Como no fue obra de un solo hombre, no hubo en contraste con otros muchos
sistemas un esquema conceptual rígido que dirigiera su crecimiento. Los principios
más importantes proceden de Mesmer y Puységur. A ellos siguieron un gran número de
legos y médicos, que trabajaban individualmente o en grupos o escuelas no
sistematizados e incluso rivales, sobre todo en Francia y Alemania, y posteriormente
también en Inglaterra y Norteamérica. La evolución no fue continua: durante todo el
siglo XIX hubo una serie de altibajos y de fases estacionarias.
Características principales
Entre los numerosos orígenes de la primera psiquiatría dinámica, hay que destacar
tres en especial.
Una tercera fuente fue el conocimiento del propio hipnotismo, el cual, en el curso
de la historia humana, había sido descubierto, olvidado y vuelto a descubrir.(4) Sin
remontarnos a los antiguos egipcios o incluso a los estudiosos renacentistas de la magia
natural, vemos que Gassner curaba a muchos de sus pacientes mediante el hipnotismo
(como queda claro al leer los relatos del abbé Bourgeois). El propio Mesmer, cuando
magnetizaba, lo que hacía era colocar a algunos de sus pacientes en sueño hipnótico. El
informe de los comisionados mencionaba que "... todos ellos estaban sometidos de
forma impresionante al hombre que los magnetizaba; a pesar de la somnolencia, se
despertaban con su voz, su mirada o cualquier señal suya". Sin embargo, ni Gassner ni
Mesmer habían comprendido con claridad las implicaciones de lo que hacían, y fue
Puységur quien, en 1784, descubrió que la crisis perfecta que había hecho surgir en sus
pacientes no era sino un sonambulismo inducido artificialmente.
Los principales argumentos a favor de tal concepción fueron resumidos más tarde
por Janet.(7) Primero, los individuos propensos al sonambulismo espontáneo son
también magnetizados e hipnotizados con facilidad. Segundo, es fácil entablar relación
con un individuo que está en sonambulismo espontáneo, así como hacerle pasar de este
estado al de sueño hipnótico típico. Tercero, una persona que ha padecido un ataque de
sonambulismo espontáneo del cual no recuerda nada en su estado vigil, lo recordara
todo bajo hipnosis, y a la inversa.
Por otra parte, sin embargo existe una diferencia esencial entre el sonambulismo
natural y el artificial, y es que este ultimo está dirigido y bajo el control estricto del
hombre, el magnetizador, que es el que lo induce, moldea sus manifestaciones y lo hace
terminar a voluntad.
En cuanto a los medios de inducir el sueño mesmérico (al que de aquí en adelante
designaremos por su último nombre de hipnosis), los primeros magnetizadores
utilizaban la técnica de Mesmer de los pases, que pronto fue abandonada a favor de
otras dos. La primera fue la fascinación (método ya conocido por los antiguos egipcios,
por Cornelius Agrippa, y por muchos otros). Se hacía al paciente mirar a un punto fijo o
en movimiento luminosos o no, posiblemente a los ojos del hipnotizador. Este fue el
método popularizado más tarde por Braid, y también el utilizado por la Escuela de la
Salpêtrière. El abbé Faria combinaba esta técnica con la verbal; sentaba a su sujeto en
una silla cómoda y le daba la orden imperativa: "¡Duerme!". Otros hipnotizadores
impartían la orden en una voz más suave y baja. La técnica de Faria fue adoptada más
tarde por Liébeault y la Escuela de Nancy. Para terminar con el estado hipnótico, los
primeros mesmeristas utilizaban métodos tales como el de soplar a los ojos de los
sujetos.
Los primeros magnetizadores no captaron, sin embargo, hasta qué punto el estado
hipnótico es moldeado por el hipnotizador y tiene que ser aprendido por el sujeto. Janet
a explicado por completo este último punto.(12) Si vuestro sujeto no ha oído hablar
nunca de hipnotismo, decía Janet, es poco probable que podáis inducir en él el estado
hipnótico usual; si ha padecido alguna vez sonambulismo espontáneo o crisis
convulsivas, probablemente caerá en su situación anterior de sonambulismo o crisis
convulsivas, o quizás en un estado vago de nerviosismo, a menos que el hipnotizador le
explique lo que espera de él y le prepare por tanto para interpretar su papel. Esta es
también la razón de que el estado hipnótico difiera según el hipnotizador particular, la
escuela a la que pertenece, y los períodos sucesivos en la historia de la primera
psiquiatría dinámica. Así es como los primeros mesmeristas habían modelado
inconscientemente un tipo específico de estado hipnótico, que creían era el normal del
sueño magnético. Según lo desarrollaron, comprendía numerosas manifestaciones, unas
bastantes corrientes y no muy separadas de los estados psicológicos normales, y otras
raras y extraordinarias.
Una de las características del sueño magnético que antes llamo la atención de los
primeros mesmeritas era la gran agudeza de percepción desplegada por los sujetos. Los
individuos hipnotizados eran capaces de percibir estímulos que normalmente están por
debajo del umbral de percepción. Puységur se sorprendió al oír a Víctor cantar en voz
alta melodías que él tarareaba para sí mismo. Aparentemente, Víctor reconocía los
sonidos por los movimientos involuntarios de los labios del marqués, ya que la mayoría
de la gente mueve los labios en tales casos. Esta hipersensibilidad se extiende a todos
los campos de la percepción y puede explicar numerosos ejemplos de pretendida
clarividencia bajo hipnosis. No menos destacables es la gran capacidad de la memoria;
la persona hipnotizada puede recordar incidentes antiguos y aparentemente olvidos de
su infancia y describir acontecimientos durante el sonambulismo artificial o espontáneo
o durante la intoxicación. Esta hipermnesia se extiende a cosas de las que aparentemente
no tenía conocimiento.
Entre las numerosas manifestaciones del sueño mesmérico, una que impresionó
de forma particular a Puységur y sus seguidores fue la inesperada lucidez desplegada
por el sujeto. Esta extraordinaria agudeza de percepción llevó a los primeros
hipnotizadores a ahondar más y más en el campo de lo maravilloso. Como vimos en el
capítulo anterior, hallaron que el paciente podía no solo diagnosticar sus propias
enfermedades, predecir su curso y prescribir el remedio, sino también hacer lo mismo
para personas con las que había sido puesto en relación. Más aún, se afirmaba que
algunos de los sujetos hipnotizados, los denominados sonámbulos extralúcidos, podían
leer con los ojos cubiertos, adivinar los pensamientos de otros, encontrar objetos
perdidos, e incluso predecir el futuro. En la actualidad sabemos que todos ellos eran
resultados de la sugestión mutua que se desarrollaba entre el magnetizador y el
magnetizado. Pero, al contrario de lo que suponían los primeros magnetizadores, se hizo
evidente que una persona hipnotizada es perfectamente capaz de mentir, no sólo
mediante sugestión, sino por su propia volición.
Uno de los temas más sujetos a controversia dentro del hipnotismo fue el de la
regresión de edad, reconocido precozmente por algunos hipnotizadores y sujeto a
estudio entre 1880 y 1890. Se dice al sujeto hipnotizado que está retrocediendo en el
tiempo, por ejemplo hasta su adolescencia o infancia, hasta un momento dado de su
pasado. Su conducta, movimiento y voz cambian de forma concordante. Parece haber
olvidado todo lo que le ocurrió desde el momento que está representando, y da un relato
detallado de acontecimiento de ese período de su vida ¿Se trata de una "regresión
verdadera", es decir, de una reminiscencia de lo que el sujeto experimentó realmente a
tal edad, o únicamente de una excelente imitación de lo que cree que experimentó? Fue
un problema muy discutido. El coronel De Rochas, hipnotizador famosos en su tiempo,
llevó estos experimentos a sus limites extremos, incluso ad absurdum.(17) De este
modo obtuvo de sus sujetos una regresión de edad que llegaba hasta la representación
de la primera infancia, el nacimiento o el período fetal. Sobrevenía un oscurecimiento,
seguido de la descripción de la vida anterior de la persona, que retrocedía desde la edad
adulta hasta la infancia, el nacimiento y el período fetal, y luego, tras un nuevo
oscurecimiento, la representación de la segunda vida anterior. De este modo, los sujetos
de De Rochas reencarnaban varias vidas anteriores, alternando siempre la de un hombre
con la de una mujer. Las descripciones de estas vidas previas eran muchas veces
plausibles, aunque con algunos anacronismos. Algunos creyeron que el coronel De
Rochas había hallado una confirmación experimental de la doctrina de la reencarnación.
Pero las dudas surgieron cuando indujo a personas jóvenes a representar los diversos
estadios posteriores de su vida. El escepticismo aumentó cuando pretendía haber
suscitado una exteriorización de la sensibilidad: extraía la sensibilidad del sujeto
hipnotizado y la transfería a cualquier objeto externo. Así, cuando pinchaba al sujeto,
éste no sentía nada; pero cuando pinchaba dicho objeto material, aquel sentía como si le
estuvieran pinchando a él. Durante todo el siglo XIX, la literatura sobre magnetismo e
hipnotismo estuvo plagada de historias fantásticas semejantes y ésta fue sin duda una de
las razones principales de la oposición de los círculos científicos a la primera psiquiatría
dinámica.
El gran defecto del estudio del hipnotismo fue el de que, desde el comienzo, los
hipnotizadores no llegaron a comprender todas las implicaciones de la relación que
establecían con el paciente. Eran conscientes de que, mediante la repetición de las
sesiones hipnóticas, hacían surgir una vida nueva y escondida en la mente del sujeto;
pero no supieron reconocer hasta que punto esa vida secreta ejercía una atracción
específica sobre el propio hipnotizador. Involuntariamente, el hipnotizador sugería al
paciente más de lo que creía, y este último le devolvía mucho de lo que esperaba
secretamente. De este modo se puede desarrollar un proceso de sugestión mutua; la
historia de la psiquiatría dinámica abunda en mitos y fábulas fantásticas que se
desarrollaron gracias a la colaboración inconsciente de hipnotizador e hipnotizado. Así
podemos entender porque todo el siglo XIX se sintió a la vez atraído y repelido por el
fenómeno del hipnotismo. A primera vista, parecía abrir un acceso a un campo nuevo y
misterioso del alma aumento de la sensibilidad, aguzamiento de la memoria, nuevo
dominio de los procesos fisiológicos, revelación de habilidades insospechadas en el
sujeto , todo lo cual parecía prometer descubrimientos maravillosos. Pero, una vez
comenzada la exploración, el explorador perdía muchas veces la orientación y se
convertía en el juguete de una ilusoria y engañosa Fata Morgana.
[......]
Durante todo este tiempo, nunca se abandonó por completo la teoría de que la
histeria derivaba de deseos sexuales frustrados: no sólo permanecías viva en la mente
del pueblo, sino que era sostenida por ginecólogos y numerosos neurólogos. Como ya se
ha afirmado, el concepto de la histeria que tenía Charcot se inspiraba en el de Briquet, el
cual rechazaba la teoría sexual de la misma. Charcot convenía con él en la
inadmisibilidad de la histeria como una neurosis sexual per se. A pesar de ello,
reconoció que el elemento sexual desempeñaba un papel muy importante en la vida de
sus pacientes histéricas, como se puede deducir de la lectura del libro sobre la grande
hystérie de su discípulo Paul Richer.(29) Las alucinaciones y acciones del paciente
durante las crisis histéricas, decía Richer, podrían ser representación de un trauma
psíquico experimentado antes por el paciente (como por ejemplo, la huida ante un perro
rabioso), pero en la mayoría de los casos se referían a acontecimientos sexuales (bien
dramáticos, como un intento de violación, o escenas francamente eróticas, o escenas
amorosas de una naturaleza más reservada). El mismo paciente podía en otros
momentos tener alucinaciones de tipo imaginario. El ataque histérico podría expresar
también sus deseos secretos, como ocurrió con una de las pacientes de Richer que se
había enamorada de un hombre al que había visto una sola vez y que expresaba en su
delirio histérico sus sentimientos por él, que ocultaba en estado normal.
Fue Charcot quien hizo la primera síntesis entre las dos tradiciones, la de los
hipnotizadores y la de la psiquiatría oficial. Adoptó la teoría de Briquet de que la
histeria es una neurosis del cerebro que se da en individuos predispuesto
constitucionalmente (en ocasiones también en hombres), así como su origen
psicogenético. Asimiló además la hipnosis y la histeria y (sin darse cuenta) tomó de los
antiguos magnetizadores la relación entre el sonambulismo, el letargo y la catalepsia.
Relacionó también numerosos casos de automatismo ambulatorio y de personalidades
múltiples con la histeria.
Desde el comienzo, hubo ideas opuestas sobre si esa otra mente, o escondida,
tenía que ser considerada "cerrada" o "abierta". Según la primera concepción, está
"cerrada", en el sentido de que solamente contiene cosas que, en un momento u otro,
pasan a la mente consciente, en especial recuerdos olvidados o reminiscencias de
impresiones que la mente consciente solo había percibido de forma fugaz, así como
recuerdos de ensueños y fantasías. Algunos autores pretendían que este material
olvidado podía seguir un desarrollo autónomo, independiente de la mente consciente. La
teoría del dipsiquismo fue desarrollada particularmente por Dessoir, autor del libro,
famoso en su tiempo, El doble yo (1890), en el que exponía la idea de que la mente
humana consta normalmente de dos estratos distintos, cada uno de ellos con sus propias
características.(33) Cada uno de estos dos yoes consta a su vez de cadenas complejas de
asociaciones. Dessoir las denominó Oberbewusstsein y Unterbewusstsein, "conciencia
superior" y "conciencia inferior"; de esta última tenemos un atisbo durante los sueños, e
impresiones más claras durante el sonambulismo espontáneo. La hipnosis inducida no
es sino una forma de hacer surgir el yo secundario, que de este modo pasa de forma
temporal a un primer plano. En cuanto a la doble personalidad, Dessoir creía que la
personalidad segunda había adquirido tal fuerza que luchaba por la predominancia con
la principal. Todo el mundo, añadía, lleva dentro de si las semillas de una personalidad
doble. Los autores siguientes completaron esta teoría con materiales tan ricos como la
inspiración, el misticismo y las manifestaciones de los mediums.(34)
Esta palabra parece haber sido acuñada por el magnetizador Durand (de Gros).
Pretendía que el organismo humano está constituido por segmentos anatómicos, cada
uno de ellos con su propio yo psíquico, y todos sujetos a un yo general, el yo jefe, que
es nuestra conciencia normal. En esta legión, cada sub-yo tiene una conciencia de si
mismo, puede percibir y conservar recuerdos y elaborar operaciones psíquicas
complejas. La suma total de estos sub-yos constituye nuestra vida inconsciente. Durand
(de Gros) llegó a decir que, en la cirugía bajo anestesia, varios de estos sub-yos sufren
de forma atroz, aunque el yo consiente permanece totalmente ignorante de tales
sufrimientos. En la hipnosis, el yo principal es retirado a un lado y el hipnotizador tiene
acceso directo a una serie de sub-yos.(36) Colsenet recogió y dio una elaboración
filosófica a la teoría del polipsiquismo, que relacionó con el concepto de Leibniz de la
jerarquía de mónadas.(37)
Ideodinamismo.
En una clase sobre parálisis histéricas dada en mayo de 1885, Charcot mencionó
que era un hecho bien conocido que, por medio de la sugestión,
Habría que recorrer toda la patología mental y parte de la patología física para
mostrar las alteraciones producidas por una idea separada de la conciencia personal... La
idea, al igual que un virus, se desarrolla en un extremo de la personalidad inaccesible
para el sujeto, trabaja de forma subconsciente, y hace surgir todos los trastornos de la
histeria y de la enfermedad mental.(43)
En las postrimerías del siglo XIX, magnetizadores y médicos tomaron cada vez
más conciencia de la existencia de una tendencia entre los individuos histéricos e
hipnotizados a simular, de forma más o menos consciente, toda clase de síntomas, y a
producir situaciones en las que trataban de involucrarles a ellos. Se advirtió también que
la "mitomanía", acuñada posteriormente por Dupré, era aplicable a un gran número de
histéricos. En realidad, la mitomanía debería entenderse como un aspecto particular de
un concepto más amplio, el de la función mitopoética del inconsciente. Con la
excepción de algunos estudios brillantes como el de Flournoy sobre su médium Helene
Smith, dicha función no ha recibido la atención que merece, y es lamentable que los
nuevos sistemas de psiquiatría dinámica no hayan llenado todavía esta laguna.
Procedimientos Psicoterapéuticos
El siglo XIX fue una gran era para la psicoterapia. En 1803 Reil, en su libro
Rhapsodien, presentó un programa completo de métodos psicoterapéuticos para la
curación de enfermedades mentales. En países como Francia, Inglaterra y los Estados
Unidos se aplicaron diversos métodos de terapia moral con grado variable de éxito.
Tanto los magnetizadores como los hipnotizadores dedicaban esfuerzos considerables a
la curación de enfermedades nerviosas y de alteraciones físicas.
Bjerre supuso que "la hipnosis es un retroceso temporal hacia el estado primario
de reposo propio de la vida fetal". Utilizada de esta forma, la hipnosis actuó
aparentemente como un poderoso sedante.
En realidad, el fenómeno no era tan nuevo como parecía; ya era conocido en los
métodos del exorcismo. Aldous Huxley señala que "la relación entre el endemoniado y
el exorcista probablemente sea incluso más intima que la existente entre el psiquiatra y
el neurótico".(46) Desde luego, era bien conocido el tipo específico de relación
existente entre el confesor y el penitente, y Noizet probablemente se refirió a él cuando
comparó al magnetizador con el directeur (es decir, directeur de conscience o "director
espiritual").(47)
La noción de relación, que había sido tan fuerte y clara a comienzos del siglo
XIX, se desdibujó posteriormente algo, debido en parte a la insistencia de Braid sobre la
hipnosis autoinducida y sobre el papel del paciente. Ni Charcot ni Bernheim prestaron
mucha atención a ello. Pero a partir de 1885 hubo un resurgir del interés tras los
primeros experimentos de Janet con "Leónie". En busca de una explicación plausible
para este hecho de sugestión mental, Ruault analizó cuidadosamente la estructura de la
relación existente entre el hipnotizador y su sujeto.(56) Halló que este último tenía los
pensamientos constantemente fijos en la persona del hipnotizador, tanto durante las
sesiones como en los intervalos entre ellas. Durante las sesiones era hipersensible al
hipnotizador hasta el punto de que podía percibir los signos más tenues de este último.
Por efecto de la costumbre y del entrenamiento se desarrollaba entre ellos un proceso de
mutua comprensión mediante signos, del cual no era consciente ninguno de los dos. El
sujeto se hacía sensible a los matices más delicados de los pensamientos del
hipnotizador sin saber como, y sin que éste mismo fuera consiente de ello. Más aún,
había sido entrenado por el magnetizador y creía en él y en sus poderes sobrenaturales.
Ruault añadió que muchos magnetizadores inculcaban en la mente de sus pacientes que
nadie sino ellos era capaz de magnetizarlos. Algunos incluso repetían esta sugestión al
término de cada sesión o daban a sus pacientes un talismán que debían conservar
siempre sobre su cuerpo. Así es como la influencia del magnetizador se hizo lo
suficientemente poderosa como para poder actuar sobre sus sujetos a distancia, y en
ocasiones incluso involuntariamente. Se confirmaba así la creencia del magnetizador en
sus propios poderes, su autoconfianza, con el consiguiente aumento de su poder sobre
sus diversos sujetos.
Janet amplió su trabajo y lo publicó de nuevo una año más tarde, en 1897.(60)
Basándose en experiencias con 30 pacientes, confirmó que las sugestiones
poshipnóticas se debían llevar a cabo mientras durase la influencia sonámbula. Más aún,
analizó el sentimiento del sujeto hacia el hipnotizador durante el período de pasión
sonámbula y encontró que era una mezcla, diferente de un paciente a otro, de pasión
erótica, de amor filial o maternal, y otros sentimientos en los que siempre había un
cierto tipo de amor. Sin embargo, el factor fundamental era la besoin de direction del
paciente, la necesidad de ser dirigido. Las implicaciones terapéuticas eran dobles;
primero, el terapeuta tenía que tomar por completo el mando de la mente del paciente.
Una vez conseguido éste, tenía que enseñar al paciente a manejarse sin él, espaciando de
forma gradual los intervalos entre las sesiones. El paciente debía ser consciente además
de sus propios sentimientos.
El psicoterapeuta
Otro problema que surgió en este periodo fue el de la pretensión de los colegios
médicos de que solo fueron autorizados para la practica del magnetismo los doctores en
medicina. Los magnetizadores profanos se opusieron violentamente a esta petición. En
1831 la Academie de Medicine de París resolvió que podían ser autorizados para la
práctica del magnetismo, pero bajo control médico; tendrían que remitir sus diarios a
intervalos regulares para que fueran inspeccionados por médicos. Esta regla se cumplió
en muy raras ocasiones.
A principios del siglo XX, la literatura comenzó a dar descripciones más sutiles
de las numerosas facetas de la personalidad humana, de su interrelación y de la
estructura polipsíquica de la mente, como se ve en los trabajos de Pirandello, Joyce,
Italo Svevo, Lenormand, Virginia Woolf y, sobre todo, en los de Marcel Proust. El
lance clásico de la personalidad múltiple estaba ahora casi anticuado; sólo se menciona
una vez en la obra de Marcel Proust, durante una charla ociosa en el salón de madame
Verdurin, cuando alguien menciona el caso de un hombre honrado que, en su
personalidad secundaria, se transforma en un canalla.(119) Es de destacar que esta
verdadera historia había sido publicada por el padre del autor, Adrien Proust, como caso
psicopatológico significativo.(120) Lo que Marcel analizó de forma infatigable fueron
las numerosas manifestaciones del polipsiquismo, las múltiples facetas de nuestra
personalidad. Consideraba el yo humano compuesto de numerosos yoes pequeños,
distintos aunque situados uno al lado del otro, y relacionados más o menos íntimamente.
Nuestra personalidad cambia así de un momento a otro, dependiendo de las
circunstancias, del lugar, de la gente con la que estamos. Los acontecimientos afectan a
unas partes de nuestra personalidad y dejan libres a otras. En una descripción muy
conocida, el narrador cuenta cómo, al ser informado de la muerte de una mujer,
Albertine, la noticia es comprendida sucesivamente por diversas partes de la
personalidad. La suma de nuestros yoes pasados es generalmente un campo cerrado,
aunque algunos de ellos pueden reaparecer súbitamente, provocando una reminiscencia
del pasado. Es entonces uno de nuestros yoes pasados el que está en primer plano,
viviendo para nosotros. Entre nuestros numerosos yoes hay algunos elementos
hereditarios. Otros (nuestro yo social, por ejemplo) son una creación de los
pensamientos y de la influencia de los demás sobre nosotros. Así se explica la continua
fluidez de la mente, debida a estas metamorfosis de la personalidad. La obra de Marcel
Proust es de particular interés porque sus sutiles análisis no estaban influidos por Freud
y los otros representantes de la nueva psiquiatría dinámica. Sus fuentes académicas no
fueron otras que Ribot y Bergson. Sería posible extraer de su obra un tratado sobre la
mente, que daría una descripción plausible de lo que habría llegado a ser la primera
psiquiatría dinámica si hubiera seguido su curso natural.
convirtió en dos
Croq añadió que lo mismo sucedía en la histeria, y advirtió: "Si quieres ser
engañado, experimenta con pacientes histéricos".
Pero es más fácil, desde luego, rechazar en bloc una enseñanza que ha
incorporado errores que llevar a cabo el dificil trabajo de seleccionar el grano de la paja,
y, como tuvo que concluir Janet, "el hipnotismo ha muerto... hasta el día en que
resucite".
Conclusión
Notas
2. Montaigne, Essais, 1581, París, Pléiade, 1940, págs. 110-120. Traducción inglesa,
The Essays, Great Books of the Western World, vol. 25, Chicago, Encyclopedia
Britannica. 1952, págs. 36-42.
3. Lodovico Antonio Muratori, Della Forza della Fantasia Umana, Venecia, Presso
Giambatista Pasquali, 1745.
4. Otto Stoll, Suggestion und Hypnotismus in der Völkerpsychologie, 2a. ed., Liepzig,
Von Weit und Co., 1904.
6. Según Janet, esta teoría fue sostenida por Bertrand, Deleuze, Braid, Noizet, Liébeault,
Charcot y la Escuela de la Salpêtrière. En realidad, Puységur escribió ya en 1809 sobre
el "sonambulisme magnétique", Suite des mémoires pour servir a l’histoire et a
l’établissement du magnétime animal, 2a. ed., París, Cellot, 1809, pág. 221.
7. Pierre Janet, Les Médications psychologiques, I, París, Alcan, 1919, págs. 267-271.
8. Mouillesaux, citado por Rudalf Tischner, en "Franz Anton Mesmer, Leben, Werk und
Wirkungen", Münchner Beiträge zur Geschichte und Literatur des Naturwissenschaften
und Medizin, I, núms. 9/10 (1928), 541-714.
12. Pierre Janet, Les Médications psychologiques, I, París, Alcan, 1919, págs. 281-283.
17. Albert de Rochas, Les Vies successives, Documents pour l’étude de cette question,
París, Chacornac, 1911.
19. Alphonse Teste, Manuel pratique du magnétisme animal, 3a. ed., París, Bailliére,
1846, págs. 486-493.
21. Barón Du Potet, La Magie dévoilée, ou principes de science occulte, 3a. ed., París,
Vgot, 1893, págs. 1-58.
28. Anón, Mesmerism: Its Hitory, Phenomena, and Practice: with Reports of Cases
Developed in Scotland, Edimburgo, Fraser and Co., 1843, págs. 101-106.
29. Paul Richer, Études cliniques sur l´hystéro-épilepsie ou grande hystérie (...), París,
Delahaye y Lecrosnier, 1881.
32. Este detalle ha sido bien comprendido y comentado por Jules de Gaultier, Le Génie
de Flaubert, París, Mercure de France, 1913, págs. 101-110.
33. Max Dessoir, Das Doppel-Ich, Leipzig, Günter, 1890. (Las siguientes ediciones
ampliadas se vieron enriquecidas con hechos tomados de Binet, Janet, Myers, Gurney y
otros)
34. Richard Hennig, "Beiträge zur Psychologie des Dopple-Ich", Zeitschrift für
Psychologie, XLIX (1908), 1-55.
36. J. P. Durand (de Gros), Polyzoïsme ou pluralité animale chez l’homme, París,
Imprimerie Hennuyer, 1868. J. P. Philips (seudónimo de Durand), Electrodynamisme
vital, París, J. B. Bailliere, 1855; J. P. Durand (de Gros), Ontologie et psychologie
psysiologiques, París, J. B. Bailliere, 1871.
37. Edmond Colsenet, Études sur la vie inconsciente de l’esprit, París, Bailliere, 1880.
38. J. C. Reil, Rhapsodien über die Anwendung der psychischen Curmethode auf
Geisteszerrüttungen, Halle, Curt, 1803, pág. 93.
39. G. N. M. Tyrrell, Personality of Man, Baltimore, Penguim Books, Inc., 1947, págs.
158-160, 198.
42. J. M. Charcot, Leçons sur les maladies du systeme nerveux, en Oeuvres Completes,
III, págs. 335-337.
44 Poul Bjerre, The History and Practice of Psychoanalysis, trad. ingl., edición revisada,
Boston, Badger, 1920, págs. 198-217.
46. Aldous Huxley, The Devils of Loudun, Nueva York, Harper and Row, 1952. Pág.
183.
47 Noizet, Mémoire sur le somnambulime et le magnétisme animal, dirigida en 1820 a
la Academia Real de Berlin, París, Plon, 1854, pág. 96.
54. Gotthilf Heinrich von Schubert, Ansichten von der Nachtseite der
Naturwissenschaft, Leipzig, Weigel, 1808.
55. Mesmerism, Its History, Phenomena, and Practice: with Reports of Cases
Developed in Scotland, Edimburgo, Fraser and Co, 1843, págs. 101-106.
57. Pierret Janet, L’Automatisme psychologique, París, Alcan, 1889, págs. 283-290.
58. Albert Moll, "Der Rapport in der Hypnose", Schriften der Gesellschaft für
psychologische Forschung, Leipzig, Abel, III, IV (1892), 273-514.
61. Paul Sollier, L’Hystérie et son traitement, París, Alcan, 1901, pág. 161.
63. Barón Du Potet, La Megie dévoilée, ou principes de science occulte, 3a. ed, París,
Vigot, 1893, págs. 1-58.
64. R., Conde de Maricourt, Souvenirs d’un magnétiseur, París, Plon, 1884.
65. Charles Lafontaine, Mémoires d’un magnétiseur, 2 vols., París, Germer-B, Bailliere,
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67. Lichtenbergs Magazin für das Neueste aus der Physik und Naturgeschichte, IV,
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68. Henri Brunschwig, La Crise de l’état prussien a la fin du 18e siecle et la genése de
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69. Xavier Leon, Fichte et son temps. II. Fichte à Berlin, 1789-1813; 2a. parte, París,
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71. Arthur Schopenhauer, Versuch über das Geistersehn und was damit
zusammenhängt, en Parerga und Paralipomena I. Sämmtliche Werke, IV, Leipzig,
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72. K. J. H. Windischmann, Versuch über den Gang der Bildung in der heilenden
Kunst, Francfort, Andreä, 1809; Ueber Etwas, das der Heilkunst Noth thut, Leipzig,
Cnobloch, 1824.
73. Joseph Ennemoser, Der Magnetismus nach der allseitigen Beziehung seines
Wesens, seiner Erscheinungen, Anwendung und Enträthselung, Leipzig, Brockhaus,
1819; Der Magnetismus im Verhältnis zur Natur und Religion, Stuttgart y Tubinga,
Cotta, 1842.
74. Johann Nepomuk von Ringseis, System der Medizing, Ratisbona, Manz, 1841.
75. Paul Sucher, Les Sources du merveilleuz chez E. T. A. Hoffmann, París, Libraire
Felix Alcan, 1912.
76. E. T.A. Hofmann, Das Sanktus, en Sämtliche Werke, ed, Rudolf Frank, Munich y
Leipzig, Rösl, IX (1924), 143-163.
77. Comte de Las Cases, Le Memorial de Ste-Helene (1823), París, ed. Pléiade, 1956,
pág, 918.
80. Paul Bourget, Au Service de l’ordre, I, París, Plon, 1929, pág. 243.
81. Joseph Adolphe Gentil, Initiation aux mystères secrets de la théorie et de la pratique
du Magnetisme, suivie d’experiences faites à Monte-Cristo chez Alexandre Dumas,
París, Robert, 1849.
82. Alexandre Dumas, Mémories d’un medecin, Joseph Balsamo, París, Fellens et
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