No hay una respuesta sino muchas. Lo que hay que decir primero, es que el rezago, la
inasistencia y la deserción escolar forman parte de un proceso social; que no se pueden
reducirse sólo a unas variables, como las académicas, las socioeconómicas o las familiares.
Un discurso que asume que la problemática radica sólo en un aspecto del fenómeno, sólo
contribuye a des-responsabilizar a otros actores y estructuras sociales. Por ejemplo, si el
centro escolar afirma que el estudiante es el que carga con todo el peso, alegando que poco
puede hacer con factores como la pobreza o la desestructuración familiar, lo único que
pretende es “absolverse” ante el hecho de que ciertos estudiantes dejan de ir a clase o
abandonan.
Dicho en otros términos, se estaría admitiendo que la decisión de abandonar es una decisión
tomada por cada individuo, a la luz de un patrón de bajo compromiso con la escuela y
conductas que llevan al fracaso escolar.
En muchos casos sucede por esta razón pero, afirmarlo de manera general, contribuye a
pasar por alto el papel que está desempeñando la escuela a la hora de empujar a ciertos
alumnos/as abandonen o a que permanezcan en ella.
González (2005) señala que “resulta en exceso simplista asignar “culpas” sólo a unos/as o
sólo a otros/as. Desde luego, las escuelas no tienen un control absoluto sobre las
condiciones en las vidas de sus estudiantes; éstos tienen… responsabilidad sobre su logro
escolar, y también las familias han de responsabilizarse en apoyar a sus hijos/as. Pero en
todo caso, el centro escolar ha de dar una respuesta educativa adecuada a las necesidades de
los/as alumnos/as que recibe, y proporcionar ambientes educativos efectivos y ricos para
todo su alumnado, y no sólo para los/as que responden a un modelo ideal.
En ocasiones, algunos sujetos son percibidos como “victimas del medio” o “como un
peligro para el orden escolar”, en ambos casos el/la estudiante es objeto de una
penalización, y pocas veces éste es mirado como un sujeto con identidad personal, inserto
en un medio social concreto, con una cultura específica y con una autonomía propia.
Si bien, es cierto que en algunos casos la problemática radica sólo en el individuo, en sus
características y sus circunstancias. También debe considerarse que cada caso es distinto,
pues hay que considerar las características socio-económicas, laborales, de expectativas
escolares, y de situación familiar de cada alumno/a.
“No me gusta la materia”, “es muy aburrida la clase”, “no entiendo las lecturas”, “no me
interesa asistir siempre”. Mientras que otros/as han interiorizado el discurso meritocrático
de la escuela a lo largo de su vida académica, usando expresiones como: “yo no sirvo” o
“yo no nací para esto”.
Hay que decir también, que el fracaso escolar puede estar estrechamente ligado con
cuestiones emocionales, es decir con los niveles de autoestima académica y auto concepto,
con el tipo de actitudes del cuerpo docente tiene con el alumnado y las experiencias de
violencia y exclusión vividas con los pares.
En fin, el fenómeno no se produce de forma instantánea, pues los/as alumnos/os no deciden
dejar el centro escolar sólo porque se les antoje; más bien, es un proceso progresivo de
retirada de la escuela, y en ocasiones el resultado final de una larga serie de experiencias
negativas (escolares y socio-emocionales) a través de las cuales el/la alumno/a va
mostrando signos de desenganche, como no ir a clase, no finalizar adecuadamente el curso,
suspender, repetir.