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LA DOXOLOGÍA

Hay un momento muy importante en la Santa Misa que pasa desapercibido a menudo, Es el momento de la Doxología.
El sacerdote toma el Cuerpo y la Sangre de Cristo y lo eleva al Padre Eterno diciendo:
"Por Cristo con Él y en Él a ti Dios Padre Omnipotente en la unidad del Espíritu Santo todo honor y toda gloria por los
siglos de los siglos. Amén "
El sacerdote está ofreciendo al Padre el único Sacrificio (perfecto, puro, santo, definitivo, eterno) que no puede rechazar:
El Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor..
En ese momento muchas personas andan distraídas, mirando sin saber qué está sucediendo. ¡Dios Inmolado y ofrecido
al Padre Eterno! Dios ofrecido a Dios.
En este momento, pon dentro del cáliz las personas que desees, pecadores que no desean convertirse, enfermos, las
necesidades de la Santa Iglesia, familia, almas del purgatorio...
Es un momento único.
Los ángeles y santos permanecen llenos de admiración viendo a Dios elevado, atrayendo a toda la humanidad hacia sí.
*Las almas del purgatorio suplican una gota de la Preciosísima Sangre
*Los demonios son obligados a postrarse ante el Rey de reyes.
La palabra doxología es un neologismo que viene del griego: Doxa (gloria, alabanza) y logos (palabra); por tanto, la
palabra doxología significa ‘palabra de alabanza’.
Las palabras: “Por Cristo con él y en él a ti Dios Padre Omnipotente en la unidad del Espíritu Santo todo honor y toda
gloria por los siglos de los siglos”, forman parte de la doxología final, que a su vez es la última parte de la plegaria
eucarística.
Esta doxología final de la misa en la forma en que la conocemos se ha utilizado desde aproximadamente el siglo VII en
toda la cristiandad de occidente.
Estas palabras son propias, única y exclusivamente, del obispo o sacerdote celebrante y de los sacerdotes
concelebrantes. Y “la doxología final: por la cual se expresa la glorificación de Dios… es afirmada y concluida con la
aclamación Amén del pueblo” (IGMR, 78, h).
Por tanto, durante la doxología los fieles guardan silencio y sólo intervienen para unirse a dicha doxología con un fuerte
y contundente: “AMEN”.

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