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Otra variación sobre la esperanza

Claudio Spivak

En otra columna nos referimos a una variación de la esperanza. “Pánico al amanecer”,


del escritor Kenneth Cook, nos propone otra ilustración al tema.
El libro comienza en el día previo a las vacaciones del profesor Grant. Su destino es la
paradisíaca Sydney, donde se encontrará con Robyn, una joven. Además, tiene algún
ahorro y un cheque por cobrar. Todas las clavijas encajan.
Para alcanzar esa felicidad Grant deberá hacer escala en una ciudad con aeropuerto. Esa
ciudad y que el pueblo donde trabaja, se encuentran en las cercanías del desierto
australiano y son descritos como el infierno. Preferiría no tener que volver a ese lugar,
pero para obtener el trabajo ha debido ceder en fianza una gran suma de dinero, que
perdería si renuncia. Por otra parte, ese capital ha sido facilitado por un tío, con el que
tiene una deuda. De esa situación se lamentará señalando que es un esclavo. Leeremos
que esta esclavitud es un tanto extendida.
Jacques Lacan nos dejo una intervención sobre el esclavo antiguo a partir de su lectura de
de comedias latinas. Indicaba que el esclavo vivía mucho más tranquilo de lo que pueda
creerse. De hecho, señalaba, era el esclavo quien gozaba. Luego, adjuntando una crítica a
Hegel, decía que éste, en su lectura, le prometía al esclavo el porvenir. Esto es el beneficio
total. Tenemos aquí una herramienta para leer lo que sigue.
Grant, ya en la ciudad de la escala, se registra en un hotel. Faltan algunas horas para su
vuelo y se dirige a un bar. Allí conocerá un policia que lo invita a reiteradas cervezas.
Esa figura de autoridad, bebe en servicio y se mostrará ofuscada cada vez que Grant
ensaye una negativa a tomar. Bastará alguna insistencia para que el servicial profesor
beba y se hunda en una borrachera y el goce.
La siguiente estación que propone el policía es un antro de juego clandestino. Grant,
voluntarioso, acepta. Allí asiste a un juego de apuestas, que permite ganar (y perder)
grandes sumas en pocos minutos. Sin comprender las reglas, apuesta algo de dinero… y
tiene fortuna. Apuesta cuatro veces seguidas y gana en cada una. Obtiene más dinero del
nunca poseyó. Eso no será suficiente.
Regresado a su hotel, ebrio y excitado, admira su botín. Fantasea que ocurrirá con
Robyn, cuando sepa de su pequeña riqueza. Luego su pensamiento se aleja de la mujer.
Comprende que lo ganado es equivalente a la mitad de su deuda. Bastaría una nueva
apuesta para saldar su compromiso y no regresar a su trabajo en aquel infierno. Esa es
su esperanza.
Vuelve al antro de juego, apuesta titubeando y pierde su reciente riqueza. Aquí el
paraíso se aleja un tanto. Embriagado por el dinero que circula en el lugar, recuerda su
cheque. Logra cambiarlo por dinero y, como un autómata, lo apuesta todo. Y vuelve a
perder.
En los días siguientes se someterá a una cadena de humillaciones, durante las cuales
realiza acciones en las que se desconoce. Incluso hace de gladiador para unos
borrachines, asesinando animales. Pocos días después, comprendiendo que fue libre en
cada elección que lo llevó a la ignominia y agotadas sus esperanzas, intenta un suicidio.
La fortuna lo esquiva o lo favorece. Es rescatado y luego pasar sus vacaciones
internado, regresa a su puesto de profesor con nuevas deudas.

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