Luis Cordero
Este mes, la Corte Suprema decidió un caso sobre impugnación de reglamentos
mediante un Recurso de Protección (SCS, 03.08.2016, rol Nro. 23.725-2016),
señalando, en resumen, que este acto no era impugnable por medio de esta acción
esencialmente por dos motivos: en primer lugar, en relación al objeto de la
impugnación acotándolo solo al acto en concreto que ejecuta la norma establecida
en un reglamento (c.2) y, en segundo lugar, porque los medios de control e
impugnación del reglamento se encuentran claramente establecidos en la
Constitución: por un lado, la toma de razón de Contraloría y, por la otra, las
competencias del Tribunal Constitucional (TC) en materia de requerimientos (c. 3).
Por otro lado, la referencia a la “toma de razón” como medio de control preventivo
de constitucionalidad y legalidad de un acto administrativo como el reglamento
tampoco dice nada al respecto y olvida la naturaleza de dicho trámite. Como se
sabe, este constituye un mecanismo de control preventivo obligatorio de la
potestad reglamentaria del Presidente de la República, que le permite dotar de
eficacia al acto y solo a partir de su dictación es susceptible de impugnación
judicial. Nada hay en la toma de razón, entonces, que pueda sustituir la revisión
judicial de un reglamento. Así las cosas, la referencia a este argumento para
sostener la imposibilidad de objetar vía recurso de protección un acto de este tipo
también resulta improcedente.
Así las cosas, los fundamentos esgrimidos por la Corte para rechazar la reclamación
de un reglamento mediante un recurso de protección hacen imposible la
impugnación judicial del acto, desconociendo cuestiones elementales en la
construcción jurisprudencial del “contencioso administrativo” en el Derecho
nacional de los últimos años que, aunque imperfecto, ha evitado dejar a los
particulares sin posibilidad efectiva de objetar la legalidad de los actos
administrativos, cualquiera sea la naturaleza de estos.