La etiqueta que mejor nos define frente a otras especies es la de “Homoloquens” (“que
habla”), e indica que la posesión del lenguaje es la capacidad que nos hace humanos. Esta
constituye un requisito previo para muchas de las demás capacidades, al menos en el grado
de desarrollo en que se presentan en la especie humana moderna.
La lista original de las propiedades del lenguaje humano se debe al lingüista estadounidense
Charles F. Hockett, y se pueden agrupar de la siguiente forma:
El zoólogo austríaco Kart von Frisch descubrió que la abeja exploradora informa a sus
congéneres sobre la localización de una fuente de alimento por medio de patrones rítmicos
sistemáticos. Cuando una abeja ha encontrado una fuente de alimento y regresa a su colmena,
ejecuta sistemáticamente una danza que se adscribe a una de estas dos clases: danza en círculo
y danza de la cola. La parte más importante es precisamente ese tramo recto central, en el
que la abeja realiza además movimientos vibratorios. La orientación de dicho tramo y la
amplitud de los movimientos indican la dirección de la fuente de alimento.
6. Lenguaje y comunicación
Determinar con exactitud el número de lenguas en el mundo, no es una tarea fácil, por varios
motivos, pero el mayor problema es determinar qué es lengua y qué es dialecto.
Esta clasificación se basa en las relaciones de parentesco que existen entre las que poseen un
origen común. Así, entre las lenguas romances, estas coincidencias son las que permiten a
las personas que hablan español, reconocer como familiares el italiano o el portugués. El
sistema ha permitido clasificar, hasta el momento, el 90% de las lenguas conocidas en el
mundo en 33 filos.
Se basa en la relación que existe entre las lenguas teniendo en cuenta su estructura interna.
La primera propuesta tipológica la hizo Wilihelm von Humboldt.
Lenguas aislantes. Tienen palabras invariables sin flexión, cada palabra tiene una función
autónoma y las relaciones gramaticales y sintácticas se manifiestan mediante un orden muy
estricto de las palabras en la oración. Prácticamente carecen de morfología.
Lenguas aglutinantes. Poseen una morfología muy rica, con numerosos afijos. La raíz
expresa el significado básico y a ella se le añaden una serie de afijos regulares que actúan de
modificadores.
Lenguas flexivas. Tienen una morfología muy rica, con raíces y desinencias claramente
diferenciadas, que son las que varían para manifestar las modificaciones de la palabra.
También poseen prefijos y sufijos.
Puede abarcar un continente, un país, territorios que sobrepasan los límites de los países o
pequeñas regiones. Cuando las lenguas comparten un espacio geográfico, es normal que se
produzcan transferencias lingüísticas entre ellas, y esto ocurre incluso entre lenguas que no
están emparentadas lingüísticamente.
Sólo es posible establecer qué factores lingüísticos son más determinantes en la variación a
partir de las investigaciones que se llevan a cabo en los distintos niveles. La variación
fonético-fonológica, la morfológica y la sintáctica son las que se ven más condicionadas por
factores lingüísticos.
Variedad diafásica. Son modalidades de habla que dependen de la elección del hablante,
según la situación comunicativa o el contexto. Estas variedades se denominan estilos o
registros.
Escandell Vidal, Ma. Victoria (coord.), Invitación a la lingüística, 1.ª reimp., Madrid, Ramón
Areces, 2015. pp. 1-52.