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SEBASTIÁN MORENO

el que quiso aparecer durante el reportaje en Tiempo: Justo Ramón


León.)
«Una noche de agosto de 1979 -cuenta Herreros en su li-
bro- George Hamilton y yo cenábamos con Sylvia Kristel en el
restaurante La Scala de Little Santa Mónica, en Beverly Hills, pro-
piedad del español]ean Leon,]usto Ramón León, su nombre real.
Nosotros salíamos al día siguiente a promocionar Amor al primer
mordisco por el mundo. Pero la charla de sobremesa se enredó de Vino «Jean Leon», un sueño perdurable
tal forma, que Sylvia al otro día estaba viajando con nosotros has-
ta Buenos Aires, primera ciudad del itinerario [...] Yendo al grano
diré que me llamó mucho la atención durante todo el viaje que la ¿Cómo fue posible que un recién llegado a los ámbitos vitivi-
Kristel nunca utilizase el lavabo en ninguna de las largas travesías.» nícolas acabara no sólo dominándolos con soltura sino abriendo
Evocando aquel episodio en La Scala decía Herreros: «Aquel caminos y siendo imitado, incluso, por aquellos que más le habían
restaurante era el corazón mismo de Hollywood, en cualquier me- criticado? Jean Leon, como todo hombre hecho a sí mismo, se
sa que miraras podías encontrarte repartos estelares enteros, con el mostró siempre como un discípulo aventajado de quien está con-
director y el productor incluidos. Esa mujer, Sylvia Kristel, estaba siderado uno de los pioneros más ilustres de la historia de Estados
cenando allí aquella noche -no había quedado con nosotros sino Unidos, el inventor Benjamin Franklin, quien solía decir que in-
que se sumó a nuestra mesa- porque aquel restaurante era el sitio vertir en conocimientos produce siempre los mejores intereses. Si
más importante de Hollywood. Ella, en esa época, a raíz de sus pe- la inversión se hace en beneficio propio, la operación suele ser re-
lículas de Emmanuelle, era una número uno en todo el mundo, un donda.Jean Leon aprendió pronto el oficio de hostelero y lo utili-
mito erótico mundial, no podía ni salir a la calle. En La Scala podías zó en su provecho. Ya se han visto los resultados. _
ver a todas las estrellas con la misma facilidad como si te asomaras a «Conozco este negocio, ¿por qué no iba a abrir mi propio res-
una pecera a ver los peces. Me llamaba la atención que aquel hom- taurante? -decía Jean Leon-. Un buen restaurante es uno de los
bre,]ean Leon, estaba allí sin inmutarse, dirigiendo con naturalidad negocios más lucrativos que existen y de los que suelen dar mayor
aquello, como un gran profesional, no con ese servilismo cateto que prestigio a su dueño. Lo mismo pensé con el vino.» Así se expre-
tienen otros cuando llega un famosillo a su casa. ¡Qué tío!» saba pocos años después de que la aventura del vino consagrara
también su gran intuición en este negocio.
Es cierto que empezó como un novato, aunque luego, una a
una, cuadraran todas las etapas en sus ambiciones profesionales.
Pero en los pasos que este hombre fue dando en terrenos descono-
cidos en principio para él, como la hostelería y el vino, nunca fal-
taron buenas dosis de racionalidad. Cuando el restaurante La Sca-
la se hubo asentado con el máximo prestigio entre la flor y nata de
Hollywood, abrió otro restaurante prácticamente enfrente, Le Pe-
tit Jean, en Little Santa Mónica, un pequeño bistrot, considerado,
a principios de los años sesenta, el mejor local de cocina francesa

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de California. «Era un milagro ver al inquieto Jean Leon atendien- Universidad Davis de California. En algunas de las sobremesas,
do las mesas de los dos restaurantes con tanta eficacia», escribía un Jean Leon le iba desgranando sus proyectos al sabio californiano,
crítico gastronómico del periódico Los Angeles Times. Jean Leon considerado una persona de gran empatía por todo el mundo.
no se conformó con haber culminado las más altas cotas en el cam- La semblanza que hacía Jean Leon de su amigo nace de una
po de la restauración y siguió aplicándose la misma filosofía de gran admiración:
siempre para afrontar nuevas etapas profesionales: «El profesor Amerine es una persona encantadora [cuando ha-
«Un americano -decía- es capaz de pagar seiscientos dólares blaba así aún vivía el profesor Amerine, murió en 1998]. Está con-
por una botella de vino, pero no siempre éste se ajusta a una deter- siderado en América como la mayor autoridad en los aspectos cul-
minada comida y tampoco siempre tiene la calidad que se espera turales y técnicos del vino. Sin sus investigaciones científicas, la
del precio. ¿Por qué no hacer un vino de calidad y que sirviera de industria del vino de California y, probablemente, la de otros mu-
complemento a mi restauración? Ésa era mi ambición.» chos lugares del mundo no hubiera avanzado ni una décima parte
Es probable que sobre esta idea, como un compleme~topara de lo que lo ha hecho. Durante muchos años, el profesor Amerine
sus restaurantes, empezara a gestarse el sueño del vino en su men- estuvo realizando un seguimiento de determinadas uvas plantadas
te. Pero por esa época, al principio de los años sesenta, Jean Leon experimentalmente en varias regiones californianas. En sus inves-
no era un gran entendido en vinos. Y el vino es un producto que tigaciones tenía en cuenta los cambios más o menos bruscos de
no se logra de la noche a la mañana precisamente. temperatura en cada zona, la fuerza y dirección de los vientos, la
Jean Leon reconocía siempre que llegó humildemente al mun- humedad ambiental, la astringencia de la tierra, cualquier detalle
do del vino. «Yo no era más que un simple voluntarista en este cam- que pudiera influir en el desarrollo de los viñedos. Gracias a estos
po. Amaba el vino, sí, y me gustaba servirlo -recordaba-, pero trabajos del profesor hoy se conoce con precisión cuál es la varie-
no es éste un negocio ligero, me parecía muy serio y complejo. En dad de uva que conviene plantar en cada lugar y no se falla nunca.
la carta de mis restaurantes tenía buenos caldos de todo el mundo, Se han evitado muchísimos contratiempos y equivocae.i.ones en es-
incluidos algunos vinos españoles y, sobre todo, vinos california- te campo gracias a él.»
nos. Estuve tentado, incluso, de hacer mi bodega en California: uno En efecto, Maynard Andrew Amerine ha sido considerado un
de los países que, por las condiciones climáticas y del terreno, tie- enólogo eminente, cuyas investigaciones han iluminado los méto-
ne, a mi juicio, más futuro en vinos de calidad. Así me podía aho- dos de análisis y elaboración del vino en sus diferentes procesos no
rrar los inevitables viajes a Europa que estaba seguro me ocasiona- sólo para los vinateros californianos sino para los de todo el mun-
rían los viñedos que yo proyectaba en Francia o en España.» do. Es autor de más de cuatrocientos libros sobre enología y viti-
Probablemente el azar le llevó hasta el Penedés, en Cataluña, cultura, muchos de los cuales son referencias imprescindibles para
donde empezó a cimentarse su más perdurable sueño, el vino que los que aman la industria del vino.
lleva su nombre. AJean Leon le encantaba evocar al detalle la génesis de su sue-
¿Fue sólo el azar? ño más grande:
Jean Leon tuvo otra vez en su vida esa extraña virtud de la «Yo tenía una idea muy clara en este campo de la viticultura:
oportunidad, que muchas veces suele confundirse con la suerte: quería un terreno pequeño y una producción baja, estaba seguro de
estar en el sitio adecuado, en el momento preciso. que podría hacer un buen vino si controlaba bien el producto. Una
Uno de los clientes del restaurante La Scala era el doctor May- cosa es el negocio y otra la calidad, ambas cosas son prácticamente
nard Andrew Amerine, profesor de Viticultura y Enología de la incompatibles. Sólo hay un modo de competir en el mercado inter-

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nacional: ofrecer calidad y ganar prestigio. A lo largo de la expe- dos del país, Dry Creek Valley, Mendozino...). Luego, continuó
riencia he visto que esa línea es el futuro de los vinos catalanes. Pue- buscando por regiones de gran tradición vinatera en Francia (Bor-
den competir con los vinos franceses. Estoy tan seguro de esto que goña y Burdeos), donde tenía algunos amigos.
una vez dije que regalaba mi finca a la Generalitat de Cataluña si, en «Inicialmente -decía- consideré la posibilidad de quedarme
una cata a ciegas, cualquier experto descalificaba mi cosecha del se- en California, aquí la industria del vino estaba transformándose a
tenta frente a los mejores chateaux franceses. No era una fanfarro- pasos agigantados y yo tenía muchos motivos profesionales para
neóa... Yo quería mimar al detalle mi vino, como un artesano, hacer no desplazarme tan lejos, a Europa. Además, quería seguir muy de
un producto de calidad para el placer de mis clientes.» cerca el desarrollo del vino y esa distancia podría entorpecer mis
Amerine, que compartía las mismas ideas que Jean Leon, le planes.»
animó a prepararse para afrontar la aventura. Despuntaba la década de los sesenta. El triunfo del presidente
«El profesor Amerine me inscribió en un curso que se impar- demócrata John F. Kennedy impulsaba un panorama lleno de cam-
tía sobre enología en la Universidad Davis de California», recor- bios, de renacimiento social y económico en Estados Unidos, que
daba Jean Leon. se denominó «Nueva frontera». Analizando el éxito del vino de
Así, nuestro hombre tuvo que empaparse de conceptos desco- Jean Leon, N athan Chroman, periodista de Los Angeles Times,
nocidos para él hasta entonces. Él era un buen aficionado al vino, creía ver en las dudas de Jean Leon para instalarse en Europa como
pero sólo lo había visto hasta entonces en la botella a punto de ser bodeguero, el deseo de no despegarse de su amigo, el presidente
servido y bebido. Empezó a familiarizarse con términos nuevos y Kennedy. Escribía que J ohn F. Kennedy era el primer cliente de
extraños respecto a los que utilizaba hasta entonces en el vino, co- Jean Leon, no sólo en La Scala sino que también era quien tenía
mo son los ácidos tartáricos, los ácidos cítricos, los ácidos málicos, que servirle, por expreso deseo suyo, cuando visitaba California y
los taninos, el raspón, el hollejo, etc. «La mayor parte de cuanto yo se instalaba en el Hotel Beverly Hilton.
sé sobre la técnica vinícola se lo debo a Amerine, y a otro amigo Probablemente Jean Leon esperaba con cierta)ógica que la
mío, el ruso André Tchelistcheff, veterano elaborador de vinos ca- época de Kennedy durara mucho y era comprensibfe que no qui-
lifornianos, que me enseñó algunos secretos prácticos sobre el cul- siera separarse de su amigo. Por eso, afirmaba el periodista califor-
tivo y la elaboración. Amerine me dio a leer no sé cuantos tratados niano, Jean Leon debió de ver los cielos abiertos cuando encontró
sobre viticultura. Pero a la hora de la verdad faltaba lo principal: la un buen terreno en el Penedés, a un precio razonable (sobre todo
viña», reconocía Jean Leon. comparado con las exigencias de los chateaux franceses), con un
El profesor le recomendó las cualidades de las variedades de microclima parecido al de Napa Valley y cerca del aeropuerto in-
uva más comunes que empezaban a llegar a los campos de Califor- ternacional de Barcelona, con lo que en unas horas podía estar en
nia por aquella época: Chardonnay para vinos blancos y Cabernet cualquiera de sus negocios, en España y en California.
Sauvignon para tintos. Poco después, la Merlot, también para tin- «En Francia, donde primero busqué -recordabaJean Leon-,
tos empezó a ser habitual en las regiones vitivinícolas california- se subieron tanto a la parra en los precios cuando vieron a un ame-
nas. Pero éstas eran variedades que en España no se plantaban. ricano interesado en algún chateau, que ni siquiera algunos gran-
Pertrechado con algunos conocimientos básicos, J ean Leon des magnates norteamericanos hubieran podido comprarlo. En-
empezó sus indagaciones para adquirir el terreno donde plantar la tonces, me dije ¿por qué no en mi país?»
viña y lo hizo por donde le quedaba más a mano: California (Na- y llegó hasta España. Primero oteó terrenos en La Rioja, pero
pa Valley y Sonoma Valley... donde se crían, quizá, los mejores cal- se decidió, finalmente, por el Penedés.

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¿Por qué, precisamente, el Penedés?: Fue otra vez un cruce del destino o un golpe de suerte lo que le
«Me decidí por el Penedés --decía-, gracias a un consejo del állanó el camino hacia su sueño.
profesor Amerine. Me dijo que Cataluña era el lugar propicio pa- Durante uno de sus viajes a España, Jean Leon estaba alojado
ra plantar mis viñedos, por las características climáticas (tiene un en el Hotel Ritz de Barcelona y preguntó en recepción quién era el
microclima similar al de los mejores valles californianos), por su mejor peluquero de la ciudad. Le recomendaron a Iranzo. Acudió
orientación geográfica, por la cercanía del mar y por las cualidades a la peluquería de Pascual Iranzo, pero éste atendía a otro cliente
de su tierra, entre otras razones técnicas. Recuerdo haber leído en cuando él llegó. Jean Leon insistió en que le atendiera Iranzo, por-
aquellos libros que me dejaba que, desde los tiempos de César, los que le habían dicho que era el mejor. El peluquero, que le oyó, se
vinos del Penedés habían sido famosos en los banquetes romanos las arregló para complacerle. Se cayeron muy bien J ean Leon y
y en toda Europa. Millones de ánforas con vino de esta zona fue- Pascual Iranzo y aquel día ambos sellaron las bases de una estrecha
ron enviadas por mar desde Tarragona a Roma. Lo curioso es que y larga amistad.
Amerine me recomendó especialmente que criara caldos tintos, Jean Leon le habló al peluquero de su sueño de hacer su vino y
justo lo que entonces parecía más insólito en Cataluña. Ambos es- se quejó de los problemas que tenía con los aparceros de la finca,
tábamos de acuerdo en ir más allá de lo que la garnacha, la tempra- campesinos que tenían arrendadas las tierras con derechos ances-
nillo, la macabeo, e incluso la malvasía podían producir tradicio- trales, que no estaban de acuerdo con las ideas revolucionarias del
nalmente.» nuevo propietario. «Lo tenían aburrido -recordaba Iranzo-
En el año 1962, durante unas vacaciones con su familia en la hasta el punto que pensaba irse y abandonar el proyecto. Dijo que
Costa Brava, empezó a recorrer fincas hasta que dio con la de El había cogido un abogado, que se había gastado un dineral y no ha-
Pla-Torrelavit, en el Penedés, una pequeña propiedad, de ciento bía logrado nada, sentía que le habían tomado el pelo. Me pidió si
cincuenta hectáreas, con una vieja viña recostada en una loma, so- yo le podía recomendar a un buen abogado. Entonces yo lo que
bre un terreno arcilloso, pedregoso y calcáreo. Se decidió pronto hice fue llamar a mi amigo Agustín Jausas para que le recibiera en
por la finca y le ayudó en las negociaciones de compra Jaume Ro- su despacho. En un mes, Agustín le había limpiado legalmente la
vira, un joven enólogo al que conoció por esa época y en quien finca de aparceros y a día de hoy todavía no le ha cobrado nada.
Jean Leon depositaría luego todas sus esperanzas en el negocio del También ellos se hicieron amigos para siempre.»
Vino. Esto fue lo que contó Jean Lean a Pascual Iranzo, a quien aca-
«La verdad es que a Rovira no lo elegí yo -revelaba-, aunque baba de conocer. Probablemente no quiso importunarle contán-
formalmente lo pareciera. La decisión fue del profesor Amerine, él dole la verdad, que era más desagradable. Porque las cosas fueron
fue quien le vio como el candidato ideal, entre otros enólogos, pa- de otra manera, ocurrieron en otra época y fueron mucho más gra-
ra dirigir técnicamente los viñedos; algo le vería.» ves; de hecho, estuvieron a punto de dar al traste con todos los
No debió de defraudarle Rovira porque el hombre, hoy consi- proyectos de Jean Leon en el campo del vino, según cuenta un
derado en España uno de los más reputados especialistas, continúa protagonista de primera fila, el abogado Agustín Jausas. «Le co-
en la bodega, siguiendo con fidelidad la impronta marcada desde el nocí en una circunstancia especialísima, extrema. Jean era un gran
principio por el personalísimo Jean Leon, algo que también han tímido, con una inteligencia singular», recordaba Jausas.
respetado escrupulosamente los nuevos propietarios. El relato de Agustín Jausas revela circunstancias que configu-
Pero hubo un momento en que Jean Leon estuvo a punto de ti- ran casi como un milagro el que la finca de Jean Leon pudiera ser
rar la toalla y abandonar su proyecto de crear un vino en España. dedicada al vino: «Jean Leon había confiado el cuidado de la finca

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a un hermano suyo como hombre de paja, ya que él tenía ciudada- compra de las nuevas vides es un episodio rocambolesco que el
nía norteamericana y no podía figurar a su nombre. Esto fue apro- propio Jean Leon, sus amigos y su familia han contado divertida-
ximadamente en la primera mitad de la década de los sesenta. El mente hasta la saciedad. Merece la pena recordarlo en su versión:
hermano no gestionó bien las cosas, no dominaba el negocio y, «Rovira y yo fuimos a Francia a comprar los injertos originales
además, se gastaba el dinero alegremente. Este hombre llegó a en las principales bodegas, como Corton-Charlemagne, Chateau
comprar un tractor que costó ochocientas mil pesetas de la época, Lafite Rotschild y Chateau La Lagune, entre otras. Les compramos
una fortuna. Jean Leon tenía un abogado, un chico joven, amigo Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Chardonnay, Merlot y algu-
mío, que era ludópata. El caso es que entre el hermano y el aboga- nas pocas de Pinot Noir. Cuando las destapamos vimos que la ma-
do se gastaron el dinero que mandó Jean Leon para comprar el yor parte de las vides estaban secas. ¿Nos habrían engañado? Lo
tractor y no lo pagaron. Lógicamente, se planteó esta disyuntiva: o que hicimos fue pagarles con su misma moneda. Nos fuimos otra
pagaban o les embargaban la finca. Jean Leon envió nuevamente el vez a Francia y por las noches recogíamos las ramas que quedaban
dinero para saldar la deuda, pero el abogado se fue una noche a una de la poda en estos viñedos. El siguiente problema fue cuando lle-
timba a jugar con el dinero del tractor y lo perdió todo. El aboga- gamos a la frontera con la furgoneta cargada de ramas. Los guardias
do vino a verme desesperado a las cuatro de la mañana, me contó decían que no se podía importar ese tipo de material vegetal y tenía-
lo que le había pasado y le recomendé que se fuera a Francia, que- mos que dejarlo. Menos mal que Jaume Rovira convenció a los
dándome yo con sus asuntos. Este chico, el abogado de Jean Leon, aduaneros diciéndoles que eran ramas para hacer chucherías, cara-
tenía un tío profesor de instituto que se ofreció a saldar la deuda, melos o algo así. Y coló la cosa.»
con plazos detraídos de su sueldo, que no era mucho, pero algo De esta manera entraron las vides de Cabernet Sauvignon a Es-
era. Así es cómo me convertí en abogado del abogado de J ean paña, con las cuales se hizo el primer vino de esta variedad cien por
Leon. Un día Jean Leon vino a verme y le comuniqué las alternati- cien elaborado en nuestro país.
vas que había en aquel feo asunto. Le dije que se buscara un buen Como buen pionero, Jean Leon no rehuyó el riesgo en ningún
abogado. Entonces fue cuando Iranzo y otra persona, que no re- momento, ni dudó en transgredir las más arraigadas normas tradi-
cuerdo, le dieron mi nombre. Jean vino y me dijo: "¡Resuélvame cionales. En los estudios previos del terreno comprobó que éste
usted el asunto, para qué vamos a dar más vueltas!" El pobre Jean podía soportar bien las nuevas variedades de uva, que había elegi-
pagó por tercera vez la deuda para evitar la subasta de la finca, y do en Francia.
acabó admitiendo los plazos del profesor de instituto, que los pa- Pasado el tiempo, y con el vino triunfando en el mercado,Jean
gó todos.» Así empezó la amistad de Agustín Jausas con Jean Leon aseguraba que en ningún momento le tembló el pulso cuan-
Leon, que sólo interrumpió la muerte de éste. do trajo la Cabernet Sauvignon y la Chardonnay por primera vez
Ya se ha visto que el debut de Jean Leon en el vino no fue, pre- a España. «También fui -aseguraba- el primero que trasplantó
cisamente, un camino de rosas. Además, técnicamente el proyecto de Francia a Cataluña la Pinot Noir, quizá la uva que más se coti-
llevaba implícito un reto, y no pequeño. Iba a meterse en la aven- za en Estados Unidos.»
tura del vino plantando, además, lo que los demás no plantaban. Puede haber dudas de que también fuera Jean Leon el primero
Pero él estaba dispuesto a desarrollar sus ideas y mandó arrancar en traer la Pinot Noir a España, pero a él no le interesaba lo más
cepas que había en la propiedad, aun a riesgo de que le tomaran mínimo reivindicar ningún hito. De hecho, para ser precisos, él no
por loco. _ sabía con certeza que en España aún no se habían introducido las
La aventura -porque fue una aventura en toda regla- de la excelentes variedades francesas por las que él apostaba. Sí sabía

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que estaba experimentando con algo insólito, poco corriente. Y es- mentos de que su vino llegaría ser uno de los mejores del mundo.
taba seguro de que iban a tener éxito sus planes por revoluciona- . Con el tiempo, ese sueño se cumpliría en 1993 cuando la prestigio-
rios que parecieran. Pero ya se sabe que el que tiene fe en sí mismo sa revista Wines eligió entre los diez mejores mejores del mundo su
no necesita que los demás crean en él. Cabernet Sauvignon del 83.
En la finca se construyó una casa con la apariencia y el diseño Cuando la finca de Pla del Penedés empezó a dar fruto, en Es-
de algún chateau francés. Él tenía un sueño en este sentido: reha- paña pocos tenían la posibilidad de comprobar el milagro del vino
bilitar una vieja masía y acceder a ella por un paseo de olivos por el de Jean Leon. El hombre permaneció fiel a su idea original y las
que recibir a las estrellas de Hollywood que pensaba invitar a su primeras cosechas viajaban prácticamente en su totalidad a Esta-
finca. dos Unidos. El vino podía disfrutarse en las mesas de La Scala, lo
En 1962 en la finca de Torrelavit se plantaron las variedades que no parecía un lujo inalcanzable económicamente, aunque se
nobles que Jean Leon trajo de Francia. Ya esperar. conocen casos de algunos críticos cinematográficos españoles, en-
Algunos esperaban el batacazo. viados por sus medios de comunicación a la ceremonia de entrega
«Cuando Cefe empezó a transformar la viña -contaba Pru- de los Oscar que, aun sabiendo que La Scala era propiedad de un
dencio Catalán, cuñado de Jean Leon, casado con Ana María, la restaurador español, asustados al ver el lugar donde estaba situado,
hermana menor- estaban reunidos varios enólogos de la zona del no se atrevieron a traspasar sus puertas. Más de uno temió que sus
Penedés en un curso. Cuentan que el director del curso les propuso bolsillos no estuvieran a la altura del local. El propio Jean Leon,
a los participantes una clase práctica: "Ahora vamos a ver --dijo- como el mejor propagandista de su negocio, explicaba a principios
lo que está haciendo un americano loco.» Y les enseñó las nuevas de los años ochenta que esto no era para tanto:
plantaciones de Cabernet Sauvignon que había realizado Cefe. Pe- «En total-decía-, tomar una excelente comida en mi restau-
ro las enseñanzas no debieron ser muy bien recibidas porque un pa- rante, con el vino catalán que yo elaboro, sale por unos cien dóla-
yés que estaba por allí me contó lo que dijeron los enólogos alum- res. Por la calidad que se ofrece no es en absoluto caro para el pú-
nos: "Este americano no parece tan loco, no sólo va a triunfar en el blico americano, acostumbrado a pagar precios más iltos por una
vino sino que se va a hacer de oro."» calidad inferior. Además de la buena comida y del excelente vino,
Hubo algunos problemas de adaptación con algunas variedades, el cliente de La Scala tiene la oportunidad de cenar junto a grandes
como la Pinot Noir, que no funcionó. En 1965 Jean Leon vendió el estrellas del cine, de la canción o de la política.»
restaurante Le Petit Jean, que explotaba simultáneamente con La Efectivamente, así era. Uno podía degustar la feliz novedad del
Scala, en Beverly Hills. «No es que fuera mal el negocio --decía-, «Jean Leon» si acudía a comer a La Scala. Había otra alternativa,
al contrario, era un magnífico restaurante francés. Lo vendí con pe- aunque más difícil: la posibilidad de ser invitado en casa de Frank
na sólo para disponer de más tiempo y poder venir a España con Sinatra, de Ronald Reagan, de Paul Newman, de Liz Taylor, de
más frecuencia a vigilar los viñedos.» Ann Margret y de gente por el estilo, que sí bebía el «Jean Leon».
La primera cosecha la obtuvo en el año 1969. Jean Leon vigila- Los miembros más destacados de esta rutilante constelación de
ba cada borbotón del mosto de aquella cosecha como un hombre Hollywood fueron la primera piedra de toque del nuevo caldo
vigila a su mujer en un parto primerizo. Invitó en 1968 al profesor «Jean Leon» y muchos de ellos lo hicieron su vino habitual.
Amerine para que le ayudara a preparar las tareas técnicas de la El nuevo vino catalán llegó pronto a las tiendas especializadas
primera cosecha. Pese a los nervios de novato, Jean Leon recono- americanas y triunfó rápidamente entre la jet set de California.
cería más tarde que estuvo convencido desde los primeros mo- Jean Leon recordaba con orgullo las primeras impresiones so-

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bre su obra: «Lógicamente, el primero que me felicitó fue el profe- televisión siempre alabando los vinos franceses y los vinos califor-
sor Amerine, ante una botella de Cabernet del 69. Me dijo que en nianos, vemos felizmente que el prestigioso Kobrand Corporation
pocos años, el "Jean Leon" podía superar a los mejores vinos, elo- de Nueva York, cuyo catálogo de ofertas no incluye más que las
gió la suavidad de su bouquet. Dijo que le recordaba a un buen Bur- mejores bebidas, como Taittinger Champagne, Jadot Burgundies y
deos y que si se aficionaba a él iba a provocar que dejara de tomar Beefeater Gin, es el único agente importador de "Jean Leon" Ca-
los vinos de California. La opinión del profesor me emocionó.» bernet Sauvignon y Chardonnay desde las primeras cosechas.»
Jean Leon acudía a ferias y a congresos internacionales y des- Todo iba sobre ruedas.
lumbraba con su vino. No hacía publicidad, tampoco le hacía falta. Pero en los primeros pasos de la aventura vinícola de Jean
Contaba una anécdota que ilustra bien la popularidad del «Jean Leon hubo muchas circunstancias imprevisibles, que pusieron a
Lean» en determinados ambientes: Por aquellos primeros años, prueba su empeño. En el verano del año 1976 una tormenta acabó
preguntaron al actor Michael Caine en la BBC si era aficionado a la con toda la cosecha en diez minutos. Frente a lo que suele estilarse
bebida. Contestó escuetamente: «Sólo bebo "Jean Lean".» «¿Cuán- en el mercado, J ean Leon mantuvo los precios de sus vinos en la
to dinero me hubiera costado un anuncio de este tipo en la BBC?», cosecha siguiente. Esta postura, unida a la calidad de sus caldos,
°decíaJean Leon, cargado de razón. elevó su prestigio en América y en Europa, abriéndoles numero-
El periodista Robert Lawrence Balzer, que dirigía la «Guía Pri- sos mercados.
vada de Comidas y Vinos» del periódico Los Angeles Times, se en- A principios de la década de los ochenta, Mike Lonsford, co-
contró con los primeros «Jean Lean» en la presentación de la cose- mentarista del Houston Chronicle, estaba probando un vino cali-
cha de Chardonnay de 1973 en Barcelona, a la que asistió. «Fue un forniano, Cabernet Sauvignon de Heitz Martha's Vineyard, para
éxito instantáneo y la primera vez que un vino de esta noble varie- escribir un artículo sobre el mismo. Entonces descubrió otro vino
dad se había hecho en España», escribía. En octubre de ese mismo más áspero que el Heitz Martha's Vineyard, pero de muy buena
año, Los Angeles Times Home Magazine en una cata de vinos Ca- calidad. Intrigado buscó más datos sobre este nuev9 vino y se pu-
bernet Sauvignon puntuó el vino Cabernet Sauvignon «Jean Leon» so en contacto con el importador John Schach of K6brand, distri-
de 1970 en las cuatro primeras posiciones, junto con el Beaulieu Vi- buidor nacional de vinos, que le dio el número de teléfono de Jean
neyard 1970 Private Reserva, el Chateau Mouton Rotschild 1970 y Leon. La sorpresa del periodista fue grande: «Pensaba que tenía
el Souverain 1970 Napa Valley Cabernet Sauvignon. que llamar a España -escribía-, pero no. No tuve que esperar a
El crítico gastronómico de Los Angeles Times hizo una prueba un operador intercontinental porque el señor Jean Leon vive en
vertical de las cosechas de Cabernet Sauvignon de «Jean Leon» des- Los Ángeles. Descubrí que es el propietario del famoso restauran-
de el año 1969 hasta el año 1977 y se quedó prendado por la cosecha te La Scala en Beverly Hills, un establecimiento para la gente céle-
del 73. Avisaba a sus lectores de que los «Jean Leon» afortunada- bre, así como de otro en Malibú. Y la historia de sus viñedos es
mente no eran inalcanzables, estaban disponibles en las mejores muy interesante.»
tiendas de California por menos de diez dólares: «No son Cabernet A los españoles también les costó enterarse de la existencia del
californianos ni son claretes franceses. Son Cabernet Sauvignon es- vino «Jean Leon», casi se enteraron a la misma vez que el sorpren-
pañoles, que crecen en una tierra propicia y con un clima favorable, dido crítico del Houston Chronicle. Y por casualidad, gracias a un
similar al de Napa Valley», escribía Robert Lawrence Balzer. Des- capricho del presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, que,
tacaba también como un hecho histórico que fuese Jean Lean el pri- como ya se ha contado, lo impuso en la carta de las fiestas previas
mero en llevar el Cabernet Sauvignon a España. Y concluía: «Con la a su investidura en la Casa Blanca en 1981.

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De pronto, a todo el mundo le llamó la atención que se inclu-


yera un vino de origen catalán en los banquetes presidenciales. Pe-
ro Ronald Reagan no estaba haciendo nada extraordinario, sólo
seguía las mejores costumbres de su paladar: el hombre, amigo y
cliente de Jean Leon, desde que era gobernador de California, lle-
vaba más de una década bebiendo este vino catalán en su casa y en
el restaurante La Scala.
Epílogo

En los años noventa se le detectó aJean Leon un cáncer de la-


ringe que no se trató bien. Decía su hermana menor que siendo tan
valiente para todo fue un cobarde ante su enfermedad, no se quiso
operar a tiempo. Le operaron in extremis el 22 de agosto de 1996 y
falleció el 6 de octubre de ese mismo año en Los Ángeles.
Poco antes de morir Jean Leon viajó dos veces a Cataluña, des-
pidiéndose de la vida y de los suyos: la primera vez, invitó a comer
a todos sus hermanos en el restaurante Botafumeiro, de Barcelona,
y la segunda, a todos sus sobrinos, que son muchos, en el mismo
restaurante.
A juicio de su familia y de sus amigos, J ean Leon fue una per-
sona muy generosa y sencilla. Se recuerda un día que eStaba de va-
caciones en el Penedés: J ean fue a la panadería de un pueblo y co-
mió una coca, una torta típica de la zona, y le gustó tanto que se
llevó a dos panaderos del pueblo a América para que las hicieran
allí.
Su fiel compañero de aventuras en La Scala, el cocinero Emilio
Núñez, con el que se había distanciado un poco cuando se expan-
sionó el negocio familiar, fue con su mujer a verle a su casa de Ma-
libú al enterarse de que estaba enfermo. «Estaba ya muy mal-re-
cordaba- porque tenía que escribir constantemente en un bloc
para comunicarse, él que hablaba sin parar, era muy divertido ha-
blar con Jean Leon. Fue un almuerzo con él, su hija Gigi y la chica
que limpiaba la casa (él siempre sentaba a los sirvientes con él en su
mesa). Jean bajó a la bodega y sacó un Cháteau Lafitte de 1976.
Jean era así, un señor con clase.»

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SEBA5TIÁN MORENO

Fue una despedida. Brindando con aquel magnífico vino con


su fiel compañero y amigo que fue Emilio Núñez sintetizaba el
adiós a los placeres de la vida y a los innumerables amigos. Murió
dos semanas después.
Su última y mayor obsesión fue que su gran obra, el vino que
lleva su nombre, perviviera tras su muerte respetándose el apelati-
vo de «Jean Leon>~ y el estilo que él había marcado en la bodega
desde el principio. Por eso optó por venderlo a la familia Torres,
despreciando otras ofertas, sobre todo de empresarios americanos.
«Al final, Cefe estaba muy solo; se hizo solo y murió solo», de-
cía su hermana.
Los últimos días de su vida los pasó J ean Lean navegando en
su yate La Scala d'Amore, acompañado de unas amigas tailande-
sas. Había viajado en los últimos años a Tailandia y tenía en pro-
yecto abrir algún restaurante en ese país. Cuando murió pidió co-
mo último deseo que sus cenizas fueran arrojadas al Pacífico.
En una escena de Moulin Rouge, rodada en 1934, su amigo el
cantante Dick Powell se encuentra en la calle a una chica, una de
las muchas chicas bonitas atraídas por los destellos de Hollywood.
Ella le reconoce al instante y le dice sollozando: «Me vine a Holly-
wood a conquistar la fama. Y en lugar de eso, aquí me tiene usted,
en Hollywood Boulevard a las dos de la noche y sin tener adónde
ir». Catorce años después, en esa misma calle, conocida como el
«Boulevad de los sueños rotos», un joven y solitario Jean Lean
empezaba también su caminar hacia un sueño. Pero con él Holly-
wood fue bueno.

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