ISBN - 84-9822-320-2
RESUMEN: La época visigótica o protorromance; esto es, el período que abarca desde la
fragmentación de la Romania hasta la aparición de los primeros textos romances, no está del
todo esclarecida. Independientemente de los cambios que se pudieran producir según los
diversos investigadores, para esta ocasión tan sólo estudiaremos la diptongación y la
sonorización, atendiendo a las causas y motivaciones del fenómeno, su extensión geográfica y
cronología.
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Maria del Rocío Rivera González – Cambios ocurridos en época visigótica
1. Diptongación
Ya se ha visto que el sistema común itálico constaba de siete vocales y cuadro grados de
abertura, en el que convivían cuatro vocales medias: dos palatales /ẹ/-/ę/ y dos velares /ọ/-/ǫ/.
Este sistema, en el caso concreto del español, se ha reducido a cinco fonemas vocálicos con tres
grados de abertura, motivado por la diptongación de las vocales medias abiertas /ę/-/ǫ/, quizá por
un intento de evitar homofonías entre vocales tan próximas, ya que en lenguas en las que no hay
diferencias cualitativas (sardo) no se ha producido la diptongación. A esto, hay que añadir el caso
del rumano, que sólo ha diptongado la /ę/, puesto que en esta lengua las vocales velares
evolucionaron al igual que en el sardo (vid. “Principales cambios ocurridos en el latín hablado:
vocalismo”).
Existen varias hipótesis que pretenden explicar por qué motivo se produjo la diptongación,
por qué razón tuvo que darse en las vocales breves (en francés, en dialectos del retorrománico,
del dálmata e italianos diptongaron también las largas) y cómo se puede explicar la variabilidad
de formas documentadas. El motivo de tal incertidumbre se debe a que, al originarse el
fenómeno, éste afectó –por lo general– a la /ę/ y a la /ǫ/ abiertas tónicas y tuvo como resultados
más generales /jé/ y /wó/, pero no hay que olvidar que también se dieron otras soluciones (iá / ua,
uó).
Partiendo de esas incógnitas, investigadores como L. Romeo (1968: 41) comentan que,
para originarse el diptongo, la vocal tuvo que ser tónica y que tuvo que realizarse más larga para
que se hubiese alterado al final de su emisión (no al principio), ya que las vocales tónicas se
realizaban más largas que las átonas, provocando que la cantidad larga fuese relativa (dependía
del acento). Apoyándose en esta hipótesis, estudiosos como G. Straka (1959: 295) y P. Spore
(1972: 299) suponen que, al emitirse la vocal, ésta se haría algo más cerrada ([ẹe], [ọo]) y que, a
lo largo de su producción, se exageraría en la parte final ([eę], [oǫ]) para que, posteriormente,
una –o ambas partes– evidenciase las diferentes partes de la misma. De este modo, se entiende
que el elemento inicial se cerrase hasta convertirse en una semiconsonante ([j], [w]), mientras
que la parte final se hubiese abierto lo suficiente como para llegar a confluir con la vocal central
/a/ ([ja], [wa]). Por su parte, J. Purzczinsky (1969-70), quien comparte la idea de que el factor que
originó la diptongación fue un proceso que afectó a las vocales alargadas bajo el efecto del
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acento, argumenta que, por ese motivo, el rasgo cuantitativo largo se habría transformado en una
semivocal que seguiría al núcleo vocálico ([ii], [ei], [ęi], ¿[ai] (<AE)?, [au] (<AU), [ǫu], [ou], [uu]),
por lo que el diptongo modificaría la parte final del núcleo y el acento no recaería sobre la
semivocal. Pero el problema está en que AE había monoptongado antes de que se produjese la
diptongación, por lo que no parece justificable su presencia en el esquema y, por esa razón,
aparece entre signos de interrogación. Sigue diciendo que, posteriormente, [ęi] y [ǫu] se habrían
asimilado a la semivocal media central (no a la alta) para diferenciarse de [ei] y [ou], dando como
resultado [ęa] y [ǫa]. Por su parte, retomando la idea de aquellos que defienden que la
diptongación, en su origen, afectó a la primera parte de las vocales medias del latín tardío (/ę/ y
/ǫ/), dando como resultado una semiconsonante inicial ([j], [w]) con algunas variantes en la
articulación de la fase final del diptongo ([je], [ja] y [wa], [we], [wo]), piensan que el acento
recaería en la parte final. Pero, según P. M. Lloyd, (1993: 198) no hay suficientes argumentos
para tachar de improbable el hecho de que estos mismos diptongos hubiesen alterado, en
primera instancia, la parte final de la vocal.
Ante esta división de opiniones, el investigador norteamericano (1993: 201) no cree que
existiese un desdoblamiento de la vocal, porque «si la diptongación incipiente no es más que una
variación en la realización de una parte de la vocal alargada, seguramente les parecería al
hablante y al oyente que era una sola vocal, y, por consiguiente, el acento afectaría a la vocal en
su conjunto, y no a una u otra parte». Además, P. Spore (1972), tomando como punto de partida
la hipótesis de E. Alarcos (1958 y 41965: 218-221), piensa que, en un primer momento, las
diferencias en las vocales medias abiertas serían poco perceptibles: habría “semidiptongos” que
convivieron con los diptongos y monoptongos existentes. Esta leve diferencia articulatoria pasaría
inadvertida por los hablantes, pero con el tiempo se produciría un cierre mayor que daría lugar a
las semiconsonantes ([j] e [w]), las cuales no se identificarían con la palatal /y/ ni con las vocales
más altas /i, u/ hasta más adelante, porque siguieron funcionando como fonemas diferentes. Así,
al iniciarse el proceso, el acento recaería sobre la totalidad del diptongo, pero tendería a moverse
del primer al segundo elemento, dando lugar a diptongos crecientes y decrecientes.
1.2. Cronología
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(1907, citado por Menéndez Pidal, 1999: 113) por la palatalización vocálica de origen celta, a la
que hay que sumar las ideas de Bruneau (1913, citado por M. Ariza, 1999: 44) por una inercia
articulatoria, y la de Menéndez Pidal (111999: 125) por un realce articulatorio que descompone a
las vocales abiertas, «dirigiendo la expresividad de la vocal, de una parte hacia el punto de
articulación, y de otra, hacia la abertura o claridad del sonido, es decir, hacia su mayor
perceptibilidad» (vid. 124-128). Este aspecto es bastante interesante, pues si para Menéndez
Pidal la causa y diversidad de formas del diptongo ue se explican por medio de un criterio
eminentemente estructuralista:
«la velaridad primitiva está ya representada por el elemento inicial cerrado, y después no
preocupa para nada que la mayor perceptibilidad del elemento abierto final se articule
palatalmente, wé, o palatal y labialmente, wö, etc. El elemento cerrado permanece fijo en
su punto de articulación, mientras el elemento abierto pasa a un estado bastante
indiferente, que sólo llega a fijar con el tiempo por obra de complicadas concausas
fonéticas e históricas» (p. 125)
diptongación de la /ǫ/ abierta tónica no es del todo convincente, pues parece que se trata de una
lectura errónea. En la misma línea, G. Straka (1979) argumenta que la diptongación se tuvo que
dar en esta época, pero en momentos diferentes: no más allá de la primera mitad del siglo III
para la /ę/ abierta y a finales del siglo IV para la /ǫ/ abierta, porque la diptongación de /ę/ se dio
en el rumano y la Dacia se separó del Imperio en el 275. La tercera postura es la defendida por J.
Gil (1970), quien detecta bastantes casos de diptongación de /ĕ/, frente a la ausencia de la
diptongación de /ŏ/. El profesor Gil está convencido de que ambas vocales habían diptongado en
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esta época, reconociendo estar de acuerdo con la teoría pidaliana de que en el protorromance
existía «la vacilación de los diptongos, puoblo, puablo, pueblo, amariallo, amariello» (Menéndez
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Pidal, 1999: 504). Frente a estas teorías, M. Ariza (1999: 23), a pesar de decantarse por la
tercera hipótesis, reconoce que podría haberse ido gestando en el propio latín vulgar, pero de
una manera tan incipiente que apenas podría pensarse en los orígenes de la diptongación, pues
los gramáticos –a excepción de Sergio y Servio que distinguen dos tipos de E– no mencionan
este fenómeno, sin pasar por alto el hecho de que la diptongación no se dio en todas las lenguas
romances.
Sea como fuere, independientemente de que unos investigadores se decanten por un
período u otro y a pesar de que se sigan sin explicar algunos fenómenos de vital importancia,
como la razón para que la vocal alargada disimile el primer elemento y no el segundo (ę > /jé/,
/*ei/) o por qué razón se produce la diptongación en sílaba trabada, cuando se supone que no
tendía a alargarse la vocal en dicha posición (cf. Tekavčić, 1980, citado por M. Ariza 1999: 45),
parece claro que este proceso tendría que estar totalmente consolidado en el siglo VIII, porque
fue general –aunque a veces hubo vacilaciones– en el mozárabe.
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1.4. Causas
Para explicar el porqué de este fenómeno se han postulado teorías que intentan explicar
la diptongación románica en general o en una o varias lenguas en particular, apoyándose en
criterios fonéticos, fonológicos e, incluso, en cuestiones de sustrato y superestrato. Dado que la
bibliografía al respecto es excesivamente vasta, tan sólo se tendrán en cuenta las aportaciones
más relevantes y sus consiguientes matizaciones; esto es, se examinarán las hipótesis que
pretenden explicar este fenómeno en lenguas concretas (Wartburg) y las que pretenden dar una
explicación general a toda la Romania (Schürr).
Dentro de las explicaciones que tratan de buscar las causas de la diptongación románica
en lenguas concretas destaca –pese a sus objeciones– W. von Wartburg (1971). Para el
investigador suizo, el hecho de que en francés, provenzal antiguo e italiano, la diptongación se
haya producido en sílaba libre se debería a un origen común, el cual no sería otro que la
influencia de las lenguas de los conquistadores (francos, burgundos y longobardos) que vendría
a reforzar la idea de un superestrato de tres pueblos germánicos diferentes que tendían a alargar
las vocales en sílaba libre y abreviarlas en sílaba trabada. De ese alargamiento vocálico surgiría
la bimatización de la vocal relajada, dando como resultado la diptongación (/e/ > [ē] > [ẹę] > /jé/ y
/o/ > [ō] > [ọǫ] > /wé/), consecuencia que no pudo darse en sílaba trabada por no alargarse la
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vocal. Pero esta teoría presenta bastantes inconvenientes, pues su principal problema radica en
el hecho de que se basa en unos pilares poco sostenibles, pues como ya advirtiera D. Alonso
(1962: 29-33) esta teoría hace caso omiso del resto de la diptongación románica (español y
rumano), lo que conllevaría defender tres teorías para la diptongación (rumano, español y francés
e italiano), sin pasar por alto que resulta muy difícil explicar cómo tres pueblos distintos en tres
lugares distintos con tres leyes de superestrato distinto han podido ejercer la misma influencia en
tres lenguas y épocas diferentes. Quizá por ello piense D. Alonso que el distinto comportamiento
de la diptongación de las vocales, tanto las que diptongan en sílaba libre, como las que
diptongan en sílaba libre y trabada se debieran a causas diferentes.
Sea como fuere, E. Alarcos (1958 y 41965: 218-221), dentro de esta postura excluyente
de la diptongación, intenta dar una nueva explicación para este fenómeno –en esta ocasión para
el caso concreto del español–, rechazando la hipótesis del alargamiento de la vocal tónica como
factor de este hecho, ya que podría ser explicado por una influencia sustratística; es decir, por
lenguas prerromanas, como el ibérico y el vasco. Piensa que, generalizado el sistema común
itálico, los indígenas tendían a neutralizar las vocales palatales (/ę, ẹ/ > [e]) y las velares (/ǫ, ọ/ >
[o]), pues no poseían vocales abiertas y cerradas en su sistema. Con el paso del tiempo, se
fueron percatando de que había diferencias articulatorias entre las vocales medias /ę, ẹ/ y /ǫ, ọ/
latinovulgares, diferencias que no eran capaces de reproducir exactamente, provocando que los
articulación, adoptando la posición media de sus propias vocales medias /e, o/ para ir abriendo el
final de las vocales, originando el diptongo (cf. Spore [1972]). Pero, al igual que sucediera con la
teoría de Wartburg, el problema reside en que la diptongación se ha producido en zonas –
peninsulares y extrapeninsulares– en las que no es posible pensar en un sustrato de este tipo,
por lo que el intento de ofrecer tesis parciales no resuelve el problema del origen y motivación de
la diptongación románica.
En esta vertiente destaca F. Schürr, quien defendía que la diptongación podría ser
explicada en toda la Romania por el influjo metafónico de la yod. Para ello, diferencia dos tipos
de diptongación: a) la “diptongación tardía”, que se dio en las vocales abiertas, creando los
diptongos crecientes (/ę, ǫ/ > /jé, wé/) en lenguas como el español, francés, italiano, dálmata y
rumano, producidos por una anticipación en el cierre de los elementos palatales o velares; y b) la
“diptongación moderna”, que se produjo en las vocales cerradas (/ẹ, ọ/ > /ei, ou/), originando los
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P. M. LLoyd (1993: 302-303), lo que sucedió fue que las vocales abiertas tónicas /ę, ǫ/ ante yod
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se elevaron «por anticipación del elemento siguiente», hecho que no ocurriría en los demás
casos y por eso se cumpliría el proceso de la diptongación. A todo esto, hay que añadir la
aportación de D. Catalán y Á. Galmés (1954), quienes pusieron de manifiesto la disidencia entre
la diptongación ante yod y el influjo metafónico de la vocal final, ya que se trata de dos
fenómenos diferentes, tal y como lo evidencia el asturiano central al superponer la metafonía a la
diptongación: güiyu / güeyos, puesto que por metafonía la vocal final ha cerrado un grado el
segundo elemento del diptongo en la forma singular, mientras que permanece intacta en el plural,
lo que hace pensar que la diptongación se produjo antes que la metafonía.
Pese a todo, hubo investigadores que se mostraron a favor de Schürr, ya que la teoría
fonológica de H. Weinrich (1958, citado por M. Ariza, 1999: 47. Vid. “Principales cambios
ocurridos en el latín hablado: vocalismo”) defiende que la diptongación fue general a la Romania
y que el hecho de que existan lenguas que sólo diptonguen en sílaba libre (francés e italiano) se
debería a un reajuste, promocionado por la pérdida de la combinación de vocal larga seguida de
consonante geminada, que propició que se perdiera la secuencia de vocal breve más consonante
simple, por lo que las posibilidades combinatorias quedaron reducidas a vocal breve seguida de
consonante geminada y a vocal larga seguida de consonante simple, que trajo como
consecuencia que la cantidad vocálica no fuese pertinente, sino que estuviese condicionada por
la cantidad consonántica; dicho de otra manera, una vocal se alargaría o se abreviaría según el
contexto consonántico que le siguiese, propiciando que una vocal seguida de doble consonante
(sílaba trabada) no diptongase, pues se abreviaría, mientras que si le seguía una consonante
simple (sílaba libre) ésta se alargase y, consiguientemente, diptongara. Pero, de todas formas,
esta teoría no sería válida para aquellas lenguas que han diptongado, también, en sílaba
trabada.
En la misma línea, pero optando por una explicación desde una perspectiva fonética, se
halla G. Straka (1953, 1959 y 1979) quien –como se advirtió con anterioridad– piensa que este
fenómeno ha de estudiarse en el mismo latín tardío, por su temprana documentación y por su
extensión. A diferencia de H. Weinrich (1958), no cree que la diptongación se remonte a las
posibles secuencias de vocales y consonantes, sino más bien a la imposibilidad de mantener en
la misma posición los órganos articulatorios durante la realización de una vocal larga, ya que al
final solía abrirse, aumentando la abertura de la parte final de la vocal, o cerrarse, disminuyendo
la abertura de la parte final, por lo que una vocal se diptongaría, bien abriendo o cerrando la
vocal en su emisión final, dando lugar a diptongos crecientes (/ę:/ > [ę ę ę] > /jé/; /ǫ:/ > [ǫ ǫǫ] >
/wó/) o decrecientes (/ẹ:/ > [ẹ ẹẹ] > /ei/; /ọ:/ > [ọ ọọ] > /ou/). Pero, como otras hipótesis
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manera se explicarían las vacilaciones del segundo elemento de los diptongos crecientes (ie-ia /
uo-ua-ue), ya que sería difícil pensar que el acento cayese sobre la segunda vocal, pues una
vocal tónica es difícil que presente tantas vacilaciones. Sea como fuere, esta última teoría, como
todas, sigue sin explicar el motivo por el cual hay lenguas que diptongaron en sílaba libre y sílaba
trabada, pues sólo sería válida para explicar la diptongación en sílaba libre. Para solventar este
hecho, G. Straka (y en cierta medida N. Corbett [1970: 287]) defiende que el español y el rumano
se separaron del francés y del italiano por el corte silábico, pues las sílabas que se cierran con
una consonante implosiva trasladaron la consonante a la sílaba siguiente (POR-TA > PO-RTA),
hecho que no parece probable en el español, si atendemos a su estructura silábica.
1.5. Conclusiones
El hecho de que la mayoría de las lenguas romances hayan desarrollado dos diptongos
crecientes, como consecuencia de una reestructuración del sistema común itálico en posición
tónica, hace pensar que tal proceso se generara en una época común y que, paulatinamente, se
fuera desarrollando de forma diferente. Pero tal revolución hubo de gestarse –como mínimo– tras
la fonologización del timbre, pues no se documenta en el sardo ni en la vocal velar /ŏ/ tónica del
rumano, por lo que parece que la diptongación pudo crearse por motivos como el alargamiento
vocálico de las abiertas tónicas y por la reestructuración del sistema que, de ostentar siete
vocales y cuatro grados de abertura, se quedó con cinco elementos vocálicos y tres grados.
Pero, aún así, este reajuste no se dio en todas lenguas (se mantuvo en portugués, por ejemplo).
Ya para concluir, atendiendo a las diversas hipótesis que se han planteado para explicar
el hecho de que la diptongación no es homogénea en toda la Romania, hubo lingüistas que
intentaron explicarla para lenguas concretas, mientras que otros pretendían una empresa mayor
y buscar una explicación totalizadora de este hecho lingüístico. La cuestión es que ninguna de
las tesis defendidas se presenta como irrevocable, pues todas presentan –como se ha visto–
puntos débiles. Ante tal situación es probable que las causas del origen de este fenómeno se
debieran a diversos factores y no a uno sólo, por lo que podría ser que tal fenómeno se hubiera
gestado primitivamente y que, con posterioridad, hubiera diptongado en sílaba libre o en sílaba
libre y trabada y que en tal reparto hubieran influido factores sustratísticos.
2. Sonorización
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a las que habría que incluir las asimilaciones de aquellos grupos latinos que se convirtieron en
consonantes geminadas: /-ps-/ > /-ss-/ (GYPSU > /gesּso/ ‘yeso’); /-rs-/ > /-ss-/ (VERSURA >
/ƀesּsura/ ‘basura’); -ns- > -ss- (MENSA > /mesּsa/ > /meza/ ‘mesa’). Pero esta tendencia en el
grupo /-nf-/ > /-ff-/ [INFANTE > /ifּfante/ > /infante/]) nunca se consolidó como cambio general,
pues las lenguas romances conservan el grupo intacto en su mayor parte y ello se debe, bien a
una regresión cultista, bien –como cree Maurer (1959: 61, citado por P. Lloyd, 1993: 231)– a la
“reestructuración analógica” sobre los prefijos in- y con-, tan recurrentes en el idioma.
Pues bien, partiendo de todo lo anterior, ha de notarse que, desde el latín vulgar, se
fueron produciendo algunos reajustes en el sistema, tales como a) la creación de un fonema
fricativo sonoro /ƀ/, procedente de la consonantización de la wau, que entró en contacto con la /-
b-/ intervocálica, coincidiendo con el inicio de la variación en la labiales, que ocasionó la
relajación de la /-b-/, la cual empezó a emitirse como fricativa; b) la creación del haz de palatales
por efecto de la yod sobre las consonantes (/s/, /y/ y /l/, /n/); c) al tiempo que en ciertas zonas se
produjo una tendencia a la relajación consonántica que algunos investigadores –como se verá–
argumentaron que se debió a la lenición céltica que originaría una serie de fenómenos
íntimamente relacionados: 1) fricatización de sonoras, sonorización de sordas intervocálicas y
simplificación de las consonantes geminadas; 2) simplificación de geminadas, sonorización de
sordas y fricatización de sonoras; o 3) sonorización, fricatización y degeminación.
Partiendo de todo lo anterior se señalará que el sistema consonántico descrito sufrió –por
un proceso de relajación consonántica– una notable reestructuración en las series anteriormente
citadas, lo que conllevó que el cambio motor fuese una de las tres posibilidades (sonorización,
fricatización o degeminación). Tal cambio, explicado por presión (A. Martinet, 1974) o por
atracción (Alarcos 41965), viene a explicar el hecho de que las consonantes geminadas se han
simplificado, las oclusivas sonoras se han fricatizado y las oclusivas sordas se han sonorizado en
la Romania Occidental, trayendo como mayor consecuencia la “fonematización” de las variantes
fuertes y débiles. Según esta perspectiva, el procedimiento fue el siguiente: a) se trató de un
cambio por atracción, pues las sonoras se fricatizaron –pudiendo o no perderse–, provocando
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Con respecto a las fricativas, a pesar de no existir la serie sonora, el proceso fue bastante similar,
pues las geminadas (/-ss-, -ff-/) simplificaron (/-s-, -f-) y las simples sordas (/-s-, -f-/) sonorizaron
(/-z-, -v-/), creándose así la serie sonora. A todo esto, hay que añadir que la /-v-/ confluyó con la
consonantización de la semivocal /u/ en una fricativa sonora, que a su vez, confluiría con la
tiempo que la /-v-/ pudo neutralizarse con la fricativa sonora /ƀ/ procedente, no sólo de la
fricatización de la oclusiva /-b-/, sino también de la consonantización de la wau. No se puede
decir lo mismo de la /-z-/, pues ésta no pudo buscar su correlato, porque no existía una /z-/ inicial.
Por su parte, la /s-/ normalmente se conservó como tal (SALTU > soto), pero en ocasiones
palatalizó (SAPONE > jabón) e, incluso, hubo casos en los que ha evolucionado como una
interdental (SETACEU > cedazo). (Vid. “Consonantes labiales y dentales”, “Consonantes
palatales y velares”).
Por otro lado, en lo que a las nasales y líquidas se refiere, a) la /-m-/ simple y la /-mm-/
geminada pudieron a.1) igualarse en /-m-/, confluyendo con la /m-/ inicial, a.2) modificar el modo
o lugar de articulación o a.3) desaparecer la simple y simplificarse la geminada; b) las alveolares
/-l-, -n-/ simples se mantuvieron en castellano, mientras que las /-ll-, -nn-/ geminadas se
modificaron, bien aumentando el contacto del dorso de la lengua con el paladar, dando lugar a
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sonidos palatales /l, /n/), bien exagerando la articulación con el ápice de la lengua o con el
cacumen, originando sonidos apicales o cacuminales; c) la vibrante simple /-r-/ se mantuvo sin
alteraciones, mientras que la geminada /-rr-/ modificó su modo de articulación, aumentando las
vibraciones (/r/). (Vid. “Consonantes nasales y líquidas”).
A todo esto, no hay que olvidar en el estudio de la sonorización de las sordas
intervocálicas el nuevo orden palatal creado en posición intervocálica (/s/, /y/ y /l/, /n/), pues es
necesario tener en cuenta la sonorización de la palatal /s/ (procedente de la yod primera) en /⎦/.
Por tanto, con las palatalizaciones del latín vulgar, la aparición de un fonema fricativo sonoro /ƀ/ y
la sonorización, fricatización y degeminación, el sistema consonántico del latín vulgar estaba
compuesto de las siguientes series:
Para ver su posterior evolución vid. “Consonantes labiales y dentales”, “Consonantes palatales y
velares” y “Consonantes nasales y líquidas”, pues ahora tan sólo se darán algunas pinceladas de
los aspectos más relevantes que conciernen al trabajo que aquí se realiza. Ahora mismo, a modo
de síntesis, interesa poner de manifiesto tres cuestiones: a) la vocalización de los grupos KT y
KS en época mozárabe trajo como consecuencia la palatalización de las consonantes en /s/
(NOCTE > noche) y en /⎣/ (TAXU > /te⎣o/ > /texo/), respectivamente, y de estas dos nuevas
palatales, la primera iba a confluir con el resultado palatal de la yod primera, lo que motivó que
adelantase su punto de articulación /ŝ/ - /z/; b) la palatalización de la /ll/ geminada en /l/ confluyó
con el resultado de la “yod segunda” (LY, IL [< C’L, T’L, G’L]), provocando que ésta se convirtiera
en una prepalatal fricativa sonora /ž/ (GALLUS > gallo / APICULA > /abela/ > /abeža/ > /abeša/ >
/abexa/); y c) la /f-/ inicial latina comenzó a aspirarse.
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Por todo lo anterior, se observa que las sordas intervocálicas sonorizaron, pero tal
fenómeno no es general a toda la Romania, puesto que sólo se ha producido en la zona
occidental; esto es, en Francia, Suiza, norte de Italia y en la Península Ibérica, por lo que la
sonorización presenta una clara isoglosa entre la Romania Occidental (+ sonorización) y la
Romania Oriental (– sonorización).
Ante esta situación, sorprende el hecho de que tanto en bearnés como en el alto
aragonés no se haya producido la sonorización de oclusivas sordas intervocálicas, mientras que
sí se ha producido la sonorización cuando le precede una consonante nasal o liquida. A este
respecto, resulta bastante interesante el estado de la cuestión de G. Salvador (1986: 168-175)
sobre las diversas hipótesis propuestas al respecto; a saber, la tesis de sustrato vasco-ibérico de
J. Saroïhandy (1913), la hipótesis de la colonización suditálica de R. Menéndez Pidal (111999 y
1960), la fonetista de W. D. Elcock (1938) y la estructuralista de F. Jungemann (1955), A.
Martinet (1950 y 1974), A. G. Haudricourt y A. G. Juilland (1949), R. L. Politzer (1951), J. Ronjat
(1932) y, sobre todo la de R. Lapesa (91981), quien compara el caso del mantenimiento de
sordas intervocálicas y la sonorización de éstas mismas precedidas de nasal o líquida con la
misma lengua vasca.
Partiendo de todas estas hipótesis, G. Salvador (1986: 175-176) desarrolla su visión a
través de una hipótesis fonológica, tomando como punto de partida el hecho de que los dos
fenómenos son inseparables y que, en la evolución del sistema consonántico, partirían de un
sistema en el que habría una serie de geminadas sordas (/-pp-, -tt-, -kk-/), otra de simples sordas
(/-p-, -t-, -k-/) y otra de simples sonoras (/-b-, -d-, -g-/), las cuales se vieron perturbadas, más por
atracción que por presión, pues estima que, fricatizadas las oclusivas sonoras intervocálicas, las
sordas tuvieron la posibilidad de realizarse, bien como sordas ([-p-, -t-, -k-]), bien como sonoras
[/-b-, -d-, -g-/), ocasionando un “polimorfismo”, cuya elección se debería a preferencias locales.
Llegados a este punto, piensa G. Salvador que, en el sistema consonántico romance, se tuvieron
que oponer las geminadas (/-pp, -tt-, -kk-/) frente a las oclusivas (/-p-, b-/, /-t-, -d-/, /-k-, -g-/) y
fricativas (/-ƀ-, -đ-, -ǥ-/) simples, pues el rasgo sonoridad / sordez no era distintivo. Finalmente,
las variantes contextuales (oclusivas iniciales o precedidas de consonantes) confluyeron con los
alófonos sonoros de las consonantes oclusivas simples, justificando el porqué de la sonorización
de sordas tras nasal o líquida en estos dos puntos de la Romania Occidental, ya que
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2.2. Cronología
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2.3. Causas
Tres son las perspectivas que pretenden explicar las causas de la sonorización de sordas
intervocálicas; a saber, la fonética, la sustratística y la estructural:
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intervocálicas; y c) se han fricatizado las sonoras, tratándose de una reacción en cadena, cuya
causa podría estar en cada una de las tres posibilidades, porque, en última instancia, la evolución
no tiene otra finalidad que la de la diferenciar los tres fonemas latinos. El problema está en saber
cuál fue el factor desencadenante que produjo todo este reajuste.
Los que defienden la sonorización como causante del cambio del sistema consonántico
se apoyan en la idea de que todo el proceso se debió a una cuestión de sustrato celta, porque la
zona occidental de la Romania, zona en la que se ha dado este fenómeno, coincide, groso modo,
con el área en la que residió este pueblo indoeuropeo. Pero, aún así, el hecho de que en rumano
no haya habido sonorización (sí degeminación), que sí hayan sonorizado las sordas
intervocálicas en el veneciano y en zonas del sardo sin ser tierra de celtas, que en bearnés y en
el altoaragonés se hayan mantenido las sordas y queden en Bielsa restos de geminadas, son
argumentos de peso para poner en tela de juicio esta tesis. Además, si la sonorización fuese el
eje motor, ¿por qué se simplificaron las geminadas? Con respecto a la primera objeción, B. H.
Bichakjian (1977) defendió que la simplificación de geminadas del rumano se debería a la
influencia del eslavo, argumento parecido al que R. A. Hall (1975, citado por el mismo Bichakjian)
propuso para el caso de las sonorizaciones de algunas zonas del sardo. Con respecto a los
casos de mantenimiento de las sordas en la zona bearnesa y del pirineo aragonés, territorios no
asentados por los celtas, vid. Extensión y repartición del fenómeno: el caso de Bearne y Aragón.
Finalmente, atendiendo al último aspecto; esto es, la pregunta de por qué motivo se ha producido
la degeminación si el proceso empezó con la sonorización, la respuesta estaría en que la
degeminación sería consecuencia de la sonorización para perderse la oposición simple /
geminada, porque «la sonorización de -/s/- (procedente de TY) confirmaría que no hace falta la
existencia de una geminada para que se produzca la sonorización» (M. Ariza, 1994: 29. Cf. C.
Pensado, 1984: 215). Es cierto que con las nasales y líquidas, ha de notarse que «el resultado
gallego-portugués [/nn, ll/ > /n, l/ y /n, l/ > ] propugna que la degeminación fue la causa de la
pérdida de la simple, pero la solución castellana [/nn, ll/ > /n, l/ y /n, l/ > /n, l/] parece mostrar lo
contrario: si las geminadas se simplifican, la modificación de /nn/ > /n/ [también de /ll/ en /l/]
indica que la simplificación sólo ocurre cuando hay sonorización» (M. Ariza, 1994: 41). Asimismo,
sigue diciendo que «la evolución de estas geminadas es bastante posterior a la simplificación de
las demás geminadas, hasta el punto de que se pudieron conservar hasta hoy en Bielsa» (pp. 41-
42), donde, curiosamente, perviven sólo y exclusivamente las geminadas nasales y líquidas.
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El hecho de que en latín vulgar existiese la fricatización de /b/ en /ƀ/ dio pie a que
investigadores, como C. Pensado (1984) y G. Salvador (1986) pensaran que aquí se encontraba
el origen del cambio consonántico. Pero el hecho de que todo el proceso no afectase a todas las
lenguas romances se presenta como un inconveniente, pues si se dio en el latín vulgar debió de
afectar a una zona de mayor extensión. En palabras de la propia C. Pensado (p. 186) «tiene el
inconveniente [la fricatización latinovulgar] de que hay que suponer una regresión a las antiguas
d, g en toda la Romania Oriental», puesto que en rumano e italiano se conservan ambos
fonemas oclusivos. Con este hecho podría pensarse que la fricatización de /d/ y /g/ en latín vulgar
no se habría producido: al menos hasta el siglo III, pues así lo hizo ver J. M. Robles (1985) en
aquella inscripción palentina CINEUS QVI LEERIT, aunque, como advierte M. Ariza (1994: 45)
«Palencia es tierra indoeuropea, por lo que, más que del latín vulgar o del latín sin más, hemos
de pensar en el latín hispánico con influjo de celtas o similares». La cuestión es que esta
diferencia temporal entre la fricatización de la /b/ y la de /d/ y /g/ se debería a la consonantización
de la wau en una fricativa sonora, que vino a reestructurar el sistema, comenzando por las
labiales. Pero todo ello encierra un problema para defender que la fricatización haya originado
toda la transformación, pues si se asume que en el latín vulgar no se habría producido la
fricatización de las oclusivas sonoras, es difícil asumir que un fenómeno que no se ha producido
haya sido el eje principal.
Por su parte, otro investigador que parte de la fricatización como fenómeno determinante
es E. Alarcos (41965), quien, además, centra la atención en el hecho de que la generalización de
cada uno de ellos fue lenta y que los tres fenómenos se necesitaron mutuamente: «el fenómeno
de la sonorización, típico del occidente, ha triunfado porque había geminadas que tendían a
simplificarse, o bien las geminadas se simplificaron porque previamente las simples sordas se
modificaron, empujando a (o arrastradas por) las sonoras oclusivas que se debilitaban» (p. 243).
Partiendo de esta idea, cree que al principio no habría una revolución en el sistema, pues esto no
sucedería hasta que, por motivos de variación por fonética sintáctica (vid. H. Weinrich, 1958; A.
Martinet, 1974 y al mismo E. Alarcos, 41965) cada fonema tuviese una realización fuerte (no
intervocálica) y débil (intervocálica), tal y como sucedía en las lenguas célticas y, por eso,
investigadores, como A. Tovar (1948 y 1952) defendieron la hipótesis sustratística. Pero, de
cualquier manera, esta teoría de la variación, según M. Ariza (1994: 30-31) no obstruye la
degeminación, porque las realizaciones de un sonido, según el contexto fónico (+ intervocálico, –
intervocálico) no puede interferir en las geminadas.
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Pero en las nasales y líquidas esta tesis tradicional se cuartea, pues si se supone que la
simplificación de geminadas fue la causante de toda la reestructuración del sistema
consonántico, ¿por qué las geminadas líquidas no se simplificaron como sucedió en portugués?
Recuérdese que /-ll-/ palatalizó en /l/ y /-rr-/ se convirtió en una vibrante múltiple /r/. Además,
téngase en cuenta que la /-nn-/ geminada también palatalizó y no parece razonable que ello se
deba –como quiere Amable Veiga Arias (1983, citado por M. Ariza, 1994: 28)– a que los
correlatos simples /-l-, -r-, -n-/ se mantuvieran porque no se vieron presionados por la
degeminación, pues ello no explica, como estima M. Ariza (1994: 28) la confluencia de /-mm-/ y
/-m-/, ni la palatalización de /-ll-/ y /-nn-/.
Frente a esta postura tradicional, el profesor Alexandre Veiga (1988), quien también
parte de la degeminación como el fenómeno causante de la transformación del sistema, pero
tomando como referencia que tal reestructuración se debe al rasgo de tensión articulatoria, no a
la sonorización, piensa que lo verdaderamente relevante es la dicotomía entre tenso / flojo, no
entre sonoro / sordo, por lo que las geminadas (hipertensas), aflojaron su tensión articulatoria,
provocando una disminución de la tensión en todo el sistema. Así, las hipertensas /-pp-, -tt-, -kk-/,
/-ff-, -ss-/, /-mm-/ se hicieron tensas (/-p-, -t-, -k-/, /-f-, -s-/), las tensas se hicieron flojas (/-b-, -d-, -
g-/, /-v-/, /-z-/) y, en el caso de las oclusivas, las flojas se relajaron (/-ƀ-/, /-đ-/, /-ǥ-/). Pero no
siempre ocurrió, pues las geminadas sonoras (/-bb-, -dd-, -gg-/) se redujeron sin más (/-b-, -d-, -g-
/), mientras que la /-f-/ no siempre sonorizó, quizá porque contaba con un escaso rendimiento
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funcional. Con respecto a los sonidos palatales (/n/ y /l/) del castellano, el proceso lo explica «a
través de la hipertensión, que desembocó en dialectos de este tipo en una mayor zona de
contacto de la lengua contra el paladar» (A. Veiga, 1988: 202) y, en lo que a la vibrante múltiple
se refiere, estima que «no es más que el resultado directo de la suma en el margen explosivo de
los dos momentos articulatorios del geminado vibrante: la hipertensión se traduce en este caso
en el mayor número de vibraciones, por lo que -rr- > -r- supone detención de la evolución en la
primera fase del cambio» (Ídem). Pero, de todas formas, por más que el profesor A. Veiga
reconozca que se deja sin explicar la relajación en la tensión, se ha olvidado de las consonantes
palatales. Aún así, a su favor tiene el hecho de que hay zonas (rumano, bearnés y altoaragonés)
en las que, a pesar de haberse producido la degeminación, las consonantes sordas
intervocálicas se han mantenido.
Cercano a esta hipótesis, el profesor E. Martínez Celdrán (1993) estima que en la
evolución del sistema consonántico latino hacia la Romania Occidental no influyó –como dice A.
Veiga– el valor sonoro o geminado, pues piensa que el cambio se ocasionó en la duración
consonántica, pues una geminada, al fin y al cabo, no es más que una consonante alargada e
hipertensa y, la disminución articulatoria de la consonante conllevó a que ésta se degeminara.
Pero, si esto verdaderamente fue así, ¿por qué el proceso de la sonorización no se dio en toda la
Romania? Sea como fuere, las hipótesis de la degeminación plantean, para M. Ariza (1994: 37)
otro gran inconveniente, desde le momento en el que si se asume que la degeminación produjo
una reacción en cadena, no se explica a) por qué sólo se ha producido en las geminadas sordas
y b) por qué razón iba a afectar el cambio de las oclusivas y fricativas al resto de las consonantes
–nasales y líquidas– que no contaban con una serie sorda. A todo esto hay que sumarle los
problemas de las palatales, junto con el de las nasales y líquidas, problemas que vienen a
indicar, según M. Ariza (1994: 38-48), que el cambio se tuvo que fraguar en la sonorización.
2.4. Conclusiones
Sea por “contaminación” vocálica, por sustrato celta o por reajustes que la misma lengua
tuvo que llevar a cabo, lo cierto es que se produjo toda una reestructuración en el sistema
fonológico, acarreando la igualación con las variantes iniciales o tras consonante. Atendiendo al
fenómeno de la sonorización, éste se produjo en la zona occidental de la Romania, salvo las
zonas ya comentadas. En realidad, cada una de las teorías desarrolladas tiene sus puntos
fuertes y débiles, pues, al fin y al cabo, todas pretenden explicar un cambio fonético que ha
experimentado una gran parte de la Romania y no se puede pretender que una teoría sea más
plausible que otra, pues no son excluyentes. El mayor problema está en no saber con certeza el
origen de semejante reajuste, pues cada perspectiva requiere un orden en el acontecimiento de
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los hechos lingüísticos. Sea cual sea la verdadera causa del fenómeno, lo único cierto de todo
esto es que se interrelacionan los tres fenómenos, aunque primero se diese uno de los tres.
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