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Solórzano Suverza Víctor Daniel

Husserl

16 de julio de 2019

LA PRIMERA MEDITACIÓN CARTESIANA: LA APERTURA A LA


FENOMENOLOGÍA

Muchos intentos han realizado los hombres para encontrar la ciencia que le permita
obtener los conocimientos universales; muchos han sido los intentos por
comprender aquello que está fuera de sí y mucho se ha cuestionado sobre la forma
en la que percibimos el mundo.

Estos intentos se nos han descrito y transmitido a lo largo de la historia de la


filosofía, algunos han cantado victoria y se han proclamado como los fundadores de
esta ciencia que intenta englobar los conceptos que el ser humano ha desarrollado;
uno de estos intentos por llegar a la comprensión de esta ciencia es el realizado por
Husserl.

Este autor, se dedicó a buscar las respuestas de los problemas mismos en


los que estaba fundada la ciencia, en primer lugar, decidió aplicar su filosofía a los
problemas de la matemática; posteriormente, se percató que el problema tal vez
sea lógico. Lo que le motivó en todo su camino reflexivo fue el deseo de encontrar
esta disciplina primera, lo que propició que en un momento determinado propusiera
un método que le ayude a encontrar la verdad. De este deseo de búsqueda de la
ciencia primera, se percató que era necesario buscar una nueva forma en el método
para comprender estos problemas, al cual le nombró método fenomenológico.

De este método, es necesario que aclaremos que es la fenomenología o de


qué se ocupa, a lo que nos responde la filósofa Edith Stein1 que la fenomenología
tiene una particularidad, y es que no le interesa en lo absoluto los fenómenos en el

1
Edith Stein, Obras Completas Vol. III, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 2007, p. 153.
sentido corriente de la palabra, ya que son las simples manifestaciones, sino que lo
que le interesa son las últimas y objetivas esencialidades.

De esta aclaración, hemos de observar que la filósofa nos hace la


observación que a la fenomenología no le son relevantes los fenómenos en sí, en
razón de que son meras manifestaciones del mundo exterior, que estas no nos
aportarán más que aquello que es evidente. Ante la evidencia, es necesario que
resalte aquello que es de gran importancia en la percepción del mundo y son las
esencialidades, las cuales ya nos indican que hay una diferencia entre lo percibido
y la forma en la que percibo el mundo.

Para poder comprender lo que es la esencialidad, es necesario que tomemos


en cuenta aquella coherencia consistente entre lo experimentado y lo razonado,
esta identidad que sólo se presenta como objetividad ideal y esta tiene una esencia
que es todos los predicados cuya supresión imaginaria supondría la supresión de lo
que se está pensando; asimismo, Husserl va a la percepción para poder explicar
aún mejor el cómo está esta esencia en los objetos.

Para descubrirlas, Husserl necesita recurrir a los tres problemas filosóficos


que se encontraban a principios del siglo XX, los cuales son el naturalismo, el
psicologismo y el historicismo. La primera de estas corrientes, sostenía que la
naturaleza era aquel único principio de la realidad; la segunda mencionaba que la
única forma de entender el mundo y la realidad es por medio de la psicología sobre
cualquier otro medio de conocimiento y, finalmente, el historicismo, proponía que la
realidad es un devenir histórico.

A propósito de esto, Husserl se da cuenta que la respuesta para alcanzar el


ideal de conseguir la ciencia perfecta, es necesario que cuestione cada uno de los
postulados. Al hacer el cuestionamiento de los postulados se convence que las
diversas afirmaciones de cada uno de ellos no le llevarían a encontrar esta ciencia
y la verdad que ella oculta, pero también se percata que pueden darles pistas para
postular su pensamiento.
Ante estas posturas y pistas que le pueden dar, Husserl, en palabras de Edith
Stein, dirá que, para descubrir las verdades, es necesario que el sujeto reconozca
que la verdad o verdades no las crea o engendra, sino que es necesario que las
descubra; sólo cuando haga este reconocimiento podrá encontrar las
esencialidades. Este descubrir será posible cuando se percate que la naturaleza
humana, el organismo psíquico y el espíritu de los tiempos cambian, y que, por
ende, las opiniones de estos lo hacen también, pero la verdad siempre será la
misma.

Pero ¿de qué manera podremos descubrir la verdad? En caso de descubrirla,


¿qué camino ésta ha de tomar? Este camino trazado, ¿qué implicaciones tendrá
para comprender la realidad que se nos para de frente? ¿La fenomenología será
capaz de poder lograr tal empresa, cuando muchas otras explicaciones y reflexiones
de la filosofía lo han intentado?

A todas estas preguntas y a otras más, Husserl tratará de dar respuesta en


las Meditaciones Cartesianas, las cuales serán las síntesis de todo su postulado
filosófico. Y es precisamente en la primera meditación que nuestro autor abre la
posibilidad a su método para que tome a la filosofía y a la ciencia como primeras.

Lo primero que hará Husserl en este texto será poner en claro que lo primero
que tiene que hacer la persona para acercarse a la Verdad y a la ciencia que la
contenga es suspender todas las convicciones válidas para nosotros, y al hacerlo,
pondremos también en suspenso todas las ciencias sobre las cuales están
fundadas, esto lo haremos para que podamos dar paso a una ciencia que no esté
contaminada, que sea radical, auténtica y, por ende, sea la primera.

Este suspender, nos pondrá de manifiesto ciertos problemas metodológicos


que se han dado hasta este momento en la creación de la filosofía primera; el
primero de ellos es el reconocer que cuando pensamos en una posible ciencia, lo
hacemos siempre con un determinado esquema de comprensión de lo que es la
ciencia y de cómo ha de formular sus postulados y, el segundo, es que esto que se
suscita en la ciencia pasa también con la filosofía y que no sólo eso, sino que
hacemos filosofía de una determinada manera, que sin darnos cuenta ya la tenemos
por dada, por lo que el carácter de primero no puede sostenerse.

Ante esto, la respuesta no es el querer formular un concepto o idea de la


ciencia a partir de la comparación entre las ciencias existentes. Sino que es
necesario que se reúse a tomar partida con respecto a la validez de las ciencias
fácticas. Esta actitud de reusarse presupone una toma de conciencia acerca de la
forma en la que llevamos a cabo los juicios y de los contenidos de estos; esto porque
en muchas ocasiones no nos percatamos que en la misma formulación de los juicios
caemos a emitir opiniones o afirmaciones que damos por supuestas, pero no tienen
un contenido fundado o una justeza con la verdad. Dicha justeza con la verdad
implica la coherencia que decíamos más arriba, es decir que lo que expresamos,
pensamos o establecemos sea acorde con los hechos que presenciamos.

Para demostrar esta deficiencia, Husserl nos dirá que es necesario


comprender la forma en la que juzgamos, que hay dos clases de juicios los mediatos
y los inmediatos y que estos se justifican o no, de estos los que interesan para llegar
más cerca al deseo de una ciencia y filosofía primera se centra en los que se
justifican. Él explicará que cuando juzgamos justificadamente estamos ante dos
elementos del acto de juzgar; el primero consiste en la presunción, es decir, sólo
pensamos en la cosa, pero no la tenemos de frente; el segundo, es cuando la cosa
se nos presenta directa e inmediatamente, a este presentar le llamamos evidencia.
Al conformarse la presunción (lo que pensamos previo a la cosa) con la evidencia
estamos ante el acto de fundar el juicio, acto que todo científico busca realizar
porque da sustento a su propuesta de pensamiento, a su teoría. De esta justificación
surge la idea de que toda ciencia debe estar fundada y justificada, esta es la idea
directriz de toda ciencia.

De lo anterior, Husserl da un brinco para centrar a atención enla evidencia,


la cual debemos de entender por la experiencia de la existencia y de la esencia de
las cosas; es lo evidente del espíritu de las cosas mismas. Esta evidencia tiene un
doblez, por una parte, tenemos lo que muestra como verdad y, por la otra, muestra
aquello que no es, que muestra una falsedad evidente. En estos dos lados de la
evidencia o experiencia de lo que presenciamos están inmiscuidos en la vida pre
científica, en esta bastan las verdades relativas, no importa si son verdad o mentira
puramente, se puede vivir con certezas a medias. En cambio, para la empresa de
la búsqueda de una ciencia definitiva no podemos conformarnos con las verdades
a medias, es necesario que tengamos las verdades de una sola vez para todas y
para todos, es necesario que san universales.

Un problema que se presenta ante este requisito para la ciencia definitiva es


que las ciencias en general cambian constantemente en sus verdades, no son
universales del todo, sólo se aproximan a abrir la verdad universal. Esta
aproximación hace pensar al científico que se acerca a la universalidad sistemática
dentro de una determinada ciencia y da una unidad total del ser por supuesta, le
hace pensar de esta manera en razón de que de manera implícita reconoce su
limitación para poder dar una explicación universal del porqué su pensamiento y
evidencia sólo cubren ese momento o esa parte del conocimiento.

Esta limitación implícita y este pensar en la proximidad a la universalidad nos


lleva a encontrarnos de nueva cuenta con lo que damos por supuesto, con todas
aquellas verdades que no nos llevan a tomar una postura crítica o ajena a
presupuestos, al acercarnos más a la proximidad nos alejamos de la intención de
encontrar una ciencia pura, en razón de que el carácter de primigenio no se ve
satisfecho. Debido a esta situación, Husserl dirá que es necesario que se postule
un principio para poder emitir un juicio de manera justificada y fundada, y que la
única respuesta posible es la no admisión ni formulación de juicio alguno que no
haya sacado de la fuente de la evidencia.

Este principio debe ser el punto de partida para que el filósofo llegue a la
ciencia absoluta. Es la evidencia el punto de partida para nosotros que buscamos
la verdad absoluta, es ella misma la que abre la posibilidad de la comprensión e
indubitabilidad absoluta de que se acerca a la ciencia primera sin juicio no fundado
ni justificado. Pero, esta indubitabilidad en el principio de la evidencia, nos lleva a
poner una atención mayor en esta, en el sentido de que es necesario que veamos
si esta evidencia es perfecta o pura, es decir que en ella haya posibilidad de que
sea integral y unilateral en las experiencias. Esta perfección de la evidencia sólo
será posible por medio del progreso sintético de las experiencias coherentes, que
lleven a la experiencia confirmativa de que lo que se piensa es acorde a la evidencia
que se nos presenta.

La presencia de esta experiencia confirmativa nos lleva a encontrarnos con


otra característica de la experiencia que sustentará a la ciencia primera, que es la
de la apodicticidad de la evidencia; esto es que la evidencia debe ser certeza del
ser de las cosas o hechos evidentes, que es necesario que con esta certeza que
se otorgue se excluya absolutamente la posibilidad de su no ser o de su no
coherencia con lo que se está pensando, es decir, no debe de haber ninguna
posibilidad que la evidencia dé oportunidad a la existencia de la duda, al vacío, a la
falta de fundamentación y justificación.

Lo anterior nos mueve a presentarnos un problema fundamental, el cual


radica en que se observe cada una de las evidencias que se nos presentan en los
juicios. Al observarlas nos tenemos que preguntar si cada evidencia que se presenta
en el juicio es apodíctica, para que esta sea de carácter universal y primera, para
que no deje la posibilidad a la relatividad de las cosas. Al estar en contacto con esta
observación nos percataremos que para poder dar satisfacción a este presupuesto
es necesario que nos dirijamos al origen de todas y cada una de las evidencias que
se presentan, dicho origen está puesto en el mundo.

Por mundo debemos entender la relación que hay entre el sujeto con la
totalidad de lascosas. A partir de aquí, el mundo sólo es comprensible en la medida
de que se reconoce que cada uno de los actos que realizamos, que cada referencia
que se presente, tendrá su origen en él y, por ende, nos demuestra la existencia del
mundo en el que nos encontramos; damos por hecho la existencia de este porque
nos encontramos en él. Sin embargo, este actuar de manera presupuesta nos hace
preguntarnos si de verdad es posible que esta presunción sea apodíctica, si de
verdad ella es demostrable en todos los sentidos y al mismo tiempo, nos lleva a
preguntarnos si esta evidencia que se presenta como indudable de verdad lo es.
Este dudar de la evidencia de la existencia del mundo nos hace cambiar la
mirada a la búsqueda del principio de la evidencia, en razón de que una vez que se
ha abierto la duda no se satisface el principio de apodicticidad, en razón de que la
presunción de la existencia no tiene fundamento; por lo que, es necesario que
giremos hacia otro lado, es necesario que vayamos hacia donde Descartes, en el
inicio de la filosofía moderna, vio una oportunidad de descubrir la forma de
encontrarse con la filosofía primera a partir de un principio que apuntaba a una
estabilidad mayor y que se trata de la conciencia del yo.

Este yo no es el yo de los demás, es mi propio yo; es aquel yo que reflexiona


aquello que está experimentando, aquel yo que reflexiona la existencia de los otros
y de la realidad que se presenta como evidencia, es la vida un fenómeno más, no
da por sentado que la realidad es, sino que al reflexionar se genera apariencia de
realidad.

Esta apariencia de realidad no implica que deje de ser, sino que


simplemente el sujeto se abstiene de creer la verdad o la apariencia que se
presenta, sino que me permite realizar la sentencia crítica de aquello que se me
presenta para pasar en un segundo momento a la posibilidad de que eso que se me
ponga de frente sea realidad para mí. Esto es llevar al sujeto a la vida reflexiva, en
donde el fenómeno no deja de serlo, somos ahora sujetos que no toman la creencia
natural tal cual se presenta, sino que se suspende junto con todos los presupuestos
que yo tengo para poder sustentar el principio rector de la ciencia primera.

Esto nos lleva a prestar atención al yo pienso, en ese yo que está intuyendo
pero que se abstiene de emitir un juicio sobre el fenómeno que está presenciando.
Esta abstención es el momento o el método que Husserl ve necesario para poder
llevar a cabo la misión de construir una filosofía pura, a la cual llamará como Epojé
fenomenológica.

La Epojé fenomenológica implica un hacer conciencia del proceso que se


está llevando a cabo en el interior del sujeto, es un apropiarse de la conciencia, es
un aprehender lo que ella misma va formulándose; se trata de aprehenderse así
mismo como un yo puro, en el cual la vida experimentada es de una manera
determinada para mí y es de esta manera porque Yo soy el que la está
experimentando. El mundo del cual habíamos hablado líneas arriba se torna de una
manera determinada no porque esté allí desde el inicio, sino que, por el contrario,
toma significado porque estoy yo percibiéndolo en mi pensamiento, en mi reflexión.
Yo experimento el mundo de esa manera determinada porque yo lo experimento de
esa forma dentro de mí.

De esta manera, cuando yo experimento de esta manera, situándome por


encima de la experiencia, en el paréntesis de la emisión del juicio me apropio de mí
mismo, mi conciencia se vuelve más grande y se transforma en una conciencia del
mundo, en la cual me obtengo a mí mismo como un yo puro. Este Yo puro o
trascendental es aquél en el que Descartes ha puesto la mirada para poder formular
su sistema filosófico.

Consiguientemente, es necesario que se muestre como el yo trascendental


cumple con la característica de la apodíctica para ser el fundamento de este método
universal y libre de toda contradicción, en donde él yo es primero a todo lo
formulado.

La apodíctica del Yo trascendental, ya lo había anunciado Descartes al señalar que


este al apropiarse de sí mismo y de su realidad reflexiva, también lo hace con todo
aquello que el yo trascendental es, así como de la actualidad de sí mismo y de lo
que experimenta. Aquí entra también la percepción exterior del sujeto, donde como
habíamos dicho con anterioridad, la apodíctica entra en duda porque la evidencia
no tiene el sustento de ser realmente, sin embargo, en la presencia e este yo existo
trascendental toma una tonalidad diferente porque se muestra como una
universalidad abierta.

Sin embargo, ante la duda de si podrá o no ser apodícticamente el Ego cogito


el fundamento de nuestra Ciencia o filosofía primera, Husserl establece que en este
punto debe mantenerse con cautela, en razón de que Descartes dio varios pasos
en falso aquí, el primero de ellos radicó en el prejuicio de tomar al método
matemático como modelo de método para las ciencias y el segundo la separación
del sujeto de su pensamiento y de su cuerpo. Pero esto se soluciona cuando, al
aplicar la Epojé a mí mismo, puedo reducir mi yo psíquico y mi yo natural al yo
trascendental, en razón de que pongo en paréntesis mi propia experiencia y mi
deseo de enjuiciar, en ella yo me tomo a mí mismo completamente y doy posibilidad
a que el mundo sea pasado por mi propia meditación de mí mismo, lo aprehendo a
él y a mí mismo, tomo su actualidad y la mía.

Ante esto, podemos concluir que la presencia de este Yo trascendental es el


punto firme sobre el cual la filosofía primera pueda posarse y la forma de demostrar
su apodíctica es por medio del método fenomenológico, esto en razón de que con
este, el yo mismo entra en la dinámica de no dar por supuesto su propia esencia,
sino que él mismo para ser probado necesita de sí para experimentarse. Al hacer el
ejercicio fenomenológico sobre sí mismo dará como resultado final la evidencia
necesaria para que el sujeto en la conciencia del yo puro o trascendental quede
como principio de la ciencia o filosofía primera.

Bibliografía

De Muralt, A., La idea de la fenomenología, Centro de Estudios Filosóficos de la


UNAM, México, 1963.

Ferrater Mora, J., Diccionario de Filosofía Tomo II, Ariel, Barcelona, 2001. Voz:
Evidencia

Husserl, Edmund, Meditaciones cartesianas, Fondo de Cultura Económica, México,


1986.

Lyotard, J.F., La fenomenología, Editorial Univesitaria de Buenos Aires, Argentina,


1963.

Patocka, Jan, Introducción a la fenomenología, Herder, Barcelona, 2005.

Stein, Edith, Obras completas Tomo III, Monte Carmelo, Burgos, 2002.

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