Se designa con este término el afecto benevolente que Dios siente hacia sus
criaturas o el afecto reverente que estas le deben a Él. También denota afecto
profundo o apego hacia una persona; cariño. Las palabras hebreas que se utilizan
principalmente para denotar amor en los sentidos supracitados son ʼa·hév y ʼa·háv
(amar), junto con el sustantivo ʼa·haváh (amor), y es el contexto lo que determina el
sentido específico de amor que representan.
Primero. Pidámosle a Dios que nos dé su espíritu santo. Jesús dijo que Jehová les
da “espíritu santo a los que le piden” (Luc. 11:13). Si pedimos en oración espíritu
santo y nos esforzamos por seguir “andando por espíritu”, cada vez demostraremos
más amor (Gál. 5:16).
Tercero. Aprendamos a sacrificarnos por los demás. Ese es el amor que identifica
a los verdaderos cristianos (Juan 13:34, 35). La Biblia nos anima a adoptar la
“actitud mental” de Jesús. Cuando dejó su vida en el cielo, renunció a todo lo que
tenía por nosotros y hasta estuvo dispuesto a morir (Filip. 2:5-8). Si imitamos su
espíritu de sacrificio y su amor, nuestros pensamientos y sentimientos se parecerán
a los de él y antepondremos las necesidades de los demás a las nuestras.
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Aunque es difícil definir con palabras el amor, la Biblia describe cómo se manifiesta
esta cualidad. Por ejemplo, dice que es “sufrido y bondadoso”, que “se regocija
con la verdad” y que “todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las
esperas, todas las aguanta”. Además, quien siente amor demuestra un profundo
cariño e interés sincero por otras personas y es un amigo leal. Por el contrario, quien
no tiene amor siente celos, es orgulloso, se comporta de manera indecente, es
egoísta, rencoroso y no perdona. En vez de manifestar estas características
negativas y dañinas, queremos cultivar un amor que “no busca sus propios
intereses” (1 Cor. 13:4-8).
La primera cualidad que Pablo mencionó es el amor. ¿Hasta qué grado es valiosa
esta cualidad? Pablo dijo que, si no tenía amor, no era “nada” (1 Cor. 13:2). Pero
¿qué es el amor, y cómo podemos cultivarlo y demostrarlo todos los días.
“El amor no es celoso.” No envidia las cosas buenas que otras personas tienen. Se
regocija al ver que su semejante es ascendido a un puesto de mayor
responsabilidad, y ni siquiera se resiente porque sus enemigos reciben algún
beneficio.
El amor “no busca sus propios intereses”. Se pone de manifiesto el interés del
cristiano en el bienestar eterno de otros. Esta clase de interés sincero constituye
una de las motivaciones más fuertes del amor y, en lo que respecta a los resultados,
una de las más eficaces y beneficiosas. La persona que manifiesta amor no exige
que las cosas se hagan a su modo.