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Por qué cuidar Shabat me hace un mejor

doctor
3/11/2017
por Dr. Jacob L. Freedman

Para empezar, me mantiene cuerdo.

“¿Alguna vez tienes problemas para cuidar Shabat por ser médico?”, me preguntó
mi nuevo colega en el hospital. He estado respondiendo a alguna variación de esta
pregunta desde que empecé la facultad de medicina y mi compañero de
habitación me preguntó: “¿Cómo vas a hacer para aprobar el enorme examen de
anatomía del lunes si no estudias nada todo el sábado?”.

Desde que entré el campo de la medicina tuve muchas experiencias interesantes al


explicar mi observancia del Shabat. Cuando era un estudiante de tercer año de
medicina, un viernes por la tarde un cirujano me miró incrédulamente cuando le
dije que si seguía dictando una más de sus notas postoperatorias tendría que irme
caminando desde el hospital hasta mi casa. Cuando hice mi residencia, un colega
se quejó diciendo que no era justo que yo nunca tuviera que cubrir las guardias de
los sábados, hasta que le ofrecí cubrir a sus pacientes ese día de Acción de Gracias.

Al comenzar a observar el Shabat en el año 2005, negociar mi nueva carrera de


medicina no fue ni la mitad de difícil de lo que pensé que sería. El primer paso fue
buscar un programa de residencia—y posteriormente un puesto en un hospital—
en donde el jefe del departamento estuviera dispuesto a aceptar mi horario. Las
entrevistas siempre incluían unas cuantas bromas sobre estar “disponible 24/6” y
“saber exactamente cómo será mi calendario de vacaciones para los siguientes 224
años de acuerdo con el calendario judío”. También me hice algunos amigos al
ofrecerme como voluntario para cubrir las guardias de los domingos y estando
dispuesto a ayudar cada 25 de diciembre y 1 de enero. Esto me permitió arreglar
que mis colegas me cubrieran las noches de los viernes y los sábados, porque la
mayoría de las personas lo aceptaban como un cambio justo.

En verdad, al llegar Shabat nunca me quito mi bata blanca y mi estetoscopio.


Aunque mi beeper queda desconectado los viernes por la tarde, hubo emergencias
que me mantuvieron en el hospital más tiempo de lo que había pensado y más de
una vez caminé hasta mi casa en la oscuridad. También hubo momentos en la
sinagoga en los que tuve la fortuna de contar con el entrenamiento médico
necesario para asistir a personas de la misma forma en que lo hubiera hecho si
fuera un martes. Hacer lo que se debe hacer para salvar una vida se antepone al
Shabat. Todavía más, para los médicos, las enfermeras como mi hermana Jana o los
paramédicos como mi amigo Noam, atender a un paciente no es una profanación
del Shabat

Observar el Shabat evita que me convierta en otra víctima de la epidemia de


agotamiento que arrasa entre mis colegas en el campo de la medicina.
Cuidar el Shabat me mantiene cuerdo. En la facultad de medicina, cuando mi
compañero de cuarto me preguntó como identificaría las 3841 partes del abdomen
y del tórax en nuestro examen de anatomía, le expliqué: “Descansar un día a la
semana me da la fuerza necesaria para poder estudiar con mayor intensidad
durante los otros seis días”. El estado de conciencia que lograba en Shabat me
renovaba lo suficiente como para poder enfrentar el tornado de los exámenes de la
facultad de medicina. Logré resistir a la tormenta con bastante éxito, lo que me
permitió entrar a la Escuela de Medicina de Harvard para un programa de
residencia de primera categoría.

Observar el Shabat evita que me convierta en otra víctima de la epidemia de


agotamiento que arrasa entre mis colegas en el campo de la medicina. Nunca
habría podido resistir la tentación de escribir nuevos trabajos académicos, trabajar
un poco más para pagar mis deudas, darle seguimiento a pruebas de laboratorio o
completar las notas de antiguos pacientes. Por suerte tengo el Shabat para
mantenerme equilibrado y conectado con mis seres queridos como un miembro de
la familia. Al ver los rostros que caminan por el hospital el lunes a la mañana, no es
necesario ser un experto psiquiatra para ver la desesperación en los ojos de las
personas que trabajaron durante todo el fin de semana y no pasaron nada de
tiempo con sus seres queridos. Es la mirada del agotamiento mental, la mirada de
prepararse para renunciar a los 45 años y la mirada de quien necesita un buen
psicoterapeuta para hablar sobre la tragedia del agotamiento del médico (Tengo
un amigo que en la escuela de medicina quebró un record al pasar 137 días
seguidos en la biblioteca). Vale la pena destacar que las investigaciones
demuestran que el agotamiento médico está directamente ligado con una atención
mediocre de los pacientes y errores médicos. Esto significa que el Shabat también
es bueno para mis pacientes.

El Shabat fue más una salvación que un obstáculo. Hace muchos años, en una
caminata por el norte de Israel, conocí a un joven jasídico que iba en la misma
dirección. No compartíamos un idioma, sin embargo nos comunicamos fácilmente
en la soledad compartida del bello entorno. En cierto momento de nuestra
improvisada conversación, él me preguntó—aunque es una traducción
imperfecta—si yo “protegía al Shabat” (shomer Shabat). La respuesta fue fácil: yo
no protejo al Shabat; el Shabat me protege a mí.

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