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1.

Tipos de conflictos familiares según el tipo de relación

Dependiendo del tipo de relación o parentesco que exista entre los miembros de la familia se pueden
diferenciar cuatro tipos de conflictos familiares.

1.1. Conflictos de pareja

Es irremediable que surjan disputas o crisis en el contexto de pareja; sin embargo, si las personas son
capaces de manejarlos de manera adecuada estos conflictos pueden servir para favorecer el refuerzo
del vínculo de pareja.

Habitualmente estas dificultades surgen de forma natural a raíz de problemas de comunicación o de


malos entendidos. Las causas más comunes de los conflictos cotidianos en la pareja son:

Problemas de comunicación: expresiones incorrectas, reproches, discurso emocional, insultos, etc.

Sensación de pérdida de libertad y autonomía por parte de uno de los miembros de la pareja.

Tratar de cambiar la manera de ser de la otra persona.

Falta de habilidades de resolución de problemas.

1.2. Conflictos entre padres e hijos

Según la etapa del desarrollo en la que se encuentren cada uno de las partes implicadas en el conflicto
se pueden subdividir en tres categorías:

Conflictos durante la etapa infantil: los conflictos suelen girar en torno al desarrollo de la autonomía del
niño. En estos casos o bien los padres no tiene claro cómo conceder esa autonomía, o bien no creen que
el hijo se esté orientando hacia la dirección que ellos creen correcta.

Conflictos durante la adolescencia: es la etapa en la que mayor número de conflictos surgen. Estos
aparecen cuando los hijos tienen entre 12 y 18 años y vienen dados por las fluctuaciones o altibajos
emocionales propios de este período.
Conflictos con hijos adultos: cuando los hijos alcanzan la mayoría de edad supone el comienzo de la
convivencia entre personas ya adultas. Las cuales suelen tener diversas maneras de pensar y de
entender cómo vivir u organizar su vida, por lo que esta época también es susceptible de provocar
algunos conflictos familiares.

1.3. Conflictos entre hermanos

Este tipo de conflictos son de los más habituales y los que más perduran independientemente de la
etapa vital en la que se encuentren cada uno de ellos. Estos altercados suelen mantenerse durante muy
poco tiempo y la mayoría de las veces no es obligatoria la intromisión de los padres.

La cara positiva de este tipo de conflictos es que constituyen un preludio de los conflictos que pueden
aparecer en la edad adulta, y por lo tanto sirven de iniciación y aprendizaje para la vida adulta.

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1.4. Conflictos con la tercera edad

Cuando una persona adulta ingresa en la etapa de la tercera edad los cambios que experimenta son
sumamente trascendentales. Tanto a nivel biológico, cuando la persona advierte el propio deterioro
corporal; como a nivel social, en el que aparecen acontecimientos como la jubilación, la pérdida de
amistades o seres amados, etc.

Este conjunto de cambios pueden ser experimentados de manera muy dramática por la persona, dando
lugar a conflictos con el resto de componentes del núcleo familiar.

2. Según el foco del problema

Estos conflictos se categorizan según la fuente o foco del problema, y aunque se describen de forma
separada pueden darse más de un tipo al mismo tiempo.

2.1. Crisis propias del ciclo vital


Cada cambio o salto de una etapa del ciclo vital a otra suele venir acompañado de algún conflicto, esto
es debido una serie de factores como nuevas responsabilidades, asimilación de nuevos roles o
acontecimientos como matrimonios, jubilaciones o defunciones.

Si estos conflictos intentan ser neutralizador o son gestionados de forma poco perspicaz, pueden llegar a
transformarse en auténticas crisis familiares.

2.2. Crisis externas

El origen de estas crisis se encuentra en** la aparición repentina de un acontecimiento inesperado**.


Estos acontecimientos abarcan desde la pérdida de un empleo, alguna clase de accidente, el
fallecimiento de una persona querida, etc.

Lo que suele caracterizar a estas crisis es la búsqueda de culpables por parte de la persona más
afectada, en vez de procurar acostumbrarse a las nuevas circunstancias.

2.3. Crisis estructurales

En esta clase de dificultades se repiten y renuevan antiguas crisis o sucesos, haciendo que los conflictos
reaparezcan entre los miembros de la familia.

2.4. Crisis de atención

Estas crisis son propias de unidades familiares en las que residen personas dependientes o desvalidas.
En estos casos los conflictos aparecen cuando las personas encargadas de su cuidado ven limitadas o
restringidas sus actividades habituales o sus libertades.

Consejos para manejar los conflictos familiares

Es necesario comprender que en una situación de conflicto familiar no todo es negativo. Un conflicto
puede suponer una ocasión perfecta para aprender nuevas formas de resolver problemas. Antes que
nada hay que identificar las causas concretas del conflicto para así poder trabajar los posibles cambios
sobre ellas.
Algunas tácticas o estrategias para manejar las disputas de forma eficaz son:

1. Practicar la escucha activa

Atender plenamente a aquello que el otro está intentando trasladar, así como asegurarse de haber
entendido sus demandas y de que la otra persona sea consciente de que se le ha entendido.

Artículo relacionado: "Escucha activa: la clave para comunicarse con los demás"

2. Vigilar la forma de hablar

Utilizar un lenguaje cuidado y unas expresiones correctas son esenciales para mantener una buena
comunicación.

Una buena forma de expresar los sentimientos de una forma adecuada es reemplazando los reproches
por manifestaciones de lo que se está sintiendo o de aquello en que la persona se siente lastimada o
dolida. Asimismo, es necesario plantear o sugerir soluciones alternativas a los problemas que han
causado la crisis.

3. Permitir la intervención de todos los implicados

Es muy frecuente que en cualquier tipo de disputa las personas implicadas se quiten la palabra entre
ellas, o que no quieran que algunos de los otros implicados intervengan en la solución del problema.

No obstante, este es un grave error. Puesto que no se debe priorizar a ninguna de las partes implicadas
y todas ellas tienen el derecho y obligación de intervenir al mismo nivel.

4. Manifestar afecto

A pesar de estar experimentando una situación de conflicto que puede resultar estresante, es
importante continuar expresando muestras de cariño y afecto; ya que estas rebajan los niveles de
tensión en las relaciones.

5. Encontrar el lugar y momento idóneo


Debido al componente emocional de los conflictos familiares, en muchas ocasiones las personas tienden
a discutir en cualquier momento y lugar. Sin embargo, es mejor posponer la discusión para cuando los
ánimos estén más calmados y el contexto acompañe y facilite el diálogo.

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