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Como niños, somos débiles y vulnerables, y tenemos una gran necesidad de cuidado,

atención y amor, lo cual, sin embargo, rara vez se satisface, no necesariamente por mala
voluntad sino a menudo porque nuestros padres no tienen suficiente tiempo y, sobre
todo, porque no recibieron suficiente amor de sus padres y por lo tanto no aprendieron a
amar o no recibieron una educación emocional adecuada.

¿Cómo repercuten las heridas afectivas de la infancia en el amor?

Nuestra mayor esperanza es que cambien su forma de ser, de modo que realmente nos
entendamos, nos respetemos y nos amemos tanto como sea necesario.
Desafortunadamente, es una esperanza que rara vez se hace realidad, por muy intensos
que sean nuestros esfuerzos y nuestras oraciones.

Así, con el tiempo, una especie de resignación se hace presente. Pero la esperanza no
está muerta, solo está suspendida y se despierta cuando nos encontramos involucrados
en una relación de pareja.

Expectativas en la relación de pareja

En las relaciones de pareja se pueden vivir tensiones y conflictos, ansiedades y rupturas


por las expectativas que surgen cuando la persona comienza a entrar en confianza y la
relación se vuelve más sólida. Las expectativas pueden hacernos actuar de manera
dependiente, obstruyendo la libertad de la otra persona y cargando sobre sus hombros el
peso de carencias afectivas vividas en la infancia.

“¿Qué vas a hacer por mí? ¿Me ayudarás? ¿Me harás sentir bien? ¿Te darás cuenta de
cuales son mis sueños? ¿Serás el padre perfecto para nuestros hijos? ¿El padre que no
pude tener, la madre que no tuve? Ahora que estoy enamorado de ti, tienes el deber de
hacer desaparecer mi sufrimiento. Escúchame, sáname, hazme sentir bien”. Estas
expectativas, muchas veces mudas en la relación, se cargan como un costal sobre los
hombros de alguno de los dos integrantes de la relación.

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