1
JUAN PABLO II. Audiencia general del 31 de marzo de 1982, 1.
2
Cf. ÁLVAREZ, Jesús. «Historia». En: VIDAL, Marciano (dir). 10 Palabras clave sobre Vida Consagrada. Navarra:
Verbo Divino, 1997, p. 74.
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la vida común entre los hermanos de religión, viviendo bajo el mismo techo,
participando de la misma mesa, con oraciones en común, bajo una disciplina
religiosa.
Consejos evangélicos: la profesión de los «consejos evangélicos» de
pobreza, castidad y obediencia, como medio de llegar a la perfección cristiana, es
esencial al estado religioso por el mismo derecho divino.
Votos: Constituye el mejor medio de profesar los consejos evangélicos y da
al estado religioso la firmeza que requiere su naturaleza de estado. En sentido
amplio, se entiende por estado cualquier forma de vida constante y estable.
Es un elemento peculiar del estado religioso que estos votos sean aceptados
por un superior legítimo en nombre de la Iglesia y, por eso, sean públicos. En esto
se diferencian canónicamente de otros estados jurídicos de perfección como
sociedades de vida común e institutos seculares3.
Algunos autores prefieren usar la expresión «Vida Consagrada» y no «Vida
Religiosa» porque «ninguna palabra expresa mejor el ser y el contenido de la vida
cristiana y, sobre todo, de la vida religiosa, que la palabra consagración» 4 .
Efectivamente, éste es un concepto preciso para determinar la esencia de la vida
religiosa: con – sagrarse, es decir, hacerse uno con lo sagrado. No es un añadido
a la vida, como sería una profesión, sino un cambio radical que expresa la
naturaleza íntima y el valor más esencial que asocia al consagrado, al mismo
tiempo, con Dios trinidad, con Jesucristo hombre, con la Iglesia, con María y con
la creación.
Efectivamente, en la Vida Consagrada se puede visualizar un aspecto
esencial y otro complementario: por una parte, la donación a Dios y a su servicio;
por otra, la renuncia a sí mismo y la separación de todo uso profano de la cosa o
persona consagrada.
Esta doble dimensión relaciona la consagración de la vida con los sacrificios
veterotestamentarios, con el mismo sacrificio de Cristo y con la consagración
eucarística.
En sentido teológico, consagrar tiene el mismo origen que sacrificar: sacrum
faccere. Es decir, hacer algo sagrado por su entrega total e irrevocable a Dios. Sin
embargo, consagrar no significa destruir, puesto que no se destruye ningún valor
positivo creado por Dios. Por esto, el sacrificio de Cristo y, especialmente el
sacrificio eucarístico, permiten entender con más precisión el sentido sacrificial
de la consagración al Señor. Por tanto, sacrificar al Señor nuestra voluntad,
nuestro amor, nuestros bienes personales y naturales, no significa destruirlos, sino
afirmar la grandeza de estos valores que, con total libertad entregamos a Dios para
que Él los perfeccione y utilice para motivos que trascienden los límites de nuestro
3
ROYO MARÍN, Antonio. La vida religiosa. Madrid: BAC, 1968, pp. 4-5; 113-114.
4
Cf. ALONSO, Severino María. La vida consagrada. Síntesis teológica. Madrid: ITVR, 1985, p. 148.
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egoísmo5.
La expresión Vida Consagrada abarca muchas formas de vida, algunas
multiseculares, otras recientes, todas nacidas y creadas para vivir con Cristo y en
Él, la verdad única del Evangelio. Casiano señala que los ayunos, meditaciones,
la pobreza, etc., no son la perfección, sino instrumentos para adquirirla. Santo
Tomás remarca que la perfección está en vivir el mandamiento del amor impuesto
a todo cristiano y no sólo en los consejos evangélicos.
El primer momento de la consagración es común a todos los cristianos: el
Bautismo, que nos hace hijos de Dios y nos abre las perspectivas de la vida de
santidad, por acción del Espíritu Santo, puesto que toda consagración de debe a
su acción, teniendo, por ello, carácter de epíclesis6.
Las herejías de corte gnóstico y mesaliano7 consideraban que los cristianos
comunes deberían contentarse con cumplir los mandamientos, mientras que los
consagrados eran los únicos llamados a vivir en estado de perfección. Lo que
exige la perfección cristiana no es la vida consagrada sino el Bautismo. El hombre
no fue creado por Dios para «salvarse», sino para asemejarse a Él.
La palabra salvación es presentada aquí entre comillas pues que
normalmente sólo se conoce de ella su sentido «negativo», pero no se puede
admitir una separación entre salvación y perfección, puesto que el sentido de la
creación del hombre es la total unión con su Creador, lo que los orientales llaman
cristificación.
1. Prefiguras veterotestamentarias
5
Cf. ALONSO, Severino María. La vida consagrada. Síntesis teológica. Madrid: ITVR, 1985, pp. 148-149.
6
Cf. GARCÍA PAREDES, José Cristo-Rey. Teología de la vida religiosa. Madrid: BAC, 2002, p. 375.
7
Los mesalianos, o eutiques, constituían uma secta herética que se originó en Mesopotamia alrededor del año 360
y sobrevivió en Oriente hasta el siglo IX. La expresión “euquites” viene de la traducción al griego de su nombre
oriental (euchetai de euchomai, orar); adelfianos por su primer líder; lampecianos por Lampecio, su primer
sacerdote (ordenado cerca de 458), entusiastas por su dogma peculiar de la morada del Espíritu Santo, por quienes
se sentían enseñados e inspirados o poseídos (enthous). Los sectarios no cristianos de los eufemitas también eran
llamados mesalianos, y San Epifanio (Haer., LXXX), nuestro único informante sobre ellos, los consideraba
precursores de los mesalianos cristianos. Afirmaban la inutilidad de los Sacramentos y consideraban la oración el
único poder espiritual.
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San Jerónimo menciona a los «Hijos de los profetas» y a los Rekabitas como
remotos antepasados de los monjes. Efectivamente encontramos en el Segundo
libro de Reyes (6), la mención a que los discípulos de Eliseo vivían en comunidad
y se proponen a construir un lugar más amplio para habitar, señal de su
crecimiento. Ellos se presentan como «sus siervos». En el trabajo, un hacha de
hierro cayó en el agua y el discípulo se afligió porque era «prestada», lo que
significa que vivían en estado de pobreza.
Los «hijos de los profetas» constituían comunidades proféticas de las cuales
casi nada se conoce. Ya existían en la época de Samuel, desapareciendo después
del exilio. Eran grupos que se formaban alrededor de un padre espiritual,
formando comunidades independientes y ambulantes, viviendo en estado de
pobreza, dependientes, muchas veces, de la caridad pública, presentándose
también como auxiliares en el culto en algunos santuarios, como por ejemplo en
el monte Carmelo.
Los Rekabitas se originan en Jonadab, «hijo de Rekab», que Jeremías indica
que no bebían vino, no sembraban, ni poseían casas, sino que vivían en tiendas,
lo que hacían más por una tradición paterna, que propiamente como una forma
diferente de vivencia del judaísmo. Jeremías reprocha al pueblo de Israel por no
tener a Yahveh la fidelidad que los rekabitas tenían a su padre Jonadab.
El primer libro de los Macabeos habla de los Asideos. Era un grupo
observante y valiente, entregado de corazón a la ley, que se había refugiado en el
desierto para permanecer fiel cuando el Templo estaba dominado por «la
abominación». Cuando fue restablecida la libertad religiosa (1Mc 4,28-61) ellos
consideraron su objetivo cumplido y se incorporaron a la resistencia armada de
los macabeos.
Después del descubrimiento fortuito de las cuevas del Qumran, el año 1947,
se pasó a estudiar con más atención el grupo de los Esenios, ya mencionados por
Flavio Josefo, Filón y Plinio. Actualmente se juzga que las comunidades esenias
de Qumran se emparentan con las comunidades proféticas de la época de Elías y
Eliseo. Su nombre deriva de hasen, «piadosos» y se oponían a los fariseos y
saduceos. Ellos se definían a sí mismos como «guardianes de la fidelidad en el
seno de la tierra» y se consideraban el resto elegido que debía alentar la práctica
religiosa del pueblo de Dios. Se retiraron al desierto formando grupos de
escogidos y separados, que vivían en comunidades celibatarias, pareciéndose a
una orden monástica y llegando, según Flavio Josefo y Filón, a unos cuatro mil8.
Sin embargo, la concepción del celibato esénico no debe confundirse con la
moderna, cristiana, canónica, pues el esenio podría no ser un hombre no casado y
sin hijos 9 . Su vida comunitaria y su continencia nacen de la «ideología de
combate», que concibe la vida como una guerra santa contra el mal, en la cual el
8
Cf. FERNÁNDEZ, Aurelio. Teología Dogmática. Curso fundamental de la fe Católica. Madrid: BAC, 2009, p. 140.
9
Cf. G. BOCCACCINI. Além da hipótese essênia: A separação dos caminhos entre Qumran e o judaísmo enóquico,
68.
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monje debe combatir contra el espíritu de iniquidad, en perspectiva del último
combate que alcanzará el triunfo definitivo de Dios y de los santos10. En la obra
Jesús de Nazaret, Benedicto XVI escribe: «Parece que Juan el Bautista, y quizás
también Jesús y su familia, fueran cercanos a este ambiente».
La comunidad de los Terapeutas comparte los ideales de los esenios, lo que
sugiere tratarse de una rama egipcia del movimiento esenio palestino. Como los
esenios, tenían comida en común, máxima reverencia a la ley, separación de las
ciudades, culto comunitario con plegarias compuestas por miembros de la
comunidad, obediencia, celibato. Sin embargo, se encuentran algunas diferencias
relevantes, puesto que los Terapeutas se dedicaban a la contemplación, con
prolongados ayunos, régimen vegetariano, mientras que los Esenios eran de vida
más activa, habiendo también consumo normal de carne11.
2. La llamada a la perfección en el Nuevo Testamento
10
Cf. ALONSO, Severino María. La vida consagrada. Síntesis teológica. Madrid: ITVR, 1985, p. 198.
11
Cf. «Antiguo Testamento». En: APARICIO, Angel; CANALS, Joan (dir). Diccionario Teológico de la Vida
Consagrada. Madrid: Publicaciones Claretianas, 1989, pp. 48-65.
12
ESPINEL, J. L.. Fundamentos bíblicos de la vida religiosa, «Ciencia Tomista», 99 (1972) 11-71.
13
Cf. ALONSO, Severino María. La vida consagrada. Síntesis teológica. Madrid: ITVR, 1985, p. 7.
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hacen de esta primera comunidad el modelo embrionario en la cual deben
inspirarse todas las futuras comunidades nacidas en el seno de la Iglesia.
1.1. La llamada a la perfección es universal
14
Cf. TILLARD, Jean-Marie. Le fondement évangélique de la vie religieuse. Nouvelle Revue Théologique, 91
(1969), p. 917.
15
Cf. ROYO MARÍN, Antonio. La vida religiosa. Madrid: BAC, 1968, pp. 140-141.
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Las bienaventuranzas se resumen en poner en Dios toda la confianza y dedicación
para alcanzar la semejanza con Él en dirección al Reino prometido, no viviendo
para esta tierra, sino para la vida eterna. Ellas se centralizan así en la Ley del amor.
El «cántico paulino de la caridad» dibuja con poesía la superación de Ley por el
amor total a Cristo, que caracteriza la perfección neotestamentaria.
Juan Pablo II explica que las ocho bienaventuranzas son el código evangélico
de la santidad en el cual se inspiran y al cual se mantuvieron fieles, hasta el fin,
todos aquellos a quienes la Iglesia recuerda en el «día de todos los santos»16.
1.3. El signo de contradicción
16
Cf. JUAN PABLO II. Audiencia general de 1 de noviembre de 1981.
17
S. KIERKEGAARD, Diario, K – EP, XI A 159.
18
Cf. S. KIERKEGAARD, Diario, XI A 7.
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en el servicio del Evangelio por el anuncio de la palabra y por la caridad cristiana,
que ha suscitado en su seno el surgimiento de los diáconos. (cf. Hch 2,42-27; 4,32-
35; 5,12-16). Posteriormente, el crecimiento de la Iglesia imposibilitó la
comunidad de bienes a todos los cristianos, permaneciendo siempre vivo el anhelo
de volver a aquel espíritu evangélico, buscando algo que sea lo más parecido
posible a aquella comunidad nacida de la efusión del Espíritu. Esta efusión no fue
un hecho estanco, sino perenne, inspirando en el seno de la Iglesia el nacimiento
de nuevos carismas a través de los cuales el espíritu inicial encontrase nuevas
formas de vivir la perfección enseñada por Cristo.
Son abundantes los testimonios explícitos de esta intención de religarse con
la forma de vida de los Hechos y se perfilan ya en la vocación de san Antonio
Abad, san Pacomio, san Basilio, san Casiano y san Agustín, como enseña el
Concilio de Nimes (1096): «los monjes viven según la regla de los apóstoles,
cuyos pasos siguen por la práctica de la vida común, según lo que está escrito en
el libro de los Hechos: tenían un solo corazón y una sola alma, todo lo tenían en
común»19.
Se comprende así que la vida religiosa cristiana es fruto de las Sagradas
Escrituras y en ellas encontrará todo su aliento, ánimo y sustento, puesto que el
centro de toda consagración es el mismo Cristo y su regla fundamental es la
palabra revelada, especialmente el Nuevo Testamento y los Salmos. La regla, los
votos, los modos de vida que se estructurarán con el tiempo serán todos frutos de
esta savia que brota siempre de la Vid, separada de la cual la Vida Consagrada
pierde su vitalidad y su sentido.
19
Cf. TILLARD, Jean-Marie. Le fondement évangélique de la vie religieuse. Nouvelle Revue Théologique, 91
(1969), p. 922.
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