tanto de entender ese proceso cognitivo básico sino más bien de uno de los modos en que los seres humanos le damos sentido al tiempo. Hay un lazo fuerte que une la memoria con la ética y la política. La primera cuestión que hay que decir es que el tema memoria tiene un significado para nuestro país, y en general para América Latina, desde procesos de violencia política, social, económica, estatal, colonizadora, que forman parte de nuestro pasado. Estos procesos forman una historia de abuso e injusticias, dolor y sufrimiento humano y de víctimas y victimarios: unas que pueden aun relatar lo que paso, otras que no lo pueden hacer directamente.
El problema es cómo se narra ese pasado,
qué se incluye y que no se incluye, y por qué se incluye lo que se incluye. El 2008 en un libro llamado “la Herencia del olvido” Manuel Reyes Mate, filosofo español dedicado a estudiar en vinculo entre memoria – ética y política señalaba que el olvido “estaba a la baja” y la memoria estaba “al alza”. Sin embargo, hoy tenemos razones para dudar de que la memoria sea una defensa vigorosa contra discursos que abierta y desenfadadamente se proclaman racistas, homofóbicos, totalitarios, etc. En política, las razones del olvido pueden ser variadas, pero nunca se alejan mucho del pragmatismo político: recordar eventos traumáticos puede desestabilizar nuevamente la convivencia social, reflotar odiosidades y reavivar los conflictos. Por el bien del futuro, dicen algunos, hay que dar vuelta la página y dejar atrás el pasado. Hay aquí la sugerencia, algo burda, de que quien recuerda mucho un agravio cometido en el pasado, es un resentido que no vive ni deja vivir. Una cuestión clave para nuestra ethos nacional es aclarar que no se trata de resentimiento sino de justicia. Reyes Mate habla del carácter socialmente perturbador de la memoria. El problema es qué puedes hacer desde la política con la memoria. Y desde luego, lo que sea la memoria para la política dependerá en gran parte de lo que entendamos que es la política. Hay quienes sostienen que la memoria es subjetiva y privada, por ende, no puede ser objetiva ni política (o pública). Cada cual recuerda parcialmente, y en cierta parte, lo que conscientemente quiere recordar. Hay cosas que desearíamos olvidar y que apartamos de la luz pública. La memoria es conflictiva por que no existe algo así como un sujeto o depositario único de esta memoria. Es lo mismo que decir que no hay algo así como una “memoria colectiva”. Hay memorias que atraviesan los distintos grupos, comunidades e individualidades, que conforman imaginarios del tiempo, de la sociedad, de la historia que a veces son opuestos y que portan valores de distinto signo. Estos grupos proyectan su identidad en relación a lo que narran como memoria. La construcción de esa memoria no sólo es un proceso subjetivo sino además que porta intereses, por lo tanto la capacidad de determinar lo que debe ser recordado o no es una forma de poder o dominación. ¿Quién tiene el control hegemónico de eso que llamamos historia? Un aspecto clave aquí parecen ser las instituciones políticas y el manejo de la memoria es un aspecto de su legitimidad. Recordar u olvidar son cosas que me permiten gobernar. Reyes Mate vincula el interés por la memoria a las reflexiones filosóficas del siglo XX sobre el ser y el tiempo (Rosenzweig y Heidegger) y también la “era de la catástrofe” que va de 1914 a 1945. La modernidad le declara la guerra a la memoria. Hay una voluntad de ruptura, una nueva manera de concebir el tiempo. Para las mentalidades conservadoras, el pasado siempre se ve mejor y mas abundante que el presente y que el futuro. La modernidad invierte esto. El pasado se ve cada ve zmas estrecho y estrecha las posibilidades de un presente que puede atisba un futuro de horizontes amplios. De ahí una voluntad de romper con la tradición, la autoridad, el pasado, y en cierta forma con el valor de la memoria. A nivel social, cultural y político, el fin del siglo XIX y comienzos del siglo XX significaron una crisis en la conciencia europea, que fue también una crisis de la manera de observar el tiempo y de considerar la memoria. La primera guerra en particular fue un evento muy traumático para toda una generación de jóvenes que serán los protagonistas de la segunda guerra mundial. Esa primera guerra significó una pérdida de algo, de cierta inocencia. Una respuesta fue acelerar el tiempo, decidida y violentamente: adueñarse de la modernidad y llevarla a sus posibilidades extremas (el fascismo, el bolchevismo, los imperialismos, etc.) Las memorias dependen de un marco social compuesto de necesidades, valores y experiencias diversas que recogen las memorias individuales. Habitan en cada uno de nosotros múltiples memorias colectivas. Otra forma de decirlo es que estamos atravesados por distintos imaginarios sociales. Como diría Castoriadis el conjunto de todos estos imaginarios en el que estamos inmersos forma un magma de afectos, intenciones, significaciones, símbolos que dotan de sentido y de diferenciación a cada experiencia de lo sociocultural. Aún así hay imaginarios que logran ser transversales a casi todas las colectividades: Castoriadis menciona la democracia y el capitalismo. Las memorias colectivas nutren la memoria de las y los historiadores. Hay una relación viva entre pasado y presente. Al re-elaborar nuestra relación con el pasado, surgen nuevas preguntas sobre el presente. A su vez, cuando nuestra experiencia sobre el presente se vuelve crítica o incierta, miramos hacia el pasado no sólo con nostalgia sino para detectar causas, hacer diagnósticos, buscar respuestas, etc. Es similar a la pregunta que se hace Hannah Arendt cuando, frente al desafío de tener que comprender los orígenes de los totalitarismos modernos se da vuelta a mirar no sólo la historia política, sino la historia del pensamiento político y la historia de la filosofía política. La memoria es fundamental para no caer en la identificación de que lo que hay en el presente, lo dado, la positividad o la facticidad, es lo único que hay, lo único que debe haber y lo único deseable que haya. La memoria rescata, conserva, cuida aquello que no ha llegado a ser. Reabre aquello que en un momento se dio como capítulo cerrado. Una colectividad lee historias, pero esas historias no resumen todo su pasado. También están los testimonios de quienes vivieron ese pasado. Hay historias mas institucionales y oficiales y otras narraciones que la resisten o cuestionan. Indudablemente, la memoria, al depender de una tradición, si esta ultima desaparece la memoria se debilita o se desvanece. Sin embargo Reyes Mate habla de que en la realidad quedan huellas que no siempre son conservadas en narraciones históricas. Las historias suponen ciertos silencios y olvidos que pueden volver como fantasmas. Esos vestigios hablan y pueden poner en cuestión la historia oficial. El presente no sólo esta formado por el pasado – presente, sino por el pasado ausente. La memoria así puede no sólo ser la memoria de los vencedores y los exitosos sino de aquellos que no lo lograron, que fueron victimas o borrados de la conciencia más inmediata. Es un elemento de la crítica. La memoria es privada y también pública. Cuando una madre busca los restos de su hijo asesinado por una Dictadura, contribuye a la formación de un juicio político sobre las acciones y responsabilidades de quienes participaron de la Dictadura y la Transición. Pone en cuestión la legitimidad de la democracia y sus relatos. Al institucionalizar la memoria, como el 27 de enero, día del holocausto, lo que se hace reconocer explicita y públicamente que un acontecimiento o proceso del pasado condiciona, condicionó y condicionará nuestro presente y futuro, y que debemos considerar esos hechos porque resultan claves para nuestra convivencia democrática. Ahora, aunque esa institucionalidad nunca ocurra, o se pretenda retrotraer, eso no significa que desaparecerán las memorias. Ellas pueden ausentarse largo tiempo y re- aparecer a partir de signos y huellas en el presente. Walter Benjamin es quien mas trabaja la idea de que la memoria no es un sentimiento sino una forma de conocimiento. Para Benjamin la memoria polemiza con la historia. Benjamin ocupa el termino remembranza o rememoración (Eingedenken). Benjamin critica el historicismo que tiene tres variaciones: relativista, cientificista y legaliforme. Los hechos, dice Benjamin son la parte exitosa de la realidad, pero la realidad son más que los puros hechos. En cierta manera los hechos casi siempre son los hechos del poder, de lo que dominan en algún momento, y ese poder define las preguntas que se le harán al pasado. Benjamin dice que existe también lo sin-nombre, lo que no ha llegado a ser, lo fracasado. Lo que esta presuponiendo Benjamin es más fuerte: lo dado está ahí por vencer a lo que ahora esta ausente. Para que hayan vencedores tuvo que haber vencidos. Allende y la UP es la ausencia de nuestra actual democracia neoliberal cocinada en tiempos de Pinochet. Esta la memoria de los perdedores, de los derrotados, de las victimas. Benjamin polemiza con las filosofías de la historia. Estas señalan que la historia tiene un sentido similar a las leyes de la naturaleza, por lo tanto, el sacrificio de los perdedores termina superándose en el sentido global. Lo que esta detrás de todo esto es la ideología moderna del progreso que confunde el avance técnico – tecnológico con progreso moral. Otra idea criticable es la de que el progreso es inagotable: que los recursos de la naturaleza y de los seres humanos son infinitos. Tenemos serias razones para sospechar de que nuestros recursos naturales, humanos, y culturales son finitos y pueden agotarse. Hay limites en la realidad y la idea de progreso parece desconocerlos. El neoliberalismo como modo cultural funciona con esa idea de la perfección constante, la mejora infinita, el “siempre más” que termina saturando nuestra experiencia del presente. La idea de que el tiempo es inagotable y de que siempre va hacia lo mejor son mas bien mitos que realidades. Para Reyes Mate la memoria es un saber hermenéutico: hace visible lo invisible. Benjamin sostiene que la historia se construye sobre estrategias de invisibilización. La memoria contiene la posibilidad de reivindicación de la mirada de las victimas. El ángelus novus de klee. ¿catastrofe o progreso?.
Benjamin reivindica el punto de vista de los
oprimidos. Para Reyes Mate la memoria es justicia. No puede haber justicia sin una memoria de la injusticia. La idea de justicia dominante en occidente es platónica: lo primero es la justicia, que es una idea, perfecta y acabada de la cual el estado del mundo real es un pálido reflejo. Esto es valido en Rawls y Habermas, pero ¿Cómo tener una idea de la justicia haciendo abstracción de las injusticias cometidas? Sin memoria de las injusticias no es posible la justicia, y los lectores de la historia se convierten en testigos que relevan a los testigos directas.
Finalmente hay un deber de memoria. El
imperativo categórico de Adorno: “hay que recordar para que la historia no se repita”. Lo que no se quiere que se repita es el sufrimiento de los otros. Hay que tener en cuenta la barbarie. La política desde la memoria sugiere suspender la confianza ciega en el progreso y la obsesión con el presente. Para Benjamin el progreso e fascista por que “pasa por encima” de muchos y muchas, no toma en cuenta lo que destruye y, finalmente, no se detiene en la s victimas. Esta idea de que hay costos o externalidades de nuestro progreso social y económico y que el futuro resolverá a nuestro favor. Esto significa repensar el lugar de la violencia en la política.