Escribo porque quiero escribir, no por ganar dinero, no por llamar la atención, escribo para
desbordar en un papel las palabras que me sobran y no me dejan en paz, no me dejan pensar,
escribo porque las palabras son un instrumento, que se puede usar para curar o para sanar,
escribo porque son un instrumento, que me sana, y que cura, ya sea sacándolas de mi interior,
o escuchándolos de alguien más. Las palabras, por sí mismas pueden ser grandes portadores
de esperanza, pero aún así, las palabras palidecen ante los hechos, entre ellos dos, los hechos
prevalecen.