Intro
Canta con los niños es un disco de Amparo Ochoa grabado en 1976 por Discos Pueblo. Si el
mexicana posterior a 1968. En contraste con lo que se nos ofreció más tarde –Parchis: 1979,
Timbiriche: 1982–, las canciones que incluye no construyen un imagnario infantil ni sobre la
infancia en que ésta sea una etapa feliz e incondicionada, sino que apuestan por la creación de
una consciencia (que habrá de llamarse “social”) con base en metáforas e imágenes que a veces
construcción de una “cultura infantil mexicana” y analizar alguna de las canciones incluidas para
bosquejar un balance inicial sobre esta primera educación sentimental dada a (un sector de clase
específica para el consumo infantil– necesito esbozar tres momentos previos al disco que me
ocupa: Amparo Ochoa Canta con los niños (Discos Pueblo, 1976). Los proyectos que listo a
primera mitad del siglo XX y el arco que trazan entre leer, ver y escuchar: de los materiales
impresos en 1924 por José Vasconcelos en los dos tomos de Lecturas clásicas para niños a las
canciones de Cri Crí transmitidas por la XEW de 1934 a 1961 y, a partir de 1955, el teatro de
Cachirulo televisado con patrocinio de La Azteca, una fábrica de chocolates. El disco al que
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refiero implica, pues, el surgimiento de una cuarta industria cultural que es también consecuencia
y engrane de los cambios ocurridos en el país y el mundo durante los veinte años que lo separan
Cuando uno lo piensa, sorprende que en un país recién salido de las luchas civiles
llamadas “Revolución Mexicana” una de las primeras políticas del Estado en materia de cultura
fuera entregar a sus grandes poblaciones analfabetas dos libros con una crestomatía de textos
clásicos elegidos con base en un estándar de alta cultura; pero cuando uno lo piensa otra vez es
más sorprendente que cien años después el fenómeno se repita en el Fondo de Cultura
Cultura Escrita. Y en nada más, pues aunque ambos atienden su propia idea(lización) de “el
pueblo” antes que los intereses de éste como receptor, Vasconcelos asume a la raza cósmica
mejorar sus condiciones espirituales futuras educando a sus niños de forma que construyeran su
propio comportamiento ético y gusto estético con base en los ejemplos canónicos que eligió: don
Quijote y los molinos de viento, el Poema de Mío Cid, el diario de Colón, poemas de
Panchatantra, Tagore, los Vedas, Las mil y una noches, el Ramayana, La bella durmiente, La
cruzada de los niños, el Patito feo, Pérsifal, El Rey Lear, parábolas de Jesús, las historias de
logró que en las secundarias se discuta El Conde Lucanor como modelo renacentista temprano
del gobernante bien asesorado– puede explicarse entonces considerando las dificultades
radio como medio informativo y fuente de entretenimiento a partir de 1921 y durante los años
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Canto, infancia y educación (política)
siguientes. Mucho más veloz y directa porque recurre a la voz, la radio vehicula mensajes lírico-
musicales que, a nivel cognitivo, se imponen sobre los del material escrito: si éste apela a la
objetividad y el sentido de la vista, el canto a través del oído tiene la ventaja de llegar al
inconsciente y crear emociones y sentimientos que el escucha asume como parte de sus propios
un medio que “reproduce” la tradición oral (en un país donde el analfabetismo reconocido por el
INEGI para 1970 alcanzaba el 25.8% de la población) y ofrece diversión sin distinguir clase,
género, edad, o nivel educativo. De ahí deriva su importancia estratégica como aparato de
propaganda y control del Estado, y de ésta la necesidad de guiar su desarrollo bajo regulaciones
estrictas que, sin embargo, los empresarios de las comunicaciones adoptaron pronto pues resultó
más sencillo construir monopolios que ofrecían espectáculos con “grandes figuras” de la “música
Los niños no eran, pues, una audiencia en sí misma y cuando se les identificó como tal, la
intención de atenderlos fue comercial y ajena a la educación: Cri Crí, primer cantautor cuyo
trabajo se concibió como producto de consumo infantil es un fenómeno construido dentro del
imperio comercial de los Azcárraga; espacio de enunciación desde el cual sus canciones e
historias hacían crítica social –dice Beatriz Alcubierre – mientras retrataban las costumbres “de
su tiempo”1 y expresaban puntos de vista ligados a una idea de ciudadanía favorable a un Estado
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Porque el programa se transmitió veintisiete años es difícil aceptar la idea de que refleja “un momento” histórico en
tanto acompañó el crecimiento de los niños nacidos en el período de entreguerras, los que vivieron la segunda guerra
mundial y, al menos, aquellos que asistieron a la escuela primaria durante el “milagro mexicano” como lo representa
Pacheco en Las batallas en el desierto. Un trabajo futuro debería analizar y resolver este traslape de generaciones,
recuerdos, formas de vida y visiones del mundo, pero me pareció importante señalarlo ahora.
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paternalista pero abierto que resultaba, como tal y simultáneamente, cosmopolita y nacionalista.
En contraste con la mitología doméstica generada por Cri Crí –tan llena de maridos y
muñeca fea, Negrita Cucurumbé– y la mera elevación canónica de las lecturas propuestas por
Vasconcelos para educar a una enorme población mestiza, la televisión mexicana –al menos por
lo que toca al Teatro Fantástico, programa transmitido todos los domingos entre 1955 y 1969–
invocó una idea europeizada de la infancia y su corpus narrativo: Cachirulo está construido,
como personaje, a partir del Pinocho de Donato y Bartolozzi que, a su vez, es calca del
La televisión hecha por Alonso es además, y como toda en ese tiempo en México, mucho
más “teatro frente a las cámaras” que algo remotamente similar a “transmitir cine”: porque se
realiza en vivo, todo éxito o error llega directo al espectador sin filtro ni corrección posible. Debe
asumirse, por tanto, que fue vista como puro espectáculo en sus anécdotas y desempeño, y que
entenderlo así permitió a Enrique Alonso escenificar en una hora (con cortes comerciales)
por tanto, de sus adaptaciones a las Mil y una noches, Andersen, Perrault o Grimm, sino del cargo
que se le hizo por “alienar a los niños e invitarlos al consumismo” (ver “El viejo Teatro
Para hacer un balance de las tres primeras etapas en la generación de una cultura
apropiada para los niños en México es necesario, entonces, considerar los cambios en los medios
que los separan: en 1924, libros impresos que requieren un enfoque silencioso, centrado y atento;
después de 1934, canciones incorporadas a un repertorio que cantan incluso quienes no escuchan
radio y, por lo tanto, generan imaginarios colectivos cuya fuerte carga ideológica no percibimos
inmediatamente; finalmente, la puesta en escena televisada que inaugura la segunda mitad del
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Canto, infancia y educación (política)
siglo XX y conduce a lugares maravillosos al estar frente al dispositivo ... lo que aumenta y
refuerza el deseo de estar allí y consumir lo que se ofrece: refrescos Titán, chocolate Express.
Pero, igualmente, debe tenerse en cuenta que ninguno de estos intentos esboza una
educación que no sea conveniente para los “futuros buenos ciudadanos mexicanos”: occidental,
católica por generalización nacional, conservadora, machista, burguesa o con aspiración a serlo,
regulada por heterosexuales, autoritaria, racista ... No distinta del ideal civil liberal presente desde
el siglo XVIII en Francia y Estados Unidos; nunca realmente preocupada porque los niños
mexicanos encontraran razones en su realidad para sentirse seguros, esperanzados u orgullosos ...
Habrá que pasar por casi veinte años y muchos cambios en el continente antes de hallar ejemplos
de esas ideas; y cuando los encontremos, quizá notemos que tampoco se habrán construido tan
pensando-en-los-niños-como-niños ... o como ahora creo que hubiera sido mejor para quienes
nacimos en la década de 1970. Las canciones de Amparo Ochoa necesitan, pues, explicarse
considerando que las anteceden los años 60 y que éstos, más allá del tópico agotador que
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masacres de 1968 y 1971: síntomas de una cerrazón política que no culmina, pero tampoco inicia,
con ellas. Sus primeras producciones, a partir de 1973 y prensado grupos como Inti Illimani y
Los Folkloristas, álbumes en solidaridad con Chile tras el golpe de Estado, y músicos como
Daniel Viglietti, Isabel Parra, Víctor Jara, Gabino Palomares, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez,
Roy Brown o Carlos Puebla, ejemplifican en qué consistía la cultural musical de una izquierda
mexicana que, en realidad, carecía de ambas cosas (música y cultura propias) en tanto sus
corridos y a Cri Crí, para después tratar de hacerse adultos oyendo malos covers de rock en la
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Canto, infancia y educación (política)
voz de Julissa o Angélica María y, en el mejor de los casos, establecer contacto con la música de
Canta con los niños fue su primer álbum infantil, sólo repetirán la aventura en 1982 con el
Conjunto de Rosario y sus Canciones para los niños del mundo, y aunque “muchos” años
después –en 1987– grabarán el primer disco de Real de Catorce, de momento Juan Cristobal
Pérez Grobet, su bajista, está en la primaria y en cambio Amparo Ochoa tiene ya treinta de los
cuarenta y siete años que ha de vivir. La pregunta es, entonces, ¿qué le canta esta mujer a los
Infiriendo a partir de las letras, parece que las canciones fueron compuestas para párvulos
cuyo reto inmediato es aprender a leer; la imagen misma de un niño, pues antes son muy
pequeños y luego, muy pronto, pierden todo rasgo infantil. El sembrador,2 pues, establece un
símil entre el trabajo agrícola y la primera escritura, y al idealizar el primero construye en sus
jóvenes escuchas una imagen (completamente imaginaria, cual corresponde) en función de la cual
aspiren al orgullo de las tareas cumplidas. Moral stajanovista que se extiende a seis variaciones
temáticas más y lo mismo insinúa un futuro socialista y feliz (País con rey) que promueve, con
nula poesía y enorme torpeza ideológica, un “deseo de justicia” más vinculado a la falsa
solidaridad de la caridad católica que a cualquier empatía y compromiso reales (Sapín sapé).
Así, entre las que cierran la sección de la propaganda dura, otras tres canciones vehiculan
mensajes didácticos cuya sencillez raya en la estulticia: “el rosal nos da en sus flores / el perfume
y la belleza” (Mi arbolito); de validación personal y moral en función de la opinión materna (Tres
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Las canciones no se citan en texto por problemas de extensión, pero están transcritas al final del trabajo.
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El último ejemplo del grupo, Protesta infantil, es una canción en que Amparo Ochoa –es
decir, Discos Pueblo; esto es, la izquierda mexicana setentera– grabando siempre a coro con un
grupo infantil condena “los engaños” de los cuentos para niños porque los entiende como formas
permiten que los niños los concreten y superen su “amenaza” (ver García Lorca 1048-1050 y
Bazán 308-309). Muy paradójicamente lo hace, además, refrendando un modelo educativo que
apuesta por futuros ciudadanos ilustrados aunque ahora –como miniaturas de los mismos, llenas
resultaba deseable que aprendiéramos a enfrentar nuestros miedos racionalizando desde una
Entre las cinco canciones restantes, dos vehiculan voces de padres que hablan a sus
hijos... así, entre hombres y con las cargas que ello apunta para una discusión futura; ninguna es
de autor mexicano y en ambas se mezcla al tono festivo por la existencia del hijo uno de
preocupación por su futuro e insinuaciones sobre cómo sus padres cambiarán el mundo para
dejarlos en uno mejor. Las otras tres parecen poesía-poesía; es decir, textos en que el gozo del
lenguaje pudiera importar más que el mensaje transmitido... hasta que uno ve que la primera es
un guiño a los nietos e hijos de los refugiados de la Republicana Española: érase una vez, un
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Canto, infancia y educación (política)
lobito bueno ... grabada por Paco Ibañez con texto de José Agustín Goytisolo en 1969. Y otra, El
vaquerito, un son abajeño grabado por Óscar Chávez en su primer disco: Herencia lírica
mexicana (Polydor, 1963) cuyo nacionalismo y orgullo patrios no son menores aunque se
construyan desde la antropología y no desde el discurso oficial. Papalote azul, sin embargo,
siempre puede cantarse sonriendo antes de intentar sacar conclusiones sobre lo hasta aquí
contado.
son tan distintos entre sí. Vasconcelos persigue una infancia letrada, Cri Crí quiere niños
inocentes y felices: capaces de entretenerse solos con casi nada, Cachirulo regresa sobre un
corpus narrativo “clásico” y lo adecua (traiciona, aligera y abarata) a un nuevo medio en que
difícilmente se reconocerá como algo valioso pero llegará mucho más lejos que las Lecturas
clásicas, y finalmente Amparo Ochoa y la generación de padres del 68 a la que pertenece intentan
una síntesis de todo ello: ya criticando los mismos cuentos que aplaudían Alonso y Vasconcelos,
ya proponiendo una nueva mitología, mínima, que por su mismo desarraigo literario –ni lírica
popular ni poesía realmente culta: puro modelo aspiracional de una clase media concientizada–
será un rotundo fracaso que marcó esas infancias (las de mi generación) como un elemento de
incomodidad y no identitario. Sentido en que Los hermanos Rincón lo harían mucho mejor, de
modo que al correr del tiempo el país tendría una serie de cantantes para niños –Kitzia y
Gabriela, Qué payasos, Bandula, Patita de Perro, Pescetti– que con sus más y sus menos hicieron
y hacen contrapeso a la avalancha que se nos vino encima al rayar los años 80: Parchis, Tatiana,
Timbiriche, Microchips que, sin embargo, no son más que una rama sistemáticamente cultivada
del árbol que plantaron Azcárraga y Gabilondo Soler en 1934 y a la fecha se cultiva en Televisa.
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Asimismo, tanto la “elevación espiritual” que debían provocar unos clásicos cuya
importancia hoy cuestionamos, como la incorrección política de Cri Crí fueron sustituidas en el
consumo cultural de los hijos de la izquierda setentera con una moralización prescriptiva que,
justamente por serlo, no se pudo hacer forma de vida. Por una parte, porque a la fecha
aplaudimos ese mismo canon cuando la ocasión nos exige, por ejemplo, refrendar nuestro
rechazo estereotipado hacia los cómix (olvidando que la misma SEP echó mano de ellos entre
1980 y 1982 cuando publicaba México: historia de un pueblo); por la otra, en tanto la nublada
perspectiva histórica con que se condena a Cri Crí resulta además selectiva puesto que la
acusación de racismo no pesa en cambio sobre el Negrito zambo de los hermanos Rincón. Puede
entonces sonar a broma, pero quizá fue la insistencia en que fuéramos las mujeres y hombres que
mañana cambiarían al país (aún sin acuerdos claros sobre la dirección del cambio, según se
preguntara al Estado o a Discos Pueblo) lo que, llegados a la pubertad y previo contacto con
Menudo (por ejemplo), nos hizo correr a los brazos de las Flans: tres chicas que cantaban cosas
Hay que escribir por lo tanto, pero sobre todo con calma, la historia del consumo y las
industrias culturales mexicanas durante el último tercio del siglo XX, por supuesto. Y sin
embargo, creo que la hipótesis que de momento alcanzo como conclusión es clara: la izquierda
mexicana grabó discos para educar moral y políticamente a sus hijos porque no tenía acceso a los
medios masivos de transmisión ni un público real fuera de su propio círculo, fuera de sí misma.
La impronta está sujeta a discusión, sin duda, pero creer que buscaron abastecer un mercado de
consumo cultural al que, como tal, se oponían (ver Proceso 198), sería contradictorio y naíf pues
Tres años después de grabado el disco, en 1979, Canal 11 iniciará la transmisión de Los
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Canto, infancia y educación (política)
cuentos de María Luisa –heredera y no del Teatro Fantástico de Cachirulo; ver Proceso 182– y
hacia 1983, Marta Romo retomará estos corpora musicales en De puntitas, su programa para
puedo establecer en este momento si con ello el Estado pacificaba contenidos o mostraba su
apertura –relativa dado el alcance de ambas estaciones, pero muy útil para la construcción de su
Asamblea de Barrios, la huelga del CEU en 1987 y un Zócalo lleno de estudiantes contra los que
esta vez no disparó, y una elección presidencial que fue más fácil robarse porque, justamente, los
últimos diez años había limpiado el aire de tensiones– pero me parece claro, en cambio, que aún
cuando los discos fueran Pueblo, sus compradores fueron capas medias medio cultas que quizá
también leyeron las antologías de Vasconcelos y renegaron de Cachirulo... como mis padres al
menos, en cuyo horizonte de expectativa no cabía usar los aparatos de control ideológico del
Estado para hacer (otro tipo de) propaganda, justamente por ser la generación de postguerra y
entender el problema en función del estado del Estado: era “bueno” lo que se hiciera en Moscú y
no había por qué hacer notar lo que hubiera de parecido en las comunicaciones masivas a uno y
subversión que implicaba. Luego nos asimilamos en la red y el streaming. Vemos “televisión”
Consumimos (y nos quejamos de) lo que se nos ofrecen como insumos culturales para nuestros
propios hijos y en función de eso, por generación y a veces por moda, criamos niños Baby
Einstein (1996) o niños Pocoyó (2005) que, sin embargo, al final del día quedan expuestos a
producciones que abarcan hasta treinta años hacia atrás –Thomas & friends: 1984, Pingu: 1990,
31 minutos: 2003– igual que los estudiantes universitarios oyen narco corridos y música de banda
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en las mismas playlists donde también eligen Pop hits de los años 80 y canciones de Black Metal,
o mi generación pudo ver Los Picapiedra (1960) y He Man (1983) en televisión abierta durante
Los proyectos del siglo XX fracasaron por verticales y rígidos; el del siglo XXI parece
nuestros muchos consumos culturales posibles; y ésta deviene en tan poca claridad ante lo que
ocurre que no podemos responder, así fuera en el nivel simbólico que las canciones que cantamos
y enseñamos a nuestros hijos suponen, con enunciados fuertes que, cuando menos, nos
esperancen para seguir adelante ... habría que volver, entonces, a cantar como niños
PROPAGANDA
A6: Protesta infantil B1: Sapín sapé
Celia Torriente / Enriqueta Armanza (2:54) Enrique Ballesté (3:11)
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Niño, mi niño, vendrás en primavera, te traeré. Tengo una luna grande para regalarte
Gurisito mío, lugar de madreselva te daré. y un montón de cuentos para contarte
Y aunque nazcas pobre, te traigo también: Duerma mi niño, niño no se despierte
se precisan niños para amanecer. porque la luna, luna sale para verte
Niño, mi niño, el hombrecito nuevo llegará. Cuando salga el sol y usted despierte
Gurisito feo, ñatita de glicina él tendrá. su padre estará muy lejos: no podrá verte
Cada niño un poco, todos tomarán Duerma que aún es tiempo de madrugada
de la misma leche y del mismo pan (x2). y el viento ya está avivando la llamarada
Niño, mi niño, tu niño y aquel niño, todos van. Tengo un tiempo nuevo de mariposas
Rueda que te rueda hacia la vida nueva para mi chamaquito serán las cosas (bis
llegarán. BIS todo
Y mientras él crezca crecerán también Duerma mi niño, niño no se despierte
el lugar de todos será para bien. porque la vida, vida voy a traerte
Niño, mi niño, vendrás en primavera ...
POESÍA
A3: Papalote azul B2: El mundo al revés
Francisco Madrigal / Vicenzo Galilei (2:51) José A. Goitisolo / Paco Ibáñez (2:01)
Vaquerito vaquerito
dale paso al mayoral
que el caballo se le cansa
y el ganado se le va (bis)
tan-tán, que cantaba la rana
tan-tán, que debajo del agua (BIS
Yo soy un pobre vaquero
que no tiene ni sombrero
pero se lo van a hacer
de pellejos de becerro (bis)
tan-tán ...
Yo soy un pobre vaquero
que no tiene ni camisa
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Alcubierre, Beatriz, “Cri Crí en la ciudad de los niños”, en Julieta Espinosa y Teresa Yurén
(coords.), Ciudadanía, agencia y emancipación, Juan Pablos Editor, México, 2015, 139-
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Alcubierre, Beatriz y Rodrigo Bazán, “José Vasconcelos Classical Readings for Children and the
http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/analfabeta.aspx?tema=P , consultado el 17 de
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Bazán, Rodrigo, “Tan “infantil” no será: una visión de mundo en rimas de y para niños”, Aurelio
García Lorca, Federico, “Las nanas infantiles”, Obras completas, 2 v., ed. Arturo del Hoyo,
https://revistas.ucm.es/index.php/DIDA/article/view/DIDA0202110129A/19487
puntitas
Jackaway, Gwenyth L., Media at War: Radio’s Challenge to the Newspapers, 1924-1939,
https://www.tebeosfera.com/publicaciones/mexico_historia_de_un_pueblo_1980_sep_nue
va_imagen.html
Ochoa, Amparo, Canta con los niños, Discos Pueblo (DP-1048), México, 1976; disponible en
https://perrerac.org/mexico/amparo-ochoa-canta-con-los-nios-1980/2373/
Proceso 182: “Los cuentos de María Luisa del 11, alternativa infantil”, abril 26 de 1980;
disponible en https://www.proceso.com.mx/128452/los-cuentos-de-maria-luisa-del-11-
alternativa-infantil
https://www.proceso.com.mx/129241/teleteatro-fantastico-de-enrique-alonso
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Proceso 1112: “El viejo Teatro fantástico de Enrique Alonso se quedó en la televisión 17 años
teatro-fantastico-de-enrique-alonso-se-quedo-en-la-television-17-anos-y-formo-a-la-
generacion-de-los-ninos-cachirulo-y-los-chupadedos
Nota curricular: Rodrigo Bazán Bonfil se licenció con una tesis sobre boleros (UNAM 1996) y
obtuvo el doctorado con otra sobre sexo y violencia en el Romancero panhispánico (ColMex
2003). Hace cuatro años incorporó a sus trabajos sobre lírica popular y tradicional el problema de
las representaciones de género, y durante 2019 ha editado un número sobre Marcas: tatuaje y
San Luis dos textos que se publicarán pronto: “El último y nos quedamos: narcontrabando y
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