en Homero (Autor de dos libros famosos: La Ilíada y


la Odisea) ser un discípulo significa (a) “hacer el camino con alguien” (b) “Ir detrás de”. También
significa “seguir la opinión, coincidir” según Platón, un filósofo griego que murió 347 antes de
Cristo.

En hebreo la palabra significa “seguir” “correr detrás de”, como cuando Eliseo seguía a
Elías como un servidor. En 1 Reyes 19:19-20 “Partiendo él de allí, halló a Eliseo hijo de Safat, que
araba con doce yuntas delante de sí, y él tenía la última. Y pasando Elías por delante de él, echó
sobre él su manto. Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías…”. Como
podemos ver no hubo palabra entre ellos. Elías no trató de persuadirlo que lo siguiera. Bastó el
toque de su manto para que dejara todo y lo siguiera.

En tiempo de Jesús los rabinos tenían discípulos que los seguían, lo mismo que a los
filósofos griegos, cuyos estudiantes los buscaban o contrataban para recibir su enseñanza. Los
discípulos buscaban a un maestro y voluntariamente aceptaban su autoridad. Sin embargo, el
discipulado de Jesús fue diferente al de los rabinos y los filósofos griegos. Jesús no esperaba una
adhesión libre, sino que llamó a sus discípulos con plena autoridad de parte de Dios. De la misma
manera cómo Dios llamó a los profetas en la antigüedad, como fue el caso de Eliseo, de Moisés,
de Jeremías y otros. La iniciativa no vino de ellos sino de Dios. En esto Jesús fue muy claro cuando
dijo “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (Juan 15:16)

Jesús no llamó ni eligió a sus discípulos para que aprendan una nueva doctrina o adopten
un nuevo pensamiento o forma de conducta, sino para para que anuncien el reino de Dios que
estaba comenzando. Por eso, los llamados por Jesús han tenido parte de su poder para sanar
enfermos y echar fuera demonios para establecer su reino. Y al final, para cuando Jesús reine,
ellos se sentarán con él para juzgar al mundo.

Después de su resurrección Jesús reunió a sus discípulos y les dijo “Id y haced discípulos
a todas las naciones”. De lo que se desprende es que “hacer discípulos” no es ofrecer un curso
de discipulado, o invitar a una clase semanal de estudio bíblico, o completar los Primeros Pasos.
Porque no fue lo que hizo Jesús. Él no trató de persuadirles para que hagan un curso. Hacer
discípulos tampoco significa anunciar el evangelio. Aunque el anuncio del evangelio sea la
primera parte del discipulado, de ninguna manera se reduce al hecho que alguien crea en Cristo
o acepte a Cristo y tampoco se reduce el discipulado a un catecismo o a ciertas normas de
conducta, aunque sea parte también de hacer discípulos. Si hacemos esto, es decir, si reducimos
el hacer discípulos solamente a la predicación y la enseñanza estaríamos imitando a los filósofos
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griegos o también a los rabinos judíos pero no estaríamos imitando ni obedeciendo esta gran
comisión dada por Jesucristo.

Entonces, ¿qué significa “hacer discípulos”?

I HACER DISCÍPULOS ES BUSCAR A LOS QUE DIOS NOS HA DADO

Cuando Jesús buscó a sus discípulos, buscó a los que Dios, su Padre, le había dado. En su
oración final es lo que más Jesús recalcó. En Juan 17:9 dice “Yo ruego por ellos, no ruego por el
mundo, sino por los que me diste…”. En el versículo 11 “Padre santo, a los que me has dado,
guárdalos en tu nombre” y en el versículo siguiente leemos “a los que me diste, yo los guardé”.
En el 24 vuelve a insistir “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también
ellos estén conmigo” Y en Juan 18:9 dice “De los que me diste, no perdí ninguno”

Esta verdad ya la tenía bien clara Juan el Bautista cuando vinieron algunos hombres y le
hicieron ver que Jesús estaba bautizando más que él y le dijeron: “Rabí, mira que el que estaba
contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él” Es
como si le dijeran “Jesús está teniendo más éxito que vos, todos le siguen, “todos vienen a él”.
Entonces “respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo”
(Juan 3:27) Y esta tremenda verdad vuelve a reafirmarla Jesús con la frase “Por eso os he dicho
que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre” (Juan 6:65)

De lo cual podemos deducir que si un ministerio crece, o crece una iglesia por la
multiplicación de discípulos es porque ese crecimiento lo ha dado Dios. Todo el crecimiento que
hemos tenido podríamos atribuirlo a muchas causas y motivos, pero en definitiva debemos
admitir que la causa primera y principal fue Dios. Dios nos ha dado el crecimiento. Dios nos ha
dado a los discípulos que siguen fieles hasta el día de hoy.

Debemos recalcar también que Jesús envió a sus discípulos para que hagan discípulos
del mismo modo que él los hizo. Ellos debían hacer discípulos no a su manera, sino a la manera
de Jesús. Y su manera de hacer discípulos fue activa, no pasiva. Jesús no esperó que los que
serían sus discípulos fueran a él, no esperó que lo buscaran, sino que él fue en busca de ellos.

Por eso, en su gran comisión dijo “Id y haced discípulos”, o dicho de otra manera:
“Vayan, salgan, caminen, muévanse y hagan discípulos”. Porque también Jesús salió a buscar a
sus discípulos, Jesús también se movió y caminó por los caminos polvorientos, por los poblados,
las ciudades, por las plazas, entre las multitudes y por la ribera del mar para encontrarlos.

¿Pero cómo hizo para saber a quiénes el Padre le había dado para que sean sus
discípulos? Tal vez vio algo en la mirada de esos hombres, o en el interés en escucharlo y
aprender de él, que bien podrían ser señales o pistas que le indicaban que había en ellos algo
diferente al resto para decirles simplemente “Sígueme” y al instante estos hombres se
levantaron, dejaron todo y le siguieron. Pero también podría ser la revelación del Espíritu Santo
que confirmaba esa elección.

Ahora, Jesucristo nos envía diciendo que hagamos discípulos ¿cómo sabremos quienes
son los que Dios nos ha concedido? El apóstol Pablo respondió a esta pregunta de esta manera:
“Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para
que sepamos lo que Dios nos ha concedido” (1 Corintios 2:12) Damos gloria a Dios porque
tenemos el Espíritu Santo y la promesa es que el Espíritu Santo nos mostrará qué es lo que Dios
nos ha dado tal como le mostró a Jesús cuando escogió a sus discípulos.
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¿Cuántos discípulos nos ha dado el Padre? No lo sabemos. Debemos salir a buscarlos en


nuestro barrio, en nuestra ciudad, en la zona, en otros pueblos y ciudades del país o del mundo.
Y mientras salimos y predicamos el evangelio, los que nos ha dado el Padre surgirán por el poder
del Espíritu Santo.

II HACER DISCÍPULOS ES IR A LAS NACIONES

“Id y haced discípulos a todas las naciones”

Se define como nación a un “conjunto de personas de un mismo origen étnico que


comparten vínculos históricos, culturales, religiosos, etc., tienen conciencia de pertenecer a un
mismo pueblo o comunidad, y generalmente hablan el mismo idioma y comparten un
territorio.” Se define también a una nación “como una comunidad humana definida por una
lengua, unas raíces, una historia, unas tradiciones, una cultura, una geografía, una «raza», un
carácter y un espíritu”

En muchos países existen naciones dentro de una nación, como por ejemplo, la
Argentina, que ha recibido una fuerte inmigración de naciones europeas y asiáticas, e incluso,
algunas africanas, permitiendo la creación de un crisol de razas y costumbres, que intenta tener
una identidad propia, aunque en algunos lugares aún se mantiene el idioma y una cultura
fuertemente arraigada que se resiste a ser asimilada por el resto de la población.

La palabra utilizada por Jesús o traducida al griego de “a todas las naciones” es “a todos
los ethnikos” Es decir, que la orden de Jesús fue que hagamos discípulos a todas las etnias. Una
“etnia” es una población de una misma raza, lengua y cultura. Sin embargo, hoy día una “etnia”
es un grupo minoritario de una raza, fundamentalmente indígena. Pero en su orígen la palabra
abarcaba a todos los que no eran judíos, es decir, los gentiles, los “ethnos” o pueblos.

Jesús fue enviado solamente a una etnia, al pueblo judío, pero sus discípulos fueron
enviados a todas las etnias, a todas las naciones. Y al comienzo de su ministerio, es probable que
en su mente y corazón estaba el versículo de Salmos 2:8, un salmo mesiánico que dice “Pídeme,
y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”. Porque entes
de escoger a doce hombres entre los muchos discípulos que tenía fue al Padre para pedir esta
herencia. En Lucas 6:12-13 dice “En aquellos días él (Jesús) fue al monte a orar, y pasó la noche
orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales
también llamó apóstoles”

A partir de Jesucristo y siguiendo por la iglesia de Antioquía cuyos líderes estaban orando
o ministrando al Señor como dice en Hechos 13:2 “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo
el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”, a través de
toda la historia de la iglesia el movimiento de oración fue clave. Se puede decir que durante el
tiempo de oración el Espíritu Santo orienta, da indicaciones, guía, revela, aclara y nos moviliza
hacia donde debemos ir.

En Tandil, Provincia de Buenos Aires, hace varios años la iglesia era muy pequeña, hasta
que su pastor, José García comenzó a mover a la iglesia con caminatas de oración por los barrios
y hoy la iglesia había adquirido un enorme predio en el centro que antes pertenecía a una fábrica
y cuenta con más de mil miembros. Porque hacer discípulos no es solo evangelizar o tener
campañas evangelísticas, es trabajar donde Dios está trabajando y unirnos a su trabajo.

La semana pasada escuchamos en la Cumbre de UBLA, en Bogotá, Colombia, a Julieta


Murillo de Ecuador. Una pequeña mujer que fue ganada para Cristo por un caramelo, según ella,
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porque había una maestra de niños en una iglesia que una vez por semana le regalaba un
caramelo durante el estudio de la Biblia. Nos dijo que desde niña quería ser misionera y se le
cerraron todas las puertas. Pero de todas maneras ella viajó a la India, sin saber el idioma hindi,
ni el inglés. Tuvo que aprender a los golpes, pero allí fundó varias iglesias en diez años y ahora
es promotora de misiones en América Latina.

Hacer discípulos es ir a las naciones o etnias que están cerca, en nuestra zona, o también
puede significar viajar muy lejos. Ir a las naciones no significa seguir nuestras ideas o
concepciones, sino solamente donde Dios quiere llevarnos. Y para sorpresa nuestra, ir a las
naciones puede significar ir a la vuelta de nuestra casa. Eso no lo decidimos nosotros, sino Dios.
Recordemos la promesa de Dios “Pídeme y te daré por herencia las naciones”

III HACER DISCÍPULOS ES LLEVARLES AL BAUTISMO Y A LA ENSEÑANZA

“bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándole que
guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19b-20a)

El bautismo es un acto simbólico que marca un antes y un después. El bautismo señala


el comienzo de una nueva vida. El bautismo es como un rito de iniciación que todos los que
quieren seguir las enseñanzas de Jesús deben cumplir. Para el apóstol Pablo el bautismo
simboliza la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo, pero también simboliza la inmersión
en un cuerpo que es la iglesia. De esta manera uno forma parte de la iglesia por medio del
bautismo. Pero para ser bautizado, uno debe ser primeramente un discípulo. Nadie que no sea
un discípulo debe ser bautizado.

Una vez bautizado el nuevo discípulo ingresa a un proceso de enseñanza. Jesús dijo
“enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. No es algo puntual que uno
aprende y ya está. La enseñanza es un proceso continuo que dura toda la vida.

En una película de ciencia ficción mostraban que algunos de los protagonistas


encontraron un pozo extraño en un lugar. Lo observaron quisieron saber su profundidad. Así
que trajeron una bobina con una larga soga para sondear su profundidad. El carretel fue girando
a medida que la punta de la soga descendía en el pozo, hasta que se acabó la soga y no llegaron
al fondo. Entones dijeron que ese pozo era insondable. Así es cuando uno comienza a conocer a
Dios por medio de Jesucristo. De manera tal que nadie puede decir “ya lo sé todo”. Dios siempre
nos sorprende con una nueva revelación, con una nueva luz sobre viejos temas, con una nueva
comprensión de muchas cosas que ni imaginábamos que estaban en la Palabra de Dios.

Hacer discípulos implica estas tres etapas: Primero salir, “id y haced discípulos”, es ir a
buscar a los que él nos ha dado. En segundo lugar, es ir a las etnias tanto cercanas como lejanas
para hacerlos discípulos de Cristo, y en tercer lugar guiarlos al bautismo y a una enseñanza de
todo lo que Jesús nos ha mandado. Y orar para que los discípulos repitan este mismo proceso
hasta lo último de la tierra.

CONCLUSIÓN
Si nunca hemos hecho un discípulo y anhelamos colaborar con Dios en la búsqueda de
los que él ya ha preparado, podríamos comenzar orando y pidiendo que nos guie, nos enseñe a
donde ir, por donde comenzar, qué decir y cómo hablarles de la fe en Jesús, y cómo conducirlos
a una decisión, al bautismo y a la edificación de sus vidas por la enseñanza.

Tal vez hoy puedes hacer tuya las letras de este antiguo himno que dice:
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“En la montaña podrá no ser,


Ni sobre el rugiente mar,
Podrá no ser en la ruda lid,
Donde Cristo me quiere emplear,
Mas si él me ordenare seguir aquí,
Senderos que yo ignoré,
Confiando en él le diré: “Señor,
Donde quieras que vaya, iré.”

Donde tú necesites que vaya iré,


A los valles, los montes o el mar,
Decir lo que quieras, Señor, podré,
Lo que quieras que sea, seré.”

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