penal no es la venganza”
16 de Abril del 2015
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De acuerdo con Javier García Prieto, juez 29 Penal de Conocimiento de Bogotá, una
vez iniciado el proceso penal, es el presunto victimario y no la víctima, quien pasa
ocupar el nivel más vulnerable.
García es partidario de que se elimine la participación del Ministerio Público en el
proceso penal y considera que quienes intervienen en él aún están en mora de
acoplarse a la filosofía del sistema penal acusatorio (SPA). También pide mayor
mesura de los medios, para que no contribuyan a que la sociedad se aferre a falsos
dilemas, en los que se desconoce al imputado como sujeto de derechos.
Javier García Prieto: Cuando voy a analizar el SPA, tengo que ver qué es lo que
cambió y, a partir de ahí, construir. Lo que muchos sectores no entendieron y, a
raíz de ello, produjeron reformas nocivas para el SPA, es que la consolidación de un
sistema penal no es de uno o dos años, sino de 10, 15 o más años. Cuando comenzó
el SPA, ningún juez tenía experiencia en este.
Á. J.: ¿En qué radicaron los principales equívocos de la Fiscalía para desempeñar
sus funciones eficazmente en el SPA?
Á. J.: ¿Es decir que el esquema actual pone en entredicho la “igualdad de armas”?
Á. J.: ¿Y cuál debe ser el papel del juez ante este escenario?
J. G. P.: Los jueces de garantías deben preservar los derechos a cada uno de los
sujetos procesales; los de conocimiento tenemos como primera obligación
garantizar derechos de las partes y de todos en general y, óigase bien, debe
respaldar o debe inclinarse por la parte más débil, que es el acusado.
Á. J.: ¿Y, a su juicio, el legislador ha ido impidiendo que el procesado tenga ese
mismo nivel de garantías?
J. G. P.: Se las ha venido recortando mucho. Por ejemplo, lo hizo en el artículo 199
del Código de Infancia y Adolescencia, cuando la Corte Constitucional dijo que los
derechos de los niños son prevalentes, no absolutos, lo que implica que otorgar
primacía a los menores víctima no da lugar a que se le nieguen derechos al acusado.
También en el artículo 26 de la Ley 1121 del 2006, que señaló que por aquellos
delitos que están vinculados con el terrorismo y el narcotráfico, no había
beneficios. Además, la Ley 1142 del 2007, que amplió términos para escritos de
acusación y morigeró, entre otros temas, medidas de aseguramiento, de tal forma
que se convirtió en regla la detención preventiva y no en la excepción. Otro tanto
hizo la Ley 1453 del 2011.
Á. J.: ¿Por qué, una vez iniciado el proceso penal, el presunto victimario pasa a ser
la parte más vulnerable?
J. G. P.: Aquí hay un falso dilema. Se dice que la pena es intimidante, y que es el
mensaje de prevención general. Si digo que el homicidio tiene 50 años, el supuesto
teórico, que es falso, es que la gente se va a abstener de cometer ese delito. Es falso:
el mayor índice de homicidios ocurrió en vigencia de la Ley 40 de 1993, que
aumentó la pena de 40 a 60 años, porque se vivía una guerra entre los carteles de la
droga. Otro ejemplo: mientras la violencia contra servidor público tuvo una pena
de 16 meses, no llegó ni un caso a la judicatura; una vez entra en vigencia la Ley
1453 del 2011, que la aumenta entre cuatro y ocho años, empezamos a llenarnos de
casos con ese punible.
J. G. P.: Sí, llegó un punto de perversidad que hizo llegar a la conclusión de que era
necesario modificar. Eso sí, no se debería perder la autonomía de la Rama, que
debe estar regida por sí misma.
Á. J.: ¿Qué necesita el SPA para que alcance sus objetivos en la realidad?
J. G. P.: El SPA, que es bueno, ha sido pervertido por una cantidad de normas
legales, pero también ha sido pervertido por la política, porque el Estado ha sido
totalmente irresponsable. Este es un sistema que requiere inversión, pero si se
recuerda, en la Ley 600 del 2000 había 70 jueces de circuito, y hoy somos 50, en
Bogotá. La demanda aumenta, pero la oferta no.
Á. J.: Finalmente, ¿qué se debe entender como justicia en el Derecho Penal, para
que esta no se reduzca a la imposición de medidas privativas de la libertad?
Cargos desempeñados: trabajó como fiscal seccional de Bogotá y juez con funciones
de control de garantías, de descongestión y de conocimiento. Ha ejercido la
docencia en las universidades Autónoma y Antonio Nariño.