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MODERADORA DE TRADUCCIÓN
JandraNda

TRADUCTORAS

JandraNda Guadalupe_hyuga Brisamar58


Kath Yiany Lorelei
Clau Cjuli2516zc Mimi
Nelshia Nelly Vanessa AuraRose
Alixci Mona
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CORRECCIÓN Y RECOPILACIÓN
Desiree

REVISIÓN FINAL
Nanis

DISEÑO
Idk.Zab
CAPÍTULO 15 85 CAPÍTULO 32 177
CRÉDITOS 3
CAPÍTULO 16 88 CAPÍTULO 33 182
ÍNDICE 4
CAPÍTULO 17 94 CAPÍTULO 34 188
SINOPSIS 6
CAPÍTULO 18 98 CAPÍTULO 35 195
CAPÍTULO 1 8
CAPÍTULO 19 102 CAPÍTULO 36 202
CAPÍTULO 2 16
CAPÍTULO 20 107 CAPÍTULO 37 205
CAPÍTULO 3 18
CAPÍTULO 21 109 CAPÍTULO 38 211
CAPÍTULO 4 25
CAPÍTULO 22 115 CAPÍTULO 39 217
CAPÍTULO 5 33
Página | 4
CAPÍTULO 23 120 CAPÍTULO 40 223
CAPÍTULO 6 44
CAPÍTULO 24 124 CAPÍTULO 42 239
CAPÍTULO 7 48
CAPÍTULO 25 131 CAPÍTULO 43 245
CAPÍTULO 8 52
CAPÍTULO 26 140 CAPÍTULO 44 250
CAPÍTULO 9 59
CAPÍTULO 27 147 CAPÍTULO 45 255
CAPÍTULO 10 63
CAPÍTULO 28 150 CAPÍTULO 46 258
CAPÍTULO 11 66
CAPÍTULO 29 157 CAPÍTULO 47 264
CAPÍTULO 12 72
CAPÍTULO 30 162 CAPÍTULO 48 270
CAPÍTULO 13 78
CAPÍTULO 31 167 CAPÍTULO 49 277
CAPÍTULO 14 81
EPÍLOGO 280 YESSI SMITH 285

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Falsa.
Superficial.
Brinley Crassus.
Princesa de Sedlacek College Preparatory High School
Ella menospreciaba a los débiles, las presas fáciles, usando a sus víctimas para
cubrir sus propias heridas.

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Solitario.
Forastero.
Roderick Roher
El fenómeno de Sedlacek College Preparatory High School.
Él no necesitaba a nadie, únicamente la escritura que sangraba de su alma.

Él era el chico al que ella le dio la espalda cuando él más la necesitó.


Cuando ella más lo necesitó.

Las palabras los separaron, y finalmente los volvieron a unir. Pero una vez más,
susurros crueles cayeron de labios traicioneros, amenazando con destruir lo que
habían prometido proteger.
Cuando el eco de su discusión deja su relación en un caos, Brinley y Roderick
se enfrentan a la decisión final: luchar desesperadamente juntos o rendirse a vidas
separadas.

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Brinley
Como el trueno justo afuera de mi ventana, el caos temblaba dentro de mi
pecho. Presión desde arriba, desde dentro y fuera, construida e intensificada.
—Lo lamento —dijo mi mamá, la melodía en esas palabras era suave, y aun así
elocuente. Era la única señal de que estaba teniendo uno de sus buenos días.
Los ojos de mi papá, tan grandes y verdes como los míos se clavaron en mí
mientras apartaba su disculpa.
—¿Cuál es el problema? Se van a divorciar. —Mi voz salió alegre, ahogando el
llanto en mi mente—. Las personas se divorcian todo el tiempo.
Me coloqué mi pesado morral y caminé junto a ellos con una sonrisa que
perfeccioné hace mucho tiempo. Dedos con manicure tomaron mi muñeca,
deteniéndome de mi rápido escape. Página | 8
—No es como si dejaran de ser mis padres —les dije, calmándolos,
manteniendo oculto mi corazón del mundo exterior.
Los dedos de mi mamá soltaron mi muñeca mientras dejaba caer su mano.
—Solo vivirán en diferentes casas, y tomaré turnos para verlos. ¿Ven? No es el
fin del mundo.
Solo tendremos vidas diferentes. Las mentiras que he perfeccionado cambiarán
y me ajustaré con el mismo cálculo que llevaba conmigo en todo lo que hacía. Seguir
construyendo los muros, ladrillo por ladrillo fabricado de cada conflicto.
Impenetrable. Irreconocible.
—Sabía que lo entenderías, cariño.
Esa frase provino de mi mamá. Su pálida manó acarició mi mejilla bronceada,
y me incliné para absorber la provisional cálida compasión. No sabía cuándo la
volvería a sentir.
La mujer que me llevó dentro de ella por nueve meses, cuyo latido reconocía
tan íntimamente como el mío. Ella me trajo a este mundo y debería de conocerme
mejor que los demás. Solo que no lo hacía. Nadie lo hacía. Algunas veces, me
preguntaba si siquiera yo sabía quién era.
Ella besó mi frente. Sus labios presionados contra mi piel que en el momento
se sintió demasiado tirante. Como si hubiese crecido mi propia piel y solo estuviera
esperando a que cayeran las escamas.
Indecisión cruzó el rostro de mi papá. Me permití girar en el vórtice de sus
emociones. Su tristeza me desgarró. Su vergüenza chocó y comenzó a desvanecer mi
compostura. La pérdida atravesó mi sistema, incendiando mi corazón. Como si
fuera una señal, un trueno sonó, haciendo que las paredes temblaran.
Me preguntaba si el mismo Dios sabía que esto se acercaba. Si las continuas
tormentas de los últimos tres días habían sido un modo de advertirme. Si los rayos
de luz cruzando sobre las nubes fueran su señal, diciendo que me preparara.
Lo peor estaba por venir.
—¿Estás segura? —preguntó él, sus brazos colocándose a mi alrededor,
llevándome contra su fuerte pecho.
Mi mamá se giró en la entrada de mi habitación y esperó, una vez más, para
que yo los calmara. El desacuerdo dio paso a la ordenada calma que sabía cómo
llevar y una serena sonrisa se esparció en mi rostro. Apartándome de su cuerpo,
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aparté un largo mechón de cabello rubio detrás de mi oreja.
—Estoy bien, papá —prometí, levantándome de puntas, para poder besar su
mejilla.
Él no era mucho más alto de mi metro sesenta, pero él amaba el espectáculo de
su pequeña poniéndose de puntas para alcanzarlo. Suponía que eso lo hacía sentir
que no estaba creciendo, que continuaría siendo su bebé por siempre, pero la verdad
era que ya no lo era. No lo había sido por un tiempo ya. Me pertenecía a mí misma,
aislada en una isla que había construido a través de los años.
—No puedo llegar tarde. Me estoy reuniendo con Nicole para un repaso antes
de nuestro examen de matemáticas.
Con largos pasos, pasé junto a mi mamá que me dio una palmadita en el trasero
mientras cruzaba la puerta y a través de los estrechos pasillos. Afuera, respiré el
pesado aire y caminé hacia el viejo Honda que mis padres me dieron hace dos meses
por mi cumpleaños número diecisiete. Una vez dentro, encendí el motor,
escuchando el suave zumbido del motor volviendo a la vida. Me permití
desconectarme por la duración de mi viaje y permití que la ira ocupara un lugar
central. La fuerte música llenó cada lugar de mi pequeño vehículo, haciendo que mis
oídos se estremecieran. Tomé fuertemente el volante, nudillos poniéndose blancos.
Ignoré la pequeña vibración de mi teléfono que estaba junto a mi pierna,
alertándome de mensajes entrantes. Sabía que, tan pronto parara mi auto en el
estacionamiento de la escuela, tendría que controlarlo todo. Una hora y media, es
todo lo que tenía para mí.
Ese tiempo donde podría estar sola, donde podría ser yo, era mío y lo protegía
por sobre las mentiras. Esta mañana no era diferente a las demás. Tenía una rutina
antes de mi caminata, me cambiaría a la ropa y botas que empacaba cada noche.
Cuando terminaba, regresaría a mi auto, reemplazaría las cómodas ropas con unas
que revelaban todo lo que yo quería que los otros vieran y me dirigiría a la escuela
donde regresaría a ser Brinley Crassus. La meticulosa, y deliberada chica que mis
amigos buscaban por dirección. La chica cuya moderada risa atraía la correcta clase
de atención de estudiantes y maestros en Sedlacek College Preparatory High School.
La chica cuyo GPA estaba por sobre el promedio. La chica que encabezaba al equipo
de animación, era tutora de otros estudiantes y humillaba a compañeros para alejar
la atención negativa de sí misma.
La chica más popular en la escuela, que era tanto temida como respetada como
odiada.
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La chica que todos creían que tenía todo.
La mentira se encontraba bajo mi piel y manchaba mi sangre con hermosas
mezclas de color. Sombras maravillosas que ocultaban las batallas que nadie había
visto que había enfrentado. Estas se entrelazaban a mi alrededor y me vestían de
todos mis temores.
Parándome en el fangoso lugar donde normalmente estacionaba, me cambié
de ropa rápidamente. Cuando abrí la puerta, salí de mi auto y me metí en un
pequeño charco. Salte dos veces, empapando mis botas. Hubiera bailado en el charco
por más tiempo, pero no tenía el tiempo suficiente para jugar. No esta vez. Mis
padres y su anuncio de divorcio me quitaron un tiempo precioso que me habría
permitido quedarme más tiempo. Con mi morral cargando mis posesiones más
preciosas, crucé el camino empapado a través del bosque, y me dirigí a la izquierda
hacia un camino intacto que había descubierto durante el verano. Los nativos de
California, como las secoyas altas, se alineaban a ambos lados de mí con los rayos
de sol matutino filtrándose a través de los árboles. Los arbustos olvidados estaban
esparcidos por todo el lodoso camino y un par de veces casi caigo a causa de las
enredaderas atorándose en mis botas.
Caminé tres kilómetros donde me perdí aún más en el cielo oscuro y lleno de
estáticas. Recorrí tres kilómetros, mientras la lluvia de la noche anterior goteaba a
través de las hojas colgando sobre mi cabeza. Tres kilómetros donde el aroma de la
tormenta que se acercaba me calmaba.
Tres kilómetros a la cueva, mi cueva, mientras cargaba lo que era lo más
esencial para mí. Puse la mayor distancia entre lo que era y lo que quería ser. Crucé
pequeños arroyos, me arrastré por debajo de ramas de árboles sin domar, trepé
árboles caídos y cuando finalmente llegué a mi destino, el peso de tantas
imposibilidades se levantó.
Respiré profundamente y permití que permaneciera en mi pecho antes de que
dejara escapar una fuerte bocanada. Pero antes de que pudiera entrar a mi cueva,
una figura salió. Sorpresa y miedo hicieron que me ocultara detrás de un arbusto
cercano, pero mantuve mis ojos abiertos sobre el intruso.
Un hombre usando nada más que unos jeans bajos que abrazaban su delgada
cintura giró en frente de la cueva. Bostezó, levantando sus brazos sobre su cabeza.
Músculos se estiraron y temblaron con el movimiento. Deslizando sus dedos por su
cabello enredado, permitiéndome ver su rostro. No pude apartar los ojos del
hombre. No, no un hombre, sino un chico a un paso de la madurez. Un chico que
reconocía de la escuela. Roderick Roher. Cuando levantó su rostro al cielo, di un
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dudoso paso hacia atrás, tropezándome sobre las raíces expuestas y cayendo
fuertemente sobre una cama de hojas empapadas. Su cabeza giró en mi dirección, y
apretujé mi cuerpo más cerca del arbusto y contuve la respiración.
Escaneó el área. Cuando sus ojos pasaron por donde estaba escondida, me
levante rápidamente y corrí.
Roderick no era como yo. Él no era como nadie en el grupo de amigos que
tenía.
Él era un solitario. Ya sea que se encontrara en el patio de afuera de la escuela
o sentado en una silla en la parte de atrás del salón, parecía cómodo en su propia
piel. Completamente solo, nunca pronunciando más que las palabras necesarias a
cualquiera que le hablara.
No desperdiciaba palabras y para ser honesta, él no las necesitaba. No cuando
sus ojos decían todo lo que él no.
Un solitario, pero no solo. Aparentemente enojado con todos pero con nadie
en particular. Hasta que esos ardientes ojos se encontraban con los míos. Ya fuera de
pasada o desde el otro lado de diez campos de fútbol americano, ellos siempre me
decían que yo era el verdadero enemigo. La que ocultaba demasiados
imperdonables bajo su piel.
Aunque hoy, era mi turno de estar furiosa con él. Él arruino mi rutina matutina.
Sin esta. No sabía cómo podría superar el día. Como podría colocar una sonrisa falsa
hasta que anocheciera y me ocultara en mi cama.
Debí de haberme quedado. Debí de regresar. Demandado que dejara mi cueva
donde la oscuridad reinaba mientras escribía las palabras que me liberaban. Palabras
que sangraban de mi corazón hacia un pedazo blanco de papel que nadie nunca
leería.
Pero no podía regresar. No podía arriesgarme a que él hiciera preguntas que le
permitieran a él o a quien fuera entender ese lado de mí. Así que, como una cobarde,
corrí a mi auto y me puse la misma ropa con las que me vestí esta mañana. Cepillé
mi cabello empapado y después de secar mi rostro, retoqué el maquillaje que me
ocultaría aún más de mis compañeros. Con los nervios sacudidos, no me molesté
con la radio, pues en su lugar permití que el silencio gritara en mi cabeza.
Permitiendo que todo lo que quería decir atravesara mis venas y envenenara mi
corazón.
Cuando llegue a la escuela, me sentí peor de cómo me sentí cuando dejé la
cueva. Odiaba que él hubiera robado mi paz. Odiaba incluso más que no pudiera Página | 12
superarlo. Con la ansiedad trenzando un nudo en mi estómago, saqué mi teléfono.
Ignorando los mensajes, fui directo a Google donde busqué los síntomas para
diversos trastornos cerebrales.
Manía.
Alucinaciones.
Histeria.
Depresión.
Tendencias violentas.
Demencia.
Busqué en cada enfermedad, en cada alteración que pudiera encontrar como lo
había hecho en numerosas ocasiones. Escribí notas, intenté aprender todo lo que
fuera posible mientras intentaba unir todo. No calmaba la tensión que aumentaba,
no me hacía sentir mejor. Al final, tenía más preguntas que respuestas. Preguntas
que ninguno de mis padres quería que expresara, lo que me dejaba a mí para hacer
la búsqueda de una enfermedad de la que no sabía nada. Ni siquiera un nombre.
Dejando escapar una larga bocanada de aire, miré al frente aturdida, hasta que
vi la escultural figura de mi amiga Nicole saludándome desde su sitio en la pared.
Me preparé. Cada día era una lucha que tenía que ganar porque la secundaria y las
personas que me rodeaban eran más una prisión que un santuario. Solo seis meses
me separaban de la graduación. Había sobrevivido tres años sin que nadie me
descubriera, sin que se me acercaran lo suficiente para ver a la verdadera yo. Con
excepción quizás de Danny, que era el único amigo en el que casi confiaba. Cuando
la escuela terminara, me mudaría a los Ángeles para la universidad donde
finalmente liberaría a la chica que mantenía oculta del mundo. Con todas las
consecuencias que seguirían, después de todo, yo era la hija de mi madre.
Cabello castaño caía sobre los delgados hombros de Nicole, enmarcando las
delicadas facciones de su rostro.
—¡Ten envié cientos de mensajes! —exclamó Nicole segundos antes de que
incluso cerrara la puerta.
Manos ansiosas me llevaron hacia las bancas que se encontraban a los costados
de nuestro campo de fútbol. No me molesté en hablar, sabiendo que ella ya había
ensayado cual fuera el asunto urgente que tuviera que decirme. Saludando a un
grupo de chicos de nuestra clase, sentí las nubes tormentosas arriba, siguiéndome
como una corona de espinas. El viento sopló en mis oídos. Mechones de cabello
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jugando frente a mi rostro, así que lo recogí en un rápido moño. Con los hombros
caídos, Nicole se protegía de la tormenta que se acercaba mientras su mano
permanecía tomando la mía.
Nos alejó de la escuela, de ojos curiosos y oídos chismosos. El frío metal de las
bancas crujió cuando nos sentamos y miré más allá de la cancha hacia los árboles
que se doblaban. Más nubes siniestras se acercaban, truenos repentinos iluminando
el oscuro día y preparando el escenario para una atmosfera sofocante.
—Mira. —Me pasó su teléfono para mostrarme la fotografía de un bonito
vestido plateado con ligeros volantes en la parte inferior—. ¡Este es! Este será tu
vestido perfecto para llevar al baile de otoño.
Deslizando mis dedos en la pantalla, hice la imagen más grande. Era sencillo
con un escote ligeramente profundo en el cuello y ajustándose a las caderas para que
la tela se moldeara a la figura de la modelo.
—Es perfecto —dije, bajando para ver el precio.
—Síp. —Nicole estuvo de acuerdo—. Razón por la que tu mejor amiga, ya
organizó una cita para que te lo pruebes hoy después de clases.
—¡Cállate! —Golpeé su hombro, pero la ligereza se desvaneció cuando vi el
precio.
No había forma en que mis padres me dieran tanto dinero por un vestido, y no
había manera en que otro vestido se fuera a comparar con este.
—Después de clases —dijo, saltando desde el interior—. Sáltate el club o
reunión que ya tengas e iremos a la boutique. Luego me podrás ayudar a encontrar
un vestido para mí.
—Nicole. —Una cálida sonrisa inclinó mis labios mientras la ansiedad se
retorcía en mi interior—. No puedo hoy. Ya hice planes para dar tutoría a alguien en
su casa. —Era una mentira, pero no podía decirle la verdad. La cueva se había vuelto
mi cielo seguro. Tenía que regresar y sentarme en mi oscuro oasis, permitir que las
palabras salieran de mí. Era la única forma en la que podía limpiar mi fea alma.
—Somos de último año, Brinley. Es tu último año en la corte de otoño. Como
cada año, vas a ganar, pero esta vez serás coronada reina —chilló—. Tienes que verte
como tal, así que deja plantado a esa perdedora que le vas a dar clases y ven
conmigo.
Esta era la parte de Nicole que me hacía mantenerla a un brazo de distancia.
Ella era una de mis amigas más cercanas, pero no confiaba en ella, no podía confiar
en ella. No cuando era tan rápida para empequeñecer a los demás. No que yo fuera Página | 14
mejor.
Ignorando las pequeñas chispas de agua que comenzaban a caer del cielo y a
empapar mi piel.
—No puedo hoy.
—¿Sábado entonces? —preguntó con un pequeño temblor en sus labios—. ¿O
también estás ocupada ese día también?
Esta vez mi sonrisa salió más natural y se apoderó de mi rostro.
—Sábado —acepté—. ¿Después de almorzar?
—Hmm… —Ella golpeo su dedo índice en su barbilla—. Tengo que revisar mi
horario. Síp, sábado, Jacob y yo vamos a tener una cita ardiente. A mediodía. —
Movió sus cejas hacia mí. Ella y el gemelo mayor de nuestro grupo habían estado
saliendo y no saliendo por casi un año. De momento no estaban saliendo, pero era
durante su temporada baja en la que se veían más—. Él terminara como en cinco
minutos, así que todavía puedo encontrarme contigo. Llamaré y programaré de
nuevo la cita en la boutique.
La risa escapó de mis pulmones al mismo tiempo que el cielo se abría con un
rugido de truenos. Al mismo tiempo, nos estremecimos al sonido ensordecedor y
con un rápido vistazo a la otra, corrimos de regreso a la escuela. Nuestros pies
golpearon el barro, salpicando lodo en nuestros pantalones, pero todavía nuestro
momento de felicidad estaba sobre nosotras, ocultando el aire cargado.

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Brinley
El día comenzó con el chillido de la alarma. Alguno de nosotros nos movimos
a nuestros pupitres mientras otros permanecieron de pie en pequeños círculos
hablando con el otro. El señor Fischel, nuestro maestro de clase era bastante relajado
y nos permitía usar el tiempo en su salón libremente. A él no le importaba lo que
hacíamos siempre y cuando no fuéramos muy ruidosos. Saludé a mis amigos
cuando dijeron mi nombre y aunque quería repasar unos problemas de matemáticas
antes de mi examen, fui con ellos.
Danny abrió sus brazos para darme un abrazo. Él era uno de los pocos amigos
con los que me sentía cómoda. Él era tan puro como puedes imaginarlo, era el hilo
que me mantenía unida cuando las orillas deshilachadas amenazaban con romperse.
—Estás mojada —acusó.
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—Eso es lo que sucede cuando estas afuera y llueve —bromeé.
—Te vi con Nicole corriendo por el campo de fútbol americano. La próxima
vez que planees correr en la lluvia, usa una camiseta blanca —respondió.
—Sin sostén, ¿verdad? —pregunté.
—Me entiendes. —Colocó su hombro contra el mío y cuando me recargue en
él, me abrazó más cerca.
Dany era uno de los chicos buenos. A diferencia de los gemelos, Jacob y Joseph,
que pasaban la mayor parte de su tiempo molestando a los que creían por debajo de
ellos. Si no fuera por Danny jugando muy bien en diferentes deportes, él
probablemente no sería parte de nuestro grupo. Algunas veces me preguntaba por
qué se molestaba con nosotros. Él era mucho mejor que el resto de nosotros.
—¿Lista para matemáticas? —preguntó.
Asentí. Mi cerebro estaba lleno de los diversos trucos y lecciones que nos
habían enseñado en los últimos meses de clases. Ecuaciones y formulas. Variables y
gráficas. Tantos problemas sin una solución para los problemas reales de nuestras
jóvenes vidas.
Esos maestros, cuyas metas, asumía, era iluminarnos, formar nuestras mentes,
no se daban cuenta cuán sofocantes eran esos exámenes. Nos juzgaban basados en
el progreso detrás de un papel en el que garabateábamos con nuestros lápices, como
si eso fuera todo lo que importara. Como si sus clases insignificantes, tuvieran
alguna reacción en el gran esquema de las cosas.
—Por supuesto que lo está —respondió Mariah, su tono seco. Sus ojos me
recorrieron de arriba a abajo, y tuve que luchar contra la necesidad de estremecerme
bajo su revisión—. Ella es casi perfecta.
Fue dicho como una broma, pero yo sabía mejor. Mariah era una de mis amigas
que me odiaba. El sentimiento era mutuo.
—Ella es perfecta. —Danny presionó un beso contra mi frente.
Calidez inundó mi pecho, y lo abracé más cerca de mí. Esta era la clase de
amistad que quería cuando era más joven. La clase de amistad de la que me alejé
para poder tener a estos falsos amigos. Y el estatus que tenían que ocultaría todas
mis verdades.
—Eres mi tipo de persona favorita en todo el mundo —susurré para que solo
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él pudiera escucharme.
Sus labios formaron una enorme sonrisa.
—Vaya, ¿soy tu persona favorita en este gran mundo? —bromeó, su voz tan
baja como la mía—. Eso es intenso. No sé si estoy listo para esa clase de compromiso.
Golpeé su hombro y luego lo miré, él lanzó sus brazos detrás de su cabeza
riendo. Sí, definitivamente él era mi persona favorita en un mundo que parecía
odiarme.
Roderick
Entré en la fría oficina. Cuando la recepcionista, la señora Jeffries, me vio, me
levantó un dedo mientras terminaba de hablar por teléfono. Escuché la charla del
resto del personal mientras golpeaba mi lápiz al lado del escritorio de la señora
Jeffries. Cuando colgó, se volvió hacia mí con una ligera inclinación de cabeza.
—Yo uhh… —Pasé mi mano por mi cabello, odiando este día. Siempre llegaba
demasiado rápido, aunque los días parecían transcurrir interminablemente—.
Necesito mi tarjeta de almuerzo. —La miré fijamente, desafiándola a que me hiciera
sentir mal conmigo mismo. El niño de la beca, que no podía almorzar si no se le daba
gratis.
La señora Jeffries se levantó de la silla y arqueó la espalda como si hubiera
estado sentada en la misma posición durante horas. Sostuvo su chaqueta de punto
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blanca contra su pecho mientras salía de la oficina. Pasaron unos minutos y continué
golpeando el lápiz sobre su escritorio mientras esperaba.
—Roderick —llamó.
En lugar de darme mi tarjeta de almuerzo, ella estaba de pie detrás de su
escritorio con las manos hurgando en su bolso. Me entregó unos billetes sueltos.
—¿Qué es esto? —Salió áspero y rudo.
Ella sacudió su cabeza.
—Parece que hay un problema. Tu tía… —se pasó una mano por la nuca—, tu
tía debe haberse olvidado de renovar tu tarjeta. Lo siento, pero no puedo darte una
nueva tarjeta para el almuerzo gratis si ella no la renueva.
Solté una larga cadena de aire. Ella no se olvidó; simplemente no lo hizo. Como
ya no vivía bajo su techo, supuse que ella ya no sentía ninguna responsabilidad por
mí. Una semana, había estado fuera de su casa una semana. Eso fue todo lo que se
necesitó para que me dejara ir completamente.
—Solo olvídalo. —Forcé la bilis que se elevaba con mi ira.
Ella agitó los billetes de nuevo hacia mí.
—Aquí, tómalo —dijo—. Llamaré a tu tía y le recordaré que llene los
documentos en línea. Mientras tanto, solo toma el dinero. Por favor. Puedes
devolvérmelo más tarde. —Sonrió y aunque las líneas a ambos lados de sus labios
se hicieron más profundas, sus rasgos también se suavizaron.
El calor se extendió a mis mejillas mientras estudiaba el dinero que me ofrecía.
—Ella está en el trabajo, tiene reuniones todo el día. Hablaré con ella cuando
llegue a casa —le dije. Agitó los billetes otra vez, y esta vez guardé el dinero—.
Gracias —murmuré y me giré para irme.
No estaba seguro de cuánto me había dado la señora Jeffries, pero fuera cual
fuese la cantidad, tenía que hacer que durara. Así como tenía que evitar que alguien
en la escuela llamara a mi tía. No podía ser descubierto. Tenía que graduarme para
poder tener algún tipo de futuro lejos de este agujero de mierda de ciudad costera.
Hasta entonces, tenía que arreglármelas con lo que me habían dado porque solo
podía escabullirme en la casa de mi tía cuando ella no estaba para robar comida y
lavar pequeñas cargas de ropa tantas veces pudiera antes de que descubriera lo que
estaba haciendo. Además, de todos modos ya no quería hacer eso. No quería confiar
en alguien que no me quería en su vida.
Llegué a mi clase de inglés antes que nadie y tomé asiento en la parte de atrás. Página | 19
Siempre en la parte de atrás. Incluso cuando los maestros nos dieron asientos
asignados, arrastré mi silla hacia atrás, lejos de todos. En su mayor parte, profesores
y estudiantes por igual me dejaban solo. Me gustaba de esa manera. Había fuerza en
pasar inadvertido. En no ser visto. Había paz en ser invisible.
Fue por eso que después de una semana de dormir en el bosque, estaba tan
feliz cuando el sábado por la tarde encontré la cueva mientras caminaba. Está
apartada, lo suficientemente lejos del camino trillado, no podía imaginar que mucha
gente lo supiera. Era la casa perfecta hasta que me graduara de la preparatoria. Con
el dinero que ganaba en mi trabajo de medio tiempo en la heladería, esperaba poder
ahorrar lo suficiente para obtener un boleto de autobús fuera de esta ciudad e ir a
San Diego, donde tenía una beca completa en la universidad de arte. Entrar,
conseguir un viaje completo, a la escuela que estaba en la parte superior de mi lista,
era todo para mí. Significaba libertad y la capacidad de sumergirme en la escritura.
Cuando sonó el timbre, mis compañeros de clase se apresuraron a entrar al
salón y se deslizaron detrás de sus pupitres. Seth, un chico que conocía de otras
clases, se sentó a mi lado. No lo reconocí, y él no me reconoció, pero desde nuestro
primer año, cuando evité que un grupo de jugadores de béisbol usara su cabeza
como una pelota, se sentaba a mi lado cuando estábamos en la misma clase.
Facilitaba el emparejamiento con alguien para las tareas en grupo.
Desafortunadamente, nos emparejamos mucho en la clase de inglés. Era como si
nuestro profesor no supiera cómo asignar trabajo sin hacernos trabajar juntos.
—Muévete —dijo una ligera voz a mi lado—. Dije que te movieras—. Su voz
se elevó y, al igual que los otros chicos de mi clase, me volví para ver a Brinley patear
el asiento de Seth.
La prestigiosa princesa de la escuela. La todopoderosa al que todos se
inclinaban. Se sentaba en su autoproclamado trono con sus pompones, donde nadie
podía tocarla. Pero la vi. Veía a través de su farsa. Era tan vulnerable como cualquier
otra persona. Ella solo sabía cómo esconderlo mejor que otros.
Tomó años descubrir cuánto odiaba que se le retara por su actitud
desagradable, pero una vez que vi cómo reaccionaba, lo hacía a menudo. Me daba
placer ver sus mejillas enrojecidas y sus ojos abiertos. Para verla caer de su trono
sobre su culo.
Seth empujó su silla hacia atrás, pero puse mi mano en el respaldo del asiento,
sin dejar que se moviera más. No sabía por qué estaba vertiendo su veneno en Seth,
y aunque Seth y yo no éramos amigos, no estaba dispuesto a dejar que le echara Página | 20
mierda solo porque ella creía que podía.
Yo fui el único que la detuvo. El único cuya ira se correspondía con su egoísmo.
—Él no tiene que moverse —le dije—. Ve al frente, princesa. Donde siempre te
sientas.
Brinley me miró, pero luego sus labios se torcieron en una mueca mientras
levantaba su barbilla.
—¿Hueles algo? —preguntó en voz alta, arrugando la nariz. —Huele como…
—Ella tomó un par de inhalaciones—… como si alguien no se hubiese duchado en
días. —Me fulminó con la mirada.
Desde el otro lado de la habitación, sus amigos se rieron mientras todos los
demás parecían contener la respiración. Mi temperamento era conocido en toda la
escuela, y esta chica estaba jugando un juego que no estaba destinada a ganar.
—Brin —la llamó Danny, uno de sus amigos, desde unas pocas filas adelante—
. ¿Qué estás haciendo allí? —Palmeó la silla vacía junto a él.
Por lo que había visto de él, no era un mal tipo. Solo pasaba el rato con lo peor
de lo peor.
Levantó un hombro con indiferencia y puso mala cara, sus finos labios bajaron
en lo que supuse que pensaba era un gesto lindo. Era lindo. Odiaba lo lindo que era.
—Quería sentarme con Roderick hoy.
Me tensé ante el sonido de mi nombre saliendo de sus labios. Habían pasado
años desde que me llamó por mi nombre en lugar de por un fenómeno. Qué nombre
tan estúpido, cliché. No es que esperara más de ella o de sus amigos.
—Mi mamá siempre habla sobre la caridad. —Sonrió, y no fue una de sus
sonrisas practicadas que le daba a sus amigos, sino una que parecía muy dolida. Una
que parecía que estaba tratando de ocultar una de sus verdades más grandes.
—Brinley —dijo Danny. Salió como una advertencia. Una que ella ignoró.
—Tal vez me siente contigo mañana —dijo como si su presencia fuera un tipo
de gracia por la que debería estar agradecido. Cuando se inclinó sobre mi pupitre,
con su rostro alejado del mío, me susurró al oído—: El centro comunitario tiene
duchas, ¿sabes? —Y se rio suavemente de su propia broma.
Su cálido aliento cayó sobre mi piel y envió una descarga eléctrica a mi
columna vertebral. Me aferré a un lado de mi silla y cuando ella no se apartó, sentí Página | 21
que mi interior comenzaba a temblar como si un terremoto y un ciclón estuvieran a
punto de desgarrarme miembro por miembro.
—Esto es lindo, princesa —le susurré en respuesta, manteniendo mi voz firme
cuando me giré para mirarla, pero con lo cerca que estaba de mí, nuestras narices
casi se tocaban—. ¿Crees que puedes avergonzarme? Usas a todos a tu alrededor
para sentirte mejor, pero nunca funciona, ¿verdad? Cuando todo termina y la risa
muere, sigues siendo tú. Falsa. Y todos en este salón lo saben.
Con los dientes apretados, ella contuvo el aliento. Sus ojos se ensancharon y,
por un breve instante, podría haber jurado que el dolor brillaba detrás de ellos antes
de que la ira lo reemplazara todo. Se echó hacia atrás y palmeó mi mejilla mientras
movía mi mandíbula de un lado a otro.
—Me encantaría ir al Baile de Otoño contigo. —Miró alrededor de la
habitación, con los ojos abiertos de inocencia—. Estoy segura de que alguien aquí
puede permitirte tomar prestado un traje viejo o algo así.
A mi alrededor los estudiantes se reían. Abrí la boca pero la cerré cuando
nuestro maestro, el señor Scott, finalmente llegó al aula unos minutos tarde.
—Encuentra tu asiento, Brinley —gritó el señor Scott.
Con una sonrisa satisfecha en su pequeña carita perfecta, ella giró sobre sus
talones, pero apreté una mano alrededor de su muñeca. Ella se sacudió como si mi
contacto doliera y cuando se soltó de mi agarre, la dejé ir.
—Sí. —Resoplé una carcajada mientras me recostaba en mi silla con las palmas
apoyadas en la parte posterior de mi cabeza—. Lo entiendo, la gente pobre te hace
sentir incómoda. Como dije, falsa. —Sonreí.
Su respiración se aceleró, el rojo se extendió por su pecho hasta sus mejillas.
Cuando levantó su dedo medio, solté una carcajada. Algunos estudiantes se giraron
para mirarnos, pero cuando el señor Scott tosió para llamar nuestra atención, Brinley
se escabulló con la barbilla hundida.
—Brinley —dijo él y ella le prestó atención—. Dado que usted y Roderick
parecen llevarse muy bien, estaré emparejándolos juntos para nuestro próximo
proyecto grupal.
Brinley se quedó congelada en el lugar, sus ojos verdes claros se lanzaron de
nuestro profesor hacia mí. Casi me reí de su desesperación, pero a mi lado Seth se
hundió aún más en su silla. Nadie querría emparejarse con él, y lo forzarían en un
grupo que no lo querían.
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La furia me agarró como un vicio cuando la vi caminar por la habitación. En
voz baja, habló con Danny, quien miró a Seth y asintió a lo que dijera, mientras que
el señor Scott nos entregó un pequeño paquete de papeles.
—Les voy a dar a cada uno de ustedes una hoja de papel —dijo—. Es una copia
de un extracto de un libro que tengo en casa. Si vieron Inglés Avanzado conmigo el
año pasado e hicieron todas sus tareas, reconocerán las palabras. O quizás ya las
hayan olvidado. —Algunos estudiantes se rieron—. De cualquier manera, no
importa. Cuando se junten en sus grupos, quiero que hojeen la página, no lean el
pasaje, sino que busquen una palabra que se destaque, solo una palabra. En una de
las copias, quiero que encierren esa palabra. Tanto ustedes como su pareja tienen
que estar de acuerdo que esa es la palabra que más significa para ambos. ¿Entendido
hasta ahora? —preguntó y se detuvo para ver si alguien tenía alguna pregunta.
Cuando nadie contestó, continuó—: Una vez que hayan marcado con un círculo esa
palabra, quiero que regresen y lean el pasaje y encierre en un círculo cualquier
palabra que amplifique o dé significado a la primera palabra que eligieron. Puede
ser expresivo o evocador. El siguiente paso es hacer una lista con todas sus palabras
en un papel aparte en el mismo orden en que aparecieron en su lectura.
»Con estas palabras, van a escribir un poema. Si una palabra que circulaste no
encaja, no tienen que usarla. Pueden eliminar partes de una palabra, como un final
si te ayuda a aclarar tu poema. Si se quedan atascados, vuelvan a su pasaje y vuelvan
a leerlo. El objetivo no es hacer que las palabras funcionen para formar un poema
perfecto, sino dar sentido a sus palabras. Cuando hayan completado su poema,
regresen al papel que recibieron, borren los círculos alrededor de las palabras que
no usaron y asegúrense de que solo estén circuladas las palabras que están usando.
Pueden trabajar en esa hoja o en la otra que se le entregó a su pareja para el producto
terminado. Cuando hayan terminado, volverán y agregarán un dibujo que conecte
su imagen a su poema. Y chicos. —Se rio entre dientes—. No quiero una imagen de
Google aquí. Lo dibujan juntos o pueden elegir quién es el mejor artista. Pero este es
su trabajo y quiero ver su creatividad.
Con ganas de empezar, incluso si estaba con Brinley, golpeé mi pie en el suelo.
Inquieto. Siempre en necesidad de crear.
—Mientras se reúnen en grupos, voy a pasar algunos ejemplos de años
anteriores para darles ideas —continuó Scott—. Esto, mis jóvenes estudiantes, se
llama Poesía Blackout. Ustedes son los poetas, háganme algo hermoso.
Negué con la cabeza por lo estúpido que sonaba, pero no pude negarlo. El
señor Scott, con todas sus bromas tontas, era mi maestro favorito. Inglés siempre
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había sido mi materia favorita, pero algunos profesores podían hacer sus lecciones
peor que la tortura. No el señor Scott. Disfrutaba enseñando, pero más que eso, le
encantaba ver a sus alumnos aprender y desarrollarse. Involucrándose y siendo
creativos.
—Tómense su tiempo —continuó el señor Scott—. Esto se entrega hasta el
próximo viernes, así que no hay prisa. Quiero ver su mejor trabajo. Los puntos se
quitarán por falta de creatividad y pulcritud, y si descubro que no están trabajando
juntos como un equipo, sino haciendo el proyecto solo. Si terminan temprano,
pueden sentarse conmigo y criticar la novela en la que estoy trabajando.
Eso ganó un gemido de todos menos yo. Yo, tenía curiosidad por lo que el
señor Scott tenía que decir. Cómo redactaría su historia, la prosa que usaba, el ritmo
de sus oraciones.
Cuando la chica que normalmente se sentaba frente a mí se fue, Brinley tomó
su lugar y Danny se sentó a su lado. Brinley giró su mesa para enfrentarme.
—Oye, hombre. —Danny tocó el pupitre de Seth y giró su propio pupitre para
mirar a Seth—. Dado que estos dos se juntaron, parece que estás atrapado conmigo.
Seth se incorporó en su silla y asintió. Danny podría haberse asociado con
cualquiera. De hecho, había al menos cuatro chicas que fruncieron el ceño en nuestra
dirección cuando se sentó frente a Seth.
Me burlé. Ignorándome, Brinley miró su papel, sus grandes ojos saltando a
través de la página. La estudié, la forma en que retorcía su cabello rubio, casi blanco,
alrededor de un delgado dedo. La forma en que chupó su labio inferior. La forma en
que se sentó, con la cabeza inclinada, con la espalda recta, siempre la imagen de la
perfección.
Por fuera, era bonita. La chica más bonita de nuestra escuela… probablemente
en toda nuestra ciudad. Era la única razón por la que podía pensar que la gente
acudiría a ella para buscar su aprobación. Era lo que estaba en su interior lo que la
hacía tan detestable.
No siempre había sido así. La parte más extraña del cambio en su
comportamiento fue que nunca tuvo que ser desagradable para hacerse notar. No
como Nicole o Mariah. No pude evitar preguntarme qué pasó con la niñita que
recogía flores silvestres para todos los niños y niñas en su clase de primaria en el Día
de San Valentín. ¿Qué le sucedió a la niña de doce años que me tomó de la mano
cuando volví a la escuela después de la muerte de mis padres? La chica que me dijo
que no estaba solo. La chica que me dijo que esperaría por mí, incluso cuando quise
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dejarla ir.
Brinley
Uno de los ejemplos que nos dio el señor Scott me hizo sonreír. Si estuviera
emparejada con Danny, como solía estar en esta clase, me hubiese reído. Pero debido
a quien se sentaba frente a mí, mantuve mis pensamientos para mí. Cauta, siempre
cauta.
Las líneas negras y anchas cubrían toda la página, aparte de las palabras
dispersas que formaban la oración, “es fácil escribir palabras la parte inteligente es
averiguar cuáles debes dejar”.
Es fácil escribir palabras. La parte inteligente es averiguar cuáles debes dejar.
Arrastré el papel a un lado y agarré nuestra tarea. Escaneé la página por una
palabra; la palabra que más resonaba conmigo. Mi estómago revoloteaba felizmente
en mi vientre porque esto era lo que me gustaba. Palabras. Encontrar significados Página | 25
ocultos.
—Aquí vamos —dijo Roderick, señalando mi papel.
Con su lápiz, encerró la palabra súper, y unos pocos espacios arriba, rodeó ficial
la de la palabra oficial.
Superficial.
—Lindo. —Sonreí para cubrir la punzada en mi pecho. Otra marca en mi
corazón ya magullado. Esta me lo merecía. En realidad, me merecía la mayoría de
ellas. Demonios, había trabajado duro para convertirme en la persona que
despreciaba. Giré mi lápiz para borrar el círculo que él dibujó alrededor de las dos
palabras—. Pero se supone que solo debemos rodear una palabra.
—Tienes razón, princesa. —Bostezó. Cuando estiró los brazos sobre su cabeza,
me recordó a esta mañana. Del chico durmiendo en mi cueva, quien me quitó mi
parte favorita del día.
—¿Tu tía no tiene lavadora? —Giré mi nariz hacia él, pero mantuve mis ojos
fijos en la suciedad de su camisa—. Tu ropa está asquerosa, como si hubieses
dormido sobre tierra o algo así.
Entrecerró los ojos ante mi desafío, y pude ver las venas en su cuello emerger.
—¡OhDiosmío! —Jadeé con fingido horror—. No estás sin hogar, ¿verdad? Si
lo estás, si estás durmiendo afuera en lugar de estar metido en tu cama de manera
segura, la policía debería saber esto. —Asentí, mostrándole que había llegado a una
solución.
El miedo oscureció sus rasgos y me suavizó. Maldita sea, sentí pena por ser tan
vil. Por ser exactamente de lo que me había acusado, falsa y superficial. Me hizo
preguntarme si la máscara que tenía que usar valía la pena el dolor que había
causado.
Extendiéndome, le apreté la mano. Apretó el puño y su mano temblaba en la
mía antes de alejarse.
—Estaba bromeando —dije y me aclaré la garganta, para poder continuar—.
No quise decir nada con eso, pero si estás en algún tipo de problema…
—¿Qué? —Resopló—. ¿Sostendrás mi mano? No me dejarás ir, ¿verdad? —
Una fealdad que no le pertenecía hizo que sus labios se volvieran siniestros. Una
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fealdad que puse allí—. Dormí afuera anoche. Verás —continuó con un tono
condescendiente—, hay algo que algunas personas llaman acampar. Es donde
duermes en el suelo y estás rodeado de naturaleza. Si lo haces bien, no hay duchas
o hamburgueserías. Dependes únicamente de ti mismo.
—Suena horrible.
Mentira. Sonaba increíble.
Volví mi atención al papel. Las lágrimas pincharon la parte de atrás de mis
ojos, haciendo que las palabras frente a mí se difuminaran. No sabía de dónde
venían, y aunque las lágrimas no me eran extrañas, rara vez hacían una aparición
tan abrupta. Me tragué el espesor en mi garganta y solo hablé cuando supe que había
contenido las lágrimas.
—Vamos a terminar con esto, ¿de acuerdo? —murmuré.
Sentí el calor de los ojos de Roderick en mí. Con los ojos tan claros, me
recordaron el estanque de cristal que encontré en mi cueva. Mía, no de él. Acampó
allí anoche. Algo de una sola vez porque no estaba dispuesta a compartir mi lugar.
A nuestro lado, Danny y Seth se rieron. Danny se estiró entre ambos pupitres
con el puño hacia afuera y, tras unos segundos de incómodo silencio, Seth lo golpeó.
—¿Qué es tan gracioso? —pregunté, volviéndome hacia Danny. Lejos de
Roderick y sus miradas indiscretas.
A pesar de que era bastante buena siendo mala, me sentí muy mal cuando me
di cuenta que Seth ya no tendría a Roderick como su compañero. Sabiendo que nadie
más lo querría en su grupo, le pedí a Danny que se uniera a él. Danny siendo Danny,
estuvo de acuerdo como si no fuera un gran problema. Sin embargo, lo era. En el
mundo que creamos en nuestra escuela, era algo grande.
Danny me mostró su papel y el de Seth y entrecerré los ojos para ver la palabra
que encerraron.
—¿Hambriento? —pregunté.
Seth me lanzó una sonrisa avergonzada.
—Es como si pudieras leer su mente. —Le guiñé un ojo a Seth—. Tengo que
llevar sándwiches y bocadillos a los juegos de Danny para que pueda comer cuando
no está jugando.
—Y las prácticas —agregó él—. Es la única razón por la que la ascendí a la
posición de mejor amiga. Página | 27
Mi corazón se apretó ante las palabras de Danny. Se hinchó en mi pecho.
Porque sabía que más allá de sus palabras había un significado más profundo. Él se
preocupaba por mí, tal vez incluso me amaba. A pesar de lo que veía.
—Estoy conmovida —dije sin expresión, pero mi sonrisa creció cuando se
inclinó para darme un sonoro beso en la frente.
—Esta es un pan de Dios. —Ladeó su barbilla hacia mí.
Seth miró hacia abajo, revisando sus papeles con los dedos, sin duda no
creyendo que algo bueno viviera dentro de mí.
—Nunca se pierde uno de mis juegos —continuó Danny.
—Bueno, tengo que ir a los partidos de fútbol y baloncesto ya que soy
animadora y todo eso.
—Sí, ¿animas también para el atletismo? —preguntó—. ¿Qué tal la liga de
fútbol soccer de verano que juego fuera de la escuela?
Entrecerré los ojos, juntando mis labios en una línea delgada.
—Todos estos deportes que juegas. —Me abaniqué el rostro, fingiendo estar
impresionada con su capacidad atlética—. ¿Cómo terminaría con un deportista
como mi mejor amigo?
—Solo elijo de los mejores. —Miró de nuevo a Seth—. Llueva o haga sol, ella
está allí con comida y agua, solo para mí.
Me reí, pero la tensión en mi estómago se amplificó. No era buena, todos lo
sabían. Era falsa. Superficial. No importa cuánto hable de mí, Seth, Roderick y todos
los demás sabían la verdad. La verdad a la que Danny era ciego.
—Eres como una especie de mutante —bromeé, escondiéndome más detrás de
la seguridad de mis paredes—. Si no te doy de comer, nadie más lo hará y me temo
que morirás en el campo. Luego, poof. —Golpeé mis manos—. Ahí va el futuro que
he planeado para nosotros.
—Sí. —Puso los ojos en blanco—. No puedo esperar por el gran perro baboso
y nuestros cinco hijos.
—Siete —le respondí.
—No. —Se inclinó hacia adelante, poniéndome en una llave de cabeza—. Nos
comprometimos y estuviste de acuerdo. Cinco niños, o ningún trato.
Mi cuerpo se sacudió en una risa silenciosa, y mi sonrisa se ensanchó cuando Página | 28
vi a Seth riéndose con nosotros. Hace unos minutos fue la primera vez desde cuarto
grado que lo vi sonreír. Era solo quien era Danny y no era una sorpresa que hubiera
logrado no solo hacerlo sonreír, sino también reír.
—Cinco niños y dos perros —discutí entre cortos jadeos de aliento—. Y me toca
ser una mamá que se queda en casa.
—Bien, pero estás haciendo pasta casera. Ninguno de esos fideos comprados
en la tienda. —Me dejó ir solo para sostener mi rostro entre sus manos. Nuestras
miradas se cruzaron y vi el sentido del humor detrás de sus ojos—. Casera —dijo
lentamente, enunciando cada sílaba.
—Casera —repetí, incluso más lento.
—Y desnuda —continuó—. Te quiero desnuda.
—¿Desnuda? Ni siquiera han nacido, y ya estás planeando traumatizar a
nuestros hijos.
—Estoy bastante seguro que nadie se traumatizaría si te viera desnuda —dijo
Seth suavemente.
Danny, Roderick y yo movimos nuestra atención hacia él, nuestras expresiones
reflejaban nuestra propia sorpresa ante sus palabras. Cuando inclinó la cabeza para
ocultar el sonrojo que se extendía por su rostro, me reí tan fuerte, las lágrimas se
derramaron de mis ojos y mi estómago se contrajo.
Era la primera vez que me reía así en lo que parecían años. Fue liberador. Pero
me sujeté el labio inferior y reprimí la alegría emergente cuando miré por encima
del hombro y vi a mis otros amigos mirándonos con desaprobación.
Porque Brinley Crassus no se reía sin moderación. Y seguro que no se divertía
con gente como Seth y Roderick.

****
—No puedo creer que tengas que trabajar en un proyecto con ese fenómeno.
—Una mirada compasiva inundó los rasgos de Nicole cuando me apretó el brazo.
—No es la gran cosa —dije antes de tomar un bocado saludable de mi wrap de
atún.
—No es malo para la vista, pero ¿qué diablos estabas pensando al enfrentarte
con él? —Sus cejas esculpidas se dispararon a su línea de cabello—. Mariah dijo que
estaban uno sobre el otro antes que el señor Scott llegara allí. No hay algo entre
ustedes dos, ¿verdad? —La repugnancia estropeaba sus rasgos. Página | 29

Molesta, dejé mi almuerzo y crucé las manos delante de mí. ¿Qué estaba
pensando? En realidad era simple. Quería arruinar su día, como arruinó el mío. Y lo
hice de la única manera que sabía, sin darme cuenta que sería contraproducente.
—¿Yo y el fenómeno juntos? —pregunté con una risa—. Me estaba divirtiendo
con él.
Una sonrisa lenta cruzó mi rostro y se rio como sabía que lo haría.
—Eres una perra a veces —dijo a través de su risa.
Me froté el pecho, justo donde más me dolía. Ella no estaba equivocada. Pero
tampoco estaba en lo correcto. Yo era mala, pero eso tampoco era quien yo era.
Danny se sentó a mi lado y me rodeo los hombros con su brazo.
—Definitivamente no eres una perra —dijo.
—¿Qué hay de ti? —Los labios de Nicole se separaron para formar una O—.
Te quedaste atascado con el perdedor por ella.
—Seth está bien. —Besó un lado de mi cabeza antes de soltarme y darle un
mordisco a su pizza.
—¿Seth está bien? —Su voz sonó en mi cabeza y giró la cabeza para mirar a su
mesa, donde se sentaba con otro chico. Ninguno de ellos era lo que alguien llamaría
genial.
—Sí —respondió entre mordiscos.
—Tal vez—señaló a través de la mesa—, deberías estar sentado con él entonces.
Nuestros amigos se rieron, el sonido de Jacob sonando más fuerte que el de
cualquier otro. Disfrutando de la atención, golpeó una uña roja contra sus labios y
esperó. Cuando Danny se movió a mi lado, alcancé su pierna y la apreté. Me miró
con ojos tristes y marrones, pero negó ante mi súplica silenciosa.
Me estaba dejando. Sola. Con amigos a los que no les caía bien. Quienes la
mayoría de los días tampoco me gustaban.
—Creo que lo haré. —Se levantó de su lugar a mi lado y con nuestros amigos
burlándose de su retirada, fue a la mesa de Seth y tomó asiento. En segundos su
mesa estalló en risas.
No sonaba cínica o fea como la nuestra, sino genuina. Feliz. Quería volver a ser
parte de ese tipo de felicidad. Del tipo que encontré antes en la clase de inglés. Del Página | 30
tipo que Danny siempre parecía encontrar y exponer. Pero más que eso, quería ser
parte de algo real. Algo que borraría todo lo falso, todo lo superficial.
Mariah se rio, haciendo que mi atención volviera a ella. Ella me miró con
curiosidad, así que tomé otro bocado de mi almuerzo, esperando que cualquier cosa
que pensara que veía ya no le interesara más.
—Tu novio vendrá arrastrándose de vuelta lo suficientemente pronto. —Se
llevó el cabello hacia atrás y lo recogió en una coleta—. A menos que estés
preocupada que Seth y su patético amigo tengan más que ofrecer que tú. —Arqueó
una ceja.
La furia ardió en mis venas, pero mantuve mi rostro calmado. Mis ojos se
posaron en los de ella.
Ella sabía que Danny y yo no estábamos juntos. Sabía que, como todos los
demás en la escuela sabían, él nunca había tenido una novia. Muchas veces su
sexualidad se había convertido en un punto de conversación cuando él no estaba
cerca. Demasiadas veces los había ignorado sin defenderlo.
—Oh, vamos, Mariah, deja en paz a los pobres mariquitos. —Esto vino de
Jacob. Sus ojos estaban fríos, sus labios apretados en una delgada línea mientras su
gemelo daba golpecitos en la mesa a su lado.
La vergüenza era espesa en mi garganta, pero la tragué cuando me levanté de
mi asiento.
—Necesito estudiar para mi examen de matemáticas —les dije—. Los veré más
tarde.
—¡Brin, solo estábamos bromeando! —me gritó Jacob.
Incluso continué mi avance, mis hombros hacia atrás y mi cabeza en alto. Yo
era impenetrable.
—¡No te enojes porque no nos gustan los afeminados! —gritó Jacob, riéndose
de su propia broma.
Sentí los ojos de todos en el patio exterior sobre mí. Me sentí mareada. Me
estremecí, jalando de mi ajustado suéter color canela alrededor de mi pecho. Cuando
me volví para enfrentar a Jacob, forcé una sonrisa en mi rostro.
Danny miró, esperó. La esperanza y el miedo brillaron detrás de sus ojos. No
podía decepcionarlo. Tampoco podía fallar.
—Los celos son un rasgo tan feo —canté en respuesta a Jacob—. Solo porque Página | 31
los hombres homosexuales no te encuentren atractivo, no significa que no seas
bonito.
La risa estalló a nuestro alrededor. Jacob me devolvió la sonrisa y cuando le
disparé el dedo medio, sacudió la cabeza.
Seguíamos siendo amigos. Todavía estaba en la parte superior del pedestal.
Intocable.
Aunque aún teníamos tiempo antes que terminara el almuerzo, me dirigí a mi
próxima clase. Me daría el tiempo que necesitaba para tranquilizarme y estudiar.
Doblé la esquina y corrí directamente hacia una pared.
O no una pared, sino un pecho. Uno duro con anchos hombros y brazos
musculosos.
Unos dedos se clavaron en mi brazo, estabilizándome para que no me cayera.
Cuando miré el rostro de Roderick, dio un paso atrás y empujó un pedazo de papel
en mi pecho. El papel cayó, deslizándose de un lado a otro lentamente antes de tocar
el suelo. Tomé el papel del suelo y me ahogué con un grito cuando vi la palabra que
había encerrado en un círculo.
Temerosa.
Sí, tenía miedo. De todo y nada. De repente, los miedos se agolparon en mis
entrañas, haciéndome difícil respirar.
Pero fue él quien la había circulado. Una palabra que tenía que resonar en los
dos.
Él también tenía miedo, simplemente lo escondía detrás de paredes más
gruesas y altas de las que yo había construido.

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Brinley
Después de esperar por cualquier ruido, entré a mi cueva silenciosamente,
esperando y rezando que Roderick no estuviera aquí. Había sido un largo día en la
escuela. Un mal día, todo por mi decisión de molestar a Roderick de un pecado que
no cometió. Se volvió peor en la práctica de animadoras donde tuve que escuchar a
Nicole y Mariah cuestionándome en frente de todos. Donde tuve que ponerlas en su
lugar con comentarios sarcásticos que me hicieron sentir peor.
Aunque la cueva en sí no se veía diferente, lo estaba. Todo estaba diferente por
Roderick, que había reclamado mi escondite secreto. Dos bolsas de basura llenas de
ropa recargadas contra mi roca. La roca en la que me acurrucaba mientras escribía.
La misma roca donde descansaba mi espalda mientras vertía las palabras que había
escrito. Una linterna descansaba junto a sábanas arrugadas y una almohada se
encontraba sobre el duro suelo. Mi suelo. Página | 33

No solo él había invadido mi cueva, sino había convertido mi lugar en su


habitación personal.
Encendí la linterna de mi teléfono para ver el resto de la cueva, buscando por
algún lugar donde me pudiera sentar a escribir. Porque si él se estaba quedando, lo
que parecía que era, no iba a sacarme. Necesitaba esta cueva. Necesitaba algo que
fuese mío. Necesitaba respirar.
Una pequeña esquina, lejos de sus cosas parecía ser ese lugar, así que me
arrodillé con mi morral frente a mí. Una vez que encontré mi cuaderno y lápiz, los
saqué. Y respiré.
Inhala.
Exhala.
Algo que cualquiera de nosotros puede hacer sin pensar o sin ninguna
dirección. Algo que demasiado seguido parecía difícil para mí.
Coloqué mi teléfono junto a mí, permitiendo que la linterna iluminara la
pequeña área en donde estaba sentada. Pensando, mire hacia adelante, sin mirar
realmente nada más que las palabras que se repetían en mi mente. Con una sonrisa
satisfecha, moví mi lápiz a mi cuaderno, pero me detuve cuando algo en la pared
atrapó mi atención.
Curiosa, tomé mi teléfono y apunte la luz hacia la pared. Mi pecho se contrajo
con el peso de lo que vi.
Solo no es una tragedia
cuando estás atrapado en un pasado
que no tiene futuro.
Me levanté con piernas temblorosas y cuando llegué a la pared, tracé las letras
con mis dedos. La letra era desigual pero fuerte, como si la persona que lo hubiera
escrito quisiera ser escuchado, ser visto.
Roderick. Tenía que ser él. Desde que encontré este lugar en las vacaciones de
verano, nadie más había entrado. No le había dicho a nadie de este lugar. No a
Danny y definitivamente no a Nicole. Era mío, pero parecía que tendría que
compartirlo. Y en ese momento, con mis ojos pegados a las palabras de Roderick no
me importó.
Un marcador negro se encontraba junto a la pared. Y después de dar un vistazo
alrededor, lo tomé. Mi corazón martillaba en mis oídos, ensordeciéndome. Mi Página | 34
lengua se asomó, mojando mis labios. Con una palma descansando en la suave
superficie de la pared, escribí mi propio mensaje a un solitario cuya vida había hecho
un infierno hoy. Él no lo había hecho a propósito. Demonios, él no tenía forma de
saber el desastre que él estaba iniciando al estar en mi cueva y no darme el tiempo
que necesitaba para escribir.
Un alma rota
puede volverse fría.
Nadie puede lograrlo solo.
Era lo más cercano que había estado de decirle a alguien la verdad. Lo más
cerca que él estaría dé una explicación sobre por qué ya no era la chica que él
recordaba de nuestra infancia. Por qué después de años de amistad, no solo le había
dado la espalda sino que había comenzado a llamarlo un fenómeno hasta que el
nombre se hizo popular y todos comenzaron a llamarlo así. El dolor en mi corazón
creció. Mi respiración comenzó a disminuir, mi pecho volviéndose pesado por el
esfuerzo. Pero nadie estaba ahí para escucharme. Para decirme que estaría bien.
Aunque no estaba sola, me recordé. Me rodeaba de personas, así no estaría sola
cuando la enfermedad de mi mamá me mordiera los talones. No importaba cuánto
intentara acelerar, siempre estaba ahí. Recordándome lo que mi futuro me traería.
Distancia, tenía que distanciarme de ello. De todos lo que pudieran mirar.
Tenía que permanecer en el centro de atención, donde todos pudieran verme
eclipsar lo feo, lo sombrío. Hasta que ya no existiera.
Mi cabeza giró. Mi visión se nubló. Llevando una mano a mi estómago,
presioné una respiración desesperada. Luego otra, intentado recuperarme.
Solo no es una tragedia
Repasé las palabras de Roderick en mi mente, mirando ciegamente a la pared,
haciendo mi mayor esfuerzo para encontrarle sentido. Mis extremidades se
sacudieron tan fuerte que apenas pude mantenerme de pie.
Solo no es una tragedia
Un sollozo escapó de las profundidades de mi alma. Destruyó cada barrera
hasta que la presión de mi pecho se levantó. El alivio se apoderó de mí y coloqué mi
cabeza punzante contra la fría pared. Cuando me sentí mejor, me aparté y leí los
poemas desencajados.
Mis palabras y las de Roderick se mezclaban. Página | 35
No era perfecto. No era elocuente y probablemente no muy poético. Pero
éramos nosotros. Él y yo. Roderick y Brinley en la forma más cruda.
No queriendo estar aquí cuando Roderick regresara, tomé mis cosas y salí
corriendo de la cueva. En lugar de regresar a mi auto, por el camino que
normalmente tomaría, me desvié por el bosque. Hizo mi caminata más larga y si el
cielo se abriera una vez más estaría empapada para cuando llegara a mi auto. Si
Roderick regresaba mientras estaba caminando, él vería mi auto pero con suerte no
nos veríamos al otro. No quería que él supiera quién le había dejado el mensaje. No
ahora, quizás nunca.
Una ráfaga me atravesó. Viva, así es como me sentía. Mi cuerpo tarareó con el
sentimiento, nunca me sentí de este modo antes, así de vulnerable. No quería
perderlo. Nada de ello.
Cuando llegué a mi auto, encendí el motor y me fui. Esperando y rezando que
Roderick continuara escribiendo en la pared, haciendo más que dos poemas
distintos, sino en algún tipo de mensaje para el otro.
****
La cena fue silenciosa con solo mi papá y yo. El buen día de mi mamá se había
desmoronado como un castillo de arena construido durante la marea baja y para
cuando regresé a casa, ella se había encerrado en su habitación.
Su enfermedad la robaba de nosotros. La mayor parte del tiempo no tenía a
una mamá como mi papá no tenía a una esposa. No podía culparlo por dejarla, no
cuando encontró a alguien más que lo hacía feliz. Sin embargo, él no la abandonaría,
continuaría haciéndose cargo de ella. Él ya no se quedaría en nuestra casa, pero se
mudaría con su novia cuando el divorcio finalizara. Hasta entonces, continuaría
pretendiendo que todavía éramos una familia. La mamá que trenzaría mi cabello y
me contaría historias divertidas de camino a la escuela. El papá que asaría afuera
cada fin de semana con nuestros vecinos y correría por el patio trasero conmigo en
su espalda.
No podía recordar si ellos habían sido la pareja feliz que imaginaba, pero para
mí… para la niñita que una vez fui, éramos perfectos juntos.
Pero la enfermedad de mi mamá llegó sin advertencia o invitación. Me cambió.
Nos cambió a todos. No podías encontrar la evidencia de su enfermedad escrita en
su piel. No, iba más profundo que eso. Su cuerpo era fuerte, mientras su enfermedad Página | 36
permanecía enterrada en las profundidades de su mente, paralizándola de adentro
hacia afuera.
No sabía qué era lo que ella tenía. Mi mamá raramente hablaba de ello. Mi papá
hablaba de eso incluso menos. Era algo con lo que existíamos, algo que nos acosaba
todos nuestros días y mañanas.
—Sabes, puedes mudarte conmigo si quieres —dijo mi papá, rompiendo el
silencio.
Desearía que no hubiese hablado. Incluso aunque estuviera tentada a tomar su
oferta, no podía. Eventualmente, mi mamá apartaría la niebla y regresaría a
nosotros. Cuando lo hiciera, aunque no pudiera permanecer mucho tiempo, no
podía decirle que yo también la dejaría. Que ella estaría sola en el hogar donde crecí.
—Hablé con Linda, y a ella le encantaría que vivieras con nosotros. —Su rostro
estaba tan lleno de esperanza, tan deseoso—. O tú y yo podemos buscar nuestro
propio lugar. Solo tú y yo, niña. ¿Qué dices?
—Solo quieres que me mude contigo para no tener que limpiar el lugar donde
vives por tu cuenta —bromee.
Ojos tan similares a los míos iluminados con travesura.
—Eres bastante buena con el lavavajillas y lavandería. Y ya sabes, nadie sabe
aspirar como tú.
Lo apunté con mi tenedor.
—¡Lo sabía! Pero nop, doctor Crassus, tendrá que conformarse con Lindsey y
sin mi experiencia.
Su rostro se ensombreció.
—Sería como en los viejos tiempo. —Llevó su mano hecha puño a la boca y
tosió—. O no exactamente como en los viejos tiempos, pero…
—Los viejos tiempos fueron divertidos papá. —Interrumpí, mi corazón
rompiéndose a la mitad por lo que quería de mí—. Amo los recuerdos que tengo
cuando era más pequeña, pero esta es nuestra vida. —Sacudí la cabeza, mechones
de cabello rubio platinado bailando frente a mi rostro—. Esta es mi vida —me
corregí—, y estoy feliz con ella. Estoy feliz en esta casa. Este es mi último año antes
de ir a la universidad, no quiero mudarme todavía. Por ahora, este es mi hogar.
Aunque te visitaré. Todo el tiempo —me apresuré a decir—. Incluso podemos hacer
pijamadas en las noches que no te llamen o tengas que trabajar en la sala de
emergencia.
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—Te quiero feliz, hijita. —Lo dijo bajito, apenas por encima de un susurro—.
Más que nada, te quiero feliz, y sé que esto no ha sido fácil para ti. Ver a tu mamá
alejarse de nosotros, gritarnos. No es ella, y odia que no pueda controlarlo o que
pueda protegerte de ella. Ella quiere que te mudes conmigo.
Sorpresa me sacudió. El dolor lo hizo todo peor. Mi mamá quería que la dejara.
Ella no quería que viviera más con ella. Eso… eso era peor, mucho peor que
cualquier cosa que hubiera hecho antes. Peor que las veces en las que no podía
controlar su ira y me golpeaba. Peor que las veces en las que lloraba por días. Peor
que las veces en las que dormía por horas y se rehusaba a comer. Peor que las veces
en las que se lastimaba, cortándose y frotando su piel para disminuir el dolor de su
cabeza. Yo, su hija, que ya no quería.
Pero ella me necesitaba.
Me obligué a levantar los labios en una sonrisa y entrecerré los ojos a papá.
—Tendrás pijamadas, papá. Haremos un maratón de películas tontas de
superhéroes que tanto amas. ¿Trato?
Sonrió, y el gesto lo hizo ver más joven que sus cincuenta años.
—¿Qué color de esmalte debería comprar para esas pijamadas?
Solté una risita.
—¿El esmalte es para mí o para ti?
—Ambos. —Levantó su mano frente a él y examinó sus uñas—. Creo que el
amarillo es mi color.
—Obviamente. —Puse los ojos en blanco.
—Eres buena para mí, niña. Lo sabes, ¿verdad? La mayoría de los chicos me
odiaría en este momento.
—Bueno. —Di golpecitos en mi barbilla y continúe molestándolo con la
esperanza de mantener el ambiente ligero—. Casi empecé a odiarte, pero Nicole me
mostró este increíble vestido que por supuesto debo tener para el baile de otoño.
Luego decidí que necesitaba estar de tu lado, así me darías el dinero.
—Oh, ¿así que se trata de chantaje?
—Por supuesto.
—¿Cuánto me va a costar tu amor? —Levantó las cejas, y Dios, lo amaba. Su
sentido del humor, la manera en la que bromeábamos con el otro, lo fácil que era
caer en su encanto, y olvidar todo el dolor.
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Tosí mientras al mismo tiempo le daba el precio.
—¿Qué fue eso? —Clavó su dedo meñique en su oído y lo giró—. Tu viejo no
escucha tan bien como antes. ¿Ciento ochenta dólares? ¿Es lo que dijiste?
Abrí los ojos con sorpresa mientras mordía mi labio inferior, dándole mi
mirada más inocente.
—Sí.
—Rostro de un ángel. —Sacudió su cabeza—. ¿Cómo puedo decir que no
cuando me miras así?
—¿Qué? —Mi boca se abrió y permaneció así por unos segundos antes de que
la cerrara—. ¿Realmente vas a darme el dinero?
—Sí, niña. —Sonrió—. El vestido es tuyo. Vas a necesitar zapatos también,
¿verdad?
—Yo… —Debería de haber estado feliz. Esto era lo que quería, pero aun así mi
estómago dio un vuelco en agonía—. Papá, sabes que estaba bromeando, ¿verdad?
No estoy molesta contigo o mamá. Lo entiendo. No necesito el vestido. —Me encogí
de hombros—. Existen otros que puedo elegir, solo estaba bromeando contigo.
—¿Cuándo fue la última vez que me pediste algo que no se relacionara con la
escuela? —Hizo una pausa—. Ha pasado tanto tiempo que ni puedo recordarlo. Vas
a tener el vestido que quieres, zapatos y maquillaje también. Si quieres que te
arreglen tu cabello, hagámoslo.
La tensión en mis hombros y espalda disminuyo. No mucho, pero lo suficiente
para que entrara felicidad.
—Técnicamente, está relacionado con la escuela —señalé mientras jugaba con
el resto de mi comida.
—Entonces, podré escribirlo en los impuestos.
Solté una carcajada.
—Eres un tonto.
—Anotado. Haz una cita en el salón de belleza. Que te arreglen las uñas y el
cabello. ¿No tienen personas que te maquillan en el centro comercial? También que
te hagan eso. Este es tu último baile de otoño. Hazlo especial.
Salte de mi asiento, dejé mi comida, no era como si estuviera comiendo mucho
de todos modos, y corrí hacia mi papá donde lo aplasté con un abrazo. Página | 39
—Gracias.
Con mis brazos alrededor de su cuello, se levantó y me abrazo también.
Colocando su barbilla en la parte de arriba de mi cabeza, él dijo:
—Necesitaras un vestido para la graduación, ¿huh?
Sonreí en su pecho.
—Sí, probablemente debiste de haber pensado en esto antes de aceptar en
gastar todo este dinero para el baile de otoño.
Él colocó un ruidoso beso contra mi cabello.
—Parece que terminaré en la banca rota para cuando te gradúes.
—Siempre puedes pedir más horas en el hospital —sugerí.
—Sal de aquí, mocosa. Ve a hacer tu tarea, o mejor aún, llama a Nicole y dile
que tienes al mejor papá del mundo.
Lo miré sobre mi hombro mientras caminaba hacia mi habitación.
—No estás mal.
Me lanzó un paño de cocina mientras caminaba y me golpeó en el hombro. La
aparté y la vi caer al piso.
—Deja de hacer tiradero o tendrás más cosas que limpiar mientras estudio. —
Le di un rápido guiño antes de caminar por el pasillo que llevaba a mi habitación.
La habitación de mamá, la habitación que mi papá y ella habían compartido
desde antes que naciera, permaneció cerrada. Permanecí afuera de esta con mi mano
sobre la manija, obligándome a abrirla. Sabiendo que no sería bienvenida si lo hacía.
Descansé mi frente sobre la pared, mi corazón luchó dentro de su jaula, intentando
escapar. Pero estábamos atorados. No como la prisión que era mi escuela, pero
ciertamente un tipo de infierno que me traía amor y odio, lágrimas y alegría,
esperanza y desesperación.
Con mi papá marchándose, la esperanza, el amor, la alegría, se irían con él. Y
aunque mi mamá todavía tuviera días buenos, no eran suficientes. No duraban lo
suficiente para que los disfrutara. Para que encontrara paz en ellos.
Debería mudarme con mi papá hasta que me graduara. Ella quería que lo
hiciera. Él quería que lo hiciera.
Nadie que supiera sobre mi situación me culparía. Pero nadie sabía mi
situación.
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Suspirando, caminé a mi habitación. De inmediato, saqué mi celular para poner
algo de música pero en su lugar presioné el icono de mensajes cuando vi que tenía
unos mensajes que había recibido durante la cena.
Dany: Hola Brin, ¿estás bien?
Dany: Parecías algo rara… solo quería saber cómo estás
Dany: Puedes hablar conmigo. ¿Lo sabes verdad?
Llevé mi teléfono cerca de mi pecho y me pregunté cómo se sentiría si le dijera,
decirle a alguien sobre mi mamá. Cómo su mente lentamente había comenzado a
desaparecer desde el verano antes del octavo grado. Cómo ella se escondía del
mundo en sus días malos, y como yo me escondía de ella en sus peores días. Cómo
esperaba que me encontrara. No con el puño cerrado en la furia desenfrenada, sino
con brazos abiertos de amor.
Cómo fui con doctores para pruebas anuales porque su condición era genética
y descubrí que un día, sería justo como ella.
Solo deseaba saber más. Deseaba poder hacerle a mi papá las preguntas a las
que necesitaba respuestas, pero él odiaba hablar de la enfermedad que le quitó a mi
mamá.
El silencio era como lidiábamos con su trastorno. Mi papá ni siquiera había
sido la persona que me dijo lo que mi futuro podría esperar. No, había sido mi mamá
durante uno de sus episodios maniáticos. Todavía podía recordar la manera en que
sus puños llovían sobre mi cuerpo mientras soltaba mi peor temor. No fueron sus
puños lo que me lastimaron ese día. Fueron sus palabras.
Mi papá se había ido a trabajar al hospital, con los horarios erráticos que
mantenía. Él nunca estaba aquí para protegerme de la furia de mi mamá. No que él
supiera del abuso. Eso era otro secreto que ocultaba de él.
Era el silencio de mi papá lo que me dolía. Él ni siquiera tuvo el coraje de
decírmelo, y no lo tenía yo para hacerle más preguntas y romper más su corazón.
Fueron los susurros después de que se hicieron las pruebas, cuando mi papá
habló con el doctor en privado. Donde no pude escuchar nada sobre mi futuro.
Como no quería que me mirara con la misma triste desesperación con que
miraba a mamá, nunca hablé de ello. Nunca le hice saber que sabía que un día
terminaría como mamá y lo aterrada que estaba del futuro. Solo le dejaba ver las
partes de mí que él quería ver, mientras buscaba respuestas en el internet. Que solo Página | 41
me confundía más porque nada de lo que encontraba encajaba con los síntomas de
mamá.
Tragué duro, alejando mis lágrimas. Otro texto llegó.
Dany: Respóndeme, no tienes que hablar si no quieres. Dime que estás bien. Solo
necesito saber que estás bien.
Yo: Estoy bien. Mal día, eso es todo.
Me imaginé diciéndole la verdad. ¿Estaría ahí para mí? ¿Se sorprendería? ¿Se
horrorizaría? ¿Me daría la espalda y le diría mi secreto a la escuela? Se reirían de mí,
todos ellos. Especialmente aquellos que yo pretendía eran más débiles que yo, a los
que acosaba solo porque eran blancos fáciles. Luego, ellos se darían cuenta que yo
era la débil, nunca ellos.
Dany: ¿Quieres que vaya? Llevaré una bolsa de barritas de chocolate a las que eres
adicta.
Eso me hizo sonreír. Le importaba, lo sabía aunque lo dudara la mayor parte
del tiempo. Por eso, tenía que darle algo, para que no siguiera insistiendo. Media
verdad sería.
Yo: Estoy bien, lo prometo. Mis padres van a divorciarse. Me dijeron esta mañana antes
de que fuera a la escuela. Supongo que pensaron que era la hora perfecta para anunciar la
nueva dinámica de nuestra familia.
Segundos después de presionar el botón de enviar, mi teléfono sonó. Sacudí la
cabeza cuando el nombre de Danny apareció en mi pantalla.
—Hola —respondí.
—Hola, cariño —dijo—. Mira, sé que no quieres hablar de ello. Nunca hablas
de nada que te moleste, pero necesito decirte que te tengo, ¿bien? El divorcio apesta.
—Respiró hondo antes de continuar—. He estado ahí, he hecho eso, he escrito el
jodido libro. El divorcio apesta. Estoy aquí si necesitas algo.
—Está bien —susurré a mi teléfono—. Gracias, Dany. No sé qué haría sin ti.
Se rio.
—¿No sabes qué harías sin mí? Yo sería el perdido sin ti. Tú haces todo mejor.
—¿Con mis sándwiches y bocadillos? —bromeé.
—Con tus sándwiches y bocadillos —estuvo de acuerdo—. Y tu amistad. Página | 42
¿Recuerdas en sexto grado cuando le lanzaste una piedra a un niño mayor que me
estaba molestando?
Mi corazón se detuvo. Había olvidado eso. Acerca de la chica temeraria que
solía ser.
—Sí. —Suspiré en el teléfono—. Has sido una sanguijuela desde entonces.
Se rio.
—Y nunca te vas a deshacer de mí. —Hizo una pausa, y luego el silencio entre
nosotros se sintió pesado—. ¿Sabes que eres la única persona que viene a mis juegos
y me apoya?
Un nudo se formó en mi estómago y creció. Nunca había pensado en eso antes,
no podía recordar ni una sola ocasión en que hubiera visto a sus padres en los juegos.
Sin tías o tíos, primos o abuelos.
—¿Cuántas veces has pasado por la práctica para ver cómo estoy o si necesito
algo?
—¿Y eso me convierte en una buena persona? —pregunté, necesitando saber
si existía perdón por todos mis errores, con tan solo algo bueno.
—Te hace una buena amiga —dijo respirando pesadamente en el teléfono—.
Eres bastante buena siendo mala, pero normalmente solo eres mala cuando necesitas
defenderte a ti o a alguien más. Cómo cuando me defendiste cuando estábamos
almorzando.
—Jacob no quería…
—Mañana —interrumpió—. ¿Por qué no te sientas con algunos de mis amigos?
—¿No te quieres sentar con nuestro grupo?
—¿Tú sí? —preguntó—. Ese no es mi grupo, Brin. Es el tuyo.
—¿Por qué te sientas con nosotros entonces?
—Para sentarme contigo, para que no estés sola —respondió.
Sola. En un grupo con los chicos más ruidosos y populares, Danny permanecía
a mi lado, para que no estuviera sola.
—Existen otras mesas, otras personas con las que puedes ser amigos —dijo.
—Me gusta nuestra mesa. —Me gustaba cómo los otros estudiantes nos
respetaban, nos temían. No estaba lista para abandonar eso. Todavía no, quizás Página | 43
nunca—. Siéntate donde quieras. —El dolor hizo que mi voz sonara tan pequeña—.
Estoy bien donde siempre me siento. No estoy sola. —Salió desafiante, infantil.
—Estoy contigo. Donde sea que te sientes, estaré junto a ti.
Sacudí la cabeza, sin entender porque Danny era tan bueno conmigo. El sexto
grado había sido hace mucho tiempo. Ya no era esa chica. Lo había demostrado una
y otra vez cunado permanecía en silencio mientras mis amigos se burlaban de la
única persona que estaba dispuesta a quedarse conmigo.
—Todo lo que estoy diciendo —continuó—, es que has estado para mí, déjame
estar para ti.
Lágrimas llenaron mis ojos, y mi garganta comenzó a cerrarse.
—Te lo haré saber.
No lo haría. No podía dejar entrar a nadie.
Roderick
Mi turno en la tienda de helados de Giorgio estaba lento. Con la tormenta sobre
nuestras cabezas, las nubes abriéndose y cerrándose con tanta imprevisibilidad, no
hubiera esperado menos. Incluso los surfistas se mantenían alejados de la playa en
días como estos. Me sorprendí cuando Giorgio me envió a casa una hora después de
que comencé. Y luego me dijo que no regresara hasta la semana entrante cuando se
esperaba que el pronóstico del clima mejorara.
Con la cabeza palpitando y mi estómago gruñendo, salí a la lluvia. Por
supuesto, la lluvia había esperado que saliera de mi trabajo para comenzar a caer.
Al menos eso significaba que podía bañarme afuera con el champú, acondicionador
y jabón que había tomado de casa de mi tía cuando me fui. Quizás entonces Brinley
no tendría ningún comentario sarcástico hacia mi higiene. Debí de haber ido a casa
de mi tía antes para tomar algo de comida también, pero, no había esperado que Página | 44
Giorgio acortara mis horas.
Ya me había gastado mi cheque de la semana pasada cuando fui a la lavandería
a lavar mi ropa en lugar de hacerlo en casa de mi tía. Donde terminé comprándole a
un chico que se veía más perdido que yo dos sándwiches, una papas y una bebida.
Mierda.
Cualquiera que supiera de mi situación pensaría que era estúpido por dejar la
casa de mi tía, pero nadie sabía sobre mi situación. A pesar de nuestros muchos
argumentos, sabía que ella se preocupaba por mí, ese no era el problema. Me había
aceptado en su casa, me había dado un lugar para quedarme, y ahí era donde estaba
el problema. Era su casa y después de cinco años, todavía me sentía como un
invitado. Uno que, según nuestra última discusión, ya había sobrepasado su
bienvenida.
Para cuando regresé a la cueva, estaba empapado. Cruzar el pueblo y luego el
bosque me había dejado exhausto. Cansado pero determinado a no darle más
satisfacción a la princesa de la escuela, busqué en mis bolsos y tomé una afeitadora,
cepillo, y pasta de dientes. Lo puse donde había dejado el champú, acondicionador
y jabón. Después de sacarme la ropa, me bañé en la helada agua que caía del cielo.
Mis dientes golpeaban contra la helada lluvia mientras saltaba de un pie al otro. Una
vez que mi cuerpo y cabello estuvieron limpio, coloqué jabón en mi rostro y rasuré
con dedos temblorosos. Sin espejo, solo podía esperar que estuviera haciendo un
trabajo decente.
Truenos retumbaron y giré mi cabeza al cielo donde se iluminó con un brillante
rayo. Entre las nubes sombrías, un relámpago cruzó desde el cielo al suelo, anulando
la oscuridad de la tormenta.
Girando de puntitas, corrí a la cueva y me sequé con una toalla. Rápidamente,
me coloqué la ropa que había tomado conmigo antes de dejar la casa de mi tía.
Cuando mis extremidades continuaron temblando, me coloqué una sudadera y sin
comer, me acurruqué con una delgada manta a mi alrededor. Pero aun así el temblor
nunca se detuvo.
Cerré mis ojos, dispuesto a dormir. Truenos retumbaron, relámpagos
destellaron a través de la cueva. A lo largo de la noche, la lluvia nunca se detuvo. El
frío viento chilló mientras los truenos hacían vibrar la tierra debajo de mí.
En mi interior, me ahogué.

**** Página | 45
La alarma en mi teléfono sonó y con un gruñido, me senté. Las pocas horas de
sueño que había tenido no eran suficientes, pero me levanté de mi cama
improvisada. Mojado.
Todo a mi alrededor estaba mojado, el frío suelo, las sábanas, y yo. Al menos,
me había levantado a mitad de la noche para colocar la bolsa con mi ropa, mi morral
y mi teléfono en partes alta cuando la lluvia comenzó a entrar. Pero había estado
demasiado cansado para buscar otro lugar en el cual recostarme.
Tomando mi teléfono, apagué la alarma. Tenía todavía media batería. Con
suerte mi profesora me permitiría dejarlo con ella para cargarlo por el día una vez
más.
Me saqué la ropa mojada que se aferraba a mí como una segunda piel y me
sequé con la toalla que seguía mojada y fría por la caída de la temperatura anoche.
Después de ponerme ropa limpia, me cepillé los dientes, usando una botella con
agua para enjuagar mi boca y me puse desodorante. Levantando mis brazos, olí,
deseando que no oliera como la desesperación que sentía.
Todavía tenía unas horas antes de tener que estar en la escuela, así que comencé
a hacer mi tarea, no la había terminado en la lavandería ayer. No había mucho y la
terminé rápidamente lo que me dejó con algo de tiempo para desperdiciar antes de
tener que dirigirme a la escuela.
Después de tomar una barra de granola, fui a la pared alejada de mi cama, para
poder continuar con la escritura que inicié anteanoche.
Era mi marca en un mundo que parecía haber dejado de preocuparse por mí
cuando mi mundo se vino abajo. Claro, fueron mis padres los que murieron, pero
me llevaron con ellos, o al menos se llevaron las partes buenas y trabajadoras en mí.
Todo lo que quedaba era la ira persistente de la que no podía deshacerme.
Sin embargo, las palabras tenían un modo de calmarme, de ayudarme a
encontrarle sentido a lo que no lo tenía. Así que escribía, donde fuera y cuando fuera.
La pared era mi último proyecto. Me prometí que llenaría la cueva con mi vida, para
quien se aventurara en su interior me conociera. Supiera que una vez yo había
existido. Que una vez yo les había importado a dos personas que siempre
importarían demasiado para mí.
Cuando fui a la pared, me quedé sin aliento y miré a la letra femenina debajo
de mis propias palabras. Limpia, ordenada, perfecta. Cada palabra probablemente
fue pensada, reflexionada antes de que escribiera su poema debajo del mío. O quizás Página | 46
fue una reacción espontánea a mis palabras. Una advertencia de alguna clase.
Un alma rota
puede volverse fría.
Nadie puede lograrlo solo.
Excepto que yo lo había estado logrando solo por años. Quien quiera que
escribió este poema no entendía la paz que encontraba al estar solo. Incluso en los
mejores días, todavía extrañaba a mis padres. Siempre lo haría. Pero es por eso que
solo encajaba a la perfección conmigo.
No en la pequeña casa en la que vivía con mi tía. Donde ella hacía demasiadas
preguntas y me dejaba con más sin resolver. Se preocupaba por mí, pero no lo
suficiente para excavar y exponer todos los feos y rotos pedazos.
Un alma rota.
Me preguntaba si ella realmente sabía lo que significaba estar roto. No tener
nada a lo que llamar tuyo. A vivir en una casa que no era tuya. En un cuerpo que se
apretaba a tus huesos tan fuerte, sofocando todo hasta que no podías respirar. Hasta
que tu corazón se daba por vencido.
A pesar de no conocerla, la chica detrás del alma rota, no quería que se diera
por vencida. Ya fuera mayor o menor que yo, quería que viviera.
Con dedos entumecidos por el cegador frío, tomé mi marcador negro. Imaginé
sus dedos alrededor de este, dejando su propia marca en mi vida. Sintiéndome ya
mejor sabiendo que no estaba solo. El solitario que buscaba la soledad no estaba solo,
sino que tenía una amiga sin rostro que se sentía tan agotada de todo como yo.
Un alma rota
pero no un caparazón vacío.
El corazón humano
TU corazón
latiendo con eterna resistencia.
Con hilos de fuerza
cósete hasta unirte.
Puedes hacerlo sola
o podemos hacerlo juntos. Página | 47
Miré mis palabras, con la esperanza de que le diera fuerzas para luchar contra
lo que fuera a luchar. Y esperaba que luchara conmigo. Así, no tendría que estar tan
solo como me decía que quería estar.
Brinley
Anoche fue una de las peores. Mi mamá gritó desde su habitación. Sus gritos
hicieron eco en el pasillo mientras su puño se estrellaba contra la pared. Incluso a
dos habitaciones de distancia, la escuché. Escuché a mi papá tratar de calmarla. Y
¿para qué? En un mes, tal vez, más o menos, se habrá ido. Y solo seremos mi mamá
y yo.
No sería como las noches que él trabajaba en el hospital. Esas noches eran
duras, pero al menos no habían sido permanentes. Siempre había existido la
promesa de su regreso. Pero ahora, no había indulto. No habría cómo contenerla.
Solo más moretones por intentarlo. Mientras mi papá se llevaba la mayoría de los
moretones, yo tenía mi parte. Una vez que él se fuera, no más amortiguador entre
nosotras, todas las cicatrices me pertenecerían.
Página | 48
Enterré mi cabeza dejado de mi almohada, puse mis manos en mis orejas.
Todavía, podía escucharla.
Pero nadie me escuchó. Nadie oyó mis gritos, mis lamentos, mis sollozos de
injusticia. Solo los de ella.
Los ojos enrojecidos de mi papá me saludaron mientras me extendía una taza
de café. Desviando la mirada, la tomé y la vacié en una taza para llevar. Con mi
morral sobre mi hombro, besé su mejilla y me dirigí a la puerta sin que ninguno de
los dos dijera una palabra.
Me detuve en la entrada, miré a mi papá, su ropa arrugada, el ceño fruncido
grabado en su rostro, y la forma de sus hombros encorvados en derrota.
—Te amo —dije cuando abrí la puerta.
—Piensa lo que dije anoche —me dijo—. Podemos ser solo tú y yo, niña.
Negué con la cabeza, la tristeza hundiéndose en mi piel, en mi alma.
—Te amo, dulce niña —dijo mientras cerraba la puerta.
Su voz sonó del mismo modo en que me sentía.
Perdida. Tan malditamente perdida y triste. Rota.
Sin ser capaz de esperar hasta que la escuela terminara, conduje al parque. En
mi auto, esperé frente a un gran árbol del lado opuesto del que Roderick cruzaría de
camino a la escuela. Una vez que lo vi, su silueta en nada más que en una playera
de manga corta y shorts contra el viento helado, esperé a que doblara la esquina para
poder conducir a mi lugar.
Me estacioné sin mirar alrededor y corrí hacia la cueva. Mi cueva, su cueva.
Nuestra.
Estaba sin aliento cuando lo logré y me sorprendí cuando vi ropa y mantas
mojadas sobre rocas. Ni siquiera me había dado cuenta que estaba parada en un
charco hasta que miré hacia abajo. Había llovido anoche, pero sumida en mi propia
miseria, no había pensado en cómo afectaría a Roderick.
La vergüenza me inundó. No era una emoción extraña para mí, pero era una
más amarga de tragar.
Roderick había dormido aquí, frío y mojado mientras yo lloraba y me
despertaba a cada rato en mi cama tibia. No era justo. Nada de esto lo era.
Sin pensar, tomé su ropa mojada, sus sábanas y su funda de almohada, dejando
la almohada mojada secando en una roca y corrí los tres kilómetros de regreso a mi
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auto para conducir a casa.
Para cuando llegué a casa, mi papá se había ido al trabajo, y yo estaba a seis
minutos de llegar tarde a mi clase. Sin querer preocupar a mi papá con una llamada
inesperada de la oficina, le envíe un texto.
Yo: No me estoy sintiendo bien… garganta dolorida y dolor de cabeza. Regresé a casa
a descansar. Iré de regreso a la escuela más tarde cuando me sienta mejor.
Aventé la ropa de Roderick en la lavadora y añadí detergente antes de cerrar
la tapa en el ciclo más rápido.
Papá: Quédate en casa si no estás sintiéndote bien. La escuela todavía estará ahí
mañana. O la próxima semana.
Sonreí.
Yo: ¿Una semana?? Piensa en todo el trabajo y chismes que me perdería. Espera… ¡No
pienses en eso! Me está saliendo urticaria.
Dejando todo en lavado, fui a la cocina y me serví un vaso de jugo de naranja
y me pateé mentalmente. En mi prisa por limpiar la ropa y sábanas de Roderick, no
había visto la pared para ver si me había contestado. Todo en lo que podía pensar
era en asegurarme que para cuando regresara de la escuela sus cosas estuvieran
limpias y secas. Sin saber que era yo la que lo ayudaba, la chica a la que llamaba
princesa con un odio tan intenso.
No conocía su situación, el por qué ya no estaba viviendo con su tía, y tal vez
estaba fuera de límites al agarrar sus pertenencias, pero en ese momento sentí que
era lo correcto.
Un texto entrante llegó a mi teléfono.
Papá: ¿Cómo terminé con una niña con una boca tan inteligente?
Papá: En serio, escucha a tu viejo. Quédate en casa y descansa. Te llevaré algunos
antibióticos en caso de que los necesites.
Mi papá el doctor, que recetaba antibióticos a su hija sin incluso revisarla. Por
todo lo que él sabía, era mi tiempo del mes y los cólicos estaban barriendo mi cuerpo.
Pero de nuevo, nunca me había quedado en casa a menos que tuviera fiebre o algún
tipo de gripe estomacal. Incluso entonces argumentaba que tenía que ir a la escuela.
Porque casa… la mayoría de los días, era un infierno.
Yo: Gracias, papá. Ahora, ve a ser un doctor y salva algunas vidas o algo.
Papá: La capa puesta. Hora de ser un héroe. Página | 50
Poniendo los ojos en blanco, resoplé.
Me acomodé en el sofá con mi vaso de jugo de naranja y un libro que estaba
queriendo leer. Las palabras se fusionaron, convirtiéndolas más que en palabras, en
vida, una nueva que ahora me pertenecía. Me convertí en la heroína, viviendo una
vida tan diferente a la mía. No mejor o peor, solo diferente, con sus propias luchas,
con amor y tristeza, risas y lágrimas. Para el momento en que la lavadora sonó, el
héroe se parecía mucho a Roderick.
Bajando el libro, sacudí la cabeza mientras me dirigía al cuarto de lavandería
donde transferí todas las cosas de Roderick a la secadora y de nuevo la configuré en
el ciclo rápido.
Mi mente, incansable en muchos sentidos, siguió dando vueltas alrededor de
Roderick y por qué lo visualicé como un héroe de algún tipo. Especialmente el mío.
No nos agradábamos el uno al otro. Ya no. No hace años.
No éramos amigos, apenas hablábamos a menos que fuera para lanzarnos
insultos.
Aun así encontraba tranquilidad en él. En sus palabras. Tanto que, ya no estaba
enojada con él por tomar mi santuario, solo preocupada. Con su nombre y su rostro
flotando en mi mente, le hice un emparedado de mantequilla de maní y mermelada.
Y luego otro más. Agarré algunos tentempiés, incluyendo manzanas y peras que
alguna vez fueron sus favoritas.
Me preguntaba si todavía lo eran. O si, debido a mí, nos habíamos alejado tanto
que ya no sabía nada de él. Igual que él no sabía nada de mí.
Solo palabras. Teníamos eso en común. Algo que no habíamos compartido
antes.
Con comida y ropa limpia y una de mis almohadas en dos bolsas de basura
regresé a la cueva. Después de poner todo en una roca para que no se mojara, fui a
la pared. Nuestra pared donde nuestros corazones sangraban libremente,
uniéndonos.
Un alma rota
pero no un caparazón vacío.
El corazón humano
TU corazón
latiendo con eterna resistencia. Página | 51
Con hilos de fuerza.
cósete hasta unirte
Puedes hacerlo sola
O podemos hacerlo juntos.
Las lágrimas nadaron detrás de mis ojos y las dejé caer. Una tras otra, bajaron
por mi mejilla y cayeron de mi barbilla al suelo. No las aparté ni deseé que no
existieran. Porque esta vez no estaba sola. Tenía a Roderick.
Tenía sus palabras.
Brinley
—Me alegra mucho que pudieras unirte a nosotros hoy —dijo el señor Scott
tan pronto entré a clase, más de veinte minutos después.
—Lo lamento —murmuré, manteniendo la cabeza baja, mis ojos cabizbajos.
Todavía estaban rojos por las lágrimas que derramé en la cueva y una vez más en
mi auto. Mi piel se veía demasiado pálida y mis manos estaban temblando. Había
intentado retocar el maquillaje que había aplicado más temprano ese día, pero
realmente todo lo que me importaba era llegar a esta clase para poder ver a
Roderick—. No me estaba sintiendo muy bien —dije.
Me senté frente a la mesa de Roderick y después saque mi carpeta, me giré para
enfrentarlo. Ojos furiosos se clavaron en mí, así que volví a mirar hacia abajo,
permitiendo que mi cabello ocultara mi rostro y tomé el papel en el que se suponía
estábamos trabajando.
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—Lamento llegar tarde. ¿Pudiste hacer algo sin mí? —susurré.
—No —gruñó.
Con mi cabeza todavía baja, di un vistazo a su mandíbula.
—Es un proyecto en grupo, princesa. No doy tratamiento especial y no voy a
trabajar sin ti.
—Lo lamento —dije por lo bajo.
A mi lado, Danny colocó un brazo sobre mi hombro y presionó un beso al lado
de mi cabeza. Me recargué en él, en su fuerte abrazo.
—¿Estás bien? —preguntó Danny.
Asentí.
—Solo tenemos unos minutos antes de que la clase termine —siseó Roderick—
. ¿Crees que podamos hacer algo?
—Oye, hombre —dijo Danny—. Relájate. Ella está pasando por un mal
momento.
—¿Pasando por un mal momento? —Soltó una carcajada. Fue brusca y se
quedó a mi alrededor, apretándose alrededor de mi piel y huesos.
—Sí. —Levanté la cabeza. Nuestras miradas chocaron y él respiró pesadamente
cuando me vio. Con mi barbilla elevada, coloqué un mechón de cabello detrás de mi
oreja y me levanté—. Incluso la princesa superficial tiene sentimientos.
Sorprendente, ¿cierto?
Tomando mi morral, guardé mi trabajo y me fui dejando al señor Scott
llamando mi nombre. Lo ignoré. Ignoré las miradas curiosas de mis compañeros.
Cuando escuché la puerta abrirse y cerrarse detrás de mí, esperé que fuera Danny el
que me siguiera.
No Roderick. Nunca Roderick.
Pero fue la mano de Roderick la que aterrizó tentativamente sobre mi hombro.
Sus dedos que se clavaron en mi piel cuando se paró frente a mí. Sus ojos suplicantes
que hacían demasiadas preguntas.
Contuve las lágrimas, tragué el nudo en mi garganta.
—Brinley —dijo mi nombre tan silenciosamente que no estuve segura si de
verdad había hablado o lo había imaginado.
Me quedé mirando sus labios inmóviles. Página | 53
—Brinley. —Esta vez sus labios se movieron y yo me moví con ellos.
Coloqué mis brazos alrededor de su cintura, sin estar segura si aceptaría el
abrazo. Parte de mí quería que me apartara, pero cuando sus manos se deslizaron
por mi espalda, coloqué mi cabeza contra su pecho donde escuché el latido constante
de su corazón. Solo que no permaneció tranquilo. Mientras sus brazos se cerraban
detrás de mí en un abrazo seguro, su pecho se agitó ya que su corazón tomó un ritmo
acelerado.
Besé su pecho y me aparté con una sombría sonrisa en mis labios.
—Lo lamento.
Acarició mi rostro con el dorso de su mano.
—Esta es la cuarta vez que te disculpas hoy.
Me reí.
—Y pensar que las princesas no se disculpan. Supongo que eso significa que
he sido destronada.
Recorrió mi rostro, sus ojos bailando por mis facciones, pero no encontró lo que
estaba buscando. No cuando tuve que cerrarme antes de permitirle ver más allá.
—No… no debería haberte abrazado. —Miré a mis zapatos mientras dominaba
mi expresión—. Eso fue un error, pero viniste detrás de mí. —Mi voz se rompió—.
No vuelvas a venir detrás de mí, Roderick.
—Cierto. —Cambió de un pie al otro. Estaban cubiertos de lodo,
probablemente todavía mojados—. ¿Por qué no puedo ir tras de ti otra vez?
Solíamos ser amigos. Incluso si te odio, odio verte herida más que nada.
Me estremecí ante sus palabras. Él me odiaba. Odiaba. Y lo merecía. Había
hecho todo para alejar a las personas que verían muy de cerca. Porque nadie podía
saber lo que intentaba ocultar tan desesperadamente. Nadie.
—Brin. —Danny vino a mi lado. Fui hacia sus brazos abiertos, enterré mi rostro
en su pecho.
—No somos amigos —le dije a Roderick.
No podíamos serlo. Sabía su secreto, y estaría a salvo conmigo. Nunca le diría
a nadie y haría todo lo que pudiera para ayudarlo sin que él lo supiera. ¿Pero mis
secretos? ¡No confiaba en nadie para decírselos!

**** Página | 54

Temí la hora del almuerzo, algo que nunca había odiado antes, pero hoy era
diferente. No quería sentarme con mis amigos. Aunque tampoco quería sentarme
sola. Sola era el enemigo.
Las palabras de Roderick, su promesa escrita, para luchar conmigo, se repitió
en mi cabeza mientras hacía la cola para mi hamburguesa de pavo. Distraídamente,
coloqué una mano sobre el bolsillo delantero de mis jeans para tocar el papel donde
había escrito su poema. Me llenaba de fuerza. Me hacía querer más para mí, de mí.
Quería luchar con él tanto como quería quedarme en sus brazos.
Pero él me odiaba.
Y yo me odiaba.
Más que nada, odiaba en lo que me podría convertir. Aunque, tenía que seguir
pretendiendo, seguir presionando.
—Hola, Brinley, ¿estás bien? —Giré para encontrarme la preocupada mirada
de Seth sobre mí.
—Sí, gracias. —Lamí mis labios—. Lo lamento, ¿sabes? Por supuesto que no.
—Sacudí la cabeza con una risa sin humor—. ¿Por qué sabrías que lamento todas las
veces en la que fui mala contigo? Pero lo hago, Seth. Lo lamento tanto. Esa no soy
yo. O lo es. —Otra risa—. Pero tampoco lo es.
Sus cejas se juntaron, sus ojos clavados en mí como si estuviera intentando
entenderme.
—Está bien. Soy un blanco fácil. —Se encogió de hombros como si estuviera
bien lo que mis amigos y yo le habíamos hecho a él y a otros como él.
—Eres uno de los buenos. —Me volteé y seguí la línea hacia adelante antes de
mirar de regreso a él—. Para nada como yo o mis amigos —agregué.
Él sonrió y asintió. Quizás él entendía, quizás lo entendía mejor que yo.
Después de pagar mi almuerzo, salí a donde normalmente me sentaba con mi
grupo de amigos, pero en lugar de ir hacia ellos, me quedé ahí. Congelada.
Desde nuestra mesa, Danny me observó. Pacientemente esperando a que
tomara una decisión. Él había mencionado antes que no se quería sentar en nuestra
mesa habitual, pero una vez más había insistido. Y ahora… ahora la indecisión
batallaba.
—Si quieres, puedes sentarte con nosotros —ofreció Seth, su voz temblando de Página | 55
nervios.
—¿Por qué querrías que me sentara con ustedes?
—Creo… creo que tú también eres una de los buenos.
Mis manos temblaron alrededor de mi bandeja y Dios, quería abrazarlo.
Decirle lo mucho que deseaba que eso fuera verdad.
—No lo soy —respondí—, pero voy a intentar serlo.
Inclinó la cabeza hacia un lado, otra invitación de unirme a él y a su amigo
Jeremy. Una pequeña sonrisa cruzó el rosto de Danny. A pesar de que él estuviera
sentado en nuestra mesa habitual, si iba con Seth, sabía que él me seguiría. Lamiendo
mis labios una vez más, respiré profundo. Podría hacerlo. Sentarme con los chicos
de los que todos nos burlábamos. Abrirme a la burla.
Solo teníamos seis meses antes de la graduación. Seis meses antes de ir a la
universidad e iniciar una vida fuera de esta ciudad costera. Quería convertirme en
alguien nuevo. Alguien que me gustara. ¿Por qué no iniciar ahora en lugar de
esperar seis meses?
Le sonreí a Seth, mi respuesta en la lengua, cuando Jacob corrió hacia él. La
bandeja de Seth se inclinó, pero la atrapó antes de que pudiera caer.
Jacob se rio.
—Perdedor —dijo fuertemente en el oído de Seth. Pasó un brazo sobre mis
hombros—. Vamos, Brin.
Mi corazón quería quedarse con Seth, sentarse con él y alejarse del agarre de
Jacob, pero yo sabía lo que era mejor. Sabía adonde pertenecía. Le envié un
asentimiento en disculpa. Miró directamente hacia mí. Sus labios haciendo una
mueca. Y lo vi. Esto era mi culpa. Porque había estado hablando con él.
Tomando mi asiento habitual junto a Danny, me senté en la mesa y jugué con
el envoltorio que cubría mi hamburguesa de pavo. Tenía hambre, pero no realmente,
Jacob y Joseph se chocaron las manos mientras todos en la mesa reían. Todos menos
Danny, que apoyó su mano en mi regazo, haciéndome aterrizar al aquí y ahora
cuando todo lo que quería era regresar a la cueva. Esconderme en las palabras de
Roderick.
Pero las tenía. Grabadas en mi mente y en ese pedazo doblado de papel que
tenía en mis jeans. Quería ser resistente. Quería volverme a unir. Más fuerte, más
valiente. Y quería hacerlo con Roderick.
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—¿Viste el rostro de ese flacucho perdedor? —preguntó Mariah con una risa—
. Él estaba todo… —Hizo una mirada sorprendida.
Poniendo mis manos en puños, me recordé de respirar.
Inhala. Exhala.
Ellos, esas personas con las que me rodeaba, ellos no importaban. Lo que yo
hacía importaba. Lo que no hacía importaba.
—De nada, Brin. —La sonrisa de Jacob era grande, mostrando sus perfectos
dientes blancos.
—¿Qué te estoy agradeciendo? —pregunté.
Sus cejas se juntaron en fingido horror.
—Por Seth. Solo porque al idiota de tu novio gay le guste, no significa que deba
estar hablando contigo.
El agarre de Danny en mi regazo se volvió más fuerte. Tomé su mano,
entrelazando nuestros dedos cuando descansé en su hombro.
—Tú y yo somos muy parecidos, ¿no es así, Jacob? —pregunté.
Él asintió con una sonrisa.
—Nos burlamos de las personas para demostrarles a los demás cuán por
debajo de nosotros están. —Llevé la mano de Danny a mis labios y besé el dorso de
su mano—. La verdad es, nosotros somos los que estamos por debajo de ellos. Somos
nosotros los que no valemos ni mierda, pero esto es más fácil, ¿cierto? ¿Distraer a los
otros para que no nos vean?
Los ojos de Joseph se ensancharon. Jacob se levantó de donde estaba sentado,
golpeando sus manos sobre la mesa.
—¿Qué estás diciendo, Brin? —preguntó Joseph entre dientes.
—¿No es obvio? —Me encogí de hombros—. Danny y Seth y todos a los que
ridiculizamos son los buenos. Los mejores. Jacob y yo —sacudí la cabeza—, somos
los imbéciles. —Miré a cada uno de mis amigos que estaban sentados en la mesa—.
Todos somos imbéciles.
—¿Sí? —Jacob colocó sus puños sobre la mesa y se inclinó hacia mí.
No respondí, no giré hacia Danny cuando soltó mi mano y se puso a mi lado.
Mantuve la mirada a nivel de la suya, eché mis hombros hacia atrás.
—Sí. Lo sabes, ¿no? Es por eso que molestas a Seth, el por qué hablas mierda
de Danny. Tú nunca serás ni una fracción de lo que son ellos. Página | 57
Joseph fue el primero en reaccionar. Un puño voló sobre mí, casi haciendo
contacto con el rostro de Danny. Danny tomó el puño de Joseph, jalándolo sobre la
mesa mientras el resto de nosotros saltábamos de nuestros asientos. Pero no fue ni
Danny, ni Joseph ni el equipo de fútbol americano de Danny que de repente nos
estaba rodeando lo que llamó mi atención.
Jacob pasó algunas mesas para llegar a donde Seth y sus amigos se sentaban.
Se quedaron sentados mientras yo observaba, queriendo mirar hacia otro lado, con
miedo de hacerlo. Porque yo causé esto, ¿no es así? Incité a Jacob.
Jacob abrió la lata de refresco y después de tomar un sorbo rápido, la vertió
sobre la comida de Seth. Y si eso no fuera suficiente, Jacob vertió lo poco que
quedaba en el rostro de Seth. Él lo aceptó. Seth lo aceptó todo con una mirada
valiente que no puede dejar de admirar.
Lo respetaba por ello. Por no saltar de su asiento. Por no alimentar las acciones
de Jacob.
Me moví sin pensarlo. Me moví sin darme cuenta para dónde iba hasta que me
coloqué detrás de Jacob. Tomando su hombro, lo jalé a un costado. Se apartó de mi
agarre.
—Es suficiente —susurré—. Has probado mi punto.
Cuando giré, Jacob tomó mi muñeca, me jaló hacia él. Danny estuvo a mi lado
en unos segundos y tomó a Jacob de la camisa. Lo dejé lidiar con él, me alejé solo
para tomar mi sándwich sin abrir y colocarlo sobre la mesa frente a Seth junto con
algunas servilletas.
—Lo lamento —dije, mi voz baja—. Lo lamento, Seth.
No podía mirarlo, no pude mirarlo mientras tomaba la bandeja mojado frente
a él y la dejaba sobre el cesto de la basura. Con el sonido de gritos y silbidos detrás
de mí, me fui sin mirar hacia atrás. Unos pasos familiares sonaron detrás de mí y me
di la vuelta cuando se acercaron.
—Oye. —Danny me abrazó. Fue un fuerte abrazo, uno que no quería que
terminara, pero lo hizo. Había terminado con ser la princesa superficial. Había
terminado con ser alguien a quien odiaba. Incluso si eso me dejaba sola.
—Ve a sentarte con Seth —dije, hundiéndome contra su fuerte pecho—. Lo
acabo de convertir en un blanco incluso más grande. Él necesita a alguien que pueda
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defenderlo.
Besó mi cabeza.
—¿Qué hay de ti?
Llevé mi mano a mi bolsillo, tocando el poema que estaba oculto ahí.
—Estoy bien.
O al menos, lo estaría.
Roderick
Vi cómo se desarrollaba todo desde mi lugar bajo un árbol. Brinley se veía
asustada pero feroz. Determinada
La única grieta en su armadura se mostró cuando vio a Danny alejarse. Pero
mantuvo la compostura. Cuando sacó un trozo de papel de su bolsillo, el alivio la
inundó. Sostuvo el pedazo de papel contra su pecho mientras caminaba hacia su
siguiente clase.
Cuando ya no pude verla, la seguí. Se recostó contra la pared y dejó caer su
trasero al piso. Sus ojos nunca levantaron la vista del pedazo de papel que sostenía.
Esperé a que lo abriera, a que leyera lo que era tan querido para su corazón.
Lenta y meticulosamente, desplegó el papel y bajó la cabeza para leer su
contenido. Los bonitos labios se movieron hasta que finalmente se estiraron en una
sonrisa. Fue su sonrisa la que me deshizo. La alegría y el alivio puro que encontró
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en las palabras que yo no podía leer.
Escarbando en mi morral, saqué una barra de granola. No había comido desde
esta mañana, cuando devoré una barra de desayuno. Desde que el dinero y la
comida no eran cosas que tuviera a mi disposición, estaba guardando esta barra para
la cena.
Pasos largos y apresurados me llevaron a Brinley. Ella se asomó por detrás de
su papel. Un rubor se deslizó por sus mejillas y dobló el papel rápidamente.
—Aquí. —Le arrojé la barra.
Aterrizó en su regazo. Lo miró y luego me miró a mí. Sus ojos se entrecerraron
y me balanceé bajo su escrutinio.
—Gracias —murmuró.
El silencio espesó el aire entre nosotros. Crecía, expandiéndose en mi pecho.
Quería irme, pero no quería dejarla sola.
—¡Espera! —gritó cuando me giré.
Desde su lugar en el suelo, me entregó la mitad de la barra. El solo gesto me
hizo sentir más hambre que hace unos momentos. Incliné mi cabeza en un
agradecimiento silencioso y después de tomar la barra de su mano extendida, me la
comí en dos bocados.
Mi estómago gruñó. Puse una mano sobre él para calmarlo. Ni siquiera un poco
apaciguado con lo poco que había comido en los últimos días, se retorció en protesta.
—Voy a buscar otro trago. —Agité mi botella de agua vacía y me incliné para
agarrar la suya.
En la fuente de agua, tranquilicé mi respiración. Un acto de bondad, una
demostración de quien fue una vez, no significaba que la Brinley que conocí hace
tanto tiempo estaba de vuelta. Pero era un comienzo.
Me hizo preguntarme si me había equivocado todo el tiempo. Si no había
abandonado a sus amigos para encontrar otros nuevos, sino para rodearse de gente
a la que nunca le importaría lo suficiente como para ver más allá de la farsa y
encontrar sus cicatrices.
La idea me golpeó con fuerza, directamente en mi estómago anudado.
Mientras pensaba que Brinley me había abandonado, tal vez era yo quien la
había abandonado.
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Cuando le devolví la botella llena de agua, me devolvió la mitad de la barra,
que había guardado en el envoltorio.
—No puedo comer. —Señaló hacia la barra que me ofrecía—. Me duele el
estómago.
—¿Estás segura?
—Sí.
Esta vez comí más despacio, limpiando cada bocado con un trago de agua.
Esperaba que me sostuviera hasta mañana porque ahora... ahora no me quedaba
nada para comer hasta que pudiera conseguir unos bocadillos con las monedas que
había estado recogiendo.
—Siéntate. —Señaló al lugar vacío que tenía a su lado. Después de abrir una
de sus carpetas, dijo—: ¿Por qué no trabajamos en nuestra tarea? Sabes, ya que llegué
muy tarde a clase y luego salí de la manera más dramática. —Suavizó sus labios con
una sonrisa que cayó cuando no se la devolví.
—¿Qué pasa contigo? —le pregunté, buscando algo en su rostro, un indicio de
lo que mantenía oculto.
Apoyó su cabeza contra mi hombro. Me puse rígido. No porque no me gustara,
sino porque me gustaba demasiado. Me gustaba la sensación de su cercanía de la
misma manera que me gustó cómo se había sentido cuando me abrazó y apoyó su
cabeza en mi pecho. De un tirón se apartó. No se sentía bien, ella apartándose de mí.
Tomé un lado de su rostro y la moví para que apoyara su rostro en mi hombro.
—Círculo superficial —susurró ella. Sonaba roto. Ella sonaba rota.
Cerró los ojos cuando tomé nuestra tarea. Odié rodear eso, odié que fuera yo
quien la llamara superficial. Había más en ella que eso. Más de lo que ella quería
que nadie viera.
Dejé que mis ojos recorrieran el papel, buscando una palabra que fuera verdad.
Una verdad que mantenía oculta.
Profundidad.
—Creo que me equivoqué contigo —susurré, mi aliento rozando la parte
superior de su cabeza, haciendo que algunas hebras de su cabello rubio bailaran.
Miró hacia mí, parpadeó lentamente unas cuantas veces. Golpeé el papel con
la goma de borrar de mi lápiz. Página | 61
—Finges ser superficial para que nadie pueda ver tu profundidad —le dije.
—No sabes eso. —Sus palabras salieron de sus labios. Ella quería creerme, no
estaba segura si podía—. Ya no me conoces.
—Lo hago —dije—. Sigues siendo la misma chica que me ayudó en los
momentos más difíciles de mi vida.
—Sí. —Resopló—. Esa chica te dejó cuando aún la necesitabas.
—Solo para salvarse a sí misma. —Largos dedos rozaron su brazo. Piel de
gallina se esparcía donde tocaba—. Siento no haberlo visto antes. Siento no haber
estado ahí para ti cuando me necesitabas. No lo sé, tal vez estaba demasiado perdido
para verlo, para verte a ti. Pero te veo ahora, Brinley. Lo que sea que necesites, aquí
estoy.
Era verdad. Otra verdad que podría darle. Una de la que esperaba que no se
escondiera.
—¿Qué pasa si no puedes salvarme?
—¿Qué pasa si puedes salvarte a ti misma? —respondí.
¿Qué pasa si puedes salvarme?

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Brinley
Rechazar a tus amigos delante de todos no es algo que yo recomendaría. Tenía
una forma de expulsarte, haciendo más visibles todas tus inseguridades.
El único alivio que tuve fueron los breves momentos que pasé con Roderick.
Sus palabras sanaron una parte de mi alma que pensé que estaba contaminada de
manera indefinida. ÉL quería que yo me salvara. No estaba segura de poder hacerlo.
Rayos, no sabía si podría vivir las palabras a las que me aferraba. Pero quería
intentarlo. ¿No lo merecía, por mí misma, el intentarlo? Ser resistente y fuerte.
No eran palabras que hubiese pensado para mí. Eso no significaba que no
pudiesen ser ciertas.
Había probado que tenía algún tipo de fuerza, ¿no?
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Danny, siendo el mejor amigo que pudiera pedir, se quedó conmigo el resto
del día. Incluso en las clases a las que no pertenecía. Sin embargo, los profesores lo
dejaron. No había mucha gente que pudiera resistirse a su encanto, incluidos los
profesores.
Fue bueno, mejor que bueno. Hizo el resto del día soportable cuando todo lo
que quería era esconderme.
Si pensaba que había estado temiendo el almuerzo, eso no tuvo nada que ver
con el temor que se apoderó de mí mientras Danny me acompañaba a la práctica de
porristas. Mariah y Nicole se juntaron, ambas me lanzaron miradas de odio cuando
entré al gimnasio.
—Estaré en la práctica de fútbol —dijo Danny a mi lado—. Iré a buscarte
cuando termine.
Asentí.
—De acuerdo.
Me levantó la barbilla, me besó las dos mejillas antes de abrazarme. Me
encantaban sus abrazos. Me encantaba lo segura que me sentía en sus brazos.
—Estás bien, cariño —murmuró en mi cabello—. Nadie te dará mierda.
—¿Sí? —Lo miré, a mi mejor amigo—. ¿Vas a patear el trasero de un montón
de animadoras si lo hacen?
Se rio.
—Lo tienes, nena.
Lo tenía. Podía hacer esto. Los últimos cuatro años había construido mi vida
fingiendo ser mejor que los demás. Ahora, solo tenía que mostrarles la verdad. No
era nadie, nada especial. Solo una chica asustada que atacó por todas las razones
equivocadas.
—Gracias. —Sus brazos se apretaron a mi alrededor.
Me retorcí en su agarre para abrazar su cuello. De puntillas, le besé la mejilla.
—No tienes nada que agradecerme.
El dolor cruzó sus rasgos, hizo que mi corazón se estremeciera en mi pecho.
—Tengo todo por lo que agradecerte.
Nuestro entrenador hizo sonar su silbato y después de otro rápido apretón,
Danny me dejó ir. Me sentí demasiado expuesta sin él. Demasiado vulnerable
cuando salió del gimnasio para ir al campo de fútbol americano. Página | 64
Nuestra entrenadora recogió algunas de sus cosas mientras las chicas se
paraban en el centro de la cancha de baloncesto. Hombros hacia atrás y cabeza
erguida, fui hacia ellas.
—Si Danny me abrazara así, me aseguraría de convertir al pobre chico en
hetero —dijo Mariah cuando llegué al grupo. Su voz goteaba malicia.
—No puedes convertir a alguien gay o heterosexual —dijo Nicole.
Me miró, sus ojos brillando con la misma incertidumbre que yo sentía. Quería
ir a verla, hablar con ella. Se dio la vuelta, me dejó fuera antes de que tuviera la
oportunidad.
—O eres gay o no lo eres —continuó Nicole.
—¿Por qué están obsesionadas con su sexualidad? —les pregunté.
—¿Por qué no lo estás tú? —bromeó Mariah, con un tono seco.
—Danny es Danny. —Me encogí de hombros—. Es mi mejor amigo. Eso es
todo lo que me importa.
—Qué gran amiga eres. —Este frío comentario vino de Nicole. Se quedó viendo
mis zapatillas blancas—. Mientras él esté ahí para ti, no te importa nada más. Eso es
lo que te hace ser una imbécil. No el molestar a los demás.
Me sobresalté con sus palabras, las sentí en el agujero de lo que era yo. No era
una buena amiga. Ni con ella, ni con Danny. Me protegía primero. Siempre. Pero eso
no significaba que no me importaran. Que no me lastimaba cuando ellos lo hacían.
Que no intentaba estar ahí para ellos.
—¿Molestar a otros? —Me concentré en eso. Fue el único comentario tangible
al que podía responder—. ¿Es eso lo que llamamos acosar a la gente? ¿Dejando notas
desagradables en los casilleros de la gente? ¿Escribiendo mentiras en las paredes del
baño? ¿Qué hay de Facebook? ¿Donde continuamos molestándolos porque burlarse
de ellos en la escuela no es suficiente?
Nicole se cruzó de brazos.
—Esto es la secundaria. Se supone que tenemos que hacer eso. —Se detuvo—.
Y si nosotros no lo hacemos, entonces alguien más lo hará.
—Entonces dejaré que otro lo haga por mí.
—Entonces tú serás el objetivo.
Mi labio inferior tembló. Me obligué a sonreír. Como si no me importara. Como Página | 65
si estar en la cima, donde otros no podían husmear, no importara.
Pero lo hacía. Importaba demasiado. Porque si descubrían lo que ocultaba, mi
vida estaría acabada.
—¡Brinley! —gritó nuestra entrenadora—: Te toca
No sentí la ligereza que normalmente sentía antes de empezar. Y mientras
acompañaba a las chicas a través de nuestra rutina, no me preocupé por la
perfección. No me importaba si se sabían los movimientos. Mi único objetivo era
agotarme. Tal vez entonces, encontraría el sueño esta noche.
Brinley
—Hola. —La familiar voz de Seth me detuvo mientras me dirigía al gimnasio.
Mariah golpeó su hombro contra él cuando pasó a su lado. Se mantuvo firme,
apenas se movió, pero mantuvo la barbilla contra su pecho.
—Hola de nuevo —dije.
Esperé. Dejándolo decidir si quería hablar conmigo, o si me odiaba como
debería.
Se quedó mirando sus pies por un largo tiempo, así que finalmente rompí el
silencio.
—Danny todavía está en práctica —dije, mirando al campo—. Debe estar
terminando en unos cinco o diez minutos. ¿Quieres sentarte conmigo mientras lo
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espero? —Señalé hacia la mesa de picnic frente a nosotros.
—Sí —respondió—. Seguro. Mi mamá debería estar aquí en cualquier
momento.
Dejamos nuestros morrales sobre la banca mientras nos sentábamos sobre la
mesa. El silencio fue incómodo. Desafiante.
Jugueteaba con mis dedos, deseando que Danny terminara pronto. Un rayo
cayó sobre el pueblo vecino, pero al menos todavía no estaba lloviendo aquí.
Todavía. Por las nubes grises moviéndose hacia nosotros, sabía que no pasaría
mucho tiempo hasta que el cielo se abriera.
—Gracias. —Empujó mi pierna con la suya—. Por hoy. Danny dijo que me
defendiste, antes de que Jacob… ya sabes —terminó con una sonrisa.
Le di un golpecito a su pierna con la mía.
—Debí de haberlo hecho hace mucho tiempo.
—Nadie ha hecho eso por mí antes. —Se frotó su rostro varias veces—. No, en
realidad Roderick lo ha hecho varias veces, pero nadie más.
—¿Roderick te defendió antes? —La incredulidad atorada en mi garganta, hizo
que mi voz sonara chillona. Tosí para aclararla—. Eso fue genial de su parte.
—Sí, en nuestro primer año y un par de veces después de eso. —Sus dedos
jugaron con la tela de sus jeans—. Supongo que debería defenderme por mi cuenta
pero… —Arrastró la palabra.
—No deberías tener que hacerlo.
—Sí, supongo.
Volvimos a quedar en silencio.
—¿Qué te gusta hacer? —pregunté rápidamente—. Ya sabes, pasatiempos.
Se encogió de hombros.
—Mi abuelo me enseñó a cortar madera hace unos años. Me gusta hacer cosas.
Eso me sorprendió. Para ser honesta, esperaba que dijera video juegos o cosas
de computadora. Lo que era una suposición tonta y estereotipada. Sabía eso y me
sentí avergonzada por ello. La carpintería sonaba divertido. Hacer algo de nada más
que pedazos de madera era mucho más complejo que juntar palabras para contar
una historia.
—Eso suena genial. ¿Qué haces? —pregunté.
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Volvió a encogerse de hombros, pero esta vez sus ojos se iluminaron.
—Muebles principalmente. Le hice a mi abuelo una mecedora para que la
pusiera en su patio delantero.
Cubrí su hombro con mi mano.
—¡No lo hiciste! ¿De verdad?
Él sonrió, exponiendo dos hoyuelos que de algún modo me había perdido
todos estos años.
—Sí, lo hice. Él la amó.
Emocionada, me moví, inclinando mis rodillas hacia él.
—¿Qué más?
—El abuelo y yo hicimos algunas mesas de picnic durante el verano que
donamos a ese parque de juegos que inauguraron en la playa.
Mi boca se abrió de par en par y la cerré con un fuerte clic.
—¿Las que tienen los geniales diseños tallados en ellos?
Sus mejillas se tiñeron de rojo y asintió, manteniendo su cabeza gacha.
—Las amo. Tomé tantas fotografías en mi teléfono para mostrárselas a mi
mamá. —Mi voz se atoró, tosí para aclarar la garganta—. Ella las amó también.
—Gracias. —Lo dijo con un poco de orgullo. Sus manos moviéndose a su
teléfono—. Tengo fotos de otras cosas que he hecho —dijo, pero salió como una
pregunta.
—Oh, Seth, ¡tienes que mostrarme! —Anticipación cruzó mis venas y moví la
mano hacia su teléfono.
Los hoyuelos en sus mejillas se profundizaron mientras desbloqueaba el
teléfono. Después de meterse a su galería, me lo entregó.
Una hermosa mesa de caoba. Un columpio colgando de un árbol. Una
detallada figura de pelicano y otra de un velero.
Creación tras hermosa creación. Observé sus fotografías y vi las manualidades,
el talento oculto debajo de su piel.
Jadeé.
—Esta. —Giré mi teléfono hacia él, mostrándole la imagen de una pequeña
estantería. Era más pequeño que el de mi habitación, pero los detalles en los adornos
eran excepcionales. Página | 68
Se movió a la siguiente fotografía y con una sonrisa, me mostró el tallado que
había hecho al costado.
—Seth —dije sin aliento—. Es increíble. ¿Los vendes? ¿Puedo comprarte esto?
—Lo hice para mi abuela. —Esta vez, su orgullo brillaba profundamente en su
rostro—. El que estaba en el geriátrico se estaba cayendo a pedazos.
—Apuesto a que lo amó.
—Podría hacerte uno si quieres.
Tomé una bocanada de aire, apoyando una palma contra mi pecho.
—¿De verdad?
Asintió.
—¡Me encantaría!
Una bocina sonó, y ambos giramos hacia el auto rojo que se acercaba a
nosotros. La ventana del conductor bajó y una mujer saludó.
—Esa es mi mamá. —Se levantó y la saludó de regreso—. Solo quería decirte
gracias, sabes. —Lanzó una rápida mirada a su mamá y luego a mí—. Así que,
gracias, Brin. —Cuando sus brazos me rodearon el cuello, le devolví el abrazo,
hundiendo mis dedos en la parte de atrás de la camisa.
En ese momento, otra parte de mí se rompió. Este chico, al que había
atormentado durante toda la secundaria, no solo me había perdonado, me había
ofrecido su amistad durante el almuerzo. Y cuando las cosas salieron completamente
mal, soportó incluso más abuso. Y aun así hizo el esfuerzo de pasar el rato conmigo
y agradecerme por ayudarlo a superar algo por lo que nunca debió haber pasado.
Lo observé irse con mi corazón en la garganta, con la desesperación atorada en
mi pecho. Continúe observando mucho después de que su mamá se fuera.
Minutos pasaron sin que me diera cuenta.
Todo lo que escuché, todo lo que vi fue a Seth dándome más de lo que merecía.
—¿Te molesta si me siento? —La voz de Roderick rompió el silencio—. ¿Quizás
haya suficiente espacio en la mesa para fenómenos? —Inclinó la cabeza,
ofreciéndome una sonrisa, pero no parecía real. Triste, abandonado, eso era lo que
su sonrisa gritaba.
Envolviendo mis brazos al alrededor de mi estómago, asentí.
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—No eres un fenómeno.
—Y tú no eres superficial.
Dejé escapar un suspiro, aspiré de nuevo y lo contuve en mis pulmones.
—¿Qué sucede contigo? —Hizo la misma pregunta que me había hecho antes.
La preocupación en su tono retumbó en mi cabeza. No era algo que esperaba,
no de Roderick cuando yo había hecho todo lo posible para dejarlo afuera y
observarlo desde la distancia mientras se rendía. Sin amigos que lo ayudaran. Sin
mí, que hace muchos años le había dicho que estaría para él.
Palmeé el lugar vacío a mi lado. Se unió a mí en la mesa donde su hombro
rozaba el mío. Me deleité con el contacto.
—¿Quieres trabajar en nuestro poema? —pregunté.
—No.
Bueno, yo tampoco quería.
Inclinándome sobre mi rodilla, busque mi morral y saque una bolsa de papitas
que había traído en caso de que me encontrara con Roderick y pudiera inventar
alguna excusa para dársela.
—¡Ajá! —exclamé abriendo la bolsa.
Le pasé la bolsa abierta y metió la mano. Hice lo mismo. Comimos juntos en
silencio, pero no se sentía incómodo como con Seth. Había tensión que irradiaba de
su postura rígida a la mía. Había ansiedad por parte de mi pie tocando el suyo. Pero
también había algo de calma, de satisfacción que sentía profundamente en mis
huesos. Quizás no era real. Quizás yo la puse ahí para hacerme sentir mejor, pero lo
sentía de todos modos. Me arropé en la paz y permití que se infiltrara en mi sistema.
El viento aumentó, sopló rápidamente, haciendo que mi cabello golpeara mi
rostro. Riéndome, lo recogí.
—Me gusta tu cabello suelto. —Roderick movió las manos, tocando las puntas
de mi cabello—. Me gusta recogido también. Eres linda de las dos formas.
Las hojas en el suelo se arremolinaron frente a nosotros. La pesada tormenta se
acercaba. Estaba lista para ello, o al menos pensé que lo estaba.
—¿Piensas que soy linda?
Negó riéndose. Página | 70
—No.
Mi estómago se hundió ante su broma cruel. Por supuesto que no pensaba que
era linda. No tenía motivo para pensar en mí en absoluto.
—Creo que eres hermosa.
Moví mi cabeza para mirarlo, y la forma en que me miró, sus ojos azules
sacándome de mi desesperación, era todo.
—Siempre has sido hermosa, pero en este momento —hizo una pausa—, existe
algo diferente en ti, algo que te hace más hermosa de lo normal.
—Quiero ser diferente. Quiero cambiar. —Salió bajo, temblando de
incertidumbre.
No estaba segura si él podía sentir la intensidad vibrando en mi interior, pero
tragó fuerte mientras me inclinaba hacia él.
—Quiero ser una mejor persona.
Alcanzándolo, pasé mis dedos por su cabello negro azabache y cuando cerró
los ojos con un gemido, mis labios se abrieron.
—Me gusta tu cabello. —Salió jadeante, como si mis pulmones lucharan contra
lo que les era natural.
Me incliné hacia él, mi rostro a centímetros del suyo, nuestros labios a un
susurro de distancia. Sus ojos se abrieron, sorprendidos pero llenos del mismo deseo
que llenaban los míos. Su respiración cayó sobre mi rostro y saqué la lengua para
saborear mis labios donde su aliento había acariciado.
—Brinley. —La manera en que susurró mi nombre me hizo querer más. Querer
todo.
Metí mis dedos en su cuero cabelludo.
—Bésame, Roderick. —Jadeé.
Sus labios tocaron los míos. Gentilmente. Tentativamente. Como una sonrisa
en la brisa. Sus labios se sintieron suaves contra los míos. Con la punta de mis dedos,
toqué su mejilla, el marcado ángulo de su mandíbula. Cuando su lengua rozó mis
labios, lo tomé.
Este beso… nuestro beso era como un sueño que había estado esperando toda
mi vida.

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Roderick
Besé a Brinley Crassus. Y lo que es mejor, ella me correspondió.
No duró mucho. Solo unos ligeros roces. Cuando nos apartamos, extrañé la
sensación de sus suaves labios sobre los míos. Su cálida lengua entrelazada con la
mía. Quería más. Necesitaba más tiempo para explorarla, para saborearla.
Brinley parpadeó varias veces antes de enfocarse en mi rostro. Su atención se
dirigió a mis labios y solté un suspiro cuando los rozó con un dedo.
—Me besaste. —Sus labios formaron una sonrisa.
Sonreí también.
—Me dijiste que lo hiciera.
Un sonrojo se arrastró por sus mejillas. Era lindo e irresistible. Me acerqué a Página | 72
ella y besé su nariz. Lágrimas se formaron en sus ojos y las odié. Odiaba que algo la
lastimara lo suficiente como para llorar.
Con mis manos apoyadas a ambos lados de su rostro, sus parpados se cerraron
mientras expulsaba un dulce aliento que inmediatamente quise inhalar para poder
absorber a Brinley y sostenerla contra mi pecho. En su lugar, presioné un beso sobre
un parpado y luego en el otro.
Ella deslizo sus manos sobre mis brazos y envolvió sus dedos alrededor de mi
muñeca. Ojos color verde de árboles perennes se ensancharon.
—Estás frío —susurró como si fuera una clase de secreto.
Me reí.
—Está frío afuera —bromeé.
Ella miró hacia mi pecho, sobre la camisa de manga corta que me había puesto
dado que no tenía ninguna de manga larga que fuera usable. Ella deslizó sus manos
sobre mis brazos fríos. Temblé ante su toque
—Deberíamos entrar, al gimnasio. —Ladeó su cabeza hacia un lado—.
Resguardarnos del frío. Le enviaré un mensaje a Danny, para que sepa que estoy
allí.
La ayudé a bajar de la mesa, manteniendo su mano en la mía. No quería
soltarla. Habían pasado años desde que alguien me había mostrado algún afecto,
años desde que alguien había tomado mi mano o tocado mi rostro. No estaba listo
para soltarla. Quizás nunca lo estaría.
—¿Qué.Demonios? —El sonido chirriante de la voz de Nicole nos alcanzó.
A mi lado, el cuerpo de Brinley se sacudió como si hubiese sido golpeada por
el rayo que no estaba demasiado lejos de nosotros. Sin querer avergonzarla aún más,
solté su mano. Sus ojos se movieron sobre mi rostro y cuando apartó la mirada de
mí, resignada y herida, lo sentí en mi estómago. En mi alma.
La había decepcionado. Solo unas horas después de decirle que estaría para
ella.
—¿Qué pasa, Nicole? —Brinley mantuvo su voz alegre mientras la sonrisa falsa
que tanto odiaba se apoderaba de su rostro.
Todavía era hermosa, siempre hermosa. Incluso cuando quería odiarla, era
hermosa. Pero esa no era la sonrisa que quería. No, la sonrisa que quería era la que
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me dio después de besarnos. Pero la había borrado sin querer.
Alcancé su mano, pero la apartó de mí, apartándose de la misma manera en
que yo lo había hecho hace unos momentos
—¿El fenómeno te está causando problemas? —se burló en mi dirección.
Brinley echó un rápido vistazo en mi dirección. Sus ojos se estrecharon en mí
y yo esperé por la Brinley a la que me había acostumbrado, que me menospreciaba.
Para hacerme sentir como la nada que era.
—No. —Regresó su atención a su amiga—. Roderick y yo estábamos pasando
el rato mientras esperaba a que Danny terminara el entrenamiento. Luego lo besé.
—Levantó su barbilla, esperando a que Nicole respondiera mientras yo permanecía
congelado en el lugar con la boca abierta.
—Bueno, ¿al menos fue un buen beso? —preguntó Nicole con una sonrisa.
Brinley se tocó sus labios entreabiertos.
—El mejor.
—¡Ahí lo tienes! —Nicole levantó sus brazos al aire, ya sea en frustración o
alegría, no pude saberlo—. Mi mejor amiga ha perdido la mente por completo. —
Ella sonrió, pero se sintió fuera de lugar—. Hablando con perdedores, diciéndole a
mi no-novio que es un imbécil. Demonios, llamar a todos sus amigos y a ella misma
que son una bola de idiotas y ahora, besando fenómenos.
Los labios de Brinley se torcieron y sorprendido esperé a ver qué diría después.
—Seth es genial. Si hablaras con él por cinco minutos, verías que es mejor chico
que Jacob.
Nicole hizo una mueca. Coloqué mis manos en mi bolsillo y esperé. Brinley me
miró, su expresión todavía triste, todavía abatida. Por mi culpa.
—Y Roderick no es un fenómeno. Pero tú y yo —se apuntó a sí misma y a
Nicole—, somos un montón de imbéciles. —Soltó una risita, y aunque no podía decir
si era real o falsa, era como música para mis oídos—. Todos nuestros amigos son
unos imbéciles. ¿Vas a tratar de negarlo?
—No. —Nicole sacudió la cabeza—. Pero es bueno ser el imbécil en la cima.
—Sí, excepto que ya no quiero ser más esa persona —dijo Brinley, su voz baja
y agitada—. Estoy cansada de ser esa persona.
—¿Entonces eso es todo? —preguntó Nicole, sus ojos poniéndose rojos Página | 74
mientras las lágrimas brotaban detrás de ellos—. Fuiste la primera amiga que hice
al comenzar aquí. Has sido la única amiga con la que pude hablar, y ¿simplemente
vas a tirarlo a la basura?
—Sabes, no tenemos que terminar solo porque no quiera ser más una imbécil
—Su descaro… el descaro que me encendía cuando éramos solo niños regresó y
quería volver a besarla de nuevo. Y otra vez.
—Jacob y Joseph no están felices contigo. Solo quería encontrarte y decírtelo.
Es todo.
Brinley alcanzó a su amiga pero dejó que sus manos cayeran a sus costados
cuando Nicole se dio la vuelta.
—¿Seguimos yendo a la boutique el sábado?
—No, no después de lo que hiciste. No después de elegir a las mismas personas
de las que nos hemos estado burlando y traicionar a tus amigos.
Brinley asintió, sus puños abriéndose y cerrándose a su lado mientras veía a
Nicole irse.
Cuando Nicole estuvo lejos para escuchar fui a pararme a su lado y coloqué
una mano sobre su hombro.
—No la necesitas.
Me miró, sus ojos brillando como si pudiera ver a través de mí.
—Tampoco te necesito a ti.
Pasé mis dedos por su rostro. No se movió o estremeció, solo continuó
mirándome. Era como si la chica de mi pasado se hubiese ido. Estuvo aquí por solo
unos minutos, pero ya la extrañaba.
—Vete, Roderick. Me odias, ¿recuerdas? —dijo—. Solo, ¿así es como te gusta?
Ve a estar solo.
Se dio la vuelta y miró hacia el campo donde Danny corría hacia nosotros. De
inmediato, él tomó su morral y buscó hasta encontrar lo que estaba buscando. Con
el sándwich en la mano, le dio un beso en la frente. Ella se inclinó hacia él, no se
molestó en mirarme.
Danny me miró con curiosidad.
—¿Ustedes dos hablando? —preguntó.
—Algo así —respondí.
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Él asintió.
—Si la lastimas…
—Me lastimaras —terminé por él—. Lo tengo.
—No estamos hablando —dijo Brinley, su voz más fuerte de lo necesario—.
Vámonos, Danny.
Ella tomó su mano, y ni una sola vez me dio una segunda mirada. Se alejó
dejándome con el corazón roto, sangrando en el suelo.

****
La cueva que había convertido en mi hogar estaba fría, pero de algún modo, la
misma persona que escribía poesía conmigo, había lavado mi ropa húmeda y sucia.
Había lavado mis sábanas y me había dado una nueva almohada, mientras la vieja
continuaba mojada en la roca.
Me había dejado comida y algunas botellas con agua y soda. Mordí la pera
primero. Era mi favorita y me recordaba a mi mamá. Como comíamos juntos peras
todas las mañanas y dejábamos que el jugo se deslizara por nuestras barbillas. El
recuerdo de ello, de ella, me engulló, pero en lugar de enfurecerme, dejé que me
tomara por completo.
Recordé el tono melódico de su risa. Cómo colocaba sus brazos a mi alrededor
para abrazarme y llenarme de besos mientras yo intentaba apartarme. Cómo me
ayudaba con la tarea con una paciencia increíble, Cómo bromeaba con mi papá sobre
él siendo el mejor cocinero, por lo que ella no tendría que preparar la cena. Cómo él
guiñaba un ojo en mi dirección y bromeaba sobre las veces en las que ella intentó
envenenarlo con su comida. Cómo sus ojos siempre la seguían, un amor tan evidente
en la manera en que la miraba.
Me ahogué con un sollozo, dejando que la tristeza me desgarrara, me
destruyera mientras mantenía la ira a raya. Se los debía a mis padres, el pensar en
ellos sin que el recuerdo estuviese manchado. Más tarde, podía dejar que la furia se
filtrara de nuevo.
Con piernas temblorosas, fui hacia la pared con mi linterna después de
terminar de comer la pera. Iluminé la pared, esperando encontrar una respuesta a
mi poema.
El beso, la pelea con Brinley me había sacudido. Pero peor aún las palabras que
me lanzó con tanta vehemencia, como si supiera que no quería estar solo. Quizás Página | 76
había saboreado la desesperación en mi lengua.
Respirando hondo, miré hacia la pared, observé el escrito de la chica y bebí sus
palabras.
Juntos.
Luchamos juntos,
desesperadamente juntos.
Ambos habitamos en la oscuridad,
nuestras almas rotas en pedazos irregulares,
¡pero mira!
Mira lo perfecto que encajamos.
Golpeé mi mano contra la pared. Queriendo cubrir sus palabras, su suplica. No
estábamos en esto, en nada, juntos. Éramos dos extraños que nunca se habían
conocido. Dos extraños que escribían mensajes en forma de poesía.
No significaba nada.
Yo todavía era el solitario. La única diferencia es que ya no quería estar solo.
Respirando pesadamente, miré alrededor de la cueva en busca de otro lugar
donde pudiera dormir. Algún lugar más alto donde la lluvia y los charcos no
pudieran llegar. Cuando encontré un lugar, tomé mis pertenencias. El pequeño
saliente no era una superficie plana, sería más duro dormir en ella, pero al menos
permanecería seco.
Me arropé con la sábana y me acosté de lado, lejos de la pared, del poema. Pero
este me llamaba.
Esta chica, había limpiado mis cosas, me había preparado sándwiches de
mantequilla de maní y mermelada y me había traído bocadillos y bebidas. Ella no
me conocía, ni yo a ella. Pero ella me necesitaba, necesitaba mis palabras, y quizás
yo también necesitaba las suyas.
Frío, aunque me había envuelto en mi ahora limpio suéter, cubrí mis brazos
sobre mi pecho y fui hacia la pared donde tomé el marcador y garabateé mi propio
mensaje. Con la esperanza de que tuviera la respuesta.
En toda esta unión,
¿por qué me siento solo?
Lo miré por unos segundos. Me quedé mirando su poema, a su suplica para Página | 77
que lucháramos desesperadamente juntos. Era un lindo pensamiento. Un
pensamiento que se enterró profundamente en mis huesos. Sacando mi teléfono,
tomé una foto de sus palabras, para poderlas tener conmigo y leerlas una y otra vez
cuando la esperanza desapareciera. Luego lo volví a leer una última vez antes de
regresar a la cama.
Mi cabeza descanso en mi nueva almohada y mis pulmones se llenaron de un
aroma familiar. Esa noche, con la fría lluvia cayendo afuera, soñé con Brinley. Sus
labios. Su sonrisa. Su alma conectada con la mía.
Brinley
No había buscado los síntomas de mi mamá ni había leído varios artículos
desde que empecé a escribir en la pared de Roderick. Ni siquiera había escrito en mi
diario, solo su pared. Mi pared. La nuestra. Pero de alguna manera, todavía estaba
exponiendo mis heridas, curándolas a través de las palabras que compartía con él.
Saboreé sus poemas. La que leí ayer por la mañana sobre cómo se sentía solo, y me
dolió hasta la médula. Su tristeza, su soledad colgaba de mis hombros, se filtraba
por mis poros, temblaba en mis venas.
Lo sentí. Cuán completamente solo se sentía. Le escribí entonces. Las palabras
que esperaba le llegaran, le dieran la esperanza que él me dio cuando respondió y
se ofreció a pelear conmigo.
Él apenas existía
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en un mundo lleno de gente.
Risas y sonrisas fáciles escondidas.
los temores que ella esperaba que nadie supiera.
Se escondieron detrás de las máscaras,
su pluma su única arma.
Leyéndolo ahora, me di cuenta de que no le había dado nada. Mis palabras, mi
poema no tenía sentido. Tal vez no tenía nada que darle. Tal vez solo me estaba
engañando pensando que lucharíamos juntos cuando él estaba mejor sin mí. Él
había preguntado por qué se sentía solo. Lo dejé en silencio y eso me perseguía.
Todo el día de ayer, quise llegar a él, para recuperar las palabras que había
dicho después de que él soltó mi mano y me lastimó. A lo largo de la noche, no
fueron los gritos fuertes de mi madre los que oí, sino los silenciosos de Roderick.
Como había hecho las mañanas anteriores, esperé a que Roderick caminara a
la escuela antes de hacer la caminata a la cueva. No estaba segura si él había
respondido. Si estaba molesto con mi falta de respuesta.
Pero me había dejado un mensaje y, como había hecho antes, me dejó sin
aliento.
Escribe para que puedas esconderte
de los terrores de este mundo.
Escribe para que puedas vivir
con los terrores de tu corazón.
Vivía escondida, pero escribía para poder aceptar mis miedos. Así les podía
dar una razón, una voz. Así podía defenderme por mí misma. Porque eso es lo que
hacía. Luchaba por mí misma, pensaba solo en mí.
Pero en algún momento durante la semana, comencé a pensar en Roderick.
Sobre lo mucho que necesitaba ayudarlo. No era un deseo, sino una necesidad.
Sin siquiera saberlo, me vio. Con las pocas palabras que le di, me entendió y
descubrió más sobre mí de lo que estaba dispuesta a compartir.
Me estaba ayudando, dándome una paz que nunca antes había conocido. Cada
vez que leía las palabras que él había grabado en la pared, me salvaba de mí misma.
Necesitaba hacer lo mismo por él.
Fue irracional. Imprudente. Tonto. No tenía ningún sentido, esto tenía que ser
una especie de faro de esperanza para él. Pero lo sentía en mi alma. Era real y algo Página | 79
que tenía que hacer por él.
Llevé el marcador a la pared y en lugar de pensar mis palabras, sangré. Le
rogué que sangrara conmigo.
Infúndeme
con tus pensamientos
Consúmeme
Con tus palabras
Desángrate en mí
y te traeré de vuelta
No hay forma de esconderse del terror,
solo luchar
desesperadamente juntos.
Mi pecho subía y bajaba en rápida sucesión. Dejé caer el marcador al suelo
húmedo, deseando que pudiéramos hacer más que solo luchar con palabras. Que
pudiéramos luchar con sus manos en las mías.
Quería sus demonios, su tristeza, su ira. Del mismo modo que yo quería que él
tuviera los míos.

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Brinley
Un silbato sonó desde el campo y con mi atuendo de porrista, me paré junto a
las gradas y esperé a Danny. El sudor se había acumulado en mi espalda y debajo
de mi sujetador deportivo de nuestro espectáculo de animadoras. No podía esperar
para llegar a casa y quitarme la suciedad. Sin embargo, el espectáculo había salido
bien, y logramos vender más boletos aún para el baile de otoño.
No había querido promocionarlo, celebrar el hecho de que el día del baile se
acercaba rápidamente cuando ya no creía que iría. Lo más probable es que sería
coronada como reina del baile, del mismo modo que había ganado la corte cada dos
años, pero esta vez ganaría sin los amigos en los que confiaba, estando detrás de mí
y animándome. Esta vez no sentiría como si estuviera en la cima.
Danny también fue nominado. Esperaba que ganara. No Jacob. Aunque era
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una tradición estúpida con un título tonto que no significaba nada fuera de la
escuela, quería que Danny lo tuviera. Saber que sus compañeros lo respetaban tal
como era. Se lo merecía.
La práctica de fútbol terminó después de solo veinte minutos, cuando todos
finalmente se dieron por vencidos por la lluvia. Parecía que no quería detenerse y el
pronóstico ahora decía que la lluvia probablemente continuaría hasta la próxima
semana. Parecía que alguien había enfurecido a la madre naturaleza y nos estaba
castigando a todos.
Joseph y Jacob pasaron corriendo a mi lado, con idénticas y horribles muecas
en su rostro. Los ignoré, como había estado haciendo desde el incidente durante el
almuerzo.
Nuestro mariscal de campo, Ari, tiró de mi cola de caballo cuando se detuvo
frente a mí. Enderecé mis hombros, manteniendo mis dedos a los lados, jugando con
la parte inferior de la falda y esperando que los gemelos no lo hubieran convencido
para hacerme algo.
—Oye, chica porrista. —Sonrió Ari.
Nunca me había sonreído antes. Nunca me había molestado con un apodo.
Habíamos hablado en varias ocasiones, siendo él el capitán de fútbol y yo dirigiendo
al equipo de porristas. En los eventos escolares, nos habíamos juntado varias veces
y éramos amigos, pero esto se sentía diferente.
—Hola, Ari —le contesté.
—Vamos a comer hamburguesas en el restaurante —dijo—. Deberías unirte a
nosotros.
Estoy segura que mi rostro reflejaba la confusión que sentía y eso lo hizo reír.
Danny vino a mi lado, tomó el sándwich de mi mano y, después de sacarlo de la
bolsa plástica, dio un gran mordisco.
—Sí. —Danny se mostró de acuerdo con su bocado—. Deberías venir con
nosotros.
—¿Vas a comer una hamburguesa después de comerte un sándwich? —le
pregunté.
—¿Un sándwich? —Abrió mi morral para mirar dentro—. ¿Qué quieres decir
con un sándwich? Siempre me haces dos.
—No estás comiendo dos sándwiches y luego una hamburguesa. —Coloqué
mis manos en las caderas y entrecerré mis ojos hacia él. Página | 82
—No. —Estuvo de acuerdo, tomando el otro sándwich de mi morral y
metiéndolo en el suyo—. Eso es para más tarde esta noche.
Ari se echó a reír.
—¿Vas a venir con Brin? —le preguntó a Danny.
Después de cerrar su morral, Danny me quitó la mía, me pasó un brazo por
encima del hombro y me guio al estacionamiento.
—Síp.
—¿Sí? —Le pellizqué el costado—. No recuerdo haber aceptado ir con ustedes.
—Te divertirás.
—Hasta que empiece a llover otra vez y tenga que conducir bajo la lluvia —
argumenté, pero fue inútil. Ambos sabíamos que iba a ir. Y tal vez como él dijo, me
divertiría.
Lloviznó de camino hacia el restaurante, pero dejé que Danny condujera
mientras soñaba despierta en el asiento del pasajero a su lado. No fue difícil imaginar
a dónde fueron mis pensamientos.
Roderick. Me preguntaba si lo primero que hizo cuando llegó a la cueva fue
leer mi mensaje. O si esperó para hacer otras cosas, como la tarea, antes de leerlo.
Me pregunté qué pensaría sobre lo que le escribí. Cómo respondería.
Me preguntaba si cuando pensaba en la chica que le escribía poemas, sonreía
como yo sonreía cuando pensaba en él.
Cuando Danny estacionó mi auto, se acercó y me dio un empujón en la rodilla
con la palma.
—¿Estás bien? —preguntó.
—Sí.
—Sé que Joseph y Jacob te han estado lanzando mierda y...
—No pasa nada —lo interrumpí.
Era cierto en su mayoría. Trataron de hacerme sentir mal, de burlarse de mí,
pero no llegaron muy lejos antes de que alguien interfiriera. Alguien de quien no era
amigo, alguien que no tenía ninguna razón para defenderme.
—De acuerdo. —Apretó mi pierna—. ¿Cómo van las cosas en tu casa?
Dudé, quería darle una cierta apariencia de la verdad.
—Hubo muchos gritos anoche. Mi mamá... —Mi voz se quebró. No podía Página | 83
continuar No podía hablar de mi madre, no había sido capaz de mencionar su
nombre en años. Era un milagro que hubiera podido sacar lo poco que le había dicho
a Seth sobre ella.
—¿Le está costando mucho el divorcio?
Asentí, formé con mis labios una línea delgada y dije:
—Tiene dificultades con todo.
Entrecerró los ojos, trató de descifrar lo que quería decir con eso. Le apreté la
mano y luego me giré para abrir mi puerta.
—Me prometiste un buen momento —le recordé—. Hablar de mis padres y sus
problemas no es mi idea un buen momento.
Tomó mi mano, me acercó para un abrazo sobre la consola central.
—Háblame cuando estés lista para hacerlo, pero esta noche... sigue en pie. Vas
a tener la mejor noche de tu vida.
Cuando salí del auto, me abordó por un lado en ese costado y me levantó
encima de su hombro con mi trasero al aire. Acostumbrada a sus travesuras, apoyé
el codo en su espalda y la barbilla en mi palma abierta mientras me llevaba al
restaurante con sus amigos riendo y gritándonos. Me sentó suavemente en un banco
y luego se deslizó a mi lado.
Estaba nerviosa por estar rodeada por el equipo de fútbol de Danny. Los
conocía, con algunos me había juntado en las fiestas o hablado en clase, pero nunca
había estado solo con ellos. Sin mi grupo de amigos. Pero me alegré de que no
estuvieran allí, de que Jacob y Joseph no hubieran llegado al restaurante.
Inquieta, di golpecitos al piso con mi pie. Danny puso una mano
tranquilizadora en mi rodilla y sentí su calidez y fuerza a través de la tela y me
obligué a relajarme.
A mi alrededor, los chicos bromeaban sobre todo. Nada estaba fuera de sus
límites. Incluyendo mi atuendo de porristas. Sin embargo, no se dijo nada con
malicia. Y aunque sentí que mis mejillas se pusieron rojas, no me sentí molesta, sino
parte de una broma. Parte de un grupo
Sentí que pertenecía.
Como si no estuviera sola.

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Roderick
Desesperadamente juntos.
Entretejí sus palabras en la fibra de mi alma y me aferré a eso. Ella tenía razón.
No había forma de esconderse del terror, de nuestros miedos. Solo podíamos luchar.
Desesperadamente juntos.
Esta chica sin nombre y sin rostro, de la que estaba empezando a depender. Me
gustaba. Me gustaba su escritura, su corazón. Me gustó la forma en que vino por mí.
La forma en que se mantuvo.
Ella quería mis palabras, tal vez incluso las necesitaba tanto como yo necesitaba
las suyas. Una vez más, me había traído comida junto con algunos refrescos y agua
embotellada. Incluso me dejó una nota diciendo que había tomado mi ropa sucia
para lavarla y que me la devolvería por la mañana. Me debería de haber sentido Página | 85
avergonzado de que ella haya hecho eso. Ya una vez había lavado mi ropa y estaba
agradecido de tener ropa limpia y seca. No había necesidad de que lo volviera a
hacer, pero lo hizo de todos modos.
Debería haberme avergonzado de que alguien que no conocía lavara mi ropa,
me trajera comida, pero en lugar de vergüenza, todo lo que sentía era... el ser
cuidado.
Volteé su nota y escribí: Mil gracias nunca serán suficientes.
No estaba seguro antes. Ahora que sabía que ella venía a la cueva por las
mañanas, quería esperarla para poder verla. Pero tenía miedo de asustarla. Así que
aunque el deseo de conocerla y abrazarla para asegurarme de que fuera real crecía
dentro de mí, me iba a la escuela por la mañana tal como lo había estado haciendo
toda la semana.
Pero el vacío había desaparecido. No estaba solo. Tenía un ángel con una mente
hermosa que luchaba a mi lado. Ella quería traerme de vuelta. Una parte de mí
quería advertirle que no había vuelta atrás para mí, pero quería que ella lo intentara.
Desesperadamente, quería que ella lo intentara.
Era desalentador lo bien que me conocía después de solo unos pocos garabatos
en la pared. Pasé mis dedos sobre el poema de ayer. Tocó demasiado cerca de mi
corazón, me hizo demasiado consciente de en quién me había convertido. Y me
preguntaba cómo lo sabía ella. ¿Qué me había delatado?
Él apenas existía
en un mundo lleno de gente.
Me dolió leerlo, saber que era verdad. En un momento dado, Brinley había sido
quien me mantuvo a flote, quien me prometió que el dolor mejoraría. La que me
haría reír, y la que me dejaría llorar. Luego llegó el día en que ya no necesitaba a los
amigos que tenía, incluyéndome a mí, sino a otros nuevos. Los amigos populares y
extrovertidos que no estaban heridos o perdidos dentro de sí mismos. Ella me
apartó, al igual que hizo con todos sus otros amigos. No fui lo suficientemente cruel
como para descartar a la gente como ella lo hizo. Simplemente me aislé, y nadie me
siguió.
Cuando la lluvia comenzó a caer más ligera, me quité la ropa para darme una
ducha rápida. Bajo el cielo roto, la lluvia golpeaba contra mi cuerpo tembloroso. Con
mis dientes castañeteando, enjaboné mi cuerpo y dejé que la tristeza de la nube me
limpiara.
Mientras me vestía, me pregunté qué pasaría si regresaba a la casa de mi tía. Página | 86
¿Me dejaría vivir con ella o era más feliz sin el adolescente melancólico del que se
vio obligada a cuidar?
Sentado en el borde que hacía mi cama, levanté mi teléfono. La batería estaba
casi llena, ya que no la había usado mucho desde que la desconecté de mi cargador
en la sala de mi casa.
Mi tía dejó de enviarme mensajes de texto hace unos días. No había más
mensajes frenéticos para que volviera a su casa. No más súplicas preguntándome
cómo estaba o dónde estaba. Al igual que siempre lo hacía, se dio por vencida
conmigo antes de que recibiera alguna respuesta. Pero al menos ella seguía pagando
mi celular. Al menos todavía tenía eso.
Agarrando el teléfono entre mis manos apretadas, me estremecí en un suspiro.
No debería enviarle un mensaje. No le mandaría un mensaje.
En su lugar, inicié sesión en Instagram, donde era amigo de personas con las
que nunca he hablado. No me importaba ver lo que cualquiera de ellos estaba
haciendo. Quería ver a Brinley. Siempre me atrajo la chica a la que deje de
importarle.
Apenas habíamos hablado desde que nos besamos. Traté de hablar con ella y
explicarle por qué le solté la mano, pero ella no me quiso escuchar. Me dejó fuera,
me apartó de la misma manera que lo hizo antes. Esta vez, iba a insistir. Más duro,
hasta que ella cediera y me hablara.
Ansiaba sentir la suavidad de sus labios contra los míos, saborear la dulzura
de su aliento en mi lengua. Por supuesto, lo hice. Era un tipo vivo que respiraba y
Brinley era... Brinley. Perfecta en todas sus imperfecciones.
Pero más que eso, la quería de vuelta en mi vida. Quería que me hablara sobre
sus lágrimas, que confiara en mí, tal vez no para hacer las cosas mejores, sino para
tratar de ayudarla a sentirse mejor. Necesitaba que ella supiera que no estaba sola.
Me tenía a mí, incluso si yo no la tenía a ella.
Fui a su página y sentí una punzada en mi pecho cuando la vi en una foto con
la mayoría del equipo de fútbol. Danny sentado a su lado. Su brazo alrededor de sus
hombros y ella lo miraba con una risa silenciosa cayendo de sus labios.
Él la vio, mucho antes que yo. Vio que la Brinley que conocíamos mientras
crecíamos todavía estaba allí, luchando por ser liberada. A lo largo de los años, él
había esperado pacientemente por ella, mientras yo intentaba odiarla. Vio el dolor
que ella escondía al mundo donde yo solo vi a la chica superficial que ella exhibía
para que el mundo la viera. Página | 87
Todo este tiempo pensé que me había defraudado, cuando fui yo quien la había
decepcionado.
Sin embargo, había terminado de decepcionarla. Terminé con ella alejándome.
Cuando volví a la pared, no le escribí a la chica misteriosa, sino a Brinley.
Me deleito en tu calor
mientras el frío me agota
y se equilibra.
De vuelta en mi cama, me quedé mirando la foto de Brinley con los chicos. Ella
era el sol, y ahora que se había deshecho de sus otros amigos, nos eclipsaría a todos.
Brinley
El resto de la semana pasó rápidamente, a pesar de que ya no tenía los amigos
que anhelé una vez. En cambio, hice nuevos amigos. Me abrí a los amigos de Danny
de los diferentes deportes que jugaba. En el almuerzo, Danny y yo nos sentamos y
hablamos con Seth y Jeremy, que era tan tímido pero tan amable como Seth. Incluso
los chicos de teatro y los de la banda se detuvieron a hablar conmigo.
Me mantuve callada alrededor de Roderick, solo hablándole cuando tuvimos
que trabajar en nuestra tarea juntos mientras continuaba yendo a la cueva y me
alimentaba de nuestras mutuas palabras. Aunque lo intentó. Dios, lo intentó. Se
reunía conmigo después de clase, caminaba conmigo en mutuo silencio, me
observaba desde el otro lado del patio donde almorzábamos.
Lo intentó y se lo permití.
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La escuela fue diferente después del incidente del almuerzo. Y fue
especialmente mejor después de ir a la cena con Danny y el equipo de fútbol. Era
como si al deshacerme de lo falso, lo feo, lo superficial, todo lo que me daba miedo
desapareció. Y por primera vez en años, tenía amigos con los que disfrutaba salir.
Jacob y José trataron de hacerme la vida difícil, pero los otros chicos, mis
nuevos amigos, estuvieron allí para mí mientras Nicole solo me hablaba durante la
práctica de porristas. No podía entender por qué los otros chicos me aceptaban. El
por qué me dejaron entrar en sus grupos cuando Danny me arrastró con él. Pero
estaba agradecida por ellos.
Más aún de Danny. Había demostrado ser el mejor amigo que no sabía que
tenía.
—Así que el baile de otoño es el próximo fin de semana. —Danny alzó las cejas,
dos veces.
—Sí, no iré —le contesté.
—¿No irás? —cuestionó Danny.
Dejó de caminar a mi auto, su mano sosteniendo mi brazo.
—Estás nominada para reina —recordó.
—No importa.
—¿Alguien te está dando problemas después de... todo lo que pasó el martes?
—No. —Me reí—. No sé si amenazaste a toda la escuela, pero todos han sido
agradables.
—Todos han sido geniales porque finalmente pudieron ver a la chica que yo
veo. Te enfrentaste a Jacob, a todos tus supuestos amigos, y te vieron por lo que eres,
y quieren a esa chica. ¿Quién no lo haría? Yo quiero a esa chica.
Sorbí mi nariz, envolviendo mis brazos alrededor de mi pecho.
—¿Cómo sabías que esa chica existía?
—Soy como Yoda, pequeña Padawan. Lo veo todo, incluso antes de que
suceda.
—No creo que sea así como funciona ese pequeño monstruo verde.
Danny se echó a reír y puso sus brazos alrededor de mí, pero no eran sus brazos
los que quería que me abrazaran. Roderick, ahí es donde mi mente siempre volvía.
Roderick. Página | 89
Roderick.
Roderick.
Continuamos escribiéndonos el uno al otro. Cada mensaje o poema era más
personal, revelando más de nosotros mismos, mientras que en el mundo real
mantenía una distancia segura. Como si mis pensamientos pudieran convocarlo, su
figura acurrucada corrió por el estacionamiento. Miró en mi dirección, pero se dio
la vuelta mientras se limpiaba la nariz con el dorso de la mano.
—¿Entonces mañana? —preguntó Danny.
Le devolví la mirada, con la frente arrugada en confusión.
—¿Qué hay con mañana?
—Tú y yo iremos a la boutique. Nicole me dijo que hizo una cita para que te
probaras un vestido.
—¿Nicole? ¿Todavía hablas con ella?
—No es tan mala como crees —se defendió.
—No. —Negué—. Eso no es lo que quise decir. Apenas me habla, no devuelve
mis llamadas ni mensajes de texto. Me sorprende que te esté hablando. Felizmente
sorprendida —me corregí.
—Ella vendrá. —Lo dijo con tanta confianza, que no tuve más remedio que
creerle.
—¿Esto significa que serás mi cita para el baile? —le pregunté, dejándome
emocionar por el baile de nuevo.
Como dijo Nicole, era nuestro último baile de otoño. Si ganaba o no el tonto
título, no importaba. Solo que me presentara, bailara y la pasara muy bien.
—Lo sabes. —Se alisó la camisa mientras enderezaba la espalda.
—Está bien, futuro rey del elegante baile de otoño, pero ¿no tienes a alguien
más que quieras llevar?
—Dulce Brin. —Besó mi sien—. Creo que ambos sabemos que no puedo llevar
a nadie que me gustaría llevar.
Mi corazón se atoró en mi garganta y quise que Danny siguiera hablando. Que
me confiara lo que guardaba más cerca de su corazón, para que no tuviera que llevar
la carga solo.
Tragué. Página | 90
—Si pudieras llevar a quien quisieras, ¿con quién irías?
—Contigo. —Sonrió—. La chica más bonita de la escuela, que también me da
de comer.
Me reí. Sí, a Danny le encantaba la comida que le llevaba. Y hasta que nos
graduáramos, continuaría haciéndole sándwiches y llevándolos a las prácticas y
juegos. Ni una sola vez me perdí uno de sus juegos. Así como seguiría dejando
comida y bocadillos para Roderick.
Era agradable verlo sacar uno de los sándwiches que le hacía y comérselo junto
con una pera, que por la expresión de su rostro seguía siendo su favorita. Al menos,
sabía que dos veces al día estaba comiendo, incluso si no era una comida abundante
o satisfactoria. La próxima semana, me metería en la cocina y le haría estofado. Algo
que pudiera poner en un termo para ayudarlo a defenderse del frío en la noche. Los
sándwiches funcionaban para el almuerzo.
Con mi plan en la cabeza, le di un beso en la mejilla a Danny. Justo cuando
llegamos a mi auto, el cielo se abrió y comenzó a llover sobre nosotros.
Roderick. Mi mente fue inmediatamente a él. No habría llegado a la cueva para
entonces.
—¡Tengo que correr! —grité por encima del trueno.
—¿Nos vemos mañana? —preguntó Danny.
—Sí, mañana.
Danny cerró la puerta detrás de mí y fui en dirección a la cueva. Encontré a
Roderick caminando contra el viento a menos de dos kilómetros de distancia. Sus
hombros temblaban mientras mantenía su rostro boca abajo. Puse mi auto a un lado
de la carretera y bajé la ventanilla del pasajero, pero con la furiosa tormenta que nos
rodeaba, Roderick no pudo escucharme cuando grité su nombre.
Después de volver a subir la ventanilla, salté del auto y corrí hacia él.
Alcanzándolo, lo agarré de la mano y tiré.
—¡Vamos! —grité.
Sus cejas se elevaron en confusión.
Tal vez yo también estaba confundida. Aquí estaba, llevando a casa al chico
que había estado manteniendo a una distancia segura, donde podría descubrir todos
mis secretos.
—¡Nos estamos empapando! Entra en el auto. Página | 91

Tiré de su mano con más fuerza y esta vez, escuchó. Una vez dentro del auto,
le subí a la calefacción todavía más. Roderick apoyó la cabeza contra la ventana con
las manos temblando en su regazo. Tomé sus manos en las mías y me las llevé a la
boca donde respiré aire caliente sobre ellas mientras las frotaba furiosamente entre
las mías.
—¿Qué estás haciendo, Brinley? —Parecía exhausto. Agotado y abatido.
—Sacarte de la lluvia y calentarte —le contesté.
Me quité la chaqueta y, aunque no era mucho, la puse sobre su tembloroso
pecho y nos llevé a mi casa. Todo el camino, la lluvia continuó cayendo como si
nunca tuviera la intención de parar. Cuando llegamos a mi casa, lo insté a salir del
auto antes de correr hacia la puerta principal. Con su mano, aún fría, en la mía, lo
conduje a través de mi habitación y hacia el baño.
—Quítate la ropa y déjala en la puerta para que pueda secarla —le dije mientras
hacía que el agua de mi ducha se calentara—.Te voy a buscar alguna ropa de mi
papá, para que puedas ponértela luego de que te bañes.
Sonrió. Era lento y cansado, pero hizo que mi corazón saltara tan fuerte que
pensé que se me saldría del pecho.
—¿Intentas decirme que huelo mal? —bromeó y luego estornudó.
—Sí, ahora ve.
Cerré la puerta detrás de mí y aguardé por él para abrirla, para poder recuperar
su ropa. Cuando lo hizo, corrí a la lavandería, tiré su ropa en la secadora y la encendí.
Agarré una de las camisas dobladas y pantalones de gimnasia de mi papá de la parte
superior y corrí de vuelta a Roderick con una toalla limpia.
Fuera de la puerta de mi baño, grité:
—¿Puedo entrar?
—Sí. —El sonido áspero de su voz sonó desde el otro lado.
Abriendo la puerta, entré sigilosamente, manteniendo mis ojos en el suelo
mientras acomodaba la ropa y la toalla en el lavamanos del baño.
—La ropa y la toalla están justo aquí —dije sin mirarlo.
—Gracias por no echar un vistazo. —Su voz era alegre, y me encantó la burla
detrás de ella—. Soy muy tímido sobre estar desnudo.
Sentí que mi rostro se inflamaba y me abaniqué mientras salía corriendo, la risa Página | 92
de Roderick siguió cada uno de mis pasos.
Su risa era rica y llena y hacía que las mariposas estallaran y volaran
profundamente en mi vientre.
Me recosté en mi cama y me moví para apoyar la cabeza contra una de mis
almohadas, pero rápidamente recordé que también estaba mojada. Después de
cambiarme a ropa limpia, volví a mi cama con la cabeza flotando. Sabía por qué
había perseguido a Roderick, por qué lo había traído aquí y arriesgándolo a
encontrarse con mi madre, pero ahora que estaba en mi baño, desnudo, no estaba
segura de lo que debía hacer a continuación.
La televisión, decidí, encendiéndola con el control remoto que descansaba en
mi mesita de noche. Podríamos ver televisión.
Unos minutos más tarde, Roderick salió del cuarto de baño, su cabello negro
despeinado por la toalla.
—Ven. —Di una palmadita al lado de mi cama.
Sus ojos y nariz estaban rojos, su rostro pálido. A pesar de lo horrible que estoy
segura se sentía, arqueó una ceja con duda.
—Estará lloviendo por un tiempo —argumenté—. Será mejor que te sientas
cómodo antes de volver a casa.
—A casa —repitió. Sonaba vacío, y deseé poder recuperarlo.
—Aquí. —Le entregué el control remoto cuando se sentó en mi cama.
Lo miró fijamente por un largo tiempo antes de recostarse en la cama y
acostarse a mi lado. En lugar de revisar los canales, puso el control remoto entre
nosotros y se giró para estar frente a mí.
Nuestros hombros se rozaron entre sí cuando moví mi cuerpo hacia un lado.
Cara a cara. Cuando nos cubrí con mi manta y mi edredón, suspiró.
—Lamento haber herido tus sentimientos el otro día —dijo en voz baja—. Juro
que no quise hacerlo. Pensé... pensé que te estaba protegiendo.
—¿Protegiéndome de qué? —pregunté.
—De ser vista conmigo. El fenómeno. —Una triste sonrisa tiró de sus labios.
Alcanzándolo, pasé mis dedos por su cabello húmedo.
—No eres un fenómeno, y… —Lamí mis labios, deseando por enésima vez no
haber sido tan dura con mis propias palabras—. No tienes que estar solo si no
quieres.
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Mi pecho se apretó ante su expresión de dolor.
—Ya no quiero estar solo nunca más.
—Entonces no estás solo. Yo estoy aquí —respondí.
Con un asentimiento, cerró los ojos y puso una mano en mi cintura. Mi corazón
tamborileó ruidosamente en mis oídos ante el contacto, pero seguí jugando con su
cabello hasta que se durmió. Con nuestros rostros cerca, con nuestras respiraciones
mezclándose, me quedé dormida a su lado.
Brinley
Tres días después y todavía estaba molesta, me había despertado sola. En
algún momento, la lluvia había cesado y Roderick me había dejado sola en una cama
que ahora se sentía demasiado grande.
Tomó su ropa de la secadora y dobló la ropa de mi papá, dejándola en el lavabo
de mi baño. Justo al lado había un pedazo de papel que debe haber arrancado de
uno de mis cuadernos. Había garabateado en el papel: Mil veces gracias nunca serán
suficiente. Eran las mismas palabras que me había escrito cuando lavé su ropa a
principios de esa semana. Como la chica loca en la que él me había convertido,
guardé ambas notas en un cajón de mi mesita de noche y todas las noches repasaba
las palabras una y otra vez antes de acostarme.
Aunque quería pasar por la cueva durante el fin de semana, me mantuve
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alejada. No estaba segura de lo que Roderick y yo éramos el uno para el otro. No
estaba segura si terminaría alejándolo si me aparecía en la cueva. O si de alguna
manera terminaríamos ahuyentándonos. Todavía lo necesitaba, todavía necesitaba
los mensajes que nos pasábamos sobre la pared de una cueva. Así que jugué a lo
seguro, me mantuve lejos de la cueva mientras mi mente vagaba continuamente
hacia él y en cómo estaba.
El lunes por la mañana esperé junto al mismo árbol alto para ver a Roderick
caminar hacia la escuela, para poder ir corriendo a la cueva y ver qué había escrito,
pero nunca lo vi.
Tamborileando con los dedos en el volante, conduje a la escuela y me pregunté
si había regresado a la casa de su tía a causa de toda esta lluvia. Si bien había
disminuido a intervalos cortos cada vez, seguía siendo bastante implacable.
—Ah, ahí está mi chica favorita —gritó Danny cuando me vio justo antes del
segundo período—. ¿Les mostraste a tus padres lo hermosa que te ves con tu vestido
nuevo?
Me sonrojé por su elogio, secretamente encantada de que pensara que me veía
tan bien. Incluso más feliz de haber hecho lo que él y mi papá me dijeron que hiciera
y comprar el vestido con zapatos que combinaban muy bien, además de concertar
una cita para arreglarme el cabello y las uñas. El maquillaje podría hacerlo yo misma.
—Sí —le contesté.
Le mostré a mi papá tan pronto como regresó de su turno en el hospital.
Después de que clamara y gritara sobre lo bonita que me veía, me exigió que lo
devolviera. Incluso me amenazó con encerrarme en mi habitación si no lo hacía
porque, según él, no había forma de que pudiera vencer a todos los tipos que se
enamorarían de mí después de verme con ese vestido.
Mi papá también había mejorado el fin de semana contratando a una enfermera
para que cuidara de mi madre cuando él no estaba. Lo que ayudó, especialmente en
la noche cuando parecía llegar a su peor momento. La enfermera era amable,
paciente, y se aseguraba de que mi madre se mantuviera a una distancia segura
cuando estaba perdida en su mente. Pero durante los pocos momentos del domingo
en que mi mamá regresaba, los tres disfrutamos de galletas con chispas de chocolate.
Lo que sobró estaba envuelto en mi bolsa, un poco para Roderick y el resto para
Danny, que ya se había comido tres antes del almuerzo.
—Nos veremos muy bien juntos —le guiñé un ojo. Página | 95
Danny había alquilado un traje negro y lo llenaba con sus anchos hombros y
su amplio pecho. Quienquiera que estuviera enamorado de Danny seguramente lo
vería y no podría apartar la mirada.
Hubo un tiempo en el que hubiera deseado que fuera yo. Habría simplificado
las cosas si nos atraíamos el uno al otro. Pero los asuntos del corazón rara vez son
simples.
Mirando más allá de Danny, traté de encontrar a Roderick. Normalmente, no
lo vería hasta que estuviéramos en el aula, pero estaba ansiosa y desesperada por
verlo. Para pasar tiempo juntos de nuevo.
—¿A quién buscas? —preguntó Danny.
—Roderick.
—Creo que finalmente los descifré a ustedes dos. —Agitó su dedo en mi rostro,
y chasqueé la mandíbula fingiendo que iba a morderlo—. Un segundo ustedes se
odian, y al siguiente están en los brazos del otro. Ustedes se gustan. Como... como
gustarse. —Cruzó los brazos sobre el pecho—. Adelante, puedes contarme. Mi
corazón puede aguantar el golpe.
—¿Y por qué querría que el corazón de mi mejor amigo reciba algún tipo de
golpe?
—Oh, así que estamos jugando las cartas de mejores amigos, ¿eh? —Pasó un
brazo alrededor de mí mientras nos dirigíamos a la clase del señor Scott.
—Te lo dije, eres mi persona favorita y me debes una familia con seis hijos, tres
perros y un gato.
—Sigues cambiando las exigencias para mí, y nunca estaré de acuerdo en
casarme contigo —bromeó, pero luego su expresión se puso seria—. Entonces, ¿tú y
Roderick?
Mirándome a los pies, susurré:
—Me gusta.
—No luzcas tan triste. —Me tocó la barbilla—. No soy un experto, pero estoy
bastante seguro de que a él también le gustas. Sería tonto o gay si no lo hiciera.
Me reí, y luego me tapé la boca para esconderlo.
En el aula, me senté frente al pupitre vacío de Roderick. Mi ansiedad creció
cuando Roderick nunca llegó a clase. Página | 96

****
Antes, nunca habría podido faltar a una clase, pero eso es exactamente lo que
hice después de que el almuerzo llegó y pasó, y todavía no había visto a Roderick.
Era una tontería, completamente estúpido, pero tenía que ir a la cueva y ver si estaba
allí. Asegurarme de que estuviera bien.
Conduje más rápido de lo normal, estacioné y con mi morral en la espalda, salí
del auto y atravesé el sendero boscoso que llevaba a la cueva. El barro se
desparramaba a mi alrededor, me cubrió los zapatos y arruinó mis jeans. No es que
importara.
Cuando llegué a la boca de la cueva, grité el nombre de Roderick antes de
entrar. Era una advertencia tanto para él como para mí.
Estaba a punto de exponernos a los dos, las consecuencias serían terribles.
Corrí por encima de los charcos y cuando no lo vi tirado en el suelo, suspiré
aliviada. No estaba aquí. Tenía que estar de vuelta con su tía, a salvo en su casa.
Un gemido sonó desde el otro lado de la cueva y cuando encendí mi linterna,
lo vi. Acurrucado en una pequeña cornisa, lo suficientemente alto como para que el
agua no pudiera alcanzarlo.
Gimió de nuevo y fui hacia él. Sus ojos estaban cerrados. Su rostro demacrado.
—Roderick —dije en voz baja, pasando los dedos por su cabello.
Sus párpados permanecieron cerrados y cuando acaricié su sudoroso rostro,
jadeé. Su piel estaba caliente, demasiado caliente, y sus mejillas se tornaban rosadas
por la fiebre.
—Roderick —dije de nuevo, sacudiendo su hombro ásperamente.
Abrió los ojos y me sonrió.
—Brinley —susurró mi nombre.
—Necesito que te levantes.
Negó con la cabeza y cerró los ojos.
—Roderick, necesito que te levantes. Por favor —le supliqué.
Cuando traté de sentarlo en posición vertical, hizo caso a mis esfuerzos. Su
cabeza cayó hacia adelante, y sujetó los lados de su rostro con sus manos.
—Mi auto está a pocos kilómetros de aquí. ¿Crees que puedas lograrlo? Página | 97
—Cualquier cosa por ti. —Se inclinó para besar mi mejilla—. Primero dormir.
Lo dejé recostarse mientras trataba de averiguar qué hacer a continuación. Me
senté a su lado, pasando los dedos por su cabello sedoso y su mejilla en la que
empezaba a asomar barba. Dios, estaba caliente. Necesitaba calmarle la fiebre.
Agachándome hasta las rodillas, rebusqué en mi morral hasta que encontré el
Tylenol que siempre guardaba en el bolsillo delantero. Cuando volví a levantarme,
alcancé a Roderick y lo obligué a sentarse nuevamente. Le di una botella de agua y
dos pastillas, pero simplemente se miró las manos con los ojos vidriosos.
—Abre la boca —le dije, colocando las dos píldoras sobre sus labios. Cuando
las tomó en su boca, llevé mi botella de agua a sus labios y lo insté a beber.
—¿Puedo dormir ahora? —Ya, sus ojos se estaban cerrando.
Me levanté sobre la cornisa y juntos nos acostamos. Apoyó la cabeza en el
hueco de mi brazo y volvió a dormirse con mi mano sobre su cabello.
Roderick
El latido detrás de mi cabeza había mejorado. No se había ido, pero
definitivamente mejoró. Murmullos suaves me sacaron de mi sueño. Cuando abrí
los ojos para encontrar a Brinley a mi lado murmurando suavemente mientras sus
dedos jugueteaban con mi cabello, me acerqué más a ella. Al calor de su cuerpo y
alejado del frío que me rodeaba.
Esto era un sueño. Tenía que serlo. Y no era uno del que estuviera listo para
despertarme.
La suave piel en el dorso de su mano acarició mi mejilla. Aunque, no quería
volver a abrir los ojos, no quería despertar, tenía que mirarla. Para ver el verde
brillante de sus ojos, sus bonitos labios llenos, beberla, hacerla parte de mí para que
nunca más me abandonara.
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—Estás despierto —susurró.
—No —argumenté, presionando mis dedos en su cintura mientras me acercaba
aún más a ella—. Estoy bastante seguro que todavía estoy soñando. —Sonreí—. El
mejor sueño de todos.
—No. —Me besó la frente—. Estás despierto y tu fiebre está mejor.
Eso me llamó la atención. Lentamente, me senté, llevándola conmigo. Presionó
su pequeña forma contra mi pecho y aunque no la empujé, me dolió. Me dolía todo
el pecho, se sentía demasiado apretado. Tosí para aflojarlo, en vano.
—Tenemos que sacarte de aquí —dijo mientras salía de la cornisa que era mi
cama.
—Este es el sueño más raro de todos. —Negué con la cabeza, tratando de
librarme de la niebla.
—No es un sueño, Roderick. —Sonrió—. Puedo agarrar una de tus bolsas de
ropa. ¿Crees que puedes caminar hasta mi auto? Es una caminata larga, pero dejó
de llover. Si estás de acuerdo con eso, puedo llamar a Danny. Sé que nos ayudará.
—Espera, ¿qué?
Brinley estaba aquí, en la cueva. ¿E iba a llamar a Danny?
—¿Danny sabe que estoy aquí también? —El dolor en mi cabeza empeoró, puse
mis manos a cada lado de mi cabeza y gemí.
Ella pasó sus dedos por mi cabello otra vez. Suave, gentilmente. Apenas un
susurro. Pero lo sentí. Directo a mi corazón.
Volví a mirarla, me dolía la visión por el dolor creciente en mi cabeza, pero no
podía apartar mis ojos de ella.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.
—Soy yo —susurró, su boca presionada contra mi frente—. Soy quien te ha
estado dejando mensajes en la pared.
Dejando caer mis manos de mi cabeza, las envolví alrededor de su cintura y la
atraje hacia mí. Apoyé mi cabeza contra su pecho donde su corazón latía
salvajemente, erráticamente.
—Por supuesto que eras tú —murmuré—. Siempre has sido tú.
Sus manos tocaron mi rostro, y besó mi nariz. Y maldita sea, me encantaban
sus besos. Si estaban en mi frente, mi nariz, mis labios. Los quería todos ellos. Todos
sus besos. Página | 99

—Tenemos que salir de aquí —me recordó.


Tomé su mano en la mía y la seguí hasta el piso nivelado donde recogió una
de mis bolsas.
El miedo se apoderó de mí y dejé de moverme.
—No voy a volver a la casa de mi tía.
—No —estuvo de acuerdo con una sonrisa.
La seguí a través del bosque e intenté controlar mis pensamientos, de lo que
había dicho. Ella era la que había estado escribiendo poemas conmigo. La que me
había dejado comida todos los días. Que había limpiado mi ropa y sábanas dos veces
la semana pasada y me había dejado una almohada que no estaba empapada.
Fuego parpadeó contra mi pecho, calentándome de adentro hacia afuera.
Brinley me había cuidado.
Sin embargo, había mencionado a Danny.
—¿Qué hay de Danny?
—Si quieres, puedo dejarte con Danny, pero eso podría ser incómodo. —Tragó,
su garganta esbelta subiendo y bajando con el movimiento—. Estaba pensando que
te quedaras conmigo.
Tirándola hacia mí, bajé la cabeza e incliné mis labios sobre los de ella. El beso
fue suave, tierno, generoso. Gimió contra mis labios y cuando me aparté, tocó mi
rostro con sus dedos.
—Nadie sabe que has estado quedándote en la cueva. Solo yo. —Besó mi
mandíbula—. No le diré a nadie tu secreto —prometió.
Dimos otros pocos pasos, tal vez media docena o más de un millón, pero ya no
podía caminar. Mis piernas estaban pesadas. Mi pecho denso mientras mi visión se
empañaba frente a mí. Extendiéndome, apoyé una mano en un árbol cercano y dejé
caer mi rostro mientras tosía. Brinley estaba a mi lado, frotándome la espalda
mientras me besaba el hombro.
—Necesito sentarme —dije.
Me ayudó a bajar con el rostro reflejando preocupación. Odiaba la
preocupación en sus ojos, odiaba el recuerdo del dolor que había puesto en sus ojos
la semana pasada.
—No te odio —dije, frotándome el pecho—. La semana pasada dijiste que te
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odiaba. No lo hago.
Se sentó a mi lado, mojando su trasero mientras se sentaba en el mismo charco
que yo. Tomé su mano y la apoyé en mi regazo mientras apoyaba mi cabeza en su
delgado hombro. Su pulgar recorrió círculos sobre el dorso de mi mano. Era suave
y dulce y lo sentí por todas partes. Como un incendio sobre mi piel y mi alma. Me
calentó, hizo desaparecer la frigidez.
—Dijiste que lo hacías. —Su voz era baja, dolorida—. Dijiste que me odiabas
pero no tanto como odiabas verme herida.
Dije eso. Las palabras salieron de mis pulmones para aliviar y herir. Porque en
mi pequeño mundo destructivo, me aferraba al dolor y lo extendía. Al igual que ella
lo hacía.
—No quise decir eso. —Suspiré. Me quedé sin aliento, el dolor en mi pecho y
cabeza creciendo, y tosí de nuevo—. Nunca te he odiado. Quería.
—Está bien. —Presionó sus labios contra mi hombro y a través de las capas de
ropa que llevaba, podía sentir el calor. Su calidez—. Me odio lo suficiente por los
dos.
Como si sus palabras me hirieran más que a ella, me incliné y agarré mi
estómago donde el dolor más palpitaba. Soltando la mano de Brinley, abrí la boca y
vomité. La bilis se levantó, mi estómago se convulsionó, y arrojé aún más mientras
la tos sacudía mi cuerpo.
Poniendo mi cabeza entre mis rodillas, esperé a ver si vendría más. Escupí en
el suelo, odiando todo menos a la chica que estaba a mi lado. La chica que me trajo
comida, palabras y paz, incluso cuando pensó que la odiaba. La chica que estaba
sentada a mi lado, abrazando mi cuerpo tembloroso con el suyo.
Cuando volví a mirarla, apoyé la cabeza en mi rodilla doblada y me tocó la
frente con el dorso de la mano.
—Tu fiebre está regresando. —Miró hacia arriba, más allá de las ramas de los
árboles y al cielo—. Va a comenzar a llover muy pronto. ¿Crees que puedes empezar
a caminar de nuevo?
Bajé la cabeza en un gesto de asentimiento. Tomando su mano, me ayudó a
levantarme. Mis piernas todavía temblaban mientras mi cuerpo latía de dolor. Con
su brazo alrededor de mi cintura, caminamos hacia su auto. Fue lento y me dolió
cada paso, pero tenía a la chica, mi chica, colocada a mi lado.
Y esta vez, no la decepcionaría.
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Brinley
Tan pronto como Roderick se sentó en mi auto, le abroché el cinturón de
seguridad, y cuando me cambié rápidamente mis pantalones mojados y llegué al
asiento del conductor, él estaba dormido con la cabeza apoyada contra mi ventana.
Su fiebre había bajado algo, pero nunca lo dejó completamente. Estaba
enfermo, tan enfermo, y no sabía qué hacer.
Si lo llevara donde mi papá, sabía que cuidaría de él. Pero las preguntas
vendrían y descubriría que Roderick había estado viviendo en una cueva. Tendría
que involucrar a la policía y antes que lo supieras, él terminaría de vuelta en la casa
de su tía. El único lugar donde Roderick me dijo que no quería ir.
Él confió en mí. No podía traicionarlo. No lo haría.
En mi casa, lo desperté lo suficiente para meterlo dentro de mi habitación. Página | 102
Nuestros pies estaban mojados y embarrados y también sus pantalones.
Después de quitarme los calcetines y zapatos, limpie el desastre que dejamos en el
suelo. Cuando volví a mi habitación, lo encontré sentado en mi cama con una
expresión desolada en su rostro. Delante de él, me puse de rodillas, le quité sus
zapatos y calcetines y los reemplacé con un par de mis calcetines. Eran rosas pero
cálidos. Lo ayude a acostarse y temblando de nervios, me moví para desabotonar
sus jeans.
Respiró hondo, y luego apartó la cabeza lejos de mí para toser. Esperé a que
terminara. Cuando lo hizo, se desabrochó los jeans y con mi ayuda, se los quitamos.
Revolví su bolso y saqué un par de pantalones cortos. Los deslicé por sus piernas y
levantó su trasero para que pudiera jalarlos por el resto del camino. Se estremeció
cuando pase mis manos sobre su camisa húmeda.
—Necesitamos sacarte esto también.
Sentándose, se quitó la camisa y le di una limpia de su bolso. Me cambié
rápidamente a una de sus camisetas, pero mantuve puestos mis pantalones de yoga.
Cuando él se tumbó de nuevo, lo cubrí con mi colcha. Toqué su frente, sintiendo su
piel afiebrada incluso más caliente que antes.
Suspirando, agarré mi teléfono y llame a mi papá.
—Hola, niña. —Me saludo después de cuatro timbres.
—Hola, papá. —Forcé mi voz para que sonara gravemente.
Desde la cama, los ojos de Roderick se abrieron de golpe. Me incline hacia él,
besé sus mejillas y espere que continuara confiando en mí.
—Oh-oh —dijo—. No suenas demasiado bien
—Estoy enferma. Fiebre, tos desagradable. —Tosí poco convincente que hizo
que los labios de Roderick se extendieran en una sonrisa cansada.
—¿Dolores corporales? —preguntó.
—¿Dolores corporales? —repetí.
Roderick asintió.
—Mi pecho duele —susurró—, se siente muy apretado
Apoyé mi mano en su pecho, pasé mis dedos sobre su camisa.
—Sí, me duele el cuerpo. Mi pecho está realmente apretado. —Me sorbí la nariz
y luego tosí de nuevo—. Mi cabeza está latiendo también —añadí, recordando cómo Página | 103
se agarró los lados de su cabeza como si estuviera preparándose contra algo con lo
que no podía luchar.
—¿Todavía tienes los antibióticos que te dejé la semana pasada?
Salté de la cama y me dirigí a mi peinadora, donde el frasco de pastillas estaba
sin usar. Sacudiéndolo, dije:
—Sí, pero vomité antes. ¿Las píldoras no lo empeoraran?
—Oh, chica. —Cubrió el teléfono para decirle algo a otra persona—. Suenas
miserable. Te diré algo, volveré a casa y te cuidaré.
Ya esperando esa respuesta, dije:
—Deja tu capa puesta, papá. Estoy bien, solo necesito que me digas qué hacer.
—Brinley —advirtió.
—Papá. —Use el mismo tono—. Si te pongo enfermo, entonces faltarás al
trabajo y no podrás salvar vidas —bromeé—. Me voy a quedar en la cama, alejada
de mamá y la enfermera… —Busqué su nombre—… Bridgette, para que nadie más
se enferme. Quédate en el hospital ¿está bien? Solo dime qué necesito hacer.
Resopló.
—Si te pones peor, ¿me llamarás?
—Sí, por supuesto. Y Bridgette estará aquí pronto. Mi propia enfermera
certificada.
—Bueno. —Suspiró.
Sabía que odiaba mantenerse alejado, no cuidando a su pequeña, pero él
respetaba mi independencia. Tenía que respetarla cuando él y mi mamá fueron los
que me la inculcaron. No es que fuera su culpa. O de mi mamá. Solo lo era.
—Me llevé a casa un poco de gelatina la semana pasada cuando empezaste a
sentirte mal —dijo—. Ve si puedes comer eso sin vomitar, entonces toma los
antibióticos con la gelatina. Le pediré a Lindsey que te traiga un poco de sopa de
pollo.
—¿Qué hay de mi fiebre?
—Un baño frío y algo de Tylenol debería ayudar. ¿Qué tan alta tienes la fiebre?
Toqué la frente de Roderick otra vez, y se inclinó hacia mi mano.
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—No sé. No la he comprobado, pero estoy muy caliente
Roderick movió sus cejas hacia mí, y presioné mis labios en una línea delgada,
así que no me reiría.
—¿Has tomado algo para eso hoy?
—Sí —respondí—. Hace tres o cuatro horas
—Toma dos pastillas más ahora, agarra la gelatina. También hay galletas y
Sprite en la cocina
—Por Dios, papá —bromeé —es como si estuvieras esperando un apocalipsis
de la gripe.
Mi papá se rio entre dientes en el teléfono mientras Roderick sonreía.
—Mi hija nunca falta a la escuela. Tuve que estar preparado
—Mantén una estaca lista, por si acaso me convierto en zombi
—Las estacas son para los vampiros —respondió, su tono serio—. Es como si
ni siquiera me escucharas cuando hablo.
Sacudiendo mi cabeza, me reí. Y entonces recordé toser para seguir con el
truco.
—Lo siento, viejo
—¿Estás segura que estás bien sin mí ahí? Podemos ver películas en la sala de
estar. Ya tengo mi esmalte de uñas amarillo.
—Te amo, papá. —Mi corazón se apretó en mi pecho—. Estoy bien. Lo prometo
—Envíame un mensaje de texto para hacerme saber cómo estás después de
comer y tomar tu medicina
—Bueno.
Después de colgar el teléfono, dejé a Roderick en mi cama para agarrar galletas,
gelatina y un vaso de Sprite como mi papá me dijo. Llevándolo de vuelta a mi
habitación, me estremecí cuando escuché a mi mamá gritar. Algo chocó contra la
pared y corrí el resto del camino, sin parar o comprobar si ella iba dejar su
habitación.
—¿Que fue eso? —preguntó Roderick cuando me senté en la cama a su lado.
Lo ayudé a sentarse y apoyé algunas almohadas detrás de él para apoyarse.
—¿Hmm? —pregunté, sin mirarlo a los ojos—. ¿El gato del vecino, quizás?
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Los ojos azules se clavaron en mí, así que desvié mi atención de él. Lejos de su
rostro y su mirada curiosa.
—Aquí. —Le tendí dos pastillas para su fiebre y un vaso de Sprite.
Mirándome, tomó las pastillas y se las trago. Después de abrirla, le entregué la
gelatina y una cuchara. Comió lentamente, como si cada trago doliera más que el
otro. Cuando me lo devolvió, trató de acostarse de nuevo, pero lo detuve.
—Más medicina —le recordé.
Tomé un antibiótico de mi peinadora y lo puse contra sus labios, cuando lo
tomó en sus labios separados, su boca rozó contra la punta de mis dedos. La
sensación se disparó a través de mi cuerpo, haciendo temblar mis extremidades.
—Mi papá dijo que deberías tomar un baño helado —dije.
Gimió, cerrando los ojos mientras se tendía de vuelta en mi cama.
—¿Tal vez después? —ofrecí.
—Sí, después —dijo.
Sus ojos se abrieron repentinamente, y saltó de mi cama. Arrodillándose en el
suelo, revolvió en su bolso y entonces sostuvo su cepillo de dientes como si fuera
una especie de victoria.
—Enseguida vuelvo. —Me dio una sonrisa tímida que le devolví
Unos pocos minutos después, se arrastró de vuelta a mi cama un poco más
lento que cuando se había dirigido a mi baño para lavarse los dientes.
—Acuéstate conmigo —dijo pero sonó como una pregunta
—Sí, está bien
Después de bloquear la puerta de mi habitación, me deslicé en la cama junto a
él. Se me acercó, colocó un pesado brazo sobre mi cintura mientras se acercaba más.
Calor irradiaba de su cuerpo, y su cálido aliento cayó sobre mi rostro cuando apoyó
su cabeza en mi brazo. Inclinó la cabeza para toser, cubriendo su boca con un puño
cerrado.
—Todos saben que una buena enfermera duerme con su paciente —dije
cuando me miró de vuelta.
Él sonrió, y fue la misma sonrisa que recordaba de tantos años atrás. Antes que
sus padres murieran y la tragedia hubiese arañado con sus crueles dedos por su
vida. Página | 106
Pasé mis manos sobre su pecho caliente, suavizando la piel de gallina con cada
pasada.
Cuando me devolvió la mirada, llevé mis dedos a su cabello. Cerrando sus ojos,
gimió. Dios, me encantó ese gemido.
No era de dolor, sino de placer. Placer que yo le había traído.
Brinley
Dos fuertes y rápidos golpes en mi puerta nos sobresaltaron a Roderick y a mí
hasta despertar.
—Brinley —llamó la ahora familiar voz de Bridgette.
—Mierda, tu mamá —susurró Roderick, tratando de salir corriendo de la cama.
—No es mi mamá. —Lo calmé, tocando su brazo, lo que me alegró descubrir
ya no se encontraba caliente al toque—. Sí —respondí.
—Tu papá dijo que no te sientes bien —respondió a través de la puerta
cerrada—. Me pidió que te revisara y te recordara que Lindsey trajo sopa.
—Estoy bien. Mejor —dije rápidamente—. Gracias.
—Has estado tosiendo por horas. Suena bastante mal —continuó—. Tenemos Página | 107
medicina para la tos en la despensa que puedo traerte.
—No. —Me apresuré—. No quiero que tú o mamá se enfermen. Yo me
prepararé la sopa. Gracias, Bridgette —dije una vez más, esperando que entendiera
la indirecta y se fuera.
Cuando escuché los pasos desvanecerse, le pregunté a Roderick si debería
darle alguna medicina para la tos.
—Tu tos es muy mala. Casi suena como a un elefante muriendo.
—¿Has escuchado a muchos elefantes morir? —preguntó, levantando una ceja.
—Uno o dos cuando mucho —respondí con una sonrisa.
Tocó su estómago.
—No creo que pueda soportar más medicina.
—Lindsey trajo sopa de pollo. Eso quizás ayude.
—Sí, está bien. —Tomó mi mano y la presionó contra su rostro. Yo deslicé mi
pulgar por su mejilla—. ¿Quién es Lindsey?
Me sobresalté, una descarga eléctrica corrió por mi columna hasta mis pies.
—La novia de mi papá. Mis padres se están divorciando —dije como si no
importara. Como si los papás tuvieran novias antes de divorciarse.
Deslizó su mano sobre mi brazo, y cuando tocó mis muñecas llevó mi mano a
sus labios donde colocó un beso en mi mano abierta. Me derretí un poco por dentro,
queriendo recostarme junto a él, donde estaba a salvo. Donde nada importaba más
que nosotros.
—¿Quién es Bridgette? —preguntó.
—La nueva enfermera de mi mamá.
—¿Tu mamá era la que gritaba antes?
Saqué la barbilla, obligué a mi labio inferior a no temblar. En los últimos cuatro
años, había sido tan cuidadosa de no dejar entrar a nadie. No permitir que nadie
viera. Ahora con Roderick quedándose conmigo por quien sabe cuánto tiempo, él
escucharía todo. Sabría todo.
—Sí —respondí, mis ojos mirando duramente a su rostro como si pudiera ver
a través de él—. Y los gritos empeorarán por la noche. Si no puedes soportarlos,
puedes regresar a la cueva.
Se levantó, colocó sus brazos alrededor de mí, y me tomó en un fuerte abrazo Página | 108
mientras besaba el costado de mi cabeza. Un beso, otro, y luego otro.
Cuando rozó sus labios sobre mi oído, susurró:
—Estoy aquí. No me iré a ninguna parte.
Excepto que eventualmente tendría que irse. No podía ocultarlo por siempre.
Él regresaría a la cueva o a casa de su tía. Y de nuevo, no tendría a nadie que me
sostuviera mientras mi vida continuaba desmoronándose.
Roderick
Los gritos se hicieron más fuertes. Gritos que hacían temblar las paredes, y la
gran habitación de Brinley se sentía pequeña.
Sostuve a Brinley cerca de mí, le pasé las manos por el brazo y la espalda. Su
respiración era ruidosa, y sus ojos cerrados mientras su rostro estaba apretado por
el dolor.
Un fuerte golpeteo sonó en la puerta. Brinley se estremeció, envolvió sus
brazos alrededor de su cuerpo, todo mientras mantenía sus ojos dolorosamente
cerrados.
—Señora Crassus. —Una voz calmada en el otro lado—. Vamos a llevarla de
vuelta a la cama.
Su madre se lamentaba. Sus gritos atormentados espesaron el aire. Duró Página | 109
minutos, horas. Su mano golpeó la puerta, exigiendo entrar.
—Está cerrada —susurró Brinley, su voz temblorosa—. Cerrada. Cerrada. —
Repitió las palabras para sí misma, mientras la sostenía.
—Te tengo, nena —dije.
La abracé, mientras ella se aferraba a sí misma. Cuando se detuvo, cuando la
enfermera finalmente convenció a su madre de que volviera a su habitación, sentí
que Brinley temblaba a mi lado.
—Nena —susurré contra su sien.
Pero era como si no pudiera oírme. Siénteme. Mírame.
Le pedí que pusiera su cuerpo sobre el mío, donde se acurrucó contra mí con
la cabeza enterrada contra la hendidura de mi cuello. Sujetándola, le hablé
suavemente al oído. Palabras de esperanza, de aliento. Un recordatorio de que
estábamos juntos. Luchando contra nuestros demonios, nuestras batallas juntos.
Desesperadamente juntos.
—Vuelve a mí, Brinley —Le peiné el cabello hacia atrás, pasé mis dedos por los
largos mechones en su espalda.
Continuó temblando. Seguí hablando, tocándola. Para asegurarme de que
todavía siguiera aquí, conmigo.
—¿Roderick? —Sonó muy pequeño. Incierto.
Su rápido aliento flotó sobre mi cuello. Cuando su cuerpo se puso rígido de
repente, se movió para alejarse, pero me aferré con más fuerza.
—Quédate conmigo —le dije.
La sentí asentir y la sostuve imposiblemente más cerca de mí.

****
Cuando mis ojos se abrieron, inmediatamente eché de menos la calidez de
Brinley sobre mi pecho, su cabeza descansando junto a mi garganta, y su aliento
golpeando mi piel. En vez de eso, todo lo que tenía a que aferrarme era al furioso
dolor en mi cabeza y cuerpo.
Usando mi camisa y mis pantalones de yoga que se aferraban a sus ligeras
curvas, salió de su baño con un aspecto fresco y hermoso. Me senté, la alcancé, y ella
fue a mis brazos sin dudarlo, apoyando su barbilla sobre mi cabeza mientras Página | 110
presionaba el lado de mi rostro contra su pecho. Mis dedos cayeron bajo su camisa,
sobre la suave superficie de su espalda. Se estremeció.
—Te ves bien con mi camisa —le dije.
—Y tú te ves horrible.
—Esa es mi chica —le contesté, disfrutando de la forma en que su corazón
revoloteaba contra mi oreja—. Siempre bajándome un poco, de vuelta a la realidad.
Ella se alejó, así que puse mis manos sobre su cintura donde las dejé.
—¿Soy tu chica? —preguntó.
—No lo sé. —Tragué y puse una mueca de dolor cuando me dolió—. Tal vez.
¿Sí?
Sosteniendo mi rostro con sus manos, se inclinó y besó mis labios. Quería
quedarme allí, mantener nuestras bocas unidas entre sí, pero ella rompió el beso
rápidamente.
—Quiero ser tu chica —dijo un poco sin aliento.
—Está bien. —Resoplé pero me volteé cuando tuve que toser.
Me frotó una mano en el pecho. Tomé su mano, la presioné donde más me
dolía, sabiendo que ella haría que doliera menos.
—¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Mejor. —Me pasé una mano por la garganta cuando volví a tragar—. Gracias
por traerme ayer. Por traerme aquí y cuidar de mí.
—Tú también te ocupaste de mí.
—Porque eres mi chica. —Mi mano temblaba, pero hice retroceder el miedo.
Estaba cansado de estar asustado, de estar solo, de esperar a que la tierra se separara
y me llevara, como se olvidó de llevarme cuando mis padres murieron. Quería ser
feliz. Quería esta vida con esta chica.
Apreté la mandíbula, luché contra las lágrimas que amenazaban con
derramarse.
—Eres mi chica en este feo mundo. Haces que todo sea mejor. —Le pasé las
manos por la cintura, le rocé los lados de los pechos y le puse las manos en el cuello—
. Haces que valga la pena pasar por el dolor. Me haces sentir completo, que es algo
que no he sentido en años, así que voy a aferrarme a ti, a cuidarte.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado. Página | 111
—¿Porque soy tu chica?
—Sí.
Ella sonrió. No era una de las falsas, sino una verdadera sonrisa que tocó sus
ojos y de alguna manera los hizo lucir más verdes. Mis entrañas se apretaron, pero
cuando ella apoyó una mano en mi frente, dio un paso atrás. Demasiado lejos para
que yo la tocara.
—Todavía estás caliente. —Tomó dos pastillas más de su tocador y me las dio.
—¿No dijiste que era sexy? —la corregí, amando la forma en que sus mejillas
se sonrojaban ante mis palabras.
Puso los ojos en blanco y sacudió su cabeza. Una llamada vino de su puerta y
ella se cubrió la boca mientras sus ojos se dirigían de la puerta hacia mí.
—¿Brinley? —dijo una voz ronca detrás de la puerta.
—Es mi padre. —Me empujó hacia el baño—. Ya voy —dijo.
Dejándome sentado en el inodoro, volvió a su habitación, dejando la puerta
ligeramente abierta.
—¿Cómo te sientes, hija?
Ella murmuró algo, probablemente presionada contra él en un abrazo.
—Bridgette dijo que estuviste tosiendo toda la noche.
—Sí —dijo ella—. Pero pude dormir un poco.
—Hoy te quedarás en casa y no irás a la escuela. ¿Por qué no te quedas en la
cama por mí?
—¿De verdad? —La imaginé cruzando sus brazos sobre su pecho—. ¿Por qué?
—Solo quiero escuchar los pulmones de mi hija. No estoy seguro de que lo
hayas oído, pero soy una especie de médico.
Ella resopló y luego tosió. Sonaba forzado, y meneé la cabeza ante ella. Era una
actriz horrible, me preguntaba por qué no pude ver a través de su fachada antes. Por
qué no me había dado cuenta de que me necesitaba tanto como yo a ella. Por qué no
había visto nuestro miedo compartido.
—Tus pulmones suenan claros. Se lo haré saber a Bridgette. Estaba preocupada
por ti. Sigue tomando los antibióticos. ¿Cómo está la fiebre?
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—Viene y se va —dijo.
—¿Y pudiste comer la sopa que hizo Lindsey?
—Sí, dale las gracias de mi parte.
—Lo haré. —Se detuvo, respiró hondo—. ¿Por qué cerraste la puerta anoche?
Siguió el silencio y todo lo que pude oír fue el martilleo en mi cabeza.
—Mamá vino a mi puerta.
—Oh nena. —Murmuró algo que no pude oír—. Ven a vivir conmigo, Brinley.
Aléjate de todo esto—suplicó—. Es lo que mamá quiere. Es lo que quiero.
—Papá —advirtió ella.
Lo oí besarla.
—Piénsalo. Por favor. ¿Puedes hacer eso por mí?
—Claro.
—Te quiero, hija.
—Yo también te quiero. ¿Por qué no te quedas en casa de Lindsey, para que
puedas descansar un poco antes de volver a trabajar esta noche?
—¿Qué hay de ti? —preguntó.
—Tú mismo lo dijiste, mis pulmones están limpios. Tengo sopa, medicina y
una cama. Ahora necesito que mi padre duerma un poco antes de que se ponga la
capa, así no tengo que preocuparme por él.
Otra vez silencio.
—Le pediré a Bridgette que se quede, para que ella pueda estar con tu mamá y
tú puedas descansar. —Su voz sonaba afligida, como si quisiera hacer algo más que
lo que ella le estaba pidiendo. Y lo odiaba por escucharla, por apartarse de ella
cuando supuestamente estaba tan enferma, pero también por el alivio de que se
fuera.
—Ella ayudó mucho anoche —dijo Brinley—. Me alegro de que la hayas
contratado.
—Sí. —Fuertes pisadas resonaron en el piso de madera, lejos del baño y hacia
la puerta de su habitación.
Esperé a que ella viniera a buscarme, para hacerme saber que era seguro salir,
cuando oí que la puerta se cerraba. Cuando no lo hizo, fui a verla. Sus hombros se Página | 113
encorvaron hacia delante. Su rostro desgarrado por la agonía, pero maldita sea, hizo
que se viera bella y rota.
Sentado a su lado, la rodeé con mis brazos y la puse en mi regazo. Se me acercó
voluntariamente, abrazando mi cuello mientras apoyaba su cabeza en mi hombro.
Sus dedos trazaron la parte posterior de mi cuello hasta mi cabeza, donde comenzó
a jugar con mi cabello.
—Me gusta tu cabello —dijo ella.
—Me gusta que juegues con mi cabello.
Nos quedamos así por un buen rato. Su tenso cuerpo eventualmente se relajó
sobre el mío, se amoldó contra mí, y supe que esto era todo. A donde ella pertenecía.
A donde yo pertenecía.
Se bajó de encima cuando empecé a toser de nuevo. Frotando mi pecho, me
apoyé en una de sus almohadas que olía a ella. Igual que la almohada que me dejó
en la cueva. No podía creer que no me hubiera dado cuenta de que ella era la que
escribía conmigo cuando estaba grabado por toda la cueva.
Los sándwiches que hizo, el olor que dejó atrás, la bonita letra y la tristeza que
estaba empezando a ver.
Necesitando tocarla, tomé su mano cuando se sentó en la cama a mi lado.
Apoyó su cabeza en mi hombro y yo pasé mis dedos por su cabello.
Se sentía como en paz, como la felicidad.
Se sentía como si hubiera sido creada solo para mí. Mía.
—¿Qué le pasa a tu mamá? —le pregunté.
Se enderezó, se levantó de la cama rápidamente y corrió los pocos pasos hacia
la puerta. Aunque mi cuerpo protestó, la seguí.
Con la mano en el pomo, me miró y me preguntó:
—¿Qué quieres para desayunar?
Puse mi mano sobre la suya, sin dejarla abrir la puerta.
—Háblame.
Su rostro cayó, su cabeza se inclinó. La abracé, la sostuve cuando su cuerpo
empezó a temblar. Las lágrimas cayeron, mojando mi camisa donde descansaba su
cabeza. Se aferró a mí, con los dedos pegados a la parte de atrás de mi camisa, y me
aferré a ella. La sostuvo erguida. La mantuve unida. Página | 114
—Está enferma —susurró contra mi garganta—. Su cerebro está enfermo y creo
que el mío también.
Brinley
Ya está, lo dije. Las palabras que más temía.
Mi mamá estaba enferma, y había muchas posibilidades de que yo también lo
estuviera. Me lo había dicho ella misma innumerables veces. La enfermedad en su
cerebro era genética. Fue implacable en su persecución para llevarse a mi madre.
Para quitarle todo lo bueno que una vez fue.
Un día, podría venir por mí, y no habría nada que pudiera hacer para evitarlo.
—Ella estaba bien cuando yo era más pequeña. No había signos de que su
cerebro estuviera enfermo y empeorando. —Me acurruqué en su pecho. Me frotó la
espalda con pinceladas largas como si estuviera creando una especie de obra
maestra en mi espalda. Como si pudiera pintar sobre lo feo y hacerme bonita. Me
sentí bien al ser sostenida, me sentí bien al decir finalmente lo poco que tenía, así Página | 115
que continué—: Fue como si se hubiera apagado un interruptor. Nos fuimos a la
cama como una familia feliz y normal y cuando me desperté, mis padres habían
desaparecido. —Suspiré con fuerza—. Durante la noche mi mamá tuvo el primero
de muchos episodios. Yo no la había oído gritar esa noche, y mi papá le quitó
importancia para que no me preocupara, pero tú la oíste anoche. Grita, se lastima,
tira cosas. Es como si algo dentro de ella estuviera roto, así que nos ataca para
disminuirlo. No ayuda, nada ayuda.
Rozó sus labios en mi oreja, besó la punta.
—¿Está tomando algo para eso? ¿Hablando con alguien?
Me alejé de él, puse mis manos abiertas sobre mis caderas y lo miré fijamente.
¿Qué pensaba? ¿Que mi padre no había intentado todo para recuperar a la mujer
con la que se casó?
Levantó las palmas de sus manos hacia mí.
—Lo siento —dijo—. Solo estoy tratando de entender.
—¿Entender qué? —espeté.
—Brinley. —Suspiró mi nombre, con los ojos rojos y cansados—. No quiero
pelear contigo. Quiero luchar contigo. ¿Te acuerdas? Desesperadamente juntos.
Quería eso, que estuviéramos juntos en esto. Pero las palabras en la pared de
una cueva eran diferentes cuando se intentaba hacerlas fructificar. Pero podría
intentarlo. Al menos podría decir que lo intenté, incluso si Roderick no terminó a mi
lado cuando lo sabía todo.
—Toma pastillas, va al médico, y no sé... tal vez ayude. Tal vez las cosas serían
peores si ella no estuviera haciendo esas cosas. Pero no hay nada que puedan hacer
por ella, excepto hospitalizarla. —Me miré las uñas de los pies sin pintar—. Mi papá
no quiere hacer eso todavía. Con el tiempo llegará, pero ella todavía tiene días
buenos, y ambos quieren que disfrute de esos días buenos libremente, no atrapada
en un hospital. —Cuando levanté la mirada hacia él, no fue miedo o repugnancia lo
que empañó sus rasgos, sino la tristeza y la preocupación.
—Está despierta toda la noche gritando y llorando y golpeando tu puerta. —
Parecía enfadado—. Estás aterrorizada de ella. ¿Qué pasa si ella entra?
Me tranquilicé, respiré profundamente.
—Cuando no cierro la puerta, cosa que nunca había hecho antes de anoche, ella
entra. A veces me grita. —Salió desafiante—. A veces me tira cosas. —Mi tono bajó—
. A veces me pega. —Mi voz se tambaleó. Página | 116
El horror le atravesó el rostro. Ahí estaba, el golpe que lo alejaría.
—¿Y tú? —preguntó.
Parpadeé las lágrimas, pero aun así algunas cayeron.
—Lo tomo. Lo que sea que haga, lo tomaré.
—¿Qué? —Sus labios apretados, sus puños temblaban a los lados—. ¿Por qué?
¿Por qué tu papá no lo detiene?
—¡No puede detenerlo! —grité, mi propia ira tomando el control—. Trabaja y...
—¿... y te deja sola para que te defiendas tú sola? —Su voz se elevó con la mía,
ambos luchando entre sí.
No juntos. Nunca juntos. Todavía éramos enemigos, incapaces de formar la
tregua que dijimos que queríamos, para poder luchar juntos.
—¿Qué más se supone que debe hacer? —Lo empujé para que se sentara en mi
cama. Abrazando mi almohada a mi estómago, le dije—: Dime, Roderick. ¿Qué más
se supone que mi papá debe hacer?
—Protegerte —susurró.
Protegerme. De la mujer que una vez me dijo que me amaba más que a nadie
en el mundo. La mujer que dijo que el día que fue elegida para ser mi mamá fue el
mejor día de su vida.
—Él no sabe que ella me pega. Además, me protejo.
—No —contestó—, no lo sabes. Acabas de decir que aceptas lo que ella te haga.
Se sentó a mi lado, rozó su muslo contra el mío. Me alejé de él, no mucho, pero
se dio cuenta y se alejó de mí.
—¿Por qué lo tomas? —preguntó—. Cierra la puerta como anoche, o mejor aún,
vete a vivir con tu papá cuando se mude.
—No puedo defenderme cuando ella no puede defenderse, y no puedo luchar
contra ella cuando ella lucha contra sí misma. No la dejaré, al menos no hasta que
vaya a la universidad en Los Ángeles.
—¿Por qué?
—Soy su hija.
Me miró fijamente, esperó a que yo continuara.
—¿No lo entiendes? Esa podría ser yo algún día, completamente perdida en mi Página | 117
propia mente. Esa podría ser yo, Roderick. Necesito saber a qué me enfrento.
¿Ese terror que vi antes? No era nada comparado con su expresión ahora.
—Es genético —presioné—. Mi mamá puede pasármelo como mi papá me dio
sus ojos verdes.
Su boca se abrió, el pulso en su cuello se aceleró. Se iría pronto, huiría del
verdadero monstruo. El que se escondía del mundo. Presioné más fuerte.
—Me hago la prueba todos los años —dije—. Mi papá y los doctores hablan a
solas en la oficina, pero él me diría si algo estuviera mal. Así que por ahora, es seguro
decir que todo parece normal, pero mi mamá me dijo que realmente no saben lo que
están buscando. Podría llegar sin avisar, como le pasó a mi mamá.
—Podría. —Tomó mi mano floja en la suya—. No significa que lo hará.
Le di media sonrisa.
—¿Vas a arriesgarte y averiguarlo?
—Sí.
Levanté mi mano de su agarre, pero solo lo hizo agarrarme con más fuerza.
—Te lo dije, eres mi chica, y estamos juntos en esto.
—No hay juntos en esto. —Miré nuestras manos unidas. Era una locura lo bien
que encajaban nuestras piezas rotas—. Solo soy yo. No tú, ni mi papá, ni mi mamá.
Cuando…
—Sí —corrigió él—. No hay cuándo, solo si. Puede que no suceda.
—Y viviré el resto de mi vida con miedo, pensando que podría hacerlo.
Frunció el ceño.
—No puedes vivir así, nena. —Me besó la mano—. Tienes que vivir, sólo vivir.
Lo que sea que vaya a pasar, pasará aunque te pases la vida preocupándote por ello.
Me burlé.
—Vivir, ¿eh? ¿Has hecho mucho de eso desde que murieron tus padres?
Se estremeció.
—No —continúe, ignorando la expresión de dolor que tenía—. Te aislaste, para
que nadie más pudiera alcanzarte y herirte. Por eso te gusta estar solo, ¿no?
—Dijiste que ya no tenía que estar solo.
Herir. Dolor. En eso era buena. Lo que sabía hacer.
—Perdiste a tus padres y eso apesta. No hay vuelta atrás, pero quizá te guste Página | 118
ese tipo de dolor. ¿Así que ahora vas a perseguir a una chica que te dejará a ti
también? Eso es lo que haré, Roderick. —Esta vez me dejó quitar mi mano de su
agarre—. Cuando mi cerebro tome el control, cuando yo también me enferme, solo
habrá destellos cortos donde esté mejor, donde sea yo otra vez. Entre esos tiempos,
me olvidaré de ti. A todos.
—¿Por eso lo hiciste, entonces? —Se frotó las manos sobre las rodillas—. ¿Por
eso alejaste a tus amigos? ¿Porque hiciste nuevos con gente que no te gusta?
—No quería que nadie supiera nada de lo que estaba pasando —respondí.
—Así que, eso es todo. ¿Simplemente vas a esperar por algo que podría no
llegar? ¿Vas a rendirte antes de intentar pelear?
Gruñí. ¿No lo entendía? No podía luchar contra algo que no podía ver, ni oír,
ni sentir.
—¿Qué queda por luchar? —le pregunté.
—Yo. Nosotros.
Se levantó de la cama tosiendo y caminó hacia el otro lado de la cama. Después
de empujar hacia atrás el edredón, se subió y apoyó la cabeza en la almohada. Dio
unas palmaditas en el espacio vacío a su lado.
No debí haber ido con él. Lo supe incluso cuando me acosté frente a él.
Tenía las mejillas rojas y los labios agrietados. Después de poner su mano en
mi cintura, cerró sus párpados donde las pestañas oscuras besaban su piel.
Acercando su cuerpo al mío, envolvió un brazo sobre mi cintura y apoyó su
palma contra mi espalda.
—Déjame pelear contigo —susurró.
Quería luchar conmigo. Por mí. Por nosotros. Desesperadamente juntos.
Presioné un beso contra el costado de sus labios. Sus ojos se abrieron.
—No estoy lista para rendirme —le susurré de vuelta—. Lucharé contigo, pero
si pierdo, tienes que prometerme...
—Nunca te dejaré —me interrumpió.
—Eso no es lo que iba a decir.
Se rio entre dientes cuando le entrecerré los ojos y luego giró su rostro para
toser. Página | 119
—Lo sé —dijo, cuando me enfrentó de nuevo. Pero dejarte no es una opción.
—¿Y si te dejo primero?
El miedo se apoderó de mi corazón, lo retorció hasta que me dolió.
—Te encontraré y te traeré de vuelta.
Brinley
La fiebre de Roderick finalmente bajo, pero su tos solo empeoró. Para el jueves,
estaba preocupada, pero él no escuchaba a razones y se negaba rotundamente a
llamar a su tía para que pudiera llevarlo al médico.
Ella sabía que estaba enfermo porque le había enviado un mensaje de texto el
martes para avisarle que tenía que faltar a la escuela. Ella le envió un mensaje de
inmediato y luego lo llamó. Él ignoró ambos.
Lo presioné para obtener respuestas. Cuando no cedí, cerró los ojos, se acercó
a mí y se quedó dormido con mis dedos en su cabello. Odiaba que no me hablara,
odiaba que no confiara en mí, pero por ahora lo dejaría hasta que se sintiera mejor.
Entonces, lo haría hablar conmigo, decirme por qué ya no vivía con su tía.
Podía quedarse conmigo todo el tiempo que necesitara, no era por eso que Página | 120
hacía las preguntas que él no quería responder, solo quería que supiera que estaba
allí para él de la misma manera que me mostró que podía confiar en él.
En mi cama, que ahora olía a él, apoyé mi cabeza en su pecho mientras miraba
nuestra asignación de grupo. Habíamos trabajado en ello durante toda la semana y
finalmente teníamos nuestro poema que entregaría cuando regresara a la escuela
mañana.
No estaba loca por volver sin él. No estaba loca por dejarlo aquí solo.
Pero él quería que yo fuera, para poder ir al Baile de Otoño el sábado sin que
ninguno de los maestros me preguntara por qué había faltado a la escuela pero podía
ir al baile. No entendía que ya no tenía ningún deseo de ir al baile. No sin él.
Danny podría encontrar a alguien más. Ya le había advertido que
probablemente tendría que hacerlo.
Aunque Roderick dijo que estábamos en esto juntos, tenía una forma de
esconderse donde no podía alcanzarlo. Intenté y seguiría intentando, pero él lo hacía
difícil. Casi imposible.
Girando el papel, me mostró su obra de arte en nuestra asignación.
En lugar de borrar las palabras que no usamos, Roderick dibujó remolinos en
la página. Gruesos diseños morados que parecían olas chocando en la orilla de la
playa. Juntos, habíamos rodeado las palabras para distinguir nuestro poema, pero
las palabras no se relacionaban con él. Eran mías, otro regalo de Roderick para
ayudarme.
Miedo de mostrar mi profundidad
Yo uso mi frivolidad
como un escudo
Tenía miedo de entregar algo tan honesto, pero sabía que lo haría ya que era
una de las cosas que nos unieron a Roderick y a mí. Era especial, algo que guardaría
y atesoraría para siempre.
—Te ves bien —le dije, plantando un beso en su pecho.
—Tú te ves mejor.
Levanté la cabeza cuando él se giró para toser. Cuando terminó, inspiró unas
cuantas veces mientras inclinaba su cuerpo hacia mí.
Se me acercó y frotó su pulgar sobre el puente de mi nariz.
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—Te estás causando las primeras arrugas —dijo—. Deja de mirarme de esa
forma.
—Tu tos suena horrible.
Se frotó el pecho pero sonrió.
—Estoy bien.
Después de agarrar un medicamento para la tos y obligarlo a tomar un poco,
me acosté y me acurruqué a su lado. Sus dedos encontraron mi cintura y se acercó
más a mí. Me encantó la forma en que lo hizo. La forma en que parecía que nunca
podría sentirse lo suficientemente cerca de mí.
—Cuando vuelva a la escuela, voy a ver al consejero así poder aplicar para ir a
UCLA —dijo.
—¡Ahí es a donde voy! —grité.
Se rio entre dientes mientras pasaba un mechón de cabello detrás de mí oreja.
Sus dedos se demoraron, hizo un par de dulces pases por mi mejilla.
—Lo sé —dijo—. Es por eso que estoy aplicando allí.
Me chupé el labio inferior cuando el calor golpeó mis venas y se extendió por
mi pecho.
—¿Cómo sabías que iba allí?
—Solo se lo dijiste a toda la escuela el año pasado cuando recibiste tu carta de
aceptación —respondió.
Me reí.
—Lo hice, ¿verdad? ¿Aplicaste en algún lugar el año pasado?
—Algunas universidades.
—¿Dónde entraste? —le pregunté, sabiendo que él habría sido aceptado en
cualquier lugar en el que aplicara. Sus calificaciones siempre habían sido mejores
que las mías, y las mías eran bastante buenas.
—Obtuve una beca completa en la Escuela de Arte de San Diego. —Se encogió
de hombros.
Mis ojos se ensancharon.
—¿Una beca completa? Roderick, no puedes renunciar a eso para ir a UCLA.
¡Eso es… eso es una beca completa! En una escuela de arte. Lo harías increíble allí.
—Lo haría mejor cerca de ti. Página | 122
—¿Puedes dejar de ser dulce por un segundo y pensar en esto? —lo regañé.
Él sonrió y, a pesar de lo que dije, me derretí un poco más por dentro.
—No vas a conseguir una beca completa para UCLA a estas alturas del partido.
—Entonces solicitaré ayuda financiera el primer año y una beca el próximo año
—argumentó.
—Quiero estar contigo. —Pasé mis dedos por su cabello—. Quiero estar
contigo demasiado, pero no tiene sentido desperdiciar tu beca.
—Tiene aún menos sentido tirar por la borda lo nuestro.
Dios, este chico. Sus palabras. Me mató. Se abrió paso a través de mi corazón.
Nunca tuve una oportunidad contra él.
—No nos estaríamos alejando —repliqué—. Visitaría San Diego todo el tiempo
y tú me podrías visitar en L.A. hasta que puedes ir a UCLA.
—Podríamos hacer eso. —Me besó la nariz—. O podríamos mudarnos juntos,
alquilar un apartamento en L.A. e ir a la misma universidad.
—Sí. —Bufé—. Tu idea suena mucho mejor.
—Por supuesto que sí —estuvo de acuerdo—. Ahora ve a dormir. Tienes clase
mañana.
—Tan mandón.
Bostecé. Esta vez fueron sus dedos los que jugaron con mi cabello. Y cuando
me dormí, no escuché los gritos de mi mamá. No escuché el eco de un futuro que
temía.
Todo lo que escuché fueron los suaves sonidos de la respiración de Roderick
en mi oído.

Página | 123
Roderick
La habitación de Brinley era bonita. Sencilla y cálida, muy parecida a su letra,
pero sobre todo a Brinley.
Tenía sus razones para alejar a la gente. Si bien no entendía por qué lastimaba
a la gente cuando nunca la hacía sentir mejor, suponía que ese era el punto. Ese era
su castigo. Ridiculizaba a otros y era quien más sufría.
Se odiaba a sí misma. Recordé que me dijo eso cuando caminábamos hacia su
auto desde la cueva. Sin embargo, no podía dejar que se odiara a sí misma, no
cuando había tanto que amar sobre ella.
Amor. Sí, la amaba. Siempre lo había hecho. Había sido mi mejor amiga en un
momento dado y aunque me dejó ir, no creo que realmente lo haya aceptado. En
cambio, traté de odiarla como una forma de mantenerla en mi vida. Página | 124
Ridículo, ¿verdad? Cómo rechazamos a las mismas personas que podrían
ayudarnos.
Sabía que ella intentaría alejarme cuando las cosas se ensuciaran otra vez,
cuando la hice hablar sobre cosas de las que no quería hablar. Estaría allí para
presionarla porque eso es lo que hacías cuando amabas a alguien. No te rendías con
ellos. No los dejabas rendirse con ellos mismos.
Te apartabas hasta que aprendían la comodidad de apoyarse en alguien en que
pudieran confiar. Retrocedías hasta que se veían por lo que realmente eran. Dignos
del amor de los demás y de ellos mismos.
Descansando en su cama, me rodeé con su olor mientras escribía en un
cuaderno que me dio. Escribir no era solo una obsesión para mí sino una especie de
purga. Era la única forma en que podía dar voz a todo lo que había ocultado.
Brinley y yo teníamos eso en común. Nos escondíamos bien. Tan bien, de
hecho, que no me di cuenta de lo mucho que no quería estar solo hasta que me dio
alguien con quien hablar. De la misma forma que no se daba cuenta de lo mucho
que se odiaba a sí misma hasta que encontró su pasión en la escritura. Al menos, eso
es lo que me dijo. Que a través de poner las emociones en el papel, descubrió cuánto
le disgustaba la persona en la que se había convertido. Esa sensación creció y creció
hasta que sintió que no podía vivir en su propia piel.
No escribíamos palabras. Las sangrábamos. Eran esas palabras las que corrían
por nuestras venas y nos devolvían a la vida. Nos traían de nuevo a la vida del otro.
Y ahora que la tenía, no podía dejarla ir. A pesar de sus advertencias de lo que podía
depararnos el futuro. Eso no significaba que no estuviera aterrorizado. Estaba más
que aterrorizado. La idea de perderla, ya fuera por ella misma o por otra persona,
me paralizaba.
Por ahora, la tenía. Por ahora, era mía y lo mantendría así para siempre si
podía.
Me pregunté qué tan diferente sería la escuela cuando volviera. ¿Caminaría
conmigo por el pasillo, tomaría mi mano y se acurrucaría contra mi pecho? ¿Me
dejaría besarla delante de todos? ¿Tendría alguien con quien sentarme durante el
almuerzo?
Una sonrisa se dibujó en la esquina de mis labios, y me imaginé siendo el que
la acompañaba al baile de otoño mañana. Me imaginé su suave figura presionada
contra mí mientras bailábamos bajo las parpadeantes luces de cualquier salón que
la escuela hubiera alquilado. Su rostro apretado contra el mío con mis manos Página | 125
corriendo por su espalda mientras sus dedos jugaban con mi cabello.
Sería la noche perfecta, excepto que nunca sucedería. Todavía estaba enfermo
y no tenía traje. Aunque nos abrazábamos en la privacidad de su habitación, no
estaba seguro de que quisiera que la vieran conmigo en público. Seguía siendo el
marginado de la escuela, el fenómeno y, a pesar de todos los cambios que ella había
hecho, ella seguía siendo la princesa de la escuela.
Una tos sacudió mi cuerpo y traté de reprimirla para que la mamá de Brinley
no pudiera escucharme. Había estado muy activa hoy, caminando por el pasillo
hasta la puerta de Brinley varias veces, y no quería darle una razón para entrar. A
pesar de mis mejores esfuerzos, la tos brotó, así que puse mi rostro en una almohada
para suavizar el sonido.
Cuando salí a buscar aire, el dolor se extendió mientras el fuego lamía mi
pecho. Mis pulmones parecían doblarse en sí mismos, guerreando entre sí en lugar
de concederme el oxígeno que tan desesperadamente necesitaba.
Tosí para aliviar la opresión, luego cerré los ojos con un gemido. Incluso con
los ojos cerrados, el mundo parecía girar. Aferrándome a las sábanas de Brinley,
respiré lentamente. Pero cada inhalación parecía prender fuego a mis pulmones.
Las náuseas aumentaban con cada tos. Con la visión borrosa, me bajé al suelo
y me arrastré al baño. Saliva goteaba de mi boca y cuando levanté la tapa del
inodoro, vomité. Surgió más y me atraganté cuando continué tosiendo.
Gotas de sudor llenaron mi frente y espalda. Todo en mí se sacudió.
De repente, una mano se apoyó en mi hombro, y salté con el contacto. Mirando
hacia atrás, vi a la mamá de Brinley viéndome. Sus rasgos eran suaves, sus labios
fruncidos en un ceño. Se parecía mucho a Brinley, lo que no debería haberme
sorprendido, pero lo hacía. La mujer que gritaba y maldecía a los altos cielos tenía
el hermoso rostro de un ángel.
—Tú no eres Brinley —dijo, en voz baja.
Negué, incapaz de hablar, y luego me incliné sobre el inodoro para vomitar de
nuevo. El agua corría detrás de mí, y casi gruñí de alivio cuando puso un paño fresco
sobre la parte posterior de mi cuello. Me frotó la espalda, pronunció palabras de
consuelo y cuando me eché hacia atrás, me tomó en sus brazos mientras intentaba
respirar.
Página | 126
Cada inhalación dolía más que la otra.
Detrás de mí, se levantó y se dirigió al lavamanos, donde volvió a abrir el agua.
Intenté controlar la tos, controlar mi respiración mientras la veía tocar el agua de vez
en cuando. No volvió a hablar, pero me miró con ojos preocupados. Apoyado contra
la pared, cerré los ojos.
Brinley estaría en casa pronto. No podía verme así. Ya se preocupaba
demasiado por mí.
—Ahí vamos —dijo su mamá.
Estiró una palma abierta hacia mí. Dudé pero la tomé y me ayudó a levantarme.
—Inclínate sobre el lavamanos y respira profundamente —dijo.
Hice lo que me ordenó y cuando me incliné sobre el lavamanos, me puso una
toalla sobre la cabeza. Me quedé quieto, pero empujó mi cabeza aún más y seguí su
orden.
El vapor me picó el rostro y cuando intenté enderezarme, me sostuvo en el
lavamanos con mano firme.
—Respira el vapor —dijo—. Te ayudará a abrir los bronquios.
Cerré los ojos, respiré hondo y tosí una descarga. Una vez más, inhalé y exhalé.
Cada vez tosía hasta que las lágrimas picaban detrás de mis ojos.
—Lo estás haciendo bien —dijo, frotándome la espalda.
Pasaron largos momentos antes de que finalmente pudiera respirar de nuevo.
Esta vez, cuando me alejé del lavamanos, sus manos cayeron de mi espalda.
—Gracias. —Me volví para mirarla y vi a Brinley parada detrás de su mamá.
—Cierra la boca antes de que atrapes moscas —la amonestó su mamá.
Brinley cerró la mandíbula, pero sus ojos continuaron saltando de su mamá a
mí. Extendiendo mi brazo, la alcancé y ella entró en mi abrazo.
—Hola, mamá. —Apoyó la cabeza en mi hombro—. ¿Supongo que conociste a
mi novio, Roderick?
Su mamá le devolvió la sonrisa.
—Supongo que lo hice. ¿Alguna idea de qué está haciendo en tu habitación
mientras estabas en la escuela?
Ella se mordió el labio inferior mientras sus mejillas se volvían de un bonito
color rosa. Página | 127
—Su tía está fuera de la ciudad por motivos de trabajo, y no quería que se
quedara solo en casa cuando se puso enfermo —dijo finalmente.
Me hundí de alivio cuando su mamá asintió en comprensión.
—Tienes una desagradable tos, Roderick —dijo su mamá—. Cuando tu tía
regrese, deberías hacer que te sacaran una radiografía de los pulmones. ¿Te importa
si escucho?
—¿Escuchar qué? —pregunté.
Brinley se rio.
—Tus pulmones con su estetoscopio.
—Solía ser doctora antes… —Se calló, sus ojos nos pasaron. Me devolvió su
atención—. Soy Rosie por cierto.
—Sí. —Tosí—. Claro, Rosie, te agradecería que escucharas mis pulmones.
Brinley besó mi mejilla y luego tomó mi mano para llevarme de vuelta a su
cama. Dejé que me ayudara y le di las gracias cuando me cubrió con mantas.
—Sabes, Brinley. —Le guiñé un ojo—. Tu mamá es algo atractiva.
El rojo se extendió por sus mejillas y cubrió su rostro.
—¡Oh Dios mío! No digas eso.
—Lo es totalmente. —Asentí.
Ella golpeó mi hombro ligeramente y luego me besó donde me había golpeado.
—¿Estás bien? —Su voz tembló—. Cuando llegué a casa, sonabas horrible. Peor
que…
—Estoy bien —la interrumpí—. Tu mamá me ayudó. Supongo que ser
impresionante corre en tu familia.
No respondió. No tenía que hacerlo.
Al ver el cuaderno que debo haber dejado caer al suelo, la levantó y ladeó la
cabeza. Asentí y ella abrió la primera página. Su mano encontró la mía mientras leía
mis palabras. Las expresiones cruzaron sus rasgos.
—Hermosa —dije, pasando mi pulgar sobre el dorso de su mano—. Eres tan
hermosa.
Me miró desde detrás del cuaderno, pero lo dejó cuando su mamá volvió a
entrar. Página | 128
—Está bien, Roderick, siéntate para mí.
Rosie tomó el lugar de Brinley a mi lado y, después de calentar la campana de
su estetoscopio, lo puso sobre mi espalda debajo de mi camisa.
—Respira profundamente.
Lo hice y Dios, me dolió. Una tos me desgarró los pulmones, pero continué
respirando mientras ella escuchaba. Después de mover el estetoscopio a mi pecho,
palmeó mi hombro.
—Necesitarás una radiografía de tórax, pero diría que tienes bronquitis.
—¿Y estos antibióticos? —Brinley alcanzó la medicina que había estado
tomando—. ¿Lo ayudaron?
Rosie levantó una ceja en pregunta cuando examinó el frasco de pastillas.
Dándole la vuelta, le señaló el nombre a Brinley.
—Por favor, no se lo digas a papá —Brinley miró sus zapatos.
—Es mi culpa —dije—. Mi tía se fue y en lugar de decirle que volviera a casa,
llamé a Brinley. Estaba tratando de ayudarme. No quiero que se meta en problemas
por mi culpa.
Girando la botella de nuevo hacia ella, Rosie dijo:
—Eso ayudará, pero también necesitas esteroides. ¿Cuándo vuelve tu tía?
—Hoy. —Tragué—. Debería estar en casa en cualquier momento.
—Bien. —Me palmeó la rodilla—. Que te lleve a un centro de primeros auxilios.
El que está cerca de tu escuela tiene una máquina de rayos X, pero no lleves estas
pastillas contigo. —Le lanzó una mirada de desaprobación a Brinley, quien se
retorció bajo su escrutinio—. Puedes meterte en muchos problemas por darle a
alguien tus pastillas. ¿Qué tal si hubiera sido alérgico a ellas?
Brinley asintió, dejando que su cabello se derramara delante de su rostro.
—Está bien —le dije—. No soy alérgico a nada. Brin me ayudó, cuidó de mí.
Rosie se llevó una mano a la frente.
—Me acostaré un poco. —Sonrió, pero no era como las otras sonrisas que había
visto. Esta era forzada.
—¿Mamá? —Brinley se paró a su lado, puso su mano en el codo de su mamá.
Página | 129
—Lleva a tu novio a casa. Tal vez deberías quedarte en la noche en casa de
Nicole. —Apretó los ojos, sosteniendo un puño cerrado junto a su pecho.
—Me quedaré contigo —dijo Brinley.
—Llama a la enfermera antes de irte. Fue un placer conocerte, Roderick. Espero
que te sientas bien pronto.
—Gracias por cuidarme, Rosie —le dije cuando se iba—. Me alegro de haber
tenido la oportunidad de conocer a la mujer detrás de las hermosas miradas de
Brinley.
Ella inclinó la cabeza hacia un lado y me dio una sonrisa. Una real.
—Cuida de mi niña cuando yo no pueda —dijo, con una sonrisa.
—Siempre. —De pie, envolví mis dedos alrededor de la cintura de Brinley y la
sostuve contra mí mientras su mamá regresaba a su habitación.
Escuchamos que se cerraba la puerta y Brinley se apoyó en mí con un suspiro.
—Necesitas una radiografía de tórax.
Algo en mi pecho se apretó, pero esta vez no fueron mis pulmones. Dejé caer
la cabeza a su hombro.
—¿Crees que podrías llevarme a la casa de mi tía?

Página | 130
Brinley
Colocando una almohada debajo de mi brazo, me dirigí a la puerta donde
Roderick me esperaba, ya había puesto sus cosas en la maletera pero volví corriendo
para agarrar esto.
Su llamada con su tía fue tensa, y sabía que regresar era una carga pesada para
él. No podía salvarlo de eso. Tenía que regresar y ver a un doctor, pero esperaba que
la almohada le pudiera ofrecer un poco de consuelo.
—¿Qué es eso? —preguntó.
Abrí los ojos simulando sorpresa.
—Una almohada.
Él sacudió su cabeza.
Página | 131
—¿Por qué la traes contigo?
—Para que puedas dormir con ella.
Tomó la almohada de mis manos y colocó su rostro contra ella.
—Huele a ti. —Sonrió.
—Y la almohada que me quedo huele a ti. —Cerré la puerta detrás de mí y le
puse seguro.
—Dado que me has dicho en un par de ocasiones que huelo mal, creo que te
estás llevando la peor parte en esto. —Me dio un golpecito en el hombro con el suyo.
—Cállate.
El camino a casa de su tía fue en silencio. No incómodo, a pesar de que sabía
que Roderick estaba nervioso, podía sentir su ansiedad arrastrándose sobre mi piel,
pero él lo mantuvo para sí mismo y se lo permití. Dejó la almohada que le di en su
regazo, sus dedos tocando la suave tela y jugando con las esquinas mientras sus
rodillas se movían en anticipación.
—¿Vas a estar bien en casa de tu tía?
—Sí. —Se inclinó y besó mi mejilla—. No tienes que preocuparte por mí.
Golpeteando mis dedos en el volante, entré a su vecindario.
—Por supuesto que voy a preocuparme por ti. Tuviste que ir a vivir a una
cueva para mantenerte alejado de ella.
—Estará bien, nena.
Nena. Amaba cuando me decía así. Como si no me estuviera enamorando por
completo de él.
—Desearía que hablaras conmigo —murmuré.
Un largo momento pasó donde miró por la ventana. Finalmente, habló, salió
pesado y triste.
—Sabes que he vivido con mi tía desde que mis padres murieron. —Frotó su
mano por su pecho—. Ella no es mala o algo así, simplemente no nos llevamos bien.
Peleamos bastante. —Vacila—. Quizás es mi culpa. No soy fácil con ella. Elijo las
peleas simplemente porque puedo. Pero también es su culpa. He vivido con ella por
cinco años —dice sin aliento—. Y todavía me siento como un visitante. En nuestra
última pelea me dijo que ya había excedido mi visita, así que me fui. Realmente no
quería regresar a su casa, pero no tengo opción.
—Puedes quedarte conmigo —dije. Página | 132
Sus ojos se volvieron cálidos, y el cariño que vi en su rostro hizo que mi corazón
se detuviera.
—No puedes esconderme por siempre. Es mejor que me quede con ella hasta
que nos mudemos a L.A.
Volvimos a guardar silencio.
—¿Me llamarás cuando regreses del centro de primeros auxilios?
—Sí, y si no me quitan un pulmón hablaré contigo toda la noche. —Me guiñó
un ojo.
—Toda la noche es mucho tiempo —bromeé—. Cancelaron el partido fútbol
americano esta noche. —Miré hacia el cielo negro—. Podría quedarme contigo si
quieres. Mi mamá dijo que me quedara en casa de Nicole de todos modos. —Encogí
un hombro.
—Te quiero conmigo todas las noches —dijo, su tono serio.
No pude contener mi sonrisa.
—Entonces vendré a tu casa después de que regreses del centro de primeros
auxilios. ¿Y tu tía? —Hice una pausa—. ¿Voy a escabullirme por la ventana o algo
así?
Soltó una carcajada y colocó una mano sobre su estómago.
—Puedes venir por la puerta de enfrente. Le voy a hacer saber que te vas a
quedar conmigo.
—¿Y ella estará bien con eso?
—Sí. —Su palabra fue definitiva, y no me molesté en discutir con él.
Roderick se metió con la radio, girando la manija hasta que encontró una
canción que le gustó. A mi lado, mi teléfono vibró y el nombre de Danny iluminó la
pantalla. Lo dejé sonar hasta que pasó al buzón de voz. Lo llamaría más tarde,
después de que dejara a Roderick en su casa.
Cuando llegué a su casa, su tía salió corriendo por la puerta de enfrente.
Roderick gruñó antes de abrir la puerta y cuando salió, ella lo abrazó fuertemente y
el eventualmente se lo regresó.
Mientras hablaban, tome sus cosas de la maletera y se las di a su tía. Ella me
miró sospechosamente.
—Ella es mi tía Victoria —dijo Roderick—. Y ella es mi novia Brinley. Página | 133
Sacudí la mano de su tía, vagamente recordando su rostro de cuando éramos
más chicos.
—Encantada de conocerla —murmuré.
—Estoy seguro que Roderick te dijo muchas cosas maravillosas sobre mí —
bromeó Victoria. No sonó malicioso ni nada, solo curiosidad.
Me mantuve en silencio.
—¿Vendrás cuando regresemos del doctor? —preguntó ella.
—Sí —respondió Roderick por mí. Salió brusco.
—¿Tus padres saben que pasaras la noche aquí?
—No —respondí honestamente antes de que Roderick pudiera decir algo—.
Ellos piensan que me voy a quedar en casa de otra amiga.
—No puedo dejarte quedar entonces.
Roderick movió su mandíbula de un lado a otro.
—¿Pero puedes permitir que tu sobrino esté afuera por tres semanas, para
terminar con bronquitis? —pregunté—. ¿Eso no te molesta?
Rojo se esparció en sus mejillas. Pude ver su pulso amentar contra su garganta
mientras me entrecerraba los ojos.
—No dejé que Roderick se quedara afuera. Esa fue su decisión. Le dije que
regresara. No escuchó.
—¿Le pediste que regresara? —solté una bufido. Fue feo y grosero, pero estaba
furiosa—. Dime, ¿dijiste por favor cuando se lo pediste?
—Brin. —Roderick colocó su mano sobre mi hombro. Una advertencia para
que me detuviera, pero continúe.
—Ha estado lloviendo por semanas. ¿Cuántas veces fuiste a buscarlo? ¿A
cuántas personas llamaste para preguntar si estaba con ellos? ¿Qué hiciste para que
volviera? —Mi corazón tembló con ira—. Voy a pasar aquí la noche para asegurarme
que alguien lo cuide.
Roderick me siguió a mi auto donde abrió la puerta por mí. Antes de que
pudiera entrar, me tomo entre sus brazos, y descanso su cabeza contra la mía. Mis
manos lo abrazaron y me aferré a él.
—Te veré más tarde —dijo en mi oído. Página | 134

****
Justo debajo de la superficie
ella salió y
robó el suelo debajo de mí.
Ahora estoy cayendo
en ella.

Me quedé a propósito con el cuaderno de Roderick, para poder volver a leer


sus poemas.
Mi teléfono vibró, y lo agarré para ver una selfie de Roderick con una máscara
nebulizadora. Su pulgar arriba hizo que mi corazón se apretara.
En lugar de llevarlo al centro de primeros auxilios, su tía lo había llevado a
Emergencia, donde confirmaron que tenía bronquitis y le dieron dos terapias
respiratorias y sin hora de cuándo podría regresar a casa.
Era pasada las diez y con la lluvia cayendo más fuerte que antes, no podría ir
a su casa.
Solté un bufido en decepción y le envié un rápido mensaje.
Yo: La mascar se ve bien en ti. Muy al estilo Bane.
Roderick: ¿Bane? ¿Como en Batman? Por favor dime que mi chica conoce de películas
de superhéroes.
Sacudí la cabeza. Él era ridículo, pero Dios, me gustaba.
Yo: Síp.
Al mismo tiempo que enviaba mi siguiente mensaje, su respuesta llegó.
Roderick: Eso es la cosa más ardiente. No digas nada más.
Yo: Mi papá me obliga a verlas.
Roderick: Momento arruinado. Gracias.
Le envié un Emoticón de corazón y luego pasé al nombre de Danny para
enviarle un mensaje dado que no respondí su llamada. Página | 135
Yo: Hola, no voy a poder ir al baile mañana. Por favor no me odies.
No me sorprendió cuando vi su nombre en una llamada entrante. Danny
prefiere hablar a enviar mensajes.
—¿Me odias? —pregunté en lugar de saludarlo.
—Nunca —respondió—. ¿Todo está bien?
—Sí, solo que no me he sentido muy bien.
—No estás enferma, Brin —dijo con mucha seguridad que no pude negarlo.
—No, no lo estoy.
—Habla conmigo.
—Mi mamá está enferma —susurré al teléfono.
Él permaneció en silencio. Lágrimas saliendo de mis ojos y no sabía por qué
quería decirle. Por qué las palabras golpeaban mi lengua, desesperadas por salir y
confiar en alguien más. Limpiarme de todo lo que había guardado.
Le dije todo. Lo mismo que le dije a Roderick, pero esta vez sin la enferma
sensación que voy a quedarme sola.
—¿Quieres que me quede contigo mañana? —preguntó cuando terminé—. No
tenemos que ir al baile.
—No. —Me sonrojé—. En realidad, la razón por la que no voy a ir al baile es
porque voy a ir con Roderick. Está en urgencias en este momento, tiene bronquitis y
aunque no iba a ir al baile de todos modos, quiero bailar con él.
—Oh, ya veo —dijo divertido y sentí sonrojarme más.
—Cállate —murmuré.
Soltó una carcajada.
—¿Estás molesto conmigo? —pregunté.
—Ni siquiera un poco —respondió—. ¿Roderick está bien?
—Sí, le están dando algunas terapias respiratorias y medicina. Espero que
regrese a casa pronto.
—¿No crees que es raro que tú y él se enfermaran en la misma semana? —Su
voz no era más que una tomadura de pelo.
Un fuerte grito se escuchó del otro lado de la puerta. Contuve mi respiración, Página | 136
esperé a que mi mamá se detuviera, a que Bridgette la regresara a su cuarto. Sus
dedos golpeaban contra la puerta mientras la imaginaba cayendo al suelo.
—Señora Crassus —dijo la voz calmada de Bridgette—. ¿Por qué no
regresamos a la cama, querida? Te prepararé té y podemos pintar juntas.
—Sí. —Su voz estaba temblando—. Me gustaría mucho eso.
Mi corazón se detuvo y se hinchó. Mi mamá había regresado a su habitación
sin pelear.
—¿Esa era tu mamá? —preguntó Danny.
Las mentira, los secretos se habían ido y a pesar de que nada había cambiado,
yo sí. Me sentí mejor al compartir mi carga con los mejores chicos de mi vida, mi
novio y mi mejor amigo. Ninguno me dejaría.
—Sí. Ella tuvo un buen día hoy. Cuando regresé a casa, estaba de regreso a su
persona normal. —Me detuve, dejando por fuera cualquier cosa que revelara que
Roderick se había quedado conmigo—. Siempre es más duro cuando tiene un buen
día.
Mi mamá había roto la neblina lo suficiente para ayudar a Roderick. Cuando
llegué a casa, me sorprendió al verla cuidándolo en el baño. Incluso más sorprendida
cuando ofreció sacar su estetoscopio.
Ella había conocido a mi novio y le había gustado. El recuerdo de su sonrisa
hacia él me confortó.
—¿Quieres que vaya a tu casa? —preguntó—. Puedo dormir en el suelo y
hacerte compañía.
—Te amo, Danny. —Suspiré en el teléfono—. Mucho. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí. —Aclaró su garganta—. ¿Por qué más querrías casarte conmigo, tener
ocho hijos, cuatro perros, y un puerco espín?
Sonreí.
—Sí, definitivamente eres mi persona favorita en todo el mundo.
—¿Entonces tu persona favorita en el mundo va a ir con barras de chocolate?
—Otra noche. Es tarde y está lloviendo.
—Esta lluvia nunca va a parar, ¿verdad?
—Parará —respondí.
—Santo cielo, ¡quizás estás enferma! —gritó en el teléfono—. ¿Acabas de ser… Página | 137
optimista?
—Lapso temporal. No volverá a suceder.
Un mensaje hizo que mi teléfono vibrara. Después de decirle a Danny que
esperara, presioné el nombre de Roderick.
Roderick: Voy a casa… ¿todavía quieres que te llame cuando regrese?
Yo: Síp.
Roderick: de acuerdo.
—Roderick se dirige a casa ahora —le dije a Danny.
—¿Entonces hablaré contigo mañana? —preguntó—. Ya sabes, cuando no estés
ocupada jugando a la enfermera.
—Sí, mañana.
—Te amo, Brin. Gracias por confiar en mí hoy —susurró.
—Siempre confié en ti. —Me apresuré—. Era en mí en quien no confiaba.
Después de colgar, regresé al diario de Roderick y volví a leer su poema. Se
estaba enamorando de mí, y yo de él.
Tomando mi lápiz, le escribí de vuelta. No era la pared de la cueva, pero cada
palabra salió del corazón. Todavía genuinas, todavía crudas, todavía yo.
—Hola —dije al teléfono cuando Roderick llamó.
—Hola, nena.
—Suenas cansado.
Permaneció en silencio por un momento.
—Lo estoy. Desearía que estuvieras conmigo.
—Igual yo.
—El doctor dijo que debería quedarme en cama por unos días —lo escuché
moverse en su cama, y me imaginé recostada a su lado, sus ojos mirándome—.
¿Vendrás mañana antes de ir al baile?
Sonreí. Él no tenía idea que iría a él por el baile.
—Seguro. ¿Te sientes mejor?
—Muy agitado, pero el doctor dijo que es normal con todos los tratamientos
de respiraciones que me dieron. Escribió la receta para que duraran dos semanas. Página | 138
Me dio antibióticos y esteroides.
Tosió.
—Me quedé con tu cuaderno —dije.
—Lo sé. La estaba buscando para poder llevarlo al hospital.
Deslizando mis manos por su poema dije.
—Te lo regresaré mañana.
—¿Me escribiste? —Su voz sonó adormilada.
—Lo hice. ¿Quieres que te lo lea?
—Sí. —Suspiró en el teléfono.
—¿Tienes la almohada que te di?
—Sí.
—También tengo tu almohada apestosa.
Se rio.
—Cierra tus ojos —susurré.
—Está bien.
—Pretende que estoy jugado con tu cabello.
Suspiró. Sonaba alegre y me llenó de anhelo.
—¿Puedes sentir mis dedos a través de tu cabello?
—Sí, nena.
—Él tomó mi corazón,
lo sostuvo con sus manos seguras.
Y me enamoré de él.
No fue algo lento,
sino apasionado.
—Brin…
—Me estoy enamorando perdidamente de ti, Roderick —dije antes de que
pudiera decir otra cosa—.Y estoy aterrada.
—No lo estés, nena —susurró—. Para cuando termines la caída, estaré aquí
para atraparte.
Página | 139
Roderick
El enojo hizo que mis dedos picaran y aspiré una bocanada de aire que luego
exhalé al toser. Por una vez quería que mi tía viera las cosas a mi modo, pero ella
estaba atrapada en sus propios pensamientos.
—No quiero que tu novia venga —repitió por tercera vez—. No me gusta, no
me gusta la forma en que me habló.
—Ella me estaba defendiendo —discutí, tratando y fracasando en mantener mi
voz calmada.
—¿Defendiéndote de mí? —Sacudió la cabeza.
—Sí. —Arrastrando mis manos sobre mi cabeza, dije—: Ella se preocupa por
mí, ¿está bien?
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—¿Y tú piensas que yo no? —Su voz subió un tono—. No quería que te fueras,
¡Esa fue tu decisión! Y yo hice lo que pude para protegerte, para que pudieras ser
feliz e ir a la escuela y no te metieras en problemas por escapar.
Escapar. Sonaba tan infantil, pero supongo que eso fue exactamente lo que hice.
Escapé hace tres semanas, vagué por el bosque y dormí contra los árboles, hasta que
encontré la cueva. Hasta que me enfermé y Brinley me llevó.
—¿No renovar mi tarjeta de almuerzo fue tu forma de protegerme? —Ahogué
una risa seca—. No tenía nada que comer cuando me cortaron horas en mi trabajo.
Si no fuera por Brinley, no hubiera tenido que comer.
Su rostro cayó, sus labios se curvearon hacia abajo. Parpadeó un par de veces,
y ya no estaba.
—Me olvidé de la tarjeta del almuerzo. —Salió grave—. Lamento eso, pero
tenías tu teléfono. Pudiste haberme llamado. Pudiste haber regresado.
—¿Para qué? ¿Para seguir haciendo esto? —Señalé a ella y a mí—. Porque
hemos logrado tanto con nuestras charlas —espeté.
Apretando los dientes dijo:
—Ella es una mimada irrespetuosa, Roderick, y no la aceptaré en mi casa.
—Tu casa. —Resoplé—. De eso se trata todo. Esta es tu casa, no mía.
—Roderick…
—Lo entiendo —interrumpí—. Tienes menos de seis meses antes de que me
vaya, y mi novia vendrá aquí siempre que quiera. Déjame tener eso. —No quería
que saliera tan desesperado, pero salió así.
Sus facciones se suavizaron por una fracción de segundo antes de que su boca
formara una línea delgada.
—Si vuelve a ser grosera conmigo…
—Hablaré con ella —la interrumpí, de nuevo. Ella odiaba cuando lo hacía, así
que lo hacía seguido. Su temperamento era una de las pocas cosas que podía
controlar en esta casa. Ella siempre lo aceptó, siempre recordándome la carga que
era para ella.
—Esta también es tu casa —me dijo cuándo giré para irme.
Apreté mis manos en puños y me obligué a relajarme. Primero mi cuello, luego
mis hombros y espalda.
—No lo es —respondí—. Este lugar nunca será mío.
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Ella dejó escapar una respiración agitada.
Cuando regresé a mi cuarto, me puse los audífonos y música en mi teléfono.
Brinley me había mandado un mensaje más temprano en la mañana, y hablamos en
la tarde antes de que se fuera al centro comercial para arreglarse las uñas y cabello.
Me alegraba que fuera al baile y esperaba que tuviera el tiempo suficiente para
quedarse unos minutos antes de irse. Esos bailes eran importantes para ella, siempre
lo habían sido. Nunca había ido a uno, pero había visto su sonrisa en las fotografías
que subía a Instagram. En ese tiempo, me decía que su felicidad me enfurecía, pero
no era verdad.
¿Cómo podía cuando su felicidad traía la mía?
Danny me había escrito en la mañana. Parecía saber nada más que estaba
enfermo y que había pasado unas horas en el hospital. Le respondí agradeciéndole
y le pedí que cuidara a Brinley esta noche y se asegurara que la pasara bien. Él
aceptó, y aunque era lo que quería, sentí un giro en mi estómago al no ser yo quien
la hiciera sonreír. Que no estaría ahí para verla reír y sostenerla mientras bailáramos.
A pesar de no ser la clase de persona que asistía a eventos escolares, hubiera
hecho un esfuerzo este año. Iría a los juegos para ver a Brinley animar, iría a bailes,
y lo que ella quisiera. Incluso ir a todos los juegos de Danny, para poder estar con
ella mientras lo veía jugar.
Esta chica, me estaba volviendo loco en la mejor forma posible y cada segundo
que pasaba lejos de ella dolía.
Cuando el timbro sonó, le subí el volumen a la música y me acosté de lado,
lejos del nuevo nebulizador que estaba en mi mesita de noche. Mientras la máquina
y la medicina que puse ahí ayudaban con la opresión en mi pecho, temía el momento
cuando tuviera que hacer otro tratamiento. Los efectos después de la medicina me
ponían tembloroso, no de la forma en que mis extremidades temblaban, sino en una
forma de voy a arrancarme la piel.
Sacando mi teléfono, presioné en la fotografía que Brinley me había enviado
del poema que escribió para mí. El recuerdo de su suave voz leyéndomelo anoche
llenó mi corazón, mi alma.
Brinley se estaba enamorando de mí. Yo ya lo había hecho. Lo que significaba
que estaría para atraparla cuando diera el último salto.
Un fuerte golpe vino de mi puerta. Moví la cabeza hacia esta pero lo ignoré.
Otro golpe, más fuerte. Página | 142
Quitándome los audífonos, dije:
—¿Sí?
Esta vez el golpe fue más dudoso.
En un gruñido, me levanté de la cama y abrí la puerta. Y del otro lado se
encontraba la chica más hermosa. Mi chica.
Inhale entrecortadamente, y esta vez el mareo no vino por mis pulmones, sino
por la chica parada frente a mí.
Un vestido plateado esculpía su hermosa figura, pegado a su cuerpo como
segunda piel. Sus tacones la hacían más alta, casi de mi tamaño. Tomé uno de sus
rizos que enmarcaban su rostro y luego tomé su mejilla. Se acercó a mi toque con
una dulce sonrisa en su rostro.
—Hola —dije.
—Hola —respondió.
—Te ver hermosa. —No pude apartar mis ojos de ella, no podía moverme de
mi lugar en la puerta. Esta chica, me quitaba el aliento, me lo regresaba con un nuevo
significado—. Tú siempre te ves hermosa.
Ella inclino la cabeza hacia un lado.
—¿Puedo entrar?
—Sí, seguro. —Me aparté, tropezándome con mis pies.
Llevando una bolsa grande, entró a mi habitación. Recogí algo de ropa sucia
del suelo y la lancé en un cesto cercano.
Estaba nervioso. Habíamos pasado la última semana juntos, pero estar aquí en
mi habitación me asustaba.
Se acercó a mí, fue un pequeño paso y yo caminé el resto de la distancia.
Presionando mi rostro contra su cuello, toqué su brazo con un ligero roce. Ella
tembló y rodeó mi cuello. Mis dedos siguieron las pequeñas curvas de su cuerpo.
Cuando le toqué la espalda donde su vestido tenía el escote, presioné mi mano
contra su cálida piel.
—Estás aquí —dije, mordiendo su oreja.
—Y traje comida.
Mi estómago gruñó en respuesta. Página | 143

—¿Vas a llegar tarde al baile?


Movió la cabeza hacia atrás, besó mi nariz, y sacudió la cabeza.
—Probablemente no deberíamos besarnos —dije—. El doctor anoche dijo que
era contagioso.
Ella presionó sus labios contra los míos, deslizó su lengua por la orilla, y la
tomé. Nuestras lenguas entrelazadas, su sabor me invadió. No era suficiente.
Acercándola más a mí, profundicé el beso.
No era solo un beso, pero un aliento de vida. Cada parte de mí, ella las llenaba
con fuego, con necesidad y deseo, y con amor.
Era como un sueño, un abrazo. Era poesía. El beso que había estado esperando
toda mi vida. Era mío.
Cuando nos separamos, sus ojos permanecieron cerrados, sus mejillas
sonrojadas. Toqué su cuello y sus ojos se abrieron.
—Te extrañé —dijo.
—También te extrañé.
Ella dio un paso hacia atrás, colocó su bolsa en la cama y comenzó a sacar la
comida. La ayudé y después de traerle la silla que se estaba junto a mi computadora,
abrimos las tapas de los contenedores. Había bastante comida, la suficiente para
alimentar al equipo de fútbol americano de Danny.
—No estaba segura si podrías comer, así que te traje sopa y espagueti. No
tienes que comer ambas.
Sentado en la cama, me incliné hacia ella y besé su mejilla.
—Millones de gracias nunca serán suficiente.
Sus ojos se movieron de regreso a mí, las esquinas de su boca arrugándose
cuando sonrió.
—Amo eso. Me dejaste dos notas diciendo eso.
Levanté un hombro, sin encontrarme con su mirada.
—Era algo que mi mamá solía decirme cuando había algo que la hacía sentir
especial.
—Ella era especial. —Su tono era ligero, pero cuando miré de regreso a ella,
parecía nerviosa, tímida—. Recuerdo haberla tenido como maestra en primer grado.
Tenía la mejor sonrisa. En realidad, creo que tú tienes su sonrisa. Página | 144

Mi corazón trastabilló hasta detenerse, y cuando comenzó otra vez, latió fuerte
y rápido.
—¿Recuerdas cuando se disfrazó de princesa para mi fiesta de la escuela? —
preguntó Brinley.
Buscando en mis recuerdos, sonreí. No había dolor o ira, solo mi mamá
disfrazada porque una de sus estudiantes estaba triste.
—Mi papá estaba trabajando en el hospital, y a mi mamá la llamaron a
emergencia. —Hurgó en su comida y después de unos bocados, entrelazó sus manos
con las mías mientras estábamos frente a frente—. Ninguno de los dos podía ir, pero
mi mamá ya había dejado todo para la fiesta en la escuela, así que tu mamá dijo que
todavía así celebraríamos mi cumpleaños. Estaba tan feliz. —Mordió su labio
inferior—. Pero luego la princesa canceló, y comencé a llorar.
—Así que mi mamá busco a otra maestra para vigilar su clase, condujo a casa,
e hizo un disfraz de princesa con lo que había en el closet.
Llevé nuestras manos entrelazadas a mi pecho, y mierda, dolía, pero al mismo
tiempo no. De algún modo entre el dolor, había alegría.
—Ella era increíble —dije.
—Me hizo sentir especial ese día.
Mi mamá tenía un modo de hacer sentir especial a todos. Como si fueran la
parte más importante de su día. Sin ella, desaparecí.
—Me hiciste sentir especial cuando me cuidaste —dije.
—Eres especial.
Dejando la sopa a un lado, me acerqué a Brinley. Ella vino a mí después de
dejar su comida en el suelo. Nos sentamos juntos, ella acurrucada en mi regazo, por
un largo tiempo.
—La extraño. —Salió roto.
Tocando mi rostro, besó mi barbilla.
—Estoy segura que te extraña también.
Tomé un respiro entrecortado, se estancó en mi lengua.
—Es loco, todas esas veces que dimos por sentados —dijo sacudiendo la
cabeza. Ella estaba pensando en su mamá. Yo estaba pensando en mis padres—. No Página | 145
sabíamos, no podíamos saber lo que nos arrancarían. Pero creo —ella tomó mi rostro
entre sus manos—, yo creo que tus padres siguen aquí. Ya sea que nos estén
observando ahora mismo, o viviendo dentro de ti, están aquí. Eres su hijo y ni
siquiera la muerte les quitara eso. Están aquí. —Una lágrima cayó por su mejilla, y
la apartó con dedos temblorosos—. Aquí mismo, justo ahora, están aquí.
Coloqué mi cabeza en su frente, respirando entrecortadamente. Ella presionó
su mano sobre mi pecho, justo sobre mi corazón, y cubrí su mano con la mía.
—¿Los sientes?
Lo hacía. Los sentía en mi interior, a mi alrededor. En todas partes al mismo
tiempo.
—¿Los escuchas?
La risa de mi mamá llenó el aire. La voz fuerte de mi papá me llamó.
Dentro de mí, mi corazón se estremeció.
—Sí. —Suspiré—. Están aquí. Los siento.
Los ojos de mi mamá se iluminaron en el fondo de mi mente, y me imaginé a
mi papá colocando su brazo alrededor de ella.
—Los veo.
Ella tocó con su dedo mi pecho, y lo llevó a mis labios.
—Están aquí.
Una lágrima se deslizó por mi mejilla. Y luego otra. Con su pulgar, las quitó y
me reí, incomodo de compartir mi tristeza. Pero ella la quería, la había tomado por
mí, y lo había convertido en algo increíble.
Por primera vez desde la muerte de mis padres, sentí paz.
Ella me sostuvo, me dejó llorar en sus brazos, me ayudó a ser más fuerte.
Cuando me aparté de ella, sus mejillas estaban húmedas de sus propias
lágrimas. Las besé, sorprendido de que había llorado por mí. Llorado conmigo.
No era de extrañar que estuviera perdidamente enamorado.
—¿Ya terminaste de comer? —preguntó.
—Sí. —Mi sopa estaba junto a mis pies, la mayor parte todavía ahí—. Lamento
no poder comer más.
Levantándose, tomó mi sopa y su plato a medio comer. Su vestido se movió Página | 146
con ella, y luché con un gemido cuando se inclinó para colocar la sopa en el suelo
junto a la puerta.
—Me alegra tanto que hayas venido, pero probablemente deberías irte antes
de que sea tarde —dije.
Ella colocó un rizo detrás de su oreja, sus labios se curvaron en una suave
sonrisa.
—Eres tan lindo. —Tomando mi teléfono, me lo dio—. ¿Crees que me arreglé
para un baile en la escuela?
Asentí. Eso era exactamente lo que pensaba.
—El baile es aquí. —Se acercó a mí—. En tu habitación. —Otro paso y esta vez
sus manos se colocaron detrás de mi cuello—. Tú eres el DJ, elije algo bueno.
Sonreí. No pude haber detenido a mis labios incluso si así lo hubiera deseado.
Brinley vino a mí. Decidió compartir su último baile de otoño conmigo. Su
nominación a la corte sería anulada y aunque yo nunca había sido nominado para
nada en nuestra escuela, esta noche me sentía como el rey de su reina.
Brinley
Me balanceé en sus brazos, mi corazón elevándose, parecía flotar fuera de mi
pecho y bailar al ritmo de los latidos de su corazón.
Canción tras canción, las escogió. Todas ellas lentas. Todas ellas sobre
encontrar el amor.
Y lo había encontrado, ¿no? En una cueva, con palabras que exponían nuestro
dolor más profundo, nuestro mayor temor.
Lo encontré. Rayos, estaba bastante segura que encontré el cielo.
Nubes grises se escondían fuera de la casa mientras la lluvia golpeaba contra
su ventana. El suave sonido de su aliento resonó en mi oído, estremeció mi columna
y vibró en mis extremidades. Los sueños de nuestro futuro se alzaron con el aullido
del viento, todas las preocupaciones que había sostenido desaparecieron. Página | 147
Empujó sus labios hacia los míos. Un fuego crepitó en mi pecho, quemándose
en mis venas. Un dolor construido en lo profundo de mi vientre. Gemí contra sus
labios. Con un toque tierno, deslizó su mano por mi columna hasta la parte posterior
de mi cuello donde acunó mi cabeza. Sus dedos se clavaron en mi cabello.
Pasé mis manos sobre sus brazos, a su espalda donde metí mis manos debajo
de su camisa. Cuando toqué su piel desnuda, él inhaló una bocanada de aire.
—Brinley. —La forma en que dijo mi nombre lo hizo sonar como una súplica.
Mordí su mandíbula, y él gimió. Sintiéndome valiente, pasé mis manos por su
estómago. Saltó ante el contacto, y sus músculos temblaron cuando dibujé pequeños
círculos sobre su pecho. El pulso en su cuello se aceleró, y presioné mis labios contra
él. Su corazón se aceleró contra el mío, el mío se mantuvo en sintonía con el suyo.
Sus manos fueron a mi espalda otra vez, me atrajo hacia él. Acerqué más mi
cuerpo, necesitaba moldear nuestros cuerpos juntos.
Otro gemido, este más crudo, más necesitado. Dio un paso atrás, dejó caer las
manos a su lado. Mantuve mis manos en sus hombros, y cuando toqué su rostro, la
bajó en una expresión de dolor.
—¿Roderick? —Me acerqué a él y él se retiró. Mis cejas se fruncieron, la
confusión y el rechazo lucharon por espacio en mi corazón.
Sin decir nada, tomó mi rostro en sus manos y aplastó sus labios contra los
míos. Me robó el aliento o se lo di de buena gana. No importaba. Todo lo que tenía
era suyo de todos modos.
Con una maldición se apartó, su aliento cayó rápidamente de sus labios
separados. Sacó su lengua para mojar sus labios, y yo lo imité.
—¿Estás bien? —pregunté, sin aliento también.
Mi corazón galopó ante su silencio, y me pregunté qué había hecho mal.
—Yo solo... —Respiró con los dientes apretados—. Necesito calmarme.
No segura de lo que necesitaba de mí, lo observé con las manos cruzadas sobre
mi pecho. Se pasó las manos por el rostro y, cuando me miró, se echó a reír.
—Ven aquí. —Extendió los brazos—. No parezcas tan asustada.
Fui hacia él, puse una mano sobre su pecho donde su corazón corría contra mi
palma. Página | 148

—¿Necesitas hacer una terapia respiratoria?


Me dio un beso al costado de mi cabeza y apoyó su barbilla en mi hombro.
—Mi respiración no es el problema.
—¿Entonces qué es?
Presioné mi pecho contra el suyo, envolví mis brazos alrededor de su cuello.
Entonces lo sentí, algo duro empujado contra mi pelvis.
—Oh. —Me eché hacia atrás y lo miré.
Se arregló el pantalón y cuando lo miré a la cara, se sonrojó.
—No puedo evitarlo. —Se rio incómodamente—. Es solo algo que me haces.
Toqué mi rostro, sentí que mis mejillas se calentaban. Volvió a reír y besó mi
sien.
—Solo ignóralo y baila conmigo.
—¿Estás seguro? —Miré hacia abajo, no era mi intención mirar el bulto en sus
pantalones, pero eso es exactamente lo que hice. Dios, esto era incómodo—. ¿Tal vez
deberíamos simplemente hablar? —le pregunté.
—Baila conmigo. —Lo dijo con tanta ternura, con tanta delicadeza, que me hizo
sentir querida—. Nunca haría nada para lastimarte, nena. Solo quiero bailar contigo.
Así lo hicimos. Me tomó de nuevo en sus brazos y bailamos durante horas,
mucho después de que terminara el baile de otoño de la escuela.

Página | 149
Brinley
Solo porque nadie lo veía, no significaba que no estaba allí. Roderick era parte
del hilo de la escuela. Estaba en todos los anuarios, asistía a todas sus clases,
desempeñaba algún tipo de papel en la vida de todos, ya sea que se dieran cuenta o
no, pero era como si finalmente lo notaran el martes cuando caminamos de la mano
por los pasillos.
Le sonreían, hablaban con él y, mientras él les devolvía la sonrisa, era
reservado. No como el Roderick que había llegado a conocer la semana pasada.
Golpeé su hombro con el mío después de que obtuvimos nuestra comida de la
fila del almuerzo. Él estaba cargando mi comida en su bandeja y, su consideración,
la forma en que me cuidaba hacía que mi corazón diera un vuelco.
—¿Dónde quieres sentarte? —pregunté. Página | 150
Señaló a Danny, que estaba haciendo señas en nuestra dirección. La sonrisa de
Danny era amplia, pero diferente. Desde que me encontré con él en el salón de clases
ayer, había estado actuando raro, pero había eludido cada una de mis preguntas. Me
pregunté si algo habría sucedido en el baile, después de que ganó el título de Rey.
Esta noche, lo llamaría, le haría ver que podía confiar en mí.
La mayoría de los muchachos del equipo de fútbol estaban sentados en la mesa
de Seth. Era el grupo más ruidoso afuera en el patio, y mientras que era donde había
estado sentada desde el día en que llamé a mis amigos imbéciles, no estaba segura
de cómo se sentiría Roderick rodeado de tantas personas después de años de
separarse del mundo.
—Creo que Danny quiere que nos sentemos con él. —Mantuvo su tono de voz
ligero.
—No pregunté dónde quería Danny que nos sentáramos —le dije—. Podemos
sentarnos solos si quieres.
Con su mano libre, me instó a avanzar, hacia Danny y al grupo en la mesa.
—No abandonarás a Danny por mí —dijo en voz baja.
Junté mis cejas. ¿Era eso lo que yo estaba haciendo? ¿Desechando a mi mejor
amigo por mi novio? Negué. No. Solo no quería que Roderick se sintiera incómodo
en su primer día de regreso. Ya había cambiado mucho desde la última vez que
estuvo en la escuela. Danny lo entendería.
Después de sentarme entre Danny y Roderick, tomé un refresco de Danny y le
di un sorbo. Él estrechó sus ojos hacia mí, señaló mi agua, y me encogí de hombros
en respuesta. El refresco no era realmente mi bebida favorita, pero a veces una chica
necesitaba un poco de efervescencia en su vida. Lo incliné hacia Roderick, pero
estaba demasiado ocupado mirando su comida para darse cuenta.
Cuando me apoyé contra Roderick, me rodeó con un brazo y puse una mano
en su rodilla. La esquina de sus labios se torció. La sonrisa, sentarse con mis amigos,
hablar con otros cuando se sentía más cómodo con su silencio, tenía que ser
angustioso para él, pero lo hizo por mí.
—Nunca hubiera pensado en ustedes dos juntos —dijo Seth, sus ojos saltaron
de Roderick hacia mí.
Seth estaba más a gusto a mi alrededor, alrededor de todos realmente. Después
de que hablamos en la mesa de picnic después de la práctica de porristas, nos
volvimos amigos. Incluso intercambiamos números. Todos los días le preguntaba Página | 151
en qué estaba trabajando. Todos los días me mostraba fotos de su progreso.
Roderick se puso rígido, pero no dijo nada. En cambio, le dio un mordisco al
sándwich que había comprado con el dinero de su tía. Aparentemente, ella se había
olvidado de renovar su tarjeta de almuerzo ese mes, y esa era la razón por la que no
había estado almorzando antes de que empezara a hacerle los emparedados. Le
prometió que lo arreglaría el próximo mes, antes de que comenzaran las vacaciones
de invierno.
—¿Por qué no? —Ari tomó una fritura del plato de Danny.
Danny le devolvió la mirada a Ari. No era de burla, sino una mirada de
molestia.
Seth se apartó los lentes.
—No lo sé. Brinley es Brinley y Roderick es Roderick.
Mi corazón se sintió sin peso. Como hizo cuando estuvimos bailando en su
habitación, como si estuviera flotando.
Yo era yo y Roderick era Roderick. Juntos éramos un nosotros como ningún
otro.
—Estamos bien juntos —le dije.
A mi lado, Roderick se movió. Con los ojos bien abiertos, me miró y sentí un
rubor en las mejillas. Pero no quería regresar las palabras. Eran ciertas.
Las emociones se retorcieron en mis entrañas, luché por no desbordarme, y
quise contárselo al mundo, contárselo a Roderick, lo mucho que significaba para mí.
Me conformé con la mitad de la verdad.
—Me gusta.
La respiración de Roderick quedó atrapada en su garganta, el alivio era crudo
en sus rasgos, pero mantuvo su sonrisa juguetona.
—Ella también me gusta.
Mis espíritus se elevaron aún más alto.
No nos estábamos escondiendo. Estábamos juntos para que la escuela lo viera.
Jacob y Nicole nos pasaron, con similares muecas de desprecio en sus rostros.
Les devolví la mirada, desafiándolas a decir algo. Pero siguieron caminando y si no
hubiera estado mirando, me habría perdido el dolor que brilló detrás de los ojos de Página | 152
Nicole.
—Sí —dijo Ari, sus ojos se posaron en Roderick, en mí, y luego miró a Danny
con los ojos entrecerrados—. Creo que todos podemos decir que se gustan.
Retorciéndose, Danny tomó su refresco y se frotó el cuello. Sí, algo estaba
definitivamente mal. Cuando tiré de su oreja, puso su atención en mí. Pero de
inmediato, llevó sus ojos hacia la comida que apenas había comido.
—Vamos a dar un paseo. —Mantuve mi voz baja.
Me dio un asentimiento vacilante, y entrelacé mi mano con la suya.
Los tres nos pusimos de pie: Roderick, Danny y yo. Mientras Roderick y Danny
tiraban nuestra basura, le dije a los de la mesa que los veríamos más tarde.
—Cena esta noche —gritó Ari. Sin embargo, su concentración no estaba en mí,
sino en Danny, que ya había comenzado a caminar hacia el campo de fútbol.
—Pasaré el rato aquí —dijo Roderick cuando fui a su lado.
Incliné la cabeza hacia un lado, mantuve mis ojos en la partida de Danny.
—¿No quieres ir al campo con nosotros?
—Ve a hablar con él, ve qué está pasando. —Sonrió, me besó en la nariz y,
cielos, me encantaban sus besos—. Estaré aquí cuando vuelvas.
—¿Estarás bien por tu cuenta?
Esta vez se rio.
—He estado solo por años. Creo que puedo aguantar unos minutos.
—Sí. —Lo abracé—. Pero te dije que ya no tienes que estar solo.
Bajando su frente hasta mi hombro, dijo:
—No estoy solo. —La forma en que lo dijo con tanta convicción hizo que
mariposas bailaran en mi vientre.
—No, no lo estás —estuve de acuerdo.
Desde la distancia, vi que la figura de Danny se detenía antes de pisar el campo
de fútbol. Se volvió hacia mí, cruzó los brazos sobre el pecho y dejó caer los hombros
hacia delante. Mi corazón dolió por él, por lo que sea que lo estaba lastimando.
Roderick me instó a irme, así que después de un rápido beso en su mejilla, corrí
hacia el campo. El suelo aún estaba pegajoso por la lluvia, pero los charcos de lodo
comenzaban a secarse después de dos días de lloviznas esporádicas. Era como si la
madre naturaleza finalmente hubiera vengado su ira y la estuviera conteniendo.
Página | 153
—Ari me besó —dijo Danny cuando lo alcancé.
Sonreí, pero cayó rápidamente cuando dejó escapar un resoplido agitado.
—¿Por qué es tan malo? —le pregunté, arrugando la nariz—. ¿Fue un mal
besador?
La tierra se elevó frente a nosotros cuando pateó el suelo.
—No.
—Entonces, ¿qué pasa?
—Ari me besó. —Lanzó sus manos al aire—. Me besó, y me gustó. —El pánico
se atoró en su garganta, hizo que su voz se quebrara.
—Oh, Danny. —Me volví hacia él, puse mis brazos alrededor de su cintura, y
apoyé mi cabeza en su pecho donde su corazón latía con fuerza—. No hay nada de
malo en que te guste Ari o la forma en que te besó.
Se quedó callado, así que incliné la cabeza para mirarlo. La pena estalló en sus
ojos y picó mi corazón.
—¿No hay nada de malo en que me guste un chico? —Una amarga risa cayó
de sus labios—. Vamos, Brin, lo sabes mejor que eso.
—No lo hay —insistí—. Ari es un buen chico, y por la forma en que te siguió
mirando, supongo que le gustas tanto como tú a él.
—No importa. —Dejó caer su frente a mi hombro—. No es como si pudiéramos
ir y besarnos en público o hacer cualquiera de las cosas normales que las personas
hacen cuando se gustan.
—Sí puedes. Por supuesto que puedes. Y si alguien te da alguna porquería al
respecto, tendrán que lidiar conmigo.
—¿Sí? —Sentí que sus mejillas se levantaban cuando sonrió—. ¿Lanzarás tus
pompones hacia ellos?
—O atropellarlos con mi auto. —Me encogí de hombros.
Rio, pero no mantuvo el entusiasmo que Danny encarnaba.
—A nadie le importará —le dije, pasándole una mano por la espalda—. La
gente te quiere por lo que eres, no a pesar de ello. Tienes amigos en esta escuela que
te apoyarán. Dales la oportunidad de mostrártelo.
Asintió, agarrando la parte de atrás de mi camisa en un puño cerrado.
—¿Y si Ari no quiere eso? ¿Y si quiere mantenernos a puerta cerrada? Página | 154

—Habla con él. —Hice una pausa—. Pero por las miradas que te dio durante
el almuerzo, estoy bastante segura de que está esperando que digas que estás de
acuerdo con que todos sepan sobre ustedes.
Miró hacia atrás, la esperanza parpadeó en sus ojos y cuando sonrió, fui yo
quien quedó con la esperanza que no probaría más tarde la punzada de
arrepentimiento. Pero teníamos esperanza y tenía que ser real.
—Hablaré con él —dijo.
—Bien. —Besé su mejilla—. Quiero que seas feliz. Haz lo que te haga feliz, ¿está
bien? A diablo todos los demás.
—Sí. —Suspiró.
El timbre de la escuela sonó, alertándonos que el almuerzo había terminado.
Fuimos de regreso con las manos juntas. El camino fue más ligero y me sentí aún
más feliz que antes. Tenía un novio por el que estaba loca y mi mejor amigo pronto
también tendría uno.
—Necesito detalles sobre ese beso, Danny. —No pude evitar la burla en mi
voz—. Como tu mejor amiga, me lo debes.
—No creo que lo haga.
Empujé mi labio inferior hacia afuera.
—Por favor.
—Háblame de tu baile.
Mi rostro enrojeció. Ese parecía ser su nuevo aspecto desde que Roderick y yo
nos juntamos.
—Yo pregunté primero —le respondí.
—Mentiras. —Tiró de mi cola de caballo—. Te pregunté el domingo y luego
otra vez ayer.
—Bailamos, nos besamos. —Estaba segura de que mis mejillas se incendiarían
en cualquier momento. Casi sería una misericordia si volviera a llover para poder
enfriarme—. Fue la mejor noche de mi vida.
Agarrándome la muñeca, Danny nos detuvo a mitad de camino. Miró a su
alrededor, y cuando sus ojos se encontraron con los míos, hubo verdadera alegría en
ellos.
Página | 155
—Un grupo de nosotros fuimos al baile juntos en el auto de Ari. —Mantuvo la
voz baja—. Ari y yo hablamos mucho, pero no fue nada importante. Somos amigos,
pasamos el rato todo el tiempo, pero algo se sintió diferente. —Miró por encima del
hombro y odié lo nervioso que estaba de que alguien escuchara nuestra
conversación—. Después del baile, los dejó a todos y me dejó para el final. En lugar
de llevarme directamente a casa, fuimos al patio junto a su casa. No salimos ni nada,
solo hablamos. Y luego, lo besé.
—Espera. —Extendí las palmas y luego lo golpeé—. Dijiste que te besó. Pero
tú... —Agité mi dedo frente a su rostro—. Fue todo sobre ti.
—Sí, pero lo terminé rápidamente y me disculpé. —Metió el dedo del pie en la
arena—. Entonces me besó.
—¡Danny! —La emoción vibró en cada célula de mi cuerpo—. ¿Este fue tu
primer beso?
Una sonrisa tímida se apoderó de su rostro.
—Sí.
—¿Y fue bueno? No solo bueno para ser la primera vez, sino bueno.
—Fue increíble. —Suspiró.
Y así es exactamente como debería ser. Así es como sabías que habías
encontrado a alguien especial. Sus besos eran asombrosos. Su toque te hacía sentir
todo.
La persona adecuada podía hacerte volar.

Página | 156
Roderick
El comedor estaba lleno de jugadores de fútbol y porristas.
Todos los que una vez evité.
Lo odiaba. Me sentía como si me estuviera sofocando, como si todos los
cuerpos en la habitación estuvieran ocupando demasiado espacio, aspirando todo el
aire y sin dejar nada para mí.
Hizo que comer la comida que había ordenado fuera difícil, así que finalmente
me di por vencido y la empujé hacia un lado.
Brinley estaba en su elemento sin embargo. Las chicas de su equipo la
rodearon, le hicieron preguntas, mantuvieron su mente ocupada. Su sonrisa era sin
reservas. Completamente impresionante. Y sabía que haría lo que fuera necesario
para mantenerla allí. Página | 157
A pesar de que la mayoría de los chicos se habían hecho amigos de Seth,
entendí por qué no se presentó esta noche. Era difícil pasar de ver a todos como tus
enemigos a tener más amigos de los que quisieras tener. Si bien teníamos nuestras
diferencias, no éramos tan diferentes. Donde yo era invisible, él era un objetivo. Las
mismas personas que me habían ignorado, eran las que habían hecho imposible su
vida escolar. Ahora, esas mismas personas querían ser nuestros amigos, como si
fueran un santo grial al que deberíamos abrazar.
Aunque cansado, Seth les dio la bienvenida. Los toleré por Brinley.
Es curioso cómo pasé de querer odiarla a darme cuenta que nunca dejé de
amarla. El amor había evolucionado con el tiempo, desde algo inocente en nuestros
días de juventud hacia algo feo hasta hace unas pocas semanas, hasta algo más de lo
que podía esperar.
La amaba egoístamente. La amaba desinteresadamente. La amaba
completamente.
—Oye. —Danny golpeó sus nudillos en la mesa antes de deslizarse en el puesto
frente a mí.
Se deslizó para hacer espacio para Ari, y esperaba que el resto de los chicos no
se unieran a ellos. Me senté a propósito en una mesa desocupada para no verme
obligado a hablar más de lo que ya tenía que hacer. Mantenerme al día con todos los
amigos de Brinley, una mezcla de viejos amigos y muchos nuevos, durante todo el
día era agotador, y me sentí aliviado cuando sonó la última campanada, solo para
descubrir que veníamos aquí más tarde. Por lo menos pasé unas horas en casa de mi
tía y escribí antes que ella me recogiera para cenar.
—¿Te importa si nos unimos a ti? —preguntó Danny.
—Parece que ya lo hiciste —le dije.
Ignoró mi indirecta y señaló una servilleta en la que había estado escribiendo.
Si bien Brinley y yo no habíamos escrito mucho juntos, escribía en cada oportunidad
que tenía. A veces, como ahora, estaba tan perdido en mis pensamientos que ni
siquiera me daba cuenta que estaba escribiendo.
Desmenuzando el papel, lo puse en mi bolsillo y dije:
—No es nada.
Esta vez, arqueó una ceja pero no dijo nada. Página | 158
El silencio creció y justo cuando iba a levantarme y encontrar otro puesto, Jacob
se acercó. Esperó a que le dejara espacio, pero lo miré, inmóvil. Girándose, agarró
una silla de una mesa cercana y se sentó en ella hacia atrás.
—Brinley y el fenómeno, ¿eh? —Su sonrisa era amplia, desconcertante.
La ira estalló, y apreté mis manos a mis costados.
—Siempre tuvo un poco de drama en ella —continuó Jacob—. Ni siquiera me
sorprende que se haya rebajado tanto para llamar la atención.
—Déjalo en paz —le advirtió Danny.
—¿Nuestra Brin sabe tan bien como se ve? —Jacob me dirigió esa pregunta—.
Apuesto a que lo hace. Daría cualquier cosa por tener su cuerpo dulce y apretado
envuelto alrededor de mí. Tenerla debajo de mí, gritando mi nombre. —Se rio entre
dientes mientras puntos rojos manchaban mi visión—. Ella es de lo que están hechos
los sueños, ¿estoy en lo correcto?
Tomando la mesa, me incliné hacia Jacob.
—No digas su nombre. —Me estremecí botando una bocanada de aire, me
preparé para no golpear a este chico y avergonzar a Brinley—. No pienses en mi
chica, no hables con ella o sobre ella.
Levantó la barbilla, entrecerrando los ojos con desafío.
—¿Qué vas a hacer al respecto?
—Hacer que te echen del equipo —dijo Ari antes que tuviera la oportunidad
de responder.
Cambié mi enojo hacia él, no quería que nadie hablara por mí cuando era mi
trabajo defender a Brinley.
—Mantén la boca cerrada y la cabeza fuera de tu trasero —continuó Ari—. Una
llamada al entrenador, eso es todo lo que tengo que hacer. Te dio una última
oportunidad. No la arruines. —Agitó su teléfono delante de él.
Jacob golpeó una palma abierta sobre la mesa, el sonido irritante de su risa
sonó fuerte en mi oído.
—Roderick sabe que estoy bromeando. ¿Verdad, hombre?
Rabia caliente bombeaba por mis venas, se instaló en mi pecho. Lentamente,
me puse de pie y me incliné hacia él.
—Di el nombre de mi chica otra vez, y no importa lo que tu entrenador sepa o Página | 159
diga. Me aseguraré que no puedas jugar. ¿Lo entiendes, hombre?
Cuando me senté de nuevo, Jacob maldijo entre dientes. Dijo algo demasiado
bajo para que lo escuchara antes que saltara de su silla y corriera hacia la puerta,
dejando el restaurante sin decir una palabra a nadie. Incluso sin que mirara hacia
atrás, estoy seguro que sintió el calor de mi mirada enojada en su espalda.
Danny se echó hacia atrás, su mirada parecía evaluarme.
—No necesitaba un rescate. —Miré a Ari con una mirada severa.
—No lo hice por ti —dijo Ari, su tono aburrido—. Lo hice por Brinley.
—Y porque Jacob es un imbécil —agregó Danny.
Ari sonrió.
—Eso también.
Sofocante. Me estaba sofocando con el ruido, y los dos tipos sentados frente a
mí.
Busqué el baño del restaurante, pero había demasiada gente parada junto a él.
Cinco minutos, eso es todo lo que necesitaba. Afuera sería mejor. Aire fresco, sin
multitud. Me dirigí hacia el borde de la cabina y, como si ella me hubiera sentido, se
dio la vuelta. Me encontré con la mirada de Brinley desde una mesa más allá. Ella
sonrió y dejé de moverme. Después de unas pocas palabras que pasaron por esos
labios con los que soñaba, se levantó de su mesa para sentarse a mi lado. Y sentí que
el mundo estaba bien. El espacio ya no era demasiado pequeño, demasiado ruidoso,
demasiado nada.
Era perfecto con mi chica a mi lado.
—¿De qué estábamos hablando? —preguntó Brinley.
Puse mi brazo alrededor de ella y me acerqué. Se retorció a mi lado hasta que
encontró su lugar favorito donde su cabeza descansaba sobre mi hombro.
—No estábamos —respondí.
—No estabas, ¿qué? —Me miró, sus bonitos ojos verdes parecían más claros
detrás de las pestañas oscuras que los enmarcaban—. ¿Hablando?
—Solo sentado aquí —dijo Danny—. No diciendo nada.
—¿Eso es... genial? —Ella arrugó su nariz.
Ari se rio. Página | 160
—Fue incómodo.
—Nadie te hizo sentarte aquí. —Me mordí el interior de la mejilla para no decir
nada más. Algo que le haría daño a Brinley si supiera lo mucho que no quería estar
aquí.
Ari inclinó el rostro hacia un lado.
—Danny no quería que te sentaras solo.
La confusión y el dolor que empañaron los rasgos de Brinley se extendieron
dentro de mí, me desgarró el pecho.
—¿Estabas solo?—preguntó.
La moví en mi brazo para besarla en el cuello, arrastrando mi nariz hasta su
oreja. Dejé que mis labios permanecieran allí y susurré:
—Te lo dije, no estoy solo. Ya no.
Pasando sus dedos por los míos, tiró de mi mano.
—Vamos a salir —le dijo a Danny y Ari.
Danny se deslizó fuera de la cabina, y Brinley soltó mi mano para abrazarlo.
Cuando ella le susurró algo al oído, él asintió.
Por encima de su cabeza, Danny me miró y repitió las mismas palabras de hace
dos semanas.
—Si le haces daño...
—Me harás daño —lo interrumpí—. Lo tengo.
Sonrió y sentí que mis propios labios se contraían en respuesta. Sí, Danny no
era un mal tipo. Tal vez Ari tampoco lo era. Era yo quien tenía que acostumbrarme
a andar con tanta gente.
Cuando ella se volvió hacia mí, su mano buscando de la mía, la tomé y la dejé
sacarnos del restaurante. No fue hasta que estábamos en su auto que finalmente
pude respirar. Lejos del ruido. Solo mi chica y yo.

Página | 161
Brinley
Nos sentamos uno junto al otro, con las piernas cruzadas y las rodillas
tocándose. Con nuestros dos teléfonos como linternas, nuestra cueva resplandecía.
Las cosas que no había llevado con nosotros cuando traje a Roderick a casa conmigo
todavía estaban aquí. Frío y húmedo.
—Nicole no estaba allí esta noche —le dije.
Hasta hace dos semanas, nunca había ido al restaurante con los chicos. Solo
fueron ellos, una especie de vínculo que el entrenador les instó a hacer fuera del
fútbol. Pero desde que Ari me había invitado, les había dicho a las chicas de mi
equipo de porristas con la esperanza de que Nicole fuera para que pudiéramos
hablar.
—¿Has hablado con ella? —preguntó. Página | 162
—En la práctica, pero aparte de eso, no. —Me entristeció la facilidad con que
ella me abandonó—. No devolverá mis mensajes de texto ni responderá a mis
llamadas.
—Lo siento, nena.
Sabía que lo estaba, así como sabía que no entendía por qué perderla me ponía
triste cuando nunca fuimos tan cercanas como pretendíamos ser. Esto lo probaba.
Yo era reemplazable, olvidable.
Con piernas ágiles, Roderick se puso de pie y se dirigió a nuestra pared. Leyó
nuestra poesía. Y me pregunté lo que pensaría ahora que sabía que la chica
escribiendo con él era yo.
—No odias estar sola —dijo Roderick, rompiendo el silencio—. Odias el
silencio que viene con eso.
Cuando fui hacia él, puso un brazo alrededor de mis hombros y me sostuvo
cerca de él. A salvo, yo estaba a salvo.
—Cuando te rodeas de gente, te obligas a escuchar lo que tienen que decir, y
eso ahoga tus propios pensamientos.
»Pero tus pensamientos... —Me giró en sus brazos, así nos enfrentábamos y
señaló a la pared—. Me encantan tus pensamientos.
Mis ojos se movieron hacia abajo.
—Los odio. Cuando estoy sola, son todo lo que oigo y los odio.
—¿Por qué?
—Porque me gritan sobre mi madre, en lo que se ha convertido, sobre lo que...
—Mi voz se quebró y me aclaré la garganta—. Sobre lo que podría llegar a
convertirme.
Me tomó en sus brazos, como si pudiera protegerme de mis miedos. Deseé que
pudiera. Excepto que todo lo que estaba haciendo era exponerlos cuando debían
quedarse donde nadie pudiera verlos.
—¿Qué hay de ti? —Salió brusco, pero seguí adelante—. ¿Sin compañía no es
una tragedia? —me burlé, retrocediendo un paso, alejándome de él mientras miraba
hacia arriba para ver el dolor en su rostro—. Lo odias.
—No lo odio —respondió él—. Prefiero eso a estar en una habitación llena de
personas que no me gustan. Página | 163
—La única razón por la que te aislaste fue para protegerte —dije—. Si nadie se
acercaba, no podrían lastimarte si se fueran. Dime que estoy equivocada —lo
desafié.
Él suspiró. Fue pesado y triste.
—No te equivocas, y no voy a pelear contigo esta noche. —Se pasó una mano
por el cabello y se quedó mirando la pared—. Te veo. Te conozco. Eso es todo lo que
estaba tratando de decir, no comenzar una pelea.
Mordiéndome el labio inferior, lo vi recoger el marcador negro descartado del
suelo. Luché con las lágrimas cuando lo presionó contra la pared para escribir. Lo
sacudió unas cuantas veces cuando no funcionó y luego lo lanzó contra la pared con
un gruñido. La parte superior se desprendió mientras el marcador rodaba.
—Aquí —dije, buscando en mis pantalones y sacando un marcador que había
tomado del restaurante después de ver lo asustado que se veía Roderick sentado con
Ari y Danny. Había ido al restaurante por mí, así que quería llevarlo a nuestra cueva
por él.
Lo tomó sin mirarme y comenzó a escribir.
De todos los lugares
él buscó esconderse
el único lugar seguro
Puse una mano en su hombro, impidiéndole continuar.
—¿Puedo terminar? —pregunté.
Su manzana de Adán se movió cuando me entregó el marcador.
Cambié el él por ellos y continué.
De todos los lugares
buscaron esconderse
el único lugar seguro
que encontraron fue
en el otro
Incliné la cabeza, lamentando que me temblara la piel.
—Lo siento —le dije—. Soy buena siendo malvada para evitar que alguien vea
demasiado. No sé cómo parar pero tú eres mi lugar seguro. Página | 164
—Los grupos de personas son tu lugar seguro —respondió.
—Uso a las personas —admití eso de mí misma. La gente no era más que un
medio para un fin, muy pocos de ellos eran verdaderos amigos—. Me rodeo de ellos
para aquietar mis pensamientos, pero mi mente está más silenciosa, más en paz,
cuando estoy contigo. Eres mi lugar seguro —repetí.
Sacudió la cabeza y yo me preparé para el golpe. Por su rechazo. Era algo que
merecía después de haber intentado lastimarlo deliberadamente.
—En la escuela, en el restaurante, es cuando te veo más feliz, más cómoda. No
aquí conmigo. No cuando estaba enfermo en tu habitación.
La confusión se retorció en mis entrañas, hizo que la bilis subiera a mi garganta.
—¿Por qué piensas eso?
—Tu risa, tu sonrisa, tu voz, eres la más animada cuando estás rodeada de
todos. Cuando solo somos nosotros, estás más tranquila, más reservada.
Quería reírme, sacudirlo por ver tanto y tan poco.
—En un grupo de personas, soy el centro de atención, pero de alguna manera
me siento completamente sola. Giro alrededor de todos para que me noten, pero
nadie realmente me ve o me oye, solo lo que quieren ver y oír. Pero tú... tú escuchas
lo que no digo, buscas lo que no te muestro. —Fijé mi mirada en él, parpadeando
para contener la frustración y esperé que él escuchara lo que estaba tratando de
decir—. Cuando éramos más jóvenes, sentí que estabas a unos minutos de encontrar
lo que estaba tratando de ocultar. Por eso me mantuve alejada de ti. Sabía que si
alguien podía descifrarme, ese serías tú.
La pena estalló detrás de sus ojos. Apretó la mandíbula como si se estuviera
preparando para un ataque. Como si se estuviera preparando contra mí.
—A veces creo que te conozco. —Su voz era como grava—. La mayoría de las
veces sé que no. Te has vuelto tan buena escondiéndote, ¿siquiera sabes quién eres?
—No. —Fue la respuesta más honesta que tuve—. Pero estoy tratando de
averiguarlo.
—Dime una verdad sobre ti. Algo que no escondas del mundo.
Mi labio inferior tembló, así que lo atrapé entre mis dientes.
—No soy una buena persona.
Alzó sus manos al aire. Página | 165
—¡Mentira! —La palabra hizo eco en la cueva, reverberó en mi pecho—.
Escondes lo bueno. No sé por qué, pero lo haces. —El silencio cayó entre nosotros—
. No puedes hacerlo, ¿verdad? Una cosa verdadera que todos sepan. Solo uno,
Brinley.
Contuve el aliento y lo dejé escapar en un sollozo. Envolviendo mis brazos
sobre mi pecho, traté de ser fuerte. El pánico palpitaba en mis venas, se apoderó de
mis pulmones hasta que la respiración se volvió dolorosa.
Llevaba máscaras, desempeñaba roles. La chica que todos en la escuela
pensaban que sabían que no existía. Como dijo Roderick, yo era buena
escondiéndome. Era falsa Si tan solo pudiera encontrar una forma de esconderme
de la esperanza que él despertó en mí, de las piezas afiladas que cortaron mis
defensas y me dejaron abierta para él.
Quería una verdad. Eso es todo lo que tenía de todos modos.
—Me gustas —susurré, encontrando su sorpresa con lágrimas recorriendo mi
rostro—. Ayer, cuando todos me preguntaron por qué no fui al baile, les dije que
estaba contigo. —Usando el dorso de mi mano, me limpié la nariz con un
resoplido—. Y después de hoy, creo que todos saben que estamos juntos. Eres la
única verdad que tengo, la única parte de mí misma de la que no me avergüenzo.
Otro sollozo abandonó mi cuerpo ante su silencio. Me quedé allí, temblando y
llorando, esperando que el chico me correspondiera.
—Estamos... —Un grito ahogado salió de mi garganta. Tomé un aliento
tembloroso, estabilicé mi corazón—. ¿Todavía estamos juntos?
—Dios, Brinley.
Puso una mano en mi cabello y aplastó sus labios sobre los míos. Su beso fue
duro. Sabía a dolor. Fue duro Se sintió como una promesa.
Su cabeza cayó para descansar contra la mía. Respiré sus exhalaciones.
—Por supuesto, todavía estamos juntos.
Las manos que se movieron para sujetar mi rostro temblaban, y envolví mis
dedos alrededor de sus muñecas. Las esquinas de mis labios se levantaron, pero
dolía sonreír.
—Eres mi única verdad. —Mi voz temblaba con cada palabra—. ¿Es suficiente?
Me trajo para un abrazo y me apretó contra su pecho.
—No. —La palabra rozó mi oreja—. Pero vamos a encontrar todas tus Página | 166
verdades, y cuando las encontremos, las compartirás con el mundo. No tienes nada
de que esconderte.
Asentí.
Aunque estaba equivocado. Tenía mucho que esconder.
Brinley
No conseguíamos muchos escándalos en nuestra tranquila y pequeña ciudad
costera. Los ocasionales surfistas itinerantes que congregaban a la mayoría de las
chicas. Y unos pocos embarazos adolescentes por esos surfistas.
Fogatas en la playa, esa era nuestra máxima locura.
Nuestra policía local no nos molestaba cuando celebrábamos esas fiestas
siempre y cuando no causáramos problemas. Según mi papá, era un rito de paso.
Así que iba, sujetaba una botella de cerveza y giraba en círculos alrededor de todos
los que conocía.
La única diferencia entre la fiesta de esta noche y las otras fue que esta era el
comienzo de nuestro descanso de primavera, y el día antes del cumpleaños de
Roderick. Tres meses habían pasado desde que Roderick y yo estábamos juntos. Página | 167
Él todavía odiaba estar alrededor de una multitud. Todavía iba para hacerme
feliz.
Yo era egoísta y tomaba lo que tan dispuestamente ofrecía.
En los meses que habíamos compartido juntos, habíamos elaborado un buen
compromiso. Mientras que salíamos con mis amigos un par de veces a la semana,
pasábamos mucho tiempo en nuestra cueva o en mi habitación hablando,
escribiendo o besándonos.
Besar era mi favorito.
Y pasamos las vacaciones juntos, incluso Navidad, donde mi mamá volvió a
mí durante unas pocas horas.
Nuestra única regla de las vacaciones: no grandes multitudes.
La víspera de Año Nuevo fue una que recordaría para siempre. Pasamos el rato
en el tejado de mi casa, comiendo uvas y viendo los fuegos artificiales explotar en la
playa. Mi padre lo pasó con mi mamá en lugar de Lindsey. Los sonidos fuertes
empeoraban los episodios de mi mamá y aunque Bridgette estaba allí y sabía cómo
manejar a mi mamá mejor que mi papá o yo, él quería estar allí también. Solo por si
acaso.
Tuvimos una cita doble el día de San Valentín con Danny y Ari, quienes
estaban juntos pero no tan abiertos sobre su relación como nosotros. Ya que ninguno
de ellos quería ir a un restaurante y no podían llevar al otro a su casa y arriesgarse a
que sus padres descubrieran sobre ellos, los llevamos a nuestra cueva. Al principio,
estaba nerviosa sobre ellos leyendo nuestros poemas, pero Roderick me hacía sentir
como si pudiera hacer cualquier cosa. Ser cualquier cosa.
El picnic que empaqué para nosotros fue divertido. Cuando leyeron nuestros
poemas y les dijimos exactamente cómo terminamos juntos, hablaron efusivamente
sobre nuestra historia y luego exigieron escribir su propio poema. Roderick les
entregó un marcador y dejaron la marca de su amor sobre nuestra pared.
Tenía planes para mañana por el cumpleaños de Roderick, y con la ayuda de
Danny y Ari, iba a convertir nuestra cueva en el lugar más romántico.
Solo tenía que hacerlo aguantar esta noche.
—Esa es como tu tercera cerveza —le dije a Roderick cuando apareció detrás
de mí y rodeó mi cintura con sus brazos.
Me besó el cuello, movió su lengua contra mi pulso acelerado. Calidez se
Página | 168
reunió en la boca de mi estómago. Me giré en sus brazos para enfrentarlo y cuando
besó mis labios, me eché hacia atrás.
—¿También bebiste chupitos? —le pregunté.
Bajó su cabeza. Su cabello oscuro cayó sobre su rostro. El gesto me recordó a
un niño pequeño en problemas. Era lindo. Él era lindo.
—No más, ¿de acuerdo? —Sujeté su rostro con mis manos.
Se mordió el labio inferior y asintió. No pude evitar mirarlo con fijeza. Este
chico era hermoso. Y era mío.
—No puedo llevarte a casa de tu tía borracho.
Sonrió. Fue torcida y perezosa.
—Si mi tía y yo tenemos otra pelea, siempre puedo quedarme en tu casa de
nuevo. Extraño dormir contigo.
Pasé mi mano por su mejilla donde su pulso latía salvajemente como si
estuviera haciendo una carrera con mi propio latido. No habíamos dormido juntos
desde que se mudó de nuevo con su tía. Ella no era mi mayor fan y aunque Roderick
me insistió en que quedarme a dormir no sería un problema, no quería abusar de mi
bienvenida y no tener permitido volver.
—También extraño dormir contigo. Tal vez deberías mandarle un mensaje a tu
tía y decirle que no vas a casa esta noche.
—Casa. —La palabra sonó amarga.
—La casa de tu tía —corregí—. Yo soy tu casa.
Grandes ojos azules me miraron y, esta vez, cuando sonrió alcanzó mi corazón.
—Sí —dijo—. Tú eres mi casa.
—¡Brinley!
Me giré ante el sonido de mi nombre y forcé una sonrisa practicada en mi rostro
cuando Nicole se pavoneó hacia nosotros con Mariah a su lado. Equilibraban dos
bandejas de chupitos mientras se movían alrededor de nuestros compañeros de
clase.
Nicole me tendió un chupito, pero negué.
—¡Oh, vamos, Brin! —se quejó Mariah. El tono de su voz me puso de los
nervios—. Diviértete con nosotras.
—Estoy bien, gracias. —Incliné el extremo de mi botella de cerveza hacia ellas. Página | 169
—Solo para, por una noche, deja de ser perfecta —dijo Mariah.
Me enfurecí ante sus palabras. Ella no entendía cuán desesperadamente
necesitaba la perfección, mantener esa imagen. Si bebía, si liberaba esas inhibiciones,
me asustaba lo que podría decir. Porque, ¿y si bajaba la guardia, dejaba a todos
verme por quien era y a nadie le gustaba lo que veía?
Roderick se tambaleó a mi lado, dejó caer un pesado brazo sobre mi hombro y
besó el lado de mi cabeza.
—Ella es perfecta.
—Dice el fenómeno. —Nicole bufó.
—Madura —repliqué—. Solo madura de una maldita vez.
—Oh. —Los ojos de Nicole se iluminaron, una lenta sonrisa se extendió por su
rostro.
Hizo que mi estómago cayera y entrelacé mis manos con las de Roderick para
alejarnos de ellas.
—¿Qué es esto? —gritó, sacando un pedazo doblado de papel de su bolsillo—
. ¿Qué crees que tu perfecta Brinley escribió sobre ti siquiera un mes antes de que
empezaran a salir?
El miedo me cubrió, pero no me ocultó. Solo me hizo más visible. No recordaba
lo que había escrito, pero sabía que no sería bueno.
Ella extendió su mano, sosteniendo el papel entre dos dedos. Fui a tomarlo,
pero lo retiró con una risa.
—No importa —le dije a Roderick—. Lo que sea que escribí nunca fue verdad.
Volviendo su atención hacia mí, pasó sus manos por los largos mechones de su
cabello, haciendo que los músculos en su brazo se flexionaran.
—Léemelo —dijo él—. Quiero saber lo que dijiste.
—No. —Negué—. Lo que sea que dice no importa.
Dejó caer su cabeza y la apoyó en mi frente.
—A mí me importa.
—No hagas esto, Roderick. —Salió apresurado, urgente, asustado—. Sabes
quién era, por qué hacía y decía cosas que no quería. Me conoces ahora. No me hagas
leer algo que te herirá. Nos herirá.
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Con una risa, Mariah tomó el papel de Nicole y empezó a desdoblarlo. La
observamos, mis miembros temblando, mi corazón resquebrajándose.
—Ya lo sabes entonces —dijo Roderick, apartándose con brusquedad. Dolor
brillaba en sus ojos—. Puede que no sepas exactamente lo que escribiste, pero es lo
que pensabas de mí.
—No —tartamudeé.
Se alejó, miró a Mariah, como si estuviera esperando a que leyera en voz alta
las palabras que acabarían con nosotros.
—Te amo —dije. Tomando su rostro en mis manos, lo forcé a mirarme—. Te
amo, Roderick. Cada poema que alguna vez he escrito, cada línea garabateada en
nuestra pared, son todas para ti. Fueron escritas con tu imagen en mi cabeza, en mi
corazón. ¿No puedes verlo? —dije apresuradamente—. Siempre supe que las leías.
Quería que me conocieras cuando me ocultaba de todos los demás. —Mi voz tembló,
cada palabra estremeciéndose con convicción—. Cada canción que hemos bailado,
cada poema que hemos escrito juntos, cada beso que hemos compartido, todo es por
ti. Todo lo bueno que tengo que ofrecer es gracias a ti. Eres mi verdad, todo mi
mundo. Lo que sea que diga ese pedazo de papel, jodidamente no importa. La única
verdad que necesitas saber es que te amo.
Tocó mis labios con su dedo índice, acarició mi mejilla.
—Has maldecido. —Sus labios se retorcieron.
Me reí, pero sin humor.
—¿Eso es lo que oíste? ¿Te he dicho que te amo y todo lo que oyes es que dije
la palabra con J?
—Oí eso también. —Esta vez sonrió—. También te amo.
Bajó su cabeza, sus labios casi tocando los míos. Quería este beso, quería su
respiración bailando con la mía.
Mariah se aclaró la garganta y nos separamos antes de hacer contacto. Nicole
vino detrás de ella y le arrebató el papel. Mariah protestó, pero, para mi alivio,
Nicole lo arrojó a una hoguera cercana. Chispas crepitaron y volaron en el cielo de
la noche.
—Brin tiene razón —dijo Nicole, sacudiendo su cabello sobre su hombro—. Lo
que sea que dice no importa. Parece que el fenómeno encontró a su princesa. Cuán
apropiado —se burló.
Puse una mano en su nuca, ignorando a Mariah y Nicole cuando se fueron. Página | 171
Cuando llevé mis labios a los suyos, mi pulso se aceleró como siempre hacía. Miles
de emociones que nunca supe que sentiría apretaron mi estómago. Como siempre
pasaba.
Besar a Roderick no era tan simple como besar. Era poesía que él orquestaba
con el ritmo de sus labios contra los míos; su lengua bailando con la mía mientras
sus manos vagaban sobre mi espalda y brazos, cuello y rostro. Era su mejor prosa,
compuesta por un momento que era todo menos simple.
—Bebe un poco de agua, recobra un poco la sobriedad, así puedo llevarte a
casa.
Trazó el contorno de mi rostro con sus largos dedos.
—Eres mi casa —pronunció las palabras como si no pudiera creer que eran
verdad, como si estuviera asustado de que no lo fueran.
Agarrando sus muñecas, apreté.
—Eres mi casa —susurré en respuesta.
Sus labios tocaron los míos, se movieron contra los míos. Suaves y
consumidores. Íntimos, no obstante una llama ardiente de pasión que sumergía mi
alma.
—Te amo, Roderick —dije contra su beso.
Sus dedos se hundieron en mi cabello donde tiró y ladeó mi cabeza para
profundizar el beso. Era como si con este beso, pudiera hurgar más allá de mi
corazón destrozado, llevarse todo el mal que había hecho. Era como si quisiera
meterse dentro de mí, arreglar lo roto y aferrarse mientras se perdía en mí. Y me
perdía en él.
Me aferré a él, mis respiraciones cayendo rápidamente cuando nos separamos.
Alcancé su rostro, toqué sus mejillas, sus labios, su nariz. Memoricé todo sobre sus
rasgos en este momento. El momento en que casi nos destruí. El momento en que
me perdonó. El momento en que supo la profundidad de mi amor.
Dejando caer mis manos, sostuve las suyas y lo guie a través de la multitud.
Después de recoger dos botellas de agua, fuimos al puesto de socorrista. Subimos la
rampa y cuando llegamos arriba, nos sentamos con nuestras espaldas contra el
marco de la pequeña casa.
Subí a su regazo y me apreté contra su pecho.
Página | 172
Podría haberlo perdido, casi lo hice, porque era estúpida. Porque pretendía ser
alguien que no era para mantener mi lugar en la cima.
Con un sollozo, enterré mi rostro en su cuello. Lo inhalé.
—Nena. —La preocupación hizo temblar su voz—. ¿Qué pasa?
Negué y moví mi cuerpo más cerca del suyo.
Las manos que me habían enseñado cuán hermoso se sentía el amor,
acariciaron mi cabello.
—No llores, nena. —Su voz, podría escuchar su voz para siempre y no sería
suficiente—. Por favor, no llores.
—No puedo perderte. —Hipé en su cuello.
—Estoy justo aquí. —Presionó un beso en mi cabello—. No voy a ninguna
parte. Desesperadamente juntos, ¿recuerdas?
—Esa nota… lo que sea que escribí… Roderick. —Lo abracé con más fuerza
cuando su mano se detuvo en mi cabello—. Me odio. Yo…
—No digas eso —interrumpió—. No me digas eso, Brinley. —Me apartó, puso
sus manos en mis hombros y apretó—. No puedes odiarte. No puedes. ¿Me oyes?
Con el dorso de mi mano, limpié mi nariz.
—Te hice daño. Yo…
—Lo hiciste —interrumpió de nuevo. Hacía eso a menudo, como si no quisiera
que la gente terminara sus pensamientos—. Me heriste, pero está bien.
—No lo está. Hacerte daño nunca va a estar bien. —Hice una pausa, sin querer
continuar, sabiendo que tenía que hacerlo—. Podría haber destruido esto. A
nosotros. Cuando eres mi parte favorita de cada día. ¿Por qué haría eso?
Se encogió de hombros y cuando cayeron, se desplomaron hacia delante.
—Nicole dijo que escribiste la nota un mes antes de que empezáramos a salir.
—Dejando caer sus manos de mis hombros, las llevó a su lado y agarró las tablas de
madera en las que nos sentábamos.
—Nunca mereciste lo que sea que escribí. —Cayeron más lágrimas—. Nadie
mereció las cosas que dije, mucho menos tú. Lo siento. —Bajé mi cabeza cuando salí
de su regazo. Abracé mis rodillas contra mi pecho—. Lo siento mucho.
No importaba cuán duro lo intentara, no podía huir de mis errores. Siempre
estaban allí, esperando a golpear y recordarme la persona que esperaba justo bajo la Página | 173
superficie.
A mi lado, Roderick se levantó y fue a la barandilla, donde miró hacia el
océano. Esperé a que me dejara. Por todo lo que le había hecho pasar hasta ser
finalmente demasiado.
Cuando se volvió hacia mí, extendió su mano. La tomé. Siempre tomaría su
mano.
Música empezó a sonar de su teléfono. Colocó una mano en mi cintura, usó la
otra para llevar mi mano a su pecho donde sentí su corazón palpitar con fuerza.
—Baila conmigo —dijo.
No me atrajo contra él, sino que esperó a que contestara. Fui a él, apoyé mi
pecho contra el suyo y llevé mi mano libre a su nuca donde jugué con su cabello.
Nos balanceamos lentamente, apenas habíamos completado un círculo cuando
la primera canción terminó y la segunda empezó. No me soltó y yo tampoco.
—Soy quien lo siente —susurró, su cabeza se inclinó con el lado de su rostro
presionado contra el mío.
Intenté retirarme, pero su mano en mi espalda me mantuvo en el lugar.
—Nunca vi más allá de mis problemas para ver los tuyos.
—Roderick, nunca quise que los vieras.
Suspiró suavemente, su cálido aliento haciendo cosquillas en mi mejilla.
—Se suponía que fuera tu mejor amigo. Debería haber visto cuánto me
necesitabas.
Mi labio inferior tembló ante sus palabras. La verdad era que toda mi presión
y manipulación, seguí esperando que alguien lo viera. Que le importaría lo bastante
para mirar.
—Ambos sabemos cuán cruel puedo ser. —Salió enojado y tuve que detenerme
de atacar cuando todo lo que quería era ser abrazada. Ser perdonada.
—Solo eres mala cuando te sientes acorralada.
Dejé caer mi cabeza contra su pecho.
—Esa es la cosa, ¿no es así? Siempre me sentía acorralada. T-tú notaste que algo
estaba mal cuando volví a la escuela después del primer episodio de mi mamá.
Hiciste preguntas, ¿recuerdas?
Necesitaba que recordara. Esperaba que no lo hiciera. Página | 174
—Fue la primera vez que ataqué a alguien. La última vez que pasamos el rato
—continué, agarrando los dedos que sostenían los míos—. ¿Recuerdas lo que te dije
después de que me preguntaras si estaba bien?
—Tú… —Exhaló—. Dijiste que mis padres nunca iban a volver.
El recuerdo de su expresión rota, del dolor en sus ojos, retorció mi estómago.
Me aferré a ello. La manera en que sus ojos se llenaron de lágrimas sin derramar. La
manera en que envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo. La manera en que esperó
a que terminara.
—Te dije… —Las palabras temblaron en mi pecho, hicieron que mi corazón
latiera con tanto dolor que no sabía cómo sobreviviría.
—Si no les hubiera rogado que fueran por helado, no habrían tenido un
accidente de auto y seguirían vivos —dijo.
El aire salió de mis pulmones. Mareada, solté a Roderick. En lugar de dejarme
caer, me sostuvo con más fuerza.
—Tenías razón.
—No —discutí, pero mi voz, mi fuerza, habían desaparecido—. Me equivoqué.
—Te dejé ir tras eso. —Vaciló, pero su agarre permaneció firme—. Te vi alejar
a todos excepto Danny mientras hacías nuevos amigos. Me pregunté… —
Carraspeó—. Me pregunté por qué todavía querías a Danny pero no a mí.
—Intenté alejar a Danny también. —Salió tan bajo que apenas oí las palabras.
—No te lo permitió. Yo no debería habértelo permitido. Mierda, lo siento, Brin.
—Su voz se rompió y me atrajo más cerca.
Mantuve mis manos a los lados, empuñé el aire vacío a nuestro alrededor.
—Lo siento mucho, Brin. —Besó mi mejilla—. No debería haberte dejado ir.
—Por supuesto que deberías.
Se estremeció cuando pasé mis manos por sus brazos.
—Cualquier lo habría hecho después de las cosas que dije.
Bajó su cabeza cuando llevé mis dedos a su cuello y los pasé por su cabello.
Cuando apoyó su cabeza en mi hombro, presioné mi mejilla contra la suya.
—Debería haber estado en el auto con ellos, no en la sala de estar de mi vecino
esperándolos. —Todavía sonaba tan roto. Mi roto y triste chico—. Debería haber
muerto con ellos. Página | 175
—No. —El miedo a perderlo me hizo querer gritar—. Sé que te alejé, sé que te
hice sentir como si no importaras. —Agarré la parte trasera de su camisa—. Me
alegra que no estuvieras con tus padres. Me alegra que no murieras. Me alegra que
estés aquí conmigo. Sé que no es suficiente, pero…
—Es suficiente —interrumpió—. Es más de lo que creí posible soñar.
—Lo siento por lo que dije ese día, por alejarte y no estar ahí para ti. —Aspiré
un largo aliento—. Lo siento por cada cosa mala que dije sobre ti a lo largo de los
años, por reírme de ti con Nicole, cuando la verdad es que nunca pensé nada malo
de ti. Te vi desaparecer en ti mismo y te dejé. Lo siento, Roderick. Lo siento mucho.
—Ha terminado —susurró—. No más disculpas por esta noche.
—Tu regalo de cumpleaños está en mi habitación —proseguí—. Es un montón
de poemas e historias cortas que escribí, un par de mis libros favoritos, una lista de
reproducción de mis canciones favoritas. ¿Sabes lo que tienen en común? ¿Por qué
te los doy?
—No.
—Cada vez que escribo, escucho una canción, leo un libro o sueño, te veo. El
chico del que hui. El chico del que no podía alejarme. El chico al que decepcioné. El
chico que he amado desde que éramos pequeños. Cada poema de amor que he
escrito, cada poema sobre esperanza o desesperación que he escrito, te incluye y no
me di cuenta hasta que estaba leyéndolos hace un par de semanas.
No respondió, pero besó mi hombro.
—Eres todo lo que alguna vez he visto, todo lo que alguna vez he querido. Eres
cada canción de amor, cada historia de amor. Eres mi corazón.
—Estas son las palabras que importan —susurró—. No las que estaban en ese
papel, no las que dijiste hace años.
Mi corazón se elevó. No lo merecía. Este amor, tan frágil y tierno. Tan
desesperado y complicado. Tan hermoso. Este amor que me hacía sentir viva, me
hacía sentir como si estuviera viviendo sin miedo al futuro.

Página | 176
Roderick
Ojos del más profundo azul
tanto como el infinito mar.
Ahora me recuerdan la extensa corriente,
feroz pero hermosa
Me recuerdan a los mares tormentosos,
con truenos retumbando de sus iris.
Él es la tormenta que se aproxima,
feroz pero hermoso,
pero él solo se destruye a sí mismo.
Página | 177
Si solo pudiera ser su refugio seguro
Pero lo dejé ir,
y nunca volvió.
Poema tras poema, leí las palabras de Brinley, me sumergí en su corazón.
Como dijo, todos eran acerca de mí. Un chico con cabello negro como la tinta, labios
que ya no sonreían, pero ella soñaba con esa sonrisa, haciéndome sonreír de nuevo.
Todavía no había llegado a los cuentos cortos que había escrito, pero ya había
descargado las canciones en su lista de reproducción a pesar que dijo que las tenía
en su teléfono. Pero las quería, quería encontrarme en ellas y ver cómo me veía.
—Roderick —susurró desde la cama a mi lado—, es casi medianoche.
—¿Sí? —No levanté la vista del siguiente poema.
Me vio hoy,
vio más allá de las palabras
que uso como un áspero cordón,
más allá del feo exterior
Me escondo detrás.
Me vio hoy
Yo era su princesa,
No la vana,
sino una hermosa reina
para su noble rey.
Y me amaba.
Busqué la fecha en la parte superior de la página, vi que estaba escrito unos
meses después de nuestro primer año, casi al mismo tiempo que empecé a llamarla
princesa. La agitación que se asentó en mi estómago retorció mis entrañas. La lastimé
de la misma manera en que me lastimó.
Después de poner la carpeta que me dio en su mesita de noche, me volví para
mirarla. Pasando un dedo sobre su elegante mejilla.
—Te lastimé mucho —dije, mi corazón sangrando con las palabras.
—No más disculpas, ¿recuerdas? —preguntó—. Esas fueron tus reglas en la
playa, no más disculpas. Página | 178
—Está bien. —Eso no quería decir que no lo lamentara y que no haría todo lo
posible por compensárselo.
—Además, no te di esos poemas para ponerte triste, sino para que vieras que
nunca te dejé ir. No realmente.
Me acerqué un poco más para que mis labios apenas rozaran los de ella. Sus
manos encontraron mi cabello, y cerré mis ojos por lo perfecto que se sentía. Lo
perfecta que se sentía.
Nos habíamos lastimado el uno al otro, pero había terminado de lastimarla.
Nunca más. Y esperaba que hubiera terminado de lastimarme.
—Un minuto antes de que cumplas dieciocho —dijo con una emocionada
cadencia en su voz.
—Y lo estoy pasando con mi persona favorita.
Sonrió.
—Lo único que haría que este momento sea aún mejor es si tuviéramos un
pastel. —Sus ojos se iluminaron cuando saltó de la cama.
Me senté
—¿Tienes un pastel escondido aquí en alguna parte?
—No es un pastel entero. —Corrió hacia su closet.
—¿Algo así como medio pastel? ¿Una rebanada de pastel? —bromeé.
—Cierra tus ojos.
Lo hice. Cuando sentí que se sentaba a mi lado, alargué mi mano por ella y la
tomó entre las suyas.
—Puedes abrirlos ahora —dijo.
Mis ojos se abrieron y sentí que mis labios se extendían en una gran sonrisa
cuando la vi sosteniendo un panquecito con glaseado blanco y una zanahoria
encima.
—¿Pastel de zanahoria? —pregunté.
—Tu favorito. —Su rostro cambió, la incertidumbre cruzando sus rasgos—.
¿Sigue siendo tu favorito?
Metiendo mi dedo en el glaseado, me lo llevé a los labios y sonreí.
—Todavía es mi favorito.
—¡Hiciste trampa! —Apartó mi mano—. Se supone que no debes tener nada Página | 179
hasta que cante feliz cumpleaños.
Llevando mis manos a la parte de atrás de mi cabeza, me apoyé en una
almohada y esperé.
—Será mejor que empieces a cantar entonces.
Lo hizo. Encendió una vela y me cantó. Fue el sonido más dulce que había
escuchado. Fui más feliz de lo que jamás había sido. Cuando terminó, apagué mi
vela y por primera vez en cinco años no deseé un pasado del que no podía huir, sino
que deseé un futuro.
Cuando volví a meter un dedo en el glaseado, colocó una mano en mi pecho y
la otra alrededor de mi muñeca, donde guio mi dedo hacia su boca. Gemí, un
profundo dolor creció cuando me lamió la punta del dedo. Sus dedos se movieron
contra mi camisa por encima de la tela hasta que tocó mi cuello, y me encantó sentir
su suave mano sobre mi acalorada piel. Me incliné, puse mi panquecito en su mesita
de noche y aplasté mis labios en los de ella.
Cerró los ojos y seguí su ejemplo. Mi lengua se encontró con la suya. Ella se
estremeció.
Sus dedos vagaron por mi cabello mientras usaba su otra mano para deslizarla
debajo de mi camisa. Extendió su palma sobre mi pecho donde me acarició con un
ligero toque de pluma.
Un gemido retumbó de mi garganta, pero mantuve el beso suave. Lento.
El aire en la habitación se sentía pesado. Como si la habitación misma sintiera
mi desesperación. Mi necesidad de esta chica. Mi chica.
Sus dedos se clavaron en mi cuero cabelludo. Solo dejé sus labios para mover
los míos sobre su cuello. Mis manos alcanzaron su hombro. Con un solo dedo, moví
el tirante de su camiseta sin mangas y rocé mis labios sobre donde la tira había
descansado.
Bajando sobre su camisa, tracé su parte inferior y dejé que mis dedos tocaran
su estómago. Cielo. Había encontrado el cielo.
Su aliento se volvió irregular. Me aparté para mirar su rostro. Sus labios se
separaron, sus ojos se abrieron con el mismo crudo deseo que palpitaba en mis
venas.
Agarró la parte inferior de su camisa y la levantó sobre su cabeza. Página | 180
—Brinley —dije con voz ronca—. No tienes que...
—Tócame, Roderick. —Con ambas manos, empujó mi cabello hacia atrás, fuera
de mi rostro—. Bésame.
Besé su frente, su nariz, sus mejillas y sus labios. Mis dedos siguieron,
memorizando todo. Necesitaba asimilar todo sobre ella, todos los detalles. Todo lo
que escondía, todo lo que me daba.
Con movimientos suaves, la moví para que su espalda descansara contra la
almohada, y me coloqué sobre ella. Su pecho se levantó y cayó rápidamente.
Tomando su sostén, moví una mano sobre la suave tela. El dolor que había
estado creciendo surgió en la boca de mi estómago. Lo retuve, o lo intenté, pero un
gemido cayó de mis labios cuando arqueó la espalda.
—Tócame —casi suplicó.
Pasé un pulgar por debajo de su sostén e inhalé profundamente cuando hice
contacto con su pecho. Cerrando los ojos, llevé mis labios a su pecho. La besé. Desde
su cuello hasta su estómago, la cubrí con todo lo que tenía para dar.
Este loco, intenso amor nadó a través de mí. Amaba a esta chica. Para siempre.

Página | 181
Brinley
Éxtasis. Euforia. La felicidad total.
Puse mi mano debajo de su camisa, sobre los músculos duros que ondulaban
ante mi toque. Necesitando verlo, levanté su camisa, odiando la ausencia de sus
labios sobre mí cuando se pasó la camisa sobre su cabeza. Pero su pecho desnudo
era hermoso. Él era hermoso
Roderick se apoderó de mi cintura cuando me incliné para arrodillarme frente
a él.
No tenía sentido, lo mucho que lo necesitaba. Necesitaba todo lo que pudiera
darme. Necesitaba darle todo lo que tenía para darle.
Con mis manos extendidas sobre sus hombros, posé un beso sobre su pecho,
pasé mi lengua lentamente cada tanto para saciar mi deseo de probarlo. Mientras lo Página | 182
exploraba, él acunó la parte de atrás de mi cabeza. Acercó mi rostro al suyo y me
debilitó cuando sentí sus labios en mi cuello, bajando hasta mi hombro y por mi
pecho.
Largos y hermosos dedos se clavaron en mis caderas. Cuando acerqué mis
labios a su cuello, inclinó su cabeza hacia atrás en un gemido gutural. Mis propias
manos alcanzaron su cintura, acercaron su cuerpo al mío y cuando su pelvis se
encontró con la mía, sentí su excitación.
Lujuria. Amor. Se difuminaron juntos.
Me recosté, apoyé mi espalda en la cama, mientras traía a Roderick conmigo.
Con su peso encima de mí, presionó su cuerpo entre mis piernas donde más
palpitaba. Mis caderas se levantaron por sí solas, y contuve el aliento cuando sentí
lo mucho que me deseaba.
Fricción. Quería fricción.
Bajó su rostro, nuestros labios tocándose de nuevo. Este beso fue más salvaje.
Crudo. Más desesperado. Moví mis caderas contra las suya otra vez.
Fue mi turno de gemir. Tal vez él también lo hizo.
—Roderick —murmuré su nombre.
Un temblor sacudió mi cuerpo. Quería más. Necesitaba más.
Pasó una mano por mi muslo, por un costado de mi estómago hasta mi pecho,
donde se quedó.
—Quítalo —le supliqué.
Tanteó la parte de atrás de mi sostén cuando me incorporé. Las respiraciones
se agitaban ruidosamente en mi oído, donde él seguía provocando con sus labios y
su lengua.
—Quítalo —repetí, mi tono a punto de romperse.
Se rio, pero sonaba más frustrado que divertido.
—Lo estoy intentando.
Retorciéndome en sus brazos, alcancé mi espalda donde me desabroché el
sostén. Me di cuenta tan rápido que me golpeó en las entrañas. Me había quitado el
sostén. Estaba casi desnuda delante de Roderick.
No tuve tiempo de sentirme tímida o insegura. No cuando la mirada acalorada
de Roderick captó cada centímetro de mí con aprecio. Página | 183
—Hermosa. —Su voz era como grava, y envió una descarga eléctrica por mi
columna vertebral.
Llenó ambas manos con mis pechos. Las comisuras de sus labios se curvaron
en una sonrisa que hizo que mi estómago se contrajera.
El calor brilló en sus ojos antes de besarme.
Y el amor, el amor se instaló en mi pecho.

*.*.*.*
Planeé tener sexo con Roderick anoche. Era uno de sus regalos de cumpleaños.
Pero nunca llegamos a la parte donde salían nuestros pantalones antes de alcanzar
una sensación de placer que era nueva para los dos.
Él estaba avergonzado, hizo todo tipo de disculpas solo para que yo le
asegurara que me había pasado lo mismo. Después de un rápido beso en sus labios,
me apresuré a la ducha y la dejé abierta después que terminé para que él pudiera
limpiarse.
Su mirada me recorrió mientras me ponía ropa limpia después de secarme. Me
hubiera sentido cohibida si no me hiciera sentir tan hermosa.
El sueño vino rápidamente después de eso. Si mi mamá tuvo un episodio esa
noche, no la escuché. Y cuando me desperté esta mañana, me sentí más descansada
que nunca.
—¿Qué es esto? —preguntó Roderick cuando le entregué otro regalo.
Sonreí, mi corazón martilleaba en mi oído.
—Ábrelo y descúbrelo.
Rasgó suavemente el papel de regalo. Sostuvo el sobre en su mano, lo pasó de
un lado al otro. La anticipación pesaba en mi vientre, y tuve que luchar para no
arrancarlo de sus manos y rasgar el sobre. Los años bien podrían haber pasado para
cuando finalmente la abrió y desplegó la carta. Mientras leía, sus ojos rebotaban de
la carta hacia mí.
—¿Esto es real? —preguntó, levantando el papel. Sus ojos eran enormes, la
alegría se derramaba detrás de ellos.
Mi sonrisa se ensanchó y asentí.
Se tiró hacia mí y me abrazó.
—¿Hablas en serio? —La incredulidad y el temor inundaban sus palabras—. Página | 184
¿Te aceptaron en la Escuela de Arte de San Diego?
Le devolví el abrazo y me puse en puntillas para besarle el cuello.
—Sí.
—¿Y vas a ir?
—Sí.
—¿Qué pasa con la UCLA? —Se detuvo, pasó una mano por mi espalda y la
metió en mi cabello—. Estabas tan emocionada cuando fuiste aceptada. No puedes
tirar eso. Te lo dije, Brin, entré en la UCLA y debería ser aprobado para recibir ayuda
financiera. —Hizo otra pausa y dejó escapar un suspiro agitado—. No puedes
renunciar a UCLA. Es demasiado importante.
—No voy a renunciar a nada. UCLA es… —Besé su mejilla—. No sé. Pensé que
quería ir allí, pero busqué en la escuela en San Diego. Tienen tantas clases que puedo
tomar para escribir. Puedo ser editora, periodista o incluso escribir la próxima gran
novela. —Me reí. Parecía hacer eso mucho últimamente—. Lo busqué por ti, para
que podamos permanecer juntos sin que renuncies a tu beca —le dije en voz baja—
. Lo estoy haciendo por nosotros, tú y yo. Quiero esto. Quiero ver si escribir me lleva
a algún lado, y quiero hacerlo contigo a mi lado.
Suspiró. Sonaba contento, como si hubiera dicho lo correcto. Era una de mis
verdades que él me había ayudado a desenterrar, una que no mantendría oculta
ahora que le había contado mi plan. Quería escribir. Quería ser una escritora.
—Hablé con mi papá, y en realidad vamos a conducir hasta allí para ver los
apartamentos el miércoles. Se tomó tres días libres del trabajo, por lo que tendríamos
mucho tiempo para mirar alrededor. Y… —metí mi rostro en su cuello para ocultar
mi sonrojo—, le pregunté a tu tía y ella dijo que podrías venir con nosotros si mi
papá estaba de acuerdo con eso y si… si querías.
Dio un paso atrás, sus cejas alcanzando su línea de cabello.
—Sí, por supuesto que quiero ir contigo. ¿A tu papá le parece bien que vaya?
—Sí. —Me reí—. Se lo pregunté antes de llamar a tu tía. Ellos hablaron, mi papá
y tu tía, y estamos listos.
—¿Vamos a ir a San Diego en cinco días?
—Iremos a San Diego en cinco días —repetí.
Brazos fuertes me envolvieron de nuevo. Inclinó la cabeza, la apoyó en mi
hombro y respiró. Se sintió relajado en mis brazos. A gusto, como si todo en la vida Página | 185
estuviera bien. Y tal vez lo estaba. Tal vez estábamos haciendo más que luchar
desesperadamente juntos. Tal vez estábamos sanando.
—Tengo un regalo más para ti —le dije.
Se rio entre dientes.
—Estoy bastante seguro de que ya me has dado suficiente.
—Te gustará este.
Se rio más fuerte.
—Estoy bastante seguro que me gustaron todos.
—Sí. —Pasé mis manos por debajo de su camisa y por su espalda—. ¿Cuál fue
tu favorito?
—¿Lo que estábamos haciendo en tu cama era uno de mis regalos?
Mis mejillas se calentaron.
—Entonces ese fue mi favorito.
El mío también, pero no dije nada. Muy segura que el rubor en mis mejillas
habló lo suficiente por mí.
—Vienes a San Diego conmigo… Brin, ¿sabes lo que eso significa para mí?
—Que renunciaras a tu beca para estar conmigo… ¿sabes lo que eso significó
para mí?
Sonrió. Lo hacía verse como el chico dulce con el que crecí.
—Me amas. —La forma en que lo dijo, lo hizo sonar como si estuviera
acusándome.
—Tú me amas —le respondí.
—Lo hago.
—Yo también. —Apoyé mi cabeza contra su pecho. Era mi lugar favorito para
estar, donde podía escuchar el latido de su corazón contra mi oído—. Mi papá quiere
llevarnos a desayunar. —Levanté la cabeza para mirarlo—. ¿Está bien?
—Sí. —Me besó la nariz.
—Después de eso, soy tuya hasta las tres, más o menos. Podemos hacer lo que
quieras.
—¿Qué pasa después de las tres? Página | 186
Chasqueé la lengua.
—Es una sorpresa, lo que significa que te estoy dejando en la casa de tu tía, y
no puedes escabullirte para intentar averiguar qué estoy planeando.
—Mandona.
Saqué la lengua.
—Es lindo —dijo.
—Tú eres lindo. —¿El rubor que se había deslizado sobre mis mejillas antes?
No era nada comparado con la forma en que mis mejillas se encendieron en llamas
en ese momento.
—¿Sí? —Me acarició el rostro con los nudillos.
Levantando mi barbilla, entrecerré mis ojos.
—Sí.
Apoyó una mano en mi espalda y me acercó más a él. Cuando inclinó la cabeza
hacia abajo y rozó sus labios sobre mi garganta, un suspiro salió de mis labios.
—Eres hermosa —dijo entre besos—. Y eres mía.
Fue una declaración emocionante que me dejó sin aliento.
Era suya. Su chica.
—Eres mío —le contesté.
Mi chico, mi corazón, mi mundo y mi verdad.

Página | 187
Brinley
Con mi estómago lleno de panqueques, huevos y tocino, prácticamente me
arrastré hasta mi auto con mi papá a un lado y Roderick al otro.
—¿Qué tienen para hasta el resto del día, chicos? —preguntó mi papá.
—No lo sé —contesté—. El cumpleañero puede elegir lo que estaremos
haciendo hoy.
—Recordaré este día como el día en que la señorita Brinley Crassus abandonó
el control de su agenda y permitió otra regla por el día —bromeó mi padre.
—OhDiosmío —gemí—. Eres un idiota.
—Un día monumental de hecho, señor Crassus —bromeó Roderick con él.
Me encantó verlos juntos, con qué facilidad formaron un vínculo. Incluso si se Página | 188
trataba de un vínculo construido en burlarse de mí.
—Te lo dije, Roderick, llámame Phil.
—Bien, lo siento… Phil —dijo Roderick.
—Pero Phil es un nombre tan tonto —le dije.
Mi papá me agarró en una llave de cabeza. Me reí mientras trataba de alejarme.
—Doctor Crassus, ahora hablamos de lo mismo —dije una vez que escapé de
sus garras.
—Entonces, um, Phil. —Roderick metió las manos en los bolsillos delanteros
de sus pantalones cortos—. Gracias por dejarme ir a San Diego con ustedes.
—No voy a mentirte. —La voz de mi padre sonó con autoridad y Roderick se
enderezó ante su tono—. No me gusta la idea de que mi niña viva con un chico, pero
si lo va a hacer de todos modos, me alegra que sea contigo.
Mi corazón, ese pequeño órgano loco que florecía cuando estaba más cerca de
Roderick, latía con fuerza contra su jaula.
—Cuidaré de ella. —Roderick puso un brazo sobre mis hombros y se acercó un
paso más a mi lado—. Nunca la lastimaré.
—Esa es una promesa imposible de hacer —dijo mi papá—. Si estás en la vida
de alguien el tiempo suficiente, estás obligado a lastimarlos. Incluso si no quieres
hacerlo.
Roderick asintió en comprensión.
—Entonces ya lamento las veces que la lastimaré, pero juro que nunca será a
propósito.
—Lo sé, hijo —dijo mi papá y luego se aclaró la garganta—. Confío en ti con
ella, pero más… —volvió su atención hacia mí—, confío en Brinley consigo misma.
Si dice que eres bueno para ella, entonces eres bueno para ella.
Acercándome a mi papá, puse mis brazos alrededor de su cintura. Aunque no
tenía que hacerlo, me puse de puntillas para plantarle un beso en la mejilla. Me
encantaba la forma en que mi padre confiaba en mí, la forma en que aceptó a
Roderick desde la primera vez que se conocieron, la forma en que su relación creció
en tan poco tiempo.
—Tengo que hablar contigo por un segundo, niña —me dijo.
Sin decir una palabra, Roderick caminó de regreso al restaurante para Página | 189
brindarnos privacidad a mi papá y a mí. Lo vi irse y sentí mi estómago desplomarse
cuando vi el auto de Nicole estacionado frente a él. Ella me saludó cuando salió. Fue
tímido, y levanté mi mano en un rápido hola a cambio.
La preocupación se estrelló contra mí. Preocupación por lo que le diría a
Roderick. Preocupación por lo que él creería. Pero tenía la esperanza de que todo lo
que habíamos hablado, todo en lo que nos habíamos convertido para el otro en los
últimos meses haría que cualquier duda desapareciera.
Volviendo mi atención a mi papá, forcé mis labios en una sonrisa.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
—Lindsey y yo no estamos saliendo —dijo, sus palabras salieron rápidamente.
—Papá. —Le toqué el hombro—. Lo siento. Sé que realmente te gustaba.
Tomó mi rostro con la palma abierta y sacudió la cabeza.
—No te lo dije para que sintieras lástima de mí. —Se rio—. Te lo digo porque
me mudo de regreso a la casa.
—Espera. —Levanté mis manos—. No puedes simplemente mudarte de
vuelta. Mudarte fue lo suficientemente difícil para mamá. Sus gritos cuando te fuiste
por primera vez… estaban peor que nunca. Te quiero, papá, realmente lo hago, pero
no puedes regresar solo para mudarte en un par de semanas o meses. Eso no es justo
para mamá.
Él resopló.
—Amo a tu mamá. Nunca he dejado de amar a tu mamá. Ella es la que quería
que me fuera. Durante años, me ha estado echando, diciéndome que busque a
alguien más porque ya no me quiere. Yo… —Su voz se quebró, su expresión se
rompió—. No quería a nadie más, Brinley. La quería. Todavía la quiero.
—Sus episodios… pensé… papá, pensé que ya no podías soportarlo más.
—Tomaré todo lo que tenga que hacer para poder tenerla en sus buenos días.
Amo a tu mamá. Muchísimo. Nunca debí haber salido con Lindsey. —Él se pasó una
mano por el rostro—. Lo hice… —Se aclaró la garganta—. Lo hice para poder decirle
a tu madre, lo intenté. Y lo intenté, Brinley. Lo intenté por ella y por ti, para poder
darte la vida normal que ella quiere que tengas. La familia normal que ella dice que
te mereces. Lo hice para mostrarle que ella es la única mujer para mí.
La desesperación se atascó en mi garganta. Lo forcé a bajar con un fuerte trago.
Página | 190
—¿La amas tanto? —pregunté.
—Más que nada.
El dolor brotó de sus ojos. Me di cuenta de a cuánto había renunciado, de
cuánto estaba dispuesto a renunciar.
¿Roderick sería así un día? Perdido en el amor mientras lo empujaba, a los
brazos de otra mujer.
—¿Qué estás pensando?
Negué con la cabeza, traté de contener las lágrimas. Un sollozo se liberó. Hizo
que mi cuerpo se estremeciera.
Brazos que me han amado a través de todo, estando ahí para mí desde antes
que pueda recordar, me sostuvieron. Mi papá beso la parte superior de mi cabeza
mientras peinaba mi cabello hacia atrás.
—No puedo —me ahogué.
—Brinley. —Salió duro—. Eres más fuerte que esto. Háblame —repitió.
Me agarré sus hombros, sentí que mis rodillas se debilitaban debajo de mí.
—¿Vamos a ser así Roderick y yo? —Mi voz tembló, cada palabra más difícil
de decir.
—¿Qué? —Se echó hacia atrás como si lo hubiera abofeteado.
Caí de rodillas, golpeé el suelo con la fuerza suficiente para rasparme las
rodillas expuestas. Roderick estuvo a mi lado en segundos.
—Nena. —Él me tomó entre sus brazos, me sostuvo cerca de su pecho—. Shhh,
está bien.
Miré a mi papá, su figura borrosa por las lágrimas.
—Dime —exigí.
Su rostro pálido, sus manos temblando, mi papá se arrodilló y tomó mis manos
temblorosas en las suyas.
—¿Por qué? ¿Por qué me preguntarías eso?
—Los médicos —logré decir.
—¿Los médicos? —preguntó, su voz resonante fuerte en mis oídos—. ¿Qué
médicos?
—¡Los médicos! —le grité. —A los que tú y mamá me llevan. Los que ejecutan
todas esas malditas pruebas en mi cerebro. Página | 191
Conmoción se registró en sus ojos. Mi padre agachó la cabeza y aspiró unas
cuantas veces antes de mirarme.
—Pensé que lo sabías. —Él negó con la cabeza—. Pensé que sabías. Dios, lo
siento, Brin. Pensé que sabías.
—¿Saber qué? —preguntó Roderick detrás de mí.
—Los médicos, las pruebas, son para su madre —respondió a Roderick, pero
solo me miraba a mí—. Para aplacar sus miedos. Pero tú… Brin, niña, estás bien. Tu
cerebro está bien. Siempre ha estado bien.
—Ella dijo… —Me dolía la cabeza, sentía que una tormenta se agitaba adentro
tratando de encontrar un camino a través de mi cráneo—. Ella dijo que era genético.
—Sollozo—. Ella… ella dijo… tenía que hacer las pruebas para buscar cambios,
pero… pero no había forma de saberlo con seguridad. Un día estaría bien, al
siguiente sería como ella.
—No, cariño, no. —La angustia salió de los labios de mi padre y se estrelló
contra mí—. Ella no puede darte lo que tiene. No es genético. No es de un día para
otro. Rayos, niña, ni siquiera es una enfermedad, sino un trauma de un accidente
cuando era joven, como de tu edad.
—No. —Negué con la cabeza, negando sus palabras.
Ella había estado bien. Recordé…
—¿Recuerdas el accidente de esquí que te dije que tuvo?
Incliné la cabeza, vagamente recordándolo que mencionaba un accidente de
esquí. Pero no parecía importante en ese momento, no cuando los episodios de mi
madre empeoraban.
—Tenía un daño extenso en su cerebro. Los médicos la pusieron en un estado
de coma inducido durante casi dos semanas para ayudar con la hinchazón. Cuando
finalmente regresó a la escuela, ella estaba… —Su voz se quebró—. Se suponía que
estaba bien. Entonces comenzó a tener estos arrebatos. No eran a menudo, pero
cuando los tenía, siempre venía a buscarme. —Sus ojos se enrojecieron, pero ya no
me estaba mirando, sino a algo que no podía ver—. Ella decía que hacía que fueran
mejores. Creo que lo hice, o tal vez me engañé haciéndome creer que era una especie
de héroe —se burló de sí mismo.
—Tú eres mi héroe. —Lo alcancé. Abrió los brazos y yo fui de Roderick hacia
él—. Siempre has sido mi héroe.
Página | 192
—Es por eso que me pongo una capa para trabajar —bromeó—. Pero tu mamá,
niña, los médicos no saben por qué su cerebro está empeorando progresivamente o
cómo detener el deterioro, pero no es algo que puedas heredar de ella. ¿Me
entiendes? Ella sufrió un trauma cerebral importante, y este —se encogió de
hombros, con la visión de la derrota en su rostro—, este es el resultado.
—¿Sabías eso cuando empezaste a salir con ella? Sabías que estaba enferma.
—Sí. —Exhaló un fuerte suspiro contra mi cabello—. Me contó todo después
de que la ayudé a pasar un episodio en la escuela. Tenía quince años.
Dejé que el pensamiento permaneciera, imaginé a mi papá a los diecisiete años
ayudando a mi mamá.
—¿Por qué saldrías con ella sabiendo que estaba enferma?
Se sentó en silencio por un momento. Su mano se detuvo en mi cabello.
—Roderick —dijo—, pensaste que había una posibilidad de que mi hija tuviera
lo que su madre tiene, ¿verdad? ¿Pensaste que había una posibilidad de que
pudieras perderla?
—Sí. —Su voz sonó detrás de mí, y lo miré para verlo.
Me miró con una expresión cuidadosa.
—Creyendo eso, ¿por qué saliste con ella? —preguntó mi papá.
—Porque la amo —respondió Roderick. Sus ojos fueron a los míos, y una
pequeña sonrisa cruzó sus labios—. La he amado desde siempre.
—¿No tenías miedo de perderla? —Mi papá lo interrogó más.
El dolor pasó momentáneamente por su rostro.
—Tenía más miedo de no tenerla en absoluto.
—Ahí lo tienes, niña —dijo mi papá—. Esa es tu respuesta. Amo a tu mamá.
La he amado por siempre. Sabía que con el tiempo la perdería, pero el temor de no
tenerla era mayor que el miedo de perderla.
—Lo siento, papá. Lamento que estés sufriendo tanto por su culpa.
—Está bien, cariño. Estoy bien.
—Eres un superhéroe de la vida real. —Le sonreí—. Mejor que Thor.
—¿Mejor que Thor? —Una ceja se arqueó—. Parece que tendremos que hacer
una noche de películas y ver cada película en las que él participa para ver si todavía
te sientes así al final. Página | 193
Cerrando los ojos, fingí roncar. Entonces levanté la cabeza y dije:
—¿Qué?
—Ja, ja —musitó—. Ahora ayuda a tu viejo a levantarse. Me duele el culo.
—¡Papá! —Le di una palmada en el hombro—. Acabas de decir una mala
palabra.
—¿Qué? —Miró a Roderick mientras lo ayudaba a levantarse después de
levantarme—. ¿Culo es una mala palabra?
—No, no creo que lo sea —respondió Roderick.
—¿Alguna vez ustedes dos dejaran de atacarme? —Crucé los brazos sobre mi
pecho.
—Probablemente no —dijo mi papá—. ¿Estás bien, Brin? Sabes que no estás
enferma. No vas a estar enferma. ¿Lo sabes, verdad?
Respiré, llené mis pulmones a su capacidad y luego expulsé una larga cadena
de aire. Mi corazón, dolía por mi madre, por lo que ella sufrió desde que era una
niña. Por mi papá, por lo que había atravesado para poder estar con ella.
Me dolía por mí misma. Por las mentiras que me habían dicho, los miedos que
me había tragado por completo. Por la vida que había llevado a causa de lo que
creía.
Pero no era cierto. Yo estaba bien. Y tenía al chico que nunca claudicó; quien
nunca huyó de mí.
—Estoy bien. Pero ¿por qué no me dijiste la verdad antes?
Él dejó caer sus manos, sus hombros cayendo hacia adelante.
—Pensé que lo sabías, Brinley. Hablé contigo, pensé que lo habías entendido.
Lo juro, creí que sabías que lo hicimos por ella. Seguí el juego por ella, no porque
pensé que podrías estar enferma.
Él me había hablado. Yo no había escuchado, no había podido concentrarme
en sus palabras.
—Sin embargo, mamá me dijo… hace cuatro años después de su primer
episodio, dijo… —Me detuve, me calmé, pero aún seguía rota—. ¿Por qué me
mentía? ¿Por qué dijo que me sorprendería como lo hizo con ella cuando nada de Página | 194
eso era verdad? ¿Por qué me asustaría así?
—Ella estaba enferma. —Parecía triste, decepcionado de sí mismo, de mi
mamá.
—Ella estaba enferma —repetí.
—Lo siento, niña. No sabía. No es una buena excusa, pero es la verdad. No
sabía que pensabas que las pruebas eran reales. No sabía que pensabas que podrías
enfermarte.
—No lo sabías.
—Lo siento —repitió.
—No más disculpas —le dije, echando un rápido vistazo a Roderick—. Se
acabó. Ahora sé la verdad y estoy bien.
Se terminó. El miedo que había construido mi vida se derrumbó al suelo. La
verdad que tenía ahora, la verdad a la que me aferraba, la verdad que no podía dejar
ir, puso sus brazos a mi alrededor. Él besó un lado de mi cabeza. Me mantuvo unida
cuando pensé que mi mundo se estaba desmoronando.
Roderick
Conduje el auto de Brinley hasta su casa. Intentó instarme a que fuéramos a la
playa o al parque para poder irnos de excursión. El clima era bueno para cualquiera
de las dos, y probablemente hubiera aprovechado la oportunidad para una caminata
tranquila con mi chica, pero ella estaba sufriendo. Lo escondía bien, pero ahora la
conocía mejor.
Una sonrisa adornó sus bonitos labios cuando le abrí la puerta del auto.
—¿Estás tratando de llevarme de vuelta a la cama contigo? —Arqueó una ceja
en dirección hacia mí.
—Siempre —le dije.
Nos dirigimos a su habitación con su mano metida en la mía. Se detuvo frente
a la puerta cerrada de su mamá, donde escuchamos a Rosie hablar en voz alta con Página | 195
su enfermera. Hablaban de una pintura, de los colores y de lo que Rosie solía pintar.
Sonaba feliz. Emocionada.
—Es artista ahora —dijo Brinley, sus labios se curvaron en una pequeña
sonrisa—. Bridgette le dio algunos suministros de pintura y lienzos, y eso es lo que
hacen durante sus episodios. Creo que le ayuda a enfocar esa energía en otra cosa.
—¿Has visto su trabajo?
—Sí, es realmente buena. —Salió melancólico, esperanzado.
—La próxima vez que tenga un buen día, dile que también quiero verlo.
—Le encantará eso.
Brinley me jaló el resto del camino a su habitación. La acomodé en su cama, le
quité las sandalias antes de quitarme mis zapatos. Se acostó, apoyó la cabeza en una
almohada y cerró los ojos.
—¿Y ahora qué? —preguntó.
Me arrastré a su cama, la atraje hacia mí para que apoyara su cabeza contra mi
pecho. Jugando con su cabello, observé que la parte de atrás de su cabeza subía y
bajaba con mi respiración.
—¿Necesitas algo? —pregunté—. ¿Agua?
—Esto —respondió—. Necesito esto.
Girando su teléfono en su mano, comenzó una canción de su lista de
reproducción. Era una de las canciones que me dijo que le recordaba a mí. Escuché
las letras, el piano y la guitarra, el melancólico humor de la canción. Las palabras se
reprodujeron en mi cabeza mientras continuaba pasando mis dedos por su cabello.
No se trataba del amor encontrado, sino del amor perdido cuando estabas
demasiado ciego para ver que la persona que una vez tuviste era tu todo. Era
demasiado tarde para el cantante.
No había sido demasiado tarde para nosotros.
—¿Es realmente lo que quieres hacer por tu cumpleaños? —Inclinó la cabeza
para mirarme.
Sus ojos estaban hinchados, los bordes de sus ojos enrojecidos. A pesar de que
sonrió, no lo sentí de la misma manera que sus otras sonrisas. Las que eran reales y
genuinas. Página | 196
—Podemos ver Avengers —le dije.
Se frotó la sien con un gemido.
—Mencioné a Thor, ¿no es así? —La comisura de sus labios se torció, y me
encantaba cómo jugaba conmigo. Como si quisiera verme sonreír. Pero el dolor
estaba allí, persistiendo justo detrás de sus ojos.
—¿Te duele la cabeza? —Acuné la parte de atrás de su cabeza, y descansó
contra mi palma.
—Estoy bien. —Cerró los ojos cuando levanté la mano para tocar su mejilla.
—Quiero tus verdades.
Sus ojos se abrieron de golpe. Asintió.
—Un poco.
Me senté, moviéndola hacia un lado para que se acostara completamente en su
cama.
—Te conseguiré agua y algunas pastillas para el dolor.
—Gracias —murmuró en su almohada.
Después de buscar en su cocina, encontré en la despensa las barras en
miniatura de chocolate Hershey que le compré la semana pasada y volví a su
habitación con toda la bolsa junto con el agua y dos pastillas. Tomó las pastillas y el
agua y tragó mientras desenvolvía una barrita de chocolate. Puse el chocolate en su
boca y reprimí un gemido cuando sus labios cubrieron mis dedos.
—Mmm, perfecto —dijo.
Ella era perfecta Había hecho que mi cumpleaños fuera perfecto. Besarla,
explorarla y tocarla era la única forma en que podría comenzar todos mis futuros
cumpleaños. No importaba que tan lejos llegáramos. Aunque todo lo que hicimos
anoche se sintiera más que asombroso, no era lo físico lo que buscaba. Lo que tan
desesperadamente ansiaba.
Era Brinley.
La forma en que me hacía sentir completa con una sola mirada. Cómo me
deshacía con su dulce caricia. Cómo me devolvía la vida con un beso.
—¿Avengers? —preguntó.
—Podemos dormir para que tu dolor de cabeza desaparezca —sugerí.
—Avengers será. —Sus ojos se estrecharon en respuesta—. No dormiremos en Página | 197
tu cumpleaños.
Con unos pocos clics, comenzó la película. Me instalé a su lado. Ella se acurrucó
junto a mí, su teléfono en la mano.
—El otro regalo que tengo para ti —murmuró en mi pecho—. ¿Te importa si lo
hacemos mañana?
—Está bien —le contesté.
No es como si necesitara algo más. Ya me había dado todo.
No podía creer que fuéramos a San Diego juntos. No podía creer que
estuviéramos buscando departamentos esta semana con su papá.
Estaba sucediendo. Nuestro futuro estaba tomando forma y se veía increíble.
Después de desbloquear su teléfono, le envió un mensaje de texto a alguien y
luego colocó un beso en mi pecho, sobre mi camisa. Lo sentí como si hubiera rozado
sus labios sobre mi piel desnuda. Me volvió loco por ella, o más loco de lo que ya
estaba.
—¿Te quitarás la camisa? —Salió tímido, reservado.
Mientras me quitaba la camisa, ella se quitó el sostén por debajo de su camisa.
Mi pulso se aceleró, mi estómago se apretó. Me tumbé de nuevo y cuando apoyó la
cabeza en mi pecho, moví la mano por su cabello. Sus dedos se arrastraron sobre mi
piel dejándome febril. Ella suspiró. Un sonido tan dulce que de alguna manera
atemperó esa necesidad creciente, para poder darle unas horas de paz hasta que
estuviera lista para hablar.

****
El nombre de Danny brilló en mi pantalla con un texto entrante. Con Brinley
durmiendo a mi lado, abrí su mensaje.
Danny: Nicole me llamó. ¿Brin está bien?
Nicole y yo habíamos estado hablando frente al restaurante mientras Brinley
hablaba con su papá. Me olvidé de ella cuando Brinley cayó al suelo. Todo lo que vi
fue a ella, a mi chica desmoronada y que no estuve allí para atraparla.
Yo: ella está bien. Durmiendo ahora.
Con los labios separados, ella se acurrucó más cerca de mí. Hermosa, siempre
hermosa. Dormida o despierta, enojada, riendo o en paz.
Danny: ¿qué pasó?
Página | 198
Brinley le había contado a Danny sobre su mamá, sobre la enfermedad que
creía que algún día heredaría. No era la primera vez que Danny y yo nos
preocupábamos por Brinley. Él la quería. Ella confiaba en él.
Yo: Larga historia, hombre. Pero su mamá le mintió. Brinley no está enferma, no puede
enfermarse. Lo que su madre tiene no es genético. Demonios, su mamá tuvo un accidente de
esquí que lo causó todo. No le dio de repente como le dijo a Brin, pero su cerebro empeora
progresivamente.
Su respuesta llegó de inmediato.
Danny: eso es bueno... nuestras chicas está bien.
Yo: sí, ella está bien. O lo estará. Solo necesita atravesar esto.
Danny: tú la tienes, ¿verdad?
Yo: siempre.
Danny: cómprale un poco de chocolate... siempre la hace sentir mejor.
Me reí.
Yo: Ya lo hice.
En lugar de terminar de ver la película, agarré la carpeta que Brinley me dio
con sus poemas dentro. Busqué otro papel y sonreí cuando vi que era un poema
revelado1. Las palabras estaban rodeadas con diseños morados oscureciendo las
palabras que no usaba. Estaba fechado hace casi un mes.
Una sonrisa se convierte en Un rubor de dedos suaves Caricias felices que superan al
amor.
Volteé el papel, tomé un lápiz de su mesita de noche y escribí el poema como
lo haría si lo hubiera escrito. Añadí profundos remolinos y otros garabatos. Cuando
terminé, lo miré fijamente. Lo leí de nuevo.
Una sonrisa
se convierte en un rubor.
Dedos suaves
acarician.
La felicidad se apodera.
Amor encontrado
Amor encontrado. Había escrito eso hace tres semanas, casi cuatro. ¿Me había Página | 199
amado tanto tiempo? ¿Y lo mantuvo en secreto? Mis dedos se apretaron ante el
pensamiento. Pero yo también había mantenido en silencio mi amor por ella.
Escucharla decir esas palabras, decir que me amaba... No sabía cuánto
necesitaba escucharlas. Lo mucho que necesitaba decirlas de vuelta. El miedo, sin
embargo, el miedo me había impedido revelar mi verdad más grande. La amaba. La
había amado durante tanto tiempo, que sabía que nunca me detendría.
Fui al siguiente poema. Este era de hace dos años.
Si la soledad es felicidad
entonces él ha encontrado el cielo.
Pero en su mundo de felicidad,
¿Por qué siempre frunce el ceño?
Me dirijo a otro, este de hace poco más de una semana.

1En ingles se le dice Blackout poem. También llamada destrucción creativa o poesía oscura,
consiste en ocultar las palabras que no se necesitan de una hoja de libro (periódicos, revistas) y dejar
visibles, solo aquellas, que harán parte de tu poema.
Para el chico hermoso
quien me hace sonreír sin intentarlo
Para el chico hermoso
cuyo beso me hace olvidar todo.
Para el chico hermoso
que escribe con su corazón.
Para el chico hermoso
Que hace que mi corazón salga de su jaula.
Para el chico hermoso
te amo.
Dijiste que me atraparías cuando cayera.
¿Estás listo?
Ese me hizo sonreír. Me hizo sentir especial solo de la forma en que Brinley
podía.
Después de leer un poco más, me detuve cuando llegué a uno que escribió hace
dos días.
Página | 200
Falso
Vulnerable
Débil
Impotente
Superficial
No soy ninguna de esas cosas
y soy todas ellas
soy fuerte
porque nadie más que tú
sabe mis verdades
Me froté el pecho, odiando y amando sus palabras. Se convirtió en alguien que
no era, para evitar que alguien la viera. Me alimenté de su estratagema y alimenté
sus inseguridades.
Pasando la página, le contesté. Cuando terminé, puse el papel entre nosotros y
cerré los ojos. La alcancé, me acerqué más y respondió acercando su cuerpo al mío.
Incluso mientras dormía, ella venía a mí. Nunca me evitó como temía que
pudiera hacerlo cuando empezamos a salir.
Estábamos juntos. Una verdad que ambos mostrábamos al mundo.
Estaríamos juntos para siempre. Una gran historia de amor sin final.

Página | 201
Brinley
Risa suave,
que flota profundamente en mi pecho.
Bonito cabello rubio,
que paso entre mis dedos.
Una sonrisa,
que nos eclipsa a todos.
Preciosa y querida,
hermosa y buena.
Su alma
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que atesoro.
Su corazón
que mantengo.
Parpadeando para alejar el sueño, volví a leer las palabras de Roderick. Y luego
otra vez.
Su alma
que atesoro.
Su corazón
que mantengo.
Como de costumbre, sus palabras me llenaron, me dejaron vacía de nada más
que él. Me sorprendió lo mucho que me amaba, cómo podía hacerme sentir especial
y viva con sus palabras. Necesitaba sus palabras, tanto como lo necesitaba a él.
Le acaricié la mejilla, amando la forma en que se acercó más a mí ante el
contacto. Amando la forma en que siempre me buscaba, siempre parecía necesitar
tocarme. Una mano en mi mano, en mi cintura, o alrededor de mis hombros. Siempre
me estaba tocando. Y se sentía increíble.
Ser amada por Roderick era increíble.
Descendí, rozando mis labios sobre los suyos. Cuando no respondió, dejé que
mi mano vagara sobre su pecho. Se acercó más, pero sus ojos permanecieron
cerrados.
Mi corazón latía con fuerza en mi oído, la anticipación creciendo en mi pecho.
Lo necesitaba. Necesitaba probarlo.
Deslizando mi lengua sobre sus labios, la froté suavemente a través de la unión.
Sus labios se separaron, y contuvo el aliento mientras envolvía sus brazos alrededor
de mi espalda. Me atrajo hacia él, y aterricé en su pecho con un golpe fuerte.
Sin embargo, no rompimos el beso. Su lengua se encontró con la mía en una
lenta caricia mientras sus manos se arrastraban debajo de mi camisa. Mi estómago,
mi espalda. Me arqueé ante su toque, tomé su mano en la mía y la puse sobre mi
pecho.
Me bajé sobre él, y él levantó sus caderas hacia arriba.
—Brinley —dijo entre dientes.
Cuando lo besé esta vez, fue con fervor. Con hambre y necesidad Página | 203
construyéndose demasiado alto, demasiado rápido. Rompí el beso para
incorporarme. Cuando moví mis dedos temblorosos hacia mis pantalones cortos,
Roderick cubrió mi mano con la suya.
Su rostro parecía dolorida y cuando habló fue con control contenido.
—No tenemos que hacer esto. —Tragó saliva—. Podemos solo besarnos.
—Somos una cosa para siempre, ¿verdad? —pregunté.
Tomó mi rostro en sus manos y me besó con fuerza en los labios. Cuando
retrocedió, todo lo que vi fue amor. El amor insuperable que tenía por mí.
—Por supuesto —dijo. Su pecho se agitó y se lamió los labios—. Somos para
siempre.
Llevé sus manos a mis pantalones cortos, lo guie bajo la tela de mi ropa interior.
Él jadeó más fuerte.
—Quiero esto —susurré—. Quiero todo de ti.
Los ojos azules claros se oscurecieron. La tormenta detrás de ellos creció.
—Para siempre.
En algún lugar entre los besos apasionados y los toques apresurados, Roderick
tuvo la premeditación de protegerse a sí mismo. Observé en partes iguales de
fascinación y nervios. Estábamos haciendo esto. Me iba a entregar por completo a
Roderick, de una manera que nadie más me tendría. Cuando se inclinó sobre mí, se
apretó contra mí, con el cuerpo desnudo pero con la delgada capa de látex que había
entre nosotros, supe que lo había estado esperando por siempre. Sabía que lo
necesitaría para siempre.
¿Porque nosotros? La magia que creamos, era una cosa para siempre.

Página | 204
Brinley
Después del tercer sonido, respondí la llamada de Danny, bostezando un
“hola” en el teléfono
—Buenos días, bella durmiente —dijo, sonando alegre cuando yo era quien
había alcanzado su punto máximo de felicidad—. ¡Ven afuera!
—¿Afuera? —pregunté—. ¿Como afuera de mi casa?
—Uh, sí. —Su tono era seco—. Ari y yo los estamos esperando a ti y a Roderick.
—¿Ahora mismo?
—Caray, Brin, no eres tan lenta. —Se rio.
—Danny y Ari están afuera —le dije a Roderick.
Él arqueó una ceja. Página | 205
—Quiere que nos encontremos con ellos.
—Dile que se vayan —gimió Roderick, con una sonrisa burlona jugando en sus
labios.
—De ninguna manera —respondió Danny, después de haber oído a
Roderick—. No después de que pasamos tantas horas preparando su último regalo
de cumpleaños.
Me levanté de la cama.
—¿Qué?
La risa de Danny resonó en mi oído.
—¿Hablas en serio?
Una sonrisa lenta se formó en mi rostro. Tomando la mano de Roderick en la
mía, jalé.
—Tenemos que vestirnos.
—¡Vestirse! —gritó Danny—. Detalles que no necesito saber, mejor amiga.
Roderick se sentó, riéndose. Bajé la mirada, ocultando mi sonrojo detrás del
cabello que caía delante de mi rostro. Apartando mi cabello hacia atrás, frotó sus
nudillos sobre mi mejilla.
—Me encanta cuando te sonrojas —dijo—. Es dulce.
—Cállate —me quejé.
Después de colgar con Danny, le tiré la camisa y los pantalones cortos a
Roderick. Me vestí rápidamente, la emoción se hizo cargo. No podía creer que
Danny y Ari habían preparado la cueva para nosotros.
—¿A dónde vamos? —preguntó, poniéndose los calcetines y los zapatos
mientras yo me ponía los míos.
—¿Recuerdas tu otro regalo? —Sonreí—. Danny y Ari tienen todo listo para
nosotros. Cuando regresamos del desayuno, le envié un mensaje de texto a Danny
diciéndole que no me sentía bien y que no necesitaría su ayuda hasta mañana.
Supongo que él y Ari querían que eso sucediera hoy de todos modos.
—Tienes buenos amigos.
—Tenemos buenos amigos —corregí.
Tomando su mano, salí corriendo por la puerta. Cuando vi a Danny apoyado
en el auto de Ari, me lancé hacia él con un fuerte abrazo. Luego lancé mis brazos Página | 206
alrededor de Ari.
—Ustedes son los mejores. Lo saben, ¿verdad? —pregunté.
—Obviamente. —Danny tiró de mi cabello.
—¿Nos vemos allí? —les pregunté.
—No —respondió Ari con una risita—, esta es su noche.
—Y ustedes lo hicieron posible —repliqué—. Roderick, no te importa si nos
acompañan, ¿verdad?
—Teniendo en cuenta que no sé a dónde vamos... —se interrumpió.
Golpeé juguetonamente su hombro, pero luego lo besé, no queriendo que mi
último contacto fuera algo diferente a un gesto de amor.
—No me importa. —Llevó mi mano a sus labios.
—Está arreglado. —Aplaudí—. Ustedes vayan en el auto de Ari y se reúnen
con nosotros allá.
—¿Dónde? —preguntó Roderick.
—¡En la luna! —gritó Danny.
—Tu amigo es raro —dijo Roderick cuando llegamos a mi auto. Se sentó en el
asiento del conductor mientras yo tomaba el asiento del pasajero.
—Nuestro amigo —corregí.
—Lo que sea. —Se encogió de hombros—. Siempre y cuando admitas que es
raro.
—Lo es. —Me reí—. Pero lo amo.
Él juguetonamente sacó su labio inferior, y tiré de él.
—Te amo más a ti —añadí.
Me mordió el dedo. No con fuerza, solo un pequeño pellizco. No hizo nada
más que hacer que quisiera arrastrarme de vuelta a la cama con él.
—Mentirosa —dijo—. Pero supongo que puedes tenernos a los dos.
Roderick y Danny. Eran mis chicos, mis personas favoritas. Mientras Danny
era mi mejor amigo, Roderick era mi alma gemela.
Siguió el auto de Ari hasta el estacionamiento que conducía a nuestra cueva.
Después de estacionarse, arqueó una ceja en mi dirección. Me encogí de hombros.
Cuando nos encontramos frente al auto, él tomó mi mano y caminamos los tres Página | 207
kilómetros de distancia hasta nuestra cueva. Danny habló todo el camino. Intervine
cuando fue necesario mientras Roderick y Ari se reían de nuestras bromas.
Fue divertido estar los cuatro juntos. Si bien no era exactamente como había
planeado originalmente que saliera esta noche, se sentía bien. Éramos una unidad.
Cuando entramos en la cueva, luces blancas adornaban las paredes y colgaban
de las partes más bajas del techo. Roderick y yo lo observamos en silencio. Era mejor
de lo que imaginaba y estaba agradecida de haber encontrado las luces solares que
durarían al menos ocho horas después de que el sol se hubiera ocultado.
La mano de Roderick se apoyó en la parte posterior de mi cuello, dándome un
masaje. Era suave, no estaba segura de que él notara que sus dedos se movían. Pero
sus ojos, que bailaban a través de la cueva, captaron todo. Su respiración se detuvo
cuando miró nuestra pared. Seguí su mirada y después de parpadear un par de
veces, fui hacia ella.
Descansando en el suelo, contra nuestra pared, estaban enmarcados los
poemas. Nuestros poemas. Las palabras de Roderick y mías.
En un suspiro, me volví a Danny y Ari.
—¿Ustedes hicieron esto? —pregunté.
—O algunas hadas de poesía. —Danny sonrió—. Son como el hada de los
dientes, pero dejan poesía, en lugar de llevarse los dientes.
—Roderick tiene razón. Eres raro.
Al mismo tiempo, Danny dijo:
—Estoy dolido.
Roderick gritó:
—¡Nunca dije eso!
Ari tiró de Danny hacia él, extendiendo su mano sobre la cintura de Danny.
—Eres raro —dijo.
—¿Sí? —Danny arqueó una ceja—. Estás saliendo conmigo. ¿Quién es el raro
ahora?
—Tú —dijimos juntos Ari y yo.
Me adentré más en la cueva, cerré los ojos cuando el olor a pizza invadió mi
nariz. Siguiendo el olor, fui a la repisa en la que Roderick durmió una vez y abrí la
caja.
Toda de carne, sin peperoni. Exactamente cómo le gustaba a Roderick. Página | 208

Después de tomar un plato, comencé a servirnos. Juntos nos sentamos en


medio de la cueva.
—No es pasta casera —dije entre bocados—. Pero servirá.
Danny me señaló con un dedo.
—Eres tú la que se supone que hace pasta casera, no yo. Yo pido pizza. Esas
son las reglas.
—Bien. —Resoplé—. Pero solo si estás de acuerdo con cuatro niños, un perro,
dos leopardos y un tiburón.
—¿Dónde podríamos mantener al tiburón? —preguntó él.
—En la bañera —le contesté.
—O si su casa tiene una piscina en el patio trasero, pueden mantenerlo allí —
sugirió Roderick, reprimiendo una sonrisa.
—No la alientes.
—O podrían vivir en la playa y mantener al tiburón en una gran jaula de acero
—agregó Ari.
—Eso es crueldad animal —protesté.
—¿Peor que mantenerlo en una bañera? —preguntó él.
—Lo que sea —me quejé—. No seas lógico.
—¡Spock! —gritó Danny—. La lógica no tiene sentido en nuestro mundo, joven
Spock.
—¿Quién es Spock? —pregunté.
Roderick y Danny gimieron.
—¿Qué? —pregunté—. ¿Es otro tonto superhéroe?
—Hay mucho que aprender. —Danny suspiró en sus manos.
—Mañana —dijo Roderick—. Tendremos una noche de cine para enseñarle a
nuestra Brinley las cosas importantes de la vida.
Danny levantó su botella de refresco.
—Aquí. Aquí.
Roderick brindó con su botella de agua.
Página | 209
—¿Sabes quién es Spock? —le pregunté a Ari.
—Lamentablemente, sí —respondió—. Ya he sido educado.
—Todavía vas a venir a la noche de cine —le dije—. No puedes dejarme sola
con estos dos lunáticos.
Guiñó un ojo.
—Cuenta con ello.
Una vez que terminamos, después de que Danny regresó por unas mil
rebanadas más, me llamó. Abrió una caja para mostrarme el pastel que había
ordenado. Un collage de todos los superhéroes de Marvel me devolvió la mirada.
Danny me ayudó a sacarlo de la caja y con nuestras espaldas giradas hacia
Roderick y Ari, encendimos dieciocho velas. Me ayudó a mantener el equilibrio en
mi mano, y caminé con cuidado hacia Roderick, a quien Ari distraía.
—Cumpleaños feliz... —Comencé a cantar cuando estaba a solo un par de
pasos de él.
Su cabeza giró hacia mí, su sonrisa creció mientras me acercaba a él. Los ojos
que había recordado se llenaron de sorpresa cuando coloqué el pastel delante de él.
Sentado en el suelo, extendió sus manos hacia mí. Fui a él, acurrucada en su
pecho mientras Danny, Ari y yo terminamos de cantar.
—¡Sonríe! —gritó Danny.
Le devolvimos la mirada, nuestras sonrisas coincidían con las de los demás
cuando nos tomó una fotografía.
Roderick ahuecó mi rostro, me volvió hacia él. Suaves labios tocaron los míos.
Mantuvo el beso suave, acarició mis labios con los suyos. Aun así, gemí contra él.
Porque besar a Roderick lo era todo. Rápido o lento, suave o frenético.
—Pide un deseo —susurré, arrastrando mi nariz a través de su mejilla hasta su
oreja.
—Tengo todo lo que quiero.
Conmigo todavía en sus brazos, se inclinó y, después de cerrar los ojos durante
unos segundos, apagó las velas. Luego acurrucó su rostro a un costado de mi
garganta, inhalándome.
—El cumpleañero recibe la primera rebanada —anunció Danny mientras
hundía un cuchillo en el pastel. Página | 210
Alcancé el plato ofrecido, corté un pequeño bocado con mi tenedor y lo llevé a
la boca de Roderick. Sus labios se separaron y sonrió.
—Nunca supe que los superhéroes sabrían tan bien —dijo.
Me reí, amándolo cuando estaba relajado y tonto.
Compartimos bocados de su rebanada, me dejó comer más que él.
Cuando terminamos, Roderick alcanzó su teléfono, fue a sus listas de
reproducción y encendió la lista que había hecho para mí.
Nos pusimos de pie.
Fui a sus brazos. Envuelta en él, su olor, su calor y su amor.
Danny y Ari fueron hacia el otro.
El amor nos encontró. O lo encontramos.
La prueba de su existencia colgaba de cada parte de nuestra cueva. Revelaba
el peso del universo. Era confortable, cálido. Estaba en casa. Era una llama eterna.
Y finalmente, la vida tenía sentido.
Roderick
Oscuras olas cruzaban la arena de la playa. Brinley se sentó entre mis piernas
con su espalda presionada contra mi pecho. Mis dedos se arrastraron sobre su muslo
en caricias ausentes.
Su piel estaba cálida y un poco más oscura por las horas que pasábamos en la
playa. Pero se sentía bien estar aquí. Jugar al voleibol con algunos de sus amigos.
Verla leer un libro en su bikini blanco.
Danny y Ari estaban un poco más abiertos con su relación ese día.
Coqueteando entre sí, rozándose e intercambiando miradas acaloradas de ida y
vuelta.
Apestaba, sentían que no podían ser más abiertos con los demás, pero sabía la
importancia de esconderse y no podía culparlos. Aunque Brinley insistió en que no Página | 211
tenían que preocuparse, le recordé lo bien que se escondía hasta que estuvo lista
para ser vista.
Cada día, ella le mostraba al mundo un poco más de sí misma. Anoche, ella,
Danny, Ari, Seth y yo fuimos a su casa para una noche de cine. Cuando su madre
salió de su habitación, con los ojos perdidos y un poco salvajes, les presentó a sus
amigos a Rosie. Antes de que la enfermera pudiera llevarla de regreso a la
habitación, les preguntó a los chicos si querían ver uno de los cuadros de su mamá.
Para la confusión y el deleite de su mamá, todos celebramos su arte. Después
de que se retiró de nuevo a su habitación, Brinley le contó a la habitación sobre su
mamá. No omitió nada, incluida la forma en que una vez la llevaron a creer que su
futuro podría ser similar al de su mamá.
En lugar del silencio que esperaba, Seth se ofreció a construir para su mamá
una mesa de trabajo para que pudiera dibujar y pintar. Esa noche, la alegría de
Brinley, la confianza y la lealtad que ella encontró en nosotros, se metieron en mi
pecho y apretaron.
Su papá se unió a Brinley y a mí después de su turno, después de que nuestros
amigos se habían ido. Él y yo discutimos sobre cuál era mejor: Star Wars o Star Trek.
La respuesta obvia fue Star Trek, pero no estuvo de acuerdo hasta que se dio cuenta
de que yo no estaba aflojando. Fue bueno tener a su papá en mi vida. Un hombre
que estaba llegando a agradarme y a respetar.
De vuelta en la playa, esperé a que Nicole apareciera como dijo que haría
cuando hablamos afuera del restaurante. Fue la razón principal por la que presioné
para que viniéramos. Sabía lo mucho que Brinley extrañaba a su amiga y, aunque
no lo entendía, quería que mi chica fuera feliz.
Después de poner una excusa para hablar con Danny, dejé a Brinley en nuestra
toalla cuando Nicole finalmente apareció. Ella asintió en mi dirección, pero podía
sentir sus nervios como si fueran míos.
Inmediatamente, la columna vertebral de Brinley se enderezó cuando Nicole
se sentó frente a ella. Luché conmigo mismo, queriendo volver con Brinley, pero al
mismo tiempo, queriendo darle espacio y privacidad para tratar de arreglar las
cosas.
—Estarán bien —dijo Danny, siguiendo la trayectoria de mi mirada—. Nicole
la extraña.
—Sí. —Eso es lo que Nicole me había dicho. Era la única razón por la que no Página | 212
estaba corriendo al lado de Brinley y poniendo un brazo protector alrededor de
ella—. No confío en ella.
—Yo sí —dijo, como si eso fuera suficiente.
Supuse que lo era. No era como si Danny alguna vez hiciera algo para lastimar
a Brinley.
—¿Dijo algo acerca de lo que pasó frente al restaurante? —le pregunté. No
habíamos tenido la oportunidad de hablar al respecto, y no pude evitar
preocuparme porque Nicole dijera algo a los demás.
—Solo que estaba preocupada.
Me burlé.
—Si estaba tan preocupada, ¿por qué no se quedó y, no sé, fue una buena
amiga? ¿Asegurándose de que ella estuviera bien?
—Mariah se estaba reuniendo con ella para el desayuno —dijo Danny, con tono
uniforme—. Ella no quería que Mariah viera a Brin de esa manera porque sabía que
Mariah se volvería loca contándole a la gente y comenzando rumores, así que se fue
e hizo que Mariah se encontrara con ella en otro lugar. Ese día, estaba siendo una
buena amiga.
El alivio se apoderó de mí. Miré de nuevo a las chicas. Mis tripas se apretaron
cuando Brinley lanzó sus brazos alrededor de Nicole.
—La graduación —dijo Ari, sentándose a nuestro lado. Seth siguió junto con
Jeremy—. Tenemos que averiguar qué vamos a hacer para el baile de graduación.
Danny se puso rígido. Cuando Ari agarró su regazo y apretó, la tensión creció.
Ari retiró la mano con un suspiro.
—Estaba pensando que podríamos alquilar una limusina —agregó Ari.
Asentí. Mi corazón cayó. Aunque continuaba trabajando en la heladería, no
ganaba tanto dinero. Lo poco que pude ahorrar fue a mi fondo de graduación, por
lo que pude alquilar un esmoquin. También necesitaba obtener un ramillete para
Brinley y un boutonniere para mí. Al menos, mi tía me dijo que tenía que asegurarme
de conseguir esas cosas.
Una limusina, no estaba seguro de poder permitírmelo. No sin secar
completamente mis pequeños ahorros y no dejando nada para después de la
graduación. No podía hacer eso. No podía confiar en que el padre de Brinley me
apoyara, a pesar de que él no quería que pagáramos el alquiler del apartamento que
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encontraríamos en San Diego. Era un buen hombre, me trataba con más amabilidad
y comprensión que mi tía. No podía aprovecharme de eso.
—Mi abuelo dijo que iba a alquilar una limusina para nosotros... o para mí —
tartamudeó Seth.
—¿Por qué necesitas una limusina completa para ti? —bromeó Danny—. ¿No
somos lo suficientemente buenos para ir contigo?
—Sí, claro. —Seth frunció el ceño—. A menos que tenga un montón de chicas
para venir conmigo. Entonces ustedes chicos están fuera.
Me reí. Fuerte. Y cuando Ari puso su puño, Seth lo chocó.
—Un hombre con prioridades —dijo Ari—. Me gusta.
—Todos podemos colaborar con la limusina —dijo Danny.
El rojo se extendió por la tez pálida de Seth.
—Mi abuelo no aceptará su dinero. Él está muy feliz con el hecho de que voy
al baile. Quiero decir, no es que haya tenido mucha vida social por unos años. —Se
rio. Sonaba tenso y nervioso.
—¿Están pensando en invitar a alguien? —les preguntó Ari a él y a Jeremy.
—No estaré aquí para el baile —respondió Jeremy—. Estoy comenzando
algunos cursos universitarios después de las vacaciones de primavera en UCLA. —
Se encogió de hombros—. Para entonces, tendré todas las horas que necesito para
graduarme de la secundaria, así que no tenía sentido quedarme aquí.
—Ah, chicas universitarias. —Danny asintió en señal de aprobación. Como si
los cuatro no supiéramos que estaba con Ari.
—He estado hablando con Sammi un poco —dijo Seth—. Estaba pensando en
preguntarle a ella.
Sammi. La imagen de una chica bajita con cabello rosado y frenillos cruzó mi
mente. Era linda, entusiasta. Tal vez el tipo de chica que atraería a Seth.
—¿Drama girl? —preguntó Ari.
Seth bajó la cabeza para ocultar su sonrojo.
—Invítala al restaurante esta noche —sugirió Danny.
—No creo... —tartamudeó Seth.
—¡No pienses! —gritó Danny y agarró el teléfono de Seth—. Invita a la chica,
consigue a la chica.
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Seth agarró su teléfono de nuevo, lo revolvió varias veces, antes de que cayera
en su regazo. Finalmente, desbloqueó la pantalla y envió un texto rápido.
Miré hacia atrás cuando sentí la mano de Brinley en mi hombro. Mientras
acercaba sus dedos a mis labios, se arrodilló detrás de mí antes de sentarse y enroscó
sus piernas a cada lado de mí. Me incliné hacia ella, envolvió sus brazos a mi
alrededor y apoyó un lado de su rostro contra la parte posterior de mi hombro. Me
besó.
—¿Te he dicho últimamente cuánto te amo? —susurró demasiado bajo para
que nadie más la oyera.
—No en los últimos cinco minutos más o menos —le contesté.
Mis dedos se extendieron sobre sus muñecas, acercándola hacia mí. Me negaba
a que me soltara.
Nicole se sentó junto a Danny. Parecía feliz y cuando volvió a mirarme, dijo:
—Gracias.
No sabía por qué me estaba agradeciendo, pero asentí en respuesta.
—¿Qué? —Seth se arrodilló, empujó su teléfono en el rostro de Danny—. Dijo
que sí. Sammi vendrá al restaurante esta noche.
—Será mejor que te bañes entonces —bromeé—. He oído que a las chicas no
les gusta cuando los chicos huelen mal.
Danny echó la cabeza hacia atrás, riendo, mientras Brinley clavaba sus dientes
en mi hombro.
Me froté donde me había mordido.
—Vampira.
—Apestoso —respondió.
—Ya no —dije, mi voz baja—. Antes no tenía una casa. Ahora sí.
Había tantos significados diferentes detrás de esa declaración. Claro, la
primera vez que me acusó de oler mal era un indigente, pero lo que dije fue más
profundo que eso. Sabía que ella lo entendía.
La sentí sonreír contra mi hombro.
—Siempre.
Llevé nuestras manos unidas a mis labios, mantuve sus dedos allí mientras
presionaba besos sobre su cálida piel. Ella suspiró detrás de mí. Página | 215
—Tengo que correr al baño —dijo Seth.
—¡No te olvides de lavarte las manos! —le gritó Danny a su espalda en
retirada—. ¡Si lo sacudes más de dos veces, estás jugando con él!
Seth sacudió la cabeza y lanzó su dedo medio al aire. Brinley presionó su nariz
contra mi espalda y se rio. Era un sonido tan bonito, mi sonido favorito.
—¿Voleibol? —preguntó Danny.
El chico siempre estaba en movimiento. Nunca paraba. Como si pensara que al
quedarse quieto, la vida de alguna manera lo pasaría por alto. Cuando en realidad
perdías mucho más cuando no se tomabas las cosas con calma, absorbiéndolas.
Él y Brinley se parecían mucho en eso. Exuberantes, socializando alrededor de
los otros, hablando con todos. ¿Yo? Estaba feliz haciendo exactamente lo que estaba
haciendo.
Solté sus manos, cuando Danny y los demás se pusieron de pie. Volví la cabeza
cuando ella no se movió.
—Creo que me voy a quedar aquí. —Una sonrisa satisfecha torció sus labios.
Era la primera vez que me elegía por encima de un grupo cuando estábamos
con sus amigos. Me acurruqué en su pecho mientras sus dedos bailaban a través de
mi cabello. Fue la primera vez que eligió ser música de fondo en lugar de tomar el
protagonismo. Pero Brinley, siempre tenía toda mi atención.
Cerrando los ojos, me empapé del sol. Empapado en el abrazo de la chica que
era mi para siempre.
—Seth no ha regresado todavía —dijo Brinley después de que pasaron al
menos diez minutos.
Me dirigí al edificio que albergaba los baños y, después de unos segundos más,
me detuve. Tomando la mano de Brinley, la ayudé a levantarse. Caminamos en
silencio juntos. Era como si supiéramos... que algo malo había sucedido.

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Brinley
A pocos metros pude ver a Jacob y Joseph dirigiéndose al estacionamiento. Ni
siquiera había notado que estaban aquí, pero estaba agradecida de que se fueran.
Enviaron miradas parecidas hacia la puerta que conducía al baño de hombres y
luego se echaron a reír, chocando las manos entre ellos como los idiotas que eran.
El miedo se apoderó de mí. Se hizo cargo completamente. Soltando la mano de
Roderick, corrí hacia el baño. No me molesté en hacer una pausa antes de abrir la
puerta. Roderick estaba a mi lado y me puso una mano en el codo cuando me detuve
de repente.
Dos pasos rápidos me llevaron hasta Seth, que yacía en el suelo, su cuerpo
acurrucado en una bola. Me puse de rodillas junto a él, susurré su nombre antes de
alcanzarlo. Cuando toqué su rostro, se estremeció.
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—¿Seth? —dije su nombre un poco más alto esta vez.
Los cortes estropeaban su rostro. Un pequeño charco de sangre descansaba en
el suelo donde yacía su cabeza. La orina se esparcía alrededor de él y estaba segura
de que también tenía algo encima.
Mi corazón tembló, pero me puse de pie. Contuve la ira mientras tomaba las
toallas de papel del dispensador y las mojaba bajo el grifo caliente.
Cuando me volví hacia él, Roderick lo había ayudado a sentarse con la espalda
apoyada contra la pared del baño. Mantuvo el rostro hacia abajo, pero pude ver que
un ojo ya estaba cerrado por la hinchazón.
De vuelta sobre mis rodillas, coloqué la toalla mojada contra su mejilla. Él se
estremeció de nuevo y cerró su otro ojo. Pasé los siguientes minutos tratando de
limpiar el desorden que dos personas, que alguna vez consideré amigos, habían
hecho.
La sangre goteaba de un corte en su frente, de cortes debajo de su ojo derecho,
de un corte en sus labios y uno al lado de su boca.
La necesidad de llorar se construyó en mi pecho, pero eso tendría que esperar,
cuando Seth ya no me necesitara.
Cuando terminé, me apoyé contra la pared y me senté a su lado. Apoyando mi
cabeza en su hombro, puse un brazo alrededor de su cintura. Su camisa tenía
pequeñas húmedas rayas que habían manchado su camisa blanca de amarillo. Él
apartó mi mano.
—Está lleno de orina —dijo, con voz temblorosa.
—Entonces vamos a quitártela. —Toqué la parte inferior de su camisa y cuando
se inclinó un poco hacia delante, pasé la camisa sobre su cabeza, con cuidado de no
tocarlo con las partes húmedas.
Tirando la camisa a través de la habitación, apoyé mi cabeza en su hombro
mientras lo rodeaba con un brazo.
Danny se agachó frente a nosotros y me entregó una toalla. Ni siquiera lo había
visto entrar, no había oído la puerta cuando se abrió.
—¿Estás bien, hombre? —preguntó Roderick.
Con su cabeza apoyada contra la mía, asintió. Lento, muy lento.
Cubrí con la toalla las marcas rojas en su pecho y estómago y mientras puse
mis brazos alrededor de él, teniendo cuidado de no lastimarlo. Página | 218
Danny se puso de pie, desde los dedos hasta el talón.
—Ari está cuidando a Joseph y Jacob —dijo.
—Veré si necesita ayuda —dijo Roderick.
—Roderick —lo llamé.
Pero ya se había alejado, ya había tomado su decisión. Solo esperaba que no se
lastimara o tuviera problemas.
—Brin. —Seth dijo mi nombre lentamente—. Sentarme contigo en un piso
infestado de orina con tus brazos a mi alrededor mientras más orina cubre mi cuerpo
es de lo que están hechos los sueños —se inclinó hacia atrás para darme una sonrisa
lenta—, pero ¿crees que puedas llevarme a casa?
Solté una carcajada.
—Sí, seguro.
Afuera, Seth se metió bajo la regadera de una de las duchas. Sus manos se
apoyaban sobre el muro de hormigón mientras mantenía la cabeza baja. Después de
que terminé de enjuagarlo, me asomé a mirar hacia el estacionamiento.
Efectivamente, Roderick y Ari habían eliminado su furia sobre Jacob y Joseph.
Me alegré de ver sus rostros ensangrentados, sus camisas rasgadas. Se merecían lo
peor. Pero alguien había interrumpido la pelea, y mientras los gemelos iban
cojeando hacia su auto, Roderick paseaba por el estacionamiento como un animal
enjaulado.
—Tu novio se ve locamente aterrador en este momento —dijo Seth, viniendo a
mi lado.
Envolví una toalla sobre sus hombros, envolví un brazo alrededor de su
espalda.
—Cabeza alta, hombros hacia atrás —le ordené—. ¿Estás listo?
Asintió. Cuando nos acercamos al estacionamiento, su mano se deslizó
alrededor de mi espalda, y clavó sus dedos en mi cintura. Balbució un suspiro, dejó
de moverse por completo cuando otros estudiantes de nuestra escuela se giraron
para mirarnos. Roderick vino a nosotros, esperó a que continuáramos caminando
hacia el auto.
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—Cabeza alta, hombros atrás —susurré de nuevo cuando Seth dio un paso
tentativo hacia adelante—. No tienes nada de qué avergonzarte.
—No cuando tienes a la chica más bonita, con nada más que un diminuto bikini
con los brazos a tu alrededor. —Roderick giñó un ojo.
Cubrí mi pecho con una sola mano y Seth se rio. Sonó real. Dolorido, pero
también real.
—Mi bikini no es diminuto. —Saqué la lengua.
Conduje a Seth hacia la puerta delantera del pasajero de mi auto. Cuando
entró, di un paso atrás. Danny movió una de las tiras de mi bikini y aparté su mano.
—Es bastante pequeño —dijo.
Las manos de Roderick rozaron mi cintura y los lados de mi pecho. Sus ojos se
calentaron, sus labios se mantuvieron fruncidos.
—¿Estás bien? —Toqué su rostro.
Se volvió hacia mi mano, presionando un beso en mi muñeca.
—Lo estoy ahora.
—Restaurante esta noche. —Danny golpeó la parte superior de mi auto
mientras hablaba con Seth.
—No creo que lo vaya a lograr —respondió Seth.
Lo entendí. Entendí por qué no quería ir, por qué quería esconderse. Pero
esconderse no resolvía nada.
—¿Por qué mejor no vamos a la cueva? —le pregunté.
—Seth tiene una cita especial esta noche —dijo Danny—. Se supone que ella se
reúna con nosotros en el restaurante.
Un rubor se hizo más profundo en las mejillas de Seth y el alivio me inundó
cuando sus hoyuelos saltaron. Estaba herido, pero no roto. Él estaría bien.
—¿Sí? —Arqueé una sola ceja—. ¿Quién es la afortunada?
—Sammi —murmuró él—. Pero no es una cita —se apresuró a añadir.
—Está bien, entonces trae tu cita a la cueva.
—¿Qué cueva? —me preguntó.
—Ya verás.

**** Página | 220


Roderick y yo habíamos llegado a nuestra cueva temprano para encender las
luces que había dejado fuera para que estuvieran expuestas a la luz del sol. Nuestro
trabajo no salió tan bien como el de Danny y Ari, pero se veía bien. Los poemas
enmarcados que nos dieron en el cumpleaños de Roderick estaban distribuidos por
igual en la habitación de Roderick y en la mía. Guardé sus poemas, y él guardó los
míos. Pero me dejó guardar el que habíamos escrito juntos.
—¿Crees que podemos empezar a comer antes de que lleguen? —preguntó,
echando un vistazo rápido a la comida que habíamos conseguido.
Incliné la cabeza hacia un lado.
—Tal vez un poco de chips de tortilla y salsa.
—Esa es mi chica. —Sonrió.
Después de revolver rápidamente en la bolsa, sacó un tazón pequeño y el
recipiente con chips. Sumergió un chip en la salsa y me lo llevó a los labios. Le di un
mordisco y gemí. No porque fuera tan bueno, sino porque amaba el calor que se
acumulaba en sus ojos cuando hacía eso.
—¿Qué es esto? —Danny corrió a la cueva. El sudor se acumulaba en su frente,
pero no parecía tener la menor falta de aliento—. ¿Están comiendo sin nosotros?
—Cuando estábamos a unos metros de distancia, juró que los escuchaba comer
—dijo Ari, con una expresión divertida detrás de sus ojos—, por lo que vino
corriendo a toda prisa.
Danny disparó un dedo acusador en nuestra dirección. Señalé a Roderick,
quien todavía tenía parte del chip que no había terminado en su mano.
—Pensé que éramos amigos —dijo Danny.
—Culpa de Brin —se defendió Roderick—. Me hizo darle un chip.
—Claro. —La melódica voz de Sammi me alcanzó—. Culpa a la chica.
Sonreí
—¿No sabes que siempre tenemos la culpa?
Con la cabeza inclinada hacia arriba, dio unos cuantos giros. Absorbió todo con
una sonrisa abierta. Cuando se detuvo, puso una mano en el hombro de Seth
mientras él ahuecaba una mano en su codo. Mi sonrisa se amplió, no pude evitarlo.
Los ojos de Seth se estrecharon en mi dirección, y reprimí mi sonrisa. No es que
importara, su atención volvió a Sammi tan pronto como ella volvió a hablar.
Página | 221
—Este lugar es increíble —dijo Sammi.
Roderick me sostuvo por detrás, arrastró su nariz por mi garganta.
—Sí, lo es —respondió.
—¿Cómo lo encontraron? —preguntó ella.
Roderick y yo nos reímos. Le conté nuestra historia, no todo. Dejé de lado cómo
Roderick había dormido aquí, cómo lo había encontrado enfermo y lo había llevado
de regreso a mi casa. Esa parte era nuestra.
Roderick les contó sobre nuestros poemas. No me sentí cohibida cuando ellos
los leyeron. Solo segura del chico que me había robado el corazón.
—¿Yo también puedo escribir un poema? —preguntó Sammi.
—Después de la cena, mujer —protestó Danny.
—Tú y ese pozo sin fondo que tienes por estómago —le dije.
—Un chico en crecimiento necesita sustento —respondió.
Ari tendió un plato que había preparado para Danny. Lo tomó, pero no
comenzó a comer hasta que Ari estuvo a su lado. Al menos sus modales se extendían
a su novio, si no al resto de nosotros.
Saqué un pedazo de fajita de carne del plato de Roderick. Fingió apuñalarme
con su tenedor de plástico mientras lo comía.
—Tan bueno —murmuré.
—Sí, no está mal —dijo Seth—. Gracias por recoger esto para nosotros.
—Por Brinley, mi heroína. —Danny levantó su botella de refresco en el aire.
Levanté mi dedo medio.
—¿Te duele el rostro? —Sammi tocó el costado de la boca de Seth donde se
encontraba uno de los cortes más profundos y luego trazó su dedo justo debajo del
ojo que estaba hinchado y cerrado—. Cuando masticas, quiero decir.
Él agachó la cabeza, pero luego la miró con una pequeña sonrisa.
—Estoy bien.
—Me alegro de que ustedes dos patearan sus culos. —Ella señaló con su
tenedor a Roderick y Ari.
—Sí. —Seth tosió—. Gracias por eso. —Encontró mi mirada—. Y gracias, Brin, Página | 222
por, ya sabes, cuidarme.
—No todos los días puedo abrazar a mi artesano de madera favorito —le dije,
manteniendo mi voz suave.
—¿Artesano de madera? —preguntó Sammi—. ¿Puedes hacer cosas con
madera?
Mientras Seth le mostraba las fotos en su teléfono, Roderick se inclinó hacia mí
y rozó sus labios contra mi oreja.
—Yo también soy bastante hábil con la madera.
Me reí, duro y largo. Esta noche, pasar tiempo con algunas de mis personas
favoritas, era un recuerdo que quería atrapar en el tiempo para siempre.
Brinley
—Escuché este loco rumor de que las organizaciones de caridad comenzaron a
aceptar donaciones nuevamente —dije en seco.
—¿Sientes eso? —preguntó mi papá, y yo negué con la cabeza—. Arruinaste el
momento con tu odiosa conversación sobre el altruismo.
Sentado detrás de nosotros, Roderick rio. Sonaba libre, ya no era como el chico
solitario de la cueva. Nuestro viaje a San Diego fue divertido. Incluso encontramos
un apartamento de dos habitaciones del que nos enamoramos. Aunque dijimos que
no necesitábamos dos cuartos, mi papá insistió. Insistió muchísimo. De hecho,
argumentó que no tenía otro uso para su dinero que para pagar el alquiler de ese
apartamento. Lo que nos trajo a la actual conversación dando vueltas en el auto.
—Phil —dijo Roderick—, realmente aprecio que quieras pagar mi parte del Página | 223
alquiler, pero no puedo dejar que hagas eso. No se siente correcto.
—Cuida a nuestra chica y yo cuidaré de los dos —respondió mi padre—.
Quiero que ustedes dos se enfoquen en su educación, salgan y se diviertan, pero no
demasiado. Y si se divierten mucho, llaman a un taxi o a mí. No me importa lo lejos
que tenga que ir —dijo—. Voy a conducir las tres horas a San Diego para recogerlos.
Simplemente no conduzcan estando bebidos.
—Sí, señor —estuvo de acuerdo Roderick—. Pero el alquiler...
—Consigue un empleo, paga todos tus otros gastos, déjame el alquiler a mí. —
Volvió la cabeza para mirar a Roderick—. Pagar tu parte del alquiler es más barato
que un sistema de seguridad residencial de todos modos.
—¡Papá! —Golpeé su hombro—. No necesitamos un sistema de seguridad
residencial.
—No cuando tienes a Roderick viviendo contigo. —Sonrió—. Vi lo que tú y ese
chico futbolista le hicieron a los gemelos.
Mi boca quedó abierta.
—¿Cómo... cómo oíste sobre eso?
—Sus padres los llevaron a la sala de emergencias y tuve el placer de trabajar
en ellos. Cuando llegaron los policías, les contaron lo sucedido.
—Señor…
—No me llames señor, hijo —interrumpió mi papá—. Es Phil, o nada. Además,
esos dos se lo merecían. Lo que le hicieron a ese pobre chico, es asqueroso. Deben
ser expulsados de la escuela. Y tú. —Mi papá le dirigió a Roderick una mirada
aguda, y giré mi cabeza a tiempo para ver el rostro de Roderick ponerse pálido—.
Estoy orgulloso de ti, Roderick.
Roderick tragó saliva, haciendo que su manzana de Adam se moviera.
—Eres un buen hombre —continuó mi papá—. Me alegro de que Brinley y tú
estén juntos.
—G-gracias —tartamudeó Roderick.
—Ahora, no vayas a arruinarlo. —Mi papá se rio de su propia broma mientras
yo sacudía la cabeza—. Y, Brin, estoy orgulloso de ti. De la forma en que cuidaste a
ese chico, Seth. Tal vez hay un médico en ti todavía.
Poniendo los ojos en blanco, dije:
—No va a suceder. Espera, pero, ¿cómo oíste sobre todo eso? Página | 224

Me dio una sonrisa de complicidad.


—Pueblo pequeño, la gente habla. Cuando Seth escuchó que los gemelos
estaban presentando cargos contra Roderick y, ¿cuál es el nombre de ese chico
futbolista?
—Ari —le dije.
Estirando mi mano hacia atrás, la puse en la rodilla de Roderick. La tensión
hizo que los lados de sus ojos se arrugaran. Puso una mano encima de la mía.
—Correcto, Ari. Cuando Seth se enteró de eso, fue al hospital y le contó a la
policía lo que los gemelos le habían hecho. Todos los cargos fueron retirados
después de eso. Tuve una larga conversación con Bert, nuestro jefe de policía
después —continuó mi papá—. Le dije que, si alguna vez pensaba en volver a
presentar cargos contra Roderick, le contaría a su esposa cómo viene al hospital y
juega al póker conmigo cuando no estoy ocupado en lugar de ir a casa con ella.
Esta vez, me reí más fuerte. Mi papá y Bert eran amigos de largo tiempo, a
veces enemigos.
—No me importa si Danny o Ari son homosexuales —agregó mi papá
rápidamente—. No me importa...
—Espera. —Puse una mano en el hombro de mi padre, un poco mareada por
todos los saltos en la conversación—. ¿Cómo sabes que Danny y Ari son gays?
—Uno de los gemelos dijo que estaban juntos. —Sus cejas se unieron—. ¿Es un
secreto?
Mi corazón latió ruidosamente en mi oído. Roderick me apretó la mano antes
de que la retirara para poder enviarle un mensaje a Danny.
—Ninguno de sus padres lo sabe —le contesté.
—¿Y estarían molestos si se enteraran? —preguntó mi papá.
—Ellos piensan que sí.
—Mierda —maldijo mi papá.
—Sí.
Pasando a mi teléfono, escribí un mensaje rápido a Danny. Aunque tenía que
decirle que Jacob y Joseph sabían de él y Ari, no quería hacerlo por teléfono. Solo
esperaba que no fuera demasiado tarde.
Yo: Volviendo a casa ahora. Debería volver en menos de una hora. ¿Quieres Página | 225
venir?
Danny: ¿Puede venir Ari?
La tensión se alivió de mis hombros. Después de que respondiera, le dije a mi
papá que tanto Danny como Ari iban a venir más tarde.
—¿Quieres que recoja algo de comida tailandesa para ustedes, chicos? —
preguntó.
—¿Qué tipo de pregunta es esa?—bromeé—. Si estamos hablando de tailandés,
la respuesta siempre es sí.
Después de llegar a casa, Roderick y yo nos quedamos en mi habitación
mientras mi papá iba a ver a mi mamá. Mamá se había sentido más tranquila desde
que papá regresó con nosotros el día después de que él y yo hablamos. Todavía tenía
sus episodios, pero la pintura la tranquilizaba. Mi papá volviendo con ella la calmó
aún más.
Cuando Danny y Ari llegaron ahí, Seth, Roderick y yo estábamos en la sala de
estar. Me preocupé por Seth mientras estábamos en San Diego, le había enviado
mensajes de texto todos los días solo para conversar, así que mientras Roderick y yo
nos acurrucábamos en mi cama, él sugirió que también invitara a Seth. Estaba seguro
de que a Danny y Ari no les importaría que Seth estuviera allí cuando les contara
acerca de Jacob y Joseph.
Danny besó la parte superior de mi cabeza mientras Ari me despeinaba el
cabello.
—Antes de que digamos algo —empecé, repasando lo que había ensayado—,
Tengo que decirles algo, chicos.
Mi atención saltó de Danny a Ari. Ellos asintieron, la tensión en sus hombros
se correspondía con la mía.
—Mi padre trató a Jacob y Joseph cuando estaban en la sala de emergencias —
le dije—. Tenían mucho que decir, que lo que sea, no es tan importante. —Agité mi
mano, ya sin poder decir lo que quería decirles—. De todos modos, mi papá dijo que
uno de ellos, no está seguro de quién, les estaba diciendo a la gente que ustedes
chicos, están juntos.
Un músculo en la mandíbula de Danny palpitó.
—Sí. —Salió como grava—. Seth ya nos dijo.
—Oh. —Empujé mis dientes en mi labio inferior—. Entonces me alegro de
haber estado preocupada sobre decírselos durante horas. Página | 226
Danny sonrió. No era su típica sonrisa feliz, pero tampoco parecía triste.
Simplemente era.
—¿Están bien, chicos? —le pregunté—. ¿Han escuchado algo sus padres?
—Estaremos bien —dijo Ari, apoyando una mano en el brazo de Danny—. No
podemos evitar que le digan a las personas, pero sabemos que están hablando, así
que eso es todo. —Se encogió de hombros—. Sin embargo, les dije a mis padres que
era gay hace un par de noches. Se sorprendieron, supongo, pero están de acuerdo
con eso.
Danny cubrió la mano de Ari con la suya.
—Realmente no he hablado con mi mamá en unos años, así que supongo que
no importa si ella oye algo. Pero mi papá... —Sus cejas se fruncieron, sus labios
hicieron una mueca—. Le diré después de graduarme y estar en la universidad.
El silencio se extendía entre nosotros. Aunque mi corazón sangraba por Danny,
el silencio no era del todo incómodo.
—¡Oh! —exclamó Danny—. Seth tiene algo que decirte. —Él movió sus cejas
dos veces hacia Seth—. ¿Sobre Sammi?
Aplastando mis labios, incliné mi cabeza hacia un lado y esperé.
Seth respiró bruscamente mientras jugueteaba con su pulgar.
—Se supone que vamos a ir al cine el próximo fin de semana.
—Mi hombre. —Danny extendió su mano para un choque de puños que Seth
chocó.
A mi lado, Roderick se retorció en el sofá. Se pasó una mano por su cabello
antes de dejarla caer sobre su regazo. Se había sentido incómodo desde que Seth
había llegado. No estaba segura del por qué, pero lo había esperado. Cuando apretó
mi mano, supe que estaba listo.
—Oye, Seth —comenzó Roderick—, el papá de Brin también mencionó que
apareciste en el hospital cuando los gemelos intentaban presentar cargos contra Ari
y contra mí. —Se aclaró la garganta—. Dijo que le contaste a la policía lo que te
hicieron.
Se rascó la nuca, parecía luchar con sus palabras. Apoyándome en él, puse una
mano debajo de su camisa y acaricié la suave piel de su estómago.
Su mano encontró mi rodilla. Página | 227
—Aprecio que hagas eso —continuó hablando con Seth—. Bastante seguro de
que mi tía me hubiera eliminado de su vida para siempre si ellos hubieran seguido
con eso.
Oír eso duele. Sabiendo que su tía no estaba allí para él. Sabiendo que a los
doce años perdió más que sus padres, sino su hogar. Al menos hasta que nos
encontramos de nuevo.
Seth golpeteó un pie contra el piso de madera de mis padres.
—Sí, por supuesto.
—Cuando regresemos a la escuela, estaremos vigilando tu espalda —dijo
Roderick—. Danny, Ari, y yo no permitiremos que se acerquen a ti.
Los golpecitos se hicieron más rápido, un poco más fuerte.
—En realidad estaba esperando poder aprender a pelear. —Salió inseguro,
pero mantuvo la mirada fija en los otros tres chicos en la habitación—. Ya sabes,
lanzar un puñetazo, bloquear un puñetazo, que no me pateen el culo en el baño.
—¿Conocen al capitán del equipo de lucha... Sean? —Danny inclinó la cabeza
hacia un lado y todos asentimos, sabíamos quién era—. Sean me envió un mensaje
de texto hace un par de días y me dijo que si querías aprender algunos movimientos,
te enseñaría. No dije nada porque no estaba seguro de lo que pensabas.
Su pie se detuvo.
—Sí. Eso sería genial, creo. Es una locura que hace unos meses no tenía amigos.
—Respiró una larga racha de aire—. Quiero decir que está Jeremy, pero no somos
amigos realmente. Hacemos tareas grupales juntos y almorzamos en la misma mesa
porque nadie más lo haría.
Roderick tampoco había tenido amigos, pero se quedó callado, con una
pequeña sonrisa en sus labios.
—Somos los que se perdieron —dije, apretando la cintura de Roderick—.
Desearía... desearía haber sido amiga tuya desde el primer año. La escuela hubiera
sido mucho mejor.
Deseé nunca haber perdido a Roderick. Desearíamos nunca haber sabido lo
solitaria que podía ser la vida. Al menos yo había tenido a Danny sin embargo.
Roderick, no había tenido a nadie.
Roderick alisó la parte superior de mi cabeza, besando donde tocaba.
Página | 228
—No sé si la escuela hubiera sido mejor para ti —se burló Seth—. Pero para
mí, haber tenido amigos... —Comenzó a dar golpecitos con su pie de nuevo.
—Para mí, haber tenido amigos que realmente me gustaban —dije—, a quien
realmente le gustaba... hubiera significado mucho para mí.
—¿Piensas que dentro de veinte años vamos a mirar hacia atrás a la escuela
secundaria como el mejor momento de nuestras vidas? —preguntó Seth, sus
hoyuelos aparecieron.
—Eso es lo que se supone que es, ¿no? —Me reí—. Los mejores años de nuestras
vidas.
—Los mejores años de mi vida empezaron en una cueva. —La admisión de
Roderick salió en voz baja.
—El mío también —admití.
—Tu cueva es muy especial —dijo Danny, su voz tan sombría como el resto de
nosotros—. Escribí mi primer poema allí.
—Bailé con un chico al que amo allí —agregó Ari.
Danny se quedó quieto, acercó sus labios a Ari para un tierno beso. Inclinando
la cabeza hacia abajo, apoyó la frente en la de Ari.
—Yo también te amo —dijo.
No estaba seguro, pero pensé que fuimos testigos de la primera vez que
hablaron abiertamente de su amor. Me hizo casi tan feliz como el de Roderick y mi
primer beso me hizo sentir.
—Tuve mi primera cita allí —dijo Seth.
Me encontré a mí misma en esa cueva. Encontré a Roderick. Encontré el amor.

Página | 229
Roderick
Un golpe en la puerta de mi habitación me despertó. Mirando mi teléfono,
gemí. Todavía quedaba otra hora antes de que tuviera que levantarme para ir a la
escuela. Con una maldición amortiguada, salí de la cama y me puse mis pantalones
cortos antes de responder a la puerta.
La mirada llena de lágrimas de mi tía encontró la mía.
—Roderick. —Su voz se rompió—. La policía necesita hablar contigo. —Ladeó
su cabeza—. ¿Por qué no te pones una camiseta y nos encuentras en la sala de estar?
Asentí. ¿Qué más podía hacer cuando las emociones me ahogaban?
Agarrando mi teléfono de la cama, le envié un mensaje a Brinley, rogándole
que me respondiera y me dijera que estaba bien.
Porque, ¿esto? ¿A dónde mi mente iba…? No podía suceder. La vida no podía
repetirse. No podía perder a Brinley también. Página | 230

Después de ponerme una camiseta, corrí a la sala de estar donde Bert, el jefe
de policía, se encontraba junto a mi tía en el desgastado sofá.
Lo miré fijamente, mi corazón tronando en mis oídos, golpeando detrás de mis
costillas. No podía obligarme a expresar mi preocupación. No podía evitar
preocuparme por lo peor.
Agarrando mi teléfono en mis manos, lo desbloqueé para ver si respondió. No
lo hizo.
Mis miembros temblaron, ira y miedo se elevaron con bilis.
—¿Qué pasa? —espeté—. ¿Está bien Brin? —logré preguntar finalmente.
—Brinley está bien —dijo Bert.
Mis hombros cayeron hacia delante. El alivio se sintió como un regalo. Lo que
fuera que tuviera que decir, podría manejarlo.
El hombre frotó su redonda barriga.
—Lamento decírtelo, hijo. Realmente no hay manera fácil de decirlo. —Dejó
escapar un suspiro de frustración—. Anoche, alguien ultrajó las tumbas de tus
padres.
Retrocedí como si me hubiera golpeado.
Lucía apenado. Sonaba apenado.
No importaba. No cuando mi cuerpo latía con un dolor con el que estaba
demasiado familiarizado.
—¿Qué quiere decir? —A mis lados, mis puños se apretaron, agarraron nada
salvo aire. Porque como era usual, cuando necesitaba a alguien, estaba solo. Nadie
estaba allí para que me sostuviera.
—Tenemos a los sospechosos en custodia —dijo—, pero lo siento mucho,
Roderick, el daño ya ha sido hecho.
Asentí, un rápido movimiento de mi barbilla a mi pecho.
—¿Cuán malo es? —Tragué con fuerza.
—Pintaron con spray ambas lápidas y las tiraron. —Hizo una pausa—. Eso es
lo peor, pero también pintaron la hierba alrededor. Tiraron basura por todas partes.
Es —arrugó su rostro—, es un desastre, pero será arreglado.
—¿Arreglado? —Una risa desdeñosa escapó de mis pulmones. Página | 231

Arreglado. No hay arreglo a lo que estaba irrevocablemente roto. Y esto me


rompió de una manera que nunca sería capaz de volver a juntar.
—Puede ser limpiado. Tu… —Abrió su boca para continuar, pero alcé ambas
palmas. No quería oír más.
Mis padres. Tenía que verlos. Tenía que ver el daño que se les había hecho. A
las únicas partes de ellos que todavía tenía.
Sin calcetines o zapatos, salí corriendo de la casa y no me detuve hasta que
llegué al cementerio en el que fueron enterrados. Mi visión era borrosa, mi pecho
gritaba. Corrí por el camino pavimentado en un borrón de movimiento y cuando
llegué a la cima de una colina, vi el lugar de descanso de mis padres. Vi a varias
personas trabajando para limpiarlo.
Con piernas temblorosas, fui hacia ellos. Mi respiración se atoró cuando
Brinley alzó la mirada, pareciendo buscar algo hasta que sus ojos encontraron los
míos. Casi como si pudiera sentir mi dolor, sus hombros cayeron hacia delante.
Derrotados.
Despacio y con cuidado, dio unos pocos pasos para alcanzarme. La hermosa
chica que amaba. La chica sin la que no podía respirar.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Metí su alborotado cabello detrás de sus orejas.
—Oí lo que sucedió. Bert vino a mi casa hace unas horas para hablarlo con mi
papá. —El temblor en su voz me golpeó en el estómago—. No quería que vieras lo
que habían hecho. —Miró detrás a sus amigos, nuestros amigos, que habían dejado
de limpiar para observarme.
Danny fue el primero en saludar.
—Cuando Bert me dijo que podíamos empezar a limpiar, llamé a nuestros
amigos y nos encontramos aquí —prosiguió—. Mi papá se fue hace un rato.
—¿Tu papá también estuvo aquí? —Mi tono fue bajo, mi voz temblando con
cada palabra.
—Le caes bien —dijo, tocando mi rostro. Me incliné en su palma—. Se
preocupa por ti.
Tragué con fuerza, más allá del bulto en mi garganta. Lágrimas ardieron detrás
de mis ojos.
No estaba solo. Brinley, Danny, Seth, Ari y su papá, los tenía.
Necesitándola más de lo que necesitaba cualquier otra cosa en toda mi vida, la Página | 232
abracé, apoyé mi cabeza en su hombro. Sus dedos se curvaron en la parte trasera de
mi camiseta y presionó un dulce beso contra mi garganta.
—¿Por qué? —Un sollozo escapó de mí, atrapado en mi garganta—. ¿Por qué
alguien haría esto?
Dedos tiernos pasaron por mi cabello, me tocaron con tal delicadeza que temí
romperme.
—Porque son imbéciles —dijo.
—¿Le dijo Bert a tu papá quién lo hizo?
Su cuerpo se sacudió, su espalda enderezándose. Cuando me retiré, tenía sus
ojos cerrados con fuerza. Aspiró un aliento a través de sus labios separados, lo
exhaló mientras una lágrima caía por la esquina de su ojo.
—¿Quién lo hizo, Brin? —Salió duro, volátil.
Tenía una buena idea de quién fue. Tenía incluso una mejor idea de por qué lo
habían hecho.
Abrió los ojos.
—Jacob y Joseph. —Lo dijo tan bajo que se sintió como un suspiro del viento.
Mi corazón ya no pudo soportarlo. No cuando el dolor se sentía tan
insuperable.
—Tienes que irte —dije.
Asintió, sus ojos tristes pero comprensivos. Sabía que esto era su culpa. Al igual
que su asalto a Seth fue su culpa. Todo caía sobre ella, quién era, quién solía ser
Ahora querían castigarla por desafiarlos mientras ella se las arreglaba para
redimirse.
—Me iré después de terminar de limpiar.
—¡No! —rugí, las venas en mi cuello tensándose con el esfuerzo—. Ahora,
Brinley.
Se volvió hacia sus amigos, que habían empezado a trabajar de nuevo.
—Casi he terminado de limpiar la lápida de tu mamá. —Vaciló—. No puedo
quitar toda la pintura, pero la mayoría…
—No toques su lápida. —Calor se precipitó a mi cabeza, mareándome—. Esto
es tu culpa. ¡Hiciste esto!
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Agachó su cabeza. Otra lágrima cayó.
—Lo sé —susurró.
—No importa cuánto cambies, Brinley —espeté—. Todavía eres la princesa de
la escuela. No puedes apartarte de eso cuando lo has vivido por tanto tiempo.
Cuando lo intentas, ¡esto es lo que sucede!
Se encogió ante mis palabras. Asintió de nuevo.
—No tocaré la lápida de tu mamá. Las cosas que trajo mi padre para que
limpiara, todo está ahí. —Movió su cabeza hacia las lápidas de mis padres—. No fui
capaz de empezar con la de tu papá. —Su barbilla tembló—. No la tocaré. Solo
déjame ayudar a recoger la basura.
No respondí, no podía responder. No después de todo lo que había dicho. No
con todas las emociones revolviéndose en mi interior.
Cuando alcancé a mis padres, toqué la lápida de mi mamá primero. Su florero
ya no estaba allí, pero había sido reemplazado con uno similar. Había flores frescas,
cada una colocada perfectamente con cuidado. Había una grieta en el centro de la
piedra, muy parecida a la grieta que desgarraba mi pecho.
Comparando la lápida de mi papá con la de mi mamá, Brinley había hecho un
buen trabajo limpiando la de mi madre. Un trabajo increíble. Le disparé una mirada
sobre mi hombro, pero encontré a Danny detrás de mí.
—¿Quieres que termine la de tu mamá mientras trabajas en la de tu papá? —
inquirió.
Debería haber estado enojado conmigo, por la manera en que le había hablado
a Brinley. Estaba seguro que nos había oído, estaba seguro que los tres nos habían
oído. Pero no me mostró nada salvo compasión.
—Sí, lo que sea. —Lo despedí, los quería despachar a todos, así podría estar a
solas. Solo con el fantasma de mis padres.
Brinley trabajó tan lejos de mí como pudo, recogiendo la multitud de basura
que Jacob y Joseph habían esparcido, tirando los incontables trozos de papel
higiénico que habían lanzado por todas partes en la bolsa de basura. Las odiosas
palabras que Joseph y Jacob pintaron sobre sus tumbas me miraban. No podía
deshacerme de ellas. No podía lavarlas. En su lugar, tenía que esperar a que la hierba
creciera para poder cortarlas. Pero incluso peor que eso, eran las palabras que solían
cubrir la placa. Brinley había sido capaz de limpiar las palabras en la placa de mi
mamá, pero la de mi papá…
Apoyé mi cabeza contra su lápida, hundiendo mis dedos en la tierra debajo de Página | 234
mí mientras mi otra mano aferraba al enorme trozo en la parte superior que se había
caído completamente.
Infiel
Froté las letras con fuerza, deseando que la mentira desapareciera. No solo
pintaron las placas y lápidas de mis padres, su lugar de descanso, sino que los
difamaron con una mentira que me cortó hasta el centro.
Si Roderick fuera mi hijo, también me habría suicidado
Mis padres me habían querido. Sabía eso, lo sentía en mis huesos. Pero esas
palabras, hicieron que me preguntara. Me hicieron pensar en la hermana de mi
madre, que se preocupaba por mí pero apenas me toleraba. Y me pregunté si ellos
hubieran sido más felices sin mí.
Las palabras que intentaba limpiar para que no se deslizaran en mi mente, se
envolvieron a mi alrededor y lo hicieron todo verdad.
Las palabras de Brinley de hace tanto tiempo estallaron en mi cabeza, me
recordaron que había matado a mis padres. Porque si no hubieran ido a comprarme
helado, tal vez…
El pensamiento perforó mi corazón, llevó a mi alma directa al suelo. Sus
palabras habían sido lanzadas hacia mí despiadadamente; todavía se aferraban a mí
como una capa. Y cada vez que lo recordaba, sentía la espina de dolor que sus
palabras entregaban.
Ella y yo sabíamos el peso que las palabras tenían. Podían salvar. Podían
destruir. ¿Nosotros? Jugamos a salvar, pero escogimos destruir.
Ambos éramos víctimas, ambos perpetradores.
Para el momento en que Danny terminó con la lápida de mi mamá, los otros
también habían terminado. Me levanté de mi lugar delante de la lápida de mi padre.
Él agarró mis hombros, los apretó antes de soltarlos.
—Lamento esto —dijo—. Es todo tan jodido, pero no es culpa de Brinley.
—Danny —llamó ella, una advertencia para que no continuara.
Él asintió.
—Si necesitas algo, hombre… —Se calló.
—Estoy bien. Gracias por… —No pude terminar, no quería terminar, pero Página | 235
encontré todas sus miradas excepto la de Brinley.
Sin nada más que decir, me arrodillé de nuevo frente a la lápida de mi papá y
volví a trabajar. Cuando estuve seguro que todos se habían ido, solté el pote de spray
y el estropajo. Colocando una mano en cada una de sus lápidas, dejé caer mi cabeza
y lloré.
Lágrimas por ellos, por la vida que les fue robada. Lágrimas por mí, por la vida
que no pude tener. Lágrimas por Brinley, y las promesas que rompí. Porque a pesar
de las palabras que había dicho, todavía la amaba. Todavía la necesitaba.
Sin embargo, no significaba que pudiera tenerla. No significaba que alguna vez
dejáramos de herirnos mutuamente. No significaba que la mereciera.
Mis dedos dolían para el momento en que la lápida de mi papá estuvo tan
limpia como pude conseguirlo. No estaba perfecta, nunca lo estaría, pero nada en
mi vida había sido alguna vez perfecto. Al menos, no desde la muerte de mis padres.
Después de colocar un beso en ambas lápidas, me levanté y miré sus tumbas.
Las palabras seguían pintadas en la grama, pero toda la basura había desaparecido.
Cuando empecé a subir la colina, noté la figura de Brinley enfrentándome desde
debajo de un árbol.
Ira pulsó. No la quería aquí, no había quería que ni ella ni nadie me vieran
cuando me rompí. Furia creció con cada paso y cuando la alcancé, se puso de pie.
Sus ojos estaban rojos, su rostro pálido. Cuando cruzó sus brazos sobre su
estómago, sus manos temblaban. Y, maldición, quería ir a ella. Disculparme y
hacerla sentir mejor.
En su lugar, la fulminé con la mirada, directamente a través de ella de la
manera en que la había visto hacer múltiples veces a lo largo de los años.
—¿Qué haces aquí? —exigí.
Levantó su barbilla, echó sus hombros atrás.
—No quería que estuvieras aquí solo.
Mi resolución vaciló. La manera incondicional en que se preocupaba por mí
era una locura. E impresionante.
—Quería estar solo —repliqué.
—Estabas solo. —Su voz permaneció firme mientras sus ojos brillaban con
lágrimas que intentó contener—. Solo te cuidaba.
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—No quiero que me cuides —espeté—. ¿Nosotros? Ya no estamos juntos.
Fuimos un error.
—¡No digas eso! —Su grito me sobresaltó. En todos los años que había sido
mala y odiosa, nunca ni una vez la había oído alzar su voz—. No puedes decir que
fuimos un error. No quieres estar conmigo más, bien. —Su voz se rompió y se abrazó
con más fuerza—. Entiendo eso, pero no puedes decir que fuimos un error. No
cuando eres mi única verdad.
—No puedo ser tu verdad cuando eres mi mentira.
Gritó. Fue un sonido doloroso que rompió la pared que estaba tan desesperado
por construir.
—Fuiste un error que nunca debería haber sucedido.
Un sollozo escapó de ella. Y la dejé allí. Rota.
Finalmente lo entendí. Entendí por qué Brinley me había dicho tantas veces
que se odiaba a sí misma. Porque en ese momento, cuando ataqué a la persona que
más amaba, odié todo sobre mí, especialmente mis palabras.
Pies desnudos me llevaron hacia delante mientras mi corazón permanecía
atrás, con Brinley, con mis padres. Caminé con un propósito, con calor recorriendo
mis extremidades. La necesidad de destruir, de hacer daño, se hizo más fuerte.
Cuando rodeé la esquina, hice una pausa. Aspiré bruscamente. Sacando mi
teléfono del bolsillo de mis pantalones cortos, pulsé el nombre de Danny.
Yo: Llama a Brinley. Asegúrate que esté bien y cuida de ella.
Los pensamientos eran definitivos. Habíamos terminado. Una hermosa
tragedia que ya extrañaba. El recuerdo de su toque, de sus labios, de su aliento sobre
mí, me llevaría. Tenían que hacerlo.
A una cuadra de la casa de Jacob y Joseph, un auto se detuvo a mi lado. Caminé
más rápido, sin saber o preocuparme quién era. Mi única preocupación eran los
gemelos. Era hacerlos pagar por destrozar las lápidas de mis padres y por quitarme
a la chica que se suponía que fuera mi para siempre.
—¡Roderick!
Seguí caminando, ignorando la voz que pertenecía al papá de Brinley. Unos
segundos más tarde, estaba delante de mí agarrándome por los hombros.
—Piensa en lo que estás haciendo —dijo.
Me aparté de su agarre, o lo intenté, pero me mantuvo quieto en el lugar. Página | 237
—Sé que estás enojado, tienes todo el derecho a estarlo, y si realmente quieres
ir tras los gemelos, no te detendré.
—Realmente quiero patear sus culos —dije hirviendo de ira.
—Piensa en tu futuro por un segundo. —Su voz era calmada, su agarre sobre
mí fuerte—. Vas allí, les pateas el culo, ¿y entonces qué?
—Me siento mejor.
—Sí. —Asintió—. Hasta que seas arrestado por asalto sin causa.
—¡Destruyeron las lápidas de mis padres! —Rabia tamborileó por mis venas y
envenenó mi corazón.
—Sé que lo hicieron. —Sus manos se deslizaron por los lados de mi cuello,
continuó manteniéndome en tierra—. Y su castigo no es justo, una multa que sus
padres pagarán, no es justicia, pero tampoco lo es que pelees contra ellos. Les harías
daño, seguro. Terminarían en emergencias por unas horas, y entonces mejorarán.
¿Pero tú? Roderick, acabarás en la cárcel. Eres mejor que eso. Te mereces algo mejor
que eso.
Volví a mirar a la casa de ellos y luego de nuevo al hombre que al parecer sabía
que vendría aquí e intentaba salvarme de mí mismo.
Este hombre, a cuya hija le había roto el corazón, me tomó en sus brazos. Me
aferré a él mientras dejaba las lágrimas caer. Por segunda vez hoy, me derrumbé, me
cubrí de dolor.
Tantas cosas en mi vida se habían ido a la ruina. Tantas veces mi vida había
colapsado.

Página | 238
Brinley
La persona que más me lastimó fue la que me prometió que nunca lo haría.
Aunque tenía sentido. Yo le había hecho daño en primer lugar.
En la escuela, era una sombra de la persona que era antes. O tal vez no una
sombra, sino un nubarrón. Destructivo y enojado.
Nadie estaba a salvo de su ira. Jacob y Joseph se mantuvieron alejados de él
hasta que un día dejaron de ir a la escuela. Aprendí de Nicole que sus padres los
habían transferido a otra escuela para terminar el año. Me alegró verlos irse, pero
me sentí mal al ver cómo Roderick se enraizaba profundamente en sí mismo.
Los días pasaron, borrosos y cuando comenzó una nueva semana, todavía no
podía sacudir la miseria. Pero hoy, tuve que fingir mi sonrisa. Tuve que presentar
un espectáculo como nuestra capitana de porristas cuando fuimos a una escuela Página | 239
secundaria cercana para actuar y animar a futuros estudiantes de primer año a
unirse al equipo de porristas.
Después de cambiarme a mi atuendo en el baño de las chicas, corrí por el
gimnasio vacío, esperando llegar al autobús que me esperaba en tiempo récord. Ya
iba tres minutos tarde.
Me detuve cuando alguien me agarró por detrás de mi coleta y me tiró hacia
atrás. Grité de sorpresa, con dolor repentino, pero ese tipo de dolor no era nada
comparado con el veneno que se ocultaba en mi corazón. Cayendo sobre mi trasero,
miré el rostro de uno de mis viejos amigos, uno de los mejores amigos de Jacob. La
sonrisa de Ethan se torció, sus ojos se estrecharon.
Su gran cuerpo se cernía sobre mí. Me arrastré hacia atrás, mi pecho agitado
cuando el miedo se apoderó de mí. Él chasqueó sus labios y cuando su mano se
acercó a mí, retrocedí aún más.
Un grito se apretó en mi garganta, estancado en mi lengua. No pude sacarlo,
no pude pedir ayuda.
Manos agarraron mi muñeca y levanté la pierna en una patada. Se tambaleó
hacia atrás con una risa. Torciendo mi cuerpo, me levanté de un salto, pero las
mismas manos me agarraron de la cintura y me atrajeron hacia él. Mi espalda golpeó
su pecho con fuerza, y me estremecí con un suspiro asustado cuando él pasó su nariz
a través de mi cuello hasta mi barbilla.
—Detente. —Mi voz tembló, pero me las arreglé para decirlo. Para decirle que
se detuviera. No es que él escuchara.
Una risa oscura cayó de sus labios en mi cuello.
Pise su pie, clavé mi talón contra su zapato. Me dejó ir solo por un segundo, no
tuve suficiente tiempo para correr.
—¡Déjala ir! —bramó una voz familiar, una que amaba y soñaba.
Ethan me empujó, y me di la vuelta para mirarlos, sabiendo que debía buscar
ayuda. Roderick no fue más que un movimiento borroso cuando corrió hacia
nosotros. Su puño conectó con el rostro de Ethan con un fuerte chasquido. Sangre
salpicó por todas partes.
Finalmente, llegó el grito. Sin embargo, no fue una petición de ayuda, sino una
petición para que Roderick se detuviera. Él no me escuchó. Puños llovieron sobre el
rostro de Ethan con Roderick inclinado sobre él, clavando su cuerpo en el suelo. La
Página | 240
pelea en Ethan ya se había detenido, y tenía miedo de lo que sucedería si no lograba
que Roderick renunciara.
Tiré del brazo de Roderick, pero me eché hacia atrás cuando él sacudió sus
hombros alejándome. Al menos eso pareció obtener su atención. Una expresión de
dolor me devolvió la mirada.
—Roderick —le susurré.
Se puso de pie, se acercó a mí con movimientos lentos. Detrás de él, Ethan se
arrastró y, después de insultar a Roderick, salió del gimnasio sin decir una palabra
de por qué me atacaría. Supongo que estaba terminando el trabajo de Jacob y Joseph,
su ridícula venganza sobre mí. Al menos finalmente dejaron de lastimar a las
personas que amaba y finalmente enfocaron esa atención en mí.
—¿Estás bien? —preguntó Roderick.
Tomé su mano cuando me alcanzó. Amaba su calor, amaba la sensación de su
piel sobre la mía.
—¿Te lastimó?
Negué con la cabeza, Ethan no fue quien me hizo daño.
—Estoy bien. —Sacudí mi falda y luego me puse a trabajar en arreglar mi cola
de caballo.
—Tu autobús está esperando por ti.
Asentí.
—Nadie te va a lastimar otra vez. Estás a salvo.
Mentira. Todos los días Roderick me lastimaba Cada día me sentía cada vez
menos segura.
Él sonrió.
—Incluso cuando trato de odiarte, me aseguraré de que estés bien.
Él estaba de nuevo tratando de odiarme. Hicimos un círculo completo, de
vuelta a donde empezamos.
El silbato de mi entrenadora sonó en la distancia. Eché una mirada lejos de
Roderick, esperando que no desapareciera.
—Deberías irte. —Su voz sonaba distante.
Me alejé un paso de él, lejos de nosotros y me dolió. Dios, me dolió.
—¿Volveremos a estar bien de nuevo? —Contuve el aliento y esperé a que Página | 241
respondiera.
—No —Soltó la palabra, robó mi oxígeno.
Con la cabeza inclinada hacia abajo, hui de él, del muchacho que sostuvo mi
corazón. Nuestra entrenadora me apuró cuando me vio, y corrí más rápido.
En el autobús, me senté junto a Nicole. Nuestra amistad seguía siendo un
trabajo en progreso, pero me alegraba tenerla de vuelta.
—¿Ustedes escribieron poesía juntos? —me preguntó mientras yo seguía
mirando por la ventana.
—Sí.
El recordatorio de los mensajes que nos habíamos escrito unos a otros me
perseguía todos los días. No había podido escribir desde entonces, y me preguntaba
qué haría en la escuela de arte si ya no podía escribir. Si la escritura se había vuelto
dolorosa, en lugar de curativa.
—Así que escríbele un poema —sugirió.
Ella lo hizo sonar fácil. Escríbele un poema, envíaselo a través de un mensaje
de texto o en una nota que puedas meter en su casillero.
—Brin. —Ella tocó mi mano—. Estás triste sin él. Tráelo de vuelta.
—No me quiere de vuelta. —Finalmente, me volví hacia ella y le mostré mi
desesperación por perder al chico que amaba.
—Lucha por él, Brin —instó a ella—. Tus palabras tienen poder, úsalas.
Una vez que llegamos a la escuela intermedia, salí del autobús con un
entusiasmo que no sentía. Grité, pasé por todas nuestras rutinas con una sonrisa que
no pude sentir.
Estaba adormecida. Sin vida.
Sin embargo, fingí por los chicos y por las chicas de mi equipo que confiaban
en mí.
En la cafetería, observé a mi equipo hablar con las chicas que se acercaban a
ellas. Eran ruidosas, sonaban con una alegría que me cubría como un brazo
protector. Lo sentí, sentí su felicidad.
Mirando alrededor de la habitación, vi a una chica sentada en la parte de atrás.
Ella nos miró en silencio maravilla. Fui hacia ella, tomé el asiento vacío a su lado.
—Hola —le dije. Página | 242

Se apartó un mechón de cabello del rostro.


—Hola.
—Soy Brin.
—Gabbie.
—¿Qué te ha parecido, Gabbie? ¿Vas a animar por nosotras el año que viene?
Un profundo rubor se derramó sobre sus mejillas.
—Oh no. —Negó—. No podría hacer eso. No frente a tanta gente.
—Da un poco de miedo, ¿verdad? ¿Tener todos esos ojos en ti?
Su boca se abrió.
—¿Estabas asustada allá arriba?
—Todo el tiempo tengo miedo. Pero sabes lo que eso significa, ¿verdad?
Ella sacudió su cabeza otra vez.
—Cada vez que estás a punto de hacer algo que quieres hacer y te asusta,
significa que es algo importante. Algo que importa. —Lamí mis labios mientras mi
corazón se apretaba en mi pecho—. No dejes que eso te detenga. En su lugar,
utilízalo para seguir adelante. Y cuando lo hagas, Gabbie, hazlo con todo tu corazón.
Ella se animó y asintió.
—Soy una buena bailarina.
—¿Sí? Entonces vamos a verte animar. —De pie, extendí mi mano.
Con una sonrisa tímida, ella la tomó. Llamé a mi equipo y les dije que íbamos
a enseñar a las chicas una de nuestras rutinas más básicas. No era parte de lo que
nuestra entrenadora nos dijo que hiciéramos, pero era algo que tenía que hacer, para
Gabbie.
—Quédate conmigo —le dije a Gabbie cuando todas nos alineamos.
Llevé a las chicas a través de los movimientos, uno a la vez. Mi equipo las
animó, las ayudó a hacer pequeños ajustes. Después de media hora, las chicas
saltaban de emoción por armar toda la rutina.
—¿Puedes guiarlas? —le pregunté a Nicole—. Quiero ver.
Nicole sonrió y después de aplaudir para llamar su atención, comenzó.
Las chicas siguieron su ejemplo, y para mi alegría, Gabbie era realmente buena. Página | 243
Un poco tímida en sus movimientos, pero lo haría bien. Tomé una foto de las chicas
e hice una nota mental para dar a nuestra entrenadora el nombre de Gabbie y
mostrarle como lucía. Porque si Gabbie quería unirse al equipo el año que viene, iba
a darle una oportunidad sólida para luchar.
—Lo hiciste bien, Gabbie —le dije antes de salir de la cafetería.
—¿Eso crees? —Se apresuró, sus mejillas enrojecidas.
—Sí, chica. Prueba el año que viene —le dije.
Su rostro cayó.
—¿Qué pasa si no entro?
Golpeé mi brazo contra su hombro.
—Al menos puedes decir que lo intentaste.

****
Cenar con mi papá siempre era entretenido. Incluso cuando no quería reírme,
él la sacaba de mí.
No habíamos hablado de Roderick desde que Danny me había traído de
regreso a casa después de que Roderick me rompiera completamente el corazón. Ni
siquiera tenía que decirle nada a mi papá al respecto, él lo sabía. Roderick y yo
habíamos terminado.
Pensé que todavía se aferraba a la esperanza de que pudiéramos volver a estar
juntos. Y después de mi pequeña charla con Gabbie, una pequeña chispa de
esperanza cobró vida.
Puede que no funcione, pero tenía que intentarlo. Al final, al menos podría
decir que lo intenté.
Cuando fui a mi habitación después de la cena, saqué mi teléfono del bolsillo
y pulsé el ícono de Instagram. Etiquetando a Roderick, agregué una foto que Seth
nos había tomado. En la foto, lo miraba fijamente, con una sonrisa secreta en mi
rostro mientras él se reía a la cámara. Poniendo mis dedos en el teclado del teléfono,
sangré. Por él, por nosotros.
Es amor
que enciende
Página | 244
los latidos en mi corazón
Un aliento tartamudeó contra mis labios. Golpeé la publicación y envié una
pequeña oración para que llegara a Roderick y le recordara lo que teníamos. De lo
que aún podíamos tener.
Brinley
La esperanza que sentí anoche cuando escribí en Instagram se desvaneció
mientras me dirigía a la escuela. A innumerables personas les había gustado, lo
comentaron, pero no el que más quería.
Danny me encontró en mi auto cuando llegué. Cuando salí, corrí a sus brazos.
—Ya no me quiere —le dije.
—Sí, sólo está herido o es demasiado estúpido para verlo.
—Pensé que si le escribía como antes, si lo ponía en Instagram para que todos
vieran mi verdad, él me vería de nuevo.
—Lo que hiciste anoche fue valiente. —Danny me pasó una mano sobre mi
cabeza hasta la espalda.
Página | 245
—No fue suficiente.
—Ya veremos. Tal vez las cosas mejoren antes de que acabe el día.
Asentí. No lo harían.
Danny me acompañó a mis clases, se quedó conmigo en las primeras hasta
que lo obligué a irse. Él tenía sus propias clases a las que asistir, y yo estaba decidida
a salvarme. Finalmente entendí la necesidad de estar sola. El consuelo encontrado
cuando no había nadie alrededor. Pero no podía tener eso. Después de todo, yo era
la princesa de la escuela y todo el mundo tenía que hablar conmigo sobre mi poema,
sobre mi ruptura. Como si ver mi corazón sangrando en el suelo no fuera suficiente.
Cuando sonó la campana para el almuerzo, no me molesté en ir a la cafetería
o sentarme en mi mesa normal. En vez de eso, busqué el aislamiento y me dirigí
hacia la biblioteca. Para mi alivio, no había muchos estudiantes allí.
Me dejé caer en un puff y recliné mi cabeza hacia atrás. Cuando mi teléfono
vibró en mi mano, lo desbloqueé. La reacción fue instantánea. Mi corazón latió
salvajemente en mi pecho y una sonrisa apareció en mi rostro.
A Roderick le gustó mi post. Lo leyó, no lo había ignorado, y me hizo saber
que le gustaba.
Abracé el teléfono a mi pecho y suprimí un chillido.
Luchar por él, eso es lo que Nicole me dijo que hiciera. No dejes que el miedo
te detenga, eso es lo que le dije a Gabbie. A pesar del miedo, tuve que hacer lo que
era más importante para mí. Y Roderick seguía siendo todo.

****
Sentada en el suelo de la habitación de mi mamá, me desplacé por las distintas
imágenes de Roderick y yo, mientras mi mamá pintaba. No fue un buen día, pero
tampoco fue malo.
No hablamos, pero aun así disfruté de su compañía. Aunque deseaba poder
hablar con ella, pedirle su consejo.
Una vez que encontré la foto correcta para publicar, fui a Instagram y la
agregué después de etiquetar a Roderick.
El peso de tu amor
me llevó.
El peso de mis miedos Página | 246

nos ahogó.
Sin embargo, sigues siendo mi hogar.
Mi verdad,
mi corazón,
y el mundo.
Unos cuantos espacios debajo del poema, escribí:
—Lo siento —Y lo hacía. Si no me hubiera hecho amiga de Jacob y Joseph en
nuestro primer año, si no hubiera incitado a Jacob y luego lo hubiera ridiculizado
delante de todos, nada de esto habría pasado.
Aunque Seth no aceptó mis disculpas, diciendo que no era mi culpa, sabía
que él estaba equivocado. Yo fui la causa de su ataque, al igual que fui la causa de
que la tumba de los padres de Roderick fuera vandalizada.
Fui yo. Toda yo, pero aun así esperaba que me perdonara.
Esperando a ver si podía obtener una reacción de Roderick, me desplacé por
Instagram. Algunas personas habían compartido mi post de ayer. Nicole había
compartido las fotos de nuestra visita en la escuela. Seth había publicado una foto
de él y Sammi.
Y entonces lo vi. Foto tras foto de Danny y Ari besándose, inclinándose uno
sobre el otro, tocándose, abrazándose. Era interminable.
Aunque había pensado no seguir a Jacob y Joseph desde Instagram, nunca lo
hice. Nunca di el salto final y ahora podía verlos propagar la malicia de otras
maneras. No fue suficiente que fueran tras Seth y Roderick. Estaban empeñados en
hacerme daño hiriendo a todos los que amaba.
Mi estómago cayó. No me molesté en decirle nada a mi mamá, salí de su
habitación y después de salir de Instagram, llamé a Danny. No contestó, así que lo
intenté de nuevo. Esta vez, respondió después del segundo repique.
—¿Brin? —Su voz sonaba baja.
—¿Dónde estás? —le pregunté.
—Yo… solo estoy caminando.
—¿Dónde? —pregunté de nuevo—. Iré a recogerte.
Se quedó callado por un momento. Página | 247
—Estaba caminando hacia la cueva.
—De acuerdo. —Me levanté de la cama—. Estoy en camino.
Salí corriendo de mi casa y me subí al auto. No tardé mucho en alcanzar a
Danny y cuando se subió a mi auto, lo acogí. Su rostro estaba golpeado, ya los
moretones rojos se estaban volviendo púrpura mientras la sangre se secaba en su
piel.
—Deberías ver al otro tipo. —Sonrió, pero su sonrisa cayó tan rápido como
apareció.
Tomando su mano, me aferré a él, necesitaba que supiera que estaba aquí. No
estaba solo. Nos conduje a la cueva después de hacer una parada en la gasolinera
donde recogí hielo y algunas cosas de primeros auxilios. Estaba oscuro cuando
llegamos al estacionamiento, pero usé la luz del flash de mi teléfono para guiarnos.
En la cueva, le limpié el rostro a Danny, le puse crema antibacteriana en los
cortes abiertos. Una vez que terminé, palmeé mi regazo. Vino a mí rápidamente,
dejó caer su cabeza sobre mi regazo. Mientras pasaba mis dedos por su cabello corto,
le puse hielo en la mejilla donde el moretón se veía peor.
—Supongo que a mi papá no le gustaron las fotos de Instagram —bromeó.
La ira se disparó. Hice todo lo que pude para calmarla, pero la sentí
fraguándose, hirviendo justo debajo de la superficie.
—No vas a volver a casa —le dije—. De ninguna manera te dejaré ir a vivir
con tu papá otra vez.
Se echó a reír sin humor.
—No importa. Dijo que no podía volver a casa de todos modos.
—Lo que sea. —Salió amargo. Suavicé mi tono—. Vas a volver conmigo. Se lo
explicaré a mi papá, él entenderá.
Desde mi regazo, se encontró con mi mirada. La tristeza impregnó su rostro.
Quería hacerlo mejor, pero no sabía cómo.
—Me está cortando los fondos—dijo—. No pagará la universidad, no me
ayudará a pagar nada. No tengo dinero. —Vaciló—. A pesar de que nunca fue a mis
partidos, practiqué deportes para hacerlo feliz y nunca tuve tiempo de conseguir un
trabajo. ¿Qué demonios se supone que debo hacer?
Le toqué la mejilla, con cuidado de no acercarme a ninguno de los cortes o Página | 248
moretones.
—Tengo un apartamento de dos dormitorios en San Diego. —No era una gran
solución, pero era todo lo que tenía para ofrecer—. Puedes vivir conmigo cuando
nos graduemos.
—No tengo dinero para pagar el alquiler.
Mi papá no lo haría pagar de todos modos.
—Hablaremos con mi papá mañana por la mañana. Sale de su turno antes de
que yo vaya a la escuela.
Se sentó, torció su cuerpo para poder abrazarme.
—Gracias, Brin. Incluso si no funciona y tu papá no quiera que viva contigo
aquí o en San Diego, gracias.
—No le importará —le prometí.
Pero no me creyó. Conocía a mi papá, sabía que no rechazaría a Danny. No le
importaría que viviera con nosotros o conmigo en San Diego. ¿Porque mi papá? Era
un héroe.
—¿Te importa si escribo algo en tu pared?
—Adelante.
Lo vi caminar hacia la pared, el abatimiento empujando hacia abajo sus
hombros.
—¿Brin? —Me miró por encima de sus hombros.
Aunque no quería ver la pared, ver los poemas que Roderick y yo nos
habíamos escrito, fui hacia él. Enseguida, Danny me necesitaba más de lo que yo
necesitaba proteger mi corazón.
—Vámonos. —Danny se volvió hacia mí rápidamente, con los ojos muy
abiertos y preocupados.
Fruncí el ceño y traté de mirar alrededor de sus anchos hombros.
—¿Por qué? ¿Qué está pasando?
—Estoy cansado —dijo—. Mi papá me pateó el trasero y solo quiero
recostarme.
Página | 249
—De acuerdo. —Tomé su mano en la mía y tiré de ella cuando no se movió.
Metió una mano en su cabello y dijo entre dientes:
—No puedo hacer esto.
Me atrajo hacia él, me cubrió los hombros con su brazo. Miró fijamente a la
pared, así que le presté atención.
Un grito ahogado salió de mi corazón. La pared, estaba blanca. Ni poemas, ni
marcas de Roderick y yo. Solo pintura blanca.
Mi labio inferior temblaba y empujé mi cabeza hacia el lado de Danny.
—Él hizo esto. —Mi voz tembló—. Roderick nos borró.
—Lo siento, Brin. —Los brazos que siempre habían estado ahí para mí me
envolvieron.
Encontré el amor más grande en esta cueva. No lo sabía entonces, pero lo sabía
ahora. Después del amor, vino la mayor tristeza.
Roderick
Me desperté temprano para volver a leer el poema de Brinley. Y otra vez.
Ella seguía siendo mi hogar, mi verdad, mi corazón y mi mundo.
Era un milagro que todavía me amara. Todavía me quería.
Tenía que hablar con ella hoy. Tenía que hacer las cosas bien otra vez. Solo
que no sabía cómo.
Me había dado la oportunidad de hacerlo cuando la encontré con ese imbécil
de Ethan tratando de lastimarla. Debería haberle dicho todo lo que sentía, todo lo
que aún quería para nosotros.
Pero el miedo tenía una forma de retorcer mi corazón contra mi mente, y
terminé soltando palabras que no quise decir.
Página | 250
Ella estaba dispuesta a perdonarme, ese no era el problema. Diablos, tal vez
ya me había perdonado. Era yo quien no sabía cómo superar las palabras que le
había lanzado en el cementerio para herirla de la misma manera que Jacob y Joseph
me habían herido a mí.
Lo que hicieron, no fue su culpa. Ella creyó que lo era, pensó que era otra de
sus verdades. Cuando esa era la mayor mentira.
Si no la más grande. Yo fui el que dijo la mentira más grande cuando le dije
que ella era un error. Cuando le dije que era mi mentira.
El dolor en mi pecho aumentó, y me froté donde mi corazón palpitaba con
intensidad. Pensó que nos había destruido, cuando fui yo. Culpa mía.
Pero podía hacer lo correcto. Tenía que hacerlo. Porque vivir esta vida sin ella
durante casi dos semanas era insoportable.
Cuando salí de la casa de mi tía, le envié un mensaje de texto.
Yo: ¿Podemos hablar en la escuela? Por favor
Ella no respondió de inmediato como normalmente hacía. Cuando llegué a la
escuela, aún no me había contestado.
La esperé, sentado en la mesa de picnic al lado del estacionamiento. Incluso
yo mismo, sabía que algo andaba mal. A mi alrededor, todos hablaban demasiado
alto, la ira y la simpatía coloreaban sus voces. Cuando uno de ellos mencionó el
nombre de Danny, volví a buscar mi teléfono.
Aunque me había mantenido alejado de las personas que habían demostrado
ser amigos increíbles, solo le envié un mensaje de texto a Danny. Era mi último
vínculo con Brinley, y no estaba listo para renunciar a eso.
Con mi teléfono en la mano, le envié un mensaje rápido, preguntándole si
estaba bien. Al igual que Brinley, no me respondió.
No podía quedarme aquí, sin saber lo que estaba pasando. Incluso si no
hubiera estado actuando como un buen amigo, eso es exactamente lo que Danny era.
Cuando llegué a la casa de Danny, llamé a la puerta, luego toqué el timbre
cuando nadie respondió. Otra vez, no obtuve una respuesta.
Le envié otro mensaje y le pregunté a Brinley si sabía si Danny estaba bien.
No esperaba que me respondieran, no me sorprendió cuando mi texto quedó sin
respuesta para cuando llegué a la casa de Brinley.
Página | 251
Me sorprendió ver el auto de Ari y la bicicleta de Seth estacionados afuera de
su casa. Justo cuando llegué a los escalones de la entrada de su casa, la puerta se
abrió.
—¡Tú! —gritó Brinley. Bajó corriendo por las escaleras y me empujó los
hombros con fuerza—. ¿Cómo pudiste hacer eso? —Su voz se hizo más fuerte—.
¿Cómo pudiste hacerme eso? —Más alto—. ¿Cómo pudiste hacernos esto? —Su
grito resonó en mi cabeza, resonó en mi pecho.
Danny se paró a su lado, puso un brazo sobre su hombro. Puso su cuerpo
entre ella y yo, un gesto para protegerla. De mí. Fue entonces cuando vi las ojeras
que tenía bajo sus ojos. El enrojecimiento de su nariz y sus ojos. La hinchazón de sus
mejillas. La palidez de su rostro.
—Nena, lo siento. —No pude evitar llamarla nena, aunque ya no tenía
derecho a hacerlo—. Te estaba esperando en la escuela para hablar contigo, para
disculparme. Para que pudiéramos hablar.
—¿Lo sientes? —susurró ella—. Pensé que me amabas. Pensé que si luchaba
lo suficiente… —Ella sacudió su cabeza—. Tú nos borraste.
Ojos tristes se encontraron con los míos. La alcancé, y cuando Danny dio un
paso al costado, le toqué el rostro con la palma de mi mano. Dios, la extrañé.
—Me equivoqué —dije-. Sé que lo hice, y nena, tienes que saber cuánto lo
siento. Por favor, dime que sabes cuánto lo siento. Dime que no hemos terminado.
—Pero. —Su labio inferior tembló—. Nos borraste. Borraste todo.
—¿Qué quieres decir con que nos borré? —Le pasé el pulgar por encima de
la mejilla—. ¿Cómo nos borré?
Sus ojos buscaron los míos. No oculté nada. Ni la tristeza de apartarla, la culpa
de herirla, el miedo de perderla, o la soledad de no tenerla. Estaba todo ahí. Se lo
mostré, esperaba que lo viera. Me viera.
—¿Roderick?
Me acerqué a ella, esperé a ver qué hacía. Dio un paso atrás. Su rechazo dolió,
me dejó sin aliento.
—Estabas lista para luchar por nosotros. —Sabía que sonaba desesperado,
pero no me importaba. No podía perderla. La semana pasada fue un infierno sin
ella—. Tus poemas, dijiste que aún me amabas.
—Lo hice. Todavía lo hago, pero… —Se calló.
—¿Pero qué, nena? Dime qué tengo que hacer para arreglar esto. Página | 252

—No puedes. ¿No lo ves, Roderick? Algunas cosas no se pueden arreglar.


—¿Qué pasó entre el poema de ayer y el de hoy?
Con su cabeza gacha, sacudió la cabeza y me dejó. Danny se quedó atrás.
Había olvidado que estaba allí, pero por supuesto que estaba. Siempre estuvo ahí
para Brinley.
Su rostro magullado reflejaba mi propio dolor. Un buen amigo le habría
preguntado qué había pasado, cómo podía ayudar. Pero solo podía pensar en
Brinley. Haciendo que me vea, recuperarla.
—Luces como la mierda —le dije.
Sus labios se torcieron.
—Te ves peor.
Sí, probablemente lo hacía.
—¿Qué demonios pasó, Danny? —Mi voz sonaba tan desesperada como me
sentía—. Puso esos poemas en Instagram, me etiquetó con fotos nuestras. Pensé que
tenía la oportunidad de hacer las cosas bien.
—Anoche fuimos a la cueva.
Esperé a que continuara, pero se quedó callado.
—Bien, ustedes fueron a la cueva anoche. Entonces, ¿qué pasó?
Sus cejas se levantaron. Hizo un gesto de dolor, pero rápidamente lo encubrió.
—Tú no lo hiciste.
—¿No hice qué?
Una sonrisa se apoderó de su rostro. Me agarró de la muñeca, me arrastró
dentro de la casa de ella. Ari y Seth saltaron del sofá cuando me vieron.
—¡Brinley! —gritó Danny —. ¡Brin!
—¿Qué pasa? —Salió de la cocina. Se quedó sin aliento cuando me vio en su
sala de estar.
—¿Por qué todos esos gritos? —preguntó su papá, saliendo de su habitación.
Sabía que había salido de su turno de noche solo un par de horas antes y me sentí
mal por haberlo despertado—. ¿Qué diablos te pasó en el rostro? —le preguntó a Página | 253
Danny.
—Papá descubrió que era gay, me golpeó. —Le hizo un gesto con la mano a
su padre para que se fuera.
—¿Qué? —rugió su padre, con venas en la frente haciendo acto de presencia.
—No importa. —Danny dejó de lado su preocupación y se volvió hacia
Brinley—. Roderick no lo hizo.
La sorpresa hizo que sus bonitos ojos verdes se abrieran de par en par. Su
atención rebotó de Danny hacia mí. Ella quería creerle, no estaba segura si podía.
—¿Qué no hice? —le pregunté.
—¿Por qué parece que mi hija ha estado despierta toda la noche llorando? —
preguntó su papá.
—Es mi culpa, señor —le dije—. La lastimé. La he estado lastimando durante
casi dos semanas. Odio lo mucho que la he estado lastimando.
—Llámame señor de nuevo, y se me ocurrirá un castigo inteligente tan pronto
como esté despierto para pensar con claridad. —Caminó hacia mí, puso sus manos
sobre mis hombros—. ¿Qué vas a hacer para arreglar lo que sea que esté mal entre
tú y Brin?
—Lo que sea que tenga que hacer.
Asintió. Cuando llegó al pasillo, nos miró a todos.
—Bajen la voz. Un superhéroe durmiendo aquí. Espera, ¿Danny? —preguntó.
Danny se puso de pie, esperó a que el papá de ella continuara.
Phil miró a Danny con una expresión seria en su rostro.
—¿Qué es mejor, Star Wars o Star Trek?
Danny giró su cabeza confundido.
—Star Trek.
—Buena respuesta —dijo Phil—. El cuarto de huéspedes es tuyo. Brin, usa mi
tarjeta para ordenarle al hombre unas sábanas de Star Trek para su cama.
Ella sonrió.
—Gracias, viejo.
Suprimí mi propia sonrisa cuando él se giró para guiñar el ojo en mi dirección.
Me hizo la misma pregunta, solo que cuando le respondí, Star Trek no era la
respuesta correcta. Página | 254

El papá de Brinley no era convencional, pero era bueno hasta la médula. Se


preocupaba por la gente, igual que su hija. Ahora solo tenía que ganármela de
nuevo, arreglar lo que ella creía que no se podía arreglar.
Aunque perdida, ella me encontró en la oscuridad. Me devolvió la vida.
Pensé que la estaba ayudando a salvarse a sí misma, cuando fue Brinley quien
terminó salvándome.
Era la chica que me había lavado la ropa y me había dado de comer. La chica
que me había escrito con la esperanza de sacarme de mi soledad. La chica que me
había cuidado, me dio un lugar al que pertenecía con amigos que se habían quedado
a mi lado incluso cuando yo estaba equivocado.
Era la chica que me había dado un hogar.
Brinley
No lo hizo.
Las palabras de Danny resonaron en mi pecho vacío. Me aferré a ellas,
necesitaba que fueran verdad.
—Siento lo de tu rostro, —Roderick rompió el silencio. Aunque habló con
Danny, me miraba a mí. Solo a mí—. Lamento lo de tu padre, pero en este momento
tengo que hablar con mi chica.
Su chica.
—Si la lastimas de nuevo... —dijo Danny.
—Te daré el cuchillo para que me apuñales —terminó.
—Morboso. —Danny sonrió—. Me gusta. Página | 255
Roderick contuvo una sonrisa e inclinó la cabeza hacia el pasillo.
Retorciéndome las manos delante de mí, me dirigí a mi habitación. Me senté en mi
cama y lo vi cerrar la puerta.
Mis sábanas y almohadas seguían oliendo a él. Había estado demasiado
asustada para limpiar su olor y había olvidado por completo lavarlas.
Se sentó a mi lado y apoyó las manos en sus rodillas.
—En el gimnasio, me preguntaste si alguna vez volveríamos a estar bien.
—No —dije—. Dijiste que no.
Se pasó la mano por el cabello y jaló.
—No quise decir eso. No he querido decir nada de lo que he dicho desde el día
en el cementerio. Brin. —Se detuvo para aclararse la garganta—. Eres mi corazón,
mi hogar, mi verdad. Tú eres mi chica. Sé que me equivoqué. Te dije que nunca te
haría daño.
—Mi papá dijo que era una promesa imposible de cumplir. —No me di cuenta
de la verdad detrás de esas palabras hasta que Roderick rompió mi corazón al pie
de la tumba de sus padres—. Le prometiste que nunca me harías daño a propósito.
—Lo hice. Te lastimé a propósito. —Saltó de mi cama y se puso delante de mí.
Sentí su angustia, sus frustraciones como si fueran mías, pero no pude ir hacia
él. Porque anoche, entre mis ataques de llanto, le prometí a Danny que empezaría a
salvarme. Incluso si eso significaba salvarme de mi propio corazón.
—Ver lo que hicieron Jacob y Joseph a sus lápidas, en su tumba... —Su voz se
quebró—. Trajo todo de vuelta. Su muerte, la soledad, la forma en que te aferraste a
mí, la forma en que me dejaste ir. Era demasiado, pero peor que eso fue el momento
antes de que el jefe me contara lo que había sucedido. Cuando mi tía... —Hizo una
pausa, se frotó la nuca mientras sus ojos bailaban en mi rostro. Cayendo de rodillas
frente a mí, empujó su rostro en mi regazo mientras sus manos rodeaban mi
cintura—. Cuando mi tía se acercó a mi puerta, con sus ojos rojos e hinchados por el
llanto y me dijo que Bert quería hablarme, pensé... —contuvo el aliento—, pensé que
algo te había pasado. Pensé que mi pasado se había repetido y te había alejado de
mí. —Un sollozo lo atravesó y se acercó más a mí.
Mis dedos fueron a su cabello lentamente, tentativamente.
—La idea de perderte... es demasiado. Duele malditamente demasiado. Así Página | 256
que te alejé. Usé palabras que no quise decir para que me dejaras.
Pasando mis dedos por su rostro, toqué su mejilla, sus labios. Tracé su frente y
sus ojos, que mantuvo apretados. Quería suavizar las líneas de su expresión
contraída.
—Cuando te vi a ti y a nuestros amigos limpiando su tumba, no puedo decirte
lo que eso significó para mí —dijo, con una voz tan dolorida como su expresión—.
El amor que sentí, la soledad que se desvaneció. Todo fue por ti.
—Lo que Joseph y Jacob te hicieron a ti, a tus padres también fue por mi culpa
—dije.
Sus ojos se abrieron de golpe.
—No lo fue —dijo—. Sé que dije que te culpaba, pero no lo hice. No lo hago.
Ellos lo hicieron porque quisieron.
—Fueron tras de ti, de Seth, y Danny para vengarse de mí. —Me sequé la nariz
con un resoplido y luego volví a acariciar su cabello—. Y nuestra pared, eso no fuiste
tú, sino otro regalo para mí de parte de ellos.
Me miró, sus ojos rojos por las lágrimas que había derramado.
—¿Qué pasó con nuestra pared?
—Nos borraron. —Salió bajo, triste. Esa pared, esa cueva, era más que un
santuario—. Pintaron sobre nuestros poemas.
Un rojo furioso se extendió sobre su cuello hasta sus mejillas. Aunque su toque
era suave y cuando tomó mi mejilla, me volví hacia su mano.
—¿Pensaste que fui yo quien pintó la pared? ¿Sobre nuestras palabras?
Se limpió una lágrima perdida que cayó en mi rostro.
Asentí.
—No haría eso. Nena, esa pared significa todo para mí. Tú significas todo para
mí.
Sentí sus palabras, sabía que hablaba en serio. Aun así, me aparté de él, no
podía entregarme de nuevo libremente al chico que amaba. Porque si me rompía de
nuevo, no estaba segura de querer sobrevivir.

Página | 257
Brinley
Roderick se quedó en mi casa el resto del día junto con nuestros amigos.
Cuando se fueron, Danny y yo nos acurrucamos en mi cama y nos quedamos
dormidos viendo las repeticiones de los viejos episodios de Star Trek.
Quería estar ahí para él, ser la fuerza que necesitaba, pero como siempre él fue
mi fuerza. Mi fundación. No sabía que haría sin él.
Y no sabía qué hacer con Roderick y conmigo. Quería volver con él. Es por lo
que luché, por eso empecé a publicar poemas en Instagram y lo etiquetaba. Pero la
devastación que sentía sobre nuestra pared estaba consumiendo todo. Incluso si él
no había sido el que pintó nuestros poemas, fue la idea de que realmente lo había
perdido lo que me destruyó.
—Deberías publicar esta foto hoy. —Danny me devolvió mi teléfono antes de Página | 258
hincarle el diente en los huevos revueltos que puse frente a él.
La foto fue tomada en nuestra cueva en el cumpleaños de Roderick. La
felicidad que emanaba en ese momento llegó a mi pecho, hizo que mi corazón latiera
a un ritmo constante.
—No estaba planeando publicar más fotos o poemas.
Danny inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Por qué no? —preguntó entre bocados de pan tostado.
—Porque…
Porque ambos queríamos volver a estar juntos pero no sabíamos cómo llegar
allí.
—Todavía estás luchando por él, y él también lo está haciendo—. Danny se
limpió la boca, se levantó de la silla y me dio un beso en la cabeza. —
Desesperadamente juntos, ¿correcto? Eso es lo que ustedes dicen. Ustedes pelean
con sus palabras, muéstrale que todavía queda algo por lo que luchar.
—Odio lo inteligente que eres. —Sonreí.
Danny se veía mejor. Los moretones tardarían un tiempo en curarse, aún más
tiempo para las cicatrices que no podíamos ver.
—Cuando te llamé la otra noche, quería estar allí para ti, no al revés. Pero
gracias por cuidarme. —Rodeé su cintura con los brazos y apoyé la cabeza en su
hombro—. Gracias por ser mi mejor amigo.
—Nos cuidamos el uno al otro —dijo colocando un beso contra mi cabello—.
Además todo tu llanto me distrajo del hecho de que mi padre me dio una patada en
el trasero.
Pinchó mi costado con su dedo y resoplé.
—Eres un idiota —le dije.
Me miró de nuevo. Su expresión era seria, su mirada afectuosa.
—Me cuidaste, Brin. Estabas allí para mí cuando más te necesitaba. Gracias por
ser mi mejor amiga.
Me puse de puntillas y besé su mejilla.
—Nueve niños, tres gatos, catorce hurones y un mono ardilla, ¿correcto?— Su
voz no era más que una burla.
—Te olvidaste del gran perro baboso. —Sonreí.
Página | 259
—Perro estúpido. Si mastica mis zapatos una vez más, le estamos quitando su
virilidad —bromeó.
—Ya está castrado. —Seguí el juego.
—No. —Se quedó sin aliento—. ¿Por qué le harías eso al pobre Rufus? Ahora
nunca sabrá los placeres de la vida.
—Rufus está muy contento simplemente bebiendo de la taza del inodoro.
Continuamos molestándonos mutuamente en el camino a la escuela. Seth y Ari
nos esperaban en la mesa de picnic debajo del árbol. Busqué a Roderick cuando salí
del lado del pasajero. O bien todavía no estaba aquí o no estaba encontrándose con
nosotros en nuestro lugar habitual de la mañana. Tal vez no había querido decir lo
que dijo ayer. Tal vez lo hizo pero no quería que lo vieran conmigo en público.
—Seth rompió con Sammi —dijo Ari a modo de saludo.
—¿Qué? —Jalé a Seth en un abrazo que regresó—. Pensé que le gustabas. ¿Te
hizo daño? Juro que...
Se echó a reír.
—Disminuye la velocidad, Terminator —bromeó—. No me hizo daño.
Simplemente ya no quería estar con ella.
—Está bien —dije lentamente.
—¿Cómo es eso?—preguntó Danny.
—La escuchamos hablar mierda de Brin con algunas de sus amigas —
respondió Ari.
Eso dolió. Me gustaba, pensaba que ella y Seth estaban bien juntos.
—Seth se acercó, le dijo todas las razones por las que Brin era la mejor persona
y rompió con ella —continuó Ari.
—Seth. —Busqué en su rostro, busqué en su expresión el remordimiento o la
tristeza, pero todo lo que vi fue a Seth sonriéndome de vuelta. El chico del que me
había burlado a través de los años, el chico que se había convertido en uno de mis
amigos más cercanos—. No tenías que hacer eso.
—Por supuesto que sí. —Puso un pesado brazo sobre mis hombros, lo que me
recordó que había estado entrenando con Danny y Ari durante unas semanas—.
Somos amigos. Eso es lo que los amigos hacen el uno por el otro.
Eso es lo que los amigos hacen el uno por el otro. Se sentía bien tener amigos
que te cuidaban, que aparecieran a cualquier momento para estar allí para ti. Por Página | 260
años, Danny había sido el único que estuvo a mi lado. Pero ahora tenía tres, y aunque
no estaba segura de Roderick y de mí, todavía me sentía completa.
Me senté encima de la mesa de picnic con Seth y Danny a cada lado, y Ari
sentado entre las piernas de Danny. Volteando mi teléfono en la mano, pensé en el
año pasado, en mi último año en la secundaria. Mucho había cambiado. Había
cambiado, o finalmente había florecido en lo que realmente era. Estaba orgullosa de
la persona en la que me había convertido, emocionada de ver de qué otra manera
crecería.
—¿Vas a escribirle a Roderick? —pregunto Seth, mirando mi teléfono.
—Sí. —Sonreí.
Al elegir la misma foto que Danny me dijo que publicara, fui a Instagram y
etiqueté a Roderick.
Los fragmentos rotos
destrozados más rápido
de lo que podía juntarlos.
Mi universo
era en caos
con falsas verdades
Yo creía.
El cargó
el peso
de mi universo.
Lo hizo más ligero,
con el más bello
amor
que el universo
ha visto alguna vez.
Esta vez no pasó mucho tiempo para que Roderick le diera gustar a mi poema
después de publicarlo. Al igual que antes, mi corazón se llenó de alegría de que lo
había leído, que había reaccionado. Fue un paso adelante, un paso hacia nosotros
luchando el uno por el otro. Desesperadamente juntos.
Página | 261
Cuando sonó el timbre, fui al salón de clases con Danny después de
despedirme de Ari y Seth. Aunque me sentí mal sobre Seth rompiendo con Sammi
por mi culpa, también me sentí más ligera, más libre. Como que tal vez las cosas
realmente podrían funcionar.
En el salón de clases, mantuve una buena distancia de Mariah y del grupo con
el que salía, y me quedé al lado de Danny. A veces hablábamos con otras personas,
pero los días que no lo hacíamos estaba bien sin el ruido de personas adicionales.
Además, Danny estaba lo suficientemente entusiasmado como para mantener mi
mente ocupada.
Danny se arrodilló frente al pupitre y me senté detrás.
—Estaba pensando que debería ir a ver al consejero para ver qué necesito hacer
para trasladarme a una universidad en San Diego. —Dudó—. ¿Estás segura de que
quieres que me mude contigo?
Me quejé.
—Deja de hacerme repetirlo. Por supuesto que quiero vivir contigo.
—Mientras estabas en la ducha anoche, tu papá se ofreció a comprarme una
cama Millennium Falcon para mi habitación en San Diego.
Me reí.
—Ni siquiera estoy sorprendida. Ni siquiera sabía que le gustaba tanto Star
Trek.
Esta vez, fue el turno de Danny de quejarse.
—Millennium Falcon no es Star Trek —corrigió—. Pon en orden tus datos de
Star Wars, pequeña Padawan. —Se quedó sin aliento—. ¿Esto significa que
secretamente le gusta Star Wars más que Star Trek?
—Probablemente.
—Pobre alma. —Negó.
—Lo que sea. Ve a ver al consejero, prepara todo para mudarte a San Diego
cuando nos graduemos.
—¿Qué pasa si es demasiado tarde para ingresar a una universidad allí?
—Entonces entrarás el próximo semestre —le dije, frotando un pulgar sobre
las arrugas en el puente de su nariz—. No voy a empezar hasta que el verano termine
de todos modos. Quería disfrutar de un tiempo fuera de la escuela y simplemente
descansar en la playa. Página | 262

—Eso suena bastante impresionante. —Se puso de pie, se volvió hacia la


puerta—. ¿Estarás bien por tu cuenta?
Sonreí.
—Solo no es una tragedia —cité el primer poema de Roderick que había leído.
Leí un libro hasta que sonó la campana, alertándonos que deberíamos llegar a
nuestra próxima clase. Mi teléfono vibró con una notificación cuando el profesor
comenzó el primer periodo de clase. Desbloqueé mi teléfono, lo abracé cuando vi
una alerta de que Roderick había respondido a mi estado. Hice clic en él, intenté
estabilizar el tambor errático de mi corazón, sin éxito.
Eres un cielo
Por el que iría al infierno.
El brillo del polvo de una estrella caída
Qué buscaría eternamente hasta encontrarlo.
El más grande amor
En el que me sumergí.
La chica que me encontró en la oscuridad.
Y me revivió con su luz.
Las mariposas tomaron vuelo, se volvieron completamente locas en mi
estómago. No pude contener mi sonrisa, no quería.
Deseaba que el primer período terminara, para poder ver a Roderick en nuestra
clase de inglés. Por supuesto, se pasó lentamente lo que pareció una eternidad. Pero
tan pronto como sonó la campana y Danny se reunió conmigo para que pudiéramos
caminar juntos a la clase del señor Scott, la anticipación se asentó en mis entrañas.
La sonrisa de Danny no ayudó, no es que pudiera contener la mía. La anticipación
creció cuando Danny me abrió la puerta.
Entonces... desapareció.
En la parte posterior del salón de clase, sentado en su lugar habitual estaba
Roderick. Se puso de pie detrás de su pupitre cuando entré en la habitación.
—Hola —dijo.
—Hola. —Suspiré—. Leí tu poema.
Fue a tomar mi rostro y antes de que pudiera bajar sus manos a los costados,
tomé su muñeca para presionar un beso contra su palma. Página | 263

Sus labios se levantaron en una hermosa sonrisa que envolvió mi alma.


—Yo también leí el tuyo. —Hizo una pausa—. Te he echado de menos. —El
tono roto que salió de sus labios me desgarró.
Su cuerpo pareció relajarse cuando dio un paso hacia él y lo abracé. Me rodeó
con sus brazos, me apretó con fuerza en su abrazo.
Se sentía bien estar en sus brazos. Se sentía bien, muy parecido a casa.
Roderick
—¡Mira esto! —Danny giró su teléfono hacia Brinley y a mí para mostrarnos
una lámpara R2D2—. Esto se va a ver muy bien en mi habitación.
—Sí. —Brinley puso los ojos en blanco—. Junto con tu póster de la Estrella de
la Muerte, la estantería de Darth Vader y la lámpara BB8.
El orgullo brillaba detrás de los ojos de Danny, y puso una mano sobre nuestros
hombros para detener nuestra caminata hacia la cueva.
—Mira a nuestra chica nombrando personajes sobre los que le hemos
enseñado. Es una adulta. —Se secó una lágrima fingida.
—¿Cómo podría olvidarlo cuando solo los has mencionado unas mil veces en
un período de cinco minutos? —respondió ella.
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—Es culpa de tu papá —acusó—. No debería haber mencionado nada sobre
una cama del Halcón Milenario. ¿Qué tipo de cama van a tener ustedes?
El silencio cayó entre nosotros. Corría profundamente en el suelo, a través de
las profundidades del infierno que caminé para recuperar a Brinley. Pero no
habíamos hablado de si todavía ella quería que viviéramos juntos. Y viendo que solo
habíamos vuelto a estar juntos desde el segundo período, no quería presionarla. O
sí quería, pero las familiares manos del miedo me frenaron.
—Entonces, ¿Ari y Seth ya están en nuestra cueva? —Ella inclinó la cabeza
hacia un lado para mirarme.
Nuestra cueva. Me encantaba cuando lo llamaba así. Era nuestra. Más nuestra
que de cualquier otro.
—Sí.
Le había pedido a Danny que se adelantara con ellos para hacer los toques
finales de mi sorpresa, pero insistió en que necesitábamos conseguir enchiladas que
nos ayudaran a recuperarnos después de una caminata tan larga, y nos acompañó a
Brinley y a mí. En verdad, él simplemente ya no confiaba en mí con Brinley. No lo
culpo. Así que me quedé callado cuando se detuvo en el restaurante mexicano y
salió con las dos bolsas grandes de comida que él y yo ahora cargábamos.
Un bonito tono de naranja se proyectaba sobre la boca de nuestra cueva, como
un grito final antes que se pusiera el sol. La luz se desvanecería pronto, y aunque la
oscuridad invadiría cada parte de este bosque, no me alcanzaría. Ya no. No después
de lo que había luchado.
Cuando nos acercamos a la cueva, le tendí la mano a Brinley. Con una suave
sonrisa, la tomó. Entramos juntos, donde Seth y Ari la observaban atentamente para
ver su reacción.
—Roderick. —Sus ojos bailaban maravillados mientras miraba a su
alrededor—. Esto es increíble.
Las mismas luces que usábamos para adornar las paredes y los techos bajos
cubrían los tramos de nuestra cueva. Las velitas parpadeaban por todas partes con
pétalos de rosa repartidos por todas partes.
Pero era nuestra pared la que aún debía ver. Dándole un suave tirón a la mano,
la señalé. Se mordió el labio inferior, pero asintió.
Estaba asustada. Sabía que lo estaba porque, según ella, aunque
reescribiéramos nuestros poemas, no sería lo mismo. No llevaría el mismo
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sentimiento.
Por supuesto que tenía razón, pero odiaba la idea que nuestros poemas ya no
coexistieran en la pared de la cueva que nos unió. Así que anoche, después de salir
de la casa de Brinley, vine aquí. Tomó horas para reescribir nuestros poemas,
incluidos los que publicamos en Instagram. Cuando eso no fue suficiente, caminé de
regreso a la ciudad y compré todas las velitas que nuestra farmacia local tenía en
inventario, junto con otras cosas que quería hacer por ella. Luego, esta mañana, antes
que comenzaran las clases, compré cinco docenas de rosas para cubrir el piso de
pétalos.
Incluso con las luces que Ari y Seth habían puesto para mí, no me parecía
suficiente. Como si hubiera hecho suficiente para ser digno de recuperar a la chica.
Sin embargo, no fueron mis palabras las que provocaron un jadeo en sus
bonitos labios. Se puso de rodillas y, con los dedos extendidos, trazó el primer
cuadro. Luego el otro.
—¿Cuándo hiciste esto?
—Anoche fui a la farmacia —le contesté—. Estoy bastante seguro que el
gerente pensó en cambiar su política de veinticuatro horas cuando se dio cuenta que
estaba imprimiendo tantas fotos desde su impresora fotográfica automática. Los
marcos no son geniales. —Un aliento se enganchó en mi garganta—. Pero puedo
conseguirte nuevos si quieres mantener las fotos.
—Esto es perfecto. Mejor que perfecto.
Después de tocar otra foto de nosotros que había impreso, esta era una selfie
de nosotros en su cama, se levantó y se acercó a mí. Enmarcando ambos lados de mi
rostro, presionó sus labios contra los míos.
Era suave, sabía a perdón, a amor, a hogar.
—Se verán muy bien en nuestro apartamento —dijo cuando se separó de
nuestro beso.
Mi rostro debió brillar con la conmoción que sentí. Ella se rio, besó mi pecho
antes de acurrucarse en mi abrazo.
Inclinando la cabeza, dijo:
—Todavía nos estamos mudando juntos, ¿no?
—Sí. —Mil veces sí. Un millón de veces sí.
—Me encanta esto. —Se apartó de mi abrazo, hizo un par de pequeños giros Página | 266
frente a mí—. Me encanta todo lo que hiciste por mí. Te amo, Roderick. Tanto.
La abracé de nuevo, nunca quería dejarla ir.
—Esto, lo que hiciste por mí… —Se calló—. Mil gracias nunca serán suficientes.
Dentro de mi pecho, mi corazón tartamudeó antes de saltar hacia adelante,
directamente hacia Brinley y nuestro futuro.
—Te amo, Brinley. —Pasé mi nariz por su garganta hasta su hombro, besé cada
centímetro que cubría.
—Entonces, Roderick —dijo Danny, pero no me moví ni dejé que Brinley se
alejara de mí—, ¿nos invitaste para que pudiéramos presenciar tu fiesta de amor, o
vamos a comer?
Brinley rio, su aliento haciéndome cosquillas en la garganta.
—Probablemente deberíamos comer. —Besó mi mandíbula, justo donde mi
pulso latía fuerte y rápido—. Si no lo hacemos, él podría morir o mutar o algo así. —
Sus labios se movieron a mis labios.
—Tal vez deberíamos simplemente echarlos —dije contra sus labios.
—¡Escuché eso! —gritó Danny—. Brin, si no vienes aquí, me estoy comiendo
todos los chips y la salsa queso.
Se retorció en mis brazos, sus ojos se abrieron con fingido horror.
—Oh no, no la salsa de queso —dijo muy seria.
Ari y Seth se rieron mientras Ari sacaba los contenedores de comida y los
extendía por el suelo y sobre los pétalos.
—Genial, has vuelto a estar enamorada y perdiendo tus prioridades. —Sacó un
chip e hizo un gran espectáculo al sumergirlo en la salsa—. Mmm —dijo cuando le
dio un mordisco.
—Realmente deberíamos agarrar algo antes que él se lo coma todo —sugirió
ella.
Me reí. Mi corazón se agitó en mi pecho cuando tomó mi mano entre las suyas.
Cuando me senté, extendí ambos brazos a Brinley. Ella se acercó a mí, se
arrastró en mi regazo y apoyó la cabeza contra mi pecho. Justo donde pertenecía.
—Mi abuelo me llamó después de la escuela hoy para hacerme saber que
alquiló la limusina para nosotros —dijo Seth después de unos momentos de silencio.
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—Genial —dijo Ari.
—Agradécele por nosotros otra vez —añadí.
—Sí. —Ari estuvo de acuerdo—. Y estaba pensando, Brin, ¿ya tienes tu vestido
o una idea de lo que llevarás puesto?
—Tengo mi vestido del baile de otoño que solo usé en la habitación de Roderick
—dijo.
Los recuerdos de esa noche me inundaron. Casi pierdo eso, casi echo por la
borda lo que teníamos. ¿Y por qué? ¿Miedo? No era una razón lo suficientemente
buena. Nada lo era.
—Estaba pensando en usar eso —continuó.
—¿De qué color es? —preguntó Ari.
—Plateado.
Plateado que se aferraba a su cuerpo con un escote en la espalda. Llegando bajo
de su camisa, le acaricié la espalda. Ella se estremeció
—Bien, muchachos, ¿qué piensan si todos conseguimos trajes de etiqueta para
hacer juego con el vestido de Brin? —preguntó Ari.
Encima de mí, Brinley dio una sacudida de sorpresa. Sus labios se separaron
mientras observaba a sus amigos con los ojos muy abiertos.
—Eso es una gran idea —dijo Danny.
—Sí —ella estuvo de acuerdo—, creo que es increíble y me encantaría que
ustedes hagan eso. Quiero decir, todos ya saben que ustedes son mis chicos
favoritos. —Sonrió—. Pero, Seth, ¿qué hay de tu cita? Ella no querría ir a juego
conmigo o que tú vayas a juego conmigo en lugar de ella.
—Esta cita de la que estás hablando es totalmente ficticia —dijo Seth—. Y mira,
acabo de hablar con ella y dice que cree que es una idea increíble.
—Cállate —se quejó—. En este momento no tienes una cita. Eso podría
cambiar.
—La graduación es en dos meses —dijo—. No voy a encontrar a alguien antes
de eso. Además, todas ya tienen una cita.
—Nicole no —dijo Brinley.
La risa de Seth resonó en la cueva, hizo eco en la pared. Todo mientras Brinley
lo miraba con los ojos entrecerrados. Cuando terminó, se pasó las manos por el Página | 268
rostro.
—No me mires así —dijo Seth—. Los dos sabemos que Nicole preferiría no ir
al baile que ir conmigo. No necesito una cita, Brin. Simplemente estoy feliz yendo.
—Hizo una pausa, se lamió los labios—. A principios de año, si me hubieras
preguntado si iría a la graduación, me hubiera reído. No voy a los eventos escolares.
Demonios, hasta que todos nos hicimos amigos, odiaba ir a la escuela. Odiaba estar
allí.
—Supongo que funciona mejor de esta manera. —La sonrisa de Brinley fue
lenta—. Solo significa que no tengo que alejarte de alguien para bailar.
—¿Bailar? —Soltó una risa nerviosa—. No lo creo. Yo no bailo.
—¡Por supuesto que sí!
Con el pie, ella apartó la comida que no había comido y se levantó.
—Uno de ustedes, pongan algo de música con el que podamos bailar —ordenó.
—¿Música para sacudir el trasero? —preguntó Danny.
—¡Exactamente!
Danny fue el primero en alcanzar su teléfono. Un ritmo rápido se derramó,
llenó nuestra pequeña cueva, vibró en mis músculos.
Brinley empujo suavemente al zapato de Seth con el pie. Cuando ella se acercó
a él, puso su mano en la de ella.
Su cuerpo se movía con la música mientras bailaba frente a él, balanceándose
y saltando al ritmo de la canción. Cuando Seth finalmente comenzó a arrastrar los
pies, ella puso sus manos unidas sobre su cabeza y giró con su cabeza inclinada hacia
atrás en una risa.
Era impresionante ver. Belleza en movimiento.
La forma en que movía sus caderas hacía que la adrenalina pasara por mi
cuerpo. Mi mirada la siguió con cada movimiento, recorrió su cuerpo encantador y
su bello rostro.
Como si sintiera mi mirada abrasadora, inclinó su cabeza hacia mí. Cuando
nuestras miradas se encontraron, sonrió. Era la única invitación que necesitaba.
Mientras Seth bailaba frente a ella, puse una mano en su cintura y me moví
detrás de ella. No lo suficientemente cerca para obstaculizar sus movimientos. Libre,
así es como estaba destinada a ser.
Por el rabillo del ojo, vi que Ari y Danny empezaban a bailar a nuestro lado. Página | 269
Fue liberador, cautivador.
El ritmo de una canción pasó al siguiente, y durante horas bailamos. Nos
reímos. Ahuyentando los problemas de las últimas semanas.
Vivimos.
Brinley
Mi mamá tomó otra foto. Fue al menos la millonésima de la noche. No que me
importara cuando significaba que había recuperado a mi mamá. Al menos por unas
horas, era ella misma.
—Te ves tan guapo, Roderick. —Ella alisó la parte delantera de su traje—.
Todos lo hacen. —Sus ojos brincaron de Roderick, a Danny, a Ari.
El único que faltaba era Seth, pero estaría aquí en cualquier momento con la
limusina que su abuelo nos había alquilado.
—Tu hija está parada aquí —bromeé—. Ella también quiere un cumplido.
Mi mamá guiñó un ojo.
—Te ves muy guapa también, cariño.
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—Esta casa está llena de nada más que bocas inteligentes —bromeó mi papá,
poniendo su brazo alrededor de la cintura de mi mamá y acercándola a él.
—Me encanta que todos sus trajes coincidan con el vestido de Brin —dijo mi
mamá. —Esa fue una gran idea, Ari. Si ustedes pueden sufrir con algunas fotos más,
me encantaría tomar algunas más cuando llegue Seth.
—¡Deberíamos tomar algunas en frente de la limusina! —chillé.
No podía creer que iba a ir a la fiesta de graduación en una limusina con mis
cuatro chicos favoritos. Si eso no me hacía la chica más afortunada del mundo, no
sabría qué lo haría.
Cuando sonó el timbre de la puerta, mi papá gritó:
—Entra, Seth.
A mi lado, Roderick rio. Y porque no podía evitarlo, presionó un beso a un lado
de mi cabeza. Volví mi rostro hacia él y capturé sus labios con los míos. Su palma
presionó contra mi espalda y acarició un dedo sobre mi piel. Terminó el beso
rápidamente, sus ojos brillantes, su sonrisa amplia.
—¡Ya vuelvo! —Roderick se arrastró hacia la puerta, siguiendo a Danny y Ari
a través de ella.
Fui a seguirlos, pero mi papá me detuvo con una mano en mi hombro. Me
atrajo hacia él y mi mamá lo alcanzó para poner su mano sobre la mía.
—Estoy orgulloso de ti, Brin —dijo mi papá—. Te has convertido en una buena
mujer. Exactamente el tipo de hija que siempre he esperado.
—Tengo unos padres bastante asombrosos a los que agradecer por eso.
—Brin. —La forma en que mi mamá dijo mi nombre, llena de tanta inseguridad
y dudas, picó sobre mi piel.
—Ustedes dos —continué—. Tengo la mejor mamá y el mejor papá.
Apretó su agarre así que me incliné para besar su mano.
Gritos y juramentos vinieron de afuera de la puerta. Ari entró primero,
caminando hacia atrás mientras llevaba parte de lo que parecía una caja pesada
envuelta en un bonito papel de regalo amarillo. Seth y Danny tomaban ambos lados
del objeto mientras Roderick llevaba el otro extremo.
—¿Qué es esto?—pregunté.
Seth me sonrió.
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—Un regalo para ti. Bueno, supongo que es para Roderick, Danny y tú, ya que
vivirán juntos, pero originalmente lo hice para ti.
—¿Lo hiciste? —le pregunté—. ¡Oh Dios mío! ¡Seth! Me hiciste algo.
Arrojé mis brazos alrededor de su cuello, lo apreté fuertemente contra mí. El
abrazo no duró mucho. No cuando necesitaba ver lo que Seth había creado con la
madera con la que le encantaba trabajar. La mesa que él había hecho para mi mamá
era impresionante, y ella la usaba todos los días. ¿Pero esto? Esto era para mí de uno
de mis mejores amigos. Me arrodillé frente a la caja grande y, después de enviarle a
Seth otra sonrisa agradecida, rasgué el papel de regalo.
—Brin, no te tomes el tiempo saboreando el momento ni nada —bromeó
Danny.
Estaba demasiado ocupada para mostrarle el dedo medio. Cuando terminé de
desenvolverlo, me senté de nuevo. Tomé la hermosa estantería que Seth había hecho.
Con las piernas inestables, me puse de pie, arrastré un dedo por los intrincados
grabados, hice varios recorridos sobre los poemas que había cortado en los lados.
Los cinco poemas que habíamos escrito juntos y separados.
Estaban todos en nuestra cueva, pero ahora tenía a algunos de ellos para que
se quedaran conmigo en mi estantería para siempre.
Emociones atrapadas en mi garganta. Parpadeé varias veces para alejar las
lágrimas. Cuando una salió de todos modos, me reí mientras abanicaba mi rostro
con una mano.
Volviéndome hacia Seth, lo abracé de nuevo. Le agradecí mil veces, pero como
la mamá de Roderick había dicho una vez, no era suficiente.
—Es perfecto —le dije.
Lo era. Todo sobre este momento era perfecto. Y mientras que nuestros años
de escuela secundaria no fueron perfectos, tuvimos muchos momentos que lo
fueron. Esos fueron los momentos que tuvimos que mantener.
—Está bien —dijo mi mamá—. Necesito más fotos. Quiero una buena de
ustedes cinco, así cuando todos vayan a la universidad, todavía tendremos una foto
de Brin y sus chicos.
A veces sentía que había perdido a mi mamá, como si la distancia entre
nosotras fuera demasiado grande, demasiado difícil y ella nunca me entendiera. Esta
noche me demostró que estaba equivocada. Me conocía mejor de lo que pensaba.
Me vio, vio que mis mejores amigos también eran mis chicos. Ellos eran míos.
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****
En el escenario, el señor Scott se aclaró la garganta por el micrófono.
—Cada año —comenzó—, tengo el honor de anunciar al rey y reina de la
promoción. Y cada vez que me paro aquí, reflexiono sobre los años que los observé,
no solo a ellos, sino a todos ustedes, convirtiéndose en los hombres y mujeres
jóvenes que están parados frente a mí. —Se detuvo, su mirada cayendo en nosotros,
la corte de la promoción, de pie junto a él antes de mirar hacia el mar de estudiantes.
Alcancé la mano de Danny y él la apretó. Al igual que el baile de otoño,
esperaba que ganara el título de rey. No porque el título fuera algo de prestigio, sino
para mostrar aún más cuánto lo amaban por quién era, incluso si su padre no podía
verlo.
—Estoy orgulloso de todos ustedes —dijo Scott al micrófono—. Orgulloso de
haber llegado a conocer a cada uno de mis estudiantes. Dicho esto, debo decirles que
tengo un profundo respeto por su futuro rey y reina. Los he visto tropezar, los he
visto empujados hacia abajo, los he visto subir con una resistencia y fuerza que
admiro. Antes de anunciarlos, quiero leerles algo. Sacó un pedazo de papel del
bolsillo delantero de sus pantalones y lo desdobló.
Mi corazón se aceleró, latiendo con fuerza contra mi pecho. Miré a la multitud,
busqué a Roderick. Él asintió, y sentí que la calma se filtraba en mi sistema.
Lentamente, de miembro a miembro.
—Esto fue escrito por uno de sus candidatos, la señorita Brinley Crassus con el
señor Roderick Roher. Se asociaron para crear un poema revelado en mi clase. Con
su permiso, me gustaría compartirlo con ustedes. —Se deslizó los lentes sobre su
rostro.
—Por miedo a mostrar mi profundidad
Uso mi frivolidad
como un escudo.
El señor Scott nos miró a todos y pareció acogernos.
—En la vida, llevaremos varias máscaras, llevaremos numerosos escudos. A
pesar de eso, estudiantes, quiero pedirles que recuerden ser fieles a ustedes.
Recuerden siempre ser alguien de quien estén orgullosos. No tengan miedo de
mostrar su profundidad. No tengan miedo de mostrarle al mundo quienes son
realmente. El mundo necesita que sean ustedes. Nadie más puede hacer lo que Página | 273
ustedes son capaces de hacer. Demuestren su talento, muéstrenos su pasión. Se los
prometo, no se arrepentirán. —Tomó otra larga pausa—. Muy bien. —Se rio—.
¡Basta con eso! Es hora de coronar a su reina y rey. —Sonrió en el escenario—. Clase
de graduados, me gustaría presentar a su rey y reina, Danny Reyes y Brinley
Crassus.
Aclamaciones y aplausos estallaron en el gran salón de baile. Le sonreí a
Danny, quien sostuvo nuestras manos unidas en el aire. Cuando nos llevó al centro
del escenario, le di un rápido abrazo antes de dirigirme al señor Scott. Asintió, me
entregó el micrófono y me indicó que siguiera adelante con la solicitud que había
hecho en caso de que ganara.
Lamí mis labios y sonreí cuando Danny me miró con curiosidad.
—Sé que como rey y reina, Danny y yo debemos compartir el primer baile para
dar inicio al baile de promoción —dije al micrófono—. Pero no voy a bailar con
Danny, al menos no ahora. ¿Tal vez más tarde? —Volví la cabeza hacia él.
Se quedó quieto, sus cejas se juntaron cuando más confusión cruzó sus rasgos.
—En cambio, le daré mi lugar a otra persona. —Me volví hacia la multitud
silenciosa, encontré el rostro de Ari y le señalé con un dedo que subiera al
escenario—. Ari —dije—, ¿quieres tomar este baile?
Asintió, una sonrisa tan amplia que me mareó de felicidad. O tal vez el mareo
vino de Danny girándome en círculos en sus brazos. Cuando Danny volvió a poner
mis pies en el suelo, besó mi sien.
—Te amo, Brin —dijo antes de ponerse en los brazos de Ari.
Ante el estruendoso aplauso de nuestros compañeros, comenzaron a bailar.
Las manos de Danny se juntaron detrás de la espalda de Ari, y los brazos de Ari
alrededor del cuello de Danny.
Me bajé del escenario y, con mi corazón volando, entré en el abrazo de
Roderick. Me sostuvo por detrás, movió nuestros cuerpos a tono con la música
mientras observaba a mi mejor amigo mostrarle a nuestra clase una de sus verdades
más grandes sin temor.
Cuando terminó la canción, Danny se inclinó hacia el señor Scott y gritó al
micrófono:
—¡A festejar!
La música emanaba en el aire, infundía nuestras almas con sueños y esperanzas Página | 274
que iban más allá de nuestra pequeña ciudad costera. Bailamos como si los ayeres
nunca hubieran existido, como si el mañana nunca llegara.
Y en cierto sentido, era cierto.
Nuestro ayer nos podía lastimar, moldearnos, manejarnos, pero solo eran tan
valiosos mientras la diéramos importancia. Solo existían si les dábamos el poder. Y
el mañana, claro que vendría. O al menos, esperaba que lo hiciera. Pero preocuparse
por eso, por lo que podría o no podría suceder, nos robó el hoy. Y el hoy... era
demasiado importantes para que fueran arrebatados por nuestros propios miedos.
Cuando la canción terminó, y una lenta comenzó, Seth gritó que iba a tomar
algo para beber. Danny y Ari se giraron, y se mantuvieron cerca uno del otro.
Con mis brazos alrededor del cuello de Roderick, bailamos la primera canción
lenta de la noche. Su nariz se deslizó a través de mi garganta hasta mi oreja donde
mordisqueó.
—¿Estamos todos realmente pasando la noche en nuestra cueva esta noche? —
preguntó.
Su cálido aliento golpeó mi piel, me puso en llamas. Me acerqué más a él.
—Mi papá nos compró unos sacos de dormir —le contesté—. No quieres
decepcionar a mi viejo, ¿verdad?
—¿Son bolsas de Star Wars?
—No. —Me reí. No estaba lejos—. Me consiguió a Thor, a Danny Yoda, a Ari
Capitán América, a Seth Spiderman y a ti Superman.
—¿Superman?—Se rio.
—Dice que eres el mejor superhéroe de todos. Estoy de acuerdo.
Pasé mis dedos por su cabello. Murmuró algo contra mi cuello. No lo escuché,
pero no importaba. Escuchaba su corazón. Cada día se hacía más fuerte. Pero
siempre decía lo mismo.
Casa.
Casa.
Casa.
Estábamos en casa. No importa dónde viviéramos, mientras estuviéramos
juntos, estábamos en casa.
La canción terminó y cuando otra canción lenta comenzó, pregunté si podía Página | 275
pedirle a Seth que bailara conmigo. Besó mi mejilla y me llevó a donde Seth estaba
sentado en nuestra mesa bebiendo un refresco. Ladeando mi cadera hacia un lado y
le tendí la mano. La miró y luego a mí, antes de que una sonrisa lenta comenzara a
crecer en sus labios.
Sosteniéndome, me llevó a la pista de baile. Cuando sus manos se juntaron con
mi cintura, rodeé mis manos detrás de su cuello.
Era diferente estar en sus brazos. No estaba mal ni era incómodo, sino un tipo
de alivio y comodidad que se fundió en mi piel. Nos balanceó de un lado a otro, sus
ligeras manos en mi cintura. Ya que teníamos la misma altura con los talones
puestos, apoyé la barbilla en su hombro.
Besé su mejilla cuando la canción terminó.
—Gracias por el baile —le dije.
Sus hoyuelos aparecieron con su sonrisa.
La siguiente canción fue más rápida, tuvo un ritmo divertido. Los chicos nos
rodearon para bailar, mientras Roderick me agarró por la cintura por detrás.
La noche estaba encendida con risas y baile. Fue perfecta. La noche perfecta.
Un recuerdo que se quedaría conmigo para siempre.

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Brinley
Aunque tenía mi propia bolsa de dormir, era mucho más cómodo dormir con
Roderick. No que dormir en el duro suelo de la cueva fuera cómodos.
No sabía cómo Roderick había podido dormir en esta cueva. Aunque, él lo
había hecho, y nunca se había quejado.
Cuando sus dedos tocaron mi rostro y apartó mi cabello, cerré mis ojos. Sus
labios acariciaron mi mejilla, se movieron a mi nariz, antes de iniciar un masaje en
mis labios, yo deslicé mi lengua sobre los suyos y cuando él los abrió, me tomó. Fue
lento, como si él estuviera explorando mi alma.
—¡Puedo escucharlos besándose! —gritó Danny.
Ari y Seth rieron.
Página | 277
Gruñí.
—Vas a escuchar mucho de eso en San Diego —dijo Roderick.
—Así que ve acostumbrándote —agregué.
Me volvió a besar. Largos dedos empujando debajo de mi camisa. Me quedé
sin aliento cuando deslizó un ligero toque como de pluma de mi estómago a mi
pecho. Bajando mi sostén, deslizó un pulgar sobre mi seno. Gemí en su boca y sentí
su sonrisa contra nuestro beso.
A unos metros de nosotros, música comenzó a sonar. No era una canción que
reconociera, pero era algo con solo instrumentos tocando una cursi melodía. Algo
que se parecía mucho a lo que imaginaba que sonaba la música en una porno.
Hundiendo mi rostro contra el cuello de Roderick, reí. La risa se volvió más
fuerte hasta que todos estábamos carcajeándonos.
—No puedo soportarte —le dije a Danny—. De verdad, eres como ese parasito
que se rehúsa a dejarme sola.
—No soy el que está haciendo bebés mientras las personas intentan dormir.
Mis mejillas se calentaron.
—No estamos haciendo bebés.
—Bueno, entonces deberían. Quiero decir, debes de iniciar pronto si quieres
diez niños, tres perros, ocho caballitos de mar, y una llama.
—Oh —me burlé—. ¿Le estas pasando nuestro futuro a Roderick?
—Claro que sí —respondió—. Odio a los caballitos de mar. Malditos animalitos
raros.
—¿Pero estás bien con tres perros babosos? —preguntó Seth.
—Quiero decir, no los quiero —aclaró Danny—. Era un sacrificio que estaba
dispuesto a hacer por Brin, pero cuando metió a los caballitos de mar eso fue todo.
Estoy fuera. Ella es completamente de Roderick.
—Está bien —dijo Ari—. Cuando nos casemos, no pediré caballitos de mar.
Mordí mi labio inferior, me acurruqué más cerca de Roderick mientras la
alegría atravesaba mis venas. Era como una cobija cálida, segura y protectora.
—Conseguiría un caballito de mar por ti —respondió Danny—. Nunca lo
miraría y probablemente deslizaría veneno en su tanque, pero te compraría uno.
Ari rio. Cuando cayó el silencio, el sonido de besos sonó en el aire. Página | 278
—¡OhDiosmío! —grité—. ¿Podrían no besarse mientras intentamos dormir?
Una almohada golpeó mi costado. La tomé, colocándola debajo de la almohada
que ya estaba usando.
Unos instantes más tarde, Danny preguntó.
—¿Podría recuperar mi almohada?
—Nop —dije cantando.
Roderick jaló la almohada debajo de mí.
—Él probablemente terminará en nuestro saco si no se la regresamos. —Le
lanzó la almohada de regreso a Danny.
—Tiene razón —concordó Danny y rio.
—Cuando nos casemos —susurró Roderick, su aliento cayendo en mis labios—
. Te daré todo lo que quieras.
—A ti —respondí—. Solo te quiero a ti.
Las personas que amaba me rodeaban, seguido de la alegría. Había encontrado
felicidad en ellos. Encontrado amor en ellos. El amor que sentía era diferente para
cada uno de ellos, pero igual de fuerte. Juntos y separados, habíamos pasado por
mucho, pero este momento, nuestro momento, sobrepasaba todo lo malo. Opacaba
a la oscuridad. Demostraba que el amor es más grande que todo lo demás.
El amor siempre ganaba.

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Roderick
Tres años después

—¿Qué demonios es eso? —Danny miró al enorme perro que guie a nuestro
apartamento compartido.
—Un enorme perro baboso —respondió Brinley —. El primero de los siete que
tú y Roderick me prometieron.
Ella era grande, al menos 30 kilos, y solo tenía seis meses. Y por lo que los
trabajadores del refugio nos dijeron, crecería mucho más.
—Mierda santa. —Seth entro a nuestra sala, cruzando sus gruesos brazos sobre
su amplio pecho. Me recordó al chico que solían molestar y que ahora podía
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defenderse gracias a los amigos que les dieron las herramientas y confianza para
aprender a cómo luchar, que luego se transformó en amor por hacer ejercicio—.
¿Acaso compraron un caballo pequeño?
Resultó que la universidad no fue para Seth, no como lo fue para Danny,
Brinley, Ari y yo. En su lugar, inicio una tienda en línea donde vendía los muebles
y otras cosas que creaba con madera. Le iba tan bien, que estaba pensando en
expandirse para tener una tienda física. El primer lugar en el que busco propiedades
fue San Diego.
Brinley, Danny, y yo amábamos estar aquí, y habíamos decidido que no
queríamos mudarnos de regreso a nuestra adormilado pequeño pueblo costero. Lo
visitábamos seguido dado que el papá de Brinley insistía que nos quedáramos en su
vieja casa por un fin de semana largo cada tres meses. Algunas veces Danny venía
con nosotros, pero la mayor parte del tiempo se mantenía alejado. Cuando venía,
todos íbamos al restaurante donde Nicole trabajaba a tiempo completo. Ella terminó
mudándose de regreso y haciendo cursos en línea después de quedar embarazada
con el bebé de Jacob. Un bebé que él nunca veía o se preocupaba por. Pero el bebé
de Nicole era extremadamente amado por su mamá, sus abuelos, Danny, y Brinley,
quien nunca abandonaría a Nicole de la misma forma que ella alguna vez abandonó
a Brinley.
Después de graduarse de la universidad, Ari planeaba mudarse aquí también.
Seriamos nuevamente los cinco. Amigos que se habían convertido en familia que me
recordaba que nunca volvería a estar solo.
Sin embargo, la vida no era perfecta. El cerebro de Rosie continuaba
deteriorándose sin importar qué exámenes los doctores hicieran, no existía una
verdadera explicación detrás de ello. Solo era. A pesar de la lucha, Rosie y Phil se
habían convertido en mi familia. Una familia que estoy seguro mis padres pusieron
en mi camino cuando se dieron cuenta que mi tía nunca sería lo que necesitaba.
Demonios, solo le tomó tres meses de que viviera en San Diego para que dejara de
responder a mis llamadas y mensajes.
La extrañaba, pero tampoco hice nada.
—Es una cachorrita —respondió. Brinley
—¿Un cachorro? —Danny acaricio la enorme cabeza del perro, y cuando ella
colocó su nariz entre sus piernas, él gritó—: ¡Ella es una come hombres!
Cuando le quite la correa, ella olio el suelo unos segundos antes de comenzar
a pasear, caminando directamente a la habitación de Danny.
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Su boca se abrió mientras apuntaba hacia su habitación.
—Probablemente deberías echarle un vistazo —dijo Brinley con una sonrisa—
. Odiaría que mordiera algunos de tus zapatos.
Se fue tras ella.
—Creo que esto va a ser divertido —le dije a Brinley.
Ella soltó una risita, colocando sus brazos alrededor de mi cintura y besando
mi pecho. Todavía, después de tres años y medio juntos, sentirla me llenaba de amor
y esperanza. Y sus besos… me bajaban al hogar que nunca pensé tendría.
—¿Cuál es su nombre? —preguntó Seth.
—¡Leia! —gritó Danny desde su habitación.
—Secundo eso —dije.
Brinley levanto una ceja hacia Seth.
—¿Tú qué piensas?
—Voto por Leia también.
—¿Escuchaste eso? —pregunto Danny, todavía en su habitación—. Tu nombre
es Leia.
Me reí. Por todo el escándalo que había hecho sobre no querer un perro durante
años, él claramente la aceptó rápidamente.
Brinley se sentó en nuestro sofá y la seguí. Cuando coloqué un brazo sobre sus
hombres, ella se acurrucó a mi lado.
—¿Encontraste algo que funcione para tu tienda? —pregunté.
Con una sonrisa, Seth se unió a nosotros en el sofá.
—Está este lugar a unas cuadras de la playa que tiene bastante buen tráfico. No
mucho, pero no es malo. El lugar en sí es grande con dos pisos. Estaba pensando que
arriba podía ser mi taller y mantener la tienda abajo. —Su voz vibraba con
emoción—. Existe una sección donde quiero enmarcar sus poemas, intentar
venderlos junto con el libro que escribieron juntos.
Me acerqué a Brinley, manteniendo mis dedos recorriendo su brazo.
Nos había tomado poco más de un año para tener la colección de poemas que
queríamos juntos. Y cuando llevamos nuestro libro a los agentes, obtuvimos seis
cartas de rechazo antes de finalmente tener una oportunidad. Para nuestra sorpresa
y felicidad, al libro le fue bien. Tan bien, que nuestros lectores querían más. No solo Página | 282
más poesía, sino más de nosotros. Nuestra historia.
Las redes sociales de Brinley fueron las primeras en explotar, lo que tenía
sentido pues ella era más activa y más participativa que las mías. ¿Yo? Solo
publicaba fotografías de mi chica con poemas como capturas, justo como ella había
hecho hace tantos años. Cuando luchó por mí, por nosotros.
Tanto había cambiado desde entonces. Tanto había permanecido de la misma
manera. Una de las muchas verdades que permanecía era la manera en que
luchábamos desesperadamente juntos, todos los días.
—Aunque, no es solo la tienda lo que amo —continuó Seth—. Detrás de la
tienda esta una casa con tres habitaciones. Es algo que se tiene que arreglar, pero
tiene tanto potencial. —Sus ojos bailaron, la pasión que tenía por crear y arreglar
cosas evidente en su expresión—. Y el patio es enorme, lo suficientemente grande
para que diez Gran Danés corran. Y tiene una piscina.
—¿Una piscina? —preguntó Danny—. ¡Estoy dentro!
—¿Por qué no vienes aquí y hablas con nosotros como una persona normal? —
preguntó Brinley—. En lugar de gritar desde el otro lado del apartamento.
—¡No puedo moverme! —gritó—. Leia me tiene atrapado en mi cama.
Sacudí la cabeza y reí.
—¿Qué te parece? —preguntó Seth.
—Creo que es fantástico —dijo Brinley—. La tienda, la casa, todo. Y creo que
pasaré cada momento que pueda en tu nueva piscina.
—Creo que estoy listo para mudarme desde ayer —dijo Danny.
Salió de su habitación con Leia caminando a su lado y se sentó con nosotros.
—¿La vas a conseguir? —pregunté.
—Eso creo —respondió Seth—. Sí. —Asintió—. Voy a poner una oferta
mañana. —Sacó su teléfono—. O esta noche. Le enviaré un correo al agente. —Dudó,
mirándonos a los tres—. Si lo obtengo, ustedes saben que no tendrán que buscar otro
apartamento cuando su contrato termine en dos meses. Creo que sería genial
tenerlos como compañeros de casa.
—¿De verdad? —preguntó Brinley, saltando de arriba abajo en el sofá a mi
lado—. ¡Sí! Quiero decir… pero espera, Seth. —Dudó—. Simplemente no podemos
mudarnos contigo.
—¿Por qué no? —preguntaron Danny y Seth.
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—Porque. —Movió sus manos en el aire—. Es tu casa. La vas a comparar, no a
rentar.
—Y el apartamento que renten, sería propiedad de alguien. ¿Cuál es la
diferencia?
—Piensa en la piscina, Brin —dije, pensando en ella en un pequeño bikini.
Pensando en vivir en una casa con dos de mis mejores amigos y mi chica.
Eventualmente, Brinley y yo tendríamos que buscar nuestro propio lugar, pero
por ahora, amaba vivir con ella y Danny. Amaba el ruido que traían con ellos.
Agregando a Seth a nuestro pequeño loco mundo y sería mucho mejor.
—Piensa en todas las noches de películas y las parrilladas durante los fines de
semana que podríamos tener —agregué.
—Suena realmente increíble —aceptó—. ¿Realmente quieres hacerlo, Seth?
¿Vivir con todos nosotros?
—Sí —respondió Seth—. Cuando la vi, pensé en ustedes, chicos, y pude vernos
ahí. Y luego, ya saben, cuando esté listo para sentar cabeza con mi futura ardiente
novia modelo de bikinis, los sacaré a patadas.
Brinley soltó una risita. Era una hermosa melodía de la que nunca me cansaría
de escuchar. De tratar de sacar a la luz.
—¿Qué tan gruesas son las paredes? —pregunto Danny, enviándonos a Brinley
y a mí una mirada acusatoria.
—Sí —dijo Brinley—. Juro que si tengo que continuar escuchando a Danny y
Ari en su habitación cuando Ari viene de visita, me cortaré las orejas.
Danny me guiñó el ojo.
—Solo regresando el favor.
Brinley levantó su dedo medio mientras yo besaba su hombro.
—Si las paredes necesitan más aislamiento, puedo hacerlo. —Seth rio.
—¿Así que está arreglado? —pregunté.
—Y luego fueron cuatro —cantó Danny.
—Somos cinco —corrigió Brinley —. Ooh, voy a decirle a Ari que te olvidaste
de él.
Danny se levantó con una almohada en su mano que lanzó al rostro de Brinley.
Ella gritó. Leia ladró.
—Esto es a lo que te estás metiendo —advertí a Seth. Página | 284
Él asintió.
—La casa sería bastante aburrida sin ustedes.
Él tenía razón.
Mi vida era ruidosa, llena de movimiento y caos. Llena de palabras que mi
chica y yo compartíamos con el mundo. Llena de amigos y de la mujer que amaba.
¿Mi vida? Estaba jodidamente bien.
Yessi Smith es una chica de Florida del Sur viviendo en Texas con su esposo y
dos hijos.
Ella tiene una licenciatura en Administración de Empresas y una Maestría en
Gestión de Recursos humanos y ha tenido varios empleos, desde recoger
excremento de perros hasta posiciones altas en gerencia. Y ahora ella espera poder
dejar el mundo de negocios detrás para que pueda vivir a tiempo completo en un
mundo que no existe hasta que coloque sus dedos en un teclado y pueda cumplirlos.
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