Crítica Notoria:
Allen quiere:
1. “ayudar a salvar a la gente normal” de ser diagnosticada como enferma y de ser sometida
a tratamientos médicos innecesarios (“sociedad de adictos a las pastillas”)
2. “ayudar a salvar la psiquiatría” protegiéndola de los excesos (contra mercantilización de la
enfermedad e inflación diagnóstica y la epidemia falsa de enfs mentales
3. Denunciar el abuso de fármacos como un “grave problema de salud pública”
"los marcadores biológicos no están disponibles” para las enfs mentales, y tal ausencia de pruebas
biológicas es una enorme desventaja de la psiquiatría.
Sin embargo, le otorga al concepto de “trastorno mental” una utilidad práctica, de acuerdo con un
“pragmatismo utilitarista” .
eJ: la esquizofrenia “es claramente real, los patrones en que se presenta son claramente
reconocibles”, y por ello sería un “concepto útil, la descripción de una serie determinada de
problemas psiquiátricos”, si bien “no una explicación de sus causas”.
“podemos definir con bastante facilidad cada uno de los trastornos mentales específicos”
mediante una serie de criterios que enumeran “los síntomas que lo definen, cuántos tienen que
estar presentes y qué duración deben tener” .
Es la concepción de “síndrome” propia del DSMIV, si bien “las líneas divisorias que delimitan
diferentes trastornos son siempre mucho más borrosas en la vida real que sobre el papel , y si bien
Frances reconoce los problemas de fiabilidad, y sobre todo de validez, que afectan a esos
síndromes.
Con DSM 3
DSM-IV: no fue capaz de predecir y prevenir tres falsas epidemias de trastornos mentales
infantiles a las que iba a dar lugar: autismo, déficit de atención y trastorno bipolar infantil
DSM-5: en mancuerna con la presión de la industria farmacéutica frente a la que “el DSM-
IV resultó ser un dique demasiado endeble para frenar el aluvión” .
Son las farmacéuticas las que fabrican las píldoras, pero los profesionales los que las
prescriben (muchos médicos son colaboradores voluntarios o involuntarios del marketing
farmacéutico. Son reclutados para anunciar los maravillosos beneficios que proporcionan
los fármacos y quitar importancia a los perjuicios que causan”) .
Cada vez más son los médicos de atención primaria los que recetan la mayoría de los
psicofármacos, sobre todo los ansiolíticos y los antidepresivos, con la explícita o implícita
creencia de que los problemas por los que la gente consulta son fáciles de “tratar con una
píldora mágica” .
La “desregulación destructiva del estado de ánimo” podría ser, a juicio de Frances, “la
epidemia más peligrosa provocada por el DSM-5” , aunque no le iría a la zaga el “trastorno
de somatización”. Nos refiere Frances que, en el proceso de elaboración del DSM-IV
discutieron la posibilidad de incluir la “dependencia de la cafeína como categoría oficial” .
El libro de Frances tiene el gran valor de la denuncia, con la que nos aliamos, de la inflación
diagnóstica y de la medicación abusiva. Es, sin embargo, en nuestra opinión, una
reafirmación y reivindicación del modelo psicopatológico, que convierte experiencias
vitales y problemas psicológicos en patología, en psicopatología (este análisis crítico lo
hemos acometido en el libro referido más arriba: Los problemas psicológicos no son
enfermedades)
Aún cuando Frances utilice preferentemente, como hace también el DSM, la denominación
de “trastorno” o “problema”, y aún cuando de acuerdo con la perspectiva sindrómica que
propugnaba el DSM-IV, considere que esos trastornos son “patrones” o
“comportamientos”, sin referencia a sus causas, no duda en hablar de “enfermedades
mentales” como contrapuestas a “enfermedades médicas”, y si lamenta que estén siendo
tratadas personas normales “preocupadas pero sanas” cree, sin embargo, que se está
prestando poca atención a “quienes están realmente enfermos” .