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El Antropoceno como Fetichismo*1

Daniel Cunha**

El Antropoceno es definido como la “época geológica dominada por el humano”, y es un concepto de


moda en las ciencias naturales y sociales. La crisis ecológica global y la posibilidad de resultados
catastróficos exigen un análisis crítico del concepto, especialmente su discurso sobre el “control”. De
hecho, el Antropoceno es el resultado de un metabolismo social con la naturaleza caracterizado por la
falta de consciencia y control. Aquí se argumenta que el concepto marxiano de “fetichismo” es la clave
para una comprensión crítica del Antropoceno.

“Una sociedad cada vez más enferma pero cada vez más poderosa ha recreado en todas partes el
mundo concretamente como entorno y decorado de su enfermedad, como planeta enfermo”
Guy Debord

El “Antropoceno” se ha convertido en un concepto de moda en las ciencias naturales y sociales. Es


definido como la “época geológica dominada por el humano”, porque en este período de la historia
natural es el Hombre quien tiene el control de los ciclos biogeoquímicos del planeta.[i] Sin embargo el
resultado es catastrófico: la alteración del ciclo de carbono, por ejemplo, conduce a un calentamiento
global que se acerca a puntos críticos que pueden ser irreversibles.[ii] El crecimiento exponencial de
nuestra libertad y poder, es decir, de nuestra habilidad para transformar la naturaleza, ahora se
traduce en una limitación de nuestra libertad, incluyendo la desestabilización de la misma estructura
de la vida. Alcanza su grado máximo con el calentamiento global.[iii] En este contexto, se hace claro
que el Antropoceno es un concepto contradictorio. Si la “época geológica dominada por el humano”
está llevando a una situación en la que la existencia de los humanos pueda estar en juego, hay algo
muy problemático con este tipo de dominación de la Naturaleza que la reduce a un “substrato de
dominio” [iv], que debería ser investigado. Su premisa más básica, de que es dominada-por-el-
humano debe cuestionarse –después de todo, tendría que haber algo inhumano u objetivado en un
tipo de dominación cuyo resultado puede ser la extinción humana.

Lo que se plantea aquí es que, exactamente como en el caso de la libertad, el Antropoceno es una
promesa no cumplida. De la misma manera que la libertad en el capitalismo es constreñida por el
fetichismo y las relaciones de clase –las dinámicas capitalistas están atadas a leyes, y se encuentran
más allá del control de los individuos; los trabajadores son “libres” en el sentido de que no son
“poseídos” como esclavos, pero además en el sentido de que están “libres” de los medios de
producción, están privados de sus condiciones de existencia; los capitalistas son “libres” mientras que
sigan las reglas objetivadas de la acumulación de capital, o sino caen en bancarrota- así lo está el
metabolismo social con la Naturaleza. Además, planteo que el Antropoceno es la forma fetichizada de
intercambio entre el Hombre y la Naturaleza, históricamente específica al capitalismo, del mismo
modo que la “mano invisible” es la forma fetichizada de “libertad” de intercambio entre los hombres.

Desde la acumulación primitiva, el capital provocó un giro metabólico entre el Hombre y la Naturaleza.
Fue empíricamente observable al menos desde el empobrecimiento de los suelos causado por la
separación entre la ciudad y el campo en Gran Bretaña durante el siglo XIX.[v] En el siglo veintiuno,
sin embargo, este giro se globalizó, incluyendo alteraciones críticas del ciclo de carbono
(calentamiento global), el ciclo de nitrógeno, y la tasa de pérdida de la biodiversidad que implica que
la humanidad ya se encuentra fuera de un “espacio de operación seguro” de las condiciones
ambientales mundiales.[vi] El Antropoceno aparece entonces como la alteración de los ciclos naturales
globales –y, más importante aún, no como una (por la razón que sea) alteración planificada,
intencional y controlada, sino como un efecto no deseado de un metabolismo social con la Naturaleza
que parece estar progresivamente fuera de control. Puede ser fácilmente ejemplificado. En el caso del
ciclo de carbono, la quema de combustibles fósiles se realiza como una fuente de energía para los
sistemas industriales y de transporte. La extracción masiva de carbón empezó en Inglaterra durante la

1
Publicado originalmente en Herramienta Web 21: http://www.herramienta.com.ar/content/el-antropoceno-
como-fetichismo
Revolución Industrial para que, con esta nueva fuente móvil de energía, las industrias pudieran
moverse desde los diques cercanos hacia las ciudades donde estaba la mano de obra barata.[vii]

No había intención de manipular el ciclo de carbono, o de provocar el calentamiento global, o alguna


consciencia de ello. El resultado, pese a esto, es que en el siglo veintiuno las concentraciones de
dióxido de carbono en la atmósfera ya se encuentran más allá del límite seguro de 350 ppm para el
desarrollo humano a largo plazo. También respecto al ciclo de nitrógeno, que fue alterado por la
industrialización de la agricultura y la producción de fertilizantes, incluyendo la fijación del nitrógeno
atmosférico con el proceso Haber-Bosch. Nuevamente, no hubo intención o un plan para controlar el
ciclo de nitrógeno, para generar la eutrificación de lagos, o de inducir el colapso de ecosistemas. Una
vez más, el límite de sesenta y dos millones de toneladas de nitrógeno removido desde la atmósfera
por año ya se superó por mucho, con 150 millones de toneladas el 2014. Una historia similar se podría
contar sobre la tasa de pérdida de biodiversidad, y el ciclo de fósforo y la acidificación oceánica están
siguiendo el mismo patrón. En este aspecto, la época geológica “dominada por el humano”, parece
ser mucho más un producto de la suerte y la inconsciencia que de un control de los ciclos materiales
globales, a pesar de la referencia de Crutzen al “mundo de pensamiento” (noósfera) de Vernadsky y
Chardin. “Ellos no lo saben, pero lo hacen” – esto es lo que Marx dijo sobre la actividad social fetichiza
da mediada por mercancías, y esta es la clave para un entendimiento crítico del Antropoceno.[viii]

De hecho, Crutzen ubica el inicio del Antropoceno en el diseño del motor de vapor durante la
Revolución Industrial. Sin embargo, en vez de verlo como una mera observación empírica, los
determinantes de la época geológica “dominada por el humano” deberían ser investigados
conceptualmente en la forma capitalista de las relaciones sociales. Con su análisis del fetichismo, Marx
mostró que el capitalismo es una formación social en la que hay una prevalencia de “relaciones
materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas”, en la que “la circulación de dinero como
capital es un fin en sí mismo”.[ix] El capital es la inversión donde el valor de cambio dirige el uso, el
trabajo abstracto dirige el trabajo concreto: “una formación social en la que el proceso de producción
tiene dominio sobre el hombre, en vez de lo contrario”, y su circulación como dinero y mercancías por
el bien de la acumulación constituye el “sujeto automático”, el “valor que se valoriza a sí
mismo”.[x] Ubicar el Antropoceno en el capitalismo, entonces, implica una investigación en la relación
entre el Antropoceno y la alienación, o, como desarrolló después el Marx tardío, el fetichismo.[xi] Este
es el núcleo de las contradicciones de la época geológica “dominada por el humano”. Según Marx, la
forma de relación social mediada por el trabajo en el capitalismo adquiere vida propia, independiente
de los individuos que participan en esa constitución, desarrollándose en una suerte de sistema
objetivo sobre y contra los individuos, y determinando de forma creciente los fines y medios de la
actividad humana. El trabajo alienado constituye una estructura social de dominación abstracta que
aliena los vínculos sociales, en la que “el valor de cambio es el condotiero del valor de uso que termina
haciendo la guerra por su propia cuenta”.[xii] Esta estructura, sin embargo, no parece estar
socialmente constituída, sino que aparece, más bien, naturalizada (cf. Postone, 2006). El valor, cuya
forma fenoménica de aparición es el dinero, se vuelve en sí mismo una forma de organización social,
una comunidad pervertida. Esto es lo opuesto de lo que podría llamarse “control social” (cf. Jappe,
2003). Un sistema que se vuelve casi-automático, más allá del control consciente de aquellos
involucrados, y que es impulsado por la compulsión de la acumulación ilimitada como un fin en sí
mismo, necesariamente tiene como consecuencia la alteración de los ciclos materiales de la tierra.
Llamar a esto “Antropoceno” es claramente impreciso, por un lado porque es el resultado de una
forma históricamente específica de metabolismo con la Naturaleza, y no de un ser ontológico
(antropo), y, por otro lado, porque el capitalismo constituye una “dominación sin sujeto”, es decir, en
la que el sujeto no es el Hombre (ni siquiera una clase dominante), sino que es el capital.[xiii]

Es importante indicar que el fetichismo no es una mera ilusión que deba ser descifrada para que la
“verdadera” explotación ambiental y de clase pueda ser comprendida. Como el mismo Marx señaló, “a
los productores… las relaciones sociales entre sus trabajos privados aparecen como lo que son, es
decir, como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas”; “el fetichismo de
la mercancía… no se ubica en nuestras mentes, en el modo en que percibimos(erróneamente) la
realidad, sino que en nuestra realidad social misma”.[xiv] Esta es la razón por la cual incluso toda la
evidencia científica de la alteración ecológica, siempre reunida post festum, es incapaz de detener la
dinámica destructiva del capital, mostrando a un grado caricaturesco la inutilidad del conocimiento sin
uso. El hecho de que ahora “ellos saben muy bien lo que están haciendo, y lo hacen de todos
modos”[xv] no refuta, sino que confirma que la forma de relación social está más allá del control
social, y simplemente cambiando el nombre del “Antropoceno” (a “Capitaloceno” o cual sea) no se
resolverán las contradicciones sociales y materiales subyacentes. La producción social dirigida por el
valor, esto es, la producción determinada por la minimización del tiempo de trabajo socialmente
necesario, resulta en un modo objetivado de producción material y vida social que puede ser descrito
por leyes “objetivas”. Tiempo, espacio y tecnología están objetivados por la ley del valor. Por
supuesto, los agentes de la “valorización del valor” son seres humanos, pero ellos desarrollan su
actividad social como “personajes [máscaras]”, “personificaciones de relaciones económicas”: el
capitalista es capital personificado y el obrero es trabajo personificado.[xvi] La fetichista,
autorreferencial valorización del valor a través de la explotación del trabajo (D-M-D’) con sus
características de expansión ilimitada y abstracción del contenido material implica el carácter
ecológicamente disruptivo del capitalismo, es decir, que en el capitalismo “el desarrollo de fuerzas
productivas es simultáneamente el desarrollo de fuerzas destructivas”.[xvii] El valor auto-expansivo
crea un “sistema de bola de nieve” que no es controlado conscientemente, “una fuerza independiente
de cualquier voluntad humana”.[xviii] En este contexto, no es una sorpresa que la alteración de los
ciclos ecológicos globales sea presentada como el “Antropoceno”, esto es, como un concepto alusivo a
un proceso natural. Que el Hombre sea presentado como una fuerza geológica ciega, tal como las
erupciones volcánicas o las variaciones de la radiación solar, es una expresión de la forma
naturalizada o fetichizada de relación social que prevalece en el capitalismo.

Por lo tanto, las estructuras técnicas con las que el Hombre realiza su metabolismo con la Naturaleza
son lógicamente marcadas por el fetichismo. Como señaló Marx, “la tecnología revela la relación activa
del hombre con la naturaleza, el proceso directo de la producción de su vida, y por eso pone al
descubierto el proceso la producción de las relaciones sociales de su vida, y de las concepciones
mentales que fluyen desde esas relaciones”.[xix] En el capitalismo, los procesos de producción no
están diseñados según los deseos y necesidades y los productores, consideraciones sociales o
ecológicas, sino que de acuerdo a la ley del valor. Tomando como ejemplo los sistemas de energía
mundiales, se ha demostrado que no hay restricciones técnicas para una transición solar completa en
dos o tres décadas si consideramos el valor de uso de las energías fósiles y renovables (su retorno de
energía y requisitos materiales), es decir, es técnicamente viable usar energía fósil para construir una
infraestructura solar para proveer energía a nivel mundial en la cantidad y calidad suficiente para el
desarrollo humano.[xx] Esta transición solar, que desde el punto de vista del valor de uso o la riqueza
material es deseable, necesaria y urgente (debido al calentamiento global), sin embargo, no se está
llevando a cabo, porque la energía fósil aún es más propensa a la acumulación de capital, a la
valorización del valor: el capital se fue a China para explotar el trabajo y el carbón baratos,
provocando una fuerte alza en las emisiones de carbono al inicio de una emergencia climática, en un
claro despliegue de irracionalidad fetichista.[xxi] Más en general, el ecologista americano Barry
Commoner mostró que en el siglo veinte se desarrollaron muchos productos sintéticos (como plásticos
y fertilizantes) que ocuparon el lugar de productos naturales y biodegradables. Sin embargo, los
nuevos productos no eran mejores que los antiguos; la transición solo se realizó porque era más
lucrativo producirlos, aunque eran mucho más contaminantes y ambientalmente dañinos –de hecho,
está demostrado que estas nuevas tecnologías fueron el factor principal para el aumento de la
contaminación en los Estados Unidos, más que el aumento de la población o del consumo.[xxii]

Por supuesto que la ley del valor no solo determina los productos finales, sino que tambien los
procesos de producción que deben ser intensificados constantemente, tanto en términos de ritmo y
eficiencia material, si no en términos de la extensión de la jornada laboral. Ya en sus días, Marx
subrayó el “fanatismo que el capitalista muestra por economizar en medios de producción”, mientras
buscan el “rechazo de la producción” para reutilizar y reciclar.[xxiii] Sin embargo, bajo la forma
capitalista de producción social, las mejoras en la productividad resultan en una cantidad menor de
valor creado por unidad material, lo que impulsa un mayor consumo material (cf. Ortlieb,
2008).[xxiv] Esta tendencia general es empíricamente observable en la llamada Paradoja de Jevons,
cuando las ganancias en eficiencia eventualmente terminan en una producción material aumentada
como efecto rebote (cf. John Bellamy-Foster, Brett Clark, y Richard York, 2010).[xxv] Fue mostrada
por primera vez por William Stanley Jevons, quien presentó información que demostraba que la
economía del carbón en los motores de vapor durante la Revolución Industrial resultó en un mayor
consumo de carbón.[xxvi] Lo que en una producción social consciente podría ser ecológicamente
beneficioso (mayor eficiencia en el uso de recursos), en el capitalismo aumenta la plusvalía, y luego
refuerza la destructiva e ilimitada acumulación de capital y un sistema tecnológico que es inapropiado
en primer lugar. Es sorprendente que muchos ambientalistas sigan predicando la eficiencia como un
activo ecológico, sin notar que la forma social capitalista de riqueza (valor) convierte la productividad
en una fuerza destructiva.

Incluso el modo en que el capitalismo enfrenta el problema de la contaminación está configurado por
la alienación: todo puede ser discutido, excepto el modo de producción basado en la mercantilización y
la maximización de ganancias. Como la producción se realiza en unidades privadas, aisladas y en
competencia, el control socio-técnico está limitado al control externo, a través de regulaciones
estatales que refuerzan tecnologías de fin de ciclo[xxvii] [end-of-pipe-technologies] y mecanismos de
mercado. El Protocolo de Kyoto es el mejor ejemplo de mecanismo de mercado. Representa la
mercantilización del ciclo de carbono, estableciendo el principio de equivalencia, la misma forma del
fetichismo de la mercancía, en una suerte de mercado de divisas de carbono. Por tanto, implica un
proceso completo de abstracción de las cualidades ecológicas, sociales y materiales, para hacer
posible la equivalencia de las emisiones, compensaciones y reducciones de carbono, ubicados en
contextos ecológicos y sociales muy diferentes. El proceso de abstracción incluye la igualación de las
reducciones de emisiones en distintos contextos sociales y ecológicos, de reducción de emisiones
realizadas con distintas tecnologías, de orígen fósil, de carbono y orígen biótico, la igualación de
distintas moléculas a través del concepto de “equivalente de carbono”, y una definición de “bosque”
que no incluye requisitos de biodiversidad.[xxviii]

Sin embargo, como con cualquier mercancía en el capitalismo, el valor de uso (la reducción de las
emisiones de carbono) es gobernada por el valor de cambio. La inversión fetichista del valor de uso y
el valor de cambio que caracteriza al capitalismo, implica que la meta objetiva de todo el proceso de
intercambio de emisiones viene a ser el dinero, no la reducción de emisiones. Los ejemplos empíricos
abundan. El esquema de intercambio no presenta ningún incentivo para la transición tecnológica de
largo plazo, sino que solo para las ganancias financieras a corto plazo (el tiempo es dinero). En la
práctica, las compensaciones permiten a los contaminantes posponer una transición ecológica
mientras que el correspondiente proyecto de Mecanismo de Desarrollo Limpio (CDM) probablemente
genera un efecto de rebote que impulsará el despliegue de combustibles fósiles en los países en
desarrollo.[xxix] Las reducciones tecnológicas fáciles, como quemar metano en vertederos, permiten
la continuación de las emisiones de carbono de las grandes corporaciones. Algunas industrias hicieron
más ganancias mitigando las emisiones de HFC-23 que con las mercancías que producían, mientras
generaban inmensas cantidades de compensaciones que nuevamente permiten a los contaminantes
seguir aumentando sus emisiones. Y la comparación de proyectos basados en escenarios “posibles”
permite incluso trágicamente el aumento directo de emisiones, por ejemplo, al financiar minas de
carbón que mitigan emisiones de metano. Y se pueden citar más ejemplos. El hecho de que el
calentamiento global está determinado por emisiones acumulativas en cualquier escala temporal
humana significativa revela los perversos efectos de este esquema dirigido por el valor de cambio: los
retrasos en la reducción de emisiones hoy limitan las posibilidades del futuro.[xxx] De nuevo, como se
puede entender de antemano con una simple crítica teórica marxiana, el valor de cambio se vuelve
dominante sobre el valor de uso, tal como el reparto de las emisiones de carbono está determinada no
por criterios socio-ecológicos, sino de acuerdo a los requerimientos de la valorización o por la
“asignación optimizada de recursos” –cuando el mercado global de carbono batió el récord de valor de
mercado de 176 billones de dólares el 2011, el Banco Mundial dijo que “una porción considerable de
los intercambios está motivada en primer lugar por estrategias de cobertura, ajustes de portafolio,
ingresos de ganancia y arbitraje”, jerga típica de los especuladores financieros.[xxxi] Kyoto, con su
enfoque cuantitativo, no enfrenta y obstaculiza la transición cualitativa que es necesaria para evitar un
cambio climático catastrófico, es decir, la transición solar. Incluso aunque se movilicen cantidades
sustanciales de capital dentro de los esquemas de intercambio, las emisiones globales de carbono
seguirán aumentando.
En este escenario, es cada vez más probable que la aplicación de una tecnología de fin de ciclo pueda
ser necesaria. Con el auge del Estado de Bienestar y la regulación ecológica, un gran número de tales
tecnologías fueron usadas para mitigar las emisiones industriales al agua, el aire y el suelo –filtros de
aire, plantas de tratamiento de aguas servidas, etc. El problema es que estas tecnologías solo pueden
ser aplicadas en unidades corporativas particulares si es que es viable en el contexto de la producción
dictada por el valor, o sea, solo si no compromete la rentabilidad de las corporaciones. Ocurre, sin
embargo, que la captura y almacenamiento de carbono (CCS) aún es muy cara para ser usada en
unidades de producción o sistemas de transporte. Por lo tanto, lo que se empieza a destacar es
la geoingeniería, la tecnología de fin de ciclo definitiva, la mitigación tecnológica de los efectos de las
emisiones de carbono a escala planetaria, la manipulación directa del clima mundial mismo –con el
uso de procesos tales como la emisión de aerosoles a la estratósfera para reflejar la radiación solar, o
la fertilización de los océanos con hierro para provocar el crecimiento de algas capturadoras de
carbono.[xxxii] Sus orígenes pueden rastrearse hasta la Guerra de Vietnam y los proyectos
estalinistas, y uno de sus primeros defensores fue Edward Teller, el padre de la bomba
atómica.[xxxiii] Hay grandes riesgos involucrados en este enfoque, considerando que el sistema
climático y sus subsistemas no son completamente comprendidos y están sujetos a comportamientos
no-lineales, puntos de inflexión, transiciones repentinas y caos. Además, la inercia del sistema
climático implica que el calentamiento global es irreversible en la escala temporal de un milenio, por lo
que tales técnicas de geoingeniería tendrán que ser aplicadas por una cantidad igual de tiempo, lo que
será una carga para docenas de generaciones futuras.[xxxiv] En caso de fallas tecnológicas en la
aplicación de la geoingeniería, los resultados serán catastróficos, con un repentino cambio
climático.[xxxv]

Pese a ello, considerando su costo relativamente bajo, es probable que el capitalismo asuma el riesgo
de bussiness as usual [seguir como siempre] a fin de preservar su búsqueda fetichista de ganancias,
manteniendo a la geoingeniería como una suerte de bala de plata del calentamiento global.[xxxvi] Por
supuesto que existe la aterradora posibilidad de combinar geoingeniería y estrategias comerciales,
para que los proyectos de geoingeniería puedan generar créditos de carbono en un mercado
competitivo. Esa fue la idea de Planktos Inc. en un polémico experimento de fertilización oceánica, que
alude a un futuro distópico en el que el clima mundial es manipulado según los intereses de las
ganancias corporativas.[xxxvii] Está claro que el control capitalista de la contaminación, ya sea a
través de mecanismos de mercado o regulaciones estatales, recuerda al Búho de Minerva hegeliano:
solo (re)acciona después del proceso alienado de producción y el proceso general de alienación social.
Sin embargo, si el núcleo de la destructividad es el proceso fetichista mismo que es reproducido por
los esquemas comerciales, y las tecnologías de fin de ciclo están sujetas a fallas y complejas
dinámicas que no son racionalmente accesibles a las escalas temporales de las instituciones humanas
al menos en sus formas actuales, ambos, el mercado y los mecanismos estatales podrían fracasar en
evitar un cambio climático catastrófico.

Las proyecciones futuras de economistas neoclásicos sobre el calentamiento global revelan el núcleo
alienado del Antropoceno en su esencia. En módelos integrados climático-económicos como los
desarrollados por William Nordhaus y Nicholas Stern, la tasa de interés determina finalmente lo que es
aceptable en términos de concentración catastrófica de gases de efecto invernadero y sus impactos
asociados (inundacióones costeras, pérdida de biodiversidad, alteración agrícola, brotes epidémicos,
etc.), como “análisis de costo-beneficio”, descartan los impactos futuros y capitalizan las ganancias
presentes.[xxxviii] Pero como mostró Marx, el interés es la parte de la ganancia que los capitalistas
industriales pagan a los capitalistas financieros que les prestaron el capital-dinero en primer lugar,
luego del exitoso proceso de valorización.[xxxix] El capital-portador de interés es valor que posee el
valor de uso de crear plusvalor o ganancia. Por lo tanto, “en el capital-portador de interés la relación
de capital alcanza su forma más superficial y fetichizada”, “dinero que produce dinero”, “valor auto-
valorizante”.[xl] El capital-portador de interés es la representación fetichista perfecta del capital, como
la progresión automática perfecta de la producción de plus-valor un “autómata
puro”.[xli] Correspondientemente, la determinación del futuro metabolismo social con la Naturaleza
por la tasa de interés es la máxima expresión del carácter fetichista de esta forma histórica de
metabolismo social con la Naturaleza, o sea, del núcleo fetichista del llamado Antropoceno, sin
importar la magnitud de la tasa de interés. En el capitalismo, la tasa de interés es determinante de las
inversiones y la asignación de recursos, y superar esto no es cuestión de usar moralistamente (e
irrealistamente) una menor magnitud para la tasa de interés como hace Stern, sino de superar el
modo de producción capitalista.[xlii]

Los escenarios futuros determinados en último término por la tasa de interés niegan la historia, dado
que solo en el capitalismo la tasa de interés es socialmente determinante, ya que es capital en su
forma más pura. Mientras que en el capitalismo el capital-portador de interés se vuelve totalmente
adaptado a las condiciones de producción capitalistas, y las fomenta con el desarrollo del sistema de
crédito, en las formaciones sociales pre-capitalistas, la “usura empobrece el modo de producción,
paraliza las fuerzas productivas”.[xliii] Esto es así, porque en el capitalismo el crédito es entregado
con la expectativa de que funcionará como capital, de que el capital prestado sea utilizado para
valorizar el valor, para apropiarse de trabajo impago, “libre”, mientras que en la Edad Media el
usurero explotaba pequeños productores y campesinos que trabajaban para sí mismos.[xliv] La
determinación de la futura relación social metabólica con la Naturaleza por la tasa de interés, es así
una extrapolación del modo capitalista de producción y de todas sus categorías (valor, plus-valor,
trabajo abstracto, etc.) hacia el futuro, la fetichización de la historia -de nuevo, esto está en
consonancia con el término Antropoceno, que hace referencia a un Hombre ahistórico.

Además, el tipo de análisis costo-beneficio que desarrollan Nordhaus y Stern tiende a negar no solo la
historia, sino la materia misma, porque el trade-off de la degradación de recursos naturales con el
crecimiento abstracto implica la intercambiabilidad absoluta entre distintos recursos materiales, y por
lo tanto entre riqueza abstracta (capital) y riqueza material, lo que en la práctica es una suposición
falsa. Por ejemplo, el más básico proceso sintético natural necesario para la vida en la Tierra como la
conocemos, la fotosíntesis, no es sustituible tecnológicamente; es decir; ninguna cantidad de valor de
cambio la podría reemplazar.[xlv] Por otra parte, sintetizar las complejas interacciones y flujos
materiales y energéticos que constituyen ecosistemas de distintas características y escalas, con sus
historias naturales dependientes de trayectorias específicas, no es para nada una tarea trivial -las
interacciones materiales y la especificidad son exactamente lo que es abstraído por el valor de cambio.
Lo que este tipo de análisis da por sentado es la forma-mercancía misma, con su sustancia común
(valor) que permite el intercambio entre diferentes recursos materiales en cantidades definidas,
desligados de sus contextos materiales y ecológicos. Pero esta es la misma separación o abstracción
que lleva a la destructividad. “El sueño sugerido por la forma capital es de una total carencia de
límites, una fantasía de libertad como completa liberación de la materia, de la naturaleza. Este “sueño
del capital” se está convirtiendo en la pesadilla para aquello de lo que lucha por liberarse: el planeta y
sus habitantes”[xlvi]
Por último pero no menos importante, el capital también está tratando de aumentar sus ganancias
explotando la misma ansiedad causada por la perspectiva de la catástrofe ecológica, como una
extensión de la producción de subjetividad por la industria cultural. Por ejemplo, Starbucks ofrece a
sus clientes un café que es un poco más caro, pero que señala que parte del dinero va al bosque del
Congo, a niños pobres en Guatemala, etc. De este modo, la consciencia política es despolitizada en lo
que es llamado el “efecto Starbucks”.[xlvii] También se puede ver en los avisos publicitarios. En uno
de ellos, luego de escenas representando algún tipo de catástrofe natural indefinida, intercaladas con
escenas de un carpintero construyendo una estructura de madera indefinida y una mujer en lo que
parece ser un programa de moda, el verdadero contexto es revelado: los modelos van a ir a una
suerte de Arca de Noé construida por el carpintero, para que así puedan sobrevivir a la catástrofe
ecológica. El propósito del comercial finalmente es revelado: vender desodorante -”la fragancia final”.
El eslogan -¡Feliz fin del mundo!- se aprovecha explícitamente del colapso ecológico para vender
mercancías.[xlviii] La oposición y la voluntad política mismas son seducidas para calzar en la forma
mercancía, que incluso impregna a la ciencia climática misma. Algunos científicos parecen notar esta
persuasiva presión del fetichismo económico sobre la ciencia cuando declaran: “liberar a la ciencia de
la economía, las finanzas y la astrología, apoyarse en las conclusiones aunque sean incómodas”, o “la
geoingeniería es como un heroinómano que encontró un nuevo modo de robar el dinero para el
sustento de sus hijos”.[xlix] La descarbonización siempre ha sido desafiada a ser “económicamente”
factible. Pese a ello, lo que se necesita es que una crítica más radical se sitúe en el debate público,
una postura explícitamente anticapitalista que rechace las exigencias de la acumulación de capital en
la definición de las políticas socio-ambientales -porque parece que ya es imposible reconciliar la
limitación del calentamiento global a dos grados Celsius y al mismo tiempo mantener el crecimiento
económico”.[l]

Se debe destacar que la fetichización aquí descrita y su destructividad ecológica son un desarrollo
histórico, específicos al capitalismo, y que esta es la razón por la que pueden ser superados: el
metabolismo social con la naturaleza no necesariamente es destructivo. El fetichismo de la mercancía
y el trabajo como la categoría social mediadora (trabajo abstracto) son históricamente específicos al
capitalismo, y empezaron con la acumulación primitiva.[li] El Antropoceno como la alteración
globalizada de la Naturaleza es la externalización del trabajo alienado, su lógica conclusión material.
Superarlo requiere la reapropiación de lo que se ha constituído de forma alienada, es decir, la
desmercantilización de la actividad social humana o la superación del capitalismo. La tecnología así
reconfigurada y socializada ya no estará más determinada por la rentabilidad, sino que será la
traducción técnica de nuevos valores, y tendería a convertirse en arte.[lii] En vez de estar
determinada por la unidimensional valorización del valor, la producción social será el resultado de una
multiplicidad de criterios discutidos en común, que van desde consideraciones sociales, ecológicas,
estéticas, éticas, y más -en otras palabras, la riqueza material debiera liberarse de la forma-valor.
Tecnologías como la energía solar, la microelectrónica y la agroecología, por ejemplo, podrían ser
usadas para dar forma a un mundo de abundante riqueza material y un metabolismo social consciente
con la Naturaleza -un mundo con abundante energía renovable limpia, abundante tiempo social libre
debido a las fuerzas productivas altamente automatizadas, y abundante alimento producido
ecológicamente, bajo control social.[liii]

Entonces y sólo entonces la humanidad podría tener un control consciente de los ciclos materiales
planetarios, y podría usar este control para fines humanos (incluso si decidiera dejarlos en su estado
“natural”). De hecho, esto significa tomar la promesa del Antropoceno muy en serio, es decir, que el
Hombre debería tomar el control consciente de los ciclos materiales y planetarios, extender el terreno
de la izquierda política a las mecánicas ciegas de la naturaleza, y en el capitalismo, al fetichismo de la
mercancía.[liv] Y esto no sólo porque las fuerzas productivas desarrolladas por el capitalismo lo
permitan -aunque hasta ahora lo hagamos sin un control social consciente- sino también porque
puede que sea necesario. La civilización está adaptada a las condiciones Holocénicas que prevalecieron
los últimos diez mil años, y deberíamos estar preparados para actuar a fin de preservar las
condiciones que permitan el desarrollo humano, o mitigar los cambios drásticos, porque podrían ser
desafiados no sólo por la actividad humana (fetichizada), sino que también por causas naturales, lo
que ha sucedido muchas veces en la historia natural (como en el caso de los ciclos glaciales-
interglaciales) provocados por perturbaciones en la órbita de la Tierra, o la catastrófica extinción de
los dinosaurios debido al impacto de meteoritos).[lv] La (fetichizada) “mano invisible” y el
(fetichizado) “Antropoceno” son dos caras de la misma moneda, de la misma socialización
inconsciente, y ambas deberían ser superadas con la comunalización de la actividad social, es decir, el
control real de los ciclos materiales planetarios depende el control social consciente de la producción
mundial.

Debería enfatizarse que lo que aquí se critica como “fetichismo” no es solamente la designación
imprecisa del nombre “Antropoceno”, sino más bien la forma de intercambio material mismo. Y
entonces lo que emerge aquí es una verdadera perspectiva utópica, la promesa de la realización del
Antropoceno, no como una constante antropológica o una fuerza “natural”, sino como un ser-especie
plenamente histórico que conscientemente controla y da forma a las condiciones materiales del
planeta. Si, como dijo el joven Marx, el trabajo alienado aliena al hombre de su ser-especie, la
reorganización liberadora del intercambio social-material podría destrabar el potencial de la especie
que está imbricado, aunque socialmente negado, en el “Antropoceno”.[lvi] La geoingeniería y la
tecnología avanzada en general, liberadas de la forma-valor y la razón instrumental podrían usarse no
solo para resolver el problema climático, sino que además, como escribió Adorno, para “ayudar a la
naturaleza a abrir los ojos”, ayudar a la pobre tierra a lo que tal vez le gustaría ser”.[lvii] Las fuerzas
de producción avanzadas implican que la poética visión utópica de Fourier recordada por Walter
Benjamin podría materializarse:
“el trabajo social bien ordenado debiera ser que cuatro lunas iluminaran la noche de la tierra, los
hielos se retiraran de los polos, el agua de mar dejara de ser salada, y los animales salvajes se
pusieran al servicio del ser humano. Todo esto ilustra un trabajo que, lejos de explotar la naturaleza,
está en condiciones de extraer de ella las creaciones virtuales que dormitan en su seno”.[lviii]

Incluso la eliminación de la brutalidad en la naturaleza (predación) y la abolición de los mataderos a


través de la producción de carne sintética, hoy parecen teóricamente alcanzables con la
“reprogramación genética y la tecnología de células madre. Eso va más allá de las más radicales
utopías marcuseanas.[lix] Obviamente, esto requiere una lucha social que subvierta la producción
determinada por la valorización del valor y libere, en primer lugar, el potencial humano. Por otro lado,
con el business as usual probablemente tendremos nuestro futuro material en la Tierra determinado
por la tasa de interés, la geoingeniería de emergencia y la suerte.

Traducido por Daniel Ruilova.

* Artículo publicado originalmente en inglés en la revista Mediations – Journal of the Marxist Literary
Group, Chicago, v. 28, n.2, primavera 2015, p. 65-77. El autor agradece a Cláudio R. Duarte, Raphael
F. Alvarenga, Salvatore Engel-Di Mauro, y a los revisores anónimos por las valiosas sugerencias.
** Doctorando en Sociología en la Universidad Estadual de Nueva York en Binghamton/EEUU, donde
desarrolla su tesis titulada "El auge de los autómatos voraces: Revolución Industrial y fronteras de
mercancías". Con formación en ciencia ambiental e ingeniería química, experiencia en el sector público
(protección ambiental) y en la industria. Es co-fundador y co-editor de la revista brasileña Sinal de
Menos (www.sinaldemenos.org)
[i] Paul Crutzen, “Geology of Mankind,” Nature 415 (2002) 23.
[ii] David Archer, The Global Carbon Cycle (Princeton: Princeton UP, 2010), and James
Hansen, Storms of My Grandchildren: The Truth about the Coming Climate Catastrophe and Our Last
Chance to Save Humanity (New York: Bloomsbury, 2009).
[iii] Slavoj Žižek, Viviendo en el final de los tiempos (Madrid: Akal, 2012) 342.
[iv] Max Horkheimer y Theodor Adorno, Dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos. (Madrid:
Trotta, 1998) 65.
[v] Karl Marx, Capital: A Critique of Political Economy, III, trad. David Fernbach (Londres: Penguin,
1991 [1894]) 949, y John Bellamy-Foster, Marx’s Ecology: Materialism and Nature (New York:
Monthly Review, 2000).
[vi] Johan Rockström et al., “A Safe Operating Space for Humanity,” Nature 461 (2009): 472-75, y
Will Steffen et al. (2015), “Planetary Boundaries: Guiding Human Development on a Changing
Planet,” Science 347: 6223 (13 de febrero del 2015).
[vii] Andreas Malm, “The Origins of Fossil Capital: From Water to Steam in the British Cotton
Industry,” Historical Materialism 21:1 (2013): 15-68.
[viii] Karl Marx, Capital: A Critique of Political Economy, para la primera edición alemana, trad. de
Albert Dragstedt (n. d. [1867]). http://www.marxists.org/archive/marx/works/1867-
c1/commodity.htm
[ix] Karl Marx, Capital: A Critique of Political Economy, I. trad. de Ben Fowkes. (London: Penguin,
1990 [1867]) 166, 253.
[x] Marx, Capital, I, 175, 255.
[xi] Para una discusión de la continuidad entre los conceptos marxianos de alienación y fetichismo, ver
la introducción de Lucio Colletti los escritos de juventud de Karl Marx, Marx’s Early Writings, trad.
Rodney Livingstone and Gregor Benton (London: Penguin, 1992 [1844]).
[xii] Guy Debord, La sociedad del espectáculo. Trad. de José Luis Pardo,
12. http://www.observacionesfilosoficas.net/download/sociedadDebord.pdf Ver además Moishe
Postone, Tiempo, trabajo y dominación social: Una reinterpretación de la teoría crítica de
Marx (Madrid: Marcial Pons, 2006), and Anselm Jappe, Les aventures de lamarchandise: Pour une
nouvelle critique de la valeur (Paris: Denoël, 2003): 25-86.
[xiii] Robert Kurz, Subjektlose Herrschaft: zur Aufhebung einer verkürzten Gesellschaftskritik,
EXIT! (1993). http://www.exit-
online.org/textanz1.php?tabelle=autoren&index=22&posnr=135&backtext1=text1.php
[xiv] Capital, tomo I, 166 (énfasis añadido), y Žižek, End Times 190.
[xv] Slavoj Žižek, Ideología: Un mapa de la cuestión (Buenos Aires: FCE, 2003) 15.
[xvi] Capital, I, 179, 989.
[xvii] Paul Burkett, Marx and Nature: A Red and Green Perspective (New York: St. Martin’s, 1999) 79-
98, y Robert Kurz, Schwarzbuch Kapitalismus (Frankfurt am Main: Eichborn, 2009 [1999]) 10.
[xviii] Kurz, Schwarzbuch 218, y John Holloway, Crack Capitalism (New York: Pluto, 2010) 146. Trad.
en español: Agrietar el capitalismo (Buenos Aires, Herramienta, 2011)
Capital, tomo I, 493.
[xix] Capital, I, 428.
[xx] Peter D. Schwartzman y David W. Schwartzman, A Solar Transition Is Possible (London: IPRD,
2011), y Mark Jacobson y Mark Delucchi, “A Path to Sustainable Energy by 2030,” Scientific
American (Nov. 2009): 58-65
[xxi] Andreas Malm, “China as Chimney of the World: The Fossil Capital Hypothesis,” Organization and
Environment 25:2 (2012): 146-77, y Daniel Cunha, “A todo vapor rumo à catástrofe?” Sinal de
Menos 9 (2013): 109-33.
[xxii] Barry Commoner, “cap. 8: Population and Affluence” y “cap. 9: The Technological Flaw,” The
Closing Circle: Nature, Man, and Technology (New York: Knopf, 1971).
[xxiii] Capital, III, 176.
[xxiv] Claus Peter Ortlieb, “A Contradiction between Matter and Form,” Marxism and the Critique of
Value, ed. Neil Larsen, Mathias Nilges, Josh Robinson y Nicholas Brown (Chicago: MCM', 2014 [2008])
77-121.
[xxv] John Bellamy-Foster, Brett Clark, y Richard York, The Ecological Rift: Capitalism’s War on the
Earth (New York: Monthly Review, 2010): 169-182.
[xxvi] William Stanley Jevons, The Coal Question: An Inquiry Concerning the Progress of the Nation,
and the Probable Exhaustion of Our Coal Mines (n. d.
[1865]) http://www.econlib.org/library/YPDBooks/Jevons/jvnCQ.html
[xxvii] Nota del traductor: “Métodos que se emplean para eliminar los contaminantes, ya formados, de

una corriente de aire, agua, residuos, productos o similares. Estas técnicas se denominan de 'fin de
ciclo' porque se implementan normalmente como última fase de un proceso antes de que la corriente
sea finalmente depositada o repartida”. Fuente: US EPA Terms of Environment
glossary, http://www.greenfacts.org/es/glosario/def/fin-de-ciclo.htm
[xxviii] Larry Lohmann, “The Endless Algebra of Climate Markets,” Capitalism Nature Socialism 22:4
(2011): 93-116, y Maria Gutiérrez, “Making Markets Out of Thin Air: A Case of Capital
Involution,” Antipode 43:3 (2011): 639-61.
[xxix] Kevin Anderson, “The Inconvenient Truth of Carbon Offsets,” Nature 484 (2012) 7.
[xxx] Damon Matthews, Nathan Gillet, Peter Stott, y Kirsten Zickfeld, “The Proportionality of Global
Warming to Cumulative Carbon Emissions,” Nature 459 (2009): 829-33.
[xxxi] Jeff Coelho, “Global Carbon Market Value Hits Record $176 Billion,” Reuters (30 de mayo del
2012). http://www.reuters.com/article/2012/05/30/ozatp-world-bank-carbon-
idAFJOE84T04R20120530
[xxxii] ETC Group, Geopiracy: The Case Against Geoengineering (Manila: Grupo ETC, 2010).
http://www.etcgroup.org/content/geopiracy-case-against-geoengineering
[xxxiii] Eli Kintisch, Hack the Planet: Science’s Best Hope—or Worst Nightmare—for Averting Climate
Catastrophe (Hoboken: John Wiley & Sons, 2010): 77-102.
[xxxiv] Susan Solomon, Gian-Kasper Plattner, Reto Knutti, y Pierre Friedglinstein, “Irreversible
Climate Change Due to Carbon Dioxide Emissions,” PNAS 106:6 (2009): 1704-9.
[xxxv] Victor Brovkin, Vladimir Petoukhov, Martin Claussen, Eva Bauer, David Archer, y Carlo Jaeger,
“Geoengineering Climate by Stratospheric Sulfur Injections: Earth System Vulnerability to
Technological Failure,” Climatic Change 92 (2009): 243-59.
[xxxvi] Scott Barrett, “The Incredible Economics of Geoengineering,” Environmental and Resource
Economics 39:1 (2007): 45-54.
[xxxvii] Martin Lukacs, “World’s Biggest Geoengineering Experiment ‘Violates’ UN Rules,” The
Guardian (15 de octubre del 2012). http://www.guardian.co.uk/environment/2012/oct/15/pacific-iron-
fertilisation-geoengineering
[xxxviii] William Nordhaus, A Question of Balance: Weighing the Options on Global Warming
Policies (New Haven: Yale UP, 2008), y Nicholas Stern, The Economics of Climate Change: The Stern
Review (London: HM Treasury, 2007). http://www.hm-treasury.gov.uk/sternreview_index.htm
[xxxix] Capital, III, 459-524.
[xl] Capital, III, 515.
[xli] Capital, III, 523.
[xlii] Stern, Economics.
[xliii] Capital, III 731-32.
[xliv] Capital, III 736.
[xlv] Robert Ayres, “On the Practical Limits to Substitution,” Ecological Economics 61 (2007): 115-28.
[xlvi] Postone, Tiempo, 320.
[xlvii] Slavoj Žižek, Catastrophic But Not Serious. Conferencia (2011).
http://fora.tv/2011/04/04/Slavoj_Zizek_Catastrophic_But_Not_Serious
[xlviii] Axe, "Happy End of the World!". Aviso publicitario (2012).
http://www.youtube.com/watch?v=n_hnZgEjJD4
[xlix] Kevin Anderson y Alice Bows, “A New Paradigm for Climate Change: How Climate Change
Science Is Conducted, Communicated and Translated into Policy Must Be Radically Transformed If
‘Dangerous’ Climate Change Is to Be Averted,” Nature Climate Change 2 (sept. 2012): 639-40, y
Kintisch, Hack 57.
[l] Kevin Anderson y Alice Bows, “Beyond ‘Dangerous’ Climate Change: Emission Scenarios for a New
World,” Philosophical Transactions of the Royal Society 369 (2011): 20-44.
[li] Postone, Tiempo; Holloway, Agrietar el capitalismo; Krisis Group, Manifiesto contra el
trabajo http://www.krisis.org/1999/manifiesto-contra-el-trabajo (1999).
[lii] Commoner, Closing Circle; Herbert Marcuse, One-Dimensional Man: Studies in the Ideology of
Advanced Industrial Society(Boston: Beacon, 1964); Herbert Marcuse, An Essay on
Liberation (Boston: Beacon, 1969).
[liii] Robert Kurz, Antiökonomie und Antipolitik. Zur Reformulierung der sozialen Emanzipation nach
dem Ende des “Marxismus”http://www.opentheory.org/keimformen/text.phtml (1997); Schwartzman
and Schartzman, Solar Transition; Miguel Altieri, Agroecology: The Science of Sustainable
Agriculture (Boulder: Westview, 1995).
[liv] Eric Swyngedouw, “Apocalypse now! Fear and Doomsday Pleasures,” Capitalism
Nature Socialism 24:1 (2013): 9-17.
[lv] Hansen, Storms, y Rockström et al., “Safe Operating Space.”
[lvi] Marx, Marx’s Early Writings.
[lvii] Citado en Herbert Marcuse, Contrarrevolución y revuelta (México: Joaquín Mortiz, 1972) 78.
[lviii] Walter Benjamin, “Tesis sobre el concepto de historia” en Michael Löwy, Walter Benjamin: Aviso
de incendio. (Buenos Aires: FCE, 2003) 116.
[lix] Ver David Pierce, Reprogramming Predators (2009) (http://www.hedweb.com/abolitionist-
project/reprogramming-predators.html%...), y BBC, World’s First Lab-Grown Burger Is Eaten in
London (Se comen la primera hamburguesa creada en un laboratorio en
Londres) (http://www.bbc.com/news/science-environment-23576143) 5 de agosto del 2013). El
escepticismo de Marcuse sobre la “pacificación de la naturaleza” se puede leer en Contrarrevolución y
revuelta, 79-80.

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