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Si quieres Tú puedes curarme. (R.P. Lic. Carlos R.

Álvarez Orellana)

Hoy mucha gente acude a nosotros los sacerdotes, para pedir que oremos por Sanación. Sienten no
solo sus cuerpos, sino su mente y sus espíritus agobiados por el peso de enfermedades, fobias,
traumas y porqué no tambien de pecados.
Afirman que en nosotros hay un poder sanador, y eso es verdad. Pero lo que no tienen en claro es
que ese poder sanador no proviene de nosotros mismos sino que está dado en virtud de nuestro
Ministerio Sacerdotal. No nos pertenece, ese poder sanador viene, directamente, de Dios, Él es el
Sanador, el Liberador y el Salvador de su Pueblo. Nosotros solo somos sus instrumentos, nada más.
Instrumentos de ese Dios que sobre todo es Amor.
Recuerdo algún caso adonde alguna persona me pedía que pusiera mi mano sobre ella porque estaba
convencida de que Dios iba a actuar en ella. No dudé en hacerlo pero invocando el Poderoso
Nombre de Jesús y los méritos de su Pasión. Ella fue reconfortada y no solo eso sino liberada por el
mismo Señor. Después de algunos días, vino a agradecerme lo que había hecho porque “Ud puso las
manos en mi cabeza y me sanó”. He aquí un gran error. Poner la atención en el Instrumento y no en
el Señor. Es Él que sana, libera, salva y transforma los corazones nadie más. No el instrumento.
Podremos tener muchos gestos de amor hacia las personas que están enfermas pero es importante
que sepamos que la acción, aunque se lleve a cabo por mediación nuestra, no es ni nuestra ni es por
nuestros méritos. Es pura y exclusivamente por la Acción Misericordiosa de Dios que no deja de
escuchar el clamor de sus hijos.
Como decía más arriba es mucha la gente que acude porque quiere ser sanada, no faltan quienes
vienen buscando lo mágico, y hasta me atrevería a decir que, algunos, buscando el “paliativo” que
les quite el dolor pero sin asumir ninguna responsabilidad en su proceso de sanación.
Si de verdad queremos ser sanados o liberados debemos entrar en el Método que Dios utiliza y
dejarnos conducir por Él. Él cuenta con la colaboración de cada uno.
¿Un método? ¿Dios tiene un método? Sí, Dios tiene un método. Es el método del Evangelio que
tiene una particularidad. Es el Evangelio de Vida, del Perdón y de la Misericordia. Si miramos la
actitud de Jesús hacia los Enfermos descubriremos ese detalle tan precioso del respeto, la
aceptación incondicional, la empatía pero tambien la confrontación. Una confrontación que no es
agresiva sino llena de Caridad porque cada gesto del Maestro está embebido de Amor profundo,
verdadero y auténtico. He aquí el “método” de Jesús: Acoge, acepta, empatiza, confronta, escucha
pero sobre todo AMA. Es tanto el Amor que nuestro Señor tiene por su criatura que es delicado,
tierno y al mismo tiempo fuerte cuando debe llamar a la conversión. No duda en dar amor como
tampoco lo hace al corregir, es que SU Amor es educativo, simple que parece una suave brisa del
mar aún cuando invita al cambio. Él tiene el arte de Sanar.
Hoy mucha gente quiere ser sanada, y busca métodos, olvidando el método de Jesús. Él sana
amando pero tambien aconsejando a romper con aquello que nos hace daño: el pecado. ¡Cuantos
enfermos arraigados a sus estructuras personales de pecado! ¡Cuanta falta de compasión hacia uno
mismo cuando nos empeñamos en vivir al margen del Evangelio! No podemos ser sanados si no
rompemos todo tipo de “alianza” con el mal, con el malo y con sus insinuaciones. El pecado es una
acción directa del mal que no lleva al bien sino a la muerte del pecador. ¡Cuantas personas que
viven engañadas por la astucia del instigador que solo busca la muerte de los Hijos de Dios!
Queremos sanación, liberación y ser desatados pero sin romper el cascarón que nos
“impermeabiliza de la Gracia de Dios”. No podemos ser sanados si no tenemos compasión de
nosotros mismos. Es preciso ser valientes y romper con el mal que nos ataca pidiendo a Dios que
nos de su Luz y, así, descubrir los engaños en los que caemos justificando nuestro propio pecado.
Sanar es un arte que Jesús tiene. Ese arte lo quiere ejercer en cada uno de nosotros. Es un arte que
quiere ejercerlo en ti y en mi pero es preciso encaminarnos hacia Él. Él mira a tu persona y a la
mía y se acerca dispuesto a quitar aquello que no provine de Dios. Es la hora de retornar al
“Corazón “ del Padre y todo sufrimiento y dolor tomará otro sentido. Será el sentido de la Plenitud
que tiene quien se deja llenar por Dios. Nos descubriremos necesitados del poder sanador de Dios y
diremos “si quieres Tú puedes curarme”, y escucharemos las palabras del Maestro “Lo quiero”.

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