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com/doc/32238753/No-Hay-Otro-Evangelio-Spurgeon

Años atrás recibí una “revelación” a través de la revista Carisma a la que estaba subscrito
anhelando saber más del movimiento del Espíritu de Dios en la iglesia de Cristo. La
revelación no vino a través de alguna palabra profética o apostólica o de un artículo,
testimonio o experiencia de los que la revista publica. Vino a través de la propaganda
que aparece en sus páginas anunciando las conferencias, seminarios, celebraciones,
convocaciones y campañas de los ministerios que allí se anuncian. La propaganda, casi
sin excepción, anunciaba a los salmistas, cantantes, grupos musicales y de danza,
apóstoles, apóstolas, profetas o profetizas que participarían. Anunciaban también los
precios, las comidas y las comodidades de las instalaciones donde se realizaría el evento.
Los temas de cada evento eran descritos con palabras como “explosivo, apostólico,
sobrenatural, profético, poderoso e internacional” y prometían cosas como “revelación,
prosperidad, milagros, unción y victoria”.

La “revelación” que recibí fue que ya era suficiente. No se puede ser un cristiano
bíblico y sano en una atmósfera donde se enfatiza lo marginal, se exalta a los hombres y
se pervierten las verdaderas doctrinas bíblicas. No es bueno, seguro, honesto ni escritural
dejarse manipular ni ser manipulado por estrategias de mercadeo de gente que se hacen
pasar por muy elevada espiritualmente y considera el evangelio como cosa común y
ordinaria y simplemente ya no lo predica. ¿Cómo es posible anunciar con bombos y
platillos eventos cristianos donde se ofrece de todo menos la cruz, la gracia, la justicia de
Cristo, la autoridad y suficiencia de la Escritura y la santidad de Dios? ¿Cómo es posible
honrar a Dios en un sistema pervertido donde los “ungidos” suprimen la locura del
evangelio de Cristo y su cruz con sus doctrinas de prosperidad, sobrenaturalidad y
victoria que ultimadamente consisten más en abusos y manipulaciones doctrinales y
emocionales que en verdades bíblicas?

Un remedio precioso para esta infausta epidemia es el evangelio que predicaban


los puritanos y los reformadores. Si quieren degustar y alimentarse con ese evangelio les
recomiendo el libro “No Hay Otro Evangelio” de Carlos Spurgeon. Para que lo saboreen
un poco les ofrezco aquí la introducción.

Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres


INTRODUCCIÓN

De Spurgeon se sabe que fue un gran predicador; que miles y miles de almas se
convirtieron bajo su ministerio; que fue bautista, y que dio muestras prodigiosas de una
ironía sana y oportuna desde el púlpito. Se conocen y repiten muchas de sus anécdotas e
ilustraciones; pero poco, muy poco, se sabe del contenido doctrinal de su predicación. Se
supone y se cree ¡claro está!-, que fue sano en sus creencias; pero en qué consistía la
ortodoxia “spurgeoniana” ¡ah!, eso ya son aguas de otro molino. Pero aún así, lo que
muchos protestantes no pueden ni tan siquiera imaginar, es que la sana predicación de
Spurgeon descansara en aquellas gloriosas doctrinas bíblicas comúnmente conocidas bajo
el nombre de calvinistas.
En el prólogo del primer volumen del “New Park Street Pulpit” -de cuya colección
provienen los sermones de este libro; Spurgeon decía: “Recurrimos con frecuencia a la
palabra calvinismo por designar esta corta palabra aquella parte de la verdad divina que
enseña que la salvación es sólo por la gracia”. Y añadía: “Creemos firmemente que lo que
comúnmente se llama calvinismo no es más, ni menos, que aquel sano y antiguo
evangelio de los puritanos de los mártires, de los Apóstoles y del Señor Jesucristo”.

Spurgeon se mantuvo siempre fiel a las doctrinas de la gracia. Las páginas de este libro
-como toda la producción literaria del gran predicador-, están estampadas con aquel
inconfundible sello del Soli Deo Gloria (Solo a Dios la Gloria) tan genuinamente bíblico.
Y como sucede siempre que el Evangelio es predicado en toda su pureza, la oposición de
la mente carnal no tarda en desatarse. ¡Cómo odian los hombres a quienes exaltan la
soberanía de Dios! ¡Y con cuán poco escrúpulo la desfiguran! Modernistas y arminianos
hicieron causa común en un intento vano para acallar la voz evangélica del joven
predicador. La crítica más mordaz y severa se volcó sobre él; su nombre era satirizado en
la prensa y “pateado por la calle como una pelota de fútbol”. El 25 de octubre de 1856, un
semanario londinense escribía: “Creemos que las actividades del señor Spurgeon no
merecen en lo más mínimo la aprobación de sus correligionarios. Apenas hay un ministro
independiente de cierta categoría que esté asociado con él”. Y todo como resultado de sus
convicciones doctrinales.

Con referencia a los sermones que tienes en tus manos, lector, Spurgeon comentaba:
“Nada más hiriente queda por decir en contra de ellos que no se haya dicho ya; las formas
más externas de vejación ya se han agotado; se ha llegado ya al no-va-más del
vocabulario ofensivo, y las críticas más mordaces ya no pueden contener más veneno”.
Con todo, Spurgeon se gozaba en el glorioso hecho de que Dios había estampado estos
sermones con el sello de numerosas conversiones genuinas. Y aun después de la muerte
del gran predicador, el Espíritu de Dios se sirve de estos mensajes -que son locura y
escándalo a la mente carnal- como medio de salvación para muchos pecadores. (Uno de
los traductores de estos sermones fue alcanzado por el poder de la gracia de Dios a través
de la lectura de los mismos en su versión original).

Spurgeon se alzó ante la rutina y la superficialidad. El Señor usó para desempolvar las
biblias de una multitud de “cristianos del domingo,” y despertarlos a la realidad de su
condición. Y eso no podía conseguirse por la predicación del Spurgeon tradicionalmente
conocido por los lectores hispano-parlantes. Era necesaria la publicación de sermones
íntegros de ese sirvo de Dios para que fuese por fin conocido.

Acostumbrados como estamos a la predicación superficial y soporífera de nuestro


tiempo, la lectura de estos sermones causará, por necesidad, revuelo espiritual en los
círculos protestantes de habla hispana. Estos mensajes son llamadas directas al espíritu y
exigen -como contestación-, un examen profundo de nuestra pretendida fe cristiana.

No tengas temor, tú que nos lees, de contrastar tus creencias y examinarlas a la luz de la
Escritura. “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas
antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma”
(Jeremías 6:16). ¿Contestarás: “No andaremos”? La voz que resuena en estos sermones
es la del atalaya, y dice: “Escuchad la voz de la trompeta.” Por amor de tu alma no
respondas: “No escucharemos.” Publicamos estos sermones, no sólo para que se conozca
al verdadero Spurgeon, sino, sobre todo, para que se conozca el verdadero Evangelio:

EL EVANGELIO DE LA GRACIA DE DIOS.

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